sábado, 3 de septiembre de 2016

¿Por qué Nekó II atacó a Josías? - Buscar con Google

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Sábado, 3 de septiembre de 2016







Jerusalén (antes de 71 d.C.)





Este
artículo trata sobre la Ciudad de Dios, el centro político y religioso
del Pueblo de Israel, y su destrucción por los Romanos después de haber
sido el escenario de la Redención.


Este tema se dividirá como sigue:



Contenido

Nombres

Según la tradición judía (Josefo, Antiq. Jud., I, 10, 1; Tárgum
Onkelos, Génesis 14, 18), Jerusalén se llamó, originalmente,
Salem (Paz), y fue la capital del rey Melquisedec (Génesis 14,
18). Esta tradición ha sido confirmada por las tablillas
cuneiformes descubiertas en 1888 en Tell Amarna, en Egipto
(Véase abajo, en Historia III). Cinco de estas tablillas
(cartas, n.d.t.), escritas en Jerusalén alrededor del año 1400
antes de Cristo, nos informan que la ciudad, por aquel
entonces, se llamaba U-ru-sa-lim. Aparece en algunas
inscripciones asirias bajo el nombre de Ur-sa-li-im-mu.


De acuerdo con los silabarios asirios, uru y ur
significan ciudad (Hebreo ir). En varias tablillas de Tell
Amarna la palabra salim se usa en el sentido de paz. Ursalim,
por lo tanto, quiere decir Ciudad de Paz. El salmista,
también, relaciona Salem con Sión: su tienda está en Salem, su
morada en Sión [Salmo 75 (76), 3] (BJ, nueva edición Desclée
de Brouwer, Bilbao, 1984 n.d.t.). Cuando los israelitas
entraron en la Tierra Prometida, Jerusalén, estaba en poder de
los Jebuseos, y llevó el nombre de Jebús. Los Hebreos, sin
embargo, no ignoraban su antiguo nombre; a menudo la llamaron
Jerusalén ( Josué 10, 1; Jueces 19, 10; 2 Samuel 5, 6,
etc.). En otros pasajes de la Biblia también se le llama
Jerusalén (1 Crónicas 3,5; Jeremías 26, 18; Ester 2, 6. etc.).
Los Setenta escriben su nombre Ierousalem. Bajo las
influencias helenizantes que invadieron Palestina, Salem se
convirtió en Solyma (Antiq. Jud., I, x, 2), y Jerusalén ta
Ierosolyma (La Santa Solyma) (1 Macabeos 1, 14.20; 2 Macabeos
1, 10; Bell. Jud., VI, 10; etc.). El Nuevo Testamento emplea a
veces la forma de los Setenta y otras veces aquella de los
Macabeos, lo que la Vulgata traduce por Jerusalén y
Jerosolyma. La Versión Siríaca muestra Uris lem, una forma muy
cercana a la Asiria. Cuando el Emperador Adriano reconstruyó
la ciudad, año del Señor 136, le dio el nombre de Aelia
Capitolina. Desde la conquista mahometana de Palestina, en el
siglo séptimo, hasta nuestros tiempos, los Árabes la llaman El
Quds, La Santa la ir haq qodes, o Ciudad Santa, de II Esd.,
xi, 18 (Nehemías, n.d.t.) (cf. Mateo 4, 5, etc.).


Entre todos los demás pueblos el nombre Jerusalén se sigue usando hasta hoy.



Topografía

Posición Geográfica

Jerusalén está situada en 31º 46' 45 de latitud Norte y
35º 13' 25 de longitud Este, Greenwich, unas 32 millas
inglesas (51,49 Km.) (ésta anterior y todas las mediciones del
sistema métrico decimal que en adelante aparecen, entre
paréntesis, son n.d.t.) en línea recta desde el Mediterráneo al
oeste, y 13 (20,92 Km.) desde el Mar Muerto al este. Se
encuentra en la cima de una cadena de montañas que atraviesa
Palestina de norte a sur, estando su punto más alto, en la
esquina noroeste de la ciudad, a 2577 pies (785,46 metros)
sobre el nivel del Mediterráneo, y 3865 pies (1178,05 metros)
sobre el nivel del Mar Muerto. Debido a esta diferencia de
nivel la ladera oeste de estas montañas, hacia el Llano de la
Sefela, que se extiende hacia el Mediterráneo, es suave,
mientras que la del este es empinada. Un cinturón de altas
colinas rodea la ciudad, formando una especie de terraplén
natural. Al norte está el Monte Scopus (2705 pies) (824,48
metros), cerca de él, al este, el Monte de los Olivos (2665
pies) (812,29 metros), más allá del cual se encuentra también
el Monte de la Ofensa (2410 pies) (734,56 metros) (1 Reyes
11, 7; 2 Reyes 23, 13). Al sur está el Monte del Mal
Consejo (2549 pies) (776,93 metros), el cual constituye el
límite este del Llano de Refaím, y cerca, al sudoeste, se
sitúa una colina (2577 pies) (785,47 metros) a la que no se
le ha dado nombre alguno. Hacia el noroeste la ciudad está
más descubierta; a cierta distancia en esa dirección está
dominada por el Nebi Samwil, el antiguo Maspha, el cual tiene
una altitud de 2935 pies (894,58 metros). No obstante la
dificultad del acceso en su situación natural, Jerusalén es el
centro de una red de antiguos caminos que la conectan, al
este, con Jericó y el Jordán; al sur, con Hebrón y Gaza; al
oeste, con Jaffa y Cesarea; al norte con Samaría y Galilea.
Estuvo, sin embargo, situada al otro lado de las grandes rutas
militares y comerciales entre Egipto y Asiria.



Lugar; Colinas y Valles

La antigua ciudad ocupaba la misma posición que al presente,
exceptuando el extremo sur que ha permanecido fuera de los
muros desde el reinado de Adriano (año del Señor, 136). Sin
embargo, gracias a las excavaciones sistemáticas realizadas por
ingenieros ingleses, americanos y alemanes, gran parte del viejo
muro sur ha sido sacado a la luz. Mientras que en muchos
lugares montones de ruinas han cambiado la apariencia del
terreno, es cierto que las excavaciones y perforaciones
verticales hechas en los últimos cincuenta años, han permitido a
los investigadores dibujar mapas suficientemente exactos de la
primitiva configuración. El suelo en que Jerusalén se asienta,
dentro de este anillo de montañas a su alrededor, de ninguna
manera es uniforme en sus características: en tres de sus
lados este, sur y oeste- se levanta sobre alturas abancaladas
limitadas por profundos valles que le dan la apariencia de un
promontorio sobresaliendo hacia el sur. La ciudad misma está
surcada por algunas quebradas que la cortan en un cierto
número de pequeñas colinas. El más largo de estos valles mide
escasamente dos millas y media (unos 4000 metros); todos ellos
se han formado por erosión, debido a las lluvias torrenciales
del período cuaternario. Al norte de la ciudad toman la
forma de simples depresiones del suelo y a medida que
descienden, sumiéndose enseguida en la roca calcárea de las
montañas, se convierten pronto en profundos cañones, cayendo
todos juntos en el ángulo sudeste de la ciudad a un nivel
600 pies (183 metros) por debajo del punto de partida. Las
dos colinas principales se encuentran al sudoeste y al este
respectivamente. La primera de estas colinas se llama Monte
Sión porque, según Josefo (Antiq. Jud., XVI, vii, 1), Eusebio y
todos los escritores judíos y cristianos que les han seguido,
la ciudad de Jebús, o Sión la ciudad de David- estuvo aquí.
Esta idea, sin embargo, es negada por ciertos modernos
palestinólogos, que localizarían a Sión en el declive norte de
la segunda de estas colinas, Monte Moria (2 Crónicas 3, 1),
donde estuvo el Tempo de Yahvéh.


(a) El Monte Sión está limitado al oeste por un valle
que comienza cerca de la antigua piscina llamada Birket Mamilla
(véase abajo, D), alrededor de 1000 pies (304,80 metros) al
noroeste de la propia colina. Este valle, siguiendo la
dirección sudoeste hasta la Puerta de Jaffa, la antigua puerta
de los jardines (Gennath) (Bell. Jud., V, iv, 2) gira allí
al sur y forma un embalse de agua llamado Birket es Sultán,
con un sólido dique, que fue rehecho en los siglos doce y
dieciséis. Esta es la Fuente del Dragón (tannin) a la que
vino Nehemías cuando salió de la ciudad por la puerta oeste
(D.V., fuente dragón, Nehemías 2, 13). Josefo la llama Piscina
de la Serpiente (Bell. Jud., V, iii, 2); la palabra hebrea
Tannin expresa tanto dragón como serpiente. Los nativos lo
llaman Wadi Rababi; en la Biblia aparece bajo el nombre de Ge
Hinnom, o Ge Ben Hinnom, Valle de Ennom (en A. V., Hinnom)
o del hijo de Ennom un personaje desconocido- (Josué 15, 8;
18, 16; Nehemías 11, 30; Jeremías 19, 2). Debajo de Birket es
Sultán, se vuelve al este, pasa por debajo de Haceldamá
(q.v.), y llega al Valle de Cedrón. En el entronque de los
dos valles se halla el vergel el jardín del rey (o, en D.V.,
la guardia del rey) citado en IV Reyes, xxv, 4 (2 Reyes
25, 4, n.d.t.); Jer., xxxix, 4 (Jeremías 29, 4, n.d.t.); II
Esd., iii, 15 (Nehemías 3, 15, n.d.t.). También, en la entrada
del Valle de Hinnom se sitúa Tofet, el alto donde Acaz y
Manasés establecieron el culto de Baal-Moloch (2 Crónicas 28,
3; 33, 6). Josías, el rey justo, profanó este execrable lugar,
desparramando huesos humanos sobre él (2 Crónicas 34, 3-5), a
pesar de lo cual Joaquín restauró el infamante culto a
Moloch. Desde el tiempo de los nefastos fuegos que se
mantuvieron ardiendo en ese lugar durante cerca de un siglo y
medio fuegos a través de los cuales los Judíos apóstatas
hicieron pasar a sus hijos para consagrarlos o inmolarlos a
Moloch- Ge Hinnom (en Arameo, Gehennam) recibió el nombre de
Geenna tou pyros, Gehenna de Fuego, y llegó a ser símbolo del
infierno (en el texto griego, Mateo, v, 22, 29, 30; Marcos,
ix, 43, 45). El Valle de Cedrón, desde Hinnom hasta el Mar
Muerto, todavía se le conoce como Wadi en Nar, Valle del
Fuego.


Al norte, el Monte Sión limita con un valle, hoy día
relleno en gran parte, que va en línea recta desde la Puerta
de Jaffa al este a los pies del Monte Moria. En la
pendiente de este valle hay un gran embalse con el nombre
árabe de Birket Hamman el Batrak, Piscina de los Baños del
Patriarca, y en los itinerarios de los peregrinos Piscina de
Ezequias. Josefo lo llama Amygdalon, nombre que, según Conder,
puede razonablemente venir derivado de ham migdalon, de cara a
la gran torre, ya que el embalse mira hacia la Torre de
Phasael. Este valle, como todos los que pasan por la ciudad,
no tiene nombre propio en la Biblia; ni tampoco en Árabe;
convencionalmente se le conoce como el Valle Transversal. Un
tercer valle empieza fuera de la Puerta de Damasco (Bab el
Amoud) y baja hacia el sur, con una ligera curva al este,
dividiendo la ciudad en dos; hasta unirse al Valle de Hinnom.
Después de pasar el principio del Valle Transversal, forma una
garganta de cierta profundidad que separa el Monte Sión del
Monte Moria. Los ingenieros ingleses han encontrado su lecho de
roca 69 pies (21,03 metros) por debajo de la superficie
actual del suelo cerca de la Wailing Place, y a 85 pies
(25,90 metros) del ángulo sudoeste del Templo. Incluye, cerca
de su final, la Piscina de Siloé, la cual recibe por un
canal subterráneo las aguas de la Fuente de la Virgen que
sale de la depresión de Cedrón. Un poco más adelante, en el
valle, se ha construido una presa con un muro de 233 pies
(71,01 metros), la cual, embalsando toda el agua de lluvia del
valle, formaba una alberca conocida por Nehemías como la
piscina del rey (en D. V., el acueducto del rey, Nehemías 2,
14). En la Escritura este valle figura bajo el nombre de
Nahal, barranco, o torrente de invierno (Nehemías 2, 15).
Josefo lo designa en un lugar como el valle ancho (Bell. Jud.
V, iv, 1), y los árabes lo llaman simplemente El Wad, el
valle. En los trabajos de Tierra Santa lleva la etiqueta de
el valle central.


