miércoles, 3 de agosto de 2016

Yo amo la Historia

Yo amo la Historia

















































lunes, 25 de abril de 2016



Hamilton






Hace
unas noches tuve un sueño raro: soñé con Alexander Hamilton. Si, el
primer secretario del tesoro de los Estados Unidos.  Además también fue
abogado, estadista, escritor entre tantas otras cosas. ¿Por qué alguien
soñaría con Hamilton? Porque se ha transformado en una exitosa obra en
Broadway. Si, Hamilton es una obra musical de hip-hop. 

El
caso es que soñé con Hamilton y al otro día ganó un Pulitzer. Como si
fuera una pitonisa… Cuando leí lo del Pulitzer pensé que tenía que
escribir sobre Hamilton urgentemente.

El
11 de enero de 1755 (o 1757, no se sabe con exactitud), nació Alexander
Hamilton, hijo ilegítimo de un comerciante. Comenzó a trabajar desde
muy chico, a los 11 años, en la contaduría de un mercante. Su capacidad
para los números llamó la atención del presbítero Hugh Knox quien le
financió un pasaje a New York para estudiar en la escuela Elizabethtown
(esto ocurrió entre los años 1772 y 1774).















Al
terminar sus estudios ingresó en la Universidad King’s College y,
gracias a becas, logró estudiar leyes. Cabe aclarar que King’s College
es, en la actualidad, la Universidad de Columbia. Su carrera se vio
interrumpida por su participación en la guerra de independencia de las
Trece Colonias.
El
año en que ingresó al King’s College pronunció su primer discurso,
participando en un movimiento revolucionario. Recordemos que la
revolución de las Trece Colonias fue en 1776. En julio de 1774, Hamilton
dio un discurso a favor de la emancipación de las colonias contra su
metrópoli. Siguió con el compromiso revolucionario escribiendo artículos
que lograron publicarse en los diarios más importantes de New York.

En
1775 estalló la guerra entre las trece Colonias y Gran Bretaña que
había enviado al continente americano tropas de combate. Hamilton se
unió inmediatamente a las tropas de las colonias, en el Ejército
Continental. Por su buen desempeño, Hamilton fue nombrado capitán de
Artillería en 1776.  En enero de 1777 aplastó a las tropas británicas en
la batalla de Princeton. Allí fue donde su figura alcanzó fama y George
Washington se lo llevó a luchar junto a él con otorgándole el grado de
teniente general. 

En
1780 Alexander Hamilton contrajo matrimonio con una aristócrata
neoyorkina, Elizabeth Shuyler, hija de un militar con quien luchó
Hamilton. Gracias a este matrimonio, Hamilton logró establecerse entre
la elite neoyorkina y administrar una importante fortuna. Fue
representante de los intereses de comerciantes neoyorkinos (cuyas
fortunas dependían del comercio marítimo). Gracias a un aporte económico
de su suegro, abrió un estudio de abogados. Pero su interés por lo
público no terminó en su compromiso con la guerra y la independencia. A
pesar de estar muy bien en su profesión, decidió seguir involucrado con
la incipiente formación del gobierno estadounidense. En 1781 volvió al
campo de acción y lideró la decisiva batalla de Yorktown.  
Así,
en 1782, fue elegido como representante del estado de New York ante el
Congreso Continental de Filadelfia. Durante este Congreso, Hamilton
dedicó sus esfuerzos en tratar de convencer a los congresales sobre la
necesidad de un gobierne fuerte, centralizado y federal. También hizo
hincapié en la necesidad de un banco nacional y fue un gran promotor de
la industrialización como forma de desarrollo económico, en detrimento
de la agricultura (dos tipos de sistemas económicos que estarían en
pugna hasta que luego de la guerra civil a mitad de siglo XIX, se
impondría la industrialización).

Luego
de derrotados los británicos, Hamilton llevó adelante dos
importantísimas negociaciones que darían definitivamente punto final a
la guerra de independencia: el tratado de paz entre Estados Unidos y
Gran Bretaña y los Tratados de Paris, una serie de tratados entre
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y España, por los cuales se
reconocía la independencia de las Trece Colonias. 













En
1784 Hamilton se convirtió en el primer bancario estadounidense en
abrir un banco, del que fue presidente: el Banco de New York. 


Durante
las sesiones en las que se trató la sanción de la Constitución,
Hamilton publicó The Federalist, (luego conocido como The Federalist
Papers) una serie de 85 artículos que escribió con James Madison y John
Jay, en los cuales se promocionaba la ratificación de la Constitución. A
la vez, apoyó fervientemente la candidatura de George Washington.

