La asombrosa voz de Dios Autor: David Wilkerson
En su misericordia, Dios
habló a su pueblo en toda manera posible, advirtiendo, cortejando,
amando, amenazando. Habló tan claramente pero aun así la gente no
atendía a la voz de Dios
El libro de Éxodo, contiene uno de los pasajes más extraños
en todas las Escrituras. Mientras Israel acampaba en el Monte Sinaí,
ellos repentinamente fueron cubiertos por una gran oscuridad y una
increíble llama de fuego. De adentro de
esa llamarada, Dios habló: “Estas palabras habló Yavé a toda vuestra
congregación en el monte, de en medio del fuego de la nube y de la
oscuridad, a gran voz.(Deuteronomios 5:22).
Los montes que rodeaban a los israelitas estaban encendidos
ese fuego sobrenatural consumía todo lo que encontraba a su paso. Hubo
un gran estruendo como si la tierra se estaba partiendo en dos. Y en
medio de todo esto, Dios habló audiblemente con una voz que era
asombrosa y poderosa. Mientras todo esto estaba pasando, los israelitas
estaban parados, congelados de terror. Ellos estaban convencidos que
morirían antes que la voz del Señor dejara de hablar. De acuerdo con las
Escrituras, aun Moisés, el gran amigo de Dios “Temió y temió con gran
temor”. Seguramente habían pensado que estaban colgando de la boca del
infierno. Finalmente, la voz se detuvo. Los relámpagos pararon y el
temblor terminó. Y después de poco tiempo, el sol comenzó a brillar.
Mientras la gente miraba a su alrededor, ellos miraron que todos
estaban vivos. Fue un milagro. Ellos habían oído la real y audible voz
de Dios y vivieron. Evidentemente, tan pronto como esta increíble
manifestación terminó, los ancianos y líderes de cada tribu, convocaron
la más grandiosa reunión de alabanza en la historia de la humanidad.
Todos podían testificar de esa gloriosa experiencia que cambiaba la vida
que Dios les había dado. Me los puedo imaginar diciendo: “Esto es
increíble. Ninguno ha oído la voz de Dios de en medio del fuego y ha
sobrevivido. Podemos contar a nuestros nietos que estuvimos ahí cuando
Dios nos habló.” También puedo imaginar a los sacerdotes Levitas
amonestando al pueblo: No olviden este día. Hemos visto como nadie la
santidad todopoderosa del Señor, vivamos en su temor siempre.” Sin
embargo, esta reunión no era de alabanza-de ninguna manera.
Increíblemente los ancianos dijeron a Moisés: No podemos con este tipo
de experiencia. No queremos oír la asombrosa voz de Dios otra vez. Si él
nos vuelve a hablar otra vez de esa manera, moriremos. De ahora en
adelante, queremos escuchar su voz a través de un hombre. Su respuesta
era totalmente desconcertante. ¿Por qué alguien reaccionaría de esta
manera a tal glorioso milagro de Dios comunicándose con su pueblo? Yo
puedo decirles por qué: porque los israelitas tenían pecado escondido en
sus corazones. Ellos eran idólatras a escondidas. Increíblemente, esta
gente aún se aferraba a sus pequeños ídolos de oro que habían traído con
ellos de Egipto- imágenes talladas de Moloc y la estrella del Dios
Renfán. El apóstol Esteban dijo: “estos ídolos son… figuras que os
hicisteis para adorarlas…” (Hechos 7:43). Los Israelitas habían tallado
algo parecido a los becerros de oro gigantes que los egipcios adoraban.
Ellos decían: Tú libéranos de Egipto. Tu eres nuestro Dios”. Y ahora, en
el desierto, ellos todavía no habían dejado su horrible idolatría.
Esteban llamó a esta gente: … La congregación en el desierto…”
(Versículo 38). Él estaba sorprendido que aun después que el Señor les
había hablado audiblemente, sus corazones estaban todavía en la
idolatría de Egipto. Él dijo de ellos: “… nuestros padres no quisieron
obedecer, si no que le desecharon, en sus corazones se volvieron a
Egipto.” (Versículo 39). Usted puede ver por qué la voz de Dios hizo
temblar a esta gente. La razón por la cual ellos pensaron que morirían
porque estuvieron en la presencia de un Dios santo y todopoderoso- no de
un ídolo tallado y sin vida, su Espíritu había impresionado sus almas, y
sus conciencias los estaban convenciendo. Usted tiene que entender que
Dios no está jugando el papel de un monstruo divino, tratando de asustar
a su propio pueblo. Esta gran escena de estremecimiento y temblor no
era un espectáculo de espanto para aterrorizar a Israel a la obediencia.
Eso no era lo que nuestro Dios de amor estaba haciendo. Moisés explicó
al pueblo los propósitos de Dios: “Y Moisés respondió al pueblo: No
temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante
de vosotros, para que no pequéis.” (Ex. 20:20). “Andad en todo el
camino que Yavé vuestro Dios os ha mandado, para que viváis, y os vaya
bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer.”
(Deuteronomios 5:33).
