Imperio bizantino
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Lema nacional: Βασιλεὺς Βασιλέων Βασιλεύων Βασιλευόντων1 Basileus Basileon, Basileuon Basileuonton («Rey de Reyes, Gobernando sobre Gobernantes») |
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Desarrollo territorial del Imperio |
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Capital | Constantinopla 41°0′N 29°0′E |
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Idioma principal | Latín¹ (395-620) Griego medieval² (620-1453) |
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Religión | Cristianismo (395-1054) Cristianismo ortodoxo (1054-1453) |
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Gobierno | Monarquía absoluta | ||||
Emperador | |||||
• 395-408 | Arcadio (Emperador de Oriente tras la división definitiva del Imperio Romano) |
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• 1449-1453 | Constantino XI | ||||
Historia | |||||
• Constantino I declara Constantinopla como nueva capital del Imperio romano | 395 | ||||
• División definitiva del Imperio romano en Oriente y Occidente | 17 de enero de 395 | ||||
• Gran Cisma entre Oriente y Occidente | 24 de julio de 1054 | ||||
• Caída de Constantinopla en la Cuarta Cruzada | 12 de abril de 1204 | ||||
• Reconquista de Constantinopla | 25 de julio de 1261 | ||||
Superficie | |||||
• Siglo IV | 2 500 000 km² | ||||
Población | |||||
• Siglo IV est. | 34 000 000 | ||||
Densidad | 13,6 hab./km² | ||||
• Siglo XI est. | 18 000 000 | ||||
• Siglo XIII est. | 3 000 000 | ||||
Moneda | Sólido bizantino (s.IV al XI) Hyperpyron (s.XI-1453) |
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¹ El latín fue la lengua oficial del Imperio bizantino hasta el siglo VII. ² El griego fue la lengua oficial del Imperio bizantino desde el siglo VII sustituyendo al latín. |
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio bizantino sufrió
numerosos reveses y pérdidas de territorio, especialmente durante las guerras romano-sasánidas y las guerras árabo-bizantinas.
Aunque su influencia en África del Norte y Oriente Próximo había
entrado en declive como resultado de estos conflictos, continuó siendo
una importante potencia militar y económica en Europa, Oriente Próximo y el Mediterráneo oriental durante la mayor parte de la Edad Media. Tras una última recuperación de su pasado poder durante la época de la dinastía Comneno, en el siglo XII, el Imperio comenzó una prolongada decadencia durante las guerras otomano-bizantinas que culminó con la toma de Constantinopla y la conquista del resto de los territorios bajo dominio bizantino por los turcos, en el siglo XV.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del
cristianismo, e impidió el avance del islam hacia Europa Occidental. Fue
uno de los principales centros comerciales del mundo, estableciendo una
moneda de oro estable que circuló por toda el área mediterránea.
Influyó de modo determinante en las leyes, los sistemas políticos y las
costumbres de gran parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se
conservaron y transmitieron muchas de las obras literarias y
científicas del mundo clásico y de otras culturas.
En tanto que es la continuación de la parte oriental del Imperio
romano, su transformación en una entidad cultural diferente de Occidente
puede verse como un proceso que se inició cuando el emperador Constantino I el Grande trasladó la capital a la antigua Bizancio (que entonces rebautizó como Nueva Roma, y más tarde se denominaría Constantinopla); continuó con la escisión definitiva del Imperio romano en dos partes tras la muerte de Teodosio I, en 395, y la posterior desaparición, en 476, del Imperio romano de Occidente; y alcanzó su culminación durante el siglo VII, bajo el emperador Heraclio I, con cuyas reformas (sobre todo, la reorganización del ejército y la adopción del griego como lengua oficial), el Imperio adquirió un carácter marcadamente diferente al del viejo Imperio romano. Algunos académicos, como Theodor Mommsen, han afirmado que hasta Heraclio puede hablarse con propiedad del Imperio romano de Oriente y más adelante de Imperio bizantino, que duró hasta 1453, ya que Heraclio sustituyó el antiguo título imperial de «augusto» por el de basileus (palabra griega que significa 'rey' o 'emperador') y reemplazó el latín por el griego como lengua administrativa en 620, después de lo cual el Imperio tuvo un marcado carácter helénico.
En todo caso, el término Imperio bizantino fue creado por la erudición ilustrada de los siglos XVII y XVIII y nunca fue utilizado por los habitantes de este imperio, que prefirieron denominarlo siempre Imperio romano (griego: Βασιλεία Ῥωμαίων, Basileia Rhōmaiōn; latín: Imperium Romanum) o Romania (Ῥωμανία) durante toda su existencia.
Índice
- 1 El término «Imperio bizantino»
- 2 Identidad, continuidad y conciencia
- 3 Historia
- 4 Mundo bizantino
- 5 Cultura y arte
- 6 Legado
- 7 Véase también
- 8 Notas
- 9 Bibliografía
- 10 Enlaces externos
El término «Imperio bizantino»
La expresión «Imperio bizantino» (de Bizancio, antiguo nombre de Constantinopla) fue una creación del historiador alemán Hieronymus Wolf, quien en 1557 —un siglo después de la caída de Constantinopla— lo utilizó en su obra Corpus Historiae Byzantinae para designar este período de la historia en contraste con las culturas griega y romana de la Antigüedad clásica. El término no se hizo de uso frecuente hasta el siglo XVIII, cuando fue popularizado por autores franceses, como Montesquieu.Juicio decimonónico sobre Bizancio: Sobre el Imperio bizantino, el veredicto universal de la historia es que constituye, sin excepción alguna, la forma cultural más baja y abyecta que haya asumido la civilización hasta ahora [...] No ha habido otra civilización duradera tan despojada de toda forma o elemento otorgador de grandeza [...] Sus vicios eran los de los hombres que habían dejado de ser valientes sin aprender a ser virtuosos [...] Esclavos, y esclavos gustosos, tanto en sus actos como en sus pensamientos, hundidos en la sensualidad y en los placeres más frívolos, sólo salían de su apatía cuando alguna sutileza teológica o algún hecho de caballería en las carreras de cuadrigas les estimulaba a lanzarse en revueltas frenéticas [...] La historia de dicho Imperio es una relación monótona de intrigas de sacerdotes, eunucos y mujeres, de envenenamientos, conspiraciones, ingratitudes y fratricidios continuos. —History of European Morals, por W. E. H. Lecky (1869). |
histórico de Occidente a reconocer al Imperio romano de oriente como
continuación legítima de Roma, al menos desde que, en el siglo IX, Carlomagno y sus sucesores esgrimieron el documento apócrifo conocido como «Donación de Constantino» para proclamarse, con la connivencia del papado, emperadores romanos. Desde esta época, en las tierras occidentales el título Imperator Romanorum ('Emperador de los Romanos') quedó reservado a los soberanos del Sacro Imperio Romano Germánico, mientras que el emperador de Constantinopla era llamado, de manera un tanto despectiva, Imperator Graecorum
('Emperador de los Griegos'), y sus dominios, Imperium Graecorum,
Graecia, Terra Graecorum o incluso Imperium Constantinopolitanus. Los
emperadores de Constantinopla nunca aceptaron estos nombres. De hecho,
los bizantinos eran la continuidad en oriente del Imperio romano y los
emperadores de Constantinopla se enorgullecían de un linaje
ininterrumpido desde Augusto.