Rodeado por todos sus lados por estos hondos barrancos,
el Monte Sión presenta una superficie de cuatro lados que mide
alrededor de 2600 pies (792,48 metros) de norte a sur y
2000 pies (609,60 metros) de este a oeste. Es la más
espaciosa de las colinas de Jerusalén, la más alta y la única
completamente aislada. Su punto más alto alcanza una altitud
de 2558 pies (779,67 metros) y se eleva 531 pies (161,85
metros) sobre su base en el ángulo sudeste. Su superficie es
considerablemente variada, estando realmente dividida por una
pequeña depresión que se bifurca hacia la mitad del Valle
Transversal y desciende de forma oblicua hasta la Piscina de
Siloé. Por consiguiente, el Monte Sión consiste en dos
altiplanicies conectadas entre sí, una (la más baja) se alarga
en dirección oeste, la otra (la más corta) en dirección
noroeste. La primera es claramente uniforme y mide 2300 pies
(701,04 metros) de largo de norte a sur, y 920 pies (280,41
metros) de ancho. Después de bajar unos 100 pies (30,48
metros) hacia el noroeste, el suelo se levanta unos 20 pies
(6,09 metros) formando un promontorio redondeado frente al
Templo, acabando en un precipicio de 195 pies (59, 43 metros)
encima del lecho del anterior El Wad.


(b) El Monte Moria, la Colina del Este, es un
promontorio estrecho que conecta con el Monte Bezetha, cuyo
punto más alto es la Colina de Jeremías, con una altitud de
2556 pies (779.06 metros). Esta lengua de tierra acaba al sur
cerca de la Piscina de Siloé; El Wad lo cierra por su lado
oeste, y el Valle de Cedrón por el este. En su cima (2443
pies) (744,62 metros) estuvo la propiedad de Ornan (Arauná), el
Jebuseo, donde Salomón construyó el Templo y sus palacios.
Esta es la cumbre llamada Moria; sur del barrio real, la
colina (2300 a 2050 pies) (701,04 a 624,84 metros) tiene el
nombre de Ofel (2 Crónicas 27, 3). Cedrón, que desde el siglo
tercero después de Cristo ha sido nombrado también el Valle
de Josafat, empieza cerca de las así llamadas Tumbas de los
Jueces, y desciende, bajo el nombre de Wadi ed Djoz (Valle de
los Nogales), al sudoeste, al pie de Scopus, y entonces al
sur, convirtiéndose en una garganta que separa el Monte Moria
del Monte de los Olivos y del Monte de la Ofensa. 1300 pies
(396,24 metros) más allá del ángulo nordeste de la ciudad,
está cruzado por un puente que reemplazó a otro del período
Judío. Este antiguo puente Judío daba acceso, a su derecha, a
una escalera tallada en la roca que se encamina al lado
norte del Templo, y, a su izquierda, a otra escalera similar
que se dirige al Monte de los Olivos. A la izquierda del
puente está el Huerto de Getsemaní (véase), con la Tumba de
la Bendita Virgen, de donde los Árabes llaman a esta parte
del Cedrón Wadi sitti Mariam, o Valle de la Señora María (la
traducción es literal para respetar el origen no cristiano del
nombre dado por los árabes, si bien se expresaría mejor como
Valle de Nuestra Señora María-, n.d.t.). Enseguida vienen dos
magníficos monumentos de estilo Greco-Romano-Judío (segundo al
primer siglo antes de Cristo) excavados en la roca. El primero
se ha llamado, desde el siglo cuarto después de Cristo, la
Tumba de Absalom; el segundo, la Tumba del Profeta Zacarías.
Entre ambos se halla una grandiosa tumba Judía del mismo
período, perteneciente a la familia de Beni Hezir. Un poco más
adelante, sobre el sitio del Monte de la Ofensa, se puede
ver una tumba labrada en la roca, de arquitectura Egipcia. En
la misma pendiente se cuelga el pueblo de Silwan, con sus
casas construidas frente a largas filas de sepulcros, la
mayoría de los cuales están tallados en un vasto espacio de
roca calcárea, popularmente conocido como Ez Zehwele. Enfrente,
al pie de Ofel, un tramo de treinta y dos escalones desciende
a una caverna, en la que hay una fuente de agua ligeramente
salada. Esta fuente presenta el fenómeno de un sifón natural
(subterráneo) que produce un flujo intermitente; el agua sale a
intervalos de tres a seis veces al día- con un extraño
murmullo, de una hendidura de la roca. El agua de esta fuente
va a la Piscina de Siloé por un túnel curvo. Los Árabes
llaman a la fuente Ain Sitti Mariam, en honor de la Virgen
Bendita, y también Ain Oumm Daradj, Fuente de la Madre de las
Escaleras; su nombre Bíblico es, de acuerdo con unos, En
Rogel; según otros, Gihon de Arriba (ver abajo, D). Cedrón
aquí comienza a ensancharse y se cubre con fértiles huertos,
los huertos del rey, mencionados en la Biblia. Recibe el
Hinnom, junto con El Wad y el pequeño valle que baja, de
forma oblicua, desde el Monte Sión. Su descenso a lo largo de
alrededor de dos millas y media (4,022 Km.) es de 550 pies
(167,64 metros) aunque en su segunda mitad se encuentra lleno,
entre quince y cincuenta pies (4,57 a 15,24 metros), de
residuos.


Al norte del Monte Moria un valle más comienza cerca de
la Puerta de Herodes (Bab Zahira), pasa, al sur sudeste,
bajo el ángulo nordeste de la explanada del Templo, y termina
en el puente de Cedrón. Las numerosas albercas de esta
depresión, cerca de la iglesia de Santa Ana, el lugar de
nacimiento de la Virgen Bendita según la tradición, han sido
excavadas (no naturales, n.d.t.). Aquí debió estar situada la
Piscina Probática, o Piscina de Bethsaida (A. V. Bethesda), con
sus cinco pórticos (Juan 5, 2). También se ha localizado al
norte la Birket Israil, una represa de 359 pies (109,42
metros) de largo por 126 pies (38,40 metros) de ancho, frente
al muro exterior del Templo.


(c) El Monte Gareb (en D. V., la colina Gareb Jeremías
31, 39) (la cuesta de Gareb, según BJ, n.d.t.) se alarga
entre el Valle Transversal, al sur, y el curso superior de El
Wad, al este. Es un tanto abrupto hacia el noroeste pero no
tiene prominencias particularmente altas exceptuando la roca
del Calvario (2518 pies) (767,48 metros). En el Año del Señor
70, Gareb estaba todavía cubierto, fuera de los muros, por
huertos regados por fuentes (Bell.Jud., V, ii, 2)


Todavía se discute si Sión, la Ciudad de David, ocupaba
el tradicional Monte Sión u Ofel; pero por todos se admite
que antes del reino de Ezequias (727 antes de Cristo) la
ciudad de Jerusalén se extendía sobre ambas colinas, dentro de
los límites de los primeros muros.



Historia

La historia de Jerusalén, hasta un cierto punto, no se
puede distinguir de la de Israel. Será suficiente para ello
prestar atención a los acontecimientos más memorables de la
ciudad.



Desde su origen hasta la Conquista por David

Como hemos visto más arriba, Jerusalén es la antigua Salem,
capital de Melquisedec, rey y sacerdote del Altísimo. Teniendo
conocimiento de la vuelta de Abraham (entonces llamado Abram),
quien había vencido a Kedorlaomer y sus aliados, Melquisedec
se presentó ante el patriarca (Hebreos 7, 1) en el valle de
Savé, que es el valle del rey (Génesis 14, 17). El valle del
rey es el Valle del Cedrón, que nace al norte de la ciudad
(2 Samuel 18, 18; Antiq. Jud., I, 10:2. Cf. 2 Reyes 25, 4;
Jeremías 39, 4). Como toda la tierra de Canaán, Jerusalén
estuvo sometida a Caldea durante muchos siglos; después del
tiempo de Abraham pasó al dominio de Egipto. Alrededor del año
1400 (ésta y las sucesivas fechas son antes de Cristo,
n.d.t.) mientras Israel soñaba con la liberación del yugo
egipcio, cierto pueblo Cosseano, llamado Khabiri, invadió
Palestina, probablemente por instigación de los Caldeos o los
Hititas, y tomó posesión de las plazas fuertes. Abd Hiba, rey
de U-ru-sa-lim, viendo su ciudad amenazada, despachó seis
cartas sucesivas a su señor feudal, Amenofis III, implorando
ayuda. Pero fue en vano; Egipto mismo estaba en su propia
crisis. Probablemente fue en este período cuando Jerusalén cayó
bajo el poder de los Jebuseos, que la llamaron Jebús.


Cuando los Hebreos entraron en la Tierra Prometida, el
Rey de Jebús era Adonisedec (Señor de Justicia) un nombre que,
tanto en la forma como en el sentido, recuerda a Melquisedec
(Rey de Justicia). Aunque Adonisedec pereció con la coalición
de los cinco reyes de Canaán contra Israel (Josué 10, 26;
12, 10), Jerusalén mantuvo largamente su independencia gracias a
su fuerte posición. En la distribución de la tierra entre
los hijos de Israel, le fue asignada a los descendientes de
Benjamín. La frontera entre esta tribu y la de Judá corre
desde En Semés, en el camino de Jericó, hasta En Rogel, en
el valle del Cedrón, entonces, siguiendo el valle del hijo de
Ennom (Josué 15, 7-8) o de los hijos de Ennom (Josué 18,
15, 16) de los Jueces, Judá y Benjamín intentaron tomar
posesión de ella, pero en vano, aunque pasaron a sus
habitantes por la espada e incendiaron la ciudad (Jueces 1,
8); la ciudad de la que aquí se habla, como señala Josefo
(Antiq. Jud., v, ii, 2) es, solamente, la ciudad baja o
suburbios. Jerusalén permaneció (Jueces 19, 12) independiente de
Israel hasta el reinado de David.



Desde David hasta la cautividad de Babilonia

Habiendo llegado a ser rey de las Doce Tribus de Israel,
David contempló el hacer de Jerusalén el centro religioso y
político del pueblo de Dios. Reunió todas las fuerzas de la
nación en Hebrón, y avanzó contra Jebús. Después de largos y
penosos esfuerzos, David conquistó la fortaleza de Sión y se
instaló en la fortaleza y la llamó ciudad de David. Y
construyó una muralla en derredor desde Mil-ló hacia el
interior (2 Samuel 5, 7.9). Esto ocurrió hacia el año 1058
antes de Cristo (No obstante, la BJ sitúa la conquista sobre
el año 1000, y que el reinado de David duró de 1010 al 970
antes de Cristo, n.d.t.). El rey ordenó traer del Líbano
madera de cedro y obreros de Tiro, para construirse un
palacio. Poco después el Arca de la Alianza fue traída
solemnemente a la ciudad de David y colocada en un
tabernáculo. Un día el rey vio al ángel exterminador planeando
sobre el Monte Moria, dispuesto a atacar la Ciudad Santa. El
Señor detuvo su brazo, y David, en acción de gracias, compró
la era de la cima de la colina, propiedad de Arauná (A.V.
Araunah), u Ornan, el Jebuseo, y construyó allí un altar sobre
el que ofreció holocaustos (2 Samuel 24; 1 Crónicas 21). A
partir de entonces el Monte Moria fue destinado a recibir el
templo del Altísimo. David preparó los materiales y dejó a su
hijo la ejecución del proyecto.


