viernes, 5 de agosto de 2016

La Ética cristiana: fundamentos y desafío ::: Estudios Bíblicos ::: La Web Cristiana - iglesia.net

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La Ética cristiana: fundamentos y desafío

La corrupción y el
delito dominan las primeras planas de los diarios de nuestro país. Esto
indudablemente habla de una decadencia moral y espiritual que acosa a
nuestra querida nación. Las cartas a las Iglesias de Apocalipsis
demuestran que los problemas de la sociedad pueden afectar negativamente
a la vida congregacional. Por ello es necesario poner en alto los
principios éticos que el Nuevo Testamento enseña y exige para todos los
creyentes en Cristo Jesús.
1. ¿Qué es la ética?



Una enciclopedia define ética del siguiente modo: “Ética (del
griego ethika, de ethos, ‘comportamiento’, ‘costumbre’), principios o
pautas de la conducta humana, a menudo y de forma impropia llamada moral
(del latín mores, ‘costumbre’) y por extensión, el estudio de esos
principios a veces son llamados filosofía moral.” [1]. Seguidamente
añade:



La ética, como una rama de la filosofía, está considerada como una
ciencia normativa, porque se ocupa de las normas de la conducta humana, y
para distinguirse de las ciencias formales, como las matemáticas y la
lógica, y de las ciencias empíricas, como la química y la física. Las
ciencias empíricas sociales, sin embargo, incluyendo la psicología,
chocan en algunos puntos con los intereses de la ética ya que ambas
estudian la conducta social. Por ejemplo, las ciencias sociales a menudo
procuran determinar la relación entre principios éticos particulares y
la conducta social, e investigar las condiciones culturales que
contribuyen a la formación de esos principios. [2]



De este modo podemos comprender que el Nuevo Testamento incluye
normas éticas bastas y profundas. De hecho, el advenimiento del
cristianismo en el mundo grecorromano implicó una revolución en las
normativas éticas que por entonces gobernaban el pensamiento de los
hombres. Cuando Pablo visitó Atenas fue atentamente escuchado por
representantes de dos escuelas enfrentadas: los epicúreos y los
estoicos. Consideremos entonces someramente los postulados de estas
corrientes de pensamiento para apreciar el gran aporte que el
cristianismo significó:





a) Los epicúreos: escuela filosófica griega fundada por Epicuro
(341-271 a.C.) cuyo principal interés fue la ética. Defendían los
principios hedonistas (creencia filosófica que enseña que el placer es
el bien supremo). El objetivo de la vida humana era alcanzar la
felicidad mediante el goce del placer y el prudente dominio de si mismo.
Sin ser ateos consideraban las creencias religiosas como perniciosas
porque distraían al hombre de la búsqueda del placer al preocuparlo por
cuestiones inherentes a la muerte. Negaban la inmortalidad del alma y
por ello, cuando Pablo hizo mención a la resurrección de Cristo, los
epicúreos interrumpieron su discurso y se burlaron de él. Los dioses
estaban según ellos muy poco interesados por el hombre. El resultado de
estas creencias fue un exagerado individualismo.



b) Los estoicos: creencia filosófica desarrollada
aproximadamente en el 300 a.C. que aunque se originó en Grecia gozo de
mayor popularidad en Roma. Sus principales filósofos en Grecia fueron:
Zenón de Citio, Cleantes y Crisipio de Soles. En Roma se destacó Ciseron
y el emperador y pensador Marco Aurelio. Sus maestros enfatizaban en
los aspectos éticos. Más que principios sistematizados, el estoicismo,
era una disciplina de vida. Consideraban que, así como había un orden en
la naturaleza, también el hombre debía observar una conducta ordenada.
La máxima virtud es el bien. El hombre sabio era aquel que vivía de
acuerdo a la naturaleza, dominando sus emociones y soportando con
serenidad el sufrimiento. De allí que el término castellano “estoico”
haya llegado a significar “fortaleza en la adversidad”. En lo religioso
eran panteístas. Los filósofos citados por Pablo en el famoso discurso
que pronunciara en el Areopago de Atenas, respondían a esta escuela de
pensamiento.



