domingo, 7 de agosto de 2016

Fuente de la Verdad | Peligros que se esconden tras el Judaísmo Mesiánico

Fuente de la Verdad | Peligros que se esconden tras el Judaísmo Mesiánico









Peligros que se esconden tras el Judaísmo Mesiánico








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Peligros que se esconden2





Introducción

El movimiento denominado Judaísmo
Mesiánico comenzó aproximadamente a mediados del siglo XIX en
Inglaterra, en comunidades judías que aceptaban a Jesús como el Mesías
de Israel. Así se extendió mucho y se hizo muy numeroso en el siglo XX
por Europa y América. Hoy existen algunos miles hasta en el Estado de
Israel.



El propósito esencial de este
movimiento no es el de convertir cristianos gentiles al judaísmo, sino
el de convertir judíos al cristianismo. La conversión de cristianos al
judaísmo es considerada por algunos como una estrategia misionera de los
judíos mesiánicos, con el fin de tener más personas con las cuales
trabajar para convertir a judíos.



La conversión de judíos al
cristianismo ha sido casi que una obsesión por parte de los cristianos
gentiles (principalmente de los católicos) desde tiempos inmemoriales.
Estas conversiones en aquellos tiempos casi siempre eran forzadas e
implicaban para el judío el abandono de su religión. Ahora el Judaísmo
Mesiánico ofrece una manera más cómoda para el judío: sin dejar su
religión, puede ser también cristiano.



Sin embargo, en la conversión de
cristianos gentiles al Judaísmo Mesiánico (que es lo opuesto a la razón
de ser del movimiento) vemos algunos peligros para los primeros. Por
este medio quisiéramos alertar sobre ellos a nuestros hermanos en la fe
cristiana.



La crítica al Nuevo Testamento griego

Los principios esenciales de la fe
cristiana están fundamentados en lo que declara el Nuevo Testamento
griego. Este documento histórico del cristianismo ha sido traducido de
los manuscritos originales a miles de lenguas y dialectos en el mundo.
Dichos manuscritos originales en lengua griega existen físicamente en
museos, bibliotecas, templos, etc., y datan desde el siglo II después de
Cristo, hasta la época en que se inventó la imprenta y dejaron de
escribirse a mano.



Ahora algunos judíos mesiánicos
afirman que estos manuscritos griegos no son confiables, porque están
corruptos con ideas y doctrinas introducidas en ellos por los cristianos
gentiles de los primeros siglos y después por la Iglesia Católica.
Dicen que los auténticos manuscritos originales del Nuevo Testamento
fueron escritos en hebreo o arameo, y que estos manuscritos griegos no
son más que malísimas traducciones de aquéllos, amañados y corrompidos
(como ya advertimos) con ideas y doctrinas de los primeros cristianos
gentiles y del catolicismo romano.



Por ejemplo, el autor de un libro
titulado El Código Real (del cual hablaremos más adelante) escribe así
en la introducción del mismo:



…mientras que al cabo del tiempo los
cristianos, asegurándole al imperio que ellos no tenían nada que ver con
los judíos ni con el judaísmo, poco a poco ganaron la simpatía de Roma y
finalmente lograron cristianizar incluso el imperio mismo.



Para entonces, el cristianismo surgió
como la religión oficial del imperio, completamente divorciado de sus
raíces judías, y teniendo ahora, bajo su control, todas las sinagogas,
rollos y documentos judíos que existían, incluyendo los manuscritos
hebreos y griegos de lo que más tarde fue llamado Nuevo Testamento.



Con tanto poder disponible, los
líderes cristianos del Santo Imperio se aseguraron que los escritos
apostólicos que tenían en sus manos respondieran a sus intereses
doctrinales más que a la realidad textual de donde provenían. Y en vez
de preguntarse qué dice realmente el texto original, se preguntaban cómo
podemos hacer que esto afirme nuestra posición. El resultado fue la
corrupción textual del Nuevo Testamento.



Esto es lo que explica en parte, las más de 200,000 (doscientas mil) variantes textuales (término
que usan los expertos para identificar las diferencias entre los
manuscritos en cuanto a palabras, frases, ortografía, etc.)
que
han sido encontradas en una lista de alrededor de 5 mil manuscritos
griegos del Nuevo Testamento, la mayoría de los cuales fueron alterados y
corrompidos tendenciosamente.



No estamos hablando aquí simplemente
de un error del escriba mientras se hacían copias de un texto para
algunas comunidades o personalidades imperiales, sino de abusos
premeditados, eliminando o introduciendo palabras en textos claves, a
fin de favorecer la doctrina de la iglesia que ahora, unida al poder del
imperio, tenía total y absoluto poder en sus manos para hacer y decidir
lo que quisiera.



Por esta idea que tienen los judíos
mesiánicos del texto griego, es que a cada rato aparece por ahí una
versión mesiánica nueva. Todas pretenden restaurar el texto a su pureza
hebraica. Así tenemos El Código Real (el anteriormente mencionado), la
Traducción Kadosh Israelita Mesiánica, la Versión Israelita Nazarena,
Biblia Brit Xadasha Judía Ortodoxa, Shem Tov (sólo el evangelio de
Mateo) y otras.



Dar crédito a esta enseñanza implica serios riesgos para el cristiano por tres razones:


1.- Porque le hace perder la fe en lo
que dice el Nuevo Testamento griego, que es la base del Nuevo Testamento
que aparece en todas nuestras biblias actuales y de donde hemos
aprendido lo que sabemos sobre el Evangelio. Desde la hora en punto en
que alguien crea en esto que divulgan los judíos mesiánicos, le
colocaron en su mente un argumento para mirar con profunda desconfianza
todo cuanto diga nuestro Nuevo Testamento, puesto que la lógica lo
llevará a pensar: ¿estará esto que dice aquí entre las corrupciones
introducidas por la Iglesia Católica?



2.- Porque no es cierto lo que dicen
sobre la malísima traducción y corrupción de los manuscritos griegos por
parte de los primeros cristianos gentiles y el catolicismo romano,
tratando de modificar lo que estaba escrito en los supuestos manuscritos
hebreos. Eso es una falacia que se desmiente con cuatro evidencias: (A)
una de carácter lógico, (B) la segunda de carácter documental, (C) la
tercera de carácter histórico y arqueológico y (D) la última de carácter
teológico.



A.- La evidencia lógica nos señala algo sumamente sensato y de sentido común.
Lo escrito en el Nuevo Testamento (cuyos destinatarios pueden ser
identificados) nos dice con indiscutible certeza de que la mayor parte
estuvo dirigida a personas del mundo gentil (greco-romano), no a judíos.
Por ejemplo: El evangelio de Lucas y los Hechos fueron escritos para
Teófilo. Obviamente un nombre o un tratamiento honorífico no judío. Se
refuerza la idea de que no es judío por el título que se adjunta en el
evangelio, que es el de un funcionario romano: “Excelentísimo” (Lc. 1.3. Hch. 1.1; 23.26; 24.3; 26.25).
De las trece epístolas de Pablo, nueve están dirigidas a congregaciones
en ciudades o regiones gentiles, no judías: Roma, Corinto, Galacia,
Éfeso, Filipos, Colosas y Tesalónica. Otra fue escrita para un griego (Gl. 2.3) . Dos están escritas para un medio judío que no practicaba la religión judía (Hch. 16.1-3). El
hecho de que Timoteo no estuviera circuncidado ya siendo un joven,
demuestra que por tener un padre griego (aunque su madre era judía
creyente) Timoteo no practicaba la religión judía.



Por eso, ¿a quién se le ocurre pensar
que todas estas cartas fueron escritas en hebreo o arameo, si el idioma
que se hablaba y se leía en todos esos lugares era el griego koiné? Y
aun cuando hubiera judíos de la diáspora entre esas congregaciones,
ellos también hablaban el griego como los gentiles, porque era el idioma
que se hablaba en toda la parte oriental del Imperio Romano. Inclusive,
los judíos de la diáspora hablaban, no solamente el griego, que
diríamos era el idioma oficial, sino también los idiomas de las regiones
donde ellos vivían (Hch. 2.5-11).



¿Qué necesidad tenía Pablo de escribir
sus cartas a congregaciones gentiles en hebreo o arameo (idiomas
desconocidos en todos esos lugares del mundo gentil), cuando los
cristianos judíos y gentiles lo que hablaban era el griego, y él sabía
griego? Eso es tan ilógico y absurdo como si un pastor de la China, que
supiera escribir en inglés, le hiciera una carta a una congregación en
los Estados Unidos, escrita en chino, cuando lo que se habla aquí es el
inglés. De igual manera sería muy absurdo que Pablo hubiera escrito sus
cartas en hebreo o arameo a congregaciones que lo que hablaban era el
griego, cuando él sabía griego (Hch. 21.37).



En un video que aparece en youtube
patrocinado por los defensores del Código Real, entre ellos su autor,
se citan las opiniones de tres padres de la iglesia para defender la
tesis de que el Nuevo Testamento fue escrito originalmente en hebreo y
no en griego. Las citas en cuestión son de Papías, Clemente de
Alejandría y Jerónimo. Los comentarios del video comienzan así:



La teoría de un original hebreo del
Nuevo Testamento tiene bases históricas muy antiguas. Descubrimos que
posiblemente algunos de los padres de la iglesia tuvieron acceso a
ciertos manuscritos hebreos según se cita en sus escritos.



Ante todo es necesario aclarar que de
estas citas que siguen de los padres de la iglesia, no se puede deducir
que ellos “tuvieron acceso a ciertos manuscritos hebreos”, eso es una
exageración de los productores del video. Los padres de la iglesia no
dicen objetivamente en estas citas que ellos vieron y leyeron estos
manuscritos en hebreo. Por la forma de escribir uno puede deducir que
simplemente están escribiendo sobre lo que oyeron decir.



Las tres citas en cuestión son las siguientes:


1ª cita: Papías en el año 150 de
nuestra era dice: “Mateo compuso sus oráculos en lengua hebrea y cada
cual según pudo, lo tradujo al griego”.



2ª cita: Clemente de Alejandría en el
año 200 de nuestra era dice: “La epístola de los hebreos fue escrita por
Pablo a los judíos en su propia lengua hebrea, pero fue cuidadosamente
traducida por Lucas y publicada entre los griegos”.



3ª cita: Jerónimo en el 380 de nuestra
era, hablando de Pablo dice: “Él, siendo judío, escribió en hebreo, su
propia lengua y en la que tenía mayor fluencia; y las cosas más
importantes escritas en hebreo, fueron cuidadosamente traducidas al
griego”.



Ahora bien, es necesario aclarar ciertas cosas:


Primero que la cita de Papías no
aparece en alguna obra autógrafa de este padre de la iglesia del año 150
(dicha obra no existe como documento). La cita es una mención mucho más
tardía de Eusebio de Cesarea (275-339) en su Historia Eclesiástica. Así
que no es una cita tomada directamente de Papías, sino de Eusebio de
Cesarea.



Lo otro es que los productores del
video fabrican un fraude con la cita de Jerónimo. De la manera en que
citan lo dicho por este padre de la iglesia (mutilando y cambiando parte
de lo que él dijo) pareciera como que Pablo escribió todas sus
epístolas en hebreo. Pero lo cierto es que esas palabras Jerónimo las
escribió en su obra titulada “Vida de Hombres Ilustres”, con el fin de
explicar por qué él creía que la Epístola a los Hebreos era de Pablo. La
cita completa de Jerónimo (sin mutilaciones ni cambios) es esta:



La epístola que se llama la Epístola a
los Hebreos no se considera suya, debido a su diferencia de las otras
en el estilo y el lenguaje; pero se le cuenta, ya sea de acuerdo con
Tertuliano ser obra de Bernabé; o según otros, por el evangelista Lucas o
Clemente, después obispo de la iglesia de Roma, que dicen, arregló y
adornó las ideas de Pablo en su propia lengua; ya que Pablo estaba
escribiendo a los hebreos y estaba en descrédito con ellos y puede haber
omitido su nombre en la salutación por esa razón. Él, siendo un hebreo
escribió en hebreo, es decir en su propia lengua con más fluidez,
mientras que las cosas que estaban escritas en hebreo elocuentemente se
volvieron más elocuentes en griego y esta es la razón por la que parece
diferir de las otras epístolas de Pablo.



Así que estas palabras de Jerónimo
sólo valen (como las de Clemente) para la Epístola a los Hebreos. Sin
embargo no deja de causar asombro y malestar saber que hay personas como
estas, que dicen llamarse cristianos mesiánicos con un alto nivel
académico, y que son capaces de crear fraudes de esta naturaleza, con el
fin de engañar a los que no conocen, y hacerles creer que todas las
epístolas de Pablo fueron escritas en hebreo.



Papías sería el mejor informado de los
tres por cuanto vivió cerca de los acontecimientos: nació en el año 69 y
murió en el 150. Ahora bien, en la información de Papías, deberíamos
tener también en cuenta lo que NO DICE y no tan sólo lo que dice. Él NO
DICE que todo el Nuevo Testamento fue escrito en hebreo (tesis
mesiánica). Sólo dice tal cosa del evangelio de Mateo. Por eso la cita
de Papías no aporta una prueba contundente a la tesis mesiánica de que
el Nuevo Testamento completo fue escrito en hebreo. Si lo que dice
Papías fuera cierto, ¿el hecho de que Mateo haya escrito su evangelio en
hebreo, prueba que todo el Nuevo Testamento fue escrito en ese idioma?



También la cita de Papías desacredita
la otra tesis mesiánica de que todas las congregaciones de la iglesia
primitiva leían el hebreo. Si esto era así, ¿por qué cada cual tradujo
al griego este evangelio de la manera en que mejor pudo, en una fecha
tan temprana como la primera parte del siglo II? La necesidad de una
traducción en esta fecha tan inmediata nos dice sin lugar a dudas que
los receptores de las traducciones no sabían leer el hebreo; pues si así
hubiera sido el evangelio de Mateo se habría copiado, no se habría
traducido.



En cuanto a las citas de Clemente y de
Jerónimo, si fue Pablo realmente quien escribió la Epístola a los
Hebreos (hoy los expertos no lo aseguran) es obvio que la escribiera en
el idioma de ellos. Si de una escritura del Nuevo Testamento no
debiéramos poner en duda su original hebreo es el de esta epístola.



Sin embargo hay tres asuntos en la cita de Clemente que deben ser analizados con más cuidado:


Primero: Él, al igual que Papías, NO
DICE que fue todo el Nuevo Testamento el que se escribió en hebreo, sino
sólo la epístola a los judíos; por lo tanto su cita no prueba
definitivamente la tesis mesiánica.



Segundo: ¿Por qué tan temprano la
epístola tuvo que ser traducida al griego, nada menos que por Lucas, un
compañero de Pablo en sus viajes misioneros? Obvio, lo dice la misma
cita: “para publicarla entre los griegos”. Entonces esto prueba lo que
ya hemos sugerido anteriormente: las congregaciones gentiles por donde
Pablo y Lucas pasaban no leían el hebreo, sino el griego. Este
testimonio de Clemente lejos de afirmar la tesis mesiánica la desmiente.
Si Lucas tuvo necesidad de traducir al griego la Epístola a los
Hebreos, fue para que la pudieran leer los cristianos gentiles que no
conocían el hebreo, sino el griego. Entonces, ¿cómo se le ha de ocurrir a
alguien que Pablo escribió sus epístolas a las iglesias gentiles en
hebreo?



Tercero: Clemente así como Jerónimo,
dicen que Lucas hizo una traducción cuidadosa. O sea, la traducción al
griego, por lo menos de la Epístola a los Hebreos, no fue una traducción
amañada y corrupta, como dicen algunos judíos mesiánicos de hoy sobre
el Nuevo Testamento griego.



También la misma Escritura nos aporta
testimonios por medio de los cuales pudiéramos deducir que Pablo
escribía sus cartas en griego y no en hebreo. Hay algunos pasajes donde
se puede comprobar que Pablo no escribió directamente sus epístolas,
sino que tuvo “secretarios”.



En Romanos 16.22 leemos: Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor.


La Epístola a los Romanos no fue
escrita por Pablo, sino por Tercio. Obviamente Tercio no es un nombre
judío, sino romano. Por tal motivo se puede afirmar con toda certeza que
quien escribió esta carta de Pablo para una iglesia de gentiles fue un
gentil.



Gl. 6.11: Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano.

1 Co. 16.21: Yo, Pablo, os escribo esta salutación de mi propia mano.

Col. 4.18: Esta salutación es de mi propia mano, de Pablo.

2 Ts. 3.17: La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía. Así escribo.

Flm. 19: Yo, Pablo, lo escribo de mi mano: yo lo pagaré…


Seis cartas de Pablo a los gentiles
que él no escribió sino sus ayudantes: Tercio, Lucas u otros. Él
escribió solamente el saludo de despedida al final. Y en una de esas
cartas (Segunda de Tesanolicenses) dice que así era como lo hacía
siempre. De lo cual podemos concluir que en las otras siete cartas
enviadas por él ocurrió lo mismo, aunque no aparezca en los textos de
esas siete epístolas la aclaración que aparece en las seis que citamos.



Partiendo de los datos que nos aportan
las epístolas señaladas y las citas de Clemente y de Jerónimo,
pudiéramos muy bien suponer que Lucas y Tercio escribieran, no sólo el
tercer evangelio, los Hechos, Romanos y Hebreos, sino también otras
epístolas paulinas.



Ahora bien, el nombre “Lucas” es un
nombre griego (Loukas) y “Tercio” ya dijimos es un nombre romano que
procede del latín “tertius” (tercero). Una buena pregunta sería: ¿Un
griego y un romano escribiendo las cartas de Pablo en hebreo o arameo
(idiomas en desuso entre las naciones), para iglesias gentiles cuyo
idioma y cultura eran el griego? Parece y es un gran anacronismo.



El mismo autor del Código Real en una
conferencia promocional de este libro dice que tiene planes de hacer una
traducción al inglés de otro de sus libros titulado “¿Por qué los
Judíos no Aceptan a Jesús?” Pero dice que para ese trabajo no puede usar
a un hispano, sino a un anglosajón, y cito textualmente sus palabras:



Yo nunca voy a tomar a una persona
cuya lengua materna no sea el inglés para esa traducción, nunca, porque
no será lo mejor. Uno tiene que buscar una persona que sea hija de esa
cultura, que conozca bien esas cosas, para lograr el mejor trabajo
posible.



Este señor tiene el cuidado de buscar a
un anglosajón para traducir su libro, porque un anglosajón será el
único que podrá expresar correctamente sus ideas hispanas en la cultura
anglosajona y en el idioma inglés. Cosa que no podrá hacer un hispano
por cuanto, aunque hable y escriba el inglés, no es hijo de la cultura
anglosajona.



Si este señor tiene tal cuidado para
la traducción de su libro, ¿no habría de tenerlo con mucha mayor razón
nuestro Gran Señor para dar a conocer su mensaje de salvación al mundo
gentil?



El mensaje del Evangelio conforme al
propósito de Dios fue un mensaje (primero para los judíos, cierto); pero
más allá que eso, fue un mensaje universal, para toda la humanidad. (Mt. 12.18,21; Lc. 2.32; Hch. 9.15; Hch.13.46-49; Hch. 14.27; Hch. 18.5,6; Hch. 22.21; Hch. 28.25-29)
No fue un mensaje confinado o circunscrito al pequeño y estrecho mundo
judío de aquel momento. El mundo y la cultura a las cuales estuvo
dirigido el Nuevo Testamento fue el mundo gentil y a la cultura
greco-romana, que dominaba todo el Mediterráneo, desde el Estrecho de
Gibraltar hasta las costas de Palestina; desde Africa hasta el norte de
Europa. ¿Cómo habría de escogerse para la divulgación del Nuevo
Testamento un idioma que no se hablaba entre esa gente? Absolutamente
ilógico.



El griego (koiné) de los manuscritos
existentes es con toda certeza el idioma original del Nuevo Testamento
(quizás con la excepción de Mateo y Hebreos), y no malas traducciones de
los supuestos manuscritos hebreos y arameos, corrompidos por quienes
los tradujeron, como afirman los judíos mesiánicos. Eso carece de
sentido.



B.- La evidencia documental se basa en la diversidad:
La cantidad de manuscritos, las distintas fechas de composición de los
mismos, las distancias que hubo de los lugares donde se copiaron unos y
otros y las distintas clases de personas que los prepararon.



Los manuscritos griegos del Nuevo
Testamento suman miles. Como ya dijimos, los hay desde el siglo II hasta
el siglo XV. Fueron copiados en muy diversos lugares, alejados estos
lugares por distancias enormes unos de otros. Además, muchos de estos
manuscritos no fueron preparados por escribas profesionales, sino por
cristianos de escasa educación (especialmente en los primeros siglos).
La caligrafía deficiente, las muchas faltas de ortografía y otros
errores de copia debidos a la poca preparación en el arte de escribir,
muestran que así fue. Es natural entonces que en ellos se encuentren
muchísimas variantes textuales. Sin embargo, a pesar de tan abrumadora
diversidad, cuando los expertos cotejan y estudian todos estos
manuscritos, encuentran algo verdaderamente asombroso: ni una sola de
esas centenares de miles de variantes textuales afecta y mucho menos
cambia alguno de los principios fundamentales del cristianismo. Entonces
es casi irrisorio decir que los cristianos gentiles de los primeros
siglos y la Iglesia Católica más tarde, corrompieron los manuscritos
griegos originales para falsificar lo que decían los “supuestos
manuscritos hebreos”. Porque la pregunta que nos asalta es la siguiente:
¿Se pusieron todos de acuerdo en tan distintos lugares y épocas para
introducir los mismos errores? Puesto que todos dicen lo mismo en cuanto
a las verdades fundamentales del cristianismo. Suena esto a irracional.



También está el hecho de que los
cristianos de los primeros siglos y los jerarcas católicos no sólo
poseyeron los textos griegos del Nuevo Testamento; sino que también
durante siglos copiaron, conservaron y transmitieron los manuscritos
hebreos del Antiguo Testamento, hasta que se inventó la imprenta.



Además, los cristianos también
hicieron traducciones del Tanaj a diversos idiomas: griego, latín,
copto, siriaco, etc. Por esa razón hoy existen muchos manuscritos del
Antiguo Testamento hechos por los cristianos.



Sin embargo, no oigo que los judíos
mesiánicos se quejen de que los manuscritos del Tanaj que los cristianos
y los católicos copiaron y/o tradujeron durante los primeros siglos y
en casi toda la Edad Media estén corrompidos y no sean confiables.