«Imperio bizantino» es un término moderno que hubiera resultado
sumamente extraño a sus contemporáneos, que se consideraban a sí mismos
romanos, y a su Imperio el Imperio romano. El nombre en griego original
era Romania (Ρωμανία) o Basileía Romaíon (Βασιλεία Ρωμαίων; Imperio
romano), traducción directa del nombre en latín,
Imperium Romanorum. Era denominado «Imperio griego» por sus
contemporáneos de Europa occidental (debido al predominio en él del
idioma, la cultura y la población griegas). En el mundo islámico fue
conocido como روم (Rûm, 'tierra de los Romanos') y sus habitantes como rumis,
calificativo que por extensión acabó aplicándose a los cristianos en
general, y en especial a aquellos que se mantuvieron fieles a su fe en
los territorios conquistados por el islam.
El adjetivo «bizantino» adquirió después un sentido despectivo, como
sinónimo de «decadente», debido a la obra de historiadores como Edward Gibbon, William Lecky o el propio Arnold J. Toynbee,
quienes, comparando la civilización bizantina con la Antigüedad
clásica, vieron la historia del Imperio bizantino como un prolongado
período de decadencia. Influyó seguramente también en esta apreciación
el punto de vista de los cruzados de los reinos de Europa occidental que visitaron el Imperio desde finales del siglo XI.
La visión de los bizantinos como hombres sutiles y frívolos sobrevive
en la expresión «discusión bizantina», en referencia a cualquier
disputa apasionada sobre una cuestión intrascendente, seguramente basada
en las interminables controversias teológicas sostenidas por los intelectuales bizantinos.2
Identidad, continuidad y conciencia
Bizancio puede ser definido como un Imperio multiétnico que emergió como un Estado cristiano y terminó sus más de 1000 años de historia en 1453 como un Estado griego ortodoxo, adquiriendo un carácter verdaderamente nacional. Los bizantinos se identificaban a sí mismos como romanos, y continuaron usando el término cuando se convirtió en sinónimo de helenos. Prefirieron llamarse a sí mismos, en griego, romioi(es decir, pueblo griego cristiano con ciudadanía romana), al tiempo
que desarrollaban una conciencia nacional como residentes de Romania.
El patriotismo se reflejaba en la literatura, particularmente en canciones y en poemas como el Digenis Acritas, en el que las poblaciones fronterizas (de combatientes llamados akritai)
se enorgullecían de defender su país contra los invasores. Con el
tiempo, el patriotismo se volvió local, porque no podía ya descansar en
la protección de los ejércitos imperiales. Aun cuando los antiguos
griegos no fueran cristianos, los bizantinos se enorgullecían de estos
ancestros.
Aún en los siglos que siguieron a las conquistas árabes y lombardas
del siglo VII y la consecuente reducción del Imperio a los Balcanes y
Asia Menor, donde residía una muy poderosa y superior población griega,
continuó este carácter multiétnico. A pesar de todo, desde el siglo IX
se agudizó el proceso de identificación con la antigua cultura griega.
A medida que avanzó la Edad Media pasaron de referirse a sí mismos como romioi ('romanos') a helenoi (que tenía connotaciones paganas tanto como el de romios) o graekos ('griego'), término que fue usado frecuentemente por los bizantinos (tanto como romioi) para su autoidentificación étnica, en especial en los últimos años del Imperio.
La disolución del Estado bizantino en el siglo XV no deshizo inmediatamente la sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana,
los griegos continuaron identificándose como romanos y helenos,
identificación que sobrevivió hasta principios del siglo XX y que aún
persiste en la moderna Grecia.
Historia
Origen
Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar.Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se
abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330.
La llamó Nueva Roma, pero se la conoció popularmente como
Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración
tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación
estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas
comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
le correspondió Oriente, con capital en Constantinopla. Para la mayoría
de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente
la historia del Imperio bizantino. Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano (del grupo hérulo) Odoacro. En cambio la historia del Imperio bizantino se prolongó aún durante casi un milenio.
Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva,los sucesores de Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas
invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los
visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II
(408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una
ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas
extranjeras hasta 1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y acabaron de representar un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande, dirigiéndolo hacia Italia, contra el reino establecido por Odoacro.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejías
que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de
relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales
sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de Éfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía monofisista que afirmaba que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Aunque fue también condenada por el Concilio de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos adeptos, sobre todo en Egipto y Siria,
y todos los emperadores fracasaron en sus intentos de restablecer la
unidad religiosa. En este período se inicia también la estrecha
asociación entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponían las invasiones bárbaras
parecía definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados
en el desaparecido Imperio de Occidente, estaban demasiado ocupados
consolidando sus respectivas monarquías como para interesarse por
Bizancio.
La época de Justiniano
el Imperio llegó al apogeo de su poder. El emperador se propuso
restaurar las fronteras del antiguo Imperio romano, para lo que, una vez
restaurada la seguridad de la frontera oriental tras la victoria del
general Belisario frente al expansionismo persa de Cosroes I en la batalla de Dara (530), emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:
Entre 533 y 534, tras sendas victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un Ejército al mando de Belisario conquistó el reino vándalo, ubicado en la antigua provincia romana de África y las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y las Baleares). El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario denominado magister militum. En 535 Mundus ocupó Dalmacia. Ese mismo año Belisario avanzó hacia Italia, llegando en 536 hasta Roma tras ocupar el sur de Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó nuevamente Italia, creándose el exarcado de Rávena. En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur de la península ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de
la clausura de la Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis,
permitiendo así la transmisión a la posteridad de uno de los más
importantes legados del mundo antiguo. Otra recopilación legislativa: el
Digesto, dirigido por Triboniano, fue publicado en 533.
El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en
una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte,
la iglesia de Santa Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las carreras de cuadrigas
habían devenido en una diversión popular que levantaba pasiones. De
hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada equipo
divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares
usando colores políticos).
La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-sacerdote y
restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina
Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor magnífico y majestuoso.
Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de
esplendor imperial dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron
al Imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto
culminante a comienzos del siglo VII.
La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de
hacienda, Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los
ciudadanos de Bizancio. La revuelta de Niká (532) estuvo a punto de provocar la huida del emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un sudario glorioso.3 Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio en el año 543 d. C. Se trataba de la Peste de Justiniano. Se cree que provocada por el bacilo Yersinia pestis.
Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar la grave
crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la
población de Constantinopla pereció por su causa.
El repliegue de Bizancio
Los siglos VII y VIIIconstituyen en la historia de Bizancio una especie de «Edad Oscura»
acerca de la cual se tiene muy escasa información. Es un período de
crisis, con tremendas dificultades externas (el hostigamiento del islam que conquistó las regiones más ricas, los continuos ataques de búlgaros y eslavos desde el norte y el reanudamiento de la lucha contra los persas en el este) e internas (las luchas entre iconoclastas e iconódulos,
símbolo de los enfrentamientos internos entre poder temporal y
religioso). A pesar de ello, el Imperio salió de este periodo
transformado y reforzado.
Justino II
trató de seguir los pasos de su tío y su misma mente sucumbió bajo el
intolerable peso de administrar un Imperio amenazado desde varios
frentes. Su sucesor, Tiberio II abandonó la política militar de Justiniano y permitió que Italia cayera bajo el poder de los lombardos y los bárbaros ocuparan el Tíber, y se replegó a África. Mauricio llegó a hacer un tratado favorable con Persia (590),
volvió una vez más a la defensa de las fronteras del norte, pero el
Ejército se negó a soportar las inclemencias de la campaña y Mauricio
perdió con el trono la vida. Con Focas,
las invasiones de los persas, de los bárbaros y las luchas internas
estuvieron a punto de destruir al Imperio. Sin embargo, la revolución de
algunas provincias logró salvarlo.
