sábado, 3 de septiembre de 2016

Documento 52 - Las épocas planetarias de los mortales | Asociación Urantia de España

Documento 52 - Las épocas planetarias de los mortales | Asociación Urantia de España







Documento 52 - Las épocas planetarias de los mortales






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Documento 52

Las épocas planetarias de los mortales

DESDE el comienzo de la vida en un planeta evolutivo hasta el momento
de su florecimiento final en la era de luz y de vida, en el escenario
de la acción del mundo aparecen al menos siete épocas de vida humana.
Estas eras sucesivas están determinadas por las misiones planetarias de
los Hijos divinos, y en un mundo habitado de tipo medio, estas épocas
aparecen en el orden siguiente:


   1. El Hombre anterior al Príncipe Planetario.

   2. El Hombre posterior al Príncipe Planetario.

   3. El Hombre postadámico.

   4. El Hombre posterior al Hijo Magistral.

   5. El Hombre posterior al Hijo Donador.

   6. El Hombre posterior al Hijo Instructor.

   7. La Era de Luz y de Vida.


   Tan pronto como los mundos del espacio son físicamente adecuados
para la vida, son inscritos en el registro de los Portadores de Vida y, a
su debido tiempo, estos Hijos son enviados a esos planetas con el fin
de iniciar la vida. Todo el período que transcurre desde el inicio de la
vida hasta la aparición del hombre se denomina era prehumana y precede a
las sucesivas épocas humanas que se examinan en esta narración.


1. EL HOMBRE PRIMITIVO
   Desde el momento en que el hombre emerge del nivel animal —cuando
puede elegir adorar al Creador— hasta la llegada del Príncipe
Planetario, las criaturas volitivas mortales se denominan hombres primitivos.
Hay seis tipos básicos o razas de hombres primitivos, y estos pueblos
iniciales aparecen sucesivamente en el orden de los colores del
espectro, empezando por el rojo. La cantidad de tiempo que se consume en
esta evolución primitiva de la vida varía enormemente en los diferentes
mundos, oscilando entre ciento cincuenta mil y más de un millón de años
del tiempo de Urantia.


   Las razas evolutivas de color —roja, anaranjada, amarilla, verde,
azul e índiga— empiezan a aparecer hacia la época en que el hombre
primitivo desarrolla un lenguaje sencillo y empieza a ejercer su
imaginación creativa. Para entonces, el hombre está bien acostumbrado a
permanecer erguido.


   Los hombres primitivos son unos cazadores extraordinarios y unos
luchadores feroces. La ley de esta era es la supervivencia física de los
más capacitados; el gobierno de estos tiempos es totalmente tribal. En
muchos mundos, algunas razas evolutivas son eliminadas durante las
luchas raciales primitivas, tal como sucedió en Urantia. Habitualmente,
aquellos que sobreviven se mezclan posteriormente con la raza violeta
importada más tarde, con los pueblos adámicos.


   A la luz de la civilización posterior, esta era del hombre
primitivo es un largo capítulo sombrío y sangriento. La ley de la jungla
y la moral de los bosques



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primitivos no están de acuerdo con los valores morales de las
dispensaciones más tardías con su religión revelada y su desarrollo
espiritual superior. En los mundos normales y no experimentales, esta
época es muy diferente a la de las luchas prolongadas y
extraordinariamente brutales que caracterizaron a esta era en Urantia.
Cuando emerjáis de la experiencia de vuestro primer mundo, empezaréis a
ver por qué esta larga y dolorosa lucha tiene lugar en los mundos
evolutivos, y a medida que avancéis por el camino hacia el Paraíso,
comprenderéis cada vez mejor la sabiduría de estos hechos aparentemente
extraños. Pero a pesar de todas las vicisitudes de las primeras eras de
la aparición humana, las realizaciones del hombre primitivo representan
un capítulo espléndido, e incluso heroico, en los anales de un mundo
evolutivo del tiempo y del espacio.


   El hombre evolutivo inicial no es una criatura pintoresca. Estos
mortales primitivos viven generalmente en cuevas o residen en los
acantilados. También construyen cabañas rudimentarias en los grandes
árboles. Antes de que adquieran un elevado tipo de inteligencia, las
clases más grandes de animales invaden a veces los planetas. Pero al
principio de esta era los mortales aprenden a encender y a mantener el
fuego, y con el aumento de la imaginación inventiva y el mejoramiento de
las herramientas, el hombre en evolución vence pronto a los animales
más grandes y más pesados. Las razas primitivas también utilizan
ampliamente los animales voladores más grandes. Estas aves enormes son
capaces de llevar a uno o dos hombres de tamaño medio durante un vuelo
sin escalas de más de ochocientos kilómetros. En algunos planetas estas
aves son de gran utilidad puesto que poseen un elevado tipo de
inteligencia, y a menudo son capaces de decir muchas palabras de los
idiomas del reino. Estas aves son sumamente inteligentes, muy obedientes
e increíblemente afectuosas. Estas aves de pasajeros se extinguieron
hace mucho tiempo en Urantia, pero vuestros antepasados primitivos
disfrutaron de sus servicios.