Si los jerarcas cristianos primitivos y
los católicos después estuvieron tan interesados en corromper los
manuscritos griegos, mucho más lo habrían estado en hacer lo mismo con
los textos hebreos. Sin embargo, estos manuscritos elaborados por los
cristianos coinciden con el texto masorético u otros textos judíos
antiguos del Tanaj. Los jerarcas católicos no cambiaron el sábado por el
domingo en Éxodo y Deuteronomio, ni tampoco borraron o cambiaron el
segundo mandamiento que condena el uso de las imágenes. Esos
mandamientos están cambiados en sus catecismos; pero no en los textos
manuscritos del Tanaj que ellos copiaron, tradujeron y transmitieron
durante siglos. Y así ocurre con todo lo escrito en todos los
manuscritos del Antiguo Testamento conservados por los católicos.



Este hecho cierto en los numerosos
documentos antiguos existentes en la actualidad, es otra prueba evidente
contra la falacia judía mesiánica de que los jerarcas cristianos
corrompieron tendenciosamente los manuscritos del Nuevo Testamento.



C.- En el orden histórico y arqueológico
es enteramente razonable admitir que el Evangelio tiene un trasfondo
cultural así como un origen hebreo. Cristo fue judío, los doce apóstoles
y Pablo también lo fueron, la tierra donde se proclamó el Evangelio por
primera vez fue la tierra de Israel, el idioma en que Cristo proclamó
esa verdad fue el idioma que se hablaba en la tierra de Israel, y este
obviamente no era el griego.



Pero el Señor no escribió una sola
palabra (en ningún idioma). Su vida y su predicación fueron grabadas en
las mentes de sus seguidores y decenios después de su muerte algunos de
ellos las escribieron. ¿En qué idioma lo escribieron y para quiénes lo
escribieron? Esa es la cuestión.



Por eso es importante tener en cuenta
que en el Nuevo Testamento también se demuestra, sin lugar a dudas, que
los no judíos (los llamados gentiles) fueron rápidamente incorporados al
Camino, primero por Pedro (Hechos 10) y después por la obra misionera de algunos que fueron expulsados de Jerusalén (Hch. 11.17-26).
Más tarde y en mayor número por Pablo y Bernabé. O sea, que ya en el
siglo primero había comunidades cristianas gentiles numerosas cuyo
idioma no era el hebreo ni el arameo, sino el griego.



Es tema favorito entre los judíos mesiánicos usar el texto de Hechos 6.1
para decir que los “griegos” del Nuevo Testamento no eran tales, sino
judíos que habían adoptado el idioma griego y la cultura griega.



Ahora bien, si nos fijamos en el texto
de Hechos 2.10 vamos a encontrar que dice lo siguiente sobre las
personas que estaban reunidas en Jerusalén el día de Pentecostés: “Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos.”
Esto nos dice que los “griegos” que había en Jerusalén en ese tiempo no
eran solamente judíos helénicos, sino también prosélitos, o sea,
nacionales de Grecia (gentiles) convertidos al judaísmo, que eran
personas muy diferentes de los judíos helénicos en cuanto a su origen.
Así, los “griegos” de Hechos 6.1 bien pudieron ser “griegos de verdad”.



Por eso nos parece una exageración de
los judíos mesiánicos cuando afirman que “todos” los griegos que se
mencionan en el Nuevo Testamento fueran judíos helénicos.



Pero aun cuando fuera cierto que una
buena parte de los gentiles convertidos al cristianismo en todo el
Imperio Romano fueran judíos helénicos (como Timoteo), no quita para
nada la verdad de que estos judíos hablaban el griego, y la cultura y
costumbres que practicaban eran las griegas. Precisamente se les
denominada como “griegos” por eso, porque habían adoptado el idioma y la
cultura griegas.



Por eso la evidencia histórica y
arqueológica también nos señala que muchísimos de estos manuscritos
griegos fueron copiados para esas comunidades de gentiles muchos años
antes de que el cristianismo se convirtiera en la religión oficial del
Imperio Romano o que existiera la Iglesia Católica.



Particularmente los papiros
(fragmentos), que son los más antiguos, datan algunos de los siglos II y
III . Veamos dos ejemplos: El papiro P46 consta de 86 hojas y contiene
la epístola a los Hebreos y ocho epístolas de Pablo: Romanos, Primera y
Segunda de Corintios, Efesios, Gálatas, Filipenses, Colosenses y Primera
de Tesalonicenses. Este papiro se suele datar entre los años 180 al
200. Sin embargo se ha propuesto una nueva datación: según esta nueva
datación este papiro sería del año 85. El papiro P66, que consta de 108
páginas y contiene prácticamente en su totalidad el evangelio de Juan,
data del año 200. Aunque el papirólogo Herbert Hunger
lo ha datado como del año 125. Así hay 128 papiros de diversas fechas,
que van desde el siglo II hasta el VII. Según los expertos, por el
contenido de estos papiros se puede reconstruir el texto griego del
Nuevo Testamento en un 67 %.



Los códices Sinaítico y Vaticano (más completos) datan del siglo IV .


En el tiempo en que estos manuscritos
griegos fueron copiados, todavía los cristianos no tenían poder político
en Roma, todo lo contrario, sufrían bárbaras persecuciones por parte de
los emperadores paganos. Mucho menos existía la Iglesia Católica. ¿Cómo
pudieron los copistas de una iglesia que todavía no existía (la
imperial o la Católica), corromper estos manuscritos antiguos? Absurdo
lo que afirma el autor del Código Real en su libro.



Es cierto que esos manuscritos, por
antiguos que sean, no son los de los autores originales (Juan, Lucas,
Pablo, etc.) sino copias de lo que ellos escribieron. Pero si tal cosa
se hubiera de tomar como una razón para decir que el texto griego no es
el original, habría que decir que en ese sentido la Torah estaría en
desventaja con el Nuevo Testamento griego, por cuanto los manuscritos
hebreos existentes de la Torah tampoco son los escritos por el mismo
Moisés, sino copias de copias de aquellos. En Dt. 31.9,24-26 dice que
Moisés escribió la Ley en un libro. Esto sucede aproximadamente en el
año 1230 a.C. (siglo XIII). Pero los manuscritos hebreos más antiguos
que existen de esa Ley son del siglo II a.C. (los de Qumran). O sea, que
entre la escritura original de Moisés y las copias más antiguas que
existen hay aproximadamente mil años. ¿Y si ahora a cualquiera se le
ocurriera decir que el idioma en que Moisés escribió ese libro en una
fecha tan lejana no fue el hebreo, sino la escritura cuneiforme de los
sumerios o acadios, los jeroglíficos egipcios, etc.? La Torah estaría en
desventaja con los manuscritos griegos por la razón del tiempo. Hay mil
años de diferencia entre la escritura original de la Torah y la copia
más antigua existente. Sin embargo el tiempo que media entre los
escritores originales del Nuevo Testamento y las copias más antiguas en
papiros apenas sobrepasan los cien años. Inclusive otros fragmentos de
papiros más pequeños apenas tienen 50 años de diferencia.



Todavía nos quedan de la historia
ciertos hechos: Falsamente algunos judíos mesiánicos dicen que
Constantino el Grande hizo a la religión cristiana la religión oficial
del Imperio Romano en el año 325 durante el Concilio de Nicea y que dio a
los cristianos autoridad absoluta para hacer lo que quisieran. Eso no
es cierto. Constantino lo que hizo fue terminar con las persecuciones de
sus antecesores contra los cristianos y concederles libertad de culto,
como ya tenían las religiones paganas y la judía.



Lo que sí es cierto es que el
cristianismo, gracias al favor imperial, fue ganando en poder político y
económico en los años de Constantino y en los subsiguientes. Menos en
la etapa de Juliano el Apóstata (361-363). Durante el gobierno de este
emperador perdieron todo el favor imperial. Hasta que al fin (56 años
después del Concilio de Nicea), quien hizo al cristianismo la religión
oficial del Imperio Romano fue otro emperador: Teodosio el Grande en el
año 381.



Pero ni siquiera en esta fecha se
puede hablar de una iglesia con poder absoluto. Solamente de que la
“religión cristiana”, no la “iglesia cristiana”, fue declarada la
religión oficial del Imperio Romano.



Este señor, el autor del Código Real,
nos quiere vender la idea de que en esa etapa de la historia cristiana
(la de Constantino el Grande y el Concilio de Nicea) ya existía una
iglesia monolítica, con un poder centralizado y absoluto donde todo
estaba bajo control: ¡HASTA LAS PALABRAS O LAS FRASES QUE DEBÍAN PONERSE
EN LOS MANUSCRITOS! Eso es irrisorio. Por el nivel académico que este
señor tiene, tales afirmaciones sólo pueden interpretarse como una
distorsión malintencionada de la historia.



La realidad es que en esa época, y
hasta siglos después, la iglesia cristiana era una iglesia muy dividida y
convulsionada por graves conflictos teológicos, doctrinales y de
autoridad.



En primer lugar no existía una
dirección central única. Es la época del “episcopado monárquico”; un
sistema de gobierno episcopal y local, donde cada obispo dirigía a su
arbitrio a la iglesia de su localidad, con la asistencia de los
presbíteros y los diáconos. Y es cuestión de historia también que entre
esos obispos, presbíteros y diáconos, hubo profundas diferencias y
discusiones que sacudieron y dividieron a la iglesia durante siglos.



Así tenemos, por sólo citar algunos de
los conflictos más prominentes, el gnosticismo (siglos II y III), el
monarquismo (siglo III), el arrianismo (siglo IV), macedonismo y
apolinarismo (fines del siglo IV), nestorianismo y monofisismo (siglos V
y VI), monotelismo (siglo VII), iconoclasia (siglos VII y VIII).



Todos los jerarcas cristianos que
estaban de un bando o del otro en estas larguísimas discusiones, usaban
los textos griegos para fundamentar sus personales interpretaciones. Si
ellos los hubieran corrompido para defender cada uno sus puntos de
vista, los manuscritos griegos que tenemos actualmente estarían llenos
de ideas muy diversas y antagónicas en cuanto a la cristología y otros
temas. Sin embargo, los textos griegos (como ya dijimos) con todo y la
diversidad, son uniformes en sus declaraciones sobre los temas
fundamentales de la fe cristiana. Señal evidente de que estos jerarcas
eclesiásticos los usaron; pero no los transformaron a su capricho.


Es preciso detenernos un poquito más en
uno de estos conflictos teológicos del cristianismo, porque tiene
bastante que ver con uno de los temas clave del judaísmo mesiánico
actual. Nos referimos al arrianismo.



Esta fue una doctrina que se divulgó
mucho en el siglo IV gracias a un presbítero de la iglesia de Alejandría
(Egipto) de nombre Arrio. Por eso se le llama “arrianismo”.
Esencialmente esta doctrina negaba la divinidad de Cristo.



Los judíos mesiánicos quieren hacer
creer a los cristianos que la doctrina trinitaria fue impuesta contra
Arrio y sus seguidores por el Concilio de Nicea y por Constantino el
Grande en el año 325, y que a partir de ahí se prohibió el arrianismo y
se corrompieron los manuscritos griegos para hacer valer la Trinidad en
toda la iglesia. Nada hay más lejos de la verdad histórica que tales
enseñanzas mesiánicas.



Lo cierto es que al final de sus días
Constantino el Grande se hizo arriano y fue bautizado por el obispo
Eusebio de Nicomedia, quien era el líder de los obispos arrianos.



Aunque no se pudo cumplir, porque
Arrio murió en el camino de regreso (probablemente asesinado), entre las
órdenes de Constantino estuvo la de traer a Arrio del destierro y
restituirlo a sus funciones eclesiásticas.



Todo esto indica lo contrario a cuanto dicen los judíos mesiánicos de hoy.


A la muerte de Constantino, tres de
sus hijos asumieron el gobierno del imperio, hasta que algún tiempo
después uno de ellos quedó como emperador único. Se llamó Constancio. De
una manera u otra estuvo en el gobierno del imperio desde el año 337
hasta el 361; o sea durante 24 años.



Ahora bien, Constancio fue arriano,
favoreció al arrianismo durante todo su gobierno y se opuso a la
doctrina trinitaria y a los trinitarios. Prueba de ello son algunos
hechos ocurridos durante su imperio. Por ejemplo, hubo dos concilios
locales que repudiaron el acuerdo del Concilio de Nicea del 325, el cual
reconocía la divinidad de Cristo. Estos fueron el concilio de Antioquía
en el año 341 y el concilio de Arlés en el año 353. En el año 355
fueron desterrados dos prominentes trinitarios: Liberio de Roma y Osio
de Córdoba.



Liberio fue obispo de Roma. Sobre él dice lo siguiente la Enciclopedia Digital Wikipedia:


Durante su mandato estaba en todo su
apogeo la persecución del emperador Constancio II. El Emperador quería
imponer el arrianismo en Occidente y como Liberio se oponía,
manteniéndose firme y decidido, en 355 lo desterró a Berea de Tracia,
donde Liberio sufrió durante dos años toda clase de vejaciones.



Muchos obispos se pusieron del lado
del Emperador en contra del papa Liberio. Entonces los arrianos, dueños
de la situación y en total control de Roma, nombraron al diácono Félix
como nuevo papa en lugar de Liberio. Pero el pueblo rechazó a este
antipapa y exigió al emperador el regreso y la reinstauración de Liberio
como legítimo obispo de Roma. Constancio II se dio cuenta que Félix no
sería aceptado y permitió a Liberio regresar a Roma en 357. El Papa fue
recibido con gran regocijo popular. Aparentemente, Constancio II
pretendía que Liberio y Félix gobernaran la Iglesia en conjunto, pero
esta fórmula de un doble episcopado no fue aceptada ni por el pueblo ni
por el clero romano. Félix se retiró a su casa en Porto, donde vivió
hasta su muerte.



Debido a la posición tomada por la
mayoría de los obispos en su contra y por el trato que recibió durante
su exilio, el papa Liberio se mostró después de su regreso a Roma débil e
inseguro, presentando posiciones un tanto ambiguas con respecto al
arrianismo.



En 359 se convocaron simultáneamente
dos concilios de obispos, de Oriente y Occidente, celebrados en Seleucia
y Rímini respectivamente. Bajo presión imperial, ambos concilios
adoptaron sendas profesiones de fe semi-arrianas. Liberio no estuvo
representado en ninguno de estos concilios. Cuando Constancio II murió
en 361, Liberio anuló los decretos tomados en el concilio de Rímini.



Osio de Córdoba fue un obispo español
quien jugó un papel decisivo en la adopción de la doctrina trinitaria.
Presidió el Concilio de Nicea del año 325 y también fue él quien redactó
el Credo Niceno. Sobre él dice la misma enciclopedia lo siguiente:



Constancio obliga a comparecer a Osio,
ya centenario, ante un concilio arriano, donde se le presionó, azotó y
atormentó, negándose rotundamente a firmar la condenación de Atanasio.
Osio fue desterrado a Sirmio, en Panonia, y murió, con 101 años, lejos
de su tierra y de su diócesis en 357.



Los concilios de Antioquía de los años
358, 361 y 362 afirmaron el predominio de los arrianos. En el 360 en
Constantinopla todos los credos anteriores fueron desautorizados y el
término “substancia” fue declarado ilegal (porque en el Credo Niceno se
usaba para decir que Cristo era de la misma “substancia” del Padre);
simplemente se declaró que el Hijo era “como el Padre que lo engendró”.



La historia en esto nos dice que los
arrianos tuvieron mucho poder durante mucho tiempo. Pues aun después,
durante siglos, siguieron ejerciendo un fuerte poder sobre Roma; dado
que, con la sola excepción de los francos, todos los pueblos bárbaros
que invadieron y desmembraron al Imperio Romano de Occidente fueron
arrianos. Entre ellos los hérulos, los ostrogodos y los lombardos,
quienes gobernaron a la misma ciudad de Roma durante muchos años.



Ahora bien, si lo que dice el autor
del Código Real fuera cierto, pues los jerarcas religiosos de entre los
arrianos durante esta época de su gran predominio en el Imperio Romano,
hubieran borrado o cambiado en los manuscritos griegos todas las
palabras y las frases que sirven como fundamento para creer en la
divinidad de Cristo, y así establecer su doctrina en los mismos
manuscritos griegos de que Cristo no es Dios.



Sin embargo, los textos en el Nuevo
Testamento griego de todos los manuscritos antiguos donde se enseña que
Cristo es Dios, permanecen intactos. Desde Juan 1.1 hasta el último. Lo
que demuestra que los jerarcas de la iglesia cristiana arriana no
hicieron cambios en los manuscritos griegos, a pesar de su gran poder y
predominio durante esa etapa primitiva.



¿A quién va a engañar el autor del
Código Real? Nos dice que en esa época de tanta convulsión y divisiones
internas, los líderes cristianos del Santo Imperio tenían tanto poder
disponible que se aseguraron de que los escritos apostólicos que tenían
en sus manos respondieran a sus intereses doctrinales más que a la
realidad textual de donde provenían. O sea, que la jerarquía de la
iglesia tenía un poder tan absoluto sobre ella, que hasta los numerosos y
disgregados manuscritos griegos que existían (papiros, códices,
pergaminos, etc.) estaban bajo estricto control. Solamente a un
ignorante de la historia le podrá pasar esa falsedad como una verdad.



D.- La última de las evidencias nos señala a Dios.
El evangelio fue traído por Jesucristo para revelar a los judíos en
primer lugar y después principalmente a toda la humanidad gentil, las
profundas verdades sobre Dios, su voluntad, sus planes y sus promesas.
Fue el plan del Eterno oculto durante siglos, y revelado a través del
Hijo. Si los supuestos manuscritos originales hebreos y arameos del
Nuevo Testamento (que contenían esa revelación en toda su pureza
original), se perdieron desde el primer siglo, esas verdades del
evangelio no se conocieron nunca ni en el mundo judío ni en el mundo
gentil, y las que se han divulgado por más de dos mil años son las que
enseñan los “corruptos” manuscritos griegos.



Entonces nos preguntamos: ¿El Señor
estaría dispuesto a permitir un fracaso de tal magnitud en su plan de
salvación universal para la humanidad? ¿Que por más de dos milenios los
miles de millones de seres humanos que han vivido sobre la tierra, no
hayan tenido la oportunidad de conocer la verdad del evangelio, sino
falsedades y mentiras? Para que ahora unos rabinos mesiánicos nos vengan
a “revelar” esa verdad, porque el Señor, que siempre ha sido muy celoso
de su Palabra, descuidó lamentablemente la conservación y transmisión
de los manuscritos originales hebreos y arameos, y permitió que se
divulgaran otros con terribles errores y desviaciones.



Demuestra una presunción humana
incalificable, quien se arroga la “misión” de “investigar” o “revelar”
algo porque Dios no se ocupó.



3.- La tercera razón por la que un
cristiano corre riesgos en creer la falacia sobre el Nuevo Testamento
griego que divulgan los judíos mesiánicos es la siguiente, y quizás la
de más peso: Los supuestos manuscritos en hebreo y arameo del Nuevo
Testamento NO EXISTEN en ningún lugar del mundo. Esto es otra falacia
para engañar a incautos o ignorantes. Los judíos mesiánicos no pueden
decir de sus supuestos manuscritos hebreos, lo que puede decir cualquier
cristiano medianamente informado sobre los manuscritos griegos: están
en tal o cual lugar y datan de ésta o aquélla fecha. Si físicamente
existieran esos manuscritos (y no tan sólo en la mente y en los
argumentos de ellos), pues los expertos, tanto judíos mesiánicos como
los que no lo son, podrían hacer una comparación entre los manuscritos
hebreos y los griegos y llegar a una conclusión, que daría la razón a
unos o a otros. Pero simplemente no se puede hacer eso porque tales
manuscritos hebreos (repetimos) NO EXISTEN.



Ahora bien, los judíos mesiánicos
fundamentan doctrinas tan esenciales como la cristología, la salvación
del hombre y otras, en lo que supuestamente dicen los manuscritos
hebreos y arameos. Pero como estos manuscritos (insistimos) NO EXISTEN
por ninguna parte, entonces cada uno de ellos puede decir lo que mejor
le parezca sobre estas doctrinas fundamentales de la fe cristiana.



Y he aquí entonces el peligro: Si un
cristiano pierde la fe en lo que le dice el Nuevo Testamento griego
respecto a la Divinidad de Cristo, a la Personalidad y Divinidad del
Espíritu Santo, la justificación por la fe, la salvación por gracia y
otros temas fundamentales de la fe cristiana ¿en qué habrá de creer?
Bueno, pues, obligatoriamente tiene que creer en lo que le digan los
rabinos judíos mesiánicos, por cuanto los supuestos manuscritos hebreos y
arameos del Nuevo Testamento no existen. Ahora bien, lo que dicen los
rabinos mesiánicos es una babel de ideas y doctrinas diferentes. Y
siempre en estos casos se encuentra mezclada la verdad con el sofisma y
la falsedad. El cristiano se enfrentará al peligro de una gran
confusión.



Cualquier judío mesiánico pudiera
argumentar que los cristianos también son una “babel de confusión”,
puesto que hay una muy variada gama de ideas y doctrinas distintas entre
ellos. Y eso no deja de ser cierto; sólo con una marcada diferencia, (y
seguimos tomando como referencia a la torre de Babel). Y es que los
cristianos ya están organizados en “naciones” (instituciones
religiosas), no están “acabados de salir de la torre”, y las lenguas que
hablan las hablan organizados en grupos distintos y uno puede
identificar y diferenciar bien sus lenguajes. Lo que ocurre con los
judíos mesiánicos es que “están acabados de salir de la torre”. Sus
rabinos hablan lenguas diferentes y todos dicen ser “judíos mesiánicos”.



La página web católica Catholic.net describe así a los judíos mesiánicos:


El movimiento llamado Judaísmo
Mesiánico abarca una gran variedad de creencias. Pertenecen a él judíos
que afirman la mesianidad de Jesucristo, e insisten en las raíces judías
de la verdadera religión. Los judíos mesiánicos aceptan (además del
Antiguo Testamento) el Nuevo Testamento como palabra de Dios.



En este gran grupo encontramos los
mesiánicos trinitarios y unitarios, mesiánicos cristianos y católicos.
Todos ellos están, según su espiritualidad, clasificados en las
corrientes comunes del judaísmo: bien sean conservadores (que a pesar
del Evangelio conservan las enseñanzas talmúdicas), ortodoxos (que están
basados en el cumplimiento literal de las Sagradas Escrituras) y
reformistas (cristocéntricos).