Moisés dijo en esencia: Dios no está furioso con ustedes,
esta majestuosa experiencia no se trata de eso. No. l quiere daros poder
con su asombroso temor. Él está tratando de hacer en ustedes un arma
poderosa que los proteja en contra del enemigo. Y Él está haciendo esto
de manera que ustedes puedan vivir victoriosamente todos los días de su
vida.
En este punto, sin embargo, el increíble fuego había
desaparecido, los poderosos truenos y rayos supernaturales se habían
ido, y la indescriptible voz de Dios estaba en silencio, así que ahora
los líderes vinieron a Moisés con sus “temores”. Superficialmente, sus
palabras sonaban muy religiosas: “Nosotros hemos visto cuán grande y
glorioso es el Señor. Y tuvimos el privilegio de escuchar la voz audible
de Dios. “Ahora sabemos que es posible escuchar su divina voz y vivir.
Hasta ahora todo iba bien. Sin embargo, después vino la lógica más
extraña de la Biblia. Estos líderes dijeron a Moisés: “…hoy hemos visto
que Yavé habla al hombre, y éste aún vive. Ahora, pues, ¿por qué vamos a
morir, por qué este gran fuego nos consumirá si oyéremos otra vez la
voz de Yavé nuestro Dios, moriremos, porque, ¿Qué es el hombre para que
oiga la voz del Dios viviente, que habla de en medio del fuego, como
nosotros lo oímos y aún viva?” (Deuteronomio 5:24-26). Ellos habían oído
la voz de Dios y habían sobrevivido. ¿Qué extraña lógica es ésta?.
Ellos dijeron a Moisés: Nosotros sabemos que podemos oír hablar a Dios
de en medio del fuego y sobrevivir. Sin embargo, si tenemos que
sentarnos bajo su directa, pura, y santa voz seremos consumidos. ¿Por
qué tendríamos que morir? De toda la gente en el mundo, nosotros somos
los que hemos oído la voz de Dios y vivimos. Pero el Señor sabía lo que
había en sus corazones. Dijo a Moisés: He oído la voz de las palabras de
este pueblo, que ellos te han hablado; es correcto todo lo que han
dicho (versículo 28). Dios estaba diciendo, en otras palabras: Las
palabras de la gente suenan bien porque ellos conocen el vocabulario
religioso correcto. Es el lenguaje de gente humilde y obediente como si
ellos tuvieran un genuino temor de mí. El Señor luego nos da una clave
acerca de lo que realmente estaba pasando: ¡Quién diera que tuviesen tal
corazón, que me temiesen y guardasen todos los días mis mandamientos,
para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre! (versículo
29). Ellos estaban dando honor a Dios con sus labios – pero sus
corazones estaban lejos de Él. Para citar a Isaías: …este pueblo se
acercó a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está
lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres
que les ha sido enseñado. (Isaías 29:13). Los israelitas eran tan
devotos a sus pequeñas imágenes de oro, que nada los podía alejar de su
alabanza idólatra. Ni siquiera una montaña de fuego, un terremoto
sobrenatural o un trueno destrozador podía desatarlos de su idolatría.
Ellos finalmente ignoraron la voz audible de Dios, en toda su santidad y
majestad. Israel insistió en escuchar una voz más suave. Cuando los
ancianos de Israel dijeron: Necesitamos, un mensaje más suave, de otro
modo moriremos – ellos tenían mucha razón. Cada vez que usted está bajo
la predicación del Espíritu Santo escuchando la palabra ungida y
convencedora de Dios seguro que vas a morir. Eso es, morirás a tus
pecados. En la actualidad, miles de creyentes se aglomeran a escuchar
predicadores que no saben nada del temor de Dios. Y eso era exactamente
por lo que los Israelitas clamaban. Poco después de escuchar la voz de
Dios hablarles audiblemente, se estaban aferrando a sus ídolos de nuevo.
Sus alabanzas al Señor eran simplemente un servicio de labios hueco y
sin significado. Si fuéramos a traducir la súplica de los israelitas en
términos modernos, sonaría algo así: Para toda esa predicación negativa.
