sábado, 24 de septiembre de 2016

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HISTORIA DE LOS PAPAS DE ROMA: LA SIMIENTE DEL FALSO PROFETA(I)
Extraído del libro Luz o TinieblasÍndice del Tema•Antecedentes: La Roma cristiana del primer siglo

Pedro no fue obispo de Roma

Habemus papam

El engaño constantiniano

Seguimos con la historia…

El Concilio de Nicea

Sobre la tiara y la mitra

Seguimos...Curiosamente, la historia de los papas romanos jamás se ha impartido en las aulas escolares a lo largo de los siglos, ¿por qué? Lejos de eso, se ha idoocultando a la vista de las gentes, hasta constituir un misterio, un misterio que es preciso investigar con empeño si es que se pretende realmente saberacerca de la vida de esos señores que han dicho y dicen de sí mismos ser los vicarios de Cristo en la tierra.Por lo tanto, no nos conformaremos con dar una serie de datos anecdóticos sobre la cuestión. Viendo la gran importancia que debería tener para el fiel alculto de Roma, en cuanto a conocer en qué basa su esperanza, será menester conocer el fundamento de la misma analizando meticulosamente laactuación (o mejor llamarle a esto el fruto) de esos que también se llaman así mismos sucesores de Pedro.A lo largo de toda esta larga exposición de varios capítulos, demostraremos la absoluta incongruencia de la atribuida infabilidad, y la llamada “sucesiónapostólica” (que jamás se produjo).Antecedentes: La Roma cristiana del primer sigloLa ciudad de Roma en la época apostólica era muy pequeña en relación con la gran urbe de hoy en día, quizás no estuviera poblada por más de 250.000almas. Las ciudades del Imperio Romano eran muy pequeñas en comparación a las de ahora. En ese tiempo vivía mucha menos gente que hoy en día,como todo el mundo sabe. Esta es la razón por la cual, cuando en la época de los apóstoles, la gente se convertía a Cristo en una ciudad, el apóstolPablo, o alguno de sus colaboradores, como por ejemplo Tito, ordenaba a un obispo, llamado también, presbítero (Ti. 1: 5).Este obispo en realidad era un pastor o anciano, el cual se rodeaba de otros ancianos o presbíteros, nombrados también por el apóstol o sus ayudantes(Hchs. 14: 23; Tito 1: 5) y constituían el gobierno de esa iglesia local que se acababa de levantar en esa ciudad.No obstante en cuanto a Roma, cuando Pablo escribe su Epístola a los Romanos, es decir, a los cristianos de la capital del Imperio, y eso fue hacia el año55 d.C., no existía, en realidad en ese tiempo una iglesia constituida como tal, sino un grupito de creyentes que se reunían por las casas. En la mismaepístola en cuestión, Pablo lo resalta cuando les envía su salutación. En ella, no se dirige a la iglesia de Roma, sino que se dirige

