XVIII. Panorama presente de la "Cuestión Hebrea"XIX. Intermedio literario: ¿que es el Jazz?XX. Los viveros del bolcheviquismo en los Estados UnidosXXI. Confesiones de un superior de la orden de B'nai B'rithXXII. Kuhn, Loeb y Cia., de Nueva York, y M. M. Warburg y Cia., de Hamburgo XXIII. La sed de oro norteamericana bajo el control financiero de los hebreosXXIV. La influencia hebrea en la vida intelectual norteamericanaXXV. Planes financieros de los hebreos internacionales
Primera parte
"Entre las más destacadas características de la raza hebrea, es preciso citar: acentuada aversión por toda labor física que implique fatiga; muy pronunciado espíritu de familia; instinto religioso innato y concepto en extremo elevado de la hermandad de tribu; ánimo esforzado, propio de profetas y de mártires, más bien que de adalides cultuales y belicosos; extraordinaria aptitud para afrontar adversidades; excelente predisposición para el comercio; astucia y perspicacia para la especulación, particularmente en asuntos de dinero; una pasión de oriental por el lujo, el íntimo goce del poderío y de los placeres que ofrece una posición social elevada; bien equilibradas facultades intelectuales". r
(De "nueva enciclopedia internacional").
I LOS JUDÍOS: CARÁCTER INDIVIDUAL Y ACTIVIDAD PRODUCTIVA DE LOS MISMOS
Vivimos nuevamente en una época en que el judaísmo atrae la atención crítica del mundo entero. Su ingreso durante la Gran Guerra en lo más escogido de las esferas financieras, políticas y sociales fue tan general y evidente, que su posición, su poderío y sus fines fueron recibidos con acerba crítica, y en la mayoría de los casos causaron repulsión. No constituyen las persecuciones una novedad para el judío. En cambio, para su ética racial, es nueva esta exaltación. Cierto es que este pueblo sufre hace 2000 años los efectos de un instintivo antisemitismo de las demás razas, pero semejante aversión nunca llegó a ser consciente, ni pudo expresarse concreta ni claramente. Hoy, por el contrario, digámoslo así, esta sometido al microscopio de la observación científica, que nos hace conocer y comprender los verdaderos orígenes de su poderío, de su aislamiento y hasta de sus amarguras. En Rusia se le responsabiliza del bolcheviquismo, acusación que, según de donde provenga, podrá considerarse fundada o infundada. Los norteamericanos, que fuimos testigos de la fanática elocuencia de los jóvenes judíos, apóstoles de una revolución social y económica, estamos en excelente posición para poder formar un claro juicio de lo que existiera real y verdadero en tales acusaciones. En Alemania se achaca al judío la derrota experimentada, y una amplísima literatura con innumerables pruebas detalladas impele, en verdad, a muy serias cavilaciones. En Gran Bretaña, se dice que el judío es el amo verdadero del mundo, que la raza hebrea constituye una supranacionalidad que vive entre y sobre los pueblos, los domina por el poder del oro, y acicatea fríamente un pueblo contra otro, en tanto se oculta cautelosamente entre bastidores. Por último, en Estados Unidos llama la atención la insistencia con que los judíos - los viejos por apego al dinero, por ambición los jóvenes - se infiltran en todas las organizaciones militares, y particularmente en los rubros dedicados a los negocios industriales y mercantiles derivados de la guerra, criticándose en especial el cinismo con que dichos judíos explotan en provecho propio los innúmeros conocimientos que lograron en su calidad de funcionarios del Estado. La cuestión judaica, en una palabra, ha hecho su aparición en escena. Más, como ocurre en casos
parecidos, en los que cuestiones de ventaja personal desempeñan cierto papel, aparecen también determinados esfuerzos para acallarla, insinuando la inconveniencia de exponerla en público. En cambio, la infalible experiencia prueba que todo problema escamoteado así, tarde o temprano torna a abrirse paso, y entonces en formas inconvenientes y hasta muchas veces peligrosas. El judío constituye un enigma mundial. No obstante ser su masa pobre en absoluto, domina, empero, el mercado económico y financiero del mundo entero. Viviendo sin patria, ni gobierno, es decir, en la dispersión, demuestra, empero, una unidad nacional y una tenacidad no alcanzada por pueblo alguno. En la mayoría de los países, salvo