Al
ser electo como primer presidente bajo la Constitución, en 1789, George
Washington eligió a Alexander Hamilton como Secretario del Tesoro. Para
ese momento, Hamilton era líder del Partido Federalista y, junto con
Thomas Jefferson, hombre de confianza del nuevo presidente.
Alexander
Hamilton persiguió tres objetivos fundamentales desde que asumió su
cargo: 1. restaurar el crédito nacional, 2. el desarrollo de la
industria (como dijimos anteriormente, la economía del incipiente país
era agrícola) y 3. conseguir apoyo financiero de las clases adineradas.
Asimismo, propuso la creación de un banco nacional y la absorción, por
parte del estado, de las deudas de guerra.

Sus
políticas y su acercamiento a Washington lo enfrentaron con Jefferson y
Madison. El otro importante enfrentamiento de Hamilton fue con el
segundo presidente de los Estados Unidos y su vice presidente, John
Adams y Aaron Burr. 



En
1804, cuando Burr quiso presentarse como candidato a gobernador de New
York (Hamilton había tratado de Burr de “aventurero y político sin
escrúpulos”), Hamilton montó una campaña en su contra. Al ser derrotado,
Aaron Burr retó a duelo a Alexander Hamilton. 

El
11 de julio de 1804, en Weehawhne, New Jersey, Hamilton y Burr se
batieron a duelo y Hamilton cayó herido de muerte, muriendo al otro
día. 













Con
la muerte de Alexander Hamilton comenzó el declive del Partido
Federalista que dejó de existir en los años veinte del siglo XIX.








Cuando
en la escuela secundaria Lil-Manuel Miranda estudió la rivalidad entre
Burr y Hamilton lo primero que pensó fue en que era una típica pelea
entre bandas de hip hop. Varios años después montó el musical de hip hop
de Broadway Hamilton. La semana pasada ganó un Premio Pulitzer por este
musical.
 




jueves, 14 de abril de 2016



No me peguen! Soy Giordano!


En
Argentina hubo un episodio con un peluquero conocido que, en un robo o
en la cancha, ya no recuerdo, quiso resguardarse de agresores al grito
de “No me peguen! Soy Giordano!” Como si ser Giordano fuera garantía de
algo, verdad? El caso es que quedó como una frase para gastar bromas e
ironías.

Pero
al Giordano del que vamos a hablar, no sólo le pegaron. El oscurantismo
de la Iglesia Católica decidió que sus ideas no eran acordes a su
dogma. Entonces lo quemaron vivo.

Si
tuviésemos que definir qué fue Giordano diríamos que filósofo. Por sus
estudios específicos también podríamos decir astrónomo y poeta. Su
verdadero nombre era Felipe (Filippo) Bruno, pero al ingresar a la Orden
de los Dominicos cambió su nombre por el de Giordano. Nació en Nola,
Nápoles, Italia, en 1548. 














En
1565, con 17 años, ingresó a la Orden de los Dominicos, donde estudió
teología y se ordenó sacerdote y doctor en teología. El problema fue 
que su pensamiento no era acorde al de la Iglesia. Recordemos que la
época en que estudiaba Giordano Bruno era plena época de Inquisición. 


Se
las había ingeniado para leer a Erasmo y Copérnico y a partir de estas
lecturas comenzó a cuestionar los dogmas de la Iglesia. Fundamentalmente
los que tienen que ver con la tierra como centro del universo. Adhirió,
así, a la teoría heliocéntrica de Copérnico.

Además,
Bruno sostenía que en el universo era infinito donde convivían varios
mundos con seres semejantes a los humanos y que podían rendirle culto a
sus propios dioses. Se imaginarán que sostener esto frente a la Iglesia
Católica y, en plena época de Inquisición, lo que me nos le valió fue la
expulsión.

Así
fue que en 1575 Giordano Bruno fue acusado de hereje y huyó de Nápoles.
Comenzó a viajar por toda Europa, leyendo y aprendiendo de filósofos,
matemáticos pensadores y poetas.

En
1581 llegó a Paris donde fue apoyado por el rey Enrique III, aunque no
lo apoyaba abiertamente ya que la Iglesia vigilaba. Bruno fue profesor
de la Universidad de Paris donde publicó los libros “Las sombras de las
Ideas” y “El canto de Circe”.

En
1583 fue nombrado secretario del embajador francés en Gran Bretaña y
partió a Inglaterra. Allí enseñó en la Universidad de Oxford la visión
heliocéntrica de Copérnico.

Además
de dar clases, Giordano Bruno seguía publicando sus ideas: “De umbris
Idearum”, “La cena de las cenizas”, “Del universo infinito y los
mundos”, “Sobre la causa, el principio y los mundos”, entre otras obras.

En
Inglaterra pasó tres años y luego siguió recorriendo el mundo. Los
siguientes años los pasó viviendo en diversas ciudades: volvió a París,
Wittenberg, Praga, Helmstedt, Fráncfort y Zúrich.



