sábado, 17 de septiembre de 2016

30.11 - Revista La razón histórica

30.11 - Revista La razón histórica











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Rasputín en la Corte del Zar Nicolás II.
 
 
Benedicto Cuervo Álvarez.
 
Licenciado en Historia y Geografía por la Universidad de Oviedo.
Profesor en la FESDO y colaborador en diversas revistas científicas (España).

 
 
 
“Antes de que podamos
arrepentirnos,
tenemos que pecar”.
(Grigori
Rasputín).

 
RESUMEN.
La
vida de Grigori Rasputín no
deja de sorprendernos a pesar de los casi cien años transcurridos
después de su dramático asesinato, en diciembre de 1916. Es difícil de
entender, en un principio, cómo un humilde campesino
siberiano rudo, sucío y semianalfabeto fue capaz de llegar a la
Corte rusa y, no solo eso, sino llegar a ser con  sejero de los zares e
influir en la más alta esfera política rusa durante
varios años, llegando a ser llamado “nuestro amigo” por los zares.

Su
ascenso se inicia a
principios del s. XX, en la ciudad de San Petersburgo, cuando llega a
esta ciudad de la mano de dos prestigiosos monjes ortodoxos (el obispo
Her mógenes y el predicador Eliodoro) que le
facilitarán contactos con la alta sociedad de la ciudad. Una
casualidad, la enfermedad del zarévich Alejandro, junto con la fama de
Santo y milagrero que tiene Grigori en San Petersburgo y el
contacto que tiene habitual mente con la princesa Militsa de
Montenegro, posibilitará el acercamiento y acogida de Rasputín en la
Corte zarista.

Al
curar al zarévich,
momentáneamente de su enfermedad, Rasputín será considerado, por la
mística zarina Alejandra, como un Santo y, a partir de ahí, será un
personaje imprescindible para los zares que,
periódicamente, le llamarán para curar las recaídas puntuales del
joven Alejandro. Los excesos y abusos de poder –y de todo tipo-
cometidos por Rasputín provocarán un complot para acabar con su
vida que será materializado, en diciembre de 1916, por el príncipe
Yusúpov (como él mismo cuenta en sus memorias) junto con una serie de
personas pertenecientes a las diversas clases sociales
rusas (oficiales del ejército, políticos, aristócratas, miembros de
la familia del zar…) e incluso agentes del servicio secreto británico.

PALABRAS CLAVE.
Zar
Nicolás II, zarina
Alejandra, zarévich Alejandro, Rasputín, Primera Guerra Mundial,
Iglesia Ortodoxa, herejía jlystý, príncipe Yusúpov, servicios secretos
británicos.

 
SUMMARY. The

life of Grigori Rasputin does not stop surprising us in spite of
almost hundred years passed after his dramatic murder, in December,
1916. It is difficult to deal, in a beginning, how a humble
Siberian rough peasant, dirty and semiilliterate it was capable of
coming to the Russian Court and, not only it, but to manage to belong
with sejero to the czars and to influence the highest
political Russian sphere for several years, coming to be called "
our friend " for the czars. His ascent begins at the beginning of s. The
XXth, in the city of Saint Petersburg, when it comes to
this city of the hand of two prestigious orthodox monks (the bishop
Hermógenes and the preacher Eliodoro) that will facilitate contacts to
him with the high company of the city. A chance, the
disease of the zarévich Alejandro, together with the Saint's
reputation and miracle-working that has Grigori in Saint Petersburg and
the contact that has habitual mind with the princess Militsa
of Montenegro, will make possible the approximation and reception of
Rasputin in the czarist Court. On having treated the zarévich,
momentarily of his disease, Rasputin will be considered to be,
for the mystical tsarina Alejandra, a Saint and, from there, will be
an indispensable personage for the czars who, from time to time, will
call him to treat the punctual relapses of the young
person Alejandro. The excesses and abuses of power - and of any type
- committed by Rasputin they will provoke a conspiracy to finish with
his life that will be materialized, in December, 1916,
by the prince Yusúpov (as himself counts it in his memories)
together with a series of persons belonging to the diverse ones Social
Russian classes (officials of the army, politicians,
aristocrats, members of the family of the czar …) and enclosed
agents of the secret British service.

KEY WORDS. Czar

Nicolás II, tsarina Alejandra, zarévich Alejandro, Rasputin, The
First World war, Orthodox Church, heresy jlystý, prince Yusúpov, secret
British services.

 
 
INTRODUCCIÓN
Grigori

Yefimovich Novikh Rasputín, nace el 9 de enero de 1869 en Tumén,
Pokróvs koie (Siberia Occidental), según el Libro de registro de
nacimientos. Su familia era de origen campesino y se formó por sí
sólo. De muy pequeño sentía que la virgen María le llamaba y le
hablaba. Sus visiones le hicieron muy popular. Predicó el futuro y decía
sentir la unión entre la virgen María y el hombre. Dicen,
quienes le conocieron, que era un hombre de talla alargada y muy
fuerte, así como su carácter. Le apasionaba tanto las mujeres como el
vino. Aprendió a hipnotizar a la gente con su mirada y hacer
que hicieran lo que él deseaba. Muy pronto se hizo con un grupo que
abandonaban también a sus familias para seguirle, como si fuera enviado
por Dios para salvar a la humanidad. (1)

Rasputín
era un individuo sucio, moral y físicamente, abyecto, que
había adquirido fama de taumaturgo (practicante de la magia) y que
alguien había llevado a San Peters burgo para curar los males,
verdaderos o falsos, de las damas de la alta nobleza de la Corte
rusa. Su figura era tosca, pero con una extraña fuerza hipnótica en
sus endemoniados ojos. Predicaba su propia teoría personal sobre el
pecado, según la cual para estar a cubierto del mal era
necesario estar terriblemente saciado, hasta el hastío. Pecar con la
carne, abandonarse a cualquier perversión, a cualquier abyección, no
detenerse frente al deseo sino, más bien, inflamarlo
hasta llegar, por último, a no desear más el pecado, el placer
carnal, la embriaguez de los sentidos, saliendo de esta forma
purificados de la singular prueba. (2)

En
su casa se celebraban las orgías más increíbles, día y noche, con
la participación de las damas y de los señores de la aristocracia
zarista, unos y otros muy contentos de tener una nueva justificación
para dar rienda suelta a su sensualidad. Rasputín había
llegado hasta la Corte. La zarina Alejandra lo había llamado a
Palacio para curar al zarevich Alejandro, gravemente enfermo de
hemofilia. También sobre la ex princesa alemana, que se había
convertido en una sombra de sí misma, de aquella mujer que había
querido imitar a la gran Catalina, había ejercitado sus propios
exorcismos, con indignos desnudismos y prácticas inmundas. El zar
Nicolás II no solamente lo sabía, sino que le complacía esta nueva
forma de misticismo y se abandonaba, según parece, él también en pareja
con la zarina o con otras personas de la nobleza,
completamente dominado por esta figura de charlatán que la Iglesia
Ortodoxa no veía con buenos ojos. (3)

Rasputín,
ignorante, semianalfabeto pero astuto hasta lo
inverosímil, demoniaco lo mismo en sus actividades que en sus ideas,
había sabido conquistar de tal forma las simpatías y la confianza de
los soberanos que había llegado a dominarlos por
completo. Muchas actitudes del zar, desde 1907, no fueron ajenas a
la influencia de Grigori Rasputín, convertido en la figura dominante de
la corte zarista. Bebía mucho y no se preocupaba de su imagen, a menudo iba a los restaurantes nocturnos,
donde se comportaba de una manera muy escandalosa.
 (4)
Rasputín era, pues, un hombre vulgar y no escatimaba las bromas más
pesadas a su “clientela” que se sentía feliz con ello. En los grandes
salones de
palacio, puestos a su disposición por la zarina, Rasputín recibía a
las damas y altos dignatarios de la corte recibiendo todo tipo de
riquísimos regalos a cambio de mediar una serie de favores
ante los zares.

Se
sabe que Rasputín era partidario de firmar la paz con Alemania
por separado en el conflicto de la 1º. Guerra Mundial y que
pretendía influir en la zarina en este sentido. En el otoño de 1915
Grigori Rasputín presiona a la zarina Alejandra de Hesse para que
convenciese al zar de que firmase una paz separada con Alemania.
Rasputín quería un entendimiento con Alemania, una paz por separado para
salvar sus posiciones sobre el frente austriaco y
balcánico.

Mientras
tanto la vida de la corte pasa por excentricidades sin
límites. La zarina Alejandra, de origen alemán, es una marioneta en
manos de un monje aventurero que se autoproclama santo y de nombre
Rasputín. Gracias a la influencia acerca de ésta influye en
el gobierno, muchos nombramientos y ceses, audiencias… se hacen
consultando a Rasputín que el único mérito que tiene es haber salvado
aparentemente de la hemofilia al zarevich (príncipe
heredero). Esta situación hace que se echen a la calle desde
personajes populares hasta ilustrados para acabar con el aventurero, al
que, de paso, le culpan de las derrotas militares, sería
asesinado en el palacio Moika (San Petersburgo) el 30 de diciembre
de 1916. (5)

Este
hombre alto de estatura, hábil para la oratoria, influyente en
sus decisiones con una personalidad que abrumaba tenía un carisma
profundo. A pesar de ser grosero, violento y capaz de odiar o amar con
intensidad se ganó la confianza de los habitantes del
palacio de San Petersburgo. Elocuente y sobretodo convincente en su
forma de expresarse utilizó todas estas habilidades de su personalidad
para su provecho. (6)

 
INFANCIA Y JUVENTUD DE RASPUTÍN.
Hijo
de unos humildes granjeros, Rasputín nunca recibió una
formación académica. Desde su más temprana juventud, había
demostrado tener un acervado interés por la Biblia y la imagen de Jesús.
Siendo solo un niño, le atribuyeron poderes de curación a
través del rezo espiritual. Se decía que uno de los poderes que
aparentemente poseía, era la habilidad de leer la mente humana.

De
niño le resultaba muy difícil concentrarse y no sabía
relacionarse con otros niños. Según su hija María, en sus
Memorias, a los catorce años, la idea de que “el reino de Dios está en
nosotros” le hizo “correr a esconderse en
el bosque, temeroso de que la gente notara que le había ocurrido
algo inimaginable”. Cuando se hubo recuperado volvió a casa con “la
sensación de una luminosa tristeza”. (7)

Más
o menos a esa edad, harto de soportar que otros niños le
llamasen “enclenque”, un día se revolvió y les dio una tunda. Aunque
se arrepintió de aquello, pues no era violento, se hizo más sociable
desde entonces, y era capaz de ir al mercado de
Tiumén (80 km al oeste) a vender el centeno de su padre.

Pero,
en conjunto, Rasputín siguió siendo un muchacho demasiado
disperso como para convertirse en un hombre de provecho. Con 14 años
tira a golpes a un anciano para robarle, ello le supone un castigo de
20 latigazos en la plaza del pueblo, propinados por un
cosaco, pero Grigori se muestra chulesco, afirma poder aguantar
otros 20 latigazos más. Además, empezó a beber y lo detuvieron junto con
otros por el robo de unos caballos. Finalmente la asamblea
rural lo absolvió, aunque los demás fueron desterrados a Siberia
Oriental. (8)

Los aldeanos de Pokrovskoye no se sentían ni mucho menos seguros
teniendo a un vecino como Rasputín, y sobre todo tras comprobar cómo su comportamiento se había vuelto criminal.