Amenazas exteriores
Desde África, donde era más fuerte el elemento latino, zarpó Heracliopara rescatar a los últimos restos del Imperio romano. Este viaje era a
sus ojos una empresa religiosa y durante todo su reinado ese interés
fue capital. El siglo VII comienza con la crisis provocada por la
espectacular ofensiva del monarca persa Cosroes II que, con sus conquistas en Egipto, Siria y Asia Menor, llegó a amenazar la existencia misma del Imperio. Esta situación fue aprovechada por otros enemigos de Bizancio, como los ávaros y eslavos, que pusieron sitio a Constantinopla en 626. El emperador Heraclio
fue capaz, tras una guerra larga y agotadora, de conjurar este peligro,
repeliendo el asalto de ávaros y eslavos, y derrotando definitivamente a
los persas en 628.
En su guerra contra los persas, Heraclio fue capaz de replegarlos hasta
el corazón de su patria y debilitarlos al punto que no fueron capaces
de sobrevivir el ataque árabe sucesivo. En su misión de salvar el
Imperio y consolidarlo tuvo un gran respaldo por parte de la Iglesia.
Sin embargo, apenas unos años después, entre 633 y 645, la rápida expansión musulmana arrebataba para siempre al Imperio, exhausto por la guerra contra Persia, las provincias de Siria, Palestina
y Egipto. Pero el Imperio de Heraclio sobrevivió a los ataques árabes
(aunque perdiendo casi toda su romanidad y tomando características
completamente helenísticas en el área balcánico-anatólica), mientras que
los Persas fueron conquistados totalmente por los Árabes.
A mediados del siglo VII, las fronteras se estabilizaron. Los árabes continuaron presionando, llegando incluso a amenazar la capital, pero la superioridad naval bizantina, reforzada por su magníficas fortificaciones navales y su monopolio del «fuego griego» (un producto químico capaz de arder en el agua) salvó al Imperio bizantino de la destrucción.
En la frontera occidental, el Imperio se ve obligado a aceptar desde la época de Constantino IV (668-685) la creación dentro de sus fronteras, en la provincia de Moesia, del reino independiente de Bulgaria. Además, pueblos eslavos fueron instalándose en los Balcanes, llegando incluso hasta el Peloponeso. En Occidente, la invasión de los lombardos hizo mucho más precario el dominio bizantino sobre Italia.
La querella iconoclasta
Entre los años 726 y 843 el Imperio bizantino fue desgarrado por las luchas internas entre los iconoclastas, partidarios de la prohibición de las imágenes religiosas, y los iconódulos, contrarios a dicha prohibición. La primera época iconoclasta se prolongó desde 726, año en que León III (717-741) suprimió el culto a las imágenes, hasta 783, cuando fue restablecido por el II Concilio de Nicea. La segunda etapa iconoclasta tuvo lugar entre 813 y 843. En este año fue restablecida definitivamente la ortodoxia.No fue un simple debate teológico entre iconoclastas e iconódulos, sino un enfrentamiento interno desatado por el patriarcado de Constantinopla, apoyado por el emperador León III,
que pretendía acabar con la concentración de poder e influencia
política y religiosa de los poderosos monasterios y sus apoyos
territoriales (puede imaginarse su importancia viendo cómo ha
sobrevivido hasta la actualidad el Monte Athos, fundado más de un siglo después, en 963).4
Según algunos autores, el conflicto iconoclasta refleja también la
división entre el poder estatal —los emperadores, la mayoría partidarios
de la iconoclasia—, y el eclesiástico —el patriarcado de Constantinopla, en general iconódulo—; también se ha señalado que mientras en Asia Menor los iconoclastas constituían la mayoría, en la parte europea del Imperio eran más predominantes los iconódulos.
Transformaciones
La recuperación de la autoridad imperial y la mayor estabilidad de los siglos siguientes trajo consigo también un proceso de helenización,es decir, de recuperación de la identidad griega frente a la oficial
entidad romana de las instituciones, cosa más posible entonces, dada la
limitación y homogeneización geográfica producida por la pérdida de las
provincias, y que permitía una organización territorial militarizada y
más fácilmente gestionable: los temas (themata) con la adscripción a la tierra de los militares en ellos establecidos, lo que produjo formas similares al feudalismo occidental. A principios del siglo IX, el Imperio había sufrido varias transformaciones importantes:
- Uniformización cultural y religiosa: la pérdida frente al
islam de las provincias de Siria, Palestina y Egipto trajo como
consecuencia una mayor uniformidad. Los territorios que el Imperio
conservaba a mediados del siglo VII eran de cultura fundamentalmente
griega. El latín fue definitivamente abandonado en favor del griego. Ya en 629, durante el reinado de Heraclio, está documentado el uso del término griego basileus en lugar del latín augustus. En el aspecto religioso, la incorporación de estas provincias al islam dio por concluida la crisis monofisita, y en 843 el triunfo de los iconódulos supuso por fin la unidad religiosa. - Reorganización territorial: en el siglo VII —probablemente en época de Constante II
(641-668)— el Imperio fue dotado de una nueva organización territorial
para hacer más eficaz su defensa. El territorio bizantino se organizó en
los themata, distritos militares que eran al mismo tiempo circunscripciones administrativas, y cuyo gobernador y jefe militar, el estrategos, gozaba de una amplia autonomía. - Ruralización: la pérdida de las provincias del Sur, donde más
desarrollo habían alcanzado la artesanía y el comercio, implicó que la
economía bizantina pasara a ser esencialmente agraria. La irrupción del
islam en el Mediterráneo a partir del siglo VIII dificultó las rutas
comerciales. Decreció la población y la importancia de las ciudades en
el conjunto del Imperio, en tanto que empezaba a desarrollarse una nueva
clase social, la aristocracia latifundista, especialmente en Asia
Menor.
pérdida de las provincias de Egipto, Siria y Palestina, que fueron
arrebatadas por el islam.
Renacimiento macedónico
El final de las luchas iconoclastas supone una importante recuperación del Imperio, visible desde el reinado de Miguel III(842-867), último emperador de la dinastía Amoriana, y, sobre todo,
durante los casi dos siglos (867-1056) en que Bizancio fue regido por la
Dinastía Macedónica. Este período es conocido por los historiadores como «renacimiento macedónico».
Política exterior
Durante estos años, la crisis en que se ve sumido el Califato Abasí, principal enemigo del Imperio en Oriente, debilita considerablemente la ofensiva islámica. Sin embargo, los nuevos Estados musulmanes que surgieron como resultado de la disolución del califato (principalmente los aglabíes del Norte de África y los fatimíesde Egipto), lucharon duramente contra los bizantinos por la supremacía
en el Mediterráneo oriental. A lo largo del siglo IX, los musulmanes
arrebataron definitivamente Sicilia al Imperio. Creta ya había sido conquistada por los árabes en 827. El siglo X fue una época de importantes ofensivas contra el islam, que permitieron recuperar territorios perdidos muchos siglos antes: Nicéforo II Focas (963-969) reconquistó el norte de Siria, incluyendo Antioquía (969), así como Creta (961) y Chipre (965).
El gran enemigo occidental del Imperio durante esta etapa fue el
Estado búlgaro. Convertido al cristianismo a mediados del siglo IX, Bulgaria alcanzó su apogeo en tiempos del zar Simeón I
(893-927), educado en Constantinopla. Desde 896 el Imperio estuvo
obligado a pagar un tributo a Bulgaria, y, en 913, Simeón estuvo a punto
de atacar la capital. A la muerte de este monarca, en 927, su reino
comprendía buena parte de Macedonia y Tracia, junto con Serbia y Albania. El poder de Bulgaria fue sin embargo declinando durante el siglo X, y, a principios del siglo siguiente, Basilio II (976-1025), llamado Bulgaróctonos ('Matador de búlgaros') invadió Bulgaria y la anexionó al Imperio, dividiéndola en 4 temas.