“a todos los que estáisen Roma...” (Romanos 1: 7).Así que, hacia algo más de la mitad del primer siglo de nuestra era, ni siquiera había en Roma una iglesia organizada, sino grupitos de creyentesdiseminados. Es difícil entonces imaginar la figura de un obispo en esas circunstancias. Precisamente, Pablo les escribe explicándoles la intención quetenía de ir a verlos para congregarlos y darles a conocer más sobre el Evangelio en el cual habían creído (ver Romanos 1: 9-13).Tendrían que pasar algunos años hasta que se formara una iglesia como tal en Roma de todos esos grupos de creyentes dispersos. Cuando Pabloescribió su Segunda Epístola a Timoteo entre los años 65 al 68 d. C, leemos en 4: 21 de ciertos cristianos destacados de Roma: Eubulo, Pudente, Lino yClaudia. Evidentemente, en ese tiempo la iglesia cristiana en Roma estaba en marcha. Eusebio de Cesarea en su obra “Historia Eclesiástica”, nos diceque Lino fue el primer obispo de Roma. Entendiendo que eso fue así, esto no hace de Lino el segundo papa, así como Pedro tampoco fue el primero.Sencillamente Lino fue el primer anciano de la iglesia que se encontraba en la ciudad de Roma. Lino tenía tanta responsabilidad pastoral como cualquierotro pastor de cualquier iglesia cristiana evangélica actual que ande en el temor de Dios.Subir Pedro no fue obispo de RomaNo existe ningún documento contemporáneo a Pedro que diga que este fuera obispo de Roma, ni menos aún, papa, sencillamente, porque eso noocurrió. Ireneo, obispo de Lyon (178-200), escribió hacia el año 180, una obra para refutar el gnosticismo. En ella incluyó la lista más antigua de losobispos romanos que se conserva. En total eran los doce primeros hasta su tiempo. El nombre de Pedro no aparece.El primero de ellos es Lino, y lo califica de sucesor de los “apóstoles fundadores” en plural, y no existe ninguna mención del apóstol Pedro en particular alrespecto.Lo que escribe Ireneo es lo siguiente:“Los bienaventurados apóstoles fundadores, transmitieron a Lino el ministerio episcopal -sigue Ireneo- a ese Lino lo menciona Pablo en las cartas aTimoteo. Le siguió Anacleto. Y tras éste, en el puesto tercero después de los apóstoles, obtiene el ministerio episcopal Clemente, que también viopersonalmente a los bienaventurados apóstoles, y frecuentó su trato. Como bajo él estallase una revuelta no pequeña entre los hermanos de Corinto, laiglesia envió un escrito a los corintios”.Nótese que en este párrafo de un hombre de fe del siglo III se dicen cosas interesantes: Primero, no fue un apóstol, llámesele Pedro quien transmite porsucesión el presbiterio a Lino, sino el conjunto de los “apóstoles fundadores”. Segundo, en cuanto a Lino, a Anacleto, e incluso a Clemente, todos ellos,tuvieron trato por igual con los “apóstoles bienaventurados”, es decir, no había mención alguna de alguien en especial exaltado. Tercero, cuandomenciona la revuelta en Corinto, a los de Corinto no les llama fieles, sino hermanos, es decir, los pone a la misma altura que a Clemente y también a símismo. Cuarto, y no por ello menos importante, no dice que es Clemente como obispo de Roma que escribe a los hermanos de Corinto, sino: “la iglesiaenvió un escrito a los corintios”, es decir, la iglesia que estaba en Roma, escribe a la iglesia que estaba en Corinto; es decir, un trato de igual a igual.Volviendo a Pedro, Eusebio de Cesarea, el autor de la “Historia Eclesiástica”, nunca le menciona como obispo de Roma. No podía hacerlo, porque Pedronunca lo fue. Como costumbre más o menos generalizada, antes del siglo V, a los obispos de todas las ciudades, queridos y apreciados por el pueblocristiano, se les llamaba “papas”, como un apelativo cariñoso, no como un título jerárquico como se entiende hoy en día, y menos todavía como vicariosde Cristo. Esto último ni se les había pasado por la cabeza a aquellos hombres.Habemus papam

No obstante, a partir del emperador Constantino (s. IV), la cosa se torció, y empezó a notarse cada vez más la diferencia entre dos clases sociales: Elclero y el laicado. Ni una cosa ni otra enseñó el Señor Jesús, ni sus apóstoles (ver 1 Pedro 2: 4-10). Con el tiempo, el apelativo de “papa” se transformó enun título, y fue dado al que era políticamente el obispo más importante del Imperio, el obispo de la ciudad de Roma, a la sazón, Siricio, a finales del sigloIV. Esto sencillamente obedecía a que Roma era la capital del Imperio. Esa designación fue acordada en el Concilio de Toledo de ese año, aunque demomento no suponía una exclusividad, ésta llegó mucho más tarde, en el año 1073, por la imposición de Gregorio VII. No obstante, dicho papa, en eseaño,

