sábado, 30 de julio de 2016

Los Judios en España: el esplendor de Sefarad - WikiSenior

Los Judios en España: el esplendor de Sefarad - WikiSenior








Los Judios en España: el esplendor de Sefarad








Saltar a: navegación,
buscar
Judio1.jpg
INTRODUCIÓN


Según las más antiguas tradiciones, los primeros judíos debieron
llegar a España en aquellas naves de Salomón que, junto con las fenicias
de Hiram, comerciaban con Tarsis;
esas naves de Tarsis en las que se embarcó el profeta Jonás y que
debían llegar a los Tartessos del Guadalquivir. Otra tradición afirma
que su llegada tuvo lugar tras la destrucción de Jerusalén por
Nabucodonosor el año 587 a. C. en calidad de refugiados, encontrando
aquí a sus compatriotas venidos durante el comercio fenicio. Si bien
todo ello es posible, no existe documentación que lo pruebe.


Es más razonable suponer que los primeros asentamientos judíos en
la Península Ibérica tuvieron lugar tras la destrucción de Jerusalén
por Tito el año 70.
La guerra contra Roma y la desaparición del Templo abrieron la gran
Diáspora hebrea por el Mediterráneo que pudo alcanzar Hispania en el
siglo I. En el año 135, los romanos sofocan la última sublevación judía
aplastando el levantamiento de Bar-Kochba.
En esta época ya se encuentran epitafios y monedas en nuestras
excavaciones. Otro dato importante es la carta que san Pablo escribe a
los romanos sobre su visita a España, lo que puede indicar la existencia
de comunidades judías en la Península. También en esta época Jonatán
ben Uziel identifica a España con la Sefarad bíblica y de ahí que los
judíos españoles se llamen safardíes.



Contenido

 [ocultar

LOS ORÍGENES BÍBLICOS DE SEFARAD

¿Fenicios o judíos?



Mapamr.jpg
Desde nuestros historiadores del Renacimiento la presencia judía en
España se podía remontar al primer capítulo prestigioso de nuestra
historia. A aquel que las fuentes literarias clásicas relacionaban con
el mítico nombre de Tarteso, ya citado por el padre de la Historiografía
occidental, Herodoto. Ello se basaba en la identificación entre dicho
acrónimo de raigambre griega y la Tarsis citada por varios textos
bíblicos, a comenzar con el conocido I Reyes 10, 22. Pasaje de la
crónica real israelita donde se cuenta la conjunción de esfuerzos
acordada por el rey Salomón (c. 961-922 a. C) y su contemporáneo el
soberano de Tiro, Jirán (c. 969-936 a. C.), para construir y armar una
flota de altura capaz de comerciar con el muy lejano y exótico país de
Tarsis.


De entonces a acá los estudiosos se han dividido entre admitir la
identidad de la Tarsis bíblica con el Tarteso griego y rechazarla.
Razones fundamentales para lo primero eran la evidente homofonía y el
claro sentido que en el Antiguo Testamento tiene Tarsis como el punto
más alejado ultramarino a donde iba el comercio fenicio. Por el
contrario, militaban en su desfavor la nómina de productos exóticos
posibles de traer de Tarsis, entre ellos pavos reales; la base
salomónica de los llamados barcos-de-Tarsis en Ezion Geber, en el fondo
del golfo de Aqaba, que apunta a un comercio y navegación por el Índico
(Golfo Pérsico, Mar Rojo, Etiopía e incluso la misma India), y la misma
antigüedad de la mención, como mínimo más de dos siglos antes de la que
se suponía, hace un cuarto de siglo por la mayoría de los estudiosos
auténtica fecha de los establecimientos fenicios en las costas
hispánicas.


Sin embargo, desde finales de los años sesenta las cosas han
cambiado bastante. Prospecciones sistemáticas han permitido datar la
segura presencia fenicia en las costas andaluzas —con factorías
comerciales y metalúrgicas, y colonias agrícolas permanentes— desde el
siglo IX a. C. como mínimo. Pero con anterioridad a esa fecha es seguro
que existieran previos contactos comerciales, con el establecimiento de
pequeños almacenes, y en connivencia con las autoridades indígenas
locales, desde una fecha bastante anterior. Estos primeros contactos
comerciales feno-hispánicos se habrían así desarrollado siguiendo el
sistema, y las pautas institucionales, del llamado karum, de viejísima
tradición mesopotámica, tal y como ha defendido brillantemente el belga
G. Bunnens. Esquema en el que se distinguía entre unos socios
capitalistas, con frecuencia de tipo institucional (un templo o
príncipe), y otros realmente ejecutores de la aventura comercial,
repartiéndose al cincuenta por ciento las posibles ganancias, siempre
sometidas a mil imponderables desgracias cuando eran a larga distancia.
En estos últimos casos normalmente los comerciantes no procedían a
establecer una auténtica colonia de poblamiento, sino que se limitaban a
conseguir un tratado de mutuo beneficio con las autoridades locales
para obtener así facilidades de almacenamiento, protección y libertad de
comercio dentro de los límites previstos en su caso.


Sería en este modelo económico-institucional en el que habría
ciertamente que enmarcar la colaboración comercial entre Salomón y Jirán
de Tiro, en el que el primero parece actuar fundamentalmente como socio
capitalista de la empresa comercial. En lo relativo a la dificultad
planteada por las mercaderías traídas por estas naves-de-Tarsis conviene
señalar que en el Antiguo Testamento se emplean en contextos diversos
este término y el de Tarsis entendido como país o tierra-de-Tarsis. De
tal forma que el lexema nave-de-Tarsis pudo constituirse en un mero
término técnico, significando algo así como «buque de navegación de
altura». La expresión habría sido tomada por los israelitas de los
mismos fenicios, teniendo su origen en el hecho de que los viajes a la
lejana Tarsis significaron en su momento (mediados del siglo X) la
máxima hazaña de navegación conseguida por los fenicios, para la cual se
necesitaba un tipo de navío especial que sintetizaba todos los avances
técnicos logrados por los fenicios en el arte de la navegación. Por ello
estimamos en general convincentes las razones expuestas por el alemán
M. Koch en defensa de la identificación de la tierra-de-Tarsis bíblica
con la Tarteso andaluza de la tradición clásica. El vocablo bíblico
sería sí un préstamo fenicio, manteniéndose en su transmisión mucho más
fiel a la original pronunciación fénica que su equivalente griego, tal y
como demostrarían otros testimonios fidedignos de dicho topónimo de
indudable procedencia fenicia o púnica.


