sábado, 3 de septiembre de 2016

97 - La evolución del concepto de Dios entre los hebreos | El libro de Urantia | Fundación Urantia

97 - La evolución del concepto de Dios entre los hebreos | El libro de Urantia | Fundación Urantia















Documento 97 - La evolución del concepto de Dios entre los hebreos








 
 


  

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El libro de Urantia

Documento 97

La evolución del concepto de Dios entre los hebreos

(1062.1) 97:0.1 LOS
dirigentes espirituales de los hebreos llevaron a cabo lo que nadie
había logrado nunca realizar antes que ellos — desantropomorfizar su
concepto de Dios, sin convertirlo en una abstracción de la Deidad
comprensible únicamente por los filósofos. Incluso la gente corriente
era capaz de considerar el concepto maduro de Yahvé como un Padre, si no
del individuo, al menos de la raza.


(1062.2) 97:0.2 Aunque
el concepto de la personalidad de Dios había sido enseñado claramente en
Salem en la época de Melquisedek, era vago e impreciso en el momento de
la huida de Egipto, y sólo evolucionó gradualmente en la mente hebrea,
de generación en generación, en respuesta a las enseñanzas de los
dirigentes espirituales. La percepción de la personalidad de Yahvé
siguió una evolución progresiva mucho más continua que la de cualquier
otro atributo de la Deidad. Desde Moisés hasta Malaquías, en la mente
hebrea se produjo un crecimiento casi ininterrumpido de las ideas sobre
la personalidad de Dios, y este concepto fue finalmente realzado y
glorificado por las enseñanzas de Jesús sobre el Padre que está en los
cielos.


(1062.3) 97:1.1 La
presión hostil de los pueblos que rodeaban a Palestina enseñó muy pronto
a los jeques hebreos que no podían esperar sobrevivir a menos que
confederaran sus organizaciones tribales en un gobierno centralizado. Y
esta centralización de la autoridad administrativa proporcionó a Samuel
una mejor ocasión para ejercer como instructor y reformador.


(1062.4) 97:1.2 Samuel
surgió de una larga serie de educadores salemitas que habían continuado
manteniendo las verdades de Melquisedek como una parte de sus formas de
culto. Este instructor era un hombre enérgico y resuelto. Únicamente su
gran devoción, unida a su extraordinaria determinación, le permitieron
resistir la oposición casi universal que encontró cuando empezó a llevar
de nuevo a todo Israel a la adoración del Yahvé supremo de la época de
Moisés. E incluso entonces sólo tuvo un éxito parcial; sólo recuperó
para el servicio del concepto superior de Yahvé a la mitad más
inteligente de los hebreos; la otra mitad continuó adorando a los dioses
tribales del país y manteniendo sus conceptos inferiores de Yahvé.


(1062.5) 97:1.3 Samuel
era un tipo de hombre tosco, un reformador práctico capaz de salir un
día con sus compañeros y derribar una veintena de lugares reservados a
Baal. Los progresos que consiguió se debieron a la pura fuerza de la
coacción; predicó poco, enseñó aún menos, pero sí actuó. Un día se
burlaba del sacerdote de Baal, y al día siguiente despedazaba a un rey
cautivo. Creía con devoción en el Dios único, y tenía un concepto claro
de ese Dios único como creador del cielo y de la Tierra: «Las columnas
de la Tierra pertenecen al Señor, y ha puesto al mundo sobre ellas.»



(1063.1) 97:1.4 Pero la
gran contribución que Samuel hizo al desarrollo del concepto de la
Deidad fue su declaración resonante de que Yahvé era invariable,
de que personificaba constantemente la misma perfección y divinidad
infalibles. En aquella época se concebía a Yahvé como un Dios caprichoso
lleno de antojos envidiosos, lamentándose siempre de haber hecho esto o
aquello. Pero ahora, por primera vez desde que habían salido de Egipto,
los hebreos escuchaban estas palabras sorprendentes: «La Fuerza de
Israel no miente ni se arrepiente, porque no es un hombre que tenga que
arrepentirse». La estabilidad en las relaciones con la Divinidad se
había proclamado. Samuel reiteró la alianza de Melquisedek con Abraham y
afirmó que el Señor Dios de Israel era la fuente de toda verdad,
estabilidad y constancia. Los hebreos siempre habían considerado a su
Dios como un hombre, un superhombre, un espíritu elevado de origen
desconocido; pero ahora escuchaban cómo el antiguo espíritu del Horeb
era ensalzado como un Dios inmutable en su perfección creadora. Samuel
ayudó a que el concepto evolutivo de Dios se elevara muy por encima del
estado cambiante de la mente de los hombres y de las vicisitudes de la
existencia mortal. Gracias a su enseñanza, el Dios de los hebreos empezó
a ascender desde una idea parecida a la de los dioses tribales hasta el
ideal del Creador y Supervisortodopoderoso e invariable de toda la creación.


(1063.2) 97:1.5 Predicó
de nuevo el concepto de la sinceridad de Dios, de su fiabilidad en el
mantenimiento de sus alianzas. Samuel dijo: «El Señor no abandonará a su
pueblo». «Ha hecho con nosotros una alianza perpetua, ordenada y segura
en todas las cosas». Así es como resonaba en toda Palestina la llamada
para volver a adorar al Yahvé supremo. Este enérgico educador proclamaba
constantemente: «Eres grande, oh Señor Dios, pues no hay nadie como tú,
ni tampoco hay ningún Dios aparte de ti».



(1063.3) 97:1.6 Hasta
ese momento, los hebreos habían considerado el favor de Yahvé
principalmente en términos de prosperidad material. Cuando Samuel se
atrevió a hacer la proclamación siguiente, produjo una gran conmoción en
Israel, y casi le cuesta la vida: «El Señor enriquece y empobrece;
humilla y eleva. Levanta del polvo a los pobres y eleva a los mendigos
para colocarlos entre los príncipes y hacerles heredar el trono de la
gloria». Unas promesas tan alentadoras para los humildes y los menos
afortunados no se habían proclamado desde los tiempos de Moisés, y miles
de desesperados, entre los pobres, empezaron a tener la esperanza de
que podían mejorar su estado espiritual.


(1063.4) 97:1.7 Pero
Samuel no progresó mucho más allá del concepto de un dios tribal.
Proclamó a un Yahvé que había creado a todos los hombres, pero que se
ocupaba principalmente de los hebreos, su pueblo elegido. Incluso así,
al igual que en los tiempos de Moisés, el concepto de Dios describía una
vez más a una Deidad santa y justa. «No hay nadie tan santo como el
Señor. ¿Quién puede ser comparado con este santo Señor Dios?»


(1063.5) 97:1.8 A medida
que pasaban los años, el viejo dirigente entrecano progresó en su
comprensión de Dios, pues declaró: «El Señor es un Dios de conocimiento,
y él es el que pesa las acciones. El Señor juzgará los confines de la
Tierra, mostrando misericordia a los misericordiosos, y también será
justo con el hombre justo». Aquí se encuentran ya los albores de la
misericordia, aunque limitada a aquellos que son misericordiosos.
Posteriormente avanzó un paso más cuando exhortó a su pueblo en la
adversidad: «Pongámonos ahora en manos del Señor, porque su compasión es
grande». «El Señor no tiene ninguna limitación para salvar a muchos o a
pocos».



