sábado, 3 de septiembre de 2016

JOSIAS – Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología

JOSIAS – Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología











JOSIAS









2Ki 21:24-23:30



Josí­as (heb. Yô’shîyâh[û] [l, 3], quizás “Yahweh sana [sostiene]”
o “a quien Yahweh sana [sostiene]”, aunque su verdadero significado es
oscuro; gr. Ií‡sí­as; heb. Yôshâh [2]). 1. Decimosexto gobernante del
reino sureño de Judá. Reinó 31 años (c 640-c 609 a.C.; 1Ki 13:2; 2Ki
21:24; etc.). Fue rey a la edad de 8 años, después que su padre Amón
fuera asesinado por cortesanos del palacio (2Ch 33:21-25; 34:1). En su
12º año de reinado, cuando tení­a unos 20 de edad, comenzó a limpiar su
paí­s de lugares altos, destruyendo altares de Baal, imágenes del culto
de Asera y de otros vestigios paganos (34:3-7). Su actividad religiosa
se extendió hasta el territorio del anterior reino de Israel (v 6),
estando a su favor la debilidad de Asiria durante esos años. Es posible
que las provincias asirias de Meguido y Samaria dejaran de funcionar, y
que Josí­as entrara en ese vací­o polí­tico y estableciera su propia
autoridad en la región. Más tarde pudo elegir Meguido, una ciudad en el
corazón del anterior reino, para enfrentar al ejército del faraón Necao
con el suyo. El acontecimiento más grande de su vida ocurrió en su 18º
año de reinado, cuando el descubrimiento de un rollo de la Ley de
Moisés en el templo estimuló un reavivamiento religioso nacional. Su
mensaje, cuando lo leyeron ante el rey, hizo una profunda impresión en
él. Convencido de que sus padres no habí­an vivido de acuerdo con las
ordenanzas divinas, temió que las maldiciones pronunciadas por Moisés
cayeran sobre sí­ y su reino, y en consecuencia envió a algunos
funcionarios a la profetisa Hulda para pedir consejo. Ella confirmó los
temores del rey, pero le aseguró que Dios no traerí­a los castigos
predichos sobre Judá durante su vida, puesto que él habí­a hecho todo lo
que pudo para vivir una vida piadosa (2Ki 22:8-20; 2Ch 34:14-28).
Josí­as redobló sus esfuerzos para eliminar la idolatrí­a y el paganismo
de su reino, e indujo a los dirigentes del paí­s a entrar en un solemne
pacto con Dios. Celebró la Pascua en una forma en que no se habí­a
celebrado desde los dí­as de Samuel (2Ki 23:1-25). Mientras el poder de
Asiria disminuí­a y crecí­a el de Babilonia, Josí­as pareció haber
considerado que era ventajoso inclinarse hacia Babilonia. Pudo haber
entrado en un convenio con Nabopolasar para que le ayudara o, sin
convenio formal, haber sentido que el reino de Judá ganarí­a si era
apoyado por los babilonios. Por alguna de estas 2 razones tal vez
Josí­as, en el último año de su reinado, intentó bloquear al faraón
Necao en su marcha hacia el norte a través de Palestina para ayudar al
moribundo poder asirio. La Crónica Babilónica revela que las fuerzas
egipcias habí­an estado ayudando a las asirias durante varios años.
Como todos estos ejércitos auxiliares egipcios habí­an atravesado
Palestina en lo pasado, Josí­as no debió haber hecho intentos para
impedirles la marcha hacia el norte. Ahora, sin embargo, decidió no
dejarlo cruzar el paí­s otra vez. Necao no querí­a pelear contra
Josí­as, pero fue obligado a ello en Meguido (donde uno de los pasos del
Carmelo penetra en la llanura de Esdraelón), lugar que el ejército
egipcio 665 debí­a cruzar. En esta batalla, Josí­as fue herido de
muerte. Rápidamente fue llevado a Jerusalén, donde murió y fue
sepultado; el victorioso Necao siguió su marcha hacia Siria (2Ki 23:29,
30; 2Ch 35:20-24). La muerte de Josí­as fue una gran tragedia para el
paí­s, y sinceramente lamentada por la gente y por el profeta Jeremí­as
que compuso una Lamentación que no ha sido conservada (2Ch 35:24, 25).
La reforma religiosa comenzada por Josí­as no tuvo tiempo de afianzarse
profundamente, y pronto fue olvidada. Del mismo modo, la independencia
polí­tica que Judá habí­a gozado por un corto tiempo fue
irreparablemente perdida pocas semanas después de la muerte de Josí­as.
El resto de los reyes de Judá fueron vasallos, sujetos primero a Egipto
y luego a Babilonia. Con respecto a las aparentes discrepancias entre
las listas de los hijos de Josí­as (2Ki 23:30, 34; 24:17 y 1Ch 3:15)
cabe acotar lo siguiente: Joacaz es Salum; Eliaquim es Joacim; Mataní­as
es Sedequí­as; y Johanán habrí­a muerto antes o junto con su padre en
Meguido. De acuerdo con la edad, el orden fue: Joacim, Joacaz,
Sedequí­as. De acuerdo con la su cesión al trono: Joacaz, Joacim,
Sedequí­as. A Joacaz se lo pone en 4º lugar (1 Cr.) quizá porque sólo
reinó 3 meses. 2. Simeonita, jefe en su familia (1Ch 4:34). 3. Hijo
de un cierto Sofoní­as en los dí­as del profeta Zacarí­as (Zec 6:10).


Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico


rey de Judá, 640-609 a. C., hijo y sucesor de Amón, muerto en una
rebelión palaciega, 2 R 21, 23-24. Su madre se llamaba Yedidá, hija de
Adí­as, de Boscat. A los ocho años de edad comenzó J. a reinar y es
considerado como uno de los reyes más rectos de Judá, 2 R 22, 1-2; 2 Cro
34, 1-2.


Muerto Assurbanipal ca. 630 a. C., de quien Judá era tributario, el
Imperio asirio entró en decadencia, por lo que en el año doce de su
entronización, J. inició la reforma religiosa en Judá, la cual, por las
mismas razones del vací­o de poder dejado por el rey asirio a su muerte,
extendió hasta el reino de Israel, 2 Cro 34, 3-7. El año 622 a. C., en
el dieciocho del reinado J., cuando se reconstruí­a el Templo de
Jerusalén, el sacerdote Jilquí­as encontró el Libro de la Ley, el
Deuteronomio, que fue leí­do ante el rey, 2 R 22, 3-20; 2 Cro 34, 8-18.


Tras esto J. envió al sacerdote Jilquí­as a consultar a la profetisa
Juldá, para que ésta preguntara a Yahvéh qué debí­a hacer el rey. La
profetisa anunció el castigo de Yahvéh por la infidelidad, el cual no le
tocarí­a a J., que morirí­a antes, 2 R 23, 11-20; 2 Cro 34, 19-28. J.,
entonces, convocó una asamblea de todos los habitantes de Judá y de la
ciudad de Jerusalén, en el Templo, donde se leyó el rollo completo al
pueblo; el rey celebró el rito de la Alianza en presencia de Yahvéh, y
todos se comprometieron a guardar sus mandamientos y extirpar toda
idolatrí­a, 2 R 23, 1-3; 2 Cro 34, 29-31. Tras destruir toda idolatrí­a,
J. ordenó celebrar la Pascua, tal como la mandaba el texto del rollo
encontrado en el Templo, 2 R 23, 2123; 2 Cro 35, 1 y 18-19. A J. le
tocó ver la caí­da del Imperio asirio, la caí­da de Ní­nive a manos de
Nabopolasar, fundador del Imperio neobabilónico, y de Ciasares, rey
medo, en el 612 a. C. Cuando el faraón Nekó salió para auxiliar a
Asiria, J. se le opuso, a fin de que Asiria se acabara de hundir, y
fue muerto en la batalla de Meguiddó, en el año 609 a. C., 2 R 23,
29-30; 2 Cro 35, 20-24.


Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003


Fuente: Diccionario Bíblico Digital


(heb., yo†™shiyahu, Jehovah lo sostiene). Hijo de Amón y Yedida y
nieto de Manasés, el hijo de Ezequí­as (2Ki 22:1). El reino de Josí­as
sobre el trono de David por 31 años fue la última oleada de
independencia polí­tica y nuevo fervor religioso antes de la
desintegración del reino del sur, el cual llegó a su fin con la
destrucción de Jerusalém en 586 a. de J.C..