Pero una cosa es admitir la participación del rico Salomón en los
incipientes contactos fenicios, tirios, con el sur hispánico, o afirmar
el conocimiento por los medios cortesanos y cultos israelitas de la
existencia de un fabuloso país ultramarino en el extremo Occidente, y
otra muy distinta pensar en el establecimiento de israelitas en las
tempranas colonias tirias andaluzas. El mismo esquema comercial fenicio
tipo karum, antes descrito, deja poco espacio para contemplar la venida a
las costas tartésicas hispanas de fieles del templo de Yahvé como
comerciantes o marineros. Y por lo mismo sería mucho más difícil pensar
en colonias israelitas asentadas allí y con dichos fines comerciales.


Curiosamente, cuando la presencia fenicia se hizo más persistente
y compacta en las tierras de la hispánica Tarsis, el conocimiento de
éstas parece ausentarse de los redactores de los Libros sagrados
judaicos. En efecto, la arqueología revela cómo fue a partir del siglo
VIII cuando las primitivas factorías fenicias —fundamentalmente de
origen tirio y chipriota— en las costas andaluzas se transforman en
auténticas colonias de poblamiento, creciendo las antiguas y creándose
otras nuevas en suelos incluso anteriormente vírgenes y con una parte de
su población dedicada a la agricultura. Colonización fenicia sin duda
reforzada tras la decadencia de Tiro y el ascenso imparable de la
antigua colonia tiria de Cartago en todo el Mediterráneo occidental.
Hasta el punto de que en el horizonte del siglo IV-V a. C. se puede
considerar a la Baja Andalucía y la Costa del Sol como auténticas
tierras púnicas, con estructuras urbanas jerarquizadas dotadas de
instituciones de tipo feno-púnico y habitadas por unas gentes que hablan
y escriben en púnico. Situación que incluso se mantendría en buena
parte hasta cuando menos un siglo después de la incorporación de dichas
gentes y tierras al imperio de la República romana.


Un eco de la existencia de estas ya primeras auténticas colonias
fenicias en las costas andaluzas puede ser el testimonio del profeta
Isaías en la segunda mitad del siglo VIII. Pues para el gran profeta del
Reino de Judá Tarsis constituye un gran centro del comercio exterior
tirio, comparable incluso a Chipre, habitado por gentes originarias de
dicha patria fenicia. Isaías era de probable origen noble con un gran
conocimiento de la Corte de Jerusalén y de la situación internacional
circundante. De modo que sus referencias a Tarsis pueden ser indicio de
la continuidad de la cooperación comercial judeo-tiria establecida en
tiempos de Salomón. Lo que ya es más dudoso es que dicha actividad
hubiera llevado a una cierta diáspora y establecimiento israelita en la
Tarsis fenicia. Cosa que no parece la necesaria conclusión a sacar del
texto de Isaías 60, 9, que por otro lado la crítica bíblica prefiere
datar en torno al 500 a.C.


Isaías es el testimonio patético del duro golpe que recibió Tiro y
el resto de las florecientes comunidades del área como consecuencia del
avance del imperialismo asirio con los Sargónidas. Como es sabido, éste
golpeó fundamentalmente a las cortes principescas, base fundamental en
la continuidad de tales relaciones comerciales con las lejanas colonias
fenicias de Tarsis, según el esquema del karum antes descrito. Ezequiel y
Jeremías, un poco tiempo después, lo serán del segundo y definitivo, el
de Nabucodonosor de Babilonia (605-562 a. C.), que tan duramente afectó
también a la historia judía con el exilio de la corte y la clase
dirigente yerosolimitana a Babilonia. Precisamente son textos atribuidos
a estos profetas o a su escuela los últimos testimonios bíblicos que se
refieren a Tarsis y a su comercio con Fenicia en términos de
contemporaneidad y de cosa más o menos conocida.


Después de estos testimonios, Tarsis y su comercio desaparecen de
la vida cotidiana judía. El Judaísmo postexílico se muestra en todos
los sentidos más encerrado en sí mismo y despreocupado por la suerte y
actividades de sus vecinos del norte, los fenicios. Posiblemente porque
la participación y el conocimiento de las grandes empresas del comercio
ultramarino de aquéllos habían sido cosa de los monarcas hebreos y de
sus cortesanos, y esto había desaparecido para varios siglos tras la
catástrofe del 587 a. C. En los textos bíblicos postexílicos Tarsis y
sus navíos no serán ya más que un mero recuerdo erudito y anticuarista,
pero cuya misma situación en el mapamundi se ignora. Sin duda a todo
ello contribuiría también —pace M. Koch— el que la Tarsis posterior a la
caída de Tiro sería fundamentalmente púnica e indígena: interesante
para las nacientes potencias y las gentes del Mediterráneo occidental,
pero escasamente para las del oriental.


En todo caso, si algún israelita —que todavía no propiamente
judío— se deslizó en las empresas comerciales y en las colonias fenicias
en Tarsis, la huella de éste se habría definitivamente perdido tras los
primeros años del siglo VI a. C. Hasta el punto de que los
comentaristas rabínicos posteriores en absoluto pensarían en las Españas
de su época a la hora de leer las citas de Tarsis antes recordadas,
prefiriendo hasta su ubicación en la lejana y paradoxográfica India y no
en la cotidiana y entonces en parte judaizada Hispania.



