domingo, 18 de septiembre de 2016

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.



CAPÍTULO II

LA RESURRECCIÓN DE
JESÚS.

  


A.- Introducción.

Unos hombres, los once apóstoles, cuya existencia
y actividad conocemos por el Nuevo Tes-tamento, atestiguan que han sido
encontrados otro hombre, Jesús, que ha vuelto de la muerte. Nuestros
contemporáneos quisieran juzgar con pruebas el valor de su testimonio, pero el
testimonio que versa sobre una experiencia única de fe no es en sí mismo
verificable. Para los hombres de la Biblia la verificación de los hechos no
puede descansar en Dios, que hace lo que quiere, sino sola-mente en el hombre,
que puede equivocarse.
En ninguna otra ocasión se ha acercado tanto Dios
al hombre como en el momento de la resurrección de Jesús, por eso mismo esa
presencia suya tan única y tan extremadamente fuerte desbarata cualquier
lenguaje o cualquier expresión humana que trate de englobarla; y así como Jesús
tuvo que aprender a expresar su divinidad en términos de su humanidad, así
también los Once tuvieron que expresar en términos convincentes su experiencia
de haber encontrado a Jesús, su Maestro, resucitado y glorificado.
Los once apóstoles dudaron de la divinidad de
Jesús en los últimos momentos de su vida terrena porque no tenían ningún punto
de referencia o de comparación para creer en ella, solamente tenían la palabra
del hombre Jesús, que predicando y haciendo milagros los había invitado a creer
en él como el Hijo de Dios; luego vino su muerte y con ella la desilusión total.
Pero después el panorama cambió radicalmente, porque los Once que anduvieron con
él lo encontraron vivo, resu-citado, vencedor de la muerte; entonces sí creyeron
en todo lo que él les había enseñado.
Esta vivencia única de los apóstoles debieron
trasmitirla primero a través de la predicación oral y luego a través de sus
escritos; es así como encontramos en el Nuevo Testamento toda una serie de
textos, expresiones, y afirmaciones referentes a la resurrección de Jesús de
entre los muertos.
El Nuevo Testamento es hoy para nosotros expresión
de lo que fue para los once apóstoles el seguir a su Maestro por dos o tres años
antes de su muerte. Los once pudieron identificar a Jesús resucitado porque lo
conocían; de la misma manera para que nosotros podamos identificar la presencia
de Jesús resucitado en nuestras vidas necesitamos conocer la experiencia de los
once apóstoles expresada en el Nuevo Testamento. Ahora bien, todo el material
que habla sobre la resurrección de Jesús en el Nuevo Testamento puede reducirse
a tres categorías o géneros literarios: apariciones, relatos de la tumba vacía y
fórmulas de fe; cada uno de estos géneros corresponde a diversas circunstancias
y contextos, de manera que para poder obtener una experiencia coherente de la
resurrección de Nuestro Señor necesitamos analizar cada uno de estos tres
géneros.
Antes de pasar al análisis de ellos, es útil ver
en un cuadro sinóptico todos los textos neotestamentarios clasificados según los
tres géneros mencionados.
 


B.- Cuadro sinóptico de los textos.

1.-
Apariciones de Jesús resucitado.

a).- Desde el punto de vista de Jesús:
"Se hizo ver" (Textos datados entre los
años 33 y 70 d.C.)
1.- I Cor 15,5
2.- Mc 16,7
3.- Mt 28,16-17
"Se presentó" (Corporalización de Jesús.
Textos datados entre los años 70 y 100 d.C.)
1.- Mc 16,9-20
2.- Lc 24,13-35
3.- Lc 24,36-49
4.- Jn 20,19-23
5.- Jn 20,24-39
6.- Jn 21, 1-13
b).- Desde el punto de vista de los testigos.
Testigos oficiales de la resurrección: Los once
apóstoles.
Testigos no oficiales: a).- Pablo de Tarso.
b).- Todos los apóstoles, los 500 hermanos (I Cor
15,5-8), los dos discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), los dos discípulos (Mc
16,12).
c).- Las mujeres.

2.-
Relatos de la tumba vacía.
(Entre los años 60 y 100 d.C,)

1.- Mc 16,1-8
2.- Mt 28,1-20
3.- Lc 24,1-10
4.- Jn 20,1-18
 

3.- Las
fórmulas de fe.

1.- I Cor 15,3ss.
2.- I Tes 1,10; 4,14
3.- Rom 10,5-8; 10,9
4.- I Tim 3,16
5.- Ef 4,7-10
6.- I Pe 3,18-22; 4,6
 


C.- Las apariciones.

El testimonio más impactante desde el punto de
vista psicológico, y el de mayor valor histórico y teológico sobre la
resurrección de Jesús, es sin duda alguna el contenido en los relatos de las
apariciones. Con el objeto de poder estudiarlos mejor nos fijaremos primero en
la forma en que presentan esos relatos a Jesús resucitado, para luego ver a
quienes se les aparece y evaluar el testimonio de los diversos personajes que
presenciaron la resurrección.
 

1.- Las
apariciones, vistas desde Jesús.

Por la forma en que se expresa la manera en que
Jesús se presentó ante los testigos de su resurrección, encontramos una
evolución comprendida en dos etapas bien identificables: Al principio, en los
relatos escritos entre el año 33 y el 70, los testigos describen su experiencia
diciendo que Jesús "se les hizo ver"; es hasta después del año 70, cuando ya
estaban escritos los evangelios de Marcos y Mateo, cuando se comienza a
corporalizar a Jesús resucitado.


a).- Se hizo ver.

1.- En I Cor 15,3.
San Pablo, en su primer Carta a los Corintios,
15,3, escribe: "Os trasmití, en primer lugar, lo que recibí: Que Cristo murió
por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, que se hizo ver de Cefas...
". La
antigüedad de este texto está garantizada por la misma fecha de la carta que se
ubica entre los años 55 y 56, y sobre todo por la forma en que Pablo hace la
introducción "Os trasmito, en primer lugar, lo que a mi vez recibí". Se
trata del paso de una tradición oral a escrita, donde trasmitir y
recibir
son términos técnicos utilizados en el judaísmo para indicar la
memorización y la comunicación de un mensaje impor-tante como este que Pablo
trasmite y que antes recibió, el cual parece, por su origen, ser el texto más
antiguo del Nuevo Testamento, pues se le sitúa entre los años 40 y 42 d. C,
apenas unos siete después de la resurrección.
Lo más interesante de este texto es la forma en
que Pablo describe la aparición de Jesús diciendo que "se hizo ver"; en
el griego original es ophte, un aorismo pasivo del verbo arao, que
significa "ver". La utilización de esta expresión indica que se trata de un
hecho pasado, y la acción está expresada en forma pasiva. Se hizo ver,
algo que estaba oculto se hizo visible, pero eso no depende del observador sino
de Cristo resucitado; él es el agente activo y de él depende que se le vea; esto
significa que no cualquier persona podía haberlo visto, sino solamente aquellas
que él quiso que le vieran.
La expresión "se hizo ver" desborda
ampliamente el aspecto sensible. Cuando Dios se hizo ver de Abraham y de Moisés,
ellos no lo percibieron de forma sensible porque nunca lo habían visto. Con las
apariciones de Cristo pasa lo mismo: la visión de aquellos que no le conocieron
no afecta sus sentidos, pero los discípulos que con él convivieron sí lo
sienten, sí lo ven y lo escuchan, y sí pueden hacer sensible esa experiencia
dándole forma y expresión. Pero repetimos: el que Jesús se haga ver no depende
de la voluntad de los discípulos, ya que no se trata de un objeto físico que el
que quiera puede ver, sino que es el mismo Jesús quien produce un efecto tal en
sus discípulos que ellos se dan cuenta, sin lugar a dudas, que se trata de su
Maestro que ha dejado de estar muerto y ahora se muestra nuevamente vivo ante
ellos. San Pablo, que encontró a Jesús en el camino a Damasco, no pudo
identificarlo porque no lo conocía; solamente sabía que estaba presenciando la
aparición de un ser extraordinario a quien preguntó ¿Quién eres tú, Señor?
Es importante hacer notar que el hacerse ver
de Jesús tiene por objeto comunicar algo a quien lo ve, realizar alguna acción o
enviar a una misión, como veremos más adelante.
2.- En Mc 16,6-7.
"No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el
Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde lo pusieron. Pero
id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea;
allí le veréis, como os dijo
".
Si tomamos en cuenta que Mc 16,9-20 es un apéndice
posterior a la redacción original del evangelio de Marcos, hecho probablemente
por la comunidad primitiva con pasajes de los demás evangelios y del libro de
Hechos de los Apóstoles, como lo demostró V. Taylor en su obra "The Gospel
According to St. Mark" (Londres 1963, pag. 610-615), entonces lo único que
originalmente diría el evangelio de Marcos es: "allí le veréis" (16,7).
Esto no resulta extraño ya que el evangelio de Marcos es el más antiguo y por
eso, al igual que en las cartas de Pablo, sólo se habla de Jesús resucitado con
la expresión "se hizo ver".
En Mc 14,27 dice Jesús a sus discípulos: "Todos
os váis a escandalizar, ya que está escrito: 'Heriré al pastor y se dispersarán
las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea
".
Esto lo dice Jesús cuando van de camino hacia el Huerto de los Olivos, es decir,
poco antes de ser hecho prisionero.
Pensamos que Marcos se refiere a una aparición de
Jesús resucitado cuando dice "allí le veréis"; de ser así, Marcos y Pablo
cuando hablan de las apariciones de Jesús solamente lo hacen en el sentido de la
expresión "se hizo ver", pues el "allí le veréis" de Marcos es una acción
que depende solamente de Jesús al hacerse ver y reconocer, no depende de los que
lo observan.
3.- En Mateo 28,16-17.
"Por su parte, los once discípulos marcharon a
Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos
sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así...
"
Aquí, como Marcos y Pablo, Mateo utiliza el verbo
"ver" aplicado a las apariciones de Jesús, sin embargo comienza ya a
corporalizar al resucitado pues lo presenta hablando con sus discípulos, cosa
que no sucedió con los otros, que escribiendo antes que Mateo solamente dicen
que Jesús se hizo ver. Más adelante veremos cuando y por qué se hizo necesario
"dar cuerpo" a Jesús resucitado en una forma más clara en los evangelios de
Lucas y Juan, que fueron los últimos en ser escritos.
La mención de Galilea como el lugar donde los
discípulos verían a Jesús, tanto en Marcos 16,7 como en Mateo 28,16, se debe a
una tradición que menciona a Galilea como el lugar de donde debe partir la
difusión del Evangelio.
4.- Conclusión.
En el encuentro de Jesús resucitado con sus
discípulos el acento recae en las experiencias sensibles, como lo indica el
significado del verbo griego ophté que aparece en los textos decisivos: 4
veces en I Cor 15,3ss; en Lc 24,34; y en He 9,17; 13,31; 16,9; 21,16. En los
LXX
se utiliza este verbo para denominar la manifestación de Dios o de los
seres celestes, que normalmente son inaccesibles a los ojos humanos porque no
podrían soportarlos y porque a Dios no puede vérsele sino cuando él mismo desea
manifestarse. El verbo opthé dice, pues, más que lo que significa una
visión, ya que el punto de reconocimiento no es del sujeto hacia el objeto, como
en la visión común, sino del objeto de la aparición al sujeto que ha de
percibirla.
Por significar el verbo ophté la irrupción
de lo oculto e invisible en el ámbito de lo visible, resulta un término
especialmente adecuado para calificar el momento de la intervención de Jesús
resucitado en la historia humana. El uso de este verbo como el término más
antiguo para designar la última manifestación de Jesús, nos ayuda mucho a
comprender el significado que debe darse a la expresión "aparición", pues como
ya hemos dicho señala que el acto depende únicamente de Jesús que sale al
encuentro de quien él quiere, cuando él quiere, y como él quiere, y no del
testigo; pero debe quedar bien claro que el problema de dar testimonio de su
resurrección radica en poder reconocer en él al mismo Jesús previamente conocido
en su vida terrena.


b).- Se presentó..."

Encontramos en el Nuevo Testamento una segunda
etapa en lo que se refiere a la forma en que se describen las apariciones de
Jesús resucitado; en esta etapa aparece alguna característica que indica que la
figura aparecida dispone de un cuerpo humano, la aparición se "corporaliza".
Recién ocurrida la resurrección de Jesús, esta segunda etapa no era necesaria
porque todavía vivían los testigos de su vida y sus hechos (principalmente los
once discípulos que podían identificar cualquier manifestación de Jesús), pero
con el tiempo unos fueron muriendo y otros llegando a una edad avanzada, y las
comunidades cristianas se iban multiplicando mientras Jesús seguía actuando en
la historia de la Iglesia, haciéndose presente en ella como lo prometió cuando
dijo "Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt
28,19).
La pérdida de los testigos de la resurrección, por
su muerte o su avanzada edad, hizo que se fuera dificultando la identificación
de Jesús resucitado con Jesús crucificado, y es en ese momento cuando los
discípulos de los apóstoles comenzaron a convertir en expresión literaria lo que
para sus maestros había sido vivencia. Así, corporalizando la aparición del
resucitado, quedaba establecida para siempre la identidad entre el Jesús que
vivió, que fue hombre y murió crucificado, y el que se apareció luego de haber
resucitado. Sin esta corporalización que se da en los evangelios de Lucas y de
Juan habría existido el peligro de que la identificación de Jesús no se hubiera
hecho en la forma precisa; entonces Jesús quedaría sin influir en la historia
humana, porque muertos los testigos de la resurrección la humanidad vendría a
quedar como si nunca hubiera resucitado.
Jesús, sin el testimonio de los apóstoles y la
corporalización de sus apariciones en los evangelios, ciertamente habría
resucitado de entre los muertos, pero ningún ser humano sobre la tierra podría
haberlo afirmado con certeza; por eso es que el papel de los once apóstoles es
fundamental para la vida de la Iglesia, porque son ellos los que nos hablan de
la resurrección, son ellos los que garantizan para todo el futuro de la
humanidad que el Hijo de Dios, Jesucristo, ha resucitado y está presente en su
Iglesia.
1.- Marcos 16,14-15.
"Por último, estando a la mesa los once
discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de
corazón, por no haber creído a quienes
le habían visto resucitado. Y les
dijo...
".
Este apéndice al evangelio de Marcos contiene dos
elementos de corporalización: están los discípulos sentados a la mesa, y el
resucitado les habla. El primer elemento de corporalización, "estando a la
mesa los once discípulos
", se encuentra también en Lucas 24,36 y en Juan
20,19. Juan nos da, además, un elemento interesante: "estando cerradas, por
miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos,
se presentó Jesús en medio de ellos...
"; dice el texto claramente que fue
Jesús quien entró para encontrarse con sus discípulos que estaban encerrados por
miedo a que les hicieran lo mismo que a su Maestro. Al igual que en los escritos
de Marcos, Mateo y Pablo, Jesús es quien se hace reconocer por sus discípulos;
ellos están inmovilizados por el miedo pero para Jesús resucitado no hay
obstáculos, no lo detienen las puertas cerradas; solamente él puede hacer eso.
El segundo elemento de corporalización es hacer
que la aparición de Jesús hable a los discípulos, y este es un tema que ya
habíamos visto al estudiar a Mateo 28,16-17.
El habla es uno de los dones más espirituales que
hay en el hombre, ya que en el momento de hablar requerimos de una inteligencia
humana capaz de interpretar lo que nosotros decimos, por eso no es de extrañar
que el primer elemento de corporalización de Jesús resucitado sea preci-samente
el habla.
La palabra es un elemento que tiene en toda la
Sagrada Escritura una gran importancia; ya desde el Génesis es la Palabra de
Dios la que crea (Gn 1,3.6.9.11.14 etc.), y a todo lo largo de la Biblia
encontraremos ejemplos de la fuerza divina y humana contenida en la comunicación
oral. Así en el texto de Marcos que estamos comentando, lo que Jesús resucitado
dice a los discípulos, a con-tinuación, es la encomienda de llevar su Evangelio
a todas las gentes, pero este aspecto especial lo veremos más adelante al
estudiar a los Once como testigos oficiales del triunfo de Jesús sobre la
muerte.
En Marcos 16,12 dice el Evangelio lo siguiente: "Después
de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban camino a una
aldea
". Aquí encontramos otro elemento de corpo-ralización, "bajo otra
figura", en el que no se precisa de qué se trata. Es muy probable que Marcos se
refiera a los dos discípulos de Emaús mencionados en Lc 24,13ss porque también
ellos se dirigían a una aldea, y también ellos, como en la versión de Marcos, se
volvieron para comunicar la noticia a los demás. Trataremos sobre estos dos
discípulos más adelante, al estudiar a los testigos no oficiales de la
resurrección de Jesús, aquí solamente nos interesa el elemento de
corporalización que es citado escuetamente como "bajo otra figura".
2.- Lucas 24,13-35.
"Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo
llamado Emaús, que distaba sesenta estadios
(como dos kilómetros y medio)
de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió
que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió
con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le reconocieran. El les
dijo: '¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?' Ellos se pararon
con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: '¿eres tú el
único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en
ella?' El les dijo: '¿Qué cosas?' Ellos le dijeron: 'Lo de Jesús el Nazoreo, que
fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo;
cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le
crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él que iba a liberar a Israel;
pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso
es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de
madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta
habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también
algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían
dicho, pero a él no le vieron'. El les dijo: '¡Oh insensatos y tardíos de
corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el
Cristo padeciera esto y entrara así en su gloria?' Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas
las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir
adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: 'Quédate con nosotros, porque
atardece y ya el día ha declinado'. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que,
cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo
partió y se los iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron,
pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: '¿No estaba ardiendo
nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos
explicaba las Escrituras?' Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén
y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían:
'¡Es verdad! ¡E Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!' Ellos, por su
parte, contaron lo que habían pasado en el camino y cómo le habían conocido en
la fracción del pan".
2.a.- El Resucitado.
Esta narración de la aparición de Jesús resucitado
se apega a una tradición que viene desde el Antiguo Testamento: se trata de un
personaje divino que toma forma humana para alternar con los hombres, y que
desaparece en el instante mismo en que su identidad se ha manifestado; así
tenemos que Yahweh se pareció a Abraham y se paseó con él adoptando la figura
humana (Gn 18,1ss); el ángel Rafael acompañó a Tobías sin ser reconocido (Tob
5,4) y luego se volvió repentinamente invisible (Tob 12,21); es la misma
situación que encontramos en Marcos 16,12 donde Jesús se aparece con otro
semblante, o en Juan 20,15 donde María Magdalena confunde a Jesús con el
hortelano.
No se trata de que Jesús se aparezca con distintos
semblantes o con diversos disfraces, sino que el problema es más bien de los
testigos: son sus ojos los que en un principio están impo-sibilitados para
reconocer a Jesús, y luego, cuando él así lo quiere, se abren y le reconocen (Lc
24,16.31). Lucas "corporaliza" así a Jesús resucitado no para que sea reconocido
por los dos discípulos de Emaús, sino para enseñar a los cristianos de su tiempo
que el lugar del encuentro con Jesús es en la Eucaristía. Vamos ahora a analizar
este relato en relación con la fracción del pan y más adelante estudiaremos por
qué surgió la necesidad de esta corporalización.
2.b.- Lo reconocen al partir el pan.
Si comparamos la descripción de la Fracción del
Pan que hace aquí Lucas, con la narración de la Ultima Cena, nos daremos cuenta
de la similitud que existe entre ambas:
Lc 24,30 Lc 22,19
"Y sucedió que, cuando se
puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y
se los iba dando...
".


 "Tomó el pan, y, dadas las gracias, lo  partió y se
los dio diciendo...
".
La manera de bendecir el pan, de partirlo y
dárselo a los discípulos es igual en uno y otro relatos. Parece ser que la
intención de Lucas al escribir este pasaje de la aparición de Jesús a los
discípulos de Emaús fue el de mostrar que será en la Eucaristía donde los
cristianos encontrarán a Jesús resucitado; pero ese encuentro, por supuesto, no
será igual a la experiencia vivida por los once apóstoles. Ahora, si comparamos
el episodio de Emaús con los Hechos de los Apóstoles, cuando Felipe el
evangelizador de Samaria bautiza al eunuco, encontraremos bastante concordancia
en la forma:
 
:

Lc 24,13-33

He 8,26-39


En el camino de Jerusalén a Emaús van dos
discípulos.


En el
camino de Jerusalén a Gaza se encuentran Felipe y el eunuco.


Jesús se acerca a los dos discípulos y los
interroga.


Felipe alcanza al carro e interroga al eunuco.


Los discípulos relatan a Jesús los hechos que los
turban.

El eunuco pide explicaciones a Felipe sobre el
texto de Isaías.



Jesús explica las Escrituras y les aclara el
sentido de los hechos.


Felipe anuncia lo concerniente a Jesús, aclarando
así el texto de Isaías.


Los discípulos invitan a Jesús para que se quede con ellos.


El eunuco solicita el bautismo.


Jesús parte el pan, y los discípulos le reconocen. Jesús desaparece.


Felipe bautiza al eunuco, y en seguida desaparece.


Todavía emocionados, los discípulos regresan a Jerusalén.