Al
principio realizaba robos de poca monta, practicaba el
vandalismo. Pero esto unido al hecho de que bebía demasiado y que
seguía yendo con mujeres, provocaron el desprecio de sus vecinos que
querían echarlo del pueblo. Podemos decir que el joven
Rasputín siguió el ejemplo paternal, llevando una vida llena de
delitos y hechos criminales por los que, más de una vez, fue juzgado por
un tribunal vecinal. (9)

Rasputín,
en su adolescencia, sorprendía por su gran estatura, por su
extraordinaria fuerza física y por
su comportamiento salvaje y sensual. Acaso por el brillo de sus ojos, se
decía que había nacido con el don de hipnotizar y que era casi
imposible no ceder ante sus deseos.

Su
poder de seducción se puso de manifiesto cuando, con el aparente
objetivo de edificar un templo, empezó
a mendigar y los campesinos le entregaban cuanto tenían de valor después
de mirarlo a los ojos. Hubo quienes, creyéndole un santo, abandonaron
sus campos y familias para seguirlo. (10)

Rasputín
viajó hasta el monasterio de Verkhoturye a los 18 años con
la intención de purgar sus malas acciones. Allí conoció a un anciano
llamado Makariy. Makariy era conocido en toda Rusia como uno de los
hombres más sabios del país. Tomó especial interés
por Rasputín y le aconsejó que desarrollara su vocación y dones
espirituales. A través de la oración y la meditación, Rasputín
reconvirtió su actitud. Permaneció en el monasterio varios
meses y al regresar a su aldea había cambiado completamente. Hablaba
exaltado de cosas místicas, de Dios y los Santos. Decía cosas extrañas
que a nadie dejaba indiferente. (11)

Expuso
a los aldeanos la visión que había tenido de la Virgen María
e inspirado por esa visión decidió unirse, durante varios años, a un
grupo de  peregrinos errantes que visitaban los lugares sagrados de
todo el país para orar por la
salvación. Durante ese largo peregrinar, Rasputín conoció a
numerosas gentes de todos los extractos sociales y oficios existentes.
Se volvió muy observador, y sabía discernir cuáles eran las
angustias, las debilidades, los temores y los deseos de la gente.
Con sus palabras, con sus gestos dominaba a las personas que conocía.
Tenía unos ojos profundamente dominantes y los utilizaba
para mirar de frente, con fuerza. Infundía respeto, temor, nadie lo
contradecía.

Descubrió
varias sectas prohibidas por la Iglesia Ortodoxa y se
dedicó al estudio y práctica del ocultismo. Poco a poco su imagen se
iba cubriendo de un halo de oscuridad y misterio. Ingresó, poco
después, en una secta cristiana condenada por
la Iglesia Ortodoxa Rusa conocida como Khlysty (en español, jlystý,
es decir flagelantes).

En
sus asambleas, se azotan con atados de ramas o telas entorchadas
para mortificar su carne. Según su doctrina, Cristo se reencarna
periódicamente en seres humanos que llaman “Cristo”. Se conocen casos
donde los participantes comulgan tomando la orina de su
“Cristo” y entran en comunicación con el Eterno durante “bailes
giratorios”, suerte de sesiones de éxtasis y de trance colectivo de
donde salen purificados . (12)

Los
jlystý creían que para llegar a la fe verdadera hacía
falta el dolor. En las reuniones de esta secta las fiestas
y orgías eran constantes y Grigori se convirtió en un acérrimo
integrante. El ingreso en esta congregación marcó
al profeta siberiano de por vida, y explica la notoria vida sexual
que tuvo en años posteriores y que acabó ennegreciendo su reputación de
hombre Santo. (13)

Rasputín
estuvo vinculado, durante toda su vida, a las enseñanzas de la herejía
jlystý,, flageladores, (14) que engendraban en sí mismos cristos
vivientes durante ceremonias de
delirio y promiscuidad sexual que denominaban regocijos. Los jlystý
practicaban una gimnasia espiritual que necesitaba de tres pasos
obligatorios: el pecado, el arrepentimiento y la purificación.
Sin ese fondo místico herético no podría ser entendida nunca la
conducta futura de Grigori en relación a la carne.
Una de sus máximas era: “Se deben cometer los pecados más atroces, porque Dios sentirá un mayor agrado al perdonar a los grandes
pecadores”.
(15)

Fascinaba
a las mujeres y ellas lo fascinaban a él. Solo una se le
resistió durante más de seis meses, fue Praskovia Fyodorovna
Dubrovina. La consiguió tras acordar casarse con ella. Él tenía 19 años y
ella 23. Tuvieron cuatro hijos: Mijaíl, Dmitri,
María, y Varvara. Pero ni el matrimonio, ni los niños impidieron que
Rasputín continuara con su escandalosa vida. (16)

Por
entonces su
vocación religiosa se vio temporalmente apartada justo hasta unos
años después de ser padre de cuatro niños. Abandonó a su familia en 1901
y viajó a Grecia y a Tierra Santa para poder formarse
junto a monjes ortodoxos, dedicándose a estudiar distintas
religiones y aprender su historia, tradiciones, esoterismo y teosofía.
De camino a su madre Rusia, mendigó por los campos y los
campesinos le ofrecían cobijo y comida. Dicen que él pagaba la ayuda
ofrecida por los más pobres, ayudándoles a mejorar o a curar sus
enfermedades y preocupaciones.
(17)
En 1903 vuelve
de nuevo a Rusia. Deambula por
las calles de San Petersburgo siendo considerado como un adivino
popular y empezó a albergar el objetivo de relacionarse con la familia
real.

En
1904, abandona Siberia para ir a San Petersburgo y pide
hospitalidad en la Academia de Teología, cuyo rector era el
Patriarca Teófanes, donde es presentado a los obispos Hermógenes y
Sergio y al gran predicador Eliodoro. Estos son seducidos en
seguida por su fe, lo adoptan y favorecen; así Rasputín asciende,
poco a poco, en las más altas esferas sociales. (18)

Teófanes
quedó maravillado con Grigori señalando que “él era el representante
genuino del terruño ruso, un cristiano de los primeros tiempos, cercano a
las enseñanzas de Jesús.
No era un hombre de Iglesia, sino un hombre de Dios”.
(19)

Seguramente tanto Teófanes como Rasputín habrían leído la obra piadosa titulada “El peregrino ruso”.
(20)

La confianza de los teólogos y del predicador le abrirán las puertas
de las familias más acaudaladas de San Petersburgo como la princesa
Militsa de Montenegro.
Desde entonces se comienza a
hablar de él, tanto por los milagros que realiza, como por los
desórdenes e inmoralidades de los que es instigador. (21)

 
RASPUTÍN EN LA CORTE DEL ZAR NICOLÁS II.
Cuando
Rasputín llega a San Petersburgo, en 1903, tiene 34 años y un
aspecto más bien peculiar. Una melena negra, larga y grasienta,
separada con una raya en el medio, una barba larga y descuidada,
enredada con restos de comida. Su vestimenta no es mucho mejor,
lleva un blusón que le llega hasta la mitad del muslo, un cinturón,
botas altas que dejan ver un pantalón ancho. Su higiene personal no es
muy esmerada; cuentan que tenía las uñas negras y que
pasaba días sin lavarse. (22)

Rasputín
no fue el primer místico en llegar a la Corte de Nicolás
II. Años antes, en 1902, lo había hecho el mago Philippe de Lyon que
llegó a hablar personalmente con el zar Nicolás II. Incluso llegó a
suministrar a la zarina un medicamento para que pudiera
tener un descendiente varón lo que provocó su expulsión de la Corte
rusa al considerar tal medicamento nocivo para la salud de la zarina por
los médicos más prestigiosos de Rusia. El decreto de
expulsión contra Philippe fue firmado por el ministro de Justicia
ruso. (23)

Grigori
Rasputín
se da a conocer como un hombre santo y escogido por Dios, con dotes
especiales para curar todo tipo de enfermedades. En San Petersburgo se
fue haciendo un nombre hasta que, el

1 de noviembre de 1905, la princesa Militsa de Montenegro
y una amiga de la zarina llamada Anna Výrubova,
lo presentaron a la zarina Alejandra en el Palacio Real, a la cual él la
impresionó mucho
, para intentar curar al zarévich Alejandro de la enfermedad que padecía. (24) La
fecha del primer encuentro personal entre Ras putin y los zares es bien
conocida ya que el 1 de noviembre de 1905 Nicolás II escribió: “1 de
noviembre. Martes. Un día frío y
ventoso… Estuve muy ocupado toda la mañana. Desayunamos: el conde
Orlov y Resin. Di un paseo. A las 4 fuimos a Serguievka… Conocimos a un
hombre de Dios, Grigori, de la provincia de
Tobolsk…”.
(25)
Rasputín,
pues,
es presentado a la zarina Alejandra Fiodorovna, una mujer muy
religiosa y muy supersticiosa. Al principio y tras visitar al zarévich,
la zarina no creyó en los atributos y visiones del monje,
pero en una de las ocasiones en que fue llamado a palacio, Rasputín
curó de forma temporal al infante, según dice, mediante la hipnosis.
Rasputín pidió a la zarina que se postrara ante Dios y la
virgen y suplicara de rodillas por su hijo. (26) Después de aquello
fue admitido por la zarina y el zar a vivir dentro de palacio para poder
asistir al zarévich, enfermo de hemofilia, heredada de
su madre; pero no las tenía todas consigo, ya que el zar Nicolás II
nunca se fió del todo de él y el santón lo sabía, tan solo dejó que el
monarca se dejara influenciar por su esposa para poder
seguir junto a ellos. (27)

Grigori
Rasputín se había forjado una fama
de sanador mediante el rezo, razón por la cual fue llamado al
palacio de los zares para cortar una hemorragia de su único hijo
Alejandro Nikoláyevich, que padecía
de hemofilia, como hemos visto anteriormente. El zarévich,
efectivamente, mejoró  —algunos investigadores sostienen que fue
mediante hipnosis—  y la familia Románov,
especialmente la zarina Alejandra, cayó bajo la influencia de este
controvertido personaje. (28)

Según
comentó su hija María Rasputín a un periodista español en
París: “Mi padre fue siempre muy religioso. Era de esos devotos que
ve la mano de Dios en el menor acontecimiento. Siempre ejerció en
derredor suyo una misteriosa influencia”. (29)

En
una de sus primeras visitas, Rasputín supo que la zarina se
encontraba cuidando del zarévich enfermo en cama. Aparentemente
nadie le dijo qué enfermedad padecía Alejan dro, pero pidió verle. Con
tan sólo algunas palabras y unos gestos la fiebre del
pequeño desapareció en un corto lapso de tiempo. (30)

 
La
zarina asombrada por la curación de su hijo creyó haber
encontrado a un sanador para Alejandro. Veía a Rasputín como a un
ser milagroso, un enviado de Dios, y empezó a depender de él. Creía
ciegamente en sus poderes

Siempre
que el zarévich sufría una crisis avisaban inmediatamente al
monje para que fuese junto a él. En varias ocasiones parecía que
hubiera salvado la vida del pequeño. Aunque estuviera a grandes
distancias de la capital siempre acudía a la llamada de la
zarina Alejandra. (31) Se
especula con la posibilidad de que consiguiera aliviar su dolencia
mediante hipnosis; en cualquier caso, la
mejoría del heredero le granjeó la confianza de la zarina y también
la de Nicolás II, fuertemente influido por la zarina. (32)
Poco tiempo después, Nicolás II escribe a su primer ministro
Stolipyn, para que Rasputín visite a su hija menor que había sufrido hace poco un accidente grave:  “Este
hombre de Dios causó una profunda impresión en la zarina y en mi. En
lugar de
cinco minutos, nuestra conversación duró más de una hora. Tiene un
enorme interés en conocernos y bendecir con el icono a vuestra hija
herida
”.

