domingo, 4 de septiembre de 2016

Teresa de Lisieux - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Teresa de Lisieux



Teresita del Niño Jesús
Teresa-de-Lisieux.jpg

Detalle de una fotografía tomada a Teresa de Lisieux en el patio de su monasterio en 1895.
Proclamada Doctora de la Iglesia el 19 de octubre de 1997 por el papa Juan Pablo II
Nombre Marie-Françoise Thérèse Martin
Nacimiento 2 de enero de 1873

Bandera de Francia Alençon, Francia
Padres San Luis Martin y Santa María Celia Guérin
Fallecimiento 30 de septiembre de 1897

Bandera de Francia Lisieux, Francia
Venerada en Iglesia Católica
Beatificación 29 de abril, 1923 por Pío XI
Canonización 17 de mayo, 1925 por Pío XI
Festividad
Atributos es representada como religiosa carmelita, abrazando un crucifijo envuelto en rosas
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Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz o, simplemente, Santa Teresita (Alençon, 2 de enero de 1873 - Lisieux, 30 de septiembre de 1897) fue una religiosa carmelita descalza francesa declarada santa en 1925 y proclamada Doctora de la Iglesia en 1997 por Juan Pablo II.



Índice

Biografía

María Francisca Teresa Martín Guérin nació en la calle Saint-Blaise de Alenzón, Normandía, al noroeste de Francia, el 2 de enero de 1873, de Luis Martin y María Celia Guérin,
canonizados el domingo 18 de octubre del 2015; fueron 9 hermanos, de
los cuales 4 murieron a temprana edad, solo sobrevivieron 5 niñas: María
(1860-1940), Paulina (1861-1951), Leonie (1863-1941), Celine
(1869-1959) y Teresa, que fue la menor. Todas ellas abrazarían después
la vida religiosa.



Primera fotografía de Teresa de Lisieux en 1876 a los 3 años
Fue bautizada dos días después de su nacimiento, el 4 de enero de
1873, en la Catedral de Nuestra Señora de Alençon. Sus padrinos fueron
Paul Boul, hijo de un amigo de la familia, y su hermana mayor, María.


En marzo de ese año, a los dos meses de edad, estuvo a punto de morir
y debió ser confiada a una enfermera, Rose Taillé, que ya había estado
cuidando a dos hijos de la pareja Martin. Se mejoró rápidamente y creció
en la campiña normanda, en la granja Semallé, a una distancia de casi
ocho kilómetros. A su regreso a Alençon el 2 de abril de 1874, su
familia la rodea de afecto. Su madre dice que "es de una inteligencia
superior a Celina, pero mucho menos dulce, y sobre todo es de una
obstinación casi invencible. Cuando ella dice que no, nada puede hacerla
cambiar." Es juguetona y traviesa, pero también es emocional y a menudo
llora. Teresa siempre se refirió a este primer periodo de su vida como
el más feliz.


El hogar de los esposos Martin era un verdadero jardín de virtudes y
santidad. Amaban sinceramente a cada una de sus hijas, aunque no
toleraban ninguna clase de mal comportamiento y lo corregían al
instante. La fe cristiana era el sustento familiar. Cuando no estaban en
la iglesia como familia, celebraban las fiestas religiosas y/o rezaban
el rosario en casa como familia. Ya a su temprana edad asistía junto a
su familia a misa cada día a las 5:30 de la mañana. La familia Martin
adhiere estrictamente ayunando y orando al ritmo del año litúrgico. Los
Martin también practicaban la caridad y ocasionalmente dan la bienvenida
a algún pobre a su mesa; visitaban a los enfermos y los ancianos. Las
niñas crecieron viendo en sus padres dos grandes modelos de santidad.


Desde 1865 Celia Martin se queja de dolores en su interior. En
diciembre de 1876 un médico revela un “tumor fibroso” de gravedad. Es
demasiado tarde para intentar una operación. El 24 de febrero de 1877,
Celia pierde a su hermana Marie-Louise, que murió de tuberculosis en el
Convento de la Visitación de Le Mans, con el nombre de hermana
Marie-Dositea. Después de su muerte, sus sufrimientos se agudizan, pero
todo se lo esconde a su familia. En julio de 1877 Celia participa de una
peregrinación al Santuario de Lourdes pidiendo la gracia de su curación, pero no recibe tal gracia.


Finalmente, Celia Martin muere el 28 de agosto de 1877 a causa de un
cáncer de mama, cuando Teresa tenía apenas 4 años. En noviembre de 1877
Luis Martin decidió trasladarse a la ciudad de Lisieux, donde residía la familia de su esposa, quienes prometieron a Celia cuidar de sus hijas después de su muerte.


Traslado a Lisieux y primera etapa de su vida

La familia Guerin los ayudó a instalarse en una casa rodeada de
arbustos: los Buissonnets. Allí viviría Teresa los siguientes años hasta
su entrada en el Carmelo de Lisieux.



Teresita a la edad de 8 años.
Teresa sintió profundamente el cambio de atmósfera. Echa de menos a su madre aún más y sobre esto escribió: "Desde
que mamá murió, mi alegría característica cambio completamente; yo que
era tan viva, tan expansiva, me convertí en tímida y dulce, sensible al
exceso
”. A pesar del amor prodigado a su padre y a Paulina, a quien
después de la muerte de su madre adoptó como su "segunda madre", la vida
era austera en los Buissonnets y tendría en cuenta más tarde que este
fue "el segundo período de su existencia, el más dolorosa de los tres".


A los siete años, en 1880, Teresa se confiesa por primera vez. En
esta ocasión ignora el miedo y los escrúpulos que ya tanto la
fastidiaban, dice: "Desde que regresé de la confesión por todas las
grandes fiestas ha sido un verdadero placer para mí cada vez que he
ido”. El 13 de mayo de 1880, se hace presente en la primera comunión de
Celina, que comparte con alegría:" Creo que he recibido grandes gracias de ese día y le considero uno de los más hermosos de mi vida".
También ella está a la espera de recibir la sagrada comunión y decide
aprovechar los tres años que le quedan para prepararse para el evento.


A los ocho años y medio, el 3 de octubre de 1881, Teresa entró en el
colegio de las benedictinas en Lisieux. Regresaba a su casa por las
noches, ya que su familia residía muy cerca. Haber recibido previamente
lecciones de Paulina y María le dio buenas bases y se puso rápidamente a
la cabeza de su clase. Sin embargo, se encuentra con una vida en
comunidad a la que no está acostumbrada. Es perseguida por compañeras de
más edad que le tienen celos. Ella llora pero no se atreve a quejarse.
No le gusta el recreo, tan ajetreado y ruidoso. Su maestra la describe
como una estudiante obediente, tranquila y pacífica, a veces pensativa o
incluso triste. Teresa dijo más tarde que estos cinco años fueron los
más tristes de su vida, y encontró consuelo en la presencia de su
"querida Celina".


Durante esta época desarrolla su gusto por la lectura, especialmente
la que satisfacía sus necesidades de calma; historias caballerescas y
apasionadas. También comienza a sentir una gran admiración por Juana de Arco. Ella piensa que ha nacido para una gloria oculta: “el Buen Dios me hizo comprender que si mi gloria no aparece a los ojos mortales, podría llegar a ser una gran santa!!!...


Durante el verano de 1882, cuando Teresa tenía nueve años, se entera
por accidente del deseo de su hermana Paulina de convertirse en monja
carmelita. La idea de perder a su segunda madre le causa gran tristeza y
desesperación. Paulina, tratando de consolarla, le explica cómo es la
vida dentro del Carmelo, y entonces Teresa también se siente llamada al
Carmelo. Después escribió: "Sentí que el Carmelo era el desierto
donde Dios quería que yo me fuera a ocultar... me sentía tan fuertemente
llamada que no había ninguna duda en mi corazón, no era un sueño de la
infancia que viaja lejos, sino la certeza de una llamada divina; yo
quería ir al Carmelo no por Paulina, sino solamente por Jesús...
"


Un domingo, Teresa logra ir al Carmelo de Lisieux y entrevistarse con
la Madre Superiora, María de Gonzaga, quien le dijo, sin que Teresa
hubiera mencionado sus deseos: "cuando vengas a vivir con nosotras, mi querida hija, os llamaréis Teresa del Niño Jesús", cosa que la Santa interpretó como "una delicadeza de mi amado Niño Jesús".1 Pero también le dijo que no podían aceptar aspirantes menores de dieciséis años.


El lunes 2 de octubre de 1882, Paulina entra en el Carmelo de
Lisieux, donde tomó el nombre de “Sor Inés de Jesús”. Fue un día aún más
triste para Teresa, quien había vuelto a la escuela por un año más,
pues no podía saltarse un grado ya que estaba en tercero, donde se hace
la preparación para la Primera Comunión. La enseñanza religiosa será una
de las materias importantes, en la que sobresale Teresa. La perspectiva
de la comunión, como se esperaba, es un rayo de sol.