LOS ORÍGENES EN ESPAÑA

Los primeros asentamientos parece que tuvieron lugar en la costa
mediterránea y su presencia se ha detectado en ciudades como Ampurias,
Mataró, Tarragona, Adra, Málaga, Cádiz y Mérida. Uno de los primeros
restos arqueológicos con que contamos es la estela funeraria del
samaritano Iustinus de Mérida, fechada en el siglo II. Este epitafio,
así como la lápida de la niña Salomónula o la del rabí Lasies, permite
asegurar la llegada de judíos en los primeros siglos de nuestra Era. Los
judíos de la España romana debieron ser simples trabajadores o incluso
esclavos y fueron medrando poco a poco en las ricas ciudades comerciales
de la costa. La importancia de las comunidades judías debía ser tal en
el siglo IV que el Concilio de Elbira, Granada, se pronuncia en algunos
de sus cánones contra ellos. Es la primera vez que la Iglesia se
preocupa por el peligro que los judíos representan para los nuevos
cristianos que, con la convivencia, pueden judaizar.


Uno de los vestigios más antiguos de la península ibérica: un
candelabro de siete brazos en un relieve del siglo V (Ronda, Málaga).
Las primeras invasiones bárbaras de la Península supusieron notables
convulsiones tanto en la sociedad hispano-romana como en la judía. Los
hebreos habían ido creando una tímida explotación agraria para
subsistir, pero el enfrentamiento con la Iglesia se acentuó,
produciéndose la conversión forzosa de los judíos de Mahón. Con la
invasión de España por los visigodos se produce una época de tolerancia
del poder hacia los judíos. La monarquía arriana, pese a su
inestabilidad política, será complaciente con sus súbditos judíos.
Durante esta etapa, judíos y cristianos no se diferenciaban más que por
su religión. Los judíos eran pequeños propietarios y se dedicaban al
comercio, contando con la tolerancia de los visigodos.


Pero la conversión de Recaredo en el III Concilio de Toledo
supone el comienzo de las persecuciones bajo la monarquía católica:
Sisebuto expulsa a los judíos del reino, Egica los persigue y separa de
los cristianos y Chintilla obliga a los judíos de Toledo a abjurar de
los ritos y prácticas de su fe. Los niños judíos eran separados de sus padres para ser educados como Cristianos.
De entre los restos arqueológicos de ésta época, bastante escasos,
destacan varias inscripciones, como la pileta de Tarragona o la memoria
de Meliosa. También es de gran interés una estela del siglo VI-VII
decorada con pavos reales y arranque de menorah.



LOS JUDIOS EN LA ESPAÑA ROMANA

Lápida hebrea de Monzón de Campos (Palencia) de 1097. Sepultura de R.Semuel bar Saltiel el Nasí. Museo Sefardí de Toledo.
Los orígenes del establecimiento de los judíos en España, como ha
ocurrido con todos los países de la Diáspora, fueron pronto motivo de
leyendas. A partir del siglo X circularon numerosas historias relativas a
familias y comunidades judías de cuyos antecesores se aseguraba que
Tito, o incluso Nabucodonosor, los había desterrado de Judea y traído a
España. Estas leyendas se entrelazaron con otras de la España
prehistórica según las cuales ciertos reyes mitológicos de España, tales
como Hércules, Hispán y Pirro, habrían participado en la conquista de
Jerusalem por Nabucodonosor. Tanto los judíos como los cristianos se
empeñaron en asociar sus orígenes con las tradiciones más antiguas y
consagradas del género humano. Hacia el final de la Edad Media, los
conversos de ascendencia judía buscaron apoyo en estas leyendas con el
fin de probar que sus antecesores no habían tomado parte en la
crucifixión de Jesús. Pero en un principio el motivo predominante en la
formación de tales leyendas fue la convicción de los judíos españoles de
que su alto nivel cultural se debía a su descendencia de la tribu de
Judá, que habría sido desterrada a España tras la destrucción del Primer
Templo. Esta tradición se escucha por primera vez en el siglo X, en los
días del distinguido hombre de Estado Hasday Ibn Shaprut.


Más antigua es todavía la identificación de España con la bíblica
Sefarad. Tal identificación se debe a determinada exégesis del
versículo del profeta Abdías que habla de «los desterrados de Jerusalem
que están en Sefarad» (Abdías 20). Para el exegeta, Abdías había
profetizado la destrucción de Edom, es decir, Roma, y la congregación de
los judíos dispersos, incluyendo la tribu cuyo exilio se hallaba en los
confines del Imperio romano, es decir, Hispania. Una interpretación así
sólo pudo darse en un exegeta que viviera en un momento en que el
Imperio romano consistiera fundamentalmente en las tierras que rodean el
Mediterráneo e Hispania fuera tenida por su provincia más remota. Por
tanto, las alusiones políticas y geográficas citadas deben datarse en
los últimos días del Imperio romano o lo más tarde en la época visigoda.
En este punto la leyenda se funde con la realidad histórica.



Uno
de los vestigios más antiguos de la península ibérica: un candelabro de
siete brazos en un relieve del siglo V (Ronda, Málaga).
Los primeros judíos que se establecieron en España formaban parte de
la primitiva Diáspora que se desparramó por todos los rincones del
Imperio romano. Ya el apóstol Pablo proyectó visitar España,
indudablemente para tomar contacto con una comunidad judeocristiana allí
existente. Más concretas son las noticias que tenemos del periodo que
sigue a la alianza de la Iglesia con el Imperio romano, cuando los
cristianos más fanáticos emprendieron la destrucción de los últimos
restos de Israel y de su cultura. Severo, obispo de Mallorca, en carta
escrita el año 418, nos ofrece un relato de la conversión forzada de los
judíos de Menorca. En Magona (Mahón) y por instigación del obispo
estallaron de repente violentas luchas callejeras entre judíos y
cristianos. La sinagoga fue presa de las llamas. Los judíos se animaban
unos a otros a imitar a los mártires macabeos muriendo por su fe. Las
mujeres sobresalieron especialmente en el heroísmo y el sacrificio. Unos
cuantos hombres lograron ocultarse durante algunos días en los bosques y
en los desfiladeros, pero todo su empeño por alcanzar el mar y escapar
del lugar de persecución resultó baldío. Los miembros más distinguidos
de la comunidad se rindieron. Severo asegura haber ganado quinientas
cuarenta almas judías en aquella isla.