En el cuarto año de su reinado, Salomón comenzó la
construcción del Templo bajo la dirección de artesanos enviados
por Juram, Rey de Tiro. Juram también aportó madera de cedro
y de ciprés; 70,000 hombres se emplearon para transportar
madera desde Joppe (Jaffa) a Jerusalén y 80,000 más en sacar
piedra de canteras de las cercanías y tallarla. El grandioso
monumento estuvo terminado, en sus aspectos esenciales, en siete
años y medio, y el Arca de la Alianza, con gran pompa, fue
traída desde la Ciudad de David al nuevo santuario (2 Samuel
6). Las edificaciones se levantaron sobre una gran plataforma
construida con inmensos muros de contención. Al oeste se
levantó el Santo de los Santos, rodeado por una serie de
cámaras en varios niveles, enfrente del cual, al este, estuvo
una monumental fachada formada por dos altas torres adosadas.
Enfrente de esta entrada levantaron dos grandes columnas de
bronce, como obeliscos. Hacia el este estaba el gran patio de
los sacerdotes, cuadrado, rodeado de porches, con el altar de
los holocaustos, el mar de bronce, y otros utensilios para
los sacrificios. Este patio estaba rodeado de otros que también
estaban embellecidos con galerías y soberbios edificios (ver
TEMPLO DE JERUSALÉN). Salomón, después, dedicó treinta años a
erigir, al sur del Templo, la casa del Bosque del Líbano, su
palacio real, con el de su reina, hija del Faraón, así como
los edificios destinados a su numerosa familia, a su guardia,
y a sus esclavos. Entonces unió el Templo y el nuevo barrio
real con la Ciudad de David con un muro envolvente, fortificó
el Mil-ló (en D. V., Mello, 1 Reyes 9, 15), y cerró la
brecha de la Ciudad de David (1 Reyes 11, 27). El pueblo
comenzó a protestar por los impuestos y los trabajos forzados.


Estalló la insurrección cuando el orgulloso Roboam, hijo
de Salomón, comenzó su reinado (981-65). Diez tribus se le
sublevaron y se unieron para formar el Reinado del Norte, o
de Israel, y Jerusalén dejó de ser algo más que la capital
de las tribus de Benjamín y Judá. Por invitación de Jeroboam,
elegido soberano del nuevo reino en Judá (976), Sosac
(Seshonq) tomó


Jerusalén y saqueó los inmensos tesoros del Templo y del
palacio real (1 Reyes 14, 25, 26). Asa (961-21) y Josafat
(920-894) enriquecieron el Templo después de sus numerosas
victorias sobre los pueblos vecinos. Bajo Joram (893-888) los
Filisteos, aliados con los Árabes del Sur, a su vez, saquearon
el Templo y se llevaron todos los hijos del rey excepto el
más joven, Ocozías, o Joacaz, el hijo de Atalía (2 Crónicas
21, 16, 17). Al asesinato de éste, Atalía eliminó a sus
nietos, y se apropió del poder. Sólo Joás, un niño de un
año, fue salvado de la masacre por el Sumo Sacerdote Yehoyadá
y criado en secreto en el Templo. A la edad de seis años
fue proclamado rey por el pueblo, y Atalía fue apedreada hasta
morir. Joás (886-41) restauró el Templo y abolió el culto de
Baal; pero más tarde se pervirtió e hizo que el Profeta
Zacarías, hijo de Yehoyadá su salvador, fuese muerto. Él mismo
pereció a manos de sus sirvientes (2 Reyes 12; 2 Crónicas
22) (En realidad la historia sigue en el capítulo 24 del
libro segundo de las Crónicas. n.d.t.). Bajo Amasías los
Israelitas del Norte derrotaron a los del Sur, atacaron
Jerusalén, y abrieron brecha de cuatrocientos codos en la
muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraín hasta la puerta
del Ángulo. Los tesoros del Templo y del palacio real fueron
llevados a Samaría (2 Reyes 14, 13, 14). Ozías, o Azarías
(811-760), reparó la brecha y fortificó la muralla con sólidas
torres (2 Crónicas 26, 9). Su hijo Jotán (759-44), un sabio y
justo rey, reforzó la ciudad construyendo “la puerta superior
de la casa de Yahvéh, e hizo muchas obras en los muros de
Ofel.” “sur del barrio real (2 Crónicas 27, 3; 2 Reyes 15,
35).


Mientras los Reyes de Siria e Israel marchaban contra
Jerusalén, Dios envió al Profeta Isaías al Rey Ajaz (743-27),
que se encontraba “al final del caño de la alberca superior”.
Allí el Profeta le predijo el rechazo del enemigo y al mismo
tiempo le anunció que el Mesías Emmanuel, nacería de una
virgen (Isaías 7, 3-14), Ajaz gastó los bienes del Templo en
pagar tributo a Teglatfalasar, Rey de Asiria, cuya protección
había buscado contra los Reyes de Israel y Siria; fue lo
suficientemente impío como para sustituir el culto de Yahvéh
poniendo en su lugar el culto de Baal-Moloc.


Ezequias (727-696) aceleró la abolición del culto de los
ídolos. Alarmado por la caída del Reino de Israel (721),
levantó un segundo muro para proteger los suburbios que habían
sido construidos al norte del Monte Sión y del Templo. Hizo
alianza con Egipto y con Merodac Baladán, Rey de Babilonia, y
rehusó pagar tributo a Asiria. Por esto, Senaquerib, Rey de
Nínive, que estaba en guerra con Egipto, invadió Palestina
desde el sur, y envío a su jefe de oficiales (Copero mayor,
BJ, n.d.t.) desde Lakís a Jerusalén, con un numeroso ejército,
para emplazar al rey a la rendición sin condiciones. Pero,
por consejo de Isaías, el rey rehusó la rendición. A fin de
cortar el agua al enemigo, cegó la salida superior del Guijón
y trajo el agua al oeste de la ciudad de David (2 Crónicas
32, 3, 4 y 30). Una tablilla Asiria (Prisma de Taylor, col.
3) informa que Senaqueríb, después de derrotar a los Egipcios
en Altaka y habiendo tomado cuarenta y seis poblaciones de
Judea, encerró a Ezequías en Jerusalén “como un pájaro en una
jaula” (Inscripciones Cuneiformes de Asia Oeste, I, PI. 39).
Esto coincide con la narración de la Biblia; en el momento en
que Senaquerib iba a asaltar Jerusalén, fue informado que
Tharaca, Rey de Etiopía, avanzaba contra él, y de seguida,
dejando la Ciudad Santa, se puso en marcha para Egipto; pero
su ejército fue milagrosamente destruido por la peste (2 Reyes
18, 13; 19, 35-37; 2 Crónicas 32, 9-22; Isaías 36 y 37).
Senaquerib organizó otro ejército en Nínive y derrotó a Merodac
Baladán de Babilonia, protector de Ezequias. Por consiguiente
resultó que, según las inscripciones Asirias, Manasés, hijo de
Ezequias, se encontró a sí mismo como tributario de Assaradon y
de Asurbanipal, Reyes de Nínive (Prisma de Assaradon, obra
citada, III, p. 16; G. Smith, “Historia de Asurbanipal”, p.
30). Manasés, poco después, intentó sacudirse el yugo Ninivita.
El año 666 los generales de Asurbanipal vinieron a Jerusalén,
encadenaron al rey y lo llevaron a Babilonia, como vasallaje a
Nínive (II Par., xxxiii, 9-11) (2 Crónicas 33, 9-11. n.d.t.).
Sin embargo Manasés obtuvo pronto su libertad y volvió a
Jerusalén, donde reparó los males que había causado. También
restauró los muros de la ciudad que habían sido construidos
por su padre (2 Crónicas 33, 12-16).


Amón, uno de los peores reyes de Judá, fue asesinado
después de dos años de reinado. Josías, su hijo (641-08),
aconsejado por el Profeta Jeremías, destruyó los altares
idolátricos y restauró el Templo (621). En esas circunstancias
el Sumo Sacerdote Jilquías encontró en un salón del santuario
una vieja copia de la Ley de Yahvéh dada por medio de Moisés
(2 Reyes 22, 8-14; 2 Crónicas 34, 14-21). El año 608 el
Faraón, Nekó II, marchó contra Asiria. Movido por un escrúpulo
de conciencia, el buen rey intentó cerrar el paso al
adversario de su protector, y fue muerto en la batalla de
Meguiddó (2 Reyes 23, 29-30). Joacaz, o Sellum, su sucesor,
después de reinar tres meses, fue depuesto por Nekó, y llevado
cautivo a Egipto, mientras que Elyaquim, a quien el
conquistador dio el nombre de Yoyaquím (D. V. Joakim) fue
puesto en su lugar (607-600). El año 601 Nabucodonosor
(Nebuchadnezzar) entró en Judea para consolidar el poder de su
padre. Se llevó cautivos a Babilonia cierto número de notables
de Jerusalén, junto al joven Profeta Daniel. Yoyaquín se
sublevó contra el yugo de Babilonia, pero su hijo Joaquín
(Jehoiachin), se rindió a Nabucodonosor. La ciudad fue saqueada
y 10,000 de sus habitantes, incluido el rey, fueron deportados
a Babilonia (2 Reyes 24, 1-16; cf. 2 Crónicas 36, 1-10).
Sedecías, tercer hijo de Josías, sucedió a su sobrino
(596-587). Impulsado por los partidarios de Egipto, él, también,
se rebeló contra su protector. Nabucodonosor volvió a Siria y
envió a su general, Nabuzardán, contra Jerusalén con un
formidable ejército. La ciudad se rindió después de un asedio
de más de dieciocho meses. El Templo, los palacios reales y
otros edificios importantes fueron incendiados, y la ciudad
desmantelada. Los vasos sagrados, y cualquier otra cosa de
valor, fueron llevados a Babilonia; sólo el Arca de la Alianza
pudo ser ocultada por los Judíos. Sedecías, quien, en el
último momento, se dio a la fuga con su ejército por la
puerta del sur, fue alcanzado en la llanura del Jordán, y le
fueron arrancados los ojos. El sumo sacerdote, los jefes
militares, y los notables del país fueron masacrados, y el
resto de los habitantes transportados, con su rey ciego, a
Babilonia. Solamente agricultores y pobres quedaron en el país,
con un gobernador Judío llamado Godolías (Gedaliah), quien puso
su residencia en Mispá (2 Reyes 24, 18-20; 24 y 25; 2
Crónicas 36, 11-21).