Es decir que hay algunos que niegan
que Jesucristo sea Dios y hombre (niegan los dogmas de la Trinidad y de
la Encarnación) mientras que otros aceptan esas verdades. Los “judíos
mesiánicos católicos”, en fin aceptan al Papa como vicario de Cristo y a
la Iglesia Católica como la verdadera.



Como se puede ver, la variedad es tan
grande al punto de ser distinta la religión: algunos son cristianos
mientras que otros no lo son. Es enseñanza clara del Magisterio de la
Iglesia que son cristianos quienes “invocan al Dios Uno y Trino y
confiesan a Jesús como Señor y Salvador”, es decir quienes creen en la
Santísima Trinidad y en la Encarnación. Y la razón es muy clara: no
pueden pertenecer a la misma religión quienes afirman que Jesús es Dios y
quienes lo niegan.



La Enciclopedia Digital Wikipedia dice algo parecido:


Dentro de las corrientes del judaísmo
mesiánico está el judaísmo mesiánico trinitario (que cree en un Dios
compuesto por tres personas divinas), el judaísmo mesiánico dualitario
(el cual considera al Padre y al Hijo como uno solo), y el judaísmo
mesiánico unicitario (que cree en un único Dios con diferentes
manifestaciones).



También está el caso de que los
cristianos no tenemos conscientemente diferenciados en nuestras mentes
al Judaísmo Mesiánico, del Judaísmo Mesiánico Ebionita y del Judaísmo
Mesiánico Nazareno (Netsarím). Hoy los rabinos de estos tres movimientos
judíos hablan y escriben por doquier cosas parecidas, o muy diferentes
unos de otros, y para los cristianos todos son “judíos mesiánicos”. En
este mismo trabajo no hacemos tampoco la diferencia.



Quizás con el transcurso de los años
pase como con los cristianos: los mesiánicos con ideas o doctrinas
afines se unan y formen grupos que uno pueda identificar y decir: el
“grupo fulano” cree tal cosa y el “grupo mengano” de mesiánicos cree
esta otra cosa. Pero ahora, al fin y al cabo uno no sabe con certeza en
lo que creen los judíos mesiánicos. Y eso es muy peligroso, porque al
cristiano le pudiera pasar algo parecido a lo que sucedió con Inocencio.



Inocencio era un buen hombre que
anhelaba creer Cristo y estaba buscando la verdad en cuanto a Él. Así se
puso a escuchar lo que le decían sacerdotes, pastores y líderes de
todas las instituciones religiosas cristianas. Oyó a los católicos, a
los ortodoxos, a los protestantes, a las sectas; y al cabo de poco
tiempo lo que tenía Inocencio era una gran confusión mental y un empacho
religioso de grandes proporciones. Y Cristo no aparecía por parte
alguna. Le hubiera sido mucho más simple y claro de haber ido a la
fuente original: la Biblia.



Como a Inocencio le puede ocurrir a
cualquier cristiano que se ponga a escuchar sin distinción a cuanto
rabino mesiánico está exponiendo sus tesis por diversos medios: va a
terminar en una gran confusión mental.






HASTA AQUÍ


El peligro más grande se encuentra en
que muchas de las explicaciones e interpretaciones que dan los rabinos
mesiánicos acerca de lo que dice el Nuevo Testamento griego, están
relacionadas o proceden del Talmud o del Zohar (la Cábala Judía).



Esto se debe a que todos los rabinos
mesiánicos que hasta ahora he escuchado, afirman que el Nuevo Testamento
griego no puede interpretarse por sí mismo, sino a la luz del
pensamiento hebraico del primer siglo. Y este concepto es otro
precipicio en extremo peligroso. Porque la pregunta sería ¿cuál es el
pensamiento hebraico del primer siglo?



La respuesta no puede ser lo que ahora
(dos milenios después) se le ocurra a cualquiera decir que es. Para
investigar sobre el pensamiento hebraico del primer siglo se necesitan
fuentes de información. ¿Cuáles son esas fuentes de información?
Obviamente tiene que ser la literatura judía de aquel tiempo o cercana a
ese tiempo. La fuente principal de información sobre esa época está en
la llamada “Tradición Oral”. Esta “Tradición Oral” existía en el tiempo
de Cristo y de los apóstoles. Siglos después se escribió en dos lugares
diferentes y hoy aparecen con dos nombres: El Talmud Babilónico y el
Talmud de Jerusalén.



¿Qué es el Talmud? La Enciclopedia Digital Wikipedia dice lo siguiente:


El Talmud (התלמוד) es una obra que
recoge principalmente las discusiones rabínicas sobre leyes judías,
tradiciones, costumbres, historias y leyendas.



Más que de un único Talmud se puede
hablar de dos: el Talmud de Jerusalén, que se redactó en la recién
creada provincia romana llamada Filistea, y el Talmud de Babilonia, que
fue redactado en la región de Babilonia. Ambos fueron redactados a lo
largo de varios siglos por generaciones de rabinos de muchas academias
rabínicas de la antigüedad.



El judaísmo considera al Talmud la tradición oral, mientras que la Torá (el Pentateuco) es considerada como tradición escrita.


Como tantos rabinos mesiánicos,
también Dan ben Avraham (el autor del Código Real) usa el Talmud para
sus trabajos. Por ejemplo, en la conferencia promocional de su libro
pronunciada en México él afirma que para la traducción del Código Real
(entre otros documentos judíos después de Cristo) consultaron la Mishná y
la Guemará, que son las bases principales del Talmud. De estos
documentos talmúdicos dice, y cito textualmente sus palabras: “Nos
ayudaron a clarificar el sentido del texto”.



El Dr. David Bivim es un estudioso de
la Biblia, nacido en los Estados Unidos, pero radicado en Israel hace
más de cincuenta años. Es autor del libro titulado “Nueva luz sobre las
palabras difíciles de Jesús”. En esta obra, según la Enciclpedia Digital
Wikipedia:



…más que centrarse en cuestiones lingüísticas, se examinan las enseñanzas de Jesús en su contexto judío del siglo primero.


Ahora bien, ¿cuál es el contexto judío del primer siglo para el Dr. Bivim? Así lo expresa él mismo en una entrevista:


Hay sólo dos lugares en la literatura
antigua donde encontramos este tipo de parábolas totalmente
desarrolladas; como las que cuenta Jesucristo. Y estos dos lugares son
la literatura rabínica y las enseñanzas de Cristo.



Por “literatura rabínica” se entiende
en la actualidad, primordialmente: El Talmud. Este doctor examina e
interpreta las enseñanzas de Cristo a la luz del Talmud.



¿Por qué el “Código Real” lleva ese
nombre? El nombre ya resultaría sospechoso a cualquier cristiano que
conozca medianamente los misticismos de la Cábala. La explicación que da
el mismo autor del Código Real del porqué su obra se llama así es la
siguiente:



Es porque en primer lugar se trata de
un código, es decir, el Nuevo Testamento está escrito en varios niveles
de interpretación. Si no conocemos las reglas de interpretación, los
códigos de interpretación que están escondidos en las diferentes
expresiones que encontramos en el Nuevo Testamento, nos resulta muy
difícil captar su idea. Por eso le llamamos “Código”. Y “Real” porque se
trata de la realeza de Israel, de la casa de David, del establecimiento
del reino mesiánico en Israel y en el mundo.



Esto de “códigos y palabras o
expresiones ocultas o escondidas” tiene mucho más que ver con los
misticismos y misterios de la Cábala, que con una interpretación limpia,
sin adulterar, de las Sagradas Escrituras. Y es que muchos judíos
mesiánicos creen que todo el Nuevo Testamento está escondido o cifrado
en códigos en el Antiguo Testamento.



El rabino mesiánico Dan Ben Avraham,
autor del “Código Real”, y el Dr. David Bivim, autor del libro “Nueva
luz sobre las palabras difíciles de Jesús”, aparecen en un mismo video
en youtube donde se tratan estos asuntos.



Otro caso donde se manifiesta el uso
de la Cábala por parte de los mesiánicos es en la conferencia del señor
Jim Staley titulada “La Trinidad en Juicio”. Exponemos en dos partes
este asunto. Primero lo que dicen sobre la Cábala los editores de un
video de Canal Historia y después lo que dice Jim Staley en su
conferencia. Comprobaremos cómo este predicador mesiánico usa a la
Cábala para fundamentar sus argumentos.



Veamos primero el tema de Canal Historia:


El Zohar ve la Biblia en realidad como
un código secreto. Cada acontecimiento del Zohar, cada pieza narrativa,
cada ley bíblica nos dice algo, no sólo de lo que sucede en la tierra,
sino también de la naturaleza interna de Dios.



Los cabalistas creen que si pueden
descifrar el Zohar con éxito podrán desentrañar los misterios del cielo y
la tierra. Uno de esos secretos es una asombrosa revelación sobre el
cuerpo de Dios y su sexualidad.



El principal código simbólico del Zohar es el de los diez aspectos de la personalidad de Dios. Los diez sefirot.
Una interpretación muy popular muestra estas características como un
mapa del cuerpo de Dios. Los cabalistas creen que si pueden entender la
anatomía de Dios, pueden aprender cómo funcionan sus poderes.



Estos dibujos antiguos muestran que el
cuerpo de Dios es similar al de los humanos. La parte superior
simboliza la cabeza de Dios que es el origen de la voluntad, la
sabiduría y la comprensión. Debajo encontramos los órganos y
extremidades, distribuidas simétricamente y que representan el amor, el
poder, la belleza, la eternidad y el esplendor. La parte más inusitada
del diagrama contiene imágenes de sensualidad. La novena parte de Dios
llamada el fundamento o el falo o la fuerza vital de procreación del
universo.



Pero según las sefirot Dios también
tiene componentes femeninos. El elemento final que suele recibir el
nombre de shekhinah representa a la mitad femenina de Dios. Esta imagen
ponía en cuestión la antigua visión de un Dios estrictamente masculino.



Lo que encontramos aquí por primera
vez es que este aspecto femenino, el consorte femenino de Dios es
también divino, es parte de la divinidad. Así que unir las mitades
masculina y femenina de Dios se convierte en el objetivo de todo el
sistema de las sefirot. Y el Zohar describe esa unión en términos muy
gráficos. En realidad hay una historia de amor en Dios y una unión
sexual, y ese es un elemento muy llamativo del Zohar que probablemente
ha provocado una gran atracción en algunos aspectos.



Staley presenta en su conferencia una
imagen a color de las diez sefirot (el cuerpo de Dios) de los
cabalistas, de lo cual leímos anteriormente, y dice lo siguiente:



Esto en mi opinión es una hermosa
imagen de la divinidad. Esto viene del judaísmo antiguo. Esto viene del
judaísmo místico. Esto viene del judaísmo, no de la cristiandad; la
cristiandad ni siquiera existía. Esto viene de una secta del judaísmo
que trató de entender la divinidad. Ellos vieron una pluralidad en la
Toráh y en los profetas. Y aquí están como ellos la interpretaron. Como
pueden ver está construido de dos columnas y esas dos columnas son las
columnas que tú encuentras en el templo de Salomón. Entonces al lado
derecho tienes todos los atributos masculinos de Dios y al lado
izquierdo tienes todos los atributos femeninos de Dios. Entonces tienes
juicio y tienes misericordia, ¿me entienden?



Entonces si miras bien cuidadosamente
puedes ver que en el centro está la imagen de un ser humano. Ahora, se
dice que en el centro está el balance perfecto entre las características
femeninas y masculinas de Elohim, de Yahweh. Y eran los pies de lo que
ellos llamaban la columna central, los que tocaban la tierra. Y ellos ni
siquiera creían en Yeshua. Pero ellos creían que el Mesías era la
columna central de la divinidad que tenía perfecto balance de los
atributos masculinos y femeninos de Dios, como si Él hubiese nacido de
una madre y de un padre, y tuviese perfecto balance del ADN.



Ahora, con esto fue con lo que
salieron estos hombres místicos hace más de mil años atrás. Yo no creo
que esté muy lejos de la verdad. Porque yo digo que la persona en el
centro de la divinidad es Yeshua el Mesías. Y creo que es interesante
que usted sepa que la palabra ruaj, lo cual es una de las columnas de la
divinidad es una palabra femenina en hebreo. Y Dios el Padre es
masculino en hebreo.



Yeshua el Mesías es la perfecta
representación de la divinidad entera porque Él carga cien por ciento de
los atributos de ambos. Manteniendo el hecho que Él es todo.



Jim Staley dice a sus seguidores:


“Amigos, todos debemos ser esa columna
central… Tú solo puedes ser un mesías si estás perfectamente
representando las características y atributos de Dios y estás haciendo
lo que la columna central (Yeshua, el Hijo de Dios) hace. Rectificar a
aquellos de aquel lado y a aquellos de aquel lado, y los traes en
perfecto balance. Eso es lo que los mesías hacen. Eso es lo que ellos
hacen y eso es lo que usted debería hacer. Traer la gente de nuevo hacia
el jardín.



Con este consejo a sus seguidores
Staley no está haciendo más que seguir los argumentos cabalísticos de
que los seres humanos afectamos a Dios con nuestras acciones. Así dice
el video de Canal Historia sobre los cabalistas:



Este complicado sistema apoya la
enseñanza cabalística de que los humanos afectan a Dios. Los estudiosos
del Zohar creen que los actos humanos unen las partes masculina y
femenina de Dios.



¿Cómo se unen las dos mitades de Dios?
Por medio de la virtud humana, por el amor al prójimo, socorriendo a
los pobres, guardando el shabat. Por medio de variadas órdenes rituales e
intemporales uno puede unir esas dos mitades de Dios. Podría decirse
que así es como realizamos el potencial divino en el mundo.



La idea de que Dios depende de los
seres humanos choca con la creencia tradicional que lo ve como un
soberano omnipotente. Nosotros, y esta es en mi opinión una idea
extraordinaria de los cabalistas, tenemos la capacidad de alimentar a
Dios. De influir en Él a través de nuestros sagrados actos. Y podemos
influir en la disposición divina y favorecer que el flujo de la gracia
divina llegue al mundo.”



Lo que digan el Talmud y la Cábala
puede ser muy peligroso para la fe de un cristiano. Y no hay necesidad
de leerse estos libros para comprobar el peligro. En las palabras de
nuestro Señor Jesucristo podemos encontrar la condena a la Tradición
Oral judía de su tiempo, a la cual Él llamó “mandamientos de hombres”.
Ahora los judíos mesiánicos nos dicen que debemos interpretar nuestro
Nuevo Testamento griego a la luz de esa tradición que nuestro Señor
condenó tan enérgicamente.



Si el estudio de la Tradición Oral que
nos sugieren los mesiánicos fuera nada más que para saber el por qué el
Señor dijo estas o aquellas palabras, o por qué ocurrió este o aquel
hecho, pues no estaría mal. Eso es parte del contexto que debe ser
analizado para comprender un pasaje bíblico. El problema está en que la
interpretación de muchos judíos mesiánicos incluye el darle un valor
actual a esa Tradición Oral, como si fueran las mismas Escrituras.



Veamos solamente tres ejemplo de los
tantos que podemos encontrar en los evangelios, donde Cristo condenó
fuertemente la Tradición Oral sobre el sábado y la purificación:



Mt. 12.1-14: En aquel tiempo iba
Jesús por los sembrados un sábado. Sus discípulos sintieron hambre y
comenzaron a arrancar espigas y a comer. Los fariseos, al verlo, le
dijeron: Tus discípulos hacen lo que no está permitido hacer en sábado.
Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y los que
con él estaban sintieron hambre; cómo entró en la casa de Dios y comió
los panes de la proposición, que no les estaba permitido comer ni a él
ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no
habéis leído en la Ley cómo en sábado los sacerdotes en el templo
profanan el sábado, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el
templo está aquí. Si supierais qué significa: “Misericordia quiero y no
sacrificios”, no condenaríais a los inocentes, porque el Hijo del hombre
es Señor del sábado. Saliendo de allí, fue a la sinagoga de ellos. Y
había allí uno que tenía seca una mano. Para poder acusar a Jesús, le
preguntaron: ¿Está permitido sanar en sábado? Él les dijo: ¿Qué hombre
entre vosotros, si tiene una oveja y esta se le cae en un hoyo, en
sábado, no le echa mano y la saca? Pero, ¿cuánto más vale un hombre que
una oveja? Por consiguiente, está permitido hacer el bien en sábado.
Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Él la extendió y le fue
restaurada sana como la otra. Salieron entonces los fariseos y se
confabularon contra Jesús para destruirlo.



Lc. 13.10-16: Enseñaba Jesús en
una sinagoga en sábado, y había allí una mujer que desde hacía dieciocho
años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada y en ninguna
manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
Mujer, eres libre de tu enfermedad. Puso las manos sobre ella, y ella se
enderezó al momento y glorificaba a Dios. Pero el alto dignatario de la
sinagoga, enojado de que Jesús hubiera sanado en sábado, dijo a la
gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y
sed sanados, y no en sábado. Entonces el Señor le respondió y dijo:
¡Hipócrita!, ¿no desatáis vosotros vuestro buey o vuestro asno del
pesebre y lo lleváis a beber en sábado? Y a esta hija de Abraham, que
Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta
ligadura en sábado?



Mr. 7.1-9: Se acercaron a Jesús
los fariseos y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén;
estos, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos
impuras, esto es, no lavadas, los condenaban, (pues los fariseos y todos
los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si no se lavan
muchas veces las manos, no comen. Y cuando regresan de la plaza, si no
se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que se aferran en guardar,
como los lavamientos de los vasos de beber, de los jarros, de los
utensilios de metal y de las camas.) Le preguntaron, pues, los fariseos y
los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición
de los ancianos, sino que comen pan con manos impuras? Respondiendo él,
les dijo: ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, como está
escrito: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de
mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de
hombres”, porque, dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la
tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos
de beber. Y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les decía también:
Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición…



Estas “tradiciones” o “mandamientos de
hombres” que Jesús condenó son las mismas y otras tantas más añadidas
en el transcurso de los siglos, que hoy aparecen compiladas y escritas
en el Talmud.



También en Pablo podemos encontrar
igual condena contra esas tradiciones. Desechó todo lo que él era en ese
mundo de la religión judía y lo tuvo por basura para ganar a Cristo.
Veamos:



Gl. 1.14: En el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.

Flp. 3.3-9: Nosotros somos la
circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en
Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne, aunque yo tengo también
de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar
en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel,
de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo;
en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia
que se basa en la Ley, irreprochable. Pero cuantas cosas eran para mí
ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y
ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido
todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no
teniendo mi propia justicia, que se basa en la Ley, sino la que se
adquiere por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa
en la fe.



En Tito y en Colosenses, en las
expresiones “fábulas judaicas” y “culto a los ángeles (metiéndose en lo
que no ha visto)”, pudiéramos deducir que existen referencias a los
argumentos místicos y misteriosos judíos de aquel tiempo, y que hoy
están desarrollados en la Cábala.



Tito 1.10,11,14-16: Hay aún muchos obstinados, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión.
A esos es preciso tapar la boca, porque trastornan casas enteras
enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene. … y no atiendan a fábulas judaicas ni a mandamientos de hombres
que se apartan de la verdad. Todas las cosas son puras para los puros,
pero para los corrompidos e incrédulos nada es puro, pues hasta su mente
y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con
los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en
cuanto a toda buena obra.



Col. 2.16-18: Por tanto, nadie os
critique en asuntos de comida o de bebida, o en cuanto a días de fiesta,
luna nueva o sábados. Todo esto es sombra de lo que ha de venir; pero
el cuerpo es de Cristo. Que nadie os prive de vuestro premio haciendo
alarde de humildad y de dar culto a los ángeles (metiéndose en lo que no
ha visto), hinchado de vanidad por su propia mente carnal…



Los cristianos evangélicos siempre hemos creído en dos cosas fundamentales sobre la Biblia.


Primero: que debe ser interpretada por
sí misma, sin que los libros auxiliares de estudio sustituyan o cambien
el sentido al texto bíblico.


Segundo: que la Biblia es la palabra de
Dios revelada al hombre común para que éste la lea y la entienda con
sencillez. Sin códigos ocultos y secretos, o alegorías misteriosas que
pueden ser descubiertas y descifradas sólo por “expertos” con mentes de
filósofos o de místicos.



Esto lo hemos creído y lo hemos aceptado así basados en el mismo texto bíblico. Dice en 2 Ti. 3.14,15: Pero
persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién
has aprendido y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras,
las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en
Cristo Jesús.



Timoteo era apenas un niño y entendía
las Sagradas Escrituras para lo que le era útil y necesario: ser sabio
para la salvación. Ahora los judíos mesiánicos talmudistas y cabalistas
dicen que se requieren años de “profundos estudios y meditaciones” para
entender el texto bíblico.



Hch. 4.13: Entonces viendo la
valentía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y
del vulgo, se admiraban; y les reconocían que habían estado con Jesús.



Dos pescadores ignorantes y sin
letras, que no sabían nada de la Toráh, y mucho menos estaban en la
posibilidad ni en la capacidad de ser “sabios talmúdicos” o “rabinos de
arcanos cabalísticos” (si hubieran existido en su tiempo); dejaron
boquiabiertos a los “sabios rabinos” de su época, por el solo hecho de
haber estado con Jesús. Y el Señor no les inició en enigmas
numerológicos, códigos secretos o alegorías ocultas. Les enseñó la
Palabra de Dios por el método simple de las parábolas, que hasta el más
analfabeto podía entender y aplicar para su salvación.



Quizás por eso fue que Pablo (un sabio rabino) escribió: Nadie
se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros cree ser sabio en este
mundo, hágase ignorante y así llegará a ser verdaderamente sabio. La
sabiduría de este mundo es insensatez ante Dios, como está escrito: “Él
prende a los sabios en la astucia de ellos”. Y otra vez: “El Señor
conoce los pensamientos de los sabios, y sabe que son vanos”. Así que,
ninguno se gloríe en los hombres, porque todo es vuestro: sea Pablo,
Apolos o Cefas, sea el mundo, la vida o la muerte, sea lo presente o lo
por venir. Todo es vuestro, y vosotros sois de Cristo y Cristo es de
Dios.
(1 Co. 3.18-23).



