miércoles, 18 de enero de 2017

Documento 97 - Evolución del concepto de Dios entre los hebreos | El libro de Urantia | Fundación Urantia

Documento 97 - Evolución del concepto de Dios entre los hebreos | El libro de Urantia | Fundación Urantia















Documento 97 - Evolución del concepto de Dios entre los hebreos








 
 


  

Palabras de Jesús en rojo:
Activar |
Desactivar

  

Números de párrafo:
Activar |
Desactivar



Versión para imprimirVersión para imprimirSend by emailSend by email

El libro de Urantia

Documento 97

Evolución del Concepto de Dios Entre los Hebreos

97:0.1 (1062.1) LOS
dirigentes espirituales de los hebreos hicieron lo que nadie había
conseguido hacer antes que ellos: desantropomorfizaron su concepto de
Dios sin convertirlo en una abstracción de Deidad sólo comprensible para
los filósofos. Aún la gente común podía considerar el concepto maduro
de Yahvé como Padre, si no del individuo por lo menos de la raza.


97:0.2 (1062.2) El
concepto de la personalidad de Dios, aunque enseñado con claridad en
Salem en los días de Melquisedek, era vago y neblinoso al tiempo de la
huída de Egipto y evolucionó tan sólo gradualmente en la mente hebraica
de generación en generación en respuesta a las enseñanzas de los líderes
espirituales. La percepción de la personalidad de Yahvé fue mucho más
continua en su evolución progresiva que la de cualquier otro de los
atributos de la Deidad. Desde Moisés hasta Malaquías hubo un crecimiento
ideacional casi ininterrumpido de la personalidad de Dios en la mente
hebrea, y este concepto fue eventualmente enaltecido y glorificado por
las enseñanzas de Jesús sobre el Padre en el cielo.


1. Samuel — El Primero de los Profetas Hebreos

97:1.1 (1062.3) La
presión hostil de los pueblos circunvecinos en Palestina enseñó muy
pronto a los jeques hebreos que no tenían esperanza de sobrevivir a
menos que confederaran sus organizaciones tribales en un gobierno
centralizado. Y esta centralización de la autoridad administrativa
ofreció a Samuel una mejor oportunidad de actuar como maestro y
reformador.


97:1.2 (1062.4) Samuel
surgió de una larga línea de maestros salemitas que habían persistido en
mantener las verdades de Melquisedek como parte de sus formas de
adoración. Este maestro era hombre viril y decidido. Sólo su gran
devoción, combinada con su extraordinaria determinación, le permitieron
soportar la oposición casi universal que encontró cuando se dispuso a
atraer nuevamente a Israel a la adoración del supremo Yahvé de los
tiempos de Moisés. Y aun entonces tan sólo triunfó parcialmente;
consiguió atraer de vuelta al servicio del concepto más elevado de Yahvé
tan sólo a la mitad más inteligente de los hebreos; la otra mitad
continuó adorando a los dioses tribales del país y la concepción más
baja de Yahvé.


97:1.3 (1062.5) Samuel
era hombre decidido y rudo, un reformador práctico que era capaz de
salir un día con sus asociados y derribar una veintena de sitios de
Baal. El progreso que hacía se debía puramente a la fuerza de su
compulsión; poco predicó, enseñó aún menos, pero sí actuó. Un día
ridiculizaba al sacerdote de Baal; el próximo, deshacía a un rey
cautivo. Creía devotamente en el Dios único, y tenía un concepto claro
de ese Dios como creador del cielo y de la tierra: «Del Señor son las
columnas de la tierra, y él afirmó sobre ellas el mundo».


97:1.4 (1063.1) Pero la
mayor contribución que hizo Samuel al desarrollo del concepto de la
Deidad fue su pronunciamiento resonante de que Yahvé era invariable,
por siempre la misma incorporación de perfección y divinidad
infalibles. En estos tiempos se concebía a Yahvé como un Dios
caprichoso, atiborrado de antojos celosos, que lamentaba constantemente
las cosas que había hecho; pero ahora por primera vez desde que los
hebreos salieran de Egipto escucharon estas palabras sorprendentes: «El
que es la Fuerza de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque no es
hombre para que se arrepienta». Se proclamó la estabilidad en las
relaciones con la divinidad. Samuel reiteró el pacto de Melquisedek con
Abraham y declaró que el Señor Dios de Israel era la fuente de toda
verdad, estabilidad y constancia. Los hebreos habían considerado siempre
a su Dios como hombre, superhombre, espíritu exaltado de origen
desconocido; ahora escuchaban el espíritu que fuera de Horeb exaltado
como Dios inalterable de perfección creadora. Samuel contribuyó a que el
concepto evolutivo de Dios ascendiera a las alturas, por encima del
estado variable de la mente de los hombres y de las vicisitudes de la
existencia mortal. Con sus enseñanzas, el Dios de los hebreos empezó el
ascenso desde la idea a nivel de los dioses tribales al ideal de un
Creador todopoderoso e invariable y Supervisor de toda la creación.


97:1.5 (1063.2) También
renovó la predicación del hecho de la sinceridad de Dios, su
confiabilidad como cumplidor de pactos. Dijo Samuel: «El Señor no
desamparará a su pueblo». «Él ha hecho con nosotros un pacto perpetuo,
ordenado en todas las cosas y será guardado». Así pues, en toda
Palestina resonó el llamado de vuelta a la adoración del Yahvé supremo.
Este enérgico maestro no se cansaba de proclamar: «¡Por tanto, tú te has
engrandecido, oh Señor Dios, por cuanto no hay como tú, ni hay Dios
fuera de ti!»


97:1.6 (1063.3) Hasta ese
momento los hebreos habían considerado el favor de Yahvé principalmente
en términos de prosperidad material. Causó gran impacto en Israel, y
casi le cuesta la vida a Samuel, cuando se atrevió a proclamar: «El
Señor empobrece, y él enriquece; abate y enaltece. Él levanta del polvo
al pobre y exalta a los mendigos para hacerles sentarse con príncipes y
heredar el trono de la gloria». No se habían proclamado promesas tan
reconfortantes para los humildes y menos afortunados desde los tiempos
de Moisés, y miles de seres desesperados entre los pobres comenzaron a
alimentar la esperanza de poder mejorar su estado espiritual.


97:1.7 (1063.4) Pero
Samuel no progresó mucho más allá del concepto del dios tribal. Proclamó
a Yahvé que hizo a todos los hombres pero que se ocupó principalmente
de los hebreos, su pueblo elegido. Aun así, como en los días de Moisés,
nuevamente el concepto de Dios mostraba una Deidad santa y recta. «No
hay nadie tan santo como el Señor. ¿Quién puede ser comparado con este
santo Señor Dios?»


97:1.8 (1063.5) A medida
que pasaban los años, el encanecido viejo dirigente progresó en la
comprensión de Dios, pues declaró: «El Señor es el Dios del conocimiento
y a él toca el pesar las acciones. El Señor juzgará los confines de la
tierra, siendo misericordioso con los misericordiosos, y con el hombre
recto también será recto». Ya aquí se encuentra el alba de la
misericordia, aunque limitada a los que son misericordiosos. Más tarde
llegó a adelantar un paso más cuando exhortó a su pueblo en la
adversidad: «Caigamos ahora en manos del Señor, porque sus misericordias
son muchas». «No hay limitación sobre el Señor para salvar a muchos o a
pocos».


