El término proviene de historiógrafo, y éste del griego ἱστοριογράφος historiográphos, de ἱστορία historía 'historia' y -γράφος gráphos, de la raíz de γράφειν gráphein 'escribir'; o sea, el que escribe (o describe) la historia.1 2
La historiografía es el arte de escribirla,3 pero también la ciencia de la historia.4 El énfasis en su condición de "arte" (τέχνη tékhnē) o "ciencia" (ἐπιστήμη epistḗmē) es uno de los objetos de debate metodológico más importante entre los historiadores, con abundante participación de todo tipo de intelectuales que han reflexionado sobre ello, dada su posición central en la cultura.5 Para una parte de ellos, ni siquiera puede hablarse de "historia" en singular, puesto que la condición de relato de sus productos los convierte en "historias" en plural.6 Para la mayor parte de los historiadores contemporáneos, en cambio, es irrenunciable7 la condición científica de la historia, o al menos la aspiración a tal condición ("ciencia en construcción"8
), e incluso está muy extendida la visión que no percibe ambos rasgos
(ciencia y arte) como estrictamente incompatibles sino como
complementarios.9
Índice
- 1 Historiografía como meta-historia
- 2 Fuentes historiográficas y su tratamiento
- 3 Historiografía como producción historiográfica
- 4 Historiografía y perspectiva: el objeto de la historia
- 5 Historia de la historia
- 5.1 Antigua Grecia
- 5.2 Antigua Roma
- 5.3 Edad Media
- 5.4 Edad Moderna
- 5.5 Historiografía española medieval y moderna
- 5.6 Ilustración
- 5.7 Siglo XIX: la historia, ciencia erudita
- 5.8 Siglo XX
- 5.9 Historia excéntrica. La mixtificación. Falsear la historia
- 6 Véase también
- 7 Referencias
- 8 Bibliografía
- 9 Enlaces externos
Historiografía como meta-historia
Si la historia es una ciencia cuyo objeto de estudio es el pasado dela humanidad, cuestión en que la mayoría, pero no todos los
historiadores concuerdan; se tiene que someter al método científico, que aunque no pueda aplicársele en todos los extremos de las ciencias experimentales, sí puede hacerlo a un nivel equiparable a las llamadas ciencias sociales.
Un tercer concepto confluyente a la hora de definir la historia como fuente de conocimiento es la «teoría de la historia», que puede llamarse también «historiología» (término acuñado por José Ortega y Gasset).10 Su papel es estudiar «la estructura, leyes y condiciones de la realidad histórica»,11
mientras que la «historiografía» es, a la vez: el relato mismo de la
historia, el arte de escribirla, y el estudio científico de sus fuentes,
productos y autores.12
Es imposible acabar con la polisemia y la superposición de estos tres términos, pero simplificando al máximo se puede definir:
- la historia como los hechos del pasado,
- la historiografía como la ciencia de la historia,
- la historiología como su epistemología.
de su desarrollo, o sea, se pregunta si hay un diseño, propósito,
principio director o finalidad en el proceso de la historia humana. No
debe confundirse con los tres conceptos anteriores, de los que se separa
claramente. Si su objeto es la verdad o el deber ser, si la historia es cíclica o lineal, o existe la idea de progreso
en ella; son materias ajenas a la historia y la historiografía
propiamente dichas, que trata esta disciplina. Un enfoque intelectual
que tampoco contribuye mucho a entender la ciencia histórica como tal es
la subordinación del punto de vista filosófico a la historicidad,
considerando toda la realidad como el producto de un devenir histórico:
ese sería el lugar del historicismo, corriente filosófica que puede extenderse a otras ciencias, como la geografía.
Una vez despejada la cuestión meramente nominal, queda para la
historiografía por tanto el análisis de la historia escrita, las
descripciones del pasado; específicamente de los enfoques en la narración, interpretaciones, visiones de mundo, uso de las evidencias o documentación y métodos de presentación por los historiadores; y también el estudio de estos mismos, a la vez sujetos y objetos de la ciencia.
La historiografía, más llanamente, es la manera en que la historia se
ha escrito. En un amplio sentido, la historiografía se refiere a la metodología y a las prácticas de la escritura de la historia. En un sentido más específico, se refiere a escribir sobre la historia en sí.
Fuentes historiográficas y su tratamiento
Es importante distinguir la materia prima del trabajo de los historiadores (fuente primaria) de los productos semielaborados o terminados (fuente secundaria e incluso fuente terciaria). Igualmente denotar la diferencia entre fuente y documento y el estudio de las fuentes documentales:su clasificación, prelación y tipología (escritas, orales,
arqueológicas); su tratamiento (reunión, crítica, contraste), y el
mantener el respeto debido a las fuentes, fundamentalmente con su cita fiel. La originalidad del trabajo de los historiadores es un asunto delicado.
Historiografía como producción historiográfica
quiere decir que hay pocos libros escritos sobre tal cuestión porque
hasta el momento no ha recibido atención por parte de los historiadores,
no porque su objeto de estudio sea poco relevante o porque haya pocas fuentes documentales que proporcionen documentación histórica para hacerlo.13
Con respecto a la difusión y publicidad de la producción
historiográfica, sería bueno que cumpliera los mismos requisitos a que
se someten las demás publicaciones científicas.
También se utiliza el vocablo historiografía para hablar del conjunto
de historiadores de una nación, por ejemplo, en frases semejantes a
esta: «La historiografía española abrió sus brazos y sus archivos desde
los años 1930 a los hispanistas franceses y anglosajones, que renovaron su metodología».
Es necesario diferenciar los dos términos usados más arriba:
«producción historiográfica» y «documentación histórica», aunque en
muchos casos coincida que los historiadores utilizan como documentación
histórica precisamente la producción historiográfica anterior.
Con eso último vemos otra insalvable característica de la historia que
la peculiariza como ciencia: ningún historiador, por muy objetivo que pretenda ser, es ajeno a sus propios intereses, ideología o mentalidad ni puede sustraerse a su punto de vista particular. Como mucho puede intentar la intersubjetividad,
es decir, tener en cuenta la existencia múltiples puntos de vista. Para
el caso que nos sirve de ejemplo, contrastar las fuentes de Bartolomé
de las Casas con las demás voces que se oyeron en la Junta de Valladolid, entre las que destacó la de su rival Juan Ginés de Sepúlveda, o incluso con la llamada «visión de los vencidos»,16 que raramente se conserva, pero a veces sí, como ocurre con la Nueva Crónica y Buen Gobierno del inca Guaman Poma de Ayala17
La reflexión sobre la posibilidad o imposibilidad de un enfoque objetivo lleva a la necesidad de superar la oposición entre objetividad (la de una inexistente ciencia "pura" que no se contamine con el científico) y subjetividad
(implicada en los intereses, ideología y limitaciones de éste) con el
concepto de intersubjetividad, que obliga a considerar la tarea del
historiador, como la de cualquier científico, como un producto social,
inseparable del resto de la cultura humana, en diálogo con los demás historiadores y con la sociedad entera.
Historiografía y perspectiva: el objeto de la historia
La historia no tiene más remedio que seguir la tendencia a la especialización que tiene cualquier disciplina científica. El conocimiento de toda la realidad es epistemológicamente imposible, aunque el esfuerzo de un conocimiento transversal, humanístico, de todas las partes de la historia, es exigible a quien verdaderamente quiera tener una visión correcta del pasado.Así pues la historia debe segmentarse no sólo porque el punto de
vista del historiador esté contaminado de subjetividad e ideología, como
habíamos visto, sino porque necesariamente debe optar por un punto de
vista, al igual que un científico, si quiere observar su objeto,
debe optar por utilizar un telescopio o un microscopio (o, de forma
menos grosera, qué tipo de lente va a aplicar). Con el punto de vista se
determina la selección de la parte de la realidad histórica que se toma
como objeto, y que sin duda dará tanta información sobre el objeto
estudiado como sobre las motivaciones del historiador que estudia. Esa
visión sesgada puede ser inconsciente o consciente, asumida con más o
menos cinismo por el historiador, y es distinta para cada época, para
cada nacionalidad, religión, clase o ámbito en el que el historiador
quiera situarse.
La inevitable pérdida que supone la segmentación, se compensa con la
confianza en que otros historiadores harán otras selecciones, siempre
sesgadas, que deben complementarse. La pretensión de conseguir una perspectiva holística, como pretende la historia total o la historia de las Civilizaciones, no sustituye la necesidad de todas y cada una de las perspectivas parciales como las que se tratan a continuación:
Sesgos temporales
Los sesgos temporales van desde las periodizaciones clásicas Prehistoria, Historia, Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna o Edad Contemporánea, hasta las historias por siglos, reinados, etc. La periodización clásica (ver su justificación en «División del tiempo histórico»)es discutible tanto por la necesidad de periodos de transición y
solapamientos, como por no representar periodos coincidentes para todos
los países del mundo (por lo que ha sido acusada de eurocéntrica).
(que ya en su nombre indican la intención del sesgo temporal) son
usadas como reflejo de los acontecimientos notables de un periodo,
habitualmente un reinado (véase en su artículo y más abajo en Historiografía de la Edad Media e Historiografía española medieval y moderna). La arcontología
sería la limitación del registro histórico a la lista de nombres que
ocupaban determinados cargos de importancia ordenados cronológicamente.
De hecho, la misma cronología, disciplina auxiliar de la historia,
nace en muchas civilizaciones asociada al cómputo del tiempo pasado que
se fija en la memoria escrita por los nombres de los magistrados, como
ocurría en Roma, donde era más corriente citar un año por ser el de los cónsules tal y cual. En el Antiguo Egipto, la datación del tiempo se hizo por años (Piedra de Palermo), años, meses y días de reinado del faraón (Canon Real de Turín), o dinastías (Manetón).