Desde la vuelta de la Cautividad a la Dominación Romana

El año 536 antes de Cristo, Ciro, Rey de Persia, autorizó a
los Judíos a volver a Palestina y reconstruir el Tempo del
Señor (Esdras 1, 1-4). La primera expedición, con 42,000
Judíos, fue despachada bajo el liderazgo de Zorobabel, un
príncipe de Judá. Se apresuraron a restaurar el altar de los
holocaustos, y en el segundo año pusieron los cimientos para
otro templo, el cual, sin embargo, debido a las dificultades
puestas por los Samaritanos y otros pueblos vecinos, no se
completó hasta el sexto año del reinado de Darío (514). Los
ancianos no pudieron contener sus lágrimas al ver el carácter
modesto de la nueva edificación. El año 458, bajo Artajerjes
I, Esdras vino a Jerusalén con 1500 Judíos como gobernador de
Judea y terminó la restauración política y religiosa de
Israel. Treinta años más tarde, Nehemías, con el permiso de
Artajerjes, completó definitivamente la restauración de la Ciudad
Santa.


Por la victoria de Issus y la toma de Tiro, Alejandro
el Grande, Rey de Macedonia, se convirtió en el dueño de Asia
Occidental. El año 332 marchó contra Jerusalén, que había
permanecido fiel a Darío III. El Sumo Sacerdote Jaddus,
creyendo que la resistencia no serviría para nada, salió al
encuentro del gran conquistador, y lo indujo a dejar a salvo a
los Judíos (Antiq. Jud., XI, viii, 3-6). Después de
Alejandro, Jerusalén sufrió mucho por el largo forcejeo entre
los Seleúcidas de Siria y los Tolomeos de Egipto. Palestina
cayó ante Nicanor Seleúcida, pero en el 305 Soter Tolomeo
consiguió entrar en Jerusalén gracias a una estratagema en el
día del Sábado, y se llevó un cierto número de Judíos a
Egipto (Antiq. Jud., XII, i, 1). Un siglo más tarde (203)
Antíoco el Grande, otra vez, arrancó la Ciudad Santa de las
garras de Egipto. Cuando, el 199, cayó una vez más en el
poder de Scopas, un general de Tolomeo Epifanes, los Judíos
ayudaron a las tropas de Antíoco, que acababa de derrotar al
ejército de Scopas, para sacar definitivamente la guarnición
Egipcia fuera de la ciudadela de Jerusalén (Antiq. Jud., XII,
iii, 3). Los Seleúcidas concibieron la infeliz idea de
introducir modos y conceptos helénicos, es decir, paganos- en
el pueblo Judío, especialmente en los sacerdotes y la
aristocracia civil. El sumo sacerdocio llegó a ser un cargo
corrupto; Jasón fue suplantado por Menelao, y Menelao por
Lisímaco. Estos indignos sacerdotes, al final, tomaron las armas
unos contra otros, y la sangre corrió libremente en varias
ocasiones por las calles de Jerusalén (2 Macabeos 4). Bajo la
excusa de sofocar esta agitación, Antíoco Epifanes en el año
170 entró en la Ciudad Santa, asaltó las fortificaciones del
Templo, lo despojó de sus más sagrados objetos, masacró 40,000
personas, y se llevó muchas más al cautiverio (1 Macabeos 1,
17-25; 2 Macabeos 5, 11-23). Dos años después envió a su
general Apolonio a suprimir por la fuerza la religión Judía y
reemplazarla en Jerusalén por el paganismo Griego. La ciudad
fue desmantelada, y la Akra (Ciudadela en griego, n.d.t.), la
ciudadela que dominaba el Templo y servía de cuartel a los
Sirios y de refugio a los Judíos renegados, fue reforzada. La
estatua de Júpiter Olímpico fue erigida en el Tempo del
Altísimo, mientras por todas partes se desató una cruel y
sangrienta persecución contra los Judíos que seguían siendo
fieles a sus tradiciones (1 Macabeos 1, 30-64; 2 Macabeos 5,
25, 26; 6, 1-11).


El sacerdote Matatías de Hasmón y sus cinco hijos,
conocidos como los Macabeos, organizaron una resistencia heroica.
Judas, que sucedió a su padre a la muerte de éste, obtuvo
cuatro victorias sobre la armada Siria, ocupó Jerusalén (164),
purificó el Templo, consolidó las fortificaciones, y erigió un
nuevo altar para los holocaustos. También reparó los muros de
la ciudad, pero no pudo apoderarse de la ciudadela (Akra), en
poder de una guarnición militar Siria. Después de varios
rechazos y victorias hizo una alianza con el Imperio Romano (1
Macabeos 8). Jonatán le sucedió y mantuvo el conflicto con
no menos heroísmo y éxito. Construyó un muro entre la ciudad
superior y el Akra, como barrera contra los Sirios. Simón tomó
el lugar de su hermano cuando Jonatán cayó a causa de una
traición (142). Tres años más tarde, sacó la guarnición Siria
fuera de Akra, arrasó la fortaleza, e incluso niveló la colina
en la que había estado, una tarea gigantesca que ocupó a
toda la población durante tres años (Antiq. Jud., XVIII, vi,
6; Bell. Jud., V, iv, 1). Demetrio II y después de él
Antíoco Sidete, por fin, reconocieron la independencia del
pueblo Judío. Simón, con dos de sus hijos, fue asesinado por
su yerno, y su tercer hijo, Juan Hircano I (135-06), le
sucedió en el trono. Antíoco Sidete, con un gran ejército,
llegó a sitiar Jerusalén, pero consintió en retirarse por un
rescate de 500 talentos, e Hircano cogió la suma de los
tesoros del sepulcro real (Antiq. Jud., XIII, viii, 24; Bell.
Jud., I, ii, 5). A Hircano I le sucedió su hijo Aristóbulo
I, quien compaginó el título de pontífice con el de rey,
reinando, sin embargo, sólo un año. Su hermano y sucesor
Alejandro Janneo (105-78) agrandó considerablemente los límites
del reino por sus muchas y brillantes victorias. Después de su
muerte, Alejandra su viuda, tomó las riendas del gobierno en
sus manos por nueve años, después de lo cual ella confió el
sumo sacerdocio y la corona a su hijo Hircano II (69), pero
su hermano Aristóbulo se levantó en armas para disputarle la
posesión del trono. En virtud de la alianza con Roma que
Simón había concertado, Pompeyo, el general Romano, vino desde
Damasco a Jerusalén, en el año 65 antes de Cristo, para poner
fin a la guerra civil. Los partidarios de Hircano abrieron
las puertas de la ciudad a los Romanos, pero los de
Aristóbulo se encerraron dentro de las fortificaciones del
Templo, y no pudieron ser desalojados hasta después de un
asedio de tres meses. Su resistencia fue vencida, por fin, en
Día de Sábado; tantos como 12,000 Judíos fueron masacrados, y
Aristóbulo fue llevado al exilio. Pompeyo repuso a Hircano en
el sumo sacerdocio, con el título de etnarca, y declaró a
Jerusalén tributaria de Roma (Antiq. Jud., XIV, iv, 1-4; Bell.
Jud., I, vii, 1).



Bajo la Dominación Romana; hasta el 70 año del Señor

César permitió a Hircano reconstruir los muros demolidos por
Pompeyo; pero en el año 48 antes de Cristo nombró a
Antípatro, el Idumeo, gobernador de Palestina, y este último,
cuatro años después, consiguió el nombramiento de su hijo
mayor, Fasael, como prefecto de Jerusalén, y a su hijo menor,
Herodes, como gobernador de Galilea. Cuando Antípatro murió
(43), Antígono, el hijo de Aristóbulo II, se hizo con el
trono, envió a Hircano II al exilio en medio de sus aliados,
los Partos y encarceló a Fasael, quien, desesperado, se
suicidó (Antiq. Jud., XIV, xiii, 5-10; Bell. Jud., I, xiii,
1-10). Herodes huyó a Roma, donde el Senado lo proclamó Rey
de los Judíos (40). Pero esto fue tres años antes de que
arrebatara Jerusalén a Antígono, y sólo después de provocar
conflictos y derramamientos de sangre en la ciudad.


Antígono, el último de la dinastía de los Asmoneos, fue
condenado a muerte (Antiq. Jud., XIV, xiv, 4; xvi, 1; Bell.
Jud., I, xiv, 4; XVIII). El año 24 antes de Cristo, Herodes
el Grande se construyó un espléndido castillo en el lugar de
la Torre de Baris, o de Birah (Nehemías 2, 8), la llamó
Antonia, en honor de Marco Antonio, y puso allí su residencia
(Bell. Jud., V, v, 8; Antiq. Jud., XV, xi, 5). También
construyó un teatro y un anfiteatro para las luchas de
gladiadores.


El 19 antes de Cristo, el rey, cuyo origen así como su
crueldad lo habían hecho odioso a los Judíos, creyó ganarse
su voluntad reconstruyendo el Templo de Zorobabel, poco a poco,
hasta que pareciera tan espléndido como el de Salomón.
También agrandó el santuario extendiendo las galerías hasta la
fortaleza Antonia, al norte, y uniéndolo, al sur, con el lugar
del palacio de Salomón, como para erigir allí una soberbia
stoa, o basílica. La inauguración del nuevo Templo tuvo lugar
en el año 10 antes de Cristo (Antiq. Jud., XV, xi, 3-6) pero
miles de obreros siguieron trabajando en él hasta el año del
Señor 64 (Antiq. Jud., XX, ix, 7). Hizo construir un segundo
castillo-fortaleza en el ángulo noroeste del Monte Sión, y lo
flanqueó con tres soberbias torres -Hípico, Fasael y Mariamme.
Abrió la tumba de los reyes de Judá, en busca de tesoros,
después de lo cual, para aplacar la indignación popular causada
por su sacrilegio, erigió un monumento de mármol blanco a la
entrada de la tumba (Antiq. Jud., VII, xv, 3; XVI, vii, 1).
Herodes se aproximaba al fin de su reinado de casi cuarenta
y un años cuando Jesús, el Divino Salvador, nació en Belén.
Unos pocos meses después de la visita de los tres Sabios de
Oriente, y la masacre de los Inocentes, murió de horrible
enfermedad, odiado por todo su pueblo (4 antes de Cristo)
(Existe una contradicción, ya que Herodes no pudo exterminar a
los Inocentes a causa del nacimiento de Cristo y morir
después de ello, pero cuatro años antes del nacimiento de
Cristo; esto se debe a un error de cálculo cometido al
establecer el inicio de nuestro actual calendario gregoriano,
del siglo XVI; en el siglo VI Dionisio el Exiguo estableció
el nacimiento de Cristo en el año 753 de la fundación de
Roma; n.d.t.).


Arquelao, su hijo, cogió el título de rey, pero en el
curso de ese mismo año Roma lo dejó con el sólo título de
Etnarca de Judea, Samaría, e Idumea. Diez años más tarde fue
depuesto, y Judea quedó reducida al estatuto de provincia
Romana. Coponio, Marco Ambivio, Annio Rufo, Valerio Grato (14,
año del Señor) y Poncio Pilato, sucesivamente, fueron nombrados
procuradores del país. Pilato dio ocasión a varias sediciones
que ahogó con una extrema brutalidad. Bajo la administración de
Poncio Pilato, Jesús Cristo fue arrestado y condenado a
muerte. La Pasión, Resurrección y Ascensión del Divino Salvador
han hecho de Jerusalén -la que ya era gloriosa- la ciudad
más celebrada del mundo entero. El entusiasmo con el que,
después del Día de Pentecostés, millares de Judíos se
declararon discípulos de Jesucristo provocó una violenta
persecución de los Cristianos, en la que el diácono Esteban
fue el primer mártir (Hch 6, 8-15). Poncio Pilato había cogido
un día los fondos del Corban para pagar la construcción de
un acueducto, y se produjo un levantamiento de los Judíos.
Convocado a Roma para dar cuenta de su conducta, fue
desterrado por Calígula (Antiq. Jud., XVIII, iii, 2). Dos años
después, el emperador hizo a Herodes Agripa I, nieto de
Herodes, tetrarca de los países de más allá del Jordán; en el
41 Claudio lo nombró rey de Judea. Agripa se comprometió a
construir un tercer muro, al norte de la ciudad (Antiq. Jud.,
XIX, vii, 2; Bell. Jud., V, iv, 2). Para agradar a los
Judíos, hizo decapitar a Santiago el Mayor, e intentó lo mismo
con San Pedro, pero vino un ángel y liberó de sus cadenas
al Príncipe de los Apóstoles (Hch 12, 1-19). Poco después,
principio del 44, el rey murió miserablemente en Cesárea (Hch
12, 23; Antiq. Jud., XIX, 8, 2).