Las relaciones con Occidente fueron tensas desde la coronación de Carlomagno
(800) y las pretensiones de sus sucesores al título de emperadores
romanos y al dominio sobre Italia. Durante toda esta etapa, a pesar de
la pérdida de Sicilia, el Imperio siguió teniendo una enorme influencia
en el sur de Italia. Las tensiones con Otón I, quien pretendía expulsar a los bizantinos de Italia, se resolvieron mediante el matrimonio de la princesa bizantina Teófano, sobrina del emperador bizantino Juan I Tzimiscés, con Otón II.
Política religiosa
Tras la resolución del conflicto iconoclasta, se restauró la unidadreligiosa del Imperio. No obstante, hubo de hacerse frente a la herejía
de los paulicianos, que en el siglo IX llegó a tener una gran difusión en Asia Menor, así como a su rebrote en Bulgaria, la doctrina bogomilita.
Durante esta época fueron evangelizados los búlgaros. Esta expansión
del cristianismo oriental provocó los recelos de Roma, y a mediados del
siglo IX estalló una grave crisis entre el patriarca de Constantinopla, Focio y el papa Nicolás I,
quienes se excomulgaron mutuamente, produciéndose una primera
separación de las iglesias oriental y occidental que se conoce como Cisma de Focio.
Además de la rivalidad por la primacía entre las sedes de Roma y
Constantinopla, existían algunos desacuerdos doctrinales. El Cisma de
Focio fue, sin embargo, breve, y hacia 877 las relaciones entre Oriente y
Occidente volvieron a la normalidad.
La ruptura definitiva con Roma se consumó en 1054, con motivo de una disputa sobre el texto del Credo, en el que los teólogos latinos habían incluido la cláusula Filioque, significando así, en contra de la tradición de las iglesias orientales, que el Espíritu Santo procedía no sólo del Padre, sino también del Hijo.
Existía también desacuerdo en otros muchos temas menores, y subyacía,
sobre todo, el enfrentamiento por la primacía entre las dos antiguas
capitales del Imperio.
Declive del Imperio (1056-1261)
En la frontera oriental, los turcos selyúcidas, que hasta el momento habían centrado su interés en derrotar al Egipto fatimí,
empezaron a hacer incursiones en Asia Menor, de donde procedía la mayor
parte de los soldados bizantinos. Con la inesperada derrota en la batalla de Manzikert (1071) del emperador Romano IV a manos de Alp Arslan,
sultán de los turcos selyúcidas, culminando así la hegemonía bizantina
en Asia Menor. Los intentos posteriores de los emperadores Commenos por
reconquistar los territorios perdidos serán totalmente infructuosos. Más
aún, un siglo después, Manuel I Comneno sufriría otra humillante derrota frente a los selyúcidas en Miriocéfalo en 1176.
En Occidente, los normandos expulsaron de Italia a los bizantinos en unos pocos años (entre 1060 y 1076), y conquistaron Dirraquio, en Iliria, desde donde pretendían abrirse camino hasta Constantinopla. La muerte de Roberto Guiscardo en 1085 evitó que estos planes se llevasen a efecto. Sin embargo, pocos años después, la Primera Cruzada se convertiría en un quebradero de cabeza para el emperador Alejo I Comneno.
Se discute si fue el propio emperador el que solicitó la ayuda de
Occidente para combatir contra los turcos. Aunque teóricamente se habían
comprometido a poner bajo la autoridad de Bizancio los territorios
sometidos, los cruzados terminaron por establecer varios Estados
independientes en Antioquía, Edesa, Trípoli y Jerusalén.
a las cuales Alejo I había concedido derechos comerciales en
Constantinopla, se convirtieron en los objetivos de sentimientos
anti-occidentales debido al resentimiento existente hacia los francos o
latinos. A los venecianos en especial les importunaron sobremanera
dichas manifestaciones del pueblo bizantino, teniendo en cuenta que su
flota de barcos era la base de la marina bizantina.
Federico I Barbarroja (emperador del Sacro Imperio) intentó conquistar sin éxito el Imperio durante la Tercera Cruzada, pero fue la cuarta
la que tuvo el efecto más devastador sobre el Imperio bizantino en
siglos. La intención expresa de la Cruzada era conquistar Egipto y los
bizantinos, creyendo que no había posibilidades de vencer a Saladino (sultán de Egipto y Siria y principal enemigo de los cruzados instalados en Tierra Santa),
inicialmente decidieron mantenerse neutrales, aunque al final
ofrecieron doscientos mil marcos de plata y todos los medios para que
los cruzados llegaran a Egipto. Sin embargo, la codicia por parte de los
venecianos y de los jefes cruzados de los tesoros de Constantinopla
hizo que venecianos y cruzados no respetaran el acuerdo y tomaran por
asalto Constantinopla el 13 de abril del 1204.
Tras tres días de pillaje y destrucción de importantes obras de arte,
por primera vez desde su fundación por Constantino I, más de ochocientos
años antes, la ciudad había sido tomada por un ejército extranjero,
dando origen al efímero Imperio latino (1204-1261).
Tres Estados griegos herederos del Imperio bizantino permanecieron
fuera de la órbita del recientemente creado Imperio latino: el Imperio de Nicea, el Imperio de Trebisonda, y el Despotado de Epiro. El primero, controlado por la dinastía Paleólogo, reconquistó Constantinopla en 1261 y derrotó al Epiro, revitalizando el Imperio, pero prestando demasiada atención a Europa cuando la creciente penetración de los turcos en Asia Menor constituía el principal problema.
El final: el sitio turco
Véase también: Caída de Constantinopla
La historia del Imperio bizantino tras la reconquista de la capital por Miguel VIII Paleólogoes la de una prolongada decadencia. En el lado oriental el avance turco
redujo casi a la nada los dominios asiáticos del Imperio, convertido en
algunas etapas en vasallo de los otomanos, mientras en los Balcanes
debió competir con los Estados griegos y latinos que habían surgido a
raíz de la conquista de Constantinopla en 1204, y en el Mediterráneo la
superioridad naval veneciana dejaba muy pocas opciones a Constantinopla.
Además, durante el siglo XIV el Imperio, convertido en uno más de numerosos Estados balcánicos, debió afrontar la terrible revuelta de los almogávares de la Corona de Aragón y dos devastadoras guerras civiles.
Durante un tiempo el Imperio sobrevivió simplemente porque selyúcidas, mongoles y persas safávidas
estaban demasiado divididos para poder atacar, pero finalmente los
turcos otomanos invadieron todo lo que quedaba de las posesiones
bizantinas a excepción de unas cuantas ciudades portuarias. (Los
otomanos —núcleo originario del futuro Imperio otomano— procedían de uno de los sultanatos escindidos del Estado selyúcida bajo el mando de un líder llamado Osmán I Gazi, que daría el nombre a la dinastía otomana u osmanlí).
Estados ponían como condición la reunificación de la Iglesia católica y
la ortodoxa. La unidad de las Iglesias fue considerada, y ocasionalmente
llevada a cabo por decreto legal, pero los ortodoxos no la aceptarían.
Algunos combatientes occidentales llegaron en auxilio de Bizancio, pero
muchos prefirieron dejar al Imperio sucumbir, y no hicieron nada cuando
los otomanos conquistaron los territorios restantes.
