domingo, 4 de septiembre de 2016

REINADO DE CARLOS II

REINADO DE CARLOS II

















































lunes, 5 de septiembre de 2016






Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte XII)




1. Viaje de don Fernando de Valenzuela desde España hasta su exilio filipino.
Carlos II, en cumplimiento de lo dispuesto por el nuncio Millini el 9 de
febrero de 1678, envió varias reales cédulas referidas al destierro de
Valenzuela el 28 de febrero de ese mismo año. Cabe destacar la dirigida
al Virrey de Nueva España en la que se describe con detalle el destino y
los términos del exilio:
“El Rey. Mi Virrey de la Nueva-España: hallándose don Fernando
Valenzuela en la villa de Consuegra debajo de la protección de la
Iglesia y pendiente de la causa de inmunidad, el Nuncio de Su Santidad,
en virtud de comisión particular que para ello tuvo de la Sede
Apostólica en vista de los autos que contra él se habían escrito por los
ministros seculares, y considerando que de la residencia de dicho don
Fernando en estos reinos puede resultar perjuicio á su persona y también
á la quietud pública, y pareciendo ser del servicio de Dios Nuestro
Señor y mío, usando de la facultad que le está concedida en dicha
comisión, despachó mandamientos en 9 de este mes de Febrero, relegando á
dicho D. Fernando Valenzuela á las Islas Filipinas, donde esté
por tiempo de diez años, para que durante ellos no pueda salir del
fuerte de Cavite,
que se le señala por su morada y habitación por el dicho tiempo; y se le
manda no
salga de él, pena de excomunión mayor y otras, al arbitrio del Nuncio,
lo contrario
haciendo; para cuyo cumplimiento, mando que el General de galeones le
llevase en
la Capitana de ellos, y á Doña María de Uceda su mujer, un hijo y una
hija que tienen,
y dos criados y dos criadas hasta el puerto de la Habana, sin dejarle
saltar a tierra
ni á ninguno de su familia, sin hablar con nadie sino en presencia de
los guardas
que le pusiesen de vista, y no en secreto, ni permitirles escribir ni
recibir carta; y que
si al llegar los dichos galeones al puerto de la Habana se hallase en
algún bajel de
los cinco de la armada de Barlovento, lo entregase con la dicha familia
al Capitán ó
Cabo de él para que los llevase al de Veracruz de este reino; y que en
caso de no hallarse
allí Capitán alguno de dicha armada cuando llegase, lo entregasen al
castillo
del Morro de aquel puerto para que estuviese en él hasta que hubiese
navío en que
transportarlo, con órden al Cabo que lo llevare, que luégo que llegue al
dicho puerto
de la Veracruz lo entregue al castellano del castillo de San Juan de
Ulúa, al cual
mando por Cédula de la fecha de esta que lo reciba y tenga en él, y á la
dicha su
mujer y familia, con toda guarda y custodia hasta que vos mandéis; que
desde esa ciudad
vaya el carruaje y personas que tuviereis por conveniente, que con el
cuidado y
prevenciones referidas le lleven, y á la dicha familia, a ciudad de
Méjico ó á la parte
que por mejor tuviereis, adonde esté en el ínterin que haya nao para
Filipinas; que
en la primera que saliere para aquellas Islas, dispondréis y daréis
órden para que
sea llevado, encargando, así á la persona que lo llevare hasta el puerto
de Acapulco,
como al Cabo que lo recibiere y dicha su familia á bordo de la nao en
que hubiese
de ir, lo lleve con las dichas prevenciones y custodia hasta entregarlo
al castellano del
castillo de Cavite, con órden del Gobernador y Capitán general de
aquellas Islas,
para el cual os remito Cédula con esta mandándole que le haga recibir y
tener en el
dicho castillo con la dicha su mujer, hijos y criados, con calidad: por
lo que toca á la
mujer é hijos, a de ser á su voluntad estar ó no en dicho castillo, con
sólo la prohibición
de que si elige entrar con su marido, no ha de poder salir sino es que
quiera irse
para no volver á entrar; y para los gastos que fuere necesario hacer,
así en los carruajes
como en el sustento del dicho D. Fernando y su familia desde que salga
de
la Veracruz (que el tiempo que allí estuviere envío a mandar á mis
Oficiales Reales
de aquella ciudad den para su sustento tres pesos cada día) hasta que
llegue al puerto
de Acapulco, y lo que costare el rancho que se hiciere para la
embarcación, lo haréis
pagar de mi Real Hacienda, procurando respecto de los alcances de ella
que sea con
toda la moderación posible. Y mando á mis Oficiales Reales de esa ciudad
que paguen
lo que para esto libráredes sobre ellos. Y de lo que en todo se
ejecutare, me daréis
cuenta en la primera ocasión (…)".
Valenzuela partió del castillo de Consuegra el 2 de abril de 1678, llegando
a Cádiz en donde fue alojado en el fuerte del Puntal, situado extramuros de la
localidad. Allí permaneció hasta el 14 de julio del mismo año. 
En Cádiz, embarcó solo, ya que su familia había decidido no seguirle en
su destierro, en la Flota de Tierra Firme rumbo a Puerto Rico el 14 de
julio de 1678. Parece ser que la decisión de su mujer de no acompañarle
se debe a que doña María de Ucedo debió pensar que, quedándose cerca de
la Corte, podría tratar de recuperar los bienes incautados a la familia.
Lo que
finalmente consiguió unos años más tarde como veremos.
De Puerto Rico Valenzuela embarcó en la Flota de Nueva España llegando finalmente a Veracruz, en cuyo
castillo de San Juan de Ulúa estuvo preso
desde el 15 de octubre de ese mismo año hasta el 20 de febrero de 1679, día en
el que fue conducido a Acapulco, embarcando por último el 31 de marzo para
su destino final a bordo del galeón San Antonio. Tras un largo viaje, en el que había estado a cargo del general Felipe de
Montemayor y Mansilla, llegó finalmente a Filipinas:
"(…) llegó a éstas Islas en 31 de julio de 1679, y habiendo dado fondo en el
puerto de Palapag, el mismo general le traxo a su cargo al puerto de Cavite, en
cuya fuerza y castillo de S. Phelippe se le tenía ya fabricado en medio della un
quarto de madera, capaz, adonde con la guardia necessaria se pusso su persona
y la de dos criados suyos, y todo dando cumplimiento a lo que Su Magestad mandava
por su Real Cédula,
(…)".