1 Co. 1.18-31: La palabra de la
cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a
nosotros, es poder de Dios, pues está escrito: “Destruiré la sabiduría
de los sabios y frustraré la inteligencia de los inteligentes”. ¿Dónde
está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que discute
asuntos de este mundo? ¿Acaso no ha enloquecido Dios la sabiduría del
mundo? Puesto que el mundo, mediante su sabiduría, no reconoció a Dios a
través de las obras que manifiestan su sabiduría, agradó a Dios salvar a
los creyentes por la locura de la predicación. Los judíos piden señales
y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los
gentiles locura. En cambio para los llamados, tanto judíos como griegos,
Cristo es poder y sabiduría de Dios, porque lo insensato de Dios es más
sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres. Considerad, pues, hermanos, vuestra vocación y ved que no hay
muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;
sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y
lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte; y lo vil
del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer
lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Pero por él
estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención, para que, como está
escrito: “El que se gloría, gloríese en el Señor”.



Me parece que los cristianos
deberíamos seguir creyendo en estas cosas, si queremos estar protegidos
contras los peligros que amenazan nuestra fe en estas nuevas corrientes
del judaísmo. Porque de lo contrario, no podremos leer, conocer y
explicar más la Sagrada Escritura por nosotros mismos, sino sólo repetir
como loros lo que digan los famosos “expertos mesiánicos” sobre ellas.



Por último: ¿podrá el cristiano
simple, sencillo, no versado en temas profundos y difíciles, tener el
discernimiento suficiente para comprender cuándo un rabino mesiánico le
está explicando algo basado en las Sagradas Escrituras; o cuándo lo está
haciendo basado en conceptos talmúdicos o en los misticismos y
misterios espirituales de La Cábala?



La negación de la divinidad de Cristo

De todos los rabinos mesiánicos que he
escuchado, ningún otro explica (sin medias tintas) su concepción sobre
la Divinidad de Cristo como lo hace el señor Heriberto García en un video subido a youtube.



Sin rodeos, este señor pronuncia su
opinión en un breve mensaje de cinco minutos titulado: “El Yeshua hebreo
vs el Jesús griego”. En el mismo dice lo siguiente:



Aunque se
ha pretendido creer que el Jesús en el que creen algunos movimientos no
judíos es el mismo Yeshua, la verdad es que los dos son bien
diferentes. Por esta razón y basándonos estrictamente en lo que se
afirma de uno y de otro, haremos un paralelo, con la ayuda del Eterno,
para que podamos entender que el tema de las diferencias no es solamente
de una palabra, o un nombre transliterado, sino la concepción misma de
la voluntad de Dios.
Entremos en el tema, revisándolo según la óptica de los judíos y los no judíos:


Yeshua no fundó una religión nueva.

Jesús fundó el cristianismo.


Yeshua no creó la kahal (la congregación). Pues tal cosa ocurrió en el Monte Sinaí.

Jesús sí fundó una nueva iglesia.


Yeshua es hombre y sólo hombre.

Jesús es hombre y Dios.


Con Yeshua ninguna ordenanza del Eterno cambia.

Con Jesús sí cambian, porque, por ejemplo: el sábado fue cambiado por el domingo.


Yeshua nació en una fiesta judía.

Jesús nació en la fiesta pagana de Navidad.


Yeshua dio la correcta interpretación de la Toráh escrita. Sin cambiar nada, por supuesto.

Jesús fundó, o mejor cambió varios
mandamientos. El decía: pero yo os digo… Acordémonos que estamos
hablando según la óptica de los movimientos, no de lo que realmente está
escrito.



La salvación viene por la fe obediente, que resulta de seguir el ejemplo y la vida de Yeshua.

Para el no judío, solamente salva la fe en Jesús.

Yeshua por medio de sus enviados dice que Israel no ha sido desechado.

Según los seguidores de Jesús, Israel fue desechado, fue cambiado, fue reemplazado.


Yeshua nació de hombre y de mujer.

Jesús nació de mujer únicamente.


Yeshua significa el Eterno salva.

Jesús es una pobre transliteración, que técnicamente no significa absolutamente nada.


Yeshua solo santificó los alimentos estipulados por la Toráh. Obviamente, si decimos de la Toráh, es del Eterno mismo.

Jesús hizo todo puro para comer.


Yeshua oraba al Padre Eterno.

En Jesús la parte humana le oraba a la parte divina de él mismo.


Yeshua potencialmente podía pecar y por eso fue tentado.

Jesús no podía pecar porque es divino.


El seguidor de Yeshua ora al Eterno, quien es el centro de su vida.

El seguidor de Jesús le ora al mismo Jesús, y Jesús mismo es el centro de su vida.


Yeshua es la cabeza de Israel, que se casa con el Eterno.

Jesús se casa con la iglesia.


Yeshua estaba de acuerdo con muchas cosas de la doctrina de los fariseos.

Jesús estaba totalmente en contra de los fariseos.


Yeshua celebraba Pésaj.

Jesús estableció la Cena del Señor.


Yeshua dio instrucciones a sus discípulos judíos.

Jesús dio instrucciones a los gentiles. Por ejemplo en esta mal llamada “Gran Comisión”.


Yeshua cumplió su misión mientras estuvo en la tierra.

Jesús hizo apariciones desde antes de venir al mundo.


Para Yeshua la gracia es parte de la Toráh y siempre ha existido.

Con Jesús entró la gracia como algo nuevo.


Yeshua indica que el diezmo estaba vigente en el contexto judío.

Jesús ordena el diezmo para los gentiles.


Muchos judíos rabínicos han creído en Yeshua.

Pero nunca creerían en Jesús.


Y hay mucho más. Estas son sólo algunas diferencias importantes. Pero hay muchísimas más diferencias.


Querido oyente, Yeshua, no Jesús, es
un rabino judío, es un hombre, no Dios. Que fue escogido como el
instrumento adecuado de la redención final. No existe ningún Jesús que
tenga estas características. ¿En quién has de creer ahora? ¿En Yeshua,
el rabino judío; o en Jesús, el griego inventado por Roma? Espero que
seas muy bendecido con este mensaje. Siempre hablamos con todo respeto;
pero siempre aferrándonos a las palabras del Eterno.



No sé si astuta y sagazmente, pero
este señor mezcla conceptos sobre Jesús que aparecen en el Nuevo
Testamento, con los que ha fabricado artificiosamente la Iglesia
Católica, para hacernos creer que todos son el producto de Roma.
Cualquier persona irreflexiva puede creerse entonces (sin más
averiguación) que el Jesús que tenemos en nuestro Nuevo Testamento es un
Jesús griego y católico-romano, y por lo tanto falso e indigno de
crédito. Lamentablemente así son muchos rabinos mesiánicos: fabrican
sofismas como este para engañar a los incautos.


Ahora bien, ¿creen todos los judíos
mesiánicos que Yeshua es hombre y sólo hombre, y no Dios? No. Algunos
creen en la divinidad de Cristo y otros hasta en la Trinidad. Sin
embargo, un amplio sector del Judaísmo Mesiánico sí lo cree de la manera
como lo explica el señor García; y por eso es que detrás de este
espinoso asunto vemos escondido otro de los graves peligros que corre la
fe de un cristiano con este movimiento



Quizás con el fin de unificar los muy
diversos criterios sobre la fe cristiana, que expresan por doquier una
gran cantidad de rabinos mesiánicos, uno de ellos
se atrevió a escribir un libro de lo que nosotros conocemos como el
Nuevo Testamento. A este libro lo tituló “El Código Real”. En la
carátula dice lo siguiente:



NUEVO TESTAMENTO

VERSIÓN TEXTUAL HEBRAICA

Traducción realizada de los manuscritos hebreos y arameos más antiguos a la luz del pensamiento hebraico del primer siglo
Ante todo, esta supuesta traducción es
una mentira por lo que ya dijimos: Los manuscritos originales hebreos y
arameos del Nuevo Testamento no existen en ningún lugar de la tierra.
No obstante, vamos a referirnos a este documento.



No podemos decir que este libro
exprese la opinión oficial del judaísmo mesiánico en todos los aspectos
por lo que ya advertimos: tal judaísmo no está representado por una sola
entidad, sino que es muy diverso, disgregado y cambiante. No obstante,
en el fondo este libro sí dice lo que un amplio sector del judaísmo
mesiánico cree y predica generalmente sobre los temas fundamentales de
la fe cristiana.



Por tal motivo vamos a citar sus
textos para explicar algunos de estos temas, y así demostrar los grandes
peligros que existen para un cristiano en esta corriente moderna del
judaísmo.



Sobre la Divinidad de Cristo citaremos
en cuatro columnas de izquierda a derecha. Primero la referencia;
después los versículos de la Reina-Valera de 1995 (traducidos de los
manuscritos griegos) que demuestran la Divinidad de Cristo; en la
tercera columna lo que dice el Código Real (inventado por el autor,
puesto que no hay textos originales para respaldar esta supuesta
traducción); y en la última columna (cuando sea necesario) las notas que
aparecen a pie de página en el Código Real; porque en ocasiones, aunque
el texto se parezca a cómo lo traduce la Reina-Valera, la nota adjunta
desmiente el significado del texto.



Veremos cómo reiteradamente este
documento, de una manera u otra, intenta decir algo completamente
distinto a que Cristo es Dios; o sea, desmiente que el mismo Eterno
(Yahveh) se hizo carne.



Texto Reina-Valera Código Real
Jn. 1.1 En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Desde un principio era dabar de Elohim y aquél dabar
estaba siempre ante Elohim y el dabar que ya existía era la expresión
misma de Elohim.
El glosario del Código Real dice:


«Elohim: Plural de Eloah, es decir, la
plenitud de la manifestación del poder o autoridad más completa que
pueda ser revelada en una acción específica. Se ha traducido Di-os al
castellano. Pero tal expresión no expresa el concepto plural del
término, que no tiene nada que ver con divinidad, sino con la
multiplicidad de autoridad, poder y dominio ejercido en una acción
específica.»



Según el mismo glosario, “dabar”


«…indica lo que está en la mente y el
pensamiento del Eterno, es decir, sus propósitos y planes. Dabar forma
parte intrínseca de la naturaleza misma del Eterno y es visto como una
extensión de él mismo, de su voluntad.»



Después de leer estas palabras usadas
en el texto del Código Real y las explicaciones que aparecen en el
glosario, uno llega a comprender lo que quieren decir: Cristo no es
“Divino”; o sea, Cristo no es el mismo Eterno hecho carne. Porque
“Elohim” no es una palabra que designa al Eterno mismo, sino a una
“multiplicidad de autoridad, poder y domino ejercido en una acción
específica”. En esa multiplicidad de autoridad y poder está “el dabar
por extensión”, o sea, la mente, el pensamiento del Eterno, sus planes y
sus propósitos. Para el Código Real ese “dabar” es Cristo.



Podemos comprender mejor que esto es
lo que quiere decir el autor del Código Real, si buscamos explicaciones
sobre este mismo tema en otras fuentes. Veamos dos o tres:



En una página web que consultamos
hallamos que el “dabar Yahveh” (la Palabra de Yahveh) indica sus
pensamientos y su voluntad, a diferencia de su nombre (Yahveh), que
indica su persona y su presencia. O sea, Cristo es entonces la “palabra
de Yahveh”, no Yahveh mismo.



Existió un filósofo judío en el primer
siglo de la era cristiana en la ciudad de Alejandría (Egipto) de nombre
Filón. Era un judío helénico; o sea, había adoptado el idioma griego y
la cultura griega. Este filósofo intentó armonizar las Escrituras
Hebreas con la filosofía griega mediante el método alegórico.



En una interpretación que hace sobre
los tres personajes que se le aparecieron a Abraham (según cuenta el
capítulo 18 de Génesis), y que dice el texto bíblico era “Yahveh” mismo,
Filón dice lo siguiente:



Las cosas más naturales a aquellos que
son capaces de ver hacen la Escritura presente, específicamente el
saber que es razonable de que uno sean tres y que tres puedan ser uno,
ya que son uno por un principio más alto. Pero cuando contado con los
poderes principales, el creativo y el real, Él parece ser tres para la
mente humana.



Pues tan pronto uno fija la mirada en
Dios, también aparecen, junto con su Ser, las potencias ministrantes, de
modo que en lugar de uno Él haga la apariencia de una triada.



Pero, como dije un poco antes, Él no
se puede ver en Su unicidad sin algo (más), los poderes principales que
existen inmediatamente con Él, (es decir) el Creativo, que se llama Dios
y el Real, que se llama Señor.



Así vemos que la triada para Filón son
“potencias ministrantes” o “poderes principales” que “aparecen” (no
forman parte) con el Ser de Dios. “Existen inmediatamente” con Él. A dos
de ellos Filón lo llama el “poder Creativo”, quien es Dios (Elohim) y
el poder Real (que es Yahveh).



Todo esto es algo parecido a lo que explica el autor del Código Real sobre Elohim y Dabar.


En una nota que se publica en Is. 44.6 de la versión Kadosh Israelita Mesiánica dice lo siguiente:


Esta es otra referencia de que el
Redentor Yahshúa emana del Padre YAHWEH y no una segunda persona. Por
tanto, la definición de Elohim es ABBA – YAHWEH + Su Redentor YAHWEH –
hijo = YAHWEH –Ejad.



En su primera parte la nota dice
claramente que Yahshúa (Cristo) es una emanación de Yahweh (el Eterno),
no otra persona. La fórmula que plantea la segunda parte de la nota
quiere decir lo siguiente: Elohim es una unidad (Ejad), compuesta por
Yahweh y el Redentor de Yahweh. Pero antes ha dicho que el Redentor de
Yahweh es una emanación de Éste, no otra persona. Veamos la fórmula
desglosada y resuelta:



Abba – Yahweh

Más (+)

Redentor – el hijo

Igual (=)

Yahweh – Ejad (la unidad) = Yahweh


Al final, se separa a Yahweh de la
unidad y queda Yahweh solo como el Eterno. Los otros miembros de la
unidad (Padre, Hijo y Redentor) no son Yahweh mismo (el Eterno), sino la
Ejad, la unidad que es Elohim.



Todo este embrollo en un clásico
estilo talmúdico, es con el solo propósito de hacer ver en un texto
clave para la Divinidad de Cristo en el Antiguo Testamento, que el
Redentor no es Dios, sino sólo una parte del Elohim (la Unidad) de la
cual Yahveh también forma parte.



Sin embargo la palabra usada en el
texto griego es théos (qevo”), no Elohim. Elohim es una palabra hebrea,
no griega. Y théos (qevo”) en griego lo que significa es “Divinidad”, no
una multiplicidad de autoridad y poder de la cual forma parte la
Divinidad.



Al tanto de estos conceptos, quizás
podamos comprender mejor el porqué de las “supuestas traducciones” y
explicaciones que aparecen en el Código Real sobre este tema.



Texto Reina-Valera Código Real Notas
Flp. 2.6 Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse… ¿quién como él, estando en forma de Di-os, no tomó
ventaja alguna de ser semejante a Di-os como oportunidad para gloria
personal?
Como Moshé así también el Mashiaj,[1] “el profeta como yo”, fue constituido como Di-os para realizar su servicio en la redención. (Éxodo 7.1)[2]
Col. 2.9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad… Porque en él habita corpóreamente toda la plenitud de la Deidad… Así como el Tabernáculo fue la habitación física donde
se manifestó la divinidad, así el Mashiaj es el tabernáculo donde se ha
revelado y se revela todo lo que puede ser conocido de Dios, esto es, Su
plenitud revelada.[3]
[1]
Con esto el Código Real enseña que Cristo no es Yahveh, sino un tipo de
Moisés. Yahveh le dijo a Moisés “yo te he constituido dios para
faraón”. Pero al fin y al cabo Moisés no era Dios, sólo su
representante. Eso mismo cree el autor del Código Real que es Cristo.


[2] Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para el faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta.


[3]
El Tabernáculo no era el Eterno, en él se manifestaba el Eterno. Esto
es lo que quiere decir el Código Real con relación a la Divinidad de
Cristo. Él no es el Eterno, sólo el medio por el cual el Eterno se
manifiesta.








Texto Reina-Valera Código Real
Jn. 10.30-33 El Padre y yo uno somos. Entonces los judíos volvieron a
tomar piedras para apedrearlo. Jesús les respondió:Muchas buenas obras
os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le
respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino
por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
El Padre y yo, somos una ejad.[1] Volvieron aquellos yehudim[2]
a tomar piedras para apedrearlo. Yeshua les dijo: Muchas buenas obras
del Padre os he mostrado: ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le
respondieron aquellos yehudim: Por buena obra no te apedreamos, sino por
Jilul HaShem,[3] y porque tú, siendo hombre, te has hecho a ti mismo demasiado familiar con Elohim.
Tito 2.13 …mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. …aguardando la bendita esperanza y manifestación gloriosa de nuestro gran Di-os y de nuestro libertador, Yeshua el Mashiaj,
2 P. 1.1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que
habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo,
una fe igualmente preciosa que la nuestra…
Shimón Kefa, siervo y apóstol de Yeshua el Mashiaj, a
los que por la justicia de nuestro Di-os a través de nuestro libertador,
Yeshua el Mashiaj, habéis recibido una fe igualmente preciosa que la
nuestra…
Ro. 9.5 A ellos también pertenecen los patriarcas, de los
cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las
cosas, bendito por los siglos. Amén.
…de quienes son los patriarcas, y de los cuales,
biológicamente, vino el Mashiaj de Di-os, quien es sobre todas las
cosas, bendito por los siglos. Amén.
1 Jn. 5.20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado
entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el
verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida
eterna.
Pero sabemos que el Mashiaj ha venido y nos ha dado
entendimiento para que podamos tener una relación íntima con el
Verdadero; y con el auténtico estamos: Yeshua HaMashiaj. Este es juez
confiable y vida eterna.
[1] Unidad de propósito o intención.


[2] Judíos


[3] Ofensa contra Dios, blasfemar.








Es bien conocido por todos que sólo
Dios (el Eterno, Yahveh) merece que el hombre se postre delante de Él en
adoración, Mt. 4.9,10 . Postrarse ante una criatura en un gesto de
adoración es un acto abominable. Sin embargo, existen varios textos en
el Nuevo Testamento griego donde se lee explícitamente que Cristo
recibió, aceptó y merece ese gesto de postrarse ante Él para adorarlo.



¿Por qué podemos decir que cuando las
personas se postraron ante Jesús lo hicieron para adorarlo y no para
rendirle un homenaje cualquiera? Porque la palabra griega que se usa y
de donde se traduce al español en la Reina-Valera el verbo “adorar” con
relación a Cristo, es la misma palabra griega que encontramos en el
versículo citado un poco antes.



Veamos en dos reproducciones del Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español los textos de Mateo 4.9,10, donde se usa el verbo proskunéo para referirse a Dios (el Eterno, Yahveh), y Mateo 2.11
donde se usa ese mismo verbo para referirse al acto rendido ante Cristo
por los tres sabios del Oriente que vinieron a visitarlo en su
nacimiento.



El verbo en griego así como su
traducción al español aparecerán marcadas para distinguirlos del resto
de las palabras y así se pueda comprobar mejor su uso en el contexto.



Mateo 4.9,10


Mateo 2.11


Si nos fijamos con un poco de atención
en estos dos textos, encontraremos algo muy importante en el uso de las
palabras griegas. En los primeros versículos el diablo le pide a Cristo
un gesto de adoración. ¿Cuál es ese gesto? Que caiga en tierra,
postrado ante él. Jesús lo reprende fuertemente porque ese gesto de caer
en tierra postrado es un acto de adoración que sólo se puede hacer ante
Dios (Yahveh, el Eterno). Ahora bien, en el segundo texto, ese mismo
gesto de caer en tierra postrado, y que según el mismo Cristo sólo lo
merece el Eterno, es el mismo que realizan los sabios del Oriente ante
Jesús recién nacido; y que después realizarán sus discípulos en más de
una ocasión y las mujeres en su resurrección. Él aceptará estos gestos
de postrarse los hombres ante su presencia para adorarlo, sin escándalo y
sin alguna reprensión en contra de ellos.



Debiéramos ver otras reproducciones
del Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español sobre algunos textos
donde este gesto y el uso del verbo griego: proskunéo, son considerados
como gesto y acción incorrectos, porque estuvieron dirigidos a seres no
divinos, y por tanto no merecedores de tal acto de adoración. Y así
compararlos con otros textos donde ese mismo verbo se usa para decir lo
que hicieron los hombres con Cristo. Él acepta sin reproche alguno lo
que hicieron. Veamos las comparaciones:



Hechos 10.25,26


Mateo 28.17


Aquí podemos comprobar que es el mismo
verbo proskunéo que se usa en Hechos. Los discípulos hacen con Cristo
lo mismo que intentó hacer Cornelio con Pedro. El apóstol se escandalizó
y lo impidió. Cristo lo acepta sin escándalo.



Apocalipsis 19.10


Es muy interesante este versículo. Lo
que quiso hacer Juan con el ángel y que éste no lo dejó, está expresado
en el griego con el verbo proskunéo. Eso mismo el ángel le dice que lo
haga con Dios; y la palabra que se usa para definir la acción ante Dios,
es también el verbo proskunéo.



Mateo 14.33


Juan 9.38


La misma acción que el ángel no quiso
que Juan le rindiera y que le ordenó se la dedicara a Dios, es lo mismo
que años atrás habían hecho los discípulos (entre ellos Juan) en la
barca con Jesús, y Él lo acepta sin ningún inconveniente. También acepta
sin el menor rechazo la adoración del ciego sanado.



Y así, en cada caso del Nuevo
Testamento donde dice que alguien se postró ante Jesús se usa este verbo
proskunéo (proskunevw). De la misma manera en cada caso donde se
menciona que alguien se postró ante el Eterno se usa el mismo verbo.



Es el mismo verbo que se repite una y
otra vez en la conversación de Cristo con la mujer samaritana. El Señor
le enseña a esta mujer cómo y desde dónde es la verdadera adoración al
Padre.



Juan 4.21-24


Siete veces se repite el verbo
proskunéo en este breve texto, con referencia a la adoración a Dios. Es
muy notable sea el mismo verbo que se usa con referencia a la adoración a
Cristo.



Es persuasivamente significativo que
este verbo griego y su acción estén presentes en todos los textos del
Nuevo Testamento donde se trate sobre la adoración con estos tres
significados:


1) Lo que se debe hacer con Dios (Yahveh, el Eterno).

2) Lo que no se debe hacer con las criaturas.

3) Lo que se hizo con Cristo, lo cual Él aceptó.


