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Los Reyes de Nájera En los siglos X y XI, en el período comprendido entre los años 918 y 1076, la Historia de España se desarrolla con especial interés en el valle del Ebro, desde Miranda hasta Tudela y la ciudad de Nájera se convierte en el centro político más importante de la Reconquista, desenvolviéndose la vida de sus moradores entre los quehaceres cotidianos, los problemas de la organización interna, las relaciones con los reinos colindantes, especialmente con el astur-leonés y las luchas con los musulmanes, como adalides de la epopeya de la Reconquista. Nace el reino de Nájera por la decisión de Sancho Garcés, rey de Pamplona, cuando el año 918, después de haber conquistado las fértiles tierras del Ebro, desde Miranda hasta Tudela, las entrega, en Pleno dominio, a su joven hijo García Sánchez para que la descargue, en parte, de las tareas gobierno y le prepare a fin de ser un buen rey , sepa cumplir mejor las futuras misiones de su naciente reino. Cinco años después recuperado el Castillo de Nájera, le puso en esta fortaleza Casa y Corte y le asignó como consejero y tutor a su tío Jimeno. Al año siguiente, de 924, Abd al Rahman III, el poderoso emir de Córdoba, arrasó Pamplona y quedó su rey sin Corte y la que fuera sede de los reyes pamploneses, relegada un par de siglos a un segundo lugar. Enfermó Sancho Garcés y yendo de monasterio en monasterio, buscando su curación, murió el año 925. Le sucedió su hijo García Sánchez que reinaba ya en Nájera y amplió sus estados con las tierras de Pamplona. Así la dinastía pamplonesa se instaura en el Reino de Nájera y los notarios dicen en privilegios y en escrituras reales que los monarcas otorgantes reinan en Nájera y Pamplona. La Corte reside en Nájera, y la referencia a Pamplona viene a ser una expresión de reconocimiento del dominio y alcance de su jurisdicción, no siempre efectiva, por la acción de los ejércitos de Córdoba o de los reyes moros de Tudela, Zaragoza y Huesca, en las tierras heredadas de Sancho Garcés. En esta primera etapa, del 918 al 1076 fueron Reyes de Nájera: García Sánchez (918-970); Sancho Garcés, Abarca (970-995); García Sánchez, el Temblón (995-1000); Sancho Garcés, el Mayor (1000-1035); García Sánchez el de Nájera (1035-1054); y Sancho Garcés, el Noble (1054-1076). Su significación en el campo de la historia nacional es extraordinaria, sabido es que con Sancho III alcanzó la extensión de sus dominios al tercio superior de la Península, desde el Duero al Cantábrico y del Atlántico al Mediterráneo; en el ámbito de la cultura representaron un papel primordial los Monasterios najerinos, entre otros los de San Millán, Santa María la Real, Valvanera y San Martín de Albelda; interesante en extremo es el papel de la Ruta jacobea en la difusión de la cultura y en las relaciones con los estados de la Europa Occidental y en el último término, del Reino de Nájera nacieron los de Aragón y Castilla, de cuya unión surgió el estado español. Es trascendental su influencia en el campo del Derecho hispano pues el Fuero que Sancho III otorgó a Nájera es manantial y origen de la gran familia de los Fueros Riojanos que los monarcas, sus sucesores, otorgaron a ciudades de sus estados, y por lo tanto constituyen la base de la legislación local en Castilla, Aragón, Navarra, y del Régimen foral en el País Vasco. Igualmente tiene singular importancia el llamado Ordenamiento de Nájera, elaborado en las Cortes que Alfonso VII reunió en nuestra ciudad el 1137-1138 y que sería, en buena parte, incluido en codificaciones posteriores de mayor alcance territorial. La ciudad de Nájera Fray Antonio de Yepes, en su Crónica de la Orden de San Benito, nos brinda una descripción de la ciudad de Nájera, que por su interés merece la hagamos pórtico de este trabajo, dice así: «Esta ciudad de Nájera, en la provincia que ahora llaman La Rioja, al occidente de la Ciudad de Logroño, que está apartada de ella como cinco leguas; cuatro dista de la ciudad de Santo Domingo que está al poniente; al mediodía se levantan los montes Distercios, a cuyas raíces se ve asentado otro ilustrísimo monasterio de esta Orden que llaman San Millán de la Cogolla, que está como tres leguas de Nájera, el río Ebro corre distante de esta ciudad como dos leguas, que va torciendo desde el mediodía hacia el oriente; por la misma ciudad de Nájera pasa un buen río que lleva mucha agua y va a entrar en el Ebro, éste se llama Najerilla, tomando prestado su nombre de la ciudad de Nájera, porque desde que nace en los montes Distercios hasta que entra en el Ebro no topa con pueblo tan principal como éste y por ese le quieren honrar con este apellido». Así queda claramente ubicada la ciudad y el lector puede actualizar las distancias, comprobar la posición y enriquecer al conocimiento con la consulta de un buen mapa y de la Guía de Nájera. Pero seguimos con lo escrito por el P. Yepes: «Aunque el nombre de Nájera es nuevo en España, y se entiende que es de los tiempos en que eran señores de ella los moros, los cuales llamaron a la ciudad Nájera (que significa en arábigo: pueblo entre peñas); pero en sustancia no es tan nueva la ciudad como el nombre de Nájera», ya que en los privilegios, cartas y documentos reales de las colecciones diplomáticas, los notarios y escribanos usan muy diversas formas para designarla: Nágera, Nájara, Náxara, Naxera, Nacara, Nazara, Nacera, Nágela, Naiara, Naigara, Naiala y Naila, así como usan gentilicios de ella derivados, como Nagerensis, Naiarensis, Nacarense, Nagalensis, Naxerae y Naxarensis, entre otros, «sino que antes era población de lo más noble de España y muy conocida entre los cosmógrafos con el nombre de Tricio». La población prerromana del valle del Najerilla, viene probada con certeza indudable por los restos arqueológicos hallados que se guardan en los museos provinciales y en colecciones particulares, pertenecientes a culturas prehistóricas, iberas, celtas y celtíberas, estudiadas por investigadores de pro. «También dicen, sigue el P. Yepes, que aún de tiempos atrás se llamó Senonas, por haber tenido allí su habitación parte de los celtas franceses, que dejaron en esta tierra el nombre de su patria». En apoyo de su tesis reproduce parte del privilegio del rey Ordoño II, al abad Somnani, donándole el lugar de Santa Coloma y lo transcribe así: «Quod situm est in suburbio civitatis quae antiquitus vocitata fuit Senonas, postea quoque discurrente tempore derivato cognomen habuit Tritium, et nunc nostris temporibus Najara apellatur». Parece que este documento ha sido falsificado, si bien, insiste el P. Yepes, que entre los autores graves y que escriben con propiedad siempre llaman Tricio a esta ciudad de Nájera. Nájera sigue diciendo el cronista benedictino, «ahora está en La Rioja, que es una parte principal de la Cantabria y según dice la Historia General, cabeza de ella y tan principal que fue silla de obispo y pueblo a donde estaba la Corte de los reyes de Navarra». La Historia General a la que se refiere, es la que mandó componer el Rey Sabio y en cuanto a la denominación de Corte de los Reyes de Navarra que tantas veces se viene erróneamente repitiendo, hemos de aclarar que los monarcas de aquellas tierras, al principio se llamaron Reyes de Pamplona o de los pamploneses e incluso Reyes de las montañas, que en el siglo x y desde Sancho Abarca, concretamente hacia el año 918, después que sometió la zona de La Rioja desde el Castillo de Nájera a Tudela, arrebatándosela a los musulmanes, él la otorgó a su hijo García Sánchez con el nombre de Reino de Nájera, ya partir de este monarca, la mayoría de los documentos reales usan la fórmula: reinando en Nájera y otros dicen; reinando en Nájera y Pamplona. Sólo en una escritura de autenticidad dudosa, perteneciente al año 987, en la que se hace donación de la villa de Alastué, el notario real escribe reinando yo Sancho, rey de Navarra, en Aragón, en Nájera y hasta Montes de Oca, títulos que aún la hacen más sospechosa. En el Apéndice núm. 3 de Govantes se relacionan las escrituras que ratifican la cronología de los Reyes de Nájera y son más de 60 las referencias, aunque la doble numeración resulta confusa y equivocada. Otro tanto puede decirse de los privilegios y cartas reales contenidas en las Colecciones diplomáticas medievales, y en los documentos utilizados por Llorente, Serrano, Magallón, Hergueta, Garrán, González, Pérez de Urbel y D. IIdefonso Rodríguez y R. de Lama, así como los modernos historiadores José María Lacarra y Antonio Ubieto. Es a contar de Sancho VII el Fuerte y a partir del año 1196 cuando puede usarse realmente el título de rey de Navarra, puesto que así le denominó por primera vez el papa Celestino 111, si bien fue más tarde con Teobaldo I el Trovador (1234-1253), que instauró la Casa de Champagne, cuando el nombre genérico de Navarra hizo fortuna y suplantó a los anteriores. También, para el cronista Prudencio de Sandoval, el primer monarca que comenzó a llamarse Rey de Nájera fue García Sánchez, y el título de Reyes de Nájera o la fórmula notarial reinando en Nájera la hallamos en los documentos reales y en las crónicas o cronicones desde García Sánchez hasta el año 1239, reinando Fernando 111 el Santo. Por tanto, es un anacronismo el utilizar el apelativo de Reyes de Navarra o el de Reino de Navarra, aplicándolo a los monarcas del período comprendido entre 918 y 1240, aunque algunos reinarán en Pamplona, siendo Reyes de Nájera y otros formarán parte de la monarquía castellana. Nájera, escríbe el P. Yepes: «tomaba grande espacio en aquella hermosa y agradable llanura que hay desde el río hasta el pueblo de Tricio, y Sandoval va más allá en sus elogios al decir: «Nájera era en aquellos tiempos cabeza del reino y el monasterio que allí está fundado, silla obispal, y de tanta población que residían en ella muchas veces y largo tiempo, no sólo por ser frontera del reino, pues antes de serlo hacían los reyes el mismo asiento en ella, sino por ser ciudad de mucha calidad y la tierra mejor de España, sana y alegre y con todos los regalos que para la vida humana se pueden desear y los naturales de la gente discreta y de valor para paz y guerra y para las letras» y aquella población de Nájera, escribe en otro lugar Yepes, al principio no fue en las cuestas, ni a donde ahora la vemos, sino en la apacible y deleitosa llanura en que estaba Tricio. «Después, continúa el cronista, cuando los moros se apoderaron de España, como los fieles no podían hacer vida en las tierras se pasaron a las cuestas y poblaron una ciudad harto fortalecida desde la Mota (ahora llamado el Castillo), hasta la cuesta que llaman Malpica y con montes (Monsanroso, Cerro de la Horca, La Atalaya y Malvecino) y con baluartes, aprovechándose de la naturaleza y de la Arte (militar) hicieron una ciudad fortísima, y tal, que el rey D. Sancho el Mayor, considerando que estaba en medio de todas sus tierras, porque entonces sus dominios se extendían hasta cerca de Burgos y poseía todas las montañas de Alava y Bureba, puso en Nájera el asiento de su Corte. El primer rey de Nájera, García Sánchez, debía ser muy joven, unos doce años, pues en los comienzos de su reinado tenía como tutor a su tío Jimeno y fue menester que su madre Tota Aznárez o D.ª Toda, recabara la ayuda de su sobrino-nieto Abd al-Rahman 111, para asegurar en el trono de Nájera a su primo carnal, el joven García, contra el tío de éste, lñigo y tal vez por esto algunos autores señalan un período oscuro de regencia que finalizará el año 933 ó el 934. Continuamos con la narración del P. Yepes, tán pródiga en referencias sobre Nájera: «y como entonces la ciudad de Calahorra estaba en poder de los moros, erigió una silla episcopal en la misma ciudad de Nájera y así, por el año 1012, halló en los privilegios que confirmaba D. Benito, obispo de Nájera, en los documentos, Benedictus episcopus najerensis, y se creyese que tenía su asiento la silla episcopal en una iglesia que estaba allá arriba en la ciudad y dentro de ella (tal vez la llamada de Santa María en la peña). Es muy probable que la primitiva población se estableciera, huyendo de los musulmanes, en las Cuevas, barrio donde personas, bestias, frutos y granos se hallarían a seguro y fuera de la rapacidad de los moros, pues para su construcción ofrecían condiciones excelentes los escarpes que hay desde río Cordovín a río Tuerto y acaso algún anacoreta, émulo de San MilIán, labró su cueva para que le sirviera de retiro y de ella tomaron modelo los fosores siguientes. Terminamos con las abundantes referencias del P. Yepes sobre la ciudad de Nájera: «Ultra de estos dos sitios que ha tenido la ciudad de Nájera: abajo en el llano, en tiempos de romanos y godos y arriba, en lo alto, en tiempos que eran los moros señores de España, mudó después algún tanto el sitio, cuando se restauraba España, bajándose de las cuestas y habitando en un estrecho espacio que hay de ellas al río, acomodándose en el puesto que digo, parte por comodidad, parte por devoción, la comodidad les ofrecía el río Najerilla y la devoción, por amor a la imagen de Nuestra Señora que fue hallada en este tiempo por el rey D. García y fue ocasión de fundarse el monasterio de Santa María la Real». En cuanto a la ciudad de Tricio, Sánchez Albornoz, en su mapa Límites tribales del solar del Reino de Asturias, señala un Tritium en la costa cantábrica, en el linde entre caristios y várdulos; otro en la punta meridional de la Autrigonia, entre turmogos y berones y el tercero Tritium Megalum o Metalicón, en la Beronia, valle del Najerilla, identificado como el primer lugar ocupado por los pobladores del llano y antecedente de Nájera, de la que después fue barrio y en la actualidad, municipio independiente. De las viviendas-refugio de las cuestas y de las cuevas de las peñas, evolucionó la ciudad hasta convertirse en un poblado-fortaleza y en Castillo con los árabes, pues la calzada Césaraugusta a Astorga era vía militar desde los primeros tiempos de la invasión agarena y Tricio, Varea y Calahorra cayeron en poder de Muza, al parecer en su campaña del año 713 e incluso Pamplona capituló antes del 718. Todavía a mediados del siglo IX, los árabes ocupaban Nájera, poseían Ibrillos, el Castillo de Buradón, tal vez el castro de Bilibio, el desfiladero de Pancorbo y el Castillo de Cellorigo (Peña Menga); pero, entre el 855 y 870, se hace patente la obra de los repobladores en la margen derecha del río Ebro, en su curso alto, reconstruyendo Oca y edificando castillos que defiendan las tierras colonizadas por los monjes. La carta de fundación del monasterio de San Juan de Orbañanos, por el abad Wisando, es del año 867 y tal obra cuenta con el beneplácito del obispo de Valpuesta Elmiro o Felmiro, ocupándose tierras por los montes Obarenes, la región de la Bureba y los términos de Orbañanos, Obarenes, Villasemprún, Frías y Barcena del Barco. Hacia el 870, cayó en poder de los cristianos el castillo de Pancorbo y se alzaron otros para defender la frontera oriental, entre ellos: Cerasio (Cerezo de Río Tirón), Castil de Carrias, Castil Delgado, Ibrillos, Alba y sobre todos el de Grañón, por tratarse de una población clave en la calzada entre Belorado y Nájera. A partir del 852, se menciona al conde Rodrigo y una escritura del año 860 reseña: «Rey en Oviedo, Ordoño; conde en Castilla, Rodrigo». Ordoño I promovió la repoblación y así surgieron Amaya, en el año 860 y en los siguientes los castillos antes mencionados. Murió Ordoño y dejó el trono a su hijo Alfonso (año 866). Los cronistas cristianos citan en las campañas de los monarcas astur-Ieoneses los castillos de Nájera, Viguera y Arnedo, aparte de otros y mencionan los ataques y expediciones de los musulmanes en el valle del Ebro contra los castillos que forman la línea del Baluarte Oriental del reino leonés por las huestes moras de Mohamed, Abdal-Rahman y el general Abd-elMelik. La obra de la Reconquista y la repoblación de los territorios recuperados en el valle del Ebro, al que los árabes llamaron Velek-Asikia «tierra de regadío o tierra de acequias», y los historiadores denominaron Beronia, Ruconia, Cantabria, Celtiberia, Carpentania, Rioxa y Nájera, convirtió a esta región en una ubérrima zona, codiciada por sus cosechas. Conocida es la expedición de Alfonso I de Asturias por el valle del Ebro, en la que trató de exterminar la población mora y llevarse consigo a los cristianos para reforzar sus fronteras. De ella dan cuenta los obispos de Salamanca, de Béjar y de Astorga y consignar entre los lugares tomados a los moros: Mave, Velagia, Carbonera, Abeica, Brunes, Cenicera, Alesanco, Argancia y Alabense, que los historiadores se han afanado por identificar, a la vez que otros cronistas aumentan a más de doscientas las plazas, aldeas y castillos recuperados y, como dice Ambrosio de Morales, todavía el arzobispo don Rodrigo y el obispo de Tuy, al ocuparse de las conquistas del monarca asturiano, añaden provincias y citan: Alava, Vizcaya, Oruña, Pamplona y Ruconia, que es Rioja. El cronista Sebastián amplía los detalles y escribe que después de talar los bosques de Miranda, pasó a La Rioja por las Conchas de Haro, asolando a Reveréndecam (en el vado de Revenga), Carbonariam (Carbonera para unos y para otros el despoblado de Cabuérniga), Abeicam (Abalos), atravesó el Ebro, destruyó Briones y Cenicero, desde aquí y por Nájera siguió hasta Alesanco, en dirección a Ezcaray, arrasando cuanto hallaba a su paso, matando a los infieles y llevándose a los cristianos para repoblar tierras más seguras de Alava, Vizcaya, Cantabria y las Asturias de Oviedo. El P. Mariana amplía, optimista, las plazas ganadas por Alfonso I hasta escribir que ganó en los últimos años de su reinado toda La Rioja, incluyendo en sus conquistas Nájera y Calahorra; plazas no mencionadas por los cronistas precitados. La Rioja, con cuyo nombre inicialmente se designaba una pequeña zona de los valles del Oja y del Tirón, se fue extendiendo desde el sur de la sierra de Cantabria hasta Auca y Osma, si bien algunas partes recibieron nombres como los ya mencionados y además los de Camberos y Meltria. Los musulmanes la ocuparon y teníanla sujeta con castillos y fortalezas, desde Nájera hasta Calahorra y Tudela, probablemente hacia el 713 ó 718; mas como las riberas del Ebro y sus afluentes eran tierras ricas, durante los períodos de paz, se poblaban y cultivaban con provecho y su propia riqueza fomentaba las razias árabes y las expediciones de castigo, las cuales acabaron por despoblarla en el siglo V111, viéndose obligadas sus gentes a trasladarse a otras regiones más seguras, al amparo de reyes, caballeros poderosos o monasterios colonizadores. Hubo un tiempo en que la frontera musulmana estuvo jalonada por los castillos de Pancorbo (Santa Engracia y Santa Marta como fortalezas a uno y otro lado del desfiladero), Buradón, Cellorigo, Lantarón y Término; pero, a mediados del siglo IX y ante el empuje cristiano, al no poder sostenerse en la línea del Tirón, donde tenían al Castro de Bilibio, ni del Oja, con la fortaleza de Ojacastro, se retiraron a la línea del río Tuerto o Cañas, en Azofra y a la del Najerilla, bien protegida con las defensas de su poderoso Castillo de Nájera. Después de este repliegue, IbriIlos, Frías y Grañón se convirtieron en posiciones de primer orden, en llaves estratégicas de las zonas de Castilla y de La Rioja, ahora en poder de los leoneses, y por la seguridad que ofrecían los monasterios y los castillos a una y otra parte del congosto de las Conchas de Haro, se repobló la zona de Miranda de Ebro con los valles del Bayas, del Oroncillo y del Tirón, surgieron pueblos amurallados y bien defendidos, al mando de tenentes, como los de Cellorigo, Buradón, Bilibio, Tulonium y otros, pues en el año 882, ganado definitivamente el desfiladero de Pancorbo y asegurado con los dos castillos de Santa Engracia y Santa Marta ya nombrados, surgieron poblados-monasterios como Bugedo y Santa María de Rivarredonda. El desfiladero de Pancorbo, tenía un alto valor estratégico, por ser paso obligado del Valle del Ebro a la Meseta Central, se le ha llamado las Termópilas de Castilla y fue escenario de duros combates. Casi semejante es el del Paso de la Morcuera, entre Bugedo y Foncea, defendido por los castillos de CeIlorigo y Bilibio. Estos caminos eran rutas militares de los generales de los emires y califas, como lo fuera para Almanzor en sus expediciones río Pedroso arriba, hasta alcanzar los manantiales del Neila, pasar la sierra de la Demanda por El Collado y tener el camino expedito por la ruta del Najerilla. Nájera, ciudad musulmana Con el tiempo, el castillo moro de Nájera se convirtió en una ciudad árabe; pero a partir de su conquista, en el año 923, vino a ser la Cabeza de La Rioja y sucesora de Pamplona, correspondiéndole la misión de albergar a los monarcas del Reino de Nájera, a los magnates de la curia y del séquito regio y a las huestes de mílites y peones con su natural acompañamiento. La población se concentraba tras de sus murallas y torres, pues los poblados rurales eran simples aldeas, alquerías o granjas, de vida azarosa, por las frecuentes algaras moras. Debemos partir de las características de Nájera como castillo o fortaleza musulmana. Los lugares principales de toda ciudad árabe son la mezquita y el mercado. Este solía estar constituido por una serie de zocos o pequeñas plazas, situadas alrededor de la mezquita o a un costado de ella. Las calles iban desde el núcleo mezquita-mercado a las puertas de la ciudad, abiertas en el recinto amurallado. El lugar dominante y en la situación más favorable para la defensa, era frecuente que se construyera la ciudadela, almudena o alcazaba donde residía el gobernador y solía tener mezquita propia. Había explanadas o solares amplios, la almuzara, lugares donde celebraban las revistas o paradas militares, los ejercicios de luchas, las competiciones ecuestres, el espectáculo más frecuente de correr la pólvora y la lucha entre campeones. En Nájera, tal vez, los términos llamado la Explanada, el Excampao y el Terrero, como después la Ballestería, recuerdan los escenarios en que se celebraban. Los barrios residenciales cumplían con la misión de recluir a la mujer en su casa y mantener el secreto de la vida familiar, fuera de miradas curiosas e inoportunas. Eran un verdadero laberinto de calles estrechas y sinuosas, ajenas a cualquier ordenación urbana y rebeldes a todo esquema de trazado o alineación. Las casas, de una sola planta, enjalbegadas y escondidas, diferían poco de las de los moros notables que podían tener un piso alto y en los pocos vanos abiertos había algún voladizo o saliente, fuera de la línea del piso bajo o ventanas y balcones de madera, cerrados por espesas celosías y artísticos huecos en arco, divididos en el centro por una columnilla o parteluz, cerrados por dentro con compuerta o tablero a modo de contraventana. Un pequeño patio las separaba de la calle y un muro o adarbe protegía la vivienda del exterior. Las calles eran vías de entrada y salida para el tránsito por la ciudad e iban de puerta en puerta de la muralla. Las de los barrios comunicaban con las principales, eran callejuelas, calles sin salida o fondos de saco, algunas cubiertas. Venían a ser igual que caminos privados, propiedad de los vecinos y de modo y manera que garantizaran su seguridad, porque eran muchos los peligros durante la noche, abundantes los ladrones y asesinos y frecuentes los motines y altercados entre vecinos, barrios y tribus rivales. En las pequeñas plazas, zocos y mercados, había tiendas y tenderetes como puestos provisionales de venta que contaban con la vigilancia del almotacén y sus ayudantes, vigilantes encargados de sancionar los fraudes en el peso y en el precio de las mercancías. Fuera de la medina o castillo, alcázar o fortaleza, los barrios nacidos de la natural expansión podían hallarse amurallados; pero los cementerios, extramuros, carentes de vallas se contruían al borde de los caminos que conducían del campo a las puertas de la ciudad. Excepcionalmente existían mozarabias, barrios ocupados totalmente por cristianos y no eran raras las mancebias. En el campo, allí donde la tierra podía ser regada, las huertas constituían un regalo y los árabes las cuidaban con esmero, construyendo algunas bellas casas de campo o almunias. Nájera, en su calidad de ciudad musulmana, con el aspecto de castillo o fortaleza, tendría la fisonomía general que hemos señalado. A pesar de los doscientos años que se halló bajo el dominio musulmán, no se han hallado huellas ni restos de construcciones y viviendas, sí de cerámica vidriada, más árabe que cristiana. Tudela ha sido mejor estudiada y nos puede servir de ejemplo para hacemos una idea más completa de Nájera como ciudad musulmana. La población árabe no dejaría de ser importante y diversa por las funciones que desempeñaba la ciudad. Lacarra consigna la referencia Ibn Idari y los repertorios de AIDabbi e Ibn-Faradi, según los cuales en esta ciudad murió en el 903-904, aún bajo el dominio árabe, el tradicionalista Amir ibn Muwassal al Asbahi, originario de Tudela. La estructura actual de la ciudad hemos de considerarla como trazada por la población mudéjar o árabe, transformada por los cristianos, reconstruida al convertirse en base militar, centro estratégico, sede real y capital de un reino cristiano. Es natural que se modificara su fisonomía por el imperio de las nuevas necesidades y servicios. Nos ha quedado el nombre con numerosas grafías, como ya hemos indicado, siendo las principales: Naxara, Naiara, Najara; ciudad entre peñas y posiblemente en el lugar o solar de la mezquita alzarían los cristianos su catedral y en los barrios residenciales las iglesias parroquiales, ya desaparecidas, conservando sin embargo la malla de la red viaria, las plazas y las cortinas de las murallas. El cambio de emplazamiento, de las colinas al pie de las mismas hubo de influir poderosamente en la desaparición de todo vestigio y sería necesaria una prolongada y metódica campaña de prospección y excavaciones arqueológicas, a fin de disponer de mejor información. Actualmente solo podemos hacer comparaciones y conjeturas, valiéndonos de una gran imaginación. Los factores físicos de la comarca, el espacio en que se asentaba, las características climatológicas y las condiciones topográficas son bien poca cosa para una reconstrucción ideal. Hallándose situada la población en las vertientes y cimas de sus cinco cerros, a cuyos pies corría abundante el agua del Najerilla, y no siendo posible que existieran pozos ni fuentes dentro del recinto amurallado y siendo muy aleatoria la recogida de la lluvia en cisternas y pozas, habrían de acudir a buscarla a alguno de los tres ríos próximos: Cordovín, Tuerto o NajeriIla; pero el primero se hallaba relativamente lejos y como el Tuerto era de caudal exiguo, aun teniendo limpios y cuidados sus cauces, en cuyos trabajos eran los árabes muy hábiles, sólo en casos de extrema necesidad podían servir para remediar la escasez del líquido elemento. La aguada o servicio de agua resultaba más práctico y seguro hacerla en el Najerilla, a cuyo efecto habían de construir o un túnel de comunicación desde el alcázar al río al que todavía es frecuente aludan los niños en sus conversaciones, o un muro, espolón o adarbe que, arrancando de la muralla, llegara a la torre más próxima al río, la llamada torre albarrana. ¿Podrían ser los pocos restos de muralla hoy existentes, embebidos en algunos edificios de la antigua Plaza de las Posadas y de la calle Villegas, o los que enfilan la calle de la Judería, restos de la torre albarrana y de la coracha o muro que protegía a los aguadores de posibles ataques en días de asedio? ¿La Cárcava, cava o foso y el canal que la une al río Najerilla servirían de embalse para las aguas de lluvia en tiempos de los moros? No es posible descubrir ni hallar vestigios que nos den idea de las torres, postigos, buardas, cadahalsos y bastidas de las murallas y defensas moras. Para completar el cuadro natural en que se desenvolvía la vida de la Alta Edad Media en la comarca najerina, todavía ocupada por la grey agarena, ofrecemos un esquemático panorama de lo que podrían ser el medio rural, las aldeas, alquerías y mansiones que rodeaban a la ciudad de Nájera y venían a ser, por tanto, su complemento paisajístico. «La aldea, describe el medievalista Dr. Suárez, ocupa el centro de los sembrados. Más allá están los bosques, el río, el pantano y el matorral, aprovechables también, porque proporcionan la caza, la pesca y el alimento del ganado, en especial de los cerdos». En nuestro concreto caso, los bosques cubrían las colinas y cerros; el río es el bravo e indómito Najerilla, con sus frondosas alamedas y más allá se hallarían las tierras de labor con sus aldeas y en los montecillos, el bosque de encinas con abundantes piaras. «La labor más importante, prosigue el ilustre historiador, y con ello las mejores tierras, se dedican al cultivo del cereal, trigo, cebada o centeno, que en la mesa de los pobres constituye la base absoluta de la dieta. Después de la cosecha los campos se abren a los rebaños». Abundante el ganado ovino de buenas carnes y sedosas lanas; numerosas las reses de vacuno para tiro, leche y carne, con lo que se abastecerá el macelo del Castillo. «El prado y el viñedo ocupan una extensión reducida», que aumentará con la repoblación, pues «es honor para los monasterios o los nobles dar buen vino a sus huéspedes». Será enaltecido, años después, por el astro de Berceo y constitúyese en precursor del mundialmente famoso Rioja. Es muy posible que las mejoras en la alimentación influyeran en la demografía y que la paz y la protección de las armas aumentaran la densidad de población; pero aun quedarían amplias zonas despobladas, pese a la tendencia general al aumento de la densidad. «El rendimiento de las cosechas es muy escaso aún: la mayor parte del grano recogido ha de servir de simiente en seguida. Los pequeños cultivadores empiezan a arrancarse de la inveterada pobreza». La familia, restringida, había acabado por imponerse como célula esencial. Un manso, o hof o hide, según las regiones, era la tierra necesaria para el sostenimiento de cada familia y al mismo tiempo la que tenía capacidad de trabajar; su extensión normal era de 120 acres, siendo el acre la arada de un par de bueyes en una sola jornada. La obrada es la unidad de trabajo y medida en las viñas. En las grandes explotaciones el mayor problema era el poder disponer de mano de obra. Los musulmanes la obtenían de los cautivos cristianos. En el siglo IX la esclavitud estaba en trance de desaparecer y no se podía contar con asalariados. Los señoríos, encomiendas o indominicatum se valen del asiento de campesinos libres o ingenuos y adscritos (serviles, unidos a la tierra con dos obligaciones: pagar un censo, canon o renta y prestar ciertos servicios o jornadas de trabajo en el predio del señor anubdas, ansanges y cargas). Como el auto-abastecimiento no era posible en absoluto, hubo necesidad de implantar abundantes mercados semanales. Pero en el siglo IX, escribe el profesor Suárez, es evidente que los grandes señores, en especial los monasterios que contaban con directores más instruidos, hicieron grandes esfuerzos para bastarse a sí mismos. Nájera y Oña se extienden hasta el Cantábrico porque necesitan la sal para sus rebaños. A los monasterios mencionados habríamos de añadir los de Santa Coloma y San Millán, como más próximos a Nájera. Los documentos confirman el interés de la Abadía de Santa María la Real por obtener sal de las Salinas de Añana o de Herrera. Junto a los extensos dominios señoriales, se hallaban las tierras alodiales, explotadas por propietarios libres con la ayuda de sus hijos y de algunos siervos. Por su parte, don Claudio Sánchez Albornoz, ilustra la vida económica con magistrales pinceladas: «Perduró, dice, en la Edad Media un régimen de economía doméstica cerrada, de tipo señorial, en la producción, distribución y consumo. Una villa en el siglo X venía a ser un fundo de no gran extensión, algo semejante a una dehesa de labor, que era explotado por un muy reducido grupo de labriegos, en su mayoría no asentados en ella». En nuestra región ni siquiera se puede conocer la importancia de las riquezas territoriales de los señores laicos o religiosos, por falta de estudios especiales, salvo lo que diremos de la reciente obra de García de Cortázar y Ruiz de Aguirre sobre el dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla. En cuanto a los monasterios más poderosos como San Millán de la Cogolla, San Martín de Albelda, San Prudencia de Monte Laturce y a partir de los2, de Santa María la Real de Nájera, desconocemos la existencia de inventarias, tasas y valoraciones cuantitativas, si bien consta que eran muy ricos porque se vieron favorecidos por numerosas donaciones, franquezas o privilegios reales, como prueban las Colecciones diplomáticas. En nuestro medio regional como en las tierras colindantes, pronto surgió una embrionaria economía de mercado y una incipiente industria artesanal que tuvo mayor representación en la ciudad de Nájera por su Importancia como sede de la Corte y Cabeza del reino. Sabemos que existían en ella herrerías, almazaras, trujales, tejerías, molinos y hórreos, así como cuberos, tiraceros, tejedores y otros artesanos, de la misma manera que existían en las aldeas próximas de Tricio, Cárdenas, Azofra, Santa Coloma, Somalo, etc., industrias artesanales abastecedoras de la sede real como macelos, ollerías, torneros, herreros, tiraceros y demás. Del mismo modo se iniciaron concentraciones de vendedores en los mercados principales de Albelda, Calahorra, Arnedo y Nájera e incluso tiendas para la venta permanente, como atestigua el Barrio de las Tiendas de Nájera. La agricultura y la ganadería fueron las principales fuentes de riqueza. Los bosques eran de hayas, robles y encinas; abundaban las extensiones de monte bajo y matorrales de tomillo, romero, espliego, retamas, jaras, tamarices y arnajos. En el secano se cultivaban cereales, viñas y olivos; entre los cereales ya hemos visto que predominaban, el trigo, la cebada y el centeno. Había además campos de lino, otros de leguminosas y en los claros y calvas del bosque crecían las hierbas, destinadas a pasto del ganado, como los prados de las cimas montañosas, por encima de los límites del bosque. En las riberas del río se impuso la horticultura y emplearon abundantemente el riego, en el que eran expertos los mozárabes y mudéjares, seguidores de los procedimientos árabes. La ganadería alcanzó un desarrollo notable en las colonizaciones de los monjes, creándose aldeas de pastores en los altos valles y rebaños en los sotos y dehesas, donde se abastecían los monasterios de buenos ejemplares de cría, leche y trabajo, abundando en ellos los caballos, yeguas, mulas y asnos, así como ovejas, cabras y puercos. Constituía para los abades una seria preocupación el disponer de pastos en las tierras yermas, valdíos, sotos, montes, dehesas, etc. Según dice D. José Angel García de Cortazar el principal renglón económico lo constituyó para el monasterio de San Millán la ganadería y de ahí la necesidad de disponer de tierras de pastos y la aplicación del sistema de la trashumancia, de la que dan testimonio abundantes documentos. Por ellos sabemos de las posesiones que tenían los monasterios en Pazuengos, San Félix de Oca y San Miguel de Pedroso, en las que pastaban los rebaños del monasterio. De otras escrituras con acuerdos sobre el disfrute de hierbas y dehesas comunales, se deduce la necesidad de apriscos y de zonas de pasto. En cuanto a los precios, señala Sánchez Albornoz, que los más elevados correspondían al ganado mular y caballar, que el vacuno oscilaba entre cuatro y doce sueldos, siendo el más corriente el valor de diez sueldos o modios por cabeza. En el valle del Najerilla abundaba más el ganado ovino, y en la Sierra de la Demanda, el caballar que alcanzaba precios oscilantes entre los 30 y 300 sueldos, variable, como es natural, para potros y yeguas. Los bueyes para tiro eran corrientes y su precio se hallaba por encima de los seis sueldos. En el cartulario de San Millán consta que el monasterio de San Martín de Pontacre poseía, en el año 852, diez yugos de bueyes, 60 vacas, 20 caballos, 70 yeguas, 10 mulas y 2 asnos. De las industrias extractivas sólo parece tener alguna importancia la explotación de las salinas y canteras. El hierro provenía principalmente de la Sierra de la Demanda y de Alava y aunque la mayor parte de los instrumentos y aperos se hicieran de madera, también había herramientas, carros, azadas, ruedas y otros útiles, además de armas, objetos de adorno y artículos