La
familia Stolipyn llevaba meses sufriendo por su pequeña. Haciendo
caso a la recomendación del zar, invitan a Grigori Rasputín. Al
igual que con Alejandro, Rasputín se coloca arrodillado junto a la cama
de la niña y reza con total concentración, al día siguiente
la niña milagrosamente ha dormido plácidamente y ya no grita de
dolor. La noticia se expande como la pólvora por todo San Petersburgo.
(33)

A
Rasputín se le declarará miembro oficial de la Corte, aunque no
exigió un jornal elevado, este nombramiento suponía residir en
palacio así como su manutención. Algunos antiguos trabajadores de la
Corte rusa sostuvieron que los zares entregaron a Rasputín
valiosas joyas y cuantiosas sumas de dinero en metálico.

Rasputín
estableció su oficina y centro de redención privada en San
Petersburgo, la capital. Las continuas peticiones de consultas para
curar los achaques de los aristócratas rusos y favores políticos, que él
estaba en condiciones de conceder, le proporcionaban
grandes «honorarios» por parte de los ricos y de quienes esperaban
serlo. (34) Músicos que asisten a las borracheras de Rasputín, a los
pocos días son nombrados ministros, el parlamento no tarda
en indignarse y quejarse. Cualquiera que caiga bien a Rasputín,
consigue un puesto de trabajo en las altas esferas, da igual que no esté
capacitado para el puesto, con la aprobación de la zarina,
Rasputín todo lo puede.

En
el enorme piso de cinco habitaciones de Rasputín, decorado con
todo tipo de regalos de admiradoras, se agolpa la gente, de toda
clase y condición, para pedir favores al campesino. Rasputín da papeles
(recomendaciones) con una letra que parece más bien un
garabato, y faltas de ortografía, casi todas las recomendaciones van
dirigidas al jefe de cancillería, éste relata:

Un día se me presenta una mujer con una carta de Rasputín en la que
decía: “Mi querido muchacho, arréglale el asunto a esta mujer.
Grigori. La dama me explicó que deseaba un papel de prima donna en la
ópera imperial. Me costó gran esfuerzo y paciencia
explicarle que ese puesto no dependía de mí y que yo no podía hacer
nada al respecto
”. (35)

El
tráfico de influencias de Rasputín fue tal que llegó, en el cénit
de su poder, (meses antes de su asesinato) a nombrar a la totalidad
del gobierno ruso (a excepción de la jefatura del gobierno que era
adjudicada por el zar) según la indicación de Rasputín que,
obviamente, favorece a los candidatos que más dinero le den.
Asimismo, decenas de contratos del Estado, son adjudicados a empresarios
tan ambiciosos como faltos de escrúpulos, siempre y cuando se
hagan con el aval de Rasputín pagando, por ello, las tarifas
negociadas. (36)

No
obstante, según la opinión reciente de Vladimir Smirnov (dueño
del museo privado de Rasputín en su pueblo natal) se ha exagerado
bastante sobre el consejero de los zares y señala las obras realizadas y
la ayuda que daba a los pobres:
Rasputín construyó, con su dinero, una iglesia en Prokóvskoie,
fundó una sociedad de  abstemios, ayudó a los pobres, enseñó a sus hijos
a dar limosna, no utilizaba en la alimentación
carne ni productos lácteos, realizó peregrinajes a muchos lugares
sagrados cristianos, entre los cuales el Monasterio de las cuevas de
Kíev y el Santo Sepulcro en Jerusalén. Siendo una persona
iletrada, se sabía de memoria la escritura sagrada y la interpretaba
de forma tan metafórica que dejaba estupefactos a los jerarcas
eclesiásticos y a la familia real...”
(37)

El
que Rasputín curase, en sucesivas ocasiones, al zarévich le
granjeó la ilimitada confianza del zar Nicolás II y la zarina
Alejandra. Esta confianza la supo utilizar en su provecho como acabamos
de ver; gobernó a su antojo a los zares, y por ende, a
Rusia.

Grigori
no solo se ganó el favor de la familia real, sino que
también a buena parte de la aristocracia rusa. Ello se debió, sobre
todo, a su carisma personal. En la medida en que el carisma pueda
explicarse, el suyo era producto de los siguientes
factores. Una mirada muy fija y penetrante, un verbo fácil y
calculadamente ambiguo (alguien dijo que sus frases nunca constaban de
“sujeto, verbo y predicado”, sino que siempre faltaba
algún elemento) que parecía el de un oráculo. Un gran atractivo para
con las mujeres basado, además de su físico y en su intuición, en su
conocimiento de las Escrituras y en
cierta tradición religiosa rusa que sigue prácticas orgiásticas como
camino a Dios. Finalmente, la época de Rasputín era de romanticismo
filoeslavo, y él, ruso de la profunda Siberia,
espetaba a los nobles, muy emparentados con la aristocracia europea
(sobre todo con la alemana): “No tenéis una sola gota de sangre rusa”.
(38)

Ya
sea desde los banquetes espectaculares que terminaban en grandes
orgías o desde la toma de decisiones de gobierno, todos sus actos
eran revestidos de un halo místico que obturaba cualquier oposición. Su
mirada penetrante, su estampa de guerrero bravo, su
rostro anguloso y su barba oscura, hacia imaginar una fuerza extraña
detrás de aquel simple hombre. (39) El propio Rasputín, en tono
desafiante, diría sobre sí mismo: “Los tontos no
comprenden quién soy. Un brujo, quizá; un brujo, tal vez. Ellos
queman a los brujos, así que dejemos que me quemen”. (40)

Se
sabe que Rasputín era un monje que estaba en contacto con la
secta jlystý surgida en Rusia alrededor de 1500. Estos hombres
sabios eran conscientes de que las pasiones siempre terminan ganando. A
primera vista, la santa justificación del placer y la
lujuría que daban los sacerdotes de los jlystý parecen hipócritas,
pero cuando uno entiende el clima religioso que había en Rusia, a
principios del s. XX bajo los zares, estos mismos argumentos
resultan claramente pragmáticos. (41)

La
respuesta religiosa rusa ha sido siempre conocida por su
sensualidad extrema, y su alta carga emocional. Para los rusos la
extravagancia de su ritual ha jugado consisten temente un papel
sustancial. Y el patrón de embriaguez, desenfreno y libertinaje
seguido por un arrepentimiento contrito y angustiado estaba
frecuentemente más allá de la comprensión de occidente. (42) No
obstante, no debemos de olvidar que fueron miembros prominentes de la
aristocracia clerical ortodoxa quienes llevaron a Rasputín a San
Petersburgo y le pusieron en contacto con miembros de la aristocracia
rusa. Por ello se puede decir que la influencia de la
Iglesia Ortodoxa rusa alcanzó el máximo poder dentro de la Rusia
imperial con Grigori Rasputín.

Pronto,
en 1907,
y siguiendo la influencia que la zarina tenía del monje, le
colocarían en un cargo público con poder en el gobierno del zar. (43) En
el tercer centenario del cumplimiento de los Románov ante el
trono de todas las Rusias, Rasputín fue colocado en un lugar de
honor y destacado cerca de la familia imperial. (44) Sin embargo, fue
muy atacado por aquellos cortesanos y nobles que se sintieron
amenazados en sus intereses y propagaron rumores que sirvieron de
alimento para los revolucionarios enemigos del régimen zarista. La
aristocracia rusa despreciaba a Rasputín por su humilde origen
campesino y su aspecto rudo y tosco y el zar solo le toleraba en la
medida que la zarina lo aceptaba, aunque no había decisión del zar que
no pasara por la supervisión de Rasputín. (45)

Durante unas vacaciones de los zares en Polonia, Alejandra, confiada de la
recuperación de su hijo, sale con el niño a dar un paseo en carroza. El viaje no ofrece ningún peligro, pero de pronto una rueda de la carroza cae a un
profundo bache del camino deses tabilizándola casi hasta el punto de hacerla volcar. El zarévich se
golpea con una manilla de la puerta en la misma herida que
ha sanado la noche pasada. Debilitado por la hemorragia interior, la
herida sangra
copiosamente y esta vez resultan inútiles los esfuerzos para detenerla.
Rasputín se encuentra por ese entonces en Pokrovskoe, donde se ha
retirado por un tiempo. El estado del heredero es crítico y
ya nada puede salvarlo. La zarina ordena telegrafiar a Rasputín un
mensaje con carácter secreto, en
el cual no se menciona la razón del apremio por su
presencia en Polonia. Rasputín comprende de inmediato de qué se trata y
envía un telegrama a Skierniewice, lugar de residencia de los zares en
Polonia, en que dice: “Dios ha acogido mis plegarias. No
te desconsueles, tu hijo sanará. Procura que los médicos no lo
atormenten más”. (46)

La
zarina recibe el telegrama al día siguiente y estas solas palabras
bastan para
reconfortarla. Imagina a Rasputín ya en viaje. Corre junto a Aliosha
para leerle en voz alta las palabras de Grigori. El pequeño toma el
telegrama en sus manos y lo lee también detenidamente.
Entonces, como por obra de un milagro, ya que sólo de eso se puede
tratar a los ojos de los presentes, la hemorragia se detiene y el niño
comienza a dar, al cabo de unas horas, visibles síntomas de
mejoría. Los médicos allí presentes no atinan a nada, pero lo cierto es
que ya en la noche el niño se encuentra fuera de peligro y los zares
deben rendirse una vez más a la evidencia: Rasputín ha
salvado una vez más la dinastía de los Románov; Rasputín es, sin duda,
un enviado del cielo. (47)

En esta época había rumores de que era una persona licenciosa y de
que se lo había visto numerosas veces borracho y en compañía de prostitutas.
Sus relaciones con sus discípulos, sus visitas de alcoba, en su mayoría
mujeres de la alta sociedad rusa, también eran polémicas.
Cuentan, por ejemplo, que la cortesana Olga Lojtiná, acudía por las
noches a su casa y se arrojaba a sus pies clamando: “Santo, Santo, Padre
Santo, bendíceme, ¡Quiero ser tuya! ¡Tómame
padrecito!”
(48) Incluso el primer ministro llegó a advertir
al zar Nicolás II acerca de las escandalosas aventuras de Rasputín, pero
no podía desprenderse de él. Era la única persona que
había conseguido aliviar los ataques del zarévich Alejandro y, por
ello, era un hombre necesario en la Corte. (49)

