viernes, 16 de septiembre de 2016

Catolicismo - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Revolución de Mayo
25 de mayo por F. Fortuny.jpg

La Revolución de Mayo por Francisco Fortuny
Contexto del acontecimiento
Fecha 25 de mayo de 1810
Sitio Virreinato del Río de la Plata
Impulsores Antonio Luis Beruti

Cornelio Saavedra

Juan José Castelli

Juan José Paso

Manuel Belgrano

Mariano Moreno

Nicolás Rodríguez Peña

Hipólito Vieytes

Martín Rodríguez

Juan José Viamonte

Eustoquio Díaz Vélez

Domingo French
Motivos Abdicaciones de Bayona, Invasiones Inglesas
Influencias ideológicas de los impulsores Liberalismo y contractualismo
Gobierno previo
Gobernante Baltasar Hidalgo de Cisneros
Forma de gobierno Virreinato
Gobierno resultante
Gobernante Primera Junta
Forma de gobierno Junta de gobierno
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La Revolución de Mayo fue una serie de acontecimientos revolucionarios ocurridos en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, dependiente del rey de España, y que tuvieron como consecuencia la destitución del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y su reemplazo por la Primera Junta de gobierno.


Los eventos de la Revolución de Mayo sucedieron durante el transcurso de la llamada Semana de Mayo, entre el 18 de mayo, fecha de la confirmación oficial de la caída de la Junta Suprema Central, y el 25 de mayo, fecha de asunción de la Primera Junta.


La Revolución de Mayo inició el proceso de surgimiento del Estado Argentino sin proclamación de la independencia formal, ya que la Primera Junta no reconocía la autoridad del Consejo de Regencia de España e Indias, pero aún gobernaba nominalmente en nombre del rey de España Fernando VII, quien había sido depuesto por las Abdicaciones de Bayona y su lugar ocupado por el francés José Bonaparte. Aun así, dicha manifestación de lealtad, conocida como la máscara de Fernando VII, es considerada una maniobra política que ocultaba las intenciones independentistas de los revolucionarios:


Juráis a Dios nuestro señor y a estos santos evangelios reconocer la
Junta Provisional Gubernativa de las provincia del Río de La Plata a
nombre del Sr Fernando Séptimo, para guarda de sus augustos derechos,
obedecer sus ordenes y decretos, y no atentar directa ni indirectamente
contra su autoridad, propendiendo publica y privadamente a sus seguridad
y respeto.

Todos juraron y todos morirán antes que quebrantes la sagrada obligación que se han impuesto.1


La declaración de independencia de la Argentina tuvo lugar posteriormente durante el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816.


Índice

Causas

Causas externas


La declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776 de Gran Bretaña sirvió como un ejemplo para los criollos de que una revolución e independencia en Hispanoamérica eran posibles. La Constitución estadounidense proclamaba que todos los hombres eran iguales ante la ley (aunque, por entonces, dicha proclamación no alcanzaba a los esclavos), defendía los derechos de propiedad y libertad y establecía un sistema de gobierno republicano.


A su vez, desde finales del siglo XVIII se habían comenzado a difundir los ideales de la Revolución francesa de 1789, en la cual una asamblea popular finalizó con siglos de monarquía con la destitución y ejecuciones del rey de Francia Luis XVI y su esposa María Antonieta y la supresión de los privilegios de los nobles. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyos principios eran Liberté, égalité, fraternité («libertad, igualdad, fraternidad»), tuvo una gran repercusión entre los jóvenes de la burguesía criolla. La Revolución francesa motivó también la expansión en Europa de las ideas liberales,
que impulsaban las libertades políticas y económicas. Algunos liberales
políticos influyentes de dicha época, opuestos a las monarquías y al absolutismo, eran Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Montesquieu, Denis Diderot y Jean Le Rond d'Alembert, mientras que el principal representante de la economía liberal era Adam Smith, autor del libro La riqueza de las naciones que proponía el libre comercio.



La coronación en España de José Bonaparte sembró dudas sobre la legitimidad de la autoridad virreinal. Retrato de François Gérard (hacia 1808).
Aunque la difusión de dichas ideas estaba muy restringida en los
territorios españoles, pues no se permitía el ingreso de tales libros a
través de las aduanas o la posesión no autorizada, igualmente se difundían en forma clandestina.


Las ideas liberales alcanzaron incluso al ámbito eclesiástico, Francisco Suárez (1548-1617) sostenía que el poder político
no pasa de Dios al gobernante en forma directa sino por intermedio del
pueblo. Éste sería entonces, de acuerdo con Suárez, el que posee el
poder y lo delega en hombres que manejan al estado y si dichos gobernantes no ejercieran apropiadamente su función de gerentes del bien común se transformarían en tiranos y el pueblo tendría el derecho de derrocarlos o enfrentarlos, y establecer nuevos gobernantes.2


En Gran Bretaña, mientras tanto, se inicia la revolución industrial, y para satisfacer ampliamente las necesidades de su propia población necesitaba nuevos mercados a los cuales vender su creciente producción de carbón, acero, telas y ropa. Gran Bretaña ambicionaba que el comercio de las colonias españolas en América dejara de estar monopolizado por su metrópoli. Para lograr este fin intentó conquistarlas –intentona fallida en el Río de la Plata mediante las dos Invasiones Inglesas, de 1806 y 1807– o bien promovió su emancipación.


En Europa se desarrollaban las Guerras Napoleónicas, que enfrentaron al Imperio Napoleónico francés contra Gran Bretaña y España, entre otros países. Francia tuvo una gran ventaja inicial y, mediante las abdicaciones de Bayona, forzó la renuncia de Carlos IV de España y su hijo Fernando VII. Éstos fueron reemplazados en el trono español por José Bonaparte, hermano del emperador francés Napoleón Bonaparte. La monarquía española intentó resistir formando la Junta Suprema de España e Indias o Junta Suprema Central y, tras la derrota de ésta, el Consejo de Regencia de España e Indias o Consejo de Regencia.


Causas internas


A lo largo del siglo XVIII, las reformas en el Imperio Español llevadas adelante por la Casa de Borbón -que reemplazó a la Casa de Austria a partir del 16 de noviembre de 1700- transformaron la Hispanoamérica de aquel entonces de "reinos" relativamente autónomos, en colonias enteramente dependientes de decisiones tomadas en España en beneficio de ella.3 Entre las principales reformas borbónicas en América se destacó la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1777, que reunió territorios dependientes hasta entonces del muy extenso Virreinato del Perú, y dio una importancia principal a su capital, la ciudad de Buenos Aires, que había tenido una significación secundaria hasta ese momento.4


En el Virreinato del Río de la Plata el comercio exterior era un monopolio
de España y legalmente no se permitía el comercio con otras potencias.
Esta situación era altamente desventajosa para Buenos Aires ya que la corona española minimizaba el envío de barcos rumbo a dicha ciudad. Esta decisión de la metrópoli se debía a que la piratería obligaba a enviar a los barcos de comercio con una fuerte escolta militar, y ya que Buenos Aires no contaba con recursos de oro ni de plata ni disponía de poblaciones indígenas establecidas de las cuales obtener recursos o someter al sistema de encomienda, enviar los convoyes de barcos a la ciudad era mucho menos rentable que si eran enviados a México o Lima.
Dado que los productos que llegaban de la metrópoli eran escasos, caros
e insuficientes para mantener a la población, tuvo lugar un gran
desarrollo del contrabando,
que era tolerado por la mayoría de los gobernantes locales. El comercio
ilícito alcanzaba montos similares al del comercio autorizado con
España.5 En este contexto se formaron dos grupos de poder diferenciados:


1- Los que reclamaban el comercio libre para importar directamente
con cualquier país sin tener que necesariamente comprar todas las
mercaderías trianguladas por España.


Dentro de este grupo del comercio libre pueden distinguirse a su vez a
un grupo de poderosos contrabandistas criollos o españoles asociados a
los mercaderes ingleses que fomentaban la nula protección de la
manufactura local y por el otro lado a un grupo que sin bien quería
romper el monopolio español, no deseaba una desprotección de la
manufactura y producción locales (Mariano Moreno).


2- Los comerciantes monopolistas, autorizados por la Corona española,
quienes rechazaban el libre comercio y propugnaban por la continuidad
del monopolio ya que si los productos entraban legalmente disminuirían
sus ganancias.


En la organización política, especialmente desde la fundación del
Virreinato del Río de la Plata, el ejercicio de las instituciones
residentes recaía en funcionarios designados por la corona, casi
exclusivamente españoles provenientes de la metrópoli, sin vinculación
con los problemas e intereses americanos. Legalmente no había diferenciación de clases sociales entre españoles peninsulares y del virreinato, pero en la práctica los cargos más importantes recaían en los primeros. La burguesía criolla,
fortalecida por la revitalización del comercio e influida por las
nuevas ideas, esperaba la oportunidad para acceder a la conducción
política.


La rivalidad entre los habitantes nacidos en la colonia y los de la
España europea dio lugar a una pugna entre los partidarios de la
autonomía y quienes deseaban conservar la situación establecida.
Aquellos a favor de la autonomía se llamaban a sí mismos patriotas, americanos, sudamericanos o criollos, mientras que los partidarios de la realeza española se llamaban a sí mismos realistas.
Los patriotas eran señalados despectivamente por los realistas como
insurgentes, facciosos, rebeldes, sediciosos, revolucionarios,
descreídos, herejes, libertinos o caudillos; mientras que los realistas
eran a su vez tratados en forma despectiva como sarracenos, godos,
gallegos, chapetones, matuchos o maturrangos por los patriotas.