restricciones, supo convertirse en el soberano efectivo, al amparo a veces de los patronos. Dicen antiguas profecías, que los judíos retornarán a su vieja patria, desde cuyo centro geográfico dominarán a la totalidad de los pueblos, no sin antes haber resistido el combinado al mundo de las naciones del mundo entero. La del intercambio comercial es la profesión a la que contribuye el judío en mucha mayor proporción que ningún otro pueblo. No importa rebajarse a la compra de trapos viejos; la cuestión es comerciar. Desde la compraventa de ropa usada hasta el absoluto dominio del comercio mundial y de la Hacienda de los Estados, el judío siempre demostró las mejores aptitudes. Experimentando como ninguna otra raza aversión hacia toda labor física y productiva, sabe nivelar este defecto por una escala característica predisposición para el intercambio. El no-judío desarrolla su actividad en el terreno industrial o técnico, en tanto que el joven hebreo prefiere empezar su carrera como mozo, vendedor callejero o dependiente de comercio, por la relación que dichas profesiones guardan con el aspecto mercantil. De acuerdo a los datos de un censo prusiano, de 16.000 judíos, 12.000 eran mercaderes y 4000 manufactureros, mientras que de la población indígena renana sólo se dedicaba al intercambio comercial un 6%. Un censo moderno arrojaría seguramente, como resultado, un muy considerable aumento en las carreras académicas y literarias, sin que se advirtiera, en cambio, un descenso en la participación de los judíos en las tareas mercantiles, y un aumento insignificante, o tal vez ninguno, en los oficios manufactureros. En Estados Unidos, casi todo el comercio mayorista, los "trusts" y los institutos bancarios, las riquezas del subsuelo y los principales productos de la agricultura, especialmente el tabaco, algodón y azúcar, están bajo el dominio absoluto de los financieros hebreos, o de sus agentes. También representan una vasta y todopoderosa fuerza, los periodistas judíos. "Gran número de fuertes almacenes se hallan en manos de empresas judías" – dice la Enciclopedia Judía, - aunque muchos de ellos, sino la mayoría, figuran bajo razones sociales no hebreas. Semitas son la mayoría y los más importantes propietarios urbanos, predominando asimismo en la vida teatral. Son los que dirigen también, y con total hegemonía toda la vida informativa del país. Aunque inferiores en número a cualquiera otra raza de las que viven entre nosotros, disponen, sin embargo, y diariamente, de una publicidad vastísima y siempre favorable a sus intereses. Esto no sería posible, sino fueran ellos mismos los que la regulan a su antojo. Werner Sombart en su libro
Judaísmo y vida económica
, dice que "si las cosas siguen desarrollándose en América en la misma forma que en esta última época, contrabalanceando las cifras de inmigración y aumento de las diversas nacionalidades, vemos en nuestra fantasía a los Estados Unidos dentro de cincuenta por cien años como un país poblado por negros, eslavos y judíos, entre cuya población los judíos, claro está, se habrán convertido en los dueños absolutos de toda la vida económica". Y tengamos en cuenta que Sombart es un sabio filosemita. Se plantea, naturalmente, un interrogante: puesto que judío está realmente en posesión de tal dominio, ¿cómo lo alcanzó? Norteamérica es un país libre. Los judíos representan únicamente un 3% de la población total; contra 3 millones de judíos existen 97 millones de no-judíos. Ya que el judío tiene poderío, ¿es ello consecuencia de su propia superioridad intelectual, o de la inferioridad e indolencia de los no-judíos? Resultaría fácil decir que los judíos llegaron a América, probaron fortuna como los demás y evidenciaron facultades superiores en la lucha por el éxito. Más esta consecuencia no tomaría en consideración todo los hechos existentes. Antes de formular otra
