viernes, 2 de septiembre de 2016

La conversión: ¿Qué dice la Biblia acerca de la conversión al cristianismo?

La conversión: ¿Qué dice la Biblia acerca de la conversión al cristianismo?: ¿Qué significa ser convertido? ¿Por qué y en qué necesitamos convertirnos? ¿Cuál es el proceso para llegar a ser verdaderos cristianos?



La conversión en el cristianismo

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CAPÍTULO 29

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma” (Salmo 19.7).


La doctrina de la conversión cristiana es un
tema prominente en las enseñanzas de Cristo y de sus discípulos. Cuando
una persona se convierte quiere decir que la misma ha cambiado. Convertirse quiere decir “dejar de ser una cosa para ser otra” (Diccionario de uso del español, María Moliner).


La doctrina de la conversión

Nosotros “éramos por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2.3). Desde la
antigüedad se nos casó con nuestros ídolos como el caso de Efraín. Para
volver a Dios es necesario que haya una transformación; un cambio en
nuestra mentalidad, en los deseos de nuestro corazón y en nuestra
actitud hacia Dios y hacia el pecado. A nosotros nos es necesario
experimentar un cambio completo en nuestras vidas de manera que
agrademos a Dios al estar en armonía con su palabra. Cuando un pecador
se arrepiente, Dios hace la obra de convertirlo en un cristiano. Los
pecados que el pecador una vez amó ahora aborrece y las cosas buenas de
Dios que antes aborreció ahora las ama. La conversión es una
transformación completa: un amor nuevo en el corazón y una vida nueva en
el alma.


Si no hay cambio, no hay conversión

Ésta es la conclusión inevitable a la que arriba el que con
diligencia estudia este tema en la Biblia. Para ilustrar esto de una
manera diferente lo haremos de la siguiente forma: Un bosque pantanoso
puede ser convertido en un terreno fértil para el cultivo; la arena silícica se convierte en un vidrio claro con el cual se fabrican los parabrisas; el agua se convierte en vapor. En cada caso hay un cambio esencial que produce entonces la conversión.


También ocurre un cambio esencial que convierte al pecador en un
hijo de Dios. Hay un cambio de mentalidad, de los deseos del corazón y
de vida en esa persona. Sin tal cambio, aunque el incrédulo se afile a
una congregación de creyentes, no será un hijo de Dios. Para estar en
Cristo Jesús nada sirve a menos que la persona llegue a ser “una nueva
creación” (Gálatas 6.15). Y cuando esa “nueva creación” existe por
dentro, la persona manifestará por fuera una “vida nueva” en Cristo
Jesús (Romanos 6.4). “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”
(Mateo 12.34). “La fe sin obras está muerta” (Santiago 2.26). “Porque
los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos
6.2). Cuando uno se convierte al Señor cambia sus caminos, desecha todos
los hábitos pecaminosos y manifiesta los frutos de una vida justa en su
andar diario.


Hay personas que dicen que se han convertido al Señor, pero con
sus hechos lo niegan. Su lengua no ha sido limpiada de inmundicia y
blasfemia, su orgullo sigue siendo parte de su vida diaria, su conducta
es la misma de todos los días, sus negocios son tan fraudulentos como
antes, su forma de vestir es tan mundana como las modas del mundo y
siguen viviendo en los placeres pecaminosos que antes vivían.
Concluimos, pues, que como no hay un cambio por fuera, tampoco ha habido
un cambio por dentro. Tal persona no se ha convertido al Señor. Donde
hay vida adentro hay luz afuera (Mateo 5.14–16).


Ejemplos de la conversión

Podemos formular un concepto correcto de la conversión cuando notamos
los cambios en la vida de las personas que se vuelven hacia Dios.
Notemos algunos ejemplos:


1. La mujer en la casa de Simón (Lucas 7.36–50)


Esta mujer había sido una vil pecadora, pero habiéndose
arrepentido de su iniquidad, aceptó a Cristo como su Salvador y Señor, y
fue limpiada de sus pecados. Al comprender la maravillosa gracia de
Dios de salvar a una persona tan miserable como ella, su gratitud y
lealtad no conocieron límites. Jesús la alabó por su devoción abnegada.


2. Saulo de Tarso (Hechos 9.1–18)


Este tal vez es el ejemplo más claro que aparece en la Biblia
sobre la conversión de un ser humano. Al ser convertido, Saulo dejó de
oponerse al cristianismo y llegó a ser un gran defensor de la fe. Un
arrepentimiento genuino, la humildad, la entrega completa, la obediencia
a Dios, el deseo de aprender y la voluntad de sufrir por causa de
Cristo fueron algunas de las cosas que experimentó Saulo en su vida
desde el momento que se convirtió.