La coronación de Carlota Joaquina de Borbón fue una alternativa a la Revolución de Mayo brevemente considerada.
Buenos Aires,
la capital del Virreinato, logró un gran reconocimiento ante las demás
ciudades del mismo luego de expulsar a las tropas inglesas en dos
oportunidades durante las Invasiones Inglesas.6
La victoria contra las tropas inglesas alentó los ánimos
independentistas ya que el virreinato había logrado defenderse solo de
un ataque externo, sin ayuda de España. Durante dicho conflicto se
constituyeron milicias criollas que luego tendrían un importante peso
político, la principal de ellas era el Regimiento de Patricios liderado por Cornelio Saavedra.


Una alternativa considerada antes de la revolución fue el Carlotismo, que consistía en apoyar a la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hermana del rey Fernando VII de España y esposa y princesa consorte del príncipe regente Juan de Portugal, para que se pusiera al frente de todas las colonias españolas como regente. Estaba capacitada para hacerlo por la derogación de la Ley Sálica en 1789,
y su intención sería prevenir un posible avance francés sobre las
mismas. El intento no fue apoyado por los españoles peninsulares, pero
sí por algunos núcleos revolucionarios que veían en ello la posibilidad
de independizarse en los hechos de España. Entre ellos se encontraban Juan José Castelli, Juan José Paso, Antonio Luis Beruti, Hipólito Vieytes y Manuel Belgrano; otros revolucionarios como Mariano Moreno y Cornelio Saavedra
estaban en desacuerdo. Sin embargo, la propia infanta renegó de tales
apoyos, y denunció al virrey las motivaciones revolucionarias contenidas
en las cartas de apoyo que le enviaron. Sin ningún otro respaldo
importante, las pretensiones de Carlota fueron olvidadas. Incluso
después de la revolución hubo algunas aisladas propuestas de coronación
de la Infanta como estrategia dilatoria, pero ésta estaba completamente
en contra de los sucesos ocurridos. En una carta enviada a José Manuel de Goyeneche dijo:


En estas circunstancias creo de mi deber rogarte y encargarte que
emplees todos tus esfuerzos en llegar cuanto antes a Buenos Aires; y
acabes de una vez con aquellos pérfidos revolucionarios, con las mismas
ejecuciones que practicaste en la ciudad de La Paz.7


Corrientes de pensamiento subyacentes



El culto de la «diosa Razón» durante la Revolución Francesa.
Desde mediados del siglo XVIII en el Río de la Plata, al igual que lo que sucedía en el resto de la América española, dos corrientes de pensamiento
distintas influyeron en la cosmovisión filosófica que impactó en la
acción política. Estas posiciones continuaron durante el proceso que se
inició en 1810 y que culminó con la emancipación.8


La primera corriente de pensamiento era de inspiración cristiana. Ella tuvo dos principales sub escuelas. La más arraigada fue la escuela sostenida por la doctrina del sacerdote jesuita Francisco Suárez,9 de la Escuela de Salamanca, que pregonó que la autoridad es dada por Dios pero no al rey sino al pueblo10 que fue divulgada por los profesores de la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca y aprendida por sus estudiantes, muchos de los cuales fueron varios de los posteriores patriotas que impulsaron la Revolución de Mayo. La otra escuela se inspiró en la Revolución Americana que, aunque tuvo otros orígenes, acuñó para sí como lema nacional la frase In God we trust que en inglés significa: «En Dios confiamos» y que sintetiza acabadamente el pensamiento de los revolucionarios de las primitivas colonias norteamericanas.11


La segunda corriente de pensamiento fue racionalista, laicista e iluminista que sustentó la filosofía política de Voltaire y de la Revolución Francesa12 .


Hacia principios del siglo XIX, en el Río de la Plata, ambas
corrientes de pensamiento se vieron reflejadas a través de diversos
patriotas que gestaron la emancipación. Así, el militar Cornelio Saavedra, fray Cayetano Rodríguez, fray Francisco de Paula Castañeda, el presbítero Pedro Ignacio de Castro Barros, el licenciado Manuel Belgrano, Esteban Agustín Gascón, Gregorio García de Tagle, entre muchos otros, fueron defensores del pensamiento católico y de la Iglesia en contra el anticatolicismo de los grupos liderados primero por Mariano Moreno y Juan José Castelli,13 14 y después por Bernardino Rivadavia quien se valió de políticas regalistas y laicisantes.15


Antecedentes a la revolución

El virrey Liniers


Tras la victoria obtenida durante las Invasiones Inglesas, la población de Buenos Aires no aceptó que el virrey Rafael de Sobremonte retomara el cargo, ya que durante el ataque había huido de la ciudad rumbo a Córdoba con el erario público. Si bien Sobremonte lo hizo obedeciendo una ley que databa de la época de Pedro de Cevallos,
que indicaba que en caso de ataque exterior se debían poner a resguardo
los fondos reales, dicha acción lo hizo aparecer como un cobarde a los
ojos de la población.16 En su lugar, el nuevo virrey fue Santiago de Liniers, héroe de la reconquista, elegido por aclamación popular.


Sin embargo, la gestión de Liniers comenzó a recibir
cuestionamientos. El principal adversario político de Liniers era el
gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío,
quien los canalizó en una denuncia sobre el origen francés de Liniers:
argumentaba que era inaceptable que un compatriota de Napoleón
Bonaparte, en guerra con España en ese entonces, ocupara el cargo. Sin
embargo, a pesar de los reclamos de Liniers, no pudo brindar pruebas
concretas de que el virrey complotara con los franceses. Elío se negó a
reconocer la autoridad de Liniers y formó una junta de gobierno en Montevideo, independiente de las autoridades de Buenos Aires.


En ese entonces confluyeron varios sectores con diferentes opiniones
sobre cuál debía ser el camino a seguir en el Virreinato del Río de la
Plata. Una situación análoga a la que se estaba viviendo había sucedido
un siglo antes, durante la Guerra de Sucesión Española entre los austracistas y los borbónicos,
en la que durante quince años los dominios españoles de ultramar no
sabían a quién reconocer como el rey legítimo. En aquella oportunidad
una vez que se instaló Felipe V
en el trono español los funcionarios americanos lo reconocieron y todo
volvió a su curso. Probablemente en 1810, muchos, especialmente
españoles, creían que bastaba con formar una junta y esperar a que en
España retornara la normalidad.16


Asonada de Álzaga

El alcalde y comerciante español afincado en Buenos Aires Martín de Álzaga y sus seguidores, hicieron estallar una asonada con el objetivo de destituir al virrey Liniers. El 1 de enero de 1809, un cabildo abierto
exigió la renuncia de Liniers y designó una Junta a nombre de Fernando
VII, presidida por Álzaga; las milicias españolas y un grupo de personas
convocados por la campana del cabildo apoyaron la rebelión.


Las milicias criollas encabezadas por Cornelio Saavedra rodearon la
plaza, provocando la dispersión de los sublevados. Los cabecillas fueron
desterrados y los cuerpos militares sublevados fueron disueltos. Como
consecuencia, el poder militar quedó en manos de los criollos que habían
sostenido a Liniers y la rivalidad entre criollos y españoles
peninsulares se acentuó. Los responsables del complot, desterrados a Carmen de Patagones, fueron rescatados por Elío y llevados a Montevideo.


Nombramiento del virrey Cisneros


En España la Junta Suprema Central decidió terminar con los
enfrentamientos en el Virreinato del Río de la Plata disponiendo el
reemplazo del virrey Liniers por don Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien arribó a Montevideo en junio de 1809.
La Junta Suprema Central envió al nuevo virrey con instrucciones muy
precisas: la detención de los partidarios de Liniers y la de los
criollos que secretamente bregaban por la independencia.17


El traspaso del mando se hizo en Colonia del Sacramento,
Javier de Elío aceptó la autoridad del nuevo virrey y disolvió la Junta
de Montevideo, volviendo a ser gobernador de la ciudad. Cisneros rearmó
las milicias españolas disueltas tras la asonada contra Liniers, e
indultó a los responsables de las mismas.


En Buenos Aires Juan Martín de Pueyrredón
se reunió con los jefes militares para tratar de desconocer la
autoridad del nuevo virrey. Este plan contó con el apoyo de Saavedra,
Belgrano, Eustoquio Díaz Vélez, Juan José Viamonte, Miguel de Azcuénaga, Castelli y Paso, pero no con el visto bueno de Liniers, que se mantuvo leal a los realistas.


Agitación revolucionaria en el Alto Perú


El descontento con los funcionarios españoles se manifestó también en
el interior del Virreinato del Río de la Plata, particularmente en el Alto Perú.


El 25 de mayo de 1809 una revolución destituyó al gobernador y presidente de la Real Audiencia de Charcas o Chuquisaca, Ramón García de León y Pizarro, acusado de apoyar al protectorado portugués; el mando militar recayó en el coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales. La autoridad civil quedó en situación indecisa, de modo que fue en parte ejercida por el mismo Arenales.


