domingo, 8 de enero de 2017

La derrota rentable de 1714 | la-aventura-de-la-historia/diada | EL MUNDO

La derrota rentable de 1714 | la-aventura-de-la-historia/diada | EL MUNDO







ELECCIONES CATALUÑA / Los mitos del nacionalismo

Los beneficios comerciales después de la Guerra de Sucesión

La derrota rentable de 1714

Vista del puerto de Barcelona con Montjüic y Montserrat en un grabado del siglo XVIII.
A
fines del siglo XVIII, la población catalana había crecido un 20% más
que la media española y tenía un 50% más que las dos Castillas
La
supresión de aduanas interiores entre Castilla y Aragón permitió el
libre acceso al mercado castellano de la producción catalana
Las
medidas de liberación del comercio con América de 1765, 1778 y 1789
ampliaron la proyección americana de la economía de Cataluña
La
victoria borbónica en la Guerra de Sucesión (1701-1714) tuvo
consecuencias económicas favorables para Cataluña a largo plazo. Tras la
crisis que siguió al conflicto, la economía catalana experimentó un
duradero proceso de crecimiento. En palabras de Carlos Martínez Shaw:
"El siglo XVIII discurre para Cataluña bajo el signo de la expansión.
Crecimiento de las fuerzas productivas, acusada movilidad social,
progresiva estabilidad política tras la crisis de 1714, creatividad
cultural en los distintos campos".

A fines del siglo XVIII, la
población catalana había crecido un veinte por ciento más que la media
española y casi un cincuenta por ciento más que la de las dos Castillas.
Sus tres provincias costeras tenían una densidad de población semejante
o superior al grupo, mayoritariamente periférico, de las más densas.
Hacia 1787, la densidad urbana catalana era la más alta de España
-duplicaba la media nacional- tras Madrid. La ciudad de Barcelona
triplicó su población en el siglo XVIII, pasando de menos de 40.000 habitantes a 130.000.


Su crecimiento supera al de Madrid, el núcleo urbano más poblado de la
época, y al de las principales ciudades españolas (Sevilla, Valencia,
Cádiz, etc.). La densidad de población de la provincia de Barcelona se
situaba también entre las altas. La extensión y la intensificación de
los cultivos se dejaron ver a lo largo y ancho de la geografía catalana.
En 1797, la distribución sectorial de la población activa situaba a
Cataluña en cabeza -veinticinco por ciento frente a una media nacional del quince-
en lo que a empleos manufactureros se refiere. Sobran los indicadores
de la pujanza comercial de Barcelona y de su diversificación económicas,
de las que también disfrutan las otras provincias marítimas catalanas.

No faltan pruebas de una política borbónica para favorecer a los sectores económicos catalanes -como la prohibición de importar productos de algodón decretada por Carlos III en 1771.

Los logros culturales no escasean: hay destacados catalanes en campos que abarcan desde la Medicina (Casal, Gimbernat, Parés i Franqués, Salvà i Campillo y Virgili)
y otras disciplinas científicas al Derecho (Finestres y Llàtzer de Dou)
y la Economía (Capmany), pasando por artes diversas (los músicos Valls,
Picanyol y Romero y los pintores Giralt, Molet y Rodríguez, entre
otros). Felipe V fundó en 1717 la Universidad de Cervera. En los planos
artístico y científico, el contraste entre la Cataluña del siglo XVIII y
la de los dos siglos anteriores es probablemente mayor que en ninguna
otra parte de España.

Rincones del imperio

La
novedosa y creciente presencia de súbditos del Principado en todos los
rincones del imperio, especialmente comerciantes, es indudable. Se ha
registrado el establecimiento, entre 1778 y 1820, de 1.263 comerciantes catalanes en la América española.
Ese dato subraya la capacidad catalana para la extroversión económica
en el marco de las nuevas oportunidades de negocio aparecidas dentro de
la globalizada Monarquía Hispánica tras la derrota austracista.

