domingo, 11 de septiembre de 2016

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Los orígenes del hombre





Jesús ya había pasado los treinta años de edad cuando
comenzó. Para todos era el hijo de José, hijo de Helí, hijo de Matat,…
hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, que venía de Dios.”
(Luc 3, 23…38.)


Lucas arraiga el misterio de Cristo en los orígenes de la
aventura humana. Las 77 generaciones son évidentemente simbólicas, pero
el último de la lista – que es de hecho el primero – es Adán. Lucas nos
dice en dos palabras su eminente dignidad: venía de Dios. El paciente
trabajo de los paleontólogos y de los historiadores ha desvelado en
parte los orígenes del hombre: durante centenas de miels de años el
hombre ha recorrido silenciosamente el largo camino de la vida,
preparando de generación en generación a la humanidad en la cual el
Verbo habría de encarnarse.




Los antepasados del hombre



La especie humana se presenta como una última rama del árbol de la
vida, y nunca se debe olvidar que la cadena de sus antepasados remonta a
la primera materia viva de la que salieron todas las especies. Pero
todos sabemos que los monos, o simios, son los animales más parecidos a
nosotros. De ahí las preguntas:



  • Si descendemos de alguno de ellos, ¿de cuál será?



  • Y si no son más que primos nuestros, ¿cómo y cuándo nuestros antepasados se apartaron de ellos?


Para empezar, es totalmente seguro que los grandes primates actuales,
el gorila y el chimpancé, no son más que primos nuestros. Y no
representan al antepasado común, porque mientras el hombre se iba
transformando en todo su cuerpo, también los primates, de los que se
había separado para empezar esta evolución original, se especializaron
en una dirección diferente, caracterizada por el desarrollo de los
dientes, de la mandíbula y de los brazos. Los más inteligentes de los
actuales primates son más “bestiales” que sus antepasados del tiempo en
que nos apartamos.


¿Cuándo se hizo la separación? La ciencia actual no puede precisar la
fecha entre dos extremos que serían unos diez o quince millones de años
atrás.


¿En qué lugar sucedió ? Hace unos años atrás, todos habrían
contestado: en la parte oriental de África, de Etiopía a Tanzania, pues
es ahí donde se sitúa la evolución posterior de la rama en la que se
origina el hombre. Ahora, a raíz de nuevos descubrimientos en China,
parece que la separación se hizo en Asia del este, y que nuestra rama se
desplazó posteriormente hacia África donde se humanizó.


¿Cómo sucedió?







Los primeros pasos del hombre, o ¿cómo sobrevivir?



Hace unos diecisiete millones de años, toda la parte oriental de
Africa, de Etiopía a Tanzania, estaba cubierta de selvas ecuatoriales
donde prosperaban gran cantidad de primates (los
primates son el grupo zoológico que abarca a los monos más cercanos a
nosotros). Esos vivían en los árboles y saltaban de rama en rama, con su
larga cola que les hacía de balancín. Eran de tamaño pequeño y se
alimentaban de frutas y hojas.


Fue entonces cuando la deriva de los continentes y el choque de la
placa “Africa-Arabia” con la placa asiática anteriormente separada,
produjo un cataclismo geológico. Se hundió una larga falla norte-sur,
desde Palestina (con la depresión del Jordán y del mar Muerto) hasta los
grandes lagos africanos de Kenya. Tal vez fue ésta la razón por la cual
se inició un cambio climático. La humedad disminuyó paulatinamente y
las selvas se hicieron menos espesas, dejando lugar poco a poco a la
sabana, interrumpida por bosques cada vez más reducidos.


Una parte de los primates se replegaron hacia el oeste, donde todavía
subsisten las inmensas selvas. Su evolución los llevó a producir
especies más grandes y fuertes, como son el chimpancé y el gorila, que
se desplazan preferentemente sujetándose de las ramas con sus brazos
largos y atléticos.


En cuanto a los de la parte oriental, tuvieron que adaptarse a una
tierra donde por falta de árboles era más difícil defenderse de los
carnívoros y donde ya escaseaban las frutas. Para alimentarse de
semillas, de raíces y otras fibras vegetales duras, que desgastaban sus
dientes, se reforzaron las mandíbulas, el esmalte de los dientes se hizo
muy espeso. Para disuadir a los enemigos tuvieron que vivir en
sociedades y crecieron en tamaño y fuerza. Ya eran capaces de mantenerse
casi en postura erecta. Se afianzaron en esta manera de caminar,
valiéndose de sus manos para agarrar la comida que llevaban a su boca y
también para defenderse usando bastones y tirando piedras. Es probable
que esos antepasados supieron labrar piedras en forma muy rudimentaria
para hacerlas cortantes.


