domingo, 7 de agosto de 2016

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EL SIDUR LIBRO DE ORACIÓN JUDÍO
Introducción
La plegaria es el hombre hablando con D's. Es la reflexión acerca del significado y
del propósito de la vida, en la medida que tiene lugar la presencia de D's. El estudio de la
Toráh es oración. Es la comunicación con D's y Su mundo.
La plegaria judía es tan antigua como el judaísmo. Se basa en la intimidad con D's
que se atreve a interrogar y a desafiar. Un hombre puede pedir, pero debe saber que D's
determina cuanto puede ser concedido a la breve vida del mortal.
Las cualidades de D's son reveladas para que el hombre pueda tenerlo como guía, y
crea en El y en Su poder. La oración judía es un diálogo con D's, Quien es infinitamente
misericordioso en la sumisión de Su voluntad, Cuyo amor es infinito.
La plegaria judía es reflexión. La oración judía puede ser espontánea, surgida del
corazón.
Tan importante es la plegaria que el Templo de Salomón está dedicado no al ritual y al
sacrificio, sino a la oración, a la sencilla efusión que brota del corazón de aquellos que
llegan para manifestar su reverencia. No lo la oración del judío sino toda la plegaria
dirigida a D's merece una respuesta.
La oración fluye por las páginas de la Toráh como una trama de seda, manteniendo
unidos al pueblo con su historia y ligando al hombre con D's. La oración y también la
súplica, es siempre afirmación. Aquel que pide, expresa la afirmación de D's a quien se
dirige. Por eso el Libro de los Salmos se llama Tehilim, el libro de las alabanzas. Podría
haber sido denominado Libro de Oraciones pero esto hubiera limitado la significación de la
plegaria, porque toda oración es alabanza.
El judaísmo no necesitó de la teología en su más estrecho sentido, ni "Ciencia de
D's", ni filosofía; la oración ocupó ese lugar. Aquel que ora sabe a quién ora, conoce Su
gloria, Su poder, Su majestad, Su amor. Era D's simplemente. La plegaria formal fue el
sistema de la filosoa judía, convertida en accesible para todos.
Para traducir en vida esta filosoa los rabinos rodearon de oraciones la existencia de
los judíos. Individualmente el judío podía obedecer a los impulsos de su corazón hallando
las palabras mediante las cuales poa llegar a D's. Al mismo tiempo se elaboró una
fórmula para la oración: la Bendición. Ésta constituye la unidad de la plegaria y una forma
definida: "Bendito eres Adonai, D's nuestro y Rey del universo". Esto no es formalismo
ya que el pensamiento del hombre gira alrededor de D's. La oración refleja una fe
incondicional que combina el respeto con el amor, la reverencia con la intimidad. Es la
relación del hijo con el padre, ya que en cualquier circunstancia de la vida el judío es
consciente de que D's es su Padre.



Orar no es simplemente recitar. Es cantar. La Toráh y los profetas se leen a la
congregación por medio de un canto basado en tonadas que se usan en diferentes y variadas
combinaciones. El canto libre de la Toráh no tiene limitación ni medida sino que responde
al fluir de las palabras. Para decir las oraciones se usan melodías similares. Como en el
recitado de la Toráh, algunas de ellas son antiguas y se les dieron nombre.
Durante la Edad Media los cantores eran a menudo autores de la letra escribiendo
poemas para las ocasiones especiales y agregándolas a las distintas secciones del servicio
religioso público. También se han encontrado Rabínos que escribieron para determinados
servicios himnos, lecturas alternadas y meditaciones. Algunos eran de gran valor literario;
otros seguían meramente el estilo que existía en su país y eran producciones transitorias.
Estos poemas se llaman Piyutim, todavía existen y se usan, por ejemplo Adon Olam.
Fue así como los poetas ayudaron a dar expresión de la individualidad de cada momento y
de cada día sagrado y los cantores crearon melodías especiales para cada ocasión.
Orígenes de los libros de oraciones
El renacimiento de las investigaciones hebreas y bíblicas ejerció una profunda
influencia sobre lo que es el ritual en una sinagoga. No es posible entender cabalmente
ninguna religión del mundo, si no se toma en consideración su culto normal y cotidiano de
D’s, pues es aquí donde se ausculta el auténtico pulso de toda religión genuina” (Frederick
C. Grant). Esto se aplica doblemente al judaísmo del periodo postalmúdico, en el cual la
importancia de la sinagoga aumentaba constantemente, mientras que declinaba el número
de judíos y su condición social. La sinagoga era fruto de la comunidad de la diáspora que,
alejada del Beit Hamikdash, rendía allí sus cultos a D’s. (El Beit Hamikdash durante su
existencia les quitaba importancia a las sinagogas y luego de su destrucción siguió
eclipsándolas con la esperanza de su reconstrucción).
Los amoraim del siglo III, procuraron fortalecerla y concederle mayor dignidad
alentando la concurrencia a ella y elaborando nuevas oraciones para sus servicios. Pero ni
siquiera ellos dudaron en anteponer las academias a la casa de culto. Cuando las academias
declinaron en los siglos VI y VII, las sinagogas emergieron como el pilar de la vida judía.
Toda la vida pública empezó a nuclearse en torno de la casa de culto, que por regla general
albergaba la escuela, las organizaciones filantrópicas y el tribunal de justicia.
Los acontecimientos del mundo exterior aumentaron la estima por las sinagogas.
Las comunidades judías sometidas a la dominación bizantina y luego árabe ya no
realizaban sacrificios, por el contrario, las asambleas litúrgicas se convirtieron entonces en
el centro mismo de la vida blica judía, estimulada por la aceptación general que tenía en
los mundos cristiano y musulmán el culto colectivo, principios que habrían dado origen a la
sinagoga. Dejaron de existir los rabinos y dirigentes destacados que se abstenían de
concurrir a la sinagoga y preferían las devociones privadas (fenómeno bastante común en la
era talmúdica).



