lunes, 8 de agosto de 2016

Alejandro Magno y sus conquista El Imperio Helenico Etapa Helenistica

Alejandro Magno y sus conquista El Imperio Helenico Etapa Helenistica








Alejandro Magno y sus conquista El Imperio Helenico Etapa Helenistica

















Alejandro Magno y sus Conquista

Supremacía de Macedonia: 
Durante este periodo de luchas por la hegemonía en Grecia, Macedonia,
al norte de Tesalia, comenzaba su política de expansión. Filipo II, rey
de Macedonia en el 359 a. C., gran admirador de la civilización griega,
era consciente de su gran debilidad y la falta de unidad política
macedonia. Inmediatamente después de subir al trono, Filipo anexionó las
colonias del sur de Grecia, en la costa de Macedonia y Tracia, y se
propuso convertirse en el dueño de la península.

Su astucia en las artes políticas y el apoyo de las fuerzas macedonias
contribuyeron al logro de sus ambiciones, a pesar de la oposición de
muchos políticos griegos, liderados por el ateniense Demóstenes. En el
338 a. C. Filipo derrota al ejercito griego en Queronea era lo
suficientemente poderoso como para convocar un congreso de todos los
estados griegos, en el que reconocieron la superioridad de Macedonia en
la península y nombraron a Filipo comandante en jefe de las fuerzas
griegas. Un año después, un segundo congreso declaraba la guerra a
Persia, su enemigo tradicional. Filipo empezó a preparar la campaña en
Asia, pero fue asesinado en el 336 a. C. Su hijo, Alejandro III el
Magno, de veinte años, se convirtió en su sucesor.
Alejandro III el Magno
(356-323 a. C.), rey de Macedonia (336-323 a. C.), conquistador del
Imperio persa, y uno de los líderes militares más importantes del mundo
antiguo.
Su
nacimiento coincidió con extraños sucesos. Ese día mientras Eróstrato,
un loca, incendiaba uno de los más celebres santuarios, una de las
maravillas del mundo. El templo de Diana en Efeso, Filipo II recibía la
noticia de tres victorias en los juegos olímpicos.
Las primeras conquistas:
Alejandro nació en Pela, la antigua capital de Macedonia; era hijo de
Filipo II, rey de Macedonia, y de Olimpia, princesa de Epiro.
Aristóteles fue su tutor, enseñándole retórica y literatura, y estimuló
su interés por la ciencia, la medicina y la filosofía. En el verano del
año 336 a. C. Filipo fue asesinado y Alejandro ascendió al trono de
Macedonia. Se encontró rodeado de enemigos y se vio amenazado por una
rebelión en el extranjero. Alejandro ordenó la ejecución de todos los
conspiradores y enemigos nacionales. Marchó sobre Tesalia, donde los
partidarios de la independencia habían obtenido el control, y restauró
el dominio macedónico. Hacia finales del verano del 336 a. C. había
restablecido su posición en Grecia y un congreso de estados en Corinto
lo eligió comandante del Ejército griego para la guerra contra Persia.
En el 335 a. C. dirigió una campaña brillante contra los rebeldes
tracios cerca del río Danubio.

A su regreso a Macedonia, reprimió en una sola semana a los hostiles
ilirios y dardanelos cerca del lago Pequeño Prespa y después se dirigió
hacia Tebas, que se había sublevado. Tomó la ciudad por asalto y arrasó
sus edificios, respetando sólo los templos y la casa del poeta lírico
Píndaro, esclavizando a unos treinta mil habitantes capturados. La
rapidez de Alejandro en reprimir la sublevación de Tebas facilitó la
inmediata sumisión de los otros estados griegos.
La creación de un imperio:
Alejandro comenzó su guerra contra Persia la primavera del 334 a. C. al
cruzar el Helesponto (actualmente Dardanelos) con un ejército de unos
365.000 hombres de Macedonia y de toda Grecia; sus oficiales jefes eran
todos macedonios, incluidos Antígono (más tarde Antígono Monoftalmos),
Tolomeo (más tarde Tolomeo I) y Seleuco (más tarde Seleuco I).
En
el río Gránico, cerca de la antigua ciudad de Troya (en la actual
Turquía), atacó a un ejército de 40.000 persas y griegos hoplitas
(mercenarios). Sus fuerzas derrotaron al enemigo y, según la tradición,
sólo perdió 110 hombres; después de esta batalla, toda Asia se rindió.
Al parecer, en su camino a través de Frigia cortó con su espada el nudo
gordiano. Continuó avanzando hacia el sur y se encontró con el ejército
principal persa, bajo el mando de Darío III, en Isos, en el noroeste de
Siria. Según la tradición, el ejército de Darío se estimaba en 500.000
soldados, cifra que hoy es considerada exagerada.
La
batalla de Isos, en el año 333 a. C., terminó con una gran victoria de
Alejandro. Aunque cortó la retirada, Darío huyó, abandonando a su madre,
esposa e hijos a Alejandro, quien les trató con respeto debido a su
condición de familia real. Tiro, un puerto marítimo muy fortificado,
ofreció una resistencia obstinada, pero Alejandro lo tomó por asalto en
el 332 a. C. después de un asedio de siete meses. Seguidamente,
Alejandro capturó Gaza y después pasó a Egipto, donde fue recibido como
libertador.