El 16 de julio en la ciudad de La Paz otro movimiento revolucionario liderado por el coronel Pedro Domingo Murillo y otros patriotas obligó a renunciar al gobernador intendente Tadeo Dávila y al obispo de La Paz, Remigio de la Santa y Ortega. El poder recayó en el cabildo hasta que se formó la Junta Tuitiva de los Derechos del Pueblo, presidida por Murillo.


La revolución de Chuquisaca no se proponía alterar la fidelidad al
rey, mientras que la revolución de La Paz se proclamó abiertamente
independiente. Actualmente los historiadores tienen diversas
interpretaciones sobre si la revolución de Chuquisaca tuvo motivaciones independentistas o si fue sólo una disputa entre fernandistas y carlotistas. En consecuencia, existen desacuerdos sobre si la primera revolución independentista en Hispanoamérica fue la de Chuquisaca o la de La Paz.18 Durante el proceso instruido a raíz de las revoluciones en Chuquisaca y La Paz se mencionó a Rousseau y su libro El contrato social como cuerpos del delito.2


La reacción de los funcionarios españoles derrotó estos movimientos:
el de La Paz fue aplastado sangrientamente por un ejército enviado desde
el Virreinato del Perú, mientras que el de Chuquisaca fue sofocado por tropas que envió el virrey Cisneros.


Las medidas tomadas por el virrey contra dichas revoluciones
acentuaron el resentimiento de los criollos contra los españoles
peninsulares, ya que Álzaga fue indultado de la prisión recibida tras su
asonada, lo cual reforzaba entre los criollos la sensación de
inequidad.19 Entre otros, Castelli estuvo presente en los debates de la Universidad de San Francisco Xavier en donde se alumbró el silogismo de Chuquisaca, el cual influenció sus posturas en la Semana de Mayo.20


Reformas económicas y medidas políticas de Cisneros

En el plano económico, ante las dificultades y costos del comercio
con España, Cisneros aceptó la propuesta de Mariano Moreno e instauró el
6 de noviembre de 1809 el libre comercio con las demás potencias. Los
principales beneficiados eran Gran Bretaña y los sectores ganaderos que
exportaban cueros. Sin embargo, los comerciantes que se beneficiaban del
contrabando reclamaron a Cisneros que anule el libre comercio, a lo
cual accedió para no perder su apoyo. Esto provocó a su vez que los
ingleses, con Mac Kinnon y el capitán Doyle como representantes,
reclamaran una revisión de la medida, haciendo valer el carácter de
aliados contra Napoleón de España y Gran Bretaña. Mariano Moreno también
criticó la anulación, formulando la Representación de los Hacendados, la cual es considerada como el informe de política económica
más completo de la época del virreinato. Cisneros resolvió finalmente
otorgar una prórroga al libre comercio, la cual finalizó el 19 de mayo
de 1810.


El 25 de noviembre de 1809 Cisneros creó el Juzgado de Vigilancia Política, con el objetivo de perseguir a los afrancesados
y a aquellos que alentaran la creación de regímenes políticos que se
opusieran a la dependencia de América de España. Esta medida y un bando
emitido por el virrey previniendo al vecindario de «díscolos que
extendiendo noticias falsas y seductivas, pretenden mantener la
discordia» les hizo pensar a los porteños
que bastaba sólo un pretexto formal para que estallase la revolución.
Por eso, en abril de 1810, Cornelio Saavedra les expresaba a sus
allegados:


Aún no es tiempo; dejen ustedes que las brevas maduren y entonces las comeremos.21


Cronología de la Semana de Mayo

La Semana de Mayo es la semana que transcurrió en Buenos Aires, entre el 18 y el 25 de mayo de 1810,
que se inició con la confirmación de la caída de la Junta Suprema
Central y desembocó en la destitución del virrey Cisneros y la asunción
de la Primera Junta.


El 14 de mayo arribó al puerto de Buenos Aires la goleta de guerra británica HMS Mistletoe procedente de Gibraltar con periódicos del mes de enero que anunciaban la disolución de la Junta Suprema Central al ser tomada la ciudad de Sevilla por los franceses, que ya dominaban casi toda la Península, señalando que algunos diputados se habían refugiado en la isla de León, en Cádiz. La Junta era uno de los últimos bastiones del poder de la corona española, y había caído ante el imperio napoleónico,
que ya había alejado con anterioridad al rey Fernando VII mediante las
Abdicaciones de Bayona. El día 17 se conocieron en Buenos Aires noticias
coincidentes llegadas a Montevideo el día 13 en la fragata británica HMS John Paris,
agregándose que los diputados de la Junta habían sido rechazados
estableciéndose una Junta en Cádiz. Se había constituido un Consejo de
Regencia de España e Indias, pero ninguno de los dos barcos transmitió
esa noticia. Cisneros intentó ocultar las noticias estableciendo una
rigurosa vigilancia en torno a las naves de guerra británicas e
incautando todos los periódicos que desembarcaron de los barcos, pero
uno de ellos llegó a manos de Manuel Belgrano y de Juan José Castelli.
Éstos se encargaron de difundir la noticia, que ponía en entredicho la
legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.22


También se puso al tanto de las noticias a Cornelio Saavedra, jefe
del regimiento de Patricios, que en ocasiones anteriores había
desaconsejado tomar medidas contra el virrey. Saavedra consideraba que,
desde un punto de vista estratégico, el momento ideal para proceder con
los planes revolucionarios sería el momento en el cual las fuerzas
napoleónicas lograran una ventaja decisiva en su guerra contra España.
Al conocer las noticias de la caída de la Junta de Sevilla, Saavedra
consideró que el momento idóneo para llevar a cabo acciones contra
Cisneros había llegado.23
El grupo encabezado por Castelli se inclinaba por la realización de un
cabildo abierto, mientras los militares criollos proponían deponer al
virrey por la fuerza.


Viernes 18 de mayo

Ante el nivel de conocimiento público alcanzado por la noticia de la
caída de la Junta de Sevilla, Cisneros realizó una proclama en donde
reafirmaba gobernar en nombre del rey Fernando VII, para intentar calmar
los ánimos. Cisneros habló de la delicada situación en la península,
pero no confirmó en forma explícita que la Junta había caído, si bien
era consciente de ello.24 Parte de la proclama decía lo siguiente:


En América española subsistirá el trono de los Reyes Católicos, en el
caso de que sucumbiera en la península. (...) No tomará la superioridad
determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas
las representaciones de la capital, a que posteriormente se reúnan las
de sus provincias dependientes, entretanto que de acuerdo con los demás
virreinatos se establece una representación de la soberanía del señor
Fernando VII.25


El grupo revolucionario principal se reunía indistintamente en la casa de Nicolás Rodríguez Peña
o en la jabonería de Hipólito Vieytes. Concurrían a esas reuniones,
entre otros, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso,
Antonio Luis Beruti, Eustoquio Díaz Vélez, Feliciano Antonio Chiclana, José Darragueira, Martín Jacobo Thompson y Juan José Viamonte. Otro grupo se congregaba en la quinta de Orma, encabezado por fray Ignacio Grela y entre los que se destacaba Domingo French.


Algunos criollos se juntaron esa noche en la casa Rodríguez Peña. Cornelio Saavedra, quien se hallaba en San Isidro,
fue llamado de urgencia y concurrió a la reunión en la que se decidió
solicitar al virrey la realización de un cabildo abierto para determinar
los pasos a seguir por el virreinato. Para esa comisión, fueron
designados Castelli y Martín Rodríguez.26


Sábado 19 de mayo

Tras pasar la noche tratando el tema, durante la mañana Saavedra y Belgrano se reunieron con el alcalde de primer voto, Juan José de Lezica, y Castelli con el síndico procurador, Julián de Leyva, pidiendo el apoyo del Cabildo de Buenos Aires
para gestionar ante el virrey un cabildo abierto, expresando que de no
concederse, «lo haría por sí solo el pueblo o moriría en el intento».


Domingo 20 de mayo


Demanda ante el virrey Cisneros por la realización de un cabildo abierto. Bajorrelieve de Gustavo Eberlein.
Lezica transmitió a Cisneros la petición que había recibido, y éste
consultó a Leyva, quien se mostró favorable a la realización de un
cabildo abierto. Antes de tomar una decisión el virrey citó a los jefes
militares para que se presenten a las siete horas de la tarde en el
fuerte.27 Según cuenta Cisneros en sus Memorias, les recordó:


(...) las reiteradas protestas y juramentos de fidelidad con que me
habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público y les
exhorté a poner en ejercicio su fidelidad al servicio de S.M. y de la
patria.