   La adquisición por parte del hombre del juicio ético, de la
voluntad moral, coincide generalmente con la aparición del lenguaje
primitivo. Tras alcanzar el nivel humano después de esta aparición de la
voluntad mortal, estos seres se vuelven receptivos a la estancia
temporal de los Ajustadores divinos, y después de morir, muchos de ellos
son debidamente elegidos como supervivientes y confirmados por los
arcángeles para ser resucitados ulteriormente y fusionados con el
Espíritu. Los arcángeles acompañan siempre a los Príncipes Planetarios, y
al mismo tiempo que llega el príncipe tiene lugar un juicio
dispensacional del reino.


   Todos los mortales que están habitados por un Ajustador del
Pensamiento son adoradores potenciales; han sido «iluminados por la
verdadera luz», y poseen la capacidad de buscar un contacto recíproco
con la divinidad. Sin embargo, la religión inicial o biológica del
hombre primitivo es principalmente una persistencia del miedo animal
unido al temor ignorante y a la superstición tribal. La supervivencia de
la superstición en las razas de Urantia no es del todo halagadora para
vuestro desarrollo evolutivo, ni tampoco es compatible con vuestros
logros, por otra parte espléndidos, en el campo del progreso material.
Pero esta religión primitiva del miedo cumple un objetivo muy valioso
subyugando los temperamentos fogosos de estas criaturas primitivas. Es
la precursora de la civilización y el terreno donde el Príncipe
Planetario y sus ministros plantarán posteriormente la semilla de la
religión revelada.


   El Príncipe Planetario llega generalmente cerca de cien mil años
después del momento en que el hombre adquiere la postura erguida; el
Soberano del Sistema lo envía cuando los Portadores de Vida le informan
de que la voluntad funciona, aunque relativamente pocos individuos se
hayan desarrollado así. Los mortales primitivos reciben generalmente
bien al Príncipe Planetario y a su estado mayor visible; de hecho, a
menudo los miran con temor y reverencia y, si no se les refrena, casi
con adoración.



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2. EL HOMBRE POSTERIOR AL PRÍNCIPE PLANETARIO
   Con la llegada del Príncipe Planetario empieza una nueva
dispensación. El gobierno aparece en la Tierra y se alcanza la época de
progreso de las tribus. Durante algunos miles de años de este régimen se
llevan a cabo grandes progresos sociales. En condiciones normales, los
mortales alcanzan un alto grado de civilización durante esta época. No
luchan en la barbarie durante tanto tiempo como lo hicieron las razas de
Urantia. Pero la vida en un mundo habitado está tan cambiada por la
rebelión que sólo podéis tener una pequeña o ninguna idea de cómo es un
régimen así en un planeta normal.


   La duración media de esta dispensación es de unos quinientos mil
años, a veces más y a veces menos. Durante esta era, el planeta se
establece en los circuitos del sistema, y un contingente completo de
serafines y de otros ayudantes es asignado a su administración. Los
Ajustadores del Pensamiento vienen en cantidades crecientes, y los
guardianes seráficos amplían su régimen de supervisión de los mortales.


   Cuando el Príncipe Planetario llega a un mundo primitivo, la
religión evolutiva del miedo y de la ignorancia es la que prevalece. El
príncipe y su estado mayor efectúan las primeras revelaciones sobre la
verdad superior y la organización del universo. Estas presentaciones
iniciales de la religión revelada son muy sencillas y habitualmente se
refieren a los asuntos del sistema local. Antes de la llegada del
Príncipe Planetario, la religión es enteramente un proceso evolutivo.
Posteriormente, la religión progresa mediante revelaciones graduales así
como por medio del crecimiento evolutivo. Cada dispensación, cada época
humana, recibe una presentación más amplia de la verdad espiritual y de
la ética religiosa. La evolución de la capacidad para la receptividad
religiosa en los habitantes de un mundo determina en gran parte la
velocidad de sus progresos espirituales y el alcance de la revelación
religiosa.


   Esta dispensación presencia un amanecer espiritual, y las
diferentes razas y sus diversas tribus tienden a desarrollar unos
sistemas especializados de pensamiento religioso y filosófico. Dos
tendencias atraviesan uniformemente todas estas religiones raciales: los
miedos iniciales de los hombres primitivos y las revelaciones
posteriores del Príncipe Planetario. En algunos aspectos, los urantianos
no parecen haber salido por completo de esta etapa de evolución
planetaria. A medida que continuéis este estudio, discerniréis con más
claridad cuánto se aleja vuestro mundo del camino medio del progreso y
del desarrollo evolutivos.


   Pero el Príncipe Planetario no es «el Príncipe de la Paz». Las
luchas raciales y las guerras tribales continúan durante esta
dispensación, pero con una frecuencia y un rigor cada vez menor. Es la
gran era de la dispersión racial, y culmina en un período de intenso
nacionalismo. El color es la base de las agrupaciones tribales y
nacionales, y las diferentes razas desarrollan a menudo sus idiomas
independientes. Cada grupo de mortales en expansión tiende a buscar el
aislamiento. La existencia de muchos idiomas favorece esta separación.
Antes de que las diversas razas se unifiquen, sus guerras implacables
conducen a veces a la desaparición de pueblos enteros; los hombres
anaranjados y los verdes están particularmente expuestos a esta
extinción.


   En los mundos de tipo medio, durante la última parte del gobierno
del príncipe, la vida nacional empieza a reemplazar a la organización
tribal, o más bien a superponerse a las agrupaciones tribales
existentes. Pero el gran logro social de la época del príncipe es la
aparición de la vida familiar. Hasta ese momento, las relaciones humanas
han sido principalmente tribales; ahora empieza a materializarse el
hogar.