La
única explicación verosímil de por qué los zares apoyaban a
Rasputín se encuentra en la peregrina religiosidad supersticiosa de
los zares: no es que fuesen ciegos, es que estaban convencidos de ver
más allá. De ver lo que los demás no podían contemplar.
Alejandra y Nicolás consideraban que Rasputín poseía el don de la
yurodstvo, de la demencia santa. En la tradición mística rusa, los
personajes de los santos dementes tienen gran importancia
histórica. La catedral de San Basilio, en la Plaza Roja de Moscú,
está dedicada a uno de ellos. Por lo común eran mendigos que vagaban
desnudos, cargados de cadenas, gritando oráculos y
vaticinios. Simulaban locuras para sufrir vejaciones en su persona,
para experimentar el dolor y la persecución igual que Cristo. (50)

En
la biblioteca privada de Alejandra se encontraba el volumen de
los Santos dementes de la Iglesia rusa, con notas en los márgenes,
incluido el capítulo dedicado al libertinaje sexual de los ascetas. De
ahí que los zares supiesen interpretar, como nadie, el
comportamiento de Grigori Rasputín. (51) Hubo más intentos de
desacreditarlo: Iliodor, uno de los predicadores más importantes de San
Petersburgo, se dedicó a sembrar la ciudad de panfletos en
los que Rasputín aparecía como el “Santo Diablo”, junto con citas de
unas cartas de la zarina que, dirigidas al monje, le habían sido
robadas por su enemigo y en las que parecía darse a entender
que la propia Alejandra había caído entre los brazos del místico
libertino. (52)

Los
enemigos de Rasputín (entre ellos la madre del zar, la hermana
de la zarina, oficiales del ejército, aristócratas, políticos y
hasta miembros del Santo Sínodo) van a atentar contra su vida en dos
ocasiones antes de consumar el asesinato en diciembre de 1916.
El primer atentado contra Rasputín se produce poco antes de la
entrada de Rusia en la 1º. Guerra Mundial, exactamente el 28 de junio de
1914 en Pokrovskoé, pueblo natal de Rasputín. Cuando se
detuvo cerca de la casa de correos, una mujer coja, llamada Gusseva,
(53) se arrastró hacia él, con la mano izquierda levemente alzada.
Rasputín buscó una moneda en el bolsillo. En ese momento,
la mujer sacó la otra mano de debajo del chal y se abalanzó contra
él. Le clavó el cuchillo en el abdomen con gran fuerza y luego lo empujó
hacia arriba.

La
sangre brotaba a chorros, manchando la ropa de Rasputín, que se
dio la vuelta para correr. La mujer se lanza de nuevo sobre él,
tratando de clavarle el cuchillo en la espalda. Rasputín cogió un pedazo
de madera que había en el río y la golpeó en la cabeza. La
mujer cae al suelo y trata de escapar, a gatas como buenamente
puede. Los aldeanos que pasaban por allí se habían dado cuenta de lo que
ocurría, varios la cogieron y la arrastraron a la
comisaría. Rasputín regresó tambaleándose a su casa, con la ropa
cubierta de sangre, conteniendo levemente la gran hemorragia. Horas
después, llegó la policía y Khionie Gusseva fue detenida. Se
supo que llevaba varios días alojada en la aldea. Unas cartas que
encontraron en su posesión revelaron que era una discípula de Iliodor y
además que el cuchillo que utilizó pertenecía al
sacerdote que había tenido que colgar sus hábitos por culpa de
Gregori Rasputín. (54)

La
asesina Khionie Gusseva era, a la vez, una mística y una
histérica que inducida por el monje Iliodor, rival de Rasputín, lo
intentó matar. Al ser arrestada declaró en su defensa que: “Rasputín era
un mentiroso, un depravado que bajo el manto de la
religión abusaba de las mujeres”. (55)

Nunca
se recobró del todo de aquella herida. Sufría profundos
dolores y los sofocaba bebiendo y emborrachándose más que nunca. Se
volvió hostil e irritable. Se enfadaba con frecuencia. La prensa empezó a
hablar de él con cierta asiduidad. Reproduciendo
sátiras acerca de su persona. Empezó a cambiar la concepción pública
que se había tenido de él hasta el momento. Hablaban de un errante
noctámbulo que entretenía a prostitutas. El odio hacia él
empezaba a salir a flote.  Iliodor supo que su intento había
resultado infructuoso y decidió probar otra forma de acabar con su
antiguo amigo, que ahora odiaba con todo su ser.

El
zar, presionado por la zarina, no tuvo otro remedio que transigir
y evitar que Rasputín pudiera sufrir ataques que atentaran contra su
vida. Le proporcionó escolta policial durante las 24 horas del día. Así
y todo, se produce otro intento de acabar con la
vida de Rasputín. El suceso ocurrió el 16 enero de 1915, apenas seis
meses después del primer intento, y al día siguiente del terrible
accidente sufrido por Anna Vyrubov. Rasputín caminaba por
una de las calles terriblemente nevadas de la avenida
Kammeno-Ostroski, cuando escuchó los pasos de un caballo que se
acercaba; la desconfianza le obligó a volverse y saltó de forma
precipitada.

El
trineo lo golpeó y lo tiró violentamente al suelo. Los policías
que lo seguían siempre (por orden del gobierno) corrieron y uno de
ellos logró agarrar la rienda del caballo. Rasputín estaba atontado y de
la herida en la cabeza le brotaba sangre en abundancia.
Se sentó aturdido y vio cómo los policías detenían a los tres
hombres del trineo. Pocas horas después, un policía en la puerta de su
casa le explicó que los hombres reconocieron haber llegado de
Zaritsyn, el antiguo “baluarte” de Iliodor. La acusación de intento
de asesinato contra Rasputín se abandonó discretamente. Dzhunkovski, el
jefe de la policía, odiaba a Rasputín y había jurado,
como muchos otros, conseguir su caída. (56)

Durante
la 1º. Guerra Mundial, Rasputín fue acusado de ser un espía alemán ya
que desaconsejaba la entrada
de Rusia en el conflicto, pues veía en ella el final de la dinas  tía de
los Romanov, tal vez siguiendo el posicionamiento de un antiguo primer
ministro del gobierno ruso, Piov Durnovo que, en
febrero de 1914, pronosticaba que la guerra acabaría en derrota. En esta
ocasión,
Rasputín
no ha podido obrar sobre la voluntad del zar.
Todos los esfuerzos que despliega ante el monarca para convencerlo de la
insensatez de la guerra, resultan vanos. El antibelicismo de Rasputín
es conocido y los diferentes grupos nacionalistas ven
con malos ojos las gestiones de Rasputín para retirar a Rusia del
conflicto. Hay que hacer notar que el pacifismo de Rasputín es del todo
sincero. (57)

Rasputín
advirtió al zar Nicolás II del grave inconveniente que
supondría para el país ir a la guerra ya que, según él, una derrota
severa, en la misma, arrastraría tras de sí al propio Estado y, por
ende, a la dinastía de los Románov. Semejante postura
defendida por Rasputín le granjeó definitivamente el odio del otro
grupo de poder importante del país, el ejército, el cual nunca le
perdonaría semejante afrenta. (58) De hecho cuando pretendió
bendecir a las tropas los generales se negaron a recibirlo. (59)
Rasputín telegrafió al gran duque Nicolás, el generalísimo de los
ejércitos rusos, con el propósito de bendecir el ejército en
campaña. El gran duque, desde Baranovitch, le respondió: “Ven y
tendré el gusto de mandarte ahorcar”. (60)

Grigori
manda numerosas cartas, repletas de faltas de ortografía,
pidiendo que no participe en la guerra y solicitando que Rusia no
tome parte en todo aquello, sus visiones le habían mostrado muchos males
para Rusia. La zarina presiona a su marido con motivos
religiosos en los que no deja de mencionar a Grigori: “¿Por qué no
confías en nuestro Amigo, el que nos guía por designio de Dios? Limítate
a obedecerle más. Él vive por ti y para Rusia”. Pero
Nicolás tiene muchas presiones por parte de otros países y, pocas
semanas después, Rusia entra en la guerra al lado de Gran Bretaña y
Francia. (61)

Además del derrumbe de la dinastía, que Rasputín asocia
directamente al resultado del conflicto, su alma de mujik se
estremece ante la feroz carnicería con que el zar lleva adelante sus
planes. Rasputín sabe
que aquellos que han caído son gente como él, campesinos, hombres
simples que no han buscado ni deseado esa guerra y que, sin embargo, son
la carne de cañón de esa máquina de guerra que las grandes
potencias han echado a andar para satisfacer sus ambiciones políticas.
(62)

Si
Rasputín quiere acabar con esa guerra, sabe que debe
deshacerse de su más poderoso enemigo, el gran duque Nikolai
Nikolaevich, generalísimo de las fuerzas rusas y belicis ta a ultranza.
Por intercesión de la zarina, Rasputín consigue su objetivo. El
gran duque Nikolai es separado de sus tropas y enviado al Cáucaso al mando de un pequeño puñado de hombres. El mando de los ejércitos rusos los asume
el inepto Nicolás II que no tenía la misma energía política que su padre.
(63)
Entonces Rasputín se
dedicará a controlar el gobierno de forma casi absoluta con el
consentimiento y aprobación de Alejandra su eterna
protectora que no estaba preparada para asumir la regencia y poder
solucionar los problemas que se iban presentando diariamente en Rusia.
Era muy ingenua y siempre la rodeaba una esfera de misticismo
que la apartaba de la realidad. Al mismo tiempo la influencia de
Rasputín sobre ella crecía. (64) El pueblo ruso culpaba a Alejandra de
traidora al pensar que deseaba el triunfo de Alemania (era
prima del emperador Guillermo II) y de inmoralidades con Rasputín. (65)

Él
era consciente de ese hecho y se aprovechaba, cada vez más, de la
situación. La Corte y el gobierno entendieron que Rasputín era un
peligro para Rusia. La situación del Imperio ruso era gravemente crítica
y muchos altos dignatarios rusos culpaban a
Rasputín de estos hechos, como  señala  Rodzianko:  “La
descomposición del orden público en Rusia y el desprestigio del zar y de
su autoridad coinciden con la aparición de
Grigori Rasputín en la Corte de Rusia y el comienzo de su
influencia. El Trono Imperial parecía manchado, envilecido, con la
presencia en él, y a todas horas, de un aventurero, vicioso y
obsceno
”. (66)

Por
una parte, en el frente morían cientos de miles de soldados, la
Corte se encontraba exhausta al comprobar cómo la ausencia del zar
imposibilitaba las decisiones de Estado y se agravaba la situación con
multitud de manifestaciones y huelgas, y la zarina, la
persona que debía ejercer el papel de regente tenía concentrados sus
pensamientos en dilemas internos. Alejandra creía ciegamente que Dios
les hablaba a la familia, y a ella especialmente, a
través de Rasputín. Y cuando él decía algo, lo tomaba como un 
mandato de Dios. (67)

Muchas de las cartas y telegramas que la zarina Alejandra mandaba al
frente, dirigidas al zar Nicolás II, unas cuatrocientas, hacían referencia a Rasputín a quien ella nombraba como “nuestro Amigo”. (68)

La
zarina, en estas cartas, llegaba hasta el fetichismo religioso
haciendo llegar a su esposo Nicolás II objetos que habían
pertenecido a Grigori Rasputín, lo que piensa les conferirá un poder
benéfico: “Antes del consejo de ministros, escribe la zarina
Alejan   dra, no olvides tomar en tus manos el pequeño icono donado
por nuestro Amigo (Rasputín) y peinarte varias veces con su peine