Cuando los servidores del palacio asesinaron al rey Amón en 642 a. de J.C.


(2Ki 21:23), Josí­as, cuando tení­a ocho años de edad, fue coronado
rey de Judá. En el octavo año de su reinado (c. 632) empezó a buscar a
Dios con diligencia y cuatro años más tarde inició reformas. Imágenes,
altares y toda clase de prácticas idólatras fueron destruidas no solo en
Jerusalén y Judá sino también en las ciudades de Manasés, Efraí­n,
Simeón y tan al norte como Neftalí­. Al mismo tiempo fueron recaudándose
ofrendas y contribuciones a través de la nación para la restauración
del templo de Jerusalén, el cual habí­a quedado descuidado por tan largo
perí­odo.


En el transcurso de las renovaciones del templo (622 a. de J.C.) se
descubrió el libro de la ley. Su lectura (2Ch 34:15) inspiró un nuevo
movimiento de reforma. Conmovido por estos acontecimientos, Josí­as
dirigió a su nación en la celebración de la Pascua de una manera sin
precedente en la historia de Judá. Con el rey mismo dirigiendo el
movimiento de reforma, ocurrieron cambios de personal. Sacerdotes que
serví­an por nombramiento real de reyes previos y que se habí­an
dedicado a la adoración de í­dolos fueron expulsados de su función. En
609 a. de J.C. el liderato de Josí­as terminó repentinamente. Josí­as
fue herido mortalmente en Meguido (2Ch 35:20-24) al tratar de interferir
con los planes del faraón Necao de prestar ayuda a los asirios. Los
anhelos nacionales y religiosos se esfumaron con el funeral del rey de
39 años, de modo que toda Judá tuvo motivos para unirse con Jeremí­as en
el lamento de Josí­as (2Ch 35:25).


Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano


Nombre de personas del AT.


1. Rey de Judá. Hijo de Amón. Gobernó unos treinta y un años
(640-639 a 609-608 a.C). Hizo lo recto ante los ojos de Jehová y anduvo
en todo el camino de David su padre (2Re 22:2). Asesinado su padre Amón,
†œel pueblo de la tierra† lo puso en el trono (2Re 21:24). Eran los
dí­as del dominio de Asiria. El Reino del Norte habí­a sucumbido y Judá
era tributario. Comenzaba, sin embargo, el nuevo ascenso del poder de
Babilonia, cuya competencia con Asiria permitió que J. intentara
independizarse del poder de Ní­nive. La reforma religiosa, que eliminaba
†œlos lugares altos, imágenes de Asera, esculturas, e imágenes
fundidas†, debe verse como parte de ese esfuerzo (2Cr 34:3), que se
extendió incluso a zonas del desarticulado Reino del Norte (2Cr 34:6)
hasta donde habí­a logrado llevar sus fronteras, casi recuperando la
dimensión que el reino tuvo en tiempos de David. Es de notar, sin
embargo, que se especifican tres etapas en la reforma (†œa los ocho
años†…. †œa los doce años†…. †œa los dieciocho años†), lo cual
pro-bablemente señala un escalamiento para ir eliminando los dioses
extranjeros poco a poco, sin un rompimiento que alarmara a Asiria.
Decidió reparar el †¢templo y en el proceso se encontró un ejemplar del
†œlibro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés† (2Cr 34:14).
Generalmente se piensa que se trataba de un rollo de Deuteronomio, que
al ser leí­do produjo en J. gran conmoción, y mandó a consultar a la
profetisa †¢Hulda. ésta dijo que vendrí­an los castigos mencionados en
el libro, pero no en tiempos de J. (2Cr 34:22-28). El rey, entonces,
reanudó el pacto del pueblo con Dios y celebró una pascua con gran pompa
y solemnidad. †œNunca fue celebrada una pascua como esta en Israel…†
(2Cr 35:1-18). Egipto, que habí­a sido vencido y subyugado por los
asirios era un reino vasallo de éstos y realizó una expedición para
ayudar a Asiria en su lucha contra los caldeos. El Faraón †¢Necao subió
con tropas con estos fines hacia el éufrates. J. salió a combatirle a
pesar de que Necao le decí­a que no lo hiciera pues no habí­a venido a
hacerle guerra. En la batalla que siguió J. fue herido y murió (2Cr
35:20-24). El profeta Jeremí­as comenzó su ministerio en tiempos de J.
(Jer 1:2). La muerte de J. fue muy lamentada por su pueblo e incluso
Jeremí­as la endechó en una composición que desafortunadamente no se
conservó. J. aparece en la genealogí­a del Señor Jesucristo.