La conquista de Constantinopla fue en principio desestimada debido a
sus poderosas defensas, pero con el advenimiento de los cañones, las
murallas —que habían sido impenetrables excepto para la Cuarta Cruzada
durante más de 1000 años— ya no ofrecían la protección adecuada frente a
los otomanos. La caída de Constantinopla se produjo finalmente el 29 de mayo de 1453, después de un sitio de dos meses llevado a cabo por Mehmet II. El último emperador bizantino, Constantino XI Paleólogo, fue visto por última vez cuando entraba en combate con las tropas de jenízaros de los sitiadores otomanos, que superaban de manera aplastante a los bizantinos. Mehmet II también conquistó Mistra en 1460 y Trebisonda en 1461.
Mundo bizantino
Demografía
Son muy pocos los datos que pueden permitirnos calcular la poblacióndel Imperio bizantino. J. C. Russell estima que a finales del siglo IV
la población total del Imperio romano de Oriente era de unos 25
millones, repartidos en un área de aproximadamente 1 600 000 km². Hacia el siglo IX, sin embargo, tras la pérdida de las provincias de Siria, Egipto y Palestina y la crisis de población del siglo VI, habitarían el Imperio alrededor de 13 millones de personas en un territorio de 745 000 km².
Hacia el siglo XIII, con las importantes mermas territoriales sufridas por el Imperio, no es probable que el basileus
rigiese los destinos de más de 4 000 000 de personas. Desde entonces el
territorio del Imperio —y, por ende, su población— fue decreciendo
rápidamente hasta la caída de Constantinopla en 1453.
Las mayores concentraciones de población estuvieron siempre en la parte asiática del Imperio, especialmente en el litoral egeo de Asia Menor.
En cuanto a las ciudades, el crecimiento de Constantinopla fue
espectacular en los siglos IV y V. Mientras que la capital de Occidente,
Roma, había declinado considerablemente desde el siglo II,
en que llegó a tener un millón y medio de habitantes, hasta el siglo V,
con sólo unos 100 000, Constantinopla, que en el momento de su
fundación contaba escasamente con 30 000 habitantes, llegó en época de
Justiniano a los 400 000.
Pero Constantinopla no era la única gran ciudad del Imperio. La
población de Alejandría en esa misma época se ha estimado en torno a los
300 000 habitantes, algo mayor que Antioquía (unos 250 000), seguida de otras ciudades como Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Trebisonda, Edesa, Nicea, Tesalónica, Tebas y Atenas.
El siglo VI supuso un importante retroceso de la urbanización debido
tanto a las guerras como a una desdichada sucesión de epidemias y
catástrofes naturales. En el siglo siguiente, tras la pérdida de Siria,
Palestina, Egipto y Cartago,
solo quedaron dos grandes ciudades en el Imperio: la capital y
Tesalónica. Parece que la población de Constantinopla decreció
considerablemente durante los siglos VI y VII (a causa, entre otras
razones, de la peste)
y solo comenzó a recuperarse a mediados del siglo VIII. Se estima que
su población sería de 300 000 habitantes durante el renacimiento
macedónico, y de no menos de 500 000 bajo la dinastía Comnena.
En los últimos tiempos del Imperio las ciudades sufrieron un
pronunciado declive. Se estima que en el momento de su conquista por los
turcos la población de la capital estaba en torno a los 50 000
habitantes, y la de la segunda ciudad del Imperio, Tesalónica, alrededor
de los 30 000.
Economía
Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era la agricultura que estaba organizada en latifundios, en manos de la nobleza y el clero. Cultivaban los cereales, frutos, las hortalizas y otros alimentos vegetales.La principal industria era la textil, basada en talleres de seda
estatales, que empleaban a grandes cantidades de operarios. El Imperio
dependía por completo del comercio con Oriente para el abastecimiento de
seda, hasta que a mediados del siglo VI unos monjes desconocidos —quizá
nestorianos—
lograron llevar capullos de gusanos de seda a Justiniano. El Imperio
comenzó a producir su propia seda —principalmente en Siria—, y su
fabricación fue un secreto celosamente guardado y desconocido en el
resto de Europa hasta al menos el siglo XII.
Hay que destacar la gran importancia del comercio. Por su situación
geográfica, el Imperio bizantino fue un intermediario necesario entre
Oriente y el Mediterráneo, al menos hasta el siglo VII, cuando el islam
se apoderó de las provincias meridionales del Imperio. Era especialmente
importante la posición de la capital, que controlaba el paso de Europa a
Asia, y al dominar el estrecho del Bósforo, los intercambios entre el Mediterráneo (desde donde se accedía a Europa occidental) y el mar Negro (que enlazaba con el Norte de Europa y Rusia).
Existían 3 rutas principales que enlazaban el Mediterráneo con el Extremo Oriente:
- El camino más corto atravesaba Persia, y luego Asia Central (Samarcanda, Bujará). Se conoce como Ruta de la Seda.
- Una segunda ruta, mucho más difícil, evitaba Persia, e iba del mar Negro, a través de los puertos de Crimea, al Caspio, y de ahí a Asia Central. Esta ruta fue abierta en época de Justino II.
- Por mar, desde la costa de Egipto, a través del mar Rojo y del océano Índico, aprovechando los monzones, hasta Sri Lanka. Esta ruta marítima posibilitaba no sólo el comercio con la India, sino también con el reino de Aksum, en la actual Eritrea. Una pormenorizada relación de las vicisitudes de esta ruta se encuentra en la obra del viajero Cosmas Indicopleustes. El comercio bizantino por esta ruta desapareció cuando en el siglo VII se perdieron las provincias meridionales del Imperio.
Un importante elemento en la economía del Imperio fue su moneda, el sólido bizantino y el besante, de extendido prestigio en el comercio mundial de la época.
El emperador
El jefe supremo del Imperio bizantino era el emperador (basileus),que dirigía el Ejército, la Administración, y tenía el poder religioso.
Cada emperador tenía la potestad de elegir a su sucesor, al que
asociaba a las tareas de gobierno confiriéndole el título de césar. En algún momento de la historia de Bizancio (concretamente, durante el reinado de Romano I Lecapeno) llegó a haber hasta 5 césares simultáneos.
El sucesor no era necesariamente hijo del emperador. En muchos casos,
la sucesión fue de tío a sobrino (Justiniano, por ejemplo, sucedió a su
tío Justino I y fue sucedido por su sobrino Justino II). Otros personajes llegaron a la dignidad imperial a través del matrimonio, como Nicéforo II o Romano IV.
Si bien el emperador elegía a su sucesor, fueron muchos los que
llegaron al poder al ser proclamados emperadores por el Ejército (como Heraclio I o Alejo I Comneno),
o gracias a las intrigas cortesanas, a veces aderezadas con numerosos
crímenes. Para evitar que los emperadores depuestos y sus familiares
reivindicaran el trono eran con frecuencia cegados y, en ocasiones,
castrados, y confinados en monasterios. Un caso peculiar es el de Justiniano II, llamado Rhinotmetos
('Nariz cortada'), a quien el usurpador Leoncio cortó la nariz y envió
al destierro, aunque recuperaría posteriormente su trono. Estos crímenes
atroces fueron sumamente frecuentes en la historia del Imperio
bizantino, especialmente en las épocas de inestabilidad política.
Iglesia, que se convirtió en un factor estabilizador, y especialmente
con el patriarca de Constantinopla. La monarquía bizantina tenía un carácter cesaropapista —uno de los títulos del emperador era Isapóstolos ('Igual a los Apóstoles'), y ciertas prerrogativas de su cargo remiten al Rex sacerdos
('Rey sacerdote') de la monarquía israelita—. El emperador y el
patriarca tenían una relación de mutua interdependencia: si bien el
emperador designaba al Patriarca, era éste el que sancionaba su acceso
al poder mediante la ceremonia de coronación. Entre uno y otro hubo en
la historia de Bizancio muchos momentos de tensión, pues los intereses
del Estado diferían a veces de los de la Iglesia. En la última etapa del
Imperio, por ejemplo, cuando los emperadores, para obtener la ayuda de
Occidente frente a los turcos, intentaron restaurar la unidad religiosa
de su Iglesia con la de Roma, se encontraron con la tenaz resistencia de
los patriarcas.
