sábado, 3 de septiembre de 2016

Versión imprimible - ¿Qué es el Talmud Judío?

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¿Qué es el Talmud Judío?
por Alden Bass

“¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:3-9).

Al interpretar la Ley Moisés, los fariseos cruzaban los límites al anular la ley sagrada de Dios, insertando las tradiciones de sus padres, y el Señor les condenó por sus acciones. Aunque Jesús predicó contra este tradicionalismo farisaico durante Su ministerio terrenal, el judaísmo que se practica hoy está basado casi exclusivamente en esto. Lo que Jesús llamó “tradiciones de hombres” hoy se conoce como “enseñanzas rabínicas”, y se basan firmemente en los escritos extrabíblicos del Talmud.

Los judíos creen que se dio dos leyes a Moisés—la ley escrita y la oral. Dios les dio ambas en el Sinaí: la ley escrita fue grabada en tablillas de piedra, y Moisés también la escribió poco antes de su muerte (Deuteronomio 31:9-13), mientras que la oral fue revelada en la conversación entre Dios y Moisés en el monte. Este segundo grupo de ley se transmitió desde Moisés a Josué, desde Josué a los ancianos de Israel, y luego desde generación a generación durante los siglos. Cada generación de maestros “expandió” esta ley (lo cual llegó a ser muy extenso), y añadió muchas legislaciones innecesarias a la ley de Dios que ya era adecuada. Los fariseos del tiempo de Jesús propagaban y defendían esta ley transmitida oralmente (Mateo 15:1-2), y luego la usaban para tratar de restringirle en ciertas actividades en el día de reposo (Marcos 3:1-6). Los judíos usaban Éxodo 20:1 para justificar la ley oral (“Y habló Dios todas estas palabras...;”), aunque esta es una interpretación errónea del texto.

Después de la destrucción de Jerusalén en el primer siglo y la rebelión de Bar Kojba en el segundo siglo d.C., los rabies que estaban familiarizados con la ley oral eran pocos, y se temía que no habría suficientes judíos para transmitir las grandes tradiciones. Para solucionar este problema potencial, el Rabí Judá el Príncipe se dispuso a organizar y registrar la ley oral en forma escrita en 166 d.C. (Telushkin, 1991). La ley oral, ahora llamada Mishná, fue organizada metódicamente. Antiguamente, si surgía una pregunta en cuanto al día de reposo, se investigaba en todos los cinco libros de la Torá (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento), y se reunía las referencias dispersas. Esto consumía mucho tiempo y no era práctico en un tiempo en que los libros eran raros. Por ende el Rabí Judá organizó y agrupó todos los pasajes relacionados en secciones temáticas, juntamente con las interpretaciones, opiniones y precedentes que caracterizaban las tradiciones orales. Por tanto la Mishná, la ley oral codificada, consistía de 63 “composiciones” relacionadas a cada aspecto de la vida judía.

Para ilustrar las diferencias en los tipos de ley, contraste estos pasajes de la Torá y la Mishná. La Torá declara: “No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo”. Esto se practicaba en una forma literal por siglos (los judíos probablemente se sentaban en el frío y la oscuridad desde el viernes en la tarde hasta el sábado en la tarde), hasta que los escribas y fariseos llegaron con sus nuevas interpretaciones. Estos hombres eruditos declararon que era aceptable tener luces el sábado, siempre y cuando se encendieran antes que el sábado comenzara y no se las tocara hasta que el sábado terminara. Esta interpretación causó toda clase de regulaciones pequeñas para prevenir que la gente tocara accidentalmente la lámpara el día sábado. Una de esas fue la regulación de la Mishná, “No se leerá al lado de la lámpara”—siendo la razón que si se leía cerca de la lámpara, se pudiera tener la tentación de ajustar la luz y por ende violar el mandamiento original (vea Browne, 1933, pp. 181et.seq.).

Mientras los maestros judíos continuaban estudiando y debatiendo los puntos delicados de la Mishná, se desarrolló un grupo de comentario erudito, que luego se lo llamó la Guemará. Se combinó este comentario con la Mishná, y a ambos se le hizo referencia como el Talmud. Existen dos obras que encajan en este apelativo, basados en su lugar de origen: el Talmud Babilónico y el Talmud de Jerusalén. El último es menos intacto, y fue completado ca. 350 d.C., mientras que el primero y más respetado de los dos fue completado ca. 550 d.C. Hoy solamente un manuscrito sobrevive: el manuscrito de Munich de 1342. Estos libros tienen un tamaño tremendo, y contienen alrededor de 6,000 páginas de impresión moderna. Alfred Edersheim, célebre erudito judío, definió el Talmud de esta manera:

Si imaginamos algo que combina informes legales, reportes rabínicos y notas de un club teológico de debate—completamente oriental, lleno de digresiones, anécdotas, dichos pintorescos, fantasías, leyendas y mucho de esto, desde profanidad, superstición y obscenidad a lo que casi no se pudiera hacer referencia, podemos formarnos una idea general de lo que el Talmud es (1972, p. 103).

El Talmud tiene el propósito de hacer más que simplemente volver a exponer la ley; su propósito es conectar las leyes a la vida diaria y dar una instrucción práctica. El Talmud presenta las opiniones de eruditos y sus debates sobre cada tema, sin importar cuán mundanos o inútiles sean. Su propósito fue complementar al Torá, pero llegó a suplantarlo. Note el tedio y el disparate del siguiente debate rabínico:

Rabbah [un erudito babilónico] dijo [que no se debía leer cerca de la lámpara] incluso si se la colocaba [fuera del alcance] a la altura de dos hombres, o dos pisos, o incluso arriba de diez casas, una encima de la otra.

[Es decir] “uno no puede leer”. Pero no dice que dos no puedan leer juntos [ya que el primero puede vigilar que el otro no toque la mecha]. Sin embargo, existe una tradición que indica que “ni uno ni dos juntos” [pueden leer].

Dijo el Rabí Elazar: “No hay contradicción aquí. La Mishná permite [que dos personas lean juntas] siempre y cuando lean el mismo tema. Pero la tradición [la prohíbe si] ellos están leyendo temas diferentes...;” (Browne, 1933, pp. 182-183, énfasis en original).

Esto continúa y continúa...;

Este tipo de diálogo socrático confuso es común en el Talmud, y se pudiera hacer referencia a muchos. Strong y McClintock remarcaron:

Además, ya que abunda en tonterías fantásticas y ensueños rabínicos, pareciera increíble que algún hombre sensato pudiera exhibir tal perspicacia y ardor en la invención de tales comentarios poco inteligentes, tales escrupulosidades sutiles y tales quimeras ridículas que los rabíes publicaron solemnemente al mundo...; (1970, 10:168).

Algo fundamental en el Talmud es la suposición que la Mishná es perfecta, dando a este libro de origen humano una santidad casi igual a la de la Biblia (Douglas, 1991, p. 188). Esto llegó a ser necesario para la supervivencia del judaísmo después de la caída de Jerusalén en 70 d.C., ya que gran parte de la ley antigua se relacionaba al templo. Después que la casa de Dios fue destruida y los judíos fueron esparcidos, esencialmente se tuvo que reescribir el judaísmo. Observe en este extracto el gran respeto que se le da a las tradiciones, comparadas con la ley en el Talmud:

