Filipo II de Macedonia. Queronea, la llave de Grecia (III) 7
En el anterior artículo dejamos a un Filipo victorioso tras la guerra sagrada. Macedonia se había convertido en el estado pujante en Grecia, sólo quedaba minar la influencia que todavía ejercía Atenas en varias zonas de la Hélade.
Sí, es verdad que se había firmado una
paz, pero ya sabéis que los griegos eran bastante flexibles en cuanto a
aliados y tratados se refiere. Con lo cual Filipo continuó expandiendo
su influencia (diplomática y militarmente) por donde le era posible, y
si con ello debilitaba a Atenas pues mucho mejor.
En Atenas había dos corrientes en
cuanto a la relación con Macedonia. Los que estaban más dispuestos a
aceptar la nueva situación y acercarse a Macedonia, y los que pensaban
que Filipo no era más que un semibárbaro que quería tiranizar toda
Grecia. La cara más visible de esta facción anti macedónica era el
famoso Demóstenes, que no mostraba piedad a la hora de calificar con todo tipo de insultos a Filipo.
Sin embargo esta tensa paz permitió al
rey macedonio ir asegurando sus fronteras con tranquilidad, mediar en
los asuntos de Epiro e intentar la toma de Bizancio. El asedio fracasó,
pero Filipo logró capturar los barcos cargados de grano que se dirigían a
Atenas. La asamblea ateniense finalmente declaró la guerra a Macedonia,
y Filipo tuvo que retirarse a Pella para preparar sus tropas.
No se demoró mucho y enseguida marchó
con su temible ejército hacia el sur, atravesando las Termópilas y
llegando a Beocia. A los tebanos no les gustó nada de nada la presencia
del ejército macedonio, y aunque Filipo les pidió permiso para atravesar
su territorio, Tebas se negó. Al ver que Filipo capturaba Elatea (polis
aliada de Tebas), los tebanos se unieron a la alianza ateniense y se dispusieron a presentar batalla a Filipo.
Los beocios y tebanos reúnen rápidamente un ejército mercenario y lo envían a cortar el camino a los macedonios en el paso de Gravia. Filipo no deja que se hagan fuertes en el paso y realiza un ataque nocturno. Pone en fuga a los mercenarios, dejando indefensa la ciudad de Anfisa ante los macedonios. El repliegue de la alianza beocia-ateniense se produjo en la llanura de Queronea, donde se decidió si Filipo estaba destinado a controlar toda Grecia.
A pesar de ser una de las batallas más estudiadas de la antigüedad, todavía hay ciertos aspectos que se desconocen
o que se han deducido mediante el estudio arqueológico y topográfico.
También hay que tener en cuenta que la orografía evidentemente ha
cambiado en estos dos mil años, y que las fuentes clásicas no abundan siendo Diodoro la que se cree más fiable.
Plutarco, Justino y Polieno también relatan la batalla, pero los
historiadores y expertos suelen dar más fiabilidad a Diodoro cotejándolo
con los estudios realizados.
Era verano del año 338 a.C., y
atenienses, beocios, corintios, eubeos y megarenses esperaban a Filipo y
sus aliados tesalios acompañados de otras polis de la Grecia central en
la llanura de Queronea. De nuevo (y para no variar) es difícil asegurar
los números de los ejércitos basándonos en los clásicos, pero vamos a
tomar como referencia a Diodoro como comenté antes.
30.000 mil infantes y 2.000 jinetes respaldaban al rey macedonio. El ejército de Atenas y Tebas era sensiblemente superior, quizás rondando los 35.000 efectivos.
Los dos ejércitos se dispusieron de manera oblicua para que los flancos
quedaran resguardados de la caballería. Por un lado el terreno
irregular del monte Turio y al otro flanco, las pantanosas aguas del río
Cefiso, evitarían ataques sorpresas.
Los atenienses se ocuparon del lado
izquierdo de la formación, el centro quedaría para megarenses, eubeos y
corintios, y finalmente, la decisiva ala derecha sería para los tebanos y
su temible batallón sagrado. Filipo dispuso una línea compacta de su
falange dejando el centro para Parmenión, él propio rey se ocupó del
flanco derecho al frente de los hetairoi y un jovencísimo Alejandro Magno en el flanco izquierdo junto con la caballería tesalia.
Filipo ordenó el avance general de todo
su frente, contactando con toda la línea enemiga. El rey macedonio
sabía que sus sarisas le condecían ventaja frente al armamento hoplita
tradicional. Sin embargo los atenienses podían retroceder hasta las
primeras elevaciones del monte Turio y obtener ventaja táctica, así que
Filipo decidió intentar sacarles de esa posición.
Ordenó un repliegue general, pero de
manera ordenada, sin dar la espalda al enemigo y manteniéndolo a raya.
Estratocles (estrategos ateniense) mordió el anzuelo como un chiquillo, y
ordenó el avance de los áticos, pensando que la retirada macedonia era
real. La línea empezó a deformarse y a quedar descompensada, los únicos
que mantenían la cabeza fría eran los tebanos que quedaron un poco más
retrasados que el resto de su ejército.
