Valores judíos. Como estos tres



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LIBERTAD

“No existe libertad sin leyes”. El libro de Éxodo es muy claro al
respecto. Liberador y legislador se funden en la figura de Moisés. A 50
días de su liberación, el pueblo es conocedor de la revelación con la
proclamación en el Monte Sinaí del decálogo básico que que marca las
normas fundamentales para cada persona, para el pueblo, los parámetros
de la convivencia, las reglas de juego elementales y fundantes de una
comunidad humana. La experiencia de la salida de Egipto forma parte del
ADN de lo que es “ser” judío; una comunidad que -con base en las
vivencias- adopta un sistema legal que sanciona la opresión, la
servidumbre, la inequidad, la injusticia. No es irrelevante, claro, que
en Éxodo 20:2, la primera afirmación que se hace, proclamando los
mandamientos, es aquella es que se dice de Dios que es aquel que te ha
hecho salir de Egipto, de la tierra de la esclavitud. Todo un
frontispicio, digamos.

La Torá y los relatos que contienen los libros no se limitan al status
de documentos del pasado, sino fundamento y guía en la experiencia del
día a día, objeto de estudio e interpretación y pauta de comportamiento a
reinterpretar, revisitar, revivir, reformular. La libertad vivida
carnalmente con la partida de Egipto es el fundamento de las prácticas
ceremoniales, sea del Shabat, sea de Pesaj, referentes centrales de la
vida judía. La Libertad que se ha conquistado carece de sustrato y de
significación si no existe la Ley, cuya proclamación se celebra en la
festivida de Shavuot. La fiesta se celebra a 7 semanas de Pesaj, a la
que está estrechamente vinculada. En Levítico 23:15 podemos leer que Y
os habéis de contar desde el siguiente día del sábado, desde el día en
que ofrecisteis el manojo de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas
serán. Shavuot, distinguiéndose de otras celebraciones, no tiene una
fecha precisa en los preceptos. ¿Cuál es la razón de que así sea? Parece
razonable sostener que se busca destacar la dependencia de esta
festividad con respecto a Pésaj, concibiendo a Shavuot como culminación
del Éxodo de Egipto. La Torá regula y da contenido a la libertad que
Pésaj simboliza; ordena que se debe contar cuarenta y nueve días,
empezando con el segundo día de Pésaj, conforme a la interpretación
rabínica, para fijar la fecha de Shavuot, a fin de que el proceso de la
libertad tenga su razón de ser, para que esta libertad sea insertada en
el marco de las normas que la Torá contiene. Sin Shavuot, Pésaj sería
música sin letra; celebrar el final de la esclavitud es motivo más que
suficiente de alegría, pero parece imprescindible saber “qué” poder
hacer con la libertad, sobre qué terreno verterla. En definitiva: no hay
Libertad sin Ley, tal como decíamos al comienzo.

Concepto reivindicado en la modernidad y vivido en nuestro tiempo como
un logro frente a épocas de oscuridad. Es fácil deslizarse hacia el
pensamiento de que cualquier práctica religiosa -la judía también- es
primitiva, desactualizada. Podemos responder, de entrada, que el
judaismo -su filosofía de vida- es más racional (razonable, si
preferimos, o explicable/inteligible) que dogmático.

En esta dirección acudimos al encuentro de Maimónides, que instituye
“los 13 principios” en que se contienen los conceptos básicos del “ser”
judío. Quien los conoce y acredita en ellos se halla dentro del
judaísmo, con independencia de su grado concreto de observancia; queda
fuera quien decida no conocerlos o no seguirlos. El judaismo nunca se ha
sentido aterrado ni visto con hostilidad la pluralidad de ideas, muy al
contrario la ha aceptado, cuando no propulsado.

