sábado, 3 de septiembre de 2016

Buena Nueva

Buena Nueva



EUCARISTIA
Duda: ¿Por qué
los Católicos comulgan?
Respuesta: Porque así lo ordenó
Jesucristo.
Anuncio y promesa de Cristo sobre la Eucaristía:
“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo.
El que coma este pan vivirá para siempre. El pan que Yo daré es mi carne
, y la daré para la vida del mundo”. (Jn. 6, 51)

“El que come mi carne y bebe mi sangre,
vive de vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día” . (Jn.
6, 54)

“Mi carne es comida verdadera, y
mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece
en Mí y Yo en él. Como el Padre que vive me envió, y Yo vivo por El, así,
quien me come a Mí, tendrá de Mí la vida ... El que come este pan vivirá
para siempre”. (Jn. 6, 55-58).
Institución de la Eucaristía:
“Después tomó el pan y, dando gracias,
lo partió y se lo dio, diciendo: ‘Esto es mi cuerpo, que es entregado
por ustedes. Hagan esto en memoria mía’. Después de la Cena hizo
lo mismo con la copa. Dijo: ‘Esta copa es la Alianza Nueva sellada
con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes”. (Lc. 22, 19-20).
Instrucción de
repetición:
“Hagan esto en memoria mía”
(Lc. 22, 19b).
Repetición:
“Yo he recibido del Señor lo que
a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la noche en que fue entregado,
tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: ‘Esto es
mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía’.
De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: ‘Esta
copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo
en memoria mía’” (1 Cor. 11, 23-25).
“Fíjense bien: cada vez que comen
de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor
hasta que venga. Por tanto, el que come el pan o bebe la copa del Señor
indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. Cada uno, pues,
examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa”
(1 Cor. 11, 26-28).
(Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1337,
#1341, #1342, #1413, #1415)
Objeción: La mayoría de los
Cristianos no-Católicos especulan que la Iglesia Católica sostiene que
en cada Misa Jesucristo es crucificado nuevamente.
Respuesta: La Iglesia habla
de “re-actualización” del sacrificio de Cristo en la cruz.
El Concilio Vaticano II habla de “perpetuación”:
“Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban,
instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual
iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz”
(SC #47).
“Re-actualización” y “perpetuación”
no significan que Jesús es re-crucificado. La Iglesia Católica claramente
especifica que Cristo no vuelve a morir, sino que, en su ministerio de
intercesión en el Cielo y a través de la Misa, continúa ofreciéndose al
Padre como un sacrificio vivo. Y esto lo hace de una manera que la Iglesia
específicamente denomina “incruenta”. La enseñanza de la Iglesia
y el vocabulario católico de “re-actualización”, “perpetuación”,
“de manera incruenta”, dejan claramente establecido que la Iglesia
no enseña que la Misa es una nueva crucifixión.
 
Las palabras “Hagan esto en memoria
mía” (Lc. 22, 19)
y “Cada vez que comen de este pan
y beben de este cáliz están proclamando la muerte del Señor hasta que
vuelva” (1 Cor. 11, 26)
son claramente indicativas de re-actualización
y de perpetuación.
Objeción:
Muchos sostienen que cuando Jesús dijo “Este es mi Cuerpo”
estaba hablando de manera simbólica, que el verbo “ser” significa
“representar”. O dicho en forma teológica: no hay “trans-substanciación”
sino “tran-significación”.
Respuesta: Según el Concilio
de Trento (1545-47) trans-substanciación significa una singular y maravillosa
conversión de la sustancia total del pan en el Cuerpo de Cristo, y de
la sustancia total del vino en la Sangre de Cristo, aunque la apariencia
externa permanece igual. Es por medio de la trans-substanciación que el
Cuerpo y la Sangre de Cristo están presentes en la Sagrada Eucaristía.
Si vamos al Evangelio, el Capítulo 6 de San
Juan, cuando Cristo pre-anuncia la Eucaristía, es elocuente. No se trataba
de una proposición simbólica.
“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo;
el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi
carne y la daré para vida del mundo ... Si no comen la carne del Hijo
del Hombre y no beben su sangre, no viven de verdad” ( Jn. 6, 51-55).
Un dato lingüístico interesante es que la
palabra aramea para “comer” se traduce como masticar, morder.
Más claro no podía ser Cristo.
Sus oyentes no entendieron que el planteamiento
de comer su carne era algo simbólico. Tanto así que empezaron a protestar
-“¿Cómo este hombre va a darnos a comer carne?” (Jn. 6,
52).
Y Jesús no trata de suavizar su planteamiento o de corregir
un supuesto malentendido.
Muy por el contrario se repitió con mayor
énfasis aún: doce veces dijo que El era el pan bajado del Cielo; cuatro
veces dijo que tendríamos que comer su Cuerpo y beber su Sangre. Es decir,
en esta escena del Evangelio de San Juan, Cristo promete con claridad
lo que después cumplió en la Ultima Cena.
 