(1063.6) 97:1.9 Este
desarrollo gradual del concepto del carácter de Yahvé continuó bajo el
ministerio de los sucesores de Samuel. Intentaron presentar a Yahvé como
un Dios que cumplía sus alianzas, pero apenas mantuvieron el ritmo
marcado por Samuel; no lograron desarrollar la idea de la misericordia
de Dios tal como Samuel la había concebido en sus últimos años. Se
produjo un retroceso continuo hacia el reconocimiento de otros dioses, a
pesar de mantener que Yahvé estaba por encima de todos. «Tuyo es el
reino, oh Señor, y eres ensalzado como jefe por encima de todos».


(1064.1) 97:1.10 La
idea central de esta época era el poder divino; los profetas de estos
tiempos predicaban una religión destinada a favorecer al rey que estaba
en el trono hebreo. «Tuya es, oh Señor, la grandeza, el poder, la
gloria, la victoria y la majestad. En tu mano se encuentra el poder y la
fuerza, y tú puedes engrandecer y fortalecer a todos». Éste era el
estado del concepto de Dios durante la época de Samuel y de sus
sucesores inmediatos.


(1064.2) 97:2.1 En el
siglo décimo antes de Cristo, la nación hebrea se dividió en dos reinos.
En estas dos divisiones políticas, muchos instructores de la verdad se
esforzaron por detener la marea reaccionaria de decadencia espiritual
que había empezado a subir, y que continuó desastrosamente después de la
guerra de separación. Pero estos esfuerzos por hacer progresar la
religión hebrea no prosperaron hasta que Elías, el guerrero resuelto y
audaz de la rectitud, empezó sus enseñanzas. Elías restableció en el
reino del norte un concepto de Dios comparable al que había existido en
los tiempos de Samuel. Elías dispuso de pocas ocasiones para presentar
un concepto avanzado de Dios; al igual que Samuel antes que él, estaba
muy ocupado derribando los altares de Baal y destruyendo los ídolos de
los falsos dioses. Y llevó adelante sus reformas a pesar de la oposición
de un monarca idólatra; su tarea fue aún más gigantesca y difícil que
la que Samuel había afrontado.


(1064.3) 97:2.2 Cuando
Elías fue llamado a otro lugar, Eliseo, su fiel compañero, se encargó de
su obra, y con la ayuda inestimable de Miqueas, un profeta poco
conocido, mantuvo viva la luz de la verdad en Palestina.


(1064.4) 97:2.3 Pero
ésta no fue una época de progreso en el concepto de la Deidad. Los
hebreos ni siquiera se habían elevado todavía a la altura del ideal de
Moisés. La era de Elías y Eliseo se cerró con el regreso de las mejores
clases de hebreos a la adoración del Yahvé supremo, y presenció cómo se
restablecía la idea del Creador Universal en el punto aproximado en que
Samuel la había dejado.



(1064.5) 97:3.1 La
controversia interminable entre los creyentes en Yahvé y los seguidores
de Baal era un conflicto socioeconómico de ideologías, más bien que una
diferencia de creencias religiosas.


(1064.6) 97:3.2 Los
habitantes de Palestina tenían actitudes diferentes en cuanto a la
propiedad privada de la tierra. Las tribus meridionales o errantes de
Arabia (los yahveítas) consideraban la tierra como algo inalienable —
como un don de la Deidad al clan. Estimaban que la tierra no se podía
vender ni hipotecar. «Yahvé habló y dijo: ‘La tierra no se venderá,
porque la tierra me pertenece`».



(1064.7) 97:3.3 Los
cananeos del norte, más establecidos, (los baalitas) compraban, vendían e
hipotecaban libremente sus tierras. La palabra Baal significa
propietario. El culto de Baal estaba basado en dos doctrinas
principales: primero, la validación del intercambio, los contratos y los
pactos sobre la propiedad — el derecho a comprar y vender las tierras; y
segundo, se suponía que Baal enviaba la lluvia — era el dios de la
fertilidad del suelo. Las buenas cosechas dependían del favor de Baal.
El culto estaba ampliamente relacionado con la tierra, su posesión y su fertilidad.


(1065.1) 97:3.4 Los
baalitas poseían generalmente casas, tierras y esclavos. Eran los
propietarios aristócratas y vivían en las ciudades. Cada Baal tenía su
lugar sagrado, su clero y sus «santas mujeres», las prostitutas
rituales.



(1065.2) 97:3.5 Los
profundos antagonismos en las actitudes sociales, económicas, morales y
religiosas que manifestaban los cananeos y los hebreos se produjeron a
causa de esta diferencia fundamental relacionada con la tierra. Esta
controversia socioeconómica no se convirtió en un asunto claramente
religioso hasta la época de Elías. A partir de los tiempos de este
dinámico profeta, el asunto se resolvió luchando en un campo más
estrictamente religioso — Yahvé contra Baal — y terminó con la victoria
de Yahvé y el impulso posterior hacia el monoteísmo.


(1065.3) 97:3.6 Elías
trasladó la controversia entre Yahvé y Baal desde la cuestión de las
tierras al aspecto religioso de las ideologías hebrea y cananea. Cuando
Ajab asesinó a los Nabot en el transcurso de la intriga para conseguir
sus tierras, Elías convirtió las antiguas costumbres sobre las tierras
en un problema moral y lanzó su vigorosa campaña contra los baalitas.
Fue también una lucha de la gente del campo contra la dominación que
ejercían las ciudades. Yahvé se convirtió en Elohim principalmente bajo
la influencia de Elías. El profeta empezó como reformador agrario y
terminó realzando a la Deidad. Había muchos Baales, pero Yahvé era uno solo — el monoteísmo triunfó sobre el politeísmo.



(1065.4) 97:4.1 Amós
franqueó una etapa importante en la transición entre el dios tribal — el
dios al que habían servido durante tanto tiempo mediante sacrificios y
ceremonias, el Yahvé de los primeros hebreos — y un Dios que castigaría
el crimen y la inmoralidad incluso de su propio pueblo. Amós apareció
procedente de las colinas del sur para denunciar la criminalidad, la
embriaguez, la opresión y la inmoralidad de las tribus del norte. Desde
los tiempos de Moisés no se habían proclamado unas verdades tan
resonantes en Palestina.


(1065.5) 97:4.2 Amós no
se limitó simplemente a restaurar o a reformar; descubrió también unos
nuevos conceptos de la Deidad. Proclamó muchas cosas sobre Dios que
habían sido anunciadas por sus predecesores, y atacó valientemente la
creencia en un Ser Divino que aprobara el pecado de su propio pueblo
llamado elegido. Por primera vez desde la época de Melquisedek, los
oídos humanos escucharon la denuncia del doble criterio de la justicia y
la moralidad nacionales. Los oídos hebreos escucharon por primera vez
en su historia que su propio Dios, Yahvé, ya no toleraría el crimen y el
pecado en sus vidas, como tampoco lo toleraría en cualquier otro
pueblo. Amós imaginó al Dios severo y justo de Samuel y Elías, pero
también vio a un Dios que no consideraba a los hebreos de manera
diferente a cualquier otra nación cuando se trataba de castigar la
maldad. Era un ataque directo contra la doctrina egoísta del «pueblo
elegido», y muchos hebreos de aquella época se sintieron enormemente
ofendidos.



