ENIGMAS DE LA HISTORIA
¿Cómo murió Toro Sentado?
César Vidal
Conocido, siquiera de nombre, a través de las
películas y de las series televisivas, Toro Sentado fue uno de los
últimos caudillos indios derrotados por el avance de la colonización
blanca en el oeste de Estados Unidos. Hace ahora ciento diez años se
produjo su muerte de manera violenta y la forma en que se desarrolló la
misma sigue siendo objeto de controversia.
películas y de las series televisivas, Toro Sentado fue uno de los
últimos caudillos indios derrotados por el avance de la colonización
blanca en el oeste de Estados Unidos. Hace ahora ciento diez años se
produjo su muerte de manera violenta y la forma en que se desarrolló la
misma sigue siendo objeto de controversia.
La mañana del 15 de diciembre de 1890 un destacamento de la policía
indígena se adentró en la reserva de Standing Rock en dirección a la
cabaña de Toro Sentado. Poco después, el dirigente indio yacía muerto.
El hecho de que lo que iba a ser una simple detención concluyera en
muerte ha sido interpretado desde entonces como un asesinato político
por autores como el sioux Vine Deloria. Sin embargo, los acontecimientos
pudieron desarrollarse de manera accidental.
Tatanka Yotaka,
en realidad “Bufalo que se sienta” y no Toro Sentado, nació cerca de
1834 en la región del Gran Río, hoy Dakota del Sur. Convertido en jefe a
la edad de treinta y tres años, Toro Sentado manifestó una clara
oposición a ceder parte de sus tierras a los blancos y aún más a vivir
en reservas pero a mediados de los años setenta aceptó llegar a un
acuerdo que mantuviera en manos de los sioux al menos las denominadas
Colinas negras, un territorio sagrado donde reposaban los restos de los
antepasados. La paz iba a durar poco.
En las Colinas negras se
descubrió oro e inmediatamente afluyeron los buscadores de fortuna a
hollar los sagrados lares de los indios. Por su parte, el gobierno
norteamericano acabó optando por proteger a los recién llegados
recurriendo al séptimo de caballería mandado por el famoso teniente
coronel George Armstrong Custer. La tensión fue creciendo hasta que el
26 de junio de 1876, una expedición de castigo de Custer fue aniquilada
hasta el último hombre en Little Big Horn. En términos militares, la
derrota tuvo poca importancia pero se utilizó como excelente arma
política para justificar una guerra total contra los sioux.
Contra
lo que suele afirmarse, Toro Sentado no había participado en la batalla
pero, perseguido por las tropas de Estados Unidos, se vio obligado a
huir hasta el Canadá donde el gobierno de la reina Victoria le ofreció
refugio. En 1881, acogiéndose a una amnistía, Toro Sentado regresó a la
reserva pero no tardó en manifestarse contrario a los colonos que con
añagazas estaban comprando tierras a los indios. Para evitar un
levantamiento, las autoridades de la reserva propiciaron la salida de
Toro Sentado para participar en el espectáculo del 'Salvaje Oeste' de
Buffalo Bill, con el que recorrió el país. Se trató de una solución
momentánea porque en 1889 Toro Sentado volvió a la reserva. No pudo
hacerlo en un peor momento.
Un falso profeta llamado Wovoka
enardecía por esas fechas los ánimos de los sioux afirmando que Jesús se
le había aparecido y que no tenía la piel blanca sino cobriza. Para
lograr su ayuda y conseguir la resurrección de todos los sioux muertos
basraría con que todos bailaran la Danza de los Espíritus. Toro Sentado
se oponía a Wovoka entre otras razones porque no creía en una vida
ultraterrena. Sin embargo, las autoridades de la reserva conocían el
prestigio del jefe sioux y decidieron evitar la posibilidad de que
provocara una sublevación.
Así, la mañana del 15 de diciembre de
1890 una fuerza de cuarenta policías indígenas se dirigió hacia la
cabaña de Toro Sentado con la intención de detenerlo. Lo sacaron de su
vivienda, desnudo y a empujones, y le ordenaron que los siguiera. Toro
Sentado se mostró dispuesto a acompañarlos pero pidió llevar consigo
algunos enseres, una petición a la que accedieron los agentes. Entonces,
el antiguo caudillo comenzó a recoger todo con la suficiente lentitud
como para que un número considerable de indígenas se fuera acercando
hasta el lugar y rodeara a los policías.
En ese momento, quizá
envalentonado por la cercanía de sus partidarios, Toro Sentado gritó en
lengua sioux, una lengua que, por supuesto, entendían sus captores: “No
voy a ir. Haced conmigo lo que queráis. No iré. ¡Vamos! ¡Vamos! ¿A qué
esperáis? Adelante”. Entonces otro de los jefes de la reserva llamado
Cazador de osos disparó con su rifle contra el teniente Cabeza de Toro,
el oficial de mayor graduación del destacamento de policía. Mientras
caía del caballo, Cabeza de Toro hizo fuego contra Toro Sentado
hiriéndolo en el costado izquierdo.
Lo que sucedió a
continuación fue un combate en toda regla al término del cual había
catorce muertos de los que seis eran agentes de la policía indígena.
