martes, 1 de noviembre de 2016

Clarividencia

Clarividencia





Clarividencia

e introspección de las almas




 
        
     



Poseído obviamente solamente por los Santos,  consiste en un don sobrenatural que les
permite ver cosas lejanas o de prever el futuro o bien de ver y oír a distancia
en el espacio y en el tiempo sin usar los mismos sentidos y las normales
capacidades del intelecto. Se trata de mirar con los ojos del alma. Tal
habilidad fue experimentada por el Padre Pío aunque, en él, encontró un
desarrollo completamente particular. En efecto, el Padre Pío logró escudriñar a
una persona hasta  alcanzar las partes
más ocultas del alma. Muchos testimonios existen de estas intervenciones del
Padre Pío. 











Una señora de Bolonia
cuenta: "Una vez mi madre fue a ver al Padre Pío con algunas de sus
amigas. Apenas llegó  a San Giovanni
Rotondo encontró en la Sacristía del convento al venerado Padre que enseguida
le dijo: "¡Y tú estás acá! Vas enseguida a

FOTO17.jpg (7875 byte)casa porque tu marido está
mal".

Mi madre quedó sin aliento, partió dejándolo  en óptima salud. Partió  con el primer transporte. Cuando llegó a
casa, alarmada, no hubo alguna novedad. Pero durante la noche mi padre tuvo
graves dificultades de respiración. Algo le comprimió la garganta. Mi madre
trató de calmarlo y llamó al médico. Hacia las once de la noche mi padre fue
hospitalizado y llevado de urgencia al quirófano. El cirujano que lo operó le
extrajo de la garganta dos  vesículas de
pus.  El Padre Pío vio por lo tanto con
antelación  lo que estuvo a punto de
ocurrirle al marido de la señora y, con su consejo y su ruego logró influir en
la feliz solución del caso.
 

Un hijo espiritual del
Padre Pío que habitó en Roma, estando junto a algunos amigos, por vergüenza, no
hizo lo que se debe hacer al pasar al frente 
de una Iglesia, una pequeña reverencia en señal de saludo a Jesús
sacramentado, levantándose el sombrero. He aquí entonces repentina y
fuertemente  escucha una voz - la voz de
Padre Pío - y una palabra: "¡Cobarde!" Fuè después de algún tiempo a
San Giovanni Rotondo y sintió al Padre Pío que le dijo: "Atento, esta vez
te he regañado solamente, la próxima vez te daré una bonita bofetada." 
 

A la hora del ocaso, en
el jardín del convento, el Padre Pío, que está conversando amablemente con
algunos fieles e hijos espirituales, y se da cuenta de no tener consigo el
pañuelo. Entonces se dirige a uno de los presentes y le dice: "Por favor,
he aquí la llave de mi habitación,  tengo
que sonarme la nariz, tráeme el pañuelo". El hombre va a la habitación,
pero, además del pañuelo, toma  uno de
los medios guantes de Padre Pío y se lo pone en el bolsillo. ¡No puede perder
una ocasión de tener una reliquia! Pero al regresar al jardín, entrega el
pañuelo y  siente decir  al Padre Pío: "Gracias, pero ahora
vuelve en la celda y repones en el cajón el medio guante que te has metido en
el bolsillo."
 

Una señora, cada tarde,
antes de ir a dormir, se arrodilló adelante de una fotografía del Padre Pío y
le pidió la bendición. El marido, incluso siendo un buen católico y fiel del
Padre Pío, creyendo que aquel gesto era exagerado, se burlaba de su esposa
riéndose. Un día habló con el  Padre Pío:
"Mi mujer, cada tarde se arrodilla delante de vuestra fotografía y os pide
la bendición". "Usted, lo sabe": el  Padre Pío le contestó, "y tú  te ríes cada tarde." 
 

Un día, un hombre,
católico aprendiz, y estimado en los medios eclesiásticos, fuè a confesarse con
el Padre Pío. Ya que quiso justificar su conducta, empezó señalando a una
"crisis espiritual". En realidad vivió en el pecado: él estaba casado
y descuidó a su  mujer y trató de superar
la crisis entre los brazos de una amante. Nunca imaginó estar arrodillado a los
pies de un confesor "anormal". 
El Padre Pío, levantándose velozmente, gritó: "¡No es una crisis
espiritual! Tú eres un adúltero y Dios se ha irritado contigo. Vas
fuera"! 
 