Estos
acontecimientos facilitaron el control de toda la línea costera del
Mediterráneo. Más tarde, en el 332 a. C., fundó en la desembocadura del
río Nilo la ciudad de Alejandría, que se convirtió en el centro
literario, científico y comercial del mundo griego. Cirene, la capital
del antiguo reino de Cirenaica, en el norte de África, se rindió a
Alejandro en el 331 a. C., extendiendo sus dominios a todo el territorio
de Cartago.
En
la primavera del 331 a. C. Alejandro hizo una peregrinación al gran
templo y oráculo de Amón-Ra, el dios egipcio del Sol a quien los griegos
identificaron con Zeus. Se creía que los primeros faraones egipcios
eran hijos de Amón-Ra, y Alejandro, el nuevo dirigente de Egipto, quería
que el dios le reconociera como su hijo. La peregrinación tuvo éxito, y
quizá confirmara la creencia de Alejandro en su propio origen divino.
Dirigiéndose de nuevo hacia el norte, reorganizó sus fuerzas en Tiro y
salió hacia Babilonia con un ejército de 40.000 infantes y 7.000
jinetes.
Cruzó
los ríos Éufrates y Tigris y se encontró con Darío al frente del
ejército persa, el cual, según informes exagerados, llevaba un millón de
hombres, cantidad que no impidió que sufriera una derrota devastadora
en la batalla de Arbela (Gaugamela) el 1 de octubre del 331 a. C. Darío
huyó al igual que hizo en Isos y un año más tarde fue asesinado por uno
de sus propios colaboradores. Babilonia se rindió después de Gaugamela, y
la ciudad de Susa, con sus enormes tesoros, fue igualmente conquistada.
Más
tarde, hacia mitad del invierno, se dirigió a Persépolis, la capital de
Persia. Después de robar los tesoros reales y apropiarse de un rico
botín, quemó la ciudad, lo cual completó la destrucción del antiguo
Imperio persa. El dominio de Alejandro se extendía a lo largo y ancho de
la orilla sur del mar Caspio, incluyendo las actuales Afganistán y
Beluchistán, y hacia el norte a Bactriana y Sogdiana, el actual
Turkestán ruso, también conocido como Asia central. Sólo le llevó tres
años, desde la primavera del 330 a. C. hasta la primavera del 327 a. C.,
dominar esta vasta zona.
Para
completar la conquista del resto del Imperio persa, que en tiempos
había incluido parte de la India occidental, Alejandro cruzó el río Indo
en el 326 a. C. e invadió el Punjab, alcanzando el río Hifasis (actual
Bias); en este punto los macedonios se rebelaron, negándose a continuar.
Entonces Alejandro construyó una flota y bajó navegando el Hidaspo
(llamado Hydaspes por los griegos, donde derrotó al dirigente indio
Poros en el 326 a. C.) hacia el Indo, alcanzando su delta en septiembre
del 325 a. C.
La
flota continuó hacia el golfo Pérsico. Con su ejército, Alejandro cruzó
el desierto de Susa en el 324 a. C. La escasez de comida y agua durante
la marcha había causado varias pérdidas y desacuerdos entre sus tropas.
Alejandro pasó aproximadamente un año organizando sus dominios e
inspeccionando territorios del golfo Pérsico donde conseguir nuevas
conquistas. Llegó a Babilonia en la primavera del 323 a. C., pero en
junio contrajo fiebres y murió. Dejó su Imperio, según sus propias
palabras, “a los más fuertes” este ambiguo testamento provocó terribles
luchas internas durante medio siglo.
 
El legado de Alejandro:
Alejandro fue uno de los mayores conquistadores de la historia, destacó
por su brillantez táctica y por la velocidad con la que cruzó grandes
extensiones de terreno. Aunque fue valiente y generoso, supo ser cruel y
despiadado cuando la situación política lo requería, aunque cometió
algunos actos de los que luego se arrepintió, caso del asesinato de su
amigo Clito en un momento de embriaguez. Como político y dirigente tuvo
planes grandiosos; según muchos historiadores abrigó el proyecto de
unificar Oriente y Occidente en un imperio mundial, una nueva e
ilustrada hermandad mundial de todos los hombres.

Hizo que unos 30.000 jóvenes persas fueran educados en el habla griega y
en tácticas militares macedónicas y les alistó en su Ejército. Él mismo
adoptó costumbres persas y se casó con mujeres orientales: con Estatira
(o Stateira; que murió hacia el 323 a. C.), la hija mayor de Darío III,
y con Roxana (que murió hacia el 311 a. C.), hija del sátrapa de
Bactriana Oxiartes; además animó y sobornó a sus oficiales para que
tomaran esposas persas. Poco después murió. Alejandro ordenó que las
ciudades griegas le adoraran como a un dios. Aunque probablemente dio la
orden por razones políticas, según su propia opinión y la de sus
contemporáneos, se le consideraba de origen divino. Tras su muerte, la
orden fue en gran parte anulada.
Para
unificar sus conquistas, Alejandro fundó varias ciudades a lo largo de
su marcha, muchas se llamaron Alejandría en honor a su persona; estas
ciudades estaban bien situadas, bien pavimentadas y contaban con buenos
suministros de agua. Eran autónomas pero sujetas a los edictos del rey.
Los veteranos griegos de su Ejército al igual que soldados jóvenes,
negociantes, comerciantes y eruditos se instalaron en ellas y se
introdujo la cultura y la lengua griega. Así, Alejandro extendió
ampliamente la influencia de la civilización griega y preparó el camino
para los reinos del periodo helenístico y la posterior expansión de
Roma.









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