respuesta mejor, es preciso fijar: concretos. El primero de hechos es, que no todos los judíos se hicieron ricos. Existe también gran número de hebreos pobres, aunque la mayor parte de ellos continúa en posición independiente. Si bien es cierto que son judíos los principales amos financieros del país, no es verdad que cada judío sea uno de los amos. El que estas dos categorías de judíos deban distinguirse claramente, se impone desde el momento en que se analiza críticamente los métodos, que, por una parte, los judíos ricos y por otra los pobres, utilizan para alcanzar el poderío. En segundo término, la solidaridad judía torna muy difícil la tarea de medir los éxitos judíos y los no judíos por el mismo rasero. Cuando se hicieron posibles fuertes concentraciones financieras en Norteamérica con activa ayuda de grandes capitales transoceánicos; cuando arribaron a Norteamérica inmigrantes sólidamente apoyados por el capitalismo hebreo europeo, no sería justo apreciar la prosperidad de dichos elementos desde los mismos puntos de vista de los que se podría juzgar la lucha económica de inmigrantes alemanes o polacos, que arribaron a estas playas sin más medios de vida que su afán de trabajo e inteligencia. Cierto es que muchos judíos llegaron a América sin otro apoyo que su propio valer, pero, ello no obstante, no es posible decir que el predominio ejercido por el capitalismo hebreo sobre los asuntos del país sea exclusiva consecuencia de la inteligencia de los judíos, sino que tal predominio no representa más que la ampliación territorial del predominio financiero judío existentes ya en ultramar. Este es el punto básico en que debe apoyarse todo intento de explicación. Se trata de una raza que durante su época esencialmente nacional, componíase de campesinos, cuya disposición típica fue más espiritual que materialista; pueblo más bien de pastores que de negociantes, pero cuya raza, desde que se viera huérfana de suelo patrio y de gobierno propiamente dicho, y luego de haberse visto siempre y por doquier expuesta a persecuciones, debe pues indudablemente considerarse como la oculta pero verdadera dominadora del mundo entero. ¿Cómo es posible que surja tal acusación? ¿Y por qué la misma se apoya, al parecer, sobre innúmeros y circunstanciados hechos? Comencemos por el origen. Vivían los judíos durante el desarrollo de su carácter nacional bajo el imperio de una ley que tornaba imposibles tanto una riqueza como una pobreza excesivas. Los modernos reformadores organizan sobre el papel sistemas sociales inmejorables, harían bien echando una ojeada sobre el sistema social bajo el cual vivían los primitivos judíos. La ley mosaica al prohibir la usura, tornó imposible una aristocracia capitalista, que grandes financistas judíos la representan hoy justamente con la fácil y duradera fuente de ingresos que representan los intereses que imponen a sus deudores. Ni la usura, ni la especulación viéronse favorecidas por la antigua ley. No se practicaba usura con el suelo, pues la tierra se repartía entre el pueblo, y si bien un propietario podría perderla por su culpa, o por contratiempos, volvía la parcela, sin embargo, a la propiedad de la familia al cabo de 50 años. Empezaba cada vez una nueva época social, con el llamado año de gracia. Resultaba imposible bajo tal legislación, la formación de grandes feudos o de una casta de magnates financieros. El período de 50 años facilitaba la suficiente libertad para que la actividad personal pudiera manifestarse en la lucha por la vida. De haber sido los judíos en la Palestina y bajo la ley mosaica, una nación conservadora, jamás hubieran podido adoptar las formas financieras que hoy la caracterizan. Jamás se enriqueció un judío a costa de otro judío, como tampoco hoy los judíos llegan a ser ricos en mutua competencia, sino a costa de los pueblos no judíos, entre los que moran. La ley mosaica permitía al judío traficar con los extraños, de acuerdo con determinados principios morales, mas no con su "prójimo" de raza judía. Su ley, llamada de extranjeros, especificaba: "prestarás al extranjero con usura; con tu prójimo no debes hacerlo". Dispersos entre los demás pueblos, más sin mezclarse jamás íntimamente con ellos, y sin perder tampoco su marcadísima particularidad, tuvieron los judíos durante largos siglos las mejores oportunidades para poner en práctica dicha ley fundamental. Extraños en casa de extranjeros, que a veces se les mostraban cruelmente hostiles, con esta ley practicaban lo judíos un acto de justicia compensadora o penal. A pesar de ello, este solo hecho no hubiera bastado para explicar la superioridad judía en materia de fuerzas. La explicación deberá buscarse, más bien, en el judío
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