No queremos escuchar más mensajes que asustan acerca del juicio. Todo
lo que hacen es traer culpa innecesaria. Predícanos acerca del amor de
Dios y el perdón después de todo, sólo somos humanos. Nuestro Dios es un
Dios de amor, no de ira y temor. Un hombre escribió lo siguiente a
nuestro ministerio: No sé quién me puso en su lista de correspondencia,
pero por favor borre mi nombre inmediatamente. No puedo soportar su
evangelio triste y su martilleo contra el pecado. Nadie es perfecto, ni
siquiera usted. Ya he tenido suficiente con su evangelio de
sentenciamiento. Isaías habló sobre esta clase de respuesta: …este
pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la luz
de Yavé; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos
profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras;
dejad el camino… (Isaías 30:9-10). La palabra halagüeña en este
versículo significa complaciente, halagadora. En pocas palabras Israel
decía No nos diga cosas desagradables. Dinos cuan bien van a estar las
cosas. Dinos como vamos a prosperar, cuantas cosas buenas están por
ocurrir. Si no, quítese de delante de nosotros. Ningún creyente que
esconde pecado en su corazón quiere escuchar una palabra santa y que
exponga el pecado. Esa persona siempre huirá de la voz de verdad del
Espíritu Santo. Y se volverá a algún predicador que es blando con el
pecado, que ofrece predicaciones blandas y profecías halagadoras. Así
que usted me preguntará: ¿qué mensaje fuerte dio la voz de Dios a su
pueblo en el Monte Sinaí? El simplemente dijo esto: Yo soy Yavé tu Dios,
que te saqué de tierra de Egipto, de casa de siervos. No tendrás dioses
extraños delante de mí. No harás para ti escultura, ni imagen alguna de
cosa que está arriba en los cielos, o abajo en la tierra, o en las
aguas debajo de la tierra: No te inclinarás a ellas ni les servirás:
porque yo soy Yavé tu Dios, fuerte, celoso, que visito la iniquidad de
los padres sobre los hijos, y sobre los terceros, y sobre los cuartos, a
los que me aborrecen, (Deuteronomio 5:6-9). Aquí estaba la pura y no
adulterada palabra del Señor, saliendo directamente de su boca. Esta
palabra debío hacer que el pueblo corriera a sus tiendas y destruyera
sus esculturas. Debería haber conmovido sus corazones y hacerlos caer de
rodillas. Pero en vez de eso ellos dijeron: Ya no más truenos, fuego y
temblores. No más voz audible que nos hable. Danos un portavoz como
nosotros, y que él nos hable. Entonces oiremos y obedeceremos. Dios
respondió inmediatamente al pedido de Israel de escuchar a un hombre. El
Espíritu del Señor vino sobre Moisés, y él profetizo lo siguiente:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Yavé
tu Dios: a él oiréis: Conforme a todo lo que pediste a Yavé tu Dios en
Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Yavé
mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, porque no muera. Y Yavé me
dijo: Bien han dicho. Profeta les suscitaré de en medio de sus hermanos,
como tu; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que
yo le mandare. Más será, que cualquiera que no oyere mis palabras que
él hablare en mi nombre, yo le pediré cuentas. (Deuteronomio 18:15-19).
Simplemente Dios cumpliría la petición de Israel de dos maneras: 1.
Primero, El hablaría a su pueblo a través de un hombre por los
siguientes 1,500 años. EL usaría profetas, jueces y reyes como sus
santos representantes. En efecto, por cuarenta años Dios puso su palabra
en la boca de Moisés para que hablara a esa generación. Esteban
testificó que Moisés recibió oráculos vivientes de Dios en el monte
(Hecho. 7:38). Sin embargo, a través de los siglos, Israel rehusó a
escuchar al Señor. Al cual nuestros padres no quisieron obedecer; antes
le desecharon, y se apartaron de corazón a Egipto, (versículo 39). Se
convirtieron en “…generación contumaz y rebelde, generación que no
dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu. (Salmo 78:8).
Generación tras generación, Dios hizo lo que la gente le había pedido,
El habló a través de un hombre. Sin embargo, Dios dijo a través de
Isaías a la generación siguiente: …hablé, y no oísteis; sino que
hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que a mí
desagrada. (Isaías 65:12). Dios dijo lo mismo a través de Jeremías:
Desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta
hoy. Y os envié a todos los profetas mis siervos, cada día madrugando y
enviándolos: Mas no me oyeron ni inclinaron su oído; antes endurecieron
su cerviz, e hicieron peor que sus padres. Tú pues les dirás todas estas
palabras, mas no te oirán; aun los llamarás, y no te responderán. Les
dirás por tanto: Esta es la gente que no escuchó la voz de Yavé su Dios,
ni tomó corrección; perdió se la fe, y de la boca de ellos fue cortada.
(Jeremías 7:25-28). 1. En su misericordia, Dios habló a su pueblo en
toda manera posible- advirtiendo, cortejando, amando, amenazando. Y
habló tan claramente que no había forma de errar a sus deseos. Sin
embargo, la gente continuamente hacía oídos sordos a su voz 2. Dios
también habló a Israel de otra manera. EL prometió enviarles un profeta.
Y pasarían 1.500 años después de lo ocurrido en el monte Sinaí, antes
que este hombre apareciera. Ese profeta es Cristo. Este es el Moisés, el
cual dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor Dios
vuestro de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis. (Hechos 7:37). Bajo
este Nuevo Pacto: Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas
maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros
días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo,
por el cual asimismo hizo el universo. (Hechos 1:1-2). Entonces, ¿por
qué Dios esperó 1,500 años para cumplir la profecía de Moisés a Israel?