Para las masas de judíos que no tenían posibilidades de educación, que estaban
bastante inactivos desde el punto de vista comunitario, la participación diaria en el culto
público era la principal expresión de lealtad religiosa. Por lo tanto el periodo entre el 500 y
el 800 de la era común se caracteripor los esfuerzos destinados a reunir y consolidar los
tesoros litúrgicos acumulados. Le siguió un periodo memorable de creatividad literaria, que
alcanzó su apogeo en la poesía sacra de los inmortales españoles. No obstante, en el
periodo anterior hubo también sobresalientes logros creadores en las formas específicas de
la poesía litúrgica (Piyut), como así tampoco se completó la obra de consolidación en ese
periodo. En realidad, lo los cuatros siglos subsiguientes contemplaron la compilación de
los grandes clásicos litúrgicos judíos, tanto en forma de libros de oraciones como de
códigos litúrgicos (escritos por Amram, Saadía, Rashi, Simjá de Vitry y Maimónides o
atribuidos a ellos.
Los judíos estaban convencidos de la antigüedad inmemorial de las bendiciones que
atribuyeron su composición a Abraham, Isaac, y Jacob. Los autores de los poemas
litúrgicos dieron sencillamente por sobreentendido este criterio. Una tradición gueónica
pretendía que ya la primera comunidad los judíos habían recitado diariamente estas tres
bendiciones así como las otras dos de la Amidá, los Diez mandamientos, el Shemá, y su
plegaria adjunta, Emet ve-iatsiv (verdadero y firme). Los problemas lingüísticos también
eran graves. Los sabios antiguos, al comprender que las oraciones hebreas por solas no
podían satisfacer los anhelos espirituales del sector mayoritario de los judíos del mundo -
que hablaban arameo y griego-, permitieron que las oraciones se entonaran en cualquier
idioma. En realidad lo que querían era evitar que el hebreo se olvidara. Pero luego hasta los
mismo maestros judíos componían plegarias arameas, como por ejemplo la famosa oración
de los dolientes, el Kadish que tenía evidentes afinidades con el Padre Nuestro de los
cristianos primitivos.
El desplazamiento gradual del arameo por el árabe en el habla de las masas,
combinado con el renacimiento de los estudios hebreos lingüísticos, complicó la tarea de
unificación. Los dirigentes intelectuales alentaron a las comunidades a enriquecer sus
rituales incorporando a ellos selecciones del acervo cada vez más rico de la poesía sagrada
hebrea, aunque esta aprobación contrariaba las sospechas que alentaban respecto de los
piyutim existentes. El renacimiento del hebreo impulsó a cuestionar las formas litúrgicas
consagradas desde hacía mucho tiempo. Algunos lectores locales dudaban en emplear la
palabra kales en el Kadish, pues si bien la misma reflejaba la connotación talmúdica de
alabanza, en hebreo bíblico tenía el sentido opuesto (el de culpa). Se explicó que a menudo
el significado de una palabra está determinado por su contexto. El criterio rabínico se
apartó por completo de la antigua actitud de tolerancia, e insistió en que se tenía que recitar
tanto como el Shemá como la Amida en hebreo, aunque no se entendiera su significado.
Las transformaciones económicas y el desarrollo del alfabetismo fueron armas de
doble filo, que estimulaban y complicaban simultáneamente la tarea de consolidación. La
creciente urbanización ayudó a formar una clase ociosa bastante nutrida, e incluso muchos
mercaderes y artesanos ya estaban en condiciones de dedicar proporcionalmente más
tiempo a los servicios cotidianos.



Muchas veces estas plegarias privadas se infiltraron finalmente en los servicios
religiosos colectivos. Cada individuo recitaba al concluir la Amidá una oración propia y
muchos incorporaron la oración que actualmente está al final de la Amidá que dice: "D's
o, preserva mi lengua de la calumnia y mis labios de la mentira" compuesta por "Mar"
bar Rabina en el siglo V. Parece que el muy discutido Alenu le-Shabeaj, que combinaba la
exaltación del D's único de Israel con una dura crítica a las naciones incrédulas, fue
compilado por Rab a partir de frases litúrgicas que provenían de diversos periodos y luego
fue intercalado entre las plegarias que precedían al toque del Shofar el día de Año Nuevo.
Sin embargo, en la Europa medieval, los dirigentes judíos decidieron recitarlo al
finalizar cada servicio (costumbre que se prologa hasta la actualidad) y se aferraron a él
desafiando los ataques cada vez más violentos que los provocadores antijudíos le lanzaron
desde el siglo XIV en adelante.
Se suponía que las plegarias humanas también influían sobre la conducta y el
destino de las huestes celestiales. Los individuos devotos continuaron recitando a menudo
una vieja oración al concluir sus devociones matutinas: "Sea Tu voluntad, Oh Señor nuestro
D's, concertar la paz entre la familia celestial y la familia terrenal, y entre los discípulos que
estudian Tu Toráh, la estudien por ella misma o por razones externas, sea Tu voluntad que
la estudien por ella misma". Es cierto que muchos rabinos destacaban la superioridad de las
oraciones de Israel respecto de las huestes divinas. Por razones análogas, un sabio
talmúdico había argumentado que los ángeles lo cantan en la noche, dejando ela
expedito para la devoción terrenal de los judíos piadosos.
La convicción de los judíos de que sus oraciones debían ocuparse cada vez más de
la "familia" celestial prosperó. Especialmente la Kedushá comenzaba con la frase:
"Santificaremos Tu nombre en el mundo así como ellos lo santifican en los cielos
sublimes". Los servicios originales, bastante breves y sencillos, sólo reclamaban una
pequeña intervención profesional, pues la repetición constante ayudaba a memorizar las
oraciones básicas y se alentaba a cada individuo a agregar plegarias en su propio idioma.
Para conservar la espontaneidad de las oraciones, los rabinos se abstuvieron de introducir
fórmulas obligatorias. A medida que los servicios litúrgicos se estiraban en el periodo
talmúdico, se concedía al "mensajero del pueblo" considerable libertad para seleccionar
nuevas oraciones y al mismo tiempo debía vigilar la correcta transmisión del texto. Como
esta tarea cada vez era s complicada para que cualquier persona la realizara, las grandes
congregaciones comenzaron a confiarla a profesionales con dedicación exclusiva.
Sin alterar la ley que reconocía a todo van mayor de trece años el derecho a
conducir los servicios, estas congregaciones preferían que lo hicieran personas calificadas,
salvo alguna excepción. Profesional o laico, el "mensajero del pueblo" leía en voz alta las
oraciones estipuladas en reemplazo de los fieles que no estaban en condiciones de recitarlas
por mismos. Esta función continuó, aún cuando ya el libro de oraciones había hecho su
aparición, ya que en ese momento, el "mensajero del pueblo", seguía leyendo las oraciones
para los analfabetos. Se supone que el autor litúrgico tomaba conceptos y leyendas que ya
habían sido desarrollados en los Midrashim y los adornaba con algunas imágenes poéticas.
Sin Embargo, dicha teoría subestima la chispa creadora de los poetas litúrgicos.
Maimónides no se equivo del todo cuando habló indiscriminadamente de "composiciones
de los cantores, predicadores, y otros que se creen capaces de hacer poemas". En algunos
casos se puede documentar en la práctica hasta que punto un predicador se había inspirado
en un poeta. A veces el sermón estaba elaborado en estilo poético litúrgico.
Es obvio que la prohibición de explicar la Ley Oral en cualquier enseñanza formal
desplazaba fácilmente la responsabilidad del sermón al poema insertado en la liturgia
consagrada y por lo tanto permitido. Claro que la hostilidad cristiana contra la Ley Oral no
comenzó en el siglo VI. En el clima cada vez más intolerante del Imperio Romano de
Oriente, que protegía a la sinagoga en tanto que perseguía a los judíos, existían muchos
incentivos para aprovechar al máximo los rasgos tanto educativos como religiosos de la
liturgia de la sinagoga, cuyos principios fundamentales eran confesadamente anteriores al
cristianismo. Tampoco debemos subestimar la influencia que ejercieron los contactos
diarios con los vecinos de Israel. Aunque las relaciones personales entre los dirigentes
judíos y cristianos estaban lejos de ser íntimas, las sinagogas de la época recibían tantos
visitantes cristianos que los eclesiásticos lo interpretaran como un grave peligro para la
ortodoxia cristiana. Los esfuerzos incansables de los misioneros bastaron para que algunos
judíos de familiarizaran con los principios y las formas externas del culto cristiano.
El tema central de algunos poemas litúrgicos cristianos debió atraer la curiosidad de
los judíos. Estos poemas no lo enfocaban temas del Antiguo Testamento como ser el
sacrificio de Isaac, sino que a menudo describían acontecimientos contemporáneos,
especialmente los efectos catastróficos de los terremotos o conflagraciones que los judíos
locales también habían padecido. Las congregaciones judías diferían en muchos sentidos de
sus contrapartes cristianas, especialmente pos el hecho de que no tuvieron libros de
oraciones escritos antes del de Amram. Desde este punto de vista la liturgia judía compartió
el destino de los otros rubros de la Ley Oral. Este hecho se debe al peso de la tradición, al
temor de los rabinos de que la circulación de textos contradictorios por los territorios de la
lejana Diáspora engendrara divergencias sectarias o la presencia de otros textos que no
fueran la Biblia en manos de los fieles los hiciera vulnerables a persecuciones especiales.
Esta carencia de escritos litúrgicos no fue demasiado grave mientras las
comunidades judías lo contaban con breves rituales para los días de semana, Shabatot y
días festivos. Un números de fieles y en particular sus “mensajeros”, poan aprenderlos de
memoria. Cada individuo, así como los dirigentes comunitarios, poan improvisar
fácilmente las oraciones adicionales. La improvisación perduró en realidad como un rasgo
característico de los servicios de la sinagoga durante todo el periodo talmúdico y los
comienzos de la época postalmúdica, cuando sirvió en la práctica como vehículo para
impartir a grande s auditorios alguna información sobre la Ley Oral. El mismo lector no
siempre recordaba su improvisación después de transcurrido un tiempo, sobre todo de los
servicios de la Altas Fiestas (cada año realizaban una nueva improvisación para, por
ejemplo, la Amidá).
Muchos “mensajeros” prolongaron sus oraciones con súplicas poéticas en las que
solicitaban la tolerancia divina para sus defectos y ayuda para hallar las palabras
apropiadas, capaces de expresar los profundos anhelos del pueblo. Algunas de éstas
súplicas conmovedoras se han convertido en parte integral de la liturgia consagrada. Por
ejemplo la frase: “Busco al Señor e imploro Su presencia. Le ruego que conceda fluidez a
mi lengua”, incluida en la plegaria de Musaf del Día del Perdón, no fue originariamente
sino uno de estos clamores personales destinados a solicitar el auxilio divino. Esta
improvisaciones no eran sino variantes en torno del tema de las peticiones de introducción
largamente consagradas que cada judío recitaba antes y después de la oración silenciosa.
Comenzaban diciendo “Oh Señor, abre mis labios” y concluían con la frase “Acepta mis
palabras y la meditación de mi corazón, Adonai”.
Para comprender los temores y titubeos con que la mayoría de los lectores
encaraban sus improvisaciones, es necesario recordar el poder de la palabra, que desde los
tiempos antiguos, ocupaba un lugar predominante en la mentalidad de los pueblos del
Cercano Oriente. Según la creencia generalizada una palabra errónea, o incluso una palabra
justa pronunciada, aunque fuera involuntariamente, en el momento equivocado, poa
causar perjuicios incalculables no sólo al disertante, sino también a su comunidad.
Antes de la aparición de los textos, las plegarias dependían mucho de la memoria de
los “mensajeros” o profesionales. Por esto es que cuando los servicios se prolongaron, los
encargados de memorizarlos ya no poan con todas esas nuevas plegarias. Los creadores
anónimos de poesías rimadas cuya influencia sobre el destino de toda la literatura
occidental es inestimable, dieron un paso decisivo. Estimulados tal vez por el ejemplo que
sentaron los autores antiguos de la Amidá focal -cuyas rimas probablemente involuntarias
se asemejan a aquellas halladas en una canción guerrera filistea contra Sann, en una
profecía de Isaías o en Homero- Estos poetas empezaron a utilizar la rima como el medio
más eficaz para asegurar tanto la memorización como la transmisión fiel. Al principio la
rima era bastante simple , y en la mayoría de los casos consistía en palabras que tenían la
misma terminación gramatical, se tratara del plural o de la segunda persona del nero
masculino o femenino. Además el mismo poeta no aplicaba necesariamente la nueva
técnica a todos sus poemas, y ni siquiera a la totalidad de un único poema. Con el paso del
tiempo, las rimas se hicieron más sofisticadas. Al entrar en contacto con los árabes, los
autores judíos continuaron refinando sus propios métodos.
De estos conflictos entre la interioridad creadora y la fidelidad a la tradición nació
ese género particular de poesía litúrgica que conocemos con el nombre de Piyut. Esta
designación, no describía la naturaleza peculiar de esta poesía con tanta exactitud como su
sinónimo menos usual, jazanut (composiciones de lectores de sinagoga. Muchas oraciones
importantes que n recitan en las casas de culto judías, entre ellas el Alenu, deben su
origen o su formulación final al talento poético y musical de Rab. (estudioso que en el siglo
III fundó la academia de Sura, dotado de una bellísima voz, e improvisaba nuevas
plegarias).
En la recopilación de poemas escogidos de Ianai que M. Azulay publicó en 1938
figuran no menos de 138 de sus kerovot incuestionables y 38 de las dudosas, extrdas de
173 manuscritos dispersos. Desde entonces han salido a la luz otros varios poemas. Pero lo
que ha atrdo la atención de los especialistas en poesía hebrea medieval ha sido no sólo el
número impresionante de estos poemas, sino también la forma y la calidad de la mayoría de
ellos.
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El sidur