En aquella época vino a Jerusalén Sadan, quien era
llamada entre los Griegos Helena, Reina de Adiabene, un país
situado en el río Adiabas, que es afluente por el este del
Tigris. Convertida al Judaísmo, junto a su numerosa familia,
ella reconfortó a los pobres con su munificencia durante una
terrible hambruna (cf. Hch 11, 28). Ella fue la que hizo que
se excavara, para ella y su familia, al norte de la ciudad,
el imponente sepulcro conocido como la Tumba de los Reyes
(Antiq. Jud., XX, ii, 6; iv, 3). En este tiempo murió la
Bendita Virgen, y fue enterrada en Getsemaní. San Pedro volvió
de Antioquia para presidir el Primer Concilio Ecuménico (Hch
15, 1-3) (Ver JUDAIZANTES, apartado Concilio de Jerusalén). El
Rey de Judea fue sustituido por un procurador, y Agripa II,
hijo del Agripa precedente, fue nombrado Príncipe de Calcis y
Perea, y encargado de cuidar del Templo de Jerusalén (Antiq.
Jud., XX, ix, 7). Terminó el tercer muro, comenzado por su
padre y finalizó las obras del santuario el año del Señor 64.
Cuspio Fado, Tiberio Alejandro, y Cumano fueron sucesivamente
los procuradores desde el 44 al 52. Vinieron después Félix,
Festo, y Albino, desde el 52 al 66. Con los últimos cuatro,
los desórdenes y las masacres se sucedieron ininterrumpidamente.
Gesio Floro (66) superó la maldad de sus predecesores, y
llevó al pueblo a sublevarse contra la dominación Romana;
Agripa y su partido recomendaron paciencia y apelaron a Roma
contra el procurador; pero después de varios días de guerra
civil, el partido insurgente triunfó sobre el pacifista, masacró
la guarnición Romana e incendió los palacios. Cestio Galo,
Presidente de Siria, llegó el treinta de Octubre del año 66,
con la Duodécima Legión, sólo encontró rechazo, y hubo de
retirarse (Antiq. Jud., XX, xxi; Bell. Jud., II, xvii, 6; xix,
1-9). Los Cristianos, recordando la profecía de Cristo (Lucas
19, 43-44) se retiraron más allá del Jordán dentro de
territorio de Agripa, guiados por su obispo, San Simeón (San
Epifanio, “De mensuris”, XIV, XV). Nerón encomendó a su general
Vespasiano, suprimir la insurrección, y Vespasiano, acompañado
de su hijo Tito, invadió Galilea, el año del Señor 67, con
un ejército de 60,000 hombres. La mayoría de las plazas
fuertes ya habían sido ocupadas, cuando la muerte del emperador
hizo suspender las hostilidades. Después de los efímeros
reinados de tres emperadores, en total dieciocho meses,
Vespasiano fue elevado al trono en Noviembre del 69.


Tito recibió de su padre el mando del ejército del
Este, y al año siguiente, en el tiempo en que la Ciudad
Santa estaba abarrotada con todos los que habían venido para
la Fiesta de Pascua, comenzó su asedio. El décimo-cuarto día
de Kanthic (Bell. Jud., V, xiii, 7), o del mes Hebreo de
Abib el día de la Pascua, correspondiente al 31 de Marzo-
Tito tomó posiciones en el Monte Scopus con las Legiones,
Quinta, Séptima y Décimo-quinta, a la vez que la Décima
ocupaba el Monte de los Olivos. En el otro lado, Juan de
Giscala mantenía en su poder el Templo, la Antonia, y la
ciudad nueva de Bezetha, con 11,000 hombres, y Simón, el hijo
de Giora, resistía en la parte superior e inferior de la
ciudad, en la colina del sudoeste, con 10,000 hombres.


Al atacar el tercer muro, el 9 de Abril, las legiones
se hicieron con esa línea de defensa después de quince días
de lucha. Una vez dueño de la ciudad nueva, Tito subió su
posición hacia el oeste, en el lugar conocido como “el Campo
de los Asirios” (Bell. Jud., V, vii, 2). Siguió inmediatamente
un ataque al segundo muro. Cinco días más tarde, los Romanos
entraron por una brecha pero fueron repelidos y se hicieron
dueño de él solamente después de cinco días de feroz e
incesante lucha. Tito pudo entonces aproximarse a la Antonia,
la cual era la única vía de acceso al Templo y a la
ciudadela de Herodes, y protegía el primer muro al norte del
Monte Sión.


Tras tres días de descanso, las plataformas de elevación
y las torres móviles estuvieron listas contra la torre
Hippicus y la Antonia. Pero el 17 de Mayo todos los trabajos
realizados contra la Antonia fueron inutilizados y destrozados
por los soldados de Juan de Giscala, y dos días después las
torres móviles que amenazaban el Hippicus fueron incendiadas por
los hombres de Simón, mientras una lucha heroica se mantenía
en ambos lugares. El general Romano empleó entonces todo su
ejército durante tres días en cercar la ciudad con un
terraplén de circunvalación, diseñado para cortar toda
comunicación con la ciudad, y así rendir la plaza por hambre.
Esto produjo pronto unos terribles resultados (Bell. Jud., XII,
v, 2).


Después de tres semanas de puesta a punto, los arietes
abrieron una brecha en el muro que conectaba la Antonia con
el Templo, cerca de la Piscina de Strucio, pero en vano. Dos
días más tarde, el muro se desmoronó en trozos sobre una
mina preparada por Juan de Giscala, y un puñado de soldados
Romanos ganaron la Antonia por sorpresa, a las tres de la
mañana del 20 de Junio (Bell. Jud., VI, i, 1-7). Tito
finalmente demolió la fortaleza a fin de utilizar los
materiales en la construcción de montículos (o trincheras,
n.d.t.) contra el Templo. Tres semanas defendieron los Judíos
los pórticos exteriores y luego los interiores, a los que los
Romanos sólo llegaron al costo de enormes sacrificios. Por fin
el 23 de Julio, un soldado Romano arrojó una antorcha
encendida dentro de una de las galerías cercanas al Santo de
los Santos. En medio de una espantosa matanza el fuego se
extendió a los edificios vecinos, y pronto toda la plataforma
fue una horrible masa de cadáveres y ruinas (Bell. Jud., VI,
ii, 1-9; iii, 1, 2; iv, 1-5). Luego los Romanos prendieron
fuego al palacio de la depresión de El Wad, y al Ofel; el
día después echaron a los Judíos del Akra y quemaron la
ciudad baja hasta la Piscina de Siloé (Bell. Jud., VI, vi,
3-4). Todavía quedaba la tercera muralla, el formidable bastión
de la ciudad alta, donde los defensores del Akra, cargados de
botín, habíanse unido a los hombres de Simón. Dieciocho días
se dedicaron a la preparación de terraplenes al noroeste y al
nordeste de la fortaleza, pero apenas los arietes abrieron
brecha en los muros cuando Juan y Simón se escaparon
secretamente con sus tropas. El octavo día de Elul (1 de
Agosto) la ciudad cayó definitivamente en poder de los Romanos,
después de un asedio de 143 días. A los que le felicitaron,
Tito replicó: “No soy yo quien ha vencido. Dios, en Su ira
contra los judíos, ha usado mi brazo” (Bell. Jud., VIII, v,
2)


Los muros del Templo y los de la ciudad fueron
demolidos. Pero Tito quiso preservar la fortaleza de la ciudad
alta, con las tres magníficas torres del palacio de Herodes.
Además, la ciudad alta resultó necesaria como cuartel
fortificado para la Décima Legión, que quedó como guarnición de
Jerusalén. Durante este asedio, uno de los más sangrientos
que recuerde la historia- 600,000 judíos, según Tácito (Hist.,
V, xiii), o, según Josefo, más de un millón, murieron por la
espada, la enfermedad o el hambre. Los supervivientes murieron
en las luchas de gladiadores o fueron vendidos como esclavos.



Desarrollo de la Ciudad y sus Principales Monumentos

Sión, o la Ciudad de David, según la Tradición

“David conquistó la fortaleza de Sión y se instaló en la
fortaleza y la llamó Ciudad de David. Edificó una muralla en
derredor, desde el Mil-ló hacia el interior” (2 Samuel 5,
7-9). Cuando Salomón hubo terminado el Templo y la Casa del
Bosque del Líbano, de 100 codos de largo, 50 codos de ancho,
y 30 codos de alto, con un porche de 30 codos por
cincuenta, erigió los palacios y otros edificios. Hacia abajo,
por el sur, en el lugar que figura en los textos
post-Exílicos como el Ofel, nos encontramos a los Gabaonitas
(Josué 9, 22) y otros Natinitas -pueblos extraños puestos al
servicio de los Levitas para proveerlos de madera y agua para
los sacrificios (Esdras 2, 58; 7, 2f; 8, 20; Nehemías 3, 26;
11, 21).


¿Ocupó Sión, la Ciudad de David, la colina del este o la situada al sudoeste?


Antes del exilio, los Judíos no pudieron estar ignorantes
de su localización, ya que el muro límite de Sión abarcaba
los sepulcros del rey-profeta y catorce de sus sucesores; los
últimos dos Libros de los Reyes repiten esto trece veces (1
Reyes 2, 10; 11, 43; 14, 9, 24, etc.; 2 Reyes 8, 24, etc.),
y las Crónicas contienen testimonios similares. A su vuelta
del exilio, los ancianos tienen que haber recordado en qué
parte de la ciudad estaban situados los enterramientos de David
y sus descendientes; de hecho, Nehemías no duda en usarlos
como punto de referencia (Nehemías 3, 16). Hircano I y Herodes
el Grande, incluso, abrieron estas tumbas de los reyes
buscando tesoros (Antiq. Jud., VII, xv, 3: XIII, vii, 4; Bell.
Jud. I, ii, 5). El monumento de mármol blanco levantado por
este último, parece haber permanecido en pié hasta el año 133
del Señor (Dion Cassius, Hist. de Roma, LXIX, iv). En todo
caso la tumba de David era bien conocida entre los Judíos y
los discípulos de Cristo en tiempos de San Pedro (Hch. 2,
29). Ya Josefo, testigo ocular, dice que la ciudad Jebusea,
que se convirtió en la Ciudad de David, ocupaba la
altiplanicie oeste de la colina del sudoeste, ahora conocida
como Monte Sión. En su tiempo se le llamó “la ciudad alta”
(Antiq. Jud., XVI, vii, 1, etc.) y también el ágora superior,
o mercado (Bell. Jud., V, 4, 1. Cf. 1 Macabeos 12, 36; 14,
36). La palabra Mil-ló (en D.V. Mello) se traduce siempre por
Akra en los Setenta y en Josefo, y, de acuerdo con éste
último, el Mil-ló, o Mello, ocupaba la altiplanicie del lado
nordeste de la misma colina, y, en su tiempo, se le llamó
Akra, “ciudad baja” y “mercado de abajo” (Antiq. Jud., XVI, 7,
1; Bell. Jud., V, 4, 1; 1 Macabeos 1, 38). Fue esta
colina, que dominaba el Templo, la que fue nivelada por los
Asmoneos (Antiq. Jud., XIII, vi, 6; Bell. Jud., I, ii, 2).
Los Talmudistas están de acuerdo con el historiador Judío en
cuanto a la posición de los dos mercados (Neubauer, “La
Geografía del Talmud”, p. 138). Eusebio de Cesarea (Onomasticon,
ver “Golgotha”), San Jerónimo (Ep. cviii, Ad Eustoch), San
Epifanio (De mens., XIV), y los escritores posteriores, Judíos y
Cristianos, localizan Sión, la Ciudad de David, sobre la
colina sudoeste, la cual nunca tuvo otro nombre que el de
Monte Sión.



