jueves, 1 de septiembre de 2016

Catecismo de la Iglesia Católica, Primera parte, Segunda Sección, capítulo segundo, artículo 2, 430-455

Catecismo de la Iglesia Católica, Primera parte, Segunda Sección, capítulo segundo, artículo 2, 430-455





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PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:

LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO
EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 2
“Y EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR”

430
Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la
anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que
expresa a la vez su identidad y su misión (cf. Lc 1, 31). Ya que "¿quién
puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"(Mc 2, 7), es Él quien, en Jesús,
su Hijo eterno hecho hombre "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,
21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de
los hombres.
431 En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con librar a
Israel de "la casa de servidumbre" (Dt 5, 6) haciéndole salir de Egipto.
Él lo salva además de su pecado. Puesto que el pecado es siempre una ofensa
hecha a Dios (cf. Sal 51, 6), sólo Él es quien puede absolverlo (cf.
Sal
51, 12). Por eso es por lo que Israel, tomando cada vez más conciencia de la
universalidad del pecado, ya no podrá buscar la salvación más que en la
invocación del nombre de Dios Redentor (cf. Sal 79, 9).
432 El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está
presente en la Persona de su Hijo (cf. Hch 5, 41; 3 Jn 7) hecho hombre para la
Redención universal y definitiva de los pecados. Él es el Nombre divino, el
único que trae la salvación (cf. Jn 3, 18; Hch 2, 21) y de ahora en adelante
puede ser invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la
Encarnación (cf. Rm 10, 6-13) de tal forma que "no hay bajo el cielo otro nombre
dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12; cf.
Hch 9,
14; St 2, 7).
433 El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año por el
sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había
asperjado el propiciatorio del Santo de los Santos con la sangre del sacrificio
(cf. Lv 16, 15-16; Si 50, 20; Hb 9, 7). El propiciatorio
era el lugar de la presencia de Dios (cf. Ex 25, 22; Lv 16, 2;
Nm
7, 89; Hb 9, 5). Cuando san Pablo dice de Jesús que "Dios lo
exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre" (Rm 3, 25)
significa que en su humanidad "estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2
Co
5, 19).
434 La Resurrección de Jesús glorifica el Nombre de Dios "Salvador" (cf.
Jn
12, 28) porque de ahora en adelante, el Nombre de Jesús es el que
manifiesta en plenitud el poder soberano del "Nombre que está sobre todo nombre"
(Flp 2, 9). Los espíritus malignos temen su Nombre (cf. Hch 16,
16-18; 19, 13-16) y en su nombre los discípulos de Jesús hacen milagros (cf.
Mc
16, 17) porque todo lo que piden al Padre en su Nombre, Él se lo concede
(Jn 15, 16).
435 El Nombre de Jesús está en el corazón de la plegaria cristiana. Todas
las oraciones litúrgicas se acaban con la fórmula Per Dominum nostrum Jesum
Christum...
("Por nuestro Señor Jesucristo..."). El "Avemaría" culmina en
"y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". La oración del corazón, en uso en
Oriente, llamada "oración a Jesús" dice: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten
piedad de mí pecador". Numerosos cristianos mueren, como santa Juana de Arco,
teniendo en sus labios una única palabra: "Jesús".
436 Cristo viene de la traducción griega del término hebreo
"Mesías" que quiere decir "ungido". Pasa a ser nombre propio de Jesús porque
Él
cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en
Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una
misión que habían recibido de Él. Este era el caso de los reyes (cf. 1 S
9, 16; 10, 1; 16, 1. 12-13; 1 R 1, 39), de los sacerdotes (cf. Ex
29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente, de los profetas (cf. 1 R 19,
16). Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para
instaurar definitivamente su Reino (cf. Sal 2, 2; Hch 4, 26-27).
El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la
vez como rey y sacerdote (cf. Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta
(cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza mesiánica
de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey.
437 El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús como el del
Mesías prometido a Israel: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 11). Desde el principio él es "a
quien el Padre ha santificado y enviado al mundo"(Jn 10, 36), concebido
como "santo" (Lc 1, 35) en el seno virginal de María. José fue llamado
