sábado, 13 de agosto de 2016

Biografia de Gerónimo

Biografia de Gerónimo




Gerónimo

(Go-Hhla-Ye; Arizona, 1829 - Oklahoma, 1909)
Jefe de los apaches. Cuando en 1609 unos pocos inmigrantes ingleses
fundaron la ciudad de Jamestown, en Virginia, entre ellos y el remoto
Pacífico se extendía un vasto territorio ocupado por aproximadamente
medio millón de indios de distintas tribus.


Gerónimo
Justo trescientos años después, cuando en 1909
falleció el último gran jefe apache, Gerónimo, el genocidio
prácticamente se había consumado y apenas quedaban, reducidos a
condiciones de degradación y miseria próximas a la esclavitud,
doscientos mil indios confinados en inhóspitas reservas. Habían sido
vencidos por millones de inmigrantes, rudos colonos procedentes de todo
el mundo que, protegidos por el ejército de los casacas azules, ocuparon
sus tierras.
Gerónimo había nacido en el territorio de
Arizona, junto a la frontera de México, la inmemorial tierra de los
apaches, por la que hacia 1846 pasaron los soldados de Washington en
dirección al sur. Con ocasión de ello, un indio pacífico, un jefe de los
apaches mimbreños llamado Dasodahae, criado junto al río Mimbres en las
proximidades de una misión hispanomexicana, tomó contacto, sin la más
mínima aversión, con un pueblo al que no conocía.
Más
tarde llegarían a aquellos parajes los mineros atraídos por el oro de
Palo Alto, y Dasodahae, a quien un fraile había puesto como sobrenombre
Mangas Rojas y que sería conocido por los nortemericanos como Mangus
Colorado, fue a visitarles amistosamente. Los mineros lo insultaron y lo
amenazaron con sus prepotentes revólveres y fusiles y, en el curso de
una segunda visita, lo azotaron cruelmente y lo abandonaron medio
muerto.
La venganza de Mangus Colorado no se hizo
esperar; en una emboscada segó la vida de diez de los mineros, desatando
con ello una guerra abierta que había de concluir con una irreversible y
definitiva derrota de su pueblo unos cuarenta años después. Las
diversas tribus apaches extendidas por la región (chiricauas,
mescaleros, coyoteros, pinals) comprendieron que su territorio iba a ser
progresivamente invadido por comerciantes, granjeros y soldados que
abusaban de la superioridad de sus armas; entonces, dos grandes jefes de
la misma nación se unieron al desafío de Mangus Colorado: Shi-Ka-She,
conocido como Cochise, y Go-Hhla-Ye, Gerónimo.
Juntos combatieron contra el coronel James
Carleton y sus voluntarios californianos en 1863. Después de una primera
victoria apache, Mangus Colorado se entrevistó con el enemigo, sin
tener en cuenta los consejos de sus aliados. Violando la bandera blanca
de la paz, los oficiales lo hicieron detener y lo entregaron a la tropa.
Durante la noche, uno de los soldados que lo custodiaban calentó al
fuego su machete y pinchó al prisionero medio dormido, que contuvo su
dolor comprendiendo el juego de sus agresores.
No
obstante, otro centinela le lanzó a las rodillas un leño encendido,
Mangus se levantó mecánicamente y una ráfaga de balas, legitimadas por
el pretexto de una tentativa de evasión, acribillaron su cuerpo
indefenso.
Durante los diez años siguientes, hasta
1873, fue Cochise quien encabezó la lucha, pero los saqueos y los
incendios tendentes a reducir la soberbia del invasor resultaron
infructuosos. Obtuvo algunas significativas victorias, pero su pueblo
también sufrió cruentas represalias. Por ejemplo, el 30 de abril de
1871, ciento ocho ancianos, mujeres y niños apaches fueron exterminados
en Camp Grant, aprovechando un día en que ningún hombre útil para la
guerra quedaba en el campamento por haber salido todos a cazar a las
montañas.


Gerónimo (derecha) con otros guerreros apaches
En 1873, el general Cook consiguió firmar un
tratado con los apaches para que cesaran las hostilidades, al que se
sometió Cochise y por el cual algunas tribus hallaron asilo en la
reserva de San Carlos, en las tierras que se extienden a lo largo del
río White, pero otras, como los chiricahuas, huyeron a México. Estos
últimos, entre cuyos jefes destacaba el vigoroso Gerónimo, ocuparon
posiciones inexpugnables en el macizo montañoso de Candelaria y durante
un tiempo tuvieron por aliados a los mescaleros, dirigidos por Vittorio,
que moriría en combate en 1880, momento en el que Gerónimo asumió
también la jefatura del pueblo hermano.
Sus bandas acrecentaron la violencia por el
territorio de Sonora en marzo de 1883, mientras otro jefe indio, Chato,
imponía el terror a los blancos en Arizona. De ese modo, la frontera de
Río Grande se convirtió en un verdadero infierno y el general George
Cook se decidió a intervenir de nuevo, esta vez ayudado por un desertor
chiricahua, Panayotishn, el cual se ofreció a servir de guía hasta el
refugio secreto de los apaches. El 8 de mayo de 1883, la compañía del 6º
de caballería, reforzada por doscientos guías indios, penetró en Sierra
Madre. Un mes más tarde Gerónimo y Chato fueron conminados a rendirse.
En julio pasaron a la reserva de San Carlos donde permanecerían durante
dos pacíficos años.
Agotados por una guerra sin
esperanza, los apaches parecían resignados a la forma de vida onerosa y
precaria impuesta por los vencedores, quienes al principio pagaban a un
precio razonable los forrajes y la leña que los indios talaban en los
bosques. No obstante, en mayo de 1885, un centenar de disidentes
aglutinados alrededor del valeroso Gerónimo, de Nachez, segundo hijo de
Cochise, y de Chihuahua Mangas, huyeron de la reserva y se refugiaron en
las montañas próximas de Nuevo México.