Como en los demás lugares de la Diáspora occidental, los judíos
de Magona habían constituido hasta entonces una comunidad
nacional-religiosa separada. Al mismo tiempo habían participado en la
vida política de la ciudad con los mismos derechos que los demás
habitantes, hasta que la nueva legislación cristiana vino a romper la
armonía. El jefe de la comunidad judía estaba exento de las abrumadoras
tareas que llevaba consigo un asiento en la curia o concejo municipal y
desempeñaba el cargo de Defensor, de alto honor y muy codiciado. Muchos
ciudadanos gozaban de su patrimonio (patrocinium). Otro judío ostentaba
el título de Comes provinciae. La mayoría de los judíos eran ricos
terratenientes. Abundaban entre ellos los nombres latinos y griegos y
sólo unos pocos llevaban nombres hebreos. Algunos apellidos, luego
famosos gracias a las distinguidas personalidades que los llevaron, se
originaron sin duda en este periodo (por ejemplo, VNVTN
Cresques=Crescens; ZATP Perfet = Perfectus). En la Península la
situación de los judíos debe de haber sido similar. Sabemos que poco
antes de la persecución arriba mencionada judíos de la Península habían
llegado a Menorca huyendo de los visigodos, que por entonces devastaban
España. Vemos, por tanto, que la población judía de la Península Ibérica
era ya de cierta importancia antes de que las tribus germánicas
conquistaran el país. Para comprender la posterior historia de los
judíos en España ha de tenerse en cuenta este hecho.



LOS JUDIOS EN LA ESPAÑA VISIGODA

En un principio los conquistadores visigodos no introdujeron cambios
en la situación jurídica de los judíos. La legislación que se hallaba en
vigor en el siglo VII parece indicar que la tierra era para los judíos
la base de su existencia, lo mismo que para los godos e hispanorromanos.
Los judíos cultivaban sus tierras por sí mismos o con ayuda de
esclavos. Poseían fincas en arriendo o las arrendaban a otros por el
sistema muy extendido del colonato. Algunos desempeñaban el puesto de
administradores (villici) de haciendas propiedad de cristianos. De su
vida ciudadana conocemos muy poco. Continuaba en vigor el Derecho
Municipal romano, pero no sabemos si la posición social y económica de
los judíos habitantes de las ciudades seguía siendo la misma. Alguna
noticia esporádica nos informa de judíos dedicados al comercio con otros
países. Los documentos existentes dan pie para deducir que los judíos
habitaban sobre todo en los núcleos culturalmente avanzados: la capital,
Toledo, y las regiones meridionales (la posterior Andalucía) y
orientales (entre ellas, lo que luego será Cataluña); es decir, las
regiones que se extienden a lo largo de la costa mediterránea, donde
también encontramos viviendo a la mayor parte de los judíos durante la
dominación árabe y el segundo periodo cristiano. Pero en España no hay
señales de aquel desenvolvimiento económico propio de los judíos
medievales cuyos comienzos eran ya visibles entonces entre los judíos
del reino de los francos.


No está claro cómo afectaron a los judíos las diferencias
políticas que surgieron en España a continuación de las invasiones
germánicas. En los tribunales civiles se juzgaba a los judíos según el
Derecho Romano. Sin embargo, no se les consideraba ciudadanos romanos
con plenitud de derechos, pues las leyes del Código de Teodosio, que por
influencia cristiana habían cercenado los derechos de los judíos,
fueron incluidas en el primer código visigótico, la Lex Romana
Visigothorum, que fue promulgado el año 506 con el fin de fijar la
situación jurídica de los hispanorromanos. Este primer código visigótico
excluía a los judíos de los cargos públicos, proscribía los matrimonios
entre cristianos y judíos y prohibía a éstos construir sinagogas
nuevas, poseer esclavos cristianos, perseguir a los judíos apóstatas,
etc. Pero en la práctica no siempre se cumplieron estas disposiciones.


En su modo de vivir los judíos estaban más cerca de los
hispanorromanos que de los visigodos, pero el fanatismo religioso
levantaba una barrera entre ellos. Al parecer, los judíos pagaban un
impuesto especial. En las grandes ciudades estaban organizados en
comunidades separadas. Conocemos sus costumbres y prácticas religiosas
por los decretos promulgados contra ellos durante las persecuciones
posteriores. Observaban los preceptos fundamentales de la ley judía: la
circuncisión, el sábado y las fiestas, las leyes alimenticias y las
relativas al matrimonio y los esclavos. Para fortalecer su fe leían
opúsculos religiosos, muy probablemente escritos en latín.


El año 589 el rey visigodo cambió su fe arriana por la católica
romana y comenzó a perseguir a los judíos, tal como era usual en todo el
orbe católico. Unos años antes (576), a consecuencia de una lucha
callejera que tuvo lugar entre judíos y cristianos en Arvernum
(Clermont), en el vecino reino de los francos, el obispo de la localidad
había obligado a los judíos a escoger entre el bautismo y la expulsión.
Poco después (582) el rey merovingio Chilperico ordenaba que se
bautizaran todos los judíos de su reino. Por su parte, el emperador
bizantino Heraclio, bajo cuya jurisdicción se encontraban aún algunas
zonas de la Península Ibérica, tras derrotar a persas y judíos en
Palestina el año 628, decretó la conversión obligatoria de los judíos de
todas las provincias de su Imperio. Y se dice que el rey merovingio
Dagoberto siguió su ejemplo. También tenemos noticias relativas a los
conflictos espirituales de los conversos forzados de la Galia y de la
provincia bizantina de África. Toda una generación de héroes y santos
parece haber surgido entonces por todo el mundo judío; una generación
que salvó al judaísmo de la extinción total.


Sisebuto inauguró en España la época de las persecuciones.
Mediante un decreto promulgado el año 612, meses después de su ascensión
al trono, ordenaba liberar a los cristianos de toda relación de
dependencia respecto de los judíos. Éstos quedaban obligados a
desprenderse de sus esclavos y servidores así como de sus colonos
cristianos —juntamente con la tierra que éstos tuvieran en arriendo— y
transferirlos a señores cristianos o dejarles libres, sin condicionar su
libertad a su observancia del judaísmo. El judío que convirtiera a un
cristiano sufriría pena de muerte y confiscación de bienes. Los hijos
nacidos a los judíos de sus esclavas cristianas habrían de ser criados y
educados como cristianos. Los judíos que se convirtieran al
cristianismo retendrían sus bienes.