Una de las principales bazas del emperador era su control sobre una eficaz administración, que se regía por el Corpus Iuris Civilis, recopilado en época de Justiniano. La organización territorial se basaba, desde el siglo VII, en los themata ('temas'), provincias al mando de un strategos o general.
Ejército
El Ejército bizantino fue durante siglos el más poderoso de Europa. Continuación del Ejército romano, en los siglos III y IV fue sustancialmente reformado, desarrollando sobre todo la caballería pesada (catafracta), de origen sármata.La armada bizantina tuvo un papel preponderante en la hegemonía del Imperio, gracias a sus ágiles embarcaciones, llamadas dromones (dromos) y al uso de armas secretas como el «fuego griego».
La superioridad naval de Bizancio le proporcionó el dominio del
Mediterráneo oriental hasta el siglo XI, cuando empezó a ser sustituida
por el incipiente poder de algunas ciudades-estado italianas,
especialmente Venecia.
En un primer momento existían dos tipos de tropas: los limitanei (guarniciones de frontera) y los comitatenses. A partir del siglo VII el Imperio fue organizado en themata, circunscripciones tanto administrativas como militares dirigidas por un strategos, cuya existencia mejoró sustancialmente la capacidad defensiva de Bizancio frente a sus numerosos enemigos exteriores.
En la defensa de Bizancio jugó un importante papel la hábil
diplomacia de sus emperadores. Los pagos de tributos mantuvieron mucho
tiempo alejados a los enemigos del Imperio, y su servicio de espionaje
logró salvar situaciones que parecían desesperadas.
Una de las debilidades del Ejército bizantino, que fue acentuándose
con el tiempo, fue la necesidad de recurrir a tropas mercenarias, de
fidelidad dudosa. Entre los cuerpos mercenarios más conocidos está la
famosa guardia varega. La crisis más terrible que los mercenarios causaron en el Imperio fue seguramente la revuelta de los almogávares, en el siglo XIV.
El arte de la estrategia alcanzó un gran auge en época bizantina, e incluso varios emperadores, como es el caso de Mauricio
escribieron tratados sobre el arte militar. Estas doctrinas ensalzaban
el sigilo, la sorpresa y el liderazgo de los comandantes.
Religión
Uno de los rasgos más característicos de la civilización bizantina esla importancia de la religión y del estamento eclesiástico en su
ideología oficial, Iglesia y Estado, emperador y patriarca,
se identificaron progresivamente, hasta el punto de que el apego a la
verdadera fe (la «ortodoxia») fue un importante factor de cohesión
política y social en el Imperio bizantino, lo que no impidió que
surgieran numerosas corrientes heréticas.
El cristianismo primitivo tuvo un desarrollo mucho más rápido en Oriente que en Occidente. Es muy significativo el hecho de que el Concilio de Calcedonia reconociera en 451 cinco grandes patriarcados, de los cuales solo uno (Roma) era occidental; los otros cuatro (Constantinopla, Jerusalén, Alejandría y Antioquía) pertenecían al Imperio de Oriente. De todos ellos, el principal fue el Patriarcado de Constantinopla,
cuya sede estaba en la capital del Imperio. Las otras tres sedes fueron
separándose paulatinamente de Constantinopla, primero a causa de la herejía monofisita,
duramente perseguida por varios emperadores; luego, con motivo de la
invasión del islam en el siglo VII, las sedes de Alejandría, Antioquía y Jerusalén quedaron definitivamente bajo dominio musulmán.
Durante el siglo VII, hubo algunos intentos de la Iglesia ortodoxa
por atraerse a los monofisitas, mediante posturas religiosas
intermedias, como el monotelismo, defendido por Heraclio I y su nieto Constante II. Sin embargo, en los años 680 y 681, en el III Concilio de Constantinopla se retornó definitivamente a la ortodoxia.
La Iglesia ortodoxa sufrió otra crisis importante con el movimiento iconoclasta,
primero entre los años 730 y 787, y luego entre 815 y 843. Se
enfrentaron dos grupos religiosos: los iconoclastas, partidarios de la
prohibición del culto a las imágenes o iconos, y los iconódulos, que defendían esta práctica. Los iconos fueron prohibidos por León III comenzando así las más agrias disputas. Esto no se resolvió hasta que la emperatriz Irene convocó el II Concilio de Nicea en 787 que reafirmó los iconos. Esta emperatriz consideró una alianza con Carlomagno que hubiera unido ambas mitades de la cristiandad, pero que fue desestimada.
El movimiento iconoclasta resurgió en el siglo IX, siendo derrotado definitivamente en 843. Todos estos conflictos internos no ayudaron a resolver el cisma que se estaba produciendo entre Occidente y Oriente.
En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio, que por primera vez rechazó el primado de Roma, abriendo una historia de desencuentros que culminaría en 1054, con el llamado Cisma de Oriente y Occidente.
Focio se esforzó también en equiparar el poder del patriarca al del
emperador, postulando una especie de diarquía o gobierno compartido.
El cisma contribuyó, sin embargo, a la transformación de la Iglesia
ortodoxa en una Iglesia nacional. Esto se reforzó más aún con la
humillación sufrida en 1204 por la invasión de los cruzados y el traslado temporal de la sede patriarcal a Nicea.
Durante el siglo XIV se desarrolló una importante corriente religiosa, conocida como hesicasmo (del griego hesychía,
que puede traducirse como 'quietud' o 'tranquilidad'). El hesicasmo
defendía el recogimiento interior, el silencio y la contemplación como
medios de acercamiento a Dios, y se difundió sobre todo por las
comunidades monásticas. Su máximo representante fue Gregorio Palamás, monje de Athos que llegaría a ser arzobispo de Tesalónica.
Desde finales del siglo XIII hubo varios intentos de volver a la unidad religiosa con Roma: en 1274, en 1369 y en 1438, para conseguir la ayuda occidental frente a los turcos. Sin embargo, ninguno de estos intentos llegó a prosperar.
Cultura y arte
Véase también: Arte bizantino
Lengua y literatura
En los orígenes del Imperio bizantino existió una situación de diglosiaentre el latín y el griego. El primero era la lengua de la
administración estatal, en tanto que el griego era la lengua hablada y
el principal vehículo de expresión literaria. La Iglesia y la educación
utilizaban también el griego. A esto debe añadirse que algunas regiones
del Imperio empleaban otras lenguas, como el arameo y su variante el siríaco en Siria y Palestina, y el copto en Egipto.
Con el tiempo, el latín fue definitivamente desplazado por el griego,
que se convirtió también en la lengua de la administración imperial. Es
significativo que ya en época de Heraclio el título de Augustus, en latín, haya sido sustituido por el de basiléus, en griego. El latín, sin embargo, continuó apareciendo en inscripciones y en monedas hasta el siglo XI.
La invasión del islam
y la pérdida de las provincias orientales propiciaron una mayor
helenización del Imperio. El griego hablado en el Imperio era el
resultado de la evolución del griego helenístico, y suele denominarse griego medieval
o griego bizantino. Existían grandes diferencias entre el lenguaje
literario, deliberadamente arcaico, y el lenguaje hablado, la koiné popular, muy rara vez utilizada en la literatura.