El esplendor catalán del siglo XVIII no tiene parangón desde la Edad Media. Las opiniones de dos historiadores económicos, Jaume Vicens Vives y Pierre Vilar,
así lo avalan. Vicens fue el iniciador de la brillante escuela
histórico-económica catalana de la segunda mitad del siglo XX (Nadal,
Fontana, Feliu, Torras, Maluquer, Sudriá, Carreras y otros muchos).

Cuando publicó, en 1958, su monumental Historia económica de España,
manual de generaciones de historiadores y economistas españoles, aún
útil, no compartía esa visión idílica de la Cataluña anterior a la
Guerra de Sucesión que hoy presentan algunos historiadores, ni hace suya
una visión negativa del absolutismo borbónico: "El influjo francés, que
se manifiesta en la intelectualidad, la moda, el gusto, la técnica y la
economía, tiende a llenar el vacío que ha dejado en España el fracaso
de la política de los Austrias. Y a colmarlo no sólo con soluciones
francesas, sino con las europeas de las que aquéllas son igualmente
portadoras. En definitiva, una concepción europea de la vida va a
intentar modificar e incluso sustituir la mentalidad española moldeada por la Contrarreforma".

Al
contrario, hace un balance económico favorable para Cataluña en el
siglo XVIII. Ello no le impide hacer una observación atinada, aunque de
interpretación un tanto equívoca, sobre la que volveré: "El renacimiento
económico de Cataluña data de 1680 y está más ligado al cacao de
Venezuela y al azúcar antillano que a la tinta de las reales cédulas
madrileñas".

Progreso

Su llamada de
atención sobre la recuperación económica de Cataluña da entrada a la
monumental obra de otro de los grandes clásicos de la historia económica
de nuestro país: Cataluña en la España moderna, de Pierre Vilar.

El
autor hace una visión general optimista del devenir económico durante
el siglo que sucede a la pérdida de "leyes, libertades y garantías": "El
'crecimiento' observado en la parte principal de esta obra es, en el
siglo XVIII, el del grupo humano catalán: número de habitantes,
extensión e intensificación de los cultivos, reconquista de antiguos
medios de irrigación, instalación de otros nuevos, incorporación al
trabajo de una masa antes inactiva, comercialización creciente de los
productos, conquista de un mercado, nacional para algunos, colonial para
otros, acumulación de esos beneficios coloniales, crecimiento de
diversos tipos de ingresos, inversiones productivas, creaciones
productivas, aparición, a partir de capas medias de campesinos, marinos,
artesanos, comerciantes, de una nueva clase dirigente, creciente peso de la región en el complejo español".

Sobre
la base del progreso agrario, manufacturero y comercial del
Setecientos, Cataluña acabó convirtiéndose en la primera región
industrial de España. El rápido despegue de la industria en este
territorio se produce en las dos décadas que siguen a la Primera Guerra
Carlista. Se sobrepuso al incendio, en 1835, de la Fábrica Bonaplata, la primera instalación industrial moderna en España.
Bonaplata procedía de una familia de fabricantes de indianas y contaba
con buenas conexiones con el Gobierno español, que apoyó su iniciativa
empresarial mediante exenciones de derechos arancelarios a la
importación de maquinaria y otras medidas.

Los años desde 1841 a
1857 serían los "de la revolución industrial", a juzgar por la formación
de sociedades industriales en Barcelona. A mediados del siglo XIX,
Cataluña, y en particular la Ciudad Condal, monopolizaba la producción del subsector más estrechamente asociado a la revolución industrial: el textil algodonero.

Para
entonces, un proceso iniciado en la segunda mitad del siglo anterior
había consolidado entre los industriales catalanes la idea de que "el
prohibicionismo es el sistema verdaderamente nacional", español se
entiende. Para Vicente Pérez Moreda: "La polémica
librecambio-proteccionismo fue el debate más largo y más virulento de
todos los que presenció la política económica española en el siglo XIX".
Los Gobiernos de Madrid se mostraron siempre (arancel prohibicionista
del Trienio Liberal y los muy proteccionistas de 1841 y 1849) sensibles a
unas peticiones que unían a empresarios y trabajadores textiles
catalanes. Pero no solo a las suyas, sino también a las no menos
exigentes planteadas por los intereses trigueros del interior peninsular
y los industriales vascos. Fue un brillante catalán, Laureano Figuerola, quien intentó sin éxito liberalizar el comercio exterior español en 1869.