El eunuco sigue su camino lleno de gozo.
Lucas, que escribió tanto su evangelio como el
libro de los Hechos, estructura con un mismo esquema las dos narraciones. En
ellas tanto Jesús resucitado como Felipe interpretan el texto del Antiguo
Testamento en función de Cristo; los peregrinos y el eunuco, por su parte,
expresan una demanda semejante: la aclaración de los hechos, y la Eucaristía y
el Bautismo constituyen el punto culminante de estos relatos. En ambos episodios
Lucas muestra cual debe ser el comportamiento cristiano: encontrar a Jesús
resucitado en el Bautismo y en la Eucaristía.
3.- Lucas 24,36-49.
"Estaban hablando de estas cosas cuando él se
apareció en medio de ellos y les dijo: '¿Por qué os turbáis, y por qué se
suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo'.
Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de
creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: '¿Tenéis aquí
algo de comer?' Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió
delante de ellos".
3.a.- "Un espíritu no tiene carne ni huesos".
Lucas se propone aquí mostrar que la aparición de
Jesús no es una simple ilusión, que Jesús no es un espíritu ni un fantasma,
porque en ese tiempo se creía en los espíritus (Cf Mc 6,49; Mt 14,29), pues
según la mentalidad hebrea los espíritus de los muertos podían reaparecer,
siendo reconocidos porque no tenían cuerpo (Cf I Sam 28,13-14; 2 Sam 5,1; Gn
29,14); es por eso que Lucas quiere defender el mensaje de la resurrección de
Jesús contra quien pudiera argumentar que los discípulos habían visto
simplemente a un fantasma.
La expresión "no tiene carne ni huesos"
significa que la visión es real; esta es una forma lite-raria de distinguir el
mundo corpóreo del incorpóreo. Sin embargo Lucas no tiene la intención de
afirmar que el Resucitado tiene cuerpo, pues en su mismo evangelio dice "Los
hijos de este mundo toman mujer o marido, pero los que alcancen a ser dignos de
tener parte en aquel mundo y en la resurrección de los muertos, ni ellos tomarán
mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos
de Dios, siendo hijos de la Resurrección
" (Lc 20,36). También san Pablo
habla del "cuerpo espiritual del resucitado" en I Cor 15,42ss.
3.b.- "Mirad mis manos y mis pies".
Esta expresión, Mirad mis manos y mis pies,
se encuentra en forma semejante en el evangelio según san Juan, 20,20: "Les
mostró las manos y el costado...
", y es una expresión típica para demostrar
la identidad de Jesús crucificado con Jesús resucitado; indica que el mismo
hombre que fue crucificado, que tiene las señales de la cruz, las huellas de los
clavos en las manos y en los pies, y la huella de la lanza en el costado, es el
mismo que ahora está vivo y se les aparece resucitado.
La corporalización o materialización de Jesús
resucitado es propia de los evangelios de Lucas y Juan, ambos escritos después
del año 70, y su intención es mostrar que la aparición presenciada no es la de
un fantasma ni la de un impostor, sino que se trata precisamente del mismo Jesús
de Nazaret que conserva las huellas de su pasión y muerte.
3.c.- "Lo tomó y comió delante de ellos".
En la Sagrada Escritura el acto de comer tiene el
significado de comienzo de una nueva vida: Elías comió pan antes de emprender el
camino hacia el monte Horeb (I Re 19,1-8); Ester dispuso una fiesta cuando
comprobó que su pueblo había escapado del aniquilamiento; Job comió cuando supo
que su prueba había terminado (Job 42,11); el propio evangelio de Lucas 15,23
nos habla del banquete que el padre da a su hijo pródigo cuando regresa
arrepentido; por eso el hecho de que Jesús coma delante de sus discípulos
significa que ya no está muerto, que ha resucitado, que ha iniciado una nueva
existencia.
La resurrección marca el inicio de una nueva era
para el hombre, porque al haber resucitado Jesús surge la esperanza de que la
existencia humana no terminará con la muerte.
4.- Juan 20,19-23.
"Al atardecer de aquel día, el primero de la
semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se
encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: 'La
paz sea con vosotros'. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los
discípulos de alegraron al ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: 'La paz con
vosotros...
".
4.a.- "...el primero de la semana".
La aparición a los once apóstoles "al atardecer de
aquel día, el primero de la semana" y a Tomás ocho días después, no pueden ser
tomadas como indicaciones cronológicas estrictas sino como evocaciones
litúrgicas; se trata de la tradicional celebración de la Eucaristía que en la
Iglesia primitiva se efectuaba al atardecer de nuestro día sábado, que para los
judíos era ya domingo, coincidiendo con el oficio divino que se celebraba en las
sinagogas.
4.b.- "estando cerradas, por miedo a los
judíos, las puertas...".
Si Jesús se presenta entre los apóstoles estando
las puertas cerradas, no es para mostrar su capacidad de pasar a través de
ellas, sino porque el evangelista quiere hacernos ver que es Jesús resucitado
quien sale al encuentro de los discípulos. Ellos echaron los cerrojos a las
puertas por miedo a los judíos, pero Jesús se aparece libremente ante ellos
cuando quiere, sin que esos obstáculos puedan detenerlo.
4.c.- "La paz con vosotros".
Esta frase aparece también en Lc 24,36. Al saludar
a sus discípulos con estas palabras Jesús no trata de darles el saludo
acostumbrado entre los judíos ni de expresarles un deseo, sino de otor-garles el
don que les había prometido en Jn 14,27.28, en su discurso de despedida:
"Os dejo mi paz, mi paz os doy; no os la doy
como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que
os he dicho: Me voy al Padre y volveré a vosotros...
"
4.d.- "Les mostró las manos y el costado".
Aquí no muestra Jesús sus manos y sus pies como en
el evangelio de Lucas, sino sus manos y su costado, pero la intención del pasaje
es la misma en ambos evangelios: la de mostrar la identidad de Jesús crucificado
y resucitado. Esta razón de la identificación de Jesús explica el gozo con que
los discípulos aceptan la invitación de ver sus manos y su costado, de otra
manera sería ilógico que pudieran alegrarse de ver las huellas del sufrimiento
de su maestro.
5.- Juan 20,24-29.
"Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no
estaba entre ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: 'Hemos
visto al Señor'. Pero el les contestó: 'Si no veo en sus manos la señal de los
clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su
costado, no creeré'. Ocho días después estaban otra vez los discípulos dentro y
Tomás con ellos. Se presenta Jesús en medio estando las puertas cerradas, y
dijo: 'La paz con vosotros'. Luego dice a Tomás: 'Acerca aquí tu dedo y mira mis
manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no sea incrédulo sino creyente'.
Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío'. Dícele Jesús: 'Porque has visto has
creído. Dichosos los que no han visto y han creído
".
5.a.- Tomás.
Tomás no aceptó la palabra de los otros discípulos
que habían visto a Jesús resucitado; su obstinación en la incredulidad nos
recuerda el relato de la resurrección de Lázaro, en Jn 11,14-16, cuando,
refiriéndose a la muerte de su amigo, Jesús dijo a los apóstoles: "Me alegro
por vosotros de no haber estado allí, para que tengáis fe
"; pero para Tomás
la resurrección seguía siendo imposible, por eso no creyó que Jesús hubiera
resucitado hasta que lo comprobó, y es su incredulidad precisa-mente el tema que
el evangelista toma para dramatizar la realidad de la resurrección del Señor.
5.b.- Dramatización de la duda.
Al exigir que se le deje examinar el cuerpo de
Jesús, con dedos y manos, Tomás pide más de lo que se dio a los otros
discípulos, a los que Jesús solamente mostró sus heridas. Los discípulos y Tomás
asumieron dos actitudes distintas ante la aparición de Jesús: Ellos, cuando lo
vieron, se sintieron movidos a reconocerlo, Tomás, en cambio, se sintió llevado
a la duda y quiso comprobar el milagro. El empeño de Tomás por tocar el cuerpo
de Jesús es una actitud realista que no deja ninguna duda de que es la misma
persona que fue crucificada la que allí se mostró resucitada.
5.c.- La fe de Tomás.
Cuando por fin Tomás disipa sus dudas expresa su
fe con una fórmula muy clara: "Señor mío y Dios mío"; la fuente de estos
dos títulos está en la misma Sagrada Escritura, en términos utilizados en la
traducción de los LXX:
YAHWE = KIRIOS = SEÑOR. ELOHIM = THEOS = DIOS.
Lo más cercano que encontramos en la Biblia a la
confesión de fe de Tomás es el Salmo 35,22.23, que dice: "...Señor, no estés
lejos de mí; despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh
mi Dios y Señor
". Por tanto Tomás se dirige a Jesús con una expresión
tomada de la que el pueblo judío aplicó a Yahweh.
6.- Juan 21,1-13.
"Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a
los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado Mellizo, Natanael, el de Caná de
Galilea, los de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dice: 'Voy a
pescar'. Le contestan ellos: 'También nosotros vamos contigo'. Fueron y subieron
a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba
Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús:
'Muchachos, ¿no tenéis pescado?' Le contestaron: 'No'. El les dijo: 'echad la
red a la derecha de la barca y encontraréis'. La echaron, pues, y ya no podían
arrastrarla por la abundancia de peces'. El discípulo a quien Jesús amaba díce
entonces a Pedro: 'es el Señor'. Cuando Simón Pedro oyó 'es el Señor', se puso
el vestido, pues estaba desnudo, y se lanzó al mar. Los demás discípulos
vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho
de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas
unas brazas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: 'Traed algunos de los
peces que acabáis de pescar'. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de
peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la
red. Jesús les dice: 'Venid y comed'. Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús,
toma el pan y se los da; y de igual modo el pez
".
6.a.- La pesca milagrosa.
El significado simbólico que se desarrolla en
torno a la pesca milagrosa en Jn 21,1-13 es el mismo que en Lc 5,10: la
misión apostólica figurada como "pesca de hombres"; este simbolismo de la misión
se lleva más lejos en el evangelio de Juan que en el de Lucas; ambos coinciden
en el gran número de los que habrían de ser ganados para la misión apostólica,
pero sólo Juan menciona los 153 peces, y el hecho de que la red no se rompió a
pesar del peso.
La cifra 153 simboliza la totalidad de los hombres
a los cuales se dirige la misión; según san Jerónimo, en su comentario a Ez
47,6-12, los zoologos griegos habían encontrado 153 clases distintas de peces,
por eso es que este número indica la cantidad total. Que la red no llegue a
romperse significa que la comunidad cristiana no se rompe en cisma, a pesar del
gran número de las distintas razas que entran en ella, pues el verbo que ha sido
traducido como rompió es chizein está relacionado con cisma o
división, y a él se hace referencia en Jn 7,43; 9,16; 10,19. En este relato es
Pedro quien dirige la operación de sacar la red a tierra, de esta forma se
confirma simbólicamente su función de encabezar la misión apostólica.
6.b. Simbolismo eucarístico de la comida.
Cuando Jesús ofrece el pan y el pescado a sus
discípulos es cuando lo reconocen. La des-cripción de esta comida, donde dice
que Jesús tomó el pan y se los repartió, y del mismo modo el pez, viene a ser un
eco del milagro de la multiplicación de los panes y los peces: "Tomó
entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que
estaban recostados y lo mismo los peces...
". El hecho de que ambas escenas,
correspondientes a los capítulos 6 y 21, sean las únicas del cuarto
evangelio que tienen lugar a orillas del lago de Tiberíades, ayuda naturalmente
al lector a establecer un nexo entre ellas.
En todos los evangelios se han elaborado los
relatos de las comidas relacionadas con la multiplicación de los víveres
conforme a un patrón basado en la Ultima Cena, esto está hecho con intención de
establecer una conexión entre el milagro de la multiplicación y la Eucaristía;
podemos concluir de ello que la presencia de Jesús resucitado en la Eucaristía
es inagotable, pues del mismo modo como de unos cuantos panes y peces pudieron
comer miles de gentes, así de la Eucaristía se pueden nutrir espiritualmente
cuantos lo deseen.
Por otra parte, hay cierta semejanza entre la
comida de Jn 21 y la descrita en Lc 24,30.31 y 35 con motivo de la aparición de
Jesús a los dos discípulos de Emaús. La insistencia de Lucas en que los
discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan, se entiende como una enseñanza
eucarística encaminada a instruir a la comunidad cristiana sobre la posibilidad
de un encuentro con Jesús resucitado en la fracción litúrgica del pan.


