jueves, 1 de septiembre de 2016

Cábala קּבּלּהּ: El Nombre Divino יהוה

Cábala קּבּלּהּ: El Nombre Divino יהוה












































viernes, 29 de marzo de 2013






El Nombre Divino יהוה




“Si el Nombre de
El no fuera articulado nada de lo que es podría ser”
Mordekai bar Haim



Las formas de referirse a Dios en la Toráh son numerosas.
Genéricamente tenemos El,
אל, que es la misma raíz que el árabe Alláh.
Todos los ángeles y arcángeles cuyo nombre termina en “el” incluyen esta
referencia a Dios. Por ejemplo, Rafael significa
“Dios cura”. Podemos considerar también nombres divinos En Sof (Infinito) o Ehye Aser Ehye “Soy el que Soy” o
simplemente “Yo Soy” y, como podemos ver en el Arbol de la Vida, cada una de las sefirot tiene un nombre divino
asignado. Debe considerarse a este respecto que todos los nombres divinos son
aspectos del Dios Uno. Y es interesante reseñar que en hebreo el nombre divino
es tanto masculino como femenino, singular y plural. Por ejemplo, Elohim,
אלהים es una raíz singular femenina con terminación masculina plural. Pero el
Nombre por antonomasia en el judaísmo es YHWH,
transliteración de
יהוה,
cuya pronunciación es desconocida (por el hecho de ser solo consonantes) y
también prohibida (por ser sagrado), por lo que los judíos utilizan
generalmente Adonai o más
concretamente Ha Shem (El Nombre).
Traducido comúnmente por Yavéh, es conocido además con la palabra de origen
griego Tetragramma, por sus cuatro
letras
י (Yod), ה (He), ו (Vav), ה
(He).



El Nombre יהוה  aparece como nombre divino en el Arbol de la
Vida en la tercera sefirá: Bináh, la Madre Divina capaz de
crear con la semilla procedente de Jokmáh. En Bináh comienza
propiamente la creación de las formas, siendo Jokmáh pura energía (Kether en movimiento, según Dion Fortune), y
toda gestación de formas requiere tiempo. Los dos requisitos de la
manifestación fenoménica: espacio (Jokmáh) y tiempo (Bináh) se conjugan para
dar lugar a la creación. El nombre 
יה (Yáh) de Jokmáh se completa con las
letras
וה, ya
que el tiempo puede considerarse como la cuarta dimensión del espacio. La raíz
hebrea
יה Yáh, se considera una forma abreviada del Tetragramma.
La palabra más antigua para alabarle en todos los idiomas es aleluyah (Hallelu-YaH: "alabad
a YáH"). La aparición del Nombre en Bináh nos recuerda las palabras del
Tao Te King: “Sin nombre es el principio
del universo, y con nombre es la madre de todas las cosas”.

El tiempo indicado por יהוה, que es realmente una forma del verbo ser, hace referencia a una existencia continua,
sin principio ni fin. “En la lengua
hebrea solo hay un verbo absoluto:
הוה, ser-siendo. Todos los demás son sustantivos animados
de este único verbo. Este es en sí mismo inmutable, sin género ni número ni
tiempo verbal. Sin origen ni final“.
 (La lengua
hebraica
. Fabre D’Olivet
). La forma que adopta YHWH conjuga los tres tiempos:

Era     היה    ( Hayáh
)    En tiempo pasado
Es       הוה    ( Havéh
)    En tiempo presente
Será   יהיה   ( Ihyéh )      En
tiempo futuro

Recordemos que el nombre de la esfera de Kether es  אַהיה (Ehié) “Yo Soy”. Es
decir; el Uno que Es en presente, fuera del tiempo, eterno por tanto.
Sin embargo en Binah el tiempo aparece y surgen el pasado y el futuro como
modalidades de éste, para hacer posible el desenvolvimiento de todas las
formas.

El nombre יהוה  no existe como palabra corriente, sino que es
construída a partir del presente del verbo ser:
הוה  (Havéh)  y el prefijo י que indica la tercera persona del
futuro, indicando el ser que es ahora y continúa siendo en el futuro. Podríamos
considerarlo como el representante del Ain
Sof Aur
o En Sof (Luz Infinita) manifestándose en la creación. 