Lo que acabamos de exponer no es más que una visión global, un
panorama del sector de Africa en que se han encontrado los más numerosos
testigos de las especies en que ya se notan las dos alternativas de la
vida: desarrollar las herramientas de que ya se dispone para sobrevivir,
o superar un desafío creando algo nuevo. Durante los últimos años el
examen de algunos esqueletos muy bien conservados tanto en Etiopía y
Tanzania al este, como en el Chad al oeste de la gran falla africana han
confirmado que durante un tiempo relativamente corto – unos pocos
millones de años – las especies de los primates han demostrado una
creatividad continua, como si estuvieran en busca de una superación.







Los primates



Se debe mencionar, en especial, un grupo de estos primates conocidos como los Australopítecos
(monos del sur), que tenían la misma capacidad cerebral que los
actuales gorilas, a pesar de ser mucho más pequeños. Los más antiguos
eran más pequeños (como 1,20 m) y delgados, pero posteriormente
aparecieron australopítecos “robustos” que alcanzaban 1,50 m y pesaban
unos 50 kg, con unos músculos masticadores impresionantes.


Nuestros antepasados escogieron otra solución para superar el desafío
de su supervivencia: en vez de reforzar los dientes y la musculatura,
se enderezaron, desarrollaron el cerebro y aceptaron cambiar su menú.
Esta familia, que los científicos incluyen en el mismo género que los
hombres actuales al llamarlos Homo habilis , o sea el
hombre artesano fue la primera en tallar piedras. Y es clasificado homo
por su semejanza con nosotros. Pero precisemos que esta calificación de
“hombre” sólo tiene valor biológico, o sea que se refiere a su cuerpo, y
deja entera la cuestión de saber si tenía personalidad y espíritu como
tenemos nosotros.


Mientras su primo australopíteco masticaba concienzudamente sus
raíces, él, menos atlético pero más pillo, aprovechaba de toda ocasión
para hurtar y poner trampas. Comía caracoles, ratones e insectos, pero
también atacaba en bandas la caza mayor: antílopes, bovinos, jabalíes y
hasta elefantes. Labraba piedras y construía refugios con postes y ramas
de árboles.







Cuando el hombre esperaba el espíritu



Homo habilis había aparecido hace unos cuatro millones de años. Se
quedó largo tiempo en Africa oriental y luego caminó hacia tierras
desconocidas. A los dos millones de años había alcanzado Indonesia y sus
familias se desplazaban por toda África, Asia y Europa, menos en las
partes septentrionales, cubiertas por inmensos témpanos.


Entonces empezó a modificarse su apariencia: crecimiento en tamaño y
peso, alargamiento de la cabeza y desarrollo del cerebro. Hace un millón
y seiscientos mil años atrás, toda la especie había progresado,
alcanzando una nueva forma, llamada Homo erectus (el hombre enderezado) que quedó bastante estable, así se mantuvo durante más de un millón de años.


Entre los años doscientos mil y cien mil antes de nosotros empezó una
nueva evolución, afectando principalmente la cabeza, con nuevo aumento
de la capacidad del cerebro, que llevó la especie a la forma Homo
sapiens. En África del Norte, Asia y Medio Oriente, este Homo sapiens
era casi idéntico a las razas actuales. En Europa en cambio, Homo
sapiens adquirió caracteres más rústicos y bestiales, aunque su
capacidad cerebral fuera la misma que la nuestra: éste fue el hombre de Neandertal ,
el que duró hasta los años treinta mil antes de Cristo, siendo
sustituido lentamente por un Homo sapiens de la otra clase venido de
Oriente, el llamado hombre de Cro-Magnon .


Con esto se termina la evolución biológica del hombre, teniendo
presente que su evolución seguiría en adelante en el plan social y
cultural. En el lapso que va de los primates arborícolas hasta el
hombre, o sea, durante los últimos treinta millones de años, lo que
llama más la atención es el crecimiento del cerebro. Pero la correlación
entre las diversas funciones del cuerpo es tal que este crecimiento
exigía una reordenación de todo el equilibrio y la estructura del
individuo. Cuatro factores fueron igualmente necesarios para la
hominización de los primates:



  1. Desarrollo del cerebro. No puede haber
    pensamiento y decisiones libres si la mente no dispone de una
    computadora de primera clase, con millones de millones de circuitos. Los
    especialistas consideran que no puede haber lenguaje mientras el
    cerebro no alcanza los 600 cm3 de capacidad. Pero no se trata solamente
    de un crecimiento cuantitativo. En el cerebro humano se ha desarrollado
    en forma privilegiada el cortex, o sustancia gris, y se han multiplicado
    las circunvoluciones. Las áreas laterales, responsables del lenguaje,
    de los movimientos de la mano, de la faringe y de los músculos de la
    cara, crecen y se organizan.