Durante la Restauración, pese al "fracaso de la revolución industrial" en nuestro país que propuso Nadal, Cataluña se convertiría en la fábrica de España,
al extenderse el tejido industrial más allá del subsector algodonero,
llegando a incluir al textil lanero, la alimentación (harinería,
chocolate y refino de aceite), el papel, el curtido, las artes gráficas,
los materiales de construcción, la química y la metalurgia ligera.

Sobre
esa base, la segunda revolución industrial dejó una fuerte impronta en
Cataluña. Muchas destacadas empresas en los nuevos sectores de la
metalmecánica (maquinaria, construcciones metálicas, material
ferroviario, automóvil, aeronáutico y equipos eléctricos), la química
(ácido sulfúrico, carburo, superfosfatos y rayón) y el cemento, se
instalaron en Cataluña, aunque factores diversos, donde destacan el
ferrocarril y la electricidad, habían ido reduciendo algunas de las
ventajas competitivas de la Cataluña decimonónica y reverdecido el hasta
entonces casi desértico panorama de la industria moderna en la mayor
parte del resto de España. La protección del mercado nacional frente al exterior
(aranceles de 1891, 1906 y 1922, impulsado este último por el catalán
Cambó) se vio reforzada, especialmente en la década de 1920, por cierto
activismo industrial del Gobierno español.

Todavía en pleno
franquismo, como prueba la corriente migratoria desde otros puntos de
España, Cataluña concentraba buena parte de la actividad industrial y
gozaba de niveles de vida comparativamente elevados. La democracia, que
ha venido acompañada de la descentralización, la apertura exterior, la
liberalización y la progresividad fiscal asociada a la expansión del
Estado del bienestar, parece haber sido menos favorable para la economía de Cataluña que otras épocas.

Quizá
por ello, la hipótesis de que una Cataluña fuera de España hubiera
tenido un mayor éxito económico gana adeptos entre los secesionistas. Su
aceptación no debería basarse en posicionamientos políticos a priori.
El ejercicio académico resultará complicado técnicamente, si alguien se
atreve a hacerlo. A la espera del mismo, parece insostenible que la región haya sido expoliada secularmente
por el resto de España. Esta proposición contrasta con el duradero,
aunque no siempre exclusivo, liderazgo económico catalán en España.

El peso de la geografía

Las
claves del éxito catalán en la España moderna tardía y contemporánea
son diversas. Algunas son autóctonas e independientes de la Guerra de
Sucesión. Otras no. Estas se relacionan con los resultados del
conflicto, en particular con la plena integración económica de Cataluña en la Monarquía Hispánica.
Una entidad política de dimensiones económicas mucho mayores y de la
que, hasta fines del XIX, formaron parte territorios ultramarinos
incluso después de la pérdida de la mayoría de la América española,
consumada ya a mediados de la década de 1820. Las políticas económicas
de los Gobiernos españoles en ningún caso persiguieron perjudicar a
Cataluña, aunque solo fuera por su condición de primera región
manufacturera e industrial.

Empecemos por la geografía. Vilar
señala ventajas naturales ya perceptibles en la "joven potencia
medieval": constituir una "formación pirenaico-mediterránea" fundada
sobre vías transversales (los ríos Cardoner, Llobregat, Congost-Ter y
Fresser) con capacidad para intermediar entre Iberia y el mar y entre
Iberia y Europa. Más tarde, el fácil acceso al mar de buena parte del territorio catalán
fue y sigue siendo una ventaja natural incuestionable que resalta los
obstáculos del centro peninsular. Vilar subraya otra singularidad
geográfica favorable: "El caleidoscopio catalán podrá parecer, al
viajero procedente de la Iberia interior, menos poderoso y atractivo.
¡Pero cuánto más rico en posibilidades!".