by francisco-gutierrez-ramirez



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  • 1. EL SIDUR – LIBRO DE ORACIÓN JUDÍO
    Introducción La plegaria es el hombre hablando con D's. Es la
    reflexión acerca del significado y del propósito de la
    vida, en la medida que tiene lugar la presencia de D's. El estudio de
    la Toráh es oración. Es la comunicación con
    D's y Su mundo. La plegaria judía es tan antigua como el
    judaísmo. Se basa en la intimidad con D's que se atreve a
    interrogar y a desafiar. Un hombre puede pedir, pero debe saber que D's
    determina cuanto puede ser concedido a la breve vida del mortal. Las
    cualidades de D's son reveladas para que el hombre pueda tenerlo como
    guía, y crea en El y en Su poder. La oración
    judía es un diálogo con D's, Quien es infinitamente
    misericordioso en la sumisión de Su voluntad, Cuyo amor es
    infinito. La plegaria judía es reflexión. La
    oración judía puede ser espontánea, surgida
    del corazón. Tan importante es la plegaria que el Templo de
    Salomón está dedicado no al ritual y al sacrificio,
    sino a la oración, a la sencilla efusión que brota del
    corazón de aquellos que llegan para manifestar su reverencia.
    No sólo la oración del judío sino toda la
    plegaria dirigida a D's merece una respuesta. La oración fluye
    por las páginas de la Toráh como una trama de seda,
    manteniendo unidos al pueblo con su historia y ligando al hombre con
    D's. La oración y también la súplica, es
    siempre afirmación. Aquel que pide, expresa la
    afirmación de D's a quien se dirige. Por eso el Libro de los
    Salmos se llama Tehilim, el libro de las alabanzas. Podría
    haber sido denominado Libro de Oraciones pero esto hubiera limitado la
    significación de la plegaria, porque toda oración es
    alabanza. El judaísmo no necesitó de la
    teología en su más estrecho sentido, ni "Ciencia de
    D's", ni filosofía; la oración ocupó ese
    lugar. Aquel que ora sabe a quién ora, conoce Su gloria, Su
    poder, Su majestad, Su amor. Era D's simplemente. La plegaria formal fue
    el sistema de la filosofía judía, convertida en
    accesible para todos. Para traducir en vida esta filosofía los
    rabinos rodearon de oraciones la existencia de los judíos.
    Individualmente el judío podía obedecer a los impulsos
    de su corazón hallando las palabras mediante las cuales
    podía llegar a D's. Al mismo tiempo se elaboró una
    fórmula para la oración: la Bendición.
    Ésta constituye la unidad de la plegaria y una forma definida:
    "Bendito eres Tú Adonai, D's nuestro y Rey del universo". Esto
    no es formalismo ya que el pensamiento del hombre gira alrededor de D's.
    La oración refleja una fe incondicional que combina el respeto
    con el amor, la reverencia con la intimidad. Es la relación
    del hijo con el padre, ya que en cualquier circunstancia de la vida el
    judío es consciente de que D's es su Padre.

  • 2. Orar no es simplemente recitar. Es cantar. La Toráh y los
    profetas se leen a la congregación por medio de un canto basado
    en tonadas que se usan en diferentes y variadas combinaciones. El canto
    libre de la Toráh no tiene limitación ni medida sino
    que responde al fluir de las palabras. Para decir las oraciones se usan
    melodías similares. Como en el recitado de la Toráh,
    algunas de ellas son antiguas y se les dieron nombre. Durante la Edad
    Media los cantores eran a menudo autores de la letra escribiendo poemas
    para las ocasiones especiales y agregándolas a las distintas
    secciones del servicio religioso público. También se
    han encontrado Rabínos que escribieron para determinados
    servicios himnos, lecturas alternadas y meditaciones. Algunos eran de
    gran valor literario; otros seguían meramente el estilo que
    existía en su país y eran producciones transitorias.
    Estos poemas se llaman Piyutim, todavía existen y se usan, por
    ejemplo Adon Olam. Fue así como los poetas ayudaron a dar
    expresión de la individualidad de cada momento y de cada
    día sagrado y los cantores crearon melodías especiales
    para cada ocasión. Orígenes de los libros de
    oraciones El renacimiento de las investigaciones hebreas y
    bíblicas ejerció una profunda influencia sobre lo que
    es el ritual en una sinagoga. “No es posible entender
    cabalmente ninguna religión del mundo, si no se toma en
    consideración su culto normal y cotidiano de D’s,
    pues es aquí donde se ausculta el auténtico pulso de
    toda religión genuina” (Frederick C. Grant). Esto se
    aplica doblemente al judaísmo del periodo
    postalmúdico, en el cual la importancia de la sinagoga
    aumentaba constantemente, mientras que declinaba el número de
    judíos y su condición social. La sinagoga era fruto de
    la comunidad de la diáspora que, alejada del Beit Hamikdash,
    rendía allí sus cultos a D’s. (El Beit
    Hamikdash durante su existencia les quitaba importancia a las sinagogas y
    luego de su destrucción siguió eclipsándolas
    con la esperanza de su reconstrucción). Los amoraim del siglo
    III, procuraron fortalecerla y concederle mayor dignidad alentando la
    concurrencia a ella y elaborando nuevas oraciones para sus servicios.
    Pero ni siquiera ellos dudaron en anteponer las academias a la casa de
    culto. Cuando las academias declinaron en los siglos VI y VII, las
    sinagogas emergieron como el pilar de la vida judía. Toda la
    vida pública empezó a nuclearse en torno de la casa de
    culto, que por regla general albergaba la escuela, las organizaciones
    filantrópicas y el tribunal de justicia. Los acontecimientos
    del mundo exterior aumentaron la estima por las sinagogas. Las
    comunidades judías sometidas a la dominación bizantina
    y luego árabe ya no realizaban sacrificios, por el contrario,
    las asambleas litúrgicas se convirtieron entonces en el centro
    mismo de la vida pública judía, estimulada por la
    aceptación general que tenía en los mundos cristiano y
    musulmán el culto colectivo, principios que habrían
    dado origen a la sinagoga. Dejaron de existir los rabinos y dirigentes
    destacados que se abstenían de concurrir a la sinagoga y
    preferían las devociones privadas (fenómeno bastante
    común en la era talmúdica).


  • 3. Para las masas de judíos que no tenían
    posibilidades de educación, que estaban bastante inactivos
    desde el punto de vista comunitario, la participación diaria en
    el culto público era la principal expresión de
    lealtad religiosa. Por lo tanto el periodo entre el 500 y el 800 de la
    era común se caracterizó por los esfuerzos destinados a
    reunir y consolidar los tesoros litúrgicos acumulados. Le
    siguió un periodo memorable de creatividad literaria, que
    alcanzó su apogeo en la poesía sacra de los inmortales
    españoles. No obstante, en el periodo anterior hubo
    también sobresalientes logros creadores en las formas
    específicas de la poesía litúrgica (Piyut),
    como así tampoco se completó la obra de
    consolidación en ese periodo. En realidad, sólo los
    cuatros siglos subsiguientes contemplaron la compilación de los
    grandes clásicos litúrgicos judíos, tanto en
    forma de libros de oraciones como de códigos
    litúrgicos (escritos por Amram, Saadía, Rashi,
    Simjá de Vitry y Maimónides o atribuidos a ellos. Los
    judíos estaban convencidos de la antigüedad inmemorial
    de las bendiciones que atribuyeron su composición a Abraham,
    Isaac, y Jacob. Los autores de los poemas litúrgicos dieron
    sencillamente por sobreentendido este criterio. Una tradición
    gueónica pretendía que ya la primera comunidad los
    judíos habían recitado diariamente estas tres
    bendiciones así como las otras dos de la Amidá, los
    Diez mandamientos, el Shemá, y su plegaria adjunta, Emet
    ve-iatsiv (verdadero y firme). Los problemas
    lingüísticos también eran graves. Los sabios
    antiguos, al comprender que las oraciones hebreas por sí solas
    no podían satisfacer los anhelos espirituales del sector
    mayoritario de los judíos del mundo - que hablaban arameo y
    griego-, permitieron que las oraciones se entonaran en cualquier idioma.
    En realidad lo que querían era evitar que el hebreo se
    olvidara. Pero luego hasta los mismo maestros judíos
    componían plegarias arameas, como por ejemplo la famosa
    oración de los dolientes, el Kadish que tenía
    evidentes afinidades con el Padre Nuestro de los cristianos primitivos.
    El desplazamiento gradual del arameo por el árabe en el habla
    de las masas, combinado con el renacimiento de los estudios hebreos
    lingüísticos, complicó la tarea de
    unificación. Los dirigentes intelectuales alentaron a las
    comunidades a enriquecer sus rituales incorporando a ellos selecciones
    del acervo cada vez más rico de la poesía sagrada
    hebrea, aunque esta aprobación contrariaba las sospechas que
    alentaban respecto de los piyutim existentes. El renacimiento del hebreo
    impulsó a cuestionar las formas litúrgicas
    consagradas desde hacía mucho tiempo. Algunos lectores locales
    dudaban en emplear la palabra kales en el Kadish, pues si bien la misma
    reflejaba la connotación talmúdica de alabanza, en
    hebreo bíblico tenía el sentido opuesto (el de culpa).
    Se explicó que a menudo el significado de una palabra
    está determinado por su contexto. El criterio rabínico
    se apartó por completo de la antigua actitud de tolerancia, e
    insistió en que se tenía que recitar tanto como el
    Shemá como la Amida en hebreo, aunque no se entendiera su
    significado. Las transformaciones económicas y el desarrollo
    del alfabetismo fueron armas de doble filo, que estimulaban y
    complicaban simultáneamente la tarea de consolidación.
    La creciente urbanización ayudó a formar una clase
    ociosa bastante nutrida, e incluso muchos mercaderes y artesanos ya
    estaban en condiciones de dedicar proporcionalmente más tiempo a
    los servicios cotidianos.