Un señor contó:
"Yo decidí parar de fumar y de ofrecer este pequeño sacrificio al Padre
Pío. Al empezar el primer día, cada tarde, con el paquete de cigarrillos
integro en la mano, me paré delante de su imagen diciéndole: "Padre es
uno...

". A. el segundo
día "Padre, es dos...

".
Después de unos tres meses, todas las tardes hice la misma cosa. Un día fui a
verlo "Padre", le dijo en cuanto lo vi., "son 81 días que no
fumo, 81 paquetes... ". Y  el Padre
Pío contestó: Lo sé "cómo tú lo sabes, me los has hecho contar todas las
tardes."
 

El chofer del autobús
que transportaba a los turistas en la excursión hacia el  Gargano estuvo en la Sacristía esperando el
momento de salir cuando el Padre Pío llegó. El chofer que estuvo entre el grupo
de una decena de personas fue notado por el 
Padre Pío que le dijo: "Hijo, ¿no pides tú tampoco la
bendición"? El chofer, sorprendido, 
se arrodilló para recibir la bendición pero el Padre Pío en lugar de
bendecirlo  le preguntó: " Bien,
ahora  dime lo que has hecho”, "Nada
Padre, no he hecho nada, me he confesado hace dos horas en Sant' Angelo y
también he tomado la Comunión con los turistas que acompaño".
"Y"…….. ¿Después? “He adquirido objetos religiosos". "No,
las santas imágenes te han hecho blasfemar, 
pero,……..y aquellas cosas dulces... ". El chofer desconcertado,
recordó que después de la  Santa Misa
blasfemó porque el número de los dulces adquiridos fue inferior a aquél deseado
y solicitado por los turistas. Avergonzado intentó decir  algo pero el 
Padre Pío, en privado, se lo impidió diciendo: "No basta: con venir
a San Giovanni Rotondo, has desprestigiado y ofendido a un carretero que no
mantuvo su derecha". El chofer, que contestó de no haber hecho nada,
empezó, confuso, a recitar el acto de dolor."
 

Una señora
italo-inglesa, llegada por Inglaterra se presentó al confesionario del Padre
Pío pero  en lugar de confesarla, cerró
la taquilla del confesionario diciéndole: "Para tì no estoy
disponible". ¿Por cuál motivo el Padre Pío no quiso confesarla? ¿Después
de haber esperado un par de semanas durante las que ella fue casi todos los
días al confesionario? Un día la señora por fin fue escuchada por el Padre Pío.
La señora  en la iglesia  le reclamó 
porque la hizo  esperar mucho
tiempo y el Padre Pío le contestó: "¿Y tú cuánto has hecho esperar a
Nuestro Dios? Te tienes que preguntar como ahora Jesús pueda acogerte, después
de los muchos sacrilegios cometidos. Tú, por años, has comido tu condena; por
años, al lado de tu marido y tu madre, has hecho la santa comunión en pecado
mortal." La mujer, arrepentida, trastornada, suplicó llorando la
absolución. Cuando, tiempo después regresó a 
Inglaterra fue la personificación de la alegría. 
 

Un señor cuenta: -
"Una tarde comí algunos higos de más. Hice escrúpulo de ello. He cometido
un pecado de garganta - me dije - por cuyo motivo me confesaré con el Padre
Pío, yo confesaré este pecado". Al día siguiente, caminando lentamente por
la calle hacia  el convento, hice el
examen de conciencia. Yo no recordé el pecado de garganta. Me confesé pero
antes de concluir la confesión, antes de la absolución, le dije al Padre Pío:
"Yo creo que estoy olvidando una culpa, quizás la más grave, pero no logro
recordarla". "Eh vete a la calle, " - me contestó sonriendo -
¡"por dos higos"! 
 