c).- Conclusión.

Al terminar de analizar los diversos relatos de
las apariciones de Jesús resucitado, desde su punto de vista, surgen dos
conclusiones: Por una parte lo que implicó para la primitiva comunidad cristiana
que Jesús hubiera resucitado, y por otra la razón por la cual las apariciones
fueron corpo-ralizadas. Veámoslas con detalle:

1.-
Implicaciones de la resurrección de Jesús.


PASADO

PRESENTE

FUTURO

El Padre envía a Jesús. Se  cumple en él el Antiguo Testamento.


Resucitó.

Está presente siempre en la historia humana hasta el
final de los  tiempos.
     

La Eucaristía Inicia una nueva era en la historia
de la salvación,


como el lugar de encuentro con


Jesús resucitado para todos los cristianos.

     
Viendo hacia el pasado, la resurrección de Jesús
implica que en él se ha cumplido lo que se había anunciado en el Antiguo
Testamento, pues como dice Lucas en el pasaje de la aparición a los peregrinos
de Emaús, "Y empezando por Moisés y continuando con todos los
profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras
". Por
Moisés y los profetas entendían los judíos al Pentateuco, cuya redacción se
atribuyó a Moisés, y todo el resto del Antiguo Testamento; pues bien, todo esto
llega a su cumplimiento en Cristo Jesús resucitado. También, en relación con el
pasado, la resurrección confirma a Jesús como el enviado del Padre y como el
Hijo de Dios; al respecto dice el evangelio de Juan, "Como mi Padre me envió,
también yo os envío
".
Viendo hacia el futuro, la resurrección implica
que el Hijo de Dios estará siempre presente en la historia humana; una vez que
ha resucitado y vencido a la muerte ya no morirá más, así lo afirma san Pablo en
I Cor 15,26, y san Marcos concluye su evangelio diciendo "Y he aquí que yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo
".
La resurrección hace posible esta constante y
permanente presencia de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, en la historia humana
y en su Iglesia; la resurrección implica también que se ha iniciado una nueva
era en la historia de la salvación, esto es lo que nos enseñan Lucas y Juan al
presentar a Jesús resucitado comiendo con sus discípulos. La resurrección
también implica que Jesús continuará estando presente en la historia humana a
través de la Eucaristía, que será para los cristianos el lugar de encuentro con
Jesús resucitado.

2.-
Corporalización del Resucitado.

En todos los relatos de apariciones de Jesús en
los que se encuentran elementos de corpora-lización aparecen también elementos
de duda o de incredulidad, en cambio en aquellos pasajes en que no hay elementos
de corporalización tampoco se menciona duda alguna por parte de los testigos;
esto nos ayudará a comprender por qué se comenzaron a corporalizar las
apariciones.

CITA

APARICIÓN

DUDA

CORPORALIZACIÓN


Apéndice de Marcos.

(16,9-20)

A María Magdalena:

No le creyeron


Se apareció con otra figura


A dos de ellos:

No les creyeron
 

A los Once:

Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón

Les dijo...

Mt 28,16-20

A los Once:

Algunos, sin embargo, dudaron-

Jesús se
acercó a ellos y les habló así.

Lc 24,13-35

A los dos de Emaús:

Sus ojos estaban retenidos para que lo reconocieran.

Se les aparece en forma de un peregrino.

Lc 24,36-43

A los Once:

¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?

Mirad
mis manos y mis
pies.

Lo tomó y comió delante de ellos.

Jn 20,19-29

A los Once:


Si no veo en sus manos la señal de de los
clavos...

Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano
y métela en mi costado...

Jn 21,1-13

A Pedro y otros discípulos:

Pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Estaba Jesús en la orilla.

Jesús les dice
"venid y comed".

 He 16,12ss

A Pablo:

¿Quién eres, Señor?


una luz que me rodeaba a mí y a mis compañeros... oí una voz que me decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?
       
Es de esta forma como todos los relatos que de
alguna manera incluyen la corporalización hablan también de duda entre los
testigos. Por otra parte Marcos y Pablo, que no corporalizan las apariciones de
Jesús resucitado, tampoco mencionan dudas por parte de quienes las presencian.
Este detalle es significativo ya que tanto Marcos como Pablo escribieron antes
del año 70, en tanto que el apéndice de Marcos, Lucas, Juan y Hechos fueron
escritos después de ese año.
La explicación de este cambio consiste en que
entre más tiempo pasaba más envejecían los discípulos (incluso algunos ya
habrían muerto), y con ellos se perdía toda posibilidad de identificar a Jesús
crucificado con Jesús resucitado; por eso los autores se dieron a la tarea de
plasmar en letra escrita esta identidad para beneficio de las futuras
generaciones de cristianos. Corporalizando al Resucitado se hace evidente esa
identidad: el mismo ser que nació en Belén, que se crió en Nazaret, que convivió
con los discípulos, que fue crucificado y conserva las señales de su
crucifixión, es ahora el que está vivo y se hace ver de los suyos.
La corporalización no tiene otra finalidad que la
señalada, por eso es que siempre que hay elementos de ella existen también
elementos de duda en los que en ocasiones surge la pregunta de quién será el
aparecido. El planteamiento de estas dudas es aprovechado por el autor para
afirmar la identidad de Jesús, pero esto no quiere decir que realmente Jesús
resucitado se haya presentado con su cuerpo físico, o que haya comido con sus
discípulos, sino que ellos no encontraron otra forma de expresar en sus escritos
que Jesús de Nazaret había vuelto a la vida.

1.- Las
apariciones, desde el punto de vista de los testigos.


a).- Testigos oficiales de la resurrección: los
once apóstoles.