CONTINUARÁ...
Fuentes:
1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.



2. Castillo Soto, Josefina: "Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): Su labor política y militar". UNED, 1991.
3. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de
Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos
años en la ciudad de México (1678-1692)
". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.



4. Ruiz Rodríguez, Ignacio: "Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica. Entre la política, el poder y la intriga". Dykinson, 2007.

miércoles, 24 de agosto de 2016






Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte XI)


1. "La prisión de Valenzuela", obra de Manuel Castellano (1866). Museo del Prado de Madrid.


Don Juan José obró con rapidez. Cuando el 21 de enero de 1677 partía de
Hita, una tropa de unos 500 jinetes se hallaba ya camino de El Escorial,
donde pensaba apresar a Valenzuela. A las órdenes de don Antonio de
Toledo, hijo del Duque de Alba, y del Duque de Medina Sidonia, éstos
llegaban a su destino la mañana del 22 cercando todo el recinto del
monasterio. A su encuentro saldría saldría el Prior, al que exigieron la
entrega de Villasierra por orden de don Juan José de Austria. El máximo
mandatario del Real Monasterio les respondió que para ello sería
necesario que le entregasen una orden escrita del mismo Rey. Al no
tenerla, los nobles alegaron que dicho mandato había sido realizado de
manera oral, ante lo cual fray Marcos de Herrera se negó en rotundo a
entregar a aquel que había recibido el amparo eclesiástico,
advirtiéndoles de que no perturbaran la paz de aquel sacro lugar.
Poco después se haría entrega de un escrito al Prior en donde
solicitaban una entrevista privada con don Fernando de Valenzuela,
buscando que éste saliese voluntariamente de dicho lugar y se entregase.
Sin embargo, Villasierra se negó a salir del Monasterio, indicando que
se encontraba allí en virtud de una licencia otorgada por el Rey y que,
para retirarse, sería necesaria otra carta en contra que procediese del
mismo.
Con aquella negativa, al día siguiente los juanistas entraron por la
fuerza en el Monasterio. Tras un minucioso registro no consiguieron
encontrar a Valenzuela, el cual se había escondido en un desván. De allí
pasaría a la celda de un religioso en donde, por fin, sería encontrado y
apresado.
Mientras todo esto acaecía, en la madrugada del 23 de enero, a las cinco
horas, don Juan José de Austria había hecho finalmente su entrada
triunfal en la capital de la Monarquía, pasando a alojarse en el Palacio
del Buen Retiro, donde se hallaban ya desde varios días antes Carlos II
y el Duque de Medinaceli.
Una vez en manos de los asaltantes, Valenzuela sería llevado preso a
Consuegra el 27 de enero, donde sería encerrado en una torre del
castillo prioral, propiedad de don Juan José de Austria, y, por decreto
real, privado de todos los honores, preeminencias y prerrogativas
obtenidas durante su privanza. Por otra parte, se ordenaría el
confinamiento de su mujer, doña María de Ucedo, e hijos en el Convento
de las Ursulinas de Talavera de la Reina, a los que, sin embargo, se les
concedía 4.000 ducados de renta por juro de heredad situados en lo
mejor de su hacienda. Hubo, por tanto, un auténtico ensañamiento con
Valenzuela.
Cabe destacar que el apresamiento de Valenzuela y el asalto del
monasterio escurialense provocaron una situación más que tensa con las
autoridades eclesiásticas, Tras varias cartas cruzadas entre la Corona y
la Santa Sede, ésta aceptó devolver a Valenzuela a la justicia
eclesiástica. En un primer momento el antiguo privado sería trasladado a
la iglesia de Tembleque, en donde sería entregado al vicario general de
Madrid, don Francisco Forteza, para posteriormente ser llevado de nuevo
a Consuegra, ahora bajo la protección de la jurisdicción eclesiástica. 
El 28 de febrero de 1677 se reunió la congregación de la Inmunidad para
tratar de solucionar el conflicto de competencias. Se aprobó la
intervención del nuncio papal, Savo Millini, requerida por el Prior de
El Escorial, que, tras hacerse con la causa por el fallecimiento del
Arzobispo de Toledo, don Pascual de Aragón, y sin haber sentencia
condenatoria, requisó los bienes de Valenzuela y acto seguido, el 9 de
febrero de 1678 ordenó sus destierro a las Islas Filipinas por un
periodo de diez años. Entre sus bienes se encontraban desde las alhajas
hasta el ajuar doméstico, pasando por el mobiliario, alfombras,
tapicerías, colgaduras, pinturas, armas, ropa personal, etc. La
jurisdicción y rentas de sus villas de Villasierra y del Herradón y de
otros lugares de su propiedad fueron igualmente secuestrados por la Real
Hacienda. 
Con el destierro a Filipinas de Valenzuela y el alejamiento a Toledo de
la reina madre doña Mariana de Austria, don Juan José de Austria se
hacía definitivamente con el control total del la Corte, el Rey y el
Gobierno universal de la Monarquía.


CONTINUARÁ...
Fuentes:
1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.



2. Castillo Soto, Josefina: "Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): Su labor política y militar". UNED, 1991.
3. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de
Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos
años en la ciudad de México (1678-1692)
". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.



