domingo, 18 de septiembre de 2016

I El ángel, centinela de la aurora

I El ángel, centinela de la aurora





EL AÑO LITÚRGICO


HIMNOS PASCUALES


P. Rufino María Grández, ofmcap.





 

I. Himnos
múltiples para el tiempo pascual




El ángel, centinela de la aurora


Jesús habló de los ángeles en relación con su resurrección. “En verdad, en
verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y
bajar sobre el Hijo del hombre” (Jn 1,51). Jesús es el único mediador, y
lo que sabemos de los ángeles sólo lo sabemos en cuanto destello del
conocimiento que tenemos de Cristo. Y la reflexión teológica del Nuevo
Testamento ha puesto el misterioso mundo del más allá bajo la plena
soberanía de Cristo. Se nos ha dado a conocer la grandeza de Dios, “su
fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los
muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo
Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no
sólo en este mundo sino también en el venidero” (Ef 1,19 21).
En la resurrección
de Jesús se muestran los ángeles: aparición apocalíptica en Mateo del
ángel del Señor que desciende del cielo, fulgurante (28,2 3); aparición
familiar en Marcos, Lucas y Juan. Un joven sentado a la derecha, vestido
con blanca túnica, “stola candida” (Mc 16,2); dos varones “in veste
refulgenti” (Lc 24,4), o sencillamente dos ángeles Ain albis” sentados uno
a la cabecera y otro a los pies donde habían puesto el cuerpo de Jesús (Jn
20,11). En ningún caso son ellos los protagonistas, sino los introductores
del misterio. Son embajadores de Dios para que miremos el misterio de
nuestra fe y amor, que es Cristo. En el cielo tuvo, sí, Jesús el homenaje
angélico. Nos lo dice la carta a los Hebreos: “Adórenle todos los ángeles
de Dios” (Hb 1,6).
Tratemos de
acercarnos reverentes, adorantes, a este mundo espiritual de los ángeles
en torno a Jesús glorificado.



El ángel,
centinela de la aurora,

estaba allí, celeste evangelista;

allí les aguardaba a las del alba,

allí les vio con mirra que traían.

De eterna juventud era el aspecto,

con veste de victoria aparecía;

sus ojos, de vidente de Jesús,

su rostro fulguraba de alegría



Tenía una embajada de los cielos,

la más bella noticia al mundo dicha:

Mujeres amorosas, no busquéis,

que vive para siempre el que es la Vida.



El coro de los ángeles cantaba

el cántico triunfal de bienvenida,

y al ser el manantial de toda gracia,

a Él agradecidos se ofrecían.



Corona de los ángeles, Jesús,

belleza que los cielos santifica,

a ti los servidores celestiales

en medio de nosotros te predican.



Lleguémonos, Iglesia universal,

Iglesia de la patria y peregrina:

¡Bendito sea el trono del Cordero,

oh Cristo Dios, a ti la luz divina! Amén.


Estella, 10 de mayo de 2001



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