97:1.9 (1063.6) Y este
desarrollo gradual del concepto del carácter de Yahvé continuó bajo el
ministerio de los sucesores de Samuel. Intentaron presentar a Yahvé como
un Dios que cumplía sus pactos, pero no llegaron a mantener el ritmo
establecido por Samuel; fueron incapaces de desarrollar la idea de la
misericordia de Dios tal como Samuel la había concebido en sus últimos
años. Hubo una tendencia retrógrada constante hacia el reconocimiento de
otros dioses, a pesar de que se mantuviera a Yahvé por encima de todos
los demás. «Tuyo, oh Señor, es el reino, y tú eres excelso sobre todos».


97:1.10 (1064.1) El
poder divino era la clave de esta era; los profetas de esta edad
predicaban una religión concebida para fortalecer al rey en el trono
hebreo. «Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder, la gloria, la
victoria y la majestad. En tu mano está la fuerza y el poder, y tú
puedes hacer grande y dar poder a todos». Y éste era el estado del
concepto de Dios durante los tiempos de Samuel y de sus sucesores
inmediatos.


2. Elías y Eliseo

97:2.1 (1064.2) En el
décimo siglo antes de Cristo la nación hebrea se dividió en dos reinos.
En ambas de estas divisiones políticas muchos maestros de la verdad
intentaron detener la corriente reaccionaria de decadencia espiritual
que se había desencadenado, y que prosiguió desastrosamente después de
la guerra de separación. Pero estos esfuerzos por avanzar la religión
hebraica no prosperaron hasta el momento en que comenzó sus enseñanzas
ese decidido y valiente guerrero de la rectitud, Elías. Elías restauró
en el reino del norte un concepto de Dios comparable con el que había
sido mantenido en los días de Samuel. Elías tuvo poca oportunidad de
presentar un concepto avanzado de Dios; estaba muy ocupado, tal como
Samuel lo había estado antes que él, en derrotar los altares de Baal y
demoler los ídolos de los dioses falsos. Y emprendió sus reformas frente
a la oposición de un monarca idólatra; su tarea fue aun más gigantesca y
difícil que a la que se había enfrentado Samuel.


97:2.2 (1064.3) Cuando
Elías fue llamado, Eliseo, su asociado fiel, tomó en sus manos la tarea
y, con la ayuda invaluable del poco conocido Micaías, mantuvo la luz de
la verdad viva en Palestina.


97:2.3 (1064.4) Pero
éstos no eran tiempos de progreso en el concepto de la Deidad. Los
hebreos aún no habían ascendido siquiera al ideal mosaico. Cuando se
cerró la era de Elías y de Eliseo las clases mejores estaban volviendo a
la adoración del Yahvé supremo y presenciaban la restauración de la
idea del Creador Universal más o menos en el punto en que la había
dejado Samuel.


3. Yahvé y Baal

97:3.1 (1064.5) La
prolongada controversia entre los creyentes en Yahvé y los seguidores de
Baal era un choque socioeconómico de ideologías más que una diferencia
en creencias religiosas.


97:3.2 (1064.6) Los
habitantes de Palestina diferían en su actitud hacia la propiedad
privada de la tierra. Las tribus sureñas o errantes de Arabia (los
yahveítas) consideraban la tierra como inalienable —como un don de la
Deidad al clan. Sostenían que la tierra no se podía vender ni hipotecar.
«Yahvé habló y dijo: ‘La tierra no se venderá, porque la tierra es
mía’».


97:3.3 (1064.7) Los
cananeos norteños y más establecidos (baalitas) compraban, vendían e
hipotecaban libremente sus tierras. La palabra baal significa
propietario. Se fundó el culto de Baal sobre la base de dos doctrinas
principales: La primera, la validación del intercambio de propiedad,
contratos y pactos —el derecho de comprar y vender tierra. La segunda,
se suponía que Baal enviaba lluvia —era el Dios de la fertilidad del
suelo. Las buenas cosechas dependían del favor de Baal. El culto se
ocupaba en su mayor parte de la tierra, su propiedad y su fertilidad.


97:3.4 (1065.1) En
general los baalitas poseían casas, tierras y esclavos. Eran
terratenientes aristócratas y vivían en las ciudades. Cada Baal tenía un
lugar secreto, un sacerdocio y sus «mujeres sagradas», las prostitutas
rituales.


97:3.5 (1065.2) De esta
diferencia básica respecto de la tierra, evolucionaron los amargos
antagonismos de las actitudes sociales, económicas, morales y religiosas
exhibidas por los cananeos y los hebreos. Esta controversia
socioeconómica no se volvió asunto definitivamente religioso hasta los
tiempos de Elías. A partir de los días de este agresivo profeta el
asunto fue peleado en un campo más estrictamente religioso —Yahvé contra Baal— y terminó con el triunfo de Yahvé y el subsiguiente impulso hacia el monoteísmo.


97:3.6 (1065.3) Elías
trasladó la controversia Yahvé-Baal del asunto tierra al aspecto
religioso de las ideologías hebrea y cananea. Cuando Acab asesinó a los
Nabot en una intriga para obtener posesión de sus tierras, Elías tornó
las viejas costumbres de la posesión de tierra en un factor moral y
lanzó su campaña vigorosa contra los baalitas. Ésta fue también la lucha
de los campesinos contra la dominación de las ciudades. Fue
principalmente bajo Elías que Yahvé se tornó Elohim. El profeta comenzó
como reformador agrario y terminó exaltando la Deidad. Había muchos
Baal, Yahvé era uno — el monoteísmo triunfó sobre el politeísmo.


4. Amós y Oseás

97:4.1 (1065.4) Un paso
importante en la transición del dios tribal —del dios que por tanto
tiempo habían servido con sacrificios y ceremonias, el Yahvé de los
hebreos más primitivos —a un Dios que castigaría el crimen y la
inmoralidad aun en su propio pueblo, fue tomado por Amós, que apareció
de entre las colinas del sur para denunciar la criminalidad, embriaguez,
opresión e inmoralidad de las tribus norteñas. No habían proclamado
verdades tan resonantes en Palestina desde los tiempos de Moisés.


97:4.2 (1065.5) Amós no
fue tan sólo un restaurador o reformador; fue un descubridor de nuevos
conceptos de la Deidad. Él mucho proclamó sobre Dios lo que sus
predecesores ya habían anunciado y valientemente atacó la creencia en un
Ser Divino que tolerara el pecado en su así llamado pueblo elegido. Por
primera vez desde los días de Melquisedek los oídos del hombre oyeron
la denuncia de la doble norma de la justicia y la moralidad nacionales.
Por primera vez en su historia los oídos hebreos oyeron que su propio
Dios, Yahvé, no toleraría el crimen y el pecado en sus vidas así como no
lo toleraba en la vida de otros pueblos. Amós visualizó al Dios severo y
justo de Samuel y Elías, pero también vio a un Dios que no consideraba a
los hebreos en forma diferente de cualquier otra nación cuando se
trataba de castigar el mal. Éste era un ataque directo contra la
doctrina egoísta del «pueblo elegido», y muchos hebreos de aquellos días
lo resintieron amargamente.