Dios ve todo y de todo
tendremos que darle cuenta. El cuento que sigue, demuestra que también nuestros
pensamientos más escondidos son conocidos por Dios. Un hombre, en el 1920 se
presenta al convento de los Capuchinos para hablar con Padre Pío, ciertamente
no es más que  un penitente en busca de
perdón, a todo esto, piensa que el perdón es solo para una banda de criminales,
este hombre ha decidido matar a su  mujer
para casarse con otra. Quiere matarla y quiere procurarse una coartada
indiscutible. Sabe que su mujer es devota de un Fraile que vive en un
pueblecito del Gargano, allí   nadie los
conoce a ellos y puede llevar fácilmente a la práctica  su homicidio. Un día este hombre convence con
una excusa a su   mujer para hacer el
viaje. Cuando llegan a Apulia, él la invita a visitar al fraile. Se alojan en
un hotel  de las afueras y manda a su
mujer al convento para confesarse, de manera que visitando al fraile ya tiene
una coartada. Piensa visitar una tasca con los amigos e invitarlos a beber y a
jugar un partido de  cartas. Alejándose
más tarde con una excusa iría a matar a la mujer apenas saliera  de la confesión. Todo alrededor del convento
es campo abierto y en la penumbra de la tarde nadie se dará cuenta de nada, y
mucho  menos que bajo tierra hay un
cadáver. En fin, vuelto a la tasca seguiría 
entreteniéndose con los compañeros de juego para luego partir, solo, tal
y  como había llegado. El plan era
perfecto, pero no había tenido en cuenta la cosa más importante; que  mientras él planeaba el homicidio, alguien
escuchaba su pensamiento. Cuando llega al convento ve al Padre Pío que
confesaba a  algunos paisanos, y tomado
por un impulso que tampoco él logra contener, se arrodilla a los pies de aquel
confesor de los hombres. No ha acabado tampoco la señal de la cruz cuando salen
gritos inconcebibles del confesionario: "¡Vas fuera! Vas fuera!” ¡Vas
fuera! ¿No sabes que es prohibido por Dios mancharse las manos de sangre con un
homicidio? ¡”Vas fuera! Vas fuera"! - En fin lo agarrò por un brazo, el
capuchino acaba de echarlo. El hombre está conmocionado, incrédulo, y
desalentado; al verse descubierto huye aterrorizado hacia el campo, dónde, cae
a los pies de un peñasco, con la cara en el barro; y  por fin se da cuenta de los horrores de su
vida de  tanto pecado.  En un instante vuelve a ver toda su
existencia; y, entre lacerantes tormentos del espíritu, comprende completamente
su aberrante maldad. Atormentado y arrepentido desde lo más  profundo de su corazón vuelve a la  Iglesia y le pregunta al Padre Pío, si
puede  confesarlo verdaderamente. El
padre se lo concede y esta vez, con infinita dulzura le habla como si lo
conociera desde siempre. Más bien, para ayudarlo a no olvidar nada de aquella
vida desorientada, le enumera todo, momento por momento, pecado por pecado,
crimen por  crimen,  con detalles particulares de cada uno.
Llegando hasta el último crimen premeditado, aquel de matar a su propia mujer,
a la leal compañera de su vida. El hombre, escucha de labios del gran Santo; la
narración del  homicidio que sólo él ideó
en su mente y que ningún otro mortal conoce en su conciencia,  Exhausto pero por fin libre, se tira a los
pies del fraile y suplica humildemente perdón. Pero allí no termina todo. Terminada
la confesión, mientras se aleja del convento es vuelto a llamar por el Padre
Pío, quien le dice: “¿Has deseado; tú tener hijos, no es cierto?” ¡Caramba este
santo, incluso èsto sabe! - "¡Ahora bien, ya no ofendas nunca más  a Dios y un hijo te nacerá"! Aquel
hombre regresó  exactamente, el mismo día
después de un año, totalmente convertido y padre de un hermoso hijo nacido de
su esposa, de  aquella misma mujer que él
quiso matar.
 

El padre Guardián del
convento de San Giovanni Rotondo contó: - "El otro día, un comerciante de
Pisa ha venido a preguntarle al Padre Pío acerca de  la curación de una hija. El padre lo mira y
dice: "Tú estás más enfermo que tu hija.