Con este decreto Sisebuto se proponía sin duda impedir el
proselitismo judío y estimular a la vez su conversión al cristianismo.
La entrada en vigor de esta ley iba a sacudir los cimientos de la vida
económica de los judíos. Quedaron excluidos de la estructura social
normal y corriente de fines de la época romana. En las nuevas
condiciones, privados de esclavos y colonos, les resultaba prácticamente
imposible cultivar o poseer grandes predios.


Poco tiempo después Sisebuto ordenaba a los judíos elegir entre
convertirse al cristianismo o abandonar el país. El problema de los
conversos forzosos, que era ya doloroso en todo el Imperio bizantino,
comenzaba a ser ahora en España la tragedia de varias generaciones. El
decreto real no podía sin más erradicar de los corazones judíos la fe de
sus antepasados; además, parece que el decreto no se cumplió
plenamente. Con el fin de entender de la nueva situación se celebró en
Toledo un concilio de todos los obispos del reino (año 633), cuyas
disposiciones fueron: No se puede convertir a los judíos a la fuerza,
pero aquellos que ya se hayan convertido están obligados a permanecer en
el cristianismo y se les debe impedir la práctica de la fe judía. Sus
esclavos circuncidados quedarán libres. Se les han de tomar los hijos
para educarlos en la fe cristiana. No será válido el testimonio de los
conversos que vuelvan a practicar su antigua fe. El matrimonio entre un
judío y una cristiana o viceversa será nulo, a menos que la parte judía
acepte el cristianismo; los hijos habidos de tal unión serán criados y
educados en la fe cristiana. Conversos y judíos quedan excluidos de los
cargos públicos.


Estas disposiciones no sólo afectaban a los judíos sino también a
los conversos, pues se sospechaba que permanecían fieles a la religión
de sus padres. Cinco años más tarde otro concilio prohibía a los no
católicos residir en el país y ponía a los conversos bajo estricta
vigilancia episcopal. No se les permitía viajar por el país sin un
permiso firmado por las autoridades eclesiásticas locales. Todos los
judíos quedaban obligados a prestar juramento, según una fórmula fija,
de haber abandonado la Ley y las prácticas judías. La pena para los
relapsos variaba según la gravedad de la ofensa, desde la penitencia
religiosa hasta los azotes, amputación de un miembro, confiscación de
bienes y la hoguera.


Pero la Iglesia no logró nunca convertir a todos los judíos del
país. Sencillamente no pudo vigilarlos a todos. La nobleza, todavía
devotamente arriana y rebelde a su rey, utilizaba los servicios de los
judíos y les daba refugio en sus territorios. Isidoro, obispo de
Sevilla, y Julián, obispo de Toledo, escribieron obras de polémica
contra el judaísmo. Los judíos por su parte disponían de libros para
fortalecer su fe; obras que predicaban la esperanza mesiánica mediante
cálculos escatológicos y albriciadores relatos acerca de un príncipe de
la tribu de Judá que reinaba sobre algún lugar del Oriente.


El año 681 Ervigio llevó a cabo un nuevo pero infructuoso intento
de poner en vigor la legislación antijudía de sus predecesores,
añadiendo disposiciones aún más severas. Impuso fuertes penas a quien
eludiera el bautismo, observara preceptos judaicos, impartiera
instrucción religiosa judía o distribuyese opúsculos en defensa de la fe
judía y menosprecio de la cristiana. Finalmente quiso hacer cumplir el
decreto de Sisebuto que liberaba a los esclavos y colonos cristianos de
su relación de dependencia con los judíos; ordenó excluir a los judíos
de los cargos públicos y de la administración de los grandes predios; y
tomó medidas contra los nobles que sustrajeran de la supervisión
eclesiástica a los judíos a su servicio. Nuevos decretos prohibían a los
judíos practicantes entrar en los puertos marítimos (a fin de evitar
que escaparan por mar) y tener negocios con cristianos al tiempo que
eximían a los conversos del pago de tributos y echaban toda la carga
impositiva sobre los judíos que permaneciesen fieles al judaísmo.
Asimismo ordenó el rey que fuesen entregados al tesoro del Estado en un
precio fijo las tierras y los esclavos adquiridos por los judíos durante
varios años.


Por último, en el concilio que se celebró en Toledo el año 694,
durante el reinado de Egica, se profirieron graves acusaciones políticas
contra los judíos. Se les inculpó de que, no contentos con socavar la
Iglesia, estaban tramando apoderarse del reino, dar muerte a los
cristianos y destruir el Estado juntamente con el pueblo. Para llevar a
cabo su plan -aseguraban- habían conspirado con «los hebreos del otro
lado del mar». Sin duda la agitación mesiánica que se dejaba sentir
entre los judíos y sus conexiones con la nobleza rebelde sirvieron de
base a estas acusaciones. Como castigo, el concilio decretaba confiscar
todos los bienes de los judíos, reducir a éstos a esclavitud y entregar
sus tierras a sus antiguos esclavos.


Este decreto conciliar del año 694 constituye la última prueba
documental que da testimonio de la lucha entre judaísmo y cristianismo
en la España visigoda. Los sucesos que tuvieron lugar en España durante
el siglo vn sirvieron de símbolo y ejemplo para los cristianos fanáticos
de la Baja Edad Media. Ciertamente estos acontecimientos se produjeron
en un marco histórico, religioso y social que en lo esencial pertenece
todavía al mundo antiguo. Pero en aquellos días de lucha religiosa en
España habían comenzado ya a desmoronarse los últimos fundamentos del
Imperio romano bajo los golpes de los conquistadores árabes.