Antes que los militares convocados ingresaran al fuerte, los
batallones de urbanos fueron acuartelados y provistos de munición de
guerra. No fue casualidad que fuera Saavedra el que hablara por todos:
era el comandante del cuerpo de Patricios, la unidad militar más
importante del Virreinato. En sus Memorias, escritas muchos años
después de estos sucesos, Saavedra describió aquella reunión explicando
que ante el silencio de sus compañeros "yo fui el que dijo":


Señor, son muy diversas las épocas del 1º de enero de 1809 y la de
mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque
ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y
plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto solo Cádiz y la
isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E.
en su proclama de ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la isla de León son
España? (...) ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se
incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León, que
son una parte de las provincias de Andalucía? No señor, no queremos
seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses, hemos
resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos.
El que a V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de
consiguiente usted tampoco la tiene ya, así que no cuente con las
fuerzas de mi mando para sostenerse en ella. Esto mismo sostuvieron
todos mis compañeros. Con este desengaño, concluyó diciendo: "Pues
señores, se hará el cabildo abierto que se solicita. Y en efecto se hizo
el 22 del mismo mayo"


(Saavedra, 1960, p. 1052)
Al anochecer se produjo una nueva reunión en casa de Rodríguez Peña,
en donde los jefes militares comunicaron lo ocurrido. Se decidió enviar
inmediatamente a Castelli y a Martín Rodríguez a entrevistarse con
Cisneros en el fuerte, facilitando su ingreso el comandante Terrada de
los granaderos provinciales
que se hallaba de guarnición ese día. El virrey se encontraba jugando a
los naipes con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe y el edecán
Coicolea cuando los comisionados irrumpieron. Martín Rodríguez en sus Memorias relató cómo fue la entrevista, en donde Castelli se dirigió a Cisneros así:


Excelentísimo señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por
el pueblo y el ejército, que están en armas, a intimar a V.E. la
cesación en el mando del virreinato.


Cisneros respondió:


¿Qué atrevimiento es éste? ¿Cómo se atropella así a la persona del Rey en su representante?


Pero Rodríguez (según sus Memorias) lo detuvo advirtiéndole:


Señor: cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación, vea V.E. lo que hace.


Solamente defendió la posición de Cisneros el síndico procurador del
cabildo, Julián de Leyva. Ante la situación, Caspe llevó a Cisneros a su
despacho para deliberar juntos unos momentos y luego regresaron. El
virrey se resignó y permitió que se realizara el cabildo abierto. Según
cuenta Martín Rodríguez en sus Memorias póstumas, escritas muchos años después, sus palabras fueron:


Señores, cuanto siento los males que van a venir sobre este pueblo de
resultas de este paso; pero puesto que el pueblo no me quiere y el
ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran.28


El cabildo abierto se celebraría el 22 de mayo siguiente.


Esa misma noche se representó una obra de teatro cuyo tema era la tiranía, llamada Roma Salvada,
a la cual concurrieron buena parte de los revolucionarios. El jefe de
la policía intentó convencer al actor de que no se presentara y que, con
la excusa de que éste estuviera enfermo, la obra fuera reemplazara con Misantropía y arrepentimiento,
del poeta alemán Kotzebue. Los rumores de censura policial se
extendieron con rapidez, por lo que Morante salió e interpretó la obra
prevista, en la cual interpretaba a Cicerón. En el cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente:


Entre regir al mundo o ser esclavos ¡Elegid, vencedores de la tierra!
¡Glorias de Roma, majestad herida! ¡De tu sepulcro al pie, patria,
despierta! César, Murena, Lúculo, escuchadme: ¡Roma exige un caudillo en
sus querellas! Guardemos la igualdad para otros tiempos: ¡El Galo ya
está en Roma! ¡Vuestra empresa del gran Camilo necesita el hierro! ¡Un
dictador, un vengador, un brazo! ¡Designad al más digno y yo lo sigo!29


Dicha escena encendió los ánimos revolucionarios, que desembocaron en
un aplauso frenético a la obra. El propio Juan José Paso se levantó y
gritó «¡Viva Buenos Aires libre!».


Lunes 21 de mayo


Invitación al Cabildo Abierto del 22 de mayo
A las tres, el Cabildo inició sus trabajos de rutina, pero se vieron
interrumpidos por seiscientos hombres armados, agrupados bajo el nombre
de «Legión Infernal», que ocuparon la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de Mayo,
y exigieron a gritos que se convocase a un cabildo abierto y se
destituyese al virrey Cisneros. Llevaban un retrato de Fernando VII y en
el ojal de sus chaquetas una cinta blanca que simbolizaba la unidad
criollo-española.30
Entre los agitadores se destacaron Domingo French y Antonio Beruti.
Estos desconfiaban de Cisneros y no creían que fuera a cumplir su
palabra de permitir la celebración del cabildo abierto del día
siguiente. El síndico Julián de Leyva no tuvo éxito en calmar a la
multitud al asegurar que el mismo se celebraría como estaba previsto. La
gente se tranquilizó y dispersó gracias a la intervención de Cornelio
Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, que aseguró que los reclamos
de la Legión Infernal contaban con su apoyo militar y quien comunicó
que él personalmente iba a


designar las guardias para las avenidas de la Plaza con oficiales de
Patricios y que dichas guardias estarían a las órdenes del Capitán
Eustoquio Díaz Vélez, de cuya adhesión, de ninguna manera, podía dudar
el pueblo.31


El 21 de mayo se repartieron cuatrocientos cincuenta invitaciones entre los principales vecinos
y autoridades de la capital. La lista de invitados fue elaborada por el
Cabildo teniendo en cuenta a los vecinos más prominentes de la ciudad.
Sin embargo el encargado de su impresión, Agustín Donado, compañero de
French y Beruti, imprimió muchas más de las necesarias y las repartió
entre los criollos.


El Excmo. Cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir,
precisamente mañana 22 del corriente, á las nueve, sin etiqueta alguna, y
en clase de vecino, al cabildo abierto que con avenencia del Excmo. Sr.
Virrey ha acordado celebrar; debiendo manifestar esta esquela á las
tropas que guarnecerán las avenidas de esta plaza, para que se le
permita pasar libremente.


Martes 22 de mayo


El cabildo abierto, según Juan Manuel Blanes.
De los cuatrocientos cincuenta invitados al cabildo abierto solamente
participaron unos doscientos cincuenta. French y Beruti, al mando de
seiscientos hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles,
controlaron el acceso a la plaza, con la finalidad de asegurar que el
cabildo abierto fuera copado por criollos.


El cabildo abierto se prolongó desde la mañana hasta la medianoche,
contando con diversos momentos, entre ellos la lectura de la proclama
del Cabildo, el debate, «que hacía de suma duración el acto», como se
escribió en el documento o acta, y la votación, individual y pública,
escrita por cada asistente y pasada al acta de la sesión.


El debate en el Cabildo tuvo como tema principal la legitimidad o no del gobierno y de la autoridad del virrey. El principio de la retroversión de la soberanía planteaba que, desaparecido el monarca legítimo, el poder volvía al pueblo, y que éste tenía derecho a formar un nuevo gobierno.


Hubo dos posiciones principales enfrentadas: los que consideraban que
la situación debía mantenerse sin cambios, respaldando a Cisneros en su
cargo de virrey, y los que sostenían que debía formarse una junta de gobierno
en su reemplazo, al igual que en España. No reconocían la autoridad del
Consejo de Regencia de España y de Indias argumentando que las colonias
en América no habían sido consultadas para su formación.32
El debate abarcó también, de manera tangencial, la rivalidad entre
criollos y españoles peninsulares, ya que quienes proponían mantener al
virrey consideraban que la voluntad de los españoles debía primar por
sobre la de los criollos.


Uno de los oradores de la primera postura fue el obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega, líder de la iglesia local. Lué y Riega sostenía lo siguiente:


No solamente no hay por qué hacer novedad con el virrey, sino que aún
cuando no quedase parte alguna de la España que no estuviese sojuzgada,
los españoles que se encontrasen en la América deben tomar y reasumir
el mando de ellas y que éste sólo podría venir a manos de los hijos del
país cuando ya no hubiese un español en él. Aunque hubiese quedado un
solo vocal de la Junta Central de Sevilla y arribase a nuestras playas,
lo deberíamos recibir como al Soberano.33



Cuadro pintado por Pedro Subercaseaux por encargo, indicación y supervisión de Adolfo Carranza con motivo del festejo del Centenario de la Revolución de Mayo
Juan José Castelli habló a continuación, y sostuvo que los pueblos
americanos debían asumir la dirección de sus destinos hasta que cesara
el impedimento de Fernando VII de regresar al trono.


Desde la salida del Infante don Antonio, de Madrid, había caducado el
Gobierno Soberano de Espa­ña, que ahora con mayor razón debía
considerarse haber expirado con la disolución de la Junta Central,
porque, además de haber sido acusada de infidencia por el pueblo de
Sevilla, no tenía facultades para el establecimiento del Supremo
Gobierno de Regencia; ya porque los poderes de sus vocales eran
personalísimos para el gobierno, y no podrían delegarse, ya por la falta
de concurrencia de los Diputados de América en la elección y
establecimiento de aquel gobierno, deduciendo de aquí su ilegitimidad,
la re­versión de los derechos de la Soberanía al pueblo de Buenos Aires y
su libre ejercicio en la instalación de un nuevo gobierno,
principalmente no existiendo ya, como se suponía no existir, la España
en la dominación del señor don Fer­nando Séptimo.20


Pascual Ruiz Huidobro
expuso que, dado que la autoridad que había designado a Cisneros había
caducado, éste debía considerarse separado de toda función de gobierno, y
que, en su función de representante del pueblo, el Cabildo debía asumir
y ejercer la autoridad.