para el culto que eran labores de la metalurgia y permitieron el desarrollo de las artes menores y suntuarias con la proligidad y perfección que hoy admiramos en los museos. Mayor difusión tuvo la elaboración del vino en lagares con tórculos y prensas, conservándose los caldos en cuevas, cobas o apotecas, en cubas de roble, de capacidad variable y diversas medidas, como arrobas, azumbres, cántaras, cuartillas, etc. En Nájera y en las orillas del Najerilla existían varios molinos, el río Molinar, muelo o acequias cuyas aguas, derivadas del río principal, servían para mover las muelas. Los monasterios contaban con olleros, ferreros, siervos o libres, que atendían las necesidades del convento. Mención aparte hemos de hacer a la industria textil, para cuyo consumo Nájera era un extraordinario mercado, por las necesidades de su abundante población en telas de seda, lino y lana, así como de paños, tapices, alfombras y colgaduras que eran indispensables en las viviendas, tanto en las de los nobles como en las plebeyas. El servicio del culto precisaba de frontales, manteles, velos, casullas, albas, hábitos y ropas talares en cantidades importantes. Los palacios reales y los de los nobles debían hallarse abastecidos de tapetes y manteles, servicios completos de comedor, abundante lencería, sábanas (líneas o línulas: de lino), colchas, cubrecamas, almohadas almohadones, plumatios, galnapes, superlectiles y mutas de lecto palleas y cuanto la moda exigiera de las elegantes e insatisfechas damas y doncellas. Gran parte de estas industrias tenían un sello oriental, las desempeñaron moros y judíos y las introdujeron los inmigrantes mozárabes. El ajuar de la casa y el vestido promovieron necesariamente actividades artesanas y el florecimiento de talleres y obradores. Lugar importante en los monasterios era el escriptorium, donde los monjes, copistas e ilustradores, miniaturistas y dibujantes, desarrollaron una actividad productora de códices, libros y pergaminos realmente sorprendentes. Antecedentes y origen del Reino de Nájera Existe un período de doscientos años, entre 711 y 918 aproximadamente, durante el cual los documentos fiables son muy escasos y las crónicas árabes y cristianas los refieren muchos años después. Esta circunstancia obliga al historiador a proceder con prudencia. Utilizando la fórmula de la escuela historiográfica catalana que fundara Vicens Vives, hemos de movemos en el área por ellos denominada Aproximación a la Historia. Son los tiempos iniciales del siglo V111, cuando Tarik, Muza y Abdelaziz, en una campaña logística, invadieron España. En el año 714 eran dueños de Zaragoza y Huesca, indicio de la posible ocupación del territorio riojano. Dueños de la Península, pretendieron la expansión más allá de los Pirineos; pero Abd al-Rahmán el Gafequi fue derrotado y muerto por Carlos Martel en Poitiers, el año 732 y Ocba fracasó ante Carcasona, en el 740, lo que cortó las ansias expansionistas marroquíes. En este período de dos siglos el proceso político responde a dos actividades esenciales, conocidas, con los nombres de Reconquista y Repoblación. La actitud de los habitantes hispano-godos del valle del Ebro, con respecto a los conquistadores, se ajustó a tres formas distintas; la islamización y sumisión, para eludir el castigo de los conquistadores y sus impuestos, conservando el mando y el poder en sus tierras, aunque obedecieran al emir, como hicieron los Banu Qasi de Borja, el pacto con los árabes, pagando mayores impuestos por conservar sus creencias y jefes, aunque sufrieran vejaciones y malos tratos y resistir desde los refugios que les ofrecía el relieve y luchar por su independencia, actitud adoptada por la familia lñiga, desde sus dominios de Sangüesa y Aibar. En este duelo de rivalidades y creencias encontradas se movió la obra de la Reconquista y la repoblación de los territorios que se iban recuperando en el valle del Ebro, a los que los árabes llamaron Velek- Asikia, tierra de regadío o tierra de acequias. Diversas son las fuerzas que intentarán poner su dominio en estas ubérrimas tierras: de un lado los walíes, gobernadores y jefes militares de los emires cordobeses, para mante.ner el poder y la autoridad en la zona; la acción de los reyezuelos, renegados o no de Tudela, Zaragoza y Huesca; la acción expansiva de las tropas ultrapirinaicas de la dinastía carolingia con Carlomagno y Ludovico Pío, en sus intentos de apoderarse de Zaragoza y del valle del Ebro que fracasaron en episodios tan renombrados como el de la derrota de RoncesvalIes; y el empuje de la naciente monarquía asturiana que ya dio señales de su poder, con la expedición de Alfonso I por el valle del Ebro, el exterminio de la población mora y la liberación de los cristianos, a fin de reforzar sus fronteras, repoblando los territorios yermos y vacíos. Estas empresas se remontan a los tiempos de Fruela I, quien reprimió la sublevación de sus vasallos en Alava y la Bureba, llevándose consigo una doncella noble como prisionera, a la que después tomó como esposa y llamó Munia o Nuña, madre de Alfonso II, quien garantizó la seguridad de sus conquistas en La Rioja, encomendando castillos y tierras a capitanes suyos, en calidad de tenentes o gobernadores. En Castilla era conde Rodrigo y favoreció con privilegios al obispo Juan de Valpuesta (año 812), cuyo monasterio desempeñó un papel importante en la repoblación de la zona occidental de La Rioja y de Alava. También Alfonso II mandó edificar iglesias y monasterios que actuaron eficazmente en la colonización de la zona reconquistada y prosiguieron la obra de la reconquista en el siglo IX Ramiro I y Ordoño I. En el primer año de su reinado (850) se sublevaron los vascones de Calahorra, el rey los venció y dejó sujetos a él. Alfonso III el Magno se acreditó de varón guerrero y dotado de muchas prendas, reconociendo los cronistas sus campañas contra los moros, las alianzas con los francos y los pamploneses y la repoblación de importantes ciudades, así como la obra constructora de castillos, iglesias y monasterios. Entre sus magnates se cuenta a Odoarío, conde de Castilla y Berceo y a Diego Porcelos, fundador de Burgos por orden del rey. Las crónicas árabes refieren la ocupación de Oca, Nájera y La Rioja y su intento de ayuda en el cerco de Pamplona, quien resistió el ataque musulmán y no murió en él como erróneamente dicen aquellas. García de Cortazar y Ruiz de Aguirre plantea una hipótesis sobre la procedencia de los primeros repobladores cristianos que se instalaron con el abad Vitulo en el valle de Mena y fundaron las iglesias de Taranco, Burceña y de San Emeterio y San Celedonio, quienes bien pudieran ser labradores de la zona de Calahorra y que con los cristianos de Briones, Alesanco y Cenicero, traidos por Alfonso I se establecieron en un principio en tierras alavesas, vizcaínas y de la Montaña, matrimoniaron allí y más tarde produjeron una corriente migratoria, de norte a sur, hacia el valle de Mena, San Miguel de Pedroso e incluso San Millán de la Cogolla. Es muy significativo que existiera, como atestigua un documento_ del cartulario de San Millán, una abadía de monjas cerca de Belorado, la de San Miguel de Pedroso, hecho que da base para suponer que el valle del Tirón y la parte del Ebro de este sector, habían sido repoblados y se consideraban suficientemente seguros como para ser residencia de religiosas. La acción repobladora se intensificó con Alfonso II, a fines del siglo V111, al liberar las tierras hasta el Ebro y colonizar el mencionado valle de Mena y los de Soba, Losa, Tobalina y Petralata, origen de La Bardulia, y al instalarse los cristianos más al este, sobre Miranda y las Conchas de Haro, las defendieron fortificándolas con los castillos de Bilibio, Término, Lantarón y Buradón y las colonizaron, surgiendo así monasterios y aldeas en lo que vino a ser Miranda, Valpuesta y Armentia que contaron con infatigables abades, como Vitulo y Avito y los obispos Juan de Valliposita (Valpuesta) y Fredulfo. Los monasterios no sólo fueron casas de oración, sino que a su condición de centros espirituales y de cultura, unieron su actividad colonizadora con el asentamiento de la población, la roturación de los campos y su transformación en tierras de labor, huertas, viñedos, dehesas y prados. Ya en los comienzos del siglo IX, se implantó la presura en el valle del Ebro, desde Brañosera hasta Puentelarrá y pronto se extendió hasta las tierras de las Conchas de Haro y los valles del Bayas, de Cuartango y aledaños, interviniendo en la obra repobladora también los condes e infanzones, autorizados por los monarcas, entre ellos los magnates Nuño Núñez, Fernidandus, Gutina, Gundesindo, etc. Los monjes y los colonos, siervos y libres, fueron en su mayoría montañeses de Asturias y Santander, alaveses y riojanos. La colonización de los valles del Tirón y del Oja tuvo una índole especial por el asentamiento de monjes y colonos, algunos de habla euskara, alaveses y vizcainos que al ocupar el yermo estratégico y establecerse en las altas tierras de bosques y prados, dedicados al pastoreo se vieron en la perentoria necesidad de dar nombres a los lugares ocupados, montes y ríos y de ahí la toponimia euskara que aún existe y que se conservó como consecuencia del aislamiento en que vivían. No pocos de los monjes serían bilingues y utilizarían el euskara para entenderse con sus colonos euskos, así como emplearían el latín culto y vulgar, en los actos de la liturgia, en sus escritos y en sus conversaciones con otros monjes y con los colonos agrícolas. La topografía, el aislamiento en valles altos, espesos bosques y fuera de caminos frecuentados o de rutas militares, juntamente con su economía autárquica y la dificultad de relacionarse con quienes no entendieran su lenguaje, explican la pervivencia de éste. Los pobladores de la zona cultivada y agrícola siguieron la evolución general, en cuanto a la lengua y la cultura. Con Alfonso II y Ordoño I prosiguió la repoblación, se extendió a otros lugares y así se mencionan otros abades: Paulo y su sobrino Munio y Rodanio, los condes Fernando y Rodrigo; se fortificó Frías, se asentaron en la Bureba, pasaron el Ebro y se construyeron los monasterios de Tejada, en Valdivielso y de Obarenes, cerca de Término o Santa Gadea y alzáronse castillos que van desde Amaya e Hitero del Castillo hasta Oca. Con Alfonso III, desde el año 873 la colonización progresa, destruyó la fortaleza de Ibrillos en la frontera riojana, autorizó las repoblaciones de Diego Porcelos, ya mencionada y el asentamiento de cristianos en el Arlanzón, el Tirón y el Oroncillo. Proliferaron las colonias alavesas con el conde Vela Jiménez, quien se instaló en Cellorigo y favoreció la expansión desde el Gorbea a los valles del Bayas y el Zadorra y a los términos de Miranda, Orón y Montes Obarenes. A fines del siglo IX, se afincaron los cristianos en Cerezo de Río Tirón y en Grañón. Las poblaciones importantes de La Rioja Alta, incluida la zona alavesa y el actual Condado de Treviño, estaban en poder de los cordobeses y las tenían fuertemente guarnecidas, en condiciones de poder resistir los ataques de las tropas cristianas, sirviéndoles de bases militares y puntos de partida para sus razias y algaras, como sucedía con los castillos riojanos de Nájera, Viguera, Albelda y Arnedo, entre otros. Ya los sucesores de Nuño Núñez de Brañosera habían restablecido la fortaleza de Castrogeriz (Castro Sigerici), desde el año 880. Los cordobeses reaccionaron ante la actividad repobladora de los castellanos y Almondir, en el verano del año 882, lanzó sus tropas contra Muza de Zaragoza, aliados de Alfonso III, atravesó La Rioja y penetró en la Bardulia por su frontera oriental. Resistieron el ataque Vela Jiménez desde Cellorigo, Diego Porcelos se acogió al castillo de Pancorbo, pero Nuño Núñez tuvo que abandonar Castrogeriz y otro tanto debieron hacer los defensores de Burgos. Repitió Almondir la expedición de castigo al año siguiente; pero resistieron con éxito las guarniciones de Cellorigo, Pancorbo y Castrogeriz por lo que firmó un tratado con Alfonso III, respetando la tregua y reconociendo el dominio cristiano sobre la ruta militar que él venía utilizando, a través de Castilla, para combatir a los leoneses. Si bien el tratado detuvo la expansión cristiana, permitió asegurar las fortalezas y consolidar los repoblados. Se fundaron los monasterios de Cardeña y Saldaña, renacieron ciudades como Simancas, Zamora y Toro, en el baluarte oriental destacó la fortaleza de Grañón y en la línea del Arlanzón se construyeron torres, castillos y castros que aseguraron las tierras del interior, en las que aún quedaron valles desierto, aldeas arruinadas y campos yermos. La muerte de Alfonso III no detuvo la conquista y repoblación del Arlanza al Duero que sería obra de los reyes García, Ordoño II y Fruela II. Las relaciones entre el reino de León y el de Pamplona favorecieron la obra de la reconquista y la repoblación, fomentadas aquellas por la política matrimonial de Alfonso III, pues su hijo Ordoño II casó con Sancha, hija de Sancho Garcés de Pamplona; Alfonso IV lo hizo con Oneca y Ramiro II se desposó con Urraca, hijas ambas también de Sancho Garcés. Del primero de los matrimonios citados nació Ordoño IV el Malo y del segundo, Sancho el Craso. La disputa entre ellos por el reino de León 111 orientaron la política de los reyes de Nájera y de los condes de CastilIa, como veremos en el lugar oportuno. Los antecedentes de Reino de Nájera se remontan al primer tercio del siglo V111, cuando importantes familias cristianas hispanogodas del norte y del valle del Arga mantenían relaciones políticas y familiares con los Banu Qasi, renegados que mandaban en Borja, Tarazon y Tudela, en rebeldía o bajo la obediencia de los emires de Córdoba, según sus conveniencias. Cuando los pamploneses dieron muerte a Mutarrif, hijo de Muza ben Fortún, eligieron como jefe a uno de los suyos, llamado Velasco. Otro caudillo pamplonés, lñigo Arista, se enfrentó a Velasco y buscó la alianza con los Banu Qasi, casándose con la viuda de Muza ben Fortún y concertando el de su propia hija Assona con el hermano de Mutarrif. Con esta alianza se aseguró en Pamplona el inicio de un reino, al que los cronistas llaman de los reyes de las montañas, de los pamplonicas o de los pamploneses, el cual prevaleció sobre las presiones carolingias, la influencia astur-Ieonesa y las veleidades de los Banu Qasi, viniendo a ser, según expondremos más adelante, el antecedente del Reino de Nájera. Los moros dieron muerte en el valle de Aibar a García lñiguez y a éste le sucedió Fortunio, padre de Oneca o lñiga. Habían sido llevados en rehénes a Córdoba, donde Oneca casó con Abdalla y fue la madre de Muhammad, padre a su vez de Abd al-Rahman III. Liberado Fortún el Tuerto, retornó a Pamplona y ocupó el trono; pero tuvo dificultades con Muhammad Banu Qasi, quien se alió con los cordobeses, dio paso libre a los moros por La Rioja, apresó a su tío Ismael y a dos de sus primos, hijos de Fortún Ibn Muza, en la batalla de Calahorra y los encerró en el castillo de Viguera. Mandaba Muhammad en Tudela, Arnedo y Tarazona, fortificó los castillos de Nájera y Tudela; pero fue muerto a traición en el arrabal de Zaragoza y le sucedió su hijo Lubb. Los Banu Qasi ampliaron sus campañas al Pallars y Luesia y los pamploneses conquistaron San Esteban de Deyo (Monjardín) y ambas márgenes riojanas del Ebro, fortificaron Cárcar y Calahorra, mientras García el rey de León atacaba Arnedo (914). Aquéllos se apoderaron una vez más de Calahorra. Yunus, hermano de Lubb, se hizo fuerte en Valtierra y Caparroso; pero su otro hermano Yunus, le arrasó Arnedo, Alfaro y Falces. Sancho Garcés I (905-925) buscó la ayuda de Ordoño II de León (914-924), para avanzar Ebro arriba y ocupar La Rioja. Juntos atacaron sin éxito el castillo de Nájera; pero triunfaron en Calahorra, Arnedo y Viguera. Siguió combatiendo y tomando algunas fortalezas como Bilibio (antecedente de Haro), la zona de Nájera, Alfaro, Calahorra, Tudelas y además Tera, Agreda, Tarazona y diversas tierras hasta el Duero. Sancho Garcés I, al extender sus dominios por las tierras de La Rioja, con el fin de defender mejor lo conquistado y aliviar sus tareas de gobierno, lo repartió con su hijo el infante don García, colocándolo en Nájera, donde le puso corte, quedándose él con la suya de Pamplona. Así se expresa Carlos Clavería y, en términos análogos el riojano Casimiro Govantes en su Diccionario. A partir de esa decisión, ya se puede hablar del Reino de Nájera, siendo numerosos los testimonios documentales que lo apoyan. Sancho Garcés, antes del año 924 en el que Abd al-Rahman 111 destruyó Pamplona hasta sus cimientos, residió en Calahorra y en Nájera. Pero esta ciudad le ofrecía mayor seguridad, ya que la Ciudad de los Mártires era presa codiciada de los musulmanes, ocupada y perdida en 914, ganada por los musulmanes en el 920 y se mantuvo musulmana hasta el 1045, año en que la reconquisto definitivamente García Sánchez, el de Nájera. Las crónicas cristianas y las historias árabes han posibilitado la reconstrucción de este período de la Historia, que estaba lleno de conjeturas y suposiciones. Por ellas sabemos que durante los veinte años de su reinado no cesó de combatir contra los musulmanes, extendió sus dominios hasta el Gállego por el este y la raya con León en el oeste, mantuvo amistad con los tenentes de las fortalezas del bastión defensivo leonés y con la familia real leonesa, con la que concertó alianzas, selladas por medio de enlaces matrimoniales. Por estas razones y por hallarse enfermo, asoció Sancho Garcés a su primogénito, aunque de corta edad, en las tareas de gobierno y le dio las tierras conquistadas en La Rioja Alta con el título de Rey de Nájera, aunque esta ciudad y su fuerte castillo seguían en poder de los musulmanes. La alianza entre Sancho y Ordoño permitió la recuperación de Nájera y Viguera, en el año 923, y la repoblación de sus tierras, afianzando la vida cristiana en la región. Ordoño restauró el monasterio de Santa Columba y lo entregó al abad Sumnio y a los monjes que moraban con él. Sancho Abarca a su vez fundó el monasterio de San Martín de Albelda, conmemorando el triunfo alcanzado en Viguera. La ocupación de Viguera y la calidad de alguno de los prisioneros hechos, exasperó al califa Abd al-Rahman 111, quien lanzó una fuerte ofensiva contra el rey pamplonés, que ya no podía contar con la ayuda de Ordoño, su yerno, porque acababa de fallecer. Su acción fue rápida y decisiva, ocupó las plazas perdidas, que los cristianos se apresuraban a abandonar y llegó a Pamplona, que igualmente se hallaba desguarnecida. Un cronista árabe nos hace la siguiente referencia: Entró allí el príncipe en persona y después de haber recorrido la población dio orden de destruir todas las viviendas y una célebre iglesia que allí había servido a los infieles para sus prácticas religiosas, no quedó piedra sobre piedra (año 924). Siguió el emir su marcha victoriosa y entró en Calahorra, también desguarnecida, abasteció Valtierra y llegó a Tudela, donde permaneció algún tiempo y regresó a Córdoba. Como la expedición fue más una campaña de castigo que de conquista, pronto restableció Sancho Garcés sus antiguas fronteras y recuperó todos los castillos desde Nájera hasta Tudela. Destruida Pamplona y habiendo pasado a ser Nájera el centro de la política y de las actividades militares con el rey García Sánchez y su tutor Jimeno, Pamplona vino a ocupar un lugar secundario, aunque el prestigio de Sancho Garcés se extendía desde León hasta Ribagorza, pasando por los condados de Vizcaya, Alava, Castilla y Ribagorza. Los que recibieron con mayor entusiasmo a las huestes cristianas Iiberadoras fueron los muladies o hispano godos, convertidos al Islam, que no olvidaron nunca su primitiva condición, seguían hablando su lengua vernácula, enriquecida con arabismos que vendrían a enriquecer los dialectos romances. Los hijos de padre musulmán y madre cristiana tenían que seguir la ley, lengua y religión del padre; pero las madres siguieron añorando su antigua condición y fe que inculcaban a sus hijos. El gran mérito de Sancho Garcés fue el haber extendido sus dominios desde Sobrarbe hasta más allá de Nájera, tener bajo su autoridad a Aragón, poseer la región de Deyo (Monjardín-Estella) y La Rioja con los castillos de Arnedo, Calahorra, Viguera y Nájera, así como las dos márgenes del Ebro y su valle desde montaña a montaña. Aun cuando perdiera Arnedo y Calahorra, dejó a sus sucesores marcado el camino de la reconquista, contó con parte de Gascuña y en la ulterior colocó a su hijo García el Curvo; pero el mérito político de este monarca consistió en la creación de un reino, el de Nájera, y el hecho mismo de ser él señor y gobernador, promotor de la fe y defensor del pueblo mereciendo el calificativo de Emperador Optimo. El Reino de Nájera, que fundara para su hijo García Sánchez, nacía como un estado prestigioso y sólido, aliado y emparentado con condes y reyes. García Sánchez, rey de Nájera (918-970) El nuevo rey García Sánchez, durante su minoría, contó con la tutela de su tío Jimeno. Unió a su reino las tierras de Pamplona, a la muerte de su padre, pues en la donación que hizo el año 926 de las villas de Logroño y Asa al abad de San Millán Gomesano, dice imperar en el reino de Pamplona. Del año 927 hay cuatro cartas reales, concediendo mercedes diversas a San Millán: en la primera, da al abad Gomesano el monasterio de Santa Agueda en Nájera, yuso la peña, entre el río Najerilla y el arroyo Molinar que corría a los palacios del rey; por la segunda, dona la iglesia de San Julián en Agreda, y la de Santa Cruz en Tarazona; en la tercera, le otorga la iglesia de Santa María de Tera, cerca de Garray, y en la cuarta, el monasterio de la Santa Cruz en Ciórriz, junto a Pamplona, escrituras que acreditan la recuperación de las tierras de Tarazona, Agreda, Garray y Tera, perdidas en las campaña de Valdejunquera, victoriosa para Abd al-Rahman, en el año 921. Con su madre, doña Toda, hacia los años 30, entrega al monasterio de San Millán, lo que será la base de la riqueza y hasta el fundamento de su existencia. Padeció el monarca najerino una crisis de poder en los años 931 al 933, en los que su tío lñigo pretendió arrebatarle el trono, si bien la superó por la energía y habilidad de su madre, la reina Toda, que contó con la ayuda militar de Abd al-Rahman 111, su sobrino-nieto. García Sánchez, casado con Andrégoto Galíndez, es alabado en las crónicas cristianas por la liberalidad que usó con los monasterios de su reino. En el año 943 concedió al de San Millán con su esposa Teresa (tal vez nombre de la misma Andrégoto) Villar de Torre; en el 946, Cordovín, Barbarana y Barbaranilla (a orillas del Ebro); en 956, Logroño y Asa y patrocina la construcción de la enfermería de San Millán, antecedente probable del monasterio de Yuso, cuyo templo se consagraría el 984. García de Cortázar nos proporciona en su obra El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a X111) interesantes datos sobre su riqueza y por ella sabemos que, entre 931 y 970, el monasterio de San Millán poseía cinco ermitas, diez iglesias, el monasterio de Salcedo, siete villas, ocho eras de sal, una casa, nueve vaquerizas o corrales y cuarenta hombres (siervos adscritos o libres). En Nájera tenía el rey sus palacios y residía la Curia real. Pamplona -dice Lacarra- pasó a ocupar un lugar secundario por las destrucciones que padeció y por haber trasladado los reyes su residencia a Nájera y con ella la dirección política del reino. En la escritura de fundación de Albelda se manifiesta que García Sánchez mandaba en Nájera, en las tierras de La Rioja y en otras de la falda del Moncayo y la Crónica de Navarra hace "alusión a la extensión de sus dominios, por las tierras de Tarazona, Agreda, Garray y Tera, y a las del Ebro hacia sus fuentes (Rioja Alta y Alava), que se habían perdido en la jornada grande de Abd al-Rahman 111, en el año 924. El tomo de los Concilios de AIbelda escribe de este monarca; que ejecutó muchas veces estragos sobre los sarracenos, y las crónicas cristianas recuerdan su presencia en la victoria de Osma y en la celebérrima de Simancas, donde a las huestes de Ramiro II, además de los castellanos de Fernán González hay que agregar las de Añava, Nájera y Pamplona que mandaba su rey García Sánchez, y en las que iba su madre la reina Toda, armada de caballero con su pesada cota y su ligera espada, según la describen los anales de Saint Gall. El monarca najerino se distinguió por su valor en tales empresas y consiguió para sus huestes muchas riquezas en el botín. En Simancas cayó prisionero Abuyaya, virrey de Zaragoza, voluble aliado de Nájera o de León, quien en esta ocasión servía al califa. Durante 16 días, dicen los Anales Castellanos y la Crónica de Sampiro, fueron perseguidos y acosados los restos del ejército de cien mil hombres de Annásir, que tuvo más de treinta mil muertos en los campos de Simancas y muchos prisioneros. El califa pudo, no obstante, llegar a Mérida y Badajoz. La segunda batalla se dio en Alhandega, con éxito total del ejército cristiano. Se libró el 21 de agosto y los historiadores árabes, ocultando el desastre, la llamaron La jornada del foso. Estas victorias proporcionaron algún tiempo de paz y tranquilidad al monarca najerino y a los leoneses, lo que les permitió la reorganización del nuevo Reino de Nájera, la repoblación de una parte del valle del Duero y la creación del obispado de Simancas. En documentos de Leire se llama a la reina Andrégoto y en la donación del monte Abeito, Oneca o lñiga. Según el P. Moret, era una misma persona, Oneca de nombre, Teresa de sobrenombre y Andrégoto de patronímico, pues era hija del conde aragonés Andrégoto Galíndez; pero para otros autores, Andrégoto Galíndez y García Sánchez eran primos hermanos y este parentesco hace suponer que fuera la causa de la anulación del matrimonio y del repudio de la aragonesa, para casarse con Teresa, de la que tuvo a Ramiro, Urraca y Jimeno. El Reino de Viguera La reina doña Teresa,pretendió con la posible ayuda de castellanos y leoneses, que fuese su hijo Ramiro el que heredara el trono de Nájera, en vez de Sancho, hijo de la repudiada Andrégoto, lo que no logró; pero sí obtuvo que se concediera a su hijo la haereditas de Viguera. En varios documentos figura Ramiro como Rey de Vecaria, y su padre, en Nájera y Pamplona o reinando Sancho en Nájera y Pamplona y bajo su imperio, su hermano Ramiro en Vecharia et Leza. Don Ramiro fue herido en la batalla de Estercuel; pero siguió confirmando documentos como los de San Millán, entre su hermanastro y la reina Urraca. Debió morir entre el 981 y el 991 y fue enterrado en el monasterio de San Salvador de Leire. Tuvo Ramiro dos hijos, Sancho y García Ramírez, y ambos confirman con su padre las donaciones que éste hizo de Navardún al monasterio de Leire, en sufragio del alma de su hijo Ramiro (año 991). En cuanto a Sancho, parece murió después del 997, ya que firma en escrituras de García Sánchez el Temblón de los años 996 y 997. Su otro hermano, García Ramírez, estuvo casado con Toda, de la que tuvo dos hijas, Toda y Fronila y parece murió antes del 1050, porque su yerno Fortún Sánchez, señor de Nájera, y su esposa, doña Toda, concedieron en dicha fecha a San Millán de la Cogolla la mitad de una villa en Santovenian por el alma de García Ramírez. Al no tener hijos los esposos Toda-Fortún Sánchez, revertió el reino de Viguera al de Nájera, en tiempos de Sancho III o de Sancho el de Peñalén. El Castillo de Viguera, que se menciona en las crónicas medievales, con los nombres de Vecaria, Vekaria y Vecharia, ocupaba una posición estratégica en el valle del Iregua, por su emplazamiento y fácil defensa. Por él pasaba la antigua calzada romana que desde Vareia iba hasta Numancia y la utilizaban las huestes moras, juntamente con el camino que desde Osma, por Tarazona, conducía a Tudela, en ocasión de sus expediciones contra Calahorra y Pamplona. Es muy posible que la creación del Reino de Viguera para Ramiro, no tuvo efecto hasta la muerte de García Sánchez. Las relaciones de aquél con Sancho Garcés fueron siempre cordiales, le acompañó a los combates, asistió a la Curia y firmó documentos, reconociendo en alguno de ellos estar bajo su imperio. La opinión de Lacarra es que, al no haber descendencia masculina en la tercera generación, Sancho el Mayor obtuvo para sí el Reino de Viguera. El Reino de Nájera se vio libre de las algaras moras por el parentesco de García Sánchez con Abd alRahman y la habilidad política de la reina Toda. Sólo se les vio intervenir en contra del emir cordobés en la tentativa de rebelión de los de Calatayud, el año 936, que constituyó un rotundo fracaso y en la que hallaron la muerte los caballeros najerinos, alaveses y pamplonicas que colaboraron en la revuelta. El califa, en venganza, desde Calatayud saqueó La Rioja Baja y la Ribera, amenazó a Pamplona y obligó a la reina Toda a pedir la paz. Los efectos de las victorias de Simancas y Alandega se advirtieron en el reino de León, con el robustecimiento de la autoridad real en manos de Ramiro II frente a las aspiraciones del conde castellano Fernán González. Fernán González reunía, en el año 931, bajo su mandato, pero con la anuencia real: Castilla, Lara, Cerezo, Lantaron, Cellorigo, Amaya y Alava, si bien en su fuero interno mantenía sus pretensiones a la independencia, titulándose, en una escritura del año 935, Conde por /a gracia de Dios. La organización que Ramiro II dio a su reino, afectó a Castilla, donde suprimió la diversidad de circunscripciones y las agrupó bajo un 5010 poder o señorío que encomendó a su cuñado Fernán González, con la denominación de Condado de Castilla, cuyo centro y capital fue Burgos, si bien sometido a la autoridad real. Sandoval, el que fuera monje de Santa María la Real, cronista regio y obispo de Tuy, Pamplona, Valladolid y Zamora, al ocuparse del conde Fernán González y de sus luchas con García Sánchez, escribe que la causa fue que ambos pretendían La Rioja, como prueba el hecho de que en los mismos años haya escrituras en las que se llaman don García, rey de Nájera y el conde, señor de Nájera, y que el hecho de haber dos señores en la misma tierra, bastaba para explicar las rivalidades y pleitos entre ellos y que al final el rey, como más poderoso, se quedó con ellas y de este modo, de aquí en adelante le vemos reinar en esta tierra y tener en Nájera su casa y corte. Fernán González favoreció al monasterio de San Millán, tuvo a este santo gran devoción, propagó su culto por Castilla de la que fue Santo patrono y procuró ganarse el afecto del abad y de sus monjes a fin de atraerlos a sus planes políticos. Fernán González es uno de los héroes enaltecidos por la épica castellana y en torno suyo se han fraguado varias leyendas. Entre ellas la más novelesca es la que supone que Sancho Abarca peleó contra su yerno Fernán González y éste lo mató en el combate que tuvo lugar en los campos de Valpierre. Que el conde de Tolosa vino a vengar la muerte del rey; pero en la lucha con el conde también halló la muerte. Entonces doña Teresa, reina de León e hija del rey Sancho, engañó al conde, ilusionándole con la boda entre él y su sobrina Sancha, infanta de Pamplona e hija de García el Temblón. Concertadas las vistas en el lugar de Cirueña, a una legua de Santo Domingo, el rey acudió con gente armada y los sacó a la fuerza de la iglesia de San Andrés, en la que el conde se había refugiado, acogiéndose a sagrado, y lo encerró en el castillo de Castroviejo. La infanta Sancha, dolida de que por ella se viera en prisión, se ingenió para liberarlo y juntos escaparon y huyeron disfrazados. En un lugar boscoso y apartado toparon con un arcipreste que los reconoció y en pago de su silencio, quiso abusar de la infanta; pero el conde lo mató y en la mula del arcipreste siguieron su camino, hasta que se encontraron con un grupo de jinetes castellanos cerca de Nájera, quienes llevaban ostentosamente una estatua del conde y acudían a Iibertarle. Sandoval insiste en que son cuentos porque se mezclan personajes que vivieron en tiempos distintos. Por otra parte, las relaciones del Reino de Nájera con el condado de Castilla arrancan del siglo IX. La primera mención de Castilla, se haya en un documento del año 800 y hace referencia a la comarca que tenía como centro a Espinosa de los Monteros y se extendía hasta Villarcayo y Medina de Pomar. Eran los años de Hisham I. En el año 814 dice un documento, salieron de Mallacoria los foramontanos y vinieron a Castilla. Los monasterios desempeñaron un papel protagonista en la repoblación, según hemos dicho del abad Vitulo y del obispo Juan, quien instauró la diócesis de Valpuesta, que se fusionaría con la de Nájera en el siglo XI. Pérez de Urbel ratifica la opinión general de que los castellanos escogieron dos jueces: Nuño Rasura (el de Brañosera) y Laín Calvo. En los tiempos de Fruela I, entendían en los asuntos del gobierno, mientras los condes se ocupaban en los asuntos militares. Las colecciones documentales testifican la existencia de una comarca regida por el conde Rodrigo y que fue Ordoño I quien ordenó a éste la repoblación y defensa de Amaya. A pesar del desastre de la Morcuera siguió la repoblación en La Bureba y se fortificó la frontera desde Hitero del Castillo hasta Cerezo de Río Tirón, poseyendo entonces los cristianos Pancorbo, llave de Castilla. Diego Rodríguez Porcelos, hijo y heredero de Rodrigo, sucedió a éste hacia el 873, repobló Ubierna y Burgos y favoreció la fundación del monasterio de Cardeña, adelantando la frontera castellana hasta el Arlanza. Según la crónica najerense murió el año 885. En estos tiempos el reino de León había avanzado la frontera oriental, lindando con los moros que dominaban en La Rioja y el monarca leonés mandaba en los castillos de Cerezo de Río Tirón, Cellorigo y Bilibio que eran parte del baluarte oriental y le pertenecían Vizcaya y Alava. Los monarcas leoneses daban a sus gobernadores y tenentes los nombres de iudices, potestates o comites, las tierras se ocupaban por el régimen de presura, la población se diferenciaba en nobles, colonos y siervos, y para facilitar la repoblación los reyes concedían cartas pueblas y fueros; los yermos y valdíos, eran rotulados (squalido) y los pobladores nuevos eran mozárabes, gallegos, asturianos, cántabros, alaveses y riojanos. Las Villas eran poblados establecidos en zonas con agua y ocupaban colinas de fácil defensa; en las tierras de secano predominaban los vicos o aldeas. Los aldeanos disponían de una casa, huerto contiguo y tierras de sembradura propias, además de una participación en las comunales, llamadas compascua, fuera bosque, dehesa, río, pantano, etcétera. Cada vico disponía de una castillo o fortaleza en el que hallaban refugio en caso de peligro (castillo, castro o burgo). Los monasterios, que adquirirán fama extraordinaria en sus jurisdicciones de La Rioja, fueron centros culturales, focos de colonización, granjas agrícolas y ganaderas. Tenían escritorios, buenas bibliotecas, practicaban la catequesis, formaban sus clérigos y albergaban monjes arquitectos, canteros, escultores y pintores. El latín era la única lengua escrita y culta, pues el pueblo llano en las aldeas y zonas rurales, hablaba el latín vulgar que se convertiría en el sermo vulgaris o romance. Muertos los jueces castellanos, eligieron como jefe al conde Fernán González, hijo de don Gonzalo Núñez. La campaña de Fernán González hasta Medina del Campo, se paralizó por las noticias que recibiera de las razias moras por La Rioja y cerca del castillo de Bilibio, se enfrentaron ambas huestes, venciendo los cristianos, como en la campaña de Salamanca, cercada y tomada por el rey de León y sus condes, entre los que iba el castellano, regresando aquél a su capital y el conde a Burgos. Antes del año 912, había contraído matrimonio Fernán González con Sancha, infanta de Pamplona e hija de Sancho Garcés; viudo de ésta casó con Urraca. La idea del imperio La idea del Imperio, heredada de Roma y reverdecida por los visigodos, surgió con Alfonso II al proclamar el orden gótico, con su organización y sus valores como raíz de la monarquía asturiana. Así lo consigna el albeldense: el rey estableció todas las cosas, así en el orden civil como en el eclesiástico, según el orden gótico que había regido en Toledo. Al concepto Imperio se agregaron las notas de universal o católico, aplicadas al reino y éste se identificó con España. Si con Alfonso III la idea imperial aparecía imprecisa y vacilante, sus hijos la consolidaron, empleando los títulos de Emperador y Gran emperador. Frente a esta orientación política surgieron brotes de