La extraña enfermedad y la sonrisa de la virgen

Para diciembre de 1882, la salud de Teresa empieza a empeorar de
manera extraña: sufre continuamente de dolores de cabeza, dolores en el
costado, come poco y duerme mal. Su carácter también cambia: a veces se
enoja con María y pelea incluso con Celina, con quien siempre habían
sido muy buenas amigas. En el locutorio del Carmelo, Paulina está
preocupada por su hermana menor, a quien le ofrece asesoramiento y
cariñosas reprimendas.



Santa Teresita a la edad de 13 años.
En ese mismo año el médico Alphonse H. Notta diagnosticó la
enfermedad de Teresita como una reacción a una frustración emocional con
un ataque neurótico, sin duda causado por la partida de su hermana
Paulina al monasterio carmelita de Lisieux el 2 de octubre de ese mismo
año.


Durante las vacaciones de Semana Santa de 1883, Luis Martin organiza
un viaje a París con María y Leonie. El tío Guérin acoge a Celina y
Teresa en su hogar. El 25 de marzo en la tarde, mientras cenaban junto a
Celina, Teresa se derrumba en lágrimas. La llevan a su cama; pasó una
noche muy inquieta. Preocupado, su tío llamó al día siguiente a un
médico, quien diagnóstico "una enfermedad muy grave que nunca atacaba a los niños." Dada la gravedad de su estado, envían un telegrama a Luis, quien regresa a toda prisa a Lisieux.


Varias veces al día, Teresa sufre de temblores nerviosos,
alucinaciones y ataques de terror. Está pasando por una gran debilidad
y, a pesar de que conserva toda su lucidez, no pueden dejarla sola. Sin
embargo, la paciente repite que quiere asistir a la toma de hábito de
Paulina, programada para el 6 de abril. La mañana del fatídico día,
después de una fuerte crisis, Teresa se levanta, y curada en apariencia
milagrosamente, va con su familia al Carmelo. Continúa transcurriendo
todo el día, llena de alegría y entusiasmo. Pero al día siguiente tiene
una recaída repentina: se llena de delirios que parecen privarla de la
razón. El médico, muy preocupado, todavía no puede encontrar la cura de
su enfermedad. Luis Martin temía que su "pobre niña" fuera a morir o a
volverse loca.


Durante meses sufrió de dolores de cabeza y alucinaciones. Toda su
familia estaba desesperada pensando que la muerte podría llegarle
pronto. Su padre mandó incluso oficiar varias misas por su curación en
el santuario de Nuestra Señora de las Victorias en París.
El 13 de mayo de 1883, el día de Pentecostés, Luis Martin, Leonie,
Celina y María, que permanecen junto a la cama de Teresa, se sienten
impotentes para poder aliviarla, se arrodillan a los pies de la cama y
se dirigen a una imagen de la Virgen.Más adelante, Teresa contaría: "Al
no encontrar ayuda en la tierra, la pobre Teresa también se vuelca
hacia su madre del cielo, orando con todo su corazón para que finalmente
tenga misericordia de ella
...". En ese momento Teresa se siente abrumada por la belleza de la Virgen, y especialmente por su sonrisa: “La Santísima Virgen me ha sonreído. ¡Qué feliz soy!".
En ese momento, la paciente se estabiliza delante de sus hermanas y su
padre que están atónitos. Al día siguiente, todos los rastros de la
enfermedad desaparecen, excepto dos pequeñas alertas en los siguientes
meses. Teresa aún esta frágil, pero no va a sufrir en el futuro de
ninguna nueva manifestación de estos trastornos.


Primera comunión, confirmación y sufrimiento con los escrúpulos

En 1883, Teresa regresa al colegio y de inmediato se coloca a la
cabeza en las clases de catecismo. También se prepara en los
Buissonnets. Cada semana, Paulina escribe desde el Carmelo aconsejando a
sus hermanas sacrificios y oraciones diarias para ofrecer a Jesús.
Teresa toma estas listas en serio y se aplica a seguir cada una
escrupulosamente.


El 8 de mayo de 1884, Teresa hizo su primera comunión en la iglesia del colegio de las Benedictinas en Lisieux.


Durante la misa, Teresa llora profusamente de alegría y no de
tristeza. Describiría a la perfección la intensidad de este primer
encuentro místico: "¡Ah! Ese fue el primer beso de Jesús en mi alma
... Fue un beso de amor, me sentí amada, y le dije también: "Te amo, me
entrego a ti para siempre. No hubo demandas, no hay luchas, sacrificios;
hace mucho tiempo, Jesús y Teresita se habían mirado pobres y se habían
entendido.
” La profundidad espiritual de este día no impide que sea
una oportunidad para disfrutar de la celebración con la familia y de
los muchos regalos que recibe.


El 14 de junio de 1884 es confirmada por el obispo Abel
Antoine-Flavien Hugonin, obispo de Lisieux. Su madrina de confirmación
es su hermana Leonie. Al recibir el Espíritu Santo, la joven confirmada
se deja maravillar por este "Sacramento de Amor", que, ella está segura, le dará la “fuerza para sufrir".


En 1885, después de escuchar un sermón del Padre Domin sobre los
pecados mortales y el juicio final, las "penas del alma", que habían
atormentado a Teresa y que parecían haber desaparecido, despiertan
bruscamente. La niña, tan frágil, volverá a caer en la "terrible
enfermedad de los escrúpulos." Teresa se convence de su pecado y
desarrolla un fuerte sentimiento de culpa por todo. "Las acciones y
pensamientos más simples se convierten en motivo de trastorno. "No se
atreve a contarle sus penas a Paulina, que parece tan lejana en su
Carmelo. Por suerte tiene aún a María, su "última madre", a quien ahora
le cuenta todo, incluyendo sus pensamientos más "extravagantes". Esta le
ayuda a preparar sus confesiones dejando de lado todos los temores.
Dócil, Teresa le obedece. Esto tiene como consecuencia que oculta su
"feaenfermedad" a sus confesores, privándose así de sus consejos.


En octubre de ese mismo año, Teresa regresa a la escuela, pero tiene
que seguir afrontando las ofensas de algunas de sus compañeras y esta
vez sola, pues su hermana Celina ya se graduaría pronto. En octubre de
1886 su hermana mayor María también entra en el Carmelo de Lisieux,
donde llegaá a ser la hermana María del Sagrado Corazón, mientras Leonie
es admitida en el Monasterio de las monjas de la Visitación en Clare.
Sorprendido y entristecido, Luis Martin conserva con él en los
Buissonnets a sus dos hijas más jóvenes. Después de la partida de su
"tercera madre", Teresa pasa por un período de depresión y llora con
frecuencia.


Sus ataques de escrúpulos alcanzaron su clímax y ella no sabe ya en
quién confiar ahora que María ingreso al Carmelo. La solución llegaría
cuando empieza a rezar espontáneamente a sus cuatro hermanos que
murieron siendo aun muy pequeños (María Helena, José Luis, José Juan Bautista y María Melania Teresa);
Ella les habla con sencillez, para pedirles que intercedan por la paz
para su alma. La respuesta fue inmediata y se siente inmediatamente
calmada, ella diría después: "me di cuenta de que si era amada en la tierra, también lo era en el cielo.”


La conversión en la Navidad de 1886 y el comienzo del tercer periodo de su vida

Uno de los episodios más recordados en su vida fue el de la gran conversión de la Navidad de 1886. Al llegar de la misa de Nochebuena junto con su padre y su hermana Celina, como era costumbre, corría para ver los zapatitos que ella dejaba allí para Papá Noel
y descubrirlos llenos de juguetes pero los encontró vacíos. Su padre le
dijo que subiese a cambiarse para cenar y algo fastidiado le dijo a
Celine: Afortunadamente este es el último año en que suceden estas cosas.


Ella explica el misterio de esta maravillosa conversión en sus
escritos. Hablando de Jesús decía: "Esa noche fue cuando Él se hizo
débil y sufriente por mi amor, y me hizo fuerte y valiente." Luego
descubre la alegría de olvidarse de sí misma y añade: “Sentí, en una
palabra, que la caridad entraba en mi corazón, la necesidad de que me
olvide de buscar agradar, y desde entonces yo fui feliz." De repente,
queda libre de los defectos e imperfecciones de su infancia, como su
tremenda sensibilidad. Con esta gracia del Niño Jesús, que nacía esa noche, encontró "la fortaleza que había perdido" cuando su madre murió.


Muchas cosas van a cambiar después de esta Nochebuena de 1886, que
marca el comienzo de la tercera parte de su vida, "la más bella". A la
que ella llama la "noche de mi conversión" y escribió: "Desde
esa noche bendita, ya no fui derrotada en ningún combate, en lugar de
eso fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, una carrera
de gigantes.
"


La adopción de su "primer hijo" y el inicio de las luchas por su vocación

Poco después de la “gran gracia de la Navidad”, oyó hablar de
un hombre que había asesinado a tres mujeres en París, cuyo nombre era
Enrique Pranzini. Teresa decidió adoptarlo como su primer hijo
espiritual y ofreció sacrificios y varias misas, que mandó hacer con
ayuda de su hermana Celina, para alcanzar de Dios la conversión de este
pecador antes de su ejecución, o por lo menos algún signo de
arrepentimiento. Pranzini había sido sentenciado a muerte y fue
ejecutado el 31 de agosto de 1887, pero unos días después llegó a su
casa el periódico católico La Croix (en español 'La Cruz')
informando que, aunque Pranzini no quiso confesarse, antes de subir a la
guillotina pidió un crucifijo para luego besarlo repetidas veces. Así,
ella sintió que sus sacrificios y plegarias habían sido escuchadas.