 Estando
en Francfort recibió una invitación de un noble veneciano, llamado
Giovanni Mocenigo, quien le solicitó que se mudara a Venecia, a cambio
de grandes pagos, por supuesto, para ser su maestro, ya que estaba
interesado en sus enseñanzas.

Giordano
Bruno aceptó la invitación y a fines de 1591 llegó a Venecia. Allí
comenzó a dar clases en la Universidad de Padua y a asistir a la
Accademia degli Uranini, lugar donde se reunían académicos liberales.

Luego
de una discusión importante con Mocenigo, que era una excusa porque en
realidad era espía de la Inquisición,  éste lo denunció al Santo Oficio.
En
enero de 1593 Giordano Bruno fue detenido por la Inquisición.  Estuvo
preso siete años siendo sometido a todo tipo de tormentos y torturas
para tratar de convencerlo de arrepentirse y retractarse de sus teorías,
libros y dichos.

No
lo hizo. Fue a juicio y se lo condenó a morir en la hoguera. Al oír la
sentencia Giordano Bruno le dijo al tribunal una frase que se haría
famosa en la posteridad:

Tal vez ustedes pronuncien esta sentencia con más temor del que yo siento al recibirla.

Fue
llevado al Campo di Fori el 19 de febrero de 1600. Para que no hablara
se le imposibilitó con una brida de cuero. Algunos aseguran que le
inmovilizaron la lengua con un clavo. Antes de incendiarlo un cura le
mostró un crucifijo pero él dio vuelta la cara y no lo miró.

Así murió Giordano Bruno, quemado vivo.

Así
se manejaba la gente que no aceptaba otra verdad que la suya y que
tanto pánico le tenía a la libertad porque, la gente con libre
pensamiento hubiera dejado de tenerles miedo. Y así lo siguen haciendo
hoy en día, 400 años después, aunque no quemen vivo a nadie. 
Bueno, a casi nadie. Muchos, aún, siguen temiéndole a la libertad.  
Los dejo con esta espectacular película del año 1973 sobre la vida de Giordano Bruno.






miércoles, 10 de febrero de 2016



La nave de Matrix.



A esta altura entiendo que todos habrán visto Matrix. El que no lo hizo, no deje de verla.

Matrix
es una película de ciencia ficción, ambientada en un futuro
apocalíptico, en el cual a los seres humanos se le fueron de control las
máquinas y gobiernan el mundo. Pero no sólo eso: viven de la
electricidad que producen los seres humanos y los conservan, dormidos, 
en matrices gigantes, en donde están conectados a una realidad virtual.

Pero,
como en toda película sobre máquinas queriendo controlar el mundo que
se precie de tal, hay un grupo de seres humanos que forman la
resistencia a  y pretenden revertir la situación.

El
nombre de una de las naves emblemáticas de la resistencia, comandada
por Morpheo,  es Nebuchadnezzar, que en castellano es Nabucodonosor. Y
me di cuenta que nunca había escrito sobre el verdadero: Nabucodonosor
II.

Nabucodonosor
II fue un rey Babilonio que vivió entre el 634 y el 562 a.C. Hijo de
Nabopolasar, rey que liberó a Babilonia de la dependencia Asiria y que 
le dejó a su hijo en herencia una Babilonia rica y poderosa.

Ya
antes de la muerte de su padre y de asumir el trono, Nabucodonosor II
venció a los egipcios en la batalla de Karkemish (605 a.C.) logrando
someter a Siria y Fenicia bajo el dominio babilonio. 

Al
morir su padre y justo antes de asumir el trono, Nabuconodosor se casó
con Amytis de Media, en un matrimonio que pretendía afianzar la alianza
entre medos y babilonios.

Nabucodonosor
fue considerado uno de los más grandes generales de su época. Con el
fin de enriquecer y extender su reino, se enfrentó a numerosos pueblos.
Luego de su coronación volvió a Siria y Palestina para enfatizar el
reconocimiento de supremacía por parte de los príncipes de las
principales regiones. Entre ellos estaba Joaquín rey de Judá, quien se
convirtió en su vasallo. Las relaciones entre Joaquín y Nabucodonosor
fueron deteriorándose hasta que Joaquín lideró una revuelta en contra
del rey babilonio.

Joaquín fue encarcelado por treinta y siete años. Junto con él, fueron encarcelados también los profetas Daniel y Ezequiel.

Seducías,
nuevo rey de Judá, se alió con Egipto. Nabucodonosor lanzó sus tropas y
sitió Jerusalen, ciudad que cayó tras dieciocho meses de sitio, debido a
la hambruna y las epidemias.

