viernes, 29 de julio de 2016

ARTICULOS RELIGIOSOS.: HISTORIA DE LOS JUDÍOS EN ESPAÑA.

ARTICULOS RELIGIOSOS.: HISTORIA DE LOS JUDÍOS EN ESPAÑA.










































miércoles, 4 de septiembre de 2013






HISTORIA DE LOS JUDÍOS EN ESPAÑA.





Interior de la sinagoga del Tránsito de Toledo


Los judíos constituyeron en la España medieval una de las comunidades más prósperas de su historia, tanto bajo el dominio musulmán como, posteriormente, en los reinos cristianos, antes de que en 1492 fuesen expulsados por los Reyes Católicos. En la actualidad sólo unos pocos miles de judíos viven en España, pero los descendientes de los judíos españoles, los sefardíes, constituyen aproximadamente un quinto de la población judía mundial.


Edad Antigua

Orígenes de la presencia judía en la península ibérica

Algunos asocian el país de Tarsis, mencionado en los libros de Isaías, Jeremías, Ezequiel, Abdias, Primero de los Reyes y Jonás, con la antigua civilización de Tartessos o, al menos, con algún lugar de la Península Ibérica. Si esta identificación fuese correcta, el contacto de los judíos con la Península Ibérica se remontaría a la época de Salomón.


Parece claro, en cualquier caso, que el reino de Israel mantuvo relaciones comerciales con un lugar llamado Tarsis. En Ezequiel 27:12
así se dice: "Tarsis comerciaba contigo por la abundancia de todas tus
riquezas, con plata, hierro, estaño y plomo a cambio de tus
mercaderías." También se hace referencia a este comercio en 1Reyes 10:22,
donde se dice que "una vez cada tres años la flota de Tarsis venía y
traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales". Al describir el imperio
comercial de Tiro, de oeste a este, Tarsis es el primer lugar que se cita (Ezequiel 27:12-14) y es asimismo el país lejano al que Jonás quiere ir para escapar a Hashem (Jonás 1:3), lo que sugiere que el país de Tarsis se encontraba en el extremo occidental del Mediterráneo. Los fenicios,
aliados de los israelitas en la época de Salomón, mantuvieron además
una estrecha relación comercial con la Península Ibérica (la fundación
de Gades (Cádiz) suele datarse en el año 1100 a. C.).
Todo ello deja abierta la posibilidad de que llegase a haber relación
entre los israelitas y la Península Ibérica a comienzos del I milenio a.
C., pero no ofrece prueba alguna que demuestre que haya ocurrido así.
En Cádiz se encontró un sello que data de los siglos VIII o VII a. C., en el que hay una inscripción que según algunos autores sería antiguo hebreo, pero la mayoría de los investigadores consideran que se trata de fenicio.


Existen tradiciones muy tardías, según las cuales los primeros judíos llegaron a España tras la caída del Primer Templo, en 586 a. C.,
pero carecen de base histórica y estaban encaminadas sobre todo a
demostrar que los judíos españoles no fueron culpables de la muerte de Jesús.


Época romana

Las primeras evidencias de presencia judía en la Península datan de la época romana. No se conoce la fecha exacta en que las primeras comunidades judías se instalaron en Hispania. En la Epístola a los romanos, Pablo de Tarso manifiesta su intención de ir a Hispania a predicar el evangelio (Romanos 15:24-28), lo cual podría ser un indicio de que existían entonces allí comunidades judías.


Algunas pruebas materiales de la presencia judía en la Península son dos inscripciones judías trilingües (hebreo, latín y griego) halladas en Tarragona.1 y en Tortosa,2 cuya datación varía según los autores entre los siglos II a. C. y VI d. C. Del siglo III data probablemente la inscripción sepulcral hallada en Abdera (actual Adra) de una niña judía, llamada Salomonula.3 En la isla de Ibiza se ha encontrado un ánfora con caracteres hebreos que data al menos del siglo I.