¿Fue un asesinato planificado la muerte de Toro Sentado? Todo parece
indicar que, en realidad, no fue así. Se trataba únicamente de proceder a
su detención y sacarlo de la reserva. Sólo su reticencia final a
dejarse prender y, sobre todo, la violencia desencadenada por sus
seguidores fue lo que acabó provocando una reacción policial que,
fundamentalmente, intentaba impedir su huída. El resultado trágico fue,
primero, su muerte y luego la de trece personas más.
indígena se adentró en la reserva de Standing Rock en dirección a la
cabaña de Toro Sentado. Poco después, el dirigente indio yacía muerto.
El hecho de que lo que iba a ser una simple detención concluyera en
muerte ha sido interpretado desde entonces como un asesinato político
por autores como el sioux Vine Deloria. Sin embargo, los acontecimientos
pudieron desarrollarse de manera accidental.
Tatanka Yotaka,
en realidad “Bufalo que se sienta” y no Toro Sentado, nació cerca de
1834 en la región del Gran Río, hoy Dakota del Sur. Convertido en jefe a
la edad de treinta y tres años, Toro Sentado manifestó una clara
oposición a ceder parte de sus tierras a los blancos y aún más a vivir
en reservas pero a mediados de los años setenta aceptó llegar a un
acuerdo que mantuviera en manos de los sioux al menos las denominadas
Colinas negras, un territorio sagrado donde reposaban los restos de los
antepasados. La paz iba a durar poco.
En las Colinas negras se
descubrió oro e inmediatamente afluyeron los buscadores de fortuna a
hollar los sagrados lares de los indios. Por su parte, el gobierno
norteamericano acabó optando por proteger a los recién llegados
recurriendo al séptimo de caballería mandado por el famoso teniente
coronel George Armstrong Custer. La tensión fue creciendo hasta que el
26 de junio de 1876, una expedición de castigo de Custer fue aniquilada
hasta el último hombre en Little Big Horn. En términos militares, la
derrota tuvo poca importancia pero se utilizó como excelente arma
política para justificar una guerra total contra los sioux.
Contra
lo que suele afirmarse, Toro Sentado no había participado en la batalla
pero, perseguido por las tropas de Estados Unidos, se vio obligado a
huir hasta el Canadá donde el gobierno de la reina Victoria le ofreció
refugio. En 1881, acogiéndose a una amnistía, Toro Sentado regresó a la
reserva pero no tardó en manifestarse contrario a los colonos que con
añagazas estaban comprando tierras a los indios. Para evitar un
levantamiento, las autoridades de la reserva propiciaron la salida de
Toro Sentado para participar en el espectáculo del 'Salvaje Oeste' de
Buffalo Bill, con el que recorrió el país. Se trató de una solución
momentánea porque en 1889 Toro Sentado volvió a la reserva. No pudo
hacerlo en un peor momento.
Un falso profeta llamado Wovoka
enardecía por esas fechas los ánimos de los sioux afirmando que Jesús se
le había aparecido y que no tenía la piel blanca sino cobriza. Para
lograr su ayuda y conseguir la resurrección de todos los sioux muertos
basraría con que todos bailaran la Danza de los Espíritus. Toro Sentado
se oponía a Wovoka entre otras razones porque no creía en una vida
ultraterrena. Sin embargo, las autoridades de la reserva conocían el
prestigio del jefe sioux y decidieron evitar la posibilidad de que
provocara una sublevación.
Así, la mañana del 15 de diciembre de
1890 una fuerza de cuarenta policías indígenas se dirigió hacia la
cabaña de Toro Sentado con la intención de detenerlo. Lo sacaron de su
vivienda, desnudo y a empujones, y le ordenaron que los siguiera. Toro
Sentado se mostró dispuesto a acompañarlos pero pidió llevar consigo
algunos enseres, una petición a la que accedieron los agentes. Entonces,
el antiguo caudillo comenzó a recoger todo con la suficiente lentitud
como para que un número considerable de indígenas se fuera acercando
hasta el lugar y rodeara a los policías.
En ese momento, quizá
envalentonado por la cercanía de sus partidarios, Toro Sentado gritó en
lengua sioux, una lengua que, por supuesto, entendían sus captores: “No
voy a ir. Haced conmigo lo que queráis. No iré. ¡Vamos! ¡Vamos! ¿A qué
esperáis? Adelante”. Entonces otro de los jefes de la reserva llamado
Cazador de osos disparó con su rifle contra el teniente Cabeza de Toro,
el oficial de mayor graduación del destacamento de policía. Mientras
caía del caballo, Cabeza de Toro hizo fuego contra Toro Sentado
hiriéndolo en el costado izquierdo.
Lo que sucedió a
continuación fue un combate en toda regla al término del cual había
catorce muertos de los que seis eran agentes de la policía indígena.
¿Fue un asesinato planificado la muerte de Toro Sentado? Todo parece
indicar que, en realidad, no fue así. Se trataba únicamente de proceder a
su detención y sacarlo de la reserva. Sólo su reticencia final a
dejarse prender y, sobre todo, la violencia desencadenada por sus
seguidores fue lo que acabó provocando una reacción policial que,
fundamentalmente, intentaba impedir su huída. El resultado trágico fue,
primero, su muerte y luego la de trece personas más.
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