por Dios para "tomar consigo a María su esposa" encinta "del que fue engendrado
en ella por el Espíritu Santo" (Mt 1, 20) para que Jesús "llamado Cristo"
nazca de la esposa de José en la descendencia mesiánica de David (Mt 1,
16; cf. Rm 1, 3; 2 Tm 2, 8; Ap 22, 16).
438 La consagración mesiánica de Jesús manifiesta su misión divina. "Por
otra parte eso es lo que significa su mismo nombre, porque en el nombre de
Cristo está sobreentendido Él que ha ungido, Él que ha sido ungido y la Unción
misma con la que ha sido ungido: Él que ha ungido, es el Padre. Él que ha sido
ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción" (San Ireneo de
Lyon, Adversus haereses, 3, 18, 3). Su eterna consagración mesiánica fue
revelada en el tiempo de su vida terrena, en el momento de su bautismo, por Juan
cuando "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38)
"para que él fuese manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su Mesías. Sus
obras y sus palabras lo dieron a conocer como "el santo de Dios" (Mc 1,
24; Jn 6, 69; Hch 3, 14).
439 Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su
esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales del mesiánico "hijo de
David" prometido por Dios a Israel (cf. Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22;
20, 30; 21, 9. 15). Jesús aceptó el título de Mesías al cual tenía derecho (cf.
Jn 4, 25-26;11, 27), pero no sin reservas porque una parte de sus
contemporáneos lo comprendían según una concepción demasiado humana (cf. Mt
22, 41-46), esencialmente política (cf. Jn 6, 15; Lc 24, 21).
440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el
Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16,
23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad
transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" (Jn 3, 13;
cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13), a la vez que en su misión redentora como
Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir
y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53,
10-12). Por esta razón, el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado
más que desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 19-22; Lc 23, 39-43).
Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada
por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de
Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros
habéis crucificado" (Hch 2, 36).
441 Hijo de Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a
los ángeles (cf. Dt 32, 8; Jb 1, 6), al pueblo elegido (cf. Ex
4, 22;Os 11, 1; Jr 3, 19; Si 36, 11; Sb 18, 13), a
los hijos de Israel (cf. Dt 14, 1; Os 2, 1) y a sus reyes (cf.
2 S
7, 14; Sal 82, 6). Significa entonces una filiación adoptiva que
establece entre Dios y su criatura unas relaciones de una intimidad particular.
Cuando el Rey-Mesías prometido es llamado "hijo de Dios" (cf. 1 Cro 17,
13; Sal 2, 7), no implica necesariamente, según el sentido literal de
esos textos, que sea más que humano. Los que designaron así a Jesús en cuanto
Mesías de Israel (cf. Mt 27, 54), quizá no quisieron decir nada más (cf.
Lc 23, 47).
442 No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el
Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque Jesús le responde con solemnidad "no
te ha revelado
esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está
en los cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su
conversión en el camino de Damasco: "Cuando Aquel que me separó desde el seno de
mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que
le anunciase entre los gentiles..." (Ga 1,15-16). "Y en seguida se puso a
predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9,
20). Este será, desde el principio (cf. 1 Ts 1, 10), el centro de la fe
apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada en primer lugar por Pedro como
cimiento de la Iglesia (cf. Mt 16, 18).
443 Si Pedro pudo reconocer el carácter transcendente de la filiación
divina de Jesús Mesías es porque éste lo dejó entender claramente. Ante el
Sanedrín, a la pregunta de sus acusadores: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de
Dios?", Jesús ha respondido: "Vosotros lo decís: yo soy" (Lc 22, 70; cf.
Mt 26, 64; Mc 14, 61). Ya mucho antes, Él se designó como el
"Hijo" que conoce al Padre (cf. Mt 11, 27; 21, 37-38), que es distinto de
los "siervos" que Dios envió antes a su pueblo (cf. Mt 21, 34-36),
superior a los propios ángeles (cf. Mt 24, 36). Distinguió su filiación
de la de sus discípulos, no diciendo jamás "nuestro Padre" (cf. Mt 5, 48;
6, 8; 7, 21; Lc 11, 13) salvo para ordenarles "vosotros, pues,
orad así: Padre Nuestro" (Mt 6, 9); y subrayó esta distinción: "Mi Padre
y vuestro Padre" (Jn 20, 17).