Según vimos anteriormente, los únicos que podían
identificar a Jesús resucitado con Jesús muerto en la cruz eran los once
apóstoles, y esto debido a que habían convivido con él por varios años y le
conocían perfectamente. Esta calidad de los Once como testigos oficiales de la
resurrección se expresa en los textos del Nuevo testamento en varias formas:
1o.- La aparición de Jesús a los once
apóstoles es la conclusión de los cuatro evangelios, conforme a su redacción
definitiva.
2o.- Solamente a ellos se les encomienda
una misión en el momento mismo en que Jesús se les aparece: "Id, pues, y
haced discípulos en todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo
" (Mt 28,19); "Id por todo el mundo y proclamad
la Buena Nueva a toda la creación
" (Mc 16,15); "y se predicará en su
nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones
" (Lc
24,47); "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos
" (Jn
20,22.23).
3o.- Todos los demás testigos de la
resurrección, los no oficiales, hacen referencia a los Once: "Y ahora id
enseguida a decir a sus discípulos...
" (Mt 28,7); "Ella fue a comunicar
la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos...
"
(Mc 16,10); "Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once
y a todos los demás...
" (Lc 24,9); "Fue María Magdalena y dijo a los
discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras...
" (Jn
20,18); "Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y
encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos
" (Lc 24,33); "Se
apareció a Cefas y luego a los Doce
" (I Cor 15,5).
Jesús resucitado sensiblemente hablando no tenía
cuerpo, de allí el valor que tiene el testimonio de los Once: son ellos los que
le "dan cuerpo" a la aparición de Jesús, son ellos los que, al darse cuenta de
que había vencido a la muerte, vuelven a recordar, y entonces comprenden, todo
lo enseñado por él. Con la resurrección de Cristo ellos detectan la presencia
máxima de Dios en la historia humana y la traducen a categorías humanas, le dan
forma, la hacen comprensible para los hombres de su tiempo, y también para los
hombres de todas las épocas y de todas las latitudes.


b).- Los testigos no oficiales de la resurrección.

Como dice Mateo al final de su evangelio, Jesús
estará siempre presente en la historia humana y en su Iglesia; esto indica que
después de los Once tuvo que haber otros testigos de la resu-rrección. La
diferencia con estos últimos es que aquellos hicieron la primera identificación
de la cual dependen todas las demás. Jesús se seguía haciendo presente, pero
todo aquel que lo descubría en su vida tenía que recurrir a alguno de los Once
para poder identificar como verdadera la presencia de Cristo resucitado.
b.1).- Pablo de Tarso.
La situación de Pablo es muy singular, ya que al
igual que los apóstoles recibió la misión de predicar el Evangelio como fruto de
su encuentro con Jesús resucitado, pero a diferencia de ellos no tuvo la
experiencia de haber conocido a Jesús en su vida terrena, sin embargo en su
carta a los Gálatas da la impresión de no tener necesidad de recurrir a los
discípulos para instruirse en la fe cristiana:
"Porque os hago saber, hermanos, que en
evangelio anunciado por mí no es de orden humano, pues no lo recibí ni aprendí
de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Pues ya estáis enterados de
mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la
Iglesia de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de
mis compatriotas contem-poráneos, superándoles en el celo por las tradiciones de
mis padres. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó
por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre
los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin
subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde
nuevamente volví a Damasco
" (Gal 1,11-17).
Habla aquí Pablo de su misión entre los gentiles,
pues para eso se le apareció Jesús, para hacer que fuera a predicar el Evangelio
entre los paganos (Cf He 9,1-19; 22,6-21; 26,12-23). Dice también en esta carta
que el Evangelio lo recibió de Jesucristo sin mediación de hombre alguno, y
además dice que no fue a Jerusalén sino que de inmediato se puso a predicar;
pero la carta a los Gálatas fue escrita cerca del año 57, en cambio la fórmula
de fe escrita por Pablo en I Cor 15,3ss, "Porque os trasmití, en primer
lugar, lo que a mi vez recibí...
", se puede fechar tres años antes, y en
realidad es anterior a los escritos de Pablo, posiblemente de los años 40 a 42,
pero él la aceptó y se incluyó entre los testigos de la resurrección ubicando
antes de sí a Pedro, que tiene un lugar primordial en la Iglesia, luego a los
Doce, probablemente contando entre ellos a Matías en lugar de Judas, a otros
quinientos hermanos, y a Santiago, el pariente de Jesús, que tuvo también un
lugar importante en la iglesia de Jerusalén. Si Pablo aceptó esta fórmula, en la
que se da clara importancia a los testigos oficiales, y que es mucho más antigua
que la carta a los Gálatas, entonces hay que pensar que Pablo ha exagerado en lo
escrito en ella.
Es cierto que Pablo es el apóstol de los gentiles
y el gran difusor del cristianismo, pero esto no significa que sea testigo
oficial de la resurrección. Se le apareció Jesús resucitado, como él mismo lo
dice en I Cor 9,1, "¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?, pero
esto no le da la misma capacidad que tuvieron los discípulos para identificarlo.
Pablo no parece ser tan independiente como se
presenta en la carta a los Gálatas, pues luego de su prodigiosa conversión tuvo
que ir a Damasco a recibir de Ananías la salud perdida de sus ojos y la
imposición de manos que habría de trasmitirle la presencia del Espíritu Santo,
además de que en la misma carta declara que tuvo que recurrir a los discípulos:
"Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y
permanecí quince días en su compañía...
", y en Gal 2,1-2 dice "subí
nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Subí movido por una
revelación y les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles .tomando
aparte a los notables. para saber si corría o había corrido en vano
". Es
también muy significativo que Pablo haya tenido que recurrir a Pedro para
resolver la cuestión de la circuncisión de los paganos; He 15 describe lo que se
ha dado en llamar el "Primer Concilio de la Iglesia", originado porque Pablo fue
a Jerusalén para discutir con Pedro si la circuncisión debía exigirse o no a los
cristianos convertidos del paganismo: "Llegados a Jerusalén fueron recibidos
por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había
hecho juntamente con ellos... Después de una larga discusión, Pedro se levantó y
les dijo...
" (He 15,4.7).
En conclusión, podemos decir que Pablo ciertamente
es testigo de la resurrección del Señor, pero no como los discípulos que
pudieron identificarlo de inmediato, sino que Pablo tuvo que recurrir a Ananías,
a Pedro y a varios más de los apóstoles.
b.2).- Todos los apóstoles, los quinientos
hermanos, los dos discípulos y los peregrinos de Emaús.
La primera carta a los Corintios habla de que
Jesús se hizo ver de todos los apóstoles (15,6), habiendo mencionado antes a los
Doce; esto significa que Pablo toma la palabra apóstol con una acepción
más amplia, aplicándola también a los colaboradores en la predicación del
Evangelio, entre los que podemos citar a Bernabé, Andrónico, Junia, Epafrodito,
Tito, etc.
Todos los testigos de la resurrección que hemos
mencionado (los apóstoles, los quinientos hermanos, los dos discípulos y los dos
de Emaús) lo son, pero no con la misma calidad que los once apóstoles; a estos
también Jesús se les hizo ver, pero ellos no pudieron por sí mismos haberlo iden-tificado,
sino que tuvieron que acudir a alguno de los Once para estar seguros. Estos
testigos no oficiales se colocan dentro del grupo que recibe la promesa de Jesús
de permanecer con ellos hasta el fin del mundo; ya el Nuevo Testamento da
testimonio de la presencia de Jesús resucitado en todos aquellos que colaboran
en la predicación del Evangelio.
El Nuevo Testamento nos habla de que el Espíritu
Santo fue enviado por Jesús a sus discípulos, sin embargo no hace una distinción
clara entre lo que es la acción de Jesús resucitado y la acción propia del
Espíritu Santo; esta distinción la haría después la Iglesia a través de sus
primeros concilios ecuménicos, pero en adelante, y hasta el final de los
tiempos, Jesús resucitado seguirá haciéndose presente en la historia de la
humanidad, y para identificar su presencia será siempre necesario acudir al
testimonio de los once apóstoles.
b.3).- Las mujeres.
La situación de las mujeres con relación a la
resurrección de Jesús merece una mención aparte, porque la mujer en la
antigüedad era considerada como un ser humano de segunda categoría, y esta
situación social la descartaba como testigo de valor: las mujeres no podían
predicar la resurrección de Jesús simplemente porque no se les podía creer
nada de lo que dijeran.
"y se apareció primero a María Magdalena, de la
que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que
habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y
que había sido visto por ella, no creyeron
" (Mc 16,9-10).
Aunque las mujeres del grupo que seguía a Jesús lo
habían conocido en vida tan bien como sus apóstoles, la peculiar concepción
antigua de la mujer anulaba cualquier testimonio que pudieran proporcionar, por
eso el evangelio de Marcos señala el hecho de que a María Magdalena no le
creyeron. Pero si en la línea de la predicación la aparición de Jesús a las
mujeres no es tomada en cuenta por el Nuevo Testamento, en la línea de "ser
partícipes" de la salvación que está implicada en la resurrección sí lo hace. Si
consideramos como punto de comparación la asunción de María a los cielos, que si
bien es un dogma muy reciente tiene bases bíblicas, veremos que a la Madre de
Dios no solamente se le apareció Jesús resucitado, sino que además la redimió en
cuerpo y alma.
María Magdalena participa también de la
resurrección, ya que es mencionada como testigo de ella por los cuatro
evangelios, sobre ello nos dice el de Juan: "Estaba María junto al sepulcro,
fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos
ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la
cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: 'Mujer, ¿por qué lloras?' Ella les
respondió: 'Porque se han llevado a mi Señor, y no se donde le han puesto'.
Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le
dice Jesús: 'Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?
'. Ella, pensando
que era el encargado del huerto, le dice: 'Señor, si tú te lo has llevado, dime
dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré'. Jesús le dice: 'María'. Ella se vuelve
y le dice en hebreo: 'Rabbuní' -que quiere decir: 'Maestro'- Dícele Jesús: 'No
me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y
diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios
"
(20,11-17).
Es muy interesante la forma en que Juan presenta a
Jesús en este pasaje, sin haber subido todavía al Padre; es claro que ya ha
resucitado, pues María Magdalena se encuentra con él junto al sepulcro y la
tumba está vacía, pero en los otros escritos del Nuevo Testamento se habla de
que Jesús ya había sido glorificado y se encontraba a la derecha del Padre (He
3,26; Fil 2,6-11; I Tim 3,16). Pareciera como si Juan le hubiera hecho un lugar
a María Magdalena en su evangelio, colocándola en un sitio muy especial al hacer
una notable distinción en cuanto a su testimonio: a los once apóstoles se les
aparece después de haber sido glorificado por el Padre, a María Magdalena se le
aparece antes.
 