La respuesta misericordiosa de Dios a sus oraciones por la conversión
de Pranzini marca profundamente a Teresa y refuerza su vocación,
también se vería más adelante que esto influiría bastante su doctrina al
respecto de la misericordia divina que tanto la caracteriza. Y se
decide completamente a convertirse en monja del Carmelo, para orar por
todos los pecadores.



Última fotografía de la santa antes de ingresar al Carmelo de Lisieux a los 15 años.
Cuando contaba 14 años ya había tomado la resolución de convertirse
en religiosa carmelita, sabe que tendrá que superar muchos obstáculos y
pensando quizá en Juana de Arco, se dice a si misma que "conquistar la fortaleza del Carmelo es solo la punta de la espada."


Se decide a obtener primero el consentimiento de su familia,
incluyendo a su padre. Determinada, pero tímida, se decide a comentarle a
su padre al respecto. Durante un momento duda entregándole su secreto,
sobre todo porque Luis Martin sufrió un par de semanas antes, un pequeño
ataque que lo dejó paralizado durante varias horas. El 2 de junio de
1887, el día de Pentecostés, después de orar todo el día, le presenta su
solicitud en la noche, en el jardín de los Buissonnets. Luis, que según
Teresa parecía tener una “expresión celestial y llena de paz” recibe la confesión de su hija con un profundo sentimiento de alegría y agradecimiento. Añade que Dios le hizo "el gran honor de llamar a todas sus hijas."


Pero el mayor obstáculo será el tío Isidoro Guerin, Tutor de las
niñas Martín, ya que vetará el proyecto de su sobrina. Aunque él no pone
en duda la vocación religiosa de Teresa, le pidió que esperara a la
edad de diecisiete años. La niña confía en que Paulina podrá ayudarla a
obtener el permiso de su tío. Finalmente acepta el 22 de octubre de ese
año.


Aun así siguió teniendo muchos inconvenientes para su entrada al
convento, ya que ahora se enfrentaría a la negativa del Padre
Delatroëtte, superior del Carmelo de Lisieux. Dolida por el fracaso de
un caso similar al de ella, del que todo el mundo habla en Lisieux,
acerca de que ya no aceptaran postulantes menores de veintiún años. Sólo
el obispo podía autorizar tal cosa. Para consolar a su hija que llora
constantemente, Luis le promete un encuentro con el obispo
Abel-Antoine-Flavien Hugonin. El la recibe en Bayeux
el 31 de octubre de ese año, y la escucha expresar el deseo de
consagrase a Dios dentro de los muros del Carmelo, y de que es lo
conserva desde muy niña. Pero el decide aplazar su decisión hasta
después, cuando él haya tomado el consejo del Padre Delatroëtte.


Solo les queda una esperanza: hablar directamente con el papa. Luis
Martin pronto comenzaría a preparar todo para una peregrinación a Roma,
por el Jubileo sacerdotal del papa León XIII, organizada por la Diócesis de Coutances. Teresa y Celina viajarán con él. La partida está fijada para el 4 de noviembre 1887.


La peregrinación a Roma

Liderada por el obispo de Coutances, la peregrinación reunió a cerca
de doscientos peregrinos, entre ellos setenta y cinco sacerdotes. El
viaje comenzó en París, Luis Martin tuvo la oportunidad de visitar la
capital con sus hijas. Fue durante una misa en el Santuario de Nuestra
Señora de las Victorias, que Teresa logró derribar todas las dudas
acerca de que si la virgen le habría sonreído verdaderamente en su
enfermedad de 1883 o no. Durante los últimos años había sufrido mucho al
respecto, por su problema con los escrúpulos. Pero ahora lo tenía por
verdad absoluta. Allí ella le confía el viaje y su vocación.


Un tren especial los lleva a Italia, después de cruzar Suiza. La
chica no se cansaba de admirar los paisajes. Los peregrinos, casi todos
de la nobleza, son recibidos en los mejores hoteles. Una vez tímida y
reservada, Teresa se siente algo incómoda con todo este lujo en medio de
la sociedad que solo buscaba los bienes de este mundo. Es la más joven
de la peregrinación, muy alegre y bonita, con sus hermosos vestidos, no
pasa desapercibida.



Papa León XIII a los 93 años de edad.
Es durante este viaje que Teresa, que hasta el momento no había
tenido un contacto cercano con muchos sacerdotes, se da cuenta de las
imperfecciones, debilidades y grandes defectos que tienen muchos de los
sacerdotes que viajaban con ella. Todo esto la invito con más fuerza a
ofrecer su vida en el monasterio, orando cada día por los sacerdotes del
mundo. Ella dice: “En esta peregrinación comprendí que mi vocación era orar y sacrificarme por la santificación de los sacerdotes”..2


Durante la peregrinación logran visitar Milán, Venecia, Bolonia, el
santuario de nuestra señora de Loreto; Finalmente, fue la llegada a
Roma. El Coliseo, Teresa y Celina hacen caso omiso de las prohibiciones y
entran en la arena para besar la arena donde la sangre de los mártires
fue derramada. En ese lugar pide la gracia de ser martirizada por Jesús,
y luego añadió: "Sentí profundamente en el alma que mi oración fue contestada”.


Pero Teresa no olvida el propósito de su viaje. Una carta de su
hermana Paulina la animó a presentar su petición personalmente al Papa.
El 20 de noviembre de 1887, por la mañana, los peregrinos asisten a la
capilla papal a una misa celebrada por el Papa León XIII.
Luego viene el momento tan esperado de la audiencia: el vicario general
asigna los turnos para ver al Papa. Pero se prohíbe que se le dirija la
palabra al Santo Padre pues sus setenta y siete años ya no le permiten
gastarse durante mucho tiempo. Aun así, cuando le llega el turno a
Teresa se arrodilla y solloza: "Santísimo Padre, tengo que pedirle una gracia muy grande". El vicario le dice que se trata de una chica que quiere entrar en el Carmelo. "Hija Mía, haced lo que los superiores le digan" respondió el Papa. La chica insiste: "Oh Santo Padre, si usted dice que sí, todo el mundo lo aprobaría". León XIII replicó: "Vamos a ver..... Entrara si Dios lo quiere!".
Pero Teresa quiere una palabra decisiva y espera, con las manos
cruzadas sobre las rodillas del papa. Dos guardias deben luego
levantarla suavemente y llevarla a la salida.


Esa misma noche ella escribió sobre el fracaso a Paulina para
decirle: "Tengo el corazón pesado. Sin embargo, Dios no puede darme
alguna prueba que este más allá de mis fuerzas. Él me dio el valor para
soportar esta dura prueba”. Pronto, toda la peregrinación conoce el
secreto de Teresa, incluso en Lisieux un periodista del diario el
Universo publicó el incidente.


El viaje continúa, visitan Pompeya, Nápoles, Asís; entonces es hora
de volver por Pisa y Génova. En Niza, aparece un rayo de esperanza para
Teresa. El vicario hace algunas promesas diciéndole que apoyaría su
solicitud. El 2 de diciembre, llegan a París, y, finalmente, al día
siguiente, regresan a Lisieux. Así terminó una peregrinación de casi un
mes que para Teresa fue un "fiasco”.


El ingreso a la vida religiosa

Inmediatamente después de regresar, Teresa fue al locutorio del
Carmelo, donde se está desarrollando una estrategia. Pero el padre
Delatroëtte se mantiene desafiante y desconfía de sus intenciones para
ingresar. Él regaña a la superiora, madre Genoveva, la fundadora del
Carmelo de Lisieux, y la Madre María de Gonzaga que llegaron a defender
la causa de Teresa. El tío Guérin interviene a su vez, pero todo es en
vano. El 14 de diciembre, Teresa escribió al Obispo Flaviano-Anthony
Abel Hugonin y a su vicario general, a quien recuerda la promesa hecha
en Niza. Humanamente, todo ha sido juzgado; ahora debe esperar y orar.
En la víspera de Navidad, aniversario de su conversión, Teresa asistió a
la misa de medianoche. Ella no puede contener las lágrimas, pero siente
que la prueba hace crecer su fe y abandono a la voluntad de Dios: que
era un error tratar de imponer una fecha para su ingreso al Carmelo.


Finalmente, el 1 de enero de 1888, la víspera de su décimo quinto
cumpleaños, ella recibe una carta de la Madre María de Gonzaga
informándole que el Obispo ha cambiado de opinión y que permite que las
puertas del convento se abran para ella. Por un consejo de Paulina se
decide que se retrase su ingreso hasta abril, después de los rigores de
la Cuaresma. Esta expectativa es una nueva prueba para la futura
postulante, que sin embargo ve una oportunidad para prepararse
internamente.