Cada una de las 4 letras del Shem va a generar cada uno
de los cuatro Mundos o Niveles de Manifestación:



Letra
Mundo
Sefirá
Rostro
Nivel del alma
Punta superior
de Yod
Adán Kadmon
Hombre Primordial o Arquetípico
Kether
Arij Anpin
Rostro Inmenso
Yejidáh
Chispa Divina
Yod   י
Atziluth
Mundo Divino
Jokmáh
Abba
Padre
Jayáh
Alma arquetípica
He     ה
Briáh
Mundo de la Creación
Bináh
Imma
Madre
Neshamá
Alma espiritual
Vau   ו
Yetziráh
Mundo de la Formación
Jesed, Guevuráh, Tiferet, Netzaj, Hod, Yesod
Zer Anpin
Rostro Menor
Ruaj
Alma racional
He    ה
Assiáh
Mundo de la Acción
Malkut
Shekináh
Nefesh
Alma vital


La guematria del Shem es
26: 10 (
י) +
5 (
ה) +
6 (
ו) +
5 (
ה). El
número 26 es también la suma de los números de las sefirot del Pilar Central del Arbol de la Vida: 1 (Kether) + 6 (Tiferet) + 9 (Yesod) + 10
(Malkut), por donde transcurre el Sendero de la Flecha. Palabras
significativas y que tienen el mismo valor de 26 son “esencia”, “sustancia”,
“existencia”, “ser”.  Y es precisamente
en el versículo 26 del Génesis donde se cita la creación del hombre:
“Y Dios dijo: Hagamos a un hombre a nuestra Imagen, nuestra Semejanza, para
que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre
todo animal que se mueve sobre la tierra”.



El ocultista francés Encausse, más conocido como Papus, ofrece un interesante análisis de
la estructura del Nombre atendiendo al valor numérico de cada letra:




La letra Yod י es el Punto Primordial, el Origen,
el Padre, y simboliza a Dios como Unidad y Totalidad, el Principio Activo por
excelencia: Yo = 10.




La letra He ה es el resultado de la
aparición de la dualidad: 10 / 2 = 5. El Yo Absoluto necesita para concebirse
del concepto contrario: el No Yo. Es el Principio Pasivo que complementa al
activo: No Yo = 5.




La letra Vau  ו representa el tercer factor en juego: la relación
entre el Yo y el No Yo, y se obtiene sumando los valores de Yod y He: 10 + 5 = 15,
y reduciendo este número a la cifra resultante: 6, el valor de Vau. Por tanto
la relación entre Yo y No Yo = 6.




Sección Aurea
La Trinidad representada
por estas 3 letras sería la Ley que subyace a toda manifestación. Esta Ley se
conoce tanto en religión como en filosofía (
Hegel concibe la realidad como el producto de 3 factores:
Tesis, Antítesis y Síntesis
). La cuarta letra, que es la repetida  ה,indica el paso de un
mundo a otro, la manifestación de esta Trinidad, que en el hinduismo correspondería
al paso del Trimurti al Maya. Es pues la Transición del mundo
metafísico al físico. Y con respecto a su valor: 5 ¿Es casual la preferencia
por el 5 que se encuentra en la naturaleza? El 5 es uno de los números de la
sucesión de Fibonacci, a partir de la cual se obtiene la famosa Sección Aurea: el número Phi, también
conocido como Número de Dios. 




Un investigador
estadounidense, el Dr. J. Hurtak, ha descubierto este patrón de 3 letras en el
código del ADN. La información genética del ARN, transmisor de la información del
ADN, se conforma por 4 bases nitrogenadas (adenina,
guanina
, citosina y uracilo) que podemos asociar a las 4
letras del Tetragrámaton. Estas 4
bases se agrupan de 3 en 3 conformando un codón.
Este codón de tres bases se corresponde a las tres letras distintas del Shem (
י ה ו) que en varias combinaciones crea las 64 celdas o codones que codifican los
aminoácidos de nuestro cuerpo. También es interesante reseñar que la doble
hélice del ADN completa un giro cada 10 “escalones”, lo que nos lleva a los 10
sefirot del Arbol de la Vida. La
anidación recursiva de la doble hélice (
el
ADN de una persona tiene una longitud de seis veces la distancia entre la
Tierra y la Luna)
, que conforma una estructura fractal, imprescindible para codificar tan
enorme cantidad de información, también puede asociarse a la estructura del
Arbol de la Vida, ya que toda sefirá contiene un Arbol sefirótico completo, y así sucesivamente hasta
el infinito.







En el aspecto místico, la
contemplación del Nombre Sagrado era el medio por el que algunos cabalistas,
como Abraham Abulafia, buscaban la unión con Dios. La tradición cabalística afirma que el punto culminante del éxtasis
es el momento en que, al descubrir a su verdadero Yo, el hombre llega a olvidarse
de sí mismo. Abulafia viajó por oriente y seguramente seguramente entró en
contacto con el yoga, ya que aconsejaba determinadas posturas y formas de
respiración para que la meditación diera sus frutos.






El poder del
Nombre Sagrado: el Shem Ha-Mforash




En la Cábala el poder de la palabra es
incuestionable y el fundamento del mundo manifestado son los números y las
letras, tal y como afirma el Sefer
Yetziráh
. Como bellamente expresa Borges:




Si (como afirma el
griego en el Cratilo)

el nombre es arquetipo de la cosa

en las letras de 'rosa' está la rosa

y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.



