martes, 17 de enero de 2017

Las delicias conyugales de la reina Victoria - BBC Mundo

Las delicias conyugales de la reina Victoria - BBC Mundo







Las delicias conyugales de la reina Victoria

  • 12 enero 2013









El amor nunca fue
un factor común entre los matrimonios legendarios de la realeza. Quizás
por eso la unión entre la reina Victoria de Inglaterra y el príncipe
Alberto de Alemania continúa causando fascinación.
La joven
Victoria y su guapo e inteligente primo hermano Alberto se casaron
perdidamente enamorados. 17 años después, nueve hijos hacían parte de
sus vidas: cuatro niños y cinco niñas.

Múltiples pinturas y fotografías proyectaban a una pareja virtuosa y entregada, rodeada de obedientes niños rubios.

Pero aunque la pasión entre ambos era evidente, con el tiempo se volvieron presos de una inagotable lucha de poder.

Alberto
empezó a encargarse cada vez más de las responsabilidades de Victoria, a
quien sus embarazos y ocupaciones como madre la obligaron a hacerse a
un lado.

La reina tenía sentimientos encontrados: admiraba a su
“ángel” por su talento y habilidad, pero a la vez lo resentía por
haberla despojado de sus poderes.

Las discusiones se volvieron
cada vez más constantes y a Alberto le aterrorizaban las rabietas de
Victoria. En el fondo siempre existía el temor de que la reina hubiese
heredado la locura de Jorge III.

Cuando estaba en sus peores momentos, Alberto se limitaba a dejarle notas bajo la puerta.

A
pesar de ser una madre prolífica, Victoria detestaba estar embarazada.
Cada vez que estaba encinta, decía que se sentía "como un conejo o una
cobaya".

Lo que más le disgustaba era la lactancia, que consideraba una práctica repugnante.

Madre severa











Image caption

Las hijas de Victoria nunca pudieron escapar del control y la mano dura de su madre.



Tampoco era una madre cariñosa, pues pensaba que su deber era ser severa.

Su relación con su hijo mayor, Bertie (más adelante Eduardo VII), fue especialmente fría.

Desde pequeño fue una decepción para Victoria.

Al
igual que todos los hijos del rey, Bertie fue educado en casa con un
tutor. Le iba mal en las clases y sus padres lo consideraban un tonto.

Victoria
decía: "Tampoco es apuesto, con esa cabeza dolorosamente pequeña y
estrecha, y esos rasgos inmensos. Ni hablar de su falta de mentón".

Cuando
Bertie tenía 19 años y estaba en entrenamiento con el ejército en
Irlanda, tuvo una aventura con una prostituta llamada Nellie Clifden.

La noticia devastó a Alberto, quien le escribió una larga carta lamentando su "caída".

Después
visitó a su hijo en Cambridge y juntos dieron un largo paseo bajo la
lluvia. Alberto volvió a Windsor enfermo y falleció tres semanas más
después.

Lo más probable es que haya muerto de fiebre tifoidea. Otros creen que padecía la enfermedad de Crohn.

Lo cierto es que durante años, Victoria culpó a Bertie de su muerte. No soportaba estar cerca de él.

"Nunca puedo ni debo mirarlo sin estremecerme", escribió.

De luto hasta la eternidad

Durante
los 40 años siguientes- el resto de su vida - Victoria se vistió de
luto, rara vez aparecía en público y cuando lo hacía era de mala gana.

A los ojos de su pueblo, la pequeña "viuda de Windsor" era una patética y desconsolada figura. La realidad era muy distinta.

Invisible pero muy presente

Aunque Victoria era invisible, su necesidad de
controlar a sus hijos era casi enfermiza. Creó una red de espías e
informantes que la mantenían al tanto de lo que hacían.

Cuando
Bertie se casó con la princesa Alejandra de Dinamarca, Victoria le
encargó al médico que le informara en detalle sobre su salud, incluyendo
su ciclo menstrual.

Los bailes de la corte estaban programados para no coincidir con el período de Alejandra.

La
hija mayor de Victoria, Vicky, se casó con Fritz, el príncipe heredero
de Prusia, cuando tenía 17 años. Años después se convirtió en la madre
del Káiser Guillermo II.

Incluso en la lejana Alemania, Vicky no
pudo escaparse del control obsesivo de su madre. Victoria le escribía
casi todos los días y la enfermaba de preocupación.

Cuando Vicky anunció que estaba embarazada, Victoria le dijo: "La noticia nos ha disgustado enormemente".

Vicky y su hermana menor, Alicia, quien también se casó con un príncipe alemán, se pusieron de acuerdo para desafiar a su madre.

En secreto amamantaron a sus bebés.

Cuando Victoria lo descubrió, se enfureció y las tildó de “vacas”.

Ser
hija de la reina Victoria era como jugar eternamente al juego de las
sillas - siempre había alguien que quedaba por fuera. Y siempre había un
favorito.

Los cambios de ánimo de Victoria eran desconcertantes y
sus rabietas causaban pavor. No sólo era la madre de sus hijos, sino
también su soberana, y nunca dejaba que lo olvidaran.

Mantenía en la casa a su hija menor Beatriz (conocida como Baby), quien vivía aterrorizada de su madre.

Victoria
quería que Beatriz permaneciera soltera. Cuando ésta le anunció que
estaba comprometida con un guapo príncipe alemán, Victoria se negó a
hablarle por seis meses y aceptó con la única condición de que la pareja
viviera con ella.

Un final inesperado

La
hija rebelde era Luisa. Coqueta, atractiva y decidida, se negó a
casarse con un príncipe alemán. En su lugar, optó por el marqués de
Lorne, hijo del duque de Argyll.











Image caption

El príncipe Alberto solía colocar y decorar árboles de Navidad en Windsor en la década de 1840.



Su decisión resultó ser un error - el matrimonio fue infeliz, no tuvo hijos y se rumoraba que el marqués era homosexual.

Victoria
controlaba a sus hijos varones de la misma manera. Leopoldo, quien
heredó la hemofilia, fue el que más sufrió. Victoria lo describía como
"un niño de aspecto común".

Siempre trató de hacerlo vivir como un
inválido. Cuando era niño, el servidor que cuidaba de él lo molestaba,
pero Victoria se negaba a escuchar sus quejas.

No lo dejaba salir de casa, pero después de mucho insistir, pudo irse a estudiar a Oxford. Murió a los 32 años.

Victoria
quería que sus hijos fueran como el príncipe Alberto. El único que se
parecía a su padre era Arturo, el tercero de los varones, años después
duque de Connaught.

Él era su favorito – siempre hizo lo que le ordenaron y tuvo una exitosa carrera militar.

El hijo con quien más peleó fue Bertie, el mayor. Una vez dijo que su mayor problema era que se parecía mucho a ella.

Y
tenía razón. Al igual que su madre, Bertie era codicioso, apasionado, y
explosivo. Pero tenía un don supremo - su encanto personal.

Como
príncipe de Gales, Bertie tuvo que lidiar con múltiples escándalos. Uno
de ellos fue el hecho de que Victoria nunca le permitió acceder a
documentos gubernamentales.

Pero la historia tuvo un final
inesperado. Bertie nunca rompió relaciones con su madre. Y cuando
finalmente la sucedió en el trono a los 59 años, hizo un buen trabajo.

Eduardo
VII, quien falleció en 1910, modernizó la monarquía, una de las razones
por las que su sucesor, Jorge V –y la realeza británica como
institución– sobrevivieron a la Primera Guerra Mundial, mientras que
muchas otras casas reales no lo lograron.

Quizás la reina Victoria no era tan mala madre después de todo.




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