LOS JUDIOS EN LA ESPAÑA MUSULMANA

La invasión musulmana libero a los judíos de la opresión visigótica y
en ciertos casos aquellos colaboraron en la guardia de castillos y
ciudades. El gobierno árabe trajo una época de florecimiento para la
judería española.


La cultura y el poder en Andalucía estaban representadas por el califa Abd ar-Rahman III, quien hizo de Córdoba la capital cultural del Oeste. Fue esta una Edad de Oro para los judíos; estudiaron árabe y erigieron prosperas comunidades en Sevilla, Granada
y Córdoba, la capital. Bajo el Califato, los judíos podían preservar
sus ritos y tradiciones. La coexistencia pacifica condujo a su
florecimiento económico y social. Poco a poco comenzaron a obtener
posiciones importantes en la administración del Califato y también se
distinguieron como hábiles artesanos.


Desempeñaron un papel en las caravanas que cruzaban las rutas
principales de Al-Andalus y sus ciudades, siendo pieles, telas y alhajas
sus mercancías principales. La comunidad judía de Córdoba gozo de un
crecimiento extraordinario bajo la protección de Abd ar-Rahman III, y
contaban con el apoyo real en sus relaciones con el Estado.


El judío mas importante de la época fue Hasday Ibn Shaprut,
el eficaz medico personal y ministro del Califa. Fue el quien recibió a
Juan de Gorze, enviado del emperador alemán Otto I; quien negocio
tratados con los embajadores de Constantino VIII de Bizancio, y quien
curo la obesidad de Sancho I de León, mientras simultáneamente concluía
tratados con el. Sabia latín y árabe; con el hebreo relegado ahora
principalmente a funciones culturales y litúrgicas, tradujo el tratado:
"Materiales Médicos de Dioscórides".


La caída del Califato condujo a la aparición de los reinados
Taifa y a la persecución de los judíos, en agudo contraste con el
periodo de tolerancia. Pese a ello, los judíos eran valorados como
consejeros, médicos y políticos, particularmente Ibn Nagrela de Granada.
Con las invasiones almorávides y Almohades, los judíos comenzaron a
buscar refugio en los reinos cristianos del Norte. La Edad de Oro de
Al-Andalus había concluido.


La cultura judía en Al-Andalus. La prosperidad de la que habían
disfrutado los judíos bajo el Califato Cordobés y la influencia de la
cultura árabe sobre ellos, les había permitido destacarse como hombres
de ciencia y como figuras literarias, pero especialmente como médicos.
El contacto abierto con el Oriente y el Occidente produjo un tipo de
judío con conocimientos amplios y que podía ser simultáneamente poeta,
medico, científico y filosofo, en particular en Ciencias Naturales,
Astronomia (esta ultima disciplina con una considerable influencia
árabe).


Después de la caída del Califato, los reinados Taifa vieron una
época de florecimiento cultural para los judíos de España. La filosofía y
la ciencia fueron favorecidos, y los judíos descollaron como
intelectuales, administradores y diplomáticos, y especialmente como
poetas. Fue el Siglo de Oro de la poesía Hispano-Hebraíca. Citemos a Samuel Ibn Nagrella ha-Nagid


Yehuda ha-Levy
fue el primero en escribir en Castellano. Su poesía religiosa es
hermosa y lograda. Las Siónidas constituyen el grito eterno del alma
judío por la perdida de Jerusalén. Abraham ben Ezra fue uno de los
hombres mas educados y cultivados de la época. Estudio gramática,
filosofía, poesía, ciencias, astrología...y viajo a través de Italia,
Francia e Inglaterra, trayendo consigo la cultura Hispano-arabe y
Hispano-Hebraíca. Escribió en hebreo y Latín para judíos y cristianos.
Era celebre por sus trabajos en astronomía y sus exégesis de la Biblia.


Pero la cima del pensamiento judío de todas las épocas fue la figura cordobesa de Rabbi Moshe ben Maimon, Maimónides
(el Rambam). A pesar de haber pasado la mayor parte de su vida fuera de
España, siempre se considero sefardí, es decir, español. Sus obras
filosóficas iban a influir sobro todos los grandes pensadores de la Edad
Media. En 1190 escribió su obra mas importante, «La guía de los
perplejos», en la cual armoniza la fe con la filosofía, el hombre con la
divinidad. También fue el autor de los famosos Trece artículos de fe.


Un experto medico, fue también el medico personal del Sultán Saladino



LOS JUDIOS EN LA ESPAÑA CRISTIANA

Hasta la caída del Califato son pocas las comunidades judías en los
reinos cristianos. La salida de judíos de Al-Andalus se incrementa
durante los siglos X y XI y el papa Alejandro II aconseja a los obispos
que sea respetada la vida de los judíos.


Las convulsiones que sufren los reinos Taifas empujan a los
judíos hacia los reinos cristianos del norte. El fuero de Castrogeriz y
luego el de Sepúlveda son de los primeros en reglamentar las condiciones
de vida de los judíos y en el Código de los Usatges aparecen
disposiciones que se ocupan de proteger a los judíos del Condado de
Barcelona.


La política de favor iniciada por Alfonso VI
tuvo como consecuencia la participación de numerosos judíos en la
administración del reino. En la batalla de Sagrajas, los judíos
combatieron junto al rey de Castilla.


Toledo será el crisol de tres culturas y tres religiones:
cristiana, musulmana y judía. A partir de 1125 funcionará la llamada
Escuela de Traductores que contará con importantes intelectuales judíos.
Éstos traducirán el árabe al romance y luego los clérigos harán la
versión latina. En la Escuela de Traductores se produjo el encuentro
entre la cultura clásica y el pensamiento cristiano, dándose a conocer,
sobre todo, la obra de Aristóteles.


No obstante, es una época insegura. Los judíos son propiedad del
rey y los impuestos que pagan revierten en la Corona. A fines del siglo
XII, se producen saqueos y matanzas en algunas juderías como las de
Toledo y León y en el IV Concilio de Letrán se impone a los hebreos el
uso de distintivos especiales en la ropa que los distingan de los
cristianos, pero Fernando III el Santo
consiguió que quedase sin efecto. Los reyes cristianos del siglo XIII
fueron generalmente favorables a los judíos, pero la presión de la
Iglesia, que pretendía su conversión, fue tal que en 1232 se estableció
en Aragón el Tribunal de la Inquisición.
Tras la conquista de Mallorca y Valencia, Jaime I concedió a los judíos
beneficios y propiedades, así como privilegios para ejercer sus
oficios. En la Carta Puebla de Carmona se conceden ciertos derechos a
los judíos que acudiesen a poblarla.