. Personaje en la descendencia de Simeón (1Cr 4:34).


. Personaje que regresó del exilio y que tení­a una casa en Jerusalén adonde fue enviado el profeta Zacarí­as (Zac 6:10).


Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano


tip, BIOG REYE CRIT HOMB HOAT


fot, dib00290


ver, DEUTERONOMIO, PENTATEUCO, JOACAZ


vet, = “Jehová sana”. (a) Hijo y sucesor de Amón rey de Judá.
Entronizado a los ocho años de edad hacia el año 638 a.C., tuvo como
consejero durante su juventud, según parece, al sumo sacerdote Hilcí­as.
Al año octavo de su reinado, se propuso actuar conforme a las leyes de
Dios, y reformar según su voluntad la vida de la corte, con lo que
comenzó a extirpar la idolatrí­a y todo lo contrario a la Ley de Dios.
Siguió en este esfuerzo a lo largo de los años, no sólo en Jerusalén y
Judá, sino también en lo tocante al reino del norte (2 R. 22:1, 2; 2 Cr.
34:1-7, 33). En el año decimoctavo de su reinado, tomó enérgicas
medidas para restaurar y embellecer el Templo. En el curso de las obras,
el sumo sacerdote Hilcí­as encontró en el santuario el libro de la Ley,
y lo entregó a Safán, el escriba, que lo leyó ante el rey. Josí­as
quedó profundamente tocado por la profecí­a que anunciaba las terribles
consecuencias de abandonar a Jehová. Rasgó sus vestiduras y se humilló
ante Dios que, en su misericordia, le dio la certidumbre de que el
juicio inminente no caerí­a durante su vida (2 R. 22:8-20; 2 Cr.
34:15-28). La profecí­a que tanto afectó al rey se halla en los
capí­tulos 28 a 30 de Deuteronomio, especialmente en Dt. 29:25-28. El
libro hallado por Hilcí­as, por lo tanto, contení­a al menos el quinto
libro de Moisés, o quizás el Pentateuco entero. En la época de la
apostasí­a y de las persecuciones, bajo el dilatado reinado de Manasés,
la consigna habí­a sido indudablemente la de hacer desaparecer y
destruir los libros sagrados (2 R. 21:16; 2 Cr. 33:9). Hilcí­as
descubrió probablemente la copia de la Ley que era asignada al Templo.
El rollo habrí­a sido escondido o tirado durante la profanación del
santuario (Dt. 31:9, 26), o quizás, siguiendo una antigua tradición,
hubiera sido emparedado durante la construcción del primer templo. Los
crí­ticos pretenden que este “descubrimiento del libro de la Ley de
Moisés” bajo Josí­as fue tan sólo una piadosa supercherí­a. Los
sacerdotes, según los crí­ticos, habrí­an redactado el Deuteronomio para
presentarlo falsamente como un escrito de Moisés, con el objetivo de
atribuirse mayor importancia. Sin embargo, esta teorí­a carece de todo
fundamento, y se enfrenta directamente con la evidencia interna e
histórica. (Véanse DEUTERONOMIO, PENTATEUCO.) La lectura del libro dio
un nuevo í­mpetu a la reforma ya emprendida por Josí­as. Después de
juramentarse a adorar solamente a Jehová, se apoderaron de todos los
objetos del culto a Baal, Astarté y de todo el ejército del cielo, y,
quemándolos, los arrojaron al torrente Cedrón. Se desató una campaña de
destrucción contra los sodomitas, y se destruyeron los lugares altos, no
sólo en el territorio de Judá, sino también en el territorio
previamente ocupado por las diez tribus. En Bet-el, Josí­as exhumó las
osamentas de los sacerdotes idólatras y las quemó sobre el altar
cismático, cumpliendo así­ la profecí­a del varón de Dios en la época de
Jeroboam I (1 R. 13:2). No dudó tampoco en dar muerte sobre los altares
a los sacerdotes que sacrificaban sobre ellos. Después de purificar el
paí­s, Josí­as hizo celebrar una Pascua tan estrictamente observada como
no se habí­a visto desde la época de Samuel (2 R. 23:1-25; 2 Cr.
25:19-34:29). Trece años después de esto, Josí­as trató de resistir al
faraón Necao, que iba a luchar contra Asiria. Malherido en la batalla en
Meguido, en la llanura de Jezreel, fue llevado a Jerusalén, donde
murió. Habí­a reinado 31 años, contando con 39 de edad, en el año 608
a.C. (2 R. 22:1; 23:29, 30; 2 Cr. 35:20-27; cfr. Zac. 12:11). Jeremí­as y
Sofoní­as profetizaron durante la última parte de su reinado (Jer. 1:2;
3:6; Sof. 1:1). Fue sucedido por su hijo Joacaz. (Véase JOACAZ). (b)
Hijo de Sofoní­as, en la época del profeta Zacarí­as (Zac. 6:10).


Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado


[012]

Decimosexto rey de Judá (633-609), reformador, piadoso y
profundamente yawehista, que reinó 31 años. La Escritura lo considera
como una gran rey. Murió por haberse enfrentado a una expedición del
faraón Neko (2 Rey. 22. 1. 23-30)


Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006


Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa


(-> templo, alianza). Rey judí­o (639609 a.C.), vinculado al
“descubrimiento” del libro de la Ley y a la reforma deuteronomista (2 Re
22-23; Pentateuco*). Es quizá el personaje más destacado de la historia
polí­tica israelita, desde el tiempo de David y Salomón hasta el
exilio. Quiso reinar sobre el conjunto de los territorios de Judá y de
Israel, extendiendo en ellos el yahvismo, con la ayuda de profetas como
Jeremí­as*. En su reinado se inicia posiblemente la redacción de los
documentos y textos que se utilizarán después para componer el
Pentateuco. Algunos le consideran el verdadero fundador de la religión
israelita, partidario de vincular las tradiciones de Israel con las de
Judá, desde el centro del templo de Jerusalén. Pero murió sin conseguir
su intento, en la batalla de Meguido. A pesar de ese fracaso, el
Eclesiástico le recuerda como perfume de Dios, rey de justicia (Eclo
49,1-4).


PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007


Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra


(si guarda relación con una raí­z árabe, Que Jehová Sane; Jehová Ha Sanado).


1. Hijo de Amón, rey de Judá, y de Jedidá, hija de Adaya. (2Re 22:1.)
Tuvo al menos dos esposas: Hamutal y Zebidá. (2Re 23:31, 34, 36.) De
sus cuatro hijos mencionados en la Biblia, únicamente el primogénito,
Johanán, no reinó en Judá. (1Cr 3:14, 15.)

Después del asesinato de su padre y la ejecución de los conspiradores,
Josí­as ocupó el trono de Judá a la edad de ocho años. (2Re 21:23, 24,
26; 2Cr 33:25.) Unos seis años después, Zebidá dio a luz a Jehoiaquim,
el segundo hijo de Josí­as. (2Re 22:1; 23:36.) En el octavo año de su
reinado, Josí­as se interesó en conocer la voluntad de Jehová y llevarla
a cabo. (2Cr 34:3.) Fue por ese tiempo cuando nació Jehoacaz (Salum),
el hijo de Josí­as y de Hamutal. (2Re 22:1; 23:31; Jer 22:11.)

En el duodécimo año de su reinado, Josí­as empezó una campaña contra la
idolatrí­a, que debió extenderse hasta el año decimoctavo de su
gobernación. Se derribaron los altares de la adoración falsa y se
quemaron huesos humanos sobre ellos a fin de profanarlos. También se
destruyeron los postes sagrados, las imágenes esculpidas y las estatuas
fundidas. Josí­as llevó esta campaña hasta la parte septentrional de lo
que en un tiempo habí­a sido el territorio del reino de diez tribus,
pero que más tarde habí­a quedado desolado debido a la conquista asiria y
al consiguiente exilio. (2Cr 34:3-8.) Es evidente que las
denunciaciones de la idolatrí­a que hicieron Sofoní­as y Jeremí­as
tuvieron buen efecto. (Jer 1:1, 2; 3:6-10; Sof 1:1-6.)