Es muy significativo que en las culturas no históricas, que no fijan
mediante la escritura la memoria de su pasado, es muy frecuente no
plantearse la duración concreta del tiempo pasado más allá de unos pocos
años, que pueden ser incluso menos que los que dura una vida humana.18 Todo lo que ocurre fuera de ello sería «hace mucho tiempo», o en «tiempo de los antepasados», que pasa a ser un tiempo mítico, ahistórico.19
El tratamiento cronológico es el más usado por la mayor parte de los
historiadores, pues es el que corresponde a la narración convencional, y
el que permite enlazar las causas pasadas con los efectos en el
presente o futuro. No obstante, se emplea de distinta manera: por
ejemplo, el historiador siempre tiene que optar por un tratamiento sincrónico o diacrónico de su estudio de los hechos, aunque muchas veces hacen sucesivamente uno y otro.
- El tratamiento diacrónico estudia la evolución temporal de un
hecho, por ejemplo: estudiaría la formación de la clase obrera en
Inglaterra a lo largo de los siglos XVIII y XIX) - El tratamiento sincrónico se fija en las diferencias que el
hecho histórico estudiado tiene al mismo tiempo pero en diferentes
planos, por ejemplo: compararía la situación de la clase obrera en
Francia e Inglaterra en la coyuntura de la revolución de 1848 (ambos
ejemplos están tomados de E. P. Thompson)20
terminan convirtiéndose, por la intensidad del debate y el volumen de la
producción, en verdaderas especialidades, como la historia de la Guerra Civil Española, la historia de la Revolución francesa, la soviética o la americana.
También son de consideración las diferentes concepciones del tiempo histórico, que según Fernand Braudel van desde la larga duración al acontecimiento puntual, pasando por la coyuntura.
Sesgos metodológicos: las fuentes no escritas
Prehistoria | ||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Edad de Piedra | Edad de los Metales | |||||||
Paleolítico | Mesolítico | Neo- lítico |
Edad del Cobre | Edad del Bronce | Edad del Hierro | |||
P. Inferior | P. Medio | P. Superior | Epipa- leolítico |
Proto- neolítico |
universitarias) la hacen ser una ciencia muy distante de la que hacen
los historiadores, sobre todo cuando tales fuentes y método se
prolongan, dando primacía al uso de las fuentes arqueológicas y el estudio de la cultura material en periodos para los que ya hay fuentes escritas, hablándose entonces no de la Prehistoria, sino propiamente de la arqueología con sus propias periodizaciones arqueología clásica, arqueología medieval, incluso arqueología industrial. Menor diferencia pude hallarse con el uso de las fuentes orales en lo que se conoce con el nombre de historia oral. No obstante, hay que recordar lo ya dicho (véase más arriba sesgos temporales)
sobre la primacía de las fuentes escritas y lo que éstas determinan la
ciencia historiográfica y la propia conciencia de la historia en su
protagonista -que es toda la humanidad-.
Sesgos espaciales
Como la historia continental, historia nacional, historia regional. El papel de la historia nacional en la definición de las propias naciones es innegable (para España, por ejemplo, desde las Crónicas medievales hasta la historia del Padre Mariana (véase nacionalismo, nación española). Puede también verse, en este mismo artículo (historia de la historia), cómo se agrupan separadamente los historiadores por nacionalidad, además de por época o tendencia.La geografía dispone de conceptos no más potentes pero sí menos arbitrarios, que han permitido edificar la prestigiosa rama de la geografía regional. La historia local es sin duda la de más fácil justificación y validez universal, siempre que supere el nivel de la simple erudición (que al menos siempre servirá como fuente primaria para obras de mayor ambición explicativa).
Sesgos temáticos
Son los que darían paso a una historia sectorial, presente en la historiografía desde muy antiguo, como ocurre con- la historia política, reducida a historia evenemencial o categorizada en la historia de las instituciones, la Historia de los sistemas políticos, la historia del Derecho o la Historia militar;
- la historia económica, a veces hermanada con la historia social, que no obstante, puede también entenderse como Historia del movimiento obrero o una más universal historia de los movimientos sociales;
- la historia de la Iglesia, tan antigua como ella misma, o la historia de las religiones, nacida por la necesidad de hacer su estudio comparado;
- la historia del arte, con precedentes en la Antigüedad clásica con la valoración de su producción artística y la de su pasado, pero establecida propiamente en el Renacimiento y sobre todo con el Neoclasicismo;
- más reciente que éstas, pero englobándolas en cierto modo, la historia de las ideas, que puede incluir las creencias, las ideologías o la historia de la ciencia y de la técnica y con ellas subdividirse hasta el infinito: la historia de las doctrinas económicas, la historia de las doctrinas políticas...
cuáles son los hechos memorables. ¿Lo son todos, o lo son sólo los que
cada historiador considera trascendentales? En la lista anterior tenemos
las respuestas que cada uno puede dar.
Algunas de estas denominaciones encierran no una simple parcelación,
sino visiones metodológicas opuestas o divergentes, que se han
multiplicado en el último medio siglo. La historia es hoy más plural que
nunca antes, escindida en multitud de especialidades, tan fragmentada
que muchos de sus ramas no se comunican entre ellas, sin ver sujeto ni objeto común:
- la microhistoria,
que se interesa en la especificidad de los fenómenos sociales desde una
perspectiva que ha sido comparada con la lupa de aumento; - la historia de la vida cotidiana, que desde una selección similar del objeto, abre después el campo de visión buscando la generalización;
- la historia desde abajo, centrada en los grupos sociales desfavorecidos, invisibilizados en la mayor parte de los registros históricos habituales;
- la historia de las mujeres o los llamados estudios de género, como muchas historias transversales, que a veces pueden englobarse como historia de las minorías, o disgregarse temáticamente como la historia de la sensibilidad, la historia de la sexualidad, etc.;
- modificaciones de la historia económica como la cliometría o la historia de la empresa;
- la historia cultural, que registra un nuevo impulso tras varios decenios;
- la historia del tiempo presente, creada en los años 1980 y que se interesa en las grandes rupturas de nuestra época;
- la climatología y la genética junto a otras disciplinas, se están dejando notar más recientemente en el debate historiográfico, a través de la historia ambiental o ecohistoria, los cada vez más utilizados estudios de genética poblacional;
Ciencias auxiliares de la historia
La fragmentación del objeto histórico puede inducir, en algunasocasiones, a una limitación muy forzada de la perspectiva
historiográfica. Llevada a un extremo, se puede reducir la historia a la
ciencia auxiliar de la que se sirve para encontrar explicación a los
hechos del pasado, como la economía, la demografía, la sociología, la antropología, la ecología.
En otras ocasiones, la limitación del campo de estudio produce realmente un género historiográfico:
Géneros historiográficos
Puede señalarse que hay géneros historiográficos que participan de la historia pero pueden llegar a alejarse más o menos de ella: un extremo lo ocuparían los terrenos de la ficción que ocupa la novela histórica, cuyo valor desigual no empaña su importancia. Otro extremo lo ocuparían la Biografía y un género anejo, sistemático y extraordinariamente útil para la historia general como es la Prosopografía.Vinculada con la historia desde el comienzo del registro escrito, una
de las principales preocupaciones a la hora de fijar los datos fue lo
que hoy llamamos Arcontología (listas de reyes y dirigentes).
Corrientes historiográficas: el sujeto de la historia
De una manera más declarada, las corrientes historiográficas suelen explicitar su metodología de forma combativa, como el Providencialismo de origen cristiano (no hay que olvidar, que además de la tradición historiográfica griega de Heródoto o Tucídides, el origen de la historiografía occidental está fuertemente unida a la historia sagrada), o el Materialismo histórico de origen marxista (que triunfó en los ambientes intelectuales y universitarios europeo y americano a mediados del siglo XX, quedando adormecido al menos desde la caída del muro de Berlín).21A veces las etiquetación de las corrientes es obra de sus
detractores, con lo que los historiadores en ellas encasillados pueden o
no estar conformes con la manera en que quedan definidos. Tal cosa
podría decirse del mismo providencialismo, pero sería más propio para
corrientes más modernas, como el positivismo, la historia evenemencial (de los acontecimientos), etc.
Interpretar la historiografía como parte del ambiente intelectual de
la época en que surge es siempre necesario. Toda producción cultural es
dependiente del modelo cultural existente, llámese a esto la moda, del
estilo o el paradigma dominante en arte o filosofía; y es evidente que
el registro de la historia es una producción cultural. La deconstrucción, el pensamiento débil o la posmodernidad,
conceptos de finales del siglo XX, han sido la incubadora de la
presente deconstrucción de la historia, que para algunos sólo es una
narración.22
Una buena manera de distinguir la interpretación de la historia que
tiene una corriente historiográfica es preguntarse a qué considera
sujeto histórico o el protagonista verdadero de la historia.
Agrupaciones de historiadores
Grupos de historiadores que comparten metodología (y se autopromocionan conjuntamente con el potente mecanismo publicación-cita) surgen a veces en torno a revistas, como la francesa Escuela de Annales (ver en este mismo artículo), la inglesa Past and Present o la italiana Quaderni Storici; grupos de investigación o las propias cátedras universitarias, que son la cúspide de la reproducción de las élites historiográficas, a través del clientelismo y el reconocimiento entre pares (peer review).Historia de la historia
la conciencia de estudiar el pasado o de dejar para el futuro un
registro de la memoria es una elaboración más compleja que las
anotaciones de los templos sumerios.23 Las estelas y relieves conmemorativos de batallas en Mesopotamia y Egipto ya son algo más aproximado.