(1065.6) 97:4.3 Amós
dijo: «Buscad al que ha formado las montañas y ha creado el viento, al
que ha formado las siete estrellas y Orión, que transforma la sombra de
la muerte en un amanecer, y pone el día tan oscuro como la noche». Al
denunciar a sus contemporáneos semirreligiosos, oportunistas y a veces
inmorales, intentó describir la justicia inexorable de un Yahvé
invariable cuando dijo de los malhechores: «Aunque se hundan en el
infierno, allí los cogeré; aunque suban trepando a los cielos, los haré
bajar de allí». «Y aunque vayan al cautiverio delante de sus enemigos,
allí dirigiré la espada de la justicia, y ella los matará». Amós asustó
aún más a sus oyentes cuando los señaló con un dedo acusador y
reprobatorio, y declaró en nombre de Yahvé: «Estad seguros de que nunca
olvidaré ninguna de vuestras obras». «Y pasaré por la criba a la casa de
Israel entre todas las naciones, como el trigo se criba en un tamiz».


(1066.1) 97:4.4 Amós
proclamó que Yahvé era el «Dios de todas las naciones» y advirtió a los
israelitas que el ritual no debía sustituir a la rectitud. Antes de que
este valiente educador fuera lapidado, había difundido suficiente
levadura de la verdad como para salvar la doctrina del Yahvé supremo;
había asegurado la evolución ulterior de la revelación de Melquisedek.


(1066.2) 97:4.5 Oseas
siguió a Amós y a su doctrina de un Dios universal de justicia
resucitando el concepto mosaico de un Dios de amor. Oseas predicó el
perdón a través del arrepentimiento, y no por medio del sacrificio.
Proclamó un evangelio de bondad y de misericordia divina, diciendo: «Os
desposaré conmigo para siempre; sí, os desposaré conmigo en rectitud y
en juicio, en bondad y en misericordia. Incluso os desposaré conmigo en
fidelidad». «Los amaré abundantemente, pues mi cólera se ha desviado».



(1066.3) 97:4.6 Oseas
continuó fielmente las advertencias morales de Amós, diciendo de Dios:
«Los castigaré cuando lo desee». Pero los israelitas consideraron como
una crueldad que rayaba en la traición las palabras que dijo: «Diré a
aquellos que no eran mi pueblo: ‘Vosotros sois mi pueblo`, y ellos
dirán: ‘Tú eres nuestro Dios`». Continuó predicando el arrepentimiento y
el perdón, diciendo: «Yo curaré su apostasía; los amaré abundantemente,
pues mi cólera se ha desviado». Oseas proclamó constantemente la
esperanza y el perdón. La idea central de su mensaje fue siempre:
«Tendré misericordia de mi pueblo. No conocerán a ningún Dios salvo a
mí, porque no hay ningún salvador aparte de mí».


(1066.4) 97:4.7 Amós
estimuló la conciencia nacional de los hebreos para que reconocieran que
Yahvé no perdonaría ni el crimen ni el pecado entre ellos porque fueran
supuestamente el pueblo elegido, mientras que Oseas hizo sonar las
notas de apertura en los acordes misericordiosos posteriores de la
compasión y la bondad divinas, que fueron cantados de manera tan
exquisita por Isaías y sus compañeros.


(1066.5) 97:5.1 Ésta fue
una época en que algunos proclamaban amenazas de castigo para los
pecados personales y los crímenes nacionales de los clanes del norte,
mientras que otros predecían calamidades como castigo por las
transgresiones del reino del sur. Después de este despertar de la
conciencia y del conocimiento en las naciones hebreas, el primer Isaías
hizo su aparición.


(1066.6) 97:5.2 Isaías
continuó predicando la naturaleza eterna de Dios, su sabiduría infinita,
la fiabilidad de su perfección invariable. Representó al Dios de
Israel, diciendo: «El juicio lo pondré también como vara de medir, y la
rectitud como plomada». «El Señor os hará descansar de vuestras penas,
de vuestros miedos, y de la dura servidumbre en la que el hombre ha sido
puesto». «Vuestros oídos escucharán una palabra detrás de vosotros,
diciendo: ‘éste es el camino, seguidlo`». «Mirad, Dios es mi salvación;
confiaré y no tendré miedo, porque el Señor es mi fuerza y mi canción».
«‘Venid ahora y razonemos juntos`, dice el Señor: si vuestros pecados
son como la escarlata, se volverán tan blancos como la nieve; si son
rojos como el carmesí, se volverán como la lana`».


(1066.7) 97:5.3
Hablándole a las almas hambrientas de los hebreos dominados por el
miedo, este profeta dijo: «Levantaos y resplandeced, porque vuestra luz
ha llegado, y la gloria del Señor se ha alzado sobre vosotros». «El
espíritu del Señor está en mí porque me ha ungido para que predique la
buena nueva a los mansos; me ha enviado para vendar a los que tienen el
corazón destrozado, para proclamar la libertad a los cautivos y la
apertura de las prisiones a los que están atados». «Me regocijaré
profundamente en el Señor, mi alma estará contenta en mi Dios, porque me
ha vestido con las ropas de la salvación y me ha cubierto con su manto
de rectitud». «En todas sus aflicciones, él estaba afligido, y el ángel
de su presencia los salvó. Con su amor y su compasión los ha redimido.»



(1067.1) 97:5.4 Este
Isaías fue seguido de Miqueas y Abdías, que confirmaron y embellecieron
su evangelio que satisfacía el alma. Estos dos valientes mensajeros
denunciaron audazmente el ritual de los hebreos, dominado por los
sacerdotes, y atacaron intrépidamente todo el sistema sacrificatorio.


(1067.2) 97:5.5 Miqueas
criticó a «los jefes que juzgan por una recompensa, los sacerdotes que
enseñan por un salario y los profetas que adivinan por dinero». Enseñó
la llegada de un día en que se estaría libre de las supersticiones y del
clericalismo, diciendo: «Cada hombre se sentará debajo de su propia
vid, y nadie le infundirá temor, porque cada cual vivirá de acuerdo con
su comprensión de Dios».


(1067.3) 97:5.6 La idea
central del mensaje de Miqueas fue siempre: «¿Me presentaré ante Dios
con holocaustos? ¿Le agradarán al Señor mil carneros o diez mil ríos de
aceite? ¿Entregaré a mi primogénito por mi transgresión, el fruto de mi
cuerpo por el pecado de mi alma? Él me ha mostrado, oh hombre, lo que es
bueno; y qué exige el Señor de vosotros sino que actuéis con justicia,
que améis la misericordia y que caminéis humildemente con vuestro Dios».
Fue una gran época; fueron en verdad unos tiempos de grandes cambios
durante los cuales los hombres mortales escucharon, y algunos incluso
creyeron, estos mensajes emancipadores hace más de dos milenios y medio.
Y si no hubiera sido por la resistencia obstinada de los sacerdotes,
estos educadores habrían eliminado todo el ceremonial sangriento del
ritual de adoración de los hebreos.



(1067.4) 97:6.1 Aunque
diversos instructores continuaron exponiendo el evangelio de Isaías, le
perteneció a Jeremías dar el siguiente paso audaz en la
internacionalización de Yahvé, Dios de los hebreos.


(1067.5) 97:6.2 Jeremías
declaró intrépidamente que Yahvé no estaba del lado de los hebreos en
sus contiendas militares con otras naciones. Afirmó que Yahvé era el
Dios de toda la Tierra, de todas las naciones y de todos los pueblos. La
enseñanza de Jeremías representó el crescendo del movimiento ascendente
hacia la internacionalización del Dios de Israel; este intrépido
predicador proclamó de una vez por todas que Yahvé era el Dios de todas
las naciones, y que no existía ni Osiris para los egipcios, ni Belo para
los babilonios, ni Asur para los asirios, ni Dagón para los filisteos.
La religión de los hebreos participó así en el renacimiento del
monoteísmo que tuvo lugar en todo el mundo alrededor de esta época y
después de ella; por fin, el concepto de Yahvé se había elevado a un
nivel de Deidad de dignidad planetaria e incluso cósmica. Pero muchos
compañeros de Jeremías encontraron difícil concebir a Yahvé separado de
la nación hebrea.