No es de nuestro interés aquí
demostrar la Divinidad de Cristo, sino sólo resaltar que muchos judíos
mesiánicos no creen en esa Divinidad, y por tal motivo es obvio que el
Código Real se exprese de manera muy diferente al de la Reina-Valera en
cada uno de esos textos donde esta versión hace referencia a que los
hombres se postraron ante Jesús en un acto de adoración. Esto es una
prueba más de lo que venimos diciendo: Muchos judíos mesiánicos no creen
que Jesús sea el Eterno (Yahveh) hecho carne. Ellos creen en Jesús como
un enviado de Yahveh, (un Moisés) no el mismo Yahveh; y que por tal
motivo lo que hicieron con Él no fue adorarlo, sino rendirle un homenaje
como si fuera un rey. Veamos la comparación de los versículos en la
siguiente tabla:






Texto Reina-Valera Código Real
Mt. 2.2 ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo. ¿Dónde está el que ha nacido para ser Rey de los judíos? Porque su Luz hemos visto en el Oriente y venimos para honrarle.
Mt. 2.11a Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Hasta que llegaron a la casa y entrando vieron al niño
con su madre Miriam. Entonces se inclinaron delante de él y le
ofrecieron sus reconocimientos reales.
Mt. 14.33 Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. Y los que estaban en la barca, le dieron honor real diciendo: Verdaderamente tú eres el Mashiaj enviado de Eloah.
Mt. 28.9 Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies y lo adoraron. Y he aquí que Yeshua les salió al encuentro, diciendo:
“Shalom Aleijen”. Y ellas, acercándose, se inclinaron con sumo respeto
delante de Su Majestad e intentaban abrazar sus pies.
Mt. 28.17 Cuando lo vieron, lo adoraron, aunque algunos dudaban. …y al verlo, le rindieron honores reales, aunque algunos no podían creer lo que veían.
Jn. 9.38 Y él dijo: Creo, Señor, y lo adoró. Y él dijo: “Aní ma’amim, adoní”. E inclinado ante él, le hizo una reverencia real.
He. 1.6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice:«Adórenlo todos los ángeles de Dios». Y de nuevo se deduce que al revelarlo en esta edad
presente está ordenando: sujétense a él y sírvanle todos los malajim de
Di-os.



Negar la Divinidad de Cristo
implicaría muy serias complicaciones en la fe de un cristiano. Lo
primero es que no le puede rendir un culto de adoración, pues sólo Dios
lo merece. El culto de adoración a Cristo para él se tornaría en una
abominación o una profanación al verdadero Dios. Tendría que convertirlo
en algo parecido al culto que le rinden los católicos a los ángeles, a
la virgen María y a los santos.



Cuando uno habla con un católico,
niega rotundamente que él adore a los santos o a María. Según ellos,
tienen una distinción bien clara entre lo que es “adorar” y lo que es
“venerar”. En el catecismo y la enciclopedia católica uno encuentra la
siguiente explicación:



El culto de latría (λατρεια) en griego, es un culto de adoración y sólo Dios lo merece.

El culto de dulía (douλεια) es un culto de veneración que se le rinde a los ángeles y a los santos.

El culto de hiperdulía es un culto de veneración mayor y exclusiva para María.


Si un cristiano negara la Divinidad de Jesucristo, tendría que empezar a hacerse una distinción similar a esta.


De hecho, eso es lo que dicen el
Código Real y otras versiones mesiánicas que hicieron los sabios del
Oriente y otras personas con Cristo: no lo adoraron, le rindieron un
homenaje real. Eso mismo tendría que hacer en su vida de oración y
adoración personal y en un culto público donde se adore a Dios, un
cristiano que niegue a Cristo como Dios mismo hecho carne. Cristo
quedará excluido de su adoración.



Otra cosa es que pierde la fe en la promesa del Señor cuando dijo: “…porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” La omnipresencia es un atributo divino. Así lo expresa el Salmo 139: “¿A
dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si
subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado,
allí tú estás. Si tomara las alas del alba y habitara en el extremo del
mar, aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra.”



Las criaturas no gozan de este
atributo divino. Ni siquiera los ángeles más grandes. No pueden estar en
dos lugares al mismo tiempo. Así sería que Cristo, si hay dos o tres
creyentes reunidos en su nombre en Nueva York a las diez de la mañana de
un sábado y Él está en medio de ellos; no podría estar entonces con dos
o tres creyentes reunidos en Miami el mismo día a la misma hora. Esta
promesa suya de estar con los creyentes dondequiera estén reunidos, se
tornaría vana para un cristiano que niegue la Divinidad del Señor.



Por la misma razón no puede invocar en
oración su ayuda en algún problema, pues no es seguro que pueda
atenderlo, dado que son millones los que le están pidiendo ayuda en el
mismo momento. Él pudiera ayudarlos a todos al mismo tiempo si es Dios.
Si es sólo una criatura, entonces está limitado en el espacio y en el
tiempo.



El cristiano que deje de creer en la
Divinidad de Jesucristo tampoco podrá confiar en el perdón de sus
pecados a través de Él. Pues sólo Dios puede perdonar pecados. Esta
Escritura perdería su sentido: Al ver él la fe de ellos, le dijo:
Hombre, tus pecados te son perdonados. Entonces los escribas y los
fariseos comenzaron a pensar, diciendo: “¿Quién es este que habla
blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” Jesús
entonces, conociendo los pensamientos de ellos, les preguntó: ¿Qué
pensáis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te
son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues para que sepáis que
el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados
–dijo al paralítico–: A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a
tu casa.
(Lc. 5.20-24).



Y como esos, con otros dilemas más va a
tropezar un cristiano que decida creer en lo que predican algunos
rabinos mesiánicos sobre la Divinidad de Cristo.



La distorsión a la doctrina de la justificación por fe y la salvación por gracia

La doctrina de la justificación por fe
y la salvación por gracia es otro de los grandes pilares fundamentales
del evangelio, que los judíos mesiánicos distorsionan de alguna manera.



En el Nuevo Testamento y muy
especialmente en las epístolas paulinas, aparece el mensaje de que el
hombre está condenado al castigo eterno sin remedio alguno.



Por causa de su estado de pecado
irremediable, no puede hacer algo por sí mismo para alcanzar la
justificación. Ni tampoco puede hacer algo para salvarse a sí mismo.



Dice en Ro. 3.9-12: ¿Qué, pues?
¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera!, pues hemos
demostrado que todos, tanto judíos como gentiles, están bajo el pecado.
Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no
hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.



En esta condición de pecado
irremediable, el hombre (sea judío o gentil) no puede hallar la
salvación por medio de la observancia de la Ley de Dios. No porque la
Ley sea inútil o incapaz de darle perfección y salvación al hombre, sino
porque el inútil y el incapaz es el hombre mismo.



Si combinamos dos textos, uno de Santiago y el otro de Pablo, vamos a encontrar la evidencia de esta verdad:


Stg. 2.10,11: …porque cualquiera
que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de
todos, pues el que dijo: «No cometerás adulterio», también ha dicho: «No
matarás». Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has
hecho transgresor de la Ley.



Esto que nos dice Santiago nos revela
que la condición del hombre ante el Juez Supremo es fatal y sin remedio.
Si un hombre quiere aparecer como «justo» ante la presencia de Dios por
medio de la observancia de la Ley, tiene que guardarla TODA, todo el
tiempo. Si la observa toda; pero en algún momento transgrede un punto,
ya no sirve nada de lo que hizo, se ha hecho culpable de toda la Ley
(aun de la parte que guardó). No va a aparecer como «justo» ante Dios,
sino como transgresor de la Ley.



Pablo escribe unas palabras que
corroboran lo dicho por Santiago y nos revelan algo más terrible todavía
en la condición espiritual del hombre, que quiere ganarse el ser
«justo» delante de Dios mediante la observancia de la Ley. Veamos:



Gl. 3.10: Todos los que dependen
de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito
sea el que no permanezca en TODAS las cosas escritas en el libro de la
Ley, para cumplirlas».



Veamos cómo traduce este texto la Versión Popular Dios Habla Hoy: Quienes
ponen su confianza en la ley están bajo maldición, porque la Escritura
dice: “Maldito sea el que no cumple fielmente TODO lo que está escrito
en el libro de la ley.



¿Cómo puede escapar el hombre de esta
terrible maldición de la Ley? La lógica del texto nos dice algo muy
fácil de entender: Si cumple fielmente TODO lo que está escrito en el
libro de la Ley. Si cumple con fidelidad TODO, todo el tiempo, sin
ninguna transgresión, no estará bajo maldición. Y es obvio que así es
como únicamente un hombre puede ser justificado y salvado mediante la
observancia de la Ley.



Ahora bien, la pregunta clave sería: ¿Dónde está el hombre que puede hacer tal cosa?


Por eso es que quien vino para salvar
al ser humano mediante un acto de gracia es Jesucristo, quien sí ganó,
por su obediencia perfecta a la Ley, la condición de «Justo». Bien lo
expresa el apóstol Pablo en Romanos 8.3,4: Lo que era imposible para
la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en
semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en
la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que
no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
En Hch. 13.38,39: Sabed,
pues, esto, hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de
pecados, y que de todo aquello de que no pudisteis ser justificados por
la Ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree.



De esta manera el hombre es
justificado y salvado, no porque llegue al estado de «justo» en la
observancia de la Ley, sino porque Jesucristo le imputa su justicia, lo
justifica y lo salva por un acto de gracia, cuando el pecador pone su fe
en Él. A eso es a lo que llamamos “la justificación por fe” y la
“salvación por gracia”, sin la observancia de la Ley.



Así lo expresó muy bien Pablo en Gálatas 2.16: …sabiendo
que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe
de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser
justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por
cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado.



En Gálatas 2.21: No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo.


También lo expresa claramente en Romanos 3.21-28: Pero
ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios,
testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio
de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay
diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación
por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de
haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con miras a
manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y
el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la
jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino
por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por
la fe sin las obras de la Ley.



Frecuentemente cuando los rabinos
mesiánicos predican sobre el tema de la salvación, su insistencia en la
observancia de la Toráh es pertinaz. Su preferencia para el tema de la
justificación y la salvación no está en una dependencia absoluta de la
fe en Cristo y de la gracia, sin la observancia de la Ley. Ocurre con
muchos de ellos en la actualidad algo muy similar a lo que pasaba en las
iglesias de Antioquía, Galacia y otros lugares con “los de la
circuncisión”, a los cuales Pablo combatió sin tregua. Aquéllos decían
que la circuncisión y la Ley debían ser observadas también para ser
salvos. (Ver)



Por tal motivo sería oportuno tomar
varios textos de la Epístola a los Gálatas (y de otras) sobre este tema
de la justificación por la fe y no por las obras de la Ley, para hacer
una comparación entre lo que dice la Reina-Valera y lo que dice el
Código Real. Vamos a descubrir que mientras en la Reina-Valera aparecen
con claridad las censuras de Pablo contra la justificación por las obras
de la Ley, el Código Real lo que censura es la justificación por la
observancia incorrecta (legalista) de la Ley.



Esto nos deja ver que para ellos (los
judíos mesiánicos) la observancia correcta de la Ley también forma parte
condicional de la justificación y la salvación del hombre. No sólo es
la fe y la gracia como enseña Pablo; también es la Ley. Pero ya vimos
según Santiago que, aunque el hombre observe todo correctamente, si
falla en un punto, ya no le sirve la observancia de la Ley para nada. Es
un transgresor. Y Pablo enseña que si el hombre pone su confianza en lo
que pueda hacer como guardador de la Ley (aunque lo haga bien, sin
legalismos), está bajo maldición, porque no lo puede guardar TODO, como
lo demanda la misma Ley. Comparemos algunos textos:



Texto Reina-Valera Código Real
Gl. 3.10 Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo
maldición, pues escrito está: «Maldito sea el que no permanezca en
todas las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas».
Porque todos los que viven por el legalismo que resulta
de seguir una interpretación equivocada de la ley divina, están bajo
maldición. Porque escrito está: “Maldito todo el que destruyendo estos
mandamientos y torciéndolos, intente luego permanecer en su propia
interpretación de la ley, olvidando las cosas que están escritas en esta
ley para vivir por ellas”.



Como ya dijimos al principio, el
Código Real es un invento de su autor, no es una traducción seria de
manuscritos antiguos (que no existen), y se comprueba en este versículo.
Cuando Pablo dice: “escrito está”, cita un texto en Deuteronomio. Pero
ese texto en Deuteronomio para nada dice lo que cita el Código Real.
Veamos lo que dice ese texto, no en la Reina-Valera, sino en una versión
actual en español de la Toráh:



Dt. 27.26: «Maldito quien no mantenga las palabras de esta Ley, poniéndolas en práctica. – Y todo el pueblo dirá: Amén».


Pero la cita que hace el Código Real
de ese versículo de Deuteronomio es esta: «Maldito todo el que
destruyendo estos mandamientos y torciéndolos, intente luego permanecer
en su propia interpretación de la ley, olvidando las cosas que están
escritas en esta ley para vivir por ellas».



El autor del Código Real debía haber
tenido por lo menos respeto a su propia Toráh, para no ponerse a decir
lo que ella misma no dice. Sin embargo, este texto nos sirve para
confirmar lo que ya dijimos: Como los supuestos manuscritos del Nuevo
Testamento en hebreo y arameo no existen, pues cada rabino mesiánico
puede citar sobre ellos lo que le parezca. Este es un vivo ejemplo de
tal fraude.



También, este versículo en el Código
Real nos confirma lo que venimos advirtiendo: los judíos mesiánicos
creen que la observancia de la Toráh está incluida como condición en el
plan de salvación de Jesucristo.



Texto Reina-Valera Código Real
Ro. 3.28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe
obediente que no tiene nada que ver con la observancia legalista de la
ley.



En el Código Real este versículo tiene una nota a pie de página que dice lo siguiente:


«Hay una gran diferencia entre
obediencia a la ley y observancia legalista de la ley. La obediencia a
la ley es una expresión de la fe; la observancia legalista de los
mandamientos es contraria a la obediencia por amor y temor de los
decretos y estatutos e instrucciones divinas dadas en la Toráh. La
diferencia es evidente en esta carta y el resto de las cartas de Rav.
Shaul que tratan el tema, pues ya ha dicho (2.13) que los que obedecen
la Toráh son los que tienen la promesa de recibir como regalo, la
justicia divina, sobre la base de los méritos interpuestos por la fe
obediente de Yeshua…».



Es necesario hacer algunos comentarios sobre esta nota del Código Real.


Ante todo, que se demuestra lo que
venimos diciendo: Los judíos mesiánicos creen que la obediencia a la
Toráh, es indispensable para que el hombre alcance la justificación. No
le bastan la fe de Cristo y la gracia de Dios; también tiene que ser
obediente a la Toráh. Así lo dice la nota: «…los que obedecen la Toráh
son los que tienen la promesa de recibir como regalo, la justicia
divina, sobre la base de los méritos interpuestos por la fe obediente de
Yeshua…» O sea, sólo los que son obedientes a la Toráh son los que
tienen derecho a recibir la gracia a través de Cristo.



Esta nota desmiente lo que ya leímos
de Santiago y de Pablo: Que si el creyente no observa, no guarda, TODA
LA TORÁH, de nada le sirve la parte que guardó y está bajo maldición. La
manera para alcanzar la justificación por las obras de la Ley no está
en guardarla por amor con una fe obediente, sino en guardarla TODA. Pero
como no hay hombre que pueda guardarla TODA, por eso Pablo escribe: Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley.



En esta nota también se saca de
contexto y se distorsiona lo que quiso decir el apóstol Pablo en Romanos
2.13. Ahí Pablo escribe así: …pues no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino que los que obedecen la Ley serán justificados.



El contexto en el cual Pablo escribió
esta frase no es el que pretende la nota del Código Real: “los que
obedecen la Toráh por amor y los que la guardan de manera legalista”. El
contexto es una acusación contra quienes se convierten en jueces de los
demás y ellos mismos son violadores de la Ley. Las palabras de Pablo al
comienzo del tema son estas: Por eso eres inexcusable, hombre, tú
que juzgas, quienquiera que seas, porque al juzgar a otro, te condenas a
ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo. Pero sabemos que el
juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según la verdad. Y
tú, hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas y haces lo mismo,
¿piensas que escaparás del juicio de Dios?
(Ro. 2.1-3)



Por eso la diferencia que plantea
Pablo en este versículo de Romanos 2.13 no es entre el que obedece la
Ley por amor y el que la observa de manera legalista; sino que la
diferencia la plantea desde una perspectiva de juicio contra quien es
nada más que un oidor de la Ley, un desobediente, y juzga a los demás.
Les advierte que quien es justificado ante Dios no es el hipócrita oidor
de la Ley que juzga a los otros, sino el que es obediente de verdad a
la Ley.



Para Pablo el que es obediente a la
Ley (y recordemos, TODA LA LEY, no parte de ella) será justificado. Y
para eso no son necesarios los méritos de Cristo como arguye la nota del
Código Real. Los méritos de Cristo son necesarios y suficientes para un
pecador que no puede guardar TODA la Ley. Si alguien puede guardar TODA
la Ley por sí mismo, entonces ya no necesita los méritos de Cristo. Él
dijo: “Yo no he venido a llamar a justos, sino pecadores al arrepentimiento”. Y bien expresó Pablo, y repetimos: “… si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo”. Dice en Romanos 10.5: Moisés escribe así de la justicia que es por la Ley: “El hombre que haga estas cosas vivirá por ellas”. Y en Gálatas 3.12: Pero la Ley no procede de la fe, sino que dice: “El que haga estas cosas vivirá por ellas”.



Cuando el Código Real enseña que los
méritos de Cristo son para aquellos que obedecen la Toráh, está
distorsionando completamente la doctrina de la justificación por la fe.



Insistimos pues, en que si un hombre
guarda la Ley, no de manera legalista sino por amor; pero no la guarda
TODA, de nada le sirve lo que guardó y está bajo maldición si confía en
lo que hace a medias, por mucho amor que haya puesto en hacerlo. Y eso
es lo natural, lo razonable en la exigencia de cualquier ley. Por
ejemplo: en la ley del tránsito las autoridades no le dicen a los
choferes: Obedezcan las reglas del tránsito con voluntad y buen deseo, y
ya no tendrán problemas. No, eso no es así. Puede haber un chofer que
se haya pasado más de veinte años observando con buena voluntad y
exactitud las leyes del tránsito y en todo ese tiempo no le hayan puesto
ni una sola multa; pero si en un descuido comete una infracción, esos
veinte años de fidelidad a la ley del tránsito no le eximen de la multa.



El Señor nunca diría a un pecador:
«Guarda por amor y con fe mi Ley y ya serás justificado. Si no la puedes
guardar toda, no importa, si la guardas con fe y amor estás bien así.
Estás muy bien porque guardas el sábado; pero si no puedes dejar la
mentira o la ira, no importa; si lo que puedes guardar lo guardas por
amor, yo te justifico.»



No, el Señor pide una obediencia
absoluta, completa, TOTAL a su Ley. Si el hombre no lo puede hacer así,
entonces de nada le sirve lo que observa, y si confía en lo que observa a
medias, está bajo maldición; por mucho amor, por mucho temor y mucha fe
que ponga en observarlo.



Tiene que depender entonces de que Cristo le atribuya su justicia, para ser perdonado y justificado.


Dos caminos


Ahora bien, en esto de la
justificación por fe y la observancia de la Ley hay dos caminos que se
desvían de la verdad bíblica: El del legalismo y el del liberalismo.
Estos dos caminos con bastante frecuencia terminan en situaciones
extremas cuando un cristiano los transita. Veamos el primero.



Los extremos del legalismo


Por mucho que los judíos mesiánicos
digan que no son legalistas, el hecho de insistir en la observancia de
la Toráh para poder alcanzar la justificación y la salvación, los
convierte en legalistas.



Aunque quizás en el legalismo se
encuentren algunas personas justas, (en la medida en que pueden) no
perfectas, que vivan con humildad y reconocimiento de lo que son; no
deja de ser cierto también que por ese camino existe otro de los grandes
peligros escondidos en el Judaísmo Mesiánico. Nos referimos al
fariseísmo.



El fariseísmo se da entre los legalistas con demasiada frecuencia por tres causas muy poderosas:


1) Las celosas exigencias morales de la Ley de Dios.

2) El estado de pecado irremediable del hombre.

3) El “YO ególatra” que tenemos todos,
puesto por el diablo en la conciencia humana en el Edén, cuando le dijo a
la primera pareja: “Seréis como dioses”.



Estas tres circunstancias funcionan
así: El creyente se enfrenta a las puntuales y rigurosas exigencias
morales de la Ley de Dios, que al fin y al cabo no puede cumplir en su
totalidad, porque su estado de pecado irremediable, “la marca candente
del Edén”, la rebeldía contra todo lo que es bueno (porque es de Dios)
no se lo permite.



Entonces, inducido por su “YO
ególatra” busca una curva en el camino y se sale hacia la
auto-justificación, amparándose en los cumplimientos exteriores de la
Ley, que puede practicar más fácilmente, porque no tratan de cambiarle
el corazón. Con ellos se cubre por fuera. De esa manera va naciendo un
hipócrita, como los escribas y los fariseos.



Entonces, después que ha asimilado
bien este proceder, quizás en años de práctica inconsciente, llega el
momento en que no importa tanto que su corazón esté lleno de uno o más
de estos pecados: malos deseos, lujuria, codicia, malos pensamientos,
engaño, mentira, hipocresía, injusticias, envidia, ambición, vanidad,
orgullo, soberbia, ira, avaricia, rencor, odio, raíces de amarguras,
celos conyugales, desprecios hacia sus semejantes, burlas… No importa
tanto si no ayuda al que padece necesidad, ni tiende la mano de
fraternal compañerismo al hermano que lo necesita, ni comparte sus
bienes materiales con él, o no le presta dinero o no le da un plato de
comida, o no le presta una muda de ropa, o no vuelve la mejilla derecha
cuando lo hieren con una ofensa. No importa que obre con injusticia o
parcialidad, que trate bien a unos porque le simpatizan y a otros no,
porque le son antipáticos; los menosprecie y hasta les haga daño. No
importa mucho todo eso. Si él cumple bien con sus obligaciones
religiosas exteriores; como por ejemplo: Observa correctamente el
sábado, cumpliendo con las reglas establecidas sobre el día (aunque ni
aparezcan en la Biblia); no se contamina con animales inmundos, ni
siquiera toca los cuerpos muertos de ellos, o las vasijas y utensilios
con los cuales se manipulan estas carnes; cumple bien con los ayunos de
reglamento; paga los diezmos cuidadosamente; es puntualmente fiel a los
cultos, rituales y ceremonias; celebra todas las fiestas que establece
la Toráh en sus fechas correctas, etc. Si hace todo esto y más, su “YO
ególatra” se sentirá feliz, buen cristiano y salvado, porque así es como
lo ven y lo juzgan los demás: por su obediencia a los aspectos
exteriores de la Ley.