independencia, desde los tiempos de Fruela II (924-925) y Alfonso IV y una expresión patente fueron las rebeliones de Fernán González y Diego Muñoz, presos en León y Gordón, respectivamente. Por otra parte, las ideas políticas que bullían en el occidente europeo feudal arraigaron y tuvieron su expresión en el Reino de Nájera. Esta puede ser la explicación de los motivos de Fernán González para buscar la amistad del rey de Nájera, frente a la presión del leonés y la alianza con la reina Toda contra Annásir; para titularse señor de Nájera, halagar a la comunidad de San Millán de la Cogolla con donaciones y a García Sánchez, rey de Nájera, contrayendo matrimonio con su hermana Sancha, viuda de Ordoño II y de Alvaro Herramelliz. El propio Ramiro II alentó el orgullo del conde castellano al nombrarlo Conde de Castilla, de Cerezo, de Cellorigo, de Lantaron, Amaya y Alava cuando impuso la nueva organización centralista. Apoyaban las pretensiones del conde los demás nobles castellanos, quienes, como dice el Tudense: «Conosciendo los propios derechos del rey Ramiro, sojuzgáronsele, mas apropiaron para sí algunas condiciones, otorgándoselo el rey». Estas aspiraciones se vincularon en Fernán González, trascendieron a la masa popular y a la poesía épica, enalteciéndolo como gran señor y héroe de la independencia castellana, cuando la realidad fue bien diferente. Preso Fernán González envió Ramiro II a Castilla como señor, a su hijo Sancho, nieto de la reina Toda, acompañado de su ayo Assur Fernández, conde de Monzón y rival del conde preso. Volvió éste a la gracia del rey y le nombró Conde de Castilla (947) y la hija de éste Urraca, casó con Ordoño, hijo de Ramiro y de su primera esposa Adosinda. Un episodio singular motivó la intervención del Reino de Nájera en la crisis leonesa, pues al morir Ramiro II (951), subió al trono Ordoño II1, pero Sancho, su hermano de padre, se alzó contra él apoyado por su abuela Toda, la reina de Nájera y por Fernán González, aunque era suegro de Ordoño. El rey de Nájera y el conde de Castilla se dirigieron a León para arrebatar la corona a Ordoño y entregársela a Sancho; pero fracasaron, Ordoño los expulsó de sus tierras, repudió a Urraca y se casó con la gallega Elvira, de la que tendría al futuro Bermudo II. Cambió Fernán González de parecer, se pasó al lado de Ordoño, retornó a la corte su hija Urraca y alejaron de ella a Elvira (954). Dos años después subió al trono Sancho, al morir su hermano Ordoño, quien por su obesidad fue llamado El Craso, pues tenía que ser ayudado para caminar, se hallaba incapacitado para montar a caballo y era inexperto en el combate. Fracasó en su campaña del 957 contra los musulmanes y Fernán González, ahora al lado de los nobles gallegos, se alzó contra él, obligándole a dejar León y poniendo en su lugar a Ordoño IV el Malo, hijo de Alfonso IV y de Oneca, hija ésta de Sancho Garcés y de Toda Aznárez, hermana de García Sánchez, de Nájera; Ordoño era jorobado y de cualidades morales nada recomendables, lo que no fue óbice para que Fernán González le apoyara y diera por esposa a su hija Urraca, la viuda de Ordoño. El rey de Nájera intervino activamente en la política leonesa, asesorado por su madre, quien consiguió la ayuda de su sobrino Abd al-Rahman, y el califa le envió al médico judío Abu Yusuf Hasday. Este puso en tratamiento a Sancho y convenció a Toda y a García Sánchez para que fueran a Córdoba a sellar la amistad con un tratado. Merced a las buenas relaciones con Annásir, un ejército najerino y otro musulmán ocuparon León, pusieron en el trono a Sancho el Craso y el rey de Nájera venció y apresó en Cirueña a Fernán González, lo encerró en Pamplona y después en el castillo de Tobía. Ordoño IV, abandonado de todos, halló refugio en Córdoba y murió poco después. Abd alRahman falleció el 16 de octubre del año 961 y le sucedió al Hakam II, quien reclamó la entrega de diez plazas fronterizas, como se había acordado en el pacto firmado con Sancho, y que el rey de Nájera le entregara a su prisionero el conde castellano; pero Ordoño y García Sánchez se negaron a complacerle. García Sánchez liberó al prisionero y le dio por esposa a su hija Urraca y, el heredero del rey de Nájera, Sancho Garcés, contrajo matrimonio con la viuda de Ordoño IV, la mencionada Urraca, hija del conde Fernán González. Una vez curado Sancho de su obesidad y colocado en el trono de León, reforzó su poder con la alianza del conde de Castilla, la del rey de Nájera y la de los condes de Barcelona, Borrell y Mirón. Exasperado el califa lanzó sus tropas contra ellos. García Sánchez y Sancho el Craso fueron batidos por el Tochibí Yahya ibn Muhammad. Los generales Galib y Said se apoderaron de Calahorra, la fortificaron y guarnecieron para garantizar su defensa. Por su parte, el visir de Huesca asoló la frontera, ganó cuantioso botín e hizo numerosos prisioneros entre los cristianos. Nuevamente el rey de Nájera buscó la paz, a cuyo fin envió una embajada a Córdoba, donde la consiguió «no obstante, dice un cronista árabe, el retraso y mala fe que este monarca había demostrado últimamente.» Muerto Sancho el Craso (966) le sucedió Ramiro II1, entonces de cinco años de edad, bajo la tutela de su tía Elvira (monja en San Salvador de León), quien reinaría hasta el año 985, con el apoyo de caballeros y magnates de Nájera, domiciliados en León. El 22 de febrero del año 970 murió el rey de Nájera García Sánchez y algunos meses después falleció el conde Fernán González, elevado por la epopeya y la leyenda a la categoría de héroe de Castilla. Sancho Garcés, Abarca II (970-994) Sucedió en el trono a García Sánchez, el primer rey de Nájera, su hijo Sancho Garcés, también llamado Abarca, quien por estar casado con Urraca Fernández se hallaba unido por lazos familiares a Ramiro II1 de León (966-985) y al Conde de Castilla; pero como el monarca leonés era niño y se hallaba, conforme hemos dicho, bajo la tutela de su tía la monja Elvira, tomó sobre sí la responsabilidad de sostener la monarquía leonesa. En los primeros años de su reinado, hubo paz con los musulmanes, si bien el califa AI-Hakam 11 era el árbitro de los reinos cristianos, que enviaban embajadas a Córdoba en señal de amistad y reconocimiento. EI 12 de agosto del 971 recibió el califa al abad de Santa María, Bassal, y al juez de Nájera, Velasco, acompañados de nutrido séquito y el 30 de setiembre del mismo año, al conde Jimeno, hermano de Sancho Garcés, con el cónsul y representante que tenía en Córdoba. Las embajadas garantizaron la continuidad de la tregua y el califa dedicó la paz a reorganizar su reino, crear bibliotecas y fomentar la enseñanza y la cultura entre sus súbditos. Otro tanto efectuó el rey de Nájera tal como reconocen las crónicas cristianas. A él y a su esposa Urraca debió la Iglesia una preciosa cruz de oro y piedras, relicario del protomártir San Esteban y una inscripción de hilo de oro, en realce, que decía, en latín: ((Yo, Don Sancho, rey en uno con mi mujer la reina Doña Urraca la mandamos labrar». Esta cruz la donó el rey don García el de Nájera, años después, al monasterio de Santa María la Real y un rubí de su pie regaló Alfonso VII al rey de Francia Luis VII, hacia el año 1154 y éste lo mandó engarzar en la corona de espinas de la imagen de Cristo del monasterio de San Dionisio de París. Pedro I el Cruel se adueñó del resto del pie y del magnífico frontal de oro macizo, obra de Almaino, para poder pagar las soldadas a los caballeros del ejército del Príncipe Negro que intervinieron en la batalla de Nájera de 1367. El hermoso rubí que sirve de remate a la corona real inglesa, procede de la valiosa cruz. Los monarcas najerinos hicieron valiosas donaciones a San Millán, tal como expresan los privilegios del 971 y 972, le distinguieron con su favor, residieron en él y acudieron a solemnes ceremonias religiosas o conmemorativas. De su tiempo son los afamados códices Vigiliano y Emilianense. El año 970, en que murió el conde Fernán González, señala el comienzo de un período de tregua con AI-Hakam; pero Garci Fernández, el nuevo conde de Castilla, instigó a leoneses y najerinos para reanudar la guerra y, aprovechando la ausencia del general Galib, que se hallaba en Ceuta atacaron el castillo de Deza (al NE. de Medinaceli) y asolaron el país de la Frontera Media (2 Sep. 974). Al año siguiente sitiaron los cristianos el castillo de Gormaz; Galib pudo acudir en su defensa y Ramiro II1 y su tía Elvira reforzaron las huestes castellanas y najerinas. La lucha fue dura Galib rompió el cerco y los cristianos tuvieron que retirarse. El walí de Zaragoza, al regresar de Gormaz, se enfrentó al rey de Viguera, Ramiro Garcés, hermano del rey de Nájera. Desde Sos le cortó la retirada con 500 caballeros y mandó a 200 de ellos a correr las Bárdenas hacia Tudela; pero los cristianos en Estercuel, cayeron en una emboscada, perecieron una treintena de ellos y resultó herido Don Ramiro. Mohamed Ben-Abi-Amir, Almanzor, azote de los cristianos En Córdoba en el palacio califal, sucedieron acontecimientos que tendrían trágica resonancia en los reinos cristianos. El califa AIHakam II, por decisión de la sultana Aurora (Subb para los árabes y oriunda de Nájera) encumbró a Mohamed Ben-Abi-Amir, su amante, quien de intendente de los bienes del príncipe heredero, pasó a administrar los de la sultana y los de Hixem, a ser yerno del generalísimo Galib, primer ministro de Hixem y se convirtió en azote y terror de los cristianos. El príncipe Abd al-Rahman era hijo de la sultana Subb, la vascona; para Dozy, Aurora y murió siendo niño. Los cronistas árabes le dan el título de Gran Princesa, obró contra los de su raza e incluso contra los de su propia familia, tratando a alguno de ellos personalmente con crueldad. Movida de su orgullo, instigó las acciones del ejército contra los cristianos y favoreció el encumbramiento del Amirita. Fue madre de Hisham o Hixem II. AI-Hakám designó como heredero a Hixem II (5 Feb. 976) y falleció el 1.° de Octubre del mismo año. Hixem reinó, pero no gobernó (976 a 1008 y 1009 a 1012) pues el califato fue regido por Beni-Abi-Amir, apoyado por el ejército que organizó a base de africanos y cristianos que le obedecían ciegamente. Desde el año 979, existía honda enemistad entre el Amirita y su suegro Galib. Este se procuró la amistad y el apoyo de castellanos y najerinos, mas tuvo la mala fortuna de que en un encuentro, dado en San Vicente, cerca de Atienza, cayó del caballo, se golpeó la cabeza con el arzón de la silla y se mató. En este mismo año de 981, Sancho Garcés el rey de Nájera y el conde Garci Fernández, se enfrentaron con Almanzor en Tarancueña (entre Atienza y Osma). El 982, el Amirí lanzó la expedición de las Tres naciones que devastó León, Castilla y parte del reino de Nájera. Después se incorporó Ramiro II1 a las huestes cristianas con las del conde Garci Fernández y combatió en Rueda contra los musulmanes (983). Tras esta acción Simancas se perdió y la mayor parte de sus defensores fueron degollados. Continuó el ejército árabe su marcha hacia León y no la lograron tomar porque una tormenta de nieve y granizo les hizo desistir del ataque. Fue entonces cuando adoptó el sobrenombre de Almansur bilá, el victorioso con la ayuda de Dios, Almanzor para los cristianos, a la vez que exigía que se le tributaran honores propios del califa. Habíase casado con Aba, una hija de Sancho Abarca, rey de Nájera de la que tuvo a Abd al-Rahman, al que apodaron por el nombre de su abuelo Sanchuelo. También su general Abdalá tomó y saqueó Zamora y aunque no se rindió la ciudadela, recorrió la comarca arrasándola. Había muerto el rey Sancho de León, envenenado con una manzana y le sucedió su hijo Ramiro (966), quien hubo de enfrentarse a parte de los nobles sublevados y a los normandos. Estos devastaron Galicia durante tres años. Murió el 26 Jun. 984 y su madre no consiguió de Almanzor la ayuda que de él esperaba para mantenerle en el trono; pero sí Bermudo (985-999) que convirtió a León en tributaria de Córdoba. Almanzor venció al conde Borrell (985), tomó al asalto a Barcelona (6 Jun.), la saqueó e incendió, pasó a cuchillo a los moradores que no redujo a la esclavitud y regresó a Córdoba. En este mismo año eliminó a los descontentos y a cuantos le hacían sombra por lo que era odiado y muchos se mofaban de él, por su desmedido orgullo y le insultaban, lIamándole en privado: jorobado, mono rojo y zorro. Como Bermudo II echara del reino a los guerreros moros que le habían asegurado en él, Almanzor le declaró la guerra. El 987, se apoderó de Coimbra y la arrasó, al año siguiente, pasó el Duero, destruyó cuanto hallaba a su paso; pero Bermudo se encerró en Zamora. El Amirí siguió adelante contra León, ocupola a pesar de que resistió, muriendo en la lucha el conde gallego Gonzalvo González, su defensor. La ciudad quedó arrasada. En la vuelta a Córdoba incendiaron los monasterios de San Pedro de Eslonza y Sahagún, tomaron Zamora, de la que escapó sigilosamente Bermudo, refugiándose en la costa. Los condes leoneses se sometieron a Almanzor. Una vez en Córdoba, hizo frente a una seria conjura contra él: destituyó a Piedra Seca y lo confinó en su palacio, acusó al Tochibí de malversación y lo destituyó del mando de la Frontera Superior (989). En cuanto a su hijo Abdalá, refugiado en Castilla, fue entregado por el conde Garci Fernández como precio de la paz y el jefe de la escolta mora, Sad, que lo llevaba prisionero, lo mandó decapitar (9 Sep. 990). El Tochibí había sido ajusticiado, y sólo Piedra Seca escapó de la venganza de Almanzor, buscando el amparo del rey Bermudo. Los cristianos enviaron embajadas a Córdoba y entre éstas mencionan los cronistas la de Sancho Garcés, en el año 992, con el fin de conocer a su nieto y ratificar las paces. Fue recibido el monarca najerino con todos Ios honores; pero también con alardes militares y normas de etiqueta palaciega que constituían verdaderos actos de intimidación, aunque al regresar a su reino recibió obsequios muy valiosos. Al año siguiente, repitió la visita el príncipe Gonzalo, hijo de Sancho Garcés, a fin de garantizar las treguas firmadas con el rey su padre. El conde Garci Fernández, en una acción de revancha, resultó herido y quedó prisionero, muriendo cinco días después (995). En el otoño de esta mismo año, su objetivo militar fue Astorga, sede de Bermudo, quien se rindió, pagó tributo y entregó a Piedra Seca. Este permaneció en prisión hasta la muerte de Almanzor, quien engreido con sus victorias, agregó más títulos a los que ostentaba, como el de Monayad, igual que el califa; el de Seyid (Señor) y el de Melic carim o noble rey. La campaña del año 997 fue contra la ciudad de Santiago, en la que sus huestes sólo respetaron el templo y el sepulcro del apóstol, aunque arrasaron la región hasta las cercanías de La Coruña. Regresó triunfalmente a Córdoba con inmenso botín y gran número de prisioneros que transportaban a hombros las puertas de la ciudad y las campanas del templo, las cuales colgaron en la mezquita para que sirvieran como lámparas. La campaña del 98 la dirigió contra Ziri de Mauritania y los cristianos de la Península vivieron tranquilos hasta la primavera del año 1002, en la que dirigió sus tropas contra CastilIa y Nájera, remontó el río Pedroso, llegó hasta Canales, siguió el Najerilla, alcanzó el río Cárdenas y destruyó incendiándolo, el monasterio de San Millán de la Cogolla, AI-dayr, la gran casa. Desistió de atacar la capital del reino, tal vez porque se sintió enfermo y hubo de ser llevado en una litera, bordeó la Sierra de la Demanda por caminos no frecuentados y después de trece días penosos llegó a Medinaceli. Algunos cronistas dicen que fue atacado su ejército por las tropas aliadas de Bermudo de León, García de Nájera y el conde Garci Fernández, aunque niegan la afirmación de Lucas de Tuy, Dozy y los cronistas árabes. Según el primero fue derrotado, agravase su mal y murió el 10 de agosto 1002. Enterrado, al día siguiente, en Medinaceli, grabaron en su tumba el siguiente epitafio: Las huellas que ha dejado sobre la tierra te enseñarán su historia como si la vieras con tus propios ojos. !Por Alá, que jamás los tiempos traerán otro semejante a él, ni que como él defienda nuestras fronterasj. El cronista cristiano autor del Cronicón Burguense, reflejó el odio y el terror que sus campañas producían, con estas palabras: En el año 1002 murió Almanzor; fue sepultado en el infierno. En canciones y romances se repitió el episodio de su muerte y aún perdura en el dicho popular: En Catalañazor, Almanzor perdió el tambor. Los sucesores de Almanzor, los amiries, no pudieron gobernar con la autoridad de su padre, ni mantenerse en el poder, salvo Al Malik que lo conservó hasta su muerte en el año 1008. Le sucedió su hermano Abd al-Rahman, el llamado Sanchuelo, quien abandonado de sus soldados, murió decapitado y su cadaver fue expuesto, clavado en una cruz, en una de las puertas del palacio de Córdoba (1009). La segunda época de Hixem II (1010-1012) fue regida por jefes eslavos, con la oposición de los berberiscos. El hammudita Alí entró victorioso en Córdoba y le aclamaron como califa; pero lo asesinaron (1018). Al Kasim ,el nuevo califa, hubo de enfrentarse a Abd al-Rahman IV y al berberisco Yahya. Los visires cordobeses optaron por Abd al-Rahman; pero sus oponentes impusieron al omeya Muhammad y le proclamaron califa (1024), murió envenenado y Yahya, el hammudita aceptó el título de califa (1025); pero los cordobeses se amotinaron contra él y nombraron a Hixem 111 (1027), con quien el califato fue abolido (1031), fraccionándose el Andalus en pequeños estados llamados Reinos de Taifas. García Sánchez el Trémulo. (995-1000) García Sánchez heredó el trono de su padre Sancho Garcés Abarca, quien sólo dejó dos hijos: García su sucesor y Gonzalo, a quien parece dejó el gobierno de Aragón, juntamente con su madre Urraca. Se le llamó el Trémulo, el Temblón, o el Tembloroso por su actitud antes del combate, si bien desaparecía al entrar en la lucha. Sus biógrafos lo califican de liberal, espléndido y generoso, de ánimo esforzado y muy constante. El monarca najerino, aliado con el rey de León, Bermudo y con el conde de Castilla, Sancho se enfrentó con las huestes de Almanzor; pero en el año 996 se vio obligado a enviar embajadores a Córdoba, en señal de amistad y para pedir la paz. Esta la selló, al año siguiente, el juez Muhamma ibn Amir al-Bakri, reclamando del monarca najerino que ratificara con juramento los pactos y liberara a los cautivos musulmanes. El año 994, se había finalizado el tomo de los Concilios de San Millán, semejante al de Albelda. La primera donación de su reinado es la que hizo con la reina doña Jimena a San Juan de la Peña, para el sustento y vestido de los monjes, según consta en una escritura de la era 1033. Como Almanzor tenía movilizadas las huestes de sus dominios en la frontera superior y en las tierras de Sobrarbe hasta el Pirineo, le resultó imposible al rey García socorrer a su yerno Bermudo. Este se hallaba enfermo de gota, se retiró a Oviedo y encomendó la defensa de la ciudad al conde gallego Guillén González, con el resultado ya conocido. Suegro y yerno imploraron la protección de sus santos de mayor devoción, mediante donaciones en Oviedo y en la Cogolla. El Amirita empleó el verano del 996 en recorrer el reino de León, robó los templos, saqueó las cosechas y desde el Duero hasta Asturias no quedó lugar que no arruinase o sometiese a servidumbre. Con rico botín regresó en triunfo a Córdoba. La campaña del año 997 le empleó Almanzor en tierras de Portugal. Pronto se rompió la tregua entre Nájera y Córdoba, García Sánchez estuvo en San Millán e hizo donación al monasterio de las aguas del Yalde, a fin de que pudieran regar, durante la noche de los martes y todo el día del miércoles, las viñas y heredades que los monjes tenían en aquel valle, cerca de Nájera. Rotos los pactos, en la primavera del 998, emprendió Almanzor una expedición contra Pamplona, en cuya ciudad entró e impuso además la sumisión al rey García Sánchez, según cuenta el poeta Ibn Darray, quien también refiere la cruel represión que realizó con los cautivos cristianos del reino de Nájera que se hallaban en las mazmorras de Córdoba, ordenando ejecutar a cincuenta de ellos y en cuya matanza intervino personalmente Sanchue/o, ejecutando a un magnate, al parecer de la familia de su madre Abba, hija de Sancho Garcés II. Los walíes de Zaragoza y Huesca presionaban con sus huestes en la frontera oriental del reino de Nájera, obligando a los cristianos a mantener en ella tropas de seguridad, lo que reducía el poder combativo de la alianza de León, Nájera y Castilla, que a su vez fomentaba los pleitos internos de Córdoba contra Almanzor. Para contrarrestar la acción de los aliados, emprendió Almanzor en el año 1000 la expedición, conocida con el nombre de arrancada de Cervera, en la que los ejércitos del rey de Nájera García Sánchez y del conde castellano, Sancho García llevaban la mejor parte, cuando una hábil estratagema le dio la victoria a Almanzor y le permitió ocupar Burgos. Las huestes najerinas se retiraron desordenadamente de Cervera, después de una lucha sangrienta, en la que hubo grandes pérdidas por ambas partes, pues Almanzor perdió unos setecientos hombres, siguió camino hasta Zaragoza, arrasando los campos a su paso, tomó al asalto un castillo fronterizo en tierras de Pamplona y regresó a Córdoba. Según el profesor Lacarra, la batalla de Cervera tuvo lugar el lunes 29 julio y la toma del castillo fue el 4 setiembre. Pero aún tuvieron que padecer los cristianos otras expediciones musulmanas por La Rioja Baja, Pamplona y Cataluña. García Sánchez fue derrotado por el Tochibí Yahya de Zaragoza y perdió Calahorra, hubo de aceptar la paz y las relaciones entre León y su condado de Castilla se hicieron tensas y difíciles. Durante más de veinte años la guerra santa (Chihad) descargó golpes terribles contra campos, aldeas y ciudades cristianas, siendo la última la ya descrita del año 1002 contra San Millán de la Cogolla. La historiografía moderna data la muerte del caudillo musulmán en el año 1002, fecha en la que todavía debía reinar García Sánchez, si bien algunos autores suponen que el reino de Nájera pasaba por la minoría de Sancho III, regida por su madre doña Jimena y que García Sánchez murió en el año 1000. Había casado García Sánchez con Jimena Fernández de León y de ella tuvo a Sancho el Mayor, su heredero y a Urraca, esposa que fue de Alfonso V de León. Los obispos Pelayo de Oviedo y Lucas de Tuy escribieron que los reyes García Sánchez de Nájera y Bermudo de León murieron a fines del año 999. En el mundo occidental se produjo una enorme convulsión por la errónea interpretación del Libro de la Apocalipsis sobre el fin del mundo en el año 1000. Los efectos fueron catastróficos: atenuaron las actividades políticas y las decisiones para el futuro, se impusieron la superstición y el desprecio a los bienes terrenales, se fomentó la piedad y la penitencia, cuando no se dejaron llevar por la desesperación y las secuelas de aquella histeria colectiva. Esta anómala situación general pudo ser la causa de que carezcamos de documentos, memorias y noticias del ocaso del siglo x y comienzos del XI. Sancho III el Mayor, Rey de Nájera Sancho III el Mayor debió nacer en el año 990 y mientras algunos historiadores señalan el año 1000 como el del comienzo de su reinado, el P. Moret manifiesta que sólo los últimos días del año 999 le cuentan y que es natural que éstos transcurrieran en lutos y exequias y tal vez por estos motivos, otros escritores dicen empezó a reinar el año 1000, no faltando quienes, ante la carencia de documentos retrasan la fecha hasta el1 004 ó el1 005. Para Fray Justo, el primer diploma de Sancho III, digno de crédito, es del año 1005, en el cual hace una donación al monasterio de la Fuenfrida. De este documento se deduce que, en dicha fecha era sin duda rey de Nájera, si bien por otro, dado en Ribagorza sabemos que Sancho sucedió a su padre bajo la tutela de su abuela Urraca y el consejo del obispo de Pamplona, quien debía ocupar un puesto importante en la curia najerense, residiendo largas temporadas en la ciudad del Najerilla, si no permanentemente, por la poca seguridad que ofrecía Pamplona ante los reiterados ataques a ésta por las tropas agarenas, pues en situación análoga estuvo el obispo de Calahorra hasta la reconquista definitiva de la ciudad. Ya en el año 1000, escribe el autor de la Crónica de Navarra, se trató "de las bodas de Sancho con doña Elvira, Munia o doña Mayor, pues con estos nombres es conocida la esposa de Sancho III. Era nieta del conde de Castilla Garci Fernández, como hija de su primogénito Sancho. La reina madre doña Jimena, debió sustituir pronto a su suegra Urraca en el papel de tutora y consejera del rey niño y desempeñó su cargo con habilidad y tesón. En descendientes de Bermudo Fernández parece se fundó la influencia de Sancho el Mayor en Alava y en León. También su hermana Urraca, al establecerse en la capital leonesa, como esposa de Alfonso V, contó con el apoyo de sus parientes, los descendientes de Vela Bermúdez. Según Yepes, doña Jimena fue enterrada en San Millán de la Cogolla, puesto que así lo afirma una lápida a la puerta de la iglesia, en la que se leen los epitafios de tres reinas: Tota, Elvira (doña Munia) y Jimena. La regencia de los reinos cristianos se hallaba entonces en manos femeninas: Alfonso V de León, bajo la tutela de la reina Elvira; el infante García, en la de la abadesa Urraca de Cobarrubias; Garsindis pretendía gobernar en nombre de su hijo Berenguer en Barcelona y en Nájera niño todavía Sancho, aunque tenía a "Su madre doña Jimena, se impuso aunque no fuera por mucho tiempo, la abuela Urraca. Honda inquietud debieron sentir en los monasterios los abades y monjes, como los pueblos, aldeas y villas y ciudades ante las acciones asoladoras de los ejércitos musulmanes que no cesaron con la muerte del Victorioso por Alá, pues continuaron con el hijo de éste Abd el Melik hasta el año 1008 en que falleció, al regreso de una de sus campañas. Sancho, conde de Castilla, obtuvo con presiones y amenazas que los musulmanes le devolvieran todas las plazas que Almanzor le había arrebatado, por lo que el rey de Nájera siguió su ejemplo y se le concedió lo que pedía. Por esta concesión pudo reestablecer su frontera hasta las estribaciones del Moncayo, conforme se había concertado hacía cerca de un siglo la línea de separación entre el reino y el condado, fijándose la posición de los mojones. Esta delimitación fronteriza debió ser realizada a raíz de la excarcelación del conde Fernán González de su prisión de Castroviejo o de Tobía, allá por el año 961, pues si bien el conde castellano abrigó pretensiones al valle del Cárdenas e incluso se llegó a titular conde de Nájera, hubo al fin de renunciar a sus aspiraciones. Las disensiones internas en el Andalus auguraban la descomposición del Califato, acelerada por la intervención de tropas cristianas en apoyo de una y otra bandería. Así, mientras el conde de Castilla apoyaba con sus huestes al aspirante Suleimán en Córdoba, Sancho Garcés llevaba sus tropas victoriosas hasta las fuentes dellsuela y la región de Sobrarbe, llegando a los confines de Ribagorza, ayudando a la rebelión de algunos señores que se apoyaban en la ayuda del monarca najerino, como sucedió con García Aznárez que se había alzado en el castillo de Boil y lo entregó a don Sancho. En noviembre del año 1013, le nació al conde Sancho de Castilla su hijo García. Del 1014 es una carta de donación a San Salvador de Leire de varias iglesias y de este mismo año las donaciones a San Millán de la Cogolla de la villa de Colia, entre Tobía y Matute y el monasterio de San Pedro, en el lugar de Villanueva. El año 1015 está señalado por el éxito de las armas de Sancho III de Nájera, en la zona de Sobrarbe Pallars y en el valle del Ebro, en las faldas del Moncayo y en el Alto Duero, recobrando, según parece, tierras perdidas en las campañas de Almanzor. A partir del 1016, la preocupación principal del rey de Nájera sería la Frontera Superior y la región de Sobrarbe, Ribagorza y PalIars. En una escritura de confirmación de privilegios anteriores, ratifica la posesión de la villa de Ventosa, que habían donado a San Millán sus padres. En otra, le da San Cristóbal de Tobía, confirmando el rey, su mujer Munia y por primera vez Garsea, con título de regulus; siguen Ramiro el Bastardo y otro Ramiro fratereius (Este Ramiro pudo ser otro hijo que murió prematuramente). Numerosas escrituras atestiguan las atenciones que prodigó a San Millán, bien para que los rebaños del monasterio pudiesen pastar en todo su reino, con exclusión de las dehesas y tierras de labor, bien reconociendo privilegios que le habían concedido monarcas anteriores. Por los documentos del archivo de San Millán, sabemos que en 1016, por una concordia et convenentia se reconocieron y fijaron los mojones de la frontera con Castilla, interviniendo Nuño Alvaro por parte de Castilla y Fortún Oggeriz u Ojoiz por el reino de Nájera. La línea iba desde lo más alto de la Sierra de la Cogolla al río Valvanera y a Granneto y desde Collado Moneo. Biciercas y Peñanegra al nacimiento del río Razón. Después seguía por medio del valle de Gazala hasta el río Tera, donde estaba Garray, ciudad antigua desierta y finalizaba en el río Duero. Peñanegra se sitúa cerca de Montenegro; Gazala, a media legua de Soria llegaba el Duero y siguiendo este río arriba, hasta la confluencia del Tera, junto a Garray. De los años 1016 al 1019, sólo traen las memorias repetidas noticias de las luchas intestinas entre las banderías musulmanas y en el año 1020, don Sancho hizo algunas donaciones al monasterio de San Millán, aprovechando su estancia en él. Murió don Sancho de Castilla el año 1021 y dejó como tutor de su sucesor García, que sólo tenía ocho años de edad, a Sancho el Mayor. Organizó el rey Sancho su curia y estableció en la frontera con CastiIla una red de fortalezas que encomendó a tenientes leales. Entre ellas: Nájera, mandada por lñigo Sánchez; Viguera, encomendada a Fortún Ochoiz; Arnedo, baluarte poderoso; Funes, sobre el Arga; Onsella cerca del Aragón; Arlás, Azagra (frente a Calahorra), Caparroso, Peralta y Tafalla. Buen número de ellas venían a formar la frontera defensiva dela zona oriental del reino contra los posibles ataques de los reyezuelos moros de Calahorra, Tudela, Zaragoza y Huesca. El baluarte occidental lo constituían los castillos de Bilibio, Araquil, Pancorbo, Término, y Lantarón. En el sector norte se encontraban: Marañón, Punicastro, Estella o Deyo, Monjardín y Lerín. Asa, Nájera y Viguera eran las llaves de la región que de antiguo se llamó Cantabria, aunque en esta época ese nombre se daba a la zona de Viguera, también llamada Meltría. En una línea más septentrional, las principales plazas de seguridad eran: Erro, Huarte, Unciti y Leguín, completando el sistema defensivo: Usún, Navascués y Sangüesa. Con la expansión del reino se construyeron y fortificaron otros castillos: en el Alto Aragón, Uncastillo, Murillo-Aguero, Loarre, Nocito, Buil y Murillo de Monclús, y más al oriente: Ruesta, Sos, Cacabelo, Atarés, Sobrarbe y Boltaña, que apoyaban su defensa, no pocas veces, en la áspera topografía de sus sierras y montañas. Poco tiempo después de la muerte de su suegro, Sancho de Castilla, el rey de Nájera guerreaba contra su sobrino Alfonso de León, hijo de Elvira, la hermana de don Sancho; pero al año siguiente, de 1022, se ajustó la paz, quedándose el monarca najerino con las plazas de Astorga y León que había conquistado. En el otoño se encontraba en Leire, donde estaban reunidas las Cortes y en el año 1023 se celebró un concilio o sínodo en Pamplona, donde se acordó que la elección del prelado de dicha diócesis recayese siempre en un monje de San Salvador de Leire. Aún vivía doña Jimena, la reina madre, y a doña Munia ya la llamaban Mayora o Mayor. Por un privilegio real y otro pontificio sabemos que entonces Sancho III reinaba en Nájera, Pamplona, Castilla y Gascuña. El rey Sancho encomendó la restauración de la iglesia de Pamplona al obispo homónimo del rey, que falleció el 26 de marzo del año 1024, sucediéndole el abad de San Salvador de Leire, don Sancho el Menor. Por las colecciones diplomáticas sabemos que existían las diócesis de A/ava, cuyo prelado Munio era de edad avanzada y el monarca designó como obispo auxiliar al monje García; la de Va/puesta, incorporada a la de Nájera, aunque todavía se menciona al obispo Atón, tiene en ella jurisdicción García, obispo auxiliar en la de Nájera, puesto que don Sancho desempeñaba interinamente la diócesis de Pamp/ona. A este García le titulan los notarios como obispo de Alava y de Vizcaya; pero desde 1055 su sucesor es Vigiliano. En cuanto al obispo de Nájera, Gómez, le asignan las diócesis de Calahorra y de Castilla Vétula. En los comienzos del reinado de Sancho el Mayor había en Nájera dos obispos: García, que compartía la diócesis con el anciano Belasio y Benedicto, éste como auxiliar con derecho de sucesión, tal como sucedió en 1020; pero debió ser por poco tiempo, pues en 1024 ya consta como obispo Froila en Najera y se le titula en los documentos obispo najerensis. Hubo un prelado de Pamplona, de nombre Sancho, que rigió la diócesis hasta 1045, en que regresó a Cluny. Otro Sancho fue obispo de Nájera y amplió la diócesis incorporando a ella, por mandato del rey García, las iglesias de la Bureba y de Oca. Esta supeditación al prelado de Nájera y al monasterio de San Millán pasará a Santa María la Real de Nájera, una vez consagrado el templo y Sancho, rey de Nájera, en 1054, ampliará la diócesis desde Prádanos hasta Villayerno, en el río Arlanzón, a 9 kilómetros de Burgos, tal como dice Sandoval. En tiempos de Sancho el Mayor, el obispo de Oca, Pedro, empieza a recibir el apelativo de burguense y a éste sucedió el clérigo Julián, antes del 1027, cuando Juan ocupaba la sede de Valpuesta y se mantendrá hasta el 1041, en el reinado de Fernando 1 con los calificativos de burguensis, ausensis y epíscopus caste//ense. La conquista de Calahorra por el rey García de Nájera, en el año 1045, hizo posible el restablecimiento de la antigua diócesis, y en 1046 se instaló en la Ciudad de los Mártires el abad de San Millán, Gómez, quien fue el sucesor en la jurisdicción eclesiástica de don Sancho, en la de Nájera. A partir de este momento, los notarios y escribanos emplearán indistintamente, para el mismo prelado, las fórmulas: epíscopus ca/agurritanis y naia/ensis. Con las recuperaciones territoriales de Sancho el de Peñalén, van adquiriendo, especialmente desde 1068, las diversas diócesis del reino de Nájera sus respectivos límites: la de Auca comprendía desde el Océano hasta el Duero y desde Somorrostro, Bilibio, Grañón, Brieva, Montenegro y Garray hasta el Pisuerga, mientras la de Castilla abarcaba la Bureba, las Encartaciones y los valle del norte del Ebro. Más tarde Jimeno, el obispo burguense, hubo de ser apoyado en su derecho por el papa Gregorio VII y Alfonso VI, ante la pretendida usurpación de Munio Lerdo. La sede episcopal de Pamplona sufrió daños y graves pérdidas en las incursiones sarracenas; pero no llegó a ser destruida, ni quedó desierta, aunque sí relegada a un segundo lugar, desde que la Corte se estableciera en Nájera y ellos residieron temporalmente en Nájera, Viguera o San Millán. Las cartas de 1023 y 1027 por las que don Sancho promulga la restauración de la sede pamplonica y les señala los límites jurisdiccionales, así como las referencias a los monasterios de Leire, Oña, lrache, Albelda, San Millán, Vergeiro y Cardeña son tenidas por falsas o interpoladas por los monjes de San Salvador de Leire, a fin de evadirse de la jurisdicción eclesiástica superior y lograr su propósito de elegir libremente a su abad. Política de Sancho III con León Las noticias del año 1025 se refieren a las donaciones que Sancho hizo a San Juan de la Peña y a su visita al ducado de Aquitania; no las hay respecto al año 1026 y en el siguiente se conoce la campaña de Alfonso V de León contra los moros y que al morir éste empuñó el cetro su hijo Bermudo, alterándose las buenas relaciones con Sancho el Mayor, por lo que éste entró en el reino e incluyó entre sus títulos el de rey de León. Estuvo marcado con negro signo el año 1028, al ser asesinado el conde García de CastilIa, en León, por los Velas, cuando iba a contraer matrimonio con Sancha, hermana del rey Bermudo. El príncipe García tenía poco más de siete años cuando falleció su padre, por lo que estableció un Consejo de Regencia, cuya figura principal debió ser su tía Urraca, la abadesa de Cobarrubias. Las tierras entre los