   Ésta es la dispensación en la que se lleva a cabo la igualdad
entre los sexos. En algunos planetas el hombre domina a la mujer; en
otros prevalece lo contrario.



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Durante esta época, los mundos normales establecen la plena igualdad
entre los sexos, siendo éste el paso preliminar para hacer más
plenamente realidad los ideales de la vida de familia. Es el amanecer de
la era de oro del hogar. La idea del gobierno tribal cede gradualmente
el paso al doble concepto de la vida nacional y de la vida familiar.


   Durante esta época la agricultura hace su aparición. El
crecimiento de la idea de la familia es incompatible con la vida errante
e inestable del cazador. Las costumbres de las moradas fijas y del
cultivo de la tierra se establecen gradualmente. La domesticación de los
animales y el desarrollo de las artes hogareñas avanzan rápidamente.
Cuando se llega a la cumbre de la evolución biológica, se ha alcanzado
un alto nivel de civilización, pero hay poco desarrollo de tipo
mecánico; la invención es la característica de la era siguiente.


   Antes del final de esta era, las razas se purifican y alcanzan un
alto estado de perfección física y de fuerza intelectual. El plan
destinado a promover el aumento de los tipos superiores de mortales, con
una reducción proporcional de los tipos inferiores, ayuda enormemente
al desarrollo inicial de un mundo normal. La incapacidad de vuestros
pueblos primitivos para discriminar así entre estos tipos es lo que
explica la presencia de tantos individuos deficientes y degenerados
entre las razas actuales de Urantia.


   Uno de los grandes logros de la era del príncipe es esta
restricción a la multiplicación de los individuos mentalmente
deficientes y socialmente incapaces. Mucho antes de la época de la
llegada de los segundos Hijos, los Adanes, la mayoría de los mundos se
dedican seriamente a la tarea de purificar la raza, cosa que los pueblos
de Urantia ni siquiera han emprendido seriamente todavía.


   Este problema de mejorar la raza no es una empresa de tanta
envergadura cuando se ataca en esta fecha temprana de la evolución
humana. El período anterior de las luchas tribales y de la dura
competición por la supervivencia racial ha eliminado la mayor parte de
los linajes anormales y defectuosos. Un idiota no tiene muchas
posibilidades de sobrevivir en una organización social tribal primitiva y
guerrera. El falso sentimentalismo de vuestras civilizaciones
parcialmente perfeccionadas es el que fomenta, protege y perpetúa los
linajes irremediablemente defectuosos de las razas humanas evolutivas.


   No es ni ternura ni altruismo ofrecer una compasión inútil a unos
seres humanos degenerados, a unos mortales anormales e inferiores
insalvables. Incluso en el más normal de los mundos evolutivos, existen
diferencias suficientes entre los individuos y entre los numerosos
grupos sociales como para asegurar el pleno ejercicio de todas aquellas
nobles características de los sentimientos altruistas y del ministerio
humano desinteresado, sin perpetuar los linajes socialmente incapaces y
moralmente degenerados de la humanidad en evolución. Existen abundantes
oportunidades para el ejercicio de la tolerancia y el funcionamiento del
altruismo en favor de aquellos individuos desafortunados y necesitados
que no han perdido irremediablemente su herencia moral ni han destruido
para siempre su derecho espiritual de nacimiento.


3. EL HOMBRE POSTADÁMICO
   Cuando el ímpetu original de la vida evolutiva ha terminado su
carrera biológica, cuando el hombre ha alcanzado la cumbre del
desarrollo animal, llega la segunda orden de filiación y se inaugura la
segunda dispensación de gracia y de ministerio. Esto es así en todos los
mundos evolutivos. Cuando se ha alcanzado el nivel de vida evolutiva
más elevado posible, cuando el hombre primitivo ha ascendido tan alto
como le ha sido posible en la escala biológica, un Hijo y una Hija
Materiales siempre aparecen en el planeta, enviados por el Soberano del
Sistema.



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   Los Ajustadores del Pensamiento se conceden de forma creciente a
los hombres postadámicos, y un número en constante aumento de estos
mortales alcanza la capacidad de fusionar posteriormente con el
Ajustador. Aunque ejercen su actividad como Hijos descendentes, los
Adanes no poseen Ajustadores, pero sus descendientes planetarios
—directos y mezclados— se convierten en candidatos legítimos para
recibir a su debido tiempo los Monitores de Misterio. Antes de
terminarse la era postadámica, el planeta está en posesión de su
contingente completo de ministros celestiales; sólo los Ajustadores
destinados a la fusión no se confieren todavía de forma universal.


   El propósito principal del régimen adámico es influir sobre el
hombre evolutivo para que termine de pasar desde la etapa de
civilización de los cazadores y de los pastores a la de los agricultores
y los horticultores, que más tarde será completada con la aparición de
los complementos urbanos e industriales de la civilización. Diez mil
años de esta dispensación de los mejoradores biológicos son suficientes
para llevar a cabo una transformación maravillosa. Veinticinco mil años
de una administración así dotada de la sabiduría conjunta del Príncipe
Planetario y de los Hijos Materiales prepara generalmente a la esfera
para la venida de un Hijo Magistral.


   Esta época presencia generalmente el final de la eliminación de
los incapaces y la purificación adicional de los linajes raciales; en
los mundos normales, las tendencias bestiales defectuosas se eliminan
casi por completo de las estirpes reproductoras del reino.