444 Los evangelios narran en dos momentos solemnes, el Bautismo y la
Transfiguración de Cristo, que la voz del Padre lo designa como su "Hijo amado"
(Mt 3, 17; 17, 5). Jesús se designa a sí mismo como "el Hijo Único de
Dios" (Jn 3, 16) y afirma mediante este título su preexistencia eterna (cf.
Jn 10, 36). Pide la fe en "el Nombre del Hijo Único de Dios" (Jn
3, 18). Esta confesión cristiana aparece ya en la exclamación del centurión
delante de Jesús en la cruz: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc
15, 39), porque es solamente en el misterio pascual donde el creyente puede
alcanzar el sentido pleno del título "Hijo de Dios".
445 Después de su Resurrección, su filiación divina aparece en el poder
de su humanidad glorificada: "Constituido Hijo de Dios con poder, según el
Espíritu de santidad, por su Resurrección de entre los muertos" (Rm 1, 4;
cf. Hch 13, 33). Los apóstoles podrán confesar "Hemos visto su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad "(Jn
1, 14).
446 En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el
nombre inefable con el cual Dios se reveló a Moisés (cf. Ex 3, 14), YHWH,
es traducido por Kyrios ["Señor"]. Señor se convierte desde entonces en
el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El
Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre,
pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como
Dios (cf. 1 Co 2,8).
447 El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando discute
con los fariseos sobre el sentido del Salmo 109 (cf. Mt 22, 41-46; cf.
también Hch 2, 34-36; Hb 1, 13), pero también de manera explícita
al dirigirse a sus Apóstoles (cf. Jn 13, 13). A lo largo de toda su vida
pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre
los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.
448 Con mucha frecuencia, en los evangelios, hay personas que se dirigen
a Jesús llamándole "Señor". Este título expresa el respeto y la confianza de los
que se acercan a Jesús y esperan de Él socorro y curación (cf. Mt 8, 2;
14, 30; 15, 22, etc.). Bajo la moción del Espíritu Santo, expresa el
reconocimiento del misterio divino de Jesús (cf. Lc 1, 43; 2, 11). En el
encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: "Señor mío y Dios
mío" (Jn 20, 28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que
quedará como propio de la tradición cristiana: "¡Es el Señor!" (Jn 21,
7).
449 Atribuyendo a Jesús el título divino de Señor, las primeras
confesiones de fe de la Iglesia afirman desde el principio (cf. Hch 2,
34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen también
a Jesús (cf. Rm 9, 5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque Él es de
"condición divina" (Flp 2, 6) y porque el Padre manifestó esta soberanía de
Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria (cf. Rm
10, 9;1 Co 12, 3; Flp 2,11).
450 Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío
de Jesús sobre el mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa
también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo
absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo:
César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29). " La
Iglesia cree que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en
su Señor y Maestro" (GS
10, 2; cf. 45, 2).
451 La oración cristiana está marcada por el título "Señor", ya sea en la
invitación a la oración "el Señor esté con vosotros", o en su conclusión "por
Jesucristo nuestro Señor" o incluso en la exclamación llena de confianza y de
esperanza: Maran atha ("¡el Señor viene!") o Marana tha ("¡Ven, Señor!") (1
Co
16, 22): "¡Amén! ¡ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20).
452 El nombre de Jesús significa "Dios salva". El niño nacido de la
Virgen María se llama "Jesús" "porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (
Mt
1, 21); "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros
debamos salvarnos" (
Hch 4, 12).
453 El nombre de Cristo significa "Ungido", "Mesías". Jesús es el
Cristo porque "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (
Hch 10,
38). Era "el que ha de venir" (
Lc 7, 19), el objeto de "la esperanza de
Israel"(
Hch 28, 20).
454 El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de
Jesucristo con Dios su Padre: el es el Hijo único del Padre (cf.
Jn 1,
14. 18; 3, 16. 18) y Él mismo es Dios (cf.
Jn 1, 1). Para ser cristiano
es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (cf.
Hch 8, 37;
1 Jn 2, 23).
455 El nombre de Señor significa la soberanía divina. Confesar o
invocar a Jesús como Señor es creer en su divinidad "Nadie puede decir: "¡Jesús
es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo"(
1 Co 12, 3).
 
 
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