La fecha de entrada se establece finalmente para el 9 de abril de
1888, el día de la Anunciación. Teresa ingresa de quince años y tres
meses. Cabe señalar que en aquel tiempo, una chica podría hacer su
profesión religiosa a los dieciocho años. No era raro ver, en las
órdenes religiosas, postulantes y novicios de tan sólo dieciséis años.
La precocidad de Teresa, dadas las costumbres de la época, no es
excepcional.


El 9 de abril de 1888 fue recibida en el monasterio de las carmelitas descalzas de Lisieux. En el monasterio ya estaban sus hermanas Paulina y María. Comenzó así su postulantado.


Los primeros meses dentro del monasterio fueron duros, llenos de
trabajos que nunca había realizado y que le costaban bastante hacer a la
perfección. Ella les prohíbe a sus hermanas que le faciliten los
trabajos o la ayuden de alguna manera, pues ellas insistían en aun
cuidarla como si estuviera en los Buissonnets. Pero aun así, la joven
postulante se adapta bien a su nuevo entorno. Ella escribió: "El Buen
Dios me dio la gracia de no tener ninguna ilusión al entrar en el
Carmelo: He encontrado la vida religiosa como me imaginé que seria.
Ningún sacrificio me asombró”
.



Fotografía de la santa, tomada por su hermana Celina, en 1896.
La madre superiora, María de Gonzaga, que antes se había dado a
conocer como amable y gentil, la trata muy fríamente, con bastantes
exigencias y hasta con una que otra humillación, pero todo lo hace para
formarle un carácter propio de la vida religiosa, probar su vacación y
que dejara a un lado cualquier rastro de orgullo y vanidad, lo cual
Teresa se lo agradeció siempre e incluso siempre sintió una gran
admiración hacia ella. La misma superiora comenta: “Yo nunca habría
pensado que tenía un juicio tan avanzado para tener quince años de edad!
No hay una palabra que decir, todo es perfecto”
.


Durante su postulado, Teresa también debe someterse a algunas
intimidaciones por parte de otras hermanas, a causa de su falta de
aptitud para la artesanía. Al igual que cualquier religiosa, descubre
los desafíos de la vida en comunidad, relacionados con diferencias en el
temperamento, el carácter, la susceptibilidad a los problemas o
discapacidades.


A finales de octubre de 1888, el capítulo provincial aprobó su toma
de hábito. Aunque recibió la noticia con alegría, fue opacada un poco
con la noticia de la recaída de salud de su padre, Que solo unos meses
antes se había escapado de casa sin sentido de razón hasta recobrarla en
la ciudad cercana de Havre, preocupando así a toda la familia tanto
fuera como dentro del monasterio. Finalmente, el 10 de enero de 1889,
tomó los hábitos de la orden en la capilla del monasterio en presencia
de su padre, hermanas y el resto de la familia. En la misma ceremonia,
además de recibir el velo de novicia, también cambió su nombre al de Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz (sagrado rostro).


En este período, se profundiza el sentido de su vocación: llevar una
vida oculta, orar y ofrecer sus sufrimientos por los sacerdotes,
olvidando su orgullo, se multiplican los actos discretos de caridad.
Quiere convertirse en una gran santa pero no se hace ilusiones sobre sí
misma. Ella escribió: "me apliqué en especial en practicar las pequeñas virtudes, ya que no tengo la facilidad de practicar las grandes".


En el transcurso de 1890, leyó las obras de San Juan de la Cruz,
al que se convirtió en su maestro espiritual.La contemplación de la
Santa Faz nutre su vida interior. Profundiza su conocimiento y amor por Cristo
meditando en su humillación con el pasaje del Libro de Isaías sobre el
siervo sufriente (Isaías 53: 1-2). Esta meditación también la ayuda a
comprender la situación humillante de su padre por la degeneración que
le ha causado una terrible arterioesclerosis en el cerebro. Ella siempre lo había visto como una figura de su "Padre Celestial". Ahora encuentra señas de Luis Martin a través de Cristo, humillado e irreconocible.


El 8 de septiembre de 1890, a los diecisiete años y medio, hizo su
profesión religiosa. La joven carmelita recuerda por qué responde a esta
vocación: "Yo he venido para salvar almas y, especialmente, para orar por los sacerdotes”.
El 24 de septiembre 1890 se celebró la ceremonia, pública, donde toma
el velo negro de profesa. Su padre no puede asistir, lo que entristece
enormemente Teresa. Es, sin embargo, de acuerdo a la Madre María de
Gonzaga, logra una religiosa diga de tomar el velo: "... esta niña
tiene diecisiete años y medio y la razón de alguien de treinta años, la
perfección religiosa de una vieja novicia , que se consume en el alma y
la posesión de sí mismo, es una perfecta religiosa ...
".


El 12 de mayo de 1892, se encontró por última vez con su padre. El 24
de junio de ese mismo año su hermana Leonie ingresó por segunda y
penúltima vez al monasterio de la visitación de Caen.
Luis Martin murió el 29 de julio de 1894, después de ser custodiado y
cuidado por Celina, su cuarta hija. También ella piensa, desde hace
varios años, en entrar en el Carmelo. Con el apoyo de las cartas de
Teresa, ella sostuvo el deseo de consagrarse a Dios en cambio de acceder
al matrimonio. Celina aun así vacila entre la vida carmelita y una vida
más activa, cuando se le propuso embarcarse en una misión encabezada
por el padre Pichon en Canadá. Finalmente, siguiendo el consejo de sus
hermanas, ella eligió el Carmelo. Ingreso al Carmelo de Lisieux el 14 de
septiembre de 1894. En agosto de 1895, las cuatro hermanas Martin
estarán acompañadas por su prima Marie Guerin en el convento.


La vida escondida en Cristo

Los años que siguen son los de la maduración de su vocación. Teresa
ora sin grandes emociones sensibles, pero con fidelidad. Evita la
intromisión en los debates que a veces perturban la comunidad.
Multiplica los pequeños actos de caridad y preocupación por los demás,
prestando servicios pequeños, sin hacerlos notar. Ella acepta en
silencio las críticas, incluso de aquellas que pueden ser injustas y
favorecer a las hermanas que son desagradables con ella. Trata de hacer
todo, incluso las más pequeñas cosas con amor y la sencillez. Siempre
reza mucho por los sacerdotes.


Durante 1891-1892, en el invierno, una epidemia de gripe cae en
Francia. El Carmelo de Lisieux no es la excepción. Cuatro monjas mueren a
causa de esta enfermedad. Y todas las hermanas se enferman, excepto
tres de ellas, incluyendo a Teresa. Entonces procura darse de todo a sus
hermanas postradas en cama. Les brinda atención, participa en la
organización de la vida diaria del Carmelo, demostrando coraje y
fortaleza en la adversidad, sobre todo cuando tiene que preparar el
entierro de monjas fallecidas. La comunidad, que a veces la consideraba
de poco valor e indiferente ahora la ha descubierto bajo una luz
diferente.


Su vida espiritual se alimenta sobre todo de los Evangelios,
que siempre lleva con ella. Esa costumbre no era común en la época, ni
siquiera entre las religiosas de clausura. Ellas prefieren leer los
comentarios de la Biblia que referirse directamente a ésta. Teresa prefiere mirar directamente "la palabra de Jesús," que la ilumina en sus oraciones y en su vida diaria, además de ser la base desde la que consolida su doctrina.


Su hermana Paulina (Inés de Jesús) es elegida priora del monasterio
de Lisieux el 20 de febrero de 1893 y ella designa a Teresa el difícil
cargo de ser vice-maestra de novicias, tratando de imprimir con gran
dedicación la regla carmelitana a sus pupilas, para esto se ayudaba
contando historias y hasta inventado parábolas. Fueron ellas las
primeras en conocer su doctrina sobre “el caminito”. Entre las novicias a las que enseñaba sor María de la Trinidad se convertiría en su primera discípula.


En 1894, Teresa escribió sus primeras recreaciones piadosas. Estas
son pequeñas obras de teatro, interpretada por algunas religiosas de la
comunidad, con motivo de alguna festividad. Su primera recreación se la
dedica a Juana de Arco, que siempre había admirado, y cuya causa de
beatificación ya se ha introducido. Su talento para la escritura se le
es reconocido. Otros escritos le serán asignados, un segundo sobre Juana
de Arco, que se llevó a cabo en enero de 1895, además de unos poemas
espirituales, a petición de otras religiosas.


A principios de este año, comenzó a sentir dolor de garganta y dolor
en el pecho. Desafortunadamente, la madre Inés no se atreven a llamar a
un médico que no sea el médico oficial de la comunidad.


En 1894 se celebró el centenario del martirio de los carmelitas de
Compiègne. Este evento tiene una gran repercusión en toda Francia, y más
aún en los monasterios carmelitas de Francia. Las monjas del Carmelo de
Compiègne piden sus hermanas de Lisieux contribuir a la decoración de
su capilla. Teresa del Niño Jesús y Teresa de San Agustín bordan
banderas para ser regaladas a este otro carmelo. Sor Teresa de San
Agustín, al testificar en el proceso de la beatificación de Teresita,
resalta el celo y la dedicación que se dio en esta ocasión. Dijo incluso
que Santa Teresa decía: "¡Qué felicidad si tuviéramos la misma suerte (del martirio)! Qué gracia”.