Yo te veo muerto".
"Pero no, pero no, yo estoy muy bien"...
- ¡"Desdichado"! Gritó el Padre Pío - ¡"Desgraciado”! ¿Cómo
puedes decir que estás bien con tantos pecados sobre la conciencia? ¡“Veo de
ellos al menos treinta y dos"! 
Imagináis el estupor del comerciante. Después de la confesión él contó a
 todo el que quisiera escucharlo: ¡"Él
ya sabía todo y me ha dicho todo"!
 

Un sacerdote contó, una
aventura de un cofrade suyo, que vino desde muy lejos para confesarse; con el
Padre Pío. Él tuvo que  esperar muchas
horas en Bolonia. Después de la confesión, el Padre Pío le preguntó: "Hijo
mío, ¿no recuerdas lo otro"? - "Nada, 
Padre" - "Vamos, busca un poco"... - Éste examinó su
conciencia pero no encontró nada. Entonces el Padre Pío le dijo con extrema
dulzura: “Hijo mío, ayer por la mañana, has llegado a Bolonia a las 5.00 de la
mañana. Las iglesias todavía estaban cerradas. En lugar de esperar, has ido al
hotel para descansar un poco antes de la Misa. Te has acostado sobre la cama y
luego te has dormido tan profundamente que te has despertado a las tres de la
tarde. Por la tarde, era demasiado tarde para celebrar la misa. Lo sé, no lo
has hecho por malicia, pero fue una negligencia que hirió a Nuestro Dios."
 

En tantos tiempos; que
las grandes muchedumbres  acudieron al
Padre Pío, fueron enviados al convento 
dos guardias civiles que siempre le protegieron. Un día, en la  Sacristía, mientras se retiraba, después de
la celebración de la  Santa Misa, el
Padre se dirigió sonriendo a uno de los dos guardias civiles: "Apenas
termines aquí,  después  que yo haya hecho el agradecimiento de la
Misa, vienes a mi habitación porque 
tengo que hablarte". El guardia civil se alegró, y esperó  que el Padre acabara y luego fuè a su
habitación. "Siéntate", le dijo el Padre Pío, "dentro de ocho
días tú vas a la casa de tu padre y mueres, hijo mío". “Pero Padre, está
muy bien", dijo el guardia civil. "No te preocupes", añadió el
capuchino.

"es mejor dentro
de ocho días.”

¿Qué es esta vida? Una
romería; estamos en un tren que para hoy por ti. Pide un permiso a tu jefe y te
vas a tu casa. Porque si te quedas aquí; Mañana tú mueres y  no saben nada los parientes" El guardia
civil, trastornado por estas palabras preguntó: "Padre; ¿puedo contar
cuánto me habéis dicho"? "No, ahora no, le contestó el Padre, sólo lo
dirás cuándo estés en casa". El joven 
pidió un permiso para ir a casa. No quisieron concedérselo, porque no
había ninguna justificación adecuada pero por la intercesión del mismo Padre
Pío, el guardia civil consiguió la licencia. Llegando a casa el guardia civil
les dijo a sus padres: " El Padre Pío me ha dicho que moriré, he venido a
saludarlos". Después de ocho días el guardia civil murió.
 

Además de las visiones,
los religiosos del convento de Venafro, que hospedaron al Padre Pío por poco
tiempo, fueron testigos de otros fenómenos inexplicables. Cuando estuvo
gravemente enfermo, el Padre Pío demostró estar en absoluta capacidad de leer
los pensamientos de las personas. Un día el 
Padre Agostino fue a buscarlo. "Esta mañana haga una oración
particular  por mí", dijo el Padre
Pío, y le preguntó que pasaba. Bajando a la iglesia,  el Padre Agostino decidió encomendar al
fraile de manera muy especial durante la 
Santa Misa, pero luego se le olvidó hacerlo.   El 
Padre Pío le preguntó: ¿ Ha rogado por mí"? Lo olvidé, dijo el
Padre Agostino .Y el Padre Pío contestó: "menos mal qué el  buen Dios, ha aceptado el propósito  que UD tenía cuando bajó las
escaleras." 
 