4. Ruiz Rodríguez, Ignacio: "Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica. Entre la política, el poder y la intriga". Dykinson, 2007.


martes, 9 de agosto de 2016






Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte X)


1. Retrato de don Juan José de Austria dentro del libro de Gaspar Sanz "Instrucción de música sobre guitarra española". Zaragoza, 1674. BNM.
Al poco de publicarse el famoso Manifiesto de los Grandes, Valenzuela se
retiró a El Escorial junto a su mujer embarazada y sus dos hijas,
acompañado por una escolta de veinte "chambergos". Allí Villasierra
quedaría amparado por el asilo eclesiástico. Sin embargo. el Consejo de
Estado recomendaba al Rey alejarle incluso aún más:
"el primer paso que se debe dar es apartar y asegurar la persona del
marqués de Villasierra, porque estarse en El Escorial, no es tan
apartado y asegurado...que Vuestra Majestad le mande salir de San
Lorenzo, y que un alcalde, u otro sujeto le lleve al Alcázar de Segovia
...".
Con todo, y después de haberse decantado el Rey finalmente por la
localidad escurialense, enviaría una carta el 23 de diciembre al padre
fray Marcos de Herrera, prior del Real Convento, pidiendo que allí fuese
recibido y acogido don Fernando de Valenzuela:
"Venerable y devoto fray Marcos de Herrera, prior del convento Real
de San Lorenzo. En caso en que don Fernando de Valenzuela, marqués de
Villasierra vaya a ese convento, os mando le recibáis en él y le
aposentéis en los aposentos de Palacio, que le señalaron cuando yo
estuve en ese sitio, asistiéndole en todo cuanto hubiere menester para
la comodidad y seguridad en su persona y familia, y para los demás que
pudiere ofrecérsele, con el particular cuidado y aplicación que fío de
vos en que me haréis servicio muy Grande
".
Por otra parte, en la semana anterior a Navidades la reina doña Mariana
de Austria intentó desesperadamente defenderse ordenando en reiteradas
ocasiones al presidente del Consejo de Castilla, apresar a los
cabecillas de la conjura: Alba, Osuna y Medina-Sidonia. Desde una
postura desafiante, los tres hicieron saber que estaban armados y
dispuestos a defenderse. No obstante, el presidente, el Conde de
Villaumbrosa, se negó a ejecutar la orden. movido, probablemente por su
repulsa tanto a Valenzuela como al comportamiento de la Reina en el
otoño de 1676, así como por el temor a una guerra civil.
Mariana de Austria echó mano de lo único que creía capaz de controlar la
situación: llamar al Arzobispo de Toledo y Primado de España, el
cardenal Pascual de Aragón, a la capital, donde haría su entrada el 24
de diciembre. Después de 11 años de regencia, la Iglesia y la nobleza,
recuperaban el poder perdido y se hacían dueños de los acontecimientos
políticos.
2. Retrato de don Pascual de Aragón, obra de Alberto Pérez (1678).
El prestigio de don Pascual de Aragón se mantenía intacto y su poder
sobre la Iglesia castellana era enorme, No obstante, como ya en otras
ocasiones, no se sintió capaz de asumir el Gobierno que se le ofrecía.
En su lugar, se creó una Junta en los días de Navidad en la que él, el
Almirante de Castilla, el Condestable, el Duque de Medinaceli, el Rey y
doña Mariana trataron de manejar el curso de los acontecimientos.
Pero los ánimos en Madrid estaban totalmente agitados, el rearme del
Palacio impulsado por Valenzuela y el revuelo de las masas populares
hicieron temer lo peor. Algunos de los conjurados y, sobre todo, don
Pedro de Aragón (hermano del Arzobispo de Toledo) no resistieron la
tensión y comenzaron incluso a aproximarse de nuevo a Valenzuela y la
Reina. No obstante, la resolución de los otros, principalmente de Alba,
Osuna y Medina-Sidonia, no dejaba cabida a otras solución que no fuera
la fijada por los Grandes.
Por consejo de don Pascual de Aragón y del Almirante, Carlos II acabó
enviando el 27 de diciembre el siguiente billete a su hermano don Juan
José de Austria:
"Don Juan de Austria, mi hermano: Habiendo llegado las cosas
universales de la Monarquía a términos de necesitar de toda mi
aplicación y dar cobro ejecutivo a las de mayor importancia, en que os
hallo tan interesado; debiendo fiar de vos la mayor parte de mis
resoluciones; he resuelto ordenaros vengáis sin dilación alguna a
asistirme en tan grave paso, como lo espero de vuestro celo a mi
servicio, cumpliendo en todas las circunstancias de la jornada lo que es
tan propio de vuestras obligaciones
".
Al mismo tiempo, la reina doña Mariana enviaba al Príncipe una carta en
la que ratificaba la orden de su hijo con un requerimiento en los mismo
términos:
"Don Juan, mi primo: El Rey, mi hijo, ha resuelto, como entenderéis
por la que os escribe, que vengáis luego a asistirle al expediente de
los negocios universales; y yo he querido deciros de cuánto agrado y
gusto me será que lo ejecutéis con la brevedad que solicita el estado de
las cosas de la Monarquía, como lo fío de vuestro celo é intención:
pudiendo aseguraros de lo que siempre atenderá a todo lo que fuera de
vuestra mayor satisfacción
".
Sin embargo, a diferencia de 1669 y 1675, don Juan José no veía con
demasiada confianza su marcha a Madrid. Ya había visto frustrada en dos
ocasiones su esperanza de servir como Primer Ministro de Carlos II, de
ahí que, al contrario de lo que cabría esperar, éste se hubiera pasado
los meses anteriores entregado plácidamente a otras ocupaciones,
manteniendo sólo de manera esporádica contactos con Madrid. En secreto,
sin embargo, Su Alteza, desde Zaragoza, hizo todos los preparativos
oportunos para poder dar una pronta respuesta a las posibles señales que
llegaran a Madrid. De ayuda le serviría ahora la posición que se había
forjado en sus años de virreinato en Aragón, como padrino de la nobleza y
del tercer estamento. Empezó a reunir soldados y pertrechos, se hizo
con el control de la línea postal entre Cataluña, Aragón y Madrid, y
avivó su apoyo a los diputados del Reino,
También en Cataluña don Juan pudo comprobar que la mayoría de los
soldados estaban de su parte. Los jinetes catalanes a las órdenes de don
Gaspar de Sarmiento representaban un importante refuerzo para las
tropas juanistas. Bajo su enérgico mando, los jinetes marcharon rumbo
oeste en continua afluencia hasta que el Príncipe hizo parada en Ariza
al fin de organizar sus unidades.
Los datos discrepan a la hora de ponderar la fuerza y el número de su
tropa: 3.000 soldados de infantería y 1.000 de caballería le atribuiría
un cronista adverso; 7.500 y 1.600 son las cifras aportadas por un
seguidor del Príncipe. En Madrid corrían rumores de que llevaba consigo
hasta un total de 15.000 hombres; aunque ya poco después después se
decía que sólo eran 1.000 soldados de infantería y 600 de caballería.
Al parecer, don Juan fue considerando cada vez más la idea de reducir su
escolta, pues, por un lado, desconfiaba de la fuerza de una tropa
demasiado heterogénea y, por otro, no quería entrar en la capital  como
un "golpista", sino como aquel que había sido llamado por Carlos II.
Cuando acampó finalmente en Hita (un territorio del juanista Duque del
Infantado, al noreste de Guadalajara), sus soldados eran seguramente
muchos menos de los que tenía en Ariza.
Hasta Hita se desplazaría don Pascual de Aragón para tratar allí con don
Juan los detalles de su entrada en Madrid y pedirle que "deshiciese la
gente", a lo que el Príncipe impuso dos condiciones: la prisión de
Valenzuela y la extinción de la Guarda Chamberga.