ríos Cea y Pisuerga constituyeron una zona de fricción entre Castilla y León y ambas Cortes sirvieron de refugio a los descontentos de una y otra parte. Entre los exiliados de aquélla destacó la familia de los Velas, oriundos de Alava. Estos habían sido desposeídos de sus heredades por Fernán González y aunque Sancho García los perdonó y volvieron a su lado, por alborotar el condado, los expulsó mal y deshonradamente, pasaron a la corte de León y en el reinado de Alfonso V era la familia más influyente. El conde Sancho García tenía además tres hijas: Munia, Elvira o doña Mayor, la conocida esposa de Sancho III, rey de Nájera; doña Teresa, reina de León al desposarse con Bermudo 111, y Frígida, que tomó el hábito de religiosa. El rey leonés intentó recuperar las tierras perdidas entre el Cea y el Pisuerga, pero parte de los nobles de la regencia pidieron ayuda a don Sancho, quien desde Nájera pasó a Castilla, reforzó la zona en litigio y, a cambio de su colaboración militar, logró que la Curia castellana reconociese su autoridad. Al enviudar Alfonso V pensó en casarse con Urraca, hermana de Sancho III, y la boda se celebró en el año 1023, interpretándose que esta unión se verificó a costa de Castilla. La consolidación de su influencia en este condado la logró instalando a caballeros de su confianza en castillos y fortalezas, favoreciendo a los monasterios de San Millán, Valpuesta, Oca, Burgos, etc., y atrayéndose a los condes y señores importantes de Ubierna, Losa, Mena y Lara, dividiendo los señoríos y distribuyéndolos entre varios magnates, porque así quedaban más firmemente vinculados al Reino de Nájera. Por otra parte, castigó los desmanes y altercados entre los señores, las demasías de los vasallos y los alborotos. Impuso el imperio de la ley y la justicia, aspirando a que hasta los moros y judíos de los barrios vivieran en paz bajo su protección. En León fomentaban el odio contra Sancho III, Rodrigo e lñigo Vela, en ocasión en que existían discordias entre aquél y Alfonso V. Entonces el conde García de Castilla alcanzó los 18 años de edad y comenzó a gobernar sin el Consejo de Regencia y para eludir la presión de Sancho el Mayor se gestionó la boda del conde García con Sancha, la hija de Alfonso V y hermana de Bermudo 111 de León. Debiéronse aprovechar los actos de las exequias del difunto rey para concertar la boda. Urraca, la hermana de Sancho III, madrastra de Bermudo, siguió viviendo en León, aunque apartada de los asuntos de gobierno; pero entonces se mostró en ella Jimena, la madre del rey de Nájera, y a ella atribuían la promoción de la política favorable a Nájera en León. El conde García acudió a León para efectuar su compromiso matrimonial y Sancho III, como cuñado suyo, le acompañó a León, y mientras el novio se instalaba en el barrio de Trabaio, Sancho, con su séquito, acampó fuera de la muralla o quedó en Sahagún, como manifiestan otros autores. Los Velas planearon la forma de llevar a cabo su venganza y montaron un tablado para ejercitarse en el bofordo, provocar una pelea con los castellanos y matarlos a todos. y como lo proyectaron lo llevaron a la práctica, cerrando incluso las puertas de la ciudad para mejor realizar sus propósitos. El príncipe García, cuando oyó el tumulto de la pelea, salió a la calle y allí encontró a los Velas, que le inmovilizaron y le llevaron ante Rodrigo, su padrino, y le dieron muerte con sus venablos, sin atender a las súplicas de la princesa doña Sancha para que no lo mataran. Los propios asesinos y sus partidarios corrieron la voz de que la conjura había sido obra de Sancho III, pero la Crónica Najerense escribe: Sancho mató con digna venganza a los asesinos de su cuñado. La Crónica General refiere cómo mandó recoger el cadáver del infante García y llevarlo a enterrar con todos los honores al monasterio de Oña; el Tudense dice que los asesinos se refugiaron en los montes inaccesibles y el arzobispo Rodrigo da la versión más lógica, pues, según él, unos huyeron, acaso a las Somozas, y otros fueron ejecutados. El concepto patrimonial de Sancho III prevaleció sobre la costumbre de Asturias y León, en orden a la sucesión monárquica. El rey reunió en Nájera a ochocientos infanzones que reconocieron como legítimo sucesor del linaje del conde al pariente más cercano, del sexo que fuere. Por ello se adueñó don Sancho de Castilla sin guerrear y sin sobornar a los magnates con mercedes. Los caballeros castellanos le recibieron diciendo: en calidad de señor y de marido de nuestra señora te serviremos de buena voluntad. A su hijo Fernando le encomendó el condado de Castilla. Los nobles de las tierras entre Cea y el Pisuerga rindieron pleitesía al rey de Nájera y entregáronle sus castillos, fortalezas y ciudades. Se hizo creencia general que las huestes najerinas habían entrado en León para castigar a los asesinos y adueñarse de la ciudad y así lo reflejan escrituras de San Millán, Valpuesta y Cardeña de los años 1030 y 1031, diciendo: Reinando Sancho en León, en Castilla, en Nájera y en Pamplona; pero la ocupación no debió llevarse a efecto entonces, ya que en León siguió doña Urraca gobernando en nombre de su hijastro Bermudo, y sólo cuando se produjeron brotes de rebeldía llamó doña Urraca a Sancho III, a fin de que acabara con la anarquía. Bermudo se fue desentendiendo de su madrastra y de los nobles del partido favorable al rey de Nájera. Este empleó sus huestes en la pacificación del reino leonés y sometió muchas plazas por las armas de 1029 a 1032. En este año se enfrentaron a lo largo del Cea; Bermudo pidió la paz y llegaron los combatientes a un acuerdo, por el cual Fernando obtuvo la mano de Sancha, hermana de Bermudo. En este mismo año hizo patente don Sancho sus pretensiones a las ciudades de Astorga y León. A partir del comienzo del año 1034, las escrituras reales dicen sobre el rey don Sancho: Por la gracia de Dios reinando desde Ribagorza hasta Astorga, y una escritura de mayo del mismo año reconoce que Sancho es rey de León y poco después las ciudades de Zamora y Astorga se hallaban en sus manos. Hubo de ser a raíz de este acontecimiento cuando en su ceca de Nájera acuñó moneda con su efigie y la palabra IMPERATOR en el anverso y en el reverso una cruz y la palabra NAIARA. Aunque en los diplomas siguen titulándole rey de Pamplona y los notarios escriben repetidas veces: reinando en Nájera y Pamplona, se trata del reconocimiento de su dominio sobre esta última ciudad y tal vez un tributo al recuerdo del origen de su estirpe y dinastía; pero desde hacía un siglo el obispo de Pamplona o residía en Nájera o acudía a las asambleas y consejos; en ella existían los palacios reales y el alcázar, y residían su madre, Jimena; su esposa, Munia, y su hermana Sancha, y todos sus hijos, con la excepción de Ramiro, nacieron y se criaron en ella. Hemos dicho que el vasallaje de Gascuña se resolvió mediante pactos o conciertos con Guillermo V de Aquitania y respecto al de Barcelona, debieron romperse los lazos al morir Sancha, en 1026, favoreciendo Ermesinda el aislamiento del lejano reino de Nájera, casando a Berenguer con Guisla, hija del conde de Ampurias, si bien aún confirma Berenguer el privilegio en que Sancho III concede a San Juan de la Peña el palacio de Ypasa. El imperio de Sancho III La política de Sancho III dio como fruto la constitución del mayor imperio que conocieron los cristianos en la Alta Edad Media. Sabida es la respuesta del obispo de Vic Oliva a la consulta del rey Sancho en la que, aparte de los elogios al que llama Rey Ibérico, reprobaba el matrimonio que le proponía el rey de Nájera. Sí se celebró el de su hijo Fernando con Sancha, hija de Alfonso V de León, ocasión en la que Sancho concedió a los jóvenes esposos las tierras que ganara del reino de León entre los ríos Cea y Pisuerga. Sobre el condado de Pallars se creían con derecho el conde de Barcelona y el rey de Nájera. Raimundo de Pallars se vio obligado a reconocer la soberanía del rey de Nájera, si bien los condes Guillermo y Raimundo Suñer se desligaron de la influencia del monarca najerino, por lo que en la división que éste hiciera de sus Estados, su hijo Gonzalo recibió Sobrarbe y Ribagorza, pero no el Pallars. Las expediciones de Sancho el Mayor por las fronteras del extremo oriental de su reino explican su alejamiento de Nájera y de San Millán durante cinco años y la carencia de documentos confirmados por él. Berenguer Ramón I el Curvo, esposo de Sancha, hija del conde Sancho García de Castilla, por mediación del abad Oliva recibió ayuda y protección del rey de Nájera, a cambio de que se declarara vasallo suyo, hecho que ignora la historiografía catalana. Esta unión y dependencia se consolidó concertando los matrimonios del primogénito García con Estefanía y el de Ramiro con Ermesinda, cuyas bodas se celebrarían años después. Las operaciones militares de Berenguer Ramón, ayudados por las huestes de Sancho el Mayor, se redujeron a una pasajera campaña contra los moros de las márgenes del Noguera Ribagorzana, en el año 1027. La soberanía de Sancho el Mayor fue igualmente reconocida en toda Gascuña; García Sánchez, conde de Gascuña, confirma un documento del año 893. Dijimos que Sancho Garcés I había agregado a su señorío el ducado de Gascuña y que dejó la zona ultra pirenáica a su segundo hijo, conocido por García el Curvo, y que se reservó para sí la Gascuña citerior, una parte del Bearn y los condados de Bigorra y de Comange. Sancho Guillermo, duque o príncipe de Gascuña, confirma la escritura en la que Sancho, el rey de Nájera, otorga el monasterio de San Millán a la villa de Cárdenas. El duque de Gascuña era vasallo del rey de Nájera y por ello éste podía decir que dominaba en toda Gascuña. En la documentación de San Juan de la Peña se escriben fórmulas del siguiente tenor: Sancho, rey en Aragón, Pamplona, Sobrarbe, Ribagorza, Castilla y también en toda Gascuña, y: Yo, Sancho rey, teniendo toda la potestad en Aragón, en Pamplona, en Sobrarbe, en Ribagorza, en Nájera, en Castilla y en Alava y el conde Sancho Guillermo en Gascuña. La tierra de Labourd quedó incorporada al reino de Nájera como un vizcondado que don Sancho entregó a Lope Sánchez, su mayordomo y nieto de Ramiro de Viguera. Lope y su hermano Fortún gobernaron el labourd y favorecieron la restauración de la diócesis, con sede probablemente en Bayona, pues así lo manifiesta su obispo Raimundo en una escritura del año 1060. los valles del Baztán, lerín y de Ozarzun pertenecieron en pleno dominio a Sancho III y después a su hijo García, como Guipúzcoa, y vinieron a ser una parte de la jurisdicción de los prelados de Pamplona, aunque los pretendiera en vano el obispo de Bayona, se promovieran pleitos en la Curia Romana y se llegara a falsificar, por ambas partes, las pruebas documentales. Confirman la tesis del dominio de Sancho el Mayor en toda Gascuña escrituras de 1011 a 1033, en las que figura Lope Sánchez como vasallo suyo. Hacia 1032 dominaba Sancho el Mayor en el tercio septentrional de la península ibérica y merecía los títulos de Rex Ibéricus y Rey de los reyes hispánicos, no acertando a comprender que Menéndez Pidal pudiera tildarle de Antiemperador por aplicar el sistema de política patrimonial en la división de sus Estados, que otros utilizaron después de él sin merecerlo. El día 4 de octubre del año 1032 falleció Sancho Guillermo y el monarca najerino se consideró con derecho al ducado de Gascuña; pero el gobierno pasó a manos de Eudes, hijo de Guillermo V de Aquitania, gran amigo del rey de Nájera, con quien parece que, en la primavera del año siguiente, firmó algún acuerdo con el duque y dejó de usar la fórmula imperando en Gascuña. El vizcondado de Labourd siguió vinculado a la familia de los Lope Sánchez, bajo la dependencia de los duques de Gascuña, y los mantuvo Fortún Sánchez por espacio de treinta años, sucediéndole en el señorío su hermano Lope y sus hijos Sancho y García. Mención especial merece la incorporación del reino de Viguera al de Nájera, reinando Sancho III. Del primer rey, Ramiro, existe un testimonio que así lo confirma, del año 973, en el que se dice: Sanctione rex in Nagela et in Pampilona, et sus eius imperio parendo rex Ranemirus in Vekaria, le sucedieron sus dos hijos: Sancho y García Ramírez. Sancho Ramírez de Viguera debió morir muy pronto. Estuvo casado con la reina doña Toda y de su matrimonio tuvo dos hijas: Fronila y Toda. En una escritura del Becerro de Irache se inculpa a Toda del pecado de incesto, cometido con un hermano no identificado. Doña Toda estuvo casada con Fortún Sánchez, sin que se pueda asegurar con cuál de los caballeros que tuvieron este nombre; pero el hecho es que, al no haber descendencia masculina en la tercera generación de los reyes de Viguera, Sancho el Mayor, en opinión de Lacarra, obtuvo para sí el reino, si bien el profesor Ubieto expresa su opinión de que pudo haber un acuerdo entre las hijas de García Ramírez y Sancho el Mayor, por el cual consiguió la reversión del reino de Viguera a la Corona. La División del Reino de Sancho III El primer testimonio sobre el reparto del Reino de Nájera lo hallamos en la Historia Silense, hacia 1115, y dice que Sancho el Mayor dividió el reino benignamente, viviendo todavía. Puso al frente de los pamploneses a su primogénito García, la Castilla guerreadora recibió para gobernarla Fernando, por orden del padre; dio a Ramiro, habido de una concubina, la tierra de Aragón, una partícula lejana de su reino, a fin de que no creyese que se le equiparaba en la herencia a los hermanos, ya que era de inferior condición que ellos por línea materna. En la Crónica de Navarra también se reseña la división y es interesante la notificación que del reparto hace, con respecto a Ramiro, un documento de San Juan de la Peña, en el cual don Sancho dice a su hijo: Te doy de mi tierra desde Matidero hasta Vadoluengo, en toda su integridad, para que la tenga, la posea y sea tuya por todos los siglos. Te doy toda esta tierra, lo poblado y sin poblar. En cuanto a Fernando, dice una escritura del año 1036 de doña Urraca de Cobarrubias: Ferdinando gratia Dei rex obtinente Castella et Legione. Don Sancho realzó sus propósitos y la idea de la preeminencia del primogénito con el juramento que hizo prestar a don Ramiro, reconociendo el homenaje y sumisión al rey de Nájera, así como la prohibición de aumentar sus Estados a expensas de sus hermanos y los enclaves reservados a don Ramiro y a Gonzalo en territorio aragonés, como garantía de la paz entre ellos. En opinión del profesor Suárez, Ramiro se adelantó a sus hermanos en la adopción del título de rey, cosa que Fernando tardaría varios años en hacer, probablemente hacia 1060. Aunque todos los reinos cristianos reconocieron la soberanía del Reino de Nájera bajo Sancho el Mayor, su muerte y la distancia debilitó los lazos del vasallaje, que pasarón a León, incluso Ramón Berenguer Sancho y Guillermo, que fueron proclamados indistintamente como herederos a la muerte de su padre el conde de Barcelona. Aunque no pocos autores hayan escrito que la división del reino fue a consecuencia del testamento del monarca najerino y su cumplimiento después de muerto, los documentos prueban que la división se realizó en vida de Sancho III y dos o tres años antes de su fallecimiento. Confirman esta conclusión la Historia Silense, la Crónica Najerense y el Cronicón Villarense o Liber Regum. Pérez de Urbel ratifica la afirmación del Silense y el profesor Ubieto es terminante en su interpretación, al decir que Ramiro se alzó contra su hermanastro García de Nájera con aires de independencia, en la soberanía de los bienes que su padre le había legado, si bien no usó el título de rey en sus privilegios y al ser vencido en Tafalla perdió su parte, siendo la primera vez que Ramiro se tituló rey de Aragón en agosto de 1036. Don García, conmemorando su victoria de Tafalla, acuñó moneda en Jaca y fue rey de Aragón durante algún tiempo. Contradicen la tesis de Ubieto ciertos documentos de Valpuesta y de San Millán, de marzo de 1035, y, entre otros autores, Pérez de Urbel y el P. Moret. La ocupación de los territorios que les correspondieron en el reparto debió realizarse pacíficamente y sin protestas. Si en vida del padre podría atribuirse a motivos de obediencia y respeto a su persona, después de muerto abundan los testimonios que prueban la conformidad en el reparto, por mucho que digan en contra algunas crónicas y las fuentes populares. El primogénito García, escriben copistas y notarios, que reinaba en Nájera y Pamplona, en cuyos reinos se incluían las actuales provincias de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya y que también dominaba en la Bureba, Montes de Oca y Castilla Vétula (zonas de Villarcayo, Mena y Sosa). Fernando gobernaba el condado de Castilla, en buena armonía con su hermano García, quien acude en su ayuda a principios de 1037 para luchar contra Bermudo 111 de León. Gonzalo recibió Sobrarbe y Ribagorza y cuando contaba sólo diecinueve años de edad fue muerto a traición por el caballero gascón Ramonet, quien lo arrojó a la corriente del Esera desde el puente de Montclús (año 1039). Don García, contradiciendo a los detractores de su persona, fue generoso con Ramiro, le perdonó y conservó en sus estados, reuniéndose pocos meses después los tres hermanos en la capital del reino, Nájera, para celebrar las fiestas de Navidad. La muerte de Sancho el Mayor Bermudo 111 había quedado como rey y su reino se extendía desde los últimos confines de Galicia hasta el río Pisuerga. Sancho el Mayor parece que tuvo la idea de casar a Ramiro con Sancha, hermana del monarca leonés; pero desistió, tal vez por la oposición de los nobles castellanos, más inclinados a que la unión fuese con Fernando, hijo legítimo, y no con el bastardo. Desde enero del año 1034 consta documentalmente que Sancho el Mayor dominaba en León, y meses después tenía el poder en Zamora y Astorga. Las escrituras reales aluden a la extensión de su imperio y acreditan el dominio con títulos y fórmulas de este tenor: vel in legione imperiali culmine; Regnum et imperium rex Santius in Legione y Santione regis tenentis imperium in Aragone (año 1034). Bermudo tenía dificultades con el obispo de Compostela y los nobles de Galicia; pero, pacificada ésta, avanzó con sus huestes hasta las puertas de León y la ocupó. El obispo de Palencia recuperó la gracia del rey de León y aceptó los nuevos límites de su diócesis, reducida en beneficio de Servando, el prelado leonés. El último documento que confirma el rey Sancho fue la donación que, el 6 de agosto de 1035, hicieron Oveco Assuriz y sus hermanas Unaduenna y Progina al monasterio de San Miguel de Pedroso, cerca de Belorado. Al ser asesinado en Campomanes, según ya dijimos, fue llevado a enterrar al monasterio de Oña, desde donde pudo ser trasladado a la capilla real del templo de San Isidoro de León por su hijo Fernando o al Panteón Real de Santa María la Real de Nájera por su hijo García, una vez consagrado el monasterio. La Crónica de Navarra dice: Murió el rey heroico el año 35 por febrero y fue llevado a enterrar al monasterio de Oña, cuyo epitafio reza así: Aquí yace el rey Sancho y padre del gran rey Fernando, de García el de Nájera y de Ramiro, rey de Aragón, el cual, después de muchas victorias contra los sarracenos y ganar inmensa gloria, murió en el año 1035. Ambrosio de Morales afirma que el cadáver está en San Isidoro de León, en una sepultura con epitafio latino, cuya versión castellana es: Aquí está sepultado don Sancho, rey de los Montes Pirineos y de Tolosa, varón en todas sus cosas, católico y amparador de la Iglesia. Fue trasladado aquí por su hijo el rey don Fernando el Magno. Murió el año de Nuestro Redentor mil y treinta y cinco. El elogio de la Crónica es altamente encomiástico: Fue, dice, gran rey y en todas sus cosas sagacísimo, no se conoció varón mejor en la guerra, ni más clemente y constante; fue llamado rey de los reyes españoles; en la guerra parecía un león en la fortaleza, era muy hermoso de rostro, liberal y espléndido y arrastraba a todos al séquito de su Corte. La Curia regia de Sancho el Mayor La Curia regia era como un consejo o asamblea convocada por el rey y que, bajo su presidencia, trataba de los asuntos del reino. En este Consejo Real figuró al principio un régulo o virrey que representaba las tierras de Aragón. Los magnates de la Curia desempeñaban además determinadas funciones en el reino o servicios en la Casa Real, en el palacio o en el alcázar. Los obispos de Pamplona, de Nájera y de Aragón; el mayordomo, el caballerizo o mayor equorum, el stabularios o condestable, el armiger o alférez, el botiliario, el architriclinio y otros nobles, como el limosnero, los merinos, jueces, alcaldes, notarios, escribanos, etcétera. Conocemos por las referencias que de ellos se hacen en las confirmaciones de las escrituras reales los nombres de algunos de los que desempeñaban estos cargos, entre ellos: Lope lñiguez, condestable con García Sánchez el Trémulo y botiller de Sancho el Mayor, entre los años 1009 y 1020; Lope Sanchiz, mayordomo real, nieto de Ramiro el rey de Viguera, vizconde de Labourd y señor o tenente de Loarre; Enneco y Fortún Sánchez, hijos del architriclinius del Trémulo. Enneco recibe el nombre de Naia/ense, es decir, el que manda en Nájera, como gobernador de la ciudad. Le sucedió en el cargo su hermano Fortún, quien era co/actáneo o hermano de leche de Sancho el Mayor, fue ayo del príncipe García, gobernaba Nájera en el año 1025 Y era conocido por el sobrenombre de Buen Padre o Bono Pater. Fue personaje muy influyente en la corte de Nájera, desde 1035 conservó el gobierno de la ciudad, acompañó a don García en sus expediciones militares y murió con él combatiendo en Atapuerca (1054). Jimeno Fortún desempeñó el puesto de caballerizo con el rey anterior y siguió con el Mayor hasta el año 1020, en que fue reemplazado por García Moza y éste lo conservó hasta el 1028. Son varios los nobles conocidos por Fortún Sánchez, entre ellos el que fue señor de Echarri o Exauri, y más adelante armiger o alférez de don García; otro Fortún fue señor de Caparroso. Los documentos mencionan a García López como prior en omnis imnis imperi pa/acii; a Galindo Gómez, como armentario; Oriolo Sánchez fue maestresala, caballerizo y tenente de Cacabelo; Fortún Ochoiz, hijo de Oggoa, era señor de Viguera; Fortún Blázquez tuvo a Funes y también a Leguín; García Fortún, Jimeno Garcés, gobernador de Sos, Boltaña y Uncastillo; Jimeno lñiguez, Sancho Galíndez y otros varios que confirman los documentos sin mencionar cargo, puesto o servicio. Los tenentes eran capitanes, alcaides o custodios de castillos y plazas fuertes. Los nombraba el rey entre sus caballeros más aguerridos o entre los magnates de mayor lealtad, residían en los lugares que se les encomendaban, acudían a las convocatorias del rey en caso de guerra con cuanta hueste pudieran reunir ya las asambleas, vistas y consejos en que fueran requeridos. Muchas veces actúan de testigos y confirman privilegios y cartas reales con su nombre y hasta, en ocasiones, se indican el lugar de su mandación y los términos de dominans o dominator. En el minucioso análisis de las colecciones diplomáticas ha servido a fray Justo, Lacarra y Ubieto, entre otros autores, para conocer las tenencias más importantes y los encargados de ellas, si bien no sea fácil y segura la cronología. Entre los años 1011 y 1035, las tenencias de que hay noticias son: Nájera, en la que mandaba lñigo Sánchez, entre 1011 y 1015; pero en el año 1020 tenía Nájera y Muez; Aznar Sánchez, en 1024; Fortún Sánchez, el colactáneo de don Sancho, hacia 1027 recibió Caparroso y mandaba en Nájera en tiempos de don García. La de Viguera se dio hacia 1027 a Fortún Ochoiz y la mantuvo hasta 1032; Fortún Blázquez gobernó en Funes desde el 1011 al 1027, y le sucedió García Fortún, que ya había tenido Leguín y Arriecu; Sancho Fortoo defendía el castillo de Pancorbo en 1031; Jimeno Garcés, al parecer de la familia real, tenía Sos, también llamado Sause y Onsella. Un Fortún Sánchez, que puede no ser el colactáneo, regía Caparroso en los años 1014 y 1015; también en 1024, Uncastillo, y después: Peralta, Echarri, Falces, Colgonem y también Nájera, a partir de 1035. Esta diversidad de tenencias ha hecho pensar que hubo varios nobles que ostentaron el mismo nombre. La confianza en la fidelidad de sus caballeros es una de las cualidades más señaladas de Sancho el Mayor. No sólo respetó los cargos de los que habían servido a su padre, sino que les dio otros de mayor responsabilidad y siempre supo apreciar las cualidades militares y de gobierno de los designados. Fortún Ochoiz, señor de Viguera (Vekaria, Cantabria o Meltría) lo fue durante todo el reinado y antecesores suyos ya figuraban en el séquito de Sancho Abarca, el abuelo del Mayor. Fortún Blázquez mandó en Funes hasta su fallecimiento, hacia el año 1020. Jimeno Garcés, Jimeno lñiguez y Sancho Galíndez mandan sin interrupción en una u otra casa. Entre todos los magnates destaca Fortún Sánchez, al que fray Justo no vacila en calificar de personaje misterioso. El gobernador de la ciudad de Nájera en el año 1025 era hijo de Sancho Fortuñones, architriclinius de García Sánchez el Trémulo y hermano de Enneco o lñigo Aznar, confirmante en buen número de documentos de este reinado y en el de don García con el calificativo de aitona, nutricio del rey, naialense o nominante en Naiera.Su esposa debió ser Toda Fortún, hija de Fortún Sánchez, señor de Uncastillo, y de ella tuvo a Aznar Fortún, q\Je vendría a ser con el tiempo s~ñor de Grañón y de Pancorbo; a Lope y a García, quienes también son denominados señores de Nájera, acaso sustituyendo a su padre en las obligadas ausencias. Al casarse Toda Fortuniones con lñigo López, primer conde de Viguera, la tenencia de Nájera vendría a parar a los progenitores de la famosísima familia de los Lope de Haro. Esta pléyade de caballeros, fieles servidores de los monarcas najerinos, tuvieron un significado excepcional en el protagonismo de los hechos militares y de gobierno, dada la importancia que tenía la lucha personal en la estrategia militar y la influencia de los señores en la obediencia de los vasallos, en las comunidades monacales y en el medio rural; pero es muy poco lo que trasciende de su vida y hechos cotidianos, de sus ocupaciones, sacrificios y penalidades en los documentos y memorias, como no se trate de familias muy particulares. El ideal político de Sancho III Se advierte en Sancho III una idea primordial: ampliar el reino que heredó de su padre García Sánchez el Trémulo; pero la extensión de sus dominios no fue precisamente a expensas de los musulmanes, a pesar de que, muerto Almanzor y minado el poderío árabe por las discordias internas, se ofrecía una magnífica ocasión para impulsar la reconquista. La expansión del Reino de Nájera se realizó mediante la anexión de otros estados cristianos, sin que ésta fuera fuertemente consolidada, pues en algunos casos se trataba de un vasallaje más nominal que efectivo. Sancho III utilizó su poderío militar para contener a los islamitas y asegurar aquellos territorios que por derecho vinieron a pertenecerle; pero fue su política matrimonial, la diplomacia, la habilidad y el buen sentido, las armas que hicieron posible la constitución del Imperio del Rey de los reyes de España, con sede en Nájera. Ya en el año 1018, se incorporó el condado de Ribagorza, Barcelona reconoció el vasallaje y otro tanto sucedió con el ducado de Gascuña. En 1025 se estableció el señorío de Guipúzcoa, restableció el condado de Alava y el señorío de Vizcaya quedó separado de los valles altos colindantes y de sus respectivos poseedores. Sus tropas avanzaron por la Demanda y Montes de Oca y se apoderaron de la Bureba (1027). Su título de rey de Nájera aparece en el documento de donación de la villa de Lascuarre a San Saturnino de Tabernales, el año 1022, con la siguiente referencia: in Nagela constituta sedis regia. Consideramos las relaciones entre el rey y los nobles como un vínculo personal, establecido mediante juramento de fidelidad, con la obligación de mutua ayuda y protección, así como de la prestación de servicios por parte de quien libremente se declaraba su vasallo. Desaparece el concepto de unidad y de sumisión total de los visigodos, seguido por los leoneses y admitido en Castilla desde Fernán González. Era el reconocimiento de la división, fragmentación o parcelación, usada en el sistema feudal, y ello presuponía la imposibilidad de formar un Estado más fuerte que el del rey, equivalía al triunfo de la disgregación, del anti imperialismo, aunque le dieran los títulos de Rex ibéricus, Rey de los reyes de España y Emperador. Para el fortalecimiento de la autoridad real se trataba de un medio muy ventajoso, puesto que el rey podía mantener sujetos a él a numerosos señores, cada vez mayor el número, pero consecuentemente menos poderosos, más separados entre sí por ambiciones y rencillas personales y más sujetos y vinculados a la corona de la que podían obtener considerables ventajas. O sea, que el régimen feudal que imperaba en Europa fue conocido y difundido en nuestro país por los monjes de Cluny y también por los peregrinos de alcurnia que iban a Compostela y, aunque algo atenuado, este feudalismo europeo prendió en el ánimo de Sancho, lo consolidó en su reino de Nájera y en las tierras que se anexionó o en las que ejerció alguna influencia. Durante los últimos años, concretamente a partir de 1032, se robusteció el viejo concepto imperial leonés que daba al ocupante del trono de León superioridad jerárquica sobre los demás soberanos cristianos. Así se revela en las escrituras leonesas desde el final del reinado de Alfonso V y en el de su hijo Bermudo, pues en ella se menciona el reino-imperio leonés, idea que parece acatar el propio Sancho III en algunos documentos y de la que se apropia en la fecha ya citada de 1032, siendo utilizada por los notarios leoneses en la cláusula: Regnum et imperium rex Santius in Legione. Fue un obispo agradecido el que escribió que podía ya ser llamado con justicia el Rey de los reyes hispanos. Esta pugna ideológica entre León, representante de la tradición gótica, y Nájera, del feudalismo europeo debilitado, tendrá graves consecuencias más adelante, cuando dos reyes, enérgicos y poderosos, se sientan ejecutores de una y otra y se enfrenten entre sí, aun siendo hermanos. Tal será el caso de García, el de Nájera, y Fernando I, el Magno. Don García, el de Nájera (1035-1054) L1ámase a don García El de Nájera porque, como dice el P. Yepes, nació en Nájera, se crió en Nájera, tuvo la Corte en Nájera y fue enterrado en Nájera. Según la imagen del documento de fundación de Santa María la Real, era el monarca de buena estatura, rostro blanco, cabello rubio y barba hundida; cejas pobladas y altas, ojos vivos y rostro abultado; la cabellera, rubia y espesa. Está representado vistiendo una ropa o túnica larga hasta la rodilla, de color azul celeste, salpicada de motas rojas como estrellas; porta un amplio manto morado, prendido sobre el hombro con un sujetador de oro y dejando descubierto el brazo derecho. Calza medias de grana estiradas, zapatos negros apuntados con botonadura de oro. Entre sus condiciones morales destacan sus biógrafos el valor y la intrepidez, la honda pasión que sentía por los buenos caballos, inclinación natural en un guerrero medieval, amaba a las mujeres hermosas y tuvo varios hijos fuera de su matrimonio y ocho de su esposa Estefanía. El autor de la Vida de Santo Domingo de Silos escribe de él que era extraordinariamente hermoso y fuerte, pero también arrebatado, inquieto, codicioso y de pocos escrúpulos. A estas cualidades agrega fray Justo un auténtico arrojo, audacia y valentía y repite con el Silense que era el mejor guerrero de su tiempo. Berceo le tildó de codicioso y laméntase de que para San Millán podía ser mejor. En el reparto que hizo su padre, por ser el primogénito, recibió el Reino de Nájera, que comprendía las tierras de Pamplona, el condado de Alava y toda la actual Rioja y los Cameros, incluido el Reino de Viguera. Las tierras de Pamplona que recibiera del lado paterno se extendían desde el Pirineo hasta el Moncayo, con Alava, Guipúzcoa y el señorío de Vizcaya, y de parte materna eran: la Castilla Vétula, o sea, la Bureba con sus siete merindades y Asturias de Laredo hasta el castillo de Cueto en el Cantábrico. Tendría unos nueve años cuando su padre concertó los esponsales con Estefanía, hija de Bernardo Roger, conde de Foix y Couserans, sobrino de la condesa de Barcelona Ermesinda, la madre de Ramón Berenguer 1. Su hermana, de nombre Giberga, que cambió por el de Ermesinda, contraería matrimonio con el bastardo Ramiro. Los matrimonios debieron celebrarse hacia el 1010, y en 1014, aún no había nacido el primogénito de don García. Se crió en el Alcázar de Nájera, tuvo por ayo a Fortún Sánchez, quien le instruyó en las artes marciales e hizo de él un esforzado guerrero y un experto en la cetrería. En marzo de 1035, un documento de Valpuesta ya le llama rey de Nájera y el Becerro de San Millán le cita, junto con su padre, a primeros de agosto. Pronto se supone que peregrinó a Roma y allí debía encontrarse el18 de octubre, cuando se produjo el asesinato de su padre en Campomanes. De Roma trajo las reliquias de los santos Agrícola y Vidal de Bolonia y las de Santa Eugenia. Según el Silense, Ramiro, régulo en Aragón, aprovechando la ausencia de su hermano, se alzó, con la ayuda de moros de Tudela, Zaragoza y Huesca, y entró en los dominios de don García hasta Tafalla. Acudió presuroso don García al mando de las huestes reunidas por su ayo y alférez Fortún Sánchez, sorprendieron a Ramiro, los walíes musulmanes abandonaron el campo ante la sorpresa y el empuje de las huestes reales y el aragonés huyó, dejando bagajes, armas, tiendas y su propio caballo, del que se apoderó Fortún y éste se lo regaló a su ahijado. Dos grandes hitos mandó levantar el rey de Nájera para conmemorar la victoria, en Torreta y Barranquel, y mandó acuñar moneda en Jaca, señal de dominio sobre Aragón. Bermudo promovió la guerra contra el joven Fernando, conde de Castilla, y éste pidió ayuda a su hermano García. Ambos se avistaron en Audicana, junto al Zadorra (17 de febrero de 1037) y al llegar la primavera se reunió con su hermano en Burgos y juntos los ejércitos marcharon hasta cerca de Támara, donde derrotaron a Bermudo 111, quien, derribado de su caballo Pe/agiolo, resultó muerto. L1eváronlo a enterrar, según algunos, a León y allí fue coronado y ungido Fernando por el obispo don Servando. Entre las sepulturas del panteón real de Nájera está la de Bermudo 111 de León, porque, según el Dr. Garrán, doña Sancha, esposa de Fernando 1, no queriendo aumentar el dolor de los leoneses que lo habían perdido, pidió a don García que lo llevase a enterrar a Nájera y allí recibió sepultura, en el monasterio de Santa Hilaria, de donde fueron trasladados los restos al de Santa María la Real una vez consagrada. El año 1038 se celebraron los esponsales de don García y doña Estefanía; en Cilla le recibió el abad Blanco de San Juan de la Peña y en Barcelona se casaron, regresando los esposos a Nájera después de las fiestas y regocijo popular. La imagen de la joven reina hubo de impresionar a sus nuevos súbditos. Se halla representada en la carta de fundación de Santa María, al lado de su esposo, como de unos quince años de edad, vistiendo largas tocas, una saya azul, manto dorado, zapatos anchos con botonadura lateral de oro. El año 1039 lo dedicaron los reyes a recorrer y darse a conocer en sus dominios y en el 1040, el rey García había perdonado a su hermano Ramiro, a creer a la Crónica de Navarra, por la intercesión de don Fernando; pero bien pudieron mediar las respectivas esposas, hermanas Estefanía y Gilberga. A primeros de noviembre del 1044, en una donación de don García a Sojuela, confirman sus hermanos Fernando y Ramiro. En abril se hallaba don Ramiro en Nájera, en noviembre se incorporó con su séquito Fernando y en Nájera debieron celebrar la Navidad. Notable, por diversos motivos, es el documento de 25 de mayo del año 1040, conocido como Carta de arras de doña Estefanía. De los años 1040 y 1042 hay varias escrituras con donaciones reales y en este último año se efectuó la restauración del templo de Santa María del Puerto, encomendada al abad Paterno. La pasión del rey García por los buenos caballos, tan necesarios para la guerra y la cetrería, se confirma por varios hechos: Aznar Sánchez cambió un caballo al rey de Nájera, que valía quinientos sueldos, por unas heredades en el río Iregua; Fortún Sánchez, señor y tenente de Clavijo, el monasterio de San Salvador de