El fiscal Manuel Genaro Villota,
representante de los españoles más conservadores, señaló que la ciudad
de Buenos Aires no tenía derecho a tomar decisiones unilaterales sobre
la legitimidad del virrey o el Consejo de Regencia sin hacer partícipes del debate
a las demás ciudades del Virreinato. Argumentaba que ello rompería la
unidad del país y establecería tantas soberanías como pueblos. Juan José
Paso le dio la razón en el primer punto, pero adujo que la situación
del conflicto en Europa y la posibilidad de que las fuerzas napoleónicas
prosiguieran conquistando las colonias americanas demandaban una
solución urgente.34 Adujo entonces el argumento de la hermana mayor,
por la cual Buenos Aires tomaba la iniciativa de realizar los cambios
que juzgaba necesarios y convenientes, bajo la expresa condición de que
las demás ciudades serían invitadas a pronunciarse a la mayor brevedad
posible.35 La figura retórica de la «Hermana mayor», comparable a la gestión de negocios, es un nombre que hace una analogía entre la relación de Buenos Aires y las otras ciudades del Virreinato con una relación filial.



La postura de Cornelio Saavedra fue la que acabó imponiéndose.
El cura Juan Nepomuceno Solá
opinaba que el mando debía entregarse al Cabildo, pero sólo en forma
provisional, hasta la realización de una junta gubernativa con
llamamiento a representantes de todas las poblaciones del virreinato.


El comandante Pedro Andrés García,
íntimo amigo de Saavedra, comentó al votar: «Que considerando la
suprema ley la salud del pueblo y advertido y aun tocado por sí mismo la
efervescencia y acaloramiento de él con motivo de las ocurrencias de la
Metrópoli, para que se varíe el Gobierno, que es a lo que aspira, cree
de absoluta necesidad el que así se realice, antes de tocar desgraciados
extremos, como los que se persuade habría, si aún no se resolviese así
en la disolución de esta Ilustre Junta; repite por los conocimientos que
en los días de antes de ayer, ayer y anoche ha tocado por sí mismo,
tranquilizando los ánimos de los que con instancia en el pueblo así lo
piden».36


Cornelio Saavedra propuso que el mando se delegara en el Cabildo
hasta la formación de una junta de gobierno, en el modo y forma que el
Cabildo estimara conveniente. Hizo resaltar la frase de que «(...) y no
queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando». A
la hora de la votación, la postura de Castelli se acopló a la de
Saavedra.


Luego de los discursos, se procedió a votar por la continuidad del
virrey, solo o asociado, o por su destitución. La votación duró hasta la
medianoche, y se decidió por amplia mayoría destituir al virrey: ciento
cincuenta y cinco votos contra sesenta y nueve. Los votos contrarios a
Cisneros se distribuyeron de la siguiente manera:37


  • Fórmula según la cual la autoridad recae en el Cabildo: cuatro votos
  • Fórmula de Juan Nepomuceno de Sola: dieciocho votos
  • Fórmula de Pedro Andrés García, Juan José Paso y Luis José Chorroarín: veinte votos.
  • Fórmula de Ruiz Huidobro: veinticinco votos
  • Fórmula de Saavedra y Castelli: ochenta y siete votos

Miércoles 23 de mayo

Tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en
diversos puntos de la ciudad que informaban de la creación de la Junta y
la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse
de intentar acciones contrarias al orden público.


Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día anterior y emite un documento:


hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el
Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente
en el Excmo. Cabildo (...) hasta la erección de una Junta que ha de
formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente.


(Pigna, 2007, p. 238)

Jueves 24 de mayo

El día 24 el Cabildo, a propuesta del síndico Leyva, conformó la
nueva Junta, que debía mantenerse hasta la llegada de los diputados del
resto del Virreinato. Estaba formada por:


Presidente y comandante de armas:


  • Baltasar Hidalgo de Cisneros
Vocales:


  • Cornelio Saavedra (militar, criollo)
  • Juan José Castelli (abogado, criollo)
  • Juan Nepomuceno Solá (sacerdote, español)
  • José Santos Incháurregui (comerciante, español)
Dicha fórmula respondía a la propuesta del obispo Lué y Riega de
mantener al virrey en el poder con algunos asociados o adjuntos, a pesar
de que en el Cabildo abierto la misma hubiera sido derrotada en las
elecciones. Los cabildantes consideraban que de esta forma se
contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar en la sociedad.38
Asimismo, se incluyó un reglamento constitucional de trece artículos,
redactado por Leyva, que regiría el accionar de la Junta. Entre los
principios incluidos, se preveía que la Junta no ejercería el poder judicial,
que sería asumido por la Audiencia; que Cisneros no podría actuar sin
el respaldo de los otros integrantes de la Junta; que el Cabildo podría
deponer a los miembros de la Junta que faltaran a sus deberes y debía
aprobar las propuestas de nuevos impuestos; que se sancionaría una amnistía
general respecto de las opiniones emitidas en el cabildo abierto del
22; y que se pediría a los cabildos del interior que enviaran diputados.
Los comandantes de los cuerpos armados dieron su conformidad,
incluyendo a Saavedra y Pedro Andrés García.


Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las
milicias volvieron a agitarse, y la plaza fue invadida por una multitud
comandada por French y Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder,
aunque fuera con un cargo diferente al de virrey, era vista como una
burla a la voluntad del Cabildo Abierto. El coronel Martín Rodríguez lo
explicaba así:


Si nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación que mantiene
en el gobierno a Cisneros, en muy pocas horas tendríamos que abrir
fuego contra nuestro pueblo, nuestros mismos soldados nos abandonarían;
todos sin excepción reclaman la separación de Cisneros.39


Hubo una discusión en la casa de Rodríguez Peña, lugar en que se
runieron dirigentes civiles y oficiales de los cuerpos, entre ellos:
Manuel Belgrano, Eustoquio Díaz Vélez, Domingo French y Feliciano
Antonio Chiclana donde se llegó a dudar de la lealtad de Saavedra.
Castelli se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado
nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías Irigoyen y Feliciano
Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza.
Finalmente decidieron deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y
obtener del cabildo una modificación sustancial con una lista de
candidatos propios. Cisneros no podía figurar.


Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se
presentó en la residencia de Cisneros informando el estado de agitación
popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron
conseguir en forma verbal su dimisión. Un grupo de patriotas reclamó en
la casa del síndico Leyva que se convocara nuevamente al pueblo, y pese a
sus resistencias iniciales finalmente accedió a hacerlo.


Viernes 25 de mayo

Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a
reunirse en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, liderados por
los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la
anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del
virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno. El historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti repartían escarapelas celestes y blancas
entre los concurrentes; historiadores posteriores ponen en duda dicha
afirmación, pero sí consideran factible que se hayan repartido
distintivos entre los revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una
resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando:


¡El pueblo quiere saber de qué se trata!


La multitud invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey y la anulación de la resolución tomada el día anterior.


El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la
agitación popular fuese reprimida por la fuerza. Con este fin se convocó
a los principales comandantes, pero éstos no obedecieron las órdenes
impartidas. Los que sí lo hicieron afirmaron que no solo no podrían
sostener al gobierno, sino tampoco a sus tropas, y que en caso de
intentar reprimir las manifestaciones serían desobedecidos por estas.


Cisneros seguía resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los
capitulares lograron que ratificase y formalizase los términos de su
renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto,
sin embargo, resultó insuficiente, y representantes de la multitud
reunida en la plaza reclamaron que el pueblo reasumiera la autoridad
delegada en el Cabildo Abierto del día 22, exigiendo la formación de una
Junta. Además, se disponía el envío de una expedición de quinientos
hombres para auxiliar a las provincias interiores.


Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros,
«prestándose á ello con la mayor generosidad y franqueza, resignado á
mostrar el punto á que llega su consideración por la tranquilidad
pública y precaución de mayores desórdenes».40
La composición de la Primera Junta surge de un escrito presentado por
French y Beruti y respaldado por un gran número de firmas. Sin embargo,
no hay una posición unánime entre los historiadores sobre la autoría de
dicho escrito. Algunos como Vicente Fidel López sostienen que fue exclusivamente producto de la iniciativa popular. Para otros, como el historiador Miguel Ángel Scenna,
lo más probable es que la lista haya sido el resultado de una
negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos
cada uno: los carlotistas, los juntistas o alzaguistas, y el «partido
miliciano». Belgrano, Castelli y Paso eran carlotistas. Los partidarios
de Álzaga eran Moreno, Matheu y Larrea. No hay duda de que Saavedra y
Azcuénaga representaban al poder de las milicias formadas durante las
invasiones inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia es más
problemática.41


Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la
ratificación del pueblo la petición formulada. Pero, dado lo avanzada de
la hora y el estado del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había
disminuido, cosa que Julián de Leyva adujo para ridiculizar la
pretensión de la diputación de hablar en nombre del pueblo. Esto colmó
la paciencia de los pocos que se hallaban en la plaza bajo la llovizna. A
partir de ese momento (dice el acta del Cabildo),


...se oyen entre aquellos las voces de que si hasta entonces se había
procedido con prudencia porque la ciudad no experimentase desastres,
sería ya preciso echar mano a los medios de violencia; que las gentes,
por ser hora inoportuna, se habían retirado a sus casas; que se tocase
la campana de Cabildo, y que el pueblo se congregase en aquel lugar para
satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se
hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala, y que se
abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta
entonces se había procurado evitar.40