(1067.6) 97:6.3 Jeremías
predicó también sobre el Dios justo y amoroso descrito por Isaías,
declarando: «Sí, os he amado con un amor eterno; por eso os he atraído
con mi bondad». «Pues él no aflige voluntariamente a los hijos de los
hombres».


(1067.7) 97:6.4 Este
intrépido profeta dijo: «Nuestro Señor es justo, grande en sus consejos y
poderoso en sus obras. Sus ojos están abiertos a todas las conductas de
todos los hijos de los hombres, para darle a cada uno según su conducta
y de acuerdo con el fruto de sus acciones». Pero se consideró como una
traición blasfema cuando dijo, durante el asedio de Jerusalén: «Y ahora
he puesto estas tierras en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi
servidor». Cuando Jeremías aconsejó que se rindiera la ciudad, los
sacerdotes y los gobernantes civiles lo arrojaron al hoyo cenagoso de
una lúgubre mazmorra.


(1068.1) 97:7.1 La
destrucción de la nación hebrea y su cautividad en Mesopotamia habrían
resultado de gran provecho para su teología en expansión si no hubiera
sido por la acción decidida de sus sacerdotes. La nación hebrea había
caído ante los ejércitos de Babilonia, y su Yahvé nacionalista había
padecido los sermones internacionalistas de los dirigentes espirituales.
El resentimiento por la pérdida de su dios nacional fue lo que condujo a
los sacerdotes judíos a inventar tantas fábulas y a multiplicar tantos
acontecimientos de apariencia milagrosa en la historia hebrea, en un
esfuerzo por restablecer a los judíos como el pueblo elegido de incluso
la idea nueva y ampliada de un Dios internacional de todas las naciones.


(1068.2) 97:7.2 Las
tradiciones y leyendas babilónicas influyeron mucho sobre los judíos
durante su cautividad, aunque debe tenerse en cuenta que mejoraron
constantemente el carácter moral y el significado espiritual de las
historias caldeas que adoptaron, a pesar de que deformaron
invariablemente estas leyendas para hacer recaer el honor y la gloria
sobre la ascendencia y la historia de Israel.


(1068.3) 97:7.3 Estos
sacerdotes y escribas hebreos tenían una sola idea en su mente: la
rehabilitación de la nación judía, la glorificación de las tradiciones
hebreas y la exaltación de su historia racial. Si se tiene resentimiento
por el hecho de que estos sacerdotes imprimieran sus ideas erróneas en
una parte tan amplia del mundo occidental, debe recordarse que no lo
hicieron intencionalmente; no pretendieron escribir por inspiración; no
hicieron ninguna declaración de estar escribiendo un libro sagrado.
Estaban simplemente preparando un libro de texto destinado a reforzar el
ánimo decreciente de sus compañeros de cautiverio. Tenían el propósito
concreto de mejorar el espíritu y el estado de ánimo nacional de sus
compatriotas. Los hombres de una época posterior fueron los que
reunieron estos y otros escritos en un libro guía cuyas enseñanzas eran
supuestamente infalibles.



(1068.4) 97:7.4 Los
sacerdotes judíos utilizaron libremente estos escritos después de la
cautividad, pero su influencia sobre sus compañeros cautivos fue
considerablemente obstaculizada por la presencia de un profeta joven e
indomable, el segundo Isaías, que se había convertido plenamente al Dios
de justicia, amor, rectitud y misericordia del Isaías anterior. Creía
también, junto con Jeremías, que Yahvé se había convertido en el Dios de
todas las naciones. Predicó estas teorías sobre la naturaleza de Dios
con un efecto tan contundente, que hizo conversos por igual entre los
judíos y sus captores. Este joven predicador dejó sus enseñanzas por
escrito, pero los sacerdotes hostiles e implacables intentaron
separarlas de toda conexión con él, aunque el puro respeto por su
belleza y su grandeza condujo a su incorporación entre los escritos del
primer Isaías. Y así, los escritos de este segundo Isaías se pueden
encontrar en el libro que lleva este nombre, abarcando desde el capítulo
cuarenta hasta el capítulo cincuenta y cinco, ambos inclusive.


(1068.5) 97:7.5 Desde
Maquiventa hasta la época de Jesús, ningún profeta o educador religioso
alcanzó el alto concepto de Dios que el segundo Isaías proclamó durante
este período de cautiverio. El Dios que proclamó este dirigente
espiritual no era ningún Dios pequeño, antropomorfo o fabricado por el
hombre. «Mirad, levanta las islas como si fueran diminutas». «Al igual
que los cielos son más elevados que la Tierra, mis caminos son más
elevados que los vuestros, y mis pensamientos más elevados que vuestros
pensamientos».


(1069.1) 97:7.6
Maquiventa Melquisedek podía por fin contemplar a unos educadores
humanos que proclamaban un verdadero Dios a los hombres mortales. Al
igual que el primer Isaías, este dirigente predicaba un Dios que creaba y
sostenía el universo. «He creado la Tierra y he puesto al hombre sobre
ella. No la he creado en vano; la he formado para que sea habitada». «Yo
soy el primero y el último; no hay ningún Dios aparte de mí». Hablando
en nombre del Señor Dios de Israel, este nuevo profeta dijo: «Los cielos
pueden desaparecer y la Tierra envejecer, pero mi rectitud perdurará
siempre y mi salvación se extenderá de generación en generación». «No
temáis, porque estoy con vosotros; no os desalentéis, porque yo soy
vuestro Dios». «No hay ningún Dios aparte de mí — un Dios justo y un
Salvador».



(1069.2) 97:7.7 A los
cautivos judíos les confortó, como ha confortado a miles y miles de
personas desde entonces, el escuchar unas palabras tales como: «Así dice
el Señor: ‘Yo os he creado, os he redimido, os he llamado por vuestro
nombre; sois míos». «Cuando paséis por las dificultades, yo estaré con
vosotros, puesto que sois inapreciables a mis ojos». ¿Puede una mujer
olvidar a su hijo lactante y no tener compasión por su hijo? Sí, ella
puede olvidar, pero yo no olvidaré a mis hijos, porque mirad, los he
grabado en la palma de mis manos; los he cubierto incluso con la sombra
de mis manos». «Que el perverso abandone sus caminos y el hombre inicuo
sus pensamientos; que vuelvan al Señor, y él tendrá misericordia de
ellos; que regresen a nuestro Dios, pues él perdonará abundantemente».


(1069.3) 97:7.8 Escuchad
de nuevo el evangelio de esta nueva revelación del Dios de Salem:
«Apacentará a su rebaño como un pastor; cogerá a los corderos en sus
brazos y los llevará en su seno. Da energía a los débiles y acrecienta
el vigor de los que no tienen fuerzas. Aquellos que esperan en el Señor
renovarán su vigor; se elevarán con alas como las águilas; correrán y no
se cansarán; caminarán y no se fatigarán».