Una vez que el rey Josí­as limpió la tierra de Judá y en el transcurso
de la reparación del templo de Jehová, el sumo sacerdote Hilquí­as halló
el †œlibro de la ley de Jehová por la mano de Moisés†, que debió ser
el original escrito por Moisés. Safán, el secretario al que Hilquí­as
habí­a confiado este sensacional hallazgo, informó a Josí­as del
progreso de la obra de reparación del templo y después le leyó el libro.
Después que este fiel rey escuchó la palabra de Dios, rasgó sus
vestiduras e inmediatamente comisionó a una delegación de cinco hombres
para inquirir de Jehová a su favor y a favor del pueblo. La delegación
acudió a la profetisa Huldá, que entonces moraba en Jerusalén, y volvió
con el siguiente informe: †˜Vendrá calamidad como consecuencia de la
desobediencia a la ley de Jehová. Pero debido a que tú, rey Josí­as, te
humillaste, serás recogido a tu cementerio en paz y no verás
calamidad†™. (2Re 22:3-20; 2Cr 34:8-28; véase HULDí.)

Posteriormente, Josí­as reunió a todo el pueblo de Judá y Jerusalén, a
los ancianos, los sacerdotes y los profetas, y les leyó la ley de Dios,
después de lo cual celebraron un pacto de fidelidad ante Jehová. Más
tarde, se llevó a cabo una segunda campaña en contra de la idolatrí­a,
que debió ser aún más intensa que la primera. Los sacerdotes de dioses
extranjeros que estaban en Judá y Jerusalén se quedaron sin ocupación, y
a los sacerdotes levitas que habí­an participado en la adoración falsa
en los lugares altos, se les privó del privilegio de servir en el altar
de Jehová. Los lugares altos que se habí­an edificado siglos antes,
durante el reinado de Salomón, quedaron completamente inservibles para
la adoración. Josí­as además demolió el altar que habí­a edificado en
Betel Jeroboán, el rey de Israel, con lo que se cumplió una profecí­a
pronunciada unos trescientos años antes por un hombre de Dios cuyo
nombre no se menciona. No solo se eliminaron los lugares altos de Betel,
sino también de otras ciudades de Samaria, y se sacrificó a los
sacerdotes idolátricos sobre los altares donde ellos habí­an oficiado.
(1Re 13:1, 2; 2Re 23:4-20; 2Cr 34:33.)

En el transcurso del año decimoctavo de su reinado, Josí­as hizo los
preparativos para celebrar la Pascua el 14 de Nisán. No se habí­a
celebrado una Pascua como esa desde los dí­as del profeta Samuel.
Josí­as mismo contribuyó 30.000 ví­ctimas pascuales y 3.000 reses
vacunas. (2Re 23:21-23; 2Cr 35:1-19.)

Unos cuatro años después, Josí­as y su esposa Hamutal llegaron a ser
padres de Mataní­as, también conocido por Sedequí­as. (2Re 22:1; 23:31,
34, 36; 24:8, 17, 18.)

Hacia el fin del reinado de treinta y un años de Josí­as (659-629 a.
E.C.), el faraón Nekó condujo sus ejércitos hacia el N. para ayudar a
los asirios. Por una razón que no se revela en la Biblia, el rey Josí­as
†œno escuchó las palabras de Nekó procedentes de la boca de Dios† e
intentó hacer que retrocedieran las fuerzas egipcias que se hallaban en
Meguidó, pero fue herido mortalmente en el intento. Se le llevó a
Jerusalén en un carro de guerra y murió en camino o al llegar a la
ciudad. Su muerte causó mucho pesar entre sus súbditos. †œTodo Judá y
Jerusalén estuvieron de duelo por Josí­as. Y Jeremí­as se puso a
salmodiar por Josí­as; y todos los cantores y las cantoras siguen
hablando de Josí­as en sus endechas hasta hoy.† (2Cr 35:20-25; 2Re
23:29, 30; véase ASIRIA [La caí­da del imperio].)