97:4.3 (1065.6) Dijo
Amós: «Aquel que formó los montes y creó el viento, buscad a aquel que
hizo las Pléyades y el Orión, que torna la sombra de la muerte en
amanecer y hace oscurecer el día como noche». Al denunciar a sus
semejantes semirreligiosos, contemporizadores y a veces inmorales,
intentó retratar la justicia inexorable de un Yahvé inalterable cuando
dijo de los hacedores del mal: «Aunque se escondan en las profundidades
del infierno, de allí los sacaré; aunque suban a las alturas de los
cielos, de allí los haré bajar». «Y aunque fueren en cautiverio delante
de sus enemigos, allí dirigiré la espada de la justicia y los matará».
Amós sorprendió aún más a sus oyentes cuando, señalándolos con dedo
acusador y reprobador, declaró en nombre de Yahvé: «Con seguridad jamás
olvidaré lo que habéis hecho». «Que la casa de Israel sea zarandeada
entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba».


97:4.4 (1066.1) Amós
proclamó a Yahvé el «Dios de todas las naciones» y amonestó a los
israelitas con que el ritual no debe suplantar a la rectitud. Y antes de
que este valiente maestro fuera matado a pedradas, había difundido
suficiente levadura de verdad como para salvar la doctrina del supremo
Yahvé; había asegurado la evolución ulterior de la revelación de
Melquisedek.


97:4.5 (1066.2) Oseas
vino después de Amós y de su doctrina de un Dios universal de justicia
mediante la resurrección del concepto mosaico de un Dios de amor. Oseas
predicó el perdón mediante el arrepentimiento, no mediante el
sacrificio. Proclamó un evangelio de amor y misericordia divina,
diciendo: «Yo te desposaré conmigo para siempre; sí, yo te desposaré en
justicia, juicio, benignidad y en misericordias, e incluso te desposaré
conmigo en fidelidad». «Los amaré libremente, porque ya se ha apartado
de ellos mi ira».


97:4.6 (1066.3) Oseas
siguió fielmente las advertencias morales de Amós, diciendo de Dios:
«Los castigaré cuando lo desee». Pero los israelitas consideraron una
crueldad que lindaba con la traición sus siguientes palabras: «Diré a
aquellos que no eran mi pueblo, ‘Vosotros sois mi pueblo’; y ellos
dirán: ‘Tú eres nuestro Dios’». Continuó predicando arrepentimiento y
perdón, diciendo: «Yo sanaré su rebelión; los amaré libremente, porque
mi ira ya se apartó de ellos». Oseas proclamó siempre la esperanza y el
perdón. Por siempre el cargo de su mensaje fue: «Tendré compasión de mi
pueblo. No conocerán a otro Dios sino a mí, porque no hay salvador fuera
de mí».


97:4.7 (1066.4) Amós
aceleró la conciencia nacional de los hebreos para el reconocimiento de
que Yahvé no condonaría el crimen, ni el pecado entre ellos, porque
fueran supuestamente el pueblo elegido, mientras que Oseas resonó las
primeras notas de las cuerdas misericordiosas posteriores de la
compasión divina y del amor divino que fueron cantadas tan
exquisitamente por Isaías y sus asociados.


5. El Primer Isaías

97:5.1 (1066.5) Éstos
eran aquellos tiempos en los que algunos proclamaban amenazas de castigo
por pecados personales y crímenes nacionales entre los clanes del norte
mientras que otros predicaban calamidades en retribución de las
transgresiones del reino del sur. En este momento de despertar de
conciencia y autoconciencia en las naciones hebreas, apareció el primer
Isaías.


97:5.2 (1066.6) Isaías
predicó la naturaleza eterna de Dios, su sabiduría infinita, su
perfección inalterable de confianza. Representó al Dios de Israel
diciendo: «Ajustaré el juicio a cordel y a nivel la rectitud». «El Señor
te dará reposo de tu trabajo y de tu temor, y de la dura servidumbre en
que te hicieron servir». «Y tus oídos oirán a tus espaldas palabra que
diga: ‘Este es el camino, andad por él’». «He aquí Dios es salvación
mía; me aseguraré y no temeré, porque mi fortaleza y mi canción es el
Señor». «‘Venid luego’, dice el Señor, ‘y estemos a cuenta: si vuestros
pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si
fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana’».


97:5.3 (1066.7) Al hablar
de los hebreos dominados por el temor y hambrientos de alma, este
profeta dijo: «Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, y la
gloria del Señor ha nacido sobre ti». «El espíritu del Señor está sobre
mí porque él me ha ungido; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
humildes; a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a
los cautivos y a los presos apertura de la cárcel». «Me regocijo
grandemente en el Señor, mi alma se alegrará en mi Dios, porque me
vistió con las vestimentas de salvación y me rodeó de manto de
rectitud». «En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de
su presencia los salvó. En su amor y en su clemencia los redimió»


97:5.4 (1067.1) Este
Isaías fue seguido por Miqueas y Abdías, que confirmaron y embellecieron
su evangelio que tanto satisfizo el alma. Y estos dos valientes
mensajeros denunciaron audazmente los rituales sacerdotales de los
hebreos y atacaron temerariamente todo el sistema de sacrificios.


97:5.5 (1067.2) Miqueas
denunció a «los jefes que juzgan por cohecho, los sacerdotes que enseñan
por precio y los profetas que adivinan por dinero». Enseñó sobre un
futuro de libertad de la superstición y del clericalismo, diciendo:
«Pero cada hombre se sentará bajo su propia vid, y nadie le infundirá
temor, porque toda la gente vivirá, cada uno de acuerdo con su
comprensión de Dios».


97:5.6 (1067.3) El
mensaje principal de Miqueas fue: «¿Me presentaré ante Dios con ofrendas
de holocausto? ¿Se alegrará Dios si le ofrezco mil carneros o diez mil
arroyos de aceite? ¿O si le doy a mi primogénito en pago por mi
transgresión, el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? Oh hombre,
él me ha mostrado qué es bueno; y qué es lo que espera el Señor de ti
sino que seas justo y que ames la misericordia y que camines
humildemente con tu Dios». Y fue una gran edad; eran estos
indudablemente tiempos emocionantes, cuando el hombre mortal oyó, y
algunos entre ellos aun creyeron, estos mensajes emancipadores más de
dos mil quinientos años atrás. Y si no hubiese sido por la resistencia
testaruda de los sacerdotes, estos maestros habrían eliminado todo el
ceremonial sangriento del ritual de adoración de los hebreos.


6. Jeremiás el Intrépido

97:6.1 (1067.4) Aunque
varios maestros continuaron explicando el evangelio de Isaías, le tocó a
Jeremías tomar el próximo paso audaz en la internacionalización de
Yahvé, Dios de los hebreos.