CONTINUARÁ...
Fuentes:
1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.



2. Castillo Soto, Josefina: "Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): Su labor política y militar". UNED, 1991.
3. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de
Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos
años en la ciudad de México (1678-1692)
". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.



4. Ruiz Rodríguez, Ignacio: "Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica. Entre la política, el poder y la intriga". Dykinson, 2007.






lunes, 18 de julio de 2016






Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte IX)


1. Retrato de don Fernando de Valenzuela, Marqués de Villasierra, obra de Claudio Coello. Real Maestranza de Ronda.
El meteórico ascenso de Valenzuela hizo que nobles y cortesanos, que
incluso debían sus puestos a la intervención de Villasierra, y Grandes
desatendidos por un Rey “marioneta”, mantuvieran comunicaciones fluidas
desde agosto de 1676 con el fin de elaborar estrategias de actuación
para derrocar al nuevo Primer Ministro y erigirse en los nuevos árbitros
legítimos de la Monarquía Así, en un complejo proceso, la nobleza, de
manera casi espontánea, se hizo dueña de la opinión pública y cortesana.
Los buenos modos orientados a conseguir el beneplácito de Carlos II
habían fracasado, por lo que el Duque de Medinaceli y el Conde de
Oropesa optaron en última instancia por el recurso a la violencia y la
colaboración con don Juan José de Austria, que seguía los sucesos de la
Corte desde su exilio zaragozano y que también intentó convencer al
Arzobispo de Toledo, don Pascual de Aragón, de su participación en la
expulsión de Valenzuela. El Duque de Medinaceli, sumamente prudente, se
condujo con especial cautela en todo el asunto y trató de atraerse hacia
sí la voluntad del Rey para protegerse de futuras represalias a la vez
que fue pieza activa en la captación del citado Arzobispo para el
recurso de la fuerza en el asunto Valenzuela. La carta que mandó a don
Pascual es ilustrativa al respecto:
"Señor no quiero quietarme en mi celo y obligaciones, acompañados del
conocimiento que me asiste, y en que me han constituido la experiencia
de tan repetidos trabajos como en los que se ve este infeliz Palacio y
esta desgraciada monarquía, si dejase ir la carta inclusa sin expresar a
Vuestra Eminencia mi dolor en el horror que me deja ver tan ciego a
quien se ha procurado abrir los ojos por todos los caminos de la
conciencia, de las obligaciones de rey, de las de caballero y aún de las
de hombre racional, que tengo testigos a Dios gracias
…"
En septiembre de 1676 ocurrió un hecho que precipitó la evolución de los
acontecimientos: el Marqués de Villasierra fue ascendido a Grande de
España durante el desarrollo de una cacería con un suceso desafortunado:
En el transcurso de tan saludable actividad para el adolescente Carlos
II, éste logró cazar (según los testimonios de sus más allegados
“cortesanos”) un fabuloso jabalí. Con la emoción el Rey disparó varios
tiros al aire con tan mala suerte que uno de ellos acertó a dar en el
pie de Valenzuela, El Rey quiso resolver el incidente con un gesto
escandaloso que enervó a los nobles allí presentes: llamó a Villasierra y
le pidió que "cubriese su cabeza", gesto tradicional para nombrar a un
Grande de España, con derecho a compartir posición y privilegios con los
más esclarecidos linajes de la Monarquía. Desde aquel bochornoso
episodio, los Grandes y títulos, los cortesanos descontentos y don Juan
Juan José de Austria, decidieron que Valenzuela debía ser expulsado de
la Corte y con él la Reina madre, su gran valedora.
En noviembre tuvo lugar lo que Álvarez Ossorio ha denominado "Huelga de
Grandes": los Grandes se negaron en rotundo a incluir a Valenzuela en su
selecto círculo, así, en un acto de desobediencia al Rey sin
precedentes en la monarquía de los Austrias, el 4 cuatro de noviembre,
onomástica de Carlos II, los Grandes dejaron a Valenzuela solo en el
banco de la Capilla Real, reservado para las altas dignidades y, el día
del cumpleaños regio, 6 de noviembre, sólo acudieron a la ceremonia del
besamanos cinco Grandes como protesta ante el reciente ascenso de
Villasierra, incluso Medinaceli se disculpó por malestar físico en la
audiencia pública de Valenzuela el día 10 de noviembre.
El 15 de diciembre casi todos los Grandes firmaron un manifiesto contra
Valenzuela que certificaba la rebeldía de la nobleza y su respaldo
incondicional a don Juan José de Austria: "declaramos que
cualesquiere que intentaren oponerse a embarazar nuestros designios,
encaminados al mayor servicio de Dios, de Su Magestad, y bien de la
causa pública, los tendremos y trataremos como a enemigos jurados del
Rey y de la patria uniéndonos todos contra ellos
". Al final del manifiesto se hacía referencia concreta a la postura de don Juan José: "Y
el Señor don Juan, en su particular, declara que el haber convenido el
último de los tres puntos dichos que toca a su persona, es por haberlo
juzgado los demás conveniente al servicio de Dios y del Rey, pues de su
motivo propio, protesta delante de su Divina Magestad, no viniere en
ello, por muchas razones
".