A la segunda llamada
para confesar a un hombre, el Padre Pío, levanta la cabeza y severamente dice
en alta voz

"¿En fin este hombre ha
hecho esperar veinticinco años a nuestro Dios, para decidirse a confesarse; y
no puede esperar él, cinco minutos que yo me desocupe?” Fuè constatado que el
hecho fue verdadero. 
 

El espíritu profético del Padre Pío; visto por el Padre Carmelo
Durante  fue Superior del Convento de San
Giovanni Rotondo, damos este testimonio: "Durante la última guerra
mundial, casi cada día se habló de la guerra y, sobre todo de las estrepitosas
victorias militares de Alemania sobre todos los frentes de batalla. Recuerdo
que una mañana en la sala del convento, mientras leía el periódico, con la
noticia de que las vanguardias alemanas se dirigían a Moscú. Fue para mí un
flechazo: vi en aquel flash periodístico, el fin de la guerra con la victoria
final de Alemania. Saliendo al pasillo, encontré al venerado Padre y, muy
contento, estallaba gritando: ¡Padre, se terminó la guerra! Ha vencido
Alemania!  . - "¿Qué has dicho tú?” preguntó el Padre Pío -
"Padre, el periódico dice…." Y Padre Pío: “¿Ha vencido Alemania la
guerra? ¡Recordaos que Alemania, esta vez, perderá la guerra, peor que la otra
vez! Recuérdalo" - Yo repetí: "Padre, los alemanes ya están cerca de
Moscú, por lo tanto... " Él añadió: "¡Acuérdate de lo que te he
dicho!”. Yo continué: "Pero si pierde la guerra Alemania, quiere decir que
Italia también la perderá!”. - Y Él, contestó: Hará falta ver si la acabaran
"junto". Aquellas palabras me fueron completamente oscuras, en
consideración de la alianza Italo-Alemana, pero se revelaron claras el año
siguiente después del armisticio con los angla-americanos del 8 de septiembre
de 1943, con la declaración de guerra de Italia a Alemania.
 

El testimonio de una
señora: "Quise participar en un viaje organizado por  la Parroquia de San Giovanni Rotondo con el
objetivo de conocer  al Padre Pío. Fuè el
año 1961. En el autocar un señor, en voz alta, de repente dijo: "Mi mujer
ha querido que yo la acompañara a donde 
este "embustero". La referencia al querido Padre fue evidente.
Tuve un apretón en el  corazón por aquel
insulto. Cuando  llegamos a San Giovanni
Rotondo; fuimos enseguida a la  iglesia
para participar en la  Santa Misa. Al
terminar el Padre Pío pasó en medio de 
los remeros. Llega cerca de nosotros, se paró justo frente a aquel señor
que en el autocar se expresó mal de y  le
dijo: "Venga aquí, ella" Venga donde este embustero". El hombre
palideció, se arrodilló y, balbuciendo, logró decir solamente: "¡Perdonadme,
Padre! Perdonadme! ", entonces el Padre Pío se apoderó de la cabeza y,
bendiciéndolo, añadió: "Alzaos, te perdono". Aquel señor se convirtió
al instante, entre la admiración y la conmoción de todos.
 

Una señora cuenta: -
"En el año 1945 mi madre me llevó a San Giovanni Rotondo para que
conociera al Padre Pío y me confesara con él. ¡Había mucha gente! En la espera
de mi turno pensé en todo lo que tenía que decirle al Padre pero cuando estuve
en su presencia, quedé paralizada. El querido Padre se dìò  cuenta enseguida de  mi timidez y, con una sonrisa me dijo:
"¿Quieres que yo hable por ti?". Asentí con una señal y, después de
algún instante, quedé pasmada. ¡No lo podía creer! El Padre Pío me dijo,
palabra por palabra, todo lo que yo habría querido decirle. Me sentí tranquila,
serena y mentalmente dí las gracias al venerado Padre por obsequiarme la experiencia
de uno de sus extraordinarios carismas. Le confié  la salud de mi alma y mi cuerpo. Contestó:
Siempre seré tu padre "espiritual" Me despedí de él con una alegría
inmensa en el corazón. ¡Mientras viajaba en el tren, de regreso, advertí un
intenso perfume de flores que no olvidaré nunca! Era la presencia del Padre que
me invadió de inmensa felicidad.