3. El carcelero (Hechos 16.27–34)


El carcelero era un pecador de un corazón endurecido, y estuvo a
punto de suicidarse cuando reconoció el peligro en que se encontraba en
aquel momento. Sin embargo, él fue guiado a la luz del evangelio por la
gracia de Dios y por medio de Pablo y Silas. Él dejó de ser un
perseguidor para convertirse en un amigo de los discípulos. Creyó y fue
bautizado. En esta historia breve que tenemos del carcelero nosotros
notamos su cambio de actitud, su deseo por abrazar la fe de Cristo y su
obediencia a los mandatos del Señor.


Verdades acerca de la conversión

1. La conversión consiste en un cambio de vida y de servicio en lugar de ser un cambio de rasgos personales


Por ejemplo, piense en Saulo de Tarso. Aun después de convertirse
se ve su entusiasmo, energía, valor y celo que tenía antes de su
conversión. Su cambio consistió en pasar su fe del fariseísmo a Cristo,
su lealtad del judaísmo a Cristo y cambiar su propia justicia por la
justicia de Dios. Moralmente, la conversión significa un cambio de las
normas del mundo a las del evangelio; es un cambio de las normas de
Satanás a las de Dios.


2. La conversión viene al hombre por la gracia de Dios


Fue la gracia de Dios la que alcanzó cambiar el corazón de la vil
pecadora en la casa de Simón. Fue la misma gracia la que envió la luz
resplandeciente al enemigo de la fe cristiana en el camino a Damasco y
la que envió el terremoto a la cárcel en Filipo, haciendo posible la
conversión del carcelero vil. Sólo la gracia de Dios puede convertir los
corazones de los que tienen la voluntad de recibir el poder
transformador del Señor. Jesús dice: “Ninguno puede venir a mí, si el
Padre que me envió no le trajere” (Juan 6.44).


3. Las personas “buenas” no consiguen la salvación sino por la conversión


Pablo, como cualquier persona “buena”, necesitaba ser convertido
por el Señor Jesucristo para obtener la salvación. Sus actividades
religiosas, su obediencia cuidadosa de la ley y el celo con que se
entregaba al servicio religioso eran nada más que “trapo de inmundicia”
(Isaías 64.6) porque nacieron de la carne. Pablo tuvo que estimar todo
lo que había logrado por motivos y esfuerzos personales como pérdida
para recibir a Cristo. Él tuvo que botar su propia justicia para
recibir, por la fe, la justicia de Dios (Filipenses 3.1–9). Es decir,
Pablo tuvo que convertirse para ser salvo.


Es notable lo dañino y pecaminoso que es el hombre “bueno” cuando
se ve a la luz de la verdad. Pablo era un hombre muy bien educado e
inteligente, tenía una personalidad dominante, poseía una “buena
conciencia” (Hechos 23.1) y era celoso de la ley. Sin embargo, cuando
vemos todas estas buenas cualidades absorbidas en su furor contra la
iglesia del Señor notamos cuán lejos de Dios andaba. A él le hacía falta
una conversión cabal.


Aquel fariseo que oró en el templo y relató una lista de buenas
obras que él hacía no fue justificado como lo fue el pobre publicano a
su lado. Ni las buenas obras, ni los logros, ni la fama mundana, ni la
grandeza pueden traernos nada bueno delante de nuestro Dios santo. Nos
queda volvernos “como niños” (Mateo 18.3). Tenemos que convertirnos.


4. El arrepentimiento es parte de la conversión


La experiencia de cada converso prueba esta verdad. “Así que,
arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados”
(Hechos 3.19). En otras palabras, uno será convertido sólo si se
arrepiente verdaderamente. Las personas que piensan que no necesitan
arrepentirse pueden tener la voluntad de afilarse a una iglesia, pero
con tal pensamiento y corazón nunca serán convertidas a Dios.


5. La palabra de Dios es un elemento esencial en la conversión


Pedro dice: “Y cuando comencé a hablar [la palabra de Dios], cayó
el Espíritu Santo sobre ellos” (Hechos 11.15). Pablo dice que el
evangelio de Cristo es “poder de Dios para salvación” (Romanos 1.16) y
que “en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1
Corintios 4.15). ¿Qué fue lo que primeramente dirigió hacia Cristo las
mentes de las tres mil personas en el día de Pentecostés, al eunuco
etíope, a Cornelio, a Lidia y al carcelero? Fue el mensaje de Dios lo
que les hizo oír. “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma”
(Salmo 19.7).


6. Dios usa a personas para mostrar a otros acerca de la conversión


En el día de Pentecostés los discípulos, llenos del Espíritu
Santo, fueron usados por Dios en la conversión de tres mil personas.
Toda conversión mencionada en las epístolas habla también de un siervo
de Dios que ayudó en ello. “El que haga volver al pecador del error de
su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”
(Santiago 5.20).


7. El momento oportuno para convertirse al Señor es cuando uno es joven


Convertirse cuando es joven tiene muchas ventajas: Hay un corazón
más tierno, menos pecado de que arrepentirse, menos ofensas para
corregir, menos nivel de influencia en extraviar a otras personas y, por
lo general, una vida más larga de servicio cristiano. Hay muchas
personas que escucharon el llamado de Dios en su juventud, pero
rehusaron rendirse a él. Después llegaron a estar tan enredados en sus
pecados que nunca rindieron sus corazones a Dios y murieron en sus
pecados. “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos” (Eclesiastés 12.1).


