Relatos breves para entender la Historia

Lazos familiares de las monarquías contendientes en la 1ªGM: el factor danés
Una de las cuestiones que más llama la atención del juego de alianzas
entre las diferentes potencias que combatieron en la Primera Guerra
Mundial es el hecho de que Gran Bretaña formase parte de la Triple
Entente junto con dos de sus tradicionales enemigos (Rusia, a la que
veían con recelo por su expansión por Asia y su amenaza a la India y
Francia, contra la que había batallado durante siglos y últimamente en
las guerras napoleónicas y los dominios americanos) frente a una nación
con la que le unían numerosos lazos de sangre y culturales como Alemania
(la reina Victoria, con buena parte de sangre alemana se había casado
con el alemán príncipe Alberto).
El motivo principal del alejamiento entre británicos y alemanes se
basó en causas político-económicas: tras la unificación alemana de 1871
los antes dispersos estados pangermánicos se habían convertido en una
sola nación, enorme y pujante en el centro del continente europeo que
amenazaba la supremacía británica tanto en lo comercial como en su
carácter de principal potencia colonial; todo ello además, conducido por
la potente maquinaria de la marcial Prusia.
Otros factores más profundos sobre cómo se conformaron los bloques
que lucharon en la Gran Guerra está siendo objeto de estudio en las
entradas que, bajo el título genérico “cómo se llegó a la Primera Guerra
Mundial, hemos iniciado en el blog con los artículos dedicados al polvorín serbio I y II.
Pero hubo otro factor que, aunque menor, también tuvo su influencia
en este cambio de orientación en las alianzas británicas en la parte
final del siglo XIX y principios del XX: el que en el título de la
entrada hemos llamado “el factor danés”.
Para explicar esta cuestión tenemos que retroceder a la segunda mitad
del siglo XIX. Como parte del complejo juego de alianzas matrimoniales
entre las casas reinantes europeas del que la reina Victoria y su
abundante descendencia eran una parte central, se concertó el casamiento
de dos de las hijas del rey danés Christian IX: Alexandra se casaría
con el príncipe de Gales Bertie (futuro rey Eduardo VII de Gran Bretaña)
y Dagmar con el futuro zar de todas las Rusias Alejandro III.
Este hecho de por sí no parecería salirse de lo habitual ni tener
mayor importancia, sobre todo teniendo en cuenta que la hija mayor y
predilecta de la reina Victoria, Vicky, fue prometida y se casó con
Fritz, heredero de la corona del Kaiser alemán Guillermo I.
Sin embargo, hubo una circunstancia con la que nadie contaba y que
estaba destinada a jugar un papel importante en el futuro de Europa y en
el eje de alianzas que terminó desembocando en la Primera Guerra
Mundial. Esta circunstancia fue el hecho de que el monarca danés
Christian IX tomó por costumbre reunir a toda su familia en las
vacaciones estivales en una de sus residencias veraniegas; allí acudían
sus dos hijas Alexandra y Dagmar (apodada Minnie) que estaban muy unidas
y que pronto empezaron a llevar a sus retoños. Entre los hijos de ambas
se hallaban dos muchachos que guardaban un extraordinario parecido
entre sí y que desde muy pequeños hicieron una gran amistad. Nada
tendría de extraordinario que dos jóvenes primos adorados por sus madres
se hicieran buenos amigos, si no fuera por el hecho de que los dos
estaban destinados a convertirse en los años previos a la Primera Guerra
Mundial en el rey Jorge V de Gran Bretaña y en el zar Nicolás II de
Rusia.

Nicolas II (izquierda) y Jorge V
de las mismas estaban excluidos todos aquellos que formaran parte de la
clase dirigente del nuevo estado alemán. El motivo era que Dinamarca
había sido una de las grandes perjudicadas del proceso de unificación
alemana, en el que pasaron a formar parte del imperio germano las
antiguas posesiones danesas de Schleswig-Holstein. Además, entre los
invitados regulares a las vacaciones de la familia real danesa se
encontraban otras casas reales de los antiguos estados independientes
que habían sido engullidos en el proceso de unificación alemana.
Como consecuencia de todo ello, los miembros de la familia real
alemana eran persona non grata en Dinamarca. Esto incluía al heredero de
la corona Fritz, su esposa la británica Vicky y al hijo de ambos, el
futuro káiser Guillermo II. Este se vio excluido del círculo de
amistades formados por sus dos primos británico y ruso, a lo que se unió
un complejo de amor-odio con su madre que Guillermo trasladó a todo lo
relacionado con Gran Bretaña.
Un último elemento que contribuyó a separar a los antiguos aliados
británicos y alemanes fueron los desastrosos intentos diplomáticos de
Guillermo para conseguir un acercamiento con sus parientes británicos y
ello como consecuencia de la personalidad soberbia y egocéntrica del
alemán, que molestaba profundamente al rey británico Eduardo VII.
Por si fuera poco, el intento de acercamiento entre Guillermo y
Nicolás tras el desastre ruso en la guerra contra Japón de 1905 fue
cortado de raíz por los asesores de ambos gobernantes.
Tampoco la complicada convivencia de Guillermo con su madre, hermana
de Eduardo VII, contribuyó a hacer fácil la relación entre ambos
soberanos. Gran Bretaña, a diferencia de Alemania, no era un país
dirigido por su rey, pero la influencia de este en la política exterior
del país era todavía muy considerable. No fue casualidad que el tratado
entre Rusia y Gran Bretaña se firmase unos meses después de una visita a
Londres de Dagmar de Dinamarca (madre de Nicolás II), donde se reunió
con su hermana Alexandra y su cuñado Eduardo VII.
Insisto en que esta no fue la única ni la principal razón del
alineamiento de naciones en la Primera Guerra Mundial (Triple Entente
frente a Triple Alianza), pero sí se trató de un factor más que decantó
la balanza de los británicos por Rusia y Francia y contra Alemania y sus
aliados, como se narra detallada y documentadamente en el cuidado
documental de la BBC Royal Cousins at War que me ha servido de fuente para redactar esta entrada.
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