Zalurribar, cerca de Aoiz, en pago del valor del magnífico caballo Ozaburu (Cabeza fría); y su ayo Fortún Sánchez le regaló el que abandonara don Ramiro en la rota de Tafalla, recibiendo a cambio la villa de Ororbia, el Bajo Echarry y su iglesia. En 1044 renueva la repoblación de Villanueva de Pampaneto, que había ordenado también su padre, y concede el aprovechamiento de pastos y bosques del lugar de Madriz al monasterio de San Millán. En este mismo año se entrevistaron en Sojuela los tres hermanos con motivo de la fundación del monasterio de San Julián, aunque el asunto principal bien pudo ser la preparación de la conquista de Calahorra. Y a principios de 1045, en San Millán, intervenía como mediador en una permuta de heredades entre el abad Gomesano de San Millán y el abad Munio de Santa Coloma. Famosísima es la piadosa tradición que refiere el hallazgo de la imagen de Santa María en una cueva, cerca de Nájera, durante una cacería, en la que un neblí, persiguiendo a una perdiz, se introdujo en ella, y al penetrar en el interior el rey de Nájera, encontró a uno y otro lado de la imagen de la Virgen con el niño en brazos a las dos aves, una lámpara de luz vivísima, una jarra de azucenas que desprendían un profundo aroma y una campana. En el lugar del milagroso hallazgo y con el botín conseguido en la reconquista de Calahorra, mandó edificar un templo, un monasterio y una alberguería para los peregrinos jacobeos. La reconquista de Calahorra (1045) En la primavera, leemos en la Crónica de Navarra, aplicóse don García con todo su ardor y pericia militar a la expugnación árdua de Calahorra y se echó sobre ella resuelto a no levantar el cerco, y pareciéndole prolijo el acoso por el hambre, quiso Ilevarla a viva fuerza. El cronista concreta que la ciudad fue ganada en los últimos días del mes de abril y por su parte el profesor Canellas escribe que la toma de Calahorra reunió a prelados y señores devotos de García, entre los que menciona a Sancho, obispo de Nájera; los señores Fortún Sánchez, ayo y alférez tantas veces mencionado; Ramiro Sánchez, Aznar Fortunione, Sancho Fortunione (tenente que fue de Deyo), Jimeno Garcés, Oriol Sánchez, Sancho Galíndez, Sancho Fortunione, quien puede ser el alcaide de Pancorbo, Sancho Garcés de Lizarra y otros tenentes de Pamplona y Alava. En la conquista de Calahorra colaboró Ramiro I de Aragón como fiel vasallo, en paz con su hermano y agradecido por el benévolo perdón. También se hallaron en el séquito real el abad Sancho de la Cogolla y Munio de Irache. El monarca najerino fue pródigo en otorgar mercedes, en especial al monasterio de San Millán, con el que se mostró más generoso porque, según la tradición, el santo había mostrado a los combatientes cristianos el lugar de la muralla por donde el recinto era vulnerable y, además, les alentó en la pelea. Las tropas cristianas entraron en Calahorra el día 30 de abril de 1045. El rey de Nájera restableció el obispado de Calahorra y puso en la silla episcopal a Gomesano, con el beneplácito de Sancho, obispo de Nájera, abad de San Millán y de San Martín de Albelda. La catedral quedó bajo la advocación de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio y la dotó con varias propiedades en la misma ciudad. La fantasía de los narradores se desata con acontecimientos extraordinarios, ocurridos en la reconquista de Calahorra y entre ellos refieren que el rey don García, hallándose en la cueva que había descubierto milagrosamente, según hemos referido, se sintió invadido de un profundo sueño y durante él la Virgen le anunció que vencería a los herejes y recuperaría Calahorra. En este mismo año, Ramiro de Aragón era huésped en Nájera de su hermano, muy posiblemente para celebrar y congratularse de la victoria obtenida contra los moros. A Fernando lo silencian las crónicas e historiadores. Son numerosas las escrituras que contienen do naciones del rey de Nájera a varios monasterios en los años siguientes a la reconquista de Calahorra. Las obras del monasterio de Santa María la Real se hallaban muy avanzadas en el año 1052, y en el mes de abril se encontraban en la corte los reyes, con sus hijos, sus hermanos y los respectivos séquitos, lo que daría un inusitado esplendor a la ciudad. Fue en esta ocasión cuando donó al monasterio najerino la iglesia de Santa María de Berbinzana, en Larraga; la de San Martín del Castillo y la de San Pelayo en Alesanco; unos molinos sitos en Nájera y la cuarta parte de los derechos que se cobraran en el mercado de Viguera, así como eximió de gabelas a la alberguería de Santa María. La corte najerina hubo de verse concurridísima con los miembros de la Casa Real y los séquitos de los regios visitantes, magnates y nobles hasta finales del año, puesto que el 12 de diciembre tuvo lugar la solemne consagración de la iglesia de Santa María. Entre los invitados de mayor relieve se mencionan a los hermanos Fernando y Ramiro, al conde de Barcelona, Ramón Berenguer, a los obispos de Pamplona, Nájera y Alava y a los abades de San Millán, Oña e Irache. El templo se construyó en el estilo arquitectónico del siglo XI, románico con influencias mozárabes. Era de tres naves, más alta la central, y los arcos, de medio punto prolongados, al estilo de los más antiguos de San Millán de Suso. Es el documento de fundación, confirmado por doña Estefanía en 1054 y por Sancho el de Peñalén en 1056, juntamente con sus hermanos Fernando y Ramiro, del que hay varias copias y reproducciones, el que contiene ilustraciones del templo primitivo y las imágenes de los reyes, según las hemos descrito, en miniaturas coloreadas. El monasterio y el templo fueron enriquecidos con reliquias que tuvieron amplia veneración, como el cuerpo de San Prudencio, traído del monasterio de Monte Laturce; los restos de San Vicente Mártir, procedentes del mismo monasterio; los dientes del protomártir San Esteban; las reliquias de Santa Eugenia, San Vital, Agrícola y la cabeza de Santa Columba, además de otras muchas, e igualmente lo dotaron de ornamentos y joyas, pues además de la cruz de oro con muchas piedras preciosas, ya mencionada, el rey don García y su esposa dieron al templo un frontal para su altar mayor, de planchas de oro, trabajadas a martillo, con mucha imaginería de relieve, guarnecido de abundante y rica pedrería, con inscripción revelada en la que constan los nombres de los reyes donantes. Se tiene por obra de la orfebrería alemana del siglo XI y por autor a Almanio, semejante al que poseyó la catedral de Gerona, obra del mismo autor. Para atender al servicio religioso estableció don García una congregación de clérigos, a los que concedió inmunidad y dotó al monasterio de Hospital o Alberguería, para asistir a los peregrinos que iban a Compostela. La sede de Valpuesta fue suprimida y la diócesis quedó incorporada al obispado de Nájera. La jurisdicción del prelado tenía sus límites desde San Martín de Sajazarra hasta el monasterio de Rodilla, Peña Negra de Arlanzón y Poza de la Sal, y, por otra parte, agregó la diócesis de Armentia, extendiendo la de Nájera por el oeste hasta la Hoz de Arreba, y al norte, Cudeyo con su Castro en el Cantábrico, en las montañas de Asturias de Santillana, y agrega igualmente el monasterio de Valpuesta. Esta carta la conforman los obispos de Nájera, Calahorra y Valpuesta. El P. Yepes informa de los obispos de Nájera sirviéndose del catálogo de fray Luis, predicador que fue de Santa María y que había obtenido por sí mismo, según testimonio del cronista benedicto, en el archivo del monasterio, y relaciona los priores de Santa María que hasta 1079, en que Santa María la Real se incorporó a San Pedro de Cluny, tuvieron jurisdicción episcopal en lo que fue diócesis de Valpuesta, en la ciudad de Nájera y en las iglesias y monasterios que tenía anexos. Otros sostienen que los prelados principales de Santa María eran los obispos de Nájera y no los priores, y una tercera opinión consiste en decir que los obispos de San Pedro de Cluny lo eran en todas las iglesias que se le habían incorporado, por lo que aunque los priores de Santa María se decían obispos de Nájera no lo eran, y usaban, sin embargo, el título para hacerlo valer en su pleito con el de Calahorra. Las iglesias anexas a Santa María la Real son un índice de la cantidad, extensión y riqueza de sus propiedades, el cual hasta los cronistas del monasterio se resisten a relacionar por su gran número, y nosotros, para no fatigar al lector, lo sustituimos por un mapa. En estos tiempos, La Rioja, merced a los monasterios de Santa María la Real de Nájera, San Millán de la Cogolla, San Martín de Albelda y otros muchos que tendrán su lugar adecuado en esta obra, alcanza un elevado nivel cultural y su prestigio se difunde a otros países. Los copistas de las bibliotecas o de los scriptorium monásticos los convirtieron en centros de reproducción de obras que, procedentes de más allá del Pirineo, por las rutas del Ebro llegaron a ellos y las copias allí producidas se difundieron a otros centros culturales del mundo, a la vez que enseñaron su técnica a los escritorios de Oca, Silos, Cardeña, Arlanza y otros monasterios, según acredita el profesor Díaz y Díaz. Vino, de este modo, a ser La Rioja crisol de la cultura, como tantas veces se repite, porque se entremezclaron aquí las tendencias castellanas y mozárabes con las catalanas y ultrapirenáicas, sobre el fondo existente de la cultura visigótica e isidoriana. La Ruta Jacobea fue camino, igualmente, para la difusión de la cultura y Nájera se constituyó en vínculo de enlace y centro de concreción, en el que quedó plasmada la que se llamará en adelante cultura occidental. La desgraciada batalla de Atapuerca Las noticias del año 1053 son pocas y de escaso interés; sin embargo el año 1054 fue realmente trágico, pues, envueltos los hermanos don García y don Fernando en graves discordias, éstas les llevaron a una guerra fratricida. Refieren las crónicas que don García padeció una grave enfermedad, que le visitó don Fernando en Nájera y, alarmado éste por taimados avisos de que querían matarle, salió de la ciudad precipitadamente y sin dar cuenta a su hermano. De ahí a algunos días, refiere Sandoval, o enfermó o se fingió enfermo don Fernando y el rey don García acudió presto a visitarle; pero fue preso y puesto a buen recaudo en el castillo de Cea, del que, corrompiendo a los guardianes, se libró de la prisión y volvió a su reino. Para el P. Moret, la guerra fue provocada por los hermanos Garci, Fortunio y Aznar Sánchez, a quienes el rey de Nájera había agraviado. El Silense explica las desavenencias entre García y Fernando cargando todas las culpas sobre el monarca najerino y algunos escritores justifican a don Fernando, dándole el papel de conciliador; para lo que envió embajadores a Nájera y solicitó la intervención mediadora, que no tuvo resultados positivos, de Santo Domingo, el abad de San Sebastián de Silos, y la de don lñigo, abad de Oña. Era el año 1054 y el ejército de don García, reforzado con algunos moros vasallos, pasó los montes de Oca y llegó hasta un lugar, Aggés, en la raya y fin de su reino, que él había dado a Santa María la Real. Fernando, su hermano, juntó los suyos y se situó en la misma raya, en un lugar que se llama Atapuerca. Prescindimos de los detalles de la batalla, referidos con todo lujo por algunos cronistas y escritores, resignándonos con relatar el final. Combatiendo el rey don García junto a su alférez Fortún Sánchez, fue aquél herido mortalmente y éste muerto con muchos caballeros del séquito real. Don García fue a morir al término de Prado Redondo, donde alzaron una enorme piedra que aún llaman Fin de Rey. En el mismo lugar fue alzado rey don Sancho. Sancho el de Peñalén En Atapuerca hemos dicho que alzaron por rey a Sancho en el mismo campo de batalla. Era el primogénito de don García. El cadáver de éste fue llevado a enterrar a Nájera, donde, después de solemnes exequias, recibió sepultura en Santa María la Real. El joven Sancho se acogió a Nájera y su tío Fernando se retiró a Burgos. Saliendo de Burgos, se dirigió don Fernando hacia las tierras de Valdivielso y Oña, ocupó el monasterio de San Salvador y continuó adueñándose de los territorios de Colindres, Huarte, Mena, Tudela y Lanteno, con lo que el Reino de Nájera perdió la parte norte de la Bureba, Castilla Vétula y las Asturias de Laredo, hasta la ría del Nervión. Muchas de estas tierras estaban bajo el gobierno de los hermanos Galindo y López Velázquez, quienes parece traicionaron a don García en el combate y don Fernando, en recompensa, aumentó sus dominios. En cambio, los caballeros Munio Muñoz de Alava y Tello Muñoz, tenente de Término; Sancho Fortún, de Pancorbo, y Sancho Mazeratiz, que gobernaba Oca, resistieron fieles al joven Sancho y defendieron sus señoríos, como hizo Sancho López en Poza de la Sal, que quedó como plaza fuerte en el extremo de la frontera najerina. Nájera se esforzó en conservar el desfiladero de Pancorbo. Por la Bureba actuaba el padre del Cid y es de suponer que Rodrigo Díaz de Vivar se ejercitara en las escaramuzas fronterizas y conociera bien el escenario de Cellorigo. Terminadas las obras de Santa María la Real, se celebraron con extraordinaria brillantez los actos de su consagración en la festividad de San Pedro, 29 de junio del año 1056. Actuó en la consagración el arzobispo de Narbona, Guillermo Guifredo, asistido de los obispos Gómez de Burgos y Gomesano de Nájera. Y dieron realce con su presencia y sus séquitos correspondientes el rey Sancho el Noble de Nájera, Fernando, conde de CastilIa, y Ramiro de Aragón. Los clérigos afectos a la nueva catedral profesaban la regla de San Isidoro y el rito mozárabe, con oficios y cánticos de tradición visigótica. Con su tío Ramiro mantuvo don Sancho buenas relaciones y juntos estuvieron en Leire, el año 1057, en las solemnes ceremonias de consagración del templo de dicho monasterio. Allí se acordó el vasallaje del conde aragonés, con la obligación de ayudar a su sobrino, recibiendo en garantía las plazas de Lerda, Undues y Sangüesa para que él le dé su amistad, su fidelidad, su ayuda y su consejo. La tranquilidad entre tío y sobrino volvió a romperse en 1062, en la frontera de Castilla Vétula. Sancho el Noble no perdió la Bureba que recibiera al firmarse la paz en 1060, aunque las escrituras digan que Fernando reinaba en Castilla Vétula, debiendo entenderse que era sólo en parte. La corta edad del rey, la muerte de esforzados caballeros en Atapuerca, y la decepción de otros había sido aprovechada entre 1058 y 1060 por don Fernando, apoderándose de fortalezas y castillos como Pola de la Sal, Vesica, Término y Lantarón; el obispo de Valpuesta se reconoció vasallo de Castilla; Oca hubo de pasar al dominio de don Fernando, quien trató de ganarse la amistad del abad y de los monjes de San Millán con la mira puesta en la ocupación del desfiladero de Pancorbo, que conservaba Sancho Fortún, así como su hermano García Fortún tenía el castillo de Tobía. La paz debió ajustarse en 1062 y en 1605 falleció don Fernando en León, el 27 de diciembre. La muerte y el testamento de doña Estefanía se datan también en el mismo año. Fernando I, siguiendo el ejemplo de su padre, en una asamblea de magnates dividió sus Estados y dejó a Sancho, Castilla; Alfonso recibió León; García, Galicia, obteniendo Urraca y Elvira el señorío de todos los monasterios de los reinos. Tres monarcas, de nombre Sancho, vinieron a reinar en Castilla, Nájera y Aragón. El de Castilla, aparte de disputar a sus hermanos los territorios que les habían correspondido, consideró inaceptable el pacto entre Nájera y Castilla y a las pocas semanas de haber ocupado el trono marchó con sus huestes contra Sancho el Noble de Nájera, que contaba con la alianza de Sancho Ramírez, rey en Aragón y en Pamplona. Sus pretensiones eran ocupar Pancorbo, tomar La Rioja y obtener las parias que pagaba el rey moro de Zaragoza. Invadió las tierras del Ebro, pasó el río por el vado de Logroño y asentó sus reales cerca de donde después se fundó Viana. En la margen izquierda del gran río, en los campos de Mendavia, se enfrentaron las tropas de los tres Sanchos y los castellanos fueron derrotados; su rey, derribado del caballo, y la vanguardia quedó malparada, retirándose apresuradamente el resto del ejército, volviendo a Castilla. Recuperó el rey najerino lo perdido en La Rioja y la Bureba y desde los montes de Oca hasta el Ebro volvieron a los límites de Sancho III. Por aquel tiempo lucharon Rodrigo Díaz y Jimeno Garcés por la plaza de Pazuengos, en Palenque; venció Rodrigo y ganó el sobrenombre de Campeador. Siguió adelante, saqueó la vega del Ebro y ganó Zaragoza. Recuperado Sancho II, el Fuerte, del descalabro de Mendavia, invadió La Rioja; Jimeno Fortún tuvo que entregar Pancorbo a García Ordóñez, noble leonés al servicio de Castilla, y el rey moro de Zaragoza se hizo tributario, mediante el pago de doce mil mancusos anuales; reforzó la amistad con el de Aragón, para quien se usó la fórmula quasi pro regio, y las luchas con Castilla debieron reanudarse, reinando Alfonso VI, después de que su hermano Sancho fuera asesinado en Zamora por Bellido Dolfos. Don Sancho el Noble y su esposa doña Placencia, de sacra memoria, dieron a San Millán una preciosa arca para las reliquias del Santo confesor e hicieron donaciones piadosas a sus monasterios predilectos. Se acordó la paz en 1074 y se celebraron vistas en San Millán, donde convinieron en conceder paso libre a los peregrinos que fuesen a venerar al Santo e incluso trataron del cambio del rito gótico por el romano, así como de las pretensiones del legado del papa Gregorio V111, el cardenal Hugo Cándido, de que España era patrimonio de San Pedro. Pasó el tiempo y la cuestión del rito cambió de las asambleas y juntas religiosas a las pruebas del juicio de Dios y a la prueba del fuego, en las que triunfó el rito gótico o mozárabe; pero acabó imponiéndose el rito romano, decisión que sentenció la musa popular con el adagio: allá van leyes do quieren reyes. La muerte del rey Sancho el Noble en Peñalén, el 4 de junio de 1076, dio rumbos nuevos a la política entre los reinos cristianos. El episodio del despeñamiento es tratado en las crónicas y por ellas sabemos que los infantes Ramón y Ermesinda celaban a su hermano el rey, intrigaban en la corte y tenían apartados de Nájera a los otros hermanos, a la vez que fomentaban el descontento y la deserción de los nobles y contrataron huestes moras como cómplices de sus planes. Invitaron al confiado Sancho a una finca del valle de Funes, próxima a la villa de Alesves o Villafranca, donde existía un espeso bosque, en el que abundaban venados y jabalíes. En plena cacería, el rey se aproximó al borde de una elevada peña, desde la que se divisaba el río, llamada Peñalén; empujaron a don Sancho por la espalda y lo despeñaron. Su cadáver fue llevado a enterrar a Nájera. Para sucederle pensaron algunos en su hermano Ramiro, señor de Calahorra, que se hallaba en la Cruzada; pero Alfonso VI acudió presuroso con su ejército y se adueñó de Nájera, contando con la ayuda de García Ordóñez, casado con Urraca, hermana del asesinado en Peñalén, y fundadores ambos de O'Gronio. El reino de Nájera (1076-1239) Asesinado en Peñalén Sancho Garcés el Noble, empieza un segundo período en el que no existen Reyes de Nájera propiamente dichos, porque el territorio de soberanía de aquellos monarcas es disfrutado y compartido, con varia suerte, según resultado de las armas, por los reyes descendientes de Sancho el Mayor en Castilla y Aragón, utilizando como límite de sus respectivos dominios, en paces y concordias poco duraderas, la línea del Ebro. Los monarcas de ambos reinos alegaban derechos procedentes de la división de Sancho III el Mayor; pero surgió un tercero en discordia, García Ramírez, que se adueñó de Pamplona y es conocido con el nombre de el Restaurador. El Reino de Nájera siguió subsistiendo como entidad política, como un Estado más en el conjunto de los que regían los monarcas castellanos, y así lo acreditan numerosos documentos cuando expresan la fórmula de titulación de los Reyes de Castilla hasta 1239. En cuanto a Nájera ciudad, va disminuyendo en el protagonismo histórico de años atrás y su papel se engloba en el devenir del Reino de Castilla hasta que se alcance la unidad nacional y venga a caer en el anonimato general. Su nombre figurará repetidamente en las páginas de la Historia, por sí misma o por los hechos y acontecimientos en que sirve de escenario o por los méritos de destacados personajes de primera magnitud, como los Lope, Garcés, Sánchez,Díaz de Haro, Manriques de Lara, etc., que ganaron fama y honores con sus hazañas y servicios. En el reinado de Fernando 111 el Santo dejó de utilizarse su nombre en las fórmulas de los escatocolos de las cartas y privilegios a partir de 1239, siendo su nombre reemplazado por los de otros reinos, ganados a los moros del Andalus, aunque se sobrentienda su existencia y pase a ser más tarde sustituido por el de señorío de Nájera y Ducado de Nájera. Incluimos en este período los siguientes reinados: Fernando I de Castilla: 1033-1055. Alfonso VI: 1072-1076-1109. Urraca, esposa de Alfonso I de Aragón: 1109-1126. Alfonso VII el Emperador: 1126-1157. Sancho III el Deseado, rey de Nájera: 1157-1158. Alfonso V111 el Noble: 1158-1214. Enrique I: 1214-1217. Berenguela, esposa de Alfonso IX de León: 1217. Fernando 111 el Santo: 1217-1230-1252. Aunque a partir de 1240, conforme venimos diciendo, no se exprese en las cartas reales tácitamente el Reino de Nájera ni los reyes empleen en ellas la fórmula reinando en Nájera, subsiste el reino como una entidad política más, al igual que León, Toledo o Castilla, y como tal se acomoda a la organización general del monarca reinante, a sus leyes, a su vida cultural, religiosa y socio-económica. En demostración de esta pervivencia está la organización del Reino de Castilla y el hecho de que Alfonso VII, para honrar a su hijo, con motivo de su matrimonio con Blanca de Pamplona, le conceda el Reino de Nájera, con pleno derecho, aunque bajo su soberanía, como era el estilo utilizado por el llamado Emperador. La ciudad de Nájera siguió conservando su fama como Corte de un gran reino y Madre de reinos; pero poco a poco irá decayendo su importancia y celebridad, a la vez que otros nombres la sustituyen en las crónicas y memorias históricas o comparten con ella el honor de los acontecimientos, como Logroño, Calahorra, Santo Domingo de la Calzada, Arnedo, Alfaro, etc., y sobre todos ellos el de la región La Rioja. Es un lamentable error histórico y un anacronismo inexplicable el confundir el Reino de Nájera con Navarra, porque si bien es cierto que los Reyes de Nájera proceden de una dinastía pamplonesa, jamás el nombre del Estado o región de su procedencia ha sustituido al del reino en que se establecieron; ejemplos, los monarcas de la Casa de Austria o los Borbones que reinaron en España. El establecimiento de reyes de la rama bastarda de Aragón en las tierras de Pamplona y sus pretendidas reclamaciones como herederos de Sancho III, si afectó a la extensión territorial del Reino de Nájera, no pudo borrar hasta el nombre. La tercera razón es que hasta 1196 no recibieron los Reyes de Pamplona el título de Reyes de Navarra, dado por primera vez en esa fecha por el papa Celestino 111 a Sancho VII el Fuerte, y sólo usado con carácter general a partir del establecimiento de la Casa de Champaña se utilizó tal denominación; pero es absurdo adelantar su vigencia a los siglos X y XI y a territorios que jamás pudieron pertenecerles ni reinar sólo ellos, sino fue en pequeñas partes y temporalmente, como consecuencia de guerras internas, convenios y tratados de escasa vigencia. Fernando I el Magno (1033-1065) Este rey, primero de su nombres, hijo del rey don Sancho el Mayor y de doña Mayor, Muniadona o Elvira, casó con doña Sancha, hermana del rey don Bermudo de León, siendo aquél infante del Reino de Nájera y ella, viuda-doncella por la muerte de don García en León, alevosamente asesinado por los Velas. De este matrimonio nacieron: doña Urraca, Elvira, Sancho, Alfonso y García. Como hermano del rey don García el de Nájera, y por la intervención en los acontecimientos de su época, unas veces aliado y otras rival del monarca najerino, como hemos tenido ocasión de ver en las relaciones de sus hechos, nos interesa conocer los del reinado de éste. En la distribución de los Estados de su padre, recibió el condado de Castilla en hereditas, o sea, como vasallo de su hermano mayor don García, a fines del año 1033 ó en 1034. En León comenzó a reinar en el año 1037, después de muerto su cuñado Bermudo en la batalla de Támara. En León se coronó y le ungió el obispo de León Servando, el 25 de junio de 1037. Don Fernando se llamó Emperador y doña Sancha Emperatriz. Aun cuando García el de Nájera y don Fernando el Magno se trataron algún tiempo como buenos hermanos y aquél le ayudó en la campaña de León, ciertos cronistas culpan a don García de la ruptura entre los dos, acusándole de que no aceptó de buen grado la división de su padre y menos que Fernando se titulase rey y emperador, rompiendo la dependencia debida al primogénito, según lo había ordenado Sancho III el Mayor. Las consecuencias de la enemistad fueron la batalla de Atapuerca y la muerte de don García, como hemos escrito. Hay algunos aspectos que deben ser tenidos en cuenta. La amistad y alianza entre ambos hermanos se mantuvo varios años después de la división del reino; Fernando I no utilizó el título de rey sino hacia 1060, después de muerto García, y los juicios sobre el carácter y comportamiento de don García proceden de escritores panegiristas del vencedor, que incluso usan fábulas y leyendas como la de la calumnia, y recargan las tintas negras sobre don García, mientras hacen digno de los favores del cielo a don Fernando. Hicimos en otra ocasión la defensa y reivindicación del monarca najerino y en ella nos ratificamos. Los Estados fueron repartidos, como ya hemos dicho, entre los hijos de Fernando 1: Urraca, Elvira, Sancho, Alfonso y García, siendo el reparto pródigo en guerras, porque DON SANCHO aspiró a reunirlos todos en su mano. Con tal fin provocó la guerra de los Tres Sanchos, venció a su hermano Alfonso en Llantada (1068) y Golpejar (1071), en la que fue apresado, encerrado en Burgos y obligado a tomar la cogulla en Sahagún, pero de aquí se fugó a la corte de Almamún de Toledo. A García arrebató Galicia y éste se refugió en Sevilla, pero cuando sitiaba Zamora fue asesinado de un lanzazo por el traidor Bellido Dolfos, a quien persiguió el Cid, sin lograr alcanzarle, hasta las puertas de la ciudad, que se abrieron para dar paso al matador. Alfonso VI (1072-1076-1109) La infanta doña Urraca previno secretamente a su hermano Alfonso, que había sido acogido en la corte de Almamún de Toledo, el desgraciado fin de Sancho y aquél, ayudado por el conde Assúrez de Valladolid, salió de noche sigilosamente de la ciudad, para que los moros no se apercibieran y trataran de impedírselo. Los nobles de León, Asturias y Galicia le juraron por rey en Zamora, pero los castellanos le hicieron que prestara juramento y el Cid se lo tomó sobre los Evangelios en la iglesia de Santa Gadea de Burgos, ante los doce caballeros compurgatores, exigidos por la ley, de que no había tomado arte ni parte en la muerte de su hermano, acción que fue, según la musa popular, el origen del enojo del rey y de su enemistad hacia Rodrigo Díaz de Vivar. Sancho fue traído a enterrar a Nájera y poco después debió morir doña Placencia, sin que sufriera la pena de no ver en el trono de Nájera a ninguno de sus dos tiernos hijos ni a su hermano don Ramiro, señor de Calahorra, pues los ejércitos de Castilla y de Aragón, so capa de castigar a los fatricidas y asesinos de Peñalén, intervinieron en favor de sus respectivos intereses. Después de Peñalén, las hijas de García el de Nájera debían residir en la Corte de su tío Ramiro de Aragón y de ella debieron pasar a la de Alfonso VI, de quien eran primas. Se las supone jóvenes y muy hermosas y dicen que el rey castellano se enamoró de una de ellas, con la que pensó contraer matrimonio. Las infantas eran: Urraca, Jimena y Mayor. La amante parece fue Jimena y de esos amores nació Teresa, reina que sería de Portugal. La llaman también Jimena Núñez y Jimena Guzmán. Una denuncia de tales amores y la prohibición del matrimonio se halla contenida en una carta del papa Gregorio VII, en la que no la nombra, por ser quien es, si bien dice que se trata de una deuda del rey. Sandoval excluye a Urraca, que era la mayor y se hallaba casada con el conde García Ordóñez. Tampoco pudo serlo la menor de las tres, esposa del conde Masticonense de Francia, aunque sí se hallaba en Nájera por aquel tiempo, pues en 1080 ó en 1082, en los Idus de Maio, hizo donación al prior de Santa María Galindo y a los monjes del monasterio de la casa de Fortún Cidiz en Nájera, con todas sus heredades y las villas de Villela, Atajo y lanua, la mitad en sus días, y enteramente, después de su muerte. Ramiro murió en Rueda, en 1083, y también el infante don Sancho, hijo natural de don García. Al coronarse en Burgos debía tener el nuevo rey diecinueve años, ciertas escrituras le llaman Adefonsus imperator totius Hispanae, en la de anexión de Santa María a Cluny, en el año 1079, se le da el título de Rey de las Españas, y en otro privilegio de 1087, en favor de un monje de San Millán llamado Hernando, se dice: Et ego Adefonsus ab ipso Deo constitutus Imperator super omnes Hispanae nationes. Alfonso apresó a su hermano García y lo encerró en el castillo de Luna hasta que murió. Pacificó su reino, librándolo con rigurosa justicia de gentes rebeldes, salteadores y bandidos, por lo que le dieron el sobrenombre de el Bravo. Casó don Alfonso con Inés, que murió pronto y de la que no tuvo descendencia (1074). Con las infantas Urraca y Elvira estuvieron los esposos en San Millán, visitando a su primo Sancho el Noble de Nájera, y el mismo año 1074 se celebró el matrimonio de Rodrigo Díaz con Jimena, hija del conde Diego Alvarez de Asturias. Un año antes, ya el Cid se había desnaturalizado y con sus huestes asolaba las tierras del Reino de Nájera contra el conde García Ordóñez, arrasó la población de Logroño y los campos de Calahorra, cercó y tomó el castillo de Alfaro, desafiando al Conde Cabra; pero éste dejó transcurrir los siete días de plazo sin presentarle batalla, por estimar que era muy inferior el número de sus tropas. Tanto la Crónica del obispo Pedro de León como el poema del Mio Cid, diversos romances y cantares de gesta, refieren la vida legendaria de Rodrigo Díaz de Vivar, el comportamiento del rey don Alfonso con tan buen vasallo si hobiera buen señor, su extradición del reino; el engaño que hizo a unos judíos de Burgos, pidiéndoles dinero prestado sobre la garantía de unas arcas llenas de arena; su salida del reino, después de haber reunido trescientos caballos y mil peones; la visión de un ángel que le anunció la protección del Señor; las victorias que logró contra el rey de Aragón, el conde de Barcelona y los reyes moros de Zaragoza y Valencia; la conquista de esta importante ciudad y su lealtad al rey Alfonso; el casamiento de sus hijas con los condes de Carrión, la afrenta del robledal de Corpes y las bodas de doña Elvira y doña Sol, sus hijas, con los infantes de Nájera y Aragón. Intervino en las luchas internas de los musulmanes, en favor de Cadir de Toledo, contra Zaragoza, en defensa de Motamid de Sevilla y Motawaquil de Badajoz; en los disturbios de la diócesis compostelana y en la consolidación del reino de Portugal en la persona de Alfonso Enríquez, su nieto. Perdida la ciudad de Valencia que había ganado el Cid y conservada por su mujer hasta 1102, después de la muerte de aquél; al morir Yusuf, su hijo Temín, gobernador de Valencia, en nombre del heredero Alí, sitió Uclés. El rey don Alfonso envió en socorro de la plaza sitiada a su hijo el príncipe Sancho, confiado a la experiencia y valor de su tutor, el conde García Ordóñez; pero fueron derrotados el 30 de mayo de 1108 y murieron ambos combatiendo. La pena de esta desgracia aceleró la muerte del rey, ocurrida el primero de julio de 1109. Fue sepultado en el monasterio de Sahagún, junto a sus esposas Inés, Berta, Constanza y Zaida (Isabel). Le sobrevivió Beatriz, de la que no tuvo descendencia. Sandoval hizo de él el siguiente elogio: fue justiciero, recto, valeroso, pío, guerrero, temido y amado ... , temeroso de Dios ... ; amaba la verdad y era fidelísimo en la palabra. La intervención aragonesa con Sancho Ramírez (1063-1094) Muerto el rey de Nájera en Peñalén, mientras Alfonso VI ocupaba la zona occidental del Reino de Nájera, lindante con Castilla, Sancho Ramírez, rey de Aragón, entró en la zona este por Santa María de Uxué, recuperó Sangüesa y Puente de la Reina, que había tomado el rey de Castilla, y en adelante a sus títulos de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, unió el del rey de Pamplona, que englobaba además Guipúzcoa y el sector oriental de Vizcaya, desde Durango. Asegurada la paz interior, preparó sus huestes para enfrentarse a los musulmanes de los reinos vecinos, reconquistó el condado de Ribagorza y varios castillos en los que puso abundantes guarniciones y pertrechos. Fue en 1088, al pasar los almorávides al Andalus, los musulmanes españoles se envalentonaron y Alfonso VI fracasó al intentar tomar el castillo de Rueda. Sancho Ramírez reconoció a los caballeros aragoneses y de Pamplona sus respectivas mandaciones y tenencias y dio fueros de repoblación a varias villas, entre otras a Estella. Emprendió, en 1091, operaciones contra el rey moro de Zaragoza, castigó al año siguiente las tierras del de Huesca y presionó sobre la ciudad. Entonces le llegaron noticias de que el rey castellano invadía las tierras de Alava, concentró sus tropas y con sus hijos Pedro y Alfonso llegó hasta la llanada alavesa, donde estuviera Vitoriaco, y presentó batalla a los castellanos, quienes abandonaron el campo sin combatir, regresando a su base de Montearagón, prosiguiendo sus ataques a Huesca; pero, desgraciadamente, fue herido por una saeta que le produjo la muerte. De su esposa Felicia tuvo tres hijos: Pedro, Alfonso y Ramiro, que reinaron sucesivamente. Pedro de Aragón y Pamplona (1094-1104) Pedro sucedió a su padre y continuó el cerco de Huesca. Los sitiados, acosados por el hambre y preocupados por sus bajas, prometieron doblar las parias que se habían negado a satisfacer, propuesta que rechazó don Pedro. Ante esta negativa se alió el rey de Huesca con Abd al-Rahmán de Zaragoza, tropas almorávides y castellanas; pero los aragoneses obtuvieron la resonante victoria de Alcoraz o de los Tres Reyes y, apretado el sitio, Huesca se rindió el 25 de noviembre, entrando triunfalmente don Pedro en la ciudad. En la frontera de Cataluña cercó y tomó Barbastro, restableció en ella la sede episcopal en la persona de Poncio, obispo que era de Roda (año 1100). Al año siguiente rodeó Zaragoza, si bien hubo de levantar el cerco sin rendir la ciudad. Perdió a sus hijos, los infantes Pedro e Isabel, habidos de la reina Berta (1103), y al año siguiente murió en Estella y fue sepultado en el monasterio de San Juan de la Peña. Alfonso I el Batallador y doña Urraca (1104-1134) Muerto don Pedro le sucedió en los reinos de Aragón y de Pamplona su hermano don Alfonso, primero de este nombre, conocido por el Batallador. En Castilla, León y Nájera reinaba Alfonso VI, quien pasó por el dolor de perder a su hijo único Sancho en Uclés, como hemos dicho. A fin de hacer frente al peligro almorávide se aliaron el rey de Castilla y el Batallador, reforzando la unión mediante el matrimonio de Urraca, hija de Alfonso VI, con el monarca aragonés; pero poco después murió el rey castellano (1110) y el Batallador se dispuso a gobernar los Estados de su esposa, entre los que se hallaba el Reino de Nájera. La reina doña Urraca donó, en el año 1110, al monasterio de San Millán los pechos que pagaban al palacio real de Nájera los vecinos de Villa-Gonzalo y Cordovín y la misma población de Nájera, en la que convivían cristianos, moros y judíos. Acompañaban a la reina en aquella ocasión el infante Ramiro, hijo de Sancho Ramírez, que tomó el hábito y fue llamado El Monje; varios magnates de Castilla, León y Asturias; el conde de Pamplona, Sancho; Diego González, señor de Nájera; lñigo Jiménez, que mandaba en Calahorra, y el obispo Sancho de Nájera, con otros prelados. Desde Nájera salió la reina con su séquito y huestes para Zaragoza, con el fin de ayudar al rey Alfonso I en el sitio de la ciudad. Del séquito formaba parte el infante Ramiro, hijo del rey don García el de Nájera, esposo