8. Es Dios quien hace la obra de conversión


El hombre hace su papel, pero es Dios quien efectúa el milagro de
la gracia en el corazón del mismo. Él hace el cambio maravilloso.
“Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer”
(Filipenses 2.13). “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió
no le trajere” (Juan 6.44). Nuestra parte es someternos a él y
obedecerlo; Dios hace lo demás. Dios hace el llamado, el hombre se rinde
y Dios acaba la obra. “El que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1.6).


Resultados de la conversión

Como ya se ha declarado, la conversión significa un cambio, una
transformación, una “vida nueva”. Esto es lo que la Biblia dice que pasa
cuando uno se convierte verdaderamente:


1. No anda “conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”


Todo hombre que se convierte muere al pecado y vive para Dios
(Romanos 6.11). Su viejo hombre es crucificado (Romanos 6.6) y se viste
del nuevo hombre creado según Dios (Efesios 4.24). Ya no sirve a la
carne, sino sirve a Dios. Ahora él anda como Cristo anduvo (Romanos
8.l). Antes de la conversión andaba “siguiendo la corriente de este
mundo” (Efesios 2.2), “en la carne, conforme a las concupiscencias de
los hombres” (1 Pedro 4.2); pero todo esto cambia cuando la gracia
transformadora de Dios convierte al hombre y le da la visión celestial.


2. Es adoptado en la familia feliz de Dios


“Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto
a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. (...)
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son
hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para
estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de
adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8.10, 14–15).


3. Es revestido de humildad


La verdadera norma de grandeza se declara en Mateo 18.1–4. Cuando
las personas se convierten a Dios las mismas llegan a ser de un corazón
manso, modesto y humilde. Cristo se refiere a sí mismo como “manso y
humilde de corazón” (Mateo 11.29). Sus verdaderos discípulos son como
él. (Lea Filipenses 2.5–8.)


4. Es revestido de justicia


“Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con
justicia” (Isaías 1.27). Cuando una persona se convierte trae su propia
justicia a la cruz y en cambio recibe la justicia de Dios. Esta justicia
ya no es como “trapo de inmundicia” sobre lo cual escribe Isaías
(Isaías 64.6), sino la justicia verdadera de Dios que resplandece en su
vida motivando a otros a glorificar a Dios. (Lea Mateo 5.14–16.)


5. Es celoso en la obra del Maestro


“Un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.14). (Lea
también 1 Pedro 2.9.) Esta es una descripción propia del pueblo de Dios
en todo tiempo. Los ejemplos de la conversión verdadera han sido hombres
y mujeres cuyo celo por la justicia y la verdad fue conocido por todos
los que los rodeaban.


6. Disfruta del compañerismo cristiano


“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión
unos con otros” (1 Juan 1.7). Las personas de este mundo tienen
compañerismo con los que andan por el camino espacioso de la perdición
(Mateo 7.13–14). De la misma manera, las personas convertidas tienen
compañerismo con otros que andan en las huellas de Cristo. Como
cristianos, nuestro compañerismo aquí es solamente una anticipación de
un compañerismo eterno con Dios y con los santos en la gloria.





Los capítulos de Doctrina de la Biblia

Introducción

La doctrina de Dios

1 Dios, su ser, y sus atributos
2 Dios, sus obras
3-4 La trinidad y Dios el Padre
5 Dios el hijo
6 Dios el Espíritu Santo
7 El hombre
8 Un diseño histórico del hombre
9 El hombre en su estado caído
10-11 El hombre redimido y La muerte

Las provisiones de Dios para el hombre

12-13 La gracia y La revelación
14 La Biblia
15 El hogar
16 La iglesia
17 El gobierno civil
18 El día del Señor
19 Los ángeles

El reino de las tinieblas

20 El diablo, Satanás
21 Satanás y su dominio
22 El pecado
23 La incredulidad

La doctrina de la salvación

24 La expiación
25 La redención
26 La fe
27 El arrepentimiento
28 La justificación
29 La conversión
30 La regeneración
31 La adopción
32 La santificación

La doctrina de la iglesia

33 La iglesia cristiana
34 Los pastores de la iglesia
35 La congregación
36 Unas ordenanzas cristianas
37 El bautismo
38 La santa cena
39 El lavatorio de los pies
40 El velo de la mujer cristiana
41-42 El ósculo santo y La unción con aceite
43 El matrimonio

La vida cristiana

44 El servicio cristiano
45 La oración
46 La obediencia
47 La adoración
48 La abnegación
49 La separación del mundo
50 La no resistencia
51 El juramento
52 El amor
53 La pureza
54 La humildad
55 La esperanza del cristiano

La doctrina del futuro

56 La segunda venida de Cristo
57 La resurrección
58 El juicio
59 El infierno
60 El cielo

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