El badajo de la campana del cabildo había sido mandado retirar por el virrey Liniers tras la asonada de Álzaga
de 1809. Ante la perspectiva de violencias mayores, el petitorio fue
leído en voz alta y ratificado por los asistentes. El reglamento que
regiría a la Junta fue, a grandes rasgos, el mismo que se había
propuesto para la Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la
actividad de los vocales y que la Junta nombraría reemplazantes en caso
de producirse vacantes. La titulada Junta provisional gubernativa de la capital del Río de la Plata —según consta en la proclama del 26 de mayo de 1810— que la tradición y la historiografía conocen como la "Primera Junta", estaba compuesta de la siguiente manera:42


Vocales


Secretarios


La Junta era un cuerpo plural que estaba integrada por nueve
miembros, siete de ellos americanos —o criollos— y dos españoles
peninsulares; estos últimos eran Matheu y Larrea. Desde el punto de
vista social estaba conformada por representantes de diversos sectores
de la sociedad: Saavedra y Azcuénaga eran militares, Belgrano, Castelli,
Moreno y Paso eran abogados, Larrea y Matheu eran comerciantes, y
Alberti era sacerdote. Desde el punto de vista político, los tres
partidos revolucionarios estaban representados por tres miembros cada
uno: Saavedra, Azcuénaga y Alberti eran moderados, Castelli, Belgrano y
Paso eran carlotistas y Matheu, Larrea y Moreno eran juntistas o
alzaguistas.43


Acto seguido, Saavedra habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia,
y luego se trasladó al Fuerte entre salvas de artillería y toques de
campana.


Al mismo tiempo que el sol se ponía en el horizonte, una compañía de
Patricios mandada por Don Eustoquio Díaz Vélez anunciaba, al son de
cajas y voz de pregoneros, que el Virrey de las Provincias Unidas del
Río de la Plata había caducado, y que el Cabildo reasumía el mando
supremo del Virreynato por voluntad del pueblo.44


El mismo 25, Cisneros despachó a José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para advertir a Santiago de Liniers lo sucedido y reclamarle acciones militares contra la Junta.


Proclama del 26 de mayo


El 26 de mayo de 1810, la Primera Junta —oficialmente la «Junta
Provisional Gubernativa de la capital del Río de la Plata»— emitió una
proclama que dirigió «a los habitantes de ella, y de las provincias de
su superior mando», dando noticia de la nueva autoridad surgida de los
sucesos de la Revolución de Mayo.


Circular a los cabildos del interior

En el acta del Cabildo de Buenos Aires del 25 de mayo, se indicaba a
la Junta que remitiera una circular a los cabildos del interior, para
que las provincias envíen diputados a la capital:


Apartado X: que los referidos SS. despachen sin perdida de tiempo
ordenes circulares a los Xefes de lo interior y demas a quienes
corresponde, encargandoles muy estrechamente baxo de responsabilidad,
hagan que los respectivos Cabildos de cada uno convoquen por medio de
esquelas a la parte principal y mas sana del vecindario, para que
formando un congreso de solos los que en aquella forma hubiesen sido
llamados elijan sus representantes y estos hayan de reunirse á la mayor
brevedad en esta Capital.45


La Junta hizo una circular el 27 de mayo solicitando la elección de los diputados:


Asimismo importa que V. quede entendido que los diputados han de irse
incorporando en esta junta, conforme y por el orden de su llegada á la
capital, para que así se hagan de la parte de confianza pública que
conviene al mejor servicio del rey y gobierno de los pueblos,
imponiéndose con cuanta anticipación conviene á la formación de la
general de los graves asuntos que tocan al gobierno. Por lo mismo, se
habrá de acelerar el envío de diputados, entendiendo deber ser uno por
cada ciudad ó villa de las provincias, considerando que la ambición de
los extranjeros puede excitarse á aprovechar la dilación en la reunión
para defraudar á Su Majestad los legítimos derechos que se trata de
preservar.46


El haber derrocado al virrey y a la junta que en principio se había
formado para representarlo, reemplazándolos por la Primera Junta fue
algo escandaloso para muchos y por lo tanto las primeras reacciones en
el virreinato ante lo sucedido no fueron las mejores:


  • En Córdoba se armó una contrarrevolución, liderada por Liniers.
  • En Mendoza hubo algunas reticencias en aceptar a la nueva Junta.
  • En Salta hubo muchas discusiones.
  • La resistencia fue activa en el Alto Perú, Paraguay y Montevideo.

La versión de Cisneros

El virrey Cisneros brindó su versión de los hechos de la semana de
mayo en una carta dirigida al rey Fernando VII, con fecha 22 de junio de
1810:


Había yo ordenado que se apostase para este acto una compañía en cada
bocacalle de las de la plaza a fin de que no se permitiese entrar en
ella ni subir a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las
citadas; pero la tropa y los oficiales eran del partido; hacían lo que
sus comandantes les prevenían secretamente y éstos les prevenían lo que
les ordenaba la facción: negaban el paso a la plaza a los vecinos
honrados y lo franqueaban a los de la confabulación; tenían algunos
oficiales copia de las esquelas de convite sin nombre y con ellos
introducían a las casas del Ayuntamiento a sujetos no citados por el
Cabildo o porque los conocían de la parcialidad o porque los ganaban con
dinero, así es que en una Ciudad de más de tres mil vecinos de
distinción y nombre solamente concurrieron doscientos y de éstos, muchos
pulperos, algunos artesanos, otros hijos de familia y los más
ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la
mayor gravedad.47


Intenciones revolucionarias

Aunque el gobierno surgido el 25 de mayo se pronunciaba fiel al rey
español depuesto Fernando VII, los historiadores coinciden en que dicha
lealtad era simplemente una maniobra política.48 49 50 La Primera Junta no juró fidelidad al Consejo de Regencia de España e Indias, un organismo de la Monarquía Española
aún en funcionamiento, y en 1810 la posibilidad de que Napoleón
Bonaparte fuera derrotado y Fernando VII volviera al trono, lo cual
ocurrió finalmente el 11 de diciembre de 1813 con la firma del Tratado de Valençay,
parecía remota e inverosímil. El propósito del engaño consistía en
ganar tiempo para fortalecer la posición de la causa patriótica,
evitando las reacciones que habría motivado una revolución aduciendo que
aún se respetaba la autoridad monárquica y que no se había realizado
revolución alguna. La maniobra es conocida como la «Máscara de Fernando
VII» y fue mantenida por la Primera Junta, la Junta Grande, el primer, segundo y Tercer Triunvirato y los directores supremos, hasta la declaración de la Independencia de la Argentina, en 1816.


Cornelio Saavedra habló privadamente del tema con Juan José Viamonte
en una carta del 27 de junio de 1811. Dicha carta fue rescatada con
posterioridad.


...las Cortes extranjeras y muy particularmente la de Inglaterra,
nada exigen, más que llevemos adelante el nombre de Fernando y el odio a
Napoleón; en estos ejes consiste el que no sea (Inglaterra) nuestra
enemiga declarada... la Corte de Inglaterra... no se considera
obligada... a sostener una parte de la monarquía española contra la
otra... a condición que reconozcan su soberano legítimo... luego, si
nosotros no reconociésemos a Fernando, tendría la Inglaterra derecho... a
sostener a nuestros contrarios... y nos declararía la guerra... En
medio de estas poderosas consideraciones quiere el... ciudadano Zamudio
se grite: ¡Independencia! ¡Independencia! ¿Qué (se) pierde en que de
palabra y por escrito digamos: ¡Fernando! ¡Fernando!51


Para Gran Bretaña el cambio era favorable, ya que facilitaba el
comercio con las ciudades de la zona sin que éste se viera obstaculizado
por el monopolio del mismo que España mantenía con sus colonias. Sin
embargo, Gran Bretaña priorizaba la guerra en Europa contra Francia,
aliada a los sectores del poder español que todavía no habían sido
sometidos, y no podía aparecer apoyando a los movimientos
independentistas americanos ni permitir que la atención militar de
España se dividiera en dos frentes diferentes. En consecuencia
presionaron para que las manifestaciones independentistas no se hicieran
explícitas. Dicha presión fue ejercida por Lord Strangford,
embajador de Inglaterra en la corte de Río de Janeiro, que manifestó su
apoyo a la Junta pero lo condicionó «...siempre que la conducta de esa
Capital sea consecuente y se conserve a nombre del Sr. Dn. Fernando VII y
de sus legítimos sucesores».52


Los grupos que apoyaron o llevaron adelante la revolución no eran
completamente homogéneos en sus propósitos, y varios tenían intereses
dispares entre sí. Los criollos progresistas y los jóvenes,
representados en la junta por Moreno, Castelli, Belgrano o Paso,
aspiraban a realizar una profunda reforma política, económica y social.
Por otro lado, los militares y burócratas, cuyos criterios eran llevados
adelante por Saavedra, sólo pretendían una renovación de cargos:
aspiraban a desplazar a los españoles del ejercicio exclusivo del poder,
pero heredando sus privilegios y atribuciones. Los comerciantes y
hacendados subordinaban la cuestión política a las decisiones
económicas, especialmente las referidas a la apertura o no del comercio
con los ingleses. Finalmente, algunos grupos barajaron posibilidades de
reemplazar a la autoridad del Consejo de Regencia por la de Carlota
Joaquina de Borbón o por la corona británica, pero tales proyectos
tuvieron escasa repercusión.