de una de las hijas del Cid y fundador de Nuestra Señora de la Piscina, quien siempre se tuvo por rey de Nájera y Pamplona y dejó como heredero de sus derechos al primogénito García, legando a Sancho los bienes que tenía en Peñacerrada, desde Mendavia a Subiza, así como su ajuar, bienes muebles y joyas a su hija Elvira. En una carta de 1110 otorgó Alfonso I muchas franquicias y libertades al monasterio de Valvanera y en otras escrituras del mismo año confirma Diego López, mandando en Nájera y Grañón, el conde don Lope, Sancho Díaz, Pedro Jiménez en los Cameros, García Bermúdez de Agoncillo; Fortún Galíndez, merino de don Diego López, el Señor de Nájera; lñigo Jiménez, señor de Calahorra y ambos Cameros; don Gómez, conde de Pancorbo, Cerezo y Campdespina, y entre los prelados figura Rodrigo, obispo naialensis y de Calahorra. La reina Urraca mostraba ciertas preferencias por los condes Gómez de Campdespina y Pedro González de Lara y como el caballero Pedro Assúrez la censurara, le despojó de todos los honores y señoríos. El rey encerró a la reina en el castillo de Castellar y dio plazas y fortalezas a caballeros aragoneses y najerinos de su confianza, lo que desagradó a los leoneses y castellanos. La reina sobornó a sus carceleros y huyó a Castilla. Don Alfonso apretó el cerco de Zaragoza, conquistó Tudela y se preparó para nuevas campañas contra los musulmanes. Los señores y prelados de León y Castilla obtuvieron la reconciliación de los esposos; pero la reina volvió a dar escándalo con su conducta, por lo que el rey la llevó a Soria y la repudió públicamente. Estas desavenencias en el matrimonio y la rivalidad entre los caballeros de los distintos reinos fue causa de luchas, robos y profanaciones, padeciendo el país además hambres, pestes y calamidades. Una devastadora plaga de langosta invadió La Rioja y las tierras limítrofes de Pamplona y Aragón. Pedro el Venerable, abad de Cluny, dejó memoria de esta situación y del maravilloso relato de Pedro Engelberto, natural de Estella, que se hallaba en el monasterio de Nájera. Las desavenencias entre el rey y la reina dividieron a los nobles en tres banderías rivales: la que pretendía el Gobierno para la reina Urraca, los partidarios del infante don Alfonso, niño a la sazón de nueve años, y un tercer grupo, muy reducido, adicto al Batallador. Los enfrentamientos afectaron a La Rioja, Astorga y Toledo. Alfonso I agrupó las huestes de Nájera, Burgos, Palencia, Zamora, León y Sahagún y se aprestó a la lucha, pero la derrota sufrida por trescientos caballeros aragoneses le movió a levantar el campo y se encerró en Carrión. Zaragoza cayó al fin en poder del monarca aragonés en 1118 y dos años después rindió a Calatayud. El rey niño se hallaba en Avila y su padre entró en Castilla, en son de guerra hacia dicha ciudad; pero los magnates de la misma se negaron a reconocerle si antes no hacía vida con su mujer, lo que enojó a don Alfonso, se retiró de los muros de Avila y en su regreso cometió muertes y atropellos de extrema crueldad. Siguió la amistad de la reina con el conde don Pedro de Luna, las luchas se produjeron, alzaron de nuevo por rey a don Alfonso y sitiaron a doña Urraca en las torres de León. Se rindió y renunció en su hijo el derecho al reino. Los males aumentaron con la invasión de los almorávides, pero la peste diezmó a los moros, pasaron a Sevilla y embarcaron para Marruecos. Se conserva una escritura del año 1114, mandando Diego López en Nájera y Grañón, en la que Alfonso I y Urraca conceden al monasterio de Valvanera muchas franquicias y libertades, y en otra de Oña, otorgada por Fortún Alvarez y su esposa Godó Díaz, se dice que reinaba doña Urraca en León y Galicia y el rey don Alfonso en Aragón, Nájera y Burgos. El año 1116, unidos doña Urraca y su hijo contra el Batallador, éste se hallaba ante el castillo de Farum (Haro), que tenía Diego López, señor de Vizcaya. En los comienzos de 1117 visitaron Nájera doña Urraca y su hijo, confirmaron a Santa María la Real cuanto don García y doña Estefanía le habían dado y ellos añadieron el portazgo de la puente de Logroño, la iglesia de San Vicente del Castillo de Nájera con todos los diezmos de pan, vino, ganado, etc., de todo el territorio de Nájera hasta Grañón y Entrena; la villa de Alesón, el portazgo de la puente de Nájera, el lugar de Atajo, la Alberguería, el monasterio de San Fausto, en Treviño, con todos sus diezmos, el lugar de Ciriñuelo, junto a Santo Domingo de la Calzada con todos sus diezmos en Puente Bureba cuanto pertenecía al patrimonio real ,con todos los collazos, ganados y heredamientos, términos labrados y por labrar, molinos, prados y montes; todas las heredades que el rey tenía en Mahave, Cárdenas, Río Tobía, con la iglesia de Santa María, y en Asturias, la iglesia de Santa María del Puerto. Prodigaron los monarcas las mercedes en los territorios que les eran adictos. Doña Urraca, la intrépida reina, gobernó unos catorce años, unas veces con su esposo, otras con su hijo y también sola. Murió en el 1126, según unos de parto, pero según otros, reventada cuando salía cargada con el tesoro de que se había adueñado en San Isidoro de León. Aunque era general el deseo de paz, seguían las rivalidades entre los nobles, provocando nuevos disturbios y desmanes como el que sufrió el monasterio de Irache, al que grupos armados robaron sus tesoros y reliquias, si bien fueron recuperados por un esforzado capitán que alcanzó a los salteadores cerca de Logroño y los derrotó, devolviendo lo robado al monasterio. Don Alfonso renunció a las tierras de La Rioja, Alava y Castilla Vétula, que pertenecían al reino de Nájera, y empleó a sus tropas en combatir a los moros en la frontera de Fraga y en reprimir las ambiciones de Guillermo de Aquitania. Repobló la parte oriental del Reino de Nájera, dio fuero a Belorado y otras poblaciones y en el año 1132 se hallaba en La Rioja, disponiendo población en el Cerro de Cantabria, sobre el río Ebro, entre Logroño y Viana, puntualiza el cronista, y de allí por el Ebro condujo aprestos de guerra en grandes naves a Zaragoza, para la campaña en que ganó Mequinenza y la que preparaba para sitiar Tortosa. Al desistir de ello entró a sangre y fuego en Valencia, llegó hasta Almería, venció al rey de Córdoba y regresó en triunfo a sus Estados. Sitió Fraga en la campaña de 1134, acudió Abengamia en auxilio de la plaza y el rey Alfonso salió indemne por el arrojo de diez de sus caballeros, que lo pusieron a salvo. Intensificaron los musulmanes sus ataques y el rey acudió en socorro de Monzón con trescientas lanzas, se metió en el campo enemigo y no apareció más ni vivo ni muerto. El profesor Ubieto afirma que murió en Poleñino, el día 7 de setiembre de 1134. En su testamento dejó don Alfonso el reino a las órdenes militares del Santo Sepulcro, del Hospital de San Juan y del Templo de Salomón, pero no tuvo cumplimiento. Alfonso VII, el Emperador (11261157) Sus biógrafos le llaman famosísimo Emperador, glorioso, pío, feliz y nunca vencido; dicen que fue coronado a la edad de 19 años, pero no precisan si al ser alzado rey en la iglesia de Compostela o coronado en Santa María de la Regia de León. Por las rivalidades ya mencionadas en el reino de sus padres, la anarquía se enseñoreaba en el reino y ni la amistad entre Urraca y su hijo paralizó la depredación a que sometían los caballeros aragoneses al país, pues corrían las tierras como si fueran infieles. Salió don Alfonso I de Zamora el año 1123, sometió la región que recorría y llegó hasta las puertas de Burgos, que se le abrieron; pero en el castillo se hicieron fuertes los aragoneses, con su alcaide Sancho Aznar, hasta que muerto éste por una saeta, los suyos se rindieron. El Batallador lamentó la pérdida de Burgos, por lo que vino a Nájera con su ejército, concentró en ella cuantas fuerzas pudo, dejó guarnición en el castillo, reforzó los de Cerezo y Belorado, aseguró las plazas de Castrojeriz, Carrión y Cea, atravesó las montañas de La Bureba y se encaminó hacia Burgos, de donde había salido con los suyos el rey Alfonso de Castilla. Plantaron ambos ejércitos sus reales en el valle de Támara; mas por la intercesión de los nobles y prelados llegaron a un convenio que ya hemos mencionado. No se alcanzó la paz sin daños, pues los aragoneses, en su retirada, arrasaron cuanto hallaron a su paso y la recuperación de algunas plazas costó muchas vidas. Organizó sus huestes Alfonso VII en Burgos y en 1124 pasó los montes de Oca, ganó Belorado y Grañón y se dirigió contra Nájera, que el Batallador tenía muy fortificada y bien guarnecida. La intervención de los prelados y monjes, entre los que se hallaban Pedro el Venerable, huésped de Santa María la Real, avinieron a los reyes y concertaron la paz. Alfonso VII se humilló ante su padrastro y éste le restituyó las tierras de Castilla y León, pero conservó el Reino de Nájera, que comprendía La Rioja y Pamplona con las tierras del Ebro; no obstante aún siguió titulándose rey de Castilla durante dos años. Alfonso I medió en el casamiento del rey de Castilla y las bodas de Alfonso VII y doña Berenguela se celebraron en el mes de noviembre de 1124, en Saldaña. Doña Berenguela era hija de Berenguer Ramón, conde de Provenza y nieta de Ramón Berenguer III. En el séquito de la novia vino Pedro de Lara, exiliado en Barcelona, y en su compañía trajo ésta a los Manriques, progenitores de los Manrique de Lara, famosos tiempos después en el Reino de Nájera. Estando Alfonso I de Aragón en la villa de Haro, el año 1125, dio carta y privilegio al abad Sancho de Santo Domingo de la Calzada para que poblase la ciudad, concediéndole una heredad que llamaban Algobarte. Después de que el Santo construyera el hospital de peregrinos y el puente sobre el Oja, este privilegio vino a favorecer el desarrollo de la ciudad. Las rivalidades que produjo el testamento de Alfonso I fueron aprovechadas por Alfonso VII y preparó sus huestes, penetró por los montes de Oca, tomó Belorado, Grañón, Nájera, Logroño, Arnedo, Viguera y las tierras del Ebro hasta Calahorra. Insistió por la Bureba y Alava hasta recuperar el Reino de Nájera, llegando a la línea del Ebro, que fue la señalada después de la rota de Mendavia en la guerra de los Tres Sanchos. Disconformes los nobles del testamento de Alfonso I, se reunieron las Cortes en Borja. Fracasaron las tentativas para elegir sucesor a don Pedro de Atarés, biznieto de Ramiro I de Aragón, por línea bastarda. Por separado, y ocultando también sus propósitos, se juntaron los aragoneses en Monzón y las Cortes allí reunidas eligieron como rey de Aragón a don Ramiro, hermano de Alfonso I y monje desde hacía cuatro años. En las de Pamplona nombraron a García Ramírez. Don Ramiro se unió en matrimonio con Inés, hermana de Guillermo, duque de Aquitania. Alfonso VII entró en el Reino de Nájera e hizo donación al monasterio de San Millán de la iglesia y villa de Fonzaleche y la iglesia de Valluércanos de Yuso. En Vadoluengo se firmó en enero de 1135 el pacto entre Ramiro II y García Ramírez, pero éste no se resignó al vasallaje que pretendía ejercer sobre él Ramiro y buscó la ayuda de Alfonso VII, prestándole homenaje en Nájera, sumisión que aún se hizo más firme después de la coronación imperial en Santa María de la Regla de León, el 2 de junio de 1135. Alfonso VII celebró vistas con García Ramírez en Pradilla, a orillas del Ebro, y le entregó el reino. De la reina Inés le nació a don Ramiro una niña que llamaron Petronila, pretendida desde la cuna por Ramón Berenguer IV. Ramiro II y el Emperador se entrevistaron en Alagón y éste le devolvió el Regnum Cesaraugustanum y muchas tierras conquistadas por él en el valle del Ebro, reconociéndose el rey de Aragón su vasallo. Atacó don Alfonso al rey de Pamplona, su anterior aliado, y las huestes de Aragón y Barcelona, incrementando el poder de Alfonso VII, atemorizaron a García Ramírez, pero siguieron las luchas, ayudado Garcia Ramírez por caballeros franceses y como no se aviniera a un acuerdo, aliados de Alfonso VII y Ramón Berenguer IV decidieron prescindir de Garcia Ramírez y seguir los mandatos de Inocencio II, quien tenía por legado apostólico al cardenal Guido. En el año 1137, debía hallarse criado Sancho, a quien por ser infante muy esperado llamaron el Deseado. En el mes de junio del año 1138, hallándose en Carrión, el conde de Barcelona se declaró vasallo del emperador mediante la entrega de Zaragoza, Tarazona, Calatayud y otras poblaciones que tenían los castellanos, con el compromiso de luchar juntos para repartirse las tierras de García Ramírezo Desde Carrión marchó el emperador a Soria, entró en tierras de La Rioja y llegó a Calahorra y entre esta ciudad y Alfaro hicieron paces y concertaron un acuerdo Alfonso VII y Garcia Ramírez; pero otros autores refieren que el emperador acampó junto a Pamplona, mientras las tropas catalanas acosaban por el este a García Ramírez, quien derrotó entre Gallur y Cortes a Ramón Berenguer, aunque antes de poder recoger los frutos de la victoria vieron aparecer los estandartes de Alfonso VII y a toda prisa se acogieron a Pamplona. El emperador hizo suyos los despojos del ejército catalán vencido y se volvió a Nájera, convocando a sus gentes para el mes de mayo en esta ciudad. El rey García Ramírez, contando con la ayuda del rey de Francia, se disponía a enfrentarse a sus rivales cuando llegó a Pamplona en peregrinación a Santiago el conde Alonso Jordán, primo del emperador. El conde, los obispos Sancho de Calahorra y de Nájera, Miguel de Tarazona y el prior de Santa María la Real, Esteban, gestionaron las paces que se firmaron entre Calahorra y Alfaro, conviniendo el matrimonio del infante Sancho de Castilla con Blanca de Pamplona y como ésta era de muy corta edad quedó al cuidado del emperador hasta el casamiento. Las tropas del emperador estuvieron ocupadas en tierras de Salamanca y Sancho Ramírez, no obstante hallarse en paz con el emperador, se alió con Alfonso Enríquez de Portugal y en este país se centró la lucha hasta que se firmó la paz, devolviéndose conquistas y prisioneros. Otras tropas del ejército de Alfonso VII luchaban con las de Sancho Ramírez en la región de Pamplona. El 9 de setiembre de 1140, hallándose el emperador y su esposa en Valladolid, en una escritura real dice reinar en Toledo, León, Zaragoza, Nájera, Castilla y Galicia. En noviembre estaba en Santo Domingo de la Calzada, cuya iglesia era de clérigos reglados con abad propio; pero disputándosela los obispos de Burgos y de Calahorra, el emperador y algunos magnates decidieron que se adjudicase al de Calahorra. En estas escrituras ya firma el rey Sancho, hijo del emperador, porque de éste había recibido el reino de Nájera, así como consta que Pedro Jiménez tenía Logroño. Reconoce Lacarra que en la política imperial de Alfonso VII era pieza esencial La Rioja, tanto para hacer efectiva su autoridad sobre el Reino de Aragón como para la política de captación en las tierras de Pamplona. En estas circunstancias, La Rioja es expresión equivalente al Reino de Nájera, y por razones de idéntica índole, dio la tenencia de Nájera y su castillo al conde Lope Díaz, hijo del conde Diego López, señor de Vizcaya, a quien Alfonso I el Batallador había quitado el gobierno de dicha ciudad. Favoreció a los monasterios riojanos, particularmente a Santa María la Real y cuando en 1143 recuperó Logroño, ratificó la posesión del Reino de Nájera a su hijo Sancho, quien ya lo tenía por decisión de su padre desde 1139, pues desde entonces firma y confirma en las escrituras con el título de rex, como hijo del emperador Alfonso, con su consenso y autoridad hasta el año 1157. El territorio adjudicado por el emperador a su hijo comprendía La Rioja, Soria y la parte oriental de Castilla y tenía a Nájera por capital y sede de la Corte del rey Sancho, siendo en muchas ocasiones residencia del emperador. Igualmente gobernó en las tierras de Artajona, Larraga y Cebras, en las que, mediado el siglo XII, decía reinar Urraca, la viuda de García Ramírez el Restaurador; pero, coincidiendo con el acuerdo matrimonial de Sancho el Sabio con la hija de Alfonso VII, Urraca retornó a sus tierras de Asturias y renunció a la dote de Artajona, que pasó a integrarse en el reino de su hermanastro Sancho III. Muchos caballeros se pasaron entonces al servicio del Deseado y al de su padre Alfonso VII. El 22 de febrero de 1140, Alfonso VII y el conde de Barcelona, en Carrión de los Condes, acordaron el reparto del Reino de Pamplona. García Ramírez quedó maltrecho en Egea de los Caballeros (1140); pero el rey de Castilla rompió el pacto de Carrión, abandonó a su cuñado Ramón Berenguer IV y firmó la paz con Garcia Ramírez, garantizada con el matrimonio del Deseado con la princesa Blanca de Pamplona. Seguras las fronteras del sur y del oeste, lindantes con el Reino de Nájera, atacó García Ramírez por la canal de Verdún y llegó hasta Jaca, si bien Ramón Berenguer respondió a la provocación, entrando hasta Pamplona y Zaragoza. El 21 de marzo de 1141 de nuevo se hallaba el emperador en Burgos y el 24 de abril, en Nájera, donde debió permanecer hasta noviembre, otorgando, a instancias de doña Berenguela y del obispo de Calahorra, Sancho, carta de población o fuero a Santo Domingo de la Calzada, entonces humilde aldea, pues hacía sólo treinta y dos años que el Santo, su fundador que le dio nombre, había muerto. García Ramírez hizo la paz con el emperador y con Ramón Berenguer, después de las luchas mantenidas en el año 1142. Paz que fue aprovechada por el obispo de Tarazona para anexionarse la iglesia de Tudela, que pertenecía a la sede de Pamplona. En 1143, firmada la paz con Alfonso Enrique de Portugal, convocó el emperador a sus caballeros en Nájera, en mayo de 1144, a fin de castigar a García Ramírez por haberse aliado con el portugués. Entonces llegó a Pamplona, en peregrinación a Compostela, el conde de Tolosa Alfonso Jordán y gestionó la paz entre ambos, mediante el vasallaje de por vida, sin engaño ni fraude de García Ramírez, así como su matrimonio, viudo hacía poco, con la infanta Urraca, nacida de Gontroda, dama asturiana. El 24 de junio de 1144 se celebró la boda en León y a fines de agosto se hallaban los esposos en Pamplona. La villa de Pancorbo recibió la jurisdicción de los alcaldes ordinario, en carta del Emperador, dada en Burgos el 8 de marzo de 1145, a la vez que confirmó los linderos de su término. Este mismo año, el 2 de setiembre, dio fueros a Oviedo y estando en Toledo otorgó al monasterio de San Prudencio de Monte Laturce el lugar de Lagunilla, a cambio de unas heredades que dicho monasterio tenía en Logroño, junto al castillo de la ciudad; en el mes de septiembre también dio a Oña el lugar de Padrón. La infanta doña Sancha fundó y dotó el monasterio de la Espina, cerca de Medina de Rioseco, y fuera de los muros de Olmedo estableció para monjas bernardas el de Sancti-Spiritus. Los moros de España eran tributarios del sultán de Marruecos, pero por los abusos de los almorávides se alzaron contra ellos y forzaron al rey Zafadola a que hiciese la paz con el Emperador y le pagara tributo, pero Zafadola se enfrentó a los cristianos y resultó muerto (1145). Alcanzada una tregua entre Pamplona y Barcelona en 1146, pudo el Emperador tomar Baeza. Con García Ramírez entró en paz en Córdoba y aseguraron en ellas a Abengamia, vasallo de Alfonso VII. Siguieron días de triunfo para los cristianos, porque se tomó Almería y la plaza de Tortosa, con su castillo de La Azuda. La emperatriz Berenguela murió el 5 ó el 6 de febrero del año 1149. Unos días antes, el 30 de enero, habían otorgado ella y el Emperador a Santa María la Real de Nájera la décima del portazgo de la puente de Logroño, donación que confirmó su hijo Sancho el Deseado, ya rey de Nájera, en Carrión, el 27 de febrero. Es en esta carta cuando dice: Eo tempore quo pater meus imperator dedit mihii Regnum Naxarae cum portatico Ogronii, eodemque mea imperatrice mortua, etc. El rey moro Abengamia se encerró en Córdoba, el Emperador la tomó al asalto e hizo tributario a su rey (23 de julio de 1150), pero este mismo año pasaron a España los almohades, vencieron a los almorávides y se les sometieron todas las ciudades del Andalus. El Emperador los venció, a la vista de los muros de Córdoba, y les obligó a regresar a Africa. Murió García Ramírez el 20 de noviembre de 1150 y hasta el año 1151 no se verificó la entrega de doña Blanca, la prometida de Sancho III. La ceremonia se celebró en Calahorra, en presencia del Emperador, del rey Sancho de Pamplona, del conde de Barcelona; Rodrigo, obispo de Nájera, y varios condes, magnates y caballeros. Este matrimonio consta en el privilegio de donación que el Emperador y su hijo Sancho hicieron al monasterio de Santa María la Real de todos los molinos de la ciudad, de las casas del barrio de la Herrería y del de San Miguel, así como de las que había desde las puertas del corral del monasterio hasta la puerta de la iglesia, aparte de otras cosas. Por este documento sabemos que el Palacio Real estaba en el barrio de San Miguel. El año 1153 debió ser el del matrimonio de Emperador con doña Rica, hija de Ladislao, duque de Polonia, pues así se deduce de la carta de donación de doña Toda de unos palacios, en el lugar de Alesón, al monasterio de Santa María, ya que en la data (año 1153) se afirma que es el año en que recibió el Emperador a su mujer Rica, reinando con su hijo Sancho en toda España. Sancho y Fernando habían recibido de su padre el Emperador el título de reyes y puesta casa y corte en Nájera y León, respectivamente; pero aunque tenían autoridad para resolver sus asuntos, no olvidaban manifestar en los documentos que actúan con licencia y conocimiento de su padre. El conde de Barcelona no cejaba en su pretensión a las tierras de Pamplona y ahora, muerto García Ramírez, una vez más propuso al Emperador el reparto de aquel reino en las vistas de Tudelín o TudilIén; pero tampoco se llevó a efecto y el pamplonés se defendió bien de las acciones catalano-aragonesas. Murió el conde de Campdespina en septiembre de 1153 y en este año nació el príncipe Alfonso en Nájera y ocasionó la muerte de su madre Blanca, y con ella el desconsuelo del rey Sancho, según expresa, en piedra, el sepulcro románico de la reina en Santa María la Real. Don Alfonso tuvo en Berenguela a Sancho, Fernando, García (que murió mozo), Constanza (desposada con el rey Luis de Francia) y Sancha (esposa de Sancho el Sabio de Pamplona). Peregrinó el rey Luis de Francia a Compostela, regresó a Toledo y de aquí vinieron a Nájera. De los presentes que le hiciera el Emperador sólo aceptó un rubí de incalculable valor, perteneciente a la cruz de oro y piedras preciosas que mandaran hacer don García y doña Estefanía. El arzobispo de Toledo reconoce que este carbunco puso el rey francés en la corona de espinas del Santo Cristo de la Abadía de San Dionis de París. Los años 1154 y 1155 fueron dedicados a luchar contra los musulmanes, recuperándose importantes plazas y obligando al Emperador a frecuentes desplazamientos: Salamanca, Valladolid, Burgos, pero el 25 de noviembre de 1155 residía en Nájera, aposentado en el monasterio, y debió nacer en este año algún hijo al Emperador, si no fue a su hijo Sancho, el rey de Nájera, y al año siguiente volvió a reclamar el conde de Barcelona el cumplimiento de los acuerdos de Carrión y Tudelín para repartir el Reino de Pamplona. Este año fue de luto para Nájera, pues murió la reina Blanca de resultas del parto en que tuvo al príncipe Alfonso, después de cinco años de casada con Sancho el Deseado. El apenado rey don Sancho, quien debió mandar labrar el precioso sarcófago que había de contener los restos de la reina, y cuya tapa es una de las joyas que se pueden admirar en Santa María la Real, en memoria de su esposa, favoreció al monasterio y le dio entonces la villa de Nestares, le restituyó la del Puerto de Santa María (Santoña) y mandó que ardiese perpetuamente una vela de cera sobre la sepultura de la reina. La provocación de Sancho el Sabio, al romper la tregua ajustada con Aragón, movió a Ramón Berenguer a concertar en Lérida con el Emperador y sus hijos Sancho y Fernando el reparto del reino de Pamplona y el matrimonio de Sancha, hija de Alfonso VII y Rica, con el heredero de Ramón Berenguer. Este acuerdo quedó sin efecto porque murió el Emperador en agosto del mismo año (1157) y Sancho el Deseado con Sancho el Sabio firmaron, en Soria, el 11 de noviembre, un tratado de paz y amistad, por el que este último se declaraba vasallo del rey de Nájera y se casaba con su hermanastra Sancha. Las discordias y luchas de los reinos cristianos habían frenado la obra de la reconquista, limitándose la acción militar a escaramuzas fronterizas que arruinaban las tierras a uno y otro lado del límite. Dejó el Emperador varios hijos: Sancho, Fernando, Constanza y Sancha, ésta con doña Rica, se casó con Alfonso de Aragón, hijo de Ramón Berenguer y de doña Petronila. De la dama asturiana Gontroda tuvo a Urraca, reina que fuera de Pamplona, y a doña Beatriz, la esposa de Sancho el Valiente. Estefanía la tuvo de una doncella, cuyo nombre no se cita, y el infante García murió siendo niño. Destaca el estudio que sobre la idea imperial del emperador Alfonso VII ha llevado a cabo el profesor Ubieto. Para él la idea imperial tuvo tres orientaciones esenciales, que son: la musulmana, la europea franco-feudal en relación con la del Sacro-Imperio Romano-germánico y la visigótica-toledana, corroborada por los Concilios. Sancho III el Mayor representó la tendencia carolingio-feudal, aconsejado por el monje Oliva y por la influencia monástica de Cluny. No fue antiemperador, pues la división la realizó sin pensar que se pudiera romper el vasallaje a que él sometió a sus hijos con respecto al primogénito don García, bajo anatema; pero Fernando I, una vez rey de León y Castilla, se embelesó con la unidad visigótico-conciliar, fomentada por las ansias, permanentemente sentidas, de independencia por parte de Castilla. El nudo y el desenlace de la divergencia se rompió en Atapuerca, aunque Fernando I diera en su testamento un claro ejemplo de acción paradógica. Con Alfonso VI la idea imperial siguió un proceso que culminaría con Alfonso VII. Alfonso VII se había coronado por rey de Galicia en 1109; de Toledo, en 1118, y el 10 de marzo de 1126 unió las coronas de León y de Castilla, inaugurándose con él la dinastía de Borgoña. En León se celebró, en la iglesia de Santa María de la Regla, la ceremonia de la coronación imperial el 2 de junio de 1135. Esta dignidad se ha tenido por más honorífica que real, al considerar que Alfonso VII se daba por satisfecho con que sus rivales se reconocieran como vasallos, no sólo los reyes moros de Badajoz, Sevilla o Jaén, sino el conde de Barcelona y príncipe de Aragón, Ramón Berenguer IV, el rey de Pamplona García Ramírez y Alfonso Enrique de Portugal. Lo cierto es que aunque Alfonso VII usara el título de imperator desde 1127, la idea sobre el Imperio cambió desde su coronación en León, el mencionado año 1135. También en el pacto de 1140 se extinguen dos formas de vasallaje: de un lado, la mantenida por Alfonso VI con Sancho Ramírez y Pedro de Aragón, considerada por los tratadistas de Derecho como antigua; de otro, la nueva, entre Alfonso VII y Ramón Berenguer IV, pues éste recibe como honorun reino, subordinado a Alfonso VII; pero con la obligación de acudir a las campañas contra los musulmanes al ser convocados por el Emperador. O sea, que al vasallaje simple del siglo XI se une ahora un segundo elemento, el beneficio, que implica una obligación de dependencia y ayuda militar. Este mismo sistema político aplicó el Emperador a García Ramírez ya Sancho el Sabio, reyes de Pamplona, y a Alfonso Enríquez, de Portugal, semejante al régimen feudal francés de siglos anteriores, al que Ubieto califica de anacrónico. Transcendentales fueron las Cortes que el Emperador reunió en Nájera en 1137-1138, pues en ellas se aprobaron leyes que constituyen el primer cuerpo legislativo castellano o Fuero general escrito que se llamó Ordenamiento de Nájera. Nájera, ciudad cristiana La organización política del Reino de Nájera es el resultado de la colonización monacal y de la lucha armada de los reyes y señores. Tema interesante es el de las comunicaciones en el valle del Ebro para comprender la marcha de las operaciones y los movimientos de las incesantes campañas árabes y cristianas, así como las luchas por la posesión de las ricas tierras de La Rioja. Las rutas naturales seguían los cursos de los ríos y aprovechaban los posibles collados existentes en las líneas divisorias de aguas. La lucha será durante varios años por la posesión de las gargantas que permiten el paso por los montes Obarenes, entre ellas las de Pancorbo y La Morcuera, paso éste obligado hacia los valles del Oja y el Najerilla, entre Bugedo y Fonsea. Alfonso III, en el año 869, destruyó el fuerte musulmán de Ibrillos y abrió la comunicación con La Rioja, favoreciendo la repoblación en el valle del Tirón y en la Demanda con gentes del Zadorra y del Gorbea. El conde Vela Jiménez resistió en Cellorigo los ataques de Almondir, en los años 882 y 883, Y en Pancorbo se mantuvo Diego Rodríguez, hijo del conde Rodrigo, que mandaba en la zona castellana. En el 900, poco después de su matrimonio con Jimena de Pamplona, apenas fundado el monasterio de Cardeña y construida la fortaleza de Grañón, se celebró una entrevista en la frontera en la que se acordó el vasallaje del reino de Pamplona, pero los pactos y alianzas entre León y Pamplona no agradaron a los nobles castellanos, entre ellos a Nuño Fernández, señor de Amaya y suegro de García, el primogénito, aunque el preferido de don Alfonso fuera su segundo hijo, Ordoño. En el año 912 la frontera se desplazó al Duero y un año después su objetivo fue La Rioja, entrando por los valles del Oja y del Najerilla, alcanzó las vegas del Ebro. Tomó entonces Nájera y Calahorra y hallándose en el sitio de Arnedo, a punto de rendirse, murió el rey, retirándose el ejército castellano-leonés con el cadáver de su monarca. Era la manifestación de la acción repobladora de los reyes de León en la frontera oriental, donde más allá, los pamploneses de Sancho Garcés disputaban a los moros las llanuras de La Rioja. Ocupado por Ordoño II el trono de León, aliados Sancho Garcés y Ordoño II, corrieron los campos de La Rioja; durante tres días sitiaron Nájera, que resistió; tomaron Calahorra y Arnedo y rindieron la fortaleza de Viguera; pero al fracasar frente a la de Valtierra, tuvieron que retirarse y abandonar parte de lo conquistado, incluso Viguera. Ocupadas Nájera y Viguera, el año 923, tal como venimos diciendo, y dueño de las tierras conquistadas Sancho Garcés, la organización política de los Estados de Nájera y Pamplona adquiere un singular significado. El nombre de Nájera expresaba el reino entero y al mismo tiempo, como es natural, la ciudad de la que García Sánchez había hecho su Corte y Alcázar. En La Rioja había un conde, capitán o jefe de la frontera en Viguera; otro, desde el 941, en Jubera, llamado Marsio Arsanaz; Laín Vermúdez, en Viguera; Velasco Licur, en Arnedo, y en Nájera, como duque o prefecto y con jurisdicción en todo el reino, Fortún Galíndez, caballero leal a García Sánchez, casado con su hermana Belasquita, tenía Nájera después de la muerte del rey, el 970, año en que parece se creó el Reino de Viguera para Ramiro, segundo hijo de García Sánchez, bajo la soberanía de su hermano Sancho Garcés. La documentación del siglo X revela que fueron numerosos los repobladores llegados a La Rioja desde Pamplona, Alava y Castilla para convivir con la población mozárabe, todavía abundante y en posesión de sus tierras y aldeas. La explicación más verosímil la hallamos en la repoblación monacal, porque las primeras iglesias y monasterios resultaron ser centros de colonización, en cuya obra se distinguieron los abades Vitulo y Juan de Valpuesta, Gundesindo, Fernando,Avito y el obispo Fredulfo. Se aplicó el sistema de presura desde Brañosera a Puentelarrá, en el territorio de Miranda y más al este hasta rebasar las conchas de Haro y en los valles alaveses del Bayas, de Cuartango, etc. La acción militar recuperó territorios y cristianos que regresaban con las tropas a repoblar aquéllos y a vivir en libertad y en la fe de sus mayores. La ciudad de Nájera experimentó una profunda transformación, pues lo que fuera un castillo o fortaleza musulmana se convirtió en la capital de un reino cristiano. Destacamos, en primer lugar, su importancia estratégica y sus funciones de gobierno, organización, reclutamiento y concentración de las huestes que han de combatir a la morisma. Su posición era muy ventajosa no sólo para hacer frente a las ambiciones expansivas de sus vecinos castellanos y leoneses, sino para propiciar su seguridad y favorecer la posibilidad de ampliar sus dominios. Así pudo escribir Sandoval: Nájera era en aquellos tiempos (mediados del siglo XII) cabeza del reino y el monasterio real que allí estaba fundado, silla episcopal. Para reflejar con más nitidez la importancia de la ciudad, fijemos la atención en un momento de su vida como Corte real. Son los tiempos de Alfonso VII el Emperador y se halla en Nájera, acompañado de la familia real, y en su séquito figuran: el obispo don Sancho, los condes Rodrigo González Girón, Rodrigo Pérez Belloso y Lope Díaz de Haro; el mayordomo Gutiérrez Fernández de Castro, Diego Muñoz y el merino de la ciudad era Miguel Félix; pero es que además estaba el hijo del Emperador, Sancho III el Deseado, rey de Nájera, y con él su familia, deudos, servidores y séquito se hallaban su alférez don Ponce de Minerva y el caballero García Fortuñones. Ninguna ciudad riojana tuvo jamás tanta grandeza, tanto honor y tanta gloria, necesitándose gran imaginación y desbordada fantasía para reconstruir idealmente su fisonomía en aquellas circunstancias y dar vida a las escenas de los palacios, templos, calles y mercados como hiciera Sánchez Albornoz con La ciudad de León en el siglo x. Calles estrechas, pequeñas y empedradas con guijo, cantos o regodones del Najerilla con un regato central o canalillo por el que discurrían las aguas sucias y las de lluvia; y plazas de reducidas dimensiones, de forma cuadrada o rectangular, con hileras de árboles en algunos de sus lados y destinadas a mercado. Casas humildes de una sola planta o, a lo sumo, de dos, construidas con piedras del río o de la montaña, debidamente troceadas y suficientemente ensambladas con barro o mortero de cal y arena; paredes de adobes, cocidos al sol; entramados de madera, gruesas y toscas vigas, aleros salientes, rústicas chimeneas y tejados cubiertos de teja árabe o paja. Pocas y mal ajustadas ventanas; cuadras, pajares y corrales en el piso terrero; cocina o llar con gran chimenea, en las más ricas,y sin ella en las humildes. Alguna sala amplia, más o menos destartalada o aseada, usada como dormitorio, en uno u otro piso. En el piso alto, bajo el tejado, abuhardillado, el granero o despensa con la última cosecha de cereales o frutos; la matanza para el año, algunas arcas, varias tinajas, conteniendo el aceite traído del trujal; garrafas o ánforas, conteniendo el vino del año. Destacarían sobre el pobre caserío, más extendido que actualmente, los templos y sus altas torres románicas de piedra, de cuatro o cinco plantas de ventanas en arco, culminando el campanario y su agudo chapitel, rematado en artística cruz de hierro. Antes de la construcción de la Abadía de Santa María la Real, obra de mediados del siglo XI, y que se componía de la Santa Cueva, templo, monasterio y alberguería, existían en la ciudad varias iglesias cuya localización es muy difícil, si no imposible, por falta de restos y de datos en la documentación, si bien ésta menciona: San Pelayo, que estaba en la peña sobre Santa María; San Sebastián y sus casas, en el barrio de Sopeña; San Miguel, que se hallaba debajo de Santa María; San Vicente, en el Castillo; Santa Agueda, San Facundo, Santas Nunila y Alodia, Santa Cecilia, Santa María, hermana de la Virgen, San Pedro y San Román. Los barrios conocidos son: el de La Ferraria, al que daría nombre la herrería y la fragua de los herradores; el de San Miguel, nombre que aún se conserva en la plaza y la iglesia, hoy sin culto. Este barrio era contiguo al palacio del rey y en él tenían un corral las monjas que iba hasta la puerta de la iglesia de Santa María. El barrio del Puente, cerca del cual se hallaban los corrales de Rodrigo, García Muñiz y Bernardo, así como el molino de Santa María. El del Mercado, acaso situado donde hoy se halla la plaza de este nombre, cerca del barrio de San Jaime, cuya iglesia ha sido arrasada hasta los cimientos.