D.- LOS RELATOS DE LA TUMBA VACIA

1.- Situación
a la que responden.

Es de extrañar que san Pablo no mencione en sus
cartas el descubrimiento del sepulcro vacío a causa de la resurrección de Jesús,
sobre todo por la importancia que los cuatro evangelios dan a este tema; la
única explicación que puede darse es que los relatos evangélicos hayan nacido
después de que Pablo escribió sus cartas, y que este pasaje haya sido redactado
en respuesta a una tradición surgida del judaísmo, que intentaba desvirtuar la
resurrección afirmando que los discípulos robaron el cadáver de Jesús para poder
fingir que había resucitado, así lo dice el evangelio de Mateo:
"Mientas ellas iban, algunos de la guardia
fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado.
Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de
dinero a los soldados, advirtiéndoles: 'Decid: Sus discípulos vinieron de noche
y le robaron mientras nosotros dormíamos. Y si la cosa llega a oídos del
Procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones'. Ellos
tomaron el dinero
y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se
corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy
" (28,11-15).

2.- Los
relatos y su contenido.

Los relatos de la tumba vacía se encuentran en
Mateo 28,1-20; Marcos 16,1-8; Lucas 34,1-10 y Juan 20,1-18, su contenido es muy
sencillo: el domingo algunas de las mujeres fueron al sepulcro y encontraron
movida la piedra que tapaba la entrada, luego se les apareció un ser celeste que
les dijo que Jesús no se encontraba ya en el sepulcro.
Comenzaremos por ver el contenido del mensaje que
da origen a la figura celeste, y luego analizaremos los demás detalles
proporcionados en estos relatos de la tumba vacía.


a).- El mensaje del ser celeste.

El mensaje del ángel es prácticamente el mismo en
los cuatro evangelios, y es muy semejante a los discursos de predicación de la
Iglesia primitiva que se encuentran consignados en los Hechos de los Apóstoles:

Hechos 4,10

Marcos 16,6

Mateo 28,5.6

Lucas 24,5.6

Ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis.

¡No os asustéis! Buscáis a Jesús de Nazaret, el
crucificado.

¡No temáis! Se que buscáis a Jesús el
crucificado.

¿Por qué buscáis al que está vivo entre los 
muertos.

y a quien Dios resucitó de entre los muertos.

resucitó,

resucitó,

resucitó,

Se presenta éste aquí sano delante de vosotros.

no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron.

no está aquí.

ved el lugar donde yacía.

no está aquí.

recordad cómo os habló.
       
En las frases de los evangelios que se citan la
resurrección es anunciada por un mensajero celeste, un ángel, en términos muy
parecidos a los del kerigma (= predicación) de la Iglesia
primitiva tal como se leen en He 4,10. La afirmación de que Jesús resucitó se
relaciona aquí con la muerte confirmada por el sepulcro donde su cuerpo fue
depositado; dicho de otro modo, la resu-rrección es vista como victoria sobre la
muerte, y su símbolo es la piedra removida. En los tres evangelios sinópticos la
ausencia del cadáver se convierte cada vez más en un testimonio tangible de la
resurrección de Jesús.


b).- El descubrimiento de la tumba vacía.

En las narraciones del descubrimiento de la tumba
vacía se encuentra un esquema apocalíptico de cuatro puntos muy bien definidos:
1.- Una figura celeste de apariencia humana
se hace presente con luz (Dn 8,15; Ez 1,26-28).
2.- La persona vidente se llena de terror (Dn
8,12; Ez 2,1).
3.- La figura celeste con apariencia humana
toca al vidente (Dn 8,10; Ez 2,1).
4.- La figura celeste comunica su mensaje (Dn
8,19; Ez 2,2).
La finalidad de este esquema es crear una
introducción para resaltar al mensaje, de manera que el lector se de cuenta de
que es muy importante, que viene de parte de Dios a través de una figura
celeste. También podemos encontrar este esquema de cuatro puntos semejantes
comparando el Apocalipsis con los relatos de la tumba vacía en los evangelios:

Apocalipsis

Esquema apocalíptico

Relatos de la tumba vacía

1o.- 1,13-16:


"Vi como un Hijo de hombre ... y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza".


Figura celeste con apariencia humana (Mc 16,5;
Lc 24,4).


Figura angélica con
apariencia humana (Mt 28, 1; Jn 20,12).

2o.- 1,17:


"Cuando lo ví, caí a sus pies como muerto..."

Los guardias tiemblan y se quedan como muertos (Mt
28,4).


Las mujeres de quedan atónitas (Mc 16,5; Lc 24,5).

3o.- 1,17:


"El puso su mano derecha sobre mí...".

Acercamiento del ángel con figura humana (Jn
20,17).


La figura celeste les habla (Mc 16,6; Mt 28,5; Lc 24,5).

4o.- 1,17-19: El mensaje del Hijo del Hombre.


El mensaje de la figura celeste con

 apariencia humana.


El mensaje tiene carácter divino, de allí que
provenga de la figura celeste.


c).- La fecha.

Todos los relatos fijan este acontecimiento en el
primer día de la semana, que hoy es el domingo. Mateo 28,1 y Lucas 16,2 precisan
que ocurre en la madrugada.


d).- Las mujeres en el sepulcro.

Varían, según el autor, tanto el número como el
nombre de las mujeres que acudieron al sepulcro la mañana del domingo de
resurrección: son tres mujeres en Marcos, dos en Mateo, tres y las demás en
Lucas, solamente una según Juan. Los evangelistas no se preocuparon por
armonizar estos datos, lo que nos hace pensar que no tuvieron otra intención al
mencionar a las mujeres que la de enlazar el relato del sepulcro vacío con los
discípulos, que estaban escondidos y por tanto no podían haber sido ellos los
que descubrieran que Jesús ya no estaba en su tumba; las mujeres en cambio si
podían, porque no siendo muy creible su testimonio corrían poco peligro de ser
apresadas por los judíos para evitar que hablaran, por eso ellas solamente se
encargaron de avisar a los apóstoles, y luego fueron ellos los que verificaron
la información y pudieron dar fe de que Jesús había resucitado.


e).- La intención de ir al sepulcro.