(69). Incluso, a través de estas cartas,
Alejandra le trasmite las visiones que tiene Rasputín para que las
tenga en cuenta aunque sean cuestiones delicadas como decisiones
militares: “Debo trasmitirte un     mensaje
de nuestro Amigo, inspirado por una visión que tuvo durante la
noche. Te pide que ordenes una ofensiva inmediata ante Riga” (70)
Incluso la zarina llega al ridículo mandando a su marido que beba
un vasito de vino según recomendación de Rasputín: “No me tomes por
loca porque te envié la botellita entregada por nuestro Amigo. Creo que
es de Madeira. Te ruego que te sirvas un vasito y lo
bebas de un trago a Su salud” (71). Nicolás II responde, dócil, que:
ha bebido el vino directamente de la botella hasta la última gota por su salud y prosperidad”. (72)

Además,
en una de sus cartas enviada por Alejandra a Nicolás II, le
asegura que: “Un país no puede perecer si sus soberanos son guiados
por un Hombre de Dios (Rasputín) “(73) y en otra carta anterior decía
taxativamente: “El que esté en contra de Rasputín está en
contra nuestra…” (74)

Como
podemos constatar, a través de estas misivas, la zarina
Alejandra, estaba total  mente sometida a los antojos y caprichos de
Rasputín al que consideraba como un Santo capaz de obrar milagros al
mejorar la salud del zarévich Alejandro y que, con
su auxilio, salvaría a la Santa Rusia de cualquier peligro interno o
externo. El zar Nicolás II era un títere de su mujer Alejandra y hacía
todo lo que le mandara su esposa, incluso las cosas más
absurdas y disparatadas sin ponerle ningún reparo. En definitiva,
Rasputín era el que dominaba y controlaba el poder en Rusia,
especialmente, durante el periodo de la 1º. Guerra Mundial que
provocó más de tres millones de rusos muertos. (75)

Además,
como consecuencia de la Gran Guerra, aumenta el déficit
presupuestario que pasó de 8.561 millones de rublos, en 1914, a
13.767, en 1916. El gobierno imponía, desde el Banco Central, bonos al
5% a corto plazo aumentando, además, la impresión monetaria
pasó de 600 millones de rublos, en 1913 a 6.500 millones de rublos,
en diciembre de 1916. (76) Mientras tanto la inflación aumentaba de
forma espectacular y el oro y la plata desaparecieron del
mercado ruso. El nivel de los precios aumentaba constantemente ya
que se pasó de base 100, en junio de 1914 a 398, en diciembre de 1916.
Es decir, los precios de los productos casi se
cuadruplicaron en tan solo dos años y medio. El pueblo ruso
implicaba directamente a Rasputín en esta fuerte crisis económica que
empobrecía al Imperio ruso y tenía bastante razón ya que era el
valido de la zarina y el que destituía y ponía nuevos ministros a su
antojo. (77)

Uno
de los ejemplos más claros de tal influencia lo encontramos en
el caso del último Ministro de Interior ruso Alexander Dmitriyevich
Protopopov. Éste había demostrado ser bastante incompetente en los
asuntos de Estado que concernían a su ministerio, uno de los
más importantes del gobierno. Alejandra le pidió a Nicolás que no
cesara al ministro, porque Rasputín le había rogado que lo mantuviera
junto a él a cargo del frente ruso. Según Rasputín con
Protopopov las cosas irían mejor. Este hecho demostró, más si cabe,
la influencia del siniestro curandero sobre la zarina y también que el
zar seguía el consejo de su esposa sin titubear. Nicolás
cedió y conservó en su puesto al ministro Alexander Protopopov. (78)

En febrero de 1916 Rasputín impuso a su candidato, Stürmer, como
Presidente del Consejo de Ministros. (79) Previamente la zarina Alejandra escribe a Nicolás II
que se encontraba en el frente: “Nicky, debemos hacer lo que aconseja nuestro Amigo, su voz es la voz de Dios”.
Este hecho no fue bien visto por varias personas allegadas al zar, aunque
Nicolás II no le retiró su confianza. (80)

En
ese mismo año el Presidente del Consejo Stürmer y el Ministro del
Interior Protopopov participan en sesiones de espiritismo que
Rasputín organiza en su casa. Esa importancia desmesurada suscita tanto
odio como celos en los medios influyentes
rusos, llegando a considerar, incluso, que la zarina está a sus
órdenes. (81) Según algunos rumores de la prensa amarilla rusa,
Alejandra incluso planeaba asesinar a su marido. Se suponía
que intentaba promover una “revolución con la ayuda de las bayonetas
alemanas”. Los campesinos decían, sin rodeos que Nicolás II había
ingresado en un monasterio, que el país lo gobernaba la
“mujer alemana” con su amante Rasputín y que incluso el zar “había
dado a Rasputín las escrituras del reino”. (82)

Como
es sabido Rasputín debe su ascenso político y social a los
obispos ortodoxos Hermógenes y Sergio, además de Teófanes Patriarca y
confesor personal de Alejandra. El alto clero estaba preocupado por la
occidentalización de la sociedad rusa y pretendía la
vuelta a las tradiciones y costumbres rusas. El monje Rasputín,
fervoroso religioso y buen predicador podría influir en la Corte rusa
para frenar cierto avance hacia el modernismo occidental.
Pocos años después la Iglesia Ortodoxa rusa realizará algunas
críticas sobre Grigori. El Santo Sínodo le ataca frecuentemente,
acusándole de una variedad de prácticas inmorales o malsanas y de
pertenecer a la secta de los flagelantes. No obstante, según señalan
los periódicos de la época y quejas expuestas en la Duma: (83) “Un
número considerable de Metropolitanos y obispos
ortodoxos, obtienen los des  tinos solicitados, tan pronto llenen
los bolsillos de Rasputín con monedas y este inter   ceda ante los zares
para sus nombramientos
”. Es decir,
Rasputín consigue ascensos y destinos para los altos miembros de la
Iglesia Ortodoxa, lo cual nos indica que no existía ningún tipo de
ruptura entre la Iglesia Ortodoxa y Rasputín. (84)

A
Rasputín se le consideraba la fuerza oculta detrás del gobierno.
Él era el “Canciller del Imperio Ruso”, el “rey sin corona”. Iliodor
le llamaba “el zar ruso extraoficial y patriarca”. Por supuesto que
Rasputín, al presumir constantemente de su influencia en
la Corte, ayudaba a difundir estos rumores: (85)  “El zar cree
que soy Cristo reencarnado, los emperadores se inclinan ante mí, se
arrodillan ante mí y me besan las manos. La zarina ha
jurado que si los demás me dan la espalda, ella no se moverá y me
considerará siempre su amigo
.” (86)

Rasputín
sigue con su vida alocada, sus borracheras son tales que
casi todas las noches causa algún disturbio, un testigo en un
restaurante de Moscú relata lo siguiente: Rasputín bailó una danza rusa
mientras les hacía estas confidencias a los cantantes:
Este blusón me lo ha regalado la vieja (la zarina), ¡lo ha
cosido ella!”. Y, después de la danza: “¡Oh, qué diría mi jefa si me
viese aquí!”.
 (87)

Grigori vive ahora
en un constante estado de alerta y antes de probar cualquier bocado o
vino, se lo da a comer o a beber a sus gatos. En una ocasión su gato
cayó fulminado al
beber una copa de vino y Rasputín no ignora que es
por obra del ex Ministro del Interior Chvostov. Pero Chvostov no es el
único. Ya son legión quienes
quisieran deshacerse de Rasputín, por la influencia funesta de Rasputín
en los planes bélicos de Rusia, por las arbitrariedades de la zarina
donde todos ven la mano de Rasputín, y por la desenfrenada
lujuria que por esa época exhibe Rasputín desenfadadamente, como si quisiera desafiar a la aristocracia
rusa con su comportamiento licencioso. (88)

Entre
los políticos descontentos estaba Vladimir
Purishkiévich (que participaría posteriormente en el asesinato de
Rasputín), monárquico, antisemita, miembro de la Duma que pronunció
algún discurso incendiario contra Rasputín y la zarina Alejandra
tachándola de “alemana en el trono de Rusia, ajena al país y a su
gente”. (89)

La
situación política se vuelve confusa y desesperada y
todos los dedos apuntan hacia Rasputín y hacia la zarina. Por aquí y por
allá nacen grupos y facciones que desearían asesinar a Rasputín y
deportar a Alejandra haciendo abdicar a Nicolás.

El
poder del zar
se debilita en San Petersburgo y Moscú, donde diversas facciones
intentan encontrar una solución a una crisis que se ha visto agudizada
por las privaciones que la guerra ha impuesto al pueblo, por la
agitación de bolcheviques y mencheviques que ven en la guerra el momento
oportuno para hacer la revolución, y por la numerosa cantidad de
conspiradores que intentan aprovecharse del desgobierno para
alcanzar sus fines personales. (90)
Sin embargo son aquellos que ven en la figura de Rasputín la caída de la monarquía, quienes desearían cambiar el
orden de las cosas; entre ellos, se cuenta ahora el mismo
zar.
Escribe a Alejandra: “Me parece que no es nuestro Amigo quien me ayuda a
gobernar, sino que más bien soy yo,
Nicolás Románov, quien lo ayuda a él, que es quien rige la nación”.
Luego en otra misiva a la zarina señala: “No puedo aceptar que Grigori
Efimovich nombre directamente a los ministros. Es algo que
ni aun yo puedo hacer. Y qué clase de gente nombra, son ellos los que
están hundiendo al país”. (91)

No
obstante, la zarina Alejandra no oculta su
admiración y amor por Rasputín. Cuando pasa alguna temporada en su
pueblo natal de Prokrovskoi recibe cartas de la zarina como ésta:
Mi
inolvidable amigo y maestro, salvador y consejero, ¡Cuánto me pesa tu
ausencia!. Mi alma no encuentra paz y no me encuentro distendida más
que cuando tú, mi maestro, estás sentado a mi lado, cuando te beso
las manos y apoyo mi cabeza sobre tu santo hombro. ¡Oh, qué liviana me
siento entonces y no tengo más que un deseo: dormirme
eternamente sobre tu hombro y en tus brazos…Vuelve pronto. Te espero
y sufro sin ti…La que te ama por la eternidad. Mamá
”. (92)

Así,
pues, la zarina hace oídos sordos de las críticas
que recibe de parte de aristócratas, políticos o militares hacia su
amigo Rasputín y continúa bombardeando al zar, que se encuentra en el
frente de batalla, con continuas reclamaciones o consejos que
provienen de Rasputín. Esta situación, para algunos, no puede continuar.
Bastantes oficiales del ejército ruso se mostraban descontentos porque
veían la mano caprichosa e interesada de Rasputín en
los ascensos militares: “Un número considerable de carreras de
oficiales que se ven disparadas hacia el generalato o el almirantazgo,
tan pronto los agraciados hagan entrega a Rasputín de todo
tipo de prebendas y éste, a su vez, implore a los zares por ellos
conseguirán su ascenso
”. (93)