  2. Reducción de la mandíbula. El hombre
    tiene manos para defenderse y desgarrar las presas; la mandíbula ya no
    tiene tanto que hacer para masticar y morder. La estructura de la cabeza
    ya no está calculada primeramente para soportar los músculos poderosos
    de la masticación y, al reducirse la mandíbula, el cerebro puede
    enrollarse y aumentar de volumen. La reducción de dichos músculos
    permite que se desarrollen los numerosos músculos superficiales de la
    cara que reflejan las emociones y permiten la comunicación.



  3. Perfeccionamiento de la mano.
    Anteriormente, los animales transformaban partes de su cuerpo para que
    se adaptaran mejor a tal o cual función: patas para correr, o para cavar
    el suelo, o para agarrar las presas ; dientes para masticar, para
    morder, para roer. Ahora la mano fabrica instrumentos distintos del
    cuerpo, el cual no necesitará alienarse en forma irreversible a tal o
    cual trabajo, sino que estará siempre disponible para nuevas tareas. La
    mano, con sus herramientas, alivia los trabajos de la mandíbula,
    permitiendo que se reduzca ésta y se desarrolle el cerebro.



  4. La postura erecta. Al enderezarse
    totalmente el hombre, los miembros anteriores dejan de ser motores y la
    mano puede formarse. El desplazamiento del punto de articulación de la
    cabeza sobre la columna vertebral favorece el enrollamiento del cerebro.
    La postura vertical cambia totalmente la manera de relacionarse entre
    individuos y, en especial, las relaciones sexuales: juegos de la cara,
    intercambio de las emociones y caricias. La unión sexual cara a cara
    permitirá que surja el amor. El desplazamiento de los senos del vientre
    al pecho, consecutivo a la postura erecta, transforma la relación de la
    madre al niño durante el período de lactancia, haciendo que el despertar
    de su espíritu se haga a partir de la mirada y la sonrisa de la madre.


El desarrollo de la capacidad cerebral ha permitido la emergencia del
espíritu, pero hacía falta mucho más que un cerebro de calidad superior
para que se diera el salto de la inteligencia animal al espíritu. El
mismo crecimiento del cerebro respondía a una exigencia profunda de su
ser mientras progresaban sus actividades, su vida social y su lenguaje.
En ese sentido, el paso de Homo habilis a Homo erectus y de éste a Homo sapiens ,
con un aumento considerable de la capacidad cerebral, se debe en primer
lugar a su promoción cultural mediante la vida en sociedad. El
desarrollo psicológico es el que arrastra el progreso biológico.







¿A partir de qué momento el hombre tuvo “alma”?



Respecto a eso de tener alma, o espíritu, debemos precisar tres cosas:



  • Según la fe cristiana – y la mayoría de los científicos y
    filósofos consienten en este punto – el espíritu del hombre no es
    solamente una forma superior de la inteligencia animal, sino que es
    diferente de cualquier alma o principio de vida que estén en los
    animales. La Biblia lo dice a su manera al expresar que el hombre fue
    hecho a imagen de Dios (Gén 1,26) y, por tanto, participa de todo lo que
    hay en Dios. El hombre es capaz de reflexión y de amor ; el hombre es
    capaz de ver la belleza y de crear arte. Es capaz de descubrir el orden
    del mundo y de reconstruirlo a su manera. Una inquietud en él, nunca
    satisfecha, hace que constantemente vuelve en sí, mide sus alienaciones y
    trata de superarse.



  • Damos por entendido que el espíritu no viene poco a poco. Hay o
    no hay espíritu, y uno no puede estar a medio camino entre la
    inteligencia animal y el espíritu reflexivo y libre. Solamente se dan
    etapas intermedias en el desarrollo psicológico que, en el animal, pudo
    preparar la llegada del espíritu. Y luego, también hay progreso en la
    capacidad del espíritu para renovar las reacciones psicológicas, la
    manera de pensar, los proyectos y los actos. Un hombre determinado, o
    toda una sociedad, puede evolucionar lentamente por tener el espíritu
    dormido, Pero el espíritu está o no está.



  • En el mundo animal o vegetal no cuenta el individuo, sino la
    especie que vive y crece a través de los individuos. Ahora bien, si unos
    de ellos llegan a “tener alma” (la palabra espíritu convendría mucho
    más), se puede hablar de una nueva creación. Esta vez el individuo
    existe y vale para sí mismo y para Dios: es persona. Y la persona
    empieza a existir por don de Dios. Es falsa en todo sentido la
    expresión: el hombre desciende del mono. En especial da a pensar que el
    hombre llega un poco por casualidad. En cambio, para el cristiano, desde
    el principio de la creación, Dios la ha ordenado para que de ella
    surgieran personas humanas, y dispuso que el universo tendría finalmente
    por centro y cabeza a uno de esta raza: el Verbo de Dios hecho hombre
    (Ef 1; Jn 1,1-14).