prohíbe por decreto que se llame “Papa” a otro que no sea a él mismo.Así que encontramos que no es hasta la Edad Media cuando por fin se entiende por papa al papa de Roma de forma exclusiva, y por resuelta imposiciónde un mismo papa romano.Escribe Antón Casariego de forma muy acertada:“En los tiempos del cristianismo se seguía el principio... heredado de la tradición hebrea apostólica. Luego... se abandonó este principio y comienza ainstituirse la separación entre laicos y sacerdotes (teoría de la consagración). Este grupo se divide a su vez en categorías, y se va afianzando el poder delos obispos, que pasan a ser cabeza de una determinada comunidad o iglesia, como sucesores de los apóstoles, de modo que a aquella dirección...(anterior), le sucede un episcopado monárquico influido por el romanismo. La jerarquía se va convirtiendo en la depositaria de la doctrina de la salvación,y los creyentes ven reducido su papel al de fieles. Por otro lado, durante los tres primeros siglos, la Iglesia funcionaba como una federación de iglesiaslocales unidas por una fe común, pero libres y relativamente autónomas en su ámbito”.Esto último, así fue, en efecto, hasta el tiempo del emperador Constantino.“Busto del emperador Constantino”Subir El enga
ño
constantinianoCuando Constantino el emperador romano, en el siglo IV se “convirtió” al cristianismo, decidió hacer de éste la religión oficial del Imperio. Antes de estascosas, los cristianos vivían la mayor parte del tiempo bajo persecución, muchas veces atroz. Nerón, Calígula, Decio, Domiciano, sólo por nombraralgunos, fueron emperadores bajo cuyo mandato, los cristianos sufrieron persecuciones indecibles durante los tres primeros siglos.Mientras tanto, la fe de aquellos hombres y mujeres, tan auténtica, se fortalecía cada día dadas las circunstancias tan extremadamente adversas. Desdeque Constantino, no sólo da libertad de culto a los cristianos, sino que declara el culto cristiano como oficial, todo empezó a relajarse.Al principio todos aquellos creyentes, del primero al último estaban pletóricos de gozo ¡no era para menos, el mismísimo emperador romano se convertíay reconocía públicamente su fe ante todo el Imperio! Los pastores que antes vivían perseguidos, ahora eran considerados héroes. Llenos de honores, lujoy, por qué no decirlo, de mundanalidad, fueron acomodándose y relajándose. En su generalidad, la Iglesia empezó a dejar de ser sal y luz.Por otra parte, como el cristianismo era obligado, las gentes paganas debían hacer profesión de su nueva fe sin estar convertidas de veras. Unos añosmás tarde, la Iglesia visible ya no era cristiana en su mayoría, y poco a poco surgía la iglesia de Roma, ni tan siquiera caricatura de la Iglesia de Cristo.Los líderes cristianos de la era de Constantino cometieron un muy grave error. Cayeron en la trampa de permitir

que el cristianismo viniera a ser una“religión”, y además, la oficial del Imperio, colaborando activamente con todo ello. En el momento en que algo es obligado, ya deja de ser genuino. Tieneque haber libertad de culto para que exista libertad de conciencia. Al acabar Constantino con la libertad de culto, acabó con la libertad de conciencia, y laiglesia visible se pervirtió.A partir de Constantino, el error entraba a bocajarro en la iglesia visible. El obispo de Roma era escogido por el Emperador a su antojo. Este obispo deRoma, aún en esa época, no era considerado el “papa” o “Sumo Pontífice”, esto vendría mucho después. Sin embargo, ya en el siglo III, CALIXTO I(217-222), obispo de Roma, es considerado el pensador de la idea del papado, pues es el primero en sostener la primacía del obispo romano, aunque nose le hizo mucho caso.Ahora bien, este fue en un principio un caso aislado, y también es menester echar un vistazo a la vida de ese obispo: De vida agitada, defendía la tesis deque un obispo, aunque incurriera en pecado grave, no podía ser depuesto. No obstante s. Cipriano opinaba todo lo contrario, añadiendo el hecho de quecreía en la igualdad jurídica de todos los obispos, fueran de donde fueran. Aquí podemos apreciar que los padres de la Iglesia (y no sólo s. Cipriano),consideraban que era imposible que un obispo de Roma, o de cualquier otro lugar pudiera desempeñar su cargo si su vida no era correcta delante deDios, como es natural.