Entre los nobles firmantes se encontraban las Casas de Alba, Osuna,
Pastrana, Veragua, Gandía, Híjar, Camiña, Infantado, Lemos, Oñate,
Medina-Sidonia, etc. Sin embargo, dos importantísimos nombres no
suscribieron este comprometedor documento, se trataban, nada más y nada
menos, que del Duque de Medinacli y el Conde de Oropesa. Sus razones
parecen claras: Medinaceli siempre jugó con la ambigüedad propia de un
experto cortesano, se mostró favorable a la expulsión de Valenzuela,
incluso fue partidario del uso de la violencia, pero nunca abiertamente.
Medinaceli procuró ante todo que no le salpicaran las posibles
represalias que pudieran venir de uno u otro bando, calibró fríamente
las consecuencias y decidió no firmar por lo que pudiera ocurrir, además
si triunfaba don Juan José bien podría justificar su apoyo al bastardo
con sus esfuerzos pasados. El Conde de Oropesa, tan cercano en intereses
a Medinaceli y con un puesto importante que perder o conservar, debió
realizar las mismas reflexiones. Ambos no firmaron y ambos llegaron a
ser, tras la muerte de don Juan José de Austria, primeros ministros de
la Monarquía. Tampoco estamparon sus nombres en el documento el
Almirante, el Condestable o don Pascual de Aragón.
Con aquel manifiesto se confirmó la rebelión de la nobleza auspiciada
por don Juan José de Austria. Un ataque a la Regente y al Marqués de
Villasierra que se iba a saldar con los dos objetivos planteados por los
conjurados: el alejamiento de doña Mariana de Austria y el
encarcelamiento de Valenzuela.



CONTINUARÁ...
Fuentes:
1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.



2. Castillo Soto, Josefina: "Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): Su labor política y militar". UNED, 1991.
3. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de
Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos
años en la ciudad de México (1678-1692)
". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.



4. Oliván Santaliestra, Laura: "Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII". UCM, 2006.

martes, 17 de mayo de 2016






Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte VIII)