Esta torcedura del alma es el
resultado del “YO ególatra”. Aunque en muchísimos casos el cristiano
legalista ni siquiera se dé cuenta que está así retorcido, porque una
habilidad muy sutil del virus venenoso del Edén es el “autoengaño”. Bien
lo expresó Jeremías: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jr. 17.9). La respuesta nos deja pasmados: ¡Yo, Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras! (Jr. 17.10).



Por eso fue que Cristo llamó a aquellos fariseos legalistas “sepulcros
blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por
dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.”



Jesús condenó radicalmente a los
religiosos de su tiempo, precisamente por eso: porque ponían el énfasis
en los aspectos exteriores de la Ley y descuidaban el corazón. Pongamos
atención a sus palabras:



Mt. 23.23-26: ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el
comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la
misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer
aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello! ¡Ay
de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis lo de
fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de
injusticia. ¡Fariseo ciego!, limpia primero lo de dentro del vaso y del
plato, para que también lo de fuera quede limpio.



Mr. 7.14-23: Llamando a sí a toda
la multitud, les dijo: Oídme todos y entended: Nada hay fuera del hombre
que entre en él, que lo pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso
es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus
discípulos sobre la parábola. Él les dijo: ¿También vosotros estáis así,
sin entendimiento? ¿No entendéis que nada de fuera que entra en el
hombre lo puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el
vientre, y sale a la letrina? […] Pero decía que lo que sale del hombre,
eso contamina al hombre, porque de dentro, del corazón de los hombres,
salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los
homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la
lujuria, la envidia, la calumnia, el orgullo y la insensatez. Todas
estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.



El camino de la hipocresía religiosa
es un camino muy fácil. Por él transita todo hombre que se deja atrapar
por su “Yo ególatra” y no tiene la suficiente humildad, o el suficiente
sentido del humor como para no tomarse demasiado en serio y poder decir:
Yo soy basura, todo lo bueno que yo pueda hacer son trapos de
inmundicia delante de Dios, como bien lo dijo el profeta Isaías: Saliste
al encuentro del que con alegría practicaba la justicia, de quienes se
acordaban de ti según tus caminos. Pero tú te enojaste porque pecamos,
porque en los pecados hemos perseverado largo tiempo. ¿Podremos acaso
ser salvos?, pues todos nosotros somos como cosa impura, todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia. Todos nosotros caímos como las hojas
y nuestras maldades nos llevaron como el viento.
(Is. 64.5,6).



Esta es una de las grandes razones por
las que Dios ha dispuesto que el hombre no se salve a sí mismo
observando la Ley. Para que no se convierta en un hipócrita arrogante,
engreído y soberbio, y se acoja a la humilde (y a veces hasta
humillante) dependencia de Él.



Los predicadores de esa corriente
esotérica y humanista moderna llamada la “Nueva Era”, que se sabe son
abiertamente rebeldes a la creencia en Dios y en sus leyes, sienten
quizás más que ningún otro esa humillación. Ellos dicen que “el perdón
cristiano es un insulto a la dignidad humana”.



Dios sabe que sus leyes morales son
tan difíciles de guardar perfectamente, que ningún hombre puede ser
capaz de alcanzar la fidelidad requerida como para ser justificado por
eso.



Así, uno de los propósitos esenciales
de la justificación por la fe y la salvación por gracia, es la
destrucción o por lo menos el castigo del “YO ególatra”. La
autosuficiencia que nos hace mirar por encima del hombro a los demás.
Veamos algunas Escrituras donde esto se pone de manifiesto.



Al que te hiera en una mejilla,
preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica
le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es
tuyo, no pidas que te lo devuelva.
(Lucas 6:29-30).



Pero yo os digo: No resistáis al
que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha,
vuélvele también la otra; al que quiera ponerte a pleito y quitarte la
túnica, déjale también la capa; a cualquiera que te obligue a llevar
carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que
quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues. Oísteis que fue dicho:
“Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que
os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen…


(Mateo 5:39-44)


¿Quién de vosotros, teniendo un
siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le
dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena,
cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido. Después de esto, come y
bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había
mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo
lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que
debíamos hacer, hicimos.
(Lc 17:7-10).



Entre esas muchas cosas que el Señor
nos ha ordenado está el amor y el perdón a los enemigos: poniendo la
otra mejilla ante la bofetada, o renunciando a los bienes del que nos
despojen los hombres malos, o soportando y perdonando el abuso de los
inicuos cuando nos carguen con una milla, al extremo de andar dos millas
con ese abusador. Por eso es que el hombre arrogante y soberbio, cuyo
“YO ególatra” tiene el control de su vida afirma que “el perdón
cristiano es un insulto a la dignidad humana”



Y Cristo dice que aun cuando cumplamos
con todo eso y mucho más (que obviamente no vamos a cumplir de manera
TOTAL), tenemos que decir: “siervos inútiles somos”. ¿Qué tal si no
podemos cumplir ni con la mitad de lo que se nos ha ordenado? Tenemos
que depender entonces de su gracia y de su misericordia para que nos
justifique y nos salve. Por eso fue que Pablo escribió en los siguientes
términos



¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.

(Ro. 3.27)


Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios… (Ro. 4:2).


…porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por
obras, para que nadie se gloríe…
(Ef. 2:8-9).



Y para que la grandeza de las
revelaciones no me exaltara, me fue dado un aguijón en mi carne, un
mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca; respecto
a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí. Y me ha
dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la
debilidad.
(2 Co. 12.7-9)



Sin embargo, distinto al camino de la
justificación por la fe y la salvación por gracia, que hace al hombre
humillarse y depender de Dios nada más, porque se hace plenamente
consciente de que no sirve para nada; en el camino del legalismo con
mucha facilidad el hombre se engríe, se enaltece y se vuelve un
arrogante, por SU observancia, SU obediencia, SUS méritos, SU “YO
ególatra”, lo hacen creerse mejor que los demás.



Ahora bien, en el camino del legalismo
hay una encrucijada. Una encrucijada es un camino que se bifurca en
dos. Todo creyente que transita por el camino del legalismo; o sea, que
pretenda ser justificado y alcanzar la salvación por SU obediencia, se
va por una de las dos bifurcaciones, las cuales terminan en dos extremos
fatales: el de la hipocresía (que ya lo vimos) y el de la frustración. A
este extremo de la frustración llegan los sinceros.



No todos los creyentes que conciben la
justificación y la salvación de la manera ya explicada, tienen el
material de la hipocresía como para representar el papel de la
religiosidad y la obediencia por fuera, aunque por dentro sean otra
cosa.



Ellos anhelan con toda sinceridad ser
fieles a Dios, ser “justos”, guardar todos sus mandamientos, todas sus
leyes; pero saben hacer la diferencia entre los aspectos exteriores de
la Ley y sus exigencias morales al corazón y a la conciencia, y son
incapaces de representar un papel simulado, farisaico.



No obstante, ellos tienen, como
tenemos todos, el “virus del Edén”, (que es el pecado de rebeldía contra
Dios) y también tienen el “YO ególatra” desmedido que conduce a la
hipocresía. Pero saben controlarlo y someterlo. Con toda humildad pueden
reconocer su pecado y su maldad ante cualquiera.



Sin embargo, lamentablemente, como que
están atrapados por el virus del pecado, pecan diariamente como pecamos
todos. Como su creencia es que cuando pecan están mal con Dios y Él los
rechaza, siempre los está torturando un sentimiento de culpa para el
cual no hallan el escape diario que necesitan. Porque como pecamos todos
los días, todos los días necesitamos ser redimidos.



No estamos queriendo decir con esto
que nuestros pecados no ofendan a Dios porque estamos en un estado de
gracia, ni mucho menos que el pecar diariamente esté autorizado.
Recordemos a Pablo: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el
pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que
hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
(Ro. 6.1,2).



Sin embargo, la realidad es que aun
cuando no queremos pecar o esa no es nuestra intención, de todas maneras
pecamos, porque la Ley de Dios es en extremo exigente al punto de
juzgar y condenar aun nuestros pensamientos y nuestras palabras. Y todo
pecado es una ofensa a la santidad de Dios.



Así es que un hermano cuyo pensamiento
concibe que Dios lo quiere a Él puro nada más, “justo”; que cuando está
impuro ya Dios se pone lejos de él, vive frustrado pues todos los días
va a estar impuro, y como no ha interiorizado profunda y plenamente que
Dios lo perdona a él gratuitamente todos los días, si todos los días se
arrepiente de su pecado con dolor y sinceridad; y que sus obras buenas
no son las que Dios reclama para amarlo, perdonarlo y usarlo, sino su
humilde reconocimiento y arrepentimiento sincero, pues vive en un estado
de frustración permanente.



El apóstol Juan es muy alentador con
su experiencia y sus palabras. Recordemos que en la tradición cristiana a
este hombre se le conoce como el “Apóstol del Amor”. Él escribió así: Hijitos
míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es
la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros,
sino también por los de todo el mundo.
(1 Jn. 2.1,2) En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros
pecados.
(1 Jn. 4.10).



En los creyentes de esta clase se
desarrolla un sentimiento de culpabilidad que no les permite estar
gozosos de su salvación. Estos cristianos nunca están seguros de ser
salvos. Ellos siempre están llenos de dudas y de miedos. Le tienen
terror a la muerte, porque se van a perder si se mueren así. Ni les
menciones la Segunda Venida de Cristo, porque les asalta el miedo a
perderse.



He estado en lugares donde ante una
gran congregación he hecho la siguiente pregunta: ¿Cuántos desean que
Cristo vuelva ahora mismo? Alguna tímida mano se levanta, pero la
mayoría permanece abajo. Cuando les he preguntado la causa de esa
apatía, me he dado cuenta que no es apatía, sino miedo lo que tienen.
Alguno que otro ha respondido: “Yo no quiero que Cristo venga, porque
todavía no estoy preparado”. “Estar preparado” significa para ellos
llegar a ser “justo”, guardar perfectamente la Ley de Dios.



Esta es otra de las grandes razones
por las que Dios ha dispuesto que la justificación y la salvación no se
obtengan a través de los méritos que el hombre pueda lograr con la
observancia de la Ley. Simplemente porque el hombre, en su estado de
pecado irremediable, nunca podrá llenar todos los requerimientos de esa
Ley santa, justa y buena. Viviría entonces en un estado de completa
frustración y miedo, cuando debía estar lleno de gozo, de fe y de
esperanza, para trasmitirla a quienes no conocen la bendición de Dios.
¿Qué esperanza y qué fe puede trasmitirle a un pecador un cristiano que
duda sobre algo tan elemental como es su propia salvación?



Sin embargo, confiando en los méritos y
en la justicia de Jesucristo para ser salvo, el hombre vive feliz,
confiado, lleno de esperanza y de fe, porque sabe que su salvación no
está en la cuerda floja de sus buenas obras, sino en el triunfo y la
conquista ya ganada por su Señor en la cruz contra el diablo y contra el
pecado. Está dispuesto, con una profunda humildad, a reconocer su
dependencia absoluta de Él.



Es por eso que después de haber
expuesto toda su insuficiencia e incapacidad para guardar la Ley de Dios
por causa de su estado de pecado interno y de haber exclamado
dolorosamente: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?, el apóstol Pablo tiene un grito de triunfo: ¡Gracias doy a
Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo
a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.
(Ro. 7.25)



El extremo del liberalismo


El otro camino es el liberalismo, cuyo
extremo es llegar a ser desobediente e infiel a la Ley por indolencia o
indisciplina. El que transita por este camino no pocas veces usa a la
gracia como una licencia para pecar, ignorando la obediencia que debe a
la Ley de Dios. Pablo escribió: Luego, ¿por la fe invalidamos la Ley? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la Ley. (Ro. 3.31). Y Cristo dijo: Así
que por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: ¡Señor,
Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Entonces les
declararé: Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!
(Mt. 7.20-23). El apóstol Juan escribe así: El
que dice: “Yo lo conozco”, pero no guarda sus mandamientos, el tal es
mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en
ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos
que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él
anduvo.
(1 Jn. 2.4-6)



Es tristemente cierto que en el
cristianismo lo que más abunda es el extremo del liberalismo. Sin
embargo, tal hecho indiscutible no es una causa válida para decir que
los judíos mesiánicos tienen la razón. Ellos están en el otro extremo:
en el del legalismo.



Hay un término medio entre los dos
extremos, también fácil de encontrar en las epístolas paulinas, que
encierra la verdad de este asunto. Y es este: La sumisión a la Ley de
Dios también está incluida en el plan de la salvación; pero no es el
resultado de la fidelidad humana, ni de la capacidad del hombre para
obedecer, sino de una obra santificante y regeneradora del Espíritu
Santo, por gracia.



Ya vimos que el hombre está en una
condición irremediable de pecado, que le impide ser obediente en la
medida en que Dios se lo demanda. Esa incapacidad Pablo la expresó en
Romanos 7.14-25 de esta manera: Sabemos que la Ley es espiritual;
pero yo soy carnal, vendido al pecado. Lo que hago, no lo entiendo, pues
no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago. Y si lo que no
quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena. De manera que ya no soy
yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí. Y yo sé que en mí,
esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está
en mí, pero no el hacerlo. No hago el bien que quiero, sino el mal que
no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino
el pecado que está en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo
esta ley: que el mal está en mí, pues según el hombre interior, me
deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se
rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del
pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de
este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con
la carne, a la ley del pecado.



Cuando Pablo se encuentra a sí mismo como un miserable y hace la desesperada pregunta: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?;
su respuesta nos es: MI obediencia, MI fidelidad a los mandamientos. La
única respuesta victoriosa que le viene a la mente es esta: ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!



Y esto lo dice porque en el perdón de
Jesucristo por gracia es que está la obra salvífica y regeneradora. No
hay un conformismo en Pablo de que Cristo lo va a salvar aun cuando él
siga sirviendo al pecado. Sino que Cristo es quien lo salva del pecado.
Veamos en Romanos 8.2: …porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.



La sumisión a la Ley de Dios es
entonces el resultado de un acto de la gracia divina, por la obra del
Espíritu Santo en el corazón del hombre, que mediante el perdón lo
santifica y lo regenera. La regeneración significa volver a crear. Es
una referencia al acto por medio del cual el hombre caído es re-creado
internamente, en ese corazón que dijo Cristo está corrompido, a una
condición de pureza moral y espiritual. Y ese trabajo en la conciencia,
en el corazón pecaminoso, no lo puede hacer nadie ni nada más que el
Espíritu Santo. No hay papá, ni mamá, ni rabino, ni pastor, ni iglesia,
ni normas, ni reglas, ni observancia de la Ley, ni ningún otro método
que pueda operar la regeneración.



Y esa regeneración ocurre en la medida
en que el hombre se entregue a una vida espiritual de relación y
comunión con el Espíritu Santo. El apóstol Pablo expresó lo siguiente:



2 Co. 5.17: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.

Ro. 8.1,4,12,13: Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, […] para que la
justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a
la carne, sino conforme al Espíritu.[…] Así que, hermanos, deudores
somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si
vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis
morir las obras de la carne, viviréis.


Gl. 5.22-25: Pero el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son
de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos
por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.



Cuando un cristiano comprende esta
dimensión y realidad de la GRACIA de Dios, se da cuenta que su victoria
contra el pecado no puede estar basada en SU fidelidad, en SU
obediencia, en SU observancia, en SU disciplina; porque simple y
llanamente él hombre no puede hacer algo que sirva para ser justificado.
Por ese camino de sus propios esfuerzos sólo va hacia el extremo del
judaísmo mesiánico, cuyo resultado final puede ser el legalismo
farisaico. O la frustración cuando se da cuenta que realmente no puede
cumplirlo TODO.



La victoria contra el pecado la
alcanza el cristiano sólo bajo la gracia de Dios, en comunión diaria con
el Espíritu Santo, para que Él lo perdone día a día y lo regenere. Así
es como llega a convertirse en un hombre obediente y fiel a la Ley de
Dios. Y no es por él, sino por la exigencia del Espíritu Santo en él.



Cuando un creyente tiene comunión
diaria con el Espíritu Santo, le pasará lo que una vez se publicó en la
revista El Mensajero de los Postreros Días, en un escrito titulado:
“Otros pueden, usted no”. Parte del escrito dice así:



Si Dios lo ha llamado a usted para ser
realmente semejante a Jesús con todo el espíritu, Él lo atraerá a una
vida de sacrificios y humildad, y pondrá sobre usted grandes demandas de
obediencia, no permitiéndole seguir en la forma de otros cristianos, y
parecerá en muchos casos que Él permitirá hacer a la gente cosas que no
se las permitirá a usted.



El Espíritu Santo pondrá una estricta
vigilancia sobre usted con un amor celoso y lo reprenderá hasta por
pequeñas palabras o sentimientos, o por malgastar el tiempo, de lo que
otros cristianos parecen no preocuparse nunca. Dios tomará su palabra, y
si usted se vende a sí como esclavo, Él lo cubrirá con un amor celoso y
dejará que otros digan y hagan cosas que usted no podría decir o hacer.
Determínese para siempre que va a tratar directamente con el Espíritu
Santo, y que Él debe tener el privilegio de atar su lengua, de encadenar
su mano o de cerrar sus ojos; en forma que otros no son tratados.
Ahora, cuando usted esté en lo secreto del corazón contento y encantado
con este trato especial, personal y privado, con esta celosa custodia y
dirección del Espíritu Santo sobre su vida, habrá encontrado el portal
del cielo.



De esa única manera, bajo un estado
permanente de la gracia que perdona y santifica, y por la dirección y el
control del Espíritu Santo sobre la vida diaria, es que se alcanza la
obediencia verdadera y consagrada a la Ley de Dios. Por la otra vía, la
del esfuerzo personal por ser fiel, por ser obediente, (aunque el
creyente sea sincero y honesto) sólo se corre el riesgo de llegar a un
legalismo altanero y jactancioso; pero vacío del Espíritu, cuyo abismo
peligroso, ya advertimos, es el fariseísmo. Porque el problema humano no
consiste en una falta de sinceridad o de honestidad, sino en la
carencia absoluta de aptitud espiritual para ser fiel a Dios, por la
marca del pecado.



Así concluimos que la doctrina de la
justificación por la fe en Cristo y la salvación por gracia tienen su
razón de ser en la total incapacidad humana para ser obediente a la Ley
de Dios en la medida en que el Señor lo demanda. La dependencia de la
gracia y del Espíritu Santo, llenan al creyente que se reconoce pecador e
incapaz de hacer algo mejor, de una muy positiva actitud de humildad y
de humillación. Ese es el corazón del evangelio de Cristo: destruir la
arrogancia y la autosuficiencia humana. Decir algo distinto, es
distorsionar lo que Pablo enseña.



El judaísmo mesiánico nació marcado y
está enfrascado en el legalismo milenario de los judíos y por eso
distorsiona este evangelio paulino. Por tal motivo insiste en que la
obediencia a la Ley (la Torah) es el medio para hallar la gracia. Ignora
voluntariamente que el esfuerzo humano en este sentido está cada vez
más plagado de arrogancia y es cada vez más decadente.



Texto Reina-Valera Código Real
Ro. 3.20 …porque por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de él… …ya que por la obediencia legalista a la ley, ningún ser humano será justificado delante de él…
Ro. 4.2 Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios… Porque si Abraham fue justificado por observancia
legalista a las instrucciones recibidas, tiene sobre qué gloriarse, pero
no ante Di-os.
Ef. 2.8,9 …porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie
se gloríe…
Porque por gracia se os aseguró vuestra parte en el
mundo por venir, a través de fe obediente; y esto no de vosotros sino
una habilidad gratuita dada por Di-os; no basado en obras legalistas,
para que nadie se gloríe.
Gl. 2.16 …sabiendo que el hombre no es justificado por las obras
de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído
en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las
obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será
justificado.
…sabiendo ahora que los gentiles no son justificados por
el legalismo establecido por una interpretación equivocada de la ley
divina, que les demandaba hacerse judíos para tener alguna esperanza de
salvación, nosotros también confiamos en los méritos de Yeshua e1
Mashiaj para ser justificados por la fe obediente de Yeshua, y no por el
legalismo extremista que surge al interpretar equivocadamente la ley
divina, por cuanto a través de dicho legalismo ni judíos ni gentiles
serán jamás declarados justos.
Gl. 3.11,12 Y que por la Ley nadie se justifica ante Dios es
evidente, porque «el justo por la fe vivirá». Pero la Ley no procede de
la fe, sino que dice: «El que haga estas cosas vivirá por ellas».
Y es evidente que por este legalismo que resulta de
torcer la ley divina, nadie es declarado justo delante de YHWH, porque
está escrito: “El que vive en obediencia a la ley`, recibirá el regalo
de la vida que viene por su fe obediente a lo que YHWH ha prometido”.
Pero la ley que os han enseñado no demanda fe obediente, sino que os
explican torcidamente la Escritura que dice: “El que haga estas cosas
vivirá por ellas”.
Gl. 5.4 De Cristo os desligasteis, los que por la Ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Los que procuráis ser declarados justos por una
obediencia legalista venida de una interpretación torcida de la ley
divina, de Mashiaj os desligáis y de la gracia os habéis movido.
Gl. 2.21 No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo. No desecho este regalo de YHWH, porque si por el
legalismo que resulta en una interpretación equivocada de la ley divina
fuese la justicia, entonces por demás murió Mashiaj.
Gl. 3.2,3 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el
Espíritu por las obras de la Ley o por el escuchar con fe? ¿Tan
insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿ahora vais a
acabar por la carne?
Solo quiero indagar esto de vosotros: ¿Recibisteis el
espíritu por la sujeción al Legalismo o cuando dispusisteis vuestro
corazón para oír y obedecer la palabra que os predicamos? ¿Tan incautos
sois? ¿Habiendo comenzado por lo espiritual, ahora procuráis
perfeccionaros por una obediencia legalista a una interpretación
equivocada de la ley divina?
Gl. 3.5 Aquel, pues, que os da el Espíritu y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la Ley o por el oír con fe? …que manifiesta constantemente en vosotros Su presencia
divina y efectúa obras portentosas entre vosotros, ¿lo hace por vuestro
apego al legalismo que pervierte la ley divina o por vuestra decisión de
oír y obedecer el mensaje de la redención?
Gl. 3.21,22 Entonces, ¿la Ley contradice las promesas de Dios? ¡De
ninguna manera! Porque si la Ley dada pudiera vivificar, la justicia
sería verdaderamente por la Ley. Pero la Escritura lo encerró todo bajo
pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a
los creyentes.
¿La ley entonces está en contra de las promesas? ¡Ni se
les ocurra la idea! Porque si hubiera existido alguna ley que pudiera
garantizar la vida a los gentiles, la justicia de los gentiles hubiese
sido incluida entonces en la ley dada específicamente a Israel. Pero la
Escritura nos encerró a todos bajo pecado, para que la promesa de la
vida que viene por la fe obediente en Yeshua el Mashiaj fuese dada a los
que creyendo, obedecen.