Un documento incontestable que prueba la existencia de comunidades judías en Hispania son los cánones del concilio de Elvira, celebrado por los cristianos de la Península Ibérica en Elvira
a comienzos del siglo IV. En dichos cánones se demuestra no sólo que ya
existían comunidades judías en Hispania, sino que se trataba de
comunidades prósperas y que practicaban un activo proselitismo.
La religión judaica se presenta como una seria competidora del
cristianismo, que no es todavía la religión oficial del Imperio, y el
concilio se propone combatir activamente sus avances. Cuatro de los 81
cánones se refieren a los judíos: los números 16, 49, 50 y 78. En el
canon 16 se prohíbe a los cristianos contraer matrimonio con mujeres
judías bajo pena de excomunión
de cinco años. En el 49 se amenaza con la excomunión perpetua a los
cristianos que hagan bendecir sus tierras por judíos, y el 50 prohíbe
que miembros de las dos religiones se sienten a una misma mesa. Por
último, el canon 78 sanciona con cinco años de excomunión al cristiano
que cometa adulterio con una mujer judía.


Edad Media

Época visigoda

A comienzos del siglo VI se consolida en la Península Ibérica el dominio visigodo. Los visigodos, cristianos arrianos, no mostraron inicialmente ningún interés por perseguir a los judíos. El primer documento de la Hispania visigoda en que se les menciona es el Breviarium Alaricianum, compilado en las Galias por orden de rey Alarico II y promulgado en Tolosa en 506. Este cuerpo legislativo, recopilatorio de Derecho romano,
imponía a los judíos las mismas restricciones que las leyes romanas,
del Imperio ya católico, de los siglos IV y V: se les prohibían los
matrimonios mixtos, la edificación de nuevas sinagogas
o la posesión de esclavos cristianos, entre otras muchas cosas, y se
castigaba duramente al cristiano que se convirtiese al judaísmo. Sin
embargo, las leyes visigodas eran relativamente tolerantes, ya que se
les permitía restaurar las sinagogas ya existentes y mantener sus
propios tribunales para resolver asuntos religiosos, e incluso civiles.
Además, muchos historiadores creen que estas leyes no fueron aplicadas
con rigor.


La situación cambió cuando el rey Recaredo se convirtió al catolicismo, deseando la homogeneización religiosa de toda la península. Durante todo el siglo VII
la monarquía visigoda, en estrecha colaboración con la Iglesia
católica, adoptó una actitud beligerante contra las comunidades judías.
Durante el reinado de Sisebuto,
las leyes antijudías se endurecieron significativamente, y se
produjeron numerosas conversiones forzosas, lo que motivó que gran
número de judíos abandonasen el reino, instalándose en el norte de África.


En los años siguientes, la situación se va haciendo cada vez más difícil para los judíos. Hacia los conversos, numerosos desde las persecuciones de Sisebuto, existía una gran desconfianza, y en 638, durante el reinado de Chintila, debieron hacer un juramento especial, denominado placitum,
rechazando públicamente su antigua religión. La presión sobre los
judíos que se mantenían fieles a su religión fue haciéndose cada vez más
dura. El rey Égica, invocando una supuesta conspiración, dictaminó en el XVII Concilio de Toledo, en 694, la esclavitud de judíos y conversos, y persiguió con saña a ambas minorías hasta su muerte, en 702.


Los judíos en Al-Andalus

Los musulmanes, siguiendo las enseñanzas del Corán,
consideraban que los cristianos y judíos, en tanto que "gentes del
Libro", no debían ser convertidos a la fuerza al Islam y eran
merecedores de un trato especial, la dhimma. Los dhimmi
(en árabe ذمّي , "protegidos") tenían garantizadas la vida, la
propiedad de sus bienes y la libertad de culto, así como un alto grado
de autonomía jurídica, que les permitía, por ejemplo, acudir a sus
propios tribunales para dirimir los asuntos de sus comunidades. Como
contrapartida, estaