sábado, 4 de febrero de 2017

Luteranismo - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Luteranismo



Luteranismo
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La Rosa de Lutero, sello personal de Lutero que se volvió símbolo del luteranismo.
Fundador(es) Martín Lutero
Deidad o deidades principales La Santísima Trinidad: Dios Padre, Jesucristo y Espíritu Santo
Tipo Protestantismo
Número de seguidores estimado 74.000.000
Seguidores conocidos como Luteranos, as
Escrituras sagradas Biblia
País o región de origen Bandera de AlemaniaAugsburgo, Alemania
Lugares sagrados Bandera de Israel Jerusalén y Nazareth, Israel

Bandera de PalestinaBelén, Palestina
País con mayor cantidad de seguidores Bandera de Alemania Alemania
Organización internacional Federación Luterana Mundial con sede en Bandera de Suiza Ginebra, Suiza
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El luteranismo es un movimiento religioso, denominado también protestante, inspirado institucionalmente en las enseñanzas de Martín Lutero (1483-1546) sobre el cristianismo.



Índice

Surgimiento

El luteranismo fue la primera expresión histórica de la Reforma Protestante. Tiene sus orígenes en el movimiento que encabezó el fraile Martin Lutero (1483-1546), en el espacio geográfico del Sacro Imperio Romano Germánico, cuyo objetivo era la reforma de la Iglesia,
aunque la sucesión de los acontecimientos y el endurecimiento de las
posiciones condujo a un desenlace diferente: la ruptura de la unidad de
la Iglesia cristiana de Occidente. Algunos luteranos consideran el 31 de octubre de 1517 como el día del surgimiento de esta rama del cristianismo, fecha en la que, según la leyenda, se colocaron las 95 tesis sobre las indulgencias en la puerta de la "Iglesia de Todos los Santos" en Wittenberg, Alemania.


Los factores políticos tuvieron un gran peso. La imposibilidad de
terminar con el movimiento reformador, a pesar de varios intentos en ese
sentido, llevó a Carlos V a aceptar las propuestas de los príncipes del Imperio que se habían adherido a las doctrinas luteranas (Dietas de Spira, 1526 y 1529). Años más tarde, la paz de Augsburgo
(1555) reconocía que cada príncipe podía profesar la religión que
quisiera, sin que el emperador lo pudiese impedir, y que todos los
súbditos debían seguir la religión del príncipe (según el principio cuius regio, eius religio).


Sin embargo, esto no significó la paz entre los luteranos, ya que en
esa época se suscitaron disputas entre quienes sostenían posiciones
teológicas diferentes. Los grupos enfrentados tenían como líderes a Felipe Melanchton, discípulo de Lutero y primer sistematizador de su obra, con una fuerte presencia entre los teólogos de Wittenberg, y Mattia Flacio
y la Universidad de Jena (“gnesio-luteranos”: luteranos legítimos o
auténticos). Melanchton y sus seguidores (“filipistas”), de mentalidad
más abierta, creían que era posible conservar la unidad a pesar de no
alcanzar una completa identidad en cuanto a la doctrina. Los
“gnesio-luteranos” eran contrarios a esta posición, considerando que los
“filipistas” –a los que acusaban de “cripto-calvinistas”– sostenían el
indiferentismo, porque su modo de comprender la unidad comprometía las
posiciones teológicas de la Reforma. La genuina unidad entre cristianos y
la real paz entre las posiciones teológicas, según ellos, sólo era
posible con un acuerdo honesto sobre todos y cada uno de los temas de
controversia doctrinal.


Las querellas doctrinales, a causa de las posiciones teológicas de
Melanchton o de sus discípulos, tocaban varios temas: la querella de las
adiaphora (“cosas indiferentes”), suscitada por la aceptación de las
ceremonias del culto y las estructuras eclesiásticas católicas, a las
que se consideraba indiferentes en materia de salvación, y que Carlos V
había impuesto como una condición para la paz entre las confesiones; el
conflicto “mayorista”, suscitado por la afirmación de un discípulo de
Melanchton (Major) de que las obras eran necesarias para la salvación;
relacionado con esto, se presentará el conflicto sinergista, referente
al modo de participación del ser humano en la salvación; el conflicto
antinomista, originado por la afirmación de la inutilidad de la ley para
aquellos que han sido justificado por la fe; y, finalmente, las
querellas sobre la cena y la cristología, debido a una evolución en el
pensamiento de Melanchton, que se había distanciado progresivamente del
dogma de la presencia real y asumido una teología de corte calvinista.
Las dos escuelas, a pesar de los sucesivos enfrentamientos, coincidieron
en algo: la condena a la posición de Andreas Osiander,
de una corriente mística, que, contrariamente a lo que había afirmado
Lutero, sostenía que la salvación entraña una transformación interior
del hombre justificado.


El acuerdo completo llegó sólo después de la muerte de Melanchton
(†1560) y del exilio de Flacious y sus partidarios más extremistas, y
cuando una nueva generación de teólogos pudo dar un paso adelante en la
resolución de las controversias. Pero esto llevó su tiempo. Después de
varios intentos intermedios, el acuerdo se cristalizó definitivamente en
la que se conoce como “Fórmula de la Concordia” (1577), firmada por más
de 8000 líderes y publicada el 25 de junio de 1580, al celebrarse los
50 años de la Confesión de Augsburgo,
en el llamado Libro de la Concordia. La “Fórmula de la Concordia”
permitió la unidad entre los luteranos alemanes y escandinavos, pero, al
mismo tiempo, marcó la ruptura definitiva con los protestantes de
tradición reformado-calvinista y los grupos marginales que nunca habían
aceptado la Confesión de Augsburgo (anabaptistas; sectarios de
Schwenckfeld; nuevos arrianos; antitrinitarios).


El período que se inició a partir de ese momento se conoce como
“ortodoxia luterana”, que se divide, generalmente, en tres períodos: la
temprana ortodoxia (1580-1600), la alta ortodoxia (1600-1685), la tardía
ortodoxia (1685-1730), es decir, el inicio, el apogeo y la decadencia.
Se comienza a desarrollar así, de manera gradual, una escolástica
luterana, especialmente con el propósito de discutir con los jesuitas,
establecida definitivamente por Johann Gerhard.
Se afirma un modo de hacer teología más parecido al escolástico que al
estilo kerigmático y homilético de Lutero; la metafísica reaparece en la
teología protestante. El punto culminante de este modo de hacer
teología se encuentra en Abraham Calovius. Cercano el fin de la Guerra de los Treinta Años,
un espíritu irénico, semejante al que animara a Melanchton, se hizo
presente en la Escuela de Helmstedt, especialmente en la teología de George Calixtus, quien estaba inspirado por un cierto humanismo y el deseo de conservar en la teología su referencia a los Padres de la Iglesia.
Esto fue motivo de una nueva controversia, la controversia sincretista.
La ortodoxia tardía se desgarró por los influjos de dos movimientos de
diferente signo: el “racionalismo” –filosofía basada en la razón– y el
“pietismo” –un movimiento de “renacimiento” o de “despertar” religioso
surgido en el seno del luteranismo–. Después de una década de vitalidad
de la ortodoxia, los teólogos pietistas Ph. Spener (1635-1705) y A.
Francke (1663-1727) advirtieron que la ortodoxia luterana había sufrido
un proceso de degeneración vital, cambiando la verdad de la Escritura
por un intelectualismo insignificante y formalista. Por eso el
“pietismo” insistía en una religiosidad interior e individual, volviendo
a una de las inspiraciones mayores de Lutero, si bien éste no hubiera
compartido el acento puesto en la “santidad interior”. Por el pietismo
se hizo popular la lectura de la Biblia y tomaron auge las diferentes
obras de caridad; surgen las diaconisas. El “pietismo” se convirtió así
en un rival de la ortodoxia luterana, si bien fue capaz de adoptar
cierta literatura devocional proveniente de ésta. Al interior del
pietismo, ocupó un lugar particular el conde Nikolaus Ludwig von Zinzendorf, y las comunidades de los Hermanos Moravos
–hoy constituyen una iglesia aparte–, que en un deseo unionista
deseaban conjugar los postulados de la ortodoxia luterana con las
prácticas pietistas.


Por otra parte, los filósofos racionalistas franceses e ingleses
ejercieron un enorme impacto en el transcurso del siglo XVIII, junto a
los racionalistas alemanes Ch. Wolff, G. Leibniz y E. Kant. Sus obras
condujeron a un desarrollo del pensamiento racional y al razonamiento en
el pueblo, debilitando abruptamente su fe en Dios y en la Biblia. Los
principios racionalistas difícilmente eran conciliables con el
cristianismo, y menos aún con el cristianismo luterano. Hay que
reconocer que, a pesar de ello, produjo algunos frutos en el ámbito de
los estudios bíblicos. En esta época, una genuina piedad se encontraba
casi solamente en los pequeños círculos pietistas. Sin embargo, algunos
laicos fueron capaces de preservar su ortodoxia luterana respecto del
pietismo como del racionalismo, recurriendo a los viejos catecismos,
himnarios y escritos devocionales.


La invasión de Napoleón a Alemania promovió el racionalismo e
indispuso a los luteranos alemanes, reforzando en el pueblo el deseo de
preservar la teología de Lutero ante el racionalismo. Este Erweckung
o “despertar”, sostenía que la razón era insuficiente y acentuaba la
importancia de la experiencia religiosa emocional. Pequeños grupos
surgieron, a menudo en las universidades, que se dedicaban al estudio de
la Biblia, leían escritos devocionales, y organizaban encuentros de
avivamiento. Miembros de este movimiento asumieron el compromiso de
restaurar la liturgia y la doctrina tradicional de la iglesia luterana
en lo que se conoció como el movimiento neo-luterano. Quienes se
enrolaron en este movimiento retomaron la polémica entablada en el siglo
anterior por los teólogos supranaturalistas pero, además, intentaron
encontrar una vía media entre la teología de la experiencia espiritual
de Schleiermacher, que no veía necesario referirse a una revelación
objetiva y las exigencias de una teología confesional.


El ejemplo más claro ha sido la Escuela de Erlangen que, dejando de
lado las rupturas racionalistas, buscó desarrollar un pensamiento
fundado en el principio de desarrollo orgánico; al mismo tiempo,
intentando un retorno a la dogmática confesional, volvió a entroncarse
con la ortodoxia luterana del siglo XVII. Este movimiento no se limitó
al ámbito universitario sino que estuvo presente también en la
predicación y contribuyó al desarrollo del espíritu misionero, al
redescubrimiento de la eclesiología y la vida litúrgica.La teología
luterana del siglo XX presentará también una especie de dialéctica entre
dos posiciones que, a grandes rasgos, podrían caracterizarse como
ortodoxia y liberalismo. La ortodoxia dogmática, fundada en la
reafirmación perentoria de la autoridad de la Palabra de Dios, tuvo por
principal protagonista al teólogo neo-calvinista K. Barth, de gran
influjo en los ámbitos teológicos luteranos. El liberalismo teológico,
fundado en una filosofía existencialista, ha encontrado su principal
representante en R. Bultmann, quien ha subrayado la ruptura entre el
Jesús histórico y el Cristo de la fe. La generación más reciente de
exégetas (Käsemann, Bornkmann, Conzelmann, y otros) ha reaccionado
contra esa dicotomía, intentando redescubrir a Jesús a partir del Cristo
de la predicación de la Palabra.


Otra tendencia interesante en la teología luterana contemporánea es
aquella que ha procurado profundizar teológicamente la relación entre fe
y realidades terrestres, Iglesia y mundo, que busca superar los límites
de una ortodoxia protestante que excluía el mundo profano de toda
influencia de la fe. El ejemplo más claro de este intento ha sido P.
Tillich, hasta el extremo, en su caso, de desdibujarse lo específico del
dato cristiano. Aparece así una vez más el problema de cómo encontrar
el equilibrio entre inmanencia y trascendencia, algo no resuelto en la
antropología de Lutero.El lugar prioritario de la
BibliaTradicionalmente, los luteranos han sostenido que la Biblia es el
único libro divinamente inspirado y la única fuente de conocimiento
revelado. El Sola Scriptura es el principio formal y la autoridad final
de todo lo relativo a la fe y la moral, debido a su inspiración,
autoridad, claridad, eficacia y suficiencia. Sin embargo, este principio
ha conocido diferentes interpretaciones a lo largo de la historia.
Lutero enseñó que la Biblia es la Palabra de Dios, y la única guía
segura para la fe y la vida cristiana. Además, sostuvo que cada pasaje
de la Escritura tiene un significado: el sentido literal tal como es
interpretado por otro texto de la Escritura. Esto fue sostenido también
en tiempos de la ortodoxia luterana en el siglo XVII. En el siglo
siguiente, el racionalismo afirmaba que la razón, más que la autoridad
de la Biblia, es la fuente final de conocimiento, aunque la mayoría de
los laicos no aceptó esta posición racionalista.


En el siglo XIX, el reavivamiento confesional enfatizó nuevamente la
autoridad de la Biblia conforme a las confesiones de fe luteranas.
Actualmente, los luteranos difieren acerca de la inspiración y autoridad
de la Biblia. Los más conservadores usan el método histórico-gramatical
de interpretación; los teológicamente liberales los métodos críticos.El
luteranismo ha sostenido que la Biblia no sólo contiene la Palabra de
Dios, sino que toda palabra de ésta es, a causa de la inspiración
verbal, directa e inmediatamente palabra de Dios. Como los luteranos
confiesan en el Símbolo Niceno, que el Espíritu Santo “habló por los
profetas”, la Apología de la Confesión de Augsburgo identifica la
Sagrada Escritura con la Palabra de Dios y llama al Espíritu Santo autor
de la Biblia. Por eso, la Fórmula de Concordia confiesa: “recibimos y
abrazamos con un solo corazón la Escritura profética y apostólica del
Antiguo y del Nuevo Testamento como pura, clara fuente de Israel”. Para
los luteranos, los libros apócrifos –los mismos que los católicos
llamamos “deutero-canónicos”–, no fueron escritos por los profetas, por
inspiración; ellos contienen errores y nunca fueron incluidos en el
canon palestinense que Jesús usó, por lo tanto no son parte de la
Sagrada Escritura. Los luteranos han sostenido que la Sagrada Escritura,
la Palabra de Dios, posee la plena autoridad de Dios. Cada afirmación
de la Biblia reclama una inmediata e incondicionada aceptación; cada
doctrina allí contenida es enseñanza de Dios y por lo tanto exige pleno
asentimiento. En la Biblia, además, están claramente presentes todas las
doctrinas y mandamientos de la fe cristiana, por eso la Palabra de Dios
es libremente accesible a todo lector que, con una inteligencia común,
sin una educación especial, se dirige a ella. De allí que no sea
necesaria ninguna instancia magisterial externa. La Escritura está unida
con el poder del Espíritu Santo y con esto, no sólo pide, sino que crea
la aceptación de su enseñanza; esa enseñanza produce fe y obediencia.
Por eso la Sagrada Escritura no es una letra muerta, sino que el
Espíritu Santo es inherente a ella; no impele a un mero asentimiento
intelectual de su doctrina, sino que crea el asentimiento vivo de la fe.
La Escritura, además, contiene todo aquello que es necesario saber para
alcanzar la salvación y, en vista de ella, vivir una vida
verdaderamente cristiana; en consecuencia, no es necesario otro tipo de
enseñanza. De acuerdo a la comprensión luterana, en la Biblia hay dos
tipos diferentes de contenidos: la Ley, es decir, la palabra de Dios
exigente, palabra de juicio; y el Evangelio, que es la palabra de Dios
que perdona y renueva. La distinción entre ambos permite conocer la
enseñanza del Evangelio de la justificación por la gracia y dejar de
lado todo aquello que puede oscurecerla.


El luteranismo se distingue por la primacía que atribuye a la
doctrina frente a la liturgia, la ética y la constitución de la Iglesia.
El Libro de la Concordia, publicado en 1580, contiene diez documentos
que algunos luteranos creen que son una explicación fiel y autorizada de
la Sagrada Escritura. Junto a los tres credos ecuménicos (de los
Apóstoles, Niceno y Atanasiano), se encuentran siete documentos
confesionales que articulan la teología luterana de los tiempos de la
Reforma; éstos son: a) de Martín Lutero: el Catecismo Menor (1529)
–conocido como la “Biblia de los laicos”–; el Catecismo Mayor (1529);
los Artículos de Esmalcalda (1537-1538) –se llamarán con este nombre
sólo a partir de 1553–; b) de Melanchton: la Confesión de Augsburgo
(1530) –confesión de fe esencial del luteranismo–; la Apología de la
Confesión de Augsburgo (1531); c) de los teólogos reunidos en Esmalcalda
(1537): el Tratado sobre el poder y la primacía del Papa (1537); d) la
Fórmula de la Concordia (1577-1580). Esto no quiere decir que la
posición doctrinal de todas las iglesias luteranas respecto a estos
escritos sea uniforme. Para señalar dos ejemplos: las iglesias que
conforman la Federación Luterana Mundial reconocen el carácter normativo
de la Confesión de Augsburgo y del Catecismo Menor; las bases
doctrinales del Consejo Luterano Internacional, en cambio, señalan sin
más el Libro de la Concordia.En una próxima entrega continuaremos con la
presentación de las principales doctrinas luteranas y la expansión (y
organización) del luteranismo a nivel mundial.


Las nuevas estructuras eclesiásticas que se establecieron se conocen
como “iglesia/s luterana/s”; adjetivo que no hubiera sido del agrado de
Lutero, que prefería la palabra “evangélica”. Los movimientos
migratorios y las misiones que tuvieron lugar a partir de finales del
siglo XVIII, contribuyeron a la expansión luterana fuera de sus
territorios de origen. En la década de 1830, se encuentran ya luteranos
en el Río de la Plata y, en la década siguiente, se reconoce
oficialmente su presencia; sin embargo, habrá que esperar hasta 1853,
para que se erija el primer templo luterano en Buenos Aires. Las décadas
siguientes verán llegar otros grupos de luteranos: daneses, alemanes
del Volga, o provenientes de diferentes países de Europa central.


Cabe mencionar que Lutero, personalmente, no fundó la iglesia luterana como una institución, ni planeaba que sus enseñanzas derivaran en una nueva denominación cristiana, según expresó, con sus propias palabras, declarando:

"Ruego por que dejen mi nombre en paz. No se llamen a sí mismos 'luteranos', sino Cristianos. ¿Quién es Lutero?, mi doctrina no es mía. Yo no he sido crucificado por nadie . ¿Cómo podría, pues, beneficiarme a mí, una bolsa miserable de polvo y cenizas, dar mi nombre a los hijos de Cristo?. Dejen, mis queridos amigos, de aferrarse a estos nombres de partidos y distinciones; fuera a todos ellos, y dejen que nos llamemos a nosotros mismos solamente cristianos, según aquel de quien nuestra doctrina viene".1 2 3 4 5 6
A pesar de ello, en la historicidad de la reforma protestante,
se designó el apelativo "luterano" y "luteranismo" para referirse a la
doctrina interpretativa y enseñanzas que Lutero hizo acerca del
cristianismo. Este término fue usado de igual forma por la Iglesia católica para acusar a los simpatizantes de las interpretaciones
que Lutero tenía sobre el cristianismo, hasta que paulatinamente,
fueron consolidándose diversas iglesias autodenominadas luteranas, y con
ello se fue formando una denominación cristiana.


Creencias

Los luteranos creen en Jesucristo como el fundador espiritual, y comparten la creencia de que Dios uno y la trinidad (Santa Trinidad), es decir: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Además, se comparte la interpretación bíblica que hizo Lutero de que Dios
no justifica a los hombres por sus obras buenas, sino más bien por su
fe, lo que representa una creencia base fundamental del pensamiento
luterano.


El pensamiento de Lutero se basa en el concepto de la justificación por la fe,
que negaba cualquier teoría católica u ortodoxa respecto a los méritos
personales aplicables a la salvación, además de rechazar completamente
la mediación de los santos/vírgenes y veneración de las imágenes. Lutero
denunció la venta de indulgencias
y la obtención de los perdones a cambio de bienes, así como la venta de
cargos eclesiásticos, prácticas que por lo tanto son rechazadas en la
iglesia luterana.