Un
joven de Padua se acercó al Padre Pío por una bendición, pero el Padre lo
miró y le dijo: "saca de la billetera la tarjeta comunista, fueron los
tiempos en que el régimen comunista ronco persiguió la Iglesia, junto a las
fotografías de aquellas malas mujeres que conservas celosamente. ¿No te
avergüenzas encima con tales fotografías?. Y como tienes intención de hacer
limpieza, ahora que vuelves a casa tienes que también arrancar las otras
malas fotografías que conservas en el cajón del escritorio." 
 

El
Padre Pío conoció a una señora de bien a la que en una confesión regañó. La
señora cuenta: "Yo no recuerdo bien cual fue la razón. Pero cuando yo me
alejé del confesionario y fui a hacer la penitencia, en vez de interrogar
diligentemente mi conciencia, yo rogué a mis santos protectores en el
paraíso para que me dejaran entender bien aquello que el Padre quisiera de
mí.  Yo continué así por muchos días hasta la confesión siguiente cuando el
Padre Pío me dijo: ´Has ido lamentándote, tú has llenado el mundo de tus
quejidos`;   "pero, Padre, yo no me he quejado de nada con nadie" - contesté. 
"Y
a El? repitió el Padre Pío. ´No, os lo aseguro Padre`. ¿Quién entonces ha
puesto trastornado al paraíso?, respondió el Padre.
 


Don Pasquale cuenta: “Un día dejando la estación de Forma, yo tomé un
autobús para irme a San Giovanni Redondo. Mientras el autobús atravesaba los
paisajes pulleses,  pensé: ´Esta vida espiritual, a veces, parece cómo
encaramarse sobre los vidrios!

Cuando  llegó al convento  entró a la sacristía y le pidió confesarse al
Padre Pío. 

Llegado su turno, entró más allá del visillo del confesionario e hizo su
confesión. Después de haber recibido la absolución, él estaba a punto de
salir todo contento, pero el Padre Pío le dijo sonriendo: "Y entonces,
¿parece esta vida espiritual a veces cómo encaramarse sobre los vidrios"?

Don Pasquale no dijo ni una palabra y entendió que el Padre Pío era un
hombre iluminado por Dios. 



El
Sr. Enzo cuenta: “Algunos me dijeron que para preguntarle algo al Padre Pío
se puede hacerlo también durante la misa, con el pensamiento. Y yo un día
probé  hacer ésto. Pero al final de la misa, después de que el Padre Pío
hubo acabado el agradecimiento, yo fui a hablar con el Padre Pío y le dije :
´Padre, ruega por mi hermana`.
Y
él  me respondió: ´No no me lo has dicho ya?`”
 

La
señora Lucietta cuenta: "Esto sucedió el 25 de mayo, el día de cumpleaños
del Padre Pío. Después de la misa, mientras él se apartaba a la sacristía yo
en mis adentros le saludaba. 

Después de algún día, al final de la confesión yo le dije: ´Felicidades,
padre, considerando que el 25 yo no he podido saludarlo`.
El
Padre Pío contestó: `Y no los has hecho ya?´
 

La
señora Alma cuenta: "El Padre Pío estaba confesándonos  a las mujeres y
estuve en la iglesia a tres o cuatro metros de él. Durante el día yo no
había tenido la posibilidad de hablarle. Le dije entonces con el pensamiento:
`Padre,¿me manda una bendición?. Yo la necesito´. Apenas acabé de expresar
mi deseo, vi que el Padre Pío, apartándose de la rejilla cuya taquilla le
escondió la cara, miró hacia mí e hizo una señal de cruz. Luego se escondió
y siguió confesando”. 
 


Fue la segunda vez que Teresa vio al Padre. Después de la confesión se metió
en el pasillo del convento para besar la mano del Padre Pío. Cuándo el Padre
Pío llegó, no se paró cerca de Teresa. Ella no pudo tocar al Padre Pío.
Teresa quedó descontenta y en su corazón se quejó de ésto. 