  • 4. Muchas veces
    estas plegarias privadas se infiltraron finalmente en los servicios
    religiosos colectivos. Cada individuo recitaba al concluir la
    Amidá una oración propia y muchos incorporaron la
    oración que actualmente está al final de la
    Amidá que dice: "D's mío, preserva mi lengua de la
    calumnia y mis labios de la mentira" compuesta por "Mar" bar Rabina en
    el siglo V. Parece que el muy discutido Alenu le-Shabeaj, que combinaba
    la exaltación del D's único de Israel con una dura
    crítica a las naciones incrédulas, fue compilado por
    Rab a partir de frases litúrgicas que provenían de
    diversos periodos y luego fue intercalado entre las plegarias que
    precedían al toque del Shofar el día de Año
    Nuevo. Sin embargo, en la Europa medieval, los dirigentes
    judíos decidieron recitarlo al finalizar cada servicio
    (costumbre que se prologa hasta la actualidad) y se aferraron a
    él desafiando los ataques cada vez más violentos que
    los provocadores antijudíos le lanzaron desde el siglo XIV en
    adelante. Se suponía que las plegarias humanas también
    influían sobre la conducta y el destino de las huestes
    celestiales. Los individuos devotos continuaron recitando a menudo una
    vieja oración al concluir sus devociones matutinas: "Sea Tu
    voluntad, Oh Señor nuestro D's, concertar la paz entre la
    familia celestial y la familia terrenal, y entre los discípulos
    que estudian Tu Toráh, la estudien por ella misma o por
    razones externas, sea Tu voluntad que la estudien por ella misma". Es
    cierto que muchos rabinos destacaban la superioridad de las oraciones de
    Israel respecto de las huestes divinas. Por razones análogas,
    un sabio talmúdico había argumentado que los
    ángeles sólo cantan en la noche, dejando el
    día expedito para la devoción terrenal de los
    judíos piadosos. La convicción de los judíos
    de que sus oraciones debían ocuparse cada vez más de
    la "familia" celestial prosperó. Especialmente la
    Kedushá comenzaba con la frase: "Santificaremos Tu nombre en el
    mundo así como ellos lo santifican en los cielos sublimes".
    Los servicios originales, bastante breves y sencillos, sólo
    reclamaban una pequeña intervención profesional, pues
    la repetición constante ayudaba a memorizar las oraciones
    básicas y se alentaba a cada individuo a agregar plegarias en
    su propio idioma. Para conservar la espontaneidad de las oraciones, los
    rabinos se abstuvieron de introducir fórmulas obligatorias. A
    medida que los servicios litúrgicos se estiraban en el periodo
    talmúdico, se concedía al "mensajero del pueblo"
    considerable libertad para seleccionar nuevas oraciones y al mismo
    tiempo debía vigilar la correcta transmisión del
    texto. Como esta tarea cada vez era más complicada para que
    cualquier persona la realizara, las grandes congregaciones comenzaron a
    confiarla a profesionales con dedicación exclusiva. Sin alterar
    la ley que reconocía a todo varón mayor de trece
    años el derecho a conducir los servicios, estas congregaciones
    preferían que lo hicieran personas calificadas, salvo alguna
    excepción. Profesional o laico, el "mensajero del pueblo"
    leía en voz alta las oraciones estipuladas en reemplazo de los
    fieles que no estaban en condiciones de recitarlas por sí
    mismos. Esta función continuó, aún cuando ya
    el libro de oraciones había hecho su aparición, ya que
    en ese momento, el "mensajero del pueblo", seguía leyendo las
    oraciones para los analfabetos. Se supone que el autor
    litúrgico tomaba conceptos y leyendas que ya habían
    sido desarrollados en los Midrashim y los adornaba con algunas
    imágenes poéticas. Sin Embargo, dicha teoría
    subestima la chispa creadora de los poetas litúrgicos.
    Maimónides no se equivocó del todo cuando
    habló indiscriminadamente de "composiciones de los cantores,
    predicadores, y otros que se creen capaces de hacer poemas". En algunos