Igualmente hay noticias del barrio de Las Tiendas y la fecha posterior a la historiada, aunque no muy lejana, la calle Mayor; del palacio del rey, situado junto a la Peña en el barrio de San Miguel; del río Merdancho o Merdenacho que pasaba junto a él debía venir del Najerilla, naciendo en el Paso Malo, cerca del Molino de Rioja, seguía por el barrio de San Jaime, bordeaba el monasterio y regaba, acaso, su huerta, cruzaba la plaza de San Miguel y entrando en La Judería seguía al pie de los taludes en el barrio de las Parras y terminaba en el Najerilla, no lejos del Molino de Santa María. Algo sabemos de las Casas del Canto, cerca del monasterio, y de las casas nuevas, frente a él, de la calle pública, de la casa junto a la calleja que entra en el Huerto de los Zapateros ... y poco más, como no sea el nombre de algunos pagos, entre ellos el de los Mijos, junto a la carretera de Nájera a Mahave; el de Los Valles, en el lugar que llaman Arenales; el Pago de Linares, también dicho de Alcanadre; el término de San Julián, en el que hubo una ermita o capilla y acaso un molino nombrado de La Papelería; el término de la Cuesta de la Noguera de Zeclín y algunos más. Las dependencias del monasterio, la iglesia, alberguería u hospital de peregrinos constituiría un conjunto urbano destacado en el humilde caserío, así como en éste se distinguirían el Alcázar y las mansiones de condes, magnates, prelados y miembros de la Curia, residentes en la ciudad, por sus mayores dimensiones, pórticos, patios, caballerizas, pajares, almacenes, hórreos y bodegas, construidos sus muros de piedra arenisca en sillares o sin escuadrar, dotados de grandes puertas claveteadas, abiertas a amplios portales empedrados, de salas enlosadas, de frisos y azulejos vidriados de vivos colores azules, verdes y amarillos, y los suelos de yeso o embaldosados y las paredes encaladas. Abundarían las alfombras, cortinas y reposteros en las estaciones más frías y grandes chimeneas con hogares de leña. En el vocabulario de las escrituras de la época se mencionan el ajuar de la casa, las partes de que se componía, los materiales con que había sido construida, el utilIaje, los alimentos, las telas y un sin fin de palabras reunidas por don IIdefonso Rodríguez y R. de Lama en su Colección Diplomática Medieval de La Rioja, formando parte de su toponimia menor, lo que nos evita repetir aquí. Un hecho singular revela la importancia de la Corte de Nájera. Reinando el rey Sancho, hijo de García, y siendo abad Belasco del monasterio de San Salvador de Leire fueron elevados a la dignidad episcopal dos monjes del mismo: Juan, a la de Pamplona, y Sancho Dentatus, a la de Nájera, y como era frecuente que aquél se tuviera que desplazar a las reuniones de la Curia regia, bien a Nájera bien a Logroño, le pidió a su cofratre y obispo de Nájera que le diera Domum pousatoriam, cerca de ambas poblaciones, en la que pudiera hospedarse. Que le diesen la villa de Oyón y otras en la orilla del Ebro que poseyeron hasta los tiempos del obispo Pedro de Nájera, reclamándosele la devolución infructuosamente ante Bernardo, arzobispo de Toledo, entre los años 1089 y 1108. El Reino de Pamplona (1134-1234) Muerto el rey de Nájera Sancho en Peñalén (1076), Castilla y Aragón se disputaron el territorio de sus Estados; Alfonso VI y Sancho Ramírez iniciaron una serie de guerras, treguas, paces, matrimonios y tratados que se prolongaron muchos años y afectaron a varios reinados. El Reino de Nájera, notablemente disminuido con el reparto de Sancho el Mayor, quedó reducido en su extensión, el río Ebro se convirtió en línea fronteriza inestable, pues se rebasó en uno u otro sentido, según el poderío militar de los monarcas que regían los reinos de Aragón y de Castilla. Los almorávides y los almohades reforzaron el decaído poder del Islam y las alianzas entre moros y cristianos actuaron para ensombrecer aún más el panorama político de la época. Renace el antiguo Reino de Pamplona, sometido de hecho o en vasallaje, unas veces a Castilla y otras a Aragón. Empezará a conocerse como Reino de Navarra a fines del siglo XII y esta denominación prevalecerá con la instauración de una dinastía francesa con Teobaldo I y su inclusión en la órbita política del vecino país ultrapirenaico. A Sancho Ramírez de Aragón sucedieron sus hermanos Pedro y Alfonso, quien con su matrimonio quiso ser árbitro de la política castellana y señor del Reino de Nájera, en disputa con Urraca, la reina, su señora; pero su muerte y singular testamento cambiaron los rumbos de la historia. Nuevamente dividieron sus Estados Fernando I y Alfonso VII, complicándose aún más el intrincado mundo de las relaciones entre los reinos cristianos medievales y las de éstos con los reyezuelos musulmanes y los emperadores invasores. En la exposición histórica, necesariamente, han de verse entremezclados los protagonistas de los acontecimientos y los hechos ocurridos simu Itáneamente en escenarios distintos, aumentándose con ello la confusión histórica, ya de por sí bastante complicada. Sólo con ánimo de lograr una mejor comprensión, damos la cronología de los monarcas de CastilIa, Aragón y Pamplona, más la de los musulmanes de mayor protagonismo histórico: García Ramírez, el Restaurador (1135-1150) Las Cortes, reunidas en Borja, acordaron la nulidad del testamento de Alfonso I y rechazaron como su heredero al biznieto de Ramiro I y nieto de Sancho Ramírez. Los nobles de Aragón y de Pamplona designaron por separado. Los aragoneses, en Monzón, a Ramiro II, el Monje, hermano del Batallador, y en Pamplona fue coronado García Ramírez. Alfonso de Castilla se presentó con su ejército en Zaragoza y estableció un acuerdo con Ramiro, por el que se implantó una especie de diarquía que duró poco; pero después se celebraron vistas en Nájera y en Pradilla, a orillas del Ebro, siendo confirmado Alfonso VII en el Reino de Zaragoza. También se rompió el acuerdo, renacieron las discordias hasta que, en Alagón, pactaron que Alfonso VII recibiera Zaragoza y tierras en el valle del Ebro, a fin de proteger a Ramiro II de las presiones del rey de Pamplona García Ramírez. Al extralimitarse el emperador, ampliando los dominios en el Reino de Nájera, en contra de los convenios de Nájera y Pradilla, se renovó la guerra. García Ramírez hizo frente a la coalición de Castilla, Aragón y Cataluña y se situó en Tudela; pasando a la ofensiva, tomó Malón, Frescano y la Bureta y las fortificó. El conde de Barcelona marchó a Castilla y en Carrión se puso de acuerdo con Alfonso, logrando que se le entregasen Zaragoza, Tarazona, Calatayud, Daroca y otras plazas que tenían gobernadores castellanos. Ramón Berenguer entró en Zaragoza, le hicieron entrega de su esposa, recibió el título de Príncipe de Aragón, bajo la dependencia del rey Ramiro, quien se retiró a San Pedro de Huesca. El conde preparó sus huestes y García Ramírez organizaba las suyas de pamploneses, najerinos y del País Vasco, entró con ellas por la Valdonsella, atravesó la canal de Verdún y cercó Jaca, cuyo sitio hubo de levantar para hacer frente a las tropas del Emperador y se encerró en Pamplona. Salío sigilosamente de noche, bordeó Tudela y lanzó su ejército contra el de Ramón Berenguer, al que derrotó y puso en fuga. A la vista de la vanguardia de las tropas imperiales, se retiró ordenadamente y se acogió a Tudela. Don Alfonso decidió no atacar Tudela y se retiró a Nájera, donde dio órdenes de concentración para una próxima campaña contra García Ramírez; mas hubo de cambiar sus planes por la guerra con Portugal y no pudo ayudar al conde Ramón Berenguer en sus luchas con el monarca pamplonés. García Ramírez empezó sus operaciones con el asedio y ocupación de Sos, tomó Filera y Pitillas y regresó a Pamplona. Iniciado el año 1140, el Emperador reemprendió la lucha. Los ejércitos rivales sentaron sus reales entre Calahorra y Alfaro; pero entraron en negociaciones y pactaron el fin de la lucha, así como la boda de la infanta Blanca con el heredero de Castilla, Sancho el Deseado. En varios encuentros la suerte favoreció a García Ramírez, quien venció a Ramón Berenguer y le arrebató plazas y comarcas de Aragón, como Tarazona, Fitero y Peralta. Aseguró la paz con Alfonso VII mediante la boda con Urraca, hija del Emperador; firmó treguas con el conde de Barcelona y sellaron una alianza para luchar contra los musulmanes, a quienes tomaron Córdoba y Baeza y tras largo asedio entraron en Almería el 17 de octubre de 1148. Rotas las treguas con Ramón Berenguer, mientras éste cercaba Tolosa, García Ramírez ganaba Tauste y Los Fayos (1149). Ante el peligro que representaban los almohades, tuvieron vistas en Zamora y unidos los cristianos vencieron a Abengamia de Córdoba, quien se declaró vasallo del Emperador. El 21 de noviembre de 1150 murió García Ramírez y dejó de su primera esposa, Margarita, a don Sancho, quien heredó el Reino de Pamplona y le dieron el sobrenombre de el Sabio; a doña Blanca, esposa de Sancho III, el Deseado, y a Margarita, que se desposó con Rogerio, rey de Sicilia. De su segunda mujer, Urraca, tuvo a la infanta Sancha, esposa de Gastón, vizconde de Bearne, y muerto éste, se casó con don Pedro, conde de Molina. Sancho el Sabio (1150-1194) Sancho el Sabio, también conocido por el Valiente, se vio al subir al trono en guerra con Aragón y Castilla, porque el Emperador y el conde de Barcelona se habían repartido el Reino de Pamplona, pretendiendo éste que se rescindiese el matrimonio de Blanca con el príncipe de Castilla y rey de Nájera, Sancho el Deseado, lo que no logró. El rey Sancho fortificó Tudela y un cambio en la política de Alfonso VII reforzó la posición de don Sancho, concertándose la boda de éste con Sancha, hija del Emperador. Esta situación se mantuvo mientras el Emperador guerreaba con los moros y Ramón Berenguer se hallaba en Francia; mas cuando éste regresó a sus Estados insistió en sus ideas de reparto y en romper el compromiso de la boda, proponiendo a su hijo Ramón como pretendiente. En la lucha ganaron los aliados varias villas de Pamplona, entre ellas Artajona; pero reaccionó valientemente don Sancho y las recuperó. Don Alfonso guerreaba con éxito en tierras de Andalucía y al volver de su campaña murió cerca de la Fresneda, repartiendo el Imperio entre sus hijos: Sancho, el rey de Nájera, recibió Castilla y Fernando, León (1157). El rey de Castilla autorizó la boda de su hermana Sancha con Sancho el Sabio y éste pactó con el conde mediante la entrega de Tarazona. En este mismo año falleció Ramiro II el Monje, y Ramón Berenguer vino a ser rey de Aragón y conde de Barcelona. La muerte de Alfonso VII y la división que hizo de sus Estados animó a los musulmanes y movieron sus tropas de la frontera, por lo que Sancho III se alió con Sancho el Sabio y pactó con Ramón Berenguer en cuanto a los leoneses; impuso la paz a su hermano Fernando por las armas. La muerte de don Sancho (1158) provocó la anarquía en Castilla, al enfrentarse los Castros y los Laras por la tutela del rey Alfonso, niño de tres años. Rompió Berenguer la paz y se apoderó de Burbeta, acudió el rey de Pamplona, hubo mediadores y cesó la contienda. Aprovechó don Sancho la crítica situación de Castilla y recuperó las tierras del reino de Nájera hasta los montes de Oca. En el año 1162 murió Ramón Berenguer, su viuda Petronila renunció la corona en su hijo Alfonso, de 12 años, y ratificó la paz con Sancho el Sabio, quien ayudó al rey Lope de Murcia en su campaña contra Granada. Después recibió en su reino a Fernando II de León, reorganizó sus Estados, concedió mercedes y privilegios a los monasterios de su devoción y otorgó a los judíos de Tudela el fuero que tenían los de su religión en Nájera. Rompió la tregua el rey de Aragón y atacó a moros vasallos de Pamplona, por lo que les asistió con las armas don Sancho, respondiendo aquél con el sitio y ocupación de Arguedas y la destrucción de Milagro, mientras los pamploneses hacían correrías hasta el Moncayo y tomaban el castillo de Cajuelos. Las tropas de Castilla entraron en el reino de Nájera y rindieron por hambre el castillo de Grañón. Aragón y Castilla se aliaron contra don Sancho, casándose el rey Alfonso de Aragón con la infanta Sancha de Castilla, devastaron los campos por Sanguesa y Tudela, atacaron la frontera de Alava y don Sancho pudo neutralizar a las huestes rivales (1175). Pudo al fin romper don Sancho la alianza castellano-aragonesa, entregando al rey de Castilla Logroño, Navarrete y otras plazas y conviniendo una tregua por diez años, el 15 de abril de 1179. En agosto de este año murió la reina Sancha, que dejó seis hijos: el heredero Sancho; Fernando, que murió joven; Ramiro, que sería obispo de Pamplona; Berenguela, esposa del rey Ricardo de Inglaterra; Constanza y Blanca, mujer de Teobaldo, conde de Champaña. El año 1180 transcurrió en paz. Don Sancho fundó la ciudad de Vitoria, junto a la aldea de Gazteli, y le concedió el fuero de Logroño, aumentada su población se convirtió en cabeza de Alava y en sede episcopal, al trasladarse a ella la diócesis de Armentia, que pertenecía a la de Nájera. El año 1182 se empleó en fortificar la frontera de Alava, y al año siguiente los pueblos de la Sonsierra. La paz influyó en el progreso y desarrollo de ciudades como EstelIa y Pamplona, aunque el rey Alfonso VIII de Castilla se apropió de las seis plazas que en La Rioja le dieron como rehenes de la tregua por diez años firmada el 1179, entre ellas, Logroño y Navarrete. Murió entonces el obispo de Pamplona, don Pedro de París o Artajona, y el 27 de junio de 1194 el rey don Sancho el Sabio, que había reinado más de cuarenta y tres años. Su sucesor, Sancho el Fuerte, guerreaba, a la sazón, en Francia con su cuñado el rey Ricardo de Inglaterra. Sancho VII, el Fuerte (1194-1234) Se hallaba el príncipe luchando en Francia contra su cuñado Ricardo de Inglaterra, como acabamos de decir, cuando recibió la noticia de la muerte de su padre, e inmediatamente regresó a Pamplona. La invasión almohade alarmó al rey Alfonso VIII de Castilla, quien previno a los reyes de Pamplona, Aragón y Portugal y buscó su alianza contra el enemigo común; pero no esperó los refuerzos de Sancho el Fuerte y se enfrentó a los musulmanes el 18 de julio de 1195, cerca de Alarcos, siendo derrotado y la plaza perdida. Sancho, al conocer el desastre, regresó a sus bases y se unió al monarca leonés para combatir a Castilla y tratar de recuperar los territorios perdidos del Reino de Nájera. Sancho VII avanzó por Soria y Almazán y detuvo su ataque por la mediación de prelados y señores que consiguieron reunir a los reyes rivales entre Agreda y Tarazona, en un lugar llamado Mesa de los Reyes, en la que cada uno ocupó asiento en su respectivo reino: Castilla, Aragón y Pamplona, y acordaron la paz. En 1196, hallándose Sancho en Estella, dio fuero a Artazu, Muzquiz y otros lugares. Los dos años siguientes los pasaron los reyes cristianos en rivalidades y luchas, y en el de 1198 pasó don Sancho a Africa, para casarse con la hija del sultán; pero durante el viaje, éste había sido destronado y muerto. Le encomendaron, no obstante, la pacificación de Africa, antes de entregarle a la que sería su esposa y permitirle el regreso. Su ausencia se aprovechó por los reyes vecinos para concertarse contra Pamplona. Alfonso VIII entró por tierras de Alava y ganó Inzura y Miranda de Ebro, mientras Pedro de Aragón, sucesor de su padre Alfonso, muerto en Perpignan, ocupó Aibar y el castillo de Burgui (año 1199). En el año 1200, cercó Vitoria y después de resistir varios meses el cerco, se rindió al rey de Nájera y Castilla, y prosiguió sus conquistas por Alava y Guipúzcoa. En las paces, obtuvo Treviño a cambio de Inzura y Portella por Miranda. Aliado con los musulmanes de Sevilla para luchar contra Castilla, recobró Logroño, pero al ser cortada por dos veces su expedición en los Llanos de Valpierre, cerca de Nájera, perdió Logroño y los territorios riojanos conquistados. Aprovechando la anarquía reinante en Castilla durante la minoría de Alfonso VIII, preparó un fuerte ejército que tomó de nuevo Logroño, al que fortificó y dotó de abundante guarnición; pasó por Ausejo y el valle de Ocón, de los que se apoderó, después marchó hacia el oeste, tomó Entrena y por Nájera llegó hasta Briviesca, sometiendo todas las poblaciones y castillos de La Rioja Alta. Vencido años más tarde por Alfonso VIII y firmada la paz, el Reino de Nájera quedó incorporado a Castilla hasta la línea del Ebro, que se estableció como frontera. Al fin, viose libre el rey pamplonés de los africanos, rico en fortuna, pero sin casar. El año 1201 dio fuero a Inzura, ordenó la construcción del puente sobre el Ebro, la iglesia de San María de Palacio y otras importantes obras. Dos años después tomó bajo su protección a Bayona, respetando la fidelidad que debían al rey de Inglaterra, pero al objeto de que facilitaran las comunicaciones por mar y tierra con su reino. No respetando la tregua establecida, los reyes de León y Castilla talaron la zona de Estella, por haber albergado en la villa a don Diego López de Haro. Al año siguiente de 1207, murió en Tudela de una caída de caballo el hermano de don Sancho, Fernando. Pamplona y Castilla firmaron nuevas treguas en Guadalajara, recibiendo Sancho VII Tudigen y Bienzobas. Los almohades tomaron la fortaleza de Salvatierra y se mostraron como un grave peligro, por lo que se proclamó La Cruzada y se enfrentaron, en 1212, a los africanos en las Navas de Tolosa, obteniendo una resonante victoria. Las tropas de Castilla iban mandadas por el najerino don Diego López de Haro, reconciliado con su soberano, alférez y capitán general de las huestes cristianas, que mandaba la vanguardia; las de Aragón dirigía su rey don Pedro, y las de Pamplona se hallaron a las órdenes de Sancho VII el Fuerte, cuyas tropas se incorporaron después de haberse recuperado la plaza de Alarcos. La victoria fue aplastante y los pamploneses, con su rey a la cabeza, rompieron la guardia de negros encadenados o de camellos, según otra versión, de la tienda del sultán y la tomaron con sus riquezas. En el año 1213 se da como noticia comúnmente aceptada que San Francisco, el pobrecito de Asís, recorrió la ruta jacobea por Puente la Reina, Estella y Viana y visitó Logroño, Nájera, Azofra, Alesanco y Santo Domingo, camino de Compostela. Murió en el año 1214 el rey Pedro de Aragón, al ser vencido por Simón de Monfort en el sitio de Muret. Sancho el Fuerte aseguró su frontera, amuralló Viana, reprimió las luchas de facciones rivales en Pamplona y se ocupó del florecimiento económico de su reino. Se retiró a su palacio de Tudela en 1231, enfermo de cáncer y aquejado de profunda melancolía murió en 1234, recayendo la corona en su sobrino Teobaldo, de la casa de Champaña, con cuya dinastía fue este reino un satélite de Francia. Sancho III el Deseado (1157-1158) Sancho III, dicen sus cronistas, debía hallarse ya criado en 1137, y por haber sido muy esperado por sus padres, se le llamó el Deseado. Pronto se le utilizó como pieza importante en la política de pactos, acuerdos y vasallajes utilizada por su padre el Emperador, pues en la entrevista con García Ramírez, habida entre Calahorra y Alfaro, acordaron éstos, según ya dijimos, su matrimonio con Blanca, infanta de Pamplona, la cual, por sus pocos años, habría de permanecer en la casa del Emperador y bajo su cuidado hasta que tuviera edad para contraer matrimonio, convirtiéndose a la vez en rehén o garantía de los pactos. Debió ser entonces cuando le adjudicó su padre el Reino de Nájera, pues así lo reconoció el propio don Sancho en un privilegio, ya mencionado, otorgado en favor de Santa María la Real en Carrión. Alfonso VII dio la tenencia de Nájera al conde Lope Díaz (hijo de Diego López de Haro, señor de Vizcaya), del que había sido desposeído por Alfonso el Batallador, y cuando en 1143 recuperó Logroño ratificó la posesión del Reino de Nájera a su hijo Sancho, quien a partir de esa fecha es titulado rex en los documentos. Este reino se vio muy disminuido con respecto a la extensión que alcanzaba en tiempos de don García; pero aún así comprendía la Castilla Vetula, Nájera, La Rioja y parte de Soria, desde el Tera en el Duero hasta el Moncayo, incluido el alto valle del río Quiles. Los palacios del rey, su corte y la capital se hallaban en Nájera, la ciudad más importante del reino. También tuvo el gobierno de Artajona, Larraga y Cebros, que pasaron a pertenecer a su reino cuando Urraca, la reina viuda de García Ramírez, volvió a sus tierras de Asturias. Los manejos y repetidas gestiones de Ramón Berenguer para repartirse las tierras de Pamplona fracasaron, pues con ocasión de la muerte de Alfonso VII (1157) su heredero y Sancho el Sabio de Pamplona firmaron en Soria, el 11 de noviembre de 1157, un tratado de paz y amistad por el que el pamplonés se reconocía su vasallo y contraía matrimonio con Sancha, hija del Emperador y de su segunda esposa Rica. La boda de Sancho III y doña Blanca se verificó en Calahorra el año 1151, con asistencia del Emperador, de don Sancho el Sabio, del conde de Barcelona, con sus respectivos séquitos y prelados, entre éstos el obispo Rodrigo de Nájera. En 1153, en las fiestas celebradas en honor de la reina Rica, en Valladolid, en solemne ceremonia y ritual caballeresco de la época, armaron caballero al príncipe Sancho III. Se hallaba en Baeza cuando supo la muerte de su padre, se desplazó a las Fresnedas, donde se encontraba el arzobispo Juan de Toledo con el cuerpo del Emperador, que trasladaron a Toledo y aquí se celebraron sus imperiales exequias. Sancho el Sabio creyó que la ocasión era propicia para sus anhelos de ensanchar los dominios y vengar correrías precedentes de los castellanos y entró en las tierras del Reino de Nájera y saqueó las de Burgos. Respondió el Deseado dando el mando de sus huestes al conde Ponce, leonés a su servicio, quien recuperó las tierras tomadas por el pamplonés en la Bureba y La Rioja, derrotó al Sabio en los llanos de Valpierre, entre San Asensio, Bañares y Nájera, y en un segundo combate, en el mismo lugar, a las huestes francesas que acudieron en socorro del pamplonés. Dio libertad a los prisioneros y regresó victorioso a Burgos, donde se hallaba el rey. El Deseado y el conde Ponce de Minerva llegaron hasta Sahagún en lucha contra Fernando; pero allí se entrevistaron los dos hermanos, restituyó lo suyo el rey leonés a don Ponce y le ofreció vasallaje a su hermano Sancho, que éste no aceptó por cortesía y regresó a Toledo. Aquí recibió la noticia de que los templarios abandonaban Calatrava, impotentes para resistir la ofensiva de los moros, por lo que la ocupó el rey y encomendó la villa a fray Ramón, abad de Fitero del río Pisuerga, y a fray Diego Velázquez, quienes consiguieron ayudas en hombres y dinero, repoblaron las tierras y fundaron la Orden militar de Calatrava. Ramón Berenguer tuvo vistas con el de Castilla en 1158 y llegaran al acuerdo de que el conde de Barcelona y el rey de Aragón jurarían vasallaje al de Castilla y Nájera, acudirían a sus Cortes y en las coronaciones de los reyes castellanos les sirviesen, manteniendo el estoque desnudo, inequívoca señal de sumisión y homenaje. La reina doña Blanca, hallándose en Toledo al comienzo del verano del mismo año, otorgó a Santa María la Real de Nájera la villa de Nestares. Falleció doña blanca el día 24 de junio, martes, de sobreparto, y recibió sepultura en Santa María la Real de Nájera, donde se halla la bella tapa románica de su sepulcro, como ya hemos escrito. Algunos historiadores atribuyen la muerte al parto de otro hijo, que ni escrituras ni memorias mencionan. Bien pudo suceder que la muerte no fuera en el momento del parto, sino a consecuencia de éste y que se produjera tiempo después. Dos meses después, el 31 de agosto, moría en Toledo el rey don Sancho. El príncipe don Alfonso tenía a la sazón cuatro años y había el rey encomendado su cuidado y crianza, hasta que alcanzara los quince años de edad, a don Fernán Ruiz de Castro. En estos tiempos eran caballeros muy poderosos don Manrique de Lara y sus hermanos Alvaro y Nuño, hijos del conde don Pedro de Lara, quienes pretendiendo hacerse con el poder en Castilla, mediante la custodia del príncipe, dieron lugar a una minoría turbulenta por las luchas entre las casas de Castro y Lara. Califican al rey Sancho como príncipe muy bueno, justo y piadoso, dotado de grandes virtudes, padre de pobres, amigo de las religiones, defensor de viudas, tutor de los pupilos y huérfanos y llamado de todos juez justo y escudo de los nobles, por lo cual dignamente le llamaron el Deseado. Alfonso VIII (1158-1214) El rey don Sancho, viéndose cercano a la muerte, mandó que los magnates de su Curia retuviesen sus respectivas tenencias hasta que el príncipe cumpliese los 15 años y encomendó la custodia y tutela de su hijo, entonces de tres años, a don Gutierre Fernández de Castro, que era su ayo, así como la regencia o gobernación del reino hasta su mayoría de edad; pero los hijos del conde de Lara, Manrique, Alvar y Nuño, una vez fallecido el monarca, se opusieron a que don Gutierre detentara a la vez la tutela del rey niño y el gobierno del reino. El ayo, para aminorar la tensión, cedió la tutela al alférez de Castilla don García Garcés de Haza, pariente de las dos casas rivales, Castros y Laras; pero los Laras lograron apropiarse de la persona del rey, de su tutela y del gobierno, lo que ocasionó grandes guerras, crímenes y males en el reino. Esta guerra civil dio ocasión a don Fernando de León para intervenir en su provecho y se apoderó de Toledo y Burgos, llegando hasta Soria, donde se congregaron las Cortes. El caballero Pedro Núñez de Fuente Almejir llevó sigilosamente al Rey chico a San Esteban de Gormaz y de aquí lo trasladaron a Atienza. El rey leonés quedó por dueño de casi todo el reino. Don Sancho, rey de Pamplona, juntó sus huestes y tomó Logroño, Entrena y las poblaciones hasta la villa de Grañón y Cerezo, entró en la Bureba, se apoderó de Briviesca y otras villas, en las que puso guarniciones leales a su persona. En este tiempo de 1162, don Jimeno de Avalos, en presencia de varias dignidades de la iglesia de Calahorra, concedió sus posesiones en la iglesia de San Félix de Abalos al monasterio de San MiIlán de la Cogolla, así como el rey don Alfonso dio, en 1165, a Santa María la Real de Nájera y a Santa María del Puerto la villa de Ambrosero. Tenía entonces el muchachico rey siete años y se hallaba en Avila y mandaba en Nájera y su distrito, en nombre del rey, don Lope Díaz de Haro. Los caballeros del séquito real sacaron al rey de Avila cuando tenía once años y le llevaron a visitar sus Estados, en los que era aclamado; pero Fernán Ruiz de Castro, que tenía Toledo en 1166, no la quiso entregar y sólo con la ayuda y estrategia del caballero Esteban Hillán entró, por sorpresa, en la ciudad y le recibieron con entusiasmo. Don Manrique de Lara marchó con el rey contra Fernán Ruiz, encerrado en Huete, y en la lucha murió el de Lara, pero las tropas reales siguieron cobrando las fortalezas perdidas, menos Zurita, que se negó a entregar Lope de Arenas, porque el rey no había cumplido los quince años. Don Lope Díaz de Haro tomó Zurita y el rey regresó a Toledo y licenció a sus huestes. Don Fernando de León casó con Urraca, infanta de Portugal; pero se divorció de ella por impedimento de consanguinidad y contrajo nuevo matrimonio con doña Teresa de Lara, a cuyo fallecimiento volvió a casarse con doña Urraca López, hija de don Lope Díaz, señor de Vizcaya. Ordenadas las cosas de Castilla en las Cortes de Toledo, vino el rey a Burgos, donde celebró también Cortes en 1170, ya cumplidos sus quince años, y organizó las fortalezas, castillos y tenencias de los reinos de Castilla y de Nájera, pues le habían sido restituidas todas sus tierras. También se trató del matrimonio del rey con doña Leonor, infanta de Inglaterra e hija de don Enrique II. Al rey los cronistas cognominaron el Noble, el Bueno y el Viejo, a fin de distinguirle de sus homónimos. Alfonso II de Aragón celebró vistas en Sahagún con el rey castellano y en ellas se concertaron contra los demás príncipes y reyes y salieron juntos para Zaragoza. Aquí envió Alfonso VIII embajadores a Burdeos y en la capital aragonesa pasó los meses de julio y agosto, esperando a su prometida y consolidando sus alianzas, en las que entró el rey Lobo de Murcia. Como garantía de la alianza, el rey de Castilla puso en rehenes los castillos de Nájera, Viguera, Clavijo, Ocón y Agreda, mientras el aragonés daba los de Ariza, Aranda, Epila y Borja. La princesa llegó a Tarazona, donde se celebraron, con grandes fiestas, las bodas y los nobles juraron vasallaje a doña Leonor y el rey Alfonso VIII le prometió en arras el castillo y la ciudad de Burgos, Castrojeriz, Amaya y otras doce villas; también le asignó, como cámaras suyas, Burgos, Nájera y Castrojeriz y las rentas de varias poblaciones, entre ellas las de Calahorra, Logroño, Arnedo, Viguera, Grañón, Belorado, Pancorbo y la mitad de cuanto se conquistase a los moros a partir del día de los esponsales. Doña Leonor recibió de su padre, como dote, el Ducado de Gascuña. Vinieron los jóvenes esposos a Surgos y se conmemoraron las bodas con grandiosas fiestas. A principios de noviembre de 1170 el rey don Alfonso se hallaba en Nájera y en las escrituras allí redactadas decía reinar en Toledo, Castilla, Nájera y Extremadura. Después, don Alfonso y Leonor visitaron Soria y Toledo. En esta ciudad, según algunas memorias que han pasado a la escena, se enamoró el rey de una bellísima judía, a la que llamaron Hermosa, y fue muerta, con gentes de su raza, por algunos caballeros que quisieron librar al rey de su pasión por ella. Por aquel tiempo debieron enfrentarse al caballero pamplonés Ruiz de Azagra, que se había adueñado de Albarracín y de algunas fortalezas del Reino de Nájera con tropas aliadas moras y se consideraba libre de toda dependencia. En el 1172 se aliaron contra él Aragón y Castilla, pero pronto surgieron desavenencias por la posesión de Ariza. Al empezar el año 1173 se hallaban los reyes en Toledo. Fue el año en que murió San Juan de Ortega, colaborador de Santo Domingo de la Calzada en la mejora de la ruta jacobea y en la construcción de puentes, entre otros los de Logroño, Santo Domingo y Nájera. En noviembre hay constancia de la presencia del rey en Belorado, con su curia, y figuraban en ésta varios magnates y el obispo don Rodrigo, que se titulaba en los documentos reales episcopus calagurritanus y naialensis, indistintamente y según los lugares en que se otorgaban. Don Alfonso atacó a su tío el rey de Pamplona, ocupó Briviesca, Logroño y Navarrete, le venció en batalla campal y le sitió en el castillo de Leguín, del que escapó en las sombras de la noche. Continuó en su persecución hasta las inmediaciones de Pamplona y regresó a Toledo, ciudad que recibió fueros en 1174, confirmando los anteriores. Acompañó a su tía la infanta doña Sancha a Zaragoza, prometida de Alfonso de Aragón, y se celebraron los esponsales el 18 de enero de 1174. Con esta unión volvieron a su alianza Aragón y Castilla contra Sancho de Pamplona. Don Alfonso pasó de San Esteban de Gormaz a Toledo y donó a su catedral el monasterio de Covarrubias (24 de febrero de 1175). En Santo Domingo de la Calzada hizo mercedes a San Millán de la Cogolla y comenzaron las luchas contra el monarca pamplonés. Sus reales se hallaban en Calahorra en el mes de julio del año 1176. En este mismo año, don Diego López de Haro y su esposa doña Toda Pérez hicieron donación de algunas heredades en Nájera al monasterio de Santa María la Real, con la intención de ser enterrados en él. El monarca castellano reunió ahora sus huestes en Calahorra; era el verano de 1176, dispuesto a pelear contra Sancho