(1069.4) 97:7.9 Este
Isaías dirigió una extensa propaganda evangélica del concepto ampliado
de un Yahvé supremo. Rivalizó con Moisés en la elocuencia con que
describió al Señor Dios de Israel como Creador Universal. Su descripción
de los atributos infinitos del Padre Universal fue poética. Nunca se
han vuelto a efectuar unas declaraciones más hermosas sobre el Padre
celestial. Los escritos de Isaías, al igual que los Salmos, figuran
entre las presentaciones más sublimes y verdaderas del concepto
espiritual de Dios que hayan escuchado nunca los oídos de los hombres
mortales antes de la llegada de Miguel a Urantia. Escuchad su
descripción de la Deidad: «Yo soy el elevado y el sublime que habita la
eternidad». «Yo soy el primero y el último, y aparte de mí no existe
ningún otro Dios». «La mano del Señor no es tan corta que no pueda
salvar, ni su oído tan duro que no pueda escuchar». Para el pueblo judío
fue una doctrina nueva que este profeta benigno, pero con autoridad,
insistiera en predicar la constancia divina, la fidelidad de Dios.
Declaró que «Dios no olvidará, no abandonará».



(1069.5) 97:7.10 Este
instructor atrevido proclamó que el hombre estaba estrechamente
relacionado con Dios, diciendo: «Todos aquellos que son llamados por mi
nombre, los he creado para mi gloria, y ellos proclamarán mi alabanza.
Yo, soy yo el que borra sus trasgresiones por mi propia satisfacción, y
no me acordaré de sus pecados».


(1069.6) 97:7.11
Escuchad cómo este gran hebreo echa por tierra el concepto de un Dios
nacional, mientras que proclama gloriosamente la divinidad del Padre
Universal, del cual dice: «Los cielos son mi trono, y la Tierra es mi
escabel». Y el Dios de Isaías era sin embargo santo, majestuoso, justo e
inescrutable. El concepto del Yahvé encolerizado, vengativo y celoso de
los beduinos del desierto casi se ha desvanecido. Un nuevo concepto del
Yahvé supremo y universal ha aparecido en la mente del hombre mortal,
para no ser perdido de vista nunca más por la humanidad. La comprensión
de la justicia divina ha empezado a destruir la magia primitiva y el
miedo biológico. Por fin se le presenta al hombre un universo de ley y
de orden, y un Dios universal con unos atributos fiables y finales.


(1070.1) 97:7.12 Este predicador de un Dios celestial nunca dejó de proclamar este Dios deamor.
«Vivo en el lugar alto y santo, y también con aquel que tiene un
espíritu humilde y contrito». Este gran instructor dijo también nuevas
palabras de consuelo a sus contemporáneos: «El Señor os guiará
continuamente y satisfará vuestra alma. Seréis como un jardín regado y
como un manantial donde no faltan las aguas. Y si el enemigo llega como
una inundación, el espíritu del Señor levantará una defensa contra él».
El evangelio de Melquisedek, destructor del miedo, y la religión de
Salem, que engendraba la confianza, brillaron una vez más para bendición
de la humanidad.



(1070.2) 97:7.13 El
valiente y perspicaz Isaías eclipsó eficazmente al Yahvé nacionalista
mediante su descripción sublime de la majestad y la omnipotencia
universal del Yahvé supremo, Dios de amor, soberano del universo y Padre
afectuoso de toda la humanidad. Desde aquellos días memorables, el
concepto más elevado de Dios en occidente ha englobado siempre la
justicia universal, la misericordia divina y la rectitud eterna. En un
lenguaje magnífico y con una elegancia incomparable, este gran
instructor describió al Creador todopoderoso como un Padre infinitamente
amoroso.


(1070.3) 97:7.14 Este
profeta de la cautividad predicó a su pueblo y a la gente de muchas
naciones que le escuchaban cerca del río en Babilonia. Este segundo
Isaías contribuyó mucho a contrarrestar los numerosos conceptos erróneos
y racialmente egoístas sobre la misión del Mesías prometido. Pero sus
esfuerzos no tuvieron un éxito completo. Si los sacerdotes no se
hubieran dedicado a la tarea de construir un nacionalismo mal entendido,
las enseñanzas de los dos Isaías hubieran preparado el terreno para el
reconocimiento y el recibimiento del Mesías prometido.


(1070.4) 97:8.1 La
costumbre de considerar el relato de las experiencias de los hebreos
como historia sagrada, y las actividades del resto del mundo como
historia profana, es responsable de una gran parte de la confusión que
existe en la mente humana en cuanto a la interpretación de la historia.
Esta dificultad aparece porque no existe una historia laica de los
judíos. Durante el exilio en Babilonia, los sacerdotes prepararon su
nuevo relato sobre las relaciones supuestamente milagrosas entre Dios y
los hebreos, la historia sagrada de Israel tal como figura en el Antiguo
Testamento. Luego destruyeron de manera cuidadosa y por completo los
archivos existentes de los asuntos hebreos — los libros tales como «Los
Actos de los reyes de Israel» y «Los Actos de los reyes de Judá», así
como otros diversos documentos más o menos precisos de la historia
hebrea.


(1070.5) 97:8.2 La
presión devastadora y la coacción inevitable de la historia laica
aterrorizaban tanto a los judíos cautivos y gobernados por los
extranjeros, que intentaron reescribir y refundir completamente su
historia. Para poder comprender esto, deberíamos examinar brevemente el
relato de su complicada experiencia nacional. Se debe recordar que los
judíos no lograron desarrollar una adecuada filosofía no teológica de la
vida. Lucharon contra su concepto egipcio original de las recompensas
divinas por la rectitud, unidas a los terribles castigos por el pecado.
La historia dramática de Job fue en cierto modo una protesta contra esta
filosofía errónea. El pesimismo manifiesto del Eclesiastés fue una
sabia reacción mundana contra estas creencias excesivamente optimistas
en la Providencia.


(1071.1) 97:8.3 Pero
quinientos años de soberanía por parte de unos gobernantes extranjeros
eran demasiados incluso para los pacientes y resignados judíos. Los
profetas y los sacerdotes empezaron a exclamar: «¿Hasta cuándo, oh
Señor, hasta cuándo?» Cuando los judíos honrados indagaban en las
Escrituras, su confusión se volvía aún más profunda. Un antiguo vidente
había prometido que Dios protegería y liberaría a su «pueblo elegido».
Amós había amenazado con que Dios abandonaría a Israel a menos que
restablecieran sus criterios de rectitud nacional. El escriba del
Deuteronomio había descrito la Gran Elección — entre el bien y el mal,
entre la bendición y la maldición. El primer Isaías había predicado
sobre un rey liberador benéfico. Jeremías había proclamado una era de
rectitud interior — la alianza escrita en las tablillas del corazón. El
segundo Isaías había hablado de la salvación por medio del sacrificio y
la redención. Ezequiel había proclamado la liberación a través del
servicio consagrado, y Esdras había prometido la prosperidad mediante la
observancia de la ley. Pero a pesar de todo esto, continuaban siendo
esclavos y la liberación se retrasaba. Daniel presentó entonces el drama
de la «crisis» inminente — la destrucción de la gran estatua y el
establecimiento inmediato del reinado perpetuo de la rectitud, el reino
mesiánico.



(1071.2) 97:8.4 Todas
estas falsas esperanzas condujeron a tal grado de decepción y de
frustración raciales, que los dirigentes de los judíos se sintieron
confundidos hasta el punto de no lograr reconocer ni aceptar la misión y
el ministerio de un Hijo divino del Paraíso cuando éste vino poco
después hacia ellos en la similitud de la carne mortal — encarnado como
Hijo del Hombre.