La libertad de la que los diccionarios nos hablan es -entre otras-
libertad de elección. Poder elegir implica la existencia de varias
alternativas posibles o viables. Conocer es ir más allá del prejuicio,
dejarlo de lado, adentrarse en lo fundamental, dejando a un lado lo
superficial. Los sabios y los intérpretes de las fuentes tradicionales
han sido conscientes de que siempre existirán aquellos que -para
proteger sus intereses- están dispuestos a manipular el concepto de
“libertad”. Por ejemplo, al cambiar las vocales (no explicitadas en el
texto escrito), el término jarut (los mandamientos fueron jarut,
grabados permanentemente en dos tablas de piedra) puede aquirir una
nueva (y diferente) significación. Si leemos al tikrá jarut ela jerut,
no debe leerse jarut, sino jerut; así, se ha propuesto que la palabra
“jarut” (“grabado”) también alude a “jerut” (“libertad”). La importancia
del detalle es inmensa, entre otras cosas por los textos -absolutamente
fundantes- en los que nos sumergimos. De modo que procede afirmar que, a
través del cumplimiento de los Diez Mandamientos que están grabados de
manera permanente, el ser humano adquiere la libertad, pero enmarcada en
un contexto de respeto por la libertad del prójimo. La responsabilidad,
el deber de responder de las consecuencias de los actos propios, es la
servidumbre necesaria consecuencia de la libertad.

También el Creador ha elegido, al renunciar a otras (infinitas)
posibilidades, hacer “este” mundo; al crear, Dios ha establecido
nuestros “límites”, las “posibilidades” en relación a las cuales -o
“dentro” de las cuales- debemos elegir, el marco de lo posible.

La libertad, obviamente, tiene una dimensión política; no alude sólo al
tan mencionado por la teología cristiana “libre albedrío”. El Shabat es
prefiguración o paradigma de la libertad. La gran esperanza para el
pueblo es la era mesiánica; se trata de una época en la que el hombre
aprenderá a vivir en paz, tanto con sus semejantes como con la
naturaleza, marcando el final de toda guerra, pero también de toda
injusticia y explotación. En el Talmud se conoce a esta era como “Yom
Shekuló Shabat”, el día en que todo será Shabat.

Tal como se indica en Miqueas 4:4: Y se sentará cada uno bajo su vid y
debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente. La llegada del
Mesías anuncia la más acabada revolución en la historia humana, con el
triunfo final del hombre sobre la maldad. Shabat (institución central y
cotidiana del judaismo, al celebrarse cada 7 días) es un respiro de
libertad de Dios y del Universo, pues el Creador “respiró” después de la
fatiga de su Creación.

La libertad es (también) el acto creativo de la liberación. En el relato
sobre Abraham, este es liberado de las ataduras de la parentela y de la
patria, con la promesa de una (¿”indeterminada”?) tierra prometida. La
primera acción en la historia judía viene a ser un acto de liberación
frente a un destino (pre)fijado, una elección voluntaria obedeciendo a
Dios, un acto de Libertad. En el Éxodo, con toda contundencia y
claridad, la dialéctica entre esclavitud y liberación es clara. En
“Éxodo y revolución”, Michael Walzer afirma que el Éxodo es el gran
paradigma de los movimientos emancipatorios hasta nuestros días, sea en
América, sea en Europa, una metáfora, una guía -poética o directamente
religiosa- en la que las masas se ven reflejadas.

JUSTICIA

La búsqueda de la justicia y de la equidad está en el ADN de la ética
que en la Torah se explicita. Tomando a Dios como modelo a seguir, debe
compaginarse justicia y misericordia, reigor y compasión.

El vocablo Tzedakah proviene de la raíz tzade – daleth – Kof,
representando las ideas de rectitud y de justicia, tal como se expresa
en Deuteronomio 16:20: La justicia, y sólo la justicia buscarás, para
que vivas y poseas la tierra que el Señor tu Dios te da. El término, el
concepto, alude a un acto de caridad, representando una extensión de la
original idea de justicia, de equidad.

La Halakah dispone el deber de ayudar a toda persona que se vea
necesitada, sea o no hebrea. Desde la óptica de la “otra” persona, ser
en un momento dado ayudado constituye un derecho inalienable; así, en
Deuteronomio 15:11 podemos leer Porque nunca faltarán pobres en tu
tierra; por eso te ordeno, diciendo: “Con liberalidad abrirás tu mano a
tu hermano, al necesitado y al pobre en tu tierra”. Y es que, tal como
se manifiesta en Salmos 24:1: Del Señor es la tierra y todo lo que hay
en ella; el mundo y los que en él habitan. Siendo esto así, el hombre es
un simple “administrador” de lo que le ha sido dado, con el deber de
compartir con los demás lo que consideramos “nuestro”; a este respecto
es claro lo que en Levítico 19:9-10 se nos dice: 9 Cuando siegues la
cosecha de tu tierra, no segarás hasta los últimos rincones de tu campo,
ni espigarás el sobrante de tu cosecha. 10 Tampoco rebuscarás tu viña,
ni recogerás el fruto caído de tu viña; lo dejarás para el pobre y para
el extranjero. Yo soy el Señor su Dios.