97:6.2 (1067.5) Jeremías
declaró audazmente que Yahvé no estaba del lado de los hebreos en sus
contiendas militares con otras naciones. Declaró que Yahvé era Dios de
toda la tierra, de todas las naciones y de todos los pueblos. Las
enseñanzas de Jeremías representaron el crescendo de la ola en aumento
de la internacionalización del Dios de Israel; finalmente y por siempre
este predicador intrépido proclamó que Yahvé era el Dios de todas las
naciones, que no había Osiris para los egipcios, Bel para los
babilonios, Asur para los asirios ni Dagón para los filisteos. Y así, la
religión de los hebreos compartió en ese renacimiento del monoteísmo en
todo el mundo alrededor de esta época y después de ella; por fin el
concepto de Yahvé había ascendido al nivel de Deidad de dignidad
planetaria y aún cósmica. Pero muchos de los asociados de Jeremías
encontraban difícil concebir a Yahvé aparte de la nación hebrea.


97:6.3 (1067.6) Jeremías
predicó también sobre el Dios justo y amante descrito por Isaías,
declarando: «Sí, con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi
misericordia». «Porque no aflige voluntariamente a los hijos de los
hombres».


97:6.4 (1067.7) Dijo este
intrépido profeta: «Recto es nuestro Señor, grandioso en su consejo y
poderoso en su obra. Sus ojos están abiertos sobre todos los caminos de
todos los hijos de los hombres, para dar a cada uno de acuerdo con su
camino y de acuerdo con el fruto de sus obras». Pero se consideró
traición blasfema cuando, durante el sitio de Jerusalén, él dijo: «Y
ahora yo he puesto estas tierras en manos de Nabucodonosor, rey de
Babilonia, mi siervo». Y cuando Jeremías aconsejó que se rindiera la
ciudad, los sacerdotes y los gobernantes civiles le arrojaron en el foso
cenagoso de un lúgubre calabozo.


7. El Segundo Isaías

97:7.1 (1068.1) La
destrucción de la nación hebrea y su cautiverio en Mesopotamia podrían
haber resultado de gran beneficio para la expansión de su teología si no
hubiese sido por la acción decidida de su sacerdocio. Su nación había
caído ante los ejércitos de Babilonia, y su Yahvé nacionalista había
sufrido debido a las predicaciones internacionalistas de los líderes
espirituales. Fue resentimiento por la pérdida de su dios nacional lo
que condujo a los sacerdotes judíos a inventar tantas fábulas y
multiplicar acontecimientos de aspecto milagroso en la historia hebrea
en sus esfuerzos por restaurar la idea de los judíos como pueblo elegido
aún del concepto nuevo y ampliado de un Dios internacionalizado de
todas las naciones.


97:7.2 (1068.2) Durante
su cautiverio, los judíos fueron muy influídos por las tradiciones y las
leyendas babilónicas, aunque debe notarse que mejoraron infaliblemente
el tono moral y el significado espiritual de las cuentas caldeas que
adoptaron, a pesar de que invariablemente las distorsionaron para
reflejar honor y gloria sobre los antepasados y sobre la historia de
Israel.


97:7.3 (1068.3) Estos
sacerdotes y escribas hebreos tenían en su mente una idea fija, y ésa
era la rehabilitación de la nación judía, la glorificación de las
tradiciones hebreas y la exaltación de su historia racial. Si existe
resentimiento por el hecho de que los sacerdotes transmitieron sus ideas
erróneas a una porción tan grande del mundo occidental, debe recordarse
que no lo hicieron intencionalmente; no declaraban escribir por
inspiración; no hicieron profesión de escribir un libro sagrado. Estaban
meramente preparando un libro de texto con el objeto de estimular el
valor en decadencia de sus semejantes en cautiverio. Su objetivo era
claramente mejorar el espíritu y el estado de ánimo nacional de sus
compatriotas. Fueron los hombres de una época posterior los que
reunieron estos escritos en un libro de guía de enseñanzas supuestamente
infalibles.


97:7.4 (1068.4) El
sacerdocio judío hizo uso liberal de estos escritos posteriormente a la
época del cautiverio, pero se vieron grandemente dificultados en su
influencia sobre sus semejantes cautivos por la presencia de un profeta
joven e indomable, Isaías el segundo, que se había convertido plenamente
al Dios de justicia, amor, rectitud y misericordia del Isaías más
anciano. También creía con Jeremías que Yahvé se había vuelto el Dios de
todas las naciones. Predicó estas teorías de la naturaleza de Dios con
tal eficacia que convirtió del mismo modo a los judíos y a sus
capturadores. Este joven predicador dejó en registros sus enseñanzas,
mientras que los sacerdotes hostiles e implacables los intentaron
divorciar de toda asociación con él, aunque el mero respeto por su
belleza y su grandeza condujo a la incorporación de estos escritos entre
los escritos del primer Isaías. Así pueden encontrarse los escritos de
este segundo Isaías en el libro de ese nombre, comprendiendo los
capítulos del cuarenta al cincuenta y cinco.


97:7.5 (1068.5) Ningún
profeta ni maestro religioso desde Maquiventa hasta el tiempo de Jesús
alcanzó el concepto elevado de Dios que Isaías el segundo proclamó
durante estos días de cautiverio. El Dios que proclamó este dirigente
espiritual no era pequeño, antropomorfo ni hecho por el hombre. «He aquí
que hace desaparecer las islas como gotas». «Y como son más altos los
cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos».


97:7.6 (1069.1) Por fin
Maquiventa Melquisedek contemplaba maestros humanos que proclamaban al
verdadero Dios ante el hombre mortal. Como Isaías el primero, este
dirigente predicaba un Dios de creación y gobierno universales. «Yo hice
la tierra y creé sobre ella al hombre. No la creé en vano; para que
fuese habitada la formé». «Yo soy el primero y yo soy el postrero; y
fuera de mí no hay Dios». Hablando del Señor Dios de Israel, este nuevo
profeta dijo: «Los cielos podrán desaparecer y la tierra envejecer, pero
mi justicia permanecerá perpetuamente y mi salvación, de generación en
generación». «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo
soy tu Dios». «No hay Dios fuera de mí —Dios justo y un Salvador».


97:7.7 (1069.2) Y
reconfortó a los cautivos judíos, tal como ha reconfortado a miles y
miles de personas desde entonces al escuchar las siguientes palabras:
«Ahora, así dice el Señor, ‘Yo te he creado, yo te he redimido, yo te he
llamado por tu nombre; mío eres tú». «Cuando pases por las aguas, yo
estaré contigo puesto que eres preciado a mi vista». ¿Acaso puede una
mujer olvidar a su niño que amamanta y no tener compasión de su hijo?
Sí, ella puede olvidar, pero yo no olvidaré a mis hijos, porque los
tengo esculpidos en la palma de mis manos; aún los he protegido con la
sombra de mis manos». «Que el malvado abandone sus malos caminos y el
hombre injusto sus pensamientos, que vuelva al Señor, y tendrá su
misericordia y a nuestro Dios, porque él perdona abundantemente».


97:7.8 (1069.3) Volved a
escuchar el evangelio de esta nueva revelación del Dios de Salem: «Como
pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos y en su
seno los llevará. Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al
que no tiene ninguna. Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no
se fatigarán».


97:7.9 (1069.4) Este
Isaías condujo una vasta propaganda del evangelio del concepto ampliado
del supremo Yahvé. Rivalizaba con Moisés en su elocuencia al retratar al
Señor Dios de Israel como el Creador Universal. Su ilustración de los
atributos infinitos del Padre Universal era poética. Jamás se han vuelto
a hacer declaraciones más hermosas sobre el Padre celeste. Como los
salmos, los escritos de Isaías se encuentran entre las presentaciones
más sublimes y verdaderas del concepto espiritual de Dios que hayan
llegado jamás a oído mortal antes de la llegada de Micael a Urantia.
Escuchad su retrato de la Deidad: «Yo soy el alto y el elevado que
habita la eternidad». «Soy el primero y el postrero, y fuera de mí no
hay otro Dios». «Y he aquí que no se ha acortado la mano del Señor para
salvar, ni se ha agravado su oído para oír». Fue una doctrina nueva en
el pueblo judaico cuando este profeta benigno, pero decidido, persistió
en su predicación de la constancia divina, de la fidelidad de Dios.
Declaró que «Dios no olvidará, Dios no abandonará».


97:7.10 (1069.5) Este
audaz maestro proclamó que el hombre estaba relacionado estrechamente
con Dios, diciendo: «Todos los llamados de mi nombre, para gloria mía
los he creado, y ellos serán mi alabanza. Yo, yo mismo, soy el que borro
sus trasgresiones para mi satisfacción, y no me acordaré sus pecados».


97:7.11 (1069.6)
Escuchad a este gran hebreo derrocar el concepto de un Dios nacional
proclamando gloriosamente la divinidad del Padre Universal, del cual
dice: «El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies». Sin
embargo, el Dios de Isaías era santo, majestuoso, justo e inescrutable.
El concepto del Yahvé airado, vengativo y celoso de los beduinos del
desierto prácticamente ha desaparecido. Un nuevo concepto del Yahvé
supremo y universal ha aparecido en la mente del hombre mortal, para
nunca más desaparecer. La realización de la justicia divina ha comenzado
a destruir la magia primitiva y el miedo biológico. Por fin se presenta
al hombre un universo de ley y orden y a un Dios universal de atributos
confiables y finales.


97:7.12 (1070.1) Y este predicador del Dios excelso no cesó jamás de proclamar a este Dios de amor.
«Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde
de espíritu». Y aún más este gran maestro habló palabras de consuelo a
sus contemporáneos: «El Señor te guiará continuamente y satisfacerá tu
alma. Serás como huerto de riego y como manantial de aguas, cuyas aguas
nunca faltan. Y si vendrá el enemigo como río, el espíritu del Señor
levantará una defensa contra él». Nuevamente brilló el evangelio de
Melquisedek, destructor del temor, y la religión de Salem que origina
confianza para bendición de la humanidad.


97:7.13 (1070.2) El
valiente y perspicaz Isaías eclipsó en forma eficaz al Yahvé
nacionalista gracias a su descripción sublime de la majestad y
omnipotencia universal del Yahvé supremo, Dios de amor, gobernante del
universo y Padre afectuoso de toda la humanidad. Desde aquellos días
pletóricos el concepto más elevado de Dios en el occidente ha
comprendido la justicia universal, la misericordia divina y la rectitud
eterna. En palabras bellísimas y con donaire inigualado, este gran
maestro describió al Creador todopoderoso como un Padre omniamante.


97:7.14 (1070.3) Este
profeta del cautiverio predicó a su pueblo y a aquellos de muchas
naciones que le escucharon junto al río en Babilonia. Y este segundo
Isaías hizo mucho para contrarrestar los muchos conceptos raciales
egoístas y erróneos sobre la misión del Mesías prometido. Pero en su
esfuerzo no triunfó totalmente. Si los sacerdotes no se hubiesen
dedicado a aumentar un nacionalismo mal entendido, las enseñanzas de los
dos Isaías habrían preparado el terreno para el reconocimiento y la
recepción del Mesías prometido.


8. La Historia Sagrada y la Profana

97:8.1 (1070.4) La
costumbre de considerar el registro de las experiencias de los hebreos
como historia sagrada, y las transacciones del resto del mundo historia
profana, es responsable de mucha de la confusión que existe en la mente
humana en cuanto a la interpretación de la historia. Y esta dificultad
surge porque no existe una historia secular de los judíos. Una vez que
los sacerdotes del exilio en Babilonia habían preparado su nuevo
registro de las transacciones supuestamente milagrosas de Dios con los
hebreos, la historia sagrada de Israel tal como se halla ilustrada en el
Antiguo Testamento, destruyeron cuidadosa y completamente los registros
existentes de los asuntos hebreos —libros tales como «Las obras de los
reyes de Israel» y «Las obras de los reyes de Judá», juntamente con
varios otros registros más o menos precisos de la historia hebrea.


97:8.2 (1070.5) Para
comprender de qué manera la presión devastadora y la fuerza inescapable
de la historia secular aterrorizaba a los judíos cautivos y dominados
por extraños, hasta el punto que intentaron reescribir completamente y
refundir su propia historia, debemos resumir brevemente el registro de
su confusa experiencia nacional. Debe recordarse que los judíos no
lograron desarrollar una filosofía no teológica adecuada de la vida.
Lidiaban con su concepto original y egipcio de la recompensa divina por
la rectitud combinada con los extremos castigos del pecado. El drama de
Job fue en cierto modo una protesta contra esta filosofía errónea. El
pesimismo franco en Eclesiastés fue, en términos mundanos, una reacción
sabia a estas creencias excesivamente optimistas en la Providencia.


97:8.3 (1071.1) Pero
quinientos años de dominación por gobernantes ajenos fue demasiado aún
para los pacientes y sufridos judíos. Los profetas y los sacerdotes
comenzaron a clamar: «¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo?» Cuando los
judíos honestos leían las Escrituras, su confusión se volvía aún más
profunda. Un antiguo vidente había prometido que Dios protegería y
redimiría a su «pueblo elegido». Amós había amenazado con que Dios
abandonaría a Israel a menos que volviesen a establecer sus normas de
rectitud nacional. El escriba del Deuteronomio había ilustrado la Gran
Elección —entre el bien y el mal, entre la bendición y la maldición.
Isaías el primero había predicado un rey liberador benéfico. Jeremías
había proclamado una era de rectitud interior —el pacto escrito en las
tablas del corazón. El segundo Isaías habló de salvación por sacrificio y
redención. Ezequiel proclamó la salvación mediante el servicio de la
devoción, y Esdras prometió prosperidad por adherencia a la ley. Pero a
pesar de todo esto seguían en servidumbre, y la liberación no venía.
Entonces Daniel presentó el drama de una «crisis» inminente —la
destrucción de la gran imagen y el establecimiento inmediato del régimen
perpetuo de la rectitud, el reino mesiánico.


97:8.4 (1071.2) Y todas
estas falsas esperanzas condujeron a tal grado de desencanto y
frustración raciales que los líderes de los judíos estaban tan
confundidos que fueron incapaces de reconocer y aceptar la misión y el
ministerio de un divino Hijo del Paraíso cuando éste finalmente vino a
ellos en semejanza de la carne mortal —encarnado como el Hijo del
Hombre.


97:8.5 (1071.3) Todas las
religiones modernas se han equivocado gravemente al intentar dar una
interpretación milagrosa a ciertas épocas de la historia humana. Aunque
es verdad que Dios muchas veces ha interpuesto providencialmente su mano
paterna en la corriente de los asuntos humanos, es un error considerar
los dogmas teológicos y las supersticiones religiosas como una
sedimentación sobrenatural que apareciera por acción milagrosa en esta
corriente de la historia humana. El hecho de que «los Altísimos
gobiernan en los reinos de los hombres» no convierte la historia secular
en la así llamada historia sagrada.


97:8.6 (1071.4) Los
autores del Nuevo Testamento y los escritores cristianos más recientes
complicaron ulteriormente la distorsión de la historia hebrea a través
de sus intentos bien intencionados de transcendentalizar a los profetas
judíos. Así la historia hebrea ha sido explotada desastrosamente tanto
por los escritores judíos como por los escritores cristianos. La
historia secular hebrea ha sido profundamente dogmatizada. Ha sido
convertida en una ficción de historia sagrada y se ha vinculado
inextricablemente con los conceptos morales y enseñanzas religiosas de
las así llamadas naciones cristianas.


97:8.7 (1071.5) Un breve
resumen de los puntos sobresalientes de la historia hebrea ilustrará de
qué manera fueron alterados los registros en Babilonia por parte de los
sacerdotes judíos, hasta transformar la historia secular diaria de su
pueblo en historia sagrada ficticia.


9. La Historia Hebrea

97:9.1 (1071.6) Nunca
hubo doce tribus de israelitas —tan sólo tres o cuatro tribus se
establecieron en Palestina. La nación hebrea surgió como resultado de la
unión de los así llamados israelíes y cananeos. «Así los hijos de
Israel habitaban entre los cananeos. Y tomaron de sus hijas por mujeres y
dieron a sus hijas a los hijos de los cananeos». Los hebreos nunca
echaron a los cananeos afuera de Palestina, a pesar del registro
sacerdotal de estas cosas, que sin vacilación declara que lo hiciesen.


97:9.2 (1071.7) La
conciencia israelita se originó en la tierra colinosa de Efraín; la
conciencia judía posterior se originó en el clan sureño de Judá. Los
judíos (judaítas) siempre intentaron difamar a los israelitas del norte
(efrateos).


97:9.3 (1072.1) La
historia hebrea pretenciosa comienza con la unión de los clanes del
norte por acción de Saúl para resistir a un ataque de los amonitas
contra la tribu de los galaaditas, al este del Jordán. Con un ejército
de poco más de tres mil derrocó al enemigo, y esta empresa fue la que
condujo a las tribus de las colinas a hacerle rey. Cuando los sacerdotes
exilados reescribieron esta historia, aumentaron el ejército de Saúl a
330.000 personas y agregaron «Judá» a la lista de las tribus que habían
participado en la batalla.


97:9.4 (1072.2)
Inmediatamente después de la derrota de los amonitas, Saúl fue hecho rey
por elección popular de sus tropas. No participaron sacerdotes ni
profetas en este asunto. Pero los sacerdotes más adelante introdujeron
en el registro la idea de que el profeta Samuel coronó a Saúl rey de
acuerdo con directivas divinas. Esto lo hicieron para establecer un
«linaje divino» para el reinado judaíta de David.


97:9.5 (1072.3) La mayor
de todas las distorsiones de la historia judía tuvo que ver con David.
Después de la victoria de Saúl sobre los amonitas (que él adscribió a
Yahvé) los filisteos se alarmaron y comenzaron a atacar a los clanes
norteños. David y Saúl nunca podían ponerse de acuerdo. David, con
seiscientos hombres, entró en una alianza filistea y marchó a la costa
de Esdraelón. En Gat los filisteos ordenaron que David se retirara;
temían que se pasara a Saúl. David se retiró; los filisteos atacaron y
derrotaron a Saúl. No podrían haberlo hecho si David hubiese sido leal a
Israel. El ejército de David era una colección políglota de
descontentos, formado en su mayor parte por inadaptados sociales y
fugitivos de la justicia.


97:9.6 (1072.4) La
trágica derrota de Saúl en Gilboa disminuyó la importancia de Yahvé
entre los dioses a los ojos de los cananeos vecinos. Ordinariamente, la
derrota de Saúl habría sido adscrita a la apostasía de Yahvé, pero esta
vez los editores judaítas la atribuyeron a errores rituales. Requerían
la tradición de Saúl y Samuel como antecedentes del reinado de David.


97:9.7 (1072.5) David,
con su pequeño ejército, se estableció en la ciudad no hebrea de Hebrón.
Dentro de poco sus compatriotas le proclamaron rey del nuevo reinado de
Judá. Judá estaba formado principalmente de elementos no hebreos: los
ceneos, los calebitas, los jebuseos y otros cananeos. Eran nómadas
—pastores— y por consiguiente creían en la idea hebrea sobre la
propiedad de la tierra. Mantenían las ideologías de los clanes del
desierto.


97:9.8 (1072.6) La
diferencia entre las historias sagrada y profana está bien ilustrada por
las dos versiones distintas sobre el nombramiento de David como rey tal
como se las encuentra en el Antiguo Testamento. Los sacerdotes, sin
darse cuenta, dejaron en este registro una parte de la historia secular
de cómo sus seguidores inmediatos (su ejército) le hicieron rey,
preparando posteriormente el prolongado y prosaico relato de la historia
sagrada en el que se ilustra cómo el profeta Samuel, por instrucción
divina, seleccionó a David de entre sus hermanos y mediante ceremonias
solemnes y elaboradas le ungió formalmente rey de los hebreos y luego lo
proclamó sucesor de Saúl.


97:9.9 (1072.7) Muchas
veces los sacerdotes, después de preparar sus relatos ficticios de las
negociaciones milagrosas de Dios con Israel, dejaron borrar
completamente las declaraciones sencillas y reales que ya existían en
esos registros.


97:9.10 (1072.8) David
intentó mejorar su posición política casando primero con la hija de
Saúl, luego con la viuda de Nabal, el rico edomita, y posteriormente con
la hija de Talmai, el rey de Geshur. Tomó seis esposas de entre las
mujeres de Jebus, sin mencionar a Betsabé, la esposa del heteo.


97:9.11 (1073.1)
Mediante estos métodos y con esta gente, David construyó la ficción de
un reino divino de Judá como sucesor de la herencia y las tradiciones
del reino norteño de Israel efrateo, en vías de desaparición. La tribu
cosmopolita de David de Judá era más gentil que judía; sin embargo, los
ancianos oprimidos de Efraín bajaron y «le ungieron rey de Israel».
Después de una amenaza militar, David hizo un pacto conjunto con los
jebuseos y estableció su capital del reino unido en Jebus (Jerusalén),
que era una ciudad de muros poderosos a mitad de camino entre Judá e
Israel. Los filisteos se sublevaron y pronto atacaron a David. Después
de una feroz batalla fueron derrotados, y nuevamente se estableció Yahvé
como «el Señor Dios de las Huestes».


97:9.12 (1073.2) Pero
Yahvé debía, por fuerza, compartir parte de esta gloria con los dioses
cananeos, porque la mayoría de los componentes del ejército de David no
era hebrea. Por lo tanto aparece en vuestros registros (desapercibido de
los editores judaítas) esta declaración reveladora: «Yahvé quebrantó a
mis enemigos delante de mí. Por esto llamó el nombre de aquel lugar
Baal-perazim». Y así lo hicieron porque el ochenta por ciento de los
soldados de David eran baalitas.


97:9.13 (1073.3) David
explicó la derrota de Saúl en Gilboa señalando que Saúl había atacado
una ciudad cananea, Gabaón, cuyo pueblo tenía un tratado de paz con los
efrateos. Por ello, Yahvé le abandonó. Aún en los tiempos de Saúl, David
había defendido la ciudad cananea de Keila contra los filisteos, y
luego hizo su capital en una ciudad cananita. De acuerdo con la política
de compromiso con los cananeos, David entregó a siete de los
descendientes de Saúl a los gabaonitas para que los ahorcaran.


97:9.14 (1073.4) Después
de la derrota de los filisteos David ganó posesión del «arca de Yahvé»,
la trajo a Jerusalén e hizo oficial la adoración de Yahvé en su reino. A
continuación estableció pesados tributos en las tribus vecinas: los
edomitas, los moabitas, los amonitas y los sirios.


97:9.15 (1073.5) La
maquinaria política corrompida de David empezó a tomar posesión personal
de las tierras al norte, violando las costumbres hebreas establecidas, y
pronto ganó control de las tarifas de las caravanas, anteriormente
recolectadas por los filisteos. Luego se produjo una serie de
atrocidades que culminaron con el asesinato de Urías. Se adjudicaban
todas las apelaciones judiciales en Jerusalén; ya no podían «los
ancianos» administrar la justicia. No es de extrañar que estallara una
rebelión. Hoy en día, Absalón podría ser llamado demagogo; su madre era
cananita. Había media docena de aspirantes al trono además del hijo de
Betsabé —Salomón.


97:9.16 (1073.6) Después
de la muerte de David, Salomón purgó la maquinaria política de toda
influencia norteña, pero continuó la tiranía y los pesados impuestos del
régimen de su padre. Salomón llevó a la nación a la bancarrota con los
lujos de su corte y sus elaborados programas de construcción: existía la
casa de Líbano, el palacio de la hija del faraón, el templo de Yahvé,
el palacio del rey y la restauración de los muros de muchas ciudades.
Salomón creó una vasta marina mercante hebrea, operada por marineros
sirios y que comerciaba con todo el mundo. Su harén llegó a casi mil.


97:9.17 (1073.7) En esta
época el templo de Yahvé en Siloh estaba desacreditado, y toda la
adoración de la nación se centralizaba en Jebus, en la maravillosa
capilla real. El reino del norte se volvió hacia la adoración de Elohim.
Gozaban del favor de los faraones, que más tarde esclavizaban a Judá,
colocando al reino del sur bajo tributo.


97:9.18 (1073.8) Hubo
buenos y malos momentos —guerras entre Israel y Judá. Después de cuatro
años de guerra civil y tres dinastías Israel cayó bajo el gobierno de
los déspotas de la ciudad, que comenzaron a vender tierras. Aún el rey
Omri intentó comprar las tierras de Semer. Pero el fin se desencadenó
cuando Salmanasar III decidió controlar la costa mediterránea. El rey
Acab, de Efraín, reunió a otros diez grupos y resistió en Karkar; la
batalla fue un empate. Detuvieron al asirio pero los aliados estaban
diezmados. Esta gran contienda ni siquiera está mencionada en el Antiguo
Testamento.


97:9.19 (1074.1) Se
produjeron nuevos problemas cuando el rey Acab intentó comprar tierra de
Nabot. Su esposa fenicia falsificó el nombre de Acab en los documentos
que instruían que se confiscara la tierra de Nabot porque éste había
sido acusado de haber blasfemado los nombres de «Elohim y el rey». Él y
sus hijos fueron ejecutados rápidamente. El vigoroso Elías apareció en
la escena denunciando a Acab por el asesinato de los Nabot. Así pues
Elías, uno de los más grandes profetas, comenzó sus enseñanzas como
defensor de las viejas costumbres en cuanto a la tierra y contra la
actitud baalista de vender tierras, contra el intento de las ciudades
por dominar el campo. Pero la reforma no triunfó hasta que el
terrateniente Jehú no unió sus fuerzas con el cacique gitano Jonadab
para destruir a los profetas (agentes de inmobiliarios) de Baal en
Samaria.


97:9.20 (1074.2)
Apareció nueva vida cuando Joás y su hijo Jeroboán libraron a Israel de
sus enemigos. Pero para esta época gobernaba en Samaria una nobleza
gangsterista cuyas depredaciones rivalizaban las de la dinastía davídica
de los viejos tiempos. El estado y la iglesia funcionaban del mismo
modo. El intento de suprimir la libertad de palabra condujo a Elías,
Amós y Oseas a comenzar sus escritos secretos, y éste fue el verdadero
comienzo de las Biblias judía y cristiana.


97:9.21 (1074.3) Pero el
reino del norte no desapareció de la historia hasta que el rey de
Israel conspiró con el rey de Egipto y rehusó pagar tributos adicionales
a Asiria. Allí comenzó el sitio que duró tres años, seguido por la
dispersión total del reino del norte. Efraín (Israel) desapareció así.
Judá —los judíos, «el resto de Israel»— había comenzado la concentración
de las tierras en las manos de unos pocos, tal como dijo Isaías:
«Juntando casa a casa y campo a campo». Dentro de poco había en
Jerusalén un templo de Baal al lado del templo de Yahvé. Este reino de
terror terminó mediante una sublevación monoteísta dirigida por el rey
adolescente Joás, que dirigió las cruzadas de Yahvé durante treinta y
cinco años.


97:9.22 (1074.4) El
siguiente rey, Amasías, tuvo problemas por la sublevación de los
contribuyentes edomitas y sus vecinos. Después de una victoria notable,
atacó a sus vecinos del norte y fue igualmente derrotado. Entonces se
rebelaron los campesinos; asesinaron al rey y sentaron en el trono a su
hijo de dieciséis años. Éste fue Azarías, llamado Uzías por Isaías.
Después de Uzías, las cosas fueron empeorando, y Judá existió durante
cien años pagando tributos a los reyes de Asiria. Isaías el primero les
dijo que Jerusalén, puesto que era la ciudad de Yahvé, jamás caería.
Pero Jeremías no vaciló en proclamar su caída.


97:9.23 (1074.5) La
verdadera destrucción de Judá se originó debido a un círculo de
políticos corrompidos y ricos que operaban bajo el gobierno de un rey
adolescente, Manasés. La economía cambiante favoreció el retorno de la
adoración de Baal, cuyas negociaciones sobre la propiedad privada de la
tierra iban contra la ideología de Yahvé. La caída de Asiria y la
ascendencia de Egipto trajeron la liberación a Judá durante un tiempo, y
los campesinos tomaron el poder. Bajo Josías ellos destruyeron el
círculo de políticos corrompidos de Jerusalén.


97:9.24 (1074.6) Pero
esta era llegó a un fin trágico cuando Josías presumió interceptar el
poderoso ejército de Necao que se trasladaba por la costa desde Egipto
para asistir a Asiria contra Babilonia. Y fue totalmente destruído, y
Judá pasó a pagar tributo a Egipto. El partido político de Baal volvió a
tener poder en Jerusalén, y así comenzó la verdadera
esclavitud egipcia. Comenzó un período en el cual los políticos baal
controlaban tanto los tribunales como el sacerdocio. La adoración de
Baal era un sistema económico y social que tenía que ver con los
derechos de propiedad así como también con la fertilidad del suelo.