El descubrimiento del caminito

Teresa entró en el Carmelo con el deseo de convertirse en una gran
santa. Pero a finales de 1894 después de seis años reconoce que este
objetivo es imposible de alcanzar. Ella piensa que todavía tiene muchas
imperfecciones y carece del carisma de Teresa de Jesús, Pablo de Tarso y muchos otros. Sigue siendo muy pequeña y esta aun muy lejos del gran amor que le gustaría practicar.


Ella entiende que es en esta misma pequeñez en la que puede confiar
para pedir la ayuda de Dios. Leyendo las sagradas escrituras, en el
libro de los proverbios lee: "El que sea incauto, que venga a mí!" (Prov. 9 - 4)
esto le da una respuesta inicial. Siente que aunque es tan pequeña e
incapaz puede entregarse a Dios con confianza. Pero entonces, ¿qué va a
pasar con eso? Un pasaje del libro de Isaías da una respuesta que anima
profundamente: "Ustedes serán como niños de pecho llevados en brazos y
acariciados sobre las rodillas. Como un hijo a quien consuela su madre,
así yo los consolaré a ustedes"
(Is 66, 12-13). Concluye que el mismo Jesús la llevará a la cima de la santidad. Después escribiría: "El
ascensor que me debe elevar al cielo son tus brazos, ¡Oh Jesús! Por
esto, yo no necesito crecer, por el contrario, tengo que seguir siendo
pequeña, cada vez más y más"
.


La pequeñez de Teresa, sus limitaciones se convierten en alegría, más
que en desaliento. Porque es allí donde se realiza el amor
misericordioso de Dios para con ella. En sus manuscritos lo describe
como el descubrimiento del "caminito". En febrero de 1895
empezara a firmar sus cartas añadiendo regularmente "pequeña" antes de
su nombre. Desde ese momento, Teresa utiliza el vocabulario de la
pequeñez para recordar su deseo de una vida oculta y discreta. Ahora
también lo utiliza para expresar su esperanza: cuanto más se sienta
pequeña ante Dios, más se podrá contar con él.


La ofrenda como acto de holocausto al amor misericordioso

El 9 de junio de 1895, en la fiesta de la Santísima Trinidad, Teresa
tiene una inspiración repentina sobre ofrecerse a sí misma como víctima
de holocausto al "amor misericordioso." Su intención era la de sufrir, a
la imagen de Cristo y en unión con él, para reparar las ofensas contra
Dios y ofrecer las penitencias que no hacían los pecadores.


De esta manera, 11 de junio, se ofrece al amor misericordioso de Dios
para recibir de Dios ese amor que le falta para completar todo lo que
quiere hacer: "Oh, Dios mío! Santísima Trinidad, deseo amarte y
hacerte amar, trabajar para la glorificación de la Santa Iglesia
salvando las almas
[...] Deseo cumplir perfectamente tu voluntad y
alcanzar el grade de gloria que me has preparado en tu reino celestial.
En resumen: deseo ser santa, pero conozco mi impotencia y mi debilidad,
y te pido Dios mío, que tú mismo seas mi santidad”
.


Unos días más tarde, cuando rezaba el viacrucis, ella es inflamada con un intenso amor por el buen Dios: “Yo estaba quemándome de amor y sentí en un minuto, ni un segundo más, que no podría aguantar más esto sin morir".
Ella reconoce en esta experiencia, que es seguida rápidamente por la
sensación de sequía espiritual, la confirmación de que su acto de
ofrecimiento era aceptado por Dios.


En octubre de 1895, un joven seminarista, el padre Maurice Bellière
pide al Carmelo de Lisieux la ayuda de una religiosa a través de la
oración y el sacrificio, para su vocación misionera. La madre Inés se lo
encarga a Teresa, que siempre ha soñado con tener un hermano sacerdote y
lo recibe con gran alegría. Entonces comienza a multiplicar los
pequeños sacrificios que ofrece para la misión del futuro sacerdote, y
lo alienta en sus cartas. Y en febrero de 1896 le llega otra alegría con
la profesión religiosa de su hermana Celina (Sor Genoveva, en el
Carmelo).


La “noche de la fe” y enfermedad

Durante la Cuaresma de 1896, Teresa sigue rigurosamente los
ejercicios y el ayuno. En la noche del jueves al viernes santo, sufrió
un primer ataque de hemoptisis.
Informó a la Madre María de Gonzaga, aunque le decía que no era nada
serio. Una segunda crisis se produce de nuevo la noche siguiente. Esta
vez, a la priora le preocupa y le permite llamar a su primo, el Dr. La
Neele, para revisarla. El cree que el sangrado podría venir de la
ruptura de un vaso sanguíneo en la garganta. Teresa no se hace ilusiones
sobre su salud, pero al mismo tiempo no sentía miedo. Por el contrario,
con la muerte pronto podría ascender al cielo y encontrar lo que ella
había escogido en el carmelo: su alegría estaba en su apogeo. Aun así
sigue participando en todas las actividades de la comunidad, sin
escatimar fuerzas.


Este período difícil es también un período de abandono, también
llamado la "noche de la fe". Durante la Semana Santa de 1896, entró de
repente en una oscuridad interior. El sentido de la fe que la animó
tantos años, que la hacía feliz hasta el punto de querer "morir de amor"
por Jesús, desapareció de su alma. En su oscuridad, oyó una voz
interior que parecía burlarse de ella y la felicidad que ella esperaba
en la muerte, a medida que avanza hacia la "noche de la nada". Sus
luchas no son acerca de la existencia de Dios, sino en la creencia en la
vida eterna, y si ella la merecería.


Ahora solo tiene una impresión: va a morir joven, para nada. No podía
continuar su vida de carmelita. Sólo las canciones y poemas, que ella
sigue componiendo, a petición de las hermanas, la ayudan en su lucha
interior: "Mi cielo es sonreír al Dios que adoro cuando él tratar de ocultar mi fe".
La oscuridad sigue envolviéndola y persistirá hasta su muerte un año
después. Sin embargo, vio esa noche como la batalla final, la
oportunidad de demostrar su confianza inquebrantable en Dios. Negándose a
ceder a este miedo a la nada, multiplica los actos de sacrificio.
Quiere decirse con esto que sigue creyendo, aunque su mente ha sido
invadida por las objeciones y dudas. Y aunque esta lucha es aún más
dolorosa, aprovecha para compartir con sus hermanas su deseo de ser
activa y hacer mucho bien después de su muerte.


A partir de mayo de 1896 la madre María de Gonzaga pide a Teresa
patrocinar con su oración a un segundo misionero: el padre Adolfo
Roulland. La correspondencia con sus hermanos espirituales es una
oportunidad para desarrollar su concepto de la santidad: "¡Ah!
Hermano, la bondad y el amor misericordioso de Jesús son poco conocidos!
... Es cierto que para disfrutar de estos tesoros hay que humillarse,
reconocer nuestra nada, y esto es lo que muchas almas no quieren".

En septiembre de 1896 Teresa todavía experimenta muchos deseos, quiere
abracarlo todo en la Iglesia: apóstol, sacerdote, misionero, mártir y
doctor. Leyendo las cartas de San Pablo, en la Primera Epístola a los
Corintios capítulo 13, es iluminada en lo profundo, como un rayo que la
atraviesa. Entonces el significado más profundo de su vocación aparece
de repente frente a ella, "Por fin he encontrado mi vocación, MI VOCACIÓN ES EL AMOR ..." De hecho, la vocación al amor incluye a todas las demás ; Así se cumplen todos los deseos de Teresa. "Comprendí
que el amor encierra todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que
el amor abarca todos los tiempos y todos los lugares, en una palabra,
que el amor es eterno”.
Teresa se esfuerza, cada vez más, para vivir
enteramente por el amor. Y se esfuerza por vivir este amor en la
compañía de todas sus hermanas de comunidad, especialmente con las que
tienen temperamentos difíciles.


El padre Roulland le presentó a Teófano Vénard. Ella descubre
sus escritos en noviembre de 1896 y Teófano se convierte para ella su
modelo favorito. En su correspondencia ella le confiesa: "Estos son mis pensamientos; mi alma es como la suya”. Luego copiará varios pasajes de Teófano Vénard en su testamento.


Últimos meses de enfermedad y muerte

En enero de 1897, cuando Teresa acababa de cumplir veinticuatro años, escribe: "Yo creo que mi carrera no durara mucho tiempo".
Sin embargo, a pesar del empeoramiento de la enfermedad durante el
invierno, se las arregla para engañar a las Carmelitas y tomar su lugar
de nuevo en la comunidad. En la primavera los vómitos, dolor severo en
el pecho, y el toser sangre se convierten en algo diario y así, muy
lentamente, se va apagando.


En junio, La madre Marie de Gonzaga le pide continuar escribiendo sus
memorias (que le habían sido mandadas escribir en 1894 por su hermana
Paulina cuando era priora a petición de varias de las hermanas de la
comunidad. Después de su muerte estos manuscritos, tres en total, se
unirían para publicar la primera edición de la historia de un alma).
Ahora los escribiría en el jardín, en una silla de ruedas especial
utilizada por su padre en los últimos años de su enfermedad, y luego
trasladado al carmelo. Su condición empeora, el 8 de julio de 1897 es
llevada a la enfermería, donde permaneció durante doce semanas hasta su
muerte.