Sión en Ofel

En los últimos cincuenta años muchos escritores han refutado
la tradición y buscaron información sólo en la Biblia,
resultando unas veinte teorías topográficas diferentes. La teoría
que coloca a Sión sobre Ofel es la única que (aparte de
ciertas discrepancias en cuanto a los lugares de Mil-ló, el
Akra, los palacios de Salomón, etc.) vale la pena considerarla
por un momento. Los partidarios de esta teoría, la fundamentan
en el siguiente pasaje: “Este mismo Ezequías cegó la salida
superior de las aguas del Guijón y las condujo, bajo tierra, a
la parte occidental de la ciudad de David” (2 Crónicas 32,
30). Sostienen que Sión estuvo en Ofel por las siguientes
razones:


(a) En Rogel “la fuente Rogel”- un manantial del Valle
de Cedrón (Josué 15, 7; 18, 16) es el Bir Eyub, o “Pozo de
Jacob”, situado 2300 pies (701,04 metros) al sur de la Ain
Sitti Maryam, o Fuente de la Virgen.


(b) En la antigüedad, como ahora, la Fuente de la
Virgen era el único manantial que afloraba en las cercanías de
Jerusalén.


(c) La Fuente de la Virgen, es, por consiguiente, el Gihón Superior de la Biblia.


(d) Ya fue Ezequías quien hizo el túnel de Siloé.


(e) Según este pasaje el rey trajo las aguas de la
Fuente de la Virgen al oeste de Ofel, esto es, la Ciudad de
David.


(f) Los Libros de los Macabeos establecen explícitamente que Sión estaba en el monte del Templo o Moria.


Se le hacen las siguientes objeciones:


(a) El Bir Eyub, es decir, el Pozo de Jacob, no es ni
un manantial ni una fuente (en, o ain), sino un pozo (bir),
de 125 pies (38,10 metros) en su condición actual, y se
alimenta sólo de agua de lluvia y de infiltración. En el
siglo sexto, Cirilo de Escitópolis (Vita S. Sabae, lxii), y
Eutiquio de Alejandría (Anales), y Moujdir ed Din (“Hist. de
Jerus.”, ed. Sauvaire, p. 188) nos dicen que, después de una
gran sequía que duró cinco años (509-14), en el año
vigésimo-tercero de Anastasio, Juan, Patriarca de Jerusalén, hizo
cavar un pozo hasta una profundidad, según Cirilo, de
alrededor de 255 pies (77,72 metros), o, de acuerdo con el
historiador Árabe, de 10 codos (alrededor de 82 pies) (24,99
metros), pero sin encontrar agua. El Bir Eyub, por
consiguiente, no es una fuente Cananea, y En Rogel tiene que
ser necesariamente la Fuente de la Virgen, cuyas peculiaridades
naturales tuvieron que hacerla famosa en el país y apropiada
para servir de punto relevante en los límites de Bejamín y
Judá. La gruta de este manantial, también, podría haber sido
un buen escondite para los dos espías de David que se
ocultaron en En Rogel (2 Samuel 17, 17).


(b) En los tiempos de Ezequías había muchos manantiales
de agua corriente en la vecindad de Jerusalén, y el rey los
cegó todos (2 Crónicas 32, 2-5). Josefo relata que cuando Tito
asedió Jerusalén muchos manantiales fluían tan abundantemente
que fueron suficientes no sólo para dar agua de beber a los
Romanos sino hasta para regar los jardines (Bell. Jud., V, iv,
2). El Oeste de la ciudad estaba cubierto por jardines
(Bell. Jud., VI, ii, 2; vii, 2) y esto es por lo que la
puerta del oeste llevaba el nombre de Gennath, “Puerta de los
Jardines”. Aquí Tito montó su campamento y aquí se detuvieron
los oficiales de Senaquerib (2 Reyes 18, 17. Cf. Isaías 7,
3). Entre las aguas vivas de Jerusalén el Talmud de Babilonia
conmemora el “Beth Mamilla” (Neubauer, op. cit., p. 146), esto
es, el Birket Mamilla. Cirilo de Escitópolis (loc. cit.)
cuenta que en la gran sequía de los cinco años “las aguas de
Siloé y de las Lucilias cesaron de fluir”. Josefo,
tardíamente, dice que un conducto por debajo de la Puerta de
los Jardines trajo el agua a la Torre de Hippicus (Bell.
Jud., V, vii, 3). Varios restos de antiguos acueductos se han
descubierto bajo la Puerta de Jaffa y alrededor de Hammana el
Batrak, comúnmente llamado el Pozo de Ezequías.


(c) Adonías, el hijo primogénito del rey David, reunió
en secreto a sus numerosos partidarios sobre “la piedra de
Zojélet, que estaba cerca de la fuente Rogel”, donde ofreció
carneros y bueyes e iba a ser proclamado rey al final del
banquete. Pero David, avisado de la conjura por el Profeta
Natán, envió a Salomón, con el Profeta y la guardia real a
Gihón, para recibir allí la unción sagrada sin el conocimiento
de Adonías, y para ser proclamado rey al son de las
trompetas. (1 Reyes 1, 5-9, 33-45). En el talud del Monte de
la Ofensa enfrente de la Fuente de la Virgen, hay una
inmensa cornisa roquera llamada Ez Zahweile. Ha sido
identificado por Clermont-Ganneau con la piedra de Zojélet
(“Quart. Stat.” 1810, p. 251). Wilson y Warren son de la
misma opinión (La recuperación de Jerusalén, p. 305). Conder
respalda la identificación defendida “por la opinión común de
los doctos” (“Quart. Stat.” 1884, p. 242, n. 1) Si la Ciudad
de David hubiese estado en Ofel, ¿hubiera Adonías llevado a
cabo su banquete de traición bajo las ventanas del palacio
real? ¿hubiera ignorado David esta larga y ruidosa concurrencia
hasta la llegada de Natán? ¿hubiera enviado a Salomón al
Valle de Cedrón, al pie de Zojélet? ¿no hubieran oído los
partidarios de Adonías el sonido de las trompetas y los gritos
del pueblo antes que la procesión real hubiera vuelto a Sión
(1 Reyes 1, 41)? El hecho parece ser que, mientras Adonías
se había apartado a un punto del Valle de Cedrón cerca de En
Rogel, Salomón fue enviado al lado opuesto, donde estaba la
fuente de Gihon.


(d) No hay documento alguno que, de alguna manera,
atribuya la construcción del túnel de Siloé a Ezequías. Por
otro lado, Isaías, en el reinado de Ajaz, padre de Ezequías,
habla (viii, 6) de las aguas de Siloé (una palabra que
significa Enviado Juan 9, 7) que corren mansamente (Según el
texto de la Sagrada Biblia, BAC 7ª ed. Madrid 1957, n.d.t.).
La inscripción Hebrea encontrada en 1881 en la pared del
túnel es, de acuerdo con Sayce (Nueva Luz, Londres, 1883, p.
116), más temprana que Ezequías, y pudiera ser hasta del
tiempo de Salomón. Conder, Maspero, Stade, Renán, y otros
sostienen que es anterior al tiempo de Ezequías.


(e) Hoy no se hace cuestión del hecho que la piscina
de Siloé estuvo siempre fuera de las murallas de la ciudad
(Bell. Jud., V, iv, 2;ix, 4). Ezequías trajo las aguas de
Gihón a una cisterna dentro de la ciudad (2 Reyes 20, 20;
Sirácida 48, 19, fragmento del texto Hebreo). Isaías (xxii, 11)
dice, un estanque hiciste entre ambos muros, es decir, entre
el muro viejo y aquél de Ezequías, al noroeste del Monte
Sión. Los Hebreos nunca distinguieron los puntos cardinales de
la brújula.


(f) En los libros históricos Sión se aplica a la ciudad
de Jebús, la cual, con el Mil-ló, se convirtió en la Ciudad
de David. Pero en los textos poéticos Sión es,
metafóricamente, sinónimo del Templo (Salmo lxxvii, 68), o de
Jerusalén (Salmo cxxxii, 3; lxxxvi, 5). A veces Sión designa
al pueblo de Israel (Isaías 10, 32; Sofonías 3, 14;), o Judea
(Lam., iv, 22), e, incluso, a la comunidad Judía en la
dispersión (Jeremías 31, 12; Zacarías 2, 7). En los días de
los Macabeos la Ciudad de David, al oeste del Templo, era el
enclave de los infieles (1 Macabeos 1, 35 ss.). El texto de
la Biblia, estudiado e interpretado al momento, indica la
misma colina para la localización de la sagrada Sión, la
Ciudad de David, como hace la tradición. La Arqueología,
también, positivamente confirma lo tradicional.



Sion, la Ciudad Alta

Las laderas del tradicional Monte Sión tienen un gran número
de viviendas entera o parcialmente excavadas en la roca.
Estas eran, de acuerdo con la opinión general, las casas de
los primeros habitantes. Durante la construcción de la Escuela
Gobat y el cementerio Protestante, en 1874-75, al sur de la
planicie oeste de Sión, Maudsley descubrió la alineación de una
antigua fortaleza. Su base es una escarpadura cortada
verticalmente en la roca, alrededor de 600 pies (182,88 metros)
de longitud, y 40-50 pies (12,19-15,24 metros) de altura. Al
oeste y al este de esta colosal escarpadura hay unos
salientes tallados en la propia roca, midiendo sus lados 40-50
pies (12,19-15,24 metros). Estos son los basamentos rocosos de
las torres laterales. La primera es de 20 pies (6,09 metros)
de alto, y se asienta sobre una planicie de roca bastamente
configurada. A lo largo de la escarpadura corre una acequia,
excavada también en la roca viva, con una profundidad de 5 a
10 pies (1,52 a 3,04 metros) y una anchura media de 18 pies
(5,48 metros) (Conder, “La Roca Escarpada de Sión” en “Quart.
Stat.” 1875, pp. 81 y siguiente). En 1894 Bliss tomó y
continuó el trabajo de la exploración. Desde la torre este la
escarpadura gira hacia el nordeste, siguiendo el trazado de la
altiplanicie, y la acequia sigue, ininterrumpidamente, la misma
dirección. Habida cuenta de que algunas casas son anejas al
Sagrado Cenáculo, la exploración solamente pudo hacerse hasta la
longitud de 185 pies (56,38 metros). La escarpadura estuvo
una vez coronada por un muro (algunas de cuyas piedras,
cortadas y biseladas, fueron encontradas in situ), y se levanta
a una altura de 240 pies (73,15 metros) sobre el lecho del
Ennom (Ginón) (ver Bliss). Esta fortaleza, que originalmente
estuvo aislada, que fue construida con un arte maravilloso, y
que era tan sólida como para resistir todos los ataques, ocupó
la ciudad alta indicada por Josefo, “con mucho la colina más
alta, derecha en su longitud, la cual, por razón de su
fuerte posición, había sido llamada por David la ciudadela”
(Bell. Jud., V, iv, 1). Era de unos 2300 pies (701,04 metros)
de longitud y unos 800 (243,84 metros) de anchura. Al norte,
por donde estaba protegida por un valle de no gran
profundidad, Herodes hizo construir un castillo fuerte, lo que
hizo la posición casi inexpugnable, incluso contra las legiones
Romanas. Gracias a las dimensiones y otras indicaciones dadas
por Josefo, se piensa que la Torre de Fasael puede ser
reconocida en las primeras hileras de albañilería de la actual
Torre de David, y la de Hippico en la torre del noroeste de
la ciudadela; aquella de Mariamme debería flanquear el muro
oeste. En el mismo lado, la Puerta del Valle, abría
primeramente (2 Crónicas 26, 9; Nehemías 2, 13.15; 3, 13), y
en el ángulo noroeste se levantaba la Torre de los Hornos
(Nehemías 3, 11; 12, 37), la cual defendía la Puerta del
Ángulo antes de que existiese la estructura Herodiana (2 Reyes
14, 13; 2 Crónicas 25, 23). La ciudad alta, la cual, según
Josefo, era el barrio aristocrático, contenía el Cenáculo según
la tradición, al sur, cerca, el palacio de Caifás, algo más
allá, el de Anás, y en el ángulo sudeste del palacio de
Herodes, la cárcel donde Santiago el Mayor fue decapitado.