Nabucodonosor
hizo degollar a los hijos de Sedecías frente al rey de Judá y mandó a
que le arrancaran los ojos. En Babilonia, Sedecías murió. Así se terminó
la dinastía del rey David, mientras que Jerusalen fue incendiada y
saqueada. Las clases altas hebreas fueron deportadas hacia Babilonia, en
lo que se conoció como “Exilio Babilónico”. En Babilonia, los exiliados
fueron tratados con la más alta consideración convivieron y fueron
respetados en sus costumbres y creencias. Aún así, el pueblo hebreo
tiene aversión contra Nabucodonosor por haber destruido el Templo del
Rey Salomón.

En cuanto a la vida al interior de Babilonia, Nabucodonosor se ocupó de instaurar el esplendor en el reino.

Se
interesó particularmente en los santuarios, no solamente por una
cuestión religiosa, sino también porque los  templos eran los que
controlaban a la población y los ingresos de las poblaciones bajo su
administración.

Babilonia
se extendía en las márgenes del río Eufrates y estaba protegida por una
doble muralla y un canal. Había ocho puertas que permitían el acceso a
la ciudad y la más famosa fue la puerta de Ishtar.

La
arquitectura babilonia fue famosa por los zigurats, que eran pirámides
escalonadas y que terminaban en un templo. El zigurat más famoso fue el
dedicado a Marduk, deidad patrona de la ciudad. (También es conocido
como el templo de Etemenanki, que muchos atribuyen el mito de la Torre
de Babel a ese zigurat).

Pero,
sin dudas, el hecho arquitectónico más famoso de Babilonia fueron sus
jardines colgantes. Hay varias teorías sobre cómo eran estos jardines,
ya que no se conservaron hasta la actualidad. (Se cree que a la muerte
de Nabucodonosor fueron abandonados y para cuando Alejandro Magno entró
en Babilonia los jardines ya estaban en ruinas. Los jardines fueron
totalmente destruidos por el rey Evemero en el 125 a.C.)



Pero
no sólo la floreciente economía y comercio, el poderío militar y la
arquitectura caracterizaron a Babilonia durante su reinado. Babilonia
fue, en épocas de Nabucodonosor II, un centro cultural por excelencia
donde se destacaban ámbitos de enseñanza de astronomía, medicina y hasta
literatura.

Nabucodonosor
murió en 562 a.C. Lo sucedió su hijo Amel-Marduk, reinado tras el cual
comenzó la decadencia de Babilonia hasta quedar en manos de los persas,
conquistados por el rey Ciro II de Persia hacia el año 539 a.C. 

Pero siempre se recordará a Nabucodonosor II como el hombre que llevó a Babilonia a convertirse en un Imperio. 

Bueno, y como la nave que llevó a Morpheo y a Neo a recuperar el mundo de la voracidad de la máquinas. :)





jueves, 4 de febrero de 2016



Paris es siempre una buena idea.



Cuando
cursaba mis estudios primarios, al volver del colegio, y después de
almorzar, me sentaba a ver películas viejas. Amaba, y amo, las películas
viejas de Hollywood. Y el cine argentino viejo también. Tengo recuerdos
de los veranos en que me tiraba en el piso, porque estaba frío y miraba
películas antiguas, casi todas en blanco y negro. Con esta manía del
cine de los años 40, 50 y 60 conocí a los grandes actores y actrices y,
encontré a mi preferida: Audrey Hepburn.










Audrey
me fascinaba por su elegancia, su porte, su forma de caminar y de
moverse, su sonrisa. Siempre quise ser Audrey. Pero claro que no lo
seré. Nadie lo será. Porque ella era única. 



Su
verdadero nombre era Audrey Ruston, y nació un 4 de mayo de 1929 en el
seno de una aristocrática familia belga. Su madre era una baronesa y su
padre un Lord inglés. Vivió con su familia en Holanda y luego del
divorcio de sus padre se mudó con su madre Bélgica y luego a Londres.



La
guerra es dura para cualquier ser humano. Para Audrey fue terrible.
Primero sufrieron la hambruna de la guerra. Audrey tuvo consecuencias en
su salud por esto. Sufría anemia y malnutrición. Además uno de sus
hermanos desapareció en la resistencia, otro murió en un campo de
concentración. Un tío y un primo fueron fusilados. Si, a Audrey la
guerra le pegó duro.












En
1945, en Holanda,  comenzó a estudiar danza, su sueño era ser
bailarina. Siguió esta pasión en Londres, ya mudada con su madre. Pero
debido a su debilidad, consecuencia de los años de hambruna, decidió
dedicarse a la actuación. 