La literatura, como en general la cultura bizantina en todos sus aspectos, se caracteriza por tres elementos: helenismo, cristianismo e influjo oriental. Helenismo porque continúa la tradición de la Grecia clásica pese a los intentos romanizadores de Justiniano y su sobrino Justino II, que solo alcanzaron al derecho. Cristianismo porque esa fue desde Constantino
la religión del Imperio, a pesar de la oposición intelectual hasta bien
entrado el siglo VI; influjo oriental por la estrecha relación con
pueblos asiáticos y africanos.
La literatura bizantina cuenta con un poema épico en griego popular, el de Digenis Akritas, y con líricos de primer orden como Teodoro Pródromo. Posee unos géneros característicos, como los bestiarios, volucrarios, lapidarios y las novelas bizantinas (Estacio Macrembolita: Los amores de Isinia e Ismino; Teodoro Pródromo, Los amores de Rodante y Dosicles; Nicetas Eugeniano, Las aventuras de Drusilla y Caricles y Constantino Manasés, Aventuras de Aristandro y Calitea). Fue especialmente fecunda en escritores teológicos (como, por ejemplo, Eneas de Gaza), cristológicos y hagiográficos. Repercutió en particular en la literatura occidental la historia de Barlaam y Josafat, divulgada por todo Occidente, en la cual se encuentran alusiones a la vida de Buda.
La historia tuvo representantes eminentes, como Procopio de Cesarea, secretario que fue del célebre general Belisario durante el reinado de Justiniano y a la vez panegirista del emperador en los seis libros de sus Historias y su detractor en la llamada Historia secreta. En la lírica destaca el género del epigrama con figuras como Pablo Silenciario y Agatías, este último antologista e historiador del periodo que siguió a Justiniano. Jorge de Pisidia compuso poesía épica y epigramas. Existe un interesante libro de viajes de Cosmas Indicopleustes. Del siglo VII destaca un historiador, Simocata, que no llegó a la importancia de Procopio; en este siglo se hizo famoso el poeta Romano el Mélodo, autor de himnos religiosos. Entre el siglo VIII y el XI se compila la ya mencionada epopeya nacional Digenis Acritas, compuesta en una lengua semiculta; también se elaboran epopeyas sobre las hazañas de Alejandro Magno y se componen enciclopedias como la Suda, de no siempre acendrada veracidad. Se recopiló en esta época el más importante corpus de epigramática griega que se conserva, la Antología Palatina. El cristianismo entra en el género tradicional pagano con la obra del monje Teodoro Estudita y de la monja poetisa Casia. Algunos emperadores se dedicaron a las letras, como León VI el Sabio, que fue poeta, así como su hijo, Constantino VII Porfirogéneta. San Juan Damasceno
compuso tratados teológicos y polémicos en oscuro estilo; el citado
Teodoro escribe también sobre la cuestión iconoclasta, así como obras ascéticas y de exégesis.
En el último periodo, desde finales del xi, existe una gran cantidad de literatura polémica religiosa, pero también escriben Focio y Miguel Psellos
sobre temas más variados y se propicia un renacimiento de las letras
griegas, renacimiento que pasó a Europa con la dispersión de los
eruditos bizantinos por la península itálica tras la conquista de
Constantinopla por los otomanos. En Italia renacerá el estudio del
griego y el Humanismo y de ahí pasará al resto del mundo. Tzetzes escribe poemas didácticos y eruditos. El epigrama alcanza cumbres en Cristóbal de Mitilene o Juan Mauropo. Se escriben novelas en Grecia y proliferan los bestiarios y lapidarios, y crónicas como la célebre Crónica de Morea, que mandó traducir al aragonés el gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén Juan Fernández de Heredia. El inquieto e inconformista poeta Teodoro Pródromo escribe cuatro poemas satíricos en la lengua popular y escribe su Catomiomaquia, o Lucha de los Gatos contra los Ratones a modo de parodia épica. Hay excelentes historiadores que dejan testimonio de las Cruzadas, como los hermanos Miguel y sobre todo Nicetas Acominato, Paquimeras, Nicéforo Brienio o su mujer Ana Comneno, princesa imperial autora de La Alexiada, historia de su padre Alejo I Comneno. Durante la época de los Paleólogos la literatura entra en decadencia, pero después surge con fuerza la filología.
Arquitectura
La arquitectura bizantina es heredera de la arquitectura romana y la arquitectura paleocristiana.Es una arquitectura esencialmente religiosa, aunque no faltaron los
edificios civiles de importancia. Muestra una marcada predilección por
el ladrillo como material de construcción (aunque disimulado por lajas
de piedra en el exterior y por suntuosos mosaicos en el interior).
Aunque utiliza la columna (destaca la sustitución del ábaco por el cimacio), su innovación más característica es el uso sistemático de la cubierta abovedada. Los tipos de bóveda más utilizados son la de cañón y la de arista, pero destaca sobre todo la cúpula, con su característica base sobre pechinas (aunque también se empleó ocasionalmente la cúpula sobre trompas). En cuanto a la planta, la más frecuente en los templos es la de cruz
griega, con una cúpula en la intersección de las naves. Es frecuente
que los templos, además del cuerpo de nave principal, posean un atrio o narthex, de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados.
En la historia del arte y la arquitectura bizantinos suelen distinguirse tres períodos o «Edades de Oro». La Primera Edad de Oro tiene su momento más representativo en la época de Justiniano, y sus edificios más destacados son la iglesia de los Santos Sergio y Baco, la de Santa Irene y, sobre todo, la de Santa Sofía, todas ellas en Constantinopla.
La Segunda Edad de Oro coincide con el renacimiento macedónico
(siglos IX, X y XI). Sigue siendo la iglesia de planta central cubierta
con cúpula el modelo fundamental. Son frecuentes las iglesias de planta
de cruz griega inscrita en un cuadrado, con los brazos de la cruz
cubiertos con bóvedas de cañón, y cinco cúpulas, una en el centro y
otras cuatro en los ángulos. El prototipo era la Nueva Iglesia (Nea) construida por Basilio I, hoy desaparecida. Algunas iglesias destacadas son la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla, Santa Catalina de Salónica, la catedral de Atenas y la basílica de San Marcos de Venecia.
La Tercera Edad de Oro comienza tras la recuperación de Constantinopla en 1261.
Es una época de difusión de las formas bizantinas, tanto hacia el Norte
(Rusia) como hacia Occidente. Las novedades de este período son más
bien decorativas que estructurales. Destacan iglesias como Santa María
Pammakaristos en Constantinopla, las iglesias del monte Athos o el conjunto de iglesias de Mistra, en el Peloponeso.
Escultura
El estilo bizantino quedó definido a partir del siglo VI.Anteriormente dominaba el estilo romano tardío, aún en la misma
Constantinopla, según lo evidencian diversas estatuas erigidas por toda
la ciudad. No obstante, otros monumentos de la época iniciaban ya el
gusto bizantino, como Disco de Teodosio de Madrid que ostenta en bajorrelieve las figuras del emperador y su corte (393).
El estilo bizantino en escultura debe considerarse como una
derivación del romano, bajo la influencia asiática. Le caracterizan, en
general, cierto amaneramiento, uniformidad y rigidez o falta de
naturalidad en las figuras junto con la gravedad la cual suele consistir
en esmaltes, en imitaciones de piedras y sartas de perlas, en trazos
geométricos y en follaje estilizado o desprovisto de naturalidad.
Cultivó el arte bizantino muy poco el bulto redondo pero abundó en
relieves sobre marfil, plata y bronce y no abandonó del todo el uso de
camafeos y entalles en piedras finas. En los relieves, como en las
pinturas y mosaicos se presentan las figuras mirando de frente.