La Iglesia, que acusaba a los judíos de deicidio, no dudaba en
emplear todos los medios a su alcance para conseguir su conversión. Así
tuvieron lugar los enfrentamientos teológicos de Barcelona entre el
converso Pablo Cristiano y el gran filósofo judío Nahmánides en 1252 y
que continuarían ciento cincuenta años más tarde en Tortosa.


Alfonso X el Sabio
se rodeó de intelectuales judíos pero en las Cortes de Valladolid y
Sevilla aparecen elementos legislativos discriminatorios para los
hebreos. A todo esto se sumó la caída fulgurante de los empresarios y
almojarifes de Alfonso X, acusados de traición e infidelidad, cuya
condena supuso para las aljamas una cuantiosa multa de 12.000 maravedís
de oro.


A principios del siglo XIV, en 1313, el Sínodo de Zamora impuso
la opinión de los sectores más radicales de la Iglesia resucitando las
prescripciones del concilio de Letrán y prohibiendo a los judíos ser
médicos de cristianos. En 1348, los estragos de la Peste Negra fomentan
el odio antisemita y los judíos son acusados falsamente de su
propagación. Por último, la victoria de Enrique de Trastámara sobre su
hermano Pedro I trajo graves consecuencias para los judíos castellanos y
aumentó la presión sobre ellos, avivada por un ambiente de hostilidad
que desembocó en las matanzas de 1391.



La cultura judia en los Reinos Cristianos

La sociedad judía de los siglos X, XI y XII corre pareja con la
cristiana. En esta época se mantiene una cierta estabilidad social y,
por tanto, el matrimonio constituye la base de la familia judía,
pudiendo practicar libremente sus ritos religiosos y sus costumbres
tradicionales. El nacimiento de un varón sigue siendo un acontecimiento
importante para la familia judía. No obstante, la circuncisión
es una de las grandes contradicciones de la convivencia, pues mientras
los cristianos celebran la circuncisión de Jesús, condenan la práctica
de este rito entre los judíos como pertinaz desafío religioso.



Rollo de la Ley
Para los judíos españoles, la sinagoga
sigue siendo el centro de la comunidad. La autoridad moral de los
rabinos se constituyó en la guía espiritual del pueblo pero las normas
prescritas en la Torá sobre la comida ritual kasher motivó que numerosas legislaciones prohibiesen a judíos y cristianos sentarse juntos a la mesa.


La vida familiar giraba en torno a las mujeres de la casa. En las
familias modestas trabajaban y se ocupaban del hogar y los hijos,
mientras que entre la élite dirigente podían equipararse a las nobles
damas cristianas. Las grandes familias judías vivían en la Corte y
formaban la clase dirigente de las aljamas gracias a su poder económico e
influencia con los monarcas, sobre todo en los siglos XIII y XIV; los
Caballería, Benveniste, Santángel, Orabuena o Abravanel formaban con sus
familias una casta aristocrática y privilegiada, rodeada en ocasiones
de su propia corte. Las costumbres de las clases dirigentes eran a veces
tan relajadas que contrastaban con la estricta moral del pueblo llano.


Hasta el siglo XIII, muchos judíos fueron ricos terratenientes y
otros muchos basaban su economía en el campo, aunque algunas
legislaciones les prohibiesen poseer tierras. Pero pequeños propietarios
agrarios hubo hasta la expulsión, destacando como viñadores y enseñando
algunas particularidades de este cultivo a los cristianos. Pero la gran
mayoría se dedicaba al comercio y la artesanía, se constituían en
gremios y ocupaban determinadas calles de la ciudad.Una de las
profesiones que ejercieron mayoritariamente, sobre todo en Aragón, fue
la de tintoreros, destacando también como guarnicioneros, sastres,
zapateros, joyeros y comerciantes en paños, lo que les proporcionaba un
desahogado medio de vida aunque, evidentemente, no todos los judíos eran
ricos. Fueron pequeños comerciantes, intermediarios y tenderos. Los
reyes suprimían y otorgaban privilegios a sus comunidades y los obispos y
la nobleza los gravaba con impuestos. Algunos judíos actuaban como
recaudadores de las rentas reales, lo que les granjeaba el odio de los
cristianos. Las disposiciones legales eran cambiantes : unas veces
cobraban los impuestos reales y otras se les prohibía hasta el comercio
con cristianos.


Una de las profesiones en que destacaron notablemente fue la
medicina. Yosef Ferruziel fue médico de Alfonso VI, don Meyr Alguadés lo
fue de Enrique III de Castilla y Abiatar ben Crescas de Juan II de
Aragón. La ciencia árabe influyó en el estudio de la Astronomía,
significándose en esta ciencia Abraham ben Daud, Abraham ben Ezra y
Yehudá Cohen entre otros. Deseoso de contactar con las comunidades
hebreas de la Diáspora, Benjamín de Tudela
recorrió Europa y Oriente, llegando a Jerusalén. La obra que escribió
en su patria al regreso de sus viajes es un auténtico compendio de
geografía e historia.


Otros muchos judíos destacaron en el campo de las ciencias, como
el rabí Azag, que organizó los regadíos de Tudela, Abraham Annasí,
difusor de la ciencia hebrea y musulmana en Europa, Abraham Zacuto,
autor del Almanaque perpetuo, y los geógrafos mallorquines Yehudá y
Abraham Cresques, autor el primero del llamado Atlas Catalán.


Los judíos escalaron puestos en la administración de los reinos:
recaudaban los impuestos, actuaban como financieros e influían en la
política. En este campo destacaron Samuel ha-Leví, tesorero de Pedro I
el Cruel, y Abraham Senior, financiero de los Reyes Católicos.