Vilar no veía la geografía como un destino inevitable, pero no olvidó señalar el contraste entre las "vocaciones económicas"
de Cataluña y la España interior (Castilla y Aragón) que surgía de la
"variedad" de la primera frente a la "monotonía" de la segunda.

Cercanía al mar

Más
recientemente, Maluquer ha resaltado la importancia de la cercanía al
mar y de las adecuadas condiciones climáticas y edafológicas de las
comarcas productoras de vino y aguardiente. La producción de ambos y su
exportación a Gran Bretaña y Holanda tuvo un destacado papel en la recuperación económica catalana de finales del siglo XVII.
También lo tuvo en la expansión de la segunda mitad del siglo XVIII,
cuando se comercializaron en otros territorios españoles y americanos de
la Monarquía Hispánica y en el extranjero.

Los efectos de
arrastre de la ascendente vitivinicultura orientada al mercado no fueron
despreciables: incremento de la demanda de productos manufacturados de
inversión y de consumo; potenciación del comercio, los servicios
financieros y el transporte terrestre y marítimo.

Este
autor también subraya las ventajas de la vecindad con Francia:
exportaciones de vino con motivo de la filoxera (1868-1890) y de corcho
durante un período mucho más dilatado; contrabando de bienes, incluidos los de alto contenido tecnológico;
acceso a información económicamente útil; llegadas de inversión directa
extranjera y de emprendedores y técnicos foráneos; recepción de
turistas; plataforma exportadora al "Gran dorsal" europeo desde la
integración española en la economía continental. En resumen: "El
carácter de territorio de frontera no ha sido, probablemente, el factor
determinante de la modernización económica de Cataluña, pero parece
evidente que ha contribuido a ella de un modo más que sobresaliente".

Este repaso estaría inconcluso si no tuviésemos en cuenta un factor que suele pasar inadvertido. La supuesta similitud entre la Cataluña preborbónica y Holanda o Inglaterra olvida
que, desde un siglo antes de la Guerra de Sucesión, el centro de
gravedad de la economía europea se desplazó desde el Mediterráneo a las
orillas del mar del Norte. Mientras este duró, Cataluña, volcada
naturalmente al Mare Nostrum, no careció de vocación expansionista. Lo
prueba su activa participación en la formación -y disfrute- del imperio
mediterráneo de la Corona de Aragón, que llegó a incluir territorios
peninsulares e insulares españoles (Aragón, Cataluña, Valencia y
Baleares) e italianos (Cerdeña, Sicilia y Nápoles), así como Cerdeña y
los ducados de Neopatria y Atenas.

Desde la "unificación" peculiar
entre las coronas de Aragón y Castilla durante el reinado de los Reyes
Católicos, los gastos de la defensa española en el Mediterráneo
recayeron desproporcionadamente en los habitantes de la segunda. A
diferencia de las guerras de Flandes, las del Mediterráneo, herencia
geoestratégica de la Corona aragonesa, reciben escasa atención en las explicaciones sobre la decadencia que sufrió España a mediados de la Edad Moderna.

Expansión otomana

La
expansión otomana por el Mediterráneo oriental y el norte de África y
la de las coronas de Castilla y Portugal por América y Asia dejaron
"fuera de juego" a polos económicos, como Barcelona, de indudable
esplendor medieval. Sin la proyección peninsular y americana favorecida
por las reformas borbónicas, la suerte de Cataluña habría resultado,
por contraposición a Holanda e Inglaterra, afectada por la de una zona
del mundo en decadencia económica y política. Y por ello privada del
acceso a los mercados abiertos previamente por la Corona de Castilla más
allá de las Columnas de Hércules y que tanto se expandieron a lo largo
del siglo XVIII.

Incluso en el XIX, los restos ultramarinos del
Imperio español, como Cuba y Filipinas, fueron de importancia para la
economía catalana.

Si la geografía cuenta para explicar el éxito
catalán, también lo hacen otros factores de índole
histórico-institucional. Uno es la herencia tardo-medieval que hizo
posible que el campesinado accediera al usufructo del suelo a largo plazo en
condiciones favorables para el progreso agrícola, pues estimulaba el
acceso al crédito y la especialización productiva orientada al mercado
de algunas zonas geográficamente favorecidas.

