Ejército tardo imperial romano 4
Cuando se habla del ejército imperial romano, nos viene a la mente la típica imagen del legionario equipado con la lorica segmentata, su gladius hispaniensis
y el águila de plata al frente de la legión. Por norma general también
se cree que el ejército tardo imperial se trataba de un ente decadente y
con menor capacidad combativa que cualquier legión del principado.
Son muchos los puntos que hay que
matizar en este caso, pero hoy en Historia o leyenda vamos a hablar de
éste ejército tardío que no tenía que envidiar en nada a las tropas de
Marco Aurelio, por ejemplo. Es más, en muchos aspectos quizá era una fuerza de combate más polivalente y preparado para su tiempo.
La transformación del ejército romano tardo imperial no se realizó debido a una gran reforma al estilo de Cayo Mario, más bien fue un cambio gradual por fruto de la necesidad.
Durante el siglo III de nuestra era, el
imperio romano sufrió un periodo de crisis económica unida a una guerra
civil casi permanente. Los emperadores iban y venían, durando en el
trono pocos años y en muchas ocasiones pocos meses.
El ejército se desangraba en una lucha fratricida que debilitaba las fronteras y la economía imperial. Las
constantes promociones de oficiales durante este periodo, acabaron con
la tradición de que los ejércitos fueran conducidos por la clase
senatorial. Cada vez más équites se hacían con el
control de legiones, incluso de ejércitos enteros. Esta tendencia
provocaba una ventaja y un inconveniente que resultó ser gasolina para
que el conflicto interno se alargara.
Normalmente un senador utilizaba su estancia en las legiones para ascender en su cursus honorum, sin embargo un équite solía
hacer carrera militar y se mostraron como dirigentes muy capaces. Y
aquí viene el problema, un comandante capaz y carismático podía ser
proclamado Augusto por sus tropas y convertirse en un usurpador, lo cual
retroalimentaba el conflicto interno.
Paradójicamente fue un emperador de origen senatorial quien empezó a cambiar la doctrina del ejército. Galieno,
hijo del también emperador Valeriano, posicionó ejércitos en el
interior de la provincia (Mediolanum), alejándolos de la frontera.
Probablemente lo hizo para disponer de una fuerza de acción rápida ante el alzamiento de algún usurpador. Y parece que funcionó, dentro de la crisis del siglo III es de los que más aguantaron su condición de Augusto.
Sea como fuere sentó un precedente que continuaron utilizando otros emperadores fuertes como Diocleciano y Constantino.
Diocleciano continuó manteniendo estos ejércitos de campo (comitatenses)
repartidos en varias provincias, pero no quiso dejar las fronteras
desguarnecidas y aumentó el número de efectivos del ejército
ostensiblemente para tal fin. Estas tropas de frontera (limitanei) se encargarían de proteger el limes contra razias e incursiones de tamaño pequeño o moderado.
Ahora bien, al existir dos Augustos y
dos Césares con plenos poderes en su territorio (aunque finalmente fuera
Diocleciano el superior a todos), éstas fuerzas debían ser controladas
de alguna manera. La solución fue subdividir las provincias en otras más
pequeñas y acotar el acceso a tropas demasiado numerosas a cualquiera
con un puesto de cierta importancia.
Por lo tanto podemos pensar que los
ejércitos comitatenses en el siglo IV cumplían dos funciones, evitar
usurpadores y disponer de un ejército poderoso para campañas de
envergadura. No olvidemos que aunque el imperio ya no se expandía más, la cultura militar romana seguía siendo de corte agresivo y pensamiento conquistador. Éstos ejércitos solían estar al mando de un Comes (Conde), que sólo rendía cuentas ante los Magister (Maestros) de más alto rango.
La impedimenta del soldado también había variado paulatinamente desde finales del siglo II. El scutum rectangular
fue sustituido por uno ovalado y plano, más del estilo de las tropas
auxiliares del principado. Es posible que este cambio sea debido a que
las tropas romanas utilizaban más a menudo lanzas largas para
contrarrestar cargas de caballería, y la forma ovalada del escudo se
prestaba mejor a crear un muro defensivo tipo falange.
Los cascos también fueron cambiando paulatinamente al modelo spangenhelm.
Este modelo se construía en varias piezas que permitía su fabricación
en masa. Portaba carrilleras abatibles que dejaban una pequeña abertura
en los oídos para poder escuchar las órdenes. Protegía menos que el
modelo del principado, pero era más barato y fácil de reparar.
Lo mismo ocurría con la armadura. La famosa lorica segmentata (armadura de placas segmentadas) dejó paso a la clásica lorica hamata (cota de malla) y lorica squamata (cota de escamas).
La cota de malla era la protección por
excelencia desde hacía siglos. La trama de anillas entrelazadas entre
sí, era eficaz contra tajos y estocadas. Pero su mantenimiento y
fabricación no eran baratos, y ante la escasez de mano de obra
cualificada aumentó el uso del modelo escamado, mucho más fácil de
mantener y fabricar.
Las escamas estaban cosidas a una base
de cuero y el tamaño de las escamas podía variar en el modelo. Si se
estropeaba o resultaba dañada por el combate, el mismo legionario podía
repararla aunque fuera temporalmente.
La eficaz gladius, tan mortal en distancias cortas, cambió por la spatha, más
larga y eficaz contra caballería. Medía entre 75 cm y un metro, y su
función al contrario que el gladius era la de dar tajos al enemigo. Hoy
en día se sigue discutiendo si la utilización de la spatha se debió a un
cambio en la manera de combatir del enemigo, o bien por la paulatina
barbarización del ejército imperial. Debía de cumplir su objetivo pues
su utilización se extendió a todo el imperio y se mantuvo hasta la caída
de occidente.