Los judíos pagaban impuestos especiales y eran considerados como
propiedad de la Corona. En algunos casos, la multa por herir o matar a
un judío no se pagaba a su familia, sino al rey. La aljama era el
municipio administrativo de los judíos. Los dayaním o jueces equivalían
al cargo de alcaldes y el Rabino Mayor tenía autoridad sobre todos los
judíos del reino, mientras que la judería era el lugar que habitaban los
judíos dentro de la ciudad, generalmente cerca de las murallas, el
castillo o la catedral.Las aljamas gozaban de amplia autonomía. Los
pleitos entre los judíos se resolvían según sus propias leyes y
tribunales.



Sinagoga Santa María la Blanca en Toledo.
En Castilla se celebraron asambleas de los representantes de las
aljamas del reino para tratar de los intereses comunes de los judíos. La
aljama vigilaba el cumplimiento religioso, cobraba impuestos, se
ocupaba de la enseñanza y de los pobres y perseguía a los malsines o
delatores. A las afueras de la judería se encontraba el cementerio.
Algunas tumbas se conservan aún, como las del fonsario de Segovia. Las
sinagogas, como Santa María la Blanca en Toledo, fueron transformándose
en iglesias cristianas o desapareciendo ante las terribles presiones del
siglo XV.


Junto a las sinagogas existían baños rituales de purificación, de
los cuales, el mejor conservado es el de Besalú, en Gerona. Al estar
las juderías situadas junto a las murallas, los castillos o los puentes,
los judíos fueron, en ocasiones, los encargados de su defensa y
protección, lo que da idea del importante papel que jugaron en la España
medieval.



EL ULTIMATUN FINAL: CONVERSION O EXPULSION

El año 1391
ve desatarse las crueles e injustas matanzas que asolan las juderías de
Castilla, Cataluña y Valencia, en las que perecen miles de judíos. La
presión antijudía se concreta con violencia en el siglo XV y se obliga a
los judíos a llevar distintivos en la ropa. Las predicaciones de san
Vicente Ferrer, la disputa de Tortosa entre judíos y cristianos y la
Bula de Benedicto XIII, el papa Luna, contra los judíos, aceleran la
destrucción del judaísmo español. Las predicaciones del arcediano de
Écija, Ferrán Martínez, fanatizan a las turbas que asaltan las juderías y
dan muerte a miles de judíos. En 1476 se establece el Tribunal de la Inquisición
en Sevilla. Siete años más tarde, fray Tomás de Torquemada es nombrado
Inquisidor General. Las persecuciones habían producido una oleada de
conversiones forzosas. La Inquisición actuó con dureza contra los
conversos y acentuó la presión sobre los judíos: los hebreos eran
obligados a escuchar las predicaciones de los dominicos en las
sinagogas, tras lo cual se producían las conversiones.


Los Reyes Católicos, ocupados en la guerra de Granada, habían
aceptado la financiación ofrecida por don Isaac Abravanel y don Abraham
Senior, Contador Mayor de Castilla y Rabino Mayor del reino para
sufragar los gastos de la guerra, lo que no les impidió firmar el 31 de
marzo de 1492 el Edicto de expulsión. Las súplicas de don Isaac
Abravanel en favor de sus hermanos fueron rechazadas por los Reyes
Católicos. La política real basada en la unidad dinástica, el poder real
y la unidad religiosa se apoyó en la Inquisición y en fray Tomás de Torquemada
para conseguir la conversión de los judíos. Todos aquellos que no
aceptasen el bautismo deberían abandonar España en el plazo de cuatro
meses dejando todos sus bienes. Unos 100.000 judíos abandonaron España.
Se distribuyeron principalmente por Grecia, Turquía, Palestina, Egipto y
Norte de Africa. Sus descendientes son los sefardíes, que conservan aún
el idioma de Castilla. En su Diáspora por todo el Mediterráneo llevaron
en su corazón dos nombres: Sefarad y Jerusalén.



JUDERIA SINAGOGAS Y ARTE

RELIGION Y COSTUMBRES

PERSONALIDADES HISPANO-JUDIAS

CRONOLOGIA DE LOS JUDIOS ESPAÑOLES

ANEXO

Edicto de expulsión de los judíos

Historia de los Judios en Toledo

¿Por qué los judíos llegaron a ser los banqueros del mundo?

GLOSARIO JUDIO

BIBLIOGRAFIA

Origen de la Informacion y autor Dirección electrònica
SEFARAD.-Casi todo lo que se debe saber sobre los judeo-españoles Conozcamos una Historia que no debe volver a repetirse. http://sefarad.rediris.es/
Web Oficial del Toledo Judío. http://www.toledosefarad.org/JUDERIA/historia.php
Más que economía.- Autor Pau Monserrat, escrito el 27 de Julio de 2010
http://www.actibva.com/magazine/mas-que-economia/por-que-los-judios-llegaron-a-ser-los-banqueros-del-mundo



BIBLIOGRAFIA QUE SE PUEDE CONSULTAR Y QUE NO ESTA INCLUIDA EN ESTE TRABAJO



Origen de la Informacion y autor Dirección electrònica
La cultura sefaradí:
http://www.kolisraelorg.net/koisral_historia/la_presencia_jud%C3%ADa_en_espa%C3%B1a_dat.htm
Historia de los Judíos en España:
http://www.museosefardi.net/pagina5b.html
Hispanica:
http://poesiadelmomento.com/hispanica/20judia.html
Personajes judíos de la España Medieval:
http://poesiadelmomento.com/hispanica/22judioperson.html
La España medieval:
http://www.hottopos.com/notand3/frontera.htm
Los judíos de España:
http://sefarad.rediris.es/textos/0conclusion.htm
Los judíos del Occidente musulmán Al-Ándalus Y Sefarad (página 2):
http://www.monografias.com/trabajos54/judios-occidente-musulman/judios-occidente-musulman2.shtml
Una Herramienta de la Investigación para La Genealogía sefardita/Genealogía judía:
http://fets3.freetranslation.com/?Sequence=core&Language=English/Spanish&Url=http://www.sephardim.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario