domingo, 20 de noviembre de 2016

Acerca del Kotel

Acerca del Kotel







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1) Sitio del Templo Sagrado

El Muro de los Lamentos es una reliquia sobreviviente del Monte del
Templo en Jerusalem, el cual fue destruido por los romanos en el año 70
EC. El Templo fue el centro del mundo espiritual, el conducto
principal para el flujo de la Santidad. Cuando el Templo estaba en pie,
el mundo estaba lleno de admiración por Dios y apreciación por la
genialidad de la Torá.


La
tradición judía enseña que toda la creación comenzó en Jerusalem. El
epicentro es el Monte Moriá, conocido por los místicos como “La Piedra
Angular”. El nombre Moriá es en realidad un juego de palabras: “Moriá
es el lugar de donde la instrucción (horá) de la Torá emana; de donde el temor por el cielo (yirá) emana, de donde la luz (orá) emana”.


Es aquí, sobre el Monte Moriá, donde Isaac fue destinado a ser
sacrificado. Y es aquí donde su hijo Yaacov soñó con la escalera
ascendiendo hasta el cielo.


Aunque otras partes de la pared que rodeaba el Monte del Templo
siguen en pie, el Muro Occidental es especialmente apreciado, ya que es
el lugar más cercano al Santo Sanctórum, el foco central del Templo.





2) Símbolo Eterno

Los sabios profetizaron que incluso después de la destrucción del
Templo, la Presencia Divina nunca dejaría el Muro Occidental (El
Kotel), y que el Kotel nunca sería destruido. El Kotel está dotado con
santidad eterna, como dice el Talmud: “Y yo haré sus santuarios
desolados” (Levítico 26:31) – esto significa que los santuarios
mantienen su santidad incluso cuando están desolados.


Jerusalem fue destruida y reconstruida nueve veces. Y a pesar de todo, un símbolo se mantuvo intacto: el Muro de los Lamentos.


Al establecer el pacto eterno con Abraham, Dios le prometió que el
pueblo judío nunca sería destruido (Génesis 17:7). De esta forma, el
Kotel es un símbolo del pueblo judío: tanto como ha habido muchos
esfuerzos por destruir el Kotel y aún así se mantiene eterno, así
también el pueblo judío ha sobrevivido a sus enemigos y se mantiene
eterno. De este modo, el Kotel se convirtió en símbolo tanto de
devastación como de esperanza.


Como escribió Mark Twain: “...Otros pueblos han florecido y
mantenido su antorcha alta por un tiempo, pero finalmente se consume, y
ahora están en la penumbra, o han desaparecido. El judío los vio a
todos, los venció a todos… Todas las cosas son mortales excepto el
judío; todas las otras fuerzas pasan, pero él se mantiene. ¿Cuál es el
secreto de su inmortalidad?”.





3) Lugar de Peregrinaje y Lágrimas

Hace tres mil años, el Rey David compró el Monte Moriá e hizo a
Jerusalem su capital. Su hijo Salomón construyó el Templo Sagrado, y
toda la nación judía se reunió tres veces cada año en las festividades
de peregrinación.


Jerusalem
se convirtió también en el foco del mundo no judío. Mapas antiguos
muestran a Jerusalem en el epicentro de Asia, Europa y África. Los no
judíos, atraídos por un magnético poder espiritual, trajeron ofrendas
al Templo. Cuando el Rey Salomón construyó el Templo, el le pidió
específicamente a Dios que considerara los rezos de los no judíos que
llegaran al Templo (1-Reyes 8:41-43). En las palabras del profeta
Isaías, esta era “una casa de plegaria para todas las naciones”.


El servicio en el Templo Sagrado durante la semana de Sucot ofrecía
un total de 70 ofrendas de Toros, correspondientes a cada una de las 70
naciones del Mundo. De hecho, el Talmud dice que si los romanos
(quienes destruyeron el Templo) hubieran entendido cuanto beneficio
ellos recibían del Templo, ellos nunca lo hubieran destruido.


Durante el exilio del año 1.900, los judíos viajaban a Jerusalem con
grandes costos y peligros, solamente para tener la oportunidad de
rezar en el Kotel. Enfrentando enfermedades, falta de agua, y bandidos
merodeando, los judíos se negaron a abandonar Jerusalem. Restringidos
por la ley o arrasados por los Cruzados, los judíos siempre regresaron.


El Talmud enseña que cuando el Templo fue destruido, todas las
Puertas del Cielo fueron cerradas, excepto una: la Puerta de las
Lágrimas. En el Kotel, los judíos siempre han abierto sus corazones a
Dios. Así se hizo conocido como el “Muro de los Lamentos” por los
siglos de incesantes lágrimas, derramadas por judíos anhelando
reconstruir Jerusalem.





4) Foco de Rezos

Tres veces al día, durante miles de años, los rezos judíos alrededor del mundo han sido dirigidos hacia el Monte del Templo.


La
tradición Cabalista dice que todos los rezos del mundo llegan a este
punto, y desde él, ascienden hasta el cielo. El Talmud dice: “Si
alguien está rezando fuera de la Tierra de Israel, debe dirigir su
corazón en dirección a Israel. Cuando reza dentro de Israel, debe
dirigir su corazón hacia Jerusalem. Aquellos que están en Jerusalem
deben dirigir su corazón al Templo.


A través de los milenios, judíos de lejanas partes del mundo han
rezado hacia Jerusalem. En cada boda judía, el novio rompe una copa
para conmemorar la destrucción del Templo Sagrado. Y cerramos cada
Seder de Pesaj con las resonantes palabras – “El Próximo Año en
Jerusalem”.


Como dijo conmovedoramente el Rav Judah Halevi: “Estoy en el oeste, pero mi corazón está en el este (Jerusalem)”.





5) Construido con Amor y Dedicación

Cuando el Templo estaba siendo construido, el trabajo fue dividido
entre diferentes sectores de la población. La construcción del Muro
Occidental cayó en manos de los pobres, y ellos trabajaron duro para
construirlo, ya que no podían contratar peones para que hicieran el
trabajo por ellos.


Cuando el enemigo destruyó el Templo, los ángeles descendieron de lo
alto y – extendiendo sus alas sobre el Muro – dijeron: “Este Muro, el
trabajo de los pobres, nunca será destruido” (de “Leyendas de la Tierra
de Israel”).





6) Sitio de Heroísmo Judío

Cuando el Primer y Segundo Templo fueron destruidos, y durante el
levantamiento de Bar Kojva, los héroes de Israel pelearon como leones
por cada piedra del Templo. Cuando los Macabeos vencieron a los
Sirio-Griegos, la primera cosa que hicieron fue purificar el Templo y
encender la santa Menorá. Esto ha servido como ejemplo de la valentía
judía desde entonces.


En
la Guerra Árabe-Israelí de 1948, cuando se proclamó el alto al fuego,
Jerusalem fue dividida y los judíos fueron desterrados una vez más del
Muro de los Lamentos, permitiéndoles solamente mirar a través del
alambre de púas desde lejos… a lo largo de una interminable extensión
de tiempo.


En la Guerra de los Seis Días, los paracaidistas israelíes
ingresaron a la Ciudad Vieja a través de la Puerta de los Leones. “¡Har
Habait beiadeinu!” – se escuchó el grito triunfante – “¡El Monte del
Templo está en nuestras manos!” entre los toques de shofar, hombres
adultos lloraban y bailaban en el Muro de los Lamentos. Después de
2.000 años, Jerusalem fue finalmente unificada bajo control judío, con
acceso libre para todos.


El Muro de los Lamentos no es un simple sitio histórico. Es la raíz
judía – las raíces más profundas que cualquier pueblo tiene. En otros
lugares, buscamos entendimiento. En el Muro de los Lamentos, mientras
mojamos al Muro con nuestras lágrimas y derretimos las piedras con
nuestros besos, alcanzamos claridad y definimos quienes somos, la
nación eterna de Dios.


Por Rav Shraga Simmons, basado en “The Western Wall”, publicado por el Ministerio de Defensa de Israel.

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