Él lo hizo porque estaba esperando con gran paciencia todos esos años
para ver la obediencia de su pueblo. Su retraso fue un acto de
misericordia. Jesús se refirió a la paciencia de Dios en su parábola del
dueño de la viña. El dueño siguió enviando sus sirvientes pidiendo a
los obreros los frutos. EL envío un mensajero tras otro, pero sin
resultado. Finalmente el dueño pensó: Enviaré a mi propio hijo. Quizás
lo respetarán lo suficiente para obedecerme y reverenciarme. Pero aun
así rehusaron responder. Y en su ira, hasta mataron al hijo del dueño de
la viña. Esto es lo mismo que le pasó a Israel. Generación a
generación, Dios le envío representantes al pueblo pero ellos
continuamente rehusaron escuchar. En efecto, ellos estaban tan
determinados a aferrarse a su pecado, que ellos mataron a Su
Hijo-portavoz, Jesús. El punto de toda esta discusión es el siguiente:
Dios todavía nos está hablando claramente hoy día. Su voz celeste
todavía está sonando poderosamente a través de toda la tierra. Y esa voz
viene de un hombre Jesús, quien está sentado a la diestra del Padre.
Considera estas palabras de Hebreos: Porque no os habéis llegado al
monte que se podía tocar, y al fuego encendido, y al turbión, y a la
oscuridad, y a la tempestad, y al sonido de la trompeta, y a la voz de
las palabras, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase
más; porque no podían tolerar lo que se mandaba: Si bestia tocare al
monte, será apedreada, o pasada con dardo. Y tan terrible cosa era lo
que se veía, que Moisés dijo: Estoy asombrado y temblando. Mas os habéis
llegado al monte de Sion, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la
celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles, y a la
congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos, y a
Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos,
y a Jesús el Mediador del nuevo testamento, y a la sangre del
esparcimiento que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al
que habla. Porque si aquellos no escaparon que desecharon al que hablaba
en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháramos al que habla de los
cielos. La voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha
denunciado, diciendo: Aun una vez, y yo conmoveré no solamente la
tierra, más aun el cielo. Y esta palabra, aún una vez, declara la
mudanza de las cosas movibles, como de cosas que son firmes.” (Hebreos
12:18-28). ¿Entiendes lo que dice este pasaje? Cuando Dios hablo por
primera vez, el pueblo respondió: No nos hables desde el cielo nunca
más. Háblanos a través de un hombre y Moisés profetizó Como ustedes
pidieron, Dios va a levantar un profeta. Él será completamente humano y
les hablará las palabras de Dios. Jesús fue ese profeta prometido. Fue
la encarnación de Dios, el Señor en cuerpo humano. EL tuvo un ministerio
terrenal como hombre y una multitud de testigos lo vieron ascender al
cielo como un hombre. Ahora él tiene un cuerpo místico, el cual es su
iglesia. Pero Jesús todavía es un hombre encarnado aún tocado con los
sentimientos humanos que todos experimentamos. Hoy, en estos últimos
días, Dios está hablando una vez más desde el cielo. Y Él nos está
diciendo que va a sacudir todo a nuestra vista: La voz del cual entonces
conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo: Aun una vez, y
yo conmoveré no solamente la tierra, más aun el cielo.” (Hechos 12:26).
Dios está diciendo en esencia: Yo sacudí la tierra en el Monte Sinaí.
Pero cuando yo hable en estos últimos días, mi voz sacudirá ambos
mundos, el natural y el espiritual. La posición actual temblará; nada
quedará igual. Todo lo que se llame religioso todo lo que sea de Cristo o
de la iglesia será sacudido por la voz de mi hijo, hablando desde el
cielo. Dios advirtió a Israel que todos los que rehúsen escuchar al
profeta se le pediría cuentas: Mas a cualquiera que no oyere mis
palabras, que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta (Deuteronomio
18:19). EL estaba diciendo: Yo voy a mirar cada desobediencia – y tú
darás cuenta de cada una de ellas. La Escritura revela que aquellos que
ignoraron las palabras de los profetas de Dios cayeron en ruina. Ellos
se volvieron secos y amargos, murieron sin ningún gozo o paz. Mirad que
no desechéis al que habla. Porque si aquellos no escaparon que
desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos nosotros, si
desecháramos al que habla de los cielos. (Hechos 12:25). Amado, ni
nosotros escaparemos de la ira de Dios ni como nación, ni como
individuos. Y ahora mismo la voz de Jesús está sacudiendo cada nación,
haciendo que instituciones, líderes y economías tiemblen. EL está
diciendo al viento y a los elementos: Soplen sobre la tierra. EL está
diciendo a las nubes: Retengan la lluvia. EL está diciendo a las
economías del mundo: Toda avaricia – sea juzgada. Estamos viendo ese
terrible sacudimiento en Asia, Brasil, México y Argentina. Dios está
también ordenando: Prisiones sacúdanse. Gobiernos sacúdanse. Sistemas
financieros, sacúdanse. Escuelas, sacúdanse. Fuerzas militares,
sacúdanse. Cortes y legislaciones, sacúdanse. Todo sobre la tierra
sacúdete, sacúdete hasta que no quede fundamento sino el Señor. No es el
diablo quien está sacudiendo todo. El mundo entero está siendo sacudido
por la voz de un Cristo victorioso. El hombre en la gloria se ha
levantado en poder sobre su trono – y está hablando una palabra que está
sacudiendo todo.
habló a su pueblo en toda manera posible, advirtiendo, cortejando,
amando, amenazando. Habló tan claramente pero aun así la gente no
atendía a la voz de Dios
El libro de Éxodo, contiene uno de los pasajes más extraños
en todas las Escrituras. Mientras Israel acampaba en el Monte Sinaí,
ellos repentinamente fueron cubiertos por una gran oscuridad y una
increíble llama de fuego. De adentro de
esa llamarada, Dios habló: “Estas palabras habló Yavé a toda vuestra
congregación en el monte, de en medio del fuego de la nube y de la
oscuridad, a gran voz.(Deuteronomios 5:22).