Seguimos con la historia…PONCIANO (230-235) y FABIANO o FABIÁN (236-250), los dos obispos de Roma, se consideraban simples presbíteros como cualquier otro de cualquierotro lugar, y nada más. Eso sí, en sus días sufrían el acoso de los emperadores romanos, Maximino Tracio y Decio, respectivamente. Aquellos eranhombres que no buscaban honores ni distinción alguna, sino que, como buenos pastores de la grey, servían de la mejor manera que sabían a loshermanos. No obstante, poco a poco, el ego empezó a florecer en los obispos de la capital del mundo. Pronto empezaron las peleas carnales, típicas decomportamientos pre-apostáticos. El gran problema, entre otros, eran las actitudes autoritarias de unos y de otros, ausentes del pensamiento y voluntaddel Maestro.Después de Fabián, fue nombrado CORNELIO (251-253). Al mismo tiempo, se eligió a NOVACIANO, por una minoría. Este era un gran teólogo que seopuso a la praxis penitencial de Cornelio. Novaciano acusó a Cornelio de una serie de cosas. Le acusó de laxo, de mantener relaciones con obisposidólatras, de evitar la persecución (cosa que se veía muy grave en ese tiempo), etc. Cornelio rechazó las inculpaciones de Novaciano, y una vez afirmadoen su cargo, le expulsó de la Iglesia. Con que ganó Cornelio sobre Novaciano, este último es considerado antipapa por Roma, siendo Cornelio, enrealidad, no un “papa”, sino sólo un obispo de Roma de turbia reputación.ESTEBAN I (254-257), tuvo una importante controversia con s. Cipriano, obispo de Cartago (África). A causa de la terrible persecución de aquellos días,muchos se volvían atrás, pero luego, volvían arrepentidos. La comunidad cartaginesa rebautizaba a aquellos que volvían así; no obstante, Esteban, noestaba de acuerdo con eso amparándose (y eso es importante) por primera vez en el que sería principio de actuación dogmática en Roma, de que“nadadebe innovarse, que no haya sido transmitido por la tradición”. Este “principio” es el que los papas han ido declarando una y otra vez, aunque, como essabido, para apoyarse siempre en su propia tradición a modo de la “pescadilla que se muerde la cola”, o, “que fue primero, el huevo o la gallina”. Pero,fijémonos en esto: s. Cipriano, obispo de Cartago no aceptaba órdenes de otro obispo, ni siquiera del de Roma, y hasta la muerte de Esteban, se mantuvoel cisma entre Roma y Cartago.A la sazón, s. Agustín de Hipona estaba mediando en toda esta disputa entre las dos iglesias. Se le atribuye a éste la frase: “Roma ha hablado, ladiscusión ha concluido”, y con ella, Roma, siglos más tarde, pretendió defender la infabilidad papal y el dogma de que la salvación se obtiene sólo através de ella,argumentando a su favor utilizando esa frase agustiniana como una espada.

Sin embargo, en el contexto donde está ubicada esa frase, Agustín quería decir algo muy diferente. Escribe Von Dollinger:“A Agustín le parecía más que suficiente, y por tanto podía considerarse que el asunto tocaba a su fin. Un juicio romano en sí mismo no eraconcluyente...” (J.H. Ignaz von Dollinger, The Pope and the Council (Londres, 1869), p. 58).En otras palabras, Agustín usó de esa frase de modo irónico viniendo a decir que ya estaba bien de tanto “tira y afloja” por parte del obispo romano. Enninguna otra parte de sus voluminosos escritos, s. Agustín

siquiera llegó a sugerir que el obispo de Roma tenía la palabra final sobre cuestiones de fe omoral. En realidad, Agustín daba la razón a la iglesia africana en cuanto a esa controversia bautismal.“Ignaz Von Dollinger”Cuando la razón de ser del cristianismo, esto es, el amor, dejó de ser la amalgama que unía a la iglesia visible, esta empezó a caer en picado hacia laapostasía. El legalismo, la sinrazón y el autoritarismo surgieron como plaga que destruye la verdadera fe, que es genuina, y poco a poco el oscurantismoapareció en aquella iglesia. Cuando el amor se va, el espíritu religioso y legalista viene, para quedarse. Sólo un verdadero arrepentimiento basado en losméritos de Cristo puede librar a los presos de esa trampa de vacía religiosidad.DIONISIO (259-268), se enfrentó a otro obispo, el de Alejandría, que se llamaba también Dionisio. La disputa era de tipo doctrinal. Lo interesante de veraquí, era que la disputa era entre iguales. Esto queda claramente probado por el hecho de que a esa disputa se la llamó: “La controversia de los dosDionisios”.“Caracterización de Dionisio”¿El obispo de Roma, un apóstata? Este, entre muchos otros, fue el caso de MARCELINO (296-304). En plena persecución de Diocleciano, según losdonatistas, entregó los libros sagrados a los romanos, y ofreció incienso a los dioses. En el siglo VI, aparece esta información en el católico “Liberpontificalis” (Libro de los papas). En él se menciona que ese obispo romano ofreció sacrificios a los dioses. De esta manera, se libraría de la persecución.Mathieu-Rosay, comentarista católico-romano, dice de él: “Es desconcertante que en el fragor de la persecución más cruel, el jefe de la Iglesia murieratranquilamente en la cama”.No obstante, Roma lo elevó a los altares con el nombre de San Marcelino.Dice de él el obispo católico-romano Strossmayer: “Marcelino, era un idólatra.Entró en el templo de Vesta, y ofreció incienso a la diosa”.Durante el episcopado de MILCÍADES o MELQUIADES (311-314), en el año 313, el emperador romano Constantino, publicó el edicto de Milán, queestableció la libertad religiosa, tras conseguir el dominio de la parte occidental del imperio al vencer sobre el general Magencio. Esa libertad religiosa nohizo sino empeorar las cosas desde la perspectiva espiritual, ya que catapultó la apostasía.Le sucedió a Milcíades, SILVESTRE I (314-335). En su tiempo tuvo lugar el Concilio de Nicea (325), que declaró algo que siempre ha estado en laPalabra de Dios, la verdad de la Deidad de Cristo y la Trinidad, en contra del arrianismo. Sin embargo, a partir de ese momento, el emperador romano,lejos de perseguir a la Iglesia, ahora se implicaba en los asuntos de la misma. Fue Constantino quien como emperador convocó dicho concilio, no fue elobispo de Roma. A partir de ese momento, el emperador convocaría los concilios y no se elegiría un papa sin su autorización y previo pago monetario, amodo de impuesto. Su actuación tuvo éxito, dado que ya existía desde tiempos de Nerón una iglesia pseudo cristiana, llena de espíritu y ritos babilónicos,que tomó paulatinamente la preponderancia y visibilidad que luego mostró la falsa iglesia de Roma, por todos sabido.En aquel tiempo, la iglesia visible permitió que eso fuera así, y las consecuencias fueron desastrosas, no sólo para la propia Iglesia, sino para toda lahumanidad.“Caracterización de Silvestre”Subir