Durante algún tiempo arreciaron los ataques, pero el
gobierno estadounidense no tardó en enviar sus tropas, al mando del
capitán Crawford, para reducir a los rebeldes. Meses después, Gerónimo y
Nachez solicitaron una entrevista con el militar enemigo mientras
Chihuahua, el resentido vástago de Mangus Colorado, permanecía al frente
de una decena de guerreros irreductibles y ajeno a toda negociación.
Pese
a todo, Crawford aceptó las condiciones de capitulación de Gerónimo y
Nachez, pero entonces ocurrió algo que nadie esperaba. Fue en ese
momento cuando entraron en escena inopinadamente los mexicanos, quienes
rodearon el campamento de los guías indios empleados por el ejército y
se entregaron a una auténtica orgía de sangre en la que pereció incluso
el capitán Crawford. Los jefes indios pudieron huir, pero este incidente
costó el cargo al más alto responsable militar en la zona, el general
Cook, quien fue destituido inmediatamente y hubo de ceder su puesto al
general Nelson A. Miles.
Tras una frenética persecución de los resistentes, el
nuevo responsable de la represión, menos sensible aún a los sufrimientos
de los apaches que su predecesor, logró que Gerónimo y Nachez se
rindieran por segunda vez en junio de 1886 y no concedió a los vencidos
otro estatuto que el de malhechores entregados al pillaje, condenándolos
por lo tanto a trabajos forzados.


Gerónimo capturado junto con

otros guerreros apaches (1886)
El pueblo de Gerónimo, que si las cifras no mienten
contaba con veinte mil miembros en 1871, había sido reducido hacia 1890 a
unos pocos centenares. Ya no había para el orgulloso jefe apache
ninguna batalla que entablar ni ninguna esperanza de futuro. Los
veintitrés años de vida que le restaban debían servirle únicamente para
que apurase hasta las heces el cáliz de la derrota y para que sus nuevos
dueños lo escarneciesen convirtiéndolo en objeto de curiosidad y pasto
de desaprensivos gacetilleros.
Los supervivientes fueron malviviendo al principio en la
reserva de San Carlos, donde en 1888 los describió así Frederick
Remington: "Los apaches fueron siempre los más peligrosos de todos los
indios del oeste. En el ardiente desierto y en las vastas extensiones
rocosas de su país, ningún hombre blanco pudo jamás capturarlos durante
una persecución". Pero allí, en San Carlos, se alimentaban a medias de
sus exiguos cultivos y a medias de la caridad racionada del gobierno,
vestían con andrajos y su honor yacía por el suelo, quebrada y adolorida
su memoria por sus héroes muertos.
Dos episodios
vejatorios le restaban por vivir a Gerónimo antes de su muerte, acaecida
en 1909. El primero, su presencia oportunista en el desfile que fue
organizado en Washington con motivo de la elección como presidente de
Theodore Roosevelt; el segundo, a los setenta y siete años de edad, la
renuncia a los dioses de sus antepasados para abrazar el cristianismo.
Gerónimo,
un anciano piel roja hostigado desde su juventud por los poderosísimos
invasores, pasó en los últimos años de su vida a convertirse en un
símbolo útil para la flamante conciencia nacional norteamericana. El
inclemente punto de vista impuesto por Hollywood se encargó de
desposeerlo de los últimos vestigios de su dignidad y así pasó a
engrosar la epopeya de los pioneros, tanto más gloriosa cuanto más
temibles, salvajes y valientes habían sido los enemigos a los que habían
tenido que enfrentarse. El extraño destino de Gerónimo consistió al fin
en alcanzar una indeseable popularidad universal y alimentar una de las
más engañosas mitologías del siglo XX.
El cine,
siguiendo el precedente del circo y otros espectáculos populares,
convirtió a los indios en mero objeto de la curiosidad masiva y morbosa
de un público de feria. Desde Edison, que ya en 1884 los utilizaba en
producciones precinematográficas como Sioux Ghost Dance, hasta
los actuales telefilmes, una falaz mitología se ha erigido a costa su
secular humillación. Sin embargo, entre sus filas siempre se hallaron
bravos guerreros, celosos de su independencia, que se resistieron a la
violenta invasión de aquellas tierras por las cuales, hasta donde
alcanzaba su memoria, sus antepasados habían cabalgado siempre
orgullosos y libres. Así fue Gerónimo, que en la ficción era temido por
los viajeros de La diligencia (John Ford, 1939) y protagonizó numerosos filmes como Gerónimo (Paul Sloan, 1939) o El salvaje
(George Marshall, 1951), pero que en la realidad fue el postrero y
noble jefe de un pueblo orillado por la historia, abolido por un nuevo
episodio de la incesante crónica de la infamia.
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