  • 5. casos se puede documentar en la
    práctica hasta que punto un predicador se había
    inspirado en un poeta. A veces el sermón estaba elaborado en
    estilo poético litúrgico. Es obvio que la
    prohibición de explicar la Ley Oral en cualquier
    enseñanza formal desplazaba fácilmente la
    responsabilidad del sermón al poema insertado en la liturgia
    consagrada y por lo tanto permitido. Claro que la hostilidad cristiana
    contra la Ley Oral no comenzó en el siglo VI. En el clima cada
    vez más intolerante del Imperio Romano de Oriente, que
    protegía a la sinagoga en tanto que perseguía a los
    judíos, existían muchos incentivos para aprovechar al
    máximo los rasgos tanto educativos como religiosos de la
    liturgia de la sinagoga, cuyos principios fundamentales eran
    confesadamente anteriores al cristianismo. Tampoco debemos subestimar la
    influencia que ejercieron los contactos diarios con los vecinos de
    Israel. Aunque las relaciones personales entre los dirigentes
    judíos y cristianos estaban lejos de ser íntimas, las
    sinagogas de la época recibían tantos visitantes
    cristianos que los eclesiásticos lo interpretaran como un grave
    peligro para la ortodoxia cristiana. Los esfuerzos incansables de los
    misioneros bastaron para que algunos judíos de familiarizaran
    con los principios y las formas externas del culto cristiano. El tema
    central de algunos poemas litúrgicos cristianos debió
    atraer la curiosidad de los judíos. Estos poemas no
    sólo enfocaban temas del Antiguo Testamento como ser el
    sacrificio de Isaac, sino que a menudo describían
    acontecimientos contemporáneos, especialmente los efectos
    catastróficos de los terremotos o conflagraciones que los
    judíos locales también habían padecido. Las
    congregaciones judías diferían en muchos sentidos de
    sus contrapartes cristianas, especialmente pos el hecho de que no
    tuvieron libros de oraciones escritos antes del de Amram. Desde este
    punto de vista la liturgia judía compartió el destino
    de los otros rubros de la Ley Oral. Este hecho se debe al peso de la
    tradición, al temor de los rabinos de que la
    circulación de textos contradictorios por los territorios de la
    lejana Diáspora engendrara divergencias sectarias o la
    presencia de otros textos que no fueran la Biblia en manos de los fieles
    los hiciera vulnerables a persecuciones especiales. Esta carencia de
    escritos litúrgicos no fue demasiado grave mientras las
    comunidades judías sólo contaban con breves rituales
    para los días de semana, Shabatot y días festivos. Un
    números de fieles y en particular sus
    “mensajeros”, podían aprenderlos de
    memoria. Cada individuo, así como los dirigentes comunitarios,
    podían improvisar fácilmente las oraciones
    adicionales. La improvisación perduró en realidad como
    un rasgo característico de los servicios de la sinagoga
    durante todo el periodo talmúdico y los comienzos de la
    época postalmúdica, cuando sirvió en la
    práctica como vehículo para impartir a grande s
    auditorios alguna información sobre la Ley Oral. El mismo
    lector no siempre recordaba su improvisación después
    de transcurrido un tiempo, sobre todo de los servicios de la Altas
    Fiestas (cada año realizaban una nueva improvisación
    para, por ejemplo, la Amidá). Muchos
    “mensajeros” prolongaron sus oraciones con
    súplicas poéticas en las que solicitaban la tolerancia
    divina para sus defectos y ayuda para hallar las palabras apropiadas,
    capaces de expresar los profundos anhelos del pueblo. Algunas de
    éstas súplicas conmovedoras se han convertido en parte
    integral de la liturgia consagrada. Por ejemplo la frase:
    “Busco al Señor e imploro Su presencia. Le ruego que
    conceda fluidez a mi lengua”, incluida en la plegaria de
    Musaf del Día del Perdón, no fue originariamente


  • 6. sino uno de estos clamores personales destinados a solicitar el
    auxilio divino. Esta improvisaciones no eran sino variantes en torno del
    tema de las peticiones de introducción largamente consagradas
    que cada judío recitaba antes y después de la
    oración silenciosa. Comenzaban diciendo “Oh
    Señor, abre mis labios” y concluían con la
    frase “Acepta mis palabras y la meditación de mi
    corazón, Adonai”. Para comprender los temores y
    titubeos con que la mayoría de los lectores encaraban sus
    improvisaciones, es necesario recordar el poder de la palabra, que desde
    los tiempos antiguos, ocupaba un lugar predominante en la mentalidad de
    los pueblos del Cercano Oriente. Según la creencia
    generalizada una palabra errónea, o incluso una palabra justa
    pronunciada, aunque fuera involuntariamente, en el momento equivocado,
    podía causar perjuicios incalculables no sólo al
    disertante, sino también a su comunidad. Antes de la
    aparición de los textos, las plegarias dependían mucho
    de la memoria de los “mensajeros” o
    profesionales. Por esto es que cuando los servicios se prolongaron, los
    encargados de memorizarlos ya no podían con todas esas nuevas
    plegarias. Los creadores anónimos de poesías rimadas
    cuya influencia sobre el destino de toda la literatura occidental es
    inestimable, dieron un paso decisivo. Estimulados tal vez por el ejemplo
    que sentaron los autores antiguos de la Amidá focal -cuyas
    rimas probablemente involuntarias se asemejan a aquellas halladas en una
    canción guerrera filistea contra Sansón, en una
    profecía de Isaías o en Homero- Estos poetas empezaron
    a utilizar la rima como el medio más eficaz para asegurar
    tanto la memorización como la transmisión fiel. Al
    principio la rima era bastante simple , y en la mayoría de los
    casos consistía en palabras que tenían la misma
    terminación gramatical, se tratara del plural o de la segunda
    persona del género masculino o femenino. Además el
    mismo poeta no aplicaba necesariamente la nueva técnica a todos
    sus poemas, y ni siquiera a la totalidad de un único poema.
    Con el paso del tiempo, las rimas se hicieron más sofisticadas.
    Al entrar en contacto con los árabes, los autores
    judíos continuaron refinando sus propios métodos. De
    estos conflictos entre la interioridad creadora y la fidelidad a la
    tradición nació ese género particular de
    poesía litúrgica que conocemos con el nombre de Piyut.
    Esta designación, no describía la naturaleza peculiar
    de esta poesía con tanta exactitud como su sinónimo
    menos usual, jazanut (composiciones de lectores de sinagoga. Muchas
    oraciones importantes que aún recitan en las casas de culto
    judías, entre ellas el Alenu, deben su origen o su
    formulación final al talento poético y musical de Rab.
    (estudioso que en el siglo III fundó la academia de Sura,
    dotado de una bellísima voz, e improvisaba nuevas plegarias).
    En la recopilación de poemas escogidos de Ianai que M. Azulay
    publicó en 1938 figuran no menos de 138 de sus kerovot
    incuestionables y 38 de las dudosas, extraídas de 173
    manuscritos dispersos. Desde entonces han salido a la luz otros varios
    poemas. Pero lo que ha atraído la atención de los
    especialistas en poesía hebrea medieval ha sido no
    sólo el número impresionante de estos poemas, sino
    también la forma y la calidad de la mayoría de ellos.