1. Estatua orante de don Pedro Fernández de Campo, primer Marqués de Mejorada. Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Desde principios de julio de 1676 el Marqués de Villasierra desplegó su
labor política en el despacho de los negocios. Por un lado, continuaba
inmiscuyéndose en los asuntos relativos a provisiones de oficios y
dignidades civiles y eclesiásticas. Por otro, se implicó en el
abastecimiento de alimentos a Madrid. En el mes de junio se había
centralizado el abastecimiento de la carne en Madrid, al hacer depender
los vendedores de carne del carnero del Rastro de las compañías de
obligados que gestionaban la carne en la Villa y su alfoz. Como se
detallaba en un diario: "en 6 de julio de dicho año, mandó don
Fernando de Balançuela llamar a los obligados de las carnicerías de esta
Corte, en que les mando bajasen tres cuartos en cada libra de carne,
sobre que hubo muchos debates, y que el dinero de la Villa a 5 por
ciento y no más
". La gestión del abastecimiento de Madrid era
crucial para asegurar la quietud de la Corte. En estos días, el
descrédito del gobierno de doña Mariana de Austria en la opinión común
era creciente. Por las calles de la ciudad circulaban pasquines e
impresos contrarios a la Regente. La intervención sobre los abastos, en
una fase de penuria como esta, tuvo como finalidad templar los ánimos
del pueblo. Debido a medidas como estas, la imagen del ministerio de
Valenzuela ha pasado a la historiografía moderna asociada al arquetipo
de "pan y circo", combinando las comedias y las fiestas de toros con el
abaratamiento de los productos de primera necesidad en Madrid. Fiestas y
alimentos baratos buscaban contentar a la plebe madrileña, consideraba
un "monstruo" poco fiable por los patrones cortesanos.
A principios de agosto se confirmó en Madrid la bajada del precio de la
carne impuesta por Valenzuela. Durante aquellos meses fue constante su
intervención en los asuntos de la Villa, desde la financiación de las
obras reales hasta la reforma del número de alguaciles y la política de
abastos.
El reforzamiento del poder de Villasierra suscitó la oposición abierta o
tácita de los principales beneficiarios políticos de su ausencia de
Madrid. El Duque de Medinaceli utilizaba su jefatura de la cámara del
Rey para obstaculizar su ascenso. En julio circularon rumores de un
posible cese del Conde de Villaumbrosa. Como eventual sucesor en la
Presidencia del Consejo de Castilla se aludió al obispo electo de
Oviedo, Alonso Antonio de San Martín, abad de Alcalá la Real, hijo
natural de Felipe IV. Desde la jornada de Valenzuela a Vélez Málaga eran
constantes las alusiones al interés de la Reina en reforzar su partido
con la presencia en el gobierno de un hijo natural de Felipe IV que
sirviese de contrapeso a don Juan José de Austria.
Sin embargo, tanto Medinceli como Villaumbrosa consiguieron conservar
sus puestos durante el ministerio de Valenzuela. Distinta suerte tuvo el
tercer miembro del triunvirato que dirigió el gobierno durante los
primeros meses de 1676. A mediados de julio estalló un violento
enfrentamiento entre Valenzuela y el Secretario del Despacho Universal,
el bilbaíno Pedro Fernández del Campo y Fernández Angulo, Marqués de
Mejorada desde 1672. Tanto él como su hermano Íñigo anudaron lazos
durante sus carreras con el Conde de Peñaranda. El poderoso secretario
encabezaba una extensa red de parientes y amigos, para quienes consiguió
destacados puestos en la Corte y el gobierno, así como dignidades
eclesiásticas. Tras la caída de Nithard, Fernández del Campo asumió un
papel decisivo en el gobierno de la Monarquía. Era una hechura de la
Reina, quien prefería que un hidalgo controlase el despacho regio a
otorgar el valimiento a un Grande de España.
El fracaso de la pugna por la precedencia en el coche del Rey no frenó
los intentos de a Reina por reforzar la proyección ministerial de
Villasierra. A mitad de julio trató de dejar patente la subordinación de
los Consejos, al imponer varios nombramientos de puestos supremos sin
preceder las acostumbradas ternas, Quizá animado por el éxito de los
gentilhombres de cámara en su oposición a Valenzuela, Mejorada optó por
la vía de la resistencia a los designios del "Duende". El secretario
recibió las órdenes para preparar los despachos por los que se nombraba
virrey de Cataluña al Príncipe de Parma, Alessandro Farnese, y virrey de
Sicilia a Anielo de Guzmán. Marqués consorte de Castel Rodrigo. Estas
decisiones se adoptaron sin preceder las consultas de los Consejos de
Estado y de Guerra. El secretario representó al Rey en el despacho como
era costumbre de su padre Felipe IV, y de la Reina durante la regencia,
resolver tales nombramientos tras examinar las consultas de los Consejos
Carlos II escuchó el parecer de Mejorada y le dijo que hablaría con su
madre.
La representación del secretario en defensa del papel de los Consejos
suscitó la indignación de Villasierra, quien instó a Mejorada a preparar
los despachos. Ante sus dilaciones, Valenzuela le reprendió de forma
severa. Se reiteraron las órdenes reales para expedir los despachos, de
modo que se rubricaron los nombramientos como virreyes de Castel Rodrigo
y del Príncipe de Parma. Fernández de Campo se fingió enfermo,
retirándose a su casa pretextando que no podía acudir al despacho en
varios días. En su lugar comenzó a ejercer el puesto Jerónimo de Eguía,
secretario de la Reina que tenía la facultad de sentar la plaza en caso
de ausencia o enfermedad del titular. La promoción de Eguía alteró el "cursus honorum"
de la pluma. Hasta entonces, lo habitual era que los secretarios de
Estado accedieran a la secretaria de despacho. Eguía había ejercido las
plazas de secretario de Órdenes y de Justicia en gobierno.
De este modo, Valenzuela doblegó la oposición de la secretaría del
despacho universal, a la vez que restringía el margen de maniobra del
Consejo de Estado. Al proveer los virreinatos por decreto sin preceder
terna del Consejo de Estado, Villasierra reafirmaba su primacía frente
al principal consejo de la Monarquía compuesto por Grandes de España y
aristócratas. Con un solo golpe se quebraba la autoridad de la
covachuela y mermaba la la del Consejo de Estado, dos instancias
supremas de poder en la Corte desde la muerte de Luis de Haro (1661).
Durante su aparente convalecencia don Pedro Fernández de Campo sufrió la
absoluta indiferencia de los Reyes. La pérdida del favor regio quedó
acreditada con la ausencia de pretendientes en su antecámara. Como era
habitual, Valenzuela utilizó los rumores para forzar la rendición final
de Mejorada. Hacer correr una voz por los mentideros era un modo de
sondear la opinión común de la Corte. Desde Palacio se comentó que había
bajado un decreto prohibiendo a Mejorada volver a entrar en la
covachuela, a la vez que supuestamente se encargaba a Lope de los Ríos
que lo residenciase. A principios de agosto se especuló con que se
preparaban numerosas acusaciones contra el secretario en asuntos graves,
incluida la revisión de cuentas del Bolsillo Secreto del Rey. Tras
amenazas de una visita particular y un proceso, Mejorada envió
intercesores a Valenzuela y se avino a un acuerdo que minorase el rigor
de su desgracia.
A principios de septiembre los representantes diplomáticos informaron
cómo don Pedro Fernández de Campo había logrado ajustar su jubilación
con Valenzuela, evitando la puesto en marcha de una residencia de su
gestión. Mejorada había regresado a Palacio para besar la mano de los
Reyes. El Marqués de Villasierra había vencido a la covachuela. Durante
su ministerio se aseguró de no proveer en un titular propietario el
puesto de secretario del despacho universal. En su labor como primer
ministro Valenzuela utilizó los servicios de Jerónimo de Eguía,
manteniendo siempre su condición de secretario interino. Para los
pretendientes y negociantes en la Corte se trataba de un cambio radical,
acostumbrados como estaban durante tres lustros al poder omnímodo de la
covachuela.
Desde julio la covachuela se convirtió en una plataforma de poder del
nuevo valido. El nombramiento sin consulta de los virreyes y la caída de
Mejorada era el anuncio ante la Corte del encumbramiento ministerial de
Villasierra. Valenzuela despachaba con Jerónimo de Eguía en Palacio a
solas de forma frecuente, lo que equivalía a decir que el despacho
universal del gobierno de la Monarquía  lo desempeñaba él mismo.
A finales de julio Fernando de Valenzuela contaba con dos logros
destacados y varios fracasos desde su regreso wn abril a Madrid. Entre
los éxitos, por un lado, estaba la obtención de la jefatura de la casa
de la Reina. Por otro, el reconocimiento de su superioridad por parte de
la secretaría del despacho universal. Este triunfo político estaba
reciente cuando se celebró en Palacio la onomástica de la Reina. El 26
de julio, día de Santa Ana, se organizaron en la Corte comedias y
saraos. La Chamberga lució sus nuevas libreas al desfilar en la plaza de
Palacio. En los oficios de la real capilla acompañaron a los Reyes
diecisiete Grandes de España. En el día del santo de doña Mariana se
publicaron numerosas mercedes, como virreinatos, embajadas, mandos
militares y pensiones. La expectativa de recibir beneficio reunió a la
Grandeza de España y a la alta nobleza en torno a las personas reales.
La reina Mariana, junto a su hijo y al valido Fernando de Valenzuela,
podía considerar que había fortalecido su control de la dirección del
gobierno de la Monarquía. Pero en aquellos días ya habían comenzado las
cábalas de algunos aristócratas, como el Duque de Medinaceli y el Conde
de Oropesa, tendentes a derribar a Fernando de Valenzuela La cámara del
Rey volvía a movilizarse contra el nuevo valido. Sino caída el "Duende",
el siguiente objetivo sería la propia Reina. Entre agosto y diciembre
de 1676 el poder de doña Mariana entraba en una fase decisiva en la que
estaba en juego tanto el destino final de su hechura como su propia
supervivencia política.
CONTINUARÁ...
Fuentes:
1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.
2. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de
Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos
años en la ciudad de México (1678-1692)
". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.






