viernes, 5 de agosto de 2016

HISTORIA: Era Bíblica

HISTORIA: Era Bíblica


































































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HISTORIA: Era Bíblica










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    La historia judía empezó hace unos 4.000 años ( siglo XVII AEC) con los patriarcas: Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob.








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    7th century BCE silver scroll found in Jerusalem, containing the priestly benediction (Israel Antiquities Authority)
    7th century BCE silver scroll found in Jerusalem, containing the priestly benediction (Israel Antiquities Authority)



    Diminuto rollo de plata del siglo VII AEC encontrado en Jerusalén, que
    contiene la bendición sacerdotal (Autoridad de Antigüedades de Israel)


















































    La historia judía empezó hace 4.000 años​






















    Los Patriarcas

    La historia judía
    empezó hace unos 4.000 años ( siglo XVII AEC) con los patriarcas: Abraham, su
    hijo Isaac y su nieto Jacob. Documentos descubiertos en Mesopotamia, que se
    remontan a los años 2000-1500 AEC, corroboran aspectos de su estilo de vida
    nómade, descrito en la Biblia. El Libro del Génesis relata cómo Abraham fue
    llamado desde Ur de los caldeos a Canaán para formar un nuevo pueblo con la
    creencia en Un Dios. Cuando el hambre azotó Canaán, Jacob (Israel), sus doce
    hijos y sus familias se establecieron en Egipto, donde sus descendientes fueron
    sometidos a la esclavitud y obligados a realizar trabajos forzados.
























    Los israelitas retornan de Egipto a la Tierra de Israel​












    Moses by Michelangelo, San Pietro in Vincoli, Rome



    Moisés, de Miguel Angel - San Pietro in Vincoli, Roma








    Éxodo y asentamiento 









    Después de 400 años de esclavitud, los israelitas fueron conducidos a la
    libertad por Moisés, quien, de acuerdo a la narración bíblica, fue elegido por
    Dios para sacar a su pueblo de Egipto y retornarlo a la Tierra de Israel
    prometida a sus antepasados (siglos XIII-XII AEC). Durante 40 años deambularon
    por el desierto de Sinaí, donde se forjaron como nación y recibieron la Torá
    (Pentateuco), que incluía los Diez Mandamientos, y dio forma y contenido a su fe
    monoteísta.





    El éxodo de Egipto (c. 1300 AEC) dejó una marca imborrable en la memoria
    nacional del pueblo judío y pasó a ser el símbolo de la libertad y la redención.
    Año tras año los judíos celebran Pésaj (Pascua), Shavuot (Pentecostés) y Sucot
    (la Fiesta de los Tabernáculos), para conmemorar los eventos ocurridos en ese
    tiempo.





    Durante los siguientes dos siglos, los israelitas conquistaron gran parte de
    la Tierra de Israel y se transformaron en campesinos y artesanos, lográndose un
    cierto nivel de consolidación social y económica. Períodos de relativa paz
    fueron interrumpidos por tiempos de guerra en los que el pueblo se agrupó tras
    líderes conocidos como "jueces", elegidos por sus capacidades políticas y
    militares, así como por su habilidad de liderazgo.





    La debilidad inherente de su organización tribal frente a la amenaza
    planteada por los filisteos (un pueblo marítimo de Asia Menor que se estableció
    en la costa mediterránea del país) generó la necesidad de un gobernante que
    pudiera unir a las tribus y cuya autoridad se convirtiera en una institución
    permanente,  transmitida por herencia.




























    El Rey David hizo de Jerusalén la capital del reino​










    Thumbsized ivory pomegranate bearing a paleo-Hebrew inscription



    Pequeña
    granada de marfil con una inscripción paleo-hebrea, probablemente del
    Primer Templo de Jerusalem, siglo VIII AEC (Museo de Israel, Jerusalén)









    La Monarquía







    El primer rey, Saúl (c. 1020 AEC), abarcó el período entre la pérdida de la
    organización tribal y el establecimiento de una monarquía plena por parte de su
    sucesor, David.





    El rey David (1004-965 AEC) convirtió su reino en una importante potencia de
    la región, por medio de exitosas expediciones militares, infligiendo la derrota
    final a los filisteos, así como a través de una red de amistosas alianzas con
    los reinos vecinos. Como resultado de esto, su autoridad fue reconocida desde
    las fronteras de Egipto y el Mar Rojo hasta las riberas del Éufrates. En lo
    interior, unió a las doce tribus de Israel en un solo reino, colocando a
    Jerusalén y la monarquía en el centro de la vida nacional del país. La tradición
    bíblica describe a David como poeta y músico, y se le atribuyen versos que
    aparecen en el Libro de los Salmos.