El resto de las civilizaciones asiáticas alcanzan la escritura y la historia a su propio ritmo, compilan sus fuentes teológicas en forma de libros sagrados - en ocasiones con partes históricas (la Biblia hebrea) o sofisticaciones cronológicas (los Vedas hindúes)- registran sus propios Anales y finalmente su propia historiografía, particularmente la china,24 que tiene su Heródoto en Sima Qian (Memorias históricas, 109 a.C. – 91 a.C.) y alcanzó una definición clásica de historia tipificada y oficial, con el Libro de los Han de Ban Gu (siglo I),
que fijó un modelo repetido sucesivamente por los historiadores de los
períodos siguientes en veinticinco "historias tipificadas", hasta 1928,
en que apareció la última de tan monumental serie.25
Véase también: Interpretaciones de la historia de China
En la América precolombina, fuera de la civilización maya no hay textos de ningún modo comparables. Tanto en ese caso como en el del África subsahariana,las fuentes orales han sido tradicionalmente prioritarias. Son muy
recientes (segunda mitad del siglo XX) los intentos de construir una historiografía africana.26 Aun así hay algunos casos excepcionales, como las bibliotecas de manuscritos de Tombuctú, conectadas con viajeros y conquistadores magrebíes, algunos de origen andalusí como León el Africano, conocido autor de Historia y descripción de África y de las extraordinarias cosas que contiene (1526).27
No obstante, el desarrollo y variedad que ha alcanzado la historiografía en la Civilización Occidental es de un nivel distinto a todas ellas.
Antigua Grecia
se diferencia de ellos por su voluntad de distinguir lo verdadero de lo
falso; por ello realiza su "investigación" (etimológicamente:
"historia"). Una generación después, con Tucídides, esta preocupación se transforma en espíritu crítico, fundado sobre la confrontación de diversas fuentes orales y escritas. Su Historia de la guerra del Peloponeso puede ser vista como la primera verdadera obra historiográfica.
Los continuadores del nuevo género literario de Heródoto y Tucídides fueron muy numerosos en la Grecia Antigua y pueden contarse entre ellos Jenofonte (autor de la Anábasis), Posidonio, Ctesias, Apolodoro de Artemisa, Apolodoro de Atenas, Aristóbulo de Casandrea (ver literatura griega e historiografía helenística)
En el siglo II a. C., Polibio, en su Pragmateia
(traducido también como "Historia"), tratando quizá de escribir una
obra de geografía, aborda la cuestión de la sucesión de los regímenes
políticos para explicar cómo su mundo ha entrado en la órbita romana. Es
el primero en buscar causas intrínsecas al desarrollo de la historia
más que evocar principios externos. En esas alturas del periodo helenístico, la Biblioteca y el Museo de Alejandría
representaban la cumbre del afán griego por preservar la memoria del
pasado, lo que implica su valoración como herramienta útil para el
presente y el futuro.
Antigua Roma
Véase también: Historiografía romana
La civilización romana dispone, a semejanza de los griegos Homero y Hesiodo, de mitos de origen que recogió Virgilio poetizados en la Eneida como un elemento del programa ideológico diseñado por Augusto. También al menos desde la República, mantuvo un cuidado especial por la recopilación de hechos en Anales, la legislación escrita y los archivos vinculados al sagrado de los templos. Hasta las guerras púnicas la recopilación de los principales sucesos acaecidos estaba a cargo de los pontífices, en forma de crónicas anuales.La primera obra histórica completa latina es Los Orígenes de Catón (siglo III a. C.).
El contacto de Roma con el mundo mediterráneo, primero Cartago, y sobre todo Grecia, Egipto y Oriente
fue fundamental para ampliar la visión y utilidad de su género
histórico. Los historiadores (sean romanos o griegos) acompañarán en las
campañas militares a los ejércitos, con el declarado fin de preservar
su memoria a la posteridad, recopilar información de utilidad y
justificar sus acciones. La lengua culta, el griego, se utilizará para este género a la par que la más sobria latina.
Salustio, el Tucídides romano, escribe De Coniuratione Catilinae (la Conjuración de Catilina,
de la que es contemporáneo, 63 a. C.). Realiza un relato extenso de las
causas lejanas de la conjuración, así como de la ambiciones de
Catilina, retratado como un noble degenerado y sin escrúpulos. En Bellum Ingurthinum (guerra de Yugurta rey de los númidas, 111 a. C. a 105 a. C.), denuncia un escándalo colonial. Historiae
era su obra más ambiciosa y madura, conservada parcialmente, que
abarcaba en cinco libros los doce años transcurridos desde la muerte de Sila
en el 78 a. C. hasta el 67 a. C. No es la precisión histórica lo que le
interesa, sino la narración de unos hechos con sus causas y
consecuencias, así como la posibilidad de esclarecer el desarrollo del
proceso de la degeneración en que la República se vio inmersa. Aparte
del individuo, el objeto de su observación se centra en las clases sociales
y las facciones políticas: idealiza un pasado virtuoso, y detecta un
proceso de decadencia que atribuye a los vicios morales, a la discordia
social y al abuso del poder por parte de las distintas facciones
políticas.
Julio César con su Commentarii Rerum Gestarum, acerca de dos de las más grandes acciones bélicas que llevó a cabo: la guerra de las Galias (58 a. C.-52 a. C.) (De Bello Gallico) y la guerra civil (49 a. C.-48 a. C.) (De Bello Civili).
Tito Livio (59 a. C.-17 d. C.), con los 142 libros de Ab Urbe Condita,
divididos en grupos de diez libros que se conocen con el nombre de
"décadas", que se han perdido en su mayor parte, escribe una gran
historia nacional, cuyo único tema es Roma ("fortuna populi romani") y
cuyos únicos actores son el Senado y el pueblo de Roma ("senatus populusque romanus" o SPQR). Su propósito general es ético y didáctico; sus métodos fueron los del griego Isócrates
del siglo IV a. C.: es el deber de la historia decir la verdad y ser
imparcial, pero la verdad debe presentarse con una forma elaborada y
literaria. Utiliza como fuente a los primeros analistas y a Polibio,
pero su patriotismo le lleva a deformar la realidad en detrimento de lo
exterior y a un escaso espíritu crítico. Es historiador de gabinete, no
viaja ni conoce personalmente los escenarios de los hechos que
describe.
Publio Cornelio Tácito (55-120 d. C.), el gran historiador del Imperio bajo los Flavios, es sobre todo un investigador de las causas.
La nómina de historiadores de época romana es extensísima, tanto en lengua latina (Plinio el Viejo, Suetonio...)28 como en griega (Estrabón, Plutarco).
En la decadencia de Roma, el cristianismo vendrá a dar un cambio metodológico radical, introduciendo el providencialismo de Agustín de Hipona. Es ejemplo Orosio, presbítero hispano de Braga (Historiae adversum paganus).
Edad Media
Véase también: Historiografía cristiana
que cuentan el nacimiento de una nación cristiana, exaltan una dinastía
o, al contrario, fustigan a los malvados desde una perspectiva
religiosa. Esta historia, de la que son muestra Moisés de Corene (Historia de Armenia, siglo V), Isidoro de Sevilla (Etimologías e Historia Gothorum, siglo VII), Beda el Venerable (Historia eclesiástica del pueblo inglés, siglo VIII), Pablo el Diácono (Historia gentis Langobadorum, siglo VIII), Eginhardo (Vita Karoli Magni, siglo IX) o Néstor el Cronista (Primera crónica rusa, siglos XI al XII); es providencialista, de inspiración agustinista,
e inscribe las acciones de los hombres en los designios de Dios. Hay
que esperar al siglo XIV para que cronistas como el francés Froissart o el florentino Matteo Villani se interesen por el pueblo, gran ausente de la producción de este periodo.
Véase también: Literatura musulmana#Biografía, historia y geografía
El egipcio Ibn Abd al-Hakam escribió Futuh Misr wa’l-Maghrib("Conquistas de Egipto y del Magreb"), donde recopila las fuentes de
los siglos VII al IX. Otros historiadores árabes medievales fueron Al-Jahiz, Al-Hadani y Al-Masudi (a quien se comparaba con Herodoto). De familia andalusí emigrada, el tunecino Ibn Jaldún (finales del siglo XIV comienzos del XV) ha sido muy valorado por como precedente de la filosofía de la historia y sus planteamientos innovadores en los terrenos de la economía y sociología de su Al-Muqaddimah ("Prolegómenos" o "Introducción" a su obra, planteada como una historia universal).
Para la historiografía española, tanto cristiana como musulmana, véase su sección.
Edad Moderna
Véase también: Historiografía moderna
Durante el Renacimiento, el humanismoaporta un gusto renovado por el estudio de los textos antiguos, griegos
o latinos, pero también por el estudio de nuevos soportes: las
inscripciones (epigrafía), las monedas (numismática) o las cartas, diplomas y otros documentos (diplomática). Estas nuevas ciencias auxiliares de la época moderna contribuyen a enriquecer los métodos de los historiadores: en 1681 Dom Mabillon indica los criterios que permiten determinar la autenticidad de un acta por la comparación de fuentes diferentes en De Re Diplomática. En Nápoles, más de doscientos años antes, Lorenzo Valla al servicio de Alfonso V de Aragón había conseguido demostrar la falsedad de la pseudo-Donación de Constantino. Giorgio Vasari con sus Vidas de artistas nos ofrece a la vez una fuente y un método historiográfico para la historia del Arte.