Además,
nadie ignora que la conformación del nuevo
gabinete es obra de Rasputín y que éste, según la opinión del pueblo
ruso, no pretende más que la derrota de Rusia. Para imponer su gobierno
se enfrenta a Chvostov, ex Ministro del Interior, que al
ser  derrotado conspirará contra él. Rasputín se ha rodeado por una
corte de banqueros judíos, (no muy bien vistos por el pueblo ruso)  que
si bien no conspiran a favor de Alemania, como
dicen las malas lenguas, están por el término de la guerra y la
autorización para abandonar su territorio luego de los
progroms que permitió Nicolás II  en  Besarabia
Odesa, entre 1903 y 1905, dejando tras de sí un balance de 2.000 judíos muertos y muchos más heridos. The New York
Times describió así el primer Pogromo de Kishinev, sucedido en la Pascua (entre el 6 y 7 de abril) de 1903:

“Los disturbios antisemitas en Kishinev, Besarabia,
son peores de lo que la censura permitirá publicar. Estaba sobradamente
planeada una masacre
generalizada contra los judíos el día siguiente a la Pascua rusa. La
turba estaba dirigida por sacerdotes ortodoxos, y el lema general,
“Matad a los judíos”, fue repetido por toda la ciudad”.
Los
judíos fueron tomados totalmente desprevenidos y fueron masacrados como
corderos. El número de muertos fue de 120 y los
heridos unos 500. Las escenas de horror que asistieron a esta masacre
son indescriptibles. Los bebés fueron literalmente destrozados en
pedazos por la multitud, frenética y sanguinaria. La policía
local no hizo ningún intento para reprimir el reinado del terror…”
(94)
 
Posteriormente
hubo un segundo pogromo entre los días
19 y 20 de octubre de 1905. En esta ocasión los disturbios comenzaron
como protestas contra el zar, pero se transformaron en ataques contra
los judíos ocasionando 19 muertos. (95)

Es evidente, al cotejar sus escritos, que el zar Nicolás II era antisemita como se puede comprobar en
frases como éstas pronunciadas al inicio de la Revolución Bolchevique  “…Estos
judíos han atraído sobre nosotros su maldición. Quieren hacerse con
Rusia y más tarde con el resto del
mundo”…”Lenin es de origen judío. Su amigo Trosky es hijo de judíos.
El propio Marx también lo era. Es una conspiración sionista. ¿Es que no
lo ve nadie
?.” (96)

Como
es sabido “El monje loco” tenía varios vicios y no solo el de
apasionarse por las mujeres (existían rumores que incluso era el
amante de la zarina). Ya desde su juventud, Rasputín sentía pasión por
el alcohol, siendo su presencia habitual en muchos bares de
la ciudad de Petersburgo. El alcohol hizo que la prensa rusa se
volviera en su contra, al igual que la creencia de pretender, con el
apoyo de la zarina, una paz por separado con Alemania, lo cual
era considerado por los aliados como una mala y peligrosa influencia
ya que en caso de llevarse a cabo, los alemanes podrían dejar de
defender las fronteras orientales, con Rusia, y llevar todos
sus ejércitos al lado occidental, lo cual podría hacer girar la
balanza de la guerra.
Parece
ser que el propio Rasputín reconoce haber cobrado dinero de Alemania
durante la Primera Guerra Mundial, así como haber negociado la paz con
este país a espaldas del zar.
(97)

En
1916, cuando un grupo de líderes conservadores empezaron a temer que él
y la
zarina conspiraban para lograr la paz con Alemania, decidieron
asesinarle. La zarina Alejandra apoyaba a Rasputín contra las críticas
de los periódicos rusos y escribió al zar Nicolás II para que los
censurasen. Sin embargo, la animosidad pública contra el «Hombre Santo»
continuó creciendo. (98)

Cuando
cuentan a Iliodor que Rasputín besa frecuentemente a la
zarina delante de sus hijas sus ojos se abren como platos. No se
concreta en qué lugar la besa, ya que hay obvia diferencia entre las
mejillas, la frente y la boca, por aquellos tiempos, sin
duda, se interpretaba de la peor de las maneras. Iliodor cree que
Rasputín ha perdido el juicio, le queda aún leer algunas de las cartas
que el gobierno tiene de Alejandra: “¡Cuánto añoro tu
presencia junto a mí! ¿Dónde estás? ¿Dónde has ido? ¡Oh, estoy tan
triste y mi corazón te echa tanto de menos! ¿Volverás pronto a mi lado?
Ven enseguida, te espero, me atormento sin ti. Te amo.
Siempre tuya, Mamá
”.

Con
toda esta información y, por supuesto, gracias a Iliodor y otros
enemigos de Rasputín, la situación estalla y los periódicos publican
las cartas, tanto de Alejandra como de las cuatro Grandes Duquesas, lo
que escandaliza a todo el pueblo ruso. (99)

La Gran Duquesa

Anastasia, hija del zar Nicolás II, le escribe a Rasputín:  “Mi querido, hermoso, mi único amigo. ¡Cuántas ganas tengo de verte otra vez!. Hoy he soñado contigo. Siempre le pregunto a
Mamá cuándo vendrás... Pienso en ti siempre, cariño, porque eres tan bueno conmigo...”

A
estas revelaciones siguieron la circulación de unos dibujos
pornográficos que representaban a Rasputin manteniendo relaciones
sexuales con la zarina, sus cuatro hijas y Ana
Výrubova. A raíz del escándalo el zar, a pesar de la fuerte
oposición de su esposa, ordenó a Rasputin que abandonara San Petersburgo
por un tiempo, con lo que éste se fue de peregrino a
Jerusalén. A pesar de los rumores, la unión entre la familia
imperial y el monje continuó hasta el asesinato de éste. (100) De hecho,
tres meses después de su peregrinación a Jerusalén regresó a
San Petersburgo, presentándose en Palacio, donde, por parte de la
Familia Imperial, se le dispensó la mejor acogida. Volvió a mandar a su
antojo. Obispos, ministros, generales, altos
funcionarios, todos dependían del valido Rasputín. (101)

A
fines del año 1916, ante el estado del país, desangrado, hambriento y
ya sin fe en el triunfo, los partidarios de la paz, alzaron la voz y
dieron preponderancia en el
Gobierno a los germanófilos. El desenvolvimiento de los sucesos se
integraba con esa prueba de la desorientación política: pero ni fue de
ella iniciador Rasputín ni su gestión fue relevante
aunque no debemos de olvidar que fue Rasputín quien presionó ante
los zares para que nombrasen a Stürmer, a principios de febrero de 1915,
Presidente del Consejo de Ministros. (102)

El
cuartel general del servicio secreto inglés (que no se fiaba de Grigori
Rasputín) se encontraba en el
hotel Astoria, en el centro de San Petersburgo, muy cerca del palacio de
Yusúpov, un personaje de vital importancia en el fin de Rasputín.
El Intelligence Service de
Gran Bretaña tiene, por su parte, serias dudas de las intenciones
pacifistas de Rasputín,
sugiriendo que esta postura no hace más que ocultar una colaboración con
Alemania. (103) Este juicio se basa en parte en la amistad de Rasputín
con Rubinstein, banquero judío que trabaja para
capitalistas alemanes. (104) Su proximidad a la zarina y por ende de los
secretos oficiales así como los de sus aliados, hacen de Rasputín un
sujeto en extremo peligroso,

El príncipe Félix Yusúpov era
hijo de una de las familias más ricas y antiguas de toda Rusia. Fue educado en Oxford y
veía a Rasputín como un obstáculo para que Rusia
siguiera con la guerra. Este podría ser el motivo principal de lo que
pasaría posterior mente, aunque parece ser que era una persona de gran
inestabilidad emocional.

Al
aumentar constantemente el poderío de Rasputín, un grupo de
adversarios de elevada alcurnia y posición, a cuya cabeza se
hallaban el príncipe Yusúpov, el primo del zar Demetrio Románov, el gran
duque Pavlovitch, el diputado conservador Vladimir
Puriskievich, el ex Ministro del Interior Chvostov y el doctor
Sukhotin, decidieron acabar con la vida del monje milagroso. (105)

 
MUERTE DE RASPUTÍN.
El conocido
príncipe Félix Yusúpov (su padre había sido gobernador de Moscú y
descendía de los Khans del siglo X y eran renombrados por su inmensa riqueza) (106) preparó la forma de matar a
Grigori Rasputín y, acompañado por un grupo de hombres de la corte del zar, preparó un plan. Llamó a Rasputín,
el 28 de diciembre de 1916, a
visitar el palacio Yusúpov para que viese a su mujer (una sobrina del
zar) que se encontraba indispuesta. Le
condujeron hasta el sótano para cenar junto al príncipe. Le colmaron
de ricos manjares y de muchos litros de vino, la gula era su perdición.
Parece ser que entre la comida, su anfitrión mandó
colocar cianuro, un veneno mortal que acabaría con su vida. Pero
Rasputín, cuidadoso y viendo que ningún invitado ni Yusúpov probaban
nada, tomó la decisión de no tomar él la iniciativa.
(107)

Raputín y Yusúpov
hablaron animadamente durante bastante
tiempo. Rasputín comentando sus triunfos respecto a todos los
intentos de asesinato que había sufrido; el príncipe, tratando de
equilibrar sus nervios, pues él estaba justo en eso de atentar
contra la vida de su interlocutor en aquel momento, y parecía que
aquel hombre sospechaba sus intenciones. El tiempo corría y el hombre de
confianza de los zares no probaba bocado de los
tentadores dulces espolvoreados con veneno, ni bebía nada de todo lo
que Yusúpov le ofrecía. Cuando los nervios de Yusúpov estaban por
quebrarse, Rasputín aceptó una copa
de vino de Crimea y otra de Madeira y comenzó a devorar los dulces
mientras dialogaba en un ambiente más relajado. (108) Como otro de los
vicios de Rasputín era la gula, una vez
animado, ingirió varias botellas de vino y gran cantidad de
pasteles, que habían sido envenenados con cianuro como para matar a un
regimiento. Para sorpresa de Yusúpov, el veneno no parecía obrar
ningún efecto. Dispuesto a acabar con él como fuera, el Príncipe
salió del salón cogió una pistola y, en un descuido, le disparó a
quemarropa en el pecho. Rasputín se des plomó agonizante y
ensangrentado.