El pilum
también pasó a mejor vida, en su lugar se utilizaron proyectiles con
menor capacidad de penetración pero con más alcance. Un ejemplo es la plumbata, una
especie de dardo de un metro de largo, con un contrapeso en forma de
bola situada entre la punta y la parte de madera. Este proyectil tenía
un alcance de hasta 70 metros y podía lanzarse con tipo de honda
especial.
En cuanto al número de soldados que
componían éstas hay disparidad de opiniones. Se sabe que Diocleciano
mantenía varias legiones de seis mil unidades cada una, pero parece ser que no era la tónica habitual. De hecho, las legiones comitatenses se dividían en iuniores y seniores, siendo las primeras de soldados menos experimentados y las segundas de unidades veteranas y de élite, como por ejemplo las auxiliae pallatinae.
Sólo hay que echar un vistazo al
Notitia Dignitatum para ver la cantidad de legiones que existían en el
siglo IV. Hubiera sido imposible de mantener un ejército tal número si
las legiones hubieran tenido el número de soldados equivalente al de una
del principado (unos 5.000 legionarios).
Por lo tanto se piensa que las legiones
de iuniores constaban de unos 1.000 efectivos, mientras que las
seniores podían llegar hasta las 6.000 unidades.
Otro factor muy importante en este
ejército móvil era la caballería. Su número había aumentado en
proporción a las antiguas legiones. Pero también se diversificó su
función, encontrándonos cuerpos especializados en ataques con
proyectiles, como los équites dalmatae o unidades de caballería acorazada como los equites catafractarii y clibanarii, auténticos tanques de la época.
El imperio poseía trece de estos
ejércitos de campo, siete asignados a la zona occidental y cinco en la
parte oriental, según la Notitia dignitatum. Tres de estos mismos ejércitos estaban asignados a los dos Augustos como fuerza personal.
Ahora pasamos a las fuerzas de frontera
(limitanei), guarniciones más o menos estáticas cuya función era la de
proteger el limes de incursiones moderadas. Escribo moderadas porque
aunque los limitanei en proporción eran más numerosos que los
comitatenses, estaban mucho más repartidos en guarniciones pequeñas.
En el caso de soportar un ataque a gran
escala o una migración de algún pueblo bárbaro, los limitanei se
replegarían a las fortificaciones de las ciudades más cercanas a la
frontera. Allí intentarían aguantar hasta que el ejército comitatense
acudiera al rescate.
Hay que tener en cuenta que a partir
del siglo IV las batallas solían ser de contingentes más o menos
pequeños, aunque en ocasiones no faltaran grandes citas como Adrianópolis o Campos catalaúnicos.
Éstos soldados de frontera solían
reclutarse en zonas donde se encontraba la guarnición. Ello permitía el
refuerzo más o menos rápido de las guarniciones y la seguridad de que
protegerían su parte de la frontera al tratarse de su hogar.
Es un apunte bastante importante pues
muchas de estas guarniciones estaban compuestas en su mayor parte por
diferentes pueblos germánicos que se habían asentado en el interior del
imperio. El emperador les proporcionaba tierra, pero a cambio estos pueblos debían nutrir las filas del ejército romano. Lo mismo puede aplicarse a los ejércitos comitatenses, llegando a quedar bajo mando de generales origen bárbaro.
La panoplia de los limitanei era más
ligera que la de sus compañeros del ejército de campo. El escudo oval,
la spatha y la lanza eran casi todo el armamento que portaban, aunque no
había una uniformidad establecida ni homogénea. Así pues en una misma
unidad podíamos encontrarnos soldados con casco o el típico gorro de
lana cilíndrico llamado gorro panonio. Incluso se podían encontrar
unidades algo más acorazas, una mezcla entre limitanei y comitatenses
denominados pseudocomitatenses.
En definitiva nos encontramos con unas
fuerzas armadas más numerosas que en el principado, pero mucho más
diversas en cuanto equipo y función. Para mantener éste numeroso
ejército en todo el imperio se tuvo que recurrir cada vez con más
frecuencia a la leva obligatoria. Todavía seguían existiendo
voluntarios, al fin y al cabo el ejército proporcionaba una paga segura,
ya fuera en dinero o especies.
Pero como todos sabéis a pesar de estos
esfuerzos por adaptarse y mantener viva la llama de Roma, en el año 476
de nuestra era occidente cayó. Y aunque en su parte oriental el imperio
perduró mil años más, la esencia de los hijos de Rómulo y Remo se
perdió, pero bueno, eso como sabéis es otra historia.
Bibliografía y fuentes:
Adrian Goldsworthy, La caída del imperio romano.
Notitia Dignitatum.
Isaac Asimov, El imperio romano.
Flavio Vegecio, Compendio de técnica militar.
Ana de Francisco Heredero, El ejército romano del bajo imperio.
por dar a conocer una pagina de historia como esta, yo tambien soy
apasionada de la historia, que siempre hay que tenerla presente.
Pingback: Ejército tardo imperial romano
articulo Rober, como siempre, felicidades por el trabajo que has
llevado a cabo. El bajo inperio es menos conocido pero no por ello menos
interesante. Un periodo de cambio a todos los niveles, pero digno de
ser analizado con calma. Un saludo frater