   La progenie adámica no se amalgama nunca con los linajes
inferiores de las razas evolutivas. El plan divino tampoco contempla que
el Adán o la Eva Planetarios se emparejen personalmente con los pueblos
evolutivos. Este proyecto de mejoramiento racial es tarea de su
progenie. Pero los descendientes del Hijo y de la Hija Materiales son
movilizados durante generaciones antes de que se inaugure el ministerio
de la amalgamación racial.


   La donación del plasma vital adámico a las razas mortales tiene
como resultado una elevación inmediata de la capacidad intelectual y una
aceleración del progreso espiritual. También hay habitualmente cierto
mejoramiento físico. En un mundo de tipo medio, la dispensación
postadámica es una época de grandes invenciones, de control de la
energía y de desarrollo mecánico. Es la era en que aparecen las
manufacturas multiformes y el control de las fuerzas naturales; es la
edad de oro de la exploración y del sometimiento final del planeta. Una
gran parte del progreso material de un mundo tiene lugar durante este
período en que comienza el desarrollo de las ciencias físicas,
precisamente la época que Urantia está experimentando ahora. Vuestro
mundo lleva un retraso de una dispensación o más con respecto al
programa planetario medio.


   Hacia el final de la dispensación adámica en un planeta normal,
las razas están prácticamente mezcladas, de manera que se puede
proclamar en verdad que «Dios ha hecho a todas las naciones de una sola
sangre», y que su Hijo «ha hecho a todos los pueblos de un solo color».
El color de esta raza amalgamada es una especie de matiz aceitunado del
tinte violeta, el «blanco» racial de las esferas.


   El hombre primitivo es principalmente carnívoro; los Hijos y las
Hijas Materiales no comen carne, pero al cabo de algunas generaciones su
progenie tiende generalmente hacia el nivel omnívoro, aunque a veces
grupos enteros de sus descendientes siguen sin comer carne. Este doble
origen de las razas postadámicas explica por qué estas estirpes humanas
mezcladas muestran unos vestigios anatómicos que pertenecen tanto a los
grupos animales herbívoros como a los carnívoros.


   Al cabo de diez mil años de amalgamación racial, las estirpes
resultantes muestran diversos grados de mezcla anatómica; algunos
linajes llevan más



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signos de sus ascendientes no comedores de carne, y otros manifiestan
más rasgos distinguibles y más características físicas de sus
progenitores evolutivos carnívoros. La mayoría de estas razas del mundo
pronto se vuelven omnívoras, sustentándose con una amplia gama de
alimentos procedentes tanto del reino animal como del reino vegetal.


   La época postadámica es la dispensación del internacionalismo. Con
la tarea de la mezcla racial a punto de concluir, el nacionalismo
disminuye y la fraternidad entre los hombres empieza realmente a
materializarse. El gobierno representativo comienza a sustituir a la
forma de reinado monárquico o paternalista. El sistema educativo se
vuelve mundial y los idiomas de las razas ceden gradualmente el paso a
la lengua del pueblo violeta. La paz y la cooperación universales
raramente se alcanzan hasta que las razas no están bastante bien
mezcladas y hasta que no hablan un idioma común.


   Durante los siglos finales de la era postadámica se desarrolla un
nuevo interés por el arte, la música y la literatura, y este despertar
mundial es la señal para que aparezca un Hijo Magistral. El desarrollo
que corona esta era es el interés universal por las realidades
intelectuales, por la verdadera filosofía. La religión se vuelve menos
nacionalista, se convierte cada vez más en un asunto planetario. Estos
tiempos están caracterizados por nuevas revelaciones de la verdad, y los
Altísimos de las constelaciones empiezan a gobernar en los asuntos de
los hombres. La verdad es revelada hasta englobar la administración de
las constelaciones.


   Un gran progreso ético caracteriza a esta era; la fraternidad
entre los hombres es la meta de su sociedad. La paz mundial —el cese de
los conflictos raciales y de las animosidades nacionales— es la
indicadora de que el planeta está maduro para la venida de la tercera
orden de filiación, el Hijo Magistral.


4. EL HOMBRE POSTERIOR AL HIJO MAGISTRAL
   En los planetas normales y leales, esta época se abre con las
razas mortales mezcladas y biológicamente sanas. No hay problemas de
razas ni de color; todas las naciones y todas las razas son literalmente
de una sola sangre. La fraternidad entre los hombres florece y las
naciones aprenden a vivir en el mundo en paz y tranquilidad. Un mundo
así se encuentra en vísperas de un gran desarrollo intelectual
culminante.


   Cuando un mundo evolutivo está así de maduro para la era
magistral, un miembro de la elevada orden de los Hijos Avonales hace su
aparición en misión magistral. El Príncipe Planetario y los Hijos
Materiales tienen su origen en el universo local; el Hijo Magistral
procede del Paraíso.


   Cuando los Avonales del Paraíso vienen a las esferas mortales para
llevar a cabo actos judiciales, únicamente como jueces de una
dispensación, nunca están encarnados. Pero cuando vienen para realizar
misiones magistrales, siempre están encarnados, al menos durante la
misión inicial, aunque no experimentan el nacimiento ni tampoco mueren
como los habitantes del reino. En aquellos casos en que permanecen como
gobernantes de ciertos planetas, pueden seguir viviendo durante
generaciones. Cuando sus misiones han terminado, abandonan su vida
planetaria y regresan a su estado anterior de filiación divina.