Comenzó
con pequeños papeles en diferentes películas hasta que fue seleccionada
para trabajar en un musical de Broadway “Gigí”, donde trabajó seis
meses. Fue tomando notoriedad hasta que en 1953, el famoso director
William “Billy” Wilder la contrató para protagonizar junto a Gregory
Peck “Vacaciones en Roma”. El éxito fue rotundo y Audrey conquistó el
corazón de América y se convirtió en referente del “sueño americano”.

Vacaciones en Roma no fue sólo su debut en Hollywood sino que también le hizo ganar su primer y único Oscar.

A
partir de esta película y en los años siguientes, Audrey protagonizó
películas de mucho éxito como “My Fair Lady”, “Cómo robar un millón”,
“Charade”, “Robin y Marian”, “La Guerra y la Paz”, basada en el libro de
Tolstoi, o “Sabrina” Sus co protagonistas fueron grandes talentos como
Peter O´Toole, Humphrey Bogart, Cary Cooper, Sean Connery, Fred Astaire,
Omar Shariff o Ben Gazzara.

















Todos
sus compañeros de filmación la veneraban. Cary Cooper llegó a decir que
para Navidad sólo pedía otra película con Audrey Hepburn. (Nosotras
hubiéramos pedido otra película con el buen mozo de Cary, claro está.)











Su
mayor éxito, sin dudas fue “Breakfast at Tiffany´s” (¡La amooooo! Y la
veo, por lo menos, dos veces por año. Todos los años), basada en la
novela de Truman Capote. Por esta película fue nominada al Oscar pero en
esta ocasión el premio se lo quedó Grace Kelly (Si, desde ya que nos
debemos un post sobre Grace…). Audrey estuvo nominada cuatro veces al
Oscar como mejor actriz.





Se casó dos veces. Primero, en 1956,  con
Mel Ferrer, su co protagonista en la Guerra y la Paz, con quien tuvo un
hijo, Sean. Su segundo matrimonio, con el médico psiquiatra Andrea
Dotti, en 1969. De su unión con Dotti nació su hijo Luca. Su segundo
matrimonio culminó en 1976.



















Desde
ese año se recluyó un poco para dedicarse a sus hijos y comenzó a
trabajar ocasionalmente en películas. Se retiro a vivir en Suiza, en el
pequeño pueblo Tolochenaz -sur Morges.

Hacia
fines de los 80 conoció a su último amor, el actor Bob Wolders. Según
la propia Audrey, Wolders “Me hizo vivir de nuevo, darme cuenta que no
todo estaba terminado para mi”.





En
esa misma época hizo intensivo su trabajo  en campañas humanitarias con
niños, que venía haciendo hace años. A tal punto fue su compromiso que
en 1988 UNICEF la nombró embajadora. Pocas fotos se pueden ver de Audrey
enojada. Pues la foto de ella con un chiquito en África es una de
ellas. Le dolía el dolor de estos chicos. En carne propia.
 

 


Volvió al cine para filmar su última película “Always” con el enorme Steven Spielberg.

Fue diagnosticada con cáncer de colon y murió el 20 de enero de 1993 con apenas 63 años.

Audrey
nos dejó un total de 27 películas, que podremos ver una y mil veces,
infinidad de veces sin cansarnos de su glamour y su encanto. Era
hermosa, casi angelical, elegante, femenina, sensible, entregada. 


Eterna. 










"Me
gusta la gente que me hace reír. Sinceramente, creo que reír es la cosa
que más me gusta. Cura una multitud de males y es probablemente la cosa
más importante en una persona."
Audrey Hepburn




lunes, 25 de enero de 2016



Los rusos que no se rindieron.








Hace
poco me encontré con dos libros cuyos argumentos se desarrollaban en la
Unión Soviética. Uno es “La guerra no tiene cara de mujer”, de Svetlana
Aléxievich. El otro es un libro que descubrí en una reseña del New York
Times, una novela para adolescentes llamada “Symphony for the City of
the Dead: Dmitri Shostakovich and the Siege of Leningrad” del autor M.T.
Anderson. 

El
primer libro lo leí y realmente me gustó mucho. Aléxievich rescata
historias de mujeres que sirvieron al Ejército Rojo durante la Segunda
Guerra Mundial. Pero no enfermeras o médicas simplemente. Me refiero a
francotiradoras, paracaidistas, mujeres que estuvieron en la línea de
fuego. Gran libro que nos remite directamente a otro post.



El
segundo libro aún no lo leí, pero me pareció increíble y genial que
escribieran una novela para adolescentes,  que se desarrollara en el
sitio de Leningrado. 

Entonces decidí estrenar la cosecha 2016 de este pequeño blog con este hecho.

Mapa del Sitio a Leningrado y sus movimientos.