(1071.3) 97:8.5 Todas
las religiones modernas han cometido un grave error cuando han intentado
dar una interpretación milagrosa a ciertas épocas de la historia
humana. Aunque es cierto que Dios ha tendido muchas veces una mano
paternal interviniendo providencialmente en la corriente de los asuntos
humanos, es un error considerar a los dogmas teológicos y a las
supersticiones religiosas como una sedimentación sobrenatural que
aparece mediante una intervención milagrosa en esta corriente de la
historia humana. El hecho de que «los Altísimos gobiernen en los reinos
de los hombres» no convierte la historia laica en una historia
supuestamente sagrada.


(1071.4) 97:8.6 Los
autores del Nuevo Testamento y los escritores cristianos posteriores
complicaron aún más la deformación de la historia hebrea mediante sus
intentos bien intencionados por presentar a los profetas judíos como
trascendentes. La historia hebrea ha sido así explotada desastrosamente
por los escritores judíos y cristianos a la vez. La historia laica de
los hebreos ha sido completamente dogmatizada. Ha sido convertida en una
ficción de historia sagrada y ha sido inextricablemente relacionada con
los conceptos morales y las enseñanzas religiosas de las naciones
llamadas cristianas.



(1071.5) 97:8.7 Una
breve exposición de los puntos sobresalientes de la historia hebrea
ilustrará la manera en que los hechos que figuraban en los archivos
fueron tan alterados por los sacerdotes judíos en Babilonia, que la
historia laica cotidiana de su pueblo la transformaron en una historia
sagrada ficticia.


(1071.6) 97:9.1 Nunca
existieron doce tribus de israelitas — sólo tres o cuatro tribus se
establecieron en Palestina. La nación hebrea apareció como resultado de
la unión de los llamados israelitas con los cananeos. «Y los hijos de
Israel habitaron entre los cananeos. Y tomaron a sus hijas por esposas y
dieron a sus hijas a los hijos de los cananeos». Los hebreos nunca
expulsaron a los cananeos de Palestina, a pesar de que el relato
efectuado por los sacerdotes sobre estos hechos afirmaba sin vacilar que
lo hicieron.



(1071.7) 97:9.2 La
conciencia israelita tuvo su origen en la región montañosa de Efraín; la
conciencia judía posterior se originó en el clan meridional de Judá.
Los judíos (los judaítas) siempre intentaron difamar y denigrar la
historia de los israelitas del norte (los efraimitas).


(1072.1) 97:9.3 La
pretenciosa historia de los hebreos empieza con Saúl cuando reunió a los
clanes del norte para resistir un ataque de los ammonitas contra los
miembros de una tribu hermana — los galaaditas — al este del Jordán. Con
un ejército de poco más de tres mil hombres derrotó al enemigo, y esta
hazaña fue la que condujo a las tribus de las colinas a hacerlo rey.
Cuando los sacerdotes exiliados reescribieron esta historia, aumentaron
el ejército de Saúl a 330.000 soldados, y añadieron «Judá» a la lista de
las tribus que habían participado en la batalla.


(1072.2) 97:9.4
Inmediatamente después de la derrota de los ammonitas, Saúl se convirtió
en rey por elección popular de sus tropas. Ningún sacerdote o profeta
participó en este asunto. Pero más tarde, los sacerdotes consignaron en
las crónicas que Saúl había sido coronado rey por el profeta Samuel
siguiendo las instrucciones divinas. Actuaron de esta manera a fin de
establecer una «línea divina de descendencia» para la monarquía judaíta
de David.



(1072.3) 97:9.5 De todas
las deformaciones de la historia judía, la mayor de ellas estuvo
relacionada con David. Después de la victoria de Saúl sobre los
ammonitas (que él atribuyó a Yahvé), los filisteos se alarmaron y
empezaron a atacar a los clanes del norte. David y Saúl no lograron
nunca ponerse de acuerdo. David estableció una alianza con los filisteos
y subió por la costa con seiscientos hombres hasta Esdraelón. En Gat,
los filisteos le ordenaron a David que dejara el campo de batalla;
temían que pudiera aliarse con Saúl. David se retiró; los filisteos
atacaron y derrotaron a Saúl. No habrían podido conseguirlo si David
hubiera permanecido leal a Israel. El ejército de David era un conjunto
políglota de descontentos, compuesto en su mayor parte de inadaptados
sociales y fugitivos de la justicia.


(1072.4) 97:9.6 La
trágica derrota de Saúl en Gilboa a manos de los filisteos disminuyó la
importancia que tenía Yahvé entre los dioses a los ojos de los cananeos
vecinos. Normalmente, la derrota de Saúl habría sido imputada a una
apostasía de Yahvé, pero en esta ocasión los redactores judaítas la
atribuyeron a errores de ritual. Necesitaban la tradición de Saúl y
Samuel como trasfondo para el reinado de David.


(1072.5) 97:9.7 David
estableció su cuartel general con su pequeño ejército en la ciudad no
hebrea de Hebrón. Sus compatriotas no tardaron en proclamarlo rey del
nuevo reino de Judá. Judá estaba compuesto principalmente por elementos
no hebreos — kenitas, calebitas, jebuseos y otros cananeos. Eran nómadas
— pastores — y por lo tanto partidarios de la idea hebrea sobre la
propiedad de la tierra. Conservaban las ideologías de los clanes del
desierto.



(1072.6) 97:9.8 La
diferencia entre la historia sagrada y la historia profana está bien
ilustrada en los dos relatos diferentes acerca de la coronación de David
como rey, que figuran en el Antiguo Testamento. Los sacerdotes dejaron
por inadvertencia en los archivos una parte de la historia profana sobre
la manera en que los seguidores inmediatos de David (su ejército) lo
hicieron rey, y posteriormente prepararon el largo y prosaico relato de
la historia sagrada, en el que se describe cómo el profeta Samuel, por
instrucción divina, escogió a David entre sus hermanos y procedió a
ungirlo oficialmente, por medio de ceremonias solemnes y elaboradas,
como rey de los hebreos, y luego lo proclamó sucesor de Saúl.


(1072.7) 97:9.9 Después
de preparar sus relatos ficticios sobre las relaciones milagrosas entre
Dios e Israel, los sacerdotes olvidaron muchas veces suprimir por
completo las afirmaciones claras y realistas que ya existían en dichos
documentos.


(1072.8) 97:9.10 David
intentó mejorar su posición política casándose primero con la hija de
Saúl, luego con la viuda de Nabal, el rico edomita, y después con la
hija de Talmai, el rey de Geshur. Tomó seis esposas entre las mujeres de
Jebus, sin mencionar a Betsabé, la esposa del hitita.



(1073.1) 97:9.11 Por
medio de estos métodos y de estas personas fue como David construyó la
ficción de un reino divino de Judá, que era el sucesor de la herencia y
las tradiciones del reino septentrional del Israel efraimita en vías de
desaparición. La tribu cosmopolita de David, llamada Judá, estaba
compuesta por más gentiles que judíos; sin embargo, los ancianos
oprimidos de Efraín bajaron de sus montañas y «le ungieron como rey de
Israel». Después de una amenaza militar, David hizo entonces un pacto
con los jebuseos y estableció su capital del reino unido en Jebus
(Jerusalén), que era una ciudad fuertemente amurallada a medio camino
entre Judá e Israel. Los filisteos se sublevaron y no tardaron en atacar
a David. Después de una violenta batalla fueron derrotados, y Yahvé fue
establecido una vez más como «el Señor Dios de los Ejércitos».