   Cada nueva dispensación amplía el horizonte de la religión
revelada, y los Hijos Magistrales extienden la revelación de la verdad
hasta describir los asuntos del universo local y de todos sus
tributarios.


   Después de la visita inicial de un Hijo Magistral, las razas
efectúan pronto su liberación económica. El trabajo diario que necesita
hacer una persona para mantener su independencia representaría dos horas
y media de vuestro tiempo. No supone ningún riesgo liberar a estos
mortales éticos e inteligentes.



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Estos pueblos refinados saben muy bien cómo utilizar el tiempo libre
para el mejoramiento personal y el avance planetario. Esta época
presencia la purificación adicional de los linajes raciales mediante la
restricción de la reproducción entre los individuos menos capacitados y
mal dotados.


   El gobierno político y la administración social de las razas
continúan mejorando, y el gobierno autónomo está bastante bien
establecido hacia el final de esta era. Cuando decimos gobierno autónomo
nos referimos al tipo más elevado de gobierno representativo. Estos
mundos sólo promocionan y honran a aquellos dirigentes y gobernantes que
están más capacitados para llevar las responsabilidades sociales y
políticas.


   Durante esta época, la mayoría de los mortales del mundo están
habitados por Ajustadores. Pero incluso entonces, la concesión de los
Monitores divinos no siempre es universal. Los Ajustadores destinados a
la fusión aún no se conceden a todos los mortales planetarios; todavía
es necesario que las criaturas volitivas escojan recibir a los Monitores
de Misterio.


   Durante los tiempos finales de esta dispensación, la sociedad
empieza a volver a formas de vida más simplificadas. La naturaleza
compleja de una civilización en progreso sigue su curso, y los mortales
aprenden a vivir de una manera más natural y eficaz. Esta tendencia se
acrecienta en cada época siguiente. Es la era del florecimiento del
arte, de la música y del saber superior. Las ciencias físicas ya han
alcanzado la cumbre de su desarrollo. En un mundo ideal, el final de
esta época presencia la plenitud de un gran despertar religioso, de una
iluminación espiritual mundial. Este amplio despertar de la naturaleza
espiritual de las razas es la señal para que llegue el Hijo donador y
para que se inaugure la quinta época de los mortales.


   En muchos mundos sucede que el planeta no está preparado para
recibir a un Hijo donador después de una sola misión magistral; en ese
caso habrá un segundo e incluso una sucesión de Hijos Magistrales, cada
uno de los cuales hará avanzar a las razas de una dispensación a otra
hasta que el planeta esté preparado para el don del Hijo donador. En la
segunda misión y en las siguientes, los Hijos Magistrales pueden o no
estar encarnados. Pero cualquiera que sea el número de Hijos Magistrales
que aparezcan —y también pueden venir como tales después del Hijo
donador— la llegada de cada uno de ellos señala el final de una
dispensación y el comienzo de otra.


   Estas dispensaciones de los Hijos Magistrales abarcan en todas
partes entre veinticinco mil y cincuenta mil años del tiempo de Urantia.
A veces una época de este tipo es mucho más corta, y en raros casos
incluso más larga. Pero en la plenitud de los tiempos, uno de estos
mismos Hijos Magistrales nacerá como Hijo Paradisiaco donador.


5. EL HOMBRE POSTERIOR AL HIJO DONADOR
   Cuando se alcanza cierto nivel de desarrollo intelectual y
espiritual en un mundo habitado, siempre llega un Hijo Paradisiaco
donador. En los mundos normales no aparece encarnado hasta que las razas
no han alcanzado los niveles más elevados de desarrollo intelectual y
de logros éticos. Pero en Urantia el Hijo donador, exactamente vuestro
propio Hijo Creador, apareció al final de la dispensación adámica, pero
éste no es el orden habitual de los acontecimientos en los mundos del
espacio.


   Cuando los mundos están maduros para la espiritualización, llega
el Hijo donador. Estos Hijos siempre pertenecen a la orden Magistral o
Avonal salvo en el caso, que se produce una sola vez en cada universo
local, en que el Hijo Creador se prepara para su donación final en un
mundo evolutivo, tal como



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sucedió cuando Miguel de Nebadon apareció en Urantia para donarse a
vuestras razas mortales. Únicamente un mundo, entre cerca de diez
millones, puede disfrutar de un don así; todos los otros mundos avanzan
espiritualmente gracias a la donación de un Hijo Paradisiaco de la orden
Avonal.


   El Hijo donador llega a un mundo que posee una elevada cultura
educativa y encuentra a una raza espiritualmente instruida y preparada
para asimilar unas enseñanzas avanzadas y para apreciar la misión
donadora. Es una época caracterizada por la búsqueda mundial de la
cultura moral y de la verdad espiritual. La pasión de los mortales de
esta dispensación es penetrar la realidad cósmica y comulgar con la
realidad espiritual. Las revelaciones de la verdad se amplían hasta
incluir al superuniverso. Se establecen sistemas de educación y de
gobierno enteramente nuevos para sustituir a los regímenes rudimentarios
de los tiempos anteriores. La alegría de vivir adquiere un nuevo color,
y las reacciones de la vida se elevan hasta unas alturas de tono y de
timbre celestiales.


   El Hijo donador vive y muere para elevar espiritualmente a las
razas mortales de un mundo. Establece el «nuevo camino viviente»; su
vida es una encarnación de la verdad del Paraíso en la carne mortal, de
esa misma verdad —el Espíritu mismo de la Verdad— cuyo conocimiento hará
libres a los hombres.