La interpretación incorrecta de Nuevo Testamento a la luz del Antiguo Testamento

Es indiscutiblemente cierto que el
Nuevo Testamento representa la realidad de lo que anuncia el Antiguo
Testamento. Pablo expresó lo siguiente en Colosenses 2.16,17: Por
tanto, nadie os critique en asuntos de comida o de bebida, o en cuanto a
días de fiesta, luna nueva o sábados. Todo esto es sombra de lo que ha
de venir; pero el cuerpo es de Cristo.



El apóstol de los gentiles hace esta
alusión clara a ciertos preceptos del Antiguo Testamento y dice que eran
una “sombra”; pero el “cuerpo” es de Cristo. Quiere decir, si yo camino
por una calle a las tres de la tarde con el sol a mis espaldas, mi
cuerpo proyecta una sombra en el pavimento; pero esa no es la realidad
de mi cuerpo. Si una persona está sentada al borde de la acera por donde
yo camino, me paro a su lado y él ve mi sombra reflejada en el suelo,
lo primero que hace rápidamente es levantar la cabeza para mirarme,
porque la sombra sólo le dice que hay una persona a su lado, pero no le
dice qué persona es. El tiene que verme a mí para saber realmente quien
está a su lado.



Bueno, pues ese es el ejemplo que
Pablo pone para decir que lo escrito en el Antiguo Testamento, y
particularmente en las leyes y en las ceremonias, son la sombra, pero no
el cuerpo. Dicho de otra manera, no eran la realidad del plan de Dios.
La realidad la representa Cristo.



El Señor lo expresó de manera muy diáfana cuando dijo: …era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.


Debido a esto es imprescindible en el
estudio de la Biblia comparar el Nuevo Testamento con el Antiguo
Testamento, y descifrar las alegorías de éste en el otro. Así lo
hicieron sus escritores y por eso uno encuentra con bastante frecuencia
citas del Antiguo en el Nuevo.



Ahora bien, en esta indispensable
tarea se encuentra escondido otro de los peligros del Judaísmo
Mesiánico, porque la imaginación humana es grandiosa y da lugar a
inventos, fábulas y fantasías.



Eso de interpretar alegóricamente el
Antiguo Testamento no es algo nuevo entre los judíos, y mucho menos ha
sido inventado por el judaísmo mesiánico. Veamos un poquito de historia.



Aun antes de que se conociera el
evangelio, ya había judíos que interpretaban alegóricamente las
Escrituras Hebreas. El caso más notable es el de Filón (ya vimos algo
sobre él en otro momento), un filósofo judío de la ciudad de Alejandría
en Egipto, quien vivió aproximadamente en la misma época en que Cristo
vivió en Israel.



Este filósofo judío intentó armonizar
las Escrituras Hebreas, o sea, lo que nosotros conocemos como Antiguo
Testamento, con la filosofía griega.



Desde algunos siglos antes de Filón,
los filósofos griegos habían desechado la creencia en los mitos y
leyendas sobre los dioses. Comenzaron a tratar de comprender y explicar
el origen del universo y su existencia basados en razonamientos; y
desecharon, como ya dijimos, la creencia de que el mundo había sido
creado por los dioses. Entre los muchos conceptos que nacieron de la
filosofía griega tratando de explicar el mundo, está el del LOGOS. Esta
es una palabra que viene del griego, la cual significa literalmente
“palabra”.



Entre los filósofos griegos el “LOGOS”
(ya lo explicamos anteriormente) era como la “razón de ser”, la “causa
inteligente” del universo.



Cuando este filósofo judío (Filón de
Alejandría) trató de armonizar las Escrituras Hebreas con la filosofía
griega, incorporó el concepto del “LOGOS” a su propia filosofía.



Según una enciclopedia que hemos consultado en Internet, la idea de Filón sobre el “LOGOS” de los griegos es la siguiente:


El logos, afirma Filón, es el más
antiguo de los seres; es el hijo primogénito de Dios; es la imagen de
éste. El logos, sin embargo, es inferior a Dios, se halla en la frontera
que separa la creación de lo creado. No es ingénito (innato) como el
Padre, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre los dos
extremos.



Intercede sin cesar cerca del
incorruptible por la naturaleza mortal y frágil y es enviado por el
Señor al servidor. No es ingénito como Dios, ni engendrado como
nosotros, sino intermedio entre dos extremos, y comunica con el uno y
con el otro.



El mismo logos es obra del Padre. Éste
ha creado todo primero en su logos, que lo contiene todo y a través del
cual llegará a la existencia. El logos es el principio de toda la
creación inteligible y sensible.



Para Filón, el “LOGOS” de la filosofía
griega está representado en el Antiguo Testamento en la “Palabra
Creadora de Dios” y en “La Sabiduría”, de la cual hablan los proverbios y
otros libros.



Muchos años después de Filón, cuando
el cristianismo hizo su aparición en Alejandría, (que como ya vimos, fue
la ciudad natal de este filósofo judío), se encontró esta base
filosófica en la creencia de mucha gente de esta ciudad.



La enciclopedia digital Wikipedia dice lo siguiente:


El pensamiento de Filón concilia la
filosofía griega y el judaísmo, que intenta armonizar mediante el método
alegórico, que toma tanto de la tradición exegética judía como de la
filosofía estoica. Su obra no tuvo gran aceptación ni entre los judíos
ni entre los griegos. Sin embargo, fue recibida con entusiasmo por los
primeros cristianos, que llegaron a tenerle por uno de los suyos.



Por causa de esto, nació un gran
conflicto en la iglesia cristiana del siglo tercero, entre quienes veían
a Cristo como Dios mismo que se había hecho carne, y quienes lo
interpretaban como el “LOGOS” de Dios (creado por Filón como concepción
filosófica), inferior al Padre y no de su misma naturaleza.



Este conflicto alcanzó proporciones
gigantescas en el siglo IV, a causa de un presbítero de nombre Arrio,
quien ejercía su cargo en la iglesia de Alejandría (la ciudad natal del
filósofo judío Filón, cuna de todo este problema). Este presbítero
consiguió una gran popularidad y logró que grandes masas de cristianos
creyeran que Cristo no era Dios mismo, sino una criatura hecha por Dios e
inferior a Él. En ninguna manera eterno con el Padre. El “LOGOS” de la
filosofía de Filón, aplicado por Arrio al Cristo de los cristianos.



Si cualquiera indaga un poco y compara
los conceptos de Filón sobre el “LOGOS” griego, de Arrio sobre Cristo y
lo que dice el Código Real sobre “Elohim” y “dabar”, hallará bastante
parecido entre las tres explicaciones.



Esto es un simple ejemplo de las
consecuencias que puede tener una interpretación libre de las
Escrituras, donde la volátil mente del hombre puede soñar y soñar, y
crear fantasías y fábulas completamente ajenas a la misma Palabra de
Dios.



Algo parecido ocurre hoy con el
Judaísmo Mesiánico, pues pretenden que muchos aspectos del Nuevo
Testamento están escondidos en símbolos y alegorías en el Antiguo; y por
eso el Antiguo es el que tiene el verdadero significado, el valor más
importante y ocupa el lugar primero en sus investigaciones y
definiciones. Así para hallar claridad en el Nuevo Testamento es
necesario buscar su significado en los símbolos y códigos del Antiguo
Testamento.



Como el Antiguo Testamento es “la
sombra” y el Nuevo Testamento es “la realidad”, ellos (los judíos
mesiánicos) se imponen la tarea de descifrar lo que está en “la sombra”,
para poder comprender “la realidad”.



Y aunque esto es verdad en cierta
medida, este sólo argumento, sin ir más lejos a considerar las
interpretaciones particulares, nos advierte de un gran peligro por lo
que ya dijimos: La mente humana, en estas interpretaciones alegóricas,
puede crear hasta fantasías como la de Filón, y confundir fácilmente con
ellas a la verdad, con la fábula y la falsedad.



Quizás algo parecido ocurría en la iglesia de Colosas porque Pablo les escribió de la siguiente manera: Mirad
que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas basadas
en las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y
no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de
la divinidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de
todo principado y potestad. En él también fuisteis circuncidados con
circuncisión no hecha por mano de hombre, sino por la circuncisión de
Cristo, en la cual sois despojados de vuestra naturaleza pecaminosa.
(Col. 2.8-12)



Bien podemos leer aquí cómo Pablo
mezcla su advertencia con el tema de la circuncisión. Por tal motivo
tenemos sobradas razones para pensar que estas “filosofías y huecas
sutilezas basadas en las tradiciones de los hombres”, tenían su origen
en el judaísmo que se infiltraba en las iglesias gentiles. Mucho más si
continuamos leyendo lo que él escribe a continuación. Veamos: Por
tanto, nadie os critique en asuntos de comida o de bebida, o en cuanto a
días de fiesta, luna nueva o sábados. Todo esto es sombra de lo que ha
de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
(Col. 2.16,17).



Por eso es importante que quienes
creen en la Biblia como única fuente de revelación divina, se ciñan a
ella en cualquier explicación o interpretación que necesiten o pretendan
dar, y desechen todo lo que esté fuera de la Biblia.



Como decíamos, el Antiguo Testamento
es la sombra de lo que el Nuevo Testamento es la revelación plena, la
realidad. Quien tema desviarse y llegar a creer hasta en las tonterías
más absurdas, debe tener un único y meticuloso cuidado:



ADMITIR EXCLUSIVAMENTE AQUELLO QUE EL NUEVO TESTAMENTO DECLARE EXPLÍCITAMENTE SOBRE EL ANTIGUO TESTAMENTO.
Y pudiéramos remitirnos a un ejemplo clave y muy en boga entre el Judaísmo Mesiánico: la celebración de las fiestas judías.


Bien sabemos que en los libros
escritos por Moisés (la Toráh) hay ordenadas varias fiestas en el año.
Los judíos mesiánicos predican que deben observar todas estas fiestas,
por cuanto tienen un significado simbólico en el Antiguo Testamento que
se cumple en Cristo; o sea, en el Nuevo Testamento. De todas estas
fiestas hacen rituales, ceremonias, cultos que supuestamente son las
alegorías del Antiguo Testamento que se aplican a hechos o palabras en
la vida de Cristo.



Una de estas celebraciones, la más
importante, es la Pascua. Conocida entre los judíos como Pésaj. Sabemos
que la Pascua fue instituida por Moisés (Dios se lo ordenó así) como
permanente recordatorio de la salida de Egipto. La celebración de esta
festividad, tal y como aparece en los libros de Moisés, no describe un
ritual o ceremonia definido, sino ordenanzas o instrucciones sobre la
celebración. Vamos a referirnos a algunos textos desde dónde podremos
vislumbrar qué fue lo que realmente Dios ordenó hacer en esta fiesta,
para después compararlo con lo que hacen los judíos mesiánicos.



El punto de partida tiene que ser
naturalmente Éxodo capítulo 12. Es la orden primera para la celebración
de la festividad. ¿Qué ordenó hacer Dios? Vamos a citar las frases de
este capítulo que nos enseñan sobre las instrucciones para la
celebración. El número que da comienzo a cada frase indica el versículo
donde se encuentra. Debe tenerse en cuenta que el mes a que se refiere
este capítulo es el de Abib. Así lo dice en Ex. 13.4: “Vosotros salís
hoy, en el mes de Abib”.



3.- El día diez de este mes tomará cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia.

5.- El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.

6.- Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes. Lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.

7.- Tomarán de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer.

8.- Esa noche comerán la carne asada al fuego y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán.

9.- Ninguna cosa comeréis de él cruda ni
cocida en agua, sino asada al fuego; comeréis también su cabeza, sus
patas y sus entrañas.


10.- Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quede hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego.

11.- Lo habéis de comer así: ceñidos con
un cinto, con vuestros pies calzados y con el bastón en la mano; y lo
comeréis apresuradamente.


14.- Este día os será memorable, y lo
celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras
generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis.


15.- Siete días comeréis panes sin
levadura. El primer día haréis desaparecer toda levadura de vuestras
casas, porque cualquiera que coma algo leudado desde el primer día hasta
el séptimo, será eliminado de Israel.


16.- El primer día habrá santa
convocación, y asimismo en el séptimo día tendréis una santa
convocación. Ninguna obra se hará en ellos, excepto solamente que
preparéis lo que cada cual haya de comer.


18.- En el mes primero comeréis los
panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el
veintiuno del mes por la tarde.


25.- Cuando entréis en la tierra que Jehová os dará, como prometió, también guardaréis este rito.

43.- Esta es la ley para la Pascua: ningún extraño comerá de ella.

44.- Pero todo siervo humano comprado por dinero comerá de ella, después que lo hayas circuncidado.

45.- El extranjero y el jornalero no comerán de ella.

46.- Se comerá en una casa, y no llevarás de aquella carne fuera de ella ni le quebraréis ningún hueso.

48.- Si algún extranjero habita contigo y
quiere celebrar la Pascua para Jehová, que le sea circuncidado todo
varón, y entonces la celebrará, pues será como uno de vuestra nación,
pero ningún incircunciso comerá de ella.


49.- La misma ley regirá para el natural y para el extranjero que habite entre vosotros.


En otros libros de Moisés aparecen
también las instrucciones sobre la celebración de esta festividad, sin
embargo, estas de Éxodo 12 son las básicas y las otras no hacen otra
cosa que repetir lo mismo de distintas maneras; sólo se diferencian en
que algunas de las otras añaden los sacrificios que debían ofrecerse en
el Tabernáculo. En todo el Antiguo Testamento no se dan otras
instrucciones para celebrar la Pascua. Cuando Ezequías, Josías y otros
ordenaron su celebración, lo hicieron siguiendo estas instrucciones de
la Toráh.



Los judíos mesiánicos a bombo y
platillo gritan por la restauración entre los cristianos de esta fiesta,
porque está ordenada en la Toráh. Ahora bien, nuestras preguntas son
estas: ¿Se guían los judíos mesiánicos por estas instrucciones de Éxodo
12 para la celebración de su Pascua? ¿Cumplen con lo que ordenó Yahvéh
en la Toráh? ¿En qué consiste su ceremonia? ¿Cuáles son los ritos que
siguen? ¿Cuál es la forma en que los judíos mesiánicos celebran esta
fiesta?



En Internet nos encontramos con unas
instrucciones para celebrar la Pascua mesiánica. En nada se parecen a lo
que el Señor ordenó en la Toráh. Reproducimos a continuación dichas
instrucciones:



1) El primero y el último día son días de reposo donde no se puede hacer trabajo creativo alguno.

2) En primer lugar se toma una copa de vino antes de empezar la fiesta. La llaman santificación.

3) En segundo lugar, antes de trabajar
en la fiesta, y en especial en una tarea tan sensible y tan minuciosa
como la manipulación ritual de comida con el fin de manipular verdades
espirituales, ellos tratan de que tengan las manos limpias. Lavarlas
para quitarles todas las impurezas de una vida vivida en un mundo
materialista. Este es su pensar.


4) En tercer lugar se coge un pedazo de
verduras verdes y se moja en agua con sal. Esto tiene como significado
la amargura que sufrió Israel en Egipto.


5) Como cuarto punto se parte el pan sin levadura en tres pedazos y el pedazo más grande se esconde.

6) Como quinto punto se llena la segunda
copa de vino, tras lo cual los chicos hacen cuatro preguntas. Continúan
relatando la historia, tal como está escrita en el Éxodo.


7) Como sexto punto se vierte el agua en
la mano derecha. Repite la acción. Vuelve a repetirla. Lo mismo con la
mano izquierda. Como en el segundo punto, pero esta vez la diferencia es
que su significado es la humildad que tuvo Jesús en su vida.


8) Como séptimo punto se toman los tres
panes sin levadura, el de arriba, el pedazo que quedó en el medio y el
de abajo, se alzan un poco y se recita la bendición: Bendito eres Tú
nuestro Dios, Rey del Universo, Quien saca el pan de la tierra.


9) En octavo lugar se corta un pedazo de
cada uno de los panes sin levadura para cada uno de los presentes. Se
combina con dulce de manzanas. Esto significa la dulzura de las
bendiciones.


10) Como noveno punto se toma un poco de
hierba amarga, la cantidad suficiente como para que alcance el tamaño
de un huevo pequeño si la estrujas formando una pelota. Hay quienes
tienen la costumbre de usar tanto rábano picante como lechuga romana (si
bien también está bien usar o lo uno o lo otro). Se introduce la hierba
amarga en el agua con sal y se sacude para que caiga el exceso.


11) Como décimo paso se cortan dos
pedazos de pan sin levadura de abajo. Se toma el volumen de una aceituna
de las hierbas amargas y se coloca entre estos dos pedazos de pan sin
levadura. Hay quienes suelen mezclar la lechuga con el rábano picante.


12) En el paso número once se hace la cena.

13) Como punto número doce los niños
hacen la búsqueda del pan sin levadura oculto. Al que lo encuentre se le
da un detalle. Su significado es: Si así se busca algo por interés, así
se debería buscar a Jesús.


14) En el paso número trece se sirve la
tercera copa de vino. Se dice la bendición después de la comida. Se dice
la bendición del vino, reclinándose hacia la izquierda.


15) Y por último está el paso número
catorce. Se sirve la cuarta copa de vino. Es llamada la copa del profeta
Elías. Significa las promesas que vendrán y el regocijo.



Uno se pregunta, ¿de dónde han sacado
los judíos mesiánicos este ritual de Pascua, si eso no aparece en ningún
lugar de las Escrituras? Este ritual no aparece ni en Éxodo, ni en
Levítico, ni en Números, ni en Deuteronomio. Ni tampoco es lo que se
dice en el Nuevo Testamento. ¿Son tradiciones de hombres? ¿Son
reminiscencias del Talmud? ¿O son inventos ni se sabe de quién?
Entonces, he ahí el peligro de interpretar y aplicar libremente los
símbolos o alegorías del AT en el NT.



Ahora bien, si nos remitimos al nuevo
significado que adquiere esta festividad en el Nuevo Testamento,
encontramos que los judíos mesiánicos están todavía más extraviados y
confundidos en su interpretación y celebración de la Pascua.



En el Nuevo Testamento se cambia radicalmente el significado de esta fiesta. Veamos algunos asuntos.


Cristo es el cordero pascual.

1 Co. 5.7: Limpiaos, pues, de la
vieja levadura, para que seáis nueva masa, como sois, sin levadura,
porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.



Es obvio que si Cristo es el Cordero
Pascual de los cristianos y ya fue sacrificado de manera permanente, no
hay necesidad de celebrar la conmemoración de su muerte como en la
Pascua judía: sacrificando un cordero. Carece tal cosa de sentido. Eso
es como estar imbuidos en la “sombra” cuando el “cuerpo”, la realidad,
es otra.



Los judíos mesiánicos trastornan este
tema de 1 Co. 5.7 y dicen que Pablo aquí está mandando a sacar la
levadura de las casas para celebrar la Pascua judía. Sin embargo,
atendiendo al contexto, se hace evidente que aquí Pablo no está hablando
de que quiten la levadura del pan para celebrar la Pascua, sino que
quiten el pecado que está en medio de ellos, por cuanto el tema que está
en el contexto es el caso del hombre que estaba cometiendo pecado de
incesto y adulterio con la mujer de su padre. Pablo los reprende: No
es buena vuestra jactancia. ¿Acaso no sabéis que un poco de levadura
fermenta toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que
seáis nueva masa, como sois, sin levadura, porque nuestra Pascua, que es
Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta,
no con la vieja levadura ni con la levadura de malicia y de maldad, sino
con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.
(1 Co. 5.6-9).
Pablo les insta a celebrar la fiesta de la conmemoración de la muerte de
Cristo, sin ese elemento de pecado entre ellos. Eso es todo.



Los elementos y el significado de la conmemoración.


Los elementos para la conmemoración
son pan y vino, nada más. Está claro que Jesús estableció este
simbolismo en la cena de la Pascua judía, donde existían otros elementos
como el cordero pascual y las hierbas amargas; pero ÉL NO USÓ ESTOS
ELEMENTOS para establecer el símbolo de lo que debían conmemorar después
sus seguidores, SÓLO ESTABLECIÓ EL PAN Y EL VINO como elementos
representativos de su cuerpo y de su sangre. El significado del acto es
nada más que conmemorar la muerte de Cristo. Ni por asomo Pablo menciona
la salida de Israel de Egipto. Veamos cómo lo explica el apóstol de los
gentiles.



1 Co. 11.23-26: Yo recibí del
Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que
fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo:
«Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto
en memoria de mí». Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto
todas las veces que la bebáis, en memoria de mí». Así pues, todas las
veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga.



La fecha de la conmemoración.


Si leemos en los tres evangelios
sinópticos el acontecimiento al cual Pablo se refiere más arriba,
veremos que la comida en la cual estaban cuando Cristo presentó el pan y
el vino como símbolos de su cuerpo y de su sangre, era la cena en el
primer día de los Panes sin Levadura; o sea, la cena de Pascua:



Mt. 26.17: El
primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se acercaron los
discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que
comas la Pascua?


Mr. 14.12: El
primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban
el cordero de la Pascua, sus discípulos le preguntaron: ¿Dónde quieres
que vayamos a preparar para que comas la Pascua?


Lc. 22.7,8: Llegó
el día de los Panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar
el cordero de la Pascua. Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan,
diciendo: Id, preparadnos la Pascua para que la comamos.



Sin embargo, existe una discrepancia
notable entre los evangelios sinópticos y el de Juan, en cuanto a la
fecha. Si leemos algunos versículos en el evangelio de Juan
encontraremos que Cristo fue crucificado el día de la Pascua. Por lo
tanto, la cena que Él celebró con sus discípulos, no la celebró el
primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura cuando se sacrificaba
el cordero (el día de la Pascua), como dicen los evangelios sinópticos,
sino la noche antes del comienzo de esa fiesta. Veamos:



Jn. 13.1: Antes de la fiesta de la Pascua,
sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasara de este mundo
al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el fin. Y cuando cenaban, […]


Jn. 18.28: Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y así poder comer la Pascua.