Desde la Torre de Fasael el muro descendía, de oeste a
este, sobre el declive sur del Monte Sión, y acababa en el
recinto del Templo. Un importante fragmento de esta muralla ha
sido descubierto al este de la Torre de David, y algo más
allá, otro trozo, 290 pies (88,29 metros) de largo, flanqueado
por dos torres, cuya piedra de la fachada, en el lugar en
que encara el valle, permanece intacta en una altura de 39
pies (11,88 metros) (Warren, “Quart. Stat.”, 1884, pl.III). Este
muro estaba partido por la antigua Puerta de Efraín (2 Reyes
15, 13; 2 Crónicas 25, 23) (La cita 2 Reyes 15, 13 es, al
parecer, un error de escritura ya que, por la lectura del
texto bíblico y la concordancia con citas anteriores cercanas
queda claramente indicada la cita siguiente: 2 Reyes 14, 13,
n.d.t.). De acuerdo con la tradición, San Pedro fue arrojado a
la prisión en el suburbio de Ezequías; después de ser
liberado por el ángel, se encaminó a la ciudad propiamente
dicha, donde encontró abierta la puerta de hierro (Hch 12,
3-11). Tan tempranamente como en el siglo sexto una iglesia
marcaba el lugar de la casa de María, la madre de Juan
Marcos, cincuenta pasos al sur de este muro (Hch 12, 12-17).
El muro sur del Monte Sión probablemente formaba parte del
muro por el que David subió a la Ciudad de Jebús y el
Mil-ló (el Akra de los Setenta). Esta colina, según Josefo, es
la ciudad baja, el Akron de los Sirios, nivelada por los
Asmoneos (Antiq. Jud., XIII, vi, 6). Abarcaba el palacio de
los Asmoneos y el de Helen de Adiabene (Bell. Jud., VI, vi,
3).


Para volver al sur de la primitiva fortaleza, un muro
de construcción más tardía desciende desde el ángulo exterior,
sudeste de la torre este, hacia la piscina de Siloé. Es una
obra de los reyes de Judá, si no de Salomón, pero, como
Bliss ha subrayado, ha sido restaurado una y otra vez en la
última ocasión, por la Emperatriz Eudocia (años del Señor
450-60). A una distancia de 130 pies (39,62 metros) desde el
principio del muro, la exploración ha sacado a la luz restos
de una entrada con tres pavimentos superpuestos de períodos
sucesivos. Se abre sobre una calle bajo la cual pasa un
desagüe que se dirige a Ennom. Esta es la Puerta del Muladar
(Nehemías 2, 13), a la que Jeremías (xix, 2) llama Puerta de
la Alfarería (o de las Tejoletas, BJ, n.d.t.); Josefo la
llama Puerta de los Esenios, y señala su posición en el
barrio de Bethso (del Hebreo Bethzoa, “una colina del
estiércol”) (Bell. Jud., V, iv, 2). Aquí el Monte Sión está
cruzado por dos antiguos acueductos de diferentes alturas, que
traen agua desde el sur de Belén (Bliss, op, cit, pp.17-82). A
unos 2000 pies (609,60 metros) de esta entrada, Guthe, en
1881, y, más tarde, Bliss, han comprobado la existencia de
otra entrada, también con tres pavimentos y protegida por una
torre. Esta es la Puerta de la Fuente (Nehemías 2, 14; 3,
15; “puerta del agua”, 12, 36) (12, 37, n.d.t.) y,
probablemente, también “la puerta que está entre los dos muros
que dan al jardín del rey” por la que escapó Sedecías (
Jeremías 52, 7; 2 Reyes 25, 4). Empezando desde la torre, el
muro toma una dirección noroeste y gira bruscamente al norte,
dejando la Piscina de Siloé fuera de la ciudad de acuerdo
con lo que nos dice Josefo (Bell. Jud., V, iv, 2; ix, 4).
Al sur de la Piscina de Siloé el valle está atravesado por
un gran dique, 233 pies (71,01 metros) de largo, un vasto
estanque de agua de lluvia. El dique es de un espesor de 20
pies (6,09 metros) y se continúa, a la mitad de su altura,
en un muro de 10 pies (3,04 metros) de espesor, flanqueado
por siete obras de igual fuerza. Sin embargo y a pesar de
los reiterados refuerzos, no fue uniforme su resistencia a la
presión del agua. La Emperatriz Eudocia construyó un segundo
dique, cincuenta pies (15,24 metros) al norte del primero. Este
es “el acueducto del rey” (o acequia) de Neh. 2, 14.


Bliss siguió el muro este del Monte Sión a lo largo
sólo de 650 pies (198,12 metros), esto es, hasta 150 (45,72
metros) pies al norte de la Piscina de Siloé. Según Nehemías
(Nehemías 3, 16-19), el muro pasaba frente a la calle de las
escaleras que bajaban al sepulcro de David, allí por el
estanque que Josefo llama Piscina de Salomón (Bell. Jud., V,
iv, 2), y, por último, por la Casa de los Valientes “todos
estos lugares todavía sin identificar. El muro entonces formaba
un ángulo y después otro ángulo opuesto (Nehemías 3, 24) pero
ignoramos el punto donde cruzaba el valle para ascender a
Ofel. En el lado este de Ofel se ha confirmado que existe un
pequeño fragmento de muro que va del sudoeste al noroeste y,
100 pies (30,48 metros) más lejos, una notable estructura
hidráulica anterior en el tiempo al túnel de Siloé. Esta es
una galería, labrada en la roca, que lleva a una pared que
baja hasta el nivel de la superficie de la Fuente de la
Virgen, de donde se sacaría agua con cubos y sogas (Wilson y
Warren, op. cit., pp. 248 ss.). Más allá de dudas, la Puerta
de las Aguas y la torre que permaneció de pie (Nehemías 3,
26; 12, 36) (12, 37, n.d.t.) deben situarse en estos
alrededores. El muro ha sido descubierto otra vez a una
distancia de 700 pies (213,36 metros) en la misma dirección;
luego gira hacia el norte en una longitud de 70 pies (21,33
metros) y corre al interior del ángulo sudeste del recinto del
Templo. En el recodo que forma esta pared, se levantó una
torre, la “gran torre que quedó de pie” (Nehemías 3, 27),
diseñada como defensa del palacio real. A lo largo del tiempo
los reyes de Judá alargaron el muro de Ofel hasta proteger
el enclave este del Templo. Esta alineación estuvo cortada por
un gran número de entradas: “la entrada de los caballos” (2
Crónicas 23, 15; 2 Reyes 11, 16; Nehemías 3, 28), descubierta
en 1902 por ingenieros Ingleses, que encara el ángulo sudeste
del Haram, al que se llama “Establos de Salomón”; la entrada
este (del Templo), que corresponde a “la Puerta de Oro”; la
Mephkad, o “puerta de la inspección” (Nehemías 3, 30) frente a
la Puerta de Oro; la Puerta de la Prisión (D.V. “puerta de
la vigilancia”) (Nehemías 12, 38); la Entrada de los Caballos
(2 Reyes 11, 6); “la puerta de los escuderos” (D.V.), o “de
la guardia” (A.V.) (IV Reyes xi, 19) (2 Reyes 11, 19;
n.d.t.); la Entrada de Bejamín (Jeremías 37, 12; 38, 7), son
nombres de diferentes entradas que existían previamente o
barrios protegidos que se extendían al norte del Templo desde
el tiempo de Ezequías hasta el de Herodes. Por último, está
la Puerta de las Ovejas (D. V. puerta del rebaño) (Neh. 3, 1;
12, 38) (12, 39, BJ, n.d.t.) cerca de la Piscina Probática.


Del antiguo Templo nada se puede ver hoy sino la roca
sagrada y un número de cisternas. El Harami esh Sherif tiene
cuatro lados, con ángulos rectos en el sudoeste y noreste. El
muro sur mide 922 pies (281,02 metros) y está cortado por
tres entradas: la Doble Puerta, la Triple Puerta, y la Puerta
Sencilla notables obras del tipo de la Puerta de Oro y,
como ella, restauradas en el siglo sexto de nuestra era. Los
muros del este y del norte tienen una longitud de 1042 pies
(317,60 metros); el del oeste 1601 (487,98 metros). Las piedras
están cuidadosamente formadas y biseladas, 3 pies y medio
(1,06 metros) de alto, y la más larga de 20 a 39 pies (6,09
a 11,88 metros), mientras que en el sur hay una fila, 600
pies de largo (182,88 metros), en la que las piedras son de 7
pies (2,13 metros) de altura. En el ángulo sudoeste este
colosal muro desciende 85 pies (25,90 metros) por debajo de la
actual superficie del suelo. Cuarenta pies (12,19 metros) al
norte de este ángulo se pueden ver tres filas de piedras que
forman una bóveda de 51 pies de ancho (15,54 metros), llamada
“Arco de Robinson”, por el nombre del investigador que
primero reconoció en estos restos los fragmentos de un
viaducto. Los ingenieros Ingleses, de hecho, han descubierto, 54
pies (16,45 metros) al oeste de este fragmento de embovedado,
y 55 pies (16,76 metros) debajo del actual nivel del suelo,
tres filas de los correspondientes muros de carga. Al pie del
Monte Sión, a 246 pies (74,98 metros) del Arco de Robinson,
se han encontrado más restos del mismo viaducto, del que,
verdaderamente, Josefo hace una mención muy clara (Antiq. Jud.,
XIV, iv, 2; Bell. Jud., I, vii, 2; VI, vi, 2). El muro de
carga está sobre unos cimientos pavimentados, que, a su vez,
están colocados sobre una capa de tierra de 23 pies (7,01
metros) de grosor. En esta masa de tierra, en la que no se
han encontrado rastros de albañilería, yacen piedras de
embovedado de 3 a 3 y medio pies (0,91 a 1,06 metros) de
alto y de ancho, y siete pies (2,13 metros) de longitud,
restos de una puente mucho más viejo. Los peritos han
atribuido el primer viaducto a Herodes y el segundo a los
Reyes de Judá, e incluso a Salomón. Muy al fondo del valle
hay un canal tallado en la roca y embovedado al modo Fenicio;
este es un acueducto que más tarde fue usado como
alcantarillado (Wilson y Warren, op. cit., pp. 76-111; Perrot y
Chipiez, Hist. del arte, II, 168. Cf. 1 Reyes 11, 27).