La
consolidación de las propiedades campesinas se vio favorecida por el
derecho consuetudinario catalán, que "fue generalizando el sistema de
transmisión de patrimonio a un único heredero". La relativa debilidad de
la nobleza facilitó la emergencia de otros grupos sociales y el "aburguesamiento" de la orientación político-económica del Principado.

La
explicación "igualitaria" del temprano progreso económico catalán
propuesta por Maluquer goza de amplio consenso. Así, una distribución de
la propiedad de la tierra menos concentrada, resultante de la guerra
remensa, desde fines de la Baja Edad Media habría hecho participar a
sectores más amplios de la sociedad catalana de los beneficios de la
expansión vitivinícola. Ello habría permitido una mayor demanda regional de las nuevas manufacturas textiles, que se vio atendida por la adaptativa estructura económica catalana del siglo XVIII.

El
progreso manufacturero hundiría sus raíces en una distribución de la
renta y la riqueza menos concentrada que en el resto de España. El
contrapunto andaluz suele asomar en esta línea de razonamiento. La
explicación histórico-institucional no carece de verosimilitud. Pero cabe dudar de que sea la "explicación", aunque contribuya a ella.

Por
un lado, resulta improbable que la demanda catalana -un millón de
habitantes frente a los más de dos y de 20, respectivamente, de Holanda y
Gran Bretaña, que tenían bastante más renta per cápita- hubiera bastado
para poner en marcha un proceso de industrialización que
nunca pudo prescindir del mercado ofrecido por los restantes
territorios de la Monarquía Hispánica en España, América y Asia.

Convendría
no exagerar la influencia de la distribución "igualitaria" de la renta
en la industrialización. Por lo que sabemos, la desigualdad de Holanda,
en 1732 y 1808, era mayor que la de la "Vieja Castilla" en 1752, y la de Inglaterra solo un poco menor, en 1759, y, en 1801, casi idéntica.

Se
debe atribuir una parte no despreciable de los logros catalanes a
algunas medidas de la política económica borbónica, que hizo que no toda
"la tinta de las reales cédulas madrileñas" careciese
de incidencia sobre esos factores del renacimiento económico catalán que
mencionaba Vicens: el "cacao de Venezuela" y el "azúcar antillano".

Supresión de aduanas

La supresión de aduanas interiores entre Castilla y Aragón -unos seis
millones de habitantes frente a uno y medio, respectivamente, al poco de
finalizar la Guerra de Sucesión- permitió el libre acceso al mercado castellano de la producción catalana y ofreció oportunidades desconocidas para los productores y comerciantes catalanes. Las botigues
se establecieron en buena parte de la geografía española. Las uniones
aduaneras favorecen más a sus integrantes de menores dimensiones
iniciales, como era el caso de Cataluña.

Crucemos ahora el charco.
Los productos catalanes comenzaron a llegar indirectamente a la América
española -su población pasó de unos diez a unos veinte millones de
habitantes entre 1700 y 1820- a través de Cádiz.

En el año 1755 fue autorizada la Real Compañía de Comercio de Barcelona a
Indias, a la que el Gobierno concedió algunos de los privilegios de que
gozaban empresas semejantes en la Europa moderna, al tiempo que limitó
geográficamente sus actividades (Santo Domingo, Puerto Rico y La
Margarita, y más tarde, Cumaná). Las medidas de liberación del comercio
con América de 1765, 1778 y 1789 no hicieron sino ampliar la proyección
americana de la economía de Cataluña, en especial la de sus comarcas
marítimas.

Mercados emergentes

Puede
discutirse si el mercado hispanoamericano fue decisivo para la moderna
manufactura algodonera catalana, pero no que fuera irrelevante. Ni mucho
menos lo fue para el sector vitivinícola y el de servicios marítimos
(transporte, seguros, banca y construcción naval). Los efectos de la
nueva situación creada por la política del reformismo borbónico fueron,
para Maluquer, inequívocos: "Los mercados emergentes del otro lado del
Atlántico contribuyeron, además, a potenciar el crecimiento agrícola y
éste impulsó la producción de manufacturas y el progreso del conjunto de la economía".