Aun cuando ya sabía que esta era su última enfermedad, y todavía estando viviendo esa noche de la fe,
ya nada la priva de una certeza interior sobre la vida después de la
muerte, Teresa se aferra a esta esperanza. El 17 de julio, se le escucha
decir: "Siento que pronto va a empezar mi misión de hacer amar a
Dios como yo le amo, y de enseñar a muchos el camino espiritual de la
sencillez y de la infancia espiritual. El deseo que le he expresado al
buen Dios es el de pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra, hasta
el fin del mundo. Sí, quiero pasar mi cielo haciendo el bien sobre la
tierra".



El 17 de agosto, el Dr. La Neele examina a Teresa. El diagnóstico es claro: se trata de una tuberculosis
pulmonar en su etapa más avanzada, uno de sus pulmones ya está perdido y
el otro alcanza a afectar los intestinos. Su sufrimiento es extremo que
"alcanza a perder la razón". Unos meses antes de su muerte;
Teresa toma un poco de fuerza, y se encuentra incluso con algo de humor
en medio de su lecho de enfermedad. Sus hermanas deberán registrar sus
palabras (estas últimas palabras y conversaciones, anotadas desde mayo a
septiembre de 1897, luego también serían publicadas bajo el título de últimas conversaciones). Le preguntan cómo deberían llamarla cuando la invoquen en la oración; ella responde que quiere a ser llamada "Teresita".



Urna que contiene en la parte inferior las reliquias de Santa Teresita en el monasterio carmelita de Lisieux.
El 29 de septiembre de 1897 comienza su agonía. Pasa una noche difícil, mientras sus hermanas la cuidaban. Por la mañana, dijo: "Todo es pura agonía sin mezcla de consuelo".
Ella pide estar espiritualmente preparada para morir. La Madre María de
Gonzaga la tranquiliza diciendo que siempre ha practicado la humildad, y
su preparación ya está hecha. Teresa pensó por un momento y luego
respondió: "Sí, creo que nunca he buscado la verdad; sí, entendí la humildad de corazón...". Su respiración se está haciendo más corta y se ahoga. Después de dos días de agonía, se siente agotada por el dolor: "Nunca pensé que fuera posible sufrir tanto! ¡Nunca! ¡Nunca! No lo puedo explicar sino por el anhelo que tengo de salvar almas". Sobre las 7: 20 de la noche del 30 de septiembre de 1897, y mientras apretaba fuertemente un crucifijo entre sus manos, dijo sus últimas palabras: "Oh! le amo! ... Dios mío... te amo...".
Inmediatamente cae levemente sobre su almohada, y luego vuelve a abrir
sus ojos por última vez. De acuerdo con las Carmelitas que estuvieron
allí presentes, entró en un éxtasis que duró el espacio de un credo,
antes de exhalar su último aliento. Permaneció con los ojos fijos en la
imagen de la virgen María que le había sonreído de pequeña y que sus
hermanas habían instalado en la enfermería desde que fue trasladada
allí. Al instante de fallecer su rostro recuperó el suave color que le
era natural. "Yo no muero, yo entró en la vida", escribió en una de sus últimas cartas.


Inmediatamente la noticia fue llevada por Sor Inés de Jesús (Paulina)
a su hermana Leonie y los demás familiares que desde hace varios días
se mantenían pendientes de la enfermedad y agonía de Teresa. Su cuerpo
fue inmediatamente trasladado al coro del monasterio donde fue velado
durante cuatro días. A sus funerales asistieron más personas que a la de
cualquier otra carmelita fallecida antes de ella en ese mismo
monasterio. Muchas personas pedían que las demás religiosas frotaran sus
rosarios y objetos de devoción en el ataúd de la hermana recién
fallecida. Fue sepultada el 4 de octubre de 1897, y según los testigos
aún su cuerpo se encontraba rosado y flexible, como si acabase de morir.
Fue la primera en ocupar el nuevo espacio que el monasterio había
comprado en el cementerio de Lisieux. Las carmelitas, obedeciendo su
voto de clausura, no pueden acompañar el desfile fúnebre hasta el
cementerio, solo hacen una pequeña procesión hasta el coche fúnebre.


Beatificación y canonización


Modelo del estandarte utilizado durante su Canonización en 1925.
Poco después de la publicación de sus manuscritos autobiográficos en 1898, se desata en todas partes un “Huracán de Gloria” y cientos de peregrinos de toda Francia y de algunos otros países empiezan a llegar a Lisieux
para orar sobre la tumba de la pequeña carmelita. La devoción a
Teresita crece rápidamente y es acompañada por testimonios de curaciones
físicas y conversiones. Pero es especialmente durante el periodo de la Primera Guerra Mundial
cuando cientos de soldados franceses llevan estampas y medallas de la
carmelita y cargan en sus bolsillos una versión más corta de su
autobiografía llamada “una rosa deshojada”. Después de la guerra
peregrinan a Lisieux para agradecer a Teresa el haberlos ayudado y
regresado con vida a casa. Muchos dejan sus condecoraciones y medallas
militares como acción de gracias. Los testimonios enviados al Carmelo de
Lisieux entre 1914 y 1918 son de casi 592 páginas. En 1914, el Carmelo
de Lisieux recibe en promedio quinientas cartas al día.


Pronto es necesario colocar rejas de hierro que protejan la tumba de
los peregrinos que desean llevarse flores o tierra de su sepultura. El
papa San Pío X
responde al clamor de miles de fieles que le piden se abra lo más
pronto posible el proceso de Beatificación y Canonización de Sor Teresa
del Niño Jesús, el 14 de junio de 1914 cuando es introducida
oficialmente su causa.


El proceso apostólico, por mandato de la Santa Sede, comienza en
Bayeux en 1915. Pero es retrasado por la guerra, que termina en 1917. En
ese tiempo se necesitaba un período de cincuenta años después de la
muerte de un candidato a la canonización, pero el Papa Benedicto XV exime a Teresa de ese período. El 14 de agosto de 1921, se promulgó el decreto sobre sus virtudes heroicas.


Son requeridos dos milagros para la Beatificación. El primero se da
en un joven seminarista, de nombre Charles Anne, en 1906. Charles sufría
de tuberculosis pulmonar y su estado era considerado desesperanzador
por su médico. Después de dos novenas dirigidas a Sor Teresa del Niño
Jesús, recupera pronto la salud. Un estudio radiográfico en 1921 muestra
la estabilidad de la curación y que había desaparecido el agujero en el
pulmón. El segundo milagro aparece en una religiosa, Luisa de San
Germán, que sufría de una afección del estómago, ya muy avanzada para
una cirugía. Pide a Sor Teresa durante dos novenas, después su condición
mejora. Dos médicos confirman la curación.


Presentadas y aceptadas estas curaciones milagrosas, Teresa es Beatificada el 29 de abril de 1923 por el papa Pío XI.


Luego de su beatificación aparecen cientos de testimonios sobre
prodigios y milagros. Estudiemos solo dos de ellos: el primero es el
caso de una joven belga, María Pellemans, con una tuberculosis pulmonar e
intestinal avanzada y milagrosamente sanada en la tumba de Teresa. El
otro caso es el de una italiana, la hermana Gabrielle Trimusi, que
sufría de una artritis de la rodilla y tuberculosis en las vértebras que
la llevaron a usar un corsé; se libera de forma repentina de sus
enfermedades y deja el corsé después de un Triduo celebrado en honor de
la Beata Teresa. El decreto de aprobación de los milagros es publicado
en marzo de 1925.



La Basílica de San Pedro iluminada con miles de cirios por la canonización de Teresa de Lisieux en 1925.
En la Ciudad del Vaticano,
el Papa Pio XI manda celebrar por todo lo alto la canonización de
Teresa y pide que toda la fachada de la Basílica de San Pedro sea
decorada con miles de velas de sebo que la iluminaran en la noche. Esta
era una costumbre que no se hacía desde hace 55 años. En América, el
diario norteamericano The New York Times publica en primera plana “Toda Roma admira a la Basílica de San Pedro iluminada por una nueva santa”.
Otro periódico aseguro que la ceremonia contaría con alrededor de
60.000 fieles. Una multitud que no se veía desde hace 22 años durante la
coronación del Papa Pio X.


Teresa del Niño Jesús es Canonizada el 17 de mayo de 1925 por el mismo pontífice. A la ceremonia asistieron medio millón personas, de entre las cuales se ha llegado a decir que estuvo San Pío de Pietrelcina gracias a su don de Bilocación. El papa Pío XI la llama la "estrella de su pontificado". Durante la canonización, Pío XI afirma acerca de Teresa de Lisieux:


"El Espíritu de la verdad le abrió y manifestó las verdades que
suele ocultar a los sabios e inteligentes y revelar a los pequeños, pues
ella, como atestigua nuestro inmediato predecesor, destacó tanto en la
ciencia de las cosas sobrenaturales, que señaló a los demás el camino
cierto de la salvación."