Las ciencias naturales no pueden fijar la frontera entre el animal y
el hombre, pues solamente los observan desde lo exterior. Pero los
científicos, usando como nosotros los criterios de la sabiduría común,
se fijan en esas adquisiciones del hombre: la fabricación y el uso de
las herramientas, la aparición del lenguaje y las manifestaciones del
sentimiento religioso y artístico.







El misterio del hombre



Durante muchos años el uso de herramientas fue considerado como algo
propio del hombre. Pero ahora la observación de los primates ha mostrado
que usan palos como verdaderas herramientas, y es casi seguro que los
australopítecos tallaban piedras en una forma rudimentaria. Homo habilis
tallaba piedras y además conservaba la piedra para golpear y dirigía el
impacto mediante un percusor. Pero también debemos considerar que no
progresó en sus técnicas durante dos millones de años. No veinte siglos,
ni diez veces veinte siglos, ni cien veces, sino mil veces veinte
siglos… ¿Puede el espíritu ser tan lento?


También muchos pensaron que era propio del hombre no temer el fuego y
saber producirlo y conservarlo. En ese caso habría habido hombres
verdaderos desde los comienzos de Homo erectus ,
el que usó el fuego, o sea, un millón y medio de años atrás. También
muchos piensan que Homo erectus fue el primero en tener desarrollada la
parte del cerebro que contiene el centro del lenguaje, y eso sería una
prueba de que hablaba. Se ha notado que Homo erectus
escogía sus piedras por sus calidades no solamente técnicas, sino
también estéticas. Más todavía, el examen de los cráneos del sinantropo
(o sea: hombre de China), que era un homo erectus , restos que datan de unos cuatrocientos mil años, hace sospechar a algunos que hayan sido sometidos a ritos religiosos.


Estos últimos hechos, si se confirmaran, serían una prueba de que ya
en esos tiempos lejanos hubo hombres verdaderos. Pues las
manifestaciones del sentimiento religioso, habitualmente en la sepultura
de los muertos, son consideradas por todos como una prueba inequívoca
de que se ha despertado el espíritu. En realidad, los testimonios más
antiguos de este sentimiento que están seguros son las sepulturas del
hombre de Neandertal, un Homo sapiens, en los años treinta mil a
cuarenta mil antes de Cristo. Y luego se fueron multiplicando las
manifestaciones del arte. Esta es, pues, la fecha más tardía en que se
pueda ubicar la aparición del hombre verdadero.


Pero, tal vez la aparición del hombre verdadero, dotado de espíritu,
no coincida con tal o cual etapa de la clasificación en homo habilis,
homo erectus, homo sapiens. Estas denominaciones se fundamentan en las
características de los esqueletos que se han encontrado y no son más que
etapas aproximadas dentro de la evolución biológica. Mientras tanto el
progreso real de nuestra raza era de orden cultural y psicológico.


El despertar del espíritu puede haber tenido lugar dentro de una de
estas especies sin afectar a todos los individuos de esta especie.
Posiblemente se produjo dentro de grupos prehumanos a raíz de crisis que
conmovieron profundamente a varios individuos, y posteriormente la
propagación de esta chispa pudo asemejarse a la de ciertas tomas de
conciencia dentro de la historia. ¿Quién sabe, y cuál fue la
intervención del Dios que hace milagros y resucita a los muertos? Si,
como lo observa la Biblia, no sabemos por qué camino la persona humana
se introduce en la mujer embarazada (Pr 30,19), menos todavía sabemos
por qué caminos vino a alojarse en los primeros seres humanos.







Enderezado, erecto, liberado, despierto, resucitado



En tiempos pasados se ha dado mucho énfasis al desarrollo del cerebro
como factor esencial de la evolución humana: teniendo cada día más
inteligencia y capacidad cerebral, el animal habría llegado naturalmente
al espíritu. El hombre, en fin de cuentas, sería solamente el más
dotado de los animales. Otra es la conclusión que se saca ahora de los
datos paleontológicos y arqueológicos. El factor que separó los
antepasados del hombre de sus hermanos animales fue la postura erecta,
es decir, una manera de pararse, de vivir y de caminar que transformaba
las relaciones entre individuos y les permitía levantar la mirada. Luego
empezó el progreso cultural, fruto de la vida comunitaria, y la
transmisión a los jóvenes de las experiencias del pasado. El crecimiento
del cerebro acompañó la promoción del hombre sin ser la causa
verdadera.


El enderezamiento ha dado la pauta del proceso; ha sido el primer
gesto liberador, fuente lejana de actitudes libres y de relaciones
personales. Como tal se ubica perfectamente dentro de la gran revelación
bíblica que presenta la historia divina del hombre como hecha de
liberaciones y rupturas, mediante las cuales el hombre se salva , o sea conquista plenamente su persona - aunque nunca sin una mirada ajena en la que descubrió el amor.





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