Los montes que rodeaban a los israelitas estaban encendidos
ese fuego sobrenatural consumía todo lo que encontraba a su paso. Hubo
un gran estruendo como si la tierra se estaba partiendo en dos. Y en
medio de todo esto, Dios habló audiblemente con una voz que era
asombrosa y poderosa. Mientras todo esto estaba pasando, los israelitas
estaban parados, congelados de terror. Ellos estaban convencidos que
morirían antes que la voz del Señor dejara de hablar. De acuerdo con las
Escrituras, aun Moisés, el gran amigo de Dios “Temió y temió con gran
temor”. Seguramente habían pensado que estaban colgando de la boca del
infierno. Finalmente, la voz se detuvo. Los relámpagos pararon y el
temblor terminó. Y después de poco tiempo, el sol comenzó a brillar.
Mientras la gente miraba a su alrededor, ellos miraron que todos
estaban vivos. Fue un milagro. Ellos habían oído la real y audible voz
de Dios y vivieron. Evidentemente, tan pronto como esta increíble
manifestación terminó, los ancianos y líderes de cada tribu, convocaron
la más grandiosa reunión de alabanza en la historia de la humanidad.
Todos podían testificar de esa gloriosa experiencia que cambiaba la vida
que Dios les había dado. Me los puedo imaginar diciendo: “Esto es
increíble. Ninguno ha oído la voz de Dios de en medio del fuego y ha
sobrevivido. Podemos contar a nuestros nietos que estuvimos ahí cuando
Dios nos habló.” También puedo imaginar a los sacerdotes Levitas
amonestando al pueblo: No olviden este día. Hemos visto como nadie la
santidad todopoderosa del Señor, vivamos en su temor siempre.” Sin
embargo, esta reunión no era de alabanza-de ninguna manera.
Increíblemente los ancianos dijeron a Moisés: No podemos con este tipo
de experiencia. No queremos oír la asombrosa voz de Dios otra vez. Si él
nos vuelve a hablar otra vez de esa manera, moriremos. De ahora en
adelante, queremos escuchar su voz a través de un hombre. Su respuesta
era totalmente desconcertante. ¿Por qué alguien reaccionaría de esta
manera a tal glorioso milagro de Dios comunicándose con su pueblo? Yo
puedo decirles por qué: porque los israelitas tenían pecado escondido en
sus corazones. Ellos eran idólatras a escondidas. Increíblemente, esta
gente aún se aferraba a sus pequeños ídolos de oro que habían traído con
ellos de Egipto- imágenes talladas de Moloc y la estrella del Dios
Renfán. El apóstol Esteban dijo: “estos ídolos son… figuras que os
hicisteis para adorarlas…” (Hechos 7:43). Los Israelitas habían tallado
algo parecido a los becerros de oro gigantes que los egipcios adoraban.
Ellos decían: Tú libéranos de Egipto. Tu eres nuestro Dios”. Y ahora, en
el desierto, ellos todavía no habían dejado su horrible idolatría.
Esteban llamó a esta gente: … La congregación en el desierto…”
(Versículo 38). Él estaba sorprendido que aun después que el Señor les
había hablado audiblemente, sus corazones estaban todavía en la
idolatría de Egipto. Él dijo de ellos: “… nuestros padres no quisieron
obedecer, si no que le desecharon, en sus corazones se volvieron a
Egipto.” (Versículo 39). Usted puede ver por qué la voz de Dios hizo
temblar a esta gente. La razón por la cual ellos pensaron que morirían
porque estuvieron en la presencia de un Dios santo y todopoderoso- no de
un ídolo tallado y sin vida, su Espíritu había impresionado sus almas, y
sus conciencias los estaban convenciendo. Usted tiene que entender que
Dios no está jugando el papel de un monstruo divino, tratando de asustar
a su propio pueblo. Esta gran escena de estremecimiento y temblor no
era un espectáculo de espanto para aterrorizar a Israel a la obediencia.
Eso no era lo que nuestro Dios de amor estaba haciendo. Moisés explicó
al pueblo los propósitos de Dios: “Y Moisés respondió al pueblo: No
temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante
de vosotros, para que no pequéis.” (Ex. 20:20). “Andad en todo el
camino que Yavé vuestro Dios os ha mandado, para que viváis, y os vaya
bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer.”
(Deuteronomios 5:33).