  • 7. La mejor explicación para estos
    rasgos excepcionales de la poesía de Ianai reside en las
    presiones externas. Sin duda el decreto de Justiniano que
    prohibió la enseñanza de la Ley Oral indujo a Ianai a
    comunicar al auditorio de las sinagogas, dentro de la liturgia
    aún permitida, una serie de preceptos legales, y en particular
    aquellos que gobernaban la observancia de las festividades principales.
    Ianai reacción contra la proscripción local de la
    Amidá, así como contra la prohibición de la
    enseñanza de la Ley Oral decretada por Justiniano, y compuso
    numerosas Kerovot en torno de temas que le había sugerido la
    plegaria silenciosa. Ianai y su discípulo Kalir, que vieron en
    el periodo de gran tensión entre los judíos y sus amos
    bizantinos, insertaban a menudo en su poesía
    litúrgica alusiones al régimen hostil imperante y a la
    esperanza en su pronto derrumbe. Cuando en los siglos VIII y IX el
    pueblo judío recuperó por fin su voz después
    de la larga pesadilla de las persecuciones cristianas y de la
    experiencia traumática que significó el surgimiento
    del Islam, la liturgia judía estaba compuesta por una serie de
    oraciones básicas aceptadas en forma más o menos
    universal, y por mucho material suplementario que sólo gozaba
    de circulación local o regional. Las oraciones básicas
    tradicionalmente consagradas presentaban considerables variaciones de
    texto. En el caso de la Amidá, contamos con el testimonio del
    experto en liturgia David Abudarham del siglo XIV, quien afirmó
    que se había esmerado en vano por contar las palabras de esa
    oración, pues en el mundo no había dos lugares que
    usaran exactamente el mismo texto. Durante mucho tiempo los dirigentes
    babilónicos se preocuparon por el orden de las oraciones
    prescriptas para determinados servicios, antes que por la
    formulación de estas oraciones como tales. Un sabio
    talmúdico había acuñado esta frase
    colérica: “Aquellos que escriben las bendiciones son
    idénticos a los que queman la Toráh”. Este
    tipo de frases provocaban desazones a los rabinos medievales que se
    habían habituado a los textos litúrgicos escritos. Las
    compilaciones jurídicas y homiléticas, los
    comentarios de la Biblia, las gramáticas y los libros de
    oraciones, se convirtieron en los rubros principales, pero no exclusivos
    de la literatura rica y variada escrita tanto en prosa como en verso.
    El Sidur El origen del nombre “Sidur” que se le
    dio a esta recopilación de oraciones proviene de la palabra
    hebrea seder, que significa orden. El Sidur fue creado para ordenar las
    plegarias que se rezan en la sinagoga. Obviamente, el primer Sidur no
    era como en la actualidad, ya que existen muchas versiones, ya sea
    más completas (incluyendo lecturas de la Toráh), o
    más resumidas conteniendo exclusivamente las oraciones
    necesarias para cada servicio religioso. Los primeros Sidurim
    incluían sólo las oraciones básicas, ya que
    sólo se rezaban pocas oraciones fijas como por ejemplo La
    Amidá, y se inducía a la gente a que las memorizara. A
    partir de allí la gente rezaba inventando sus propias
    plegarias, muchas de las cuales forman actualmente el Sidur. Dentro de
    los Sidurim de los que tenemos conocimiento, está el
    tradicional Sidur azul, editado por el Consejo mundial de Sinagogas en
    1965, supervisado por Marshall T. Meyer, que es utilizado en la
    mayoría de las sinagogas, y después nos encontramos
    con montones de adaptaciones que cada comunidad realizó de
    este, para facilitar la lectura

  • 8.
    agregándoles fonéticas a las oraciones importantes y
    suprimiendo las páginas que contienen salmos que no se reciten
    en esa Congregación. El Sidur azul, comienza con una
    introducción donde Marshall Meyer explica el origen de este
    Sidur tomando como base un corto cuento y a partir de ahí
    expone varias ideas y explicaciones que se detallaron a lo largo de este
    trabajo en lo que podríamos llamar introducción
    histórica. Nos referimos al origen de las plegarias
    judías, y su validez en la actualidad. Inmediatamente
    después, hay una nota del traductor, donde nos cuenta como fue
    armar el “Ritual de Canciones” y habla de los tres
    principios fundamentales “de este Sidur: 1- El pricipio de
    la continuidad con la tradición litúrgica. Esta
    consideración, si bien no nos exime de la obligación
    de actualizar las formas devocionales, nos previene de no incurrir en
    desestima de las creaciones del espíritu, producto de la piedad
    de las generaciones pasadas. El hecho mismo de mantener una continuidad
    litúrgica puede encaminarnos a una creación constante
    y revitalizadora en ese terreno. [...] 2- El principio de sensibilidad
    hacia las necesidades espirituales de nuestra generación. Un
    Sidur como libro de oraciones debe expresar también nuestras
    propias aspiraciones e inquietudes. Por eso hemos insertado en el mismo,
    escritos salidos de las plumas de los mejores pensadores
    judíos modernos y contemporaneos, ya que creemos que ellos
    reflejan las inquietudes espirituales del judío del siglo XX.
    [...] 3- Integridad intelectual. Este punto requiere de nosotros dos
    cosas al mismo tiempo: no traicionar conceptos emitidos por el autor y
    no evadir el problema de la actualización de los valores
    tradicionales más antiguos. [...]” Luego comienza el
    Sidur propiamente dicho con las plegarias organizadas para cada
    servicio (razón por la cual muchas se repiten varias veces
    idénticas y otras veces con algunas variantes). La plegaria
    matutina Se divide en: Preparación: Al levantarse el
    judío da gracias a D's que le ha devuelto la vida.
    Reflexión: Por medio de los salmos (recitados por la
    congregación) nos preparamos le ánimo para el solemne
    encuentro. El llamado al culto es emitido. El oficiante entona:
    "Bendecid a D's pues El es digno de alabanza". La congregación
    responde: "Bendito sea D's hasta la eternidad". Afirmación: La
    congregación está consciente de hallarse en presencia
    de D's y afirma Su poder y Su amor.

  • 9.
    Petición u homenaje: Ahora en los días de semana,
    podemos presentar nuestras peticiones. La oración recibe el
    nombre de Amidá, lo que significa que la plegaria es recitada
    mientras que la congregación está de pie. La
    confesión del pecado: También es realizada los
    días de la semana. La palabra de D's: Es recibida al leer la
    Toráh en los días señalados. La
    señal de obediencia: Con el Kadish y el Alenu nos retiramos.
    Ambas plegarias serán consideradas como mayores detalles. La
    Plegaria Vespertina La oración vespertina, llamada
    Minjá, según la ofrenda especial en el Templo, es
    sencilla: Salmo - Amidá - Repetición de la
    Amidá - Confesión de los pecados - Kadish. Su
    importancia radica en el hecho de que induce al judío a
    encontrar un momento en medio de las tareas del día para
    apartarse de sus preocupaciones mundanas y comulgar con D's y reconocer
    nuevamente en su interior que todo éxito depende de la
    misericordia divina. La Plegaria Nocturna La oración nocturna
    es paralela al servicio religioso matutino. Un breve salmo introduce al
    creyente en el clima: "D's es clemente, perdona nuestras iniquidades y
    no nos destruye..." La exhortación a la devoción, tal
    como en la mañana, invita al creyente a afirmar que D's es el
    Señor de la naturaleza y Dador de la Toráh. La
    afirmación de fe consiste en recitar "Oye, Oh Israel". Se
    afirma que D's es el Señor de la Historia: "El nos
    redimió de Egipto de la mano de los reyes, nuestro Rey, que nos
    liberó de las manos de todos nuestros opresores". Hasta
    aquí el carácter de la plegaria nocturna es el mismo
    que el de la oración matutina. La tónica es algo
    más tranquila de acuerdo con la paz de la hora. El que reza
    siente que desea incluir una oración para pedir
    protección durante la noche y una petición especial es
    agregada (Oración por la paz y el bienestar del Estado de
    Israel, página 24) En la silenciosa Amidá, el creyente
    expone sus necesidades ante D's. Con el Kadish y el Alenu se retira. El
    día concluye. Mientras se aleja el judío da una vez
    más gracias a D's recitando la Afirmación de Fe, "Oye,
    Oh Israel, Adonai es nuestro D's, Adonai es único". Luego
    termina el día con el himno con que fuera iniciado y que le
    sirve de tema para todo lo que hace.