Y, hecho de consonantes y vocales,

habrá un terrible Nombre, que la esencia

cifre de Dios y que la Omnipotencia

guarde en letras y sílabas cabales. 




La leyenda del Golem se basa en este poder. En
hebreo golem significa “embrión”,
“cuerpo”, "materia informe", "maniquí ".  El más famoso golem fue
fabricado hace pocos siglos por un gran rabino de Praga. El autómata fue
dotado de movimiento y cierta autonomía por medio de aplicarle un pergamino sobre
el cual estaba escrita una fórmula sagrada secreta. El rabino juega a ser Dios
creando al hombre de nuevo, mito que también recoge la bella novela de Mary
Shelley
Frankestein o el moderno Prometeo,
solo que en este caso el poder de la palabra se sustituye por tecnología que
aprovecha la entonces “mágica” electricidad.




Y si la palabra
que designa una cosa o acción puede tener poder sobre esa cosa o acción, el
Nombre Divino es el mantra más poderoso que existe. La tradición hebrea afirma
que esta palabra sagrada confiere al hombre la clave de todo el conocimiento,
si éste logra descubrir su verdadera pronunciación. Se conoce como Shem Ha Mforashהמפרש שם,
y no es otra que la palabra pronunciada del
Nombre Divino 
יהוה. Este nombre oculto solo lo conocía el Baal Shem (Maestro del Nombre), que
solía ser el Sumo Sacerdote judío. Una vez al año el Baal Shem penetraba en el
Sancta Sanctorum del Templo para pronunciar el Nombre Sagrado en voz baja ante
el Arca de la Alianza, y así renovar la alianza entre Dios y la humanidad.






El Sumo Sacerdote oficiando como Baal Shem


El
Shem Shemaforash y la Mesa de Salomón

Existe una
tradición por la que el rey Salomón conocía el Shemaforash y, para evitar su
pérdida o profanación, ideó un jeroglífico geométrico que encriptaba esta
información. Este jeroglífico se grabó en una plancha de oro que se guardó
junto al Arca de la Alianza. La destrucción del Templo de Jerusalén por parte
de Tito hizo desaparecer este tesoro, que se conoce como Mesa de Salomón. Los
romanos se lo llevaron en el año 70 al destruir el templo de Jerusalén y lo
depositaron durante varios siglos en el Templo de Jupiter en Roma, de donde fue
saqueado por el rey visigodo Alarico en el año 410. Estuvo en Tolosa, en el Sur
de Francia hasta que los reyes visigodos establecieron su capital en Toledo, adonde
la llevaron.

Lápida templaria de Arjona
Otra tradición
asocia la Mesa de Salomón a la lápida templaria de Arjona, en Jaen. Juan Eslava Galán, arjonero de
nacimiento, dice sobre el verdadero nombre de Dios: “el Shem Shemaforash --el
que no puede escribirse jamás--
que "Salomón lo confía a una forma
jeroglífica de alfabeto sagrado que, aunque evita la escritura del Nombre,
contiene las pistas necesarias para su deducción. Este jeroglífico tiene como
soporte material un objeto: la llamada Mesa de Salomón". Esta mesa, cuya
fabricación se atribuía a Salomón, el rey sabio por concesión divina, era una
especie de disco metálico con una serie de trazos geométricos cincelados que
contenían las claves cabalísticas del nombre secreto de Dios o Nombre del
Poder, el Shem Shemaforash, una fórmula que otorga a su conocedor un poder
infinito sobre la Creación. A ella se refiere el esoterismo cristiano de san
Juan cuando establece que al principio fue la Palabra”.








La
Shemá
La profesión de fe
judía, plegaria que proclama el monoteísmo de Israel, utiliza el Shem, 
pronunciado Adonai:
אחד  יהוה
אלהינו יהוה
ישראל שמע
Shemá Yisrael
Adonai Elohenu Adonai Ejad
(Escucha Israel, El Eterno es nuestro Dios, El
Eterno es Uno
).

Esta plegaria se encuentra en el Deuteronomio, el quinto y último libro de la Toráh. Es un
mandamiento recitarlo todos los días en la mañana y en la noche. Las palabras
de este versículo, nos dice el Talmud,
no están dirigidas a los oídos sino al corazón
. La Shemá es una de las primeras oraciones que las madres judías enseñan a
sus hijos, mientras aún permanecen en la cuna. Y es la última plegaria que
pronuncian muchos judíos antes de la muerte, desde el Raví Akiva hasta los
prisioneros de los campos de concentración nazi, que entonaban la Shemá al
entrar en las cámaras de gas.














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