En 1927 es proclamada patrona de las misiones pese a no haber abandonado nunca el convento,
pero siempre rezaba por los misioneros y siempre fue su deseo ardiente
el serlo hasta en los últimos confines de la tierra. Y en 1944 es
proclamada copatrona de Francia junto a Santa Juana de Arco.


Es importante mencionar la gran devoción que manifestó el papa Pío XI a santa Teresita. La consideraba como "la estrella de su pontificado", incluso inauguró una estatua suya en los jardines vaticanos el 17 de mayo de 1927.


Edificada en su honor, la Basílica de Santa Teresa, en Lisieux,
es uno de los edificios religiosos más grandes de Francia y el segundo
lugar de peregrinación más importante del país, después del Santuario de Lourdes. Su construcción fue iniciada en 1929, bendecida por el Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pio XII, el 11 de julio de 1937 y consagrada en 1954.


Doctora de la Iglesia Universal

El 19 de octubre de 1997, durante las celebraciones del primer centenario de su muerte, el papa San Juan Pablo II la proclamó Doctora de la Iglesia Universal, siendo la tercera mujer en recibir ese título —anteriormente, habían sido declaradas doctoras Santa Teresa de Jesús, también carmelita, y Santa Catalina de Siena. La siguió Santa Hildegarda de Bingen en el 2012.


Durante la ceremonia de la proclamación de su Doctorado, el Papa le concedió el título de “Doctor Amoris” (Doctora del Amor) y afirmó sobre la santa:


“Su enseñanza no sólo es acorde con la Escritura y la fe católica,
sino que también resalta por la profundidad y la síntesis sapiencial
lograda. Su doctrina es, a la vez, una profesión de la fe de la Iglesia,
una experiencia del misterio cristiano y un camino hacia la santidad.
Teresa ofrece una síntesis madura de la espiritualidad cristiana: une la
teología y la vida espiritual, se expresa con vigor y autoridad, con
gran capacidad de persuasión y de comunicación, como lo demuestra la
aceptación y la difusión de su mensaje en el pueblo de Dios.”.
3 (....) "Tal
vez en los escritos de Teresa de Lisieux no encontramos, como en otros
Doctores, una presentación científicamente elaborada de las cosas de
Dios, pero en ellos podemos descubrir un testimonio iluminado de la fe
que, mientras acoge con amor confiado la condescendencia misericordiosa
de Dios y la salvación en Cristo, revela el misterio y la santidad de la
Iglesia."
4


En la misma ceremonia también aseguraría:


“Así pues, con razón se puede reconocer en la santa de Lisieux el
carisma de Doctora de la Iglesia, tanto por el don del Espíritu Santo,
que recibió para vivir y expresar su experiencia de fe, como por su
particular inteligencia del misterio de Cristo. En ella confluyen los
dones de la ley nueva, es decir, la gracia del Espíritu Santo, que se
manifiesta en la fe viva que actúa por medio de la caridad”.
5


Obra literaria

Historia de un alma

Publicada por primera vez en 1898 (un año después de la muerte de
Teresa) es uno de los clásicos espirituales más famosos del último siglo
y ya ha sido traducido a 42 idiomas. Su lectura ha conmovido a millones
de personas alrededor del mundo y ha arrastrado a la conversión a
muchísimos más. Especialmente en este libro se consigue sumergirse no
solo en la vida de Teresita sino además en su intensa vida espiritual y
profundidad doctrinal. Es en estos manuscritos donde salta a la vista su
profundo conocimiento de las sagradas escrituras, con más de mil citas bíblicas, 400 del Antiguo Testamento y 600 del Nuevo.



Historia de un alma en su edición de 1940.
Está compuesto por los manuscritos A, B y C que Teresita escribió por
orden de su superiora, en aquel entonces Inés de Jesús (su hermana
Paulina), y por petición de toda la comunidad del monasterio. Luego de
su muerte en 1897 los manuscritos se editaron, se unieron y se
publicaron como una sola obra bajo el título de “Historia de un alma”
que inmediatamente comenzó a inspirar y levantar la fe de miles de
personas.


El manuscrito A lo dedica a la Madre Inés durante el año de
1895. Durante el invierno de 1894 la hermana Teresa, priora del Carmelo,
le ordenó escribir todos los recuerdos de su infancia. A finales de
enero de 1895 Teresa compró un pequeño cuaderno de escuela y se puso
manos a la obra, por lo general escribía en la noche después del oficio
de Completas. Con humor y un tono alegre, sin plan establecido, no
escribe la historia de su vida, más bien la "historia de su alma",
que ella llamaba Historia de primavera de una pequeña flor blanca. Esta
relectura es beneficiosa porque le ayuda a comprender mejor el
significado de lo que vivió. Al final, llena seis cuadernos a lo largo
de 1895 y se lo entrega a la priora el 20 de enero de 1896.


El manuscrito B es un conjunto de cartas a la madrina de
Teresa, su hermana María (María del Sagrado Corazón). En septiembre de
1896, mientras que Teresa sabe la gravedad de su enfermedad y entraba en
la noche de la fe, comenzó su retiro anual. Ella aprovecha los
momentos de silencio y meditación para escribir cartas dirigidas
directamente a Jesús. Ella describe lo que vivió durante unos meses,
pero sobre todo las gracias recibidas en septiembre de 1896 e hizo el
gran descubrimiento de que el amor era su vocación. María le pidió que preparara una presentación de su "pequeña doctrina", ella le entrega las letras que componen "La carta de la pequeña voz de la infancia".


El manuscrito C que fue escrito en obediencia a la Madre María
de Gonzaga, en realidad era para la madre Inés, que al darse cuenta de
que su hermana va a morir, le suplico a la priora para que mandara a
Teresa seguir con la historia de su vida. Empieza a escribir en una
pequeña libreta de cubierta negra del 3 al 4 de junio de 1897. Describe
las gracias que recibió en su vida, descubrimientos espirituales que ha
hecho, incluyendo el "caminito". A principios de julio, afectada
por una fiebre cada vez más fuerte, ya no puede mantener firme su pluma y
continuó con un pequeño lápiz. A finales de agosto, carcomida por la
enfermedad, debe renunciar a escribir para siempre.


Otros escritos

Cartas: escribió más de 250 cartas. Las primeras dirigidas a
diferentes familiares, amigos y conocidos pero es especialmente durante
su vida religiosa cuando escribió muchas cartas que arrojan luz sobre el
desarrollo de su espiritualidad, especialmente las dirigidas a su
hermana Celina y sus hermanos espirituales, los padres Roulland y
Bellière. Postrada en la cama, durante sus últimas semanas de vida,
Teresa pasa más tiempo escribiendo, pero la enfermedad la va derrotando y
el 16 de julio, escribe sus últimas cartas, despidiéndose.


Poemas: escribió 62 poesías, la primera de ellas, el rocío divino o la leche virginal
fue dedicada a Sor Teresa de San Agustín, durante febrero de 1893. A
esta primera le seguirían varias otras que hoy destacan como vivir de amor, mi canto de hoy, arrojar flores, mis armas, mis deseos junto a Jesús escondido y muchas otras más donde ella expresa lo que se encuentra en lo profundo de su corazón.


Oraciones: Dejó 21 oraciones en las que se puede confirmar su
profunda consagración a Dios, animada por la intercesión de la virgen
María y de los santos e inflamada por el deseo de salvar muchas almas.
De entre ellas la ofrenda como holocausto al amor misericordioso es la más conocida y compartida, también se puede destacar otras como el billete de su profesión y la oración para alcanzar la humildad.


Recreaciones piadosas: también escribe 8 recreaciones piadosas
(obras de teatros), la primera en enero de 1894 para festejar a la
Priora. Ella eligió el tema de Juana de Arco, a la que considera su "querida hermana"
y cuya beatificación ya estaba en marcha. Es aplaudida por las
Carmelitas que descubren su talento y ahora con frecuencia la solicitan
para componer otras obras, teniéndola en cuenta como la "poeta de la comunidad".
Compone muy libremente, se inspira en su lectura, especialmente el
Cantar de los Cantares, y expresa sus deseos, sus miedos, su amor de
Jesús sin "preocuparse por el estilo".


Al año siguiente, ella escribió y dirigió una pieza dramática con seis personajes disfrazados llamada Juana de Arco cumpliendo su misión.
Ella misma hace el papel de Juana, y luego posa para unas fotografías
junto a Celina, la priora le permitió mantener su cámara, un hecho
excepcional en el Carmelo en ese momento. De las 47 fotos que se
conservan de ella, 4 antes de entrar al monasterio y 43 ya dentro, estas
son de las más curiosas junto a las que se tomaron algunas horas
después de su muerte.


Doctrina y espiritualidad

La Doctrina de Teresa es ante todo una pedagogía de la santidad en
medio de la vida cotidiana. Su enseñanza es un estímulo para buscar la
santidad, incluyendo a los cristianos que dudan de su capacidad para
responder a esta llamada apoyándose en la afirmación de que solo los que
se ven así mismo como niños pobres e indefensos totalmente necesitados
del padre Dios, son los dignos del Reino de los cielos.