Estos grupos trabajaron juntos para el fin común de expulsar a
Cisneros del poder, pero al conformarse la Primera Junta comenzaron a
manifestar sus diferencias internas.


En la revolución no intervinieron factores religiosos, debido a que todas las corrientes revolucionarias y realistas coincidían en su apoyo a la religión católica.
Aun así, la mayor parte de los dirigentes eclesiásticos se oponían a la
revolución. En el Alto Perú los realistas y las autoridades religiosas
procuraron equiparar a los revolucionarios con herejes,
pero los dirigentes revolucionarios siempre impulsaron políticas
conciliatorias en los aspectos religiosos. Los curas y frailes, en
cambio, estaban divididos geográficamente, los de las provincias «de
abajo» eran leales a la revolución, mientras que los del Alto Perú
prefirieron continuar leales a la monarquía.53 54 55


Acontecimientos posteriores


Ni el consejo de Regencia, ni los miembros de la Real Audiencia
ni la población española proveniente de Europa creyeron la premisa de
la lealtad al rey Fernando VII, y no aceptaron de buen grado la nueva
situación. Los miembros de la Audiencia no quisieron tomar juramento
a los miembros de la Primera Junta, y al hacerlo lo hicieron con
manifestaciones de desprecio. El 15 de junio los miembros de la Real
Audiencia juraron fidelidad en secreto al Consejo de Regencia y enviaron
circulares a las ciudades del interior, llamando a desoír al nuevo
gobierno. Para detener sus maniobras la Junta convocó a todos los
miembros de la audiencia, al obispo Lué y Riega y al antiguo virrey
Cisneros, y con el argumento de que sus vidas corrían peligro fueron
embarcados en el buque británico Dart. Su capitán Marcos Brigut recibió
instrucciones de Larrea de no detenerse en ningún puerto americano y de
trasladar a todos los embarcados a las Islas Canarias. Tras la exitosa deportación de los grupos mencionados se nombró una nueva Audiencia, compuesta íntegramente por criollos leales a la revolución.


Con la excepción de Córdoba, las ciudades que hoy forman parte de la Argentina
respaldaron a la Primera Junta. El Alto Perú no se pronunciaba en forma
abierta, debido a los desenlaces de las revoluciones en Chuquisaca y La
Paz de poco antes. El Paraguay estaba indeciso. En la Banda Oriental se mantenía un fuerte bastión realista, así como en Chile.



Mariano Moreno, uno de los integrantes más notorios de la Primera Junta.
Santiago de Liniers encabezó una contrarrevolución
en Córdoba, contra la cual se dirigió el primer movimiento militar del
gobierno patrio. Montevideo estaba mejor preparada para resistir un
ataque de Buenos Aires, y la Cordillera de los Andes
establecía una efectiva barrera natural entre los revolucionarios y los
realistas en Chile, por lo que no hubo enfrentamientos militares hasta
la realización del Cruce de los Andes por José de San Martín y el Ejército de Los Andes
algunos años después. A pesar del alzamiento de Liniers y su prestigio
como héroe de las Invasiones Inglesas, la población cordobesa en general
respaldaba a la revolución, lo cual llevaba a que el poder de su
ejército se viera minado por deserciones y sabotajes.56


El alzamiento contrarrevolucionario de Liniers fue rápidamente sofocado por las fuerzas comandadas por Francisco Ortiz de Ocampo. Sin embargo, una vez capturados Ocampo se negó a fusilar a Liniers ya que había peleado junto a él en las Invasiones Inglesas, por lo que la ejecución fue realizada por Castelli.


Luego de sofocar dicha rebelión se procedió a enviar expediciones
militares a las diversas ciudades del interior, reclamando apoyo para la
Primera Junta. Se reclamó el servicio militar a casi todas familias, tanto pobres como ricas, ante lo cual la mayor parte de las familias patricias decidían enviar a sus esclavos al ejército en lugar de a sus hijos. Esta es una de las razones de la disminución de la población negra en Argentina.


La Primera Junta amplió su número de miembros incorporando en sí
misma a los diputados enviados por las ciudades que respaldaban a la
Revolución, tras lo cual la Junta pasó a ser conocida como la Junta Grande.


Consecuencias

Según el historiador Félix Luna en su libro Breve historia de los argentinos,
una de las consecuencias principales de la Revolución de Mayo sobre la
sociedad, que dejaba de ser un virreinato, fue el cambio de paradigma con el cual se consideraba la relación entre el pueblo y los gobernantes. Hasta aquel entonces, primaba la concepción del bien común:
en tanto se respetaba completamente a la autoridad monárquica, si se
consideraba que una orden proveniente de la corona de España era
perjudicial para el bien común de la población local, se la cumplía a
medias o se la ignoraba. Esto era un procedimiento habitual. Con la
revolución, el concepto del bien común dio paso al de la soberanía popular,
impulsado por personas como Moreno, Castelli o Monteagudo, que sostenía
que, en ausencia de las autoridades legítimas, el pueblo tenía derecho a
designar a sus propios gobernantes. Con el tiempo, la soberanía popular
daría paso a la regla de la mayoría,
que plantea que es la mayoría de la población la que determina, al
menos en teoría, al gobierno en ejercicio. Esta maduración de ideas fue
lenta y progresiva, y llevó muchas décadas hasta cristalizarse de una
manera electoral, pero fue lo que llevó finalmente a la adopción del sistema republicano como forma de gobierno de Argentina.


Otra consecuencia, también según el mencionado historiador, fue la
disgregación de los territorios que correspondían al Virreinato del Río
de la Plata. La mayor parte de las ciudades que lo componían tenían
poblaciones, producciones, mentalidades, contextos e intereses
diferentes entre sí. Estos pueblos se mantenían unidos gracias a la
autoridad del gobierno español; al desaparecer ésta, las poblaciones de
Montevideo, Paraguay y el Alto Perú comenzaron a distanciarse de Buenos
Aires. La escasa duración del Virreinato del Río de la Plata, de apenas
treinta y ocho años, no logró que se forjara un sentimiento patriótico que las ligara como una unidad común.


Juan Bautista Alberdi
consideró a la Revolución de Mayo una de las primeras manifestaciones
de las disputas de poder entre la ciudad de Buenos Aires y las del
interior, uno de los ejes alrededor del cual giraron las guerras civiles argentinas. Escribió en sus Escritos póstumos:


La revolución de Mayo de 1810, hecha por Buenos Aires, que debió
tener por objeto único la independencia de la República Argentina
respecto de España, tuvo además el de emancipar a la provincia de Buenos
Aires de la Nación Argentina, o más bien el de imponer la autoridad de
su provincia a la nación emancipada de España. Ese día cesó el poder
español y se instaló el de Buenos Aires sobre las provincias argentinas.


La vida cultural sufrió un florecimiento sin igual, en especial en la
cantidad de publicaciones, pues frente al único periódico permitido, la
revolución dio rienda suelta a numerosos periódicos como La Lira Argentina, Gazeta de Buenos Aires, El Correo de Comercio, Mártir o Libre, El Censor de la Revolución, El Independiente y El Grito del Sud. Lo mismo puede decirse de las expresiones literarias, donde surgen poetas revolucionarios como Bartolomé Hidalgo, Vicente López y Planes y Esteban de Luca.57


Análisis historiográfico


La primera escuela notable de interpretación historiográfica de la historia de Argentina
fue la fundada por Bartolomé Mitre. Mitre consideraba a la Revolución
de Mayo como una expresión icónica del igualitarismo político, como el
conflicto entre las libertades modernas y la opresión representada por
la monarquía española, y el intento de establecer una organización
nacional sobre principios constitucionales en contraposición al
liderazgo de los caudillos.58


Por su parte, Esteban Echeverría sintetizaba los ideales de Mayo en los conceptos de progreso y democracia. En el futuro, dichos conceptos serían el eje alrededor del cual se diferenciarían la historia canónica de la historia revisionista
en lo referido a los eventos de Mayo. La versión canónica reivindica el
progreso y justifica el abandono o demora de la concreción de los
ideales democráticos para no poner en riesgo la prosperidad económica
aduciendo que la sociedad de entonces aún no estaba capacitada para
aprovechar apropiadamente la libertad política. Dicha situación fue
conocida como la instauración de la «República posible».58


En la vereda opuesta, el revisionismo criticaba abiertamente la no conformación de una democracia auténtica. El historiador José María Rosa,
por ejemplo, afirmó que la historia canónica presentaba a la revolución
como el producto exclusivo de un sector reducido de la población movido
por el deseo de libertades de comercio y libertades individuales,
minimizando la implicación de las masas populares o el deseo de la
independencia por la independencia misma.59
Asimismo, Rosa consideró que la historia canónica minimizaba u ocultaba
las posturas políticas de Manuel Belgrano, presentándolo en cambio
únicamente como un líder militar.