domingo, 20 de marzo de 2016






El Estado adquiere dos portapaces de Carlos II






El Estado acaba de adquirir por 1.600€ estos dos portapaces de finales del siglo XVII en la casa de subastas Segre que
representan a Carlos II y su segunda mujer, Mariana de Neoburgo, como
San Hipólito mártir y Santa Concordia, según rezan las cartelas. 
Se trata de estructura arquitectónicas con dos pilastras y pequeño
templete gallonado, con querubines, del que parten lambrequines que
enmarca dos placas ovales en plata sobredorada que tienen los bustos
reales en relieve. Llevan añadidos símbolos del martirio como son la
corona de laurel y la palma.
Estos dos portapaces recuerdas a las dos miniaturas de Jan van Kessel
III hoy en colección particular que representan a Carlos II y Mariana de
Neoburgo como San Fernando y Santa Elena.

martes, 15 de marzo de 2016






Fernando de Valenzuela, un valido advenedizo (Parte VII)


1. Vista del Cortejo de Carlos II saliendo del Real Alcázar (1677), autor anónimo. Colección Abelló.


Después del nombramiento de Valenzuela como Caballerizo Mayor, en la
Corte se extendió el rumor de la inminencia de la consecución de la
Grandeza de España. A finales de junio se consideraba inminente una
promoción de Grandezas. Los agentes de negocios extranjeros consideraban
que el impulsor de esta medida era el Marqués de Villasierra.
Valenzuela se había asegurado la subordinación del despacho regio. No se
trataba tan solo de que la secretaría del despacho universal estuviese
perdiendo capacidad de maniobra frente a Villasierra, sino que se
consideraba a Carlos II ajeno al proceso de toma de decisiones. La
derrota política de la cámara del Rey, liderada por el Duque de
Medinaceli, implicaba el encumbramiento definitivo del valido de la
Reina.
En los últimos días de junio doña Mariana de Austria parecía redoblar su
presión para obtener la Grandeza para su hechura. La obtención de la
misma despejaría su camino hacia el ministerio supremo.Todas las
actuaciones de la Reina estaban dirigidas a un único fin: asentar su
poder en el período de mayoría de edad de su hijo, a la vez que limitaba
la influencia de los linajes antiguos de la aristocracia española. Los
intentos de introducir a Valenzuela en la cámara del Rey, así como
ganarse su favor en los reales sitios, eran los medios para afianzar el
futuro político de la Reina madre. La gloria de su criatura era la
expresión de la autoridad de la patrona. Una eventual materialización
del gobierno personal de Carlos II, alentado por los amigos del Rey
desde su cámara, pondría en riesgo el valimiento de Valenzuela. Su
encunbramiento era a iniciativa de doña Mariana justo cuando  su
autoridad era cuestionada por a mayoría de edad del joven monarca.
Los informes diplomáticos daban cuenta de las reuniones nocturnas que
mantuvo Valenzuela con el Presidente del Consejo de Italia. Por
entonces, Villasierra no parecía tener inconveniente en acercarse a la
casa del Conde de Peñaranda para examinar negocios conjuntamente. El
consejero de Italia se trasladaba a la residencia de su Presidente. La
opinión común en la Corte especulaba con una posible promoción de
grandezas que contentase a algunos destacados exponentes de los
Guzmanes, los herederos políticos de Olivares y Luis de Haro, a la vez
que franquease la elevación del propio Valenzuela. Según este diseño, se
ofreció la Grandeza vitalicia al Conde de Peñaranda y al Conde de
Villaumbrosa, intentando que la Grandeza de Villasierra fuese
hereditaria. A principios de julio, se comentaba que Peñaranda y
Villaumbrosa se negaban a aceptar la Grandeza solo para sus personas. La
Casa de Peñaranda declinó la oferta de esta distinción limitada y
mantuvo esta actitud durante meses. El intento de promoción de Grandezas
había fracasado. Valenzuela tuvo que esperar una ocasión propicia para
cubrirse. El proceso se complicaba al no contar con el apoyo de
ministros de una trayectoria tan dilatada como Peñaranda o tan poderosos
como el Presidente del Consejo de Castilla, con un séquito relevante de
parientes y clientes. El bloqueo de una promoción colectiva abocaba a
Villasierra a una distinción personal, más arriesgada por la reacción
aristocrática que podía suscitar. Durante los siguientes meses la
eventual concesión de la Grandeza a Valenzuela continuó siendo una
cuestión esencial. ¿Podía ser considerado primer ministro de la
Monarquía sin ostentar la Grandeza de España?
En los avisos que el nuncio enviaba a la corte de Roma la privanza se
asociaba con tres cualidades: el nombramiento como gentilhombre de la
cámara e Carlos II, a fin de asegurarse la gracia del Rey. La obtención
del cargo de consejero de Estado. Y, por último, la consecución de la
Grandeza. Desde mediados de 1675 la reina doña Mariana intentaba que
Valenzuela entrase en la cámara del Rey. El puesto de consejero de
Estado no parecía tan absolutamente indispensable, dado que don Luis de
Haro no lo ejerció durante su valimiento, aunque hubiese recibido esta
distinción de Felipe IV de manera reservada.
El círculo aristocrático de la cámara de Carlos II era un muro que
dificultaba la ejecución de los decretos del Rey a favor de Valenzuela.
La resistencia era liderada por el sumiller de corps, el Duque de
Medinaceli, y por algunos gentileshombres de cámara como el Conde de
Oropesa. Tanto Medinaceli como Oropesa eran considerados "amigos" del
joven Rey. La situación política era compleja para doña Mariana y su
hechura. Un exceso de presión sobre este grupo aristocrático podía
empujarlo a los brazos de Juan José de Austria y el partido de los