Aunque tres de los hijos de Josí­as y uno de sus nietos reinaron sobre
Judá, ninguno de ellos imitó su buen ejemplo volviéndose a Jehová con
todo su corazón, alma y fuerza vital. (2Re 23:24, 25, 31, 32, 36, 37;
24:8, 9, 18, 19.) Este hecho viene a demostrar que, si bien Josí­as
habí­a quitado los accesorios externos de idolatrí­a, la gente, en
general, no se habí­a vuelto a Jehová con un corazón completo. Por
consiguiente, la calamidad futura era inevitable. (Compárese con 2Re
23:26, 27; Jer 35:1, 13-17; 44:15-18.)


2. †œHijo de Sofoní­as† que residí­a en Jerusalén después del
exilio; probablemente era la misma persona que Hen. (Zac 6:10, 14.)


Fuente: Diccionario de la Biblia




(heb. yō˒šiyyāhû, 2 como yō˒šiyyâ,
‘quiera Yahvéh dar’). 1. Decimoséptimo rey de Judá. Como hijo de Amón y
nieto de Manasés, el “pueblo de la tierra” lo llevó al trono a la edad
de 8 años al ser asesinado su padre. Reinó durante 31 años (ca. 640–609
a.C.; 2 R. 21.24–25.1; 2 Cr. 33.25–34.1).
Asiria,
aunque todavía dominaba a Judá, se había debilitado lo suficiente como
para que el vasallo tomara medidas cautelosas para liberarse. En 633/2
a.C., Josías, al volverse a Yahvéh (2 Cr. 34.32), se alejaba también de
una dependencia impuesta por Asiria y sus dioses. Hacia el año 629/8
a.C., como Asurbanipal ya había envejecido, Josías pudo liberar al país
de las prácticas cúlticas asirias, como también de las autóctonas
residuales (2 Cr. 34.3b–5). Esto se llevó a cabo no sólo en Judá, que
Josías debe de haber arrebatado al control de los debilitados asirios,
sino que también se extendió a Israel (2 Cr. 34.6–7). Este período de
reforma religiosa y emancipación política también arrojó como resultado
al gran profeta Jeremías un año más tarde (Jer. 1.2).
En
622/1 a.C. se encontró el “libro de la ley” durante las reparaciones
del templo (2 R. 22.8–10; 2 Cr. 34.8–18). Comúnmente se acepta que este
rollo era, o contenía, el libro de Deuteronomio, aunque esto no se ha
podido probar. Esta colección de leyes antiguas, al aventar el
sentimiento de nacionalismo ya existente, estimuló mayores reformas
políticas y religiosas. Sobre la base de este libro Josías eliminó el
culto pagano (2 R. 23.4–14), incluidos los sacerdotes falsos (
kemārı̂m, ac. Kumru;
2 R. 23.5) y el altar en Betel (2 R. 23.15; cf. 1 R. 13.2). Él y el
pueblo hicieron un nuevo pacto con Yahvéh (2 R. 23.1–3; 2 Cr. 34.29–33),
que haría del libro descubierto la ley del país. También celebró la
pascua con una grandiosidad que no se había visto desde los días de
Samuel (2 R. 23.21–23; 2 Cr. 35.1–19).
En 609 a.C., *Necao II de Egipto viajó desde la guarnición egp. de Meguido hasta Harán para ayudar a los asinos (A. K. Grayson, Assyrian und Babylonian Chronicles,
1975, pp. 96, II. 66–69), cuyo rey había sido echado de su capital por
Babilonia y los medos. Por considerar a Egipto como una amenaza a su
propio reino, a pesar de las negativas de Necao, Josías lo atacó en
Esdraelón, y fue seriamente herido, como consecuencia de lo cual murió
en Jerusalén (2 R. 23.29–30; 2 Cr. 35.20–24).
2. Israelita de la época de Zacarías que no fue exiliado a Babilonia (Zac. 6.10).
Bibliografía. R. Díaz-Carbonell, “Josías”, °EBDM, t(t). IV, cols. 642–645; J. Bright, La historia de Israel, 1966, pp. 292–353; M. Noth, Historia de Israel, 1966, pp. 244–264; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 252–254; S. Herrmann, Historia de Israel, 1979, pp. 337–350.
A. Malamat, Journal of the Ancient Near Eastern Society of Columbia University 5, 1973, pp. 167–179; Josiah und das Gesetzbuch; John McKay, Religion in Judah under the Assyrians, 1973, pp. 28–44; M. Cogan, Imperialism and Religion, 1974, pp. 71–72.
D.W.B.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico


(Josiah. Hebreo para “Yahveh sostiene”; LXX ‘Iosías).
Piadoso rey de Judá (639-608 a.C.), que
ascendió al trono cuando sólo tenía ocho años; hijo de Amón y nieto de
Manasés. Se da el nombre de su madre, Yedidá, hija de Adías [2 Rey.
22,1]. No se sabe nada con certeza sobre las influencias bajo las que
creció. Su reino de treinta y un años se describe en los relatos
paralelos y ligeramente divergentes de 2 Rey. 22 – 23,30 y 2 Crón. 34 –
35. El siguiente es un resumen de los actos públicos de Josías, como
aparecen en el primero.
En el décimo octavo año de su reinado,
el rey judío comenzó a reparar el Templo con la ayuda del sumo sacerdote
Jilquías. En el transcurso de los trabajos, Jilquías encontró “el
Libro de la Ley” y se lo entregó al escriba real, Safán, quien se lo
leyó a Josías. Las amenazas que se describen allí contra los
transgresores de su contenido asustaron al rey que sabía muy bien que
habían sido desobedecidos en el pasado. Envió a consultar a la
profetisa Juldá que vivía en Jerusalén, la cual declaró que ciertamente
las amenazas se cumplirían pero sólo tras la muerte de Josías. Entonces
el rey reunió al pueblo, publicó la ley con su lectura y todos se
unieron solemnemente con Josías en un voto solemne de obediencia a sus
mandamientos. Esto fue seguido por una drástica reforma del culto no
solo en Judá sino en el norte, en Israel, que no era estrictamente parte
del reino de Josías, pero en el que el monarca judío podía intervenir
fácilmente, quizás debido al débil dominio de Asiria en ese tiempo sobre
esta lejana porción de su territorio. La obra de la reforma concluyó
con una magnífica celebración de la Pascua.
En la narrativa del segundo Libro de los
Reyes no se dice nada de los trece años del reinado de Josías que
siguieron a esta importante reforma. Simplemente se nos habla de la
mucha piedad del monarca hacia Yahveh y de su muerte en la batalla de
Meguiddó, peleando contra el faraón Nekó II que iba camino del Éufrates
contra los asirios. Si se compara cuidadosa e imparcialmente el primer
relato del reinado de Josías con el segundo que aparece en 2 Crón. 34
-35, no puede uno sino sorprenderse con la magnífica concordancia en lo
sustancial. Ambos relatos bíblicos están perfectamente de acuerdo
respecto a la edad del rey cuando accedió al trono y respecto a la
duración de su reinado. Como la narración de Reyes, la de las Crónicas
refiere al décimo octavo año del gobierno de Josías el descubrimiento
del “Libro de la Ley”, relata las mismas circunstancias respecto al
suceso, habla de una reforma religiosa llevada a cabo en todo Israel
debido al contenido del libro y alaba la magnificencia de la Pascua
solemne celebrada en armonía con sus prescripciones. Como la narración
de Reyes, la de Crónicas hace una favorable apreciación del carácter
del rey y describe su muerte en la batalla de Megguidó cuando peleaba
contra Nekó. A la vista de todo esto está claro que las diferencias que
se notan en los respectivos relatos del reinado de Josías por los
autores de 2 Reyes y 2 Crónicas, son solamente leves variantes que se
explican por los propósitos algo diferentes que inspiraban a las dos
fuentes. Respecto al alcance exacto y origen mosaico del “Libro de la
Ley” descubierto bajo Josías, vea Pentateuco.
Bibliografía: Para obras sobre historia bíblica, vea la
bibliografía a Isaac. Recent Commentaries on Paralipomenon por: CLAIR*
(París, 1880); OETTLI (Munich, 1889); BENNET (Nueva York, ;1894); BARNES
(Cambridge, 1899); NETELER* (Münster, 1899); BENZINGER (Friburgo,
1901); KITTEL (Göttingen, 1902). Los nombres de autores católicos se
marcan con un asterisco.
Fuente: Gigot, Francis. “Josias.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08523a.htm
Traducido por Pedro Royo. L H M.
Fuente: Enciclopedia Católica








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