Con
la libertad de comercio de granos establecida por Carlos III en 1765,
Cataluña vio facilitada la importación de trigo extranjero más barato y,
con ello, el aumento de su especialización en otros productos agrícolas y manufactureros y en los servicios.

La
reforma fiscal representada por la introducción del catastro en 1716
trajo una simplificación y modernización impositiva. Si, inicialmente,
la reforma incrementó la presión fiscal, no ocurrió lo mismo en el largo
plazo. Como el cupo asignado a Cataluña no experimentó
más que escasas y menores alteraciones al alza, el aumento de la
población y el crecimiento económico acabó reduciendo la presión fiscal,
especialmente en las provincias costeras.

Existían otros
impuestos de evolución diferente, lo que debería conducirnos a no
exagerar las ventajas fiscales de la Nueva Planta, como sugiere Ruiz.
Pero evitar la exageración no implica negar los beneficios del modelo
fiscal catalán del siglo XVIII. Mientras que Cataluña fue incrementando
los beneficios derivados de un creciente acceso a los mercados de la
Monarquía Hispánica en España y América, su contribución fiscal al aumento de los costes de preservación de los mismos -gastos en Ejército y Marina incluidos- fue menor que la de otros territorios.

Cataluña debe buena parte de su éxito económico en la España moderna a
factores autóctonos. Otra parte no menor se debe a consecuencias
positivas derivadas de la Guerra de Sucesión y de la política del
reformismo borbónico.

Como recuerda Pérez Moreda, los logros
económicos catalanes durante el siglo XIX no impidieron que la pérdida
de las últimas colonias en 1898 fuera, para figuras del pensamiento como
Ortega y Gasset y Ramón y Cajal, la
causa principal del desapego de sectores de la sociedad catalana hacia
España en los comienzos del siglo XX. No parece que la proximidad
temporal entre la pérdida de los últimos mercados ultramarinos y el
fortalecimiento del catalanismo político sea casual.

Al final de sus días, Gonzalo Anes,
uno de los mejores conocedores del siglo XVIII español, organizó desde
la Real Academia de la Historia un ciclo de conferencias (La España de
Felipe V. Guerra de Sucesión, reformas, crecimiento y proyecciones
futuras) que ofreció una alternativa no nacionalista a la planteada por
el congreso Espanya contra Catalunya.

La intervención de Pérez
Moreda es toda una demostración de conocimiento e invitación a la
convivencia: "Ningún español puede estar ajeno a los destinos de esa
parte de España. Y por el contrario debería sentirse orgulloso del éxito económico, y también cultural, que esa región ha conseguido a lo largo de los últimos siglos".



10 Comentarios









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@Serdna #5
Puntualizaría: 1.- No señalaría que "los catalanes" se unieron a los
ingleses y favorables a los Austrias... mas bien "algunos" se unieron a
los Austrias, de la misma forma que algunos a los Borbones, su interés
fue compartido por las diversos postulantes a la corona en 1714 -
Recordar que con la toma de los Austrias de Barcelona en 1705, salieron
de la ciudad miles de Catalanes Borbonicos contrarios a estos.. 2.-
cuestión y no menos importante, señalar que Blas de Lezo "Mediohombre"
ha sido uno de los grandes Marineros de España, doblegando a la Armada
iNGLESA en Cartagena en 1741 (Vergüenza de la Armada Inglesa y que
intento ocultar de lo anales de la historia) - nacido para honra de los
Españoles en Pasajes de SanJuan - Guipuzcoa en 1689... estarán
(orgullosos de su historia) los amigos Nacionalistas. Seguro que es de
obligado estudio en todas las Ikastolas. ¿ Para cuando habrá una
educación independiente de las autonomías o intereses nacionalistas? Yo
la promovería!