Moisés dijo en esencia: Dios no está furioso con ustedes,
esta majestuosa experiencia no se trata de eso. No. l quiere daros poder
con su asombroso temor. Él está tratando de hacer en ustedes un arma
poderosa que los proteja en contra del enemigo. Y Él está haciendo esto
de manera que ustedes puedan vivir victoriosamente todos los días de su
vida.
En este punto, sin embargo, el increíble fuego había
desaparecido, los poderosos truenos y rayos supernaturales se habían
ido, y la indescriptible voz de Dios estaba en silencio, así que ahora
los líderes vinieron a Moisés con sus “temores”. Superficialmente, sus
palabras sonaban muy religiosas: “Nosotros hemos visto cuán grande y
glorioso es el Señor. Y tuvimos el privilegio de escuchar la voz audible
de Dios. “Ahora sabemos que es posible escuchar su divina voz y vivir.
Hasta ahora todo iba bien. Sin embargo, después vino la lógica más
extraña de la Biblia. Estos líderes dijeron a Moisés: “…hoy hemos visto
que Yavé habla al hombre, y éste aún vive. Ahora, pues, ¿por qué vamos a
morir, por qué este gran fuego nos consumirá si oyéremos otra vez la
voz de Yavé nuestro Dios, moriremos, porque, ¿Qué es el hombre para que
oiga la voz del Dios viviente, que habla de en medio del fuego, como
nosotros lo oímos y aún viva?” (Deuteronomio 5:24-26). Ellos habían oído
la voz de Dios y habían sobrevivido. ¿Qué extraña lógica es ésta?.
Ellos dijeron a Moisés: Nosotros sabemos que podemos oír hablar a Dios
de en medio del fuego y sobrevivir. Sin embargo, si tenemos que
sentarnos bajo su directa, pura, y santa voz seremos consumidos. ¿Por
qué tendríamos que morir? De toda la gente en el mundo, nosotros somos
los que hemos oído la voz de Dios y vivimos. Pero el Señor sabía lo que
había en sus corazones. Dijo a Moisés: He oído la voz de las palabras de
este pueblo, que ellos te han hablado; es correcto todo lo que han
dicho (versículo 28). Dios estaba diciendo, en otras palabras: Las
palabras de la gente suenan bien porque ellos conocen el vocabulario
religioso correcto. Es el lenguaje de gente humilde y obediente como si
ellos tuvieran un genuino temor de mí. El Señor luego nos da una clave
acerca de lo que realmente estaba pasando: ¡Quién diera que tuviesen tal
corazón, que me temiesen y guardasen todos los días mis mandamientos,
para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre! (versículo
29). Ellos estaban dando honor a Dios con sus labios – pero sus
corazones estaban lejos de Él. Para citar a Isaías: …este pueblo se
acercó a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está
lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres
que les ha sido enseñado. (Isaías 29:13). Los israelitas eran tan
devotos a sus pequeñas imágenes de oro, que nada los podía alejar de su
alabanza idólatra. Ni siquiera una montaña de fuego, un terremoto
sobrenatural o un trueno destrozador podía desatarlos de su idolatría.
Ellos finalmente ignoraron la voz audible de Dios, en toda su santidad y
majestad. Israel insistió en escuchar una voz más suave. Cuando los
ancianos de Israel dijeron: Necesitamos, un mensaje más suave, de otro
modo moriremos – ellos tenían mucha razón. Cada vez que usted está bajo
la predicación del Espíritu Santo escuchando la palabra ungida y
convencedora de Dios seguro que vas a morir. Eso es, morirás a tus
pecados. En la actualidad, miles de creyentes se aglomeran a escuchar
predicadores que no saben nada del temor de Dios. Y eso era exactamente
por lo que los Israelitas clamaban. Poco después de escuchar la voz de
Dios hablarles audiblemente, se estaban aferrando a sus ídolos de nuevo.
Sus alabanzas al Señor eran simplemente un servicio de labios hueco y
sin significado. Si fuéramos a traducir la súplica de los israelitas en
términos modernos, sonaría algo así: Para toda esa predicación negativa.