(1073.2) 97:9.12 Pero
Yahvé tenía que compartir forzosamente una parte de esta gloria con los
dioses cananeos, pues la mayor parte del ejército de David no era
hebrea. Por eso aparece en vuestras escrituras esta declaración
reveladora (que los redactores judaítas pasaron por alto): «Yahvé ha
derribado a mis enemigos delante de mí. Por eso le ha puesto a aquel
lugar el nombre de Baal-Perazim». Actuaron así porque el ochenta por
ciento de los soldados de David eran baalitas.


(1073.3) 97:9.13 David
explicó la derrota de Saúl en Gilboa haciendo observar que Saúl había
atacado la ciudad cananea de Gibeón, cuya población tenía un tratado de
paz con los efraimitas. A causa de esto, Yahvé lo había abandonado.
Incluso en los tiempos de Saúl, David había defendido la ciudad cananea
de Keila contra los filisteos, y luego estableció su capital en una
ciudad cananea. Siguiendo su política de compromiso con los cananeos,
David entregó siete descendientes de Saúl a los gibeonitas para que los
ahorcaran.



(1073.4) 97:9.14
Después de la derrota de los filisteos, David tomó posesión del «arca de
Yahvé», la llevó a Jerusalén e instaló oficialmente el culto a Yahvé en
su reino. Luego impuso fuertes tributos a las tribus vecinas —
edomitas, moabitas, ammonitas y sirios.


(1073.5) 97:9.15 La
maquinaria política corrupta de David empezó a apoderarse personalmente
de las tierras del norte, violando las costumbres hebreas, y poco
después logró controlar los aranceles de las caravanas, anteriormente
recaudados por los filisteos. Luego se produjo una serie de atrocidades
que culminaron en el asesinato de Urías. Todas las apelaciones
judiciales se juzgaban en Jerusalén; «los ancianos» ya no podían
administrar la justicia. No es de extrañar que estallara la rebelión.
Hoy se calificaría a Absalón de demagogo; su madre era cananea. Había
media docena de aspirantes al trono además de Salomón, el hijo de
Betsabé.


(1073.6) 97:9.16
Después de la muerte de David, Salomón purgó la maquinaria política de
todas las influencias nórdicas, pero continuó con toda la tiranía y el
sistema tributario del régimen de su padre. Salomón arruinó la nación
con los lujos de su corte y su detallado programa de construcciones,
entre ellas la casa del Líbano, el palacio de la hija del faraón, el
templo de Yahvé, el palacio del rey y la restauración de las murallas de
muchas ciudades. Salomón creó una enorme flota hebrea, dirigida por
marineros sirios, que comerciaba con el mundo entero. Su harén estaba
compuesto por cerca de mil mujeres.



(1073.7) 97:9.17 El
templo de Yahvé en Silo cayó en descrédito hacia esta época, y todo el
culto de la nación fue centralizado en la espléndida capilla real de
Jebus. El reino del norte volvió más a la adoración de Elohim.
Disfrutaban del favor de los faraones, que más tarde esclavizaron a
Judá, sometiendo al reino del sur a pagar tributo.


(1073.8) 97:9.18 Hubo
altibajos — guerras entre Israel y Judá. Después de cuatro años de
guerra civil y de tres dinastías, Israel cayó bajo el dominio de los
déspotas de la ciudad, que empezaron a comerciar con las tierras.
Incluso el rey Omri intentó comprar las propiedades de Semer. Pero el
fin se acercó rápidamente cuando Salmanasar III decidió controlar la
costa mediterránea. Ajab, el rey de Efraín, reunió a otros diez grupos y
resistió en Karkar; la batalla terminó en un empate. Detuvieron a los
asirios, pero los aliados quedaron diezmados. Esta gran batalla ni
siquiera se menciona en el Antiguo Testamento.


(1074.1) 97:9.19
Surgieron nuevos problemas cuando el rey Ajab intentó comprar las
tierras de Nabot. Su esposa fenicia falsificó la firma de Ajab en los
documentos que ordenaban la confiscación de las tierras de Nabot,
acusado de haber blasfemado contra los nombres de «Elohim y del rey». Él
y sus hijos fueron rápidamente ejecutados. El enérgico Elías apareció
en escena denunciando a Ajab por el asesinato de los Nabot. Así es como
Elías, uno de los profetas más grandes, empezó su enseñanza como
defensor de las antiguas costumbres sobre la tierra y en contra de la
actitud de los baalitas de vender las tierras, contra la tentativa de
las ciudades por dominar el campo. Pero la reforma no tuvo éxito hasta
que el terrateniente Jehú unió sus fuerzas a las del cacique gitano
Yonadab para destruir a los profetas (agentes inmobiliarios) de Baal en
Samaria.



(1074.2) 97:9.20 Una
nueva vida apareció cuando Joás y su hijo Jeroboam liberaron a Israel de
sus enemigos. Pero en esta época gobernaba en Samaria una nobleza de
bandidos cuyas depredaciones rivalizaban con las de la dinastía de David
de los tiempos antiguos. El Estado y la iglesia estaban de común
acuerdo. El intento por suprimir la libertad de expresión condujo a
Elías, Amós y Oseas a empezar a escribir en secreto, y éste fue el
auténtico comienzo de las Biblias judía y cristiana.


(1074.3) 97:9.21 Pero
el reino del norte no desapareció de la historia hasta que el rey de
Israel conspiró con el rey de Egipto y se negó a continuar pagando
tributo a Asiria. Entonces empezó un asedio de tres años, seguido por la
dispersión total del reino del norte. Efraín (Israel) desapareció de
esta manera. Judá — los judíos, «el resto de Israel» — había empezado a
concentrar las tierras entre las manos de unos pocos, tal como dijo
Isaías: «Acumulando una casa tras otra y un campo tras otro». Pronto
hubo en Jerusalén un templo de Baal al lado del templo de Yahvé. Este
reinado de terror terminó en una sublevación monoteísta dirigida por el
rey niño Joás, que hizo una cruzada a favor de Yahvé durante treinta y
cinco años.


(1074.4) 97:9.22 El rey
siguiente, Amasías, tuvo dificultades con los contribuyentes edomitas
rebeldes y con sus vecinos. Después de una victoria notable, se dirigió a
atacar a sus vecinos del norte y sufrió una derrota igualmente notable.
Luego se rebelaron los campesinos; asesinaron al rey y pusieron en el
trono a su hijo Azarías, de dieciséis años, llamado Ozías por Isaías.
Después de Ozías, las cosas fueron de mal en peor, y Judá vivió durante
cien años pagando tributo a los reyes de Asiria. El primer Isaías les
dijo que como Jerusalén era la ciudad de Yahvé, no caería nunca. Pero
Jeremías no dudó en proclamar su caída.



(1074.5) 97:9.23 La
verdadera ruina de Judá fue llevada a cabo por una banda de ricos
políticos corruptos que actuaba bajo el gobierno del rey niño Manasés.
La economía cambiante favoreció la vuelta a la adoración de Baal, cuyas
transacciones privadas con las tierras estaban en contra de la ideología
de Yahvé. La caída de Asiria y la ascensión de Egipto trajeron la
liberación de Judá durante un tiempo, y los campesinos tomaron el poder.
Bajo Josías, destruyeron la banda de políticos corruptos de Jerusalén.