10




@antonidevito92 #3
Le aconsejo que lea enteros los artículos antes de comentarlos. Y no
crea que es oro todo lo que reluce. Los.catalanes se aprovecharon del
comercio de esclavos tanto como pudieron.
http://www.lavanguardia.com​/mobi​/vida​/20130506​/54373131375​
/entrevista-jordi-tomas-catalunya-esclavos-mar-traidors.html En cuanto
al fracaso de la industrialización en diferentes zonas de la Península,
es una historia compleja.






8




Sería bueno que hubiese un portavoz con carisma que explicase esto,
para contrarrestar la intoxicación sobre la Historia que llevan años
sufriendo en Cataluña......claro que en los tiempos que,
afortunadamente, nos ha tocado vivir, es muuuuuy fácil informarse,
contrastar versiones.....aunque comportarse como una oveja dentro del
rebaño resulte más cómodo.......ayyy señor llévame pronto!.






7




Sin ir mas lejos, Ernesto GÜELL, mecenas de Gaudi tenia el monopolio
del estado Español de todos los tejidos de pana y vino con una fortuna
de la Cuba recién perdida a España.






6




Pues claro. Fue el gran chollo de un estado centralizado, que permitió el comercio de esa tierra






5




Los catalanes (no todos) muy patriotas ellos, apoyaban a los ingleses
y estos los ingleses, cuando perdieron ante Blas de Lezo, los
abandonaron a su suerte, no obstante a su traición España les perdono y
les siguió dando prebendas, pero claro, algunos catalanes nunca tienen
bastante.






4




#3
perdone, pero conquistadores, aventureros y piratas como Gaspar de
Portolà, Pere Alberni, Salvador Fidalgo, Joan Maristany, Joan Orpí,
etc., eran catalanes de pura cepa. Y en concreto, el sr. Maristany, fue
responsable de esclavizar y exterminar a los pocos indígenas que
quedaban en la Isla de Pascua. En cuanto al poco apego de los
castellanos por la industria, le doy la razón pero sólo a medias. Los
castellanos tuvieron la maldición de ser el "core" del imperio, tras la
derrota de los comuneros en la primera revolución burguesa de la
historia, 200 años antes de la francesa. Tuvieron que alimentar con oro y
sangre a los insaciables reyes españoles, en vez de invertir esos
dineros en trabajar aquí las lanas de sus merinas, en vez de llevársela a
que lo hicieran los flamencos.






3




No he leído el artículo entero, pero con leer el título y el
principio, tampoco hace falta mucho más. "Derrota rentable" lo titulan.
¿Fue rentable la conquista de América para los indígenas americanos?
Depende lo que entendamos por rentable. En el caso catalán,
económicamente sí, aunque no hay que olvidar que Castilla nunca fue
manufacturera, mientras Cataluña (perteneciente a la Corona de Aragón
hasta 1714) sí lo fue. A diferencia de Castilla, Cataluña y el resto de
la Corona de Aragón no tenían riquezas robadas de tierras lejanas. Y eso
no es culpa de Cataluña ni benevolencia de Castilla, sino dejadez de
unos y trabajo de otros. Por cierto, esto lo dice un castellano de
Madrid. La rentabilidad económica se cambió por una pérdida de
instituciones, leyes y autogobierno. ¿Rentable?






2




También sería interesante que se citara la repercusión económica que
tuvo la independencia de Cuba en 1898 sobre España y Cataluña. Lo que
aparentemente iba a ser la ruina de la burguesía catalana, se tradujo en
un enorme retorno de capitales, y en el boom industrial catalán del
primer cuarto de siglo XX (a lo que ayudó la neutralidad española en la I
Guerra Munidal). Cuba, por el contrario, pasó de ser "la perla del
caribe", el territorio español más próspero, el que primero tuvo una
línea de ferrocarril, y una incipiente industria (azucarera), a ser el
casino de EEUU, o algo peor, y después, a una dictadura comunista. Algo
que mis amigos y familiares catalanes ya saben, porque se lo he repetido
hasta la saciedad, y que espero tengan en cuenta cuando vayan a votar
el domingo, para que lo hagan con la cabeza y no con la "Tsripas".






1




Estas son las ventajas de las que Cataluña ha gozado por estar dentro de España y que los nacionalistas quieren esconder.























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