La ética no estaba relacionada con la religión. Por ejemplo, en
el mundo grecorromano el matrimonio era tenido en muy baja estima y las
relaciones extramatrimoniales no estaban sancionadas. William Barclay
cita las siguientes palabras de Demóstenes: "Tenemos cortesanas para el
placer; tenemos concubinas para la cohabitación diaria; tenemos esposas
para tener hijos legítimos y para que sean celosas guardianas de
nuestros intereses domésticos"[3]. Los moralistas paganos ponían en alto
el valor de la esposa y a la vez la recluían al hogar permitiéndole al
hombre vivir libertinamente. En Grecia, inclusive, en el templo dedicado
a Afrodita, se ejercía la prostitución en nombre del culto a la diosa.
Además para obtener el divorcio no se exigía ningún tramite legal.
Bastaba, afirma Barclay, que el hombre despidiese a la mujer en
presencia de dos testigos. El matrimonio llegó a ser, según el criterio
de ciertos escritores romanos, un mal necesario. Por esta razón, el
judaísmo primeramente, ganó adeptos entre os paganos. Ofrecía claras
normas de conducta a aquellos que estaban cansados tanta inmoralidad. El
advenimiento del cristianismo y la difusión de sus principios
transformó las costumbres de la época. Los cristianos no sólo propagaban
una nueva fe sino que vivían de un modo saludable. Algunos de los
principios innovadores que el cristianismo aportó fueron los siguientes:
a) el valor de la misericordia y el amor en el trato reciproco, b) la
grandeza del perdón, c) el principio de igualdad entre los hombres
(incluyendo a los esclavos), d) el valor del matrimonio, e) la dignidad
de la mujer y los niños.



A partir del libro de los Hechos observamos que la lucha
constante de los apóstoles fue que los principios éticos establecidos
por el Señor y las Escrituras fueran respetados en las Iglesias de
Cristo. Con cuanta vergüenza e indignación el apóstol Pablo reprochó a
los hermanos de Corinto por permitir en su seno un caso de inmoralidad
tal que hasta entre los paganos hubiera sido mal visto (1 Co.5:1). Otro
ejemplo de los elevados principios difundidos por el Nuevo Testamento
consta en los requisitos impuestos a los ancianos de la congregación. El
énfasis era puesto en la conducta irreprochable que les debía
caracterizar. Sólo hombres intachables podrían enseñar a guardar los
mandatos de Dios. En las cartas apostólicas encontramos numerosas normas
de conducta que todo creyente debe respetar aclarándose muy bien que
dichas normas sólo pueden ser vividas por aquel que ha nacido de nuevo.
La conducta ejemplar del creyente sería un medio para atraer a los
gentiles a la fe (1 P.2:12, 1 P.3:1). Desde un punto d vista negativo se
advierte que la conducta de los incrédulos obedece a la maligna
corriente de este mundo y a los designios del príncipe de la potestad
del aire (Ef.2:2). Asimismo se señala reiteradas veces que una de las
características de los falsos maestros sería su inmoralidad.



En síntesis debe decirse que uno de los pilares que favoreció el
rápido desarrollo del cristianismo en los primeros siglos fueron los
grandiosos principios éticos que este propugnaba. Una conducta que sólo
podía ser alcanzaba mediante la fe en aquel que puede transformar los
corazones mediante su propio sacrificio.



2. La ética cristiana; sus rasgos distintivos:



Alguno de los rasgos distintivos más importantes de la ética cristiana son los siguientes:



a) La concepción cristiana de Dios: un autor señala: “El
cristianismo es un sistema teísta; este es el primer postulado: el Dios
personal, ético y que se revela a sí mismo.” [4]. Es interesante notar
que la Biblia no es un tratado de teología solamente. Las grandes
enseñanzas acerca de Dios son presentadas junto a enseñanzas
eminentemente prácticas. La Biblia se ocupa de revelarnos quien y como
es Dios. También dedica un lugar destacado a manifestar cual es el
anhelo del Creador para la existencia humana. Jesucristo demostró su
Deidad a través de sus milagros y también a través de su norma de
conducta. No se hallo pecado en él.



Sin embargo la humanidad hoy día rechaza la revelación que Dios
ha hecho de sí mismo. Muchos abiertamente reconocen ser ateos o dicen
ser cristianos pero viven como si Dios no existiera. Pero el hombre no
puede vivir aceptando semejante idea ya que ello implica que la vida
carece de significado y destino. Las distintas manifestaciones
religiosas por más erradas que sean demuestran que el hombre no se
resigna a sacrificar su propia espiritualidad. Paul Tournier dijo: “a
pesar de su rebelión contra el cristianismo, el hombre moderno conserva
en realidad en el fondo de su corazón un ideal cristiano”[5].



La ética cristiana descansa sobre la revelación Biblia acerca de
la naturaleza, la justicia y el amor de Dios. Su grandeza se debe a la
inmensidad de nuestro Dios. Fundamentar normas de conducta prescindiendo
de Dios sólo conduce al desenfreno. Por esta razón nosotros debemos
ocuparnos de proclamar el mensaje grandioso de la Biblia porque el
conocimiento de Dios es el único medio para transformar el medio
corrupto en que nos desenvolvemos.