Cuando Filipo se sintió a gusto con la nueva posición de los enemigos, ordenó un contraataque generalizado.
El empuje ateniense duró poco ante la disciplina y veteranía de las
falanges macedónicas. El colapso del flanco izquierdo fue total y más de
mil ciudadanos atenienses cayeron muertos ante el ataque inesperado,
otros dos mil se rindieron antes de ser masacrados.
Esta acción produjo un efecto en cadena
que debilitó el centro aliado y abrió huecos en la línea. Los
megarenses y demás aliados griegos poco podían hacer, salvo retroceder o
huir. Fue en este momento cuando probablemente Filipo ordenó a Alejandro entrar por el hueco y atacar el flanco beocio y tebano.
Los comandantes beocios intentaron
reforzar el centro para tapar la entrada a los macedonios, pero el
empuje de la caballería tesalia, probablemente reforzada con la llegada
de los hipaspistas fue demasiado para ellos y
el castillo de naipes continuó con su derrumbe. Al final tan sólo quedó
una unidad que no cedía, una unidad que apretó los dientes y se dispuso a
aguantar hasta el final: el batallón sagrado de Tebas. Poco a poco cada uno de los 300 hoplitas tebanos fueron cayendo sin remedio. Se dice que murió hasta el último de ellos.
La llanura de Queronea quedó plagada de
muertos griegos y sobre todo de voluntades quebradas. Filipo fue
magnánimo con los atenienses tras la batalla, incineró a los muertos y
envió las cenizas a Atenas junto con los dos mil prisioneros.
La obstinación de los tebanos no tuvo la misma recompensa, ellos sí que tuvieron que pagar para poder volver a ver a los suyos.
Atenas firmó la paz con Macedonia, que ya no tenía rival en toda la Hélade. Filipo lo había conseguido, era dueño y señor de toda Grecia, había logrado el panhelenismo.
Formó la llamada liga helénica y
promovió (y casi obligó) la relación entre las polis griegas. Es más que
seguro que no lo hiciera de manera altruista por considerarse un
patriota griego, él era rey, y se podía decir que rey de todos los
griegos a efectos prácticos claro.
Necesitaba estabilidad en Grecia para su siguiente paso, el más ambicioso, el que todo griego hubiera querido realizar: la conquista de Persia.
Pero los dioses no quisieron que Filipo
llegara más lejos. Tan sólo dos años después de Queronea, durante la
celebración de la boda de su hija Cleopatra en la antigua capital Egas, Filipo fue asesinado por uno de sus guardas reales.
Pausanias, el asesino, intentó huir, pero tres de los hombres de
confianza de Filipo le dieron muerte cuando el magnicida tropezó con la
raíz de una vid.
Todas las fuentes coinciden en que el
autor material fue Pausanias, ¿Pero quién fue realmente el instigador
del asesinato? ¿Se trató de una venganza personal? Son varias la
hipótesis, incluyendo la opción de que Olimpia y el mismo Alejandro
tuvieron algo que ver.
No es descabellado pensarlo, pues la
última esposa de Filipo, Cleopatra, había dado al rey un hijo varón y de
ascendencia completamente macedonia. La posibilidad de que éste hijo
heredara el trono era muy posible y desde luego en la historia macedonia
no faltan los asesinatos entre familiares. Sea como fuere Alejandro se
proclamó rey y con él empezó uno de los periodos más épicos e
influyentes de toda la historia.
Filipo fue enterrado en el mausoleo de
la dinastía argéada en la misma Egas. El conocido como túmulo de Vergina
ha sido confirmado como la última morada del gran rey macedonio por la
arqueología.
En 1977, Manolis Andrónikos descubrió
las tumbas reales. En las cámaras se encontraron restos óseos que
coincidían con las heridas recibidas por Filipo durante sus campañas
descritas en las fuentes clásicas. Además encontraron panoplias
completas militares de bronce, plata y hierro, un ajuar que incluía la
famosa corona de hojas de oro que todos asociamos a Filipo.
La grandeza de Filipo tuvo un trágico
fina, pero, ¿podría haber conseguido Filipo la conquista de Asia?
Arrestos no le faltaban desde luego. Los dioses griegos eran caprichosos
y solían castigar el éxito de los humanos, así pues dejaron ese honor
para su hijo Alejandro.
Aquél que se convertiría en el Magno,
el más grande de todos, el que llevó la guerra y la conquista a Asia en
una marcha sin fin a través de desiertos, montañas y ríos. Al final,
quizá, los dioses también le castigaron. Pero bueno, eso como sabéis, es
otra historia.
Bibliografía y fuentes:
Arturo Sánchez Sanz, Filipo II y el arte de la guerra.
Revista Desperta Ferro Nº 21, Filipo II de Macedonia.
Plutarco, Vidas paralelas.
Jorge Juan Moreno Hernández, La táctica macedónica en tiempos de Filipo.
Anterior artículo de Filipo II. Guerra sagrada.
Espero que lo hayas disfrutado. Saludos.
Muchas gracias por tus palabras. Me encanta que te parezcan buenos, Filipo sin duda se lo merece :). Una saludo
Muchas gracias, sin duda Filipo merecía un rincón en el blog. Saludos.
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