No queremos escuchar más mensajes que asustan acerca del juicio. Todo
lo que hacen es traer culpa innecesaria. Predícanos acerca del amor de
Dios y el perdón después de todo, sólo somos humanos. Nuestro Dios es un
Dios de amor, no de ira y temor. Un hombre escribió lo siguiente a
nuestro ministerio: No sé quién me puso en su lista de correspondencia,
pero por favor borre mi nombre inmediatamente. No puedo soportar su
evangelio triste y su martilleo contra el pecado. Nadie es perfecto, ni
siquiera usted. Ya he tenido suficiente con su evangelio de
sentenciamiento. Isaías habló sobre esta clase de respuesta: …este
pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la luz
de Yavé; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos
profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras;
dejad el camino… (Isaías 30:9-10). La palabra halagüeña en este
versículo significa complaciente, halagadora. En pocas palabras Israel
decía No nos diga cosas desagradables. Dinos cuan bien van a estar las
cosas. Dinos como vamos a prosperar, cuantas cosas buenas están por
ocurrir. Si no, quítese de delante de nosotros. Ningún creyente que
esconde pecado en su corazón quiere escuchar una palabra santa y que
exponga el pecado. Esa persona siempre huirá de la voz de verdad del
Espíritu Santo. Y se volverá a algún predicador que es blando con el
pecado, que ofrece predicaciones blandas y profecías halagadoras. Así
que usted me preguntará: ¿qué mensaje fuerte dio la voz de Dios a su
pueblo en el Monte Sinaí? El simplemente dijo esto: Yo soy Yavé tu Dios,
que te saqué de tierra de Egipto, de casa de siervos. No tendrás dioses
extraños delante de mí. No harás para ti escultura, ni imagen alguna de
cosa que está arriba en los cielos, o abajo en la tierra, o en las
aguas debajo de la tierra: No te inclinarás a ellas ni les servirás:
porque yo soy Yavé tu Dios, fuerte, celoso, que visito la iniquidad de
los padres sobre los hijos, y sobre los terceros, y sobre los cuartos, a
los que me aborrecen, (Deuteronomio 5:6-9). Aquí estaba la pura y no
adulterada palabra del Señor, saliendo directamente de su boca. Esta
palabra debío hacer que el pueblo corriera a sus tiendas y destruyera
sus esculturas. Debería haber conmovido sus corazones y hacerlos caer de
rodillas. Pero en vez de eso ellos dijeron: Ya no más truenos, fuego y
temblores. No más voz audible que nos hable. Danos un portavoz como
nosotros, y que él nos hable. Entonces oiremos y obedeceremos. Dios
respondió inmediatamente al pedido de Israel de escuchar a un hombre. El
Espíritu del Señor vino sobre Moisés, y él profetizo lo siguiente:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Yavé
tu Dios: a él oiréis: Conforme a todo lo que pediste a Yavé tu Dios en
Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Yavé
mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, porque no muera. Y Yavé me
dijo: Bien han dicho. Profeta les suscitaré de en medio de sus hermanos,
como tu; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que
yo le mandare. Más será, que cualquiera que no oyere mis palabras que
él hablare en mi nombre, yo le pediré cuentas. (Deuteronomio 18:15-19).
Simplemente Dios cumpliría la petición de Israel de dos maneras: 1.
Primero, El hablaría a su pueblo a través de un hombre por los
siguientes 1,500 años. EL usaría profetas, jueces y reyes como sus
santos representantes. En efecto, por cuarenta años Dios puso su palabra
en la boca de Moisés para que hablara a esa generación. Esteban
testificó que Moisés recibió oráculos vivientes de Dios en el monte
(Hecho. 7:38). Sin embargo, a través de los siglos, Israel rehusó a
escuchar al Señor. Al cual nuestros padres no quisieron obedecer; antes
le desecharon, y se apartaron de corazón a Egipto, (versículo 39). Se
convirtieron en “…generación contumaz y rebelde, generación que no
dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu. (Salmo 78:8).
Generación tras generación, Dios hizo lo que la gente le había pedido,
El habló a través de un hombre. Sin embargo, Dios dijo a través de
Isaías a la generación siguiente: …hablé, y no oísteis; sino que
hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que a mí
desagrada. (Isaías 65:12). Dios dijo lo mismo a través de Jeremías:
Desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta
hoy. Y os envié a todos los profetas mis siervos, cada día madrugando y
enviándolos: Mas no me oyeron ni inclinaron su oído; antes endurecieron
su cerviz, e hicieron peor que sus padres. Tú pues les dirás todas estas
palabras, mas no te oirán; aun los llamarás, y no te responderán. Les
dirás por tanto: Esta es la gente que no escuchó la voz de Yavé su Dios,
ni tomó corrección; perdió se la fe, y de la boca de ellos fue cortada.
(Jeremías 7:25-28). 1. En su misericordia, Dios habló a su pueblo en
toda manera posible- advirtiendo, cortejando, amando, amenazando. Y
habló tan claramente que no había forma de errar a sus deseos. Sin
embargo, la gente continuamente hacía oídos sordos a su voz 2. Dios
también habló a Israel de otra manera. EL prometió enviarles un profeta.
Y pasarían 1.500 años después de lo ocurrido en el monte Sinaí, antes
que este hombre apareciera. Ese profeta es Cristo. Este es el Moisés, el
cual dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor Dios
vuestro de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis. (Hechos 7:37). Bajo
este Nuevo Pacto: Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas
maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros
días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo,
por el cual asimismo hizo el universo. (Hechos 1:1-2). Entonces, ¿por
qué Dios esperó 1,500 años para cumplir la profecía de Moisés a Israel?