La
Segunda Guerra Mundial se desarrolló entre 1939 (momento en que
Alemania invadió Polonia) y 1945 (momento en que Estados Unidos lanzó
dos bombas atómicas sobre Japón).

Esta
guerra no fue otra cosa que una continuación de la Primera Guerra
Mundial, o La Gran Guerra como se la conoció en esa época. Todas las
cuestiones territoriales y económicas que quedaron pendientes en la
guerra del 14 se dirimieron en la del 39.

Una
de las potencias que participaron en esta guerra fue la Unión
Soviética. En principio la Unión Soviética firmó varios tratados de no
agresión con diversos países. Entre ellos Alemania. El famoso Pacto
Molotov- von Ribbentrop de entendimiento y paz entre los dos estados se
rompió cuando la Alemania de Hitler lanzó la “Operación Barbaroja”, que
no era más que el plan del Tercer Reich para invadir Rusia. Tal vez si
Hitler le hubiera prestado atención a Napoleón Bonaparte, otra hubiera
sido la historia. Pero el poder hace que el ser humano se corrompa al
punto tal de creerse inmortal. Y por eso, Hitler,  creyó que podía
invadir y conquistar los territorios de la Unión Soviética.

Stalin no hizo caso a las advertencias de Churchill. Es que el líder soviético, de quien desconfiaba, era de Gran Bretaña.

Así
fue sorprendida la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 por las
tropas Nazis. Un grupo del “Ejército del Norte” estaba destinado a
conquistar los países bálticos y Leningrado.

El
Grupo de Ejércitos Central, el más poderoso en hombres y material,
conquistaría Bielorrusia, se dirigiría hacia Moscú y la ocuparía
regiones centrales de Rusia.

El
Grupo de Ejércitos Sur debía tomar la totalidad de Ucrania, sin dejar
de lado la conquista de Kiev y continuar hacia el río Volga, teniendo
como objetivo conquistar finalmente la región montañosa del Cáucaso, muy
rica en petróleo.

Leningrado
era el lugar que Hitler había elegido para destruir. Al ser la cuna de
la Revolución Rusa y un símbolo tradicional en la cultura rusa, los
Nazis consideraban que la caída de esta ciudad sería un golpe moral
mortal en el seno de la población.
























Asimismo,
la fábrica Kirov de tanques pesados, coches y trenes blindados estaba
en Leningrado y era un blanco interesante a destruir.

Milicias y trabajadores de la fábrica Kirov.

Francotiradores Soviéticos atrincherados a orillas del río Neva

El
sitio de Leningrado fue uno de los hechos más terribles en la historia
de la USSR. A diferencia de la sangrienta batalla de Stalingrado, que
fue una verdadera batalla, el sitio de la actual San Petersburgo fue un
ataque directo a la población civil. Especialmente niños, mujeres y
ancianos. (Las malas lenguas dicen que Stalin permitió que ocurriera el
sitio por ser tierra de su adversario, por haber sido arrestado varias
veces por la policía Secreta Imperial, por su odio a esta ciudad que
consideraba muy intelectual y anti soviética, pero nunca se supo...)

El
sitio comenzó en 1941, y Stalin ordenó a la población armar una
defensa, al mando del comandante Zhúcov. La población cavaba fosas,
construía refugios, colocaban alambres de púa.

Pero el objetivo de Hitler no era invadir la ciudad, sino sitiarla, que sus ciudadanos murieran de hambre y frío.

Los
alemanes primero interrumpieron la vía ferroviaria que unía Leningrado
con Moscú. Luego esta vía desapareció. Desde septiembre de ese año
comenzaron a bombardear la ciudad y una semana después de los bombardeos
cortaron las comunicaciones terrestres. Para el 15 de septiembre de
1941 la ciudad estaba completamente sitiada. Los pobladores descubrieron
que tenían provisiones para dos meses.

A
partir de 1942 la hambruna se hizo notar. A esto hay que agregarle un
invierno con -30º de temperatura y sin combustible para calentar las
casas.


















La
desesperación empezó a cundir en la población. Al principio comían las
hierbas que encontraban en los alrededores. Luego llegaron a comerse
pegamentos de carpinteros, hervían los papeles de las paredes,
cinturones de cuero y hasta libros! Pero lo peor, lo inimaginable fue el
canibalismo. 

Diferentes escenas de la destrucción de Leningrado y de las muertes en las calles.









En
un comienzo cortaban  a las personas que morían de hambre o frío.
Especialmente las nalgas y los pechos de las mujeres. Hervían esas
partes de los cuerpo y las comían. Luego comenzó una verdadera cacería
humana. Grupos salían, literalmente, de caza, y mataban transeúntes para
comerselos. A raíz de estos episodios, las autoridades comenzaron a
buscar “caníbales” y los que descubiertos era fusilados. La situación
era insostenible.