Jn. 19.13,14: Entonces Pilato,
oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal, en el lugar
llamado El Enlosado, en hebreo, Gábata. Era la preparación de la Pascua y como la hora sexta.


Jn. 19.31: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua,
a fin de que los cuerpos no quedaran en la cruz el sábado (pues aquel
sábado era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebraran
las piernas y fueran quitados de allí.


Jn. 19.41,42: En el lugar donde fue
crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el
cual aún no se había puesto a nadie. Allí, pues, por causa de la preparación de la Pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.



Por estos textos de Juan podemos
comprender que Jesús fue crucificado el día en que los judíos celebraban
la Pascua, el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura cuando
se sacrificaba el cordero. Por lo tanto es obvio que, según Juan, Él
celebró la cena de Pascua con sus discípulos la noche que fue entregado;
o sea, la noche antes de la Pascua judía. Los evangelios sinópticos,
por el contrario, nos indican que fue crucificado un día después de la
Pascua, por cuanto Él celebró la cena de Pascua con sus discípulos en el
mismo primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura.



Es natural que el Código Real intente
arreglar esta discrepancia tan notable, porque para los judíos
mesiánicos es muy importante determinar la fecha. Veamos en una
comparación, cómo el Código Real arregla este problema, cambiándole el
sentido a las frases en los evangelios sinópticos, para hacerlos
coincidir con Juan. Así aparece que Jesús celebró la cena con sus
discípulos el día antes y que fue crucificado en el día de la Pascua.



Texto Reina-Valera Código Real
Mt. 26.17 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se
acercaron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que
preparemos para que comas la Pascua?
El primer día, previo al comienzo de los Panes Sin Levadura, los talmidim[1] se acercaron a Yeshua, diciendo: ¿Dónde quieres que te preparemos para comer Pesaj?
Mr. 14.12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura,
cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le
preguntaron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la
Pascua?
Como al día siguiente sería el primer día de Matzah,[2] cuando los cohanin[3]
habían establecido hacer el sacrificio de Pesaj, le dicen sus talmidim:
¿Dónde quieres que vayamos a preparar la cena para que conduzcas el
Seder de Pesaj?
Lc. 22.7,8 Llegó el día de los Panes sin levadura, en el cual era
necesario sacrificar el cordero de la Pascua. Entonces Jesús envió a
Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la Pascua para que la comamos.
Llegó entonces el día de sacar la levadura de las casas, cuando era requerido por la Torah presentar el korbán pesaj.[4] y envió a Kefa y a Yojanán, diciendo: “Id, preparadnos pesaj para que la comamos”.
[1] Discípulos


[2] Pan ázimo o sin levadura


[3] Sacerdotes


[4] Ofrenda de Pascua





Para los cristianos la fecha no tiene
una importancia capital, por cuanto no es la fecha lo de valor, sino la
declaración apostólica de que CRISTO ES EL CORDERO PASCUAL. Al celebrar,
los cristianos no celebramos la salida de Egipto, (que sí requiere sea
el 14 de Abib), sino la muerte del Salvador como el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo. Eso es una institución nueva, que conmemora
algo distinto.



Si la muerte de Cristo ocurrió como
dice Juan, el día de la Pascua, pues los cristianos lo vemos como un
cumplimiento profético preciso y exacto de la Ley de Moisés. Si por el
contrario, como dicen los evangelios sinópticos, ocurrió un día después
de la Pascua, pues lo vemos de igual manera, como un cumplimiento
profético, con la variante de que el día antes se sacrificó la “sombra”
(el animal, el cordero pascual) y que un día después se sacrificó el
“cuerpo”, la realidad (el Cordero de Dios). Así que la fecha no es algún
inconveniente para que los cristianos veamos frustrada la profecía o
carente de valor espiritual el suceso.



Celebrar la conmemoración de la muerte de Cristo mezclada con otra actividad.


¿Hasta qué punto puede tener
implicaciones espirituales desagradables el hecho de celebrar la
conmemoración de la muerte de Cristo de manera incorrecta? Un buen
ejemplo de eso está en la misma carta de Pablo. Al principio del tema de
la carta a los corintios citado un poco antes, el apóstol les escribe
así:



Al anunciaros esto que sigue, no os alabo, porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. (1 Co. 11.17)


Advierte sobre el hecho de comer el
pan y tomar el vino indignamente. No dice nada de comer hierbas amargas,
dulce de manzanas o cordero asado. Escribe así:



De manera que cualquiera que coma
este pan o beba esta copa del Señor indignamente, será culpado del
cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí
mismo, y coma así del pan y beba de la copa. El que come y bebe
indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para
sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y
muchos han muerto.
(1 Co. 11.27-30)



Algunos dicen que la indignidad
consistía en un estado de pecado oculto e inconfeso. Sin embargo, el
contexto nos enseña algo muy distinto. En el párrafo anterior está la
causa. Escribe el apóstol: “El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”



La Versión Popular traduce esta frase de la siguiente manera: “Porque si come y bebe sin fijarse en que se trata del cuerpo del Señor, para su propio castigo come y bebe.”


Los corintios realizaban aquel acto
conmemorativo de manera trivial, nos atreveríamos a decir: casi que
irrespetuosamente. La causa estaba en que habían mezclado, junto con la
conmemoración, una cena “para el Señor”. Veamos las cosas que Pablo les
censura de esa cena:



En primer lugar, cuando os reunís
como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; […] Cuando, pues,
os reunís vosotros, eso no es comer la cena del Señor. Al comer, cada
uno se adelanta a tomar su propia cena; y mientras uno tiene hambre,
otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O
menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen
nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo. […]Así que,
hermanos míos, cuando os reunáis a comer, esperaos unos a otros. Si
alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que no os reunáis para
condenación.
(1 Co. 11.18-22,33,34)



Es obvio que había una comida, una
cena, muy probablemente antes de la conmemoración con el pan y el vino.
Pero esta cena o comida no era un ritual de Pascua que seguía una rígida
ceremonia como pretenden hacer creer los judíos mesiánicos hoy, sino
una comida fraternal; como puede ser en la actualidad el Día de Acción
de Gracias. Una ceremonia de Pascua ritual al estilo de las mesiánicas,
no sería tan desordenada como para saciar el hambre de algunos, dejar
sin comer a otros y algunos hasta emborracharse.



Durante esta cena o comida, los
corintios entraban en discusiones que los dividían en bandos, los
glotones o los que tenían más, se comían los alimentos y dejaban a los
otros con hambre; incluso algunos hasta se embriagaban.



En algún momento de esta cena o
después de ella, se celebraba el acto de conmemoración de la muerte de
Cristo con el pan y el vino, que simbolizaban el cuerpo y la sangre del
Señor. Cuando llegaba la hora de ese acto, no tenían discernimiento para
comprender de lo que se trataba.


Por eso Pablo les sugiere que coman y
beban en la casa y no menosprecien a la iglesia. Si era una ceremonia
pascual al estilo de las mesiánicas, ¿podían comerla en la casa como una
comida común y corriente, con el solo fin de saciar el hambre? Porque
Pablo les dice que si van a comer en la iglesia, que se esperen unos a
otros; pero que si alguno tiene hambre, que coma antes en su casa.
Visiblemente, aquí no se trata de una ceremonia de Pascua, sino de una
cena fraternal.



Es obvio que si alguno comía en su
casa, lo que habría de celebrar en la congregación era nada más que el
acto recordatorio con el pan y en vino.



Esto nos demuestra que al mezclar el
acto conmemorativo de la muerte de Cristo, un acto simple y sencillo,
con pan y vino nada más, con una cena o comida congregacional, trajo
serios inconvenientes a los corintios, al punto de tener enfermos,
debilitados y hasta muertos entre ellos.



Distinto a esto que pasaba en Corinto,
la Pascua mesiánica es un largo y rígido ceremonial. Pero de igual
manera existe en su celebración el mismo peligro de la falta de
discernimiento entre los participantes sobre el cuerpo y la sangre de
Cristo; por el hecho de que se mezclan en ella símbolos y rituales
ajenos a la conmemoración de la muerte del Señor, y que tampoco guardan
relación alguna con las instrucciones de Éxodo 12. Insistimos: ¿De dónde
aprendieron los judíos mesiánicos estas alegorías?



En el mismo se sirven cuatro copas de
vino, cada una en distintos momentos del largo ritual. Ninguna de ellas
simboliza la sangre de Cristo. Veamos los nombres que les dan:



1) La copa de la santificación.

2) La copa de la liberación

3) La copa de la redención

4) La copa de la alabanza


Por eso es muy importante que el
cristiano se limite, en cuanto a esto de la Pascua, a celebrar de la
manera en que está claro y específico en las recomendaciones de Pablo,
que se originan del acto de Cristo con sus discípulos la noche que fue
entregado: PAN Y VINO, PARA CONMEMORAR LA MUERTE DEL SEÑOR HASTA QUE ÉL
VENGA. Y no añadir ni quitar a eso que está escrito. Corre peligro,
igual que los corintios, si hace otra cosa diferente.



Aunque algo sí es más que obvio: Como
es una conmemoración de la muerte del Señor, debiera celebrarse en
cualquiera de estas tres fechas:



1) Un día antes de la Pascua judía, porque fue la fecha en que él cenó con sus discípulos, según el evangelio de Juan.

2) La fecha de la Pascua judía, porque
fue la fecha de su crucifixión según el evangelio de Juan. O porque fue
la fecha en que Él estableció la conmemoración, según los evangelios
sinópticos.


3) Un día después de la Pascua judía,
porque fue la fecha de su crucifixión, si el indicador va a tomarse de
la fecha que nos dicen los evangelios sinópticos.



Pero lo que sí sería completamente ajeno a la Biblia, es celebrar esta conmemoración cualquier día o muchas veces en el año.


Ahora bien, de igual manera es un
hecho histórico innegable, que los cristianos de los primeros siglos y
después la Iglesia Católica, enredaron de tal manera este asunto de la
celebración de la Pascua, que hoy los judíos mesiánicos tienen una
excusa más que válida para reprobar lo que hace el cristianismo.



Sobre este tema histórico la enciclopedia digital Wikipedia dice lo siguiente:


Desde el Concilio de Nicea los
cristianos separaron la celebración de la Pascua judía de la cristiana,
quitándole los elementos hebreos. Pero dejaron el carácter móvil de la
fiesta recordando que Cristo resucitó en la Pascua hebrea.



Hoy día la Iglesia Católica mantiene
el carácter móvil de la fecha de Pascua, pero trata de no hacerla
coincidir con el Pésaj judío.



La semana anterior a la Pascua de
Resurrección es la Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos
(que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén)…



Como vemos, aquella determinación de
los obispos cristianos reunidos en el Concilio de Nicea en el año 325,
tuvo como propósito separar la festividad de la Pascua Judía, la cual se
celebraba de acuerdo con el calendario hebreo; de la Pascua cristiana,
la cual habría de celebrarse a partir de ese año por el calendario
juliano.



Esta determinación del concilio estuvo
fuertemente influenciada por una carta que el emperador romano,
Constantino el Grande, dirigió a los obispos reunidos en el concilio. La
carta de Constantino dice lo siguiente:



Cuando surgió la cuestión relativa al
festival sagrado de la Pascua, la idea general era de que sería
conveniente que todos guardaran la fiesta en un día; porque ¿qué podría
ser más hermoso y más deseable que el ver este festival, a través del
cual recibimos la esperanza de la inmortalidad, celebrada por todos en
un acuerdo y de la misma manera?



Se declaró que era particularmente
indigno, que siendo este el más santo de los festivales hubiera de
seguir las costumbres (el cálculo) de los judíos, quienes se habían
ensuciado sus manos con el más terrible de los crímenes y cuyas mentes
estaban cegadas.



Al rechazar su costumbre, nosotros
podemos transmitir a nuestros descendientes la manera legítima de
celebrar la Pascua; que hemos observado desde el tiempo de la pasión del
Salvador (de acuerdo al día de la semana).



Por lo tanto, no debemos tener nada en
común con el judío, pues el Salvador nos ha mostrado otro camino;
habiendo de seguir nuestra adoración una dirección más legítima y más
conveniente (el orden de los días de la semana).



Y consecuentemente, al adoptar esta
manera de ser, nosotros deseamos, amados hermanos, separarnos de la
detestable compañía del judío. Pues es verdaderamente vergonzoso oírlos
jactarse de que sin su dirección no podríamos guardar esta fiesta.



¿Cómo podrían estar en lo cierto,
ellos, quienes, después de la muerte del Salvador han dejado de ser
guiados por la razón y ahora se dejan llevar por la violencia salvaje de
acuerdo a como el error los incita?



Ellos no poseen la verdad en cuanto a
esta cuestión de la Pascua, pues en su ceguera y repugnancia hacia todos
los mejoramientos, ellos frecuentemente celebran dos pascuas en el
mismo año.



Nosotros no podríamos imitar a
aquellos que abiertamente están en un error. ¿Cómo entonces podríamos
seguir a estos judíos quienes con toda certeza están cegados por el
error?



La celebración de la Pascua dos veces
en un año es totalmente inadmisible. Pero si aun esto no fuera así,
seguiría siendo nuestro deber el no manchar nuestra alma por la
comunicación con tal gente malvada (los judíos).



Ustedes deberían considerar no
solamente que el número de iglesias en estas provincias constituye una
mayoría, pero también que es correcto exigir lo que nuestra razón
aprueba y que no deberíamos tener nada en común con los judíos.



En fin, que en el Concilio de Nicea
del año 325, lo que motivó y determinó el uso del calendario juliano y
la celebración de la Pascua cristiana en una fecha diferente a la
establecida por el calendario hebreo, fue la hostilidad contra la
religión y el pueblo judíos, decretada por el emperador de Roma,
Constantino el Grande, en una carta dirigida a los obispos reunidos en
el concilio.



Siglos después (en el año 1582) el
calendario juliano se cambió por el calendario gregoriano, con el fin de
ajustar la celebración de esta fiesta. Este calendario (el gregoriano)
es el que se usa ahora mismo en casi todos los países del mundo.



Sin embargo, el cambio más dramático
que ha hecho la Iglesia Católica con relación a esta fiesta, no es el de
la fecha, sino el haber trastornado el significado y los elementos de
la celebración. Lo que la Iglesia Católica celebra no tiene nada que ver
con la Biblia.



En primer lugar cambió el significado
de la celebración. La Pascua católica el último domingo de la Semana
Santa no conmemora la muerte del Señor, sino su resurrección. Por eso
recibe una variedad de nombres distintos: Pascua de Resurrección, Pascua
Florida, Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección o Domingo de
Gloria. Esto es arbitrario y contrario a las enseñanzas de Cristo y de
Pablo, quienes explícitamente dicen que la conmemoración es de la muerte
de Cristo.



Después, ha tomado los elementos
conmemorativos de la Pascua de Cristo (el pan y el vino) y el
significado de esa ceremonia (la muerte del Señor) y con ellos ha
fabricado un artilugio: La eucaristía. Que es el uso de la hostia y el
vino en un rito que se celebra en cada misa. Añade a esto la llamada
“transustanciación”. Una doctrina irracional y arbitraria con relación a
las Sagradas Escrituras.



Las otras iglesias cristianas tampoco
celebran la Pascua u otras fiestas de la Biblia en sus fechas y con sus
simbologías. Inclusive, algunas ni las celebran. El Sábado, la Pascua,
la Fiesta de los Panes sin Levadura, la Fiesta de las Cosechas, la
Fiesta de los Tabernáculos, etc., fueron sustituidas por otras o
anuladas.



Todas estas arbitrariedades dan pie
para que ahora los judíos mesiánicos censuren con toda razón lo que
hacen los cristianos. Sin embargo, al tratar de arreglar eso, ellos
tampoco van a la Biblia, sino a las tradiciones judaicas (Tradición
Oral=Talmud) que tanto Cristo como Pablo condenaron, y lo que hacen es
sustituir las arbitrariedades y aberraciones de los católicos, por otras
arbitrariedades y otras aberraciones.



Otras celebraciones


Aparte de la Pascua los judíos mesiánicos celebran otras fiestas judías, tales como:


Shavout (Fiesta de las Semanas o Pentecostés, Nm. 28.26-31).

Sucot (Fiesta de los Tabernáculos, Dt. 16.13-15).

Yom Kipur (El Día de la Expiación, Lv. 16.1-34).

Rosh Hashaná (Año Nuevo Judío, no está en la Biblia).

Janucá (Fiesta de las Luces, no está en la Biblia)


No existiría peligro alguno para un
cristiano si celebra las fiestas que están en la Biblia, y como están en
la Biblia, en el ánimo de adorar a Dios con regocijo, porque son las
fiestas bíblicas. Aunque sólo la de Pentecostés (aparte de la Pascua) se
menciona de manera explícita en el Nuevo Testamento. Las otras no se
mencionan para nada.



El inconveniente está en que los
judíos mesiánicos dan a estas festividades (como hacen con la Pascua)
significados ajenos a las Escrituras y las colman de actos y rituales
que no aparecen en ningún lugar de la Toráh y mucho menos en el Nuevo
Testamento.



Eso sí, las celebraciones de estas
fiestas bíblicas se convierten en un peligro muy grave para el
cristiano, aun cuando las celebre como están en la Biblia, si ellas
llegan a ocupar el lugar de la justificación por la fe y la salvación
por gracia, y se constituyen en un medio para ser aceptados por el
Señor. Alguien dijo que si no celebras estas fiestas, eres cortado del
pueblo de Dios. Este concepto es altamente nocivo para la fe de un
cristiano. Pablo dijo en Gl. 4.10,11: “Guardáis los días, los meses, los
tiempos y los años. Temo que mi trabajo en vuestro medio haya sido en
vano.”



Vale entonces repetir nuestra advertencia para un cristiano que no quiera ver turbada su fe:


CÍÑASE RIGUROSAMENTE A LO QUE PUEDA ENCONTRAR EN LA BIBLIA.


Ningún rabino mesiánico, por más
famoso que sea, debería ser escuchado y mucho menos aceptado, si sus
interpretaciones sobre el Antiguo Testamento no aparecen en el Nuevo
Testamento de manera explícita.



Por ejemplo: cuando Juan dice: «…pues estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: “No será quebrado hueso suyo”. Y también otra Escritura dice: “Mirarán al que traspasaron”»; puede ponérsele el cuño de la verdad revelada a esa interpretación. Cuando Pablo escribe: «…y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo».
Se puede creer con plena fe y certeza de que tal interpretación es una
verdad revelada. Pero si un rabino mesiánico dice: “este símbolo o
aquélla ley de la Toráh significan tal cosa y se cumple o se observa de
esta manera”; si eso no está así explícitamente declarado en el Nuevo
Testamento, deberían cerrarse los oídos y rechazar tal cosa.



Y esa actitud tiene una gran razón: El
cuidado ante el peligro. Cualquiera de estas interpretaciones
judío-mesiánicas puede estar basada en el Talmud, en la Cábala o ser un
invento del mismo rabino mesiánico.



Y este es otro de los graves peligros
que corre la fe de un cristiano: Llegar a creer las alegorías inventadas
por los rabinos mesiánicos de hoy, las fábulas e interpretaciones
talmúdicas o las supuestas revelaciones místicas de la Cábala, como si
fueran la revelación de Dios, la Palabra de Dios.



Este peligro de confundir la verdad de las Escrituras con la fábula no es un problema nuevo. Ha existido siempre. Veamos:


Hay aún muchos obstinados, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión.
A esos es preciso tapar la boca, porque trastornan casas enteras
enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene. Uno de ellos, su
propio profeta, dijo: «Los cretenses son siempre mentirosos, malas
bestias, glotones ociosos». Este testimonio es verdadero. Por eso,
repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe y no atiendan a fábulas judaicas ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.


(Tito 1.10-14).


Que nadie os prive de vuestro
premio haciendo alarde de humildad y de dar culto a los ángeles
(metiéndose en lo que no ha visto), hinchado de vanidad por su propia
mente carnal, pero no unido a la Cabeza, en virtud de quien todo el
cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece
con el crecimiento que da Dios. Si habéis muerto con Cristo en cuanto a
los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivierais en el mundo, os
sometéis a preceptos tales como: «No uses», «No comas», «No toques»?
Todos estos preceptos son solo mandamientos y doctrinas de hombres, los
cuales se destruyen con el uso. Tales cosas tienen a la verdad cierta
reputación de sabiduría, pues exigen cierta religiosidad, humildad y
duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos
de la carne.
(Col. 2.18-23).



Como te rogué que te quedaras en
Éfeso cuando fui a Macedonia, para que mandaras a algunos que no enseñen
diferente doctrina ni presten atención a fábulas y genealogías interminables
(que acarrean discusiones más bien que edificación de Dios, que es por
fe), así te encargo ahora. El propósito de este mandamiento es el amor
nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. Algunos,
desviándose de esto, se perdieron en vana palabrería. Pretenden ser doctores de la Ley, cuando no entienden ni lo que hablan ni lo que afirman.
(1 Ti. 1.3-7).



Recuérdales esto, exhortándolos
delante del Señor a que no discutan sobre palabras, lo cual para nada
aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. Procura con
diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Pero evita profanas y
vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad y su
palabra carcomerá como gangrena. Así aconteció con Himeneo y Fileto, que
se desviaron de la verdad diciendo que la resurrección ya se efectuó, y
trastornan la fe de algunos.
(2 Ti. 2.14-18).



Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad… (1Ti. 4.7)


Timoteo, guarda lo que se te ha
encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas y los
argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos,
se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amén.
(1 Ti. 6.20,21).



Pero evita las cuestiones necias, como genealogías, contiendas y discusiones acerca de la Ley, porque son vanas y sin provecho.

(Tito 3.9).


Conclusión


Nos parece que no es necesario
continuar con otros temas del evangelio que el judaísmo mesiánico
distorsiona. Nos parece que basta con la exposición presentada sobre
estos cuatro temas:



1) La crítica al Nuevo Testamento griego

2) La negación de la Divinidad de Cristo

3) La distorsión a la doctrina de la justificación por la fe y la salvación por gracia

4) La interpretación incorrecta del Nuevo Testamento a la luz del Antiguo Testamento


Estos cuatro temas son suficientes
para que cualquiera pueda comprender que en el judaísmo mesiánico se
esconden serios peligros para la fe y la salud espiritual de un
cristiano.




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