(1074.6) 97:9.24 Pero
esta era llegó a su fin trágicamente cuando Josías se atrevió a salir
para interceptar al poderoso ejército de Nekó que subía por la costa
desde Egipto para ayudar a Asiria contra Babilonia. Josías fue arrasado,
y Judá tuvo que pagar tributo a Egipto. El partido político de Baal
volvió al poder en Jerusalén, y así es como empezó la verdadera
esclavitud hacia Egipto. Luego siguió un período durante el cual los
políticos de Baal controlaron tanto los tribunales como el clero. El
culto a Baal era un sistema económico y social que se ocupaba de los
derechos de propiedad y también tenía que ver con la fertilidad del
suelo.



(1075.1) 97:9.25 Con la
derrota de Nekó a manos de Nabucodonosor, Judá cayó bajo el dominio de
Babilonia y se le concedieron diez años de gracia, pero pronto se
rebeló. Cuando Nabucodonosor vino contra ellos, los judaítas pusieron en
marcha algunas reformas sociales, tales como la liberación de los
esclavos, para influir sobre Yahvé. El ejército babilonio se retiró
temporalmente, y los hebreos se regocijaron porque las virtudes de sus
reformas los habían salvado. Durante este período fue cuando Jeremías
les anunció la ruina inminente que les esperaba, y poco después volvió
Nabucodonosor.


(1075.2) 97:9.26 El fin
de Judá sobrevino así repentinamente. La ciudad fue destruida y la
población llevada a Babilonia. La lucha entre Yahvé y Baal terminó en la
cautividad. Y la conmoción de la cautividad llevó al resto de Israel al
monoteísmo.


(1075.3) 97:9.27 En
Babilonia, los judíos llegaron a la conclusión de que no podían existir
en Palestina como un pequeño grupo, con sus propias costumbres sociales y
económicas particulares, y que si sus ideologías habían de prevalecer,
tenían que convertir a los gentiles. Así es como se originó su nuevo
concepto del destino — la idea de que los judíos debían convertirse en
los servidores elegidos de Yahvé. La religión judía del Antiguo
Testamento evolucionó realmente durante la cautividad en Babilonia.



(1075.4) 97:9.28 La
doctrina de la inmortalidad también tomó forma en Babilonia. Los judíos
habían creído que la idea de la vida futura reducía la importancia de su
evangelio de justicia social. Ahora, por primera vez, la teología
desplazaba a la sociología y a la economía. La religión estaba tomando
forma como sistema de pensamiento y de conducta humanos, separándose
cada vez más de la política, la sociología y la economía.


(1075.5) 97:9.29 Y así,
la verdad sobre el pueblo judío revela que muchas cosas que han sido
consideradas como historia sagrada no son mucho más que la crónica de
una historia profana común y corriente. El judaísmo fue el terreno donde
creció el cristianismo, pero los judíos no eran un pueblo milagroso.


(1075.6) 97:10.1 Sus
dirigentes habían enseñado a los israelitas que eran un pueblo elegido,
no por una complacencia y un monopolio especiales del favor divino, sino
para el servicio especial de llevar la verdad del Dios único y supremo a
todas las naciones. Y habían prometido a los judíos que, si cumplían
con este destino, se convertirían en los dirigentes espirituales de
todos los pueblos, y que el Mesías venidero reinaría sobre ellos y sobre
el mundo entero como Príncipe de la Paz.


(1075.7) 97:10.2 Cuando
los judíos fueron liberados por los persas, sólo regresaron a Palestina
para caer en la esclavitud de su propio código de leyes, sacrificios y
rituales dominado por los sacerdotes. Y al igual que los clanes hebreos
rechazaron la maravillosa historia de Dios presentada en el discurso de
despedida de Moisés a favor de los rituales de sacrificio y de
penitencia, estos restos de la nación hebrea rechazaron también el
magnífico concepto del segundo Isaías a favor de las reglas, las
reglamentaciones y los rituales de su clero en crecimiento.


(1075.8) 97:10.3 El
egotismo nacional, la falsa confianza en un Mesías prometido y mal
comprendido, así como la esclavitud y la tiranía crecientes de los
sacerdotes, silenciaron para siempre las voces de los dirigentes
espirituales (exceptuando a Daniel, Ezequiel, Ageo y Malaquías); y desde
aquel tiempo hasta la época de Juan el Bautista, todo Israel
experimentó un retroceso espiritual cada vez mayor. Pero los judíos no
perdieron nunca el concepto del Padre Universal; han continuado
manteniendo este concepto de la Deidad incluso hasta el siglo veinte
después de Cristo.



(1076.1) 97:10.4 Desde
Moisés hasta Juan el Bautista existió una línea ininterrumpida de fieles
educadores que pasaron la antorcha de la luz monoteísta de una
generación a la siguiente, al mismo tiempo que reprendían sin cesar a
los gobernantes sin escrúpulos, denunciaban a los sacerdotes
mercantilistas y exhortaban siempre al pueblo a que cumplieran con la
adoración del Yahvé supremo, el Señor Dios de Israel.


(1076.2) 97:10.5 Los
judíos terminaron por perder su identidad política como nación, pero la
religión hebrea de la creencia sincera en el Dios único y universal
continúa viviendo en el corazón de los exiliados dispersos. Esta
religión sobrevive porque ha desempeñado eficazmente su función de
conservar los valores más elevados de sus seguidores. La religión judía
logró preservar los ideales de un pueblo, pero no consiguió fomentar el
progreso ni estimular el descubrimiento filosófico creativo en los
ámbitos de la verdad. La religión judía tenía muchos defectos — era
deficiente en filosofía y estaba casi desprovista de cualidades
estéticas — pero sí conservó los valores morales; por eso sobrevivió.
Comparado con otros conceptos de la Deidad, el concepto del Yahvé
supremo era claro, intenso, personal y moral.


(1076.3) 97:10.6 Los
judíos amaban la justicia, la sabiduría, la verdad y la rectitud como
pocos pueblos lo han hecho, pero contribuyeron menos que todos los demás
pueblos a la comprensión intelectual y al entendimiento espiritual de
estas cualidades divinas. Aunque la teología hebrea se negó a crecer,
jugó un papel importante en el desarrollo de otras dos religiones
mundiales: el cristianismo y el mahometismo.



(1076.4) 97:10.7 La
religión judía sobrevivió también a causa de sus instituciones. Es
difícil que la religión sobreviva cuando sólo es la práctica privada de
unos individuos aislados. Los dirigentes religiosos siempre han cometido
el siguiente error: Al observar los males de la religión
institucionalizada, tratan de destruir la técnica de las actividades en
grupo. En lugar de destruir todo el ritual, harían mejor en reformarlo. A
este respecto, Ezequiel fue más sabio que sus contemporáneos; aunque se
unió a ellos para insistir en la responsabilidad moral personal,
también se dedicó a establecer el fiel cumplimiento de un ritual
superior y purificado.


(1076.5) 97:10.8 Así es
como los educadores sucesivos de Israel llevaron a cabo, en la
evolución de la religión, la hazaña más grande que se haya realizado
jamás en Urantia: la transformación gradual pero continua del concepto
bárbaro del demonio salvaje Yahvé, el dios espíritu celoso y cruel del
volcán fulminante del Sinaí, en el concepto posterior sublime y
celestial de un Yahvé supremo, creador de todas las cosas y Padre amante
y misericordioso de toda la humanidad. Este concepto hebreo de Dios fue
la imagen humana más elevada que se tuvo del Padre Universal hasta el
momento en que fue aún más ampliada y exquisitamente desarrollada
mediante las enseñanzas personales y el ejemplo de la vida de su Hijo,
Miguel de Nebadon.


(1076.6) 97:10.9 [Presentado por un Melquisedek de Nebadon.]










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