Más justicia que caridad; debe subrayarse. En Matnot Aniyim 10:7-14
podemos leer los ocho grados de acciones de justicia social, según
Maimónides; así: 1) Ayudar a mantener a alguien antes de que se
empobrezca, dándole la oportunidad de auto-abastecerse. No es
precisamente “caridad”, sino brindar posibilidades para el
auto-desarrollo. 2) Ni el donante ni el que recibe se conocen en estos
roles del que da y del que recibe. 3) El donante conoce a quien recibe,
pero no a la inversa. 4) El que recibe conoce al donante, pero no a la
inversa. 5) Se da en la mano del necesitado, pero sin que éste lo
solicite. 6) Se da en la mano del necesitado, cuando éste lo solicita.
7) Se da menos de lo que se puede, pero con buen semblante. 8) Se da
dinero a desgano.

La idea de justicia social es particularmente central en la literatura
PROFÉTICA y en su misma concepción de la “nación” -no neutra, sino
claramente implicada como comunidad-. En Miqueas 6:8 tenemos el texto
siguiente: Él te ha dicho, oh hombre, lo que es bueno y lo que el Señor
pide de ti: sólo hacer justicia, amar la misericordia y andar
humildemente con tu Dios.

Pero la justicia es también camino para la “Paz”; establecer relaciones
sobre la base de la justicia es sentar las bases de una paz auténtica.
Deuteronomio 16:20 se expresa así: Justicia, justicia, perseguirás.

Hilel acertó a decir con maestría: Si no estoy para mi ¿Quién soy? Y si
solo estoy para mi ¿Qué soy?. No es idolatrar el sacrificio: toda
persona debe conservar su vida, realizarse. Pero no se agota en sí
misma: es un ser social; no es autosuficiente. Solo puede lograr su
plenitud interactuando con el prójimo, lo que Martin Buber llamaría
relación “yo-tú”.

El pensamiento sobre la justicia social que desde el judaísmo se
promueve, no es aquel en que uno simplemente ayuda a los necesitados o a
los pobres. Ayudar es algo más profundo en la tradición. El saludo
Shalom Aleijem es ejemplificativo; “shalom” deriva de “Shalem” (integro,
completo) y alude igualmente a la “paz”, en tanto “aleijem” viene a
significar “sobre ustedes”

Finalmente, comentar que Tzedaká es también ayudar a las instituciones
comunitarias, contribuyendo así a sostener la autoorganización del grupo
humano, de la colectividad, y aportar a su pervivencia y desarrollo.

KEDUSHA / SANTIFICAR LA VIDA

La santidad de la vida es uno de los valores supremos del judaísmo. La
vida, simplemente, es un don divino; en esa calidad debe ser respetada,
venerada y homenajeada, más allá de los momentos de solemnidad o en los
que se impone una específica reflexividad. Así como salvar una vida,
equivale a salvar el universo entero, eliminarla viene a ser igual a
eliminar el entero universo … así se dice en el Talmud. Salvar una vida o
prestar socorro a un enfermo son acciones que permiten no seguir las
obligaciones instituidad para el Shabat, en caso de ser necesario.

El reconocimiento de la belleza de la vida -y de su santidad- es
expresada con bendiciones pronunciadas en diversas ocasiones, a veces de
la vida cotidiana, a veces de eventos especiales: antes y después de
una comida, al momento de emprender un viaje, etc.

La kedusha no es un apartado de la vida, no es un momento o un espacio
de espiritualidad: debe atravesar toda la existencia, empaparla. Adorar a
Dios y espiritualizar la vida son indiscociables y se dirigen a la
concrección o materialización de la santidad. No es equivalente, pues,
al concepto de pureza, sino a un clima, a un escenario que tenemos que
crear.

La dimensión ética y la aceptación del deber comunitario -con el
prójimo, con en “otro”- están, por supuesto, más que presentes. En
Levítico 19:2 está escrito Sed santos porque santo soy yo, vuestro Dios;
podríamos entender que lo que se nos quiere decir que si se obedece la
Ley se consumará la santidad que expresa en modo absoluto únicamente
Dios.