El luteranismo rechaza la primacía y autoridad católica del papado como institución divina. Niega la tradición dogmática de la existencia del purgatorio. El movimiento protestante iniciado por Lutero afirma el valor único de las Escrituras y la supremacía de la fe en Jesucristo. Lutero desarrolla la doctrina del Sacerdocio Universal,
en donde afirma que las Escrituras pueden ser entendidas por todos los
creyentes y que cada uno puede examinarlas libremente gracias a la
creación de la imprenta. Según Lutero, todos los creyentes son
sacerdotes en virtud de los sacrificios espirituales de un corazón
arrepentido en oración.


En sentido estricto, no se puede hablar de una sola Iglesia luterana,
pues son varias las iglesias o subramas que surgen del movimiento
luterano. Actualmente una rama del luteranismo está empezando a
incorporarse progresivamente al evangelismo, mientras que el movimiento
Neoluterano (emparentado con la tradición de la High Church anglicana)
se acerca al catolicismo.


Postulados

Las ideas básicas de la teología luterana, que suelen concordar en su
gran mayoría con la fe evangélica, se sintetizan en cinco fórmulas
latinas más conocidas como las Cinco solas:


  1. Solus Christus (sólo Cristo): El único fundamento de
    la fe es Jesús. "Porque nadie puede poner otro fundamento que el que
    está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Corintios 3:11). "Porque hay un
    solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
    hombre" (1 Timoteo 2:5).
  2. Sola gratia (sólo la gracia): Cristo es el único que
    puede justificarnos. Las obras, incluidos los ritos eclesiales y
    cualquier otro tipo de esfuerzo humano, no son la causa de la salvación
    del hombre. Cristo murió por nosotros y a través de él, por medio de la
    fe, somos salvos, para que nadie crea que fue salvo por su propio
    mérito, ni para que se glorifique de sus propias obras. Por lo tanto, la
    salvación es obra de la sola gracia de Dios (Efesios 2:8-10).
  3. Sola Scriptura (sólo la Escritura): La única fuente de revelación y norma de vida son las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento.
  4. Sola fide (sólo la fe): La fe es lo único que,
    mediante la gracia de Dios, nos salva. Ninguna obra puede salvarnos,
    sino sólo la fe. Dice el apóstol Pablo: "Porque en el Evangelio la
    justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el
    justo por la fe vivirá." (Romanos 1:16-17).
  5. Soli Deo Gloria (gloria sólo a Dios): Enseña que toda
    la gloria es sólo para Dios, puesto que la salvación sólo se lleva a
    cabo a través de su voluntad y acción; no sólo el don de la redención
    todo-suficiente de Jesús de Nazaret en la cruz, sino también el don de
    la fe en esa redención, creada en el corazón del creyente por el
    Espíritu Santo.

Doctrina luterana

LutherRose.jpg
Se presentan aquí algunas diferencias entre el luteranismo y otras ramas del cristianismo:


  • 1. Sacramentos: Para los luteranos Cristo instituyó dos sacramentos: el Santo Bautismo y la Eucaristía o Santa Cena (aunque con una concepción distinta a la del cristianismo católico y ortodoxo).
  • 2. Imágenes: Los luteranos permiten las imágenes como medio
    de enseñanza, pero no su veneración (a diferencia del cristianismo
    ortodoxo y del católico).
  • 3. Clero: Los pastores o ministros pueden contraer matrimonio
    (en esto se diferencia de la práctica del rito latino de la Iglesia
    Católica) y pueden ejercer actividades económicas lucrativas en favor
    propio o de la iglesia. La vestimenta que emplean las autoridades
    espirituales es parecida a la de la Iglesia católica (a diferencia del
    movimiento evangélico).

Referencias


  • John Bachmann (1853), "A Defence of Luther and the Reformation", Paxton, pág 236.

    1. Michelet, Jules (1846), "The life of Luther", Universidad de Toronto, pág. 262

    Enlaces externos

    Menú de navegación


  • Philip
    Schaff (1997), "History of the Christian Church, Volume VII. Modern
    Christianity. The German Reformation", Oak Harbor, WA: Logos Research
    Systems, Inc. pág 582


  • Knowles, Victor (2006), "Together in Christ: More Than a Dream", College Press, Mar 1, pág 83.


  • http://www.christianpost.com/news/why-all-christians-are-actually-non-denominational-72136/


  • David C. Cook (2001), "God's Little Lessons for Leaders", Honor Books, Aug 1, pág 213


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