Se han encontrado diarios de gente que vivía en Leningrado con detalles escabrosos. 

“Hoy,
cuando pasaba por la calle, una persona caminaba por delante. Movía sus
pies con muchos esfuerzos. Al adelantarle, me fijé sin querer que tenía
una cara siniestramente azul. Pensé que probablemente moriría pronto.
Luego de unos pasos, me volteé, paré y seguí observándole. Se estaba
desvaneciendo, sus ojos se le pusieron en blanco, empezó a caer despacio
a la tierra. Cuando me acerqué, ya estaba muerto. La gente se hizo tan
débil por el hambre que ya no ponía resistencia a la muerte. Morían como
si fueran a dormir. Las personas semivivas que les rodeaban no les
hacían caso.”

El
filólogo ruso Dmitri Likhachov,  y el más importante experto en lengua
rusa antigua, sobrevivió junto a los meses más pesados del sitio.
Posteriormente describió lo vivido: 














“Dejaban
a los que morían: las madres, padres, mujeres, niños; dejaban de
alimentar a los que ya no tenía sentido alimentar; escogían entre sus
niños a quién iban a salvar; buscaban oro en los cuerpos de muertos; les
arrancaban los dientes si eran de oro; les cortaban los dedos para
quitarles sus anillos de boda; desvestían los cadáveres en la calle para
conseguir la ropa para los vivos; cortaban los restos de la piel de los
cadáveres para cocer sopa para los niños; estuvieron listos para cortar
trozos de carne de sus propios cuerpos para alimentar a sus hijos;
escribían diarios y notas para que después alguien supiera cómo morían
millones.”
 



Muertos de inanición y frío.


Entre
1941 y 1942, tras varios intentos fallidos por intentar levantar el
cerco, los soviéticos lograron abrir un camino, conocido como “camino de
la vida”, a través del lago Lódoga, por el que lograron evacuar a unas
600.000 personas, principalmente niños debilitados por hambre.

Mientras
tanto, los soviéticos probaban ofensivas contra los alemanes quiénes, a
su vez, tenían como agregado en sus ejércitos a un grupo numeroso de
españoles que habían sido enviados por Franco.

En
enero de 1943 los soviéticos lograron hacer retroceder a los alemanes
más al sur del lago Lágoda. Al mes siguiente los alemanes contraatacaron
en la batalla más sangrienta durante el sitio, la “Batalla de Krasny
Bor”, en la cual los alemanes, junto a españoles, lograron contener la
ofensiva soviética.

La situación continuó empeorando para los habitantes de Leningrado. Y aún así, resistieron.

En
enero de 1944, con el ejército nazi diezmado, se dio el golpe final a
los alemanes. En el frente de Vóljov al mando de Meretskov y, en el
frente de Leningrado, Góvorov. Entre estas dos divisiones lograron sacar
al ejército alemán de Leningrado.



















Evacuación a través del Lago Ládogan.

El
saldo fue desastroso. Fueron 872 días de asedio y cerco. Las
autoridades de la URSS dieron como cifras oficiales 700.000 muertos
civiles. Se cree que en realidad fueron más de un millón. El 90% de esos
muertos, murieron de hambre y frío.

El
fin del sitio de Leningrado, así como la decisiva batalla de
Stalingrado, significaron el comienzo del fin de la Segunda Guerra
Mundial y del poderío Nazi. Además, el pueblo ruso, le demostró al mundo
de lo que era capaz por defender su tierra. Pocos pueblos como el ruso
para defender lo que es suyo, lo que le costó años, siglos conseguir.
Siempre bajo la amenaza de la invasión. Resistiendo.

Al finalizar el sitio, los sobrevivientes comenzaron a utilizar una frase que se hizo famosa en la historia posterior:












“Troya cayó. Roma cayó. Leningrado no cayó”.



lunes, 30 de noviembre de 2015



La abuela de Paul Gauguin.




Charlando
sobre Vargas Llosa con una editora de libros infantiles, me comentó
acerca de “El paraíso en la otra esquina”, novela del autor peruano.
Casi me desmayo porque, siendo uno de mis escritores preferidos, no
sabía de este título.

El
libro es una novela sobre la vida de Flora Tristán y de su nieto, el
pintor Paul Gauguín, quienes no se conocieron en vida. Hace un par de
días soñé con Gauguin y me pareció interesante, entonces,  escribir un
post sobre Flora, pensadora y escritora, una de las pioneras del
movimiento feminista.