El Concilio de NiceaDel Concilio de Nicea (325), surgió mucho bien.

Se definió un principio, que en los años por venir se abandonaría absolutamente, y lo cual debería darde pensar a más de un acérrimo católico-romano, convencido de la verdad e infabilidad de la iglesia de Roma. Este principio o dogma niceno, es elsiguiente: La declaración de igualdad de los cuatro patriarcados; a saber: Jerusalén, Antioquía, Alejandría, y Roma. Estamos hablando del primer Concilioecuménico de Nicea, donde se estableció el “Credo Nicético”.De la misma manera que se mantuvo a lo largo de la historia de la iglesia visible este principio de fe, ¿no debería haberse mantenido el principio, tambiénde fe, de la igualdad de la Iglesia Universal? ¿No volvió a definir el Concilio de Constantinopla (381) el principio de igualdad de la Iglesia de Jesucristo,diciendo que la misma es: Una, Santa, Católica (universal) y Apostólica?, entonces, con el tiempo, ¿Cómo es que el obispo de Roma, viéndosesuficientemente fuerte, se atribuyó, no sólo el título de “Obispo de obispos” y “Sumo Pontífice”, sino que encima declarara que la Iglesia de Roma (esdecir, la Occidental), es la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, contradiciendo abiertamente el dogma de Nicea del 325 y el de Constantinopla del381, sin hablar del espíritu y la letra del Nuevo Testamento, echándolo todo por tierra? ¿Por qué Roma pretende legitimarse en los dogmas que se hanestablecido, sólo cuando le conviene?Después de los apóstoles, y bastante antes de Constantino, el obispo de Roma (o pastor de la iglesia que estaba en la ciudad de Roma), al igual quecualquier otro obispo de cualquier otra ciudad, era elegido por ser reconocido, según el testimonio del Espíritu Santo, por los de su alrededor, otrosancianos, diáconos, etc. de la ciudad. En el caso del obispo de Roma, seguidamente después de su elección, era ordenado por imposición de manos delpresbiterio y del obispo de Ostia. Después de Constantino, cuando el cristianismo se hizo “religión oficial”, con todo lo que ello implicó, el obispo de Romaera elegido por el emperador con el concurso de las familias patricias e influyentes de Roma. De ese tiempo salió elegido JULIO I (337-352). Este Julio,apoyó a Atanasio (293-373), donde este último defendió la ortodoxia de la fe en el Concilio de Nicea. Aquí vemos que no fue el obispo de Roma el queconvocó el concilio en cuestión como la jerarquía romana por venir lo hubiera deseado, sino otra persona, además de otros, como veremos.Hacia el año 343, se produjo el primer cisma entre Oriente y Occidente. Vergonzosamente, los obispos de uno y otro bando se excomulgaronmutuamente, eso fue en el sínodo de Sárdica (Sofía). Este sínodo había sido convocado por sus respectivos emperadores, para intentar que el obispo deOccidente y los de Oriente llegaran a un acuerdo; acuerdo que nunca llegó. A partir de ese tiempo, dado que los obispos orientales no reconocían laautoridad del obispo de Roma, y ni siquiera mostraban el más mínimo interés por la cuestión, el romano, poco a poco, empezó a desarrollar abruptamenteactitudes autoritarias y megalómanas que caracterizaron en el devenir de los siglos su papel despótico por todos conocido.El Espíritu de Cristo ya hacía tiempo que se había ido de aquella forma de iglesia. Sin embargo, el espíritu legalista y de fe ciega entró con fuerza enRoma y se quedó hasta la fecha, aunque hoy en día se intente camuflar con un falso ecumenismo, propósito del Concilio Vaticano II. Esta negación de lafe y culto a la sinrazón fue sin duda manifestado siglos más tarde por un buen hijo de Roma,Ignacio de Loyola, que lo expresó tan claramente en sus“Ejercicios Espirituales” cuando dijo:“Si deseamos proceder de forma segura en todas las cosas, debemos agarrarnos con fuerza al siguiente principio: Lo que me parece blanco, lo creerénegro si la Iglesia jerárquica así lo determina”.Esta declaración demencial de fe ciega y sin base, ya no bíblica, sino de simple sentido común, sigue rigiendo. Nada ha cambiado. Este espíritu desinrazón y de entrega de la voluntad a cambio de nada, es resultado de la herencia de aquellos días de principios apostáticos, fruto del orgullo espiritualsin precedentes de unos hombres que se nombraron a sí mismos “Cristo en la tierra”.Sobre la tiara y la mitraHagamos un pequeño inciso en nuestro relato histórico. Ya a partir de entonces, (s. IV), el obispo de Roma se tocaba con la tiara. La tiara era un tocadode distinción que usaban los sacerdotes paganos persas y también los emperadores orientales.Escribe Ralph Woodrow: “La tiara que usan los papas,aunque decorada en formas diferentes y de diferentes edades, es idéntica en su forma a la usada por los “dioses” que se muestran en las viejas tablaspaganas de Asiria”.Usando de ese tocado, el obispo de Roma, ridículamente, pretendía distinguirse del resto de los mortales, especialmente, del resto desus colegas allí donde estuvieran por la faz de la tierra. En el momento de su introducción, la tiara del romano no tenía ninguna corona, así como eran lastiaras de los sacerdotes persas; pero las cosas, a través de los años fueron acelerándose.La tiara pontificia actual tiene tres coronas. Esta es la definición que da la enciclopedia católica al respecto:“Tocado alto, usado por el Papa con tres coronas que simbolizan su triple autoridad: Soberanía espiritual sobre las almas, temporal sobre los EstadosPontificios, y mixta de ambas categorías, sobre todos los demás reyes y poderosos de la tierra”.Las prendas religiosas, como las tiaras, las mitras, o el resto de vestimentas que estamos acostumbrados a ver, delatan la intencionalidad del que las usa.HISTORIA DE LOS PAPAS DE ROMA: LA SIMIENTE DEL FALSO PROFETA