Él lo hizo porque estaba esperando con gran paciencia todos esos años
para ver la obediencia de su pueblo. Su retraso fue un acto de
misericordia. Jesús se refirió a la paciencia de Dios en su parábola del
dueño de la viña. El dueño siguió enviando sus sirvientes pidiendo a
los obreros los frutos. EL envío un mensajero tras otro, pero sin
resultado. Finalmente el dueño pensó: Enviaré a mi propio hijo. Quizás
lo respetarán lo suficiente para obedecerme y reverenciarme. Pero aun
así rehusaron responder. Y en su ira, hasta mataron al hijo del dueño de
la viña. Esto es lo mismo que le pasó a Israel. Generación a
generación, Dios le envío representantes al pueblo pero ellos
continuamente rehusaron escuchar. En efecto, ellos estaban tan
determinados a aferrarse a su pecado, que ellos mataron a Su
Hijo-portavoz, Jesús. El punto de toda esta discusión es el siguiente:
Dios todavía nos está hablando claramente hoy día. Su voz celeste
todavía está sonando poderosamente a través de toda la tierra. Y esa voz
viene de un hombre Jesús, quien está sentado a la diestra del Padre.
Considera estas palabras de Hebreos: Porque no os habéis llegado al
monte que se podía tocar, y al fuego encendido, y al turbión, y a la
oscuridad, y a la tempestad, y al sonido de la trompeta, y a la voz de
las palabras, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase
más; porque no podían tolerar lo que se mandaba: Si bestia tocare al
monte, será apedreada, o pasada con dardo. Y tan terrible cosa era lo
que se veía, que Moisés dijo: Estoy asombrado y temblando. Mas os habéis
llegado al monte de Sion, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la
celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles, y a la
congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos, y a
Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos,
y a Jesús el Mediador del nuevo testamento, y a la sangre del
esparcimiento que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al
que habla. Porque si aquellos no escaparon que desecharon al que hablaba
en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháramos al que habla de los
cielos. La voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha
denunciado, diciendo: Aun una vez, y yo conmoveré no solamente la
tierra, más aun el cielo. Y esta palabra, aún una vez, declara la
mudanza de las cosas movibles, como de cosas que son firmes.” (Hebreos
12:18-28). ¿Entiendes lo que dice este pasaje? Cuando Dios hablo por
primera vez, el pueblo respondió: No nos hables desde el cielo nunca
más. Háblanos a través de un hombre y Moisés profetizó Como ustedes
pidieron, Dios va a levantar un profeta. Él será completamente humano y
les hablará las palabras de Dios. Jesús fue ese profeta prometido. Fue
la encarnación de Dios, el Señor en cuerpo humano. EL tuvo un ministerio
terrenal como hombre y una multitud de testigos lo vieron ascender al
cielo como un hombre. Ahora él tiene un cuerpo místico, el cual es su
iglesia. Pero Jesús todavía es un hombre encarnado aún tocado con los
sentimientos humanos que todos experimentamos. Hoy, en estos últimos
días, Dios está hablando una vez más desde el cielo. Y Él nos está
diciendo que va a sacudir todo a nuestra vista: La voz del cual entonces
conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo: Aun una vez, y
yo conmoveré no solamente la tierra, más aun el cielo.” (Hechos 12:26).
Dios está diciendo en esencia: Yo sacudí la tierra en el Monte Sinaí.
Pero cuando yo hable en estos últimos días, mi voz sacudirá ambos
mundos, el natural y el espiritual. La posición actual temblará; nada
quedará igual. Todo lo que se llame religioso todo lo que sea de Cristo o
de la iglesia será sacudido por la voz de mi hijo, hablando desde el
cielo. Dios advirtió a Israel que todos los que rehúsen escuchar al
profeta se le pediría cuentas: Mas a cualquiera que no oyere mis
palabras, que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta (Deuteronomio
18:19). EL estaba diciendo: Yo voy a mirar cada desobediencia – y tú
darás cuenta de cada una de ellas. La Escritura revela que aquellos que
ignoraron las palabras de los profetas de Dios cayeron en ruina. Ellos
se volvieron secos y amargos, murieron sin ningún gozo o paz. Mirad que
no desechéis al que habla. Porque si aquellos no escaparon que
desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos nosotros, si
desecháramos al que habla de los cielos. (Hechos 12:25). Amado, ni
nosotros escaparemos de la ira de Dios ni como nación, ni como
individuos. Y ahora mismo la voz de Jesús está sacudiendo cada nación,
haciendo que instituciones, líderes y economías tiemblen. EL está
diciendo al viento y a los elementos: Soplen sobre la tierra. EL está
diciendo a las nubes: Retengan la lluvia. EL está diciendo a las
economías del mundo: Toda avaricia – sea juzgada. Estamos viendo ese
terrible sacudimiento en Asia, Brasil, México y Argentina. Dios está
también ordenando: Prisiones sacúdanse. Gobiernos sacúdanse. Sistemas
financieros, sacúdanse. Escuelas, sacúdanse. Fuerzas militares,
sacúdanse. Cortes y legislaciones, sacúdanse. Todo sobre la tierra
sacúdete, sacúdete hasta que no quede fundamento sino el Señor. No es el
diablo quien está sacudiendo todo. El mundo entero está siendo sacudido
por la voz de un Cristo victorioso. El hombre en la gloria se ha
levantado en poder sobre su trono – y está hablando una palabra que está
sacudiendo todo.