miércoles, 31 de agosto de 2016

EL ALZAMIENTO

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ALZAMIENTO



 











El
alzamiento militar que daría paso a casi tres sangrientos
años de guerra civil se inició de improviso en Melilla
el 17 de julio de 1936 pero para que éste se produjera hizo
falta la connivencia de grupos de presión político-económicos
y la ayuda del Ejército. En esta sección describiremos
el alzamiento y como éste se convirtió, tras su fracaso,
en un conflicto bélico de amplias proporciones.



El
17 de julio de 1936 los militares más conservadores del Ejército
se levantaron contra el gobierno de la República. El alzamiento
comenzó antes de lo planeado en Melilla. Pronto se extendió
a Tetuán y a Ceuta donde el coronel Juan Yagüe
se apoderó de la ciudad sin disparar un solo tiro. Prácticamente
todo el Marruecos español estaba en manos de los rebeldes
antes de que Franco, procedente de las Canarias,
se pusiera al mando de las tropas sublevadas. Al día siguiente,
18 de julio, el levantamiento se extendió a la Península.



Ese
día los principales levantamientos tuvieron lugar en Andalucía.
En Sevilla, el general Gonzalo Queipo de Llano,
que se hallaba accidentalmente en la ciudad, llevó a cabo
un espectacular golpe de mano y con el apoyo de diversas formaciones
militares y de la Guardia Civil se hizo con el control de la ciudad
y aplastó la resistencia obrera. También ese día
las guarniciones de Cádiz se sublevaron con los generales
Enrique Varela y López Pinto
al frente. En Córdoba el gobernador militar consiguió
la rendición de su colega civil. En Granada el enfrentamiento
quedó momentáneamente en tablas pero las autoridades
no armaron al pueblo y dos días después la guarnición
militar salió de sus cuarteles y ganó la ciudad para
los rebeldes. En Jaén por el contrario el coronel al mando
de la Guardia Civil se declaró leal a la República.
En Málaga la guarnición se sublevó pero ante
las amenazas del gobierno de un bombardeo por parte de la escuadra
, los sublevados depusieron las armas. También Almería
y Huelva fueron ganadas para la República, aunque ésta
ultima había quedado totalmente aislada.



En
Madrid el 18 de julio la sublevación aún no se había
producido, Casares actuaba aún como si fuera
posible detener el golpe por medios constitucionales pero los sindicatos
y partidos de izquierda no dejaron de reclamarle ese día
las armas que impedirían la intentona militar de la capital.
El jefe de gobierno continuó negándose a darlas.



El
19 de julio Barcelona, que hasta entonces había permanecido
tranquila, dio el relevo a Andalucía en cuanto a la gravedad
de la situación. El general Fernández Burriel
tomó el mando de la sublevación en la capital catalana
a la espera de la llegada de su verdadero jefe, el general Manuel
Goded
desde Mallorca, de la que se había apoderado
sin disparar un solo tiro el día anterior. El plan era que
5.000 soldados sublevados convergieran hacia el centro de la ciudad,
suponían que así sería fácil dominarla.
Pero los militares no tuvieron en cuenta la escasa respuesta que
encontrarían por parte de la Guardia Civil y la de Asalto
que ya habían sido convencidos por el comisario de Orden
Público Federico Escofet de que apoyaran
a la República. Además no habían contado con
el entusiasmo del movimiento anarquista, los anarquistas salieron
a combatir a los rebeldes y se encontraron luchando hombro con hombro
junto a sus tradicionales enemigos, la Guardia Civil y de Asalto.
Escofet, que había previsto con anticipación
la táctica de los militares lanzó al ataque a sus
fuerzas entablándose una auténtica batalla en el cruce
Diagonal-Passeig de Gràcia. Goded, que acababa
de llegar de Mallorca, trató de convencer a la Guardia Civil
de que se uniera a la sublevación pero su comandante en jefe
le repitió constantemente que dicho cuerpo sólo obedecía
órdenes de la Generalitat. Goded fue finalmente
capturado y obligado a radiar un comunicado en el que pedía
a sus partidarios que depusiesen las armas. La rendición
de Goded dio nuevos ánimos a la resistencia
republicana en el resto de España. Lo ocurrido en Barcelona
fue crucial para el posterior desarrollo de la guerra. La rebelión
derechista había creado un fervor revolucionario de resistencia,
los anarquistas de la CNT-FAI, que habían sido los principales
responsables del fracaso de la sublevación en Barcelona se
convirtieron en los amos de la ciudad, el gobierno catalán
había perdido toda autoridad.



A pesar
del triunfo de Barcelona, en Madrid ese 19 de julio la situación
aún era incierta. El nuevo jefe de gobierno, el republicano
José Giral, que había accedido al
cargo tras la dimisión de Casares Quiroga,
accedió finalmente a repartir armas entre los partidos de
izquierda y los sindicatos. Los izquierdistas recibieron 65.000
fusiles pero sólo 5.000 de ellos tenían cerrojo. Los
restantes estaban en el Cuartel de la Montaña, en el centro
de Madrid, pero cuando el gobierno trató de apoderarse de
ellos el coronel al mando del cuartel se negó e inició
el alzamiento en Madrid. El general Joaquín Fanjul
se puso al mando de las tropas sublevadas. Pronto se inició
el asedio del cuartel por parte de los partidarios de la República.
En el interior, Fanjul, confiaba en que se recibiera
ayuda del exterior pero realmente estaba aislado y era imposible
que llegara ningún refuerzo. Finalmente el 20 de julio la
fortaleza fue bombardeada y la multitud penetró violentamente
en el patio del cuartel donde se produjo una espantosa carnicería.
Murieron varios centenares de defensores y atacantes y los sublevados
que se salvaron fueron enviados a la Cárcel Modelo, entre
ellos estaba el general Fanjul, que sería
poco después condenado y ejecutado por rebelión.