Objeción: Algunos sostienen
que Jesús estaba hablando en forma figurada, como cuando dijo, por ejemplo:
“Yo soy la puerta” (Jn. 10. 9), o cuando dijo: “Yo
soy la Vid” (Jn. 15, 1)
.
Respuesta: El mismo Jesús
responde esta objeción en este anuncio de la Eucaristía que nos relata
San Juan. Para que no quedara esta duda, lo que antes había dicho en forma
simple: “Yo soy el Pan de Vida” (Jn. 6, 35,
lo ratifica claramente más adelante: “Mi carne es verdadera comida
y mi sangre verdadera bebida” (Jn. 6, 55).
Objeción: La doctrina de la
presencia real de Cristo en el pan y el vino no es bíblica.
Respuesta: Si no basta el
anuncio que Jesús hace de la Eucaristía en Jn. 6, cuando la institución
del Sacramento de su Cuerpo y su Sangre (cfr. Lc. 22, 19-20),
hay algunas otras menciones:
“La copa de bendición que bendecimos
¿no es una comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que
partimos ¿no es una comunión con el cuerpo de Cristo? Uno
es el pan y por eso formamos todos un solo cuerpo, participando todos
del único pan” (1 Cor. 10, 16-17).
San Pablo también hace mención
a la institución misma de la Eucaristía: “Yo recibí
esta tradición del Señor que, a mi vez, les he transmitido:
Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó
pan y después de dar gracias lo partió diciendo: ‘Esto
es mi cuerpo que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía
...” (1 Cor. 11, 23-29).
Los Padres de
la Iglesia

y la Eucaristía:
Los Padres de la Iglesia, al interpretar estos
pasajes literalmente, definían claramente la presencia real de
Jesucristo en la Eucaristía:
“Deseo el Pan de Dios, el cual
es la carne de Jesucristo ... y por bebida deseo su sangre, la cual es
amor incorruptible”
(San Ignacio de Antioquía, 110 AD).
“Observad aquéllos que sostienen
doctrinas heterodoxas sobre la gracia de Jesucristo ... Se abstienen de
la Eucaristía y de la oración porque no confiesan que la
Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo”

(San Ignacio de Antioquía, 110 AD).
“Ha declarado que el cáliz,
parte de la creación, es su propia sangre ... y el pan, parte de
la creación, ha establecido como su propio cuerpo”
(San
Ireneo, 189 AD).
San Agustín, resume todo lo que es
el Misterio Eucarístico con estas muy lógicas, pero también
muy impresionantes palabras:
Requerimientos para recibir

la
Sagrada Comunión:

  • Creer en la doctrina de la trans-substanciación:
    el pan y el vino son realmente transformados en el Cuerpo, Sangre,
    Alma y Divinidad de Jesucristo, sólo que se mantienen las apariencias
    de pan y vino. “Al no reconocer el Cuerpo, come y bebe su propia
    condenación” (1 Cor. 11, 29)
    Y en la Ultima Cena, Jesús
    sostiene lo que parecía ser pan y vino, pero diciendo: “Esto
    es mi Cuerpo ... Esto es mi Sangre” (Mc. 14, 22, 24; Lc. 22,
    14-20).
    Cristo no dijo: Esto representa mi cuerpo. Tampoco dijo: Esto
    contiene mi cuerpo. He aquí la fundamentación bíblica
    de la doctrina de la trans-substanciación.

  • Estar en estado de gracia. Recibir la Eucaristía
    sin tener la gracia santificante en el alma, profana este Sacramento de
    manera muy grave. “Por tanto, si alguien come el pan y bebe el cáliz
    del Señor indignamente, peca contra el Cuerpo y la Sangre del Señor.
    Por eso, que cada uno examine su conciencia antes de comer del pan y beber
    del cáliz” (1 Cor. 11, 27-28).

  • Haberse confesado desde el último
    pecado mortal. Ninguna persona que esté consciente de haber
    cometido un pecado grave puede recibir la Comunión sin haberse
    confesado.

  • Observar el ayuno eucarístico:
    no habercomido ni bebido nada (con excepción de agua o medicina
    necesaria) durante por lo menos una hora antes de recibir la Comunión.
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