   En Urantia, el establecimiento de este «nuevo camino viviente» fue
una cuestión de hecho así como de verdad. El aislamiento de Urantia
debido a la rebelión de Lucifer había suspendido el procedimiento
gracias al cual los mortales pueden pasar directamente, después de
morir, a las orillas de los mundos de las mansiones. Antes de la época
de Cristo Miguel en Urantia, todas las almas continuaban durmiendo hasta
las resurrecciones dispensacionales o las milenarias especiales.
Incluso a Moisés no se le permitió pasar al otro lado hasta el momento
de una resurrección especial, pues Caligastia, el Príncipe Planetario
caído, impugnaba esta liberación. Pero desde el día de Pentecostés, los
mortales de Urantia pueden dirigirse de nuevo directamente a las esferas
morontiales.


   Cuando se produce la resurrección de un Hijo donador, al tercer
día después de abandonar su vida encarnada, asciende a la derecha del
Padre Universal, recibe la seguridad de que su misión donadora es
aceptada, y regresa hacia el Hijo Creador en la sede del universo local.
Inmediatamente después, el Avonal donador y el Miguel Creador envían su
espíritu conjunto, el Espíritu de la Verdad, al mundo de la donación.
Es el momento en que «el espíritu del Hijo triunfante es derramado sobre
toda carne». El Espíritu Madre del Universo también participa en esta
donación del Espíritu de la Verdad y, concomitante con ello, se promulga
el edicto para la concesión de los Ajustadores del Pensamiento. Después
de esto, todas las criaturas volitivas con una mente normal de ese
mundo recibirán un Ajustador en cuanto lleguen a la edad de la
responsabilidad moral, de la elección espiritual.


   Si ese Avonal donador tuviera que regresar al mundo después de su
misión de donación, no se encarnaría, sino que vendría «cubierto de
gloria con las huestes seráficas».


   La era posterior al Hijo donador puede durar entre diez mil y cien
mil años. No se asigna ningún tiempo arbitrario a ninguna de estas eras
dispensacionales. Es un período de gran progreso ético y espiritual.
Bajo la influencia espiritual de estas épocas, el carácter humano sufre
unas transformaciones enormes y experimenta un desarrollo espectacular.
Resulta posible poner en práctica la regla de oro. Las enseñanzas de
Jesús son realmente aplicables en un mundo de mortales que han tenido la
formación preliminar de los Hijos anteriores a la donación, con sus
dispensaciones para ennoblecer el carácter y aumentar la cultura.


   Durante esta era se han resuelto prácticamente los problemas de
las enfermedades y de la delincuencia. La reproducción selectiva ya ha
eliminado ampliamente la degeneración. La enfermedad ha sido
prácticamente vencida



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gracias a las cualidades extremadamente resistentes de los linajes
adámicos y a la inteligente aplicación mundial de los descubrimientos de
las ciencias físicas de las épocas precedentes. La duración media de la
vida durante este período asciende muy por encima del equivalente de
trescientos años del tiempo de Urantia.


   La supervisión gubernamental disminuye gradualmente a lo largo de
esta época. El verdadero gobierno autónomo empieza a funcionar; cada vez
se necesitan menos leyes restrictivas. Las ramas militares de la
resistencia nacional van desapareciendo; la era de la armonía
internacional está llegando realmente. Hay muchas naciones, determinadas
principalmente por la distribución de las tierras, pero sólo hay una
raza, un idioma y una religión. Los asuntos de los mortales casi se
acercan a la utopía, aunque no del todo. ¡Es en verdad una era grande y
gloriosa!


6. LA ERA POSTERIOR A LA DONACIÓN EN URANTIA
   El Hijo donador es el Príncipe de la Paz. Llega con el mensaje
«paz en la Tierra y buena voluntad entre los hombres». En los mundos
normales, ésta es una dispensación de paz mundial; las naciones ya no
aprenden a hacer la guerra. Pero estas influencias saludables no
acompañaron la llegada de Cristo Miguel, vuestro Hijo donador. Urantia
no camina según el orden normal. Vuestro mundo no sigue el paso de la
procesión planetaria. Cuando vuestro Maestro estaba en la Tierra,
advirtió a sus discípulos que su venida no traería el reino habitual de
paz a Urantia. Les dijo claramente que habría «guerras y rumores de
guerras», y que las naciones se levantarían contra las naciones. En otro
momento dijo: «No penséis que he venido a traer la paz a la Tierra».


   Incluso en los mundos evolutivos normales, la realización de la
fraternidad mundial de los hombres no es una tarea fácil. En un planeta
confuso y desordenado como Urantia, esta realización requiere un tiempo
mucho más largo y necesita un esfuerzo mucho más grande. Una evolución
social sin ayuda difícilmente puede conseguir estos felices resultados
en una esfera espiritualmente aislada. La revelación religiosa es
esencial para llevar a cabo la fraternidad en Urantia. Aunque Jesús ha
mostrado el camino para alcanzar inmediatamente la fraternidad
espiritual, la realización de la fraternidad social en vuestro mundo
depende mucho de que se lleven a cabo las transformaciones personales y
los ajustes planetarios siguientes:


   1. La fraternidad social. La multiplicación de los
contactos sociales internacionales e interraciales, y de las
asociaciones fraternales, a través de los viajes, el comercio y los
juegos competitivos. El desarrollo de un idioma común y la
multiplicación de los multilingüistas. El intercambio racial y nacional
de estudiantes, profesores, industriales y filósofos religiosos.