(II)Extraído del libro Luz o TinieblasÍndice del Tema•El monaquismo (breve apunte)•Volvemos a Roma

Un papa que negó la doctrina de la Transubstanciación•La formación de los Estados Pontificios

Las Falsificaciones Simaquianas

La Fórmula Hormidas

Luchas internas y compra del cargo

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El papa Vigilio, la disputa de los tres capítulos, y el monofisismo

No era Roma la única “Santa Sede”

Gregorio I el Grande y la “columna de Focas”

Sabiniano el usurero

El primer “papa” coronado como Sumo Pontícipe: Bonifacio IIIEl monaquismo (breve apunte)Sería un error avanzar sin prestar, aunque someramente, atención a uno de los hechos destacables, consecuencia del error de la supuesta iglesia delsiglo V. Me estoy refiriendo al monaquismo.Los frailes, palabra que viene por corrupción de la voz latina fratres (hermanos), es el nombre dado a aquellos que se proponen vivir, bajo voto formal,lejos del mundo y sujetarse a reglas de, a veces, severo ascetismo, formando comunidades dirigidas por un superior y agrupados en tantas órdenesreligiosas diferentes. También se les llama monjes, y su condición de vida, el monaquismo, es debido a lo solitario a lo cual muchos se consagran. Vivenen conventos, en claustros, en monasterios. El monaquismo es una de las más conspicuas instituciones de Roma, y una que a lo largo de la historia, le haproducido mayores recursos, sin exceptuar aquí la fachada de santidad. Pero de hecho el monaquismo es una invención totalmente pagana.
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