Mosaicos
De la cultura romana Bizancio heredó la decoración mediante mosaicosque llegaron a su máximo esplendor con este imperio. Los mosaicos eran
figuras formadas por pequeños trozos de piedra o vidrio coloreado
(llamadas también teselas).
Seguían estrictas normas para ilustrar pasajes de la vida de los
emperadores y escenas religiosas. Estas últimas cubrían las murallas y
cielos rasos de las iglesias.
De esa habilidad alcanzada con respecto a los mosaicos resurge el
interés de los vidrieros de Bizancio por la imitación de las piedras
preciosas, con lo que llegaron a alcanzar una habilidad tan grande que
resultaba bastante difícil poder distinguirlas de las auténticas.
Pintura
Son particularmente destacables los retablos de temática religiosa conocidos como iconos.Música
La música bizantina, de carácter normalmente religioso, estaba fuertemente emparentada con el canto gregoriano.Legado
El Imperio bizantino fue un Imperio multicultural, que nació comocristiano y heredero de la tradición romana, comprendiendo la zona de
Oriente y que desapareció en 1453 como un reino griego ortodoxo. El escritor británico Robert Byron lo describió como el resultado de una triple fusión: un cuerpo romano, una mente griega y un alma oriental.
Bizancio fue la única potencia estable en la Edad Media. Su
influencia sirvió de factor estabilizador en Europa, sirviendo de
barrera contra la presión de las conquistas de los ejércitos musulmanes y
actuando como enlace hacia el pasado clásico y su antigua legitimidad.
La caída del Imperio fue traumática, tanto que durante mucho tiempo se consideró 1453 como la división entre la Edad Media y la Edad Moderna. El conquistador otomano, Mehmet II,
y sus sucesores se consideraron a sí mismos herederos legítimos de los
emperadores bizantinos hasta el derrumbamiento del Imperio otomano, a
principios del siglo XX. Sin embargo, el papel del emperador bizantino como cabeza de la ortodoxia oriental fue reclamado por los grandes duques de Moscú empezando por Iván III. Su nieto Iván IV el Terrible se convertiría en el primer zar de Rusia (el título de zar proviene del latín caesar, 'césar'). Sus sucesores apoyaron la idea que Moscú era la heredera legítima de Roma y Constantinopla, la Tercera Roma — una idea mantenida por el Imperio ruso hasta su propio fin a principios del siglo XX.
Desde el punto de vista comercial, Bizancio era el punto de partida de la Ruta de la Seda, el eje económico que unía Europa con Oriente,
importando materias de lujo como seda y especias. La interrupción de
esta ruta con motivo de la desaparición del Imperio bizantino provocó la
búsqueda de nuevas rutas comerciales, llegando españoles y portugueses a
América y África en busca de rutas alternativas. Los portugueses, que
acabaron la Reconquista
antes y dispusieron de los recursos necesarios con antelación crearon
un Imperio atlántico que permitía alcanzar la India al circunnavegar
África. Los españoles, posteriormente, patrocinarían a Cristóbal Colón y a los conquistadores, que supondrían la creación de un imperio que transformaría a España en la primera potencia mundial.
Bizancio desempeñó un papel inestimable para la conservación de los
textos clásicos, tanto en el mundo islámico como en la Europa
occidental, donde sería clave para el Renacimiento.
Su tradición historiográfica fue una fuente de información sobre los
logros del mundo clásico. Hasta tal punto fue así, que se cree que el
resurgir cultural, económico y científico del siglo XV no hubiera sido posible sin las bases establecidas en la Grecia bizantina.
La influencia de Bizancio en asuntos como la teología sería vital para pensadores europeos como Santo Tomás de Aquino.
Asimismo se ha de mencionar que el Imperio fue clave en la extensión
del cristianismo, que definiría Europa durante siglos. De los cuatro
mayores focos de esta religión, tres (Jerusalén, Antioquía y Constantinopla) se hallaban en su territorio y hasta que no aconteció el cisma de Oriente
fue su mayor foco espiritual. También fue responsable de la
evangelización de los pueblos eslavos, gracias a misioneros tan célebres
como Cirilo y Metodio,
que evangelizaron a los pueblos eslavos y desarrollaron un sistema de
escritura que aún hoy en día se sigue utilizando en muchos países, el alfabeto cirílico. Por último es notable su influencia en las Iglesias copta, etíope, y la de armenia.
Véase también
- Bizancio
- Cronología del Imperio bizantino
- Imperio romano
- Imperio romano de Occidente
- Títulos y cargos del Imperio bizantino
- Emperadores bizantinos
- Guerras romano-sasánidas
- Guerras otomano-bizantinas
- Guerras árabo-bizantinas
- Imperio de Nicea
- Imperio de Trebisonda
- Despotado de Epiro
- Ducado de Atenas
- Ducado de Neopatria
- Caída de Constantinopla
- Imperio otomano
Notas
- La Pronoia, en Imperio bizantino. Historia de Bizancio enfocada principalmente en el período de los Comnenos.
Bibliografía
En español
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- TREADGOLD, Warren: Breve historia de Bizancio. Editorial Paidós, 2001 (título original inglés: A concise history of Byzantium). ISBN 84-493-1110-1.
- El mundo bizantino
- BRAVO GARCÍA, A.; SIGNES CODOÑER, J.; RUBIO GÓMEZ, E.: El imperio bizantino: historia y civilización: coordenadas bibliográficas. Ediciones Clásicas. Madrid, 2001. ISBN 84-7882-195-3.
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En otros idiomas
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- AHRWEILER, Hélène: Studies on the Internal Diaspora of the Byzantine Empire, Harvard University Press, 1998.
- LEFORT, Jacques: Géométries du fisc byzantin, París 1991, ISBN 2-283-60454-0.
- LEFORT, Jacques: Les villages dans l'Empire byzantin, IVe – Xve siècle, París 2005, ISBN 2-283-60461-3.
- LILIE, Ralph-Johannes: Byzanz und die Kreuzzüge, Stuttgart 2004, ISBN 3-17-017033-3.
- GIANNOPULOS, Panagiotes A.: La société profane dans l'empire byzantin des VIIe, VIIIe et IXe siècles, Univ., Publ. de Louvain, 1975
- NORWICH, John J.: Byzantium (3 volúmenes), Viking, 1991.
- TREADGOLD, Warren: A History of the Byzantine State and Society, Stanford, 1997.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre el Imperio bizantino.
- En español
- Historia del Imperio bizantino de A. A. Vasiliev, tomo I (324–1081)
- Historia del Imperio bizantino de A. A. Vasiliev, tomo II (1081–1453)
- Lámina sobre arte bizantino.
- En francés
- Cantacuceno: Historia de los emperadores Andrónicos.
- Texto bilingüe griego - francés, con índice electrónico, en el sitio de Philippe Remacle (1944 - 2011).
- En inglés
- Byzantium: estudios sobre Bizancio en Internet
- «¿Qué es un bizantino?» por Prof. Clifton R. Fox
- «Doce líderes bizantinos», por Lars Brownworth
- Rome and Romania, 27 BC–1453 AD, extensa página con abundantes mapas y árboles genealógicos.
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Otros proyectos
una de las acusaciones que hacían los bizantinos a los occidentales
eran sus interminables discursos y su verborrea incontenible.
quien ha recibido el poder soberano no(Citado por Pilar Benejam, Horizonte, pg. 106)
debe vivir si se lo deja quitar. Tú César, si quieres huir, nada es más
fácil... en cuanto a mí, Dios no permita que abandone la púrpura y
aparezca en público sin ser saludada como Emperatriz. Aprecio mucho esta
antigua sentencia: «La púrpura es un glorioso sudario».
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