b) La concepción cristiana del mundo: el término “Cosmovisión”,
declara James Orr, quiere decir literalmente “idea del mundo” y
comprende “la idea más amplia que la mente pude formarse de las cosas en
el esfuerzo por comprenderlas, desde el punto de vista de alguna
filosofía o teología particular. Por tanto, al hablar de una “idea
cristiana del mundo” implica que el cristianismo tiene su propio punto
de vista y su idea relacionada con él, y que esta idea, cuando se
desarrolla, constituye un conjunto ordenado.” [6]. El postulado básico
del cristianismo es que un Dios personal, Santo y eterno creó el
universo en el cual vivimos, lo sustenta y dirige. Esto se deduce de la
propia revelación de Dios manifiesta en las Escrituras. Si de algún modo
podríamos resumir la Cosmovisión cristiana podríamos escoger la frase
de Pascal: “Jesucristo es el centro de todo, y la meta a la cual tiende
todo”. Claro que esta postura encuentra en el presente gran resistencia
dada la generalizada aceptación de la teoría de la evolución. Más que
una hipótesis científica debe ser considerada una posición filosófica
ante la vida. Su atractivo reside en el hecho de que ya el hombre puede
vivir desordenadamente sin pensar que un día será juzgado por Dios.



Efectivamente, basado en la teoría de la evolución, Nietzche señaló que
la denominada conducta moral es tan sólo necesaria para el débil. Toda
acción debía estar diseñada para el desarrollo del individuo superior,
el superhombre. Para que tengamos una idea acabada de la peligrosidad de
esta nueva ética debemos recordar que estos conceptos fueron
proclamados por Adolf Hitler. Ciertas investigaciones han demostraron
que la ciencia médica de la Alemania nazi, salvo honrosas excepciones,
colaboró en el exterminio masivo de los enfermos crónicos en interés de
ahorrar gastos “inútiles” para la comunidad. Pero semejante proceso no
se impuso abruptamente. Hubo toda una campaña propagandística previa Un
libro de matemática titulado “La matemática al servicio de la educación
política” ampliamente utilizado en los colegios “incluía problemas,
expresados en términos distorsionados, acerca del costo de cuidar o
rehabilitar a los enfermos crónicos y a los inválidos. Uno de los
problemas preguntaba, por ejemplo, cuántas nuevas unidades de vivienda
podrían construirse y cuántos prestamos pudieran darse a parejas recién
casadas, con la cantidad de dinero que le cuesta al estado atender “a
los inválidos y a los locos”.”[7].



Someramente podemos apreciar que una distorsionada concepción
del mundo conduce hacia el caos. Debemos enseñar a nuestros niños los
principios bíblicos respecto al origen las cosas. Un autor cristiano
expresaba su preocupación diciendo: “Los persistentes esfuerzos hechos
para desterrar el Cristianismo de los libros que se usan en las
escuelas, y el éxito que han obtenido, movieron al autor a preparar una
serie de textos para las mismas, con el expreso fin de restablecer el
Cristianismo en el lugar que le corresponde en la enseñanza”[8]. Estas
palabras fueron escritas en el año 1863. Si, leyó bien, 1863.



c) La concepción cristiana del hombre: en cuanto a la naturaleza
del hombre la Biblia la relaciona estrechamente con la doctrina de
Dios. Lo primero que nos dice la Palabra acerca del hombre es que fue
creado a imagen y semejanza de Dios. Así como Dios es personal y ético
también lo es el hombre. Pero la Biblia señala asimismo la malévola
intervención de Satanás quien es el creador y promotor del mal. El
hombre cedió ante la tentación del maligno y ahora se encuentra
esclavizado por el pecado. El pecado es “una afrenta infinita a la
gloria divina”[9]. Dios se encargó que la conciencia del hombre acuse su
maldad y luego, para que no queden dudas, manifestó el bien y el mal
en su ley (Ro. 2:15 y Ro.7:7). También tomó la iniciativa en la
salvación de la humanidad aun desde antes de la fundación del mundo (1
P.1:18-20). La muerte de Cristo, prefigurada a través del sistema de
sacrificios, concede al hombre la oportunidad de obtener mediante la fe
la reconciliación con Dios lo cual implica el perdón de todas sus
faltas.



Sin embargo esta concepción del hombre es opuesta a la opinión
de filósofos y científicos. Estos suelen pensar que el hombre es de por
sí bueno. Su conducta improcedente puede ser mejorada a través de la
autodisciplina. Otras opiniones señalarán que las manifestaciones
malignas del hombre se deben a traumas originados tal vez en su crianza y
que, con la terapia adecuada, pueden ser superados. Este ideal choca,
no obstante, con la realidad ya que numerosos son los casos en que la
maldad del hombre se manifiesta de modo innegable. Ante tales ejemplos
muchos prefieren cerrar los ojos. Ron Rosenbaun al analizar diversas
teorías sobre la personalidad de Hitler llegó a la conclusión de muchos
adoptan “una suerte de ilusión perversa -el deseo de creer que Hitler
es `antinatural- para eludir las consecuencias de pensar que de alguna
forma era `normal´”[10].