En la época de Teresa, marcada por la herencia jansenista,
muchos pensaban que la santidad era reservada para algunas almas
elegidas, viviendo impresionantes fenómenos místicos o haciendo grandes
cosas. A pesar de que no había hecho nada especial, Teresa todavía
pensaba constantemente que ella podría convertirse en una santa.


En su búsqueda de la santidad, ella creía que no era necesario llevar
a cabo actos heroicos, o grandes obras, con el fin de alcanzar la
santidad y para expresar su amor a Dios. Ella escribió:


“El amor en sí se demuestra con hechos, así que ¿cómo yo hago para
mostrar mi amor?, las grandes obras me son imposibles. La única manera
en que puedo demostrar mi amor es por la dispersión de flores y estas
flores son cada pequeño sacrificio, cada mirad, palabra, y el hacer las
menores acciones por amor”.



Entre 1893 a 1894, como resultado de su discernimiento interior, ella
confía su pequeñez ante Dios y lo invita a actuar en ella, este sería
el nacimiento del caminito o pequeña vía. En 1895, escribió: "Siempre
siento la misma confianza audaz para convertirme en una gran santa,
porque no dependo de mis méritos, ya que no tengo ninguno, solo espero
que en aquel que es la virtud, incluso la santidad misma. Es sólo Él,
contentándose de mis débiles esfuerzos, quien me va a levantar hacia Él
mismo y, cubriéndome con sus infinitos méritos, podre ser santa".



En sus escritos, Teresa solo menciona el caminito una vez y nunca se refiere a el cómo infancia espiritual.
Fue su hermana Paulina quien agregó esta palabra para definir mejor su
enseñanza sobre la humildad y el Abandono total, como un niño, en los
brazos de Dios. Ella misma aclaro que Teresita nunca había utilizado esa
palabra. En mayo de 1897, Teresa escribió al Padre Adolfo Roulland: "Mi camino es todo confianza y amor". Para el padre Maurice Bellière ella escribió: "y yo, con mi manera, haré más que tú, así que espero que un día Jesús te haga caminar por el mismo camino que yo".



Fotografía de la santa al interior de la Basílica de lisieux..
El abandono en su espiritualidad y doctrina marca uno de los
puntos esenciales para poder caminar por su caminito. Para Teresa de
Lisieux el renunciar y abandonarse no significa vivir una continuidad de
sufrimientos y penitencias extremas. Ella lo enseña como una
disposición del corazón, que cuando ya ha renunciado a todo lo que le
ata al mundo, a sus vanidades, preocupaciones y a al orgullo que nos
lleva a pensar en que solos somos capaces de vivir y existir, es por fin
libre de entregarse del todo al padre del cielo y depender únicamente
de su voluntad. Es así pues el abandono fruto del ejercicio de la
humildad, que ya mucho antes de ella también exponía San Francisco de Asís, y también el instrumento perfecto para cumplir lo dicho en el evangelio: El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo (Mt. 16, 24). Escribiría al respecto:


“A veces, cuando leo tratados espirituales en la que se muestra la
perfección con mil obstáculos, rodeado por una multitud de ilusiones,
mi pobre mente rápidamente se cansa. Cierro el libro que está
rompiéndome la cabeza y secando mi corazón, levanto la Sagrada
Escritura. Entonces todo parece luminoso para mí; una sola palabra
descubre para mi alma horizontes infinitos; la perfección parece simple;
Veo que es suficiente reconocer la propia nada y abandonarse, como un
niño, en los brazos de Dios. Dejando a las grandes almas, a las grandes
mentes, los libros hermosos que no puedo entender, me alegra ser pequeña
porque sólo los niños, y los que son como ellos, serán admitidos al
banquete celestial”.



Pasajes como este han dejado abierto el camino a la acusación de que
su espiritualidad es sentimental e inmadura. Sus defensores responden
que ella desarrolló un enfoque para la vida espiritual que la gente de
todos los orígenes pueda entender y adoptar.


Otro punto esencial en su doctrina es la confianza en la misericordia y el amor de Dios.
Por encima de todo antepuso siempre la misericordia divina, ante la
cual confía y con la que nada hay que temer. Ante todo, Dios es Padre; y
Jesús es su Hijo misericordioso. Escribió: "¡Oh Jesús!... estoy
segura de que, si por un imposible, encontraras un alma más débil, más
pequeña que la mía, te complacerías en colmarla de favores aún más
grandes, si ella se abandona con entera confianza a tu misericordia
infinita."
(Manuscrito B).


En una carta del 17 de septiembre de 1896 a su hermana escribió la
frase que resume el mensaje e ideario de sus ideas y pensamientos más
arraigados, el motor de su existencia: "La confianza, y nada más que la confianza, es la que debe conducirnos al amor de Dios".
Se ha llegado a decir que Teresa de Lisieux ya había explotado el
tesoro teológico de la misericordia divina varios años antes de que Santa Faustina Kowalska recibiera las revelaciones de Jesús misericordioso en 1931.


Este sentido de la misericordia es crucial en los últimos meses de su vida, cuando pasa a través de la prueba de la "noche de la fe".
Durante este período, se ve acosada de tales tentaciones que logra
entender mejor lo que viven los más grandes pecadores. Sin embargo, ella
sigue creyendo en la infinita misericordia de Dios para con los que se
entregan a Él. En julio de 1897, cuando ya está en sus últimos meses, su
hermana Paulina le dice que su confianza en Dios se debe a que ella
había sido preservada del pecado mortal. Teresa le contesta: "Dices
bien, mi madre, aunque yo hubiera cometido todos los crímenes posibles
tendría una gran confianza en Dios, porque todos nuestros pecados, si
confiamos en la divina misericordia, son como una gota de agua arrojada a
un gran horno encendido".



Su última carta al padre Bellière en agosto de 1897, termina con estas palabras: "No puedo temer a un Dios que se hizo tan pequeño por mí... Lo amo... Porque Él solo es amor y misericordia!".


Teresa ha demostrado, a través de su vida y sus escritos, que la
santidad es accesible para todos. Es también una anticipación del
Concilio Vaticano II, la Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen
Gentium) del Concilio hace hincapié en que todos los cristianos están
llamados a la santidad.


Devoción a Teresa de Lisieux


Basílica dedicada a Santa Teresita en Lisieux, Francia.
A lo largo de los años, miles de personas, creyentes y no creyentes,
se han sentido atraídos por el testimonio que Teresa dejó en sus escasos
24 años de vida. Y por esto mismo ha despertado una gran devoción en el
mundo, prueba de ello es la gran afluencia de peregrinos que, después
de Lourdes, visitan Lisieux donde los puntos imperdibles son los Buissonnets, el Carmelo (donde reposan la mayor parte de sus reliquias),
la monumental Basílica construida en su honor y el cementerio donde
reposaron sus restos durante 26 años. Sin estar muy lejos de la verdad
se podría decir que junto a San Francisco de Asís
se ha convertido en una de las figuras más importantes de la historia
del catolicismo. Entre los devotos más famosos que ha tenido “Teresita”, varios de ellos ya en los altares, se puede nombrar a:


Santos:


Beatos:


  • Teresa de Calcuta (al hacerse religiosa con las hermanas de Loreto cambió su nombre al de Teresa después de leer la historia de un alma)
  • Daniel Brottier
  • Martin Martínez Pascual
  • María Inés Teresa Arias
  • Esperanza de Jesús
  • Dulce Lopes Pontes
  • María Crucificada Curcio
  • Juan Huguet y Cardona
Venerables:


Siervos de Dios:


  • Luisa Piccarreta
  • Marcel Van
  • Miguel Ángel Builes Gomez

Filmografía

Su vida ha sido retratada en las siguientes películas:


  • 1929: Julien Duvivier, La Vie miraculeuse de Thérèse Martin (La vida milagrosa de Teresa Martin).
  • 1939: Thérèse Martin, Maurice de Canonge
  • 1952: André Haguet, Actas
    de la Santa Sede: la vida de Santa Teresa de Lisieux basada en
    documentos originales, en consulta con el padre Combes (Cinematografía
    francesa 1444, 1.12.1951)
    .
  • 1964: Philippe Agostini, El verdadero rostro de Teresa de Lisieux.
  • 1986: Alain Cavalier, Thérèse:
    evocación biográfica de Teresa del Niño Jesús; película ganadora en
    1987 de seis premios César, incluyendo el de mejor película.
  • 2004: Leonardo Defilippis, Thérèse, The Story of Saint Thérèse of Lisieux.

Referencias


  • Santa Teresa del Niño Jesús, Historia de un alma, cap. 4, página 88, Ediciones Paulinas, Buenos Aires (Argentina), 1977

    1. Divinis Amoris Scientia, 7, Juan Pablo II, 1997

    Bibliografía

    Enlaces externos


  • Santa Teresa del Niño Jesús, Historia de un alma, cap. 16, página 145, Ediciones Paulinas, Ecuador, 2006


  • Divinis Amoris Scientia, 7, Juan Pablo II, 1997


  • Divinis Amoris Scientia, 7, Juan Pablo II, 1997


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