97:9.25 (1075.1) Con la
caída de Necao derrocado por Nabucodonosor, Judá cayó bajo el gobierno
de Babilonia y se le otorgaron diez años de gracia, pero pronto se
rebeló. Cuando Nabucodonosor alzó las armas contra ellos los judaítas
comenzaron reformas sociales, como por ejemplo liberar a los esclavos,
para influir sobre Yahvé. Cuando el ejército babilonio se retiró
temporalmente, los hebreos se regocijaron de que su magia de reforma les
había liberado. Fue durante este período cuando Jeremías les dijo de
una ruina inminente, y poco después volvió Nabucodonosor.


97:9.26 (1075.2) Así
pues el fin de Judá se produjo repentinamente. La ciudad fue destruída y
el pueblo fue llevado a Babilonia. La lucha Yahvé-Baal terminó con el
cautiverio. Y el cautiverio llevó los restos de Israel al monoteísmo.


97:9.27 (1075.3) En
Babilonia los judíos llegaron a la conclusión de que no podían existir
como pequeño grupo en Palestina, con sus propias costumbres sociales y
económicas peculiares, y que, si sus ideologías habían de dominar,
debían convertir a los gentiles. Así se originó su nuevo concepto de
destino —la idea de que los judíos deben ser los servidores elegidos de
Yahvé. La religión judía del Antiguo Testamento evolucionó realmente en
Babilonia durante el cautiverio.


97:9.28 (1075.4) La
doctrina de la inmortalidad también tomó forma en Babilonia. Los judíos
habían pensado que la idea de la vida futura le quitaba importancia a su
evangelio de justicia social. Ahora por primera vez la teología
desplazaba a la sociología y a la economía. La religión estaba tomando
forma como sistema de pensamiento y conducta humanos, separándose cada
vez más de la política, la sociología y la economía.


97:9.29 (1075.5) Así
pues la verdad sobre el pueblo judío divulga que mucho de lo que se ha
considerado historia sagrada resulta ser no mucho más que la crónica de
la historia profana común. El judaísmo fue el terreno en el cual creció
el cristianismo, pero los judíos no eran un pueblo milagroso.


10. La Religión Hebrea

97:10.1 (1075.6) Sus
dirigentes habían enseñado a los israelitas que ellos eran un pueblo
elegido, no por indulgencia especial y monopolio del favor divino, sino
por el servicio especial de llevar la verdad del Dios único a todas las
naciones. Y habían prometido a los judíos que, si estos cumplían con su
destino, se harían los líderes espirituales de todos los pueblos, y que
el Mesías venidero reinaría sobre ellos y sobre todo el mundo como
Príncipe de la Paz.


97:10.2 (1075.7) Cuando
los judíos fueron liberados por los persas, volvieron a Palestina sólo
para caer esclavos de su propio código dominado por el sacerdocio, de
leyes, sacrificios y rituales. Y así como los clanes hebreos rechazaron
la maravillosa historia de Dios presentada en la oración de despedida de
Moisés a favor de los rituales de sacrificio y arrepentimiento, del
mismo modo estos restos de la nación hebrea rechazaron el magnífico
concepto del segundo Isaías a favor de las reglas, reglamentaciones y
rituales de su sacerdocio en crecimiento.


97:10.3 (1075.8) El
egoísmo nacional, la fe falsa y un mal entendido del concepto del Mesías
prometido, y la esclavización y la tiranía, cada vez más pesadas, del
sacerdocio, silenciaron para siempre las voces de los dirigentes
espirituales (excepto Daniel, Ezequiel, Hageo y Malaquías); y desde
aquel día hasta el tiempo de Juan Bautista, todo Israel experimentó una
retrogresión espiritual cada vez más grave. Pero los judíos no perdieron
jamás el concepto del Padre Universal; aún hasta el siglo veinte
después de Cristo han continuado siguiendo este concepto de la Deidad.


97:10.4 (1076.1) Desde
Moisés hasta Juan Bautista hubo una línea continua de maestros fieles
que pasaron la antorcha de luz monoteísta de una generación a la otra,
acusando cada vez más a los gobernantes inescrupulosos, denunciando a
los sacerdotes comercializados y aún exhortando al pueblo a que
adhiriese a la adoración del Yahvé supremo, el Señor Dios de Israel.


97:10.5 (1076.2) Como
nación los judíos finalmente perdieron su identidad política, pero la
religión hebrea de creencia sincera en el Dios único y universal
continúa viviendo en el corazón de los exiliados dispersos. Y esta
religión sobrevive porque ha funcionado eficazmente para conservar los
valores más elevados de sus seguidores. La religión judía preservó los
ideales de un pueblo pero no supo fomentar el progreso y alentar el
descubrimiento filosófico creador en los reinos de la verdad. La
religión judía tenía muchos defectos —era deficiente en filosofía y casi
vacía de cualidades estéticas— pero sí conservó los valores morales;
por lo tanto persistió. El Yahvé supremo, comparado con otros conceptos
de la Deidad, era claro, vívido, personal y moral.


97:10.6 (1076.3) Los
judíos amaban la justicia, la sabiduría, la verdad y la rectitud como
pocos pueblos lo han hecho, pero contribuyeron menos que cualquier otro
pueblo a la comprensión intelectual y el entendimiento espiritual de
estas cualidades divinas. Aunque la teología hebrea se negó a
expandirse, desempeñó un papel importante en el desarrollo de otras dos
religiones mundiales: el cristianismo y el mahometanismo.


97:10.7 (1076.4) La
religión judía persistió también debido a sus instituciones. Es difícil
que una religión sobreviva como práctica privada de individuos aislados.
Éste ha sido siempre el error de los dirigentes religiosos: al ver los
males de la religión institucionalizada tratan de destruir la técnica de
funcionamiento de grupo. En lugar de destruir todo el ritual, sería
mejor que lo reformaran. A este respecto Ezequiel fue más sabio que sus
contemporáneos; aunque se unió a ellos insistiendo en la responsabilidad
moral personal, también se dispuso a establecer la observación fiel de
un ritual superior y purificado.


97:10.8 (1076.5) Y así
los sucesivos maestros de Israel cumplieron la mayor hazaña en la
evolución de la religión que jamás se viera en Urantia: la
transformación paulatina pero ininterrumpida del concepto bárbaro del
demonio salvaje Yahvé, el dios celoso y el espíritu cruel del volcán
Sinaí que fulmina, al concepto más reciente, exaltado y excelso del
Yahvé supremo, creador de todas las cosas y Padre amante y
misericordioso de toda la humanidad. Y este concepto hebraico de Dios
fue la visualización humana más elevada del Padre Universal hasta el
momento en que se expandió ulteriormente y fue ampliado tan
exquisitamente por las enseñanzas personales y el ejemplo de vida de su
Hijo, Micael de Nebadon.


97:10.9 (1076.6) [Presentado por un Melquisedek de Nebadon.]








Versión para imprimirVersión para imprimirUrantia Foundation, 533 Diversey Parkway Chicago, IL 60614 USA |
Teléfono: (fuera de EUA y Canada) +1-773-525-3319
© Urantia Foundation. Reservados todos los derechos

No hay comentarios:

Publicar un comentario