En
el resto de España el 19 de julio se produjeron victorias
y derrotas para la República. En Oviedo la ciudad parecía
ganada para el gobierno pero el coronel Antonio Aranda
convenció a los mineros para que abandonaran la ciudad en
dirección a Madrid y por la tarde se declaró partidario
de la rebelión. Pero todo el resto de Asturias era republicana
y pronto se encontró aislado aunque pudo resistir el asedio
de los mineros engañados. En Santander la ciudad se mantuvo
tranquila y leal a la República. En el País Vasco,
Alava fue ganada para los rebeldes con la misma facilidad con que
Vizcaya y Guipúzcoa se ganaron para la República.
En Navarra, centro de la conspiración, monárquicos
tradicionalistas y jóvenes fascistas se unieron a las tropas
rebeldes, así lo hizo también la Guardia Civil. En
todas las ciudades conservadoras de Castilla la Vieja (hoy Castilla
y León), la rebelión triunfó aunque en Valladolid
los falangistas y tropas sublevadas tuvieron que superar la resistencia
obrera. En Aragón, Zaragoza, el feudo anarquista por excelencia,
fue ganado por un rápido golpe de mano para la sublevación.
En el resto de Aragón, Huesca y Teruel fueron dominadas con
la misma facilidad. Así ocurrió también en
La Rioja. En Extremadura, Cáceres y su provincia fueron dominadas
por la rebelión pero Badajoz, gracias a la lealtad de su
guarnición, se mantuvo republicana. En Valencia, Murcia y
toda Castilla la Nueva (hoy Castilla la Mancha) las unidades rebeldes
vacilaron y pronto se vieron arrolladas por el ímpetu de
los militares de izquierda que junto a policías leales aplastaron
la rebelión. Sólo en Albacete se produjo un triunfo
momentáneo de los sublevados al unírseles la Guardia
Civil, en unos días su propio aislamiento en territorio leal
acabo rindiéndolos.



El
20 de julio, mientras Mallorca había sido asegurada para
los rebeldes como ya se ha dicho, Menorca se declaró republicana.
En Galicia la lucha empezó también ese día.
En La Coruña los trabajadores se encontraban desarmados y
los militares no tardaron en ganarse la ciudad para el alzamiento.
La Falange local, con su dirigente Manuel Hedilla
al frente fue muy útil para el resultado final de la lucha.
En Vigo y Ferrol la situación se desarrolló por cauces
parecidos pero en la base naval ferrolana los marineros no acataron
las órdenes de los oficiales sublevados y se inició
una lucha cruel que acabó con la rendición y represión
de los primeros.



El
golpe militar, que pretendía dominar todo el territorio español
no alcanzó la rápida victoria esperada. Los sindicatos
y partidos políticos de izquierda resistieron, el golpe se
convirtió en una guerra civil y la resistencia en una revolución.
También ese 20 de julio se produjo un acontecimiento importante.
El general Sanjurjo, conspirador de 1932, que debía
ponerse al frente de las tropas sublevadas murió en un accidente
aéreo cuando partía de su exilio de Lisboa. La muerte
de Sanjurjo dejó un peligroso vacío
en la dirección militar de los rebeldes. Las personas más
destacadas de dicha dirección pasaron a ser Mola,
Franco y Queipo de Llano.



El
21 de julio se podía ya trazar una línea aproximada
que dividía las zonas donde había triunfado la rebelión
de aquellas donde había fracasado. La rebelión fue
derrotada en cinco de las siete principales ciudades de España.
Las principales zonas industriales quedaron en poder de la República,
pero las más vastas zonas agrícolas del país,
apoyadas por campesinos conservadores, quedaron en manos de los
rebeldes. La mitad del Ejército, casi toda la escuadra y
dos tercios de las fuerzas aéreas españolas quedaron
en poder de la República pero con los sublevados habían
quedado las más numerosas y mejor entrenadas tropas del Ejército
español, los 40.000 hombres que componían las tropas
de regulares, moros y la Legión del Ejército de Africa.
El no poseer la escuadra a pesar de ser un problema pronto se demostraría
que era menos grave de lo pensado y el haber quedado con sólo
un tercio de la aviación tampoco supuso problemas al estar
formadas las fuerzas aéreas españolas por aparatos
normalmente anticuados. Se habían creado dos Españas,
la republicana del norte y una amplia zona del centro y este de
España. Los sublevados controlaban zonas del noroeste, centro
y sudoeste de España. Se iniciaba así el conflicto
entre izquierda y derecha que durante casi tres años había
de devastar al país en cruenta lucha fraticida.



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