En esta época la historia no se diferencia de la geografía ni
siquiera de las ciencias naturales. Se dividía en dos partes: la
historia general (la que hoy llamaríamos historia) y la historia natural
(ciencias naturales y geografía). Este sentido amplio de historia se
explica por la etimología del término (ver Historia#Etimología).
La cuestión de la unidad del reino que plantean las guerras de religión de Francia en el siglo XVI dan origen a trabajos de historiadores que pertenecen a la corriente llamada historia perfecta, que muestra que la unidad política y religiosa de la Francia moderna es necesaria, al derivarse de sus orígenes galos (Etienne Pasquier, Recherches de la France). El providencialismo de autores como Bossuet (Discurso sobre la historia universal, 1681), tiende a devaluar la significación de cualquier cambio histórico.
En paralelo, la historia se muestra como instrumento de poder: se pone al servicio de los príncipes, desde Maquiavelo y Guicciardini hasta los panegiristas de Luis XIV, entre los que se cuenta Jean Racine.
Historiografía española medieval y moderna
No era esto ninguna novedad, y la historiografía española es quizá elejemplo más completo de un secular esfuerzo por mantener la continuidad
de la memoria escrita del pasado, que tan buen servicio dio desde las Crónicas medievales que justificaban la Reconquista, para afianzar el poder de los reyes en los distintos reinos cristianos.
Las crónicas
Para Asturias, León y Castilla se encadenan sucesivamente en un conjunto muy completo, que comienza realmente con dos crónicas redactadas en territorio andalusí:- la Crónica bizantina-arábiga (741) y la Crónica Mozárabe (754), que preceden a una crónica perdida del reinado de Alfonso II y establecen su continuidad con las de Alfonso III a finales del siglo IX (Crónica Albeldense, Crónica Profética, Crónica Rotense y Crónica Sebastianense);
- la de Sampiro (del reinado de Bermudo II, cercana al año 1000);
- las del siglo XII (Crónica Silense en torno al 1110, la de Pelayo, obispo de Oviedo, la Crónica de Emperador Alfonso VII y la del monje anónimo de Nájera, estas tres de finales del siglo);
- las del reinado de Fernando III el Santo (Chronicon mundi de Lucas, obispo de Tuy, Crónica latina de los Reyes de Castilla de Juan, obispo de Osma y De rebus Hispaniae del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada);
- las de Alfonso X el Sabio (Estoria de España, editada por Ramón Menéndez Pidal con el título de Primera Crónica General, y la Grande e General Estoria);
- llegando a las del siglo XIV, en que destacan las Crónicas de Pedro López de Ayala (Crónica del rey don Pedro, la de Enrique II, la de Juan I y la inacabada de Enrique III),
más sobrias y pegadas a los hechos que las contemporáneas europeas,
aunque su fin primordial fuera la autojustificación de su autor, Canciller de Castilla, que también compuso un Rimado de Palacio donde describe a sus contemporáneos.
- Suma de crónicas de España, de Pablo García de Santa María (hasta 1412);
- Crónica de Juan II (sobre hechos de 1406 a 1434) por Álvar García de Santa María (h.1370-1460), hermano de Pablo; es reanudada con el nombre de Crónica del Halconero por Pedro Carrillo de Huete, siendo refundida por Lope de Barrientos);
- Alfonso Martínez de Toledo (Arcipreste de Talavera) escribió en 1443 una Atalaya de las Crónicas;
- la Crónica de Álvaro de Luna (1453) es atribuida a Gonzalo Chacón;
- Diego de Valera escribe la Crónica abreviada de España o Crónica Valeriana (1482), que concluye en el reinado de Juan II, el Memorial de diversas hazañas para el de Enrique IV (1486-1487) y la Crónica de los Reyes Católicos (hasta 1488).29
es algo más tardía, pero produce la primera historia general de España
en una lengua romance: el Liber regum, redactado entre 1194 y 1211 en aragonés, que cuenta la historia de los distintos reinos cristianos desde los orígenes míticos de la historia peninsular.30 El Condado de Aragón produce en 851 la Passio beatissimarum birginum Nunilonis atque Alodie. Y del posterior reino contamos con los Anales de San Juan de la Peña, del siglo XII, que fueron copiados en la Crónica homónima. Del mismo siglo data una Breve historia ribagorzana de los reyes de Aragón.31 También se produjo allí la Estoria de los godos (1252 o 1253), primera versión en lengua vernácula de la Historia de rebus Hispaniae.
Para la Corona de Aragón, tras las Gesta veterum Comitum Barcinonensium et Regum Aragonensium32 (iniciada el siglo XII y continuada hasta el XIV), se destacan el Llibre dels feits o Crónica de Jaime I el Conquistador; la Crónica de San Juan de la Peña o de Pedro el Ceremonioso; la de Ramón Muntaner, que cubre el periodo 1207-1328, incluyendo la famosa expedición de los almogávares, en la que participó; y la de Bernat Desclot Llibre del rei En Pere d'Aragó e dels seus antecessors passats (segunda mitad del siglo XIII).
Completan el panorama peninsular la Crónica de los Reyes de Navarra (1454) del Príncipe de Viana (compuesta para justificar su aspiración al trono) y los Annales Portugaleses Veteres (987-1079).
Siglo XVI
Moderna, continúa explícitamente con esa misma función la monumental Historia de España del Padre Mariana (De Rebus Hispaniae libri XX, 1592, aumentada a treinta libros en su propia traducción al castellano en 1601), célebre por otro lado por su defensa del tiranicidio en De Rege et regis institutione escrita para la educación de Felipe III. Otros cronistas del siglo XVI son Florián de Ocampo y Ambrosio de Morales (continuando este la Crónica General en cinco libros iniciada por aquel); Jerónimo Zurita (Anales de la Corona de Aragón) y Esteban de Garibay (Compendio historial de las chronicas y universal historia de todos los reynos de España).
Siglo XVII
La historiografía barroca incluye fantasiosas manipulaciones históricas, como los plomos del Sacromonte o los falsos cronicones de Ramón de la Higuera y Antonio Lupián Zapata. Fray Prudencio de Sandoval continúa la crónica de Ocampo y Morales y redacta una Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V; Pedro de Salazar y Mendoza un Origen de las dignidades seglares de Castilla y León, y Bartolomé Leonardo de Argensola los Anales de Aragón.A finales del siglo XVII, la reflexión sobre la historiografía misma
surge en España como necesidad derivada de la acumulación de tan ingente
corpus cronístico, siendo su primer intento la Noticia y juicio de los más principales historiadores de España, de Gaspar Ibáñez de Segovia, Marqués de Mondéjar (publicado tras su muerte en 1708).
Otros géneros historiográficos
Otros géneros historiográficos también se cultivan desde la Edad Media, como el tratamiento de una figura aislada (ciclo de el Cid), y ya en el siglo XV las memorias (Leonor López de Córdoba, circa 1400), la biografía (El Victorial de Gutierre Díez de Games, Generaciones y Semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán) y la relación de un hecho puntual, como el Libro del paso honroso de Suero de Quiñones, de Rodríguez de Lena. Los libros de viajes como el de Pedro Tafur o el de Ruy González de Clavijo (que fue embajador ante Tamerlán), proporcionan informaciones muy valiosas.Al-Andalus
Muhammad al-Razi realiza (en la primera mitad del siglo X de la era cristiana, IV de la Hégira) la primera historia general de la Península Ibérica, Ajbar Mutuk al-andalus que continuaron otros al-Razi: su hijo Ahmad (llamado en castellano el moro Rasis) y el de éste (Isa ben Ahmad). Esta historia se divulgó en los reinos cristianos con el nombre de Crónica del moro Rasis y se utilizó por Jiménez de Rada.Aríb de Córdoba, secretario de al-Hakam II, escribió una Crónica de su gobierno, y en el mismo reinado Muhammad al-Jusaní (muerto en 361/971) el Kitáb al-qudá bi-Qurtuba, historia de los cadíes (jueces) de Córdoba.
En época de Almanzor se escribe una historia controladísima, como es la de Ibn Asim, significativamente titulada al-Ma´atir al-camiriyya (Gestas amiríes), obra que sólo conocemos por referencias.
Entre los historiadores del siglo XI (V de la Hégira), la edad de oro
coincidente con la descomposición del califato y los reinos de taifas, sobresalen los cordobeses Ibn Hazm (Fisal o Historia crítica de las religiones, sectas y escuelas) e Ibn Hayyán (Muqtabis el Matín).
En el siglo XIII, el alcireño Ibn Amira escribió la Kitab Raih Mayurqa (Libro del reino de Mallorca).33
Ya fuera del periodo de presencia musulmana en Al-Andalus completa la historiografía islámica clásica Al-Maqqari, con su Nafh al-Tib
(siglos XVI-XVII), que reúne muchas fuentes anteriores. Las fuentes
musulmanas son, en general, peor conocidas, e incluirían las posteriores
a la Reconquista, como la poco conocida Historia de Ibn Idhari (siglo XVI).34
Los cronistas de Indias
al divulgarse por toda Europa como propaganda antiespañola. La visión
de los indígenas, que vieron sus documentos y cultura material saqueados
y destruidos, fue posible por algunos casos excepcionales, como el inca
Felipe Guamán Poma de Ayala.