VI; pero deseosos de un arreglo de sus diferencias, las sometieron al arbitraje del rey de Inglaterra Enrique II, quien sentenció que el de Castilla devolviese al de Pamplona los castillos de Leguín y Portela y el que tenía Godin más una indemnización de tres mil maravedises durante diez años. El rey Sabio devolvería al castellano las plazas de Logroño, Navarrete, Andeva, Autol y Ausejo con todos sus términos y pertenencias. Aceptaron el fallo ambos monarcas y firmaron en Fitero treguas por diez años (1177). Como dilatara don Sancho el cumplimiento de la sentencia del rey inglés, Alfonso VIII hizo la guerra al de Pamplona y recuperó Briviesca, Cerezo, Grañón, Navarrete, Logroño y otros lugares y castillos desde los montes de Oca hasta Calahorra. Aunque menciona el arzobispo don Rodrigo, y cuantos su relato siguen, la plaza de Navarrete entre las recuperadas, no se había poblado todavía, pues hallándose el rey en las Cortes de Carrión en 1195, determinó fundar una población a mitad de camino entre Nájera y Logroño, le puso por nombre Navarrete, le concedió fueros y muchos privilegios y mercedes. Al año siguiente, de 1180, el obispo de Nájera y de Calahorra, don Rodrigo, puso la primera piedra del templo románico en Santo Domingo de la Calzada. En escrituras de 1184 se dice que bajo la soberanía de Alfonso VIII tenía el señorío de Calahorra y Ocón don Diego Jiménez, y el de Logroño y Ausejo, Ramiro de Varea, éste por mano de don Alfonso y de Sancho el Sabio, quien en este documento se intitula rey de Pamplona y Alava, así como en otras de 1185 y 1187 Alfonso VIII dice reinar en Castilla, Toledo, Plasencia, Cuenca, Cañete, Extremadura, Burgos, Nájera y Calahorra, y que Logroño permanecía en fidelidad y poseía por el rey don Alfonso el señorío de Nájera y de Rioja, Bureba, Castilla la Vieja, Trasmiera y Asturias (serían las de Santillana) más la mitad de la ciudad de Burgos don Diego López de Haro (hijo del conde Lope Díaz, alférez del rey). El Reino de Nájera se conservaba como en tiempos de Sancho III el Deseado, bajo la soberanía del rey de Castilla, pero su mayor parte era tenencia o señorío de los López de Haro, con sede y palacios en Nájera. Sancho el Sabio citó al de CastilIa a una entrevista entre Logroño y Nájera (probablemente en Entrena, antigua Antelena) y en ella aceptó encomendar la custodia de Logroño, Navarrete, Ausejo, Autol y Resa a un caballero, elegido por él, de una terna propuesta por el castellano. También el rey de Aragón se entrevistó en Agreda con Alfonso VIII, en 1185, con el fin de reducir a Ruiz de Azagra, el díscolo señor de Albarracín, aunque se ignora el resultado del acuerdo. Fundó don Alfonso la ciudad de Plasencia y la hizo sede episcopal (1186). Por entonces murió Fernando II de León y le sucedió en el trono su hijo Alfonso IX, quien acudió a las Cortes de Carrión, convocadas por su primo Alfonso VIII; éste le armó caballero, como era norma en la época, y el leonés se reconoció su vasallo, besándole la mano en presencia de toda la corte. Esta sumisión del leonés se expresa en una escritura de donación del rey don Alfonso a Domingo, abad del monasterio de Santa María de Valvanera, por la que dona a éste el pueblo de Villanueva (entre Anguiano y.Matute), hallándose en Burgos, mayo de 1189. Momentos difíciles y tiempos aciagos fueron para Castilla aquellos en que se aliaron contra ella Aragón, León y Portugal, cuando Navarra presionaba en sus fronteras y los almohades se presentaban como la mas grave amenaza de los cristianos, pero Alfonso VIII pudo superar todos los peligros. Las escrituras, a partir de 1192, reconocen que reinaban don Alfonso y su hijo el infante don Fernando en toda Castilla y Cuenca, así como lo hacía en su nombre don Diego López de Haro en Bureba, Rioja, Nájera, Soria, Belorado, Grañón, Castilla la Vieja, Valdegovía, Pancorbo y otras poblaciones, reconociéndose implícitamente la institucionalización del Reino de Nájera, aunque bajo la soberanía real, en la Casa de los López de Haro. Al hacer los cristianos varias incursiones por tierras de Jaén y Córdoba, los almohades trataron de impedir la penetración en AI-Andalus. El sultán de Marruecos Abu Yacub ben Yusef desembarcó con un poderoso ejército y se plantó en el Campo de Calatrava, amenazando Toledo. Don Alfonso, sin esperar la ayuda de los demás reinos cristianos, acudió a reforzar la plaza de Alarcos y a enfrentarse con los almohades, sufriendo un serio quebranto y resultando herido (19 de julio de 1195). Los almohades ocuparon Alarcos y la destruyeron, tomando además al asalto Calatrava, desde donde el sultán regresó a Marruecos. Después de que el obispo iniciara las obras del templo de Santo Domingo de la Calzada, puso en él canónigos (1196), originándose discrepancias entre el obispo don Rodrigo y el prior de Santa María la Real don Lope, que hubo de zanjar el rey, censurando los atropellos y demasías del obispo, restituyó el monasterio a los monjes, pero no la sede del obispado, pues don Rodrigo instaló a los canónigos en Santo Domingo y la iglesia adquirió la categoría de colegial. Los reyes de León y Pamplona acometieron a un tiempo al rey de Castilla, favoreciendo la campaña almohade: don Sancho asoló Soria y Almazán; Alfonso IX corrió la Tierra de Campos y el MiramamoIín acosaba Toledo, Alcalá, Cuenca y Uclés (1196). En este año Abu Yacub, después de sus correrías, regresó a Al Andalus por la sierra de Alcaraz y en el siguiente sitió Toledo, Maqueda y Talavera, sin resultado, pero destruyó Santa Olalla y ganó Plasencia, regresando a su país. Alfonso VIII se alió con Pedro II de Aragón, casó a su hija Berenguela con Alfonso IX de León y el papa Celestino III amenazó con la excomunión a Sancho VII y éste firmó treguas, que rompió pronto. Mantuvo el rey castellano su guerra con Pamplona y entró con sus huestes en Alava y puso cerco a Vitoria, que se dilató, y hallándose en él recibió emisarios de Guipúzcoa para entrar en tratos con el monarca, por lo que dejó el sitio a don Diego López de Haro y partió con los embajadores a Guipúzcoa y allí le entregaron el país, las villas de San Sebastián y Fuenterrabía y el castillo de Belascoaga, en el valle de Oyarzun, encomendándose a la protección y autoridad del rey Alfonso VIII (1200). Regresó éste al sitio de Vitoria, rindió la ciudad y se adueñó de toda Alava y Arraya. Recuperó las tierras que le habían pertenecido como integrantes del Reino de Nájera y pobló con gentes de sus Estados las villas marítimas del Cantábrico, entre ellas San Sebastián, Fuenterrabía, Guetaria y Motrico, favoreciéndolas con privilegios, mercedes y fueros; fortificó plazas y castillos y fundó las villas de Castrourdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera, que se conocerían como la Marina de Castilla. Del matrimonio de Alfonso VIII con doña Leonor nacieron once hijos, de los que tres fueron varones. La primogénita fue doña Blanca, reina de Francia como esposa del rey Luis; después vino al mundo doña Berenguela, mujer de Alfonso IX de León, unión que provocó controversias, excomuniones y entredichos y de la que fueron fruto Berenguela, Constanza, Fernando y Alfonso; el infante don Sancho, que murió siendo niño; la infanta doña Urraca, consorte de Alfonso II el Gordo; don Fernando, que murió en Madrid, el año 1211; Mafalda, fallecida en 1204; Constanza, abadesa en las Huelgas de Burgos, que murió en 1234; otras dos niñas, muertas de corta edad; doña Leonor, esposa de Jaime I el Conquistador, y por ello reina de Aragón; en fin, tuvieron a Enrique el año 1203, heredero del reino, con el nombre de Enrique I. A instancias de la reina doña Leonor fundó don Alfonso en Burgos el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas y estableció en él religiosas del Císter, con muchas rentas y heredades. También creó la Universidad de Palencia, trayendo de Francia, Italia y otras naciones sabios profesores. Doña Leonor recibió de su padre, como hemos dicho, el ducado de Gascuña, dote que reconocieron los sucesores de Enrique II, Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra, pero Alfonso VIII no había llevado a cabo la ocupación efectiva del ducado y se lo propuso militarmente en 1204; mas como resultara difícil la ocupación total, pues Bayona, Burdeos y otros lugares se resistieron, regresó a Castilla, titulándose Señor de Gascuña. Más adelante, por la pobreza del país y las circunstancias en que se desenvolvía la vida de sus pobladores y la misma veleidad de sus gentes, Alfonso VIII les eximió de su homenaje y servidumbre, aunque no renunció a los derechos de su mujer. Una vez que regresó el rey de Francia y después de algunos tratos y embajadas con el sultán almohade Mahomad, empezó sus preparativos para la cruzada, enviando al infante don Fernando contra los moros de Andalucía y al arzobispo don Rodrigo a Roma para solicitar los beneficios de la Santa Cruzada. También volvió a las alianzas con Pedro de Aragón y Sancho VII de Pamplona, ajustando con éste treguas en Guadalajara por cinco años. Incluso Alfonso IX firmó la paz con su suegro, aunque por orden de Inocencia III se había separado de doña Berenguela y don Sancho de Portugal estaba bien dispuesto a ayudarle contra los musulmanes. Muchos príncipes de la Iglesia, nobles y magnates de Francia, como ingleses de las tierras que poseían en Francia, comenzaron a dirigirse a España y con ellos acudieron a Toledo, en masa, devotos de Castilla, Aragón y Portugal, llevando al pecho la insignia de la cruz. El número de los cruzados extranjeros se estimó en unos 12.000 de a caballo y 50.000 infantes; los aragoneses, en 3.500 caballeros y 20.000 infantes, y los 14.000 caballeros e innumerables infantes, a todas luces números exagerados, congregados por Alfonso VIII. Acamparon los cruzados en la ciudad y en la campiña de Toledo, corriendo el mes de febrero de 1212. El arzobispo don Rodrigo y otros cronistas reconocen la liberalidad con que la intendencia real atendía a los concentrados. Salieron las huestes cristianas el día 20 de junio de la ciudad de Toledo, mandando a los extranjeros, que iban en vanguardia, don Diego López de Haro, capitán general del ejército cristiano. Tomaron el castillo de Malagón el día 23 y la villa de Calatrava fue ocupada el día 1 de julio. Los otros dos cuerpos de ejército estuvieron a las órdenes de Pedro II y Alfonso VIII. Muchos de los extranjeros, por la dureza del terreno y el excesivo calor, se volvieron a sus países. El Miramamolín africano, Abu Abdala Mohamed en Nasir, vino a España con un formidable ejército, que dicen ascendía a 120.000 jinetes y 300.000 peones, que acampó en la región de Córdoba e inició sus operaciones con la destrucción del castillo de Salvatierra, en septiembre del año 1210, retirándose después a sus campamentos de Andalucía. En 1211 pasó el rey castellano por la dura prueba de haber perdido al infante Fernando, su heredero, que contaba 21 años de edad. Concertados los ejércitos cristianos, mientras Pedro II esperaba en Calatrava la incorporación de las huestes de Sancho VII el Fuerte, Alfonso VIII recuperaba Alarcos y otras plazas. Abu Abdala vino de Jaén a Baeza e hizo tomar el Paso de Losa, anticipándose a los cristianos, que hubieron de pasar la sierra por el puerto de Muradal, y tras algunas escaramuzas se enfrentaron ambos ejércitos el lunes 16 de julio de 1212 en las Navas de Tolosa y las tropas cristianas obtuvieron una rotunda victoria y causaron grandes pérdidas a los almohades. La Crónica General resalta el valor del botín conseguido, cuyo reparto encomendó don Alfonso a su alférez don Diego López de Haro, quien nada reservó para sí, dio a Sancho VII lo hallado en el palenque del sultán, pues él y sus valientes pamploneses dicen algunas crónicas que fueron los primeros en romper las cadenas que lo cercaban con diez mil negros sujetos a ellas o diez mil camellos, en opinión de otros autores; reservó para su rey la honra y gloria de la victoria y a requerimiento de su rey sólo le suplicó que devolviese al monasterio de Santa María la Real la iglesia de Santa María del Puerto (Santoña) que le otorgara el rey don García el de Nájera. La batalla del Muradal, a la que los cronistas árabes llamaron El Ukab (el desastre), tuvo gran resonancia en el mundo cristiano; el triunfo fue aprovechado para ocupar varias plazas, entre ellas Baeza y Ubeda, y en conmemoración de la victoria la Iglesia estableció la festividad de La Santa Cruz (16 de julio). Don Alfonso tornó a Toledo, pero hubo de reemprender la lucha para recuperar a Baeza que los moros habían fortificado después de recobrarla. La cercó y los sitiados resistieron tenazmente. Al escasear los mantenimientos, agravado el mal por las malas cosechas, el rey castellano pactó una tregua con los musulmanes y volvió a Toledo. Al año siguiente, 6 de octubre de 1214, falleció Alfonso VIII, en una aldea de Avila, cercana a Arévalo, y poco tiempo después le siguió a la tumba doña Leonor. Ambos recibieron sepultura en las Huelgas de Burgos. Enrique I, doña Berenguela y Fernando III Muerto Alfonso VIII, dejó el centro a su hijo Enrique, a la sazón de once años de edad, y quedó por tutora y regente su hermana Berenguela, pero descansó de las tareas de gobierno, encomendando la custodia y preparación del rey niño a los condes Alvaro, Fernando y Gonzalo de Lara, hijos de don Nuño, y ella se retiró a los Estados que su padre le había dado. Los Laras actuaron arbitraria y violentamente, por lo que el deán de Toledo, don Rodriga, excomulgó a don Alvaro y la reina, los ricos-hombres y los prelados censuraron aquellos excesos. Reunidas Cortes en Burgos, impusieron su criterio los Laras, por lo que disgustados se salieron de ellas don Lope Díaz de Haro, don Alfonso Téllez, señor de Meneses, el de Cameros y otros, produciéndose la división del reino en dos bandos. Concertaron los Laras el matrimonio de don Enrique con Mafalda, hija de Sancho I de Portugal, pero el Papa Inocencio III sometió el caso a don Mauricio, arzobispo de Burgos, y al obispo de Palencia, y éstos declararon nulo el matrimonio. Utilizaron los Laras la guarda del rey en su provecho, quitaron a don Gonzalo Girón el cargo de mayordomo del rey y se lo apropió Fernando de Lara. Corrieron éstos la voz de que doña Berenguela había enviado un mensajero con el encargo de envenenar al rey niño y para que no pudiera declarar la' verdad y contradecirles le hicieron dar garrote. De Maqueda se llevaron al rey a Huete. Don Alvaro llevó consigo al rey para justificar la ocupación de las plazas que detentaba el bando de doña Berenguela y así se apropió de Monte Alegre y Carrión, cercó Villarreal y hubo de levantar el sitio porque reclamaron el ejército real para que acudiera en auxilio de las huestes que sitiaban Calahorra. La presencia del rey intimidó a los sitiados y Calahorra se entregó. Intentó don Alvaro entrar en Vizcaya, pero desistió por las dificultades de la campaña y el calor, regresando a Palencia. Hallándose el rey en el patio del palacio episcopal, jugando con otros niños, un trozo de teja que se desprendió le dio en la cabeza y aconsecuencia de la herida a los once días murió, el 6 de junio de 1217. Don Alvaro cuidó de ocultar su muerte, trasladó el cadáver a Tariego, pero la reina doña Berenguela envió urgentemente a León a don Lope Díaz de Haro y a González Ruiz Girón para que Alfonso IX de León permitiese a su hijo Fernando ir junto a su madre, ocultándole los verdaderos motivos. En Otella reunieron los embajadores al príncipe con la reina. Doña Berenguela tenía empeño en cederle la corona, pues ya los ricoshombres y los demás caballeros del reino la habían aclamado por su reina y ella la aceptó y la renunció en su hijo .. Desde Otella la reina, su hijo y el séquito se trasladaron a Nájera y aquí doña Berenguela abdicó la corona en don Fernando, quien fue alzado rey en una explanada de la ciudad, debajo de un olmo, e1 1° de mayo de 1218, con gran aplauso de los que seguían a la reina. El lugar donde se celebró el alzamiento de don Fernando se llamó Campo de San Francisco y hoy de San Fernando. Existe un sencillo monumento y todos los años se celebra en el lugar, el día 1 de mayo, un acto conmemorativo. La ceremonia era corriente en aquellos tiempos y se estimó indispensable el reconocimiento de los nobles del antiguo Reino de Nájera, por el prestigio de don Lope Díaz de Haro y la situación política de Castilla. «De Nájera ya coronado rey, pasó a Palencia», dice el autor de sus memorias, donde su obispo don Tello le tenía preparado un buen recibimiento. De allí fueron a Dueñas, que le cerró sus puertas; pero la rindieron por las armas. Don Alvaro reclamó la tutoría del rey, ya en edad de 18 años, que no se aceptó. Doña Berenguela reunió cortes en Valladolid y como había sucedido en Otella, Carrión y Nájera, se le reconoció como legítima heredera de los reinos; pero ella ratificó la renuncia que hiciera en Otella y Nájera en favor de su hijo. Don Alvaro buscó la amistad de don Alfonso de León, quien aliado con su hermano don Sancho atacaron por la frontera de Castilla y por la tierra de Campos.
Intentó el leonés apoderarse de Burgos, pero fue obligado a retroceder por las huestes que mandaba don Lope Díaz de Haro. Al fin, don Alvaro se doblegó, entregó el cadáver del rey don Enrique, se hicieron las reales exequias y fue enterrado en el real monasterio de las Señoras Huelgas, junto al cadáver de su hermano don Fernando. El ejército real sometió por la fuerza de las armas a Muñón y se entregaron Lerma y Lara. El rey salió con la reina madre a pacificar el reino desde Burgos, con las huestes de don Lope Díaz de Haro. En el camino de Burgos a Logroño los castillos de Belorado, Santo Domingo y Nájera estaban entonces por don Gonzalo de Lara, pero las gentes de Belorado, Nájera, Navarrete, Santa Elena y otros pueblos se entregaron gozosos a sus reyes, si bien los castillos resistieron tenazmente y los monarcas se volvieron a Burgos sin poder ocuparlos. Añade alguna crónica que los caballeros Ruiz Girón y Ramiro Froilaz, al intentar tomar el castillo de Belorado, traspasaron la cadena y quedaron presos de los de dentro. Don Alvaro había entrado a sangre y fuego en Belorado, no perdonando ni a mujeres ni a niños y llevándose a muchos prisioneros; pero detenido éste, se ajustó su libertad a cambio de la de Gonzalo Ruiz y Ramiro Froilaz y de la entrega de Cañete, Tariego, Amaya, Villafranca de Montes de Oca, Alarcón, Cerezo de Río Tirón, Pancorbo, el castillo de Belorado y la fortaleza de Nájera que se rindió a don Lope Díaz de Haro. El conde don Fernando entró en el partido del rey y con esta decisión se pacificó el país. Don Fernando y su padre también ajustaron la paz. Murió don Alvaro de enfermedad y don Fernando de Lara se refugió en Africa, con MiramamoIín, hasta que murió en Elvora. Don Fernando, una vez firmada la paz con su padre, contraído matrimonio con Beatriz de Suabia el 27 de noviembre de 1219 y el de don Jaime de Aragón con doña Leonor, el 6 de febrero de 1221, toda la actividad política se centró en la guerra contra los infieles en Andalucía y la Corte se desplazó más al sur: a Valladolid, Toledo y Nájera, alejada del teatro de operaciones y de sus bases de concentración militar, quedó relegada a lugares secundarios y hasta suplantada en la fórmula de los títulos reales por los nuevos reinos que se iban incorporando a la corona: Jaén, Córdoba, Sevilla. Pacificado el reino, convocó el rey su ejército para la primavera de 1224 y partió con sus huestes Al Andalus, iniciando así una serie de campañas en las que obtendría resonantes triunfos, dando un gran impulso a la Reconquista, con la ocupación de Baeza, en 1227, donde entró don Diego López de Haro, a quien el rey nombró gobernador de la ciudad; Quesada, en 1231; Trujillo y Ubeda, en 1233; Córdoba, en 1236; Jaén, en 1246, y por último Sevilla, en 1248. En este último período, el protagonismo najerino se centra en la figura de don Diego López de Haro, quien con sus huestes tomó parte en el cerco y conquista de Sevilla, al frente del sector de la Puerta de la Macarena, desde marzo de 1248 hasta la capitulación de la ciudad, el 23 de noviembre del mismo año. Otros hechos de menor relieve, ocurridos durante este largo reinado, afectan a nuestra región. Uno de los últimos chispazos de la rebeldía nobiliaria se produjo en Cameros, con Rodriga Díaz, hijo de Diego Ximénez de los Cameros y de doña Guiomar. Don Rodriga corría la tierra, tratando de ensanchar sus dominios, a costa de otros señores, por lo que don Fernando le llamó a la Corte, que entonces se hallaba en Valladolid; pretestando hallarse acogido al fuero de Cruzada a Tierra Santa se negaba a cumplir el mandato del rey, pero al fin se presentó en la Corte, donde mal aconsejado y alentado en su rebeldía, sin presentarse al rey, retornó a sus señoríos. El monarca lo desterró de sus tierras y se apoderó por las armas de buena parte de ellas, pero llegaron a un acuerdo por el que don Rodrigo entregaría sus dominios a cambio de 14.000 escudos o ducados, según los autores. En los documentos reales se menciona como Alférez Mayor de Castilla, adelantado o señor de Nájera y Vizcaya, a don Lope Díaz de Haro, quien firma primero después de los prelados. Don Lope, conocido también por Cabeza Brava, era hijo de don Diego López El Bueno. Casó con Urraca Alfonso, hija natural de Alfonso IX de León, de la que tuvo a doña Mencía. Don Fernando enfermó de gravedad en Burgos y curado de su mal pasó a Toledo con los infantes y de allí marchó camino de Córdoba, donde permaneció tres meses organizando y dando seguridad a la frontera. Tuvo sus disgustos con Diego López de Haro y con Alvar Pérez, por lo que en 1234 tornase a Burgos y allí trató de poner remedio al problema. Por si el rey no le tenía en el aprecio que merecía o por si prefería a otro, tal vez a Alvar Pérez, don Diego empezó a resentirse en el real de Ubeda y acabó marchándose violentamente con sus huestes a Castilla y se desnaturalizó. Además, sin tratar con el rey, intentó concertar dos matrimonios que los prelados juzgaron nulos por consanguinidad y hasta el papa Gregorio IX solicitó información sobre el propio matrimonio de don López con Urraca, sospechoso de nulidad por parentesco, después de que el matrimonio había tenido dieciséis hijos. Acudió el rey con el infante don Alfonso cuando don López corría las tierras de Castilla. Le desposeyó de las plazas que le había dado, le arrebató Briones y se asentó en Miranda, mientras enviaba a don Alfonso a la frontera con Medina de Pomar. Don Alvar, por su parte, se vio obligado a restituir la villa de Paredes, pero fue perdonado por el rey. En cuanto a don Diego, éste halló un buen padrino en el infante; juntos se presentaron en Valladolid y el rey le volvió a su gracia; pero una vez más se apartó el señor de Vizcaya y don Alfonso entró, en pos de él, por Valmaseda, mas hízose la paz entre ellos y regresaron a la Corte. La reina se comprometió a conservarle por cinco años la tenencia de diecisiete castillos si reconocía tenerlos por el rey. El acuerdo se convino el 2 de febrero de 1235. Murió en Orgaz, Alvar Pérez, el año 1240, y doña Mencía, su viuda, se trasladó a Portugal, donde se casó con Sancho II Capelo y fue reconocida por reina en los años 1241 a 1245. El matrimonio se había llevado a efecto con la anuencia de los obispos durante el interregno habido entre la muerte de Gregorio IX (1241) y la elección de Inocencio IV (1243); pero su hermano don Alfonso, conde de Bolonia, la delató al tribunal de Roma y el Papa expidió bula de nulidad (1245). Doña Mencía yace en un magnífico mausoleo en la capilla de la Vera Cruz del Claustro de los Caballeros de Santa María la Real de Nájera. En otro enojoso asunto intervino don Diego López de Haro, motivado por el prelado de Calahorra Juan Pérez, en sus rivalidades con el monasterio de Santa María la Real de Nájera, en el cual actuó el conde como defensor de los derechos temporales de la corona y en favor de la comunidad. Las pretensiones de don Juan Pérez se resolvieron por una sentencia arbitral del arzobispo de Burgos don Mauricio. En ella se declaraba libre al monasterio de Nájera y sus prioratos de la pretendida sumisión al obispo de Calahorra y libre de su jurisdicción, salvo leves concesiones de yantar y visita. Después pretendió este obispo trasladar la sede a la iglesia colegiata de Santo Domingo de la Calzada, decisión a la que se opuso el rey, y en su nombre el arzobispo de Burgos. Don Diego López de Haro arrojó por la fuerza al obispo y a sus secuaces de Santo Domingo; pero el contumaz prelado se fue a Roma en 1226 y obtuvo su consagración episcopal, ya que hasta entonces era sólo obispo electo. El papa Gregorio IX, ganado por el litigante, se inclinó a su favor y autorizó el traslado de la sede episcopal a Santo Domingo. Al cumplimiento de esta decisión pontificia se opusieron de nuevo la Corte de Castilla, el Cabildo de Santo Domingo y don Diego López de Haro, quien echó violentamente de la ciudad al obispo, a los canónigos de Calahorra y a sus valedores. Don Mauricio intervino para hacer cumplir las órdenes del Papa, pero la Corte siguió opuesta al obispo Juan Pérez y a sus decisiones, si bien reprendió a don Diego López de Haro por sus duras intervenciones y por haberse servido de tropas moras para apresar a los clérigos que se resistían y a fin de apoderarse de algunas iglesias. A San Fernando lo describe su hijo Alfonso X en términos muy elogiosos: «Fue muy fermoso ame de color, en todo el cuerpo et apuesto en ser bien faccionado ... et sabía bien bofardar, et alancear, et tomar armas, et armarse bien, et mucho apuesta mente. Era muy sabidor de cazar toda caza, otrosí de jugar tablas, escaques et otros juegos buenos de buenas maneras, et pagándose de ames cantadores, et sabiendo el facer. Et otrosí pagándose de omes de corte, que sabían bien de trobar et cantat et de joglarse que supiesen bien tocar estrumentos, ca desto que pagaba él mucho, et entendía quien lo facía bien, et quien no.» Otros escritores alaban su valor, su destreza en el manejo de las armas, su intrepidez y arrojo, así como el empeño en combatir a los musulmanes en sus propias tierras, la nobleza e integridad de carácter que le hacían incapaz de quebrantar la palabra dada. Sigue el Rey Sabio en su Estoria de España: este fue rey ... muy bravo et muy sañudo en las guerras, muy leal y muy verdadero en todas las cosas ... y así mucho le temían los moros, et era de ellos mucho amado. Transcendencia histórica del Reino de Nájera El Reino de Nájera, que tuvo por primer monarca a García Sánchez, adquirió una singular importancia con Sancho III el Mayor. Este monarca llegó a dominar el tercio septentrional de la Península, desde el Atlántico al Mediterráneo, fue llamado justamente REX IBERICUS, REX TOTIUS HISPANAE Y REX IMPERATOR, dividió sus Estados en vida y después de las tragedias de Atapuerca, en 1054, y de Peñalén, en 1076, Pamplona recobraría su condición de reino y lo mismo harían Castilla y Aragón. Pero esto no significó la desaparición del Reino de Nájera, como acreditan las colecciones diplomáticas castellanas hasta 1239, en el reinado de Fernando III el Santo. A la Curia de Nájera concurrían, llamados por su rey, los nobles, magnates y caballeros de sus extensos dominios y los obispos, abades y priores de Pamplona, Calahorra, Labourd, Valpuesta, Osma, Burgos, Oca, Silos, San Millán y Nájera. Los obispos de Armentia y Valpuesta se integraron en el de Nájera; el de Calahorra se restableció después de la conquista de la ciudad, en 1045, por García, el de Nájera; tuvo inmensa jurisdicción eclesiástica, de la que se desgajaron las diócesis de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava, así como varias parroquias y monasterios se incorporaron a las de Osma y Burgos, a partir de 1851. Esta circunstancia revela la extraordinaria influencia en el orden espiritual que ejerció la Iglesia riojana en tan extensos territorios hasta mediados del siglo XIX. El Fuero de Nájera, coetáneo del de León (1020), otorgado por Sancho III el Mayor, es el antecedente de numerosas cartas pueblas posteriores y del Fuero de Logroño de 1095, base éste de los de Navarra y el País Vasco. Los códices Vigiliano, del 976, y Emilianense, de 994, contienen numerosos concilios y epístolas decreta les del derecho pontificio y en el territorio del Reino de Nájera se celebraron los famosos sínodos de 1067, 1143 y 1155. El Ordenamiento de Nájera, promulgado en las Cortes de la ciudad, celebradas por Alfonso VII en 1137-1138, es el primer Código escrito medieval y fuente del de Alcalá y de otros posteriores. Fueron fomentadas las peregrinaciones a Compostela, mejoraron sus monarcas los caminos, construyeron puentes, templos y alberguerías y con el apoyo que prestaron a los cluniacienses, abrogaron el rito mozárabe, sustituyéndolo por el romano (año 1067). Sancho III acuñó moneda en Nájera, que fue así la primera ceca cristiana, y su hijo García fundó la Orden Militar de Terraza y desde su reinado estableció la costumbre del rezo de la Salve sabatina en el palacio real. Entre las obras más importantes de la producción literaria del Reino de Nájera, además de las ya famosas citadas y procedentes de los escritores de San Millán y de Albelda, debemos recordar las Genealogías de Roda, la Hitación de Wamba y la Crónica Najerense. Las relaciones políticas de sus monarcas y gobernantes no sólo afectaron a los Estados cristianos peninsulares y ultrapirenaicos, sino también a la España musulmana, mediante embajadas a Córdoba, treguas, paces y enlaces matrimoniales; García Sánchez, el primer rey de Nájera, era primo de Abd al-Rahmán III y el último califa Abd al-Rahmán «Sanchuelo» era hijo de Almanzor y de una princesa najerina llamada Abda e hija de Sancho Garcés II Abarca. Obras de consulta Anguiano, Manuel María. Crónica de la M.N. y M.L. ciudad de Nájera. 1884. Balparda. Historia crítica de Vizcaya y de sus fueros. Bilbao, 1945. Clavería, Carlos. Historia del Reino de Navarra. Pamplona, 1971. Díaz Díaz, Manuel. Libros y librerías en La Rioja Altomedieval. Logroño, 1979. García de Cortázar y Ruiz de Aguirre, José Angel. El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X al XIII). Salamanca, 1969. Gil del Río. La Rioja desde sus albores. Zaragoza, 1972. Govantes, A. Casimiro. Diccionario Geográfico-Histórico de España de la R. A. de la Historia. Madrid, 1846. Lacarra, José María. Historia política del Reino de Navarra. Pamplona, 1972. Historia de Navarra en la Edad Media. Pamplona, 1975. Menéndez Pidal, Ramón. La España del Cid. Madrid, 1929. Moret, J. Anales del Reino de Navarra. Tolosa, 1890. Nalda, Saturnino. Santos de La Rioja, Logroño, 1962. Santa Maria la Real de Nájera. Logroño, 1966. Pérez de Urbel, fray Justo. Sancho el Mayor de Navarra. Madrid, 1950. Historia del condado de Castilla. Madrid, 1969. Rodríguez de Lama, IIdefonso. Colección diplomática medieval de La Rioja. Logroño, 1976. Sandoval, Prudencio. Crónica general de España. Madrid, 1852. Yanguas y Miranda, J. Historia del Reino de Navarra. San Sebastián, 1832. Yepes, fray Antonio de. Crónica general de la Orden de San Benito. Madrid, 19591960. Zurita, Gerónimo. Anales de la corona de Aragón. Madrid-Barcelona, 1853. | |||
MATERIAL GRÁFICO complementario | |||
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HISTORIA DE LA RIOJA (VOL. II) EDAD MEDIA El reino de Nájera JUSTINIANO GARCÍA PRADO (Doctor en Historia. Miembro numerario del I.E.R. Correspondiente de la Real A. de la Historia) Edita CAJA RIOJA LOGROÑO 1983 |
jueves, 8 de septiembre de 2016
EL REINO DE NÁJERA, JUSTINIANO GARCÍA PRADO - Biblioteca Gonzalo de Berceo
EL REINO DE NÁJERA, JUSTINIANO GARCÍA PRADO - Biblioteca Gonzalo de Berceo
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