La dignidad del hombre descansa, según la Biblia, en el hecho de
haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Su miseria en haber
caído en el pecado. Estos son dos puntos fundamentales de la doctrina
bíblica brindan un sustento primordial a la ética cristiana.



Conclusión:



Violencia familiar, asaltos, crímenes impunes, abortos, trafico
de armas, venta de bebes, corrupción y conflictos internacionales, son
algunas de las terribles características de esta época que demuestran
que la conducta humana se ha alejado del ideal ético que Dios manifestó
en las Escrituras. La declaración de la Biblia respecto a la naturaleza
de Dios, el origen del universo y la dignidad humana provee un sustento a
la ética cristiana que no puede sustituida. La historia ha demostrado
que siempre que el hombre descartó estas verdades básicas las normas se
pervirtieron a extremos muy peligrosos. Por tanto, la solución que
nuestra sociedad necesita no consiste en un cambio político sino en la
recuperación y aceptación de los principios éticos cristianos. Nuestro
deber es la promoción de la conducta cristiana mediante la predicación
de evangelio y nuestro testimonio personal. C. Everett Koop y Francis
Sheaffer luego de considerar temas relacionados con los que han sido
considerados en este artículo concluyen diciendo:



Las generaciones futuras mirarán en retrospectiva, y muchos se mofarán o
creerán en Cristo, basándose en si nosotros, los cristianos de hoy,
asumimos una posición abnegada en nuestra vida, en cuanto a estos
asuntos de abrumadora importancia. Si no adoptamos una posición aquí y
ahora, ciertamente no podemos exigir ser la sal de la tierra en nuestra
generación. Ni estamos preservando los valores morales y la dignidad del
individuo, ni mostrando compasión por los demás seres humanos.





¿Podrán las futuras generaciones mirar hacia atrás y recordar que -
incluso aun cuando el siglo veinte terminó con una gran oleada de
inhumanidad - por lo menos hubo un grupo que se levantó
consistentemente, cueste lo que cueste, a favor del valor del individuo,
transmitiendo así un rayo de esperanza de las generaciones futuras? O
¿vamos nosotros, como cristianos, sencillamente a ser arrastrados por la
corriente, con nuestros valores morales diluyéndose cada vez más, con
nuestra apatía reflejando la apatía del mundo que nos rodea, con nuestra
inactividad compartiendo la inercia de las masas que nos rodean, y
nuestro liderazgo tornándose más blandengue? [11]



Por último afirman:



Debemos oponernos a la pérdida de sentido humano en todas sus formas. Es
el poder de Dios que transforma las vidas el que puede tocar a cada
individuo, el cual, entonces, tiene la responsabilidad de tocar con las
normas absolutas que se encuentran en la Biblia el mundo que le rodea.
Al final debemos darnos cuenta de que esta oleada de humanismo, con su
pérdida de humanidad, no es meramente una enfermedad cultural, sino una
enfermedad espiritual, y que sólo la verdad que nos es dada en la Biblia
y en Cristo pueden curar. [12]



Este es el gran desafío que compete a todos los que hemos nacido
de nuevo. Renunciar a hacer frente al mismo implica negar nuestra fe.
Los valores éticos del cristianismo revolucionaron el mundo
grecorromano. Es nuestro deber obrar de tal modo que semejante
transformación se repita en nuestros tiempos.



Adrián Montes - aramsa@arnet.com.ar



Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina.





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[1] Ética, Enciclopedia Microsoft® Encarta® 98 © 1993-1997 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.



[2] Ob. cit.



[3] (William Barclay, El Nuevo Testamento comentado por William Barclay, Mateo I, Buenos Aires, Editorial La Aurora, 1973.



[4] James Orr, Concepción Cristiana de Dios y el mundo, Editorial Clie, Terrassa (Barcelona), 1992, pag.95.



[5] Paul Tournier, Mitos y nurosis en nuestro tiempo, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976, pags.118--119.



[6] Ob.cit. pag. 7.



[7] Leon Alexander, citado por C. Everett Koop y Francis Sheaffer, ¿Qué
le paso a la raza humana?, Editorial Vida, Miami, 1989, pag. 81.



[8] S. B. Schieffelin, Fundamentos de la Historia, Sevilla, 1882, pag. VI.



[9] Horacio A. Alonso, La Doctrina bíblica sobre la cruz de Cristo II, Editorial Clie, Terrassa (Barcelona), 1993, pag. 110.



[10] Ron Rosenbaum, citado por Michael R. Marrus, El Nuevo Identikit del
Hitler, Diario Clarin, Domingo 18 de octubre de 1998, suplemento
Cultura y Nación, pag. 5.



[11] Ob.cit.156-157.



[12] Ob.cit. pag.157.







 













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