malcontentos. En el fondo, los Grandes y títulos que habían obtenido
destacados puestos en la Casa del Rey habían recibido estos oficios
gracias a doña Mariana de Austria y tendían a buscar una vía templada
que evitase una ruptura abierta, prefiriendo medios suaves a actuaciones
violentas. Pero cada ascenso de Valenzuela en la Corte y el gobierno de
la Monarquía estrechaba el margen de maniobra de los "amigos" del Rey e
incrementaba las filas de la oposición política.
Mariana de Austria era consciente de que la cámara del Rey bloqueaba el
ascenso político de Valenzuela. Durante la primera semana de julio, la
jefatura de la Casa de la Reina sirvió de plataforma a Villasierra para
intentar un asalto definitivo a la cámara de Carlos II. En lugar de
pretender una nueva llave dorada con la aquiescencia de un número
razonable de gentilhombres de cámara del Rey, Valenzuela optó por una
vía más directa. La Reina obtuvo un real decreto que otorgaba al Marqués
de Villasierra, en calidad de caballerizo mayor de la Reina, la
precedencia sobre todos los gentilhombres de cámara de Carlos II.
Asimismo, el puesto de caballerizo mayor de la Reina se convertía en una
especie de cuarta jefatura de la Casa del Rey, ya que se le concedía el
primer lugar en la primera carroza de respeto del Rey después de los
tres jefes de la Casa del Rey.
La reacción de la alta nobleza de Palacio tuvo dos direcciones: la
negativa a la aplicación del real decreto y la supresión del servicio al
Rey. La unidad del cuerpo del gentilhombres de la cámara era un
fenómeno extraordinario, dado que de forma estructural en la cámara de
los monarcas competían diversas facciones y linajes por controlar a la
persona regia y prevalecer en el favor. La Reina y Valenzuela titubearon
a la hora de imponer de forma inmediata el decreto del Rey. La demora
en la decisión puso de relieve la grave fractura en los apoyos
aristocráticos a doña Mariana. Un desaire colectivo a los poseedores de
la llave dorada podía tambalear el sistema de poder de la Reina, a la
vez que fortalecer de forma irreversible el partido de don Juan.
Alguno de los principales servidores de la Casa del Rey incluso se
retiraron a sus estados, caso, por ejemplo, del Marqués de la Algaba que
se retiró a Andalucía. Francisco de Guzmán, V Marqués de la Algaba,
ejercía el puesto de primer caballerizo del Rey desde diciembre de 1675 y
tenía una amplia red de parientes en la Corte. La partida de Algaba
hacia tierras sevillanas puso de manifiesto la determinación de la
aristocracia palatina en no subordinarse en la ceremonias públicas a
Valenzuela. La alta nobleza que servía a Carlos II se resistió a ceder
espacios de intimidad cotidiana con el Rey al advenedizo, enfrentándose a
la autoridad de la Reina.
El primer efecto de la oposición del bloque aristocrático al decreto de
precedencia fue la inmovilización de las personas reales. Dado que en
buena medida la controversia afectaba a la posición de cada servidor en
los coches al trasladarse por Madrid y sus alrededores, los Reyes
tuvieron que permanecer en palacio hasta dirimir el recurso. Se
suspendieron algunas fiestas de toros previstas en la Corte. Además, se
interrumpieron los habituales paseos de los Reyes por el espacio urbano y
los alrededores de la Villa Coronada para asistir a festejos y
devociones.
Ante la intensidad del enfrentamiento entre la Reina y los nobles de la
llave dorada, a mediados de junio redoblaron su labor de mediación los
principales partidarios de doña Mariana en el seno de la cámara de
Carlos II. Fue significativa la intervención del Duque de Pastrana y el
Conde de Aguilar para aquietar el enfrentamiento entre Mariana de
Austria y los criados de la cámara. Rodrigo Manuel Manrique de Lara,
conde consorte de Aguilar, desempeñaba el mando supremo de la Chamberga.
Su proximidad al Rey había sido decisiva para avanzar las pretensiones
de Valenzuela tras su regreso de Granada. También el V Duque de
Pastrana, Gregorio de Silva Mendoza, había establecido una alianza con
Villasierra tras la muerte de su padre. El Duque estaba casado con María
de Haro y Guzmán, la hija del último valido de Felipe IV, don Luis de
Haro. Estas dos llaves doradas ejercieron un papel decisivo en buscar
una mediación entre la Reina y la cámara del Rey. 
Doña Mariana tuvo que ceder en su pugna con el cuerpo de los
gentilhombres de cámara. A mediados de julio la huelga de la llave
dorada daba sus frutos. Las escasas salidas de los Reyes se abreviaron.
La soledad de Carlos II era la expresión pública del fracaso de la Reina
en su intento de imponer la precedencia de Valenzuela en el coche del
Rey. Mariana se mostró de nuevo incapaz de doblegar la resistencia
aristocrática. El decreto de precedencia del Marqués de Villasierra
sobre los gentilhombres de cámara nunca llegó a ser publicado ni
ejecutado. La firma del Rey, por sí sola, no garantizaba la puesta en
práctica de una merced. El Duque de Medinaceli, como sumiller de corps y
jefe de la cámara, había acreditado su capacidad de resistir los
envites de la Reina.




CONTINUARÁ...
Fuentes:
1. Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Precedencia y dirección del Gobierno. El ascenso ministerial de Fernando de Valenzuela en la Corte de Carlos II" en García García  Bernardo J. y Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II". Fundación Carlos de Amberes, 2015.
2. Luque Talaván. Miguel: "La inconstante fortuna de Fernando de
Valenzuela y Enciso. Su destierro en las islas Filipinas y los últimos
años en la ciudad de México (1678-1692)
". Archivo Agustiniano, XCV (2011), 213-244.









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