  • 10. A
    continuación intercalamos una serie de oraciones que pertenecen
    al servicio del viernes por la noche, que tienen orígenes y
    significados que nos gustaría resaltar. Entre ellas se
    encuentran el Alenu, el Kadish, y la Amidá correspondientes al
    servicio aclarado anteriormente. Debajo de cada una de las plegarias se
    encuentra un breve análisis de la misma, con la
    explicación correspondiente a cada una de ellas. Hay tres
    plegarias que merecen una atención especial: La Amidá,
    El Kadish y El Alenu: La Amidá La Amidá consiste en
    una serie de cortas peticiones cada una de las cuales es una
    Bendición. Las preocupaciones de la petición: -La
    contemplación de D's: 1) El Señor de la Historia: El
    rige el universo y la historia del mundo. 2) D's nuestro auxiliador
    cotidiano: Nos volvemos a D's porque El jamás olvida las
    necesidades del más pequeño de sus hijos. 3) La
    santidad de D's: El, es único. -Homenaje a las necesidades
    espirituales del hombre: 1) La necesidad de comprensión 2) La
    necesidad de la Toráh 3) Perdón del pecado -Los males
    físicos del hombre: 4) Conciliación de los conflictos
    5) Enfermedad y Salud 6) Necesidad y sustento -Las necesidades de
    Israel: 7) Oración por el rescate: Israel necesita ser salvado
    de la opresión constante en la vive. 8) Plegaria por la
    justicia 9) Abolición del mal 10) Vindicación del
    justo y del piadoso. -Las necesidades del mundo 11) La
    redención y la reconstrucción de Jerusalem


  • 11. 12) El Mesías 13) Divina respuesta -Los bienes
    más preciosos del hombre: 1) La oportunidad de un servicio
    religioso 2) La cualidad de la gratitud 3) El don de la paz. EL KADISH
    Las palabras iniciales del Kadish se basan en una profecía de
    Ezequiel: "Yo he de magnificarme y santificarme. Me haré
    conocer a los ojos de muchas naciones y ellas sabrán que yo soy
    el Señor". Ezequiel relata los conflictos de los tiempos
    venideros en los que el mundo entero será empujado a la
    batalla. Y de él surgirá D's en toda Su gloria y Su
    majestad será reivindicada. Los judíos, sin esperar el
    fin de los días, Lo glorifican ahora. Este es el tema central
    del Kadish. Es una plegaria muy antigua escrita mucho antes de la
    destrucción del Templo, en arameo, el idioma vernacular del
    pueblo. En un tiempo se recitaba al terminar las conferencias
    rabínicas en las grandes academias y se recita hoy como
    proclamación de la apertura y la conclusión subrayando
    las secciones del servicio religioso público. Los que
    están de luto la dicen como evidencia de su fe en D's, porque
    la grandeza de D's debe permanecer más allá de la duda
    y no ha de ser cuestionada ni siquiera en momentos de supremo dolor. La
    afirmación central es el testimonio que la
    congregación repite al unísono: "Sea su glorioso
    nombre bendecido eternamente". Las palabras del Kadish muestran
    claramente el desenvolvimiento del culto cristiano a partir de las
    fuentes del judaísmo. El Kadish, al comienzo del servicio
    religioso, igual que Musaf o la oración vespertina, se
    convierten en una exhortación a la devoción y a la
    afirmación de la santidad de D's. El final del servicio es un
    rogativa por el reconocimiento universal de D's y todos los
    judíos deben empeñarse en ello. Al final de un periodo
    de estudio señala que el estudio de la Toráh no es un
    fin en sí mismo sino que debe conducir a la acción
    para la construcción del reino de D's sobre la tierra. Dotado
    de diferentes arreglos musicales para los diferentes días
    sagrados, se transforma en el tema para las festividades individuales.


  • 12. EL ALENU Originalmente el servicio religioso público
    llegaba a su fin con el Kadish. Había, sin embargo, una
    oración en Musaf del día de Año Nuevo que era
    tan hermosa en la visión de futuro que describía, tan
    poética en su expresión, que fue introducida en los
    tres servicios cotidianos. El Alenu, refleja la tarea, la
    dedicación y la esperanza de cada judío. Comienza con
    una exhortación a Israel para que se hinque ante D's,
    aún cuando esté solo en un mundo pagano, y termina con
    la certidumbre de que llegará el día en que toda la
    humanidad lo adorará. La tarea: "Afirmamos nuestra fe en D's
    [...] al Soberano del universo, Bendito sea." La dedicación:
    "Él creó los cielos y la tierra [..] reina en los
    cielos y sobre la tierra. El es único." La esperanza: "Por lo
    tanto confiamos en la pronta manifestación de Tú
    gloria [...] Entonces el Eterno será único y
    Único Su nombre" Con este pensamiento termina todo el servicio
    religioso judío. Conclusión A partir de lo explicado
    anteriormente, podríamos ver que la aparición del
    Sidur (actual libro de oraciones), tuvo que sortear muchos
    obstáculos para ser aceptado. En un principio se
    necesitó tener los manuscritos para no olvidar las plegarias,
    pero luego se descubrió que la existencia de estos
    podría provocar la aparición de textos falsos en
    lugares lejanos al de origen. Las opiniones sobre tener un libro de
    oraciones eran contradictorias ya que, por un lado se lo necesitaba para
    recordar todas las oraciones correctamente y no depender de la memoria
    del rabino o de los llamados “mensajeros”, pero
    por el otro lado se querían evitar falsos textos que crearan
    falsas creencias en quienes los tuvieran en su poder. Por otro lado, la
    Ley Oral era muy defendida, pero se aceptó que había
    quienes no encontraban las palabras correctas para
    “hablar” con D´s, y estos libros los
    ayudarían mucho (como ya dijimos la palabra era muy importante y
    no podían tener errores al pronunciarlas). Finalmente se
    aceptó que este libro no interfería en la ley oral y
    que se volvió necesario para rezar todas las oraciones
    correctamente. Actualmente el templo Bet-El editó un nuevo
    sidur en el cual se modificaron las traducciones de algunos salmos con
    el fin de actualizarlos.

  • 13. Como dice Marcos
    Edery -traductor del sidur tradicional- el hecho de actualizar las
    oraciones no implica quitar el significado que tuvieron para nuestros
    antepasados y para quienes las crearon. Creemos que la
    aparición de este Sidur nos facilita nuestra manera de
    comunicarnos con D´s. A pesar de que no nos parece
    errónea aquella idea de los rabinos -sobre los textos falsos-
    creemos que un libro de oraciones tiene muchas más cosas
    positivas que posibilidades negativas. Bibliografía - Historia
    Social y Religiosa del Pueblo Judío, Salo W. Barón -
    La historia de la experiencia judía, Leo Trepp - Sidur Azul de
    Marshal Meyer editado por Marcos Edery - Sidur Interno de la
    institución David Wolfsohn (edición para Kabalat
    Shabat) - Sidur Interno de la institución David Wolfsohn
    (edición resumida de los servicios de Kabalat Shabat, Shajarit
    le Shabat y Musaf)








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