Al
oír el disparo, el resto de los conspiradores, que estaban escondidos
en el piso superior, entraron
en el salón y uno de ellos, médico de profesión, dictaminó su
muerte; la bala le había atravesado el corazón. Sin embargo, mientras
celebraban su triunfo, Ras putín abrió los ojos repentinamente,
se puso en pie dando alaridos y huyó hacia un patio interior. Los
hombres quedaron aterrorizados y, una vez recuperados de la sorpresa, le
dieron caza y le dispararon varias veces en la cabeza y
espalda, nuevamente cayó, al parecer, muerto. (109) Veamos como
describe los hechos el propio asesino de Rasputín, el príncipe Yusúpov:

     

“ (...) Rasputín estaba muerto. Gotas de sangre corrían por la
herida y caían sobre las baldosas de granito. Bruscamente su ojo
izquierdo se entreabrió... y los dos ojos de Rasputín, que se
volvieron extrañamente verdes y fijos como los de una serpiente me
atravesaron con una mirada diabólica llena de odio. Como si bruscamente
fuera poseído de un frenesí, saltó como disparado por
sus piernas, salía espuma de su boca, estaba aterrador, un grito
aterrador llenó la sala y vi llegar sobre mí, una mano con dedos
retorcidos... Rasputín resucitado repetía mi nombre con una voz
sibilante y ahogada... Era un hombre moribundo, envenenado y
atravesado por una bala, en este cadáver que oscuras fuerzas habían
puesto nuevamente de pie para vengar su muerte, había algo
aterrador tan monstruoso que hasta hoy, cuando me acuerdo de ese
momento, me embarga un terror indecible.,. Me parecía que el mismo
diablo se había encarnado en el mujik... y que sus dedos
retorcidos me agarraban para no volver a soltarme nunca más... Pero
mi sorpresa y mi horror fueron mayores aún cuando vi abrirse la puerta
de entrada y Rasputín desapareció en la oscuridad...
Purichkévitch se lanzó tras él, se oyeron tres disparos y después un
cuarto. Vi a Rasputín titubear y desplomarse en la nieve.” (110)   

Más
tarde, los conjurados, metieron su fornido cuerpo en un saco, el
cual ataron, arroján dolo luego desde lo alto del puente Pétrowsky
cayendo su cuerpo a través de un agujero de hielo del rio Neva. Cuando
su cuerpo fue encontrado dos días más tarde, (111) medio
sepultado en un hoyo de nieve, se comprobó que sus pulmones
contenían agua, es decir, murió ahogado en el río y no por el veneno o
los disparos. Una vez encontrado su cadáver en el río Neva le
extrajeron el corazón y le castraron, luego fue enterrado en un
bosque. Inhumado, más tarde, fue incinerado por orden del Gobierno
provisional. (112)

Nada
más conocerse la noticia en todo el país, la alegría del pueblo
se desbordó por completo, contentos por la muerte de personaje tan
odiado como temido, al que culpaban, no sin cierta razón, de muchos de
los males que padecía el país. Según el diario ABC: (…)
“El asesinato de Rasputín provocó una alegría desbordante por toda
la ciudad de San Petersburgo. Se animaron los cafés, los teatros y las
fábricas. En la Universidad, un catedrático fue
ovacionado por los estudiantes, que salieron a las calles vitoreando
“a Rusia liberada” del maleficio de sus males (…) “El pueblo se sentía
libre, contento, esperanzado en la inmediata paz
después de la victoria…”

Nicolás,
Alejandra y el príncipe y princesas se quedaron
horrorizados al saber la noticia del asesinato de Grigori Rasputín.
Se supo, de forma confidencial, de la trágica emoción de la zarina, la
desesperación de su dama Ana Wyruwowa (esclava y
protectora de Rasputín), la tristeza de las princesas, el llanto del
zarévich, que decía “ahora voy a morir yo”, y la indignación callada
del zar. (113)

En sus Memorias, el coronel A. A. Mordvínov escribió que las cuatro Grandes Duquesas se quedaron “visiblemente
trastornadas” por la muerte de Rasputín y que permanecieron sentadas "abrazadas las unas a las
otras" en un sofá de uno
de sus dormitorios durante toda la noche desde que recibieron la
noticia. Mordvínov recordaba que las muchachas estaban de
muy mal humor y que parecían intuir la agitación política que ya se
estaba gestando en 
Rusia.
La
zarina ordenó una semana de luto en la Corte e hizo solemnes exequias a
cargo del Estado con la asistencia de los componentes de la familia
Románov, en la residencia de los
zares, en Tsarskoie Selo, donde el cuerpo de Rasputín fue sepultado
ante la presencia de los máximos exponentes de la jerarquía gubernativa,
aristócratas y eclesiás  ticos del país.
(114)

Tal
como se suponía, los implicados en el asesinato y sus numerosos
encubridores pronto fueron descubiertos y castigados con destierros
muy leves, lejos de la capital, pero permitiéndoseles la estancia en sus
propiedades rurales. El máximo responsable del crimen,
el príncipe Yusúpov, fue exiliado a Crimea, pero regresó a
Petersburgo meses después para encontrar la ciudad en masivo desorden a
raíz de la Revolución de Febrero. (115)

Grigori
Rasputín había realizado, en los últimos años de su vida,
una serie de predicciones para la dinastía Románov y para toda
Rusia. Veamos, a continuación, dos de las más significativas: Cada
vez que abrazo al zar y a la Madre, y a las muchachas y
al hijo primogénito del zar, mi espalda es recorrida por un
escalofrío de terror. Es como si entre los brazos estrechara a
cadáveres. Y entonces, ruego por esta gente, porque siento que en ésta,
nuestra Rusia, es la que tiene más necesidad. Y ruego por toda la
familia Romanov, porque sobre ella está calando la sombra de un largo
eclipse
”.

Con estas escalofriantes palabras, Grigori Rasputín se refería al cruel destino que le esperaba a la dinastía reinante en la Rusia Imperial. (116)
Otra profecía advertía que iba a morir antes de iniciado el próximo año (es decir 1917) pero según quién
cometiese el crimen (príncipe o común asesino) así sería el destino de su familia:


    "
Siento

que debo morir antes del año nuevo. Quiero hacer presente, no
obstante, al pueblo ruso, al Padre, a la Madre de Rusia y a los
Muchachos, que si yo soy asesinado por comunes asesinos, y
especialmente por mis hermanos aldeanos rusos, tú, zar de Rusia, no
tengas miedo, permanece en tu trono, gobierna y no temas por tus Hijos,
porque reinarán por otros cien o más años. Pero si soy
asesinado por los nobles, sus manos quedarán manchadas por mi sangre
y, durante veinticinco años, no podrán secarse de la piel esta sangre.
Ellos deberán abandonar Rusia. Los hermanos matarán a
los hermanos; ellos se matarán entre sí. Y durante veinticinco años,
no habrá nobles en el País. Zar de la tierra de Rusia, si tú oyes el
tañido de las campanas, que te anuncian que Grigori ha
sido asesinado, debes saber esto: Si han sido tus parientes quienes
han provocado mi muerte, entonces ninguno de tu familia, o sea ninguno
de tus hijos o de tus parientes, quedará vivo durante
más de dos años. Ellos serán asesinados por el pueblo ruso...
¡Rogad, rogad, sed fuertes, pensad en vuestra bendita familia
!”.
(117)

Los
asesinos fueron juzgados y deportados o enviados al frente de
guerra. Con la revolución de octubre de 1917, el príncipe Yusúpov y
su esposa Irina tuvieron que abandonar San Petersburgo, en abril de
1919, con gran parte de sus riquezas (dinero, joyas, obras
de arte…) y después de viajar por varios países europeos se
asentaron definitivamente en París. Allí, escribió algunos libros y
realizó algunas investigaciones que le permitieron vivir
holgadamente el resto de su vida. (118) El diputado conser vador
Vladimir Purichkevitch se exilió también en París y allí escribió
algunos artículos sobre cómo fue asesinado Grigori Rasputín.
(119)

Investigaciones
recientes ofrecen la versión de que para el
asesinato de Griegori Rasputín se contó con la participación de los
servicios secretos británicos; en concreto con el agente Oswald Rayner,
bajo el mandato de otro agente llamado John Scole. A su
regreso a Inglaterra Rayner confesó a su prima, Rose Jones, que
había estado presente en el asesinato de Rasputín e incluso mostró una
bala que recogió de la escena del crimen. (120)

 
CONCLUSIONES.
Parece
asombroso, en un principio, que el hijo de un pequeño
propietario rural nacido en Siberia Occidental llegase a la Corte
rusa e incluso a tomar decisiones políticas con el consentimiento de los
zares. No obstante, conviene tener en cuenta la fuerte
personalidad de Rasputín, hombre aventurero y sin escrúpulos que
aprendió pronto a manejar sus habilidades, con una capacidad
carismática, casi hipnótica, dispuesto a alcanzar la cima del
poder.

Conviene
señalar que Grigori Rasputín no era la única persona que se
dedicaba a curar a los enfermos utilizando la oración y diversas
mañas para hipnotizar a sus pacientes en San Petersburgo, Moscú y otras
ciudades del Imperio ruso.  Los denominados stárets,
como era denominado Rasputín, eran personas consideradas por el
pueblo como santas, virtuosas, guías espirituales que se basaban tanto
en la experiencia como en la intuición para curar o resolver
problemas a la gente del pueblo o de la aristocracia rusa. Los
stárets ya existían, en Rusia, desde principios del s. XVIII como fue el
caso de Paisio Velichkousky (1722-94) o el más reciente
Serafín de Sarov (1759-1833), venerado como Santo de la Iglesia
Ortodoxa Rusa.

En
un principio estuvo en un convento de monjes que le enseñaron el
Evangelio, la predicación y la oración para, posteriormente,
introducirle en la alta sociedad de San Petersburgo. En San Petersburgo
pronto tuvo fama de Santo y de curar a la gente con sus
oraciones utilizando un pequeño icono. Al parece tenía el poder de
hipnotizar a todo el mundo con su mirada. Nobles, duquesas y gente de
bien pasaban diariamente por su casa para ser atendidas
por Rasputín lo que le acarreó fama y cierta posición económica e
influencias. La casualidad hizo que, mediante contactos de grandes
duquesas, llegase a la Corte rusa para curar al zarévich
Alejandro un niño de apenas un año que padecía de hemofilia,
enfermedad heredada de su madre. Gracias a la enfermedad del heredero al
trono de Rusia, hará a Rasputín una persona imprescindible en
la Corte para, mediante oraciones, hipnosis y todo tipo de
artilugios mantener con vida al zarévich. Ello le reportará poder vivir
en el Palacio de los zares, ser su protegido y consejero o
valido e incluso tomar las decisiones más importantes del Imperio
ruso, especialmente desde 1909 a 1916.

Rasputín
fue, en exceso pasional, en todos los aspectos de su vida,
y eso choca fron talmente con su actitud de monje, místico o
visionario; por mucho que se pretenda defenderlo como tal, no cabe duda
de que no tenía absolutamente nada de religioso, tan sólo sus
conocimientos y la oratoria que era capaz de desplegar con ellos.
Poseía el don de la yurodstvo, la demencia santa que hacía especiales a
estas personas capaces de aguantar el sufrimiento al
estilo de Cristo. No obstante, es evidente que se trataba de una
persona ávida de poder, aunque al parecer no recurrió en ningún momento
al crimen, prefiriendo utilizar las intrigas.

Tal
vez, por sus vivencias a lo largo de sus viajes, o por una
calculada inmunización, o quizás por una naturaleza especial, era
mucho más resistente al sufrimiento y al dolor que la mayoría de la
gente. Sus manejos en la corte zarista (llegando a ser
consejero de los zares) indican, sin duda alguna, que pretendía ser
el auténtico poder en la sombra, manejando a su antojo a Nicolás y,
sobre todo, a Alejandra.

La
influencia de la Iglesia Ortodoxa rusa en la Corte imperial
siempre fue muy importan  te a lo largo de la historia. A partir de
principios del s.XX, especialmente después de los distrubios y
manifestaciones sangrientas de 1905, el pueblo parece
volcarse de forma masiva hacia su religión tradicional ortodoxa. No
es casualidad que Lenin dijese, en aquel momento, que “La religión es el opio del pueblo
como tampoco lo es que la
influencia de la Iglesia en el poder de la Rusia imperial alcanzó su
máximo grado con la aparición de Grigori Rasputín máxime si tenemos en
cuenta que pocos años después de su asesinato, y con el
triunfo de los bolcheviques y la formación de la URSS, la Iglesia
Ortodoxa será perseguida y destruida constituyéndose un nuevo Estado
ateo.