   2. La fecundación intelectual cruzada. La fraternidad es
imposible en un mundo cuyos habitantes son tan primitivos que no logran
reconocer la locura del egoísmo sin freno. Debe producirse un
intercambio de literatura nacional y racial. Cada raza debe
familiarizarse con el pensamiento de todas las razas; cada nación debe
conocer los sentimientos de todas las naciones. La ignorancia engendra
la desconfianza, y la desconfianza es incompatible con la actitud
esencial de simpatía y de amor.


   3. El despertar ético. Sólo una conciencia ética puede
desenmascarar la inmoralidad de la intolerancia humana y lo pecaminoso
de las luchas fratricidas. Sólo una conciencia moral puede condenar los
males de la envidia nacional y de los celos raciales. Sólo unos seres
morales buscarán siempre esa perspicacia espiritual que es esencial para
vivir la regla de oro.



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   4. La sabiduría política. La madurez emocional es
esencial para el dominio de sí mismo. Sólo la madurez emocional puede
asegurar que las técnicas internacionales del juicio civilizado
sustituirán al arbitraje bárbaro de la guerra. Los estadistas sabios
trabajarán algún día por el bienestar de la humanidad aunque sigan
esforzándose por promover el interés de sus grupos nacionales o
raciales. La sagacidad política egoísta es finalmente suicida
—perjudicial para todas aquellas cualidades duraderas que aseguran la
supervivencia colectiva planetaria.


   5. La perspicacia espiritual. La fraternidad de los
hombres está basada, después de todo, en el reconocimiento de la
paternidad de Dios. La manera más rápida de llevar a cabo la fraternidad
de los hombres en Urantia consiste en efectuar la transformación
espiritual de la humanidad actual. La única técnica para acelerar la
tendencia natural de la evolución social es la de aplicar una presión
espiritual desde arriba, acrecentando así la perspicacia moral y
elevando al mismo tiempo la capacidad del alma de cada mortal para
comprender y amar a todos los demás mortales. La comprensión mutua y el
amor fraternal son unos civilizadores trascendentes y unos factores
poderosos en la realización mundial de la fraternidad de los hombres.


   Si pudierais ser transportados desde vuestro mundo atrasado y
confuso hasta un planeta normal que se encuentre ahora en la era
posterior al Hijo donador, pensaríais que habéis sido trasladados al
cielo de vuestras tradiciones. Difícilmente podríais creer que estabais
observando las actividades evolutivas normales de una esfera terrestre
habitada por seres humanos. Estos mundos están incluídos en los
circuitos espirituales de su reino, y disfrutan de todas las ventajas de
las transmisiones universales y de los servicios de la reflectividad
del superuniverso.


7. EL HOMBRE POSTERIOR A LOS HIJOS INSTRUCTORES
   La siguiente orden de Hijos que llega a un mundo evolutivo medio
es la de los Hijos Instructores Trinitarios, los Hijos Divinos de la
Trinidad del Paraíso. Encontramos una vez más que Urantia no lleva el
paso de sus esferas hermanas, en el sentido de que vuestro Jesús
prometió regresar. Cumplirá ciertamente su promesa, pero nadie sabe si
su segunda venida precederá o seguirá a la aparición del Hijo Magistral o
de los Hijos Instructores en Urantia.


   Los Hijos Instructores vienen en grupo a los mundos que se
espiritualizan. Un Hijo Instructor planetario recibe la ayuda y el apoyo
de setenta Hijos primarios, doce Hijos secundarios y tres miembros de
los más elevados y experimentados de la orden suprema de los Daynales.
Este cuerpo permanece durante algún tiempo en el mundo, el suficiente
para efectuar la transición entre las épocas evolutivas y la era de luz y
de vida —no menos de mil años del tiempo planetario y a menudo mucho
más. Esta misión es una contribución de la Trinidad a los esfuerzos
anteriores de todas las personalidades divinas que han aportado su
ministerio a un mundo habitado.


   La revelación de la verdad se amplía ahora hasta el universo
central y el Paraíso. Las razas se vuelven sumamente espirituales. Un
gran pueblo ha evolucionado y se acerca una gran época. Los sistemas
educativos, económicos y administrativos del planeta sufren unas
transformaciones radicales. Se establecen nuevos valores y nuevas
relaciones. El reino de los cielos aparece en el planeta, y la gloria de
Dios se derrama por el mundo.


   Ésta es la dispensación durante la cual muchos mortales son
trasladados de entre los vivos. A medida que progresa la era de los
Hijos Instructores Trinitarios, la lealtad espiritual de los mortales
del tiempo se hace cada vez



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más universal. La muerte natural se vuelve menos frecuente a medida
que los Ajustadores fusionan de manera creciente con sus sujetos durante
la vida en la carne. El planeta es clasificado finalmente dentro de la
orden primaria modificada de ascensión de los mortales.