Los evangelios citan dos motivos por los cuales
las mujeres fueron al sepulcro aquella mañana: según Marcos y Lucas para ungir
el cadáver; según Mateo y Juan para lamentar la muerte de Jesús. La primera de
estas dos intenciones es difícil considerarla históricamente aceptable, ya que
todo hace suponer que el cadáver de Jesús había sido embalsamado antes de
sepultarlo con apego a la tradición, como lo dice el evangelio de Juan. Parece
que el motivo real es el que presentan Mateo y Juan: la simple intención de
estar cerca del ser querido.


f).- La piedra removida.

Los cuatro relatos dan mucha importancia al hecho
de que la piedra que tapaba la entrada al sepulcro había sido apartada, pero en
realidad este dato solamente confirma de una manera más plástica que la muerte
de Jesús fue real, que Jesús fue verdaderamente sepultado, y que su cuerpo
verdaderamente resucitó y no quedó oculto dentro de la tumba.


g).- Valor histórico de los relatos de la tumba
vacía.

Varios son los elementos que nos llevan a pensar
en una elaboración tardía de estos relatos: en primer lugar el hecho de que san
Pablo no mencione nada al respecto; luego está el mensaje del ángel, que según
hemos visto es muy semejante a lo que se predicaba en la Iglesia primitiva;
también tenemos que el descubrimiento de la tumba vacía se explica según un
esquema apoca-líptico, y finalmente encontramos discordancia en las versiones
evangélicas respecto al nombre y al número de las mujeres.
Es muy probable que estos relatos fueran
elaborados tardíamente para responder a la proble-mática planteada por los
judíos, en el sentido de que el cadáver había sido robado por los propios
discípulos para aparentar que había resucitado, tal como nos lo hace saber Mateo
en 28,11-15; esta tradición negativa nacería desde el momento mismo de la
resurrección, pero sólo después de varios años comenzaría a hacer mella entre
los cristianos. Por otra parte, también es lógico pensar que los evangelistas
elaboraron estos relatos partiendo de datos históricos, como el que señala el
día de la semana en que las mujeres fueron al sepulcro; es además muy natural
que las personas que acompa-ñaron a Jesús en el momento de su muerte fueran a
visitar el sepulcro una vez pasado el sábado.
Los apóstoles no habrían sentido la necesidad de
poner por escrito el relato de la tumba vacía porque fueron testigos
presenciales de la resurrección de Jesús, y su experiencia es mucho más
importante y convincente que la de encontrar vacía la tumba. El sepulcro vacío
es un testimonio físico de la resurrección, pero solamente de una manera
indirecta; lo primero es haber sentido la presencia de Jesús vivo mediante sus
apariciones.

 


E.- Las fórmulas de fe.

Durante los cuarenta años que separan la muerte de
Jesús de la redacción de los primeros evangelios la Iglesia naciente vio
circular entre sus fieles numerosas tradiciones, sobre todo fórmulas en las que
se expresaba su fe común. La elaboración de estas fórmulas nació de las
necesidades vitales de la comunidad, sea para condensar lo esencial de la fe
cristiana, sea para instruir a los neófitos, sea para asegurar la autenticidad
de la fe contra las herejías y en los tiempos de persecuciones, o para mantener
en la liturgia la unanimidad de los participantes, etc. Estas fórmulas se
centraron rápidamente en el acontecimiento principal de la existencia de Jesús
de Nazaret: su resurrección de entre los muertos.

1.- I Cor
15,3-5.

"Porque os transmití, en primer lugar, lo que a
mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que
fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a
Cefas...
".
La antigüedad de esta cita bíblica está
garantizada por la fecha en que se escribió la Carta, entre los años 55 y 56
d.C., por la alusión que contiene de la visita anterior hecha por el apóstol a
Corinto, hacia en año 51, y por el modo como Pablo introduce estas palabras: al
decir que él mismo las ha recibido deben ser anteriores a la época de su
conversión, se deben haber originada entre el año 40 y el 42 de nuestra era. La
fórmula de Pablo contiene dos afirmaciones paralelas: una sobre la muerte de
Jesús y otra sobre su resurrección.
a).- Sobre la muerte de Cristo.
Cristo conoció perfectamente el fin de su vida,
con el que compartió la suerte normal de los mortales; pero apenas se supo que
había muerto cuando su muerte cobró sentido teológico: no murió a causa de sus
pecados sino para borrar los nuestros; la resurrección hizo que su muerte fuera
una acción redentora que no solamente alcanza a Jesús de Nazaret, sino también a
todos los hombres que han sido liberados por él (Cf He 2,36; 4,11-22).
Como ya hemos visto, el carácter redentor de Jesús
estaba profetizado desde tiempo atrás en los cánticos del Siervo de Yahweh de
Isaías 53,4-12.
b).- La resurrección de Jesús.
En la Primer Carta a los Coríntios se utiliza el
verbo griego egeiren (= despertar) para designar la acción de la
resurrección de Jesús, dando a entender que Jesús fue despertado de la muerte.
Por su parte, verbo que expresa la muerte está en el tiempo aoristo (apethanen=
murió) y el que expresa la resurrección en tiempo perfecto (egergetai =
ha resucitado y sigue resucitado). El tiempo perfecto del verbo significa que el
interés no se dirige hacia una acción pasada, sino sobre el efecto que ésta
tiene en el tiempo presente: Cristo murió (en aoristo, que indica sólo una
acción que se da en el pasado) y ha resucitado (en tiempo perfecto, que indica
que sigue estando resucitado). El contraste verbal es intencionado, tanto mas
que Pablo utiliza el mismo tiempo perfecto en otras seis ocasiones dentro de la
misma carta.
Pablo nos dice que Jesús resucitó al tercer día
según las Escrituras. En esta expresión hace uso de una forma habitual de
presentar un acontecimiento decisivo que es inminente, por ejemplo Abraham vio
al tercer día el lugar en donde debía sacrificar a su hijo (Gn 22,4); significa
este detalle la intención de destacar que la resurrección de Jesús es un
acontecimiento de capital importancia. Lo mismo hay que decir de "según las
Escrituras
", expresión que hace referencia al Salmo 16,10 sin que podamos
considerarla simplemente como una cita; la resurrección de Jesús da cumplimiento
a una larga espera del pueblo de Israel, por eso es que la frase de Pablo debe
referirse a toda la Escritura, a todo el Antiguo Testamento, y no solamente a
una profecía


2.- Otras fórmulas de fe: I Tes 1,10; 4,14; Rom 10,9.

Se encuentran en las obras de Pablo otras fórmulas
de fe más cortas que la que ya hemos visto, pero que conservan la doble
afirmación de la muerte y resurrección de Jesús: "y esperar así a su Hijo
Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos...
"
(I Tes 1,10). "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó..." (I Tes
4,14). "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y
crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo
"
(Rom 10,9).
Desde los orígenes de la Iglesia, y en forma
unánime, los cristianos expresan su fe mediante la fórmula "Dios resucitó a
Jesús de entre los muertos
", en ella afirman que la resurrección tuvo lugar
en el pasado y ocurrió a un hombre bien determinado; especialmente
quieren proclamar con ella que Jesús resucitó y está vivo para siempre.
De entre dos maneras de hablar de la resurrección,
con el lenguaje judío forjado para los últimos tiempos, "Dios hace que se
levanten los muertos" y "Dios hace que vivan los muertos", los cristianos han
escogido la primera para comunicar su experiencia que es única,
completamente nueva. Aplicando a un momento preciso del tiempo una frase que es
válida para los últimos días de la humanidad los primeros cristianos pasaron de
lo escatológico a lo histórico, porque un hecho anunciado para el fin de
los tiempos ocurrió en el curso de la historia humana.

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