La figura de Mariano Moreno también motivó disputas por sus métodos
confrontativos. Algunos historiadores lo ven como el principal impulsor
de la Revolución, o bien del gobierno surgido de ésta, mientras que
otros relativizan su influencia. También existen disparidades sobre su
consideración o no como jacobino,
el arraigo o desarraigo popular de sus posturas, o el análisis de su
pensamiento, sus fuentes o sus acciones. Sin embargo, más allá de los
juicios de valor de cada historiador, hay consenso entre los mismos en
considerar a Mariano Moreno como uno de los protagonistas de Mayo con la
postura revolucionaria más radical y decidida.58


Por último, aunque parece evidente que no puede asignarse a un día y a
un hecho puntual la carga simbólica de la independencia y constitución
de la Argentina libre y soberana, hay quienes consideran el 9 de julio,
fecha de la declaración de la independencia, como ícono del nacimiento
del país, y otros, a la fecha del 25 de mayo. Uno de los motivos del
debate tiene que ver con el hecho de que hay quienes consideran que la
Revolución de Mayo fue un acontecimiento protagonizado solo por Buenos
Aires mientras que la Declaración de la Independencia fue un acto que
contó con la activa participación de las provincias. Parece claro, eso
sí, que la Revolución de Mayo es la celebración del inicio de una serie
de acontecimientos que desembocaron en la formalización de la
independencia en 1816.60


Homenajes


Fiestas mayas en Plaza de Mayo en 1899.
En la actualidad, el 25 de mayo es recordado como una fecha patria en Argentina, con el carácter de feriado nacional.
El mismo es inamovible, por lo que se celebra exactamente el 25
independientemente del día de la semana. La fecha fue feriado de Uruguay desde 1834 hasta 1933, con el nombre Día de América.


En el año 1910 «El Centenario
de la Revolución de Mayo fue celebrado con toda la grandeza que
correspondía a la propseridad de las elites, y ese mismo año... en el
mes de abril, Roque Sáenz Peña
fue elegido presidente de la República. Muy poco después iba a
posibilitar, mediante la ley electoral que recuerda su nombre, el
ejercicio del sufragio universal a todos los varones mayores de
dieciocho años, en comicios de ejemplar limpieza».61


Ya a finales del siglo XIX
Argentina iba consiguiendo un papel destacado en el mundo occidental
gracias al progreso que le brindó el comercio de sus productos
agrícologanaderos, como la carne, el cuero, la lana y el trigo, lo que
enriqueció grandemente a las familias estancieras, a los frigoríficos y a
otros comerciantes que comenzaron a adoptar las formas de vida de los
sectores sociales altos de Europa y Estados Unidos de la belle époque.
Empero esta imponente realidad contrastaba con la situación de millones
de inmigrantes que –atraídos por las posibilidades que ofrecía este
rico país– cruzaron el Océano Atlántico en procura de una mejor calidad
de vida, en paz y con posibilidades de progreso y ascenso
socioeconómico, que estas tierran les ofrecían en ese entonces. Si bien
la gran mayoría de ellos, en poco tiempo, se fueron integrando al tejido
social y conformaron la base del destacado estrato social medio
argentino, otros –en cambio– continuaron viviendo en condiciones de
pobreza.



Centenario de la Revolución de Mayo. Tedeum del 25 de mayo de 1910. El presidente argentino José Figueroa Alcorta y la Infanta Isabel de Borbón a la cabeza.

El presidente Arturo Frondizi junto al presidente del Consejo Nacional de Gobierno de Uruguay, Eduardo Víctor Haedo, en 1960, en un acto por el Sesquicentenario de la Revolución de Mayo.
Ello no fue óbice para durante los festejos del Centenario Argentino
llegaran al país embajadores y comitivas especiales para tan importante
celebración, que fueron recibidos por el presidente José Figueroa Alcorta y alojados –en muchos casos– por las familias tradicionales. La visita más esperada fue la de la Infanta Isabel de Borbón, tía del rey Alfonso XIII de España,
quien se hospedó con toda la pompa en el palacio de la familia Bary, en
la avenida Alvear y que inaugurara un nuevo edificio conocido como el
Palacio Vera que fuera edificado por su propietario, el rico estanciero Eustoquio Díaz Vélez (hijo), precisamente en la Avenida de Mayo, la nueva y más prestigiosa vía de la ciudad de Buenos Aires.


Arribaron también mandatarios de países hermanos como Pedro Montt, presidente de Chile y Eugenio Larraburu, vicepresidente del Perú. Representaciones de Uruguay, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Holanda y Japón
figuraron entre la lista de los estados participantes que participaron
de los diversos desfiles castrences. El imponente y novísimo Teatro Colón fue el escenario de una gran función de la lírica en donde fue cantada la obra Rigoletto por Titta Ruffo, el impresionante barítono italiano.


Pero los festejos por el primer siglo de la Revolución de Mayo no
solamente fueron a nivel estatal sino que también llegaron a Argentina
intelectuales y escritores de aquella época: Ramón del Valle Inclán, Jacinto Benavente, Vicente Blasco Ibáñez –éstos de la madre patria–, Georges Clemenceau, Jean Jaurès y Anatole France –estos tres últimos, franceses–.


Con motivo de El Centenario se erigieron monumentos ideados por las
distintas y progresistas comunidades que habitaban la ya cosmopolita
ciudad de Buenos Aires y que hoy en día son excepcionales exponentes de
su arquitetura histórico urbana.



Bicentenario Argentino. Videomapping sobre el Cabildo.
En el año 2010 se cumplieron doscientos años de la Revolución de Mayo, lo que motivó las celebraciones del Bicentenario de la República Argentina.
La fecha, así como también la imagen de un Cabildo en forma genérica,
se utilizan en diversas variantes para homenajear la Revolución de Mayo.
Dos de las más notables son la Avenida de Mayo y la Plaza de Mayo, en
esta última se erigió la Pirámide de Mayo al año de la revolución, la cual fue reconstruida con su aspecto actual en 1856.
«25 de mayo» es el nombre de diversas divisiones administrativas,
localidades, espacios públicos y accidentes geográficos de la Argentina;
se pueden mencionar el departamento Veinticinco de Mayo en San Juan, la localidad de Veinticinco de Mayo en la Provincia de Buenos Aires, la Plaza 25 de Mayo en Rosario, la Plaza 25 de Mayo en La Rioja y la «isla Veinticinco de Mayo» (conocida internacionalmente como Isla Rey Jorge). También se utiliza un Cabildo conmemorativo en las monedas de 25 centavos, y una imagen del Sol de Mayo en las de 5 centavos.


La Revolución de Mayo en la cultura popular

El carácter de fecha patria del 25 de mayo motiva que cada año la
misma sea descripta con frecuencia en las revistas infantiles
argentinas, como por ejemplo Billiken, así como también en manuales de uso escolar en las escuelas primarias.
Dichas publicaciones suelen omitir algunos aspectos del evento
histórico que por su violencia o contenido político podrían considerarse
inapropiados para menores de edad, tales como el elevado armamentismo
de la población de aquella época (consecuencia de la preparación contra
la segunda Invasión Inglesa o las luchas sociales entre los criollos y
los españoles continentales. En su lugar, se enfoca a la revolución como
un evento desprovisto de violencia y que inevitablemente habría sucedido de una u otra forma, se pone el acento en aspectos folklóricos y secundarios tales como el estado del tiempo del 25 y si ese día llovía o no, o si el uso de paraguas estaba extendido o limitado a una minoría.62 63 También se presentan como personajes arquetípicos de la revolución a diversos pregoneros, entre ellos el vendedor de velas, el aguatero, la mazamorrera repartiendo empanadas entre los concurrentes a la plaza el 25 de mayo.64


Los acontecimientos fueron representados en La Revolución de Mayo, una de las primeras películas mudas de Argentina, filmada en el año 1909 por Mario Gallo y estrenado en 1910, año del centenario. Fue el primer film de ficción argentino realizado con actores profesionales.65


Entre las canciones inspiradas en los sucesos de mayo se encuentra el «Candombe de 1810». El cantante de tangos Carlos Gardel interpretó «El sol del 25», con letra de Domingo Lombardi y Santiago Rocca, y «Salve Patria» de Eugenio Cárdenas y Guillermo Barbieri. Pedro Berruti, por su parte, creó «Gavota de Mayo»,66 con música folclórica.


En esta celebración, como así también en la del 9 de julio es muy común que el pueblo prepare o consuma locro, y en las escuelas primarias se beba un tradicional chocolate tibio.


Véase también

Notas


  • Moreno, Mariano (7 de junio de 1810). Gaceta de Buenos Aires.

    1. [1]

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    Enlaces externos

    Menú de navegación


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    de gobierno español y no se respaldó la revolución en La Paz, ver: La Razón. El primer gobierno libre latinoamericano. 16/7/2006, mientras que otros como Teodocio Imaña, Gabriel René Moreno en La gran revolución de Chuquisaca de Ramiro Prudencio Lizón, 22/5/2004, Correo del Sur o Felipe Pigna en Los mitos de la historia argentina, Grupo editorial Norma, 26 edición, 2007, Argentina, ISBN 987-545-149-5,
    páginas 224/5, capítulo: La Revolución de Mayo, sostienen que la de
    Chuquisaca fue una revolución independentista, citando como su principal
    fundamento el silogismo de Chuquisaca
    o silogismo altoperuano: «¿Debe seguirse la suerte de España o resistir
    en América? Las Indias son un dominio personal del rey de España; el
    rey está impedido de reinar; luego las Indias deben gobernarse a sí
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