   La vida durante esta era es agradable y provechosa. La
degeneración y los productos antisociales finales de la larga lucha
evolutiva han sido prácticamente eliminados. La duración de la vida se
acerca a los quinientos años de Urantia, y el índice reproductor del
incremento racial está controlado de forma inteligente. Un tipo de
sociedad enteramente nuevo ha llegado. Existen todavía grandes
diferencias entre los mortales, pero el estado de la sociedad se acerca
mucho más a los ideales de la fraternidad social y de la igualdad
espiritual. El gobierno representativo está en vías de desaparecer y el
mundo pasa a regirse por la regla del autocontrol individual. La función
del gobierno se dirige principalmente a las tareas colectivas de la
administración social y de la coordinación económica. La edad de oro
llega con rapidez; la meta temporal de la larga e intensa lucha
evolutiva planetaria está a la vista. La recompensa de los siglos pronto
se hará realidad; la sabiduría de los Dioses está a punto de
manifestarse.


   Durante esta época, la administración física de un mundo necesita
alrededor de una hora diaria del tiempo de cada individuo adulto, es
decir, el equivalente de una hora de Urantia. El planeta está en
estrecho contacto con los asuntos del universo, y su gente escudriña las
últimas transmisiones con el mismo vivo interés que vosotros mostráis
ahora por las últimas ediciones de vuestros periódicos diarios. Estas
razas se ocupan de mil cosas interesantes desconocidas en vuestro mundo.


   La verdadera lealtad planetaria hacia el Ser Supremo crece cada
vez más. Generación tras generación, un número creciente de miembros de
la raza sigue la conducta de aquellos que practican la justicia y viven
la misericordia. El mundo va siendo ganado, lentamente pero con
seguridad, para el servicio gozoso de los Hijos de Dios. Las
dificultades físicas y los problemas materiales han sido resueltos en su
mayoría; el planeta madura para una vida avanzada y una existencia más
estable.


   A lo largo de su dispensación, los Hijos Instructores continúan
llegando de vez en cuando a estos mundos pacíficos. No se marchan de un
mundo hasta que no observan que el plan evolutivo que concierne a ese
planeta funciona sin problemas. Un Hijo Magistral encargado de juzgar
acompaña habitualmente a los Hijos Instructores en sus misiones
sucesivas, mientras que otro Hijo de este tipo actúa cuando se marchan, y
estos actos judiciales continúan de era en era mientras dura el régimen
mortal del tiempo y del espacio.


   Cada misión periódica de los Hijos Instructores Trinitarios eleva
sucesivamente a ese mundo excelso a unas alturas crecientes de
sabiduría, de espiritualidad y de iluminación cósmica. Pero los nobles
nativos de una esfera así siguen siendo finitos y mortales. Nada es
perfecto; sin embargo, se va desarrollando una cualidad de casi
perfección en el funcionamiento de un mundo imperfecto y en la vida de
sus habitantes humanos.


   Los Hijos Instructores Trinitarios pueden volver muchas veces al
mismo mundo. Pero tarde o temprano, en conexión con la finalización de
una de sus misiones, el Príncipe Planetario es elevado a la posición de
Soberano Planetario, y el Soberano del Sistema aparece para proclamar la
entrada de ese mundo en la era de la luz y la vida.


   Juan escribió acerca de la terminación de la misión final de los
Hijos Instructores (al menos ésta sería la cronología en un mundo
normal): «Y vi un nuevo cielo y una nueva Tierra, y la nueva Jerusalén
que bajaba de Dios saliendo del cielo, preparada como una princesa
adornada para su príncipe».



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   Ésta es la misma Tierra renovada, el avanzado estado planetario,
que el antiguo vidente imaginó cuando escribió: «‘Porque igual que los
nuevos cielos y la nueva Tierra que yo crearé perdurarán ante mí, así
sobreviviréis vosotros y vuestros hijos; y sucederá que, desde una Luna
nueva hasta la otra y desde un sábado hasta el otro, todo el género
humano vendrá a postrarse en adoración ante mí’, dice el Señor».


   Los mortales de esta era son los que están descritos como «una
generación elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo
elevado; y vosotros daréis a conocer las alabanzas de Aquél que os ha
hecho salir de las tinieblas hacia esta maravillosa luz».


   Cualquiera que sea la historia natural especial de un planeta
individual, indiferentemente de que el reino haya sido totalmente leal,
haya estado contaminado por el mal o maldito por el pecado —cualquiera
que sean los antecedentes— tarde o temprano la gracia de Dios y el
ministerio de los ángeles anunciarán el día de la venida de los Hijos
Instructores Trinitarios; y su partida, después de su misión final,
inaugurará esta magnífica era de luz y de vida.


   Todos los mundos de Satania pueden unirse a la esperanza de aquél
que escribió: «Sin embargo, de acuerdo con Su promesa, nosotros
esperamos un nuevo cielo y una nueva Tierra, donde reside la rectitud.
Por lo cual, bienamados, en vista de que esperáis estas cosas, sed
diligentes para que Él pueda encontraros en paz, sin mancha e
irreprochables».


   La partida del cuerpo de los Hijos Instructores al final de su
primer reinado o de alguno posterior, anuncia los albores de la era de
luz y de vida —el umbral de la transición entre el tiempo y el vestíbulo
de la eternidad. La realización planetaria de esta era de luz y de vida
está mucho más allá de las expectativas más acariciadas por los
mortales de Urantia, los cuales no han albergado otros conceptos
clarividentes sobre la vida futura que aquellos incluídos en las
creencias religiosas que describen el cielo como el destino inmediato y
la morada final de los mortales sobrevivientes.


   [Patrocinado por un Mensajero Poderoso vinculado temporalmente al estado mayor de Gabriel.]



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