deshonrosa y maldecida en la misma ley”. De igual manera, en la Ley
también está la prohibición de relacionarse con leprosos (Nú 5,2)78 y,
sin embargo, en el s.I encontramos a Jesús de Nazaret sanando
leprosos y relacionándose con ellos. No obstante, a pesar de esta
afirmación de Trifón, no estuvo generalizada ni siquiera en el s.II la
idea de que el Mesías debía considerarse un “sufriente”, de hecho,
poco antes de este texto había dicho: “Sábete bien –dijo- que todo
nuestro pueblo espera al Cristo (to\n Xristo\n); también te concedemos
que todos los pasajes de las Escrituras que tú has citado se refieren a
Él. Personalmente te declaro también que el nombre de Jesús dado al
hijo de Navé, me movió a ceder también en este punto. De lo que
dudamos es de que el Cristo hubiera de morir tan ignominiosamente,
pues en la ley se dice que es maldito el que muere crucificado
(e)pikata/ratoj ga\r o( staurou/menoj)” (89, 1-2).
Conclusión
Estas son algunas de las representaciones del Mesías que hemos
seleccionado para nuestro análisis, sin embargo, no son las únicas y
posiblemente nuestra elección habrá dejado fuera otras muchas
imágenes importantes. Pero todos estos textos ofrecen ya una idea
aproximada de la trasformación de las esperanzas mesiánicas desde el
texto de Sota hasta los testimonios talmúdicos posteriores.
El mesianismo individualizado del que hablábamos al principio
del artículo no sólo debió de estar influido por todos los
acontecimientos que surgieron después de la destrucción del Templo
y de la expulsión de los judíos de Jerusalén, sino también por el
nacimiento del Cristianismo. Esta nueva doctrina, más que ninguna
otra, le concedía a su Mesías un linaje, una circunstancia, unas
características y un nombre, que desde los tiempos del rey David no
habían vuelto a conocerse. El Judaísmo pudo ver en el movimiento
cristiano, a pesar de su ataque mutuo y permanente una vez religión
de Roma, una descripción de las cualidades del Mesías, que a veces
criticó, pero que en otros momentos adaptó a su entorno. El Mesías de
la literatura rabínica fue mucho más que un vástago de David o un
sacerdote celestial, ya que en numerosas ocasiones fue identificado
como un Mesías con nombre propio.
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