    David fue sucedido por su hijo Salomón (965-930 AEC), quien reforzó aún más
    el reino. Por medio de tratados con los reyes vecinos y matrimonios con fines
    políticos, Salomón aseguró la tranquilidad dentro de las fronteras del reino y
    lo igualó a las grandes potencias de la época. Expandió el comercio exterior y
    promovió la prosperidad económica del país, desarrollando importantes empresas
    como las minas de cobre y la fundición de metales, a la vez que establecía
    nuevas ciudades y fortificaba otras, de importancia estratégica y económica.





    El broche de oro de las actividades de Salomón fue la construcción del Templo
    de Jerusalén,  que pasó a ser el centro de la vida nacional y religiosa del
    país. La Biblia atribuye a Salomón el Libro de los Proverbios y el Cantar de los
    Cantares.
























    A tiny, 7th century BCE silver scroll found in Jerusalem, containing the priestly benediction



    (Autoridad de Antigüedades de Israel)​








    La bendición sacerdotal




    Diminuto rollo de plata del siglo VII AEC encontrado en Jerusalem, que
    contiene la bendición sacerdotal:


    "Dios te bendiga y te guarde.
    Haga resplandecer Dios su rostro sobre
    ti y haya de ti misericordia;
    Dios alce a ti su rostro y ponga paz en ti."
    (Números 6, 24-27)























    Guiados por la necesidad de justicia y moralidad






















    Los Profetas









    Pensadores religiosos  carismáticos a quienes se tenía por dotados de un don
    divino de revelación, predicaron en el período de la monarquía hasta un siglo
    después de la destrucción de Jerusalén (586 AEC).





    Ya sea como asesores de los
    reyes en asuntos relacionados con religión, ética y política, o como sus
    críticos, bajo la primacía de la relación entre el individuo y Dios, los
    profetas eran guiados por la firme convicción de la necesidad de justicia, y
    emitieron enérgicas censuras respecto a la moralidad de la vida nacional judía.
    Sus experiencias reveladoras fueron registradas en sus libros de inspirada prosa
    y poesía, muchos de los cuales fueron incorporados a la Biblia.





    El llamado universal y permanente de los profetas deriva de su apelación a
    una consideración fundamental de valores humanos. Palabras como las de Isaías
    (1:17), "Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado,
    haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” continúan guiando a la humanidad
    en su búsqueda por justicia social.





























    Después de Salomón una rebelión causó la descisión de las diez tribus del norte​










    Seal bearing the inscription to Shema, servant of Jeroboam, from Megiddo (Israel Antiquities Authority)



    Sello con la inscripción “A Shema, siervo de Jeroboam” hallado en Meguido (Autoridad de Antigüedades de Israel)








    Monarquía dividida




    El reinado de Salomón se deterioró hacia el final de sus días por el
    descontento de parte de la población que debía pagar fuertes tributos por sus
    ambiciosos proyectos. Al mismo tiempo, el trato preferencial que recibía su
    propia tribu produjo la irritación de las demás, lo que provocó un creciente
    antagonismo entre la monarquía y los separatistas tribales.





    Después de la muerte de Salomón (930 AEC), una insurrección abierta condujo a
    la separación de las diez tribus del norte y a la división del país en un reino
    norte: Israel, y un reino sur: Judá, en el territorio de las tribus de Judá y
    Benjamín.





    El reino de Israel, con su capital Samaria, subsistió más de 200 años bajo 19
    reyes, mientras que el reino de Judá, fue gobernado desde Jerusalem durante 400
    años por un número igual de reyes de la casa de David. La expansión de los
    imperios asirio y babilonio trajo la conquista primero de Israel y después de
    Judá.





    El reino de Israel fue vencido por los asirios (722 AEC) y su pueblo fue
    llevado al exilio y al olvido. Más de cien años después, Babilonia conquistó el
    reino de Judá, exilió a la mayoría de sus habitantes y destruyó Jerusalén y el
    Templo (586 AEC).​





























    Si me olvidare de ti, oh Jerusalén...










    On the rivers of Babylon by E.M. Lilien



    En los ríos de Babilonia, por E.M. Lilien








    El Primer exilio (586-538 AEC)​)









    La conquista babilonia puso término al Período del Primer Templo, pero no
    cortó la relación del pueblo con la Tierra de Israel. Asentados junto a los ríos
    de Babilonia, los judíos prometieron recordar siempre su patria: "Si me olvidare
    de ti, oh Jerusalén, mi diestra sea olvidada. Mi lengua se pegue a mi paladar,
    si no ensalzare a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría." (Salmos
    137:5-6).





    El exilio a Babilonia que siguió a la destrucción del Primer Templo (586 AEC)
    marcó el comienzo de la diáspora judía. Ahí el judaísmo empezó a desarrollar un
    marco religioso y una forma de vida fuera de la Tierra, asegurando finalmente la
    supervivencia nacional y la identidad espiritual del pueblo y le infundió
    suficiente vitalidad para garantizar su futuro como nación.​


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