El espíritu del proceso talmúdico se expresa en un relato en el tratado Baba Meziah. El rabí Eliezer, un proponente de la tradición incambiable—“una cisterna bien sellada que no deja escapar ninguna gota”, como su profesor le calificaba—entablaba una disputa legal con sus colegas. “Él presentó todas las razones en el mundo”, pero la mayoría no aceptaba su punto de vista. El rabí Eliezer dijo, “Si la ley es como yo la considero, dejemos que este árbol lo pruebe”, y el árbol se desarraigó a sí mismo cien ammas, pero ellos dijeron, “No se puede presentar prueba de un árbol”. El rabí Eliezer persistió, diciendo, “Dejemos que estas aguas lo determinen”, y las aguas comenzaron a fluir hacia atrás, pero sus colegas respondieron que las aguas no podían determinar la ley. Una vez más el rabí Eliezer trató, pidiendo que las paredes de la casa de estudio le apoyaran. Las paredes comenzaron a tambalearse, por lo cual el vocero de la mayoría, el rabí Josué, les amonestó, “¡Cuando los rabíes están ocupados en una discusión legal, qué derecho tienen ustedes de interferir!”. Así que las paredes no cayeron por respeto al rabí Josué, ni tampoco regresaron a su posición vertical por respeto al rabí Eliezer—y “¡permanecen así hasta hoy!”. Pero el rabí Eliezer no se rindió y clamó: “Dejemos que el cielo decida. Se oyó una voz del cielo que decía: “¿Por qué disputáis con el rabí Eliezer?; la ley es como él dice”. Por lo cual el rabí Josué se levantó y proclamó, citando la Escritura, “¡La Ley no está en el cielo!”. El rabí Jeremías explicó, “La ley fue dada en Sinaí, y nosotros ya no escuchamos a voces celestiales, ya que en esa Ley se declara: ‘Uno sigue a la mayoría’”. La verdad de Dios, la ley divina, no se determina por milagros o voces celestiales, sino por la facultad de los rabíes, hombres eruditos en las ley, comprometidos a la ley y expertos en su aplicación para la vida de la comunidad pía (“El Talmud”, 2003).

A pesar del legalismo tedioso que se ilustra anteriormente, el Talmud ofrece escritos de sabiduría y aprendizaje: “Seas el maldecido, no el que maldice”. “Los soldados luchan, y los reyes son llamados héroes”. “Las pasiones no son completamente malas, porque si no fueran por estas, nadie construyera una casa, se casara con una mujer, engendrara hijos o hiciera algún trabajo”. Una tercera parte del libro consiste de “fábulas ingeniosas y leyendas pintorescas y proverbios graciosos” como los que se mencionan anteriormente, y es la fuente esencial para toda la cultura judía.

Hoy los judíos aceptan el Talmud en muchas maneras diferentes. Una broma antigua dice que si pusiera a diez judíos en un cuarto, obtendría once opiniones diferentes sobre este escrito. Los judíos ortodoxos básicamente aceptan el Talmud como autoritativo, mientras que los judíos reformados liberales rechazan la mayor parte de su legislación. Los conservadores se encuentran en algún punto intermedio. Sin embargo, todos los judíos lo aceptan como un conjunto importante de tradición y saber popular.

El cristiano puede aprender una gran lección en cuanto a añadir a la Palabra de Dios. En el caso de los judíos, lo que comenzó como pequeñas notas al píe de página llegó a ser un conjunto de literatura por sí mismo—un conjunto que ahora posee para algunos tanta autoridad como la ley escrita de Dios. Aunque siempre hay lugar para el examen y referencia erudita en el estudio bíblico personal, debemos tener cuidado de no aceptar “como doctrinas, mandamientos de hombres”.
REFERENCIAS

Edersheim, Alfred (1972), La Vida y Tiempos de Jesús el Mesías [The Life and Times of Jesus the Messiah] (Grand Rapids: Eerdmans).

Browne, Lewis (1933), Más Extraño que la Ficción [Stranger than Fiction] (Nueva York: Macmillan).

Douglas, J.D., ed. (1991), Nueva Enciclopedia del Siglo XX del Conocimiento Religioso [New 20th-Century Encyclopedia of Religious Knowledge] (Grand Rapids: Baker).

“El Talmud” [“The Talmud”] (2003), Librería Virtual Judía [En-línea], URL: http://jewishvirtuallibrary.org/jsource/loc/Talmud.html.

Telushkin, Joseph (1991), Talmud/Mishná/Gemará [Talmud/Mishna/Gemara], reimpresión en la Librería Virtual Judía, [En-línea], URL: http://www.us-israel.org/jsource/Judaism/talmud_&_mishna.html.

McClintock, John y James Strong (1970), Ciclopedia de Literatura Bíblica, Teológica y Eclesiástica [Cyclopædia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature] (Grand Rapids: Baker).


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