Flora
Célestine Thérèse Henriette Tristán y Moscoso, tal su verdadero y
completo nombre, nació en Paris el 7 de abril de 1803. Su padre, Mariano
Tristán y Moscoso (peruano), y su madre, Anne-Pierre Lasnay (francesa),
se unieron en una ceremonia religiosa sin validez, mientras Don
Mariano  prestaba servicios en el Ejército Español. Cuando Flora tenía 5
años, su padre murió y, a pesar de pertenecer a una familia peruana
acomodada y con holgura económica, Flora no fue reconocida como hija
legítima y su madre no fue reconocida como esposa. Motivo por el cual
ambas fueron desterradas de la casa de la familia Tristán y terminaron
viviendo en los alrededores de la Plaza Maubert, en un barrio pobre de
Paris.

Flora
comenzó a trabajar a temprana edad como obrera colorista en un taller
de litografía. El litógrafo y pintor, André Chazal, dueño del taller. Se
enamoró de ella y se casaron cuando Flora contaba con diecisiete años,
en 1821.

Para
Flora, su matrimonio fue una tortura y su infelicidad provocó los
primeros pasos en el pensamiento que luego sería considerado
“feminista”, muy de avanzada para su época. El matrimonio no hacía otra
cosa que convertir a las mujeres en esclavas de sus maridos y sus hijos,
según su opinión. En esa época no había otra opción para las mujeres.
Flora y André, en el breve lapso de cuatro años, tuvieron tres hijos.

A
los 22 años, Flora Tristán cometió uno de los actos más revolucionarios
de su vida: se escapó de su casa y su matrimonio con sus tres hijos. Se
fue a Inglaterra a trabajar como criada. No se sabe con precisión lo que
hizo de su vida entre 1825 y 1830, pero se cree que trabajó no sólo de
criada, sino también de niñera y hasta de traductora. Todo el tiempo fue
perseguida par su ex marido, André Chazal, que no quería divorciarse de
ella. 


En
1833 decidió embarcarse a Perú a reclamar parte de lo que le
correspondía como herencia de su padre. Aunque en correspondencias con
su tío, hermano de su padre, éste se había negado a reconocer la
herencia, ella viajó igual. (A propósito: su tío era Pío Tristán, famoso
militar que luchó contra Belgrano en la Batalla de Salta, entre otros
combates a favor de España).

En
Perú, si bien no logró su cometido, le pasó algo más importante: se
encontró a si misma. La sociedad limeña, las mujeres peruanas
especialmente, eran de avanzada comparadas con las europeas. Las mujeres
de sociedad, observaba Flora, montaban a caballo cuando querían,
fumaban y apostaban dinero en partidas. Algo impensado en Europa. Por
supuesto que en Perú las mujeres no contaban con absoluta igualdad de
derechos, pero tampoco eran apéndices de maridos o padres. 

Una
figura fue fundamental para Flora: Francisca Zubiaga de Gamarra, esposa
del mariscal Gamarra, héroe de la independencia de Perú. Pancha, como
se la conocía (o “la mariscala”) fue una mujer que supo ocupar un lugar
distinto en la sociedad, al punto de participar, vestida de soldado, de
batallas junto a su marido. Flora la vio una vez, pero le alcanzó para
transformar su vida.

Volvió
a Paris en 1835, siendo una nueva mujer. En 1839 publica su primer
libro “Peregrinaciones de una paria”, que fue muy bien recibido y que
introdujo a Flora a los círculos de sociedad parisinos. 

También
empezó a escribir en importantes publicaciones como la “Revue de
Paris”, “L’Artiste” o “Le Voleur”. Escribió folletos, firmó manifiestos
pidiendo por la abolición de la pena de muerte, por el restablecimiento
del divorcio y por reconocimiento de los derechos de las mujeres.

Mientras
tanto, Chazal, su ex marido, no dejó de perseguirla nunca. Furioso por
verse desenmascarado en un libro que se hizo famoso, intentó asesinar a
la autora de un balazo que, aunque no la mató, dejó la bala para siempre
en su pecho.

Luego
de recuperada pasó unos meses en Londres visitando clandestinamente
cárceles, barrios marginales, manicomios, prostíbulos, talleres y
fábricas. De estas “visitas-investigación” nació el libro “Promenades
dans Londres” (1840) que es una crítica feroz al capitalismo y a la
burguesía , como responsables de la miseria y explotación de obreros,
mujeres y niños. 



Siguió
escribiendo y recorriendo Francia con su mensaje revolucionario pero
pacífico. Flora encontró que la forma de darle justicia a su vida
privada era extendiendo la lucha por los derechos a todo el mundo.

Sus obras escritas fueron: Peregrinaciones de una paria, Paseos en Londres, La unión obrera, La emancipación de la mujer y Mephis.

Murió
en noviembre de 1844, en Burdeos. Ocho años después nació su nieto,
hijo de Aline, quien sería uno de los pintores más importantes del
movimiento posimpresionista: Paul Gauguin.












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