Oficialmente el cargo de Cronista de Indias se inicia con la documentación reunida por Pedro Mártir de Anglería que se pasa en 1526 a Fray Antonio de Guevara, Cronista de Castilla; y con Juan Gómez de Velasco que hace lo propio con los papeles del cosmógrafo mayor Alonso de Santa Cruz, a los que suma el cargo de cronista. Antonio de Herrera es nombrado Cronista Mayor de Indias en 1596, y publica entre 1601 y 1615 la Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano, conocida como Décadas. Antonio de León Pinelo (criado en Lima, que había recopilado las Leyes de Indias), Antonio de Solís y Pedro Fernández del Pulgar
cubrieron el cargo durante el siglo XVII. En el siglo XVIII la
institución se refunda con la creación de otras dos, muy importantes
para el mantenimiento de la memoria y la historiografía española: la Real Academia de la Historia y el Archivo General de Indias. Aún tuvo tiempo de destacar la figura de Juan Bautista Muñoz (Historia del Nuevo Mundo, que no completó).
Ilustración
Véase también: Historiografía del s. XVIII
En el siglo XVIII, tuvo lugar un cambio fundamental: los planteamientos intelectuales de la Ilustración de una parte, y de otra el descubrimiento de la alteridad en otras culturas ajenas a la europea (el exotismo, el mito del buen salvaje),suscita un nuevo espíritu crítico (aunque de hecho, son parecidas
circunstancias a las que se podían ver en Heródoto). Se ponen en
cuestión los prejuicios culturales y el universalismo clásico.
El descubrimiento de Pompeya renueva el interés por la Antigüedad clásica (Neoclasicismo) y proporciona materiales que inauguran una naciente ciencia de la arqueología.
Las naciones europeas alejadas del Mediterráneo buscan sus orígenes
históricos en mitos y leyendas que a veces se inventan (el Ossian de James Macpherson, que simuló haber encontrado al Homero celta).
También se interesan en las costumbres nacionales los franceses Fenelon, Voltaire (Historia del imperio de Rusia bajo Pedro el Grande y El siglo de Luis XIV, 1751) y Montesquieu, que teoriza sobre ello en El espíritu de las leyes. En Inglaterra, Edward Gibbon escribe su monumental Historia del Declive y Caída del Imperio romano (1776-1788), donde hace de la precisión un aspecto esencial del trabajo del historiador.
moral y la inclusión de juicios de parte, con lo que su objeto
permanece limitado.
En España destaca la España Sagrada del padre agustino Enrique Flórez,
recopilación de documentos de historia eclesiástica, expuesta con
criterio ultraconservador (1747 y continuada tras su muerte hasta el
siglo XX) y la Historia crítica de España del jesuita desterrado Juan Francisco Masdeu; desde una perspectiva más ilustrada tendríamos al regalista Melchor Rafael de Macanaz, al crítico Gregorio Mayans y Siscar (uno de sus discípulos, Francisco Cerdá y Rico, intentó emular a Lorenzo Valla discutiendo la veracidad del medieval voto de Santiago), y más avanzado el siglo al propio Gaspar Melchor de Jovellanos, Juan Sempere y Guarinos, Eugenio Larruga y Boneta (Memorias políticas y económicas), y el espléndido documento recopilatorio que es el Viaje de España de Antonio Ponz. Intermedio entre ambas tendencias se encuentra el caso de Juan Pablo Forner, casticista en su famosa Oración apologética por España y su mérito literiario (1786) y reformista en otras obras, publicadas después de su muerte.
Siglo XIX: la historia, ciencia erudita
Véase también: Historiografía contemporánea
Es un periodo rico en cambios, tanto en la manera de concebir la historia como en la de escribirla.En Francia se la considera como una disciplina intelectual distinta
de otros géneros literarios desde el comienzo del siglo, cuando los
historiadores se profesionalizan y fundan los archivos nacionales
franceses (1808). En 1821 se crea la Ecole nationale des Chartes, primera gran institución para la enseñanza de la historia.
En Alemania, esta evolución se había producido antes, y estaba
presente en las universidades de la Edad Moderna. La
institucionalización de la disciplina da lugar a vastos corpus que
reúnen y transcriben sistemáticamente las fuentes. El más conocido es Monumenta Germaniae Historica,
desde 1819. La historia gana una dimensión de erudición, pero también
de actualidad. Pretende rivalizar con las demás ciencias, sobre todo con
el gran desarrollo que están teniendo éstas. Theodor Mommsen contribuye a dar a la erudición las bases críticas, en su Römische Geschischte (Historia de Roma) 1845-1846, además de colaborar en el citado Monumenta Germania Histórica y Corpus Inscriptionum Latinarum.
En Francia, desde los años 1860, el historiador Fustel de Coulanges escribe la historia no es un arte, es una ciencia pura, como la física o la geología. Sin embargo la historia se implica en el debate de su época y está influida por las grandes ideologías, como el liberalismo de Alexis de Tocqueville y François Guizot. Sobre todo se deja influir por el nacionalismo e incluso el racismo. Coulanges y Mommsen trasladan al debate historiográfico el enfrentamiento de la guerra francoprusiana
de 1870. Cada historiador tiende a encontrar las cualidades de su
pueblo (el "genio"). Se fundan las grandes historias nacionales.
manteniendo la calidad de la reflexión y la explotación crítica de las
fuentes, no recelan de explayarse en el estilo y la mantienen como un
arte. Los progresos metodológicos no impiden contribuir a las ideas
políticas de su tiempo. Michelet, en su Historia de la Revolución francesa (1847-1853), contribuye igualmente a la definición de la nación francesa contra la dictadura de los Bonaparte, así como al revanchismo antiprusiano (murió poco después de la batalla de Sedán). Con la III República,
la enseñanza de la historia se conforma como un instrumento de
propaganda al servicio de la formación de los ciudadanos, y continuará
siéndolo durante el siglo XX.
Otro de los fundadores de la historiografía en el siglo XIX fue Leopold Von Ranke,
que era muy crítico con las fuentes usadas en historia. Estaba en
contra de los análisis y las racionalizaciones. Su adagio era escribir la historia tal como fue.
Quería relatos de testigos visuales, enfatizando sobre su punto de
vista. Importantes historiadores alemanes del siglo XIX, que no
participaron de su pretensión de objetividad, fueron Johann Gustav Droysen (fijó el concepto de helenismo) y Heinrich von Treitschke (de importante actividad política, que acuñó el lema antisemita ¡Los judíos son nuestra desgracia!). Hans Delbrück desarrolló la historia militar.
El papel epistemológico de la ciencia de la historia se ve sujeto a
los grandes esquemas intelectuales que se construyen a partir de
corrientes filosóficas como el positivismo y el historicismo. El historicismo es dominante entre los seguidores de Ranke en Alemania, con un acusado componente idealista:
las ideas son las raíces del proceso histórico al encarnarse en hombres
o instituciones. El positivismo es dominante en Francia (Coulanges, Hippolyte Taine),
donde la historiografía es más analítica que narrativa, evitando
explicaciones trascendentales y buscando en la misma naturaleza de las
cosas la explicación última de los hechos. En Inglaterra se produjo una
síntesis ecléctica y moderada de positivismo e historicismo (lord Acton, John B. Bury, ambos catedráticos de Cambridge).35
La propuesta de Wilhelm Dilthey de separación de campos entre las ciencias naturales, objetivas; y las ciencias del espíritu,
subjetivas, situaba a la historia entre estas. Su deseo era superar
tanto el eruditismo entendido como mero coleccionismo de hechos
individuales, como el recurso a métodos de ciencias ajenas a la
historia, por lo que optaba por leyes psicológicas para garantizar el
carácter científico de la interpretación de los acontecimientos.
Hegel y Marx
introducen el cambio social en la historia. Los historiadores
anteriores se habían centrado en los ciclos de auge y decadencia de
gobernantes y naciones. Una nueva disciplina emergente aporta el
análisis y la comparación a gran escala: la sociología. Desde la historia del arte, estudios como el de Jacob Burckhardt sobre el Renacimiento se convierten en la referencia para entender los fenómenos culturales. La arqueología pone en contacto el mito con la realidad histórica, tanto en Egipto como en Mesopotamia y Grecia (Heinrich Schliemann en Troya, Micenas y Tirinto, y más tarde Arthur Evans
en Creta); todo ello en un ambiente romántico y aventurero que se va
depurando para hacerse científico, aunque no desaparece, como prueba la
tardía aportación de Howard Carter (Tutankamon) y la imagen popular de los arqueólogos que perpetúa el cine (Indiana Jones). La antropología aplicada a la explicación de los mitos produjo el monumental trabajo de James George Frazer (La rama dorada),
a partir del cual la historiadores pudieron replantearse su punto de
vista sobre la relación de las sociedades humanas de todas las épocas
con la magia, la religión e incluso la ciencia.
Siglo XX
La historia va asentándose como una ciencia social, una disciplinacientífica implicada en la sociedad. A principios del siglo XX, la
historia había adquirido una dimensión científica incontestable, un
papel destacado en la educación y una estructura institucional sólida. A
las Academias, los departamentos universitarios y las revistas
especializadas, se fueron añadiendo las asociaciones profesionales, como
la American Historical Association, fundada en 1884.
La historia, entre el positivismo y el ensayismo
Instalada en el mundo de la enseñanza, erudita, la disciplina se influencia por una versión empobrecida del positivismo de Auguste Comte. Pretendiendo objetividad, la historia limita su objeto: el hecho o acontecimientoaislado, en el centro del trabajo del historiador, se considera como la
única referencia que responde correctamente al imperativo de
objetividad. Tampoco se ocupa de establecer relaciones de causalidad, sustituyendo por retórica el discurso que se pretendía científico.