Desde
un principio, Rasputín no era partidario de la entrada de
Rusia en la 1º. Guerra Mundial ya que consideraba que este conflicto
provocaría cientos de miles de muertos y el descontento del pueblo ruso
podría acabar con el régimen zarista como ocurriría
pocos años después. Posteriormente, intentó influir, mediante una
serie de cartas a la zarina Alejandra, para buscar la paz por separado
con Alemania lo que le hizo muy impopular no solo a
Rasputín sino también a la propia zarina.

Es
precisamente durante la Guerra Mundial cuando su poder es más
notorio e insultante. El zar se fue al frente de batalla y en San
Petersburgo se queda la zarina como regenta del reino aunque el que
realmente decide los destinos del Imperio ruso es Rasputín.
En San Petersburgo Grigori tiene una mansión por donde pasan todo
tipo de personajes aristocráticos en busca de favores y prebendas que
Rasputín concederá con firmar tan solo un papel con unas
cuantas líneas llenas de faltas de ortografía a cambio de favores
sexuales, dinero y joyas.

La
intromisión en los asuntos del gobierno ruso junto con todo tipo
de excesos (alcohol, gula, mujeres…) y el jactarse en público de los
favores que le otorgaba la zarina le hacía, ante los ojos del pueblo y
de la aristocracia rusa, un personaje aborrecido y que
era necesario quitárselo de en medio, máxime cuando algunos
periódicos publicaron las cartas que la zarina y sus hijas habían
escrito a su valido Rasputín. El escándalo fue mayúsculo en San
Petersburgo y otras ciudades rusas. Los periódicos incluso
realizaban dibujos obscenos con Rasputín, la zarina y sus hijas que
Alejandra pretendía atajar mediante la censura. Mientras tanto se
iba preparando un complot contra Rasputín para acabar con su vida.

El
príncipe Yusúpov, uno de los príncipes de mayor abolengo y
alcurnia de Rusia poseedor de una inmensa fortuna, fue el que
planificó y ejecutó el asesinato de Rasputín pero no estaba solo sino
acompañado de otras personalidades emparentadas, incluso,
directamente con la familia del zar, oficiales del ejército,
políticos, etc. En definitiva, gran parte de la sociedad rusa estuvo
representada en este asesinato. También tuvo mucho que ver, en
este asesinato, los servicios secretos británicos que consideraban a
Rasputín como un enemigo a sus intereses. Parace ser que incluso uno de
sus agentes le disparó cuando Rasputín herido
pretendía huir.

Al
enterarse el pueblo ruso del asesinato de Rasputín el pueblo lo
celebró con gran entusiasmo por las calles de San Petersburgo, Moscú
y otras ciudades rusas ya que consideraban a Grigori como un espía
alemán que buscaba la derrota del ejército ruso y que
gobernaba el país por encima del propio zar Nicolás II.

Al
poco tiempo, como era lógico por las pruebas del crimen
encontradas, cayeron los culpables del crimen. El castigo que
recibieron fue tan leve que en cuestión de meses ya estaban en las
calles de San Petersburgo y otros lugares de Rusia. Prácticamente
toda la sociedad rusa estaba conjurada contra él y los conspiradores
lo sabían. La justicia rusa impuso penas ridículas por el asesinato de
Rasputín.  La

muerte de Rasputín, el santón, coincide con la muerte del zarismo.
El mal gobierno del valido de los zares provocará una aguda crisis
económica y social que agudizará la lucha de clases y el auge
de fuerzas revolucionarias (social-demócratas, mencheviques y
bolcheviques) capaces de movilizar, cada vez a un mayor número de
personas, en huelgas y manifestaciones. A ello, hemos de añadir el
problema agrario, y el desastroso estado de la administración
militar y burocrática zarista.

Las profecías que el propio Rasputín vaticinaba para la dinastía
Románov y para el pueblo ruso después de su muerte se cumplieron casi en su totalidad:

“Antes
de que mi cuerpo se
haya convertido en cenizas, caerán el Águila Santa (Rusia) y será
seguida del Águila Soberbia (Imperio germánico-austro-húngaro)”. (121)

 
Esta
profecía, y otras similares, dictaminadas por Grigori Rasputín,
no tardaron en cumplirse. Poco tiempo después de su trágica muerte,
los bolcheviques se hacen con el poder en Rusia y asesinan a todos los
miembros de la familia del zar y, casi al mismo tiempo,
se desmorona el Imperio Germánico.

 
NOTAS
BIBLIOGRÁFICAS

(2)Radziasky, Edward: The Rasputin file. 2010.
(3)Fuhrmann, Joseph T.: Rasputin, the untold story. 2013.
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(7)Matrya Grigorievna
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(8)dinastiashistoricas.blogspot.com.es/2011/05/rasputin-y-los-romanov
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(15)elpais.com/diario/2006/02/12/eps/
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1927. Neliga, Margarita: The munder of Grigori Rasputin. 2010.
(18)Journal des débats politiques et littéraries. 14 de enero de 1912. Nº 13 (BNF).,
(19)batboyreads.blogspot.com.es/2014/04/rasputin-y-la-tentacion.html
(20)Anónimo: El peregrino ruso
(Obra piadosa que se compone de un Prefacio y 2 partes de 4 y 3 capítulos respectivamente). Se puede ver en www.abandono.com/oracion

-contemplativa/el-peregrino-ruso/
(21)www.san-peterburgo.com (Artículo escrito por Roxana Viira, 2013)
(22)Vallejo-Nágera, Alejandra:
Locos de la historia. 2007. personajesenigmaticosdela historia.blogspot.com.es

(23)Schewaebel,
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précurseur de Raspoutine, le mage Philippe”. pp. 637-647. Mercure de
France. Nº 480, 16 de junio de 1918. J. W. Bienstock: La fine di un
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(24)Ortiz-Moreno, Federico:
“Nicolás II de Rusia”. Periódico El Porvenir de Monterrey. México, 10 de septiembre de 1990.

(25)Diario íntimo de Nicolás
II. 1944.

(26)Cramer, Heinz: Rasputín:
Monje y diablo. 1959.

(27)Troyat Henri: Rasputín.
1996. E. Radzinsky: Rasputín. Los Archivos Secretos. 2001

(28)West, J.M.: Rasputín.
Barcelona. 1980.

(29)Entrevista a María
Rasputín en París. La Vanguardia, 12 de noviembre de 1933.

(30)Colin, Wilson:El mago de
Siberia. Barcelona. 1990. Maire, Gilbert: Rasputín. 2004.

(31)es.rbth.com/blogs/2013/07/05/el_enigma_del_monje_loco_y_el_zarevich_alexis_
(32)dinastiashistoricas.blogspot.com.es/2011/05/rasputin-y-los-romanov
2º parte.

(33)historiaybiografias.com
http://www.reyastrol.com/CAP-5/5-2-09.html

(34)negociosypoder.com
(35)Beatrix Rose: Rasputín y
los Románov. 10º parte. (En PDF)

(36)laguerradeschwajk.blogspot.com.es/2009/04/rasputin.html
(37)Zaitseva, Aleksandra: “El
otro Rasputín”. 4/1/2013. Rossiyskaya Gazeta.

(38)www.taringa.net
(39)portalplanetasedna.com.ar
(40)Voltos, William: La
reliquia de Rasputín.
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(41)Grey, Marina: Les Romanov. 2012.
(42)Colin, Wilson: Rasputin and the fall of the Romanov. 1964. Wilson Colin: El mago de Siberia. Barcelona. 1990.
(43)Montenegro Duque, Ángel
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(45)clickdefinicion.com/letra-g/grigori-rasputin.php
(46)La Lanterne. 1/09/1920. Paris. BNF. Vyrubova, Anna: Memories of the Russian Court. 1923. Castresana de Luis, Rasputín: el gran embaucador, 1869-1916. Barcelona. 1997.
(47)historiaybiografias.com/ciencia2/ Alejandra Vallejo Nágera: Locos de la Historia: Rasputín. 2006.
(48)www.forumlibertas.com
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(50)elpais.com/diario/2006/02/12/eps/
(51)Malos de la Historia.
Rasputín. El País Semanal, 26 de marzo de 2006.

(52)Colin, Wilson: El mago de
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(53)Fulop Miller, 
Rene:  Rasputín y las Mujeres. 1927. http://www. forumlibertas.com/ frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=2099

(54)Troyat, Henri: Rasputín:
Rusia entre Dios y el diablo. 2004.www.forumlibertas.com

(55)Journal Le Radical. 16 de
julio de 1914. BNF.

(57)Revista
Hechos. Sucesos
que estremecieron el siglo. Artículo: “Rasputín”. Tomo nº 10.
historiaybiografias.com. Bosch, Santos: Rasputín. Barcelona. 2006.

(58)Mommsen, Wolfgang: La
época del Imperialismo: Europa (1885-1918). 1971.

(59)Krauze, León: Historias
perdidas. México. S/F

(60)Hemeroteca, La Vanguardia.
Pág. 10. 20/5/1920.

(61)Hasting,
Max: 1914. El año
de la catástrofe. 2013. Stevenson, David: 1914-1918: La Historia de
la Primera Guerra Mundial. 2013. untold story. New Jersey. 2013.
Neiberg, Michael S.: La Gran Guerra, una historia global.
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(62)www.el
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(63)dinastías.forogratis.es/nicolas-y-alejandra-t887.html
(64)Journal des débats politiques et littéraires. 14 de enero de 1912. (BNF).
(65)La Revue hebdomadaire:
“Retrato de la última zarina”. Pág. 78. 5/7/1930. Paris. (BNF).

(66)Rodzianko: Le ségne de
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de 1915.

(70)Carta del 15 de noviembre
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(73)Carta del 17 de junio de
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(74)Carta del 15 de junio de
1915 de Alejandra a Nicolás II. Paris. 1924.

(75)es.rbth.com/…/el­_papel_fundamental_de_rusia_en_la_primera_guerra__...
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(93)laguerradeschwejk.blogspot.com.es/2009/04/Rasputin.html y http://www.portal
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(Parece ser que este Diario no es muy fiable ya que algunos historiadores presumen que fue retocado en 1924)
(98)Binshtok V. L. y G.
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(99)dinastiashistoricas.blogspot.com.es/2011/08/rasputin-y-los-romanov-8-parte.html
(101)Hemeroteca del ABC, pág.
6. 21 de diciembre de 1928.

(102)Casanova, Sofía: “La
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(103)mundo.sputniknews.com/increíble/
(104)historiaybiografias.com.curiosidades.
(105)imagemesytextosselectos.blogspot/…/Rasputin-misterio-esoterico-sana… www.galeon.com/todohistoria/pagina_nueva_2.htm
(106)Dobson, Christopher: Prince Felix Yusúpov. 1989. nobleyreal.blogspot.com.es
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(109)Gilbert Maire: Rasputín. 2004.
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(114)Martinelli, Franco:
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(118)www.canaltrans.com/historia/rasputin.html. Libros de Félix Yusúpov: El fin de Rasputín. 1927 y Memorias. 1953.
(119)Purichkevitch, Vladimir: “Comment j´ai tué Raspoutine”. La Revue de Paris. 1923/ 09 (A 30, T 5)-1923-10. BNF.
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