Dentro de la literatura profética, es Isaías quien incide con más
profundidad en la idea de santidad. Isaías atribuía al concepto de
santidad y al adjetivo “santo” un contenido nuevo: el ideal de la
perfección moral superior que distingue al Dios del profetismo.
Tratándose quizá del hombre moralmente más perfecto de su época, no
parece haber visto algo malo en sí mismo hasta su encuentro con el Señor
en el Templo; pero toda su perfección moral es menos que nada frente a
la verdadera santidad del Señor; él lo dice así, en Isaías 6:5: Ay de
mí! que soy muerto, porque siendo hombre de labios inmundos y habitando
en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey,
Jehová de los ejércitos.

El fundamento moral de Dios se expresa en los conceptos “santo” y
“santidad”: la más acabada perfección moral. El santo en sentido
absoluto exige del pueblo con vocación de ser “reino de sacerdotes” y
“nación santa” una conducta, un modo de estar en la existencia.

Kedushá podría definirse como lo opuesto a tumá -o impureza espiritual-;
pero no se trata exactamente de eso. Entre otras cosas, porque en
realidad tampoco es fácil definir certeramente tumá.

El concepto de kedushá, de santificación de la vida, es central y
constitutivo del judaismo en la medida en que se instituye como deseable
la tendencia al perfeccionamiento -como persona y en la vida colectiva
del pueblo, de la nación. Más que una característica -que se posee o
no-, la santidad es un objetivo. Esta meta implica toda experiencia
humana y puede hablarse -como así se hace en la Ley- de una santidad del
individuo, del tiempo y del espacio/lugar.

Acercarse a la santidad no es separarse de lo material, y esto es
básico, porque no conduce a un ascetismo que desprecie la vida, a un
nihilismo que considere lo material malvado, pues en definitiva es
resultado de la Creación, de la “obra de las obras”. No se trata (y esto
es central para asegurar la existencia de un pueblo y de su viabilidad)
de renegar de los deseos y pasiones; la santidad -debe insistirse- no
es ascetismo. La santidad, precisamente, se explicita en los
acontecimientos de nuestra vida humana -necesariamente social-, con
todas sus incertidumbres, contradicciones y desajustes, en el sensato y
sabio ejercicio de la libertad hacia el bien, la verdad, la justicia, …
cuanto más carga ética el hombre sea capaz de dar a sus actos, más cerca
estará de ella.

Bibliografía consultada.-
– Artículo en internet, en la web “marasha.it”. Riccardo Di Segni: Legge e Libertá nell ‘ebraismo, http://www.morasha.it/zehut/rds18_liberta.html

– Artículo en internet, en la web “delacole.com”. Rabino Isaac Sakkal: La libertad según el judaismo, http://www.delacole.com/cgi-perl/medios/vernota.cgi?medio=lavozjudia&numero=366&nota=366-20

– Artículo en internet, en la web “delacole.com”. Rabino Pynchas Brener: Pesaj: concepción judía de la libertad, http://www.delacole.com/cgi-perl/medios/vernota.cgi?medio=comunidades&numero=457&nota=457-5

– Artículo en internet, en la web fga.it”. Stefano Levi della Torre: Libertá dell ‘uomo ed esperienza religiosa nellatradizione ebraica, http://www.fga.it/fileadmin/storico/UPLOAD/ALL/CEA/34.pdf

– Artículo en internet en la web de “moked.it” (portal del judaismo italiano). Dario Calimani: Tzedaká, http://moked.it/blog/2014/09/02/tzedaka/

– Artículo en internet. Gabriel Minkowicz: Aportes del Derecho Hebreo al concepto de justicia social, https://iser1968.files.wordpress.com/2012/03/minkowicz25-2-11.pdf

– Artículo en internet, en la web de “anajnu.cl”. Gabriel Minkowicz: El Derecho Hebreo y el respeto por la vida, http://www.anajnu.cl/derechohebreo.htm

– Artículo en internet, en la web de “lapalabraisraelita.cl”. Rabino Gustavo Kelmeszes: El concepto de kedusha y la santificación de la vida diaria, http://www.lapalabraisraelita.cl/2013/dic13/3_13.pdf

– Bernardo Kliksberg: El judaismo y su lucha por la justicia social. FCE, 2000.








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