Entonces el Padre Pío volvió atrás y paternalmente huraño le dijo a Teresa:
"Ruego besa de otro modo mi mano y yo te dono una pequeña bofetada sobre la
cabeza". 

El
Sr. Giuseppe de San Giovanni Redondo fijó su fecha de bodas y fue al
convento para darle la noticia al Padre Pío. "Padre me casaré el 12 de
septiembre. Ese es el día dedicado al santo nombre de María". - "No" -
contestó el Padre Pío, "Tú te casarás el día 8, dedicado a la Natividad del
Beato Virgo."  El joven se sorprendió por lo que el Padre Pío le dijo.
Cuando volvió a su casa su madre le dijo : "escucha, tu prima ha establecido
de casarse el 12 de septiembre. Puesto que los invitados en la mayoría son
los mismos, nosotros tenemos que cambiar la fecha; nos conviene elegir el
día 8." 

Giuseppe no se opuso, el Padre Pío se lo adelantó


Desde Módena fue a San Giovanni Redondo el padre de una hija espiritual del
Padre Pío. Era la primera vez que el padre de la chica iba al convento.
Apenas se encontró con el Padre Pío el fraile le dijo : “eres tú el papá de
Adriana, ¿verdad?”

El
Padre Atanasio Lonardo contó: "nosotros estuvimos en el coro por las
oraciones y la meditación de la tarde. El superior del convento dio la señal
del término del ruego común. El Padre Pío dijo: ´rogamos por nuestro padre
Provincial que está en agonía`. Nosotros supimos que el Padre Bernardo de
Apicella estaba enfermo de bronquio-pulmonía, pero no conocíamos su estado
grave. El ruego se dilató. El día después, el 31 de diciembre de 1937,
supimos que murió. 

Después de un mes, el Padre Pío nos aseguró que el Padre Bernardo entró al
Paraíso”.

Ierognosia
El
Padre Pío fuè capaz de reconocer si un hombre era un sacerdote y si los objetos
estaban bendecidos.
Los fenómenos de
Ierognosia fueron otro importante  carisma del Padre Pío.



Un día unas señoras
vestidas con  chaqueta y corbata al
cuello estuvieron en la Sacristía; con los hombres, en espera de la llegada del
Padre Pío. Él fuè justo a la primera fila. El Padre Pío en cuanto las viô les
dijo: "Reverendo, han venido "disfrazadas", “pero no tenéis que
avergonzaros de venirme a visitar, la próxima vez  pueden venir 
vestidas de cura."  



A un joven que fue
vestido con pantalones y yérsey, el Padre Pío le dijo que volviera vestido de
San Domenico. Confuso e incómodo, el joven confesó delante de todos  ser un Sacerdote Dominicano. 
 

A veces, cuando al
Padre Pío le presentaban los objetos, coronas del Rosario, medallas, imágenes
sagradas, con la solicitud de bendecirlos, el Padre devolvió al solicitante
algún objeto con la aclaración: "Éste ya ha sido bendecido". Y era
cierto. 
 

El Padre Pío  se daba cuenta si el agua había  que bendecirla o si ya estaba bendita. Y si
alguien le presentaba una botella con agua de Lourdes, él, sin hacer preguntas,
la llevó a sus labios y la besó. 
 

El tranviario romano al
que la Virgen apareció en una gruta de las tres fuentes de Roma, la Virgen de
la Revelación, un día fue a buscar al Padre Pío. He aquí su testimonio:
"Cuando fui a su presencia - no nos encontramos nunca - le dì un sobre sin
decirle qué contenía. El Padre Pío lo tomó, lo apretó al pecho con amor y no me
lo devolvió. El sobre contenía un  poco
de la tierra de la gruta de las Tres Fuentes."


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 Biograpía  
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Milagros
 
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Recuperaciones
  
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La Bilocacón
  
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Los Perfumes
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Clarividencia  
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Las Apariciones
   
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La
Levitacíon
   
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El Ángel de la Guarda
   
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El Diablo
   
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Oraciónes
   
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El Santo Rosario
   
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Novena
al Padre Pio
    
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Los Diez Mandamientos

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La Confesión



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