Simultáneamente y en contraste, se desarrollan disciplinas anejas que tienden a la generalización, como historia cultural o la historia de las ideas, con Johan Huizinga (El otoño de la Edad Media) o Paul Hazard (La crisis de la conciencia europea) entre sus iniciadores. Ensayistas como Oswald Spengler (La decadencia de Occidente) y Arnold J. Toynbee (Un estudio de la Historia) en famosa controversia, publican profundas reflexiones sobre el concepto mismo de civilización que junto con la Rebelión de las Masas o España invertebrada de José Ortega y Gasset
se divulgaron extraordinariamente, al ser el reflejo del pesimismo
intelectual de entreguerras. Más cercano al método del historiador, y no
menos profundo, es el trabajo de sus contemporáneos el belga Henri Pirenne (Mahoma y Carlomagno), o el australiano Vere Gordon Childe (padre del concepto Revolución neolítica).
No obstante, la principal transformación de la historia de los acontecimientos viene de aportes exteriores: Por un lado el materialismo histórico de inspiración marxista, que introduce la economía
en las preocupaciones del historiador. Por otro lado, la perturbación
causada en la historiografía por los desarrollos políticos, técnicos,
económicos o sociales que conoce el mundo, sin olvidar los conflictos
mundiales. Nuevas ciencias auxiliares aparecen o se desarrollan
considerablemente: arqueología, demografía, sociología y antropología, bajo la influencia del estructuralismo.
La Escuela de Annales
En torno a la revista Annales d’histoire économique et sociale, fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch en 1928, surgió na corriente de pensamiento (la llamada escuela de Annales) que agrandó el campo de la disciplina al solicitar la confluencia de otras ciencias, en particular la sociología; y más genéricamente transformó la historia ampliando su objeto más allá del acontecimiento e inscribiéndola en la larga duración (longue durée). Tras el paréntesis de la segunda guerra mundial, Fernand Braudel continúa la revista y recurre por primera vez a la geografía, la economía política y la sociología para elaborar su tesis de economía-mundo (ejemplo clásico es El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempo de Felipe II).El papel del testimonio histórico cambia: permanece en el centro de
las preocupaciones del historiador, pero ya no es el objeto, sino que se
le considera como un útil para construir la historia, útil que puede
ser obtenido en cualquier dominio del conocimiento. Una constelación de
autores más o menos próximos a Annales participan de esa renovación metodológica que llena las décadas centrales del siglo XX (Georges Lefebvre, Ernest Labrousse).
La visión de la Edad Media cambia completamente tras una relectura
crítica de las fuentes, que tienen su mejor parte justo en lo que no
mencionan (Georges Duby).
Privilegiando la larga duración al tiempo corto de la historia de los
acontecimientos, muchos historiadores proponen repensar el campo de la
historia desde Annales, entre ellos Emmanuel Le Roy Ladurie o Pierre Goubert.
Alternativas a Annales
Otros historiadores franceses, fuera de Annales, Philippe Ariès, Jean Delumeau y Michel Foucault,este último en las fronteras de la filosofía, describen la historia de
los temas de la vida diaria, como la muerte, el miedo y la sexualidad.
Quieren que la historia escriba sobre todos los temas, y que todas las
preguntas se respondan.
Desde una orientación completamente opuesta (la derecha católica), Roland Mousnier realizó una aportación decisiva a la historia social del Antiguo Régimen, negando la existencia de lucha de clases e incluso de estas mismas, en beneficio de lo que describe como una sociedad de órdenes y relaciones clientelares.36
Tercera generación de Annales: "nueva historia" o "nueva historia cultural"
"Nueva historia" es la denominación, popularizada por Pierre Nora y Jacques Le Goff (Hacer la Historia, 1973), que designa la corriente historiográfica que anima la tercera generación de Annales. La nueva historia trata de establecer una historia serial de las mentalidades, es decir, de las representaciones colectivas y de las estructuras mentales de las sociedades.También ubicada dentro de la tercera generación de la escuela de Annales,
la corriente historiográfica denominada "nueva historia cultural"
comienza en 1966 y aún persiste en la actualidad. Tiene como claro
referente la nueva historia antropológica, rama de la antropología, cuyos máximos exponentes del tema fueron Bronislaw Malinowski y Clifford Geertz. Al igual que las dos primeras generaciones de Annales,
esta corriente maneja la interdisciplinariedad con otras ciencias
sociales; además de contar con la antropología, también cuenta con la
colaboración de sociólogos, psicólogos, lingüistas, etc.
Entre sus representantes más significativos están Peter Burke, Roger Chartier, Robert Darnton, Patrice Higonnet, Lynn Hunt, Keith Jerkins y Sarah Maza. Su objeto de estudio se centra en las culturas a lo largo de la historia, entendiéndose por "culturas" según la definición de Clifford Geertz
en su método de la "descripción densa", a la dimensión simbólica de la
acción como un conjunto de significados heredados y expresados
simbólicamente en los hábitos de la vida cotidiana. La historia cultural
considera que todas las sociedades del pasado han tenido cultura, sin
hacer juicios de valor en considerar a unas mejores o peores que otras.
Otro principio clave de esta corriente historiográfica, es aplicar el
concepto de la "otredad",
es decir, ver al "otro" desde "el otro" a las demás culturas.
Consideran que no existe una cultura homogénea, sino que hay
"subculturas" insertas a su vez, dentro de otras culturas,
civilizaciones o regiones. La cultura, es concebida como la tradición
recibida y modificada por quienes la han heredado, y que a su vez, han
hecho una "construcción simbólica" de las sociedades.37
La historiografía francesa repiensa su Revolución
Se ha dicho que cada generación tiene derecho a reescribir la historia.38En el ámbito académico, la revisión de las formas de entender el pasado
forma parte de la tarea del historiador profesional. Hasta qué punto
esa revisión se plantea científicamente, como un falseamiento de las
certidumbres anteriormente establecidas (Karl Popper) y no pseudocientíficamente, como haría lo que se denomina de forma peyorativa revisionismo
historiográfico es algo de difícil evaluación. Una prueba de toque
sería detectar si el revisionista es un outsider del mundo académico,
que se dedica al uso político de la historia,
cosa que por otra parte es vicio común: la historia siempre se ha usado
como arma en la transformación social, y los medios académicos no han
sido nunca una excepción. En historiografía, ciencia social, es difícil
ver si nos encontramos ante un cambio de paradigma como los que estudió Thomas Kuhn para las ciencias experimentales (Historia de las revoluciones científicas), fundamentalmente porque nunca hay un consenso tan universalmente compartido como para entender que la desviación de él sea una revolución.39
Una de las grandes polémicas revisionistas (en el buen sentido) vino con el segundo centenario de la Revolución francesa (1989). Autores de tendencia estructuralista, cercanos a Annales (François Furet o Denis Richet),
sintetizaron los estudios de las décadas de 1970 y 1980 en lo que
pretendía ser un nuevo paradigma interpretativo alternativo al marxista
que había dominado la historia social del periodo: Albert Soboul, Jacques Godechot, y más recientemente Claude Mazauric, Michel Vovelle o Crane Brinton (Anatomía de la Revolución). Lejano de ambas tendencias, Simon Schama y los nuevos narrativistas hacen una historia cultural de lo político y muy narrativa, anti-estrucutralista y de tintes tendencialmente conservadores (iniciada por Richard Cobb ya en la década de 1970). También mantiene distancia frente a la nouvelle Histoire Politique de René Rémond. Arno Mayer se lamenta de que la revisión haya dado cancha a un uso político de la historia en el que se condenan a priori las revoluciones como inherentemente perversas.40
Un subgénero: las conmemoraciones
que cumplen años "redondos" (centenarios, decenarios, etc.) es una
ocasión de lucimiento profesional para los historiadores, de
acercamiento de la disciplina al gran público y de coartada para
distintos tipos de justificaciones. El bicentenario de Estados Unidos
(1976) había sido un precedente difícil de superar en cuanto a impacto
mediático y coste económico. Las últimas que recordamos para España
fueron la de la Guerra Civil Española (1976, con la innovadora exposición del Palacio de Cristal de los Jardines del Retiro comisariada por Javier Tusell; 1986, cincuentenario que se aprovechó también para recordar particularmente a Antonio Machado, y García Lorca con la izquierda en el poder; 1996; 2006, con los debates sobre la memoria histórica), Carlos III (1988, en emulación de la paralela preparación del bicentenario francés), el Quinto Centenario del Encuentro entre dos Mundos (1992), Cánovas (1998), el Año Quijote (2005). Existe incluso una Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, que mantiene una apretada agenda.41
Sin necesidad de conmemorar algo más concreto que su propia
intemporalidad, pero con el mismo afán justificativo (en el que tiene
milenios de ventaja) la Iglesia Católica española ha realizado el
conjunto de exposiciones más notable: Las edades del hombre,42
repaso temático de asuntos religiosos ilustrado sucesivamente con
distintos soportes histórico-artísticos exquisitamente seleccionados y
expuestos (libros, música, escultura...) itinerante por las catedrales
de Castilla y León, que en sí mismas ya justificaban la visita. El mismo formato y comisario tenía Inmaculada, que conmemoraba el 150 anniversario del dogma (Catedral de la Almudena,
Madrid, 2006) y que sirvió para compensar la reciente inauguración del
edificio, de gusto y decoración discutidos. Inspirada en ellas se
realizó por el gobierno navarro la exposición Las Edades de un Reino (Pamplona 2006, coincidiendo con la del centenario de San Francisco Javier en Javier).
Historiografía anglosajona
Los Estados Unidos son muy pródigos en la experimentación de nuevos enfoques metodológicos, como- el cuantitativismo de la cliometría o new economic history (nueva historia económica) norteamericana, de Robert Fogel y Douglass North, premios Nobel de economía de 1993 (de los pocos historiadores que han recibido el Premio Nobel, con los de literatura de Theodor Mommsen y Winston Churchill).
- los case-studies (desde los años 1970). Un case study es un método
particular de investigación cualitativa. Más que utilizar grandes bases
de datos y rígidos protocolos para examinar un número limitado de
variables, este método implica un examen longitudinal de un caso: un
solo hecho. La historia se acerca al método experimental.43 - la llamada World History (desde los años 1980), que compara
las diferencias y semejanzas entre regiones del mundo y llega a nuevos
conceptos para describirlas (considera a Arnold J. Toynbee un precursor).
intelectuales europeos antes y después de la segunda guerra mundial,
como fue el caso de Mircea Eliade, el mayor renovador de la historia de las religiones o historia de las creencias (Lo sagrado y lo profano, El mito del Eterno Retorno).
Pero las principales aportaciones de los historiadores ingleses, que disponen de publicaciones comparables a Annales (Past and Present)
están en el centro de la corriente principal de producción
historiográfica, para el caso de esta revista, de tendencia marxista,
entre los que figuran autores de la talla de E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, Perry Anderson, Maurice Dobb, Christopher Hill, Rodney Hilton, Paul Sweezy, John Merrington...
que en modo alguno debemos entender como una tendencia unitaria, pues,
tras los años de la segunda guerra mundial y su posguerra (en que muchos
de ellos funcionaron como el Grupo de historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña) fueron alejándose entre sí y de las posiciones marxistas ortodoxas, dando origen a lo que se ha venido en llamar tendencia marxiana. Las polémicas entre ellos y con autores no marxistas, como H. R. Trevor-Roper, se hicieron merecidamente famosas.
Cada autor debe verse a través de su posición personal, como los norteamericanos John Lukacs, Gertrude Himmelfarb, Peter Gay (perspectiva psicológica) o Immanuel Wallerstein (del campo de la historia económica y social, que ha desarrollado un concepto de sistema mundial en la línea de Fernand Braudel); los británicos Steven Runciman (medievalista imprescindible para las Cruzadas), E. H. Carr o Lawrence Stone; los canadienses Donald Creighton o Bruce Trigger (etnohistoriador y arqueólogo); o los ya citados Arno Mayer, Richard Cobb, Crane Brinton o Simon Schama.
Historiografía italiana
En torno a la revista Quaderni Storici, un grupo dehistoriadores italianos desarrolló a partir de finales de siglo XX una
innovadora extensión de la historia social que denominaron Microhistoria (Giovanni Levi, Carlo Ginzburg). Con alguna aproximación a este método, Carlo M. Cipolla hace sobre todo una historia económica de gran envergadura, así como reflexiones metodológicas interesantes (la parodia Allegro ma non troppo).
Historiografía alemana
La introspección de los intelectuales alemanes ante su papel frenteal nazismo y los distintos grados de responsabilidad de la nación, el
pueblo o las clases dirigentes alemanas sobre las dos guerras mundiales y el convulso período de entreguerras que presenció el surgimiento del nazismo fue objeto de la atención de historiadores de muy distintas tendencias, como Gerhard Ritter Hans-Ulrich Wehler o Karl Dietrich Bracher. La denominada polémica de los historiadores de los años ochenta entre el filósofo Jürgen Habermas (que sostenía la presencia constante del nazismo) e historiadores como Ernst Nolte y Joachim Fest (quienes pretendían tomar distancia frente a "ese pasado que no pasa" analizando cuestiones tan espinosas como el Holocausto
desde una perspectiva que a sus oponentes parecía casi justificadora,
equiparando nazismo y comunismo) presidió la década de los ochenta,
previa a la reunificación alemana de 1989.44
Los hispanistas
La disponibilidad de materia prima documental en los archivosespañoles atraen a profesionales formados en las universidades europeas o
norteamericanas, en una especie de fuga de cerebros al revés que renovó la metodología y las perspectivas de los historiadores españoles.
Maurice Legendre fue uno de los iniciadores del hispanismo francés a través de la Casa de Velázquez, siguiéndole una impresionante nómina: Marcel Bataillon (con su imprescindible Erasmo en España), Pierre Vilar (Cataluña en la España Moderna y su breve pero influyente Historia de España), Bartolomé Bennassar (modelo de cómo la historia local puede integrarse en la corriente central de la historiografía de vanguardia con su Valladolid en el siglo de oro),45 Georges Demerson, Joseph Pérez (autoridad para las Comunidades, la Inquisición, los judíos...), Jean Sarrailh (ejemplo de síntesis de una época con La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII)...
El hispanismo anglosajón tiene como uno de sus decanos a Gerald Brenan (observador de El laberinto español desde su atalaya en las Alpujarras), secundado por una lista no menos impresionante que la francesa: Hugh Thomas (durante mucho tiempo el autor más citado de su especialidad con Spanish Civil War), John Elliott (que con El Conde-Duque de Olivares ha dado muestra de cómo puede una biografía reflejar una época), John Lynch, Henry Kamen, Ian Gibson (irlandés nacionalizado español, autor de imprescindibles biografías de los gigantes culturales del siglo XX), Paul Preston, Gabriel Jackson, Stanley G. Payne, Raymond Carr, Geoffrey Parker, Edward Malefakis...
Historiografía española contemporánea
Civil y el exilio interior y exterior. A la mitad del siglo XX podía
contemplarse repartido por todo el mundo un nutrido grupo de
individualidades: Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Julio Caro Baroja, José Antonio Maravall, Jaume Vicens Vives (a quien se debe entre otras aportaciones, la creación del Índice Histórico Español en 1952), Antonio Domínguez Ortiz, Luis García de Valdeavellano, Ramón Carande y Thovar...
En la posguerra se crea el CSIC, en cuyo organigrama se incluyen departamentos de historia. La requisa de papeles por el bando vencedor con fines represivos y su concentración permitirán el funcionamiento de una sección del Archivo Histórico Nacional en Salamanca especializada en la Guerra Civil Española (desde 1999 denominado Archivo General de la Guerra Civil Española).
Fue centro de una polémica que trascendió el ámbito de lo
historiográfico para entrar completamente en el ámbito de lo político,
muy intensa entre 2004 y 2006, por la devolución a la Generalidad de Cataluña de los originarios de esta institución y de otras catalanas (los llamados papeles de Salamanca), que se puede considerar como parte de la polémica simultánea en torno a la llamada recuperación de la memoria histórica.46
En la segunda mitad del siglo XX se produce una intensa renovación
metodológica en todas las ramas de la ciencia histórica, y se
multiplican los departamentos universitarios. Algunos historiadores
vuelven del exilio, donde se habían mantenido como referentes de una
forma de hacer historia no sometida a censura, es el caso de Manuel Tuñón de Lara, preocupado por la reflexión metodológica (materialismo histórico)
a la vez que mantiene una postura militante en política. Es de destacar
la labor efectuada, también en Francia, por la Editorial Ruedo Ibérico, cuyos libros se distribuían de forma semiclandestina, así como de algunas en México (Fondo de Cultura Económica).
Hay una división clara entre una minoría de historiadores conservadores (Luis Suárez Fernández, Ricardo de la Cierva) y una mayoría abiertos a las nuevas tendencias, que no forman una corriente historiográfica unida. Ver Gonzalo Anes, Julio Aróstegui, Miguel Artola, Ángel Bahamonde, Bartolomé Clavero, Manuel Espadas Burgos, Manuel Fernández Álvarez, Emiliano Fernández de Pinedo, Josep Fontana, Jordi Nadal, Gabriel Tortella, Javier Tusell, Julio Valdeón Baruque...
Son reseñables las figuras destacadas en campos de estudio concretos: la de Francisco Tomás y Valiente y Alfonso García-Gallo en la historia del Derecho, la de Emilio García Gómez en el arabismo, la de Guillermo Céspedes del Castillo en americanística, la de Antonio García y Bellido y Antonio Blanco Freijeiro en la arqueología, las de Pedro Bosch Gimpera, Luis Pericot, Juan Maluquer o Emiliano Aguirre en la prehistoria (la de éste último vinculada al inicio del excepcional yacimiento de Atapuerca, cuyo estudio es continuado por Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro que han puesto a la prehistoria española en el centro de la atención mundial).
Véase también: Estudios de historia del arte en España
Historia excéntrica. La mixtificación. Falsear la historia
o campo central del trabajo de los historiadores "oficiales". Siempre
ha habido literatura semejante, y podría recordarse un ejemplo notable,
como Ignacio Olagüe y su libro La Revolución islámica en Occidente, que pretendía probar la inexistencia de invasión árabe en el siglo VIII, y que obtuvo algún eco en los años 1960 y 1970.47
En la actualidad el debate en torno a la Segunda República Española, la Revolución de octubre de 1934 y la Guerra Civil Española, que afecta incluso a cuestiones tan aparentemente peregrinas como qué fecha tomar como comienzo de ésta,48 está llenando los estantes de los supermercados con una literatura que algunos llaman revisionismo histórico, por paralelismo con el negacionismo del Holocausto. La necesidad de que determinadas afirmaciones o negaciones historiográficas sean objeto de sanción penal es objeto de debate.49
No es la española la única historiografía que debe enfrentarse con la
excentricidad: el caso más llamativo de los últimos años ha sido
seguramente el de la atribución del descubrimiento de América al
almirante chino Zheng He.50
Sobrepasar la frontera de la historia excéntrica es entrar de lleno
en el fraude histórico, en el que hay egregios precedentes: desde la Donación de Constantino (que justificó el poder temporal de los papas) a los Protocolos de los Sabios de Sion (que alimentaron el antisemitismo y están en el origen de la Conspiración Judeomasónica).
El caso reciente más estrafalario (sin llegar al éxito de los
anteriores, por lo que como mucho se puede comparar a los intentos
fallidos de falsificar la historia, como los plomos del Sacromonte), es el de los famosos (y falsos) Diarios de Hitler publicados por la revista Stern en 1983, con los que un historiador tan serio como Trevor Roper
fue engañado o se dejó engañar. El último en desvelarse, de momento, es
el de los documentos falsificados e introducidos en archivos británicos
que sustentaron los libros donde Martin Allen revelaba extrañas conspiraciones durante la Segunda Guerra Mundial.51
La utilización de la historiografía para falsear la historia es tan
antigua como la propia disciplina (habría que remontarse al menos hasta Ramsés II y la batalla de Kadesh), pero en el siglo XX la capacidad que alcanza el Estado y los medios de comunicación de masas (llamados cuarto poder)
permitieron a los regímenes totalitarios jugar con la posibilidad de
cambiar la historia, no sólo hacia el futuro, sino hacia el pasado. La
novela 1984 de George Orwell (1948) es un testimonio de lo verosímil que esto resultaba. Las fotografías retocadas fueron una especialidad no sólo de Stalin contra Trotsky, sino del mismo Francisco Franco con Hitler.52 El propio Winston Churchill tenía claro, incluso desde la democracia, que "La historia será amable conmigo, porque tengo la intención de escribirla".53 La reflexión acerca de si la Historia es escrita por los vencedores es una tarea más propia de los filósofos de la historia.
Lo cierto es que en historia todo cambia, nada es permanente, y mucho
menos su ocultamiento, como prueba el debate sobre la subasta al alza
de malignidad entre izquierdas y derechas, que aún dará para muchos
libros como el de Stéphane Courtois (El libro negro del comunismo, 1997) y su respuesta El libro negro del capitalismo.
Véase también
- Edad Media
- Historia y teoría de la Arqueología
- Estudio de la Historia del Arte
- Historia evenemencial
- Acontecimiento
- Coyuntura
- Larga duración (historiografía)
- Tiempo histórico
- Fernand Braudel
- Historia cultural
- Historia de América
- Historia e historiografía
Referencias
Real Academia Española (2014). «historiógrafo». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Madrid: Espasa.
Real Academia Española (2014). «historia». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Madrid: Espasa.
Real Academia Española (2014). «grafo». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Madrid: Espasa.
- Artículo de Juan Bolea en El Periódico de Aragón, citando varias de las célebres mixtificaciones de imágenes históricas.
Bibliografía
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- ARÓSTEGUI, Julio (2001). La investigación histórica: teoría y método. Barcelona: Crítica. ISBN 84-8432-137-1.
- Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke, Felipe Soza (2013). Comprender el pasado: Una historia de la historiografía. Ediciones Akal. ISBN 9788446037279.
- CARR, Edward H. (1961). ¿Qué es la Historia?. Barcelona: Ariel. ISBN 84-344-1001-X.
- CANNADINE, David (ed.) (2005). ¿Qué es la historia ahora?. Granada: Editorial Universidad de Granada. ISBN 84-338-3332-4.
- Paloma CIRUJANO, Teresa ELORRIAGA y Juan Sisinio PÉREZ GARZON: Historiografía y nacionalismo español (1834-1868), Madrid, CSIC, 1985, ISBN 84-8432-122-3
- CUENCA TORIBIO, José Manuel (2005). Cartas a un joven historiador: estudios historiográficos. Encuentro. ISBN 9788474907681.
- FONTANA LÁZARO, Josep. (1996). La historia después del fin de la historia. Barcelona: Crítica. ISBN 84-7423-561-8.
- GALLEGO, José Andrés (ed.) (2003). Historia de la historiografía española. Madrid: Encuentro. ISBN 84-7490-709-8.
- GRANJA, José L. de la; y MIRALLES, R. (coords.): Tuñón de Lara y la historiografía española. Madrid: Siglo XXI, 1999. ISBN 84-323-1003-4
- PEIRÓ, Ignacio; y Gonzalo PASAMAR: Diccionario Akal de historiadores españoles contemporáneos (1840-1980). Madrid: Akal, 2002.
- MORADIELLOS, Enrique: Las caras de Clío. Una introducción a la historia, Madrid: Siglo XXI de España, 2001. ISBN 84-323-1073-5
- MORALES MOYA, Antonio (1993). Historia de la historiografía española, en Enciclopedia de Historia de España, vol. 7. Madrid: Alianza. ISBN 8420652431.
- PÉREZ GARZÓN, Juan Sisinio, y otros (2000), La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, Barcelona: Crítica. ISBN 84-8432-122-3
- TUÑÓN DE LARA, Manuel (1985). Por qué la Historia. Barcelona: Aula Abierta Salvat. ISBN 84-345-7814-X.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Historiografía.
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre historiadores.
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Historiografía.
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Historiadores.
- Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre historiografía.
- Portal sobre Historiografía y Cultura Histórica
- Revista de Historiografía del Instituto de Historiografía de la Universidad Carlos III. Director: Jaime Alvar Ezquerra
- Esteban Sarasa Sánchez y Eliseo Serrano Martín (coords.): Revista de Historia Jerónimo Zurita. Historiadores de la España Medieval y Moderna, 73 (1998), Zaragoza, Institución «Fernando el Católico». ISSN 0044-5517.
- Los historiadores y sus textos. Siglos XX-XXI, las nuevas historias.
Duda de Lutyk, Marta y Bustos de Evans, Silvia (Coord.). 1° ed.
Mendoza: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional de Cuyo, 2007.
aunque el uso de una expresión tan equívoca es muy variado, y no
siempre se hace en el sentido de designar la denominación o calificación
de la disciplina historiográfica o el saber histórico en sí.
Un género que se enfrenta a la dura y
efímera realidad para indagar su sentido y reflejarla (Tucídides se
presentaba como un austero "notario") con rigor y precisión. Pero cada
gran historiador tiene su voz y su mirada, aunque intente dar una
versión desapasionada -sine ira et studio- de cuanto selecciona y
transmite lo que cree preciso "salvar del olvido para el futuro"
(Heródoto). En toda historiografía late esa apuesta por el relato
objetivo, pero es inevitable el acento propio, un estilo subjetivo y una
impronta personal. Algunos historiadores fueron grandes escritores;
pero incluso los de plumas más grises tienen su estilo propio (y, de
propina, su valor literario).
La Historia no fue nunca una ciencia
exacta, sino un método para recobrar y reflejar el pasado. No una
epistéme, sino una téchne, como se decía en griego. Y se articula como
una serie de "historias".
analiza desde el punto de vista antropológico el significado de estas
nociones del tiempo, también desde una perspectiva diacrónica y
sincrónica; véase artículo de Regina MARTÍNEZ CASAS (2003): De la orilla de la eternidad informacional a la atemporalidad del ritual.
tiempo totémico y el tiempo del sueño o de los antepasados de los
aborígenes australianos: «A la manera de los primitivos, trascender lo
real», consultable en Universitat Pompeu Fabra:[6]
un grupo internacional de historiadores interesados por la renovación
del paradigma materialista, muy activo en torno a Carlos Barros, de la Universidad de Santiago de Compostela (con la presencia de Bartolomé Clavero y muchos otros) que organiza congresos y la página web Historia a Debate:[7]
una magnífica introducción a la historia para todos los públicos, como
también lo es, para Egipto, la equivalente obra de CERAM Dioses, Tumbas y Sabios
se habla de la particular filosofía de la historia de la historiografía
china tradicional, que incluye el concepto de ciclo dinástico, y fue
sustituida por la interpretación materialista en la moderna República
Popular. Otros intelectuales chinos no marxistas, como Hu Shih y Ray Huang, han desarrollado teorías de integración de la civilización china y la occidental en una moderna y única civilización mundial.
de Miguel Artola, 1993), y de la que provienen la mayor parte de los
datos españoles de este artículo, da para esta obra el título de Gestas veterum Comitatum Barcinonensium et Regum Aragonensium.
citado por cronistas posteriores, pero considerado perdido hasta hace
poco: el año 2001 el profesor Muhammad ben Mamar identificó un único
ejemplar (26 páginas) en una biblioteca de Tinduf, que ha sido traducido por Guillem Rosselló-Bordoy y Nicolau Roser. National Geographic, marzo de 2009, pg. 8.
Centro Universitario, Parque General San Martín, Mendoza, Argentina.:
Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Cuyo. p. 254. ISBN 978-950-774-116-6.
El texto completo del libro de Olagüe puede consultarse en una web islamista: [17]
necesidad del debate histórico. La libertad de expresión en Europa vive
atenazada por leyes bienintencionadas que pretenden condicionar lo que
se dice y recuerda sobre los episodios más siniestros de nuestra
historia, El País, 19/10/2008.
España: Debolsillo, 2005. Aparecido en inglés en 2002. El autor, marino
de formación e "historiador" autodidacta mantiene una web oficial: [19], y sus detractores también contestan por la red: [20]. Hay artículos en la Wikipedia en castellano sobre la Hipótesis de 1421, y en inglés también éste sobre el autor.
famosas fotos de la entrevista Hitler-Franco en Hendaya (1940)
encontradas en el archivo de la Agencia Efe y divulgadas en octubre de
2006:[21]
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