La segunda entrada del Templo, llamada Puerta de Barclay,
se abre a 180 pies (54,86 metros) en dirección norte; allí,
más allá de la Plaza Wailing, viene una tercera entrada
llamada Arco de Wilson. Esto es un arco de viaducto de 42
pies (12,80 metros) a lo largo del eje y 39 pies (11,88
metros) de luz, construido de bloques de 6 a 12 pies (1,81 a
3,65 metros) de largo. En el fondo del valle, alrededor del
viaducto, Wilson ha descubierto algunas viviendas muy antiguas y
piezas de artesanía que parecen ser de origen Fenicio. El
viaducto, al que se le supone ser del tiempo de Herodes, fue
reconstruido en el período bizantino. Conectaba el Templo con
el Monte Sión y servía como acueducto para el canal que corre
desde Belén. Cerca del Arco de Wilson hay una antigua
piscina embovedada, Birket el Bouraq, a la que llega un
acueducto desde la ciudadela. Josefo coloca el Xystus, gimnasio
construido por el Sumo Sacerdote Jasón, entre los dos
viaductos. Más allá del Arco de Wilson, el primer muro de la
ciudad llegaba al recinto del Templo (Wilson y Warren, op.
cit., pp. 76 ss.).



La Segunda Muralla

“El segundo muro”, dice Josefo, “empezaba en la entrada que
se llama Gennath, la cual pertenece al primer muro de la
ciudad. Abarcando sólo el distrito sur, continuaba hasta la
Antonia” (Bell. Jud., V, iv, 2). Es el trabajo de Ezequías y
Manasés. En 1881, en el curso de las excavaciones para los
cimientos de una edificación, 20 pies (6,09 metros) al norte
de la zanja de la ciudadela, salió a la luz un muro
construido de grandes piedras, extendiéndose al este y oeste a
una distancia de unos 100 pies (30,48 metros). En su extremo
oeste forma un ángulo un tanto obtuso con un muro más fuerte
y mejor construido que corre al norte (Selah Merill, Quart.
Stat., 1886, pp. 21 ss.; 1887, p.217; 1888, p. 21). En el
año 1900, y 180 pies (54,86 metros) más lejos, se construyó
una escuela Griega de altos estudios, y se encontró que la
roca está casi a nivel con el suelo del oeste, mientras que
forma una contra-escarpadura al este. Se descubrieron restos de
estructuras medievales en los sucesivos rellenos de la
depresión; pero no se continuaron las investigaciones en este
punto. Muchos Palestinólogos, sin embargo, ven aquí claras
indicaciones de un canal. En la esquina nordeste de la escuela
Griega, C. Schick (Quart. Stat., 1897, p. 219; 1883, p. 19)
había confirmado ya que el muro vuelve, una vez más, en
ángulo hacia el este. En este punto el muro de la ciudad
bordea la Piscina de Ezequías a una distancia de 180 pies
(54,86 metros) al oeste y 65 pies (19,81 metros) al norte. En
la construcción del gran bazar Griego, sur de la Basílica
del Santo Sepulcro, los obreros se encontraron con una
pendiente que alguna vez estuvo coronada con un muro ancho,
del que, in situ se encontraron todavía algunos bloques finos;
el muro bajaba hacia atrás desde lo alto de la roca.
(Schick, Quart. Stat., 1888, p. 571; 1894, p. 146). En ese
tiempo, 1893, mientras se construía la iglesia Protestante
Alemana que ocupó el lugar de Santa María la Latina, los
ingenieros encontraron que el último edificio se hizo sobre
terreno relleno. Excavaron 30 pies (9,14 metros) por debajo del
nivel actual del suelo y llegaron a la roca, y allí bajo
la gran nave de la vieja iglesia, encontraron un muro fuerte
al este y al oeste, aunque mal conservado. Guarda, sin
embargo, algo de su fisonomía en la forma de placas
cuidadosamente revestidas. Guthe (en Zeitschrift des Deutschen
Palestinavereins, XVII, p. 128) y Schick (en Quart. Stat.,
1894, p. 146), con otros muchos, consideran éste como una
parte del segundo muro.


En los tiempos de Cristo, el Calvario estaba por
consiguiente fuera del perímetro del segundo cerramiento de la
ciudad. En efecto, la existencia de enterramientos Judíos el
Santo Sepulcro, otro más a 30 pies (9,14 metros) al oeste, y
un tercero al nordeste- no dejan lugar a dudas en este
asunto; porque sólo los reyes disfrutaban del privilegio de ser
enterrados dentro de la ciudad. Hace unos treinta años
ingenieros Ingleses aseguraron que el muro de Ezequías tiene
que incluir, necesariamente, el Gólgota, porque este zigzageante
muro de la ciudad, en otro caso, hubiese sido construido de
manera contraria a todas las reglas del arte militar. Pero
desde entonces la exploración de antiguas ciudades Judías y
Cananeas ha revelado irregularidades de la misma naturaleza.
Mientras que, y en la línea indicada, todas las excavaciones
hechas sin orden en varias estructuras han sacado a la luz
trozos de firme de un muro homogéneo, las comunidades
religiosas del barrio Cristiano al noroeste del Gólgota han
realizado en tiempos recientes importantes obras sin encontrar
huella alguna de acequias o terraplenes.


La nueva Puerta de Efraín (Nehemías 12, 38) debió estar
en el ángulo donde el muro se vuelve hacia el norte. Pero a
partir de aquí no es tan fácil seguir el curso del muro.
Fue, muy probablemente, sustituido en tiempos de Adriano por la
calle encolumnada que lleva, casi en línea recta, desde el
Monte Sión a la Puerta de Damasco, y que fue cimentada sobre
la roca a todo lo largo. Siguiendo esta calle, pasamos, a la
izquierda, las primeras hileras de la fachada de la Basílica
de Constantino, que fue descubierta, por completo, en 1907 y,
a la derecha, a 230 pies (70,20 metros) de esta estructura,
el Khan ez Zeit, el cual está construido en una cisterna
Judía en parte tallada en la roca. Al este de esta cisterna,
en la pendiente de El Wad, la roca aparece oblicuamente. Algo
más allá puede situarse la Puerta Vieja (Nehemías 3, 6; 12,
38). Donde la Calle de las Columnas estaba cruzada por otra
que venía desde el oeste, cuatro torres marcaban la
intersección; de ellas, todavía queda in situ una soberbia
columna de mármol de 23 pies (7,01 metros) de alto, apoyada
sobre un excelente muro de construcción Romana. Las
investigaciones han demostrado la existencia, en un punto
situado 200 pies (60,96 metros) al oeste de esta columna, de
una contra-escarpadura y una profunda zanja que va de sur a
norte (Schick, Quart. Stat., 1887, p. 154). Es por esta
puerta, según la tradición, por la que Jesús salió de la
ciudad hacia el lugar de Su crucifixión. Al norte de esta
columna y ligeramente hacia el este, a una distancia de 100
pies (30,48 metros), se puede ver una escarpadura rocosa que
se extiende unos 250 pies (76,20 metros) hacia el norte. Cerca
de aquí el muro descendía hacia dentro de El Wad, donde
llegaba a la Puerta de los Peces (2 Crónicas 33, 14; Nehemías
3, 3; 12, 38). Esta entrada se abría en el camino por el
que los pescadores Tirios venían desde Jaffa (Cf. Nehemías 13,
16). Luego el muro cruzaba el Monte Bezetha, y la Torre de
Jananel (Jeremías 31, 38; Nehemías 3, 1; 12, 38) debe ser
situada en la cresta que descendía desde la Colina de Jeremías
al Monte Moria, y que era el punto vulnerable de la Ciudad
Sagrada. En esta misma cresta había otra torre, o baluarte,
en un período tan temprano como el de los reyes de Judá;
Nehemías, que la restauró, la llamó Birat, una palabra Aramea
derivada de la Asiria biratu, palacio o fortaleza del templo
(in D. V., torre de la casa; Nehemías 2, 8). Esta torre (ver
1 Macabeos 13, 53; etc.) tuvo, en tiempos de Josefo, el
nombre helenizado de Baris. Bajo la dinastía Asmonea, toda la
piedra sobre la cual estuvo esta torre fue removida en todos
sus lados, 30 pies (9,14 metros) de profundidad al sur, y 15
pies (4,57 metros) al norte, siendo la longitud de la
excavación de 350 pies (106,68 metros) de este a oeste. Al
norte, donde existe una honda cisterna, la montaña fue igualada
en 160 pies (48,76 metros) (Cf. 1 Macabeos 13,53). Herodes
hizo embovedar el estanque, y construyó la fortaleza Antonia en
la roca de Baris y en la explanada del sur (Bell. Jud., V,
v, 8). En este edificio tuvo Poncio Pilato su pretorio,
donde Jesús fue condenado a muerte. Diciendo que el segundo
muro subía a la Antonia, Josefo no indica dónde terminaba,
sino solamente su dirección. Él mismo no coloca la Antonia al
final del muro de Ezequías; por el contrario, dice que los
Romanos se pudieron acercar a ella solo después de hacerse
dueños de la ciudad hasta el primer muro (Bell. Jud., V, ix).
Desde la Torre de Jananel el muro fue prolongado hasta la
Puerta de las Ovejas (o Rebaño) (Nehemías 3, 1.31; 12, 38),
cerca de la Piscina Probática, con los cinco pórticos, y el
otro gran estanque, necesariamente, estuvo dentro de los muros.



La Tercera Muralla

Desde el Año del Señor 41 al 44 Herodes Agripa I emprendió
la construcción del tercer muro, que también empezaba en la
Torre de Hippico y cruzó el Campo de los Asirios por el
norte, hasta la octogonal Torre de Sefino (Antiq. Jud., XIX,
vii, 2; Bell. Jud., V, iv, 3). Trazas de esta torre se
encontraron en la esquina noroeste de la ciudad, en el lugar
donde la Qasr Djaloud, o Torre de Goliat, fue erigida en el
siglo doce. Desde entonces el muro de Agripa tomó la dirección
este, hacia las Torres de las Mujeres, enfrente del sepulcro
de Elena de Adiabene situado a 2000 pies (609,60 metros) al
norte. Las Torres de las Mujeres, de las que se han
encontrado algunos restos, protegían la entrada que correspondía
a la Puerta de los Peces. Todavía permanece, en una
considerable parte de su altura, aunque hundida en el suelo,
debajo de la actual Puerta de Damasco, o Bab el Amoud. Desde
allí el muro pasaba sobre las cavernas reales (Bell. Jud., V,
iv, 3) para cruzar la cresta de Bezetha. La piedra de esta
suave colina es de una calidad excelente, y pudo ser
transportada en bloques inmensos tan lejos como hasta el Templo
por medio de planos inclinados. Esto es por lo que, en los
tempranos tiempos de Salomón, la colina fue usada como
cantera, según muestra la figura de un angelito Fenicio tallado
en la pared de una de las grutas reales. Ya perforada por
numerosas cavernas, la colina fue cortada en dos bajo Agripa I
y el corte sirvió como zanja para el nuevo muro de la
ciudad. De este modo fue cómo la cima llegó a ser una colina
separada, llamada, desde el siglo sexto, la Colina de
Jeremías. De nuevo fue cantera en el período de las Cruzadas y
su apariencia actual es la misma desde el tiempo de Cristo.
Desde las grutas reales, el muro continuaba hacia el este
hasta lo alto sobre el Cedrón, y luego giraba al sur para
unirse al segundo muro de la ciudad. La alineación del tercer
muro se ha mantenido, con ligeras modificaciones, hasta la
alineación de la actual ciudad.




Fuente: Meistermann, Barnabas. "Jerusalem (Before A.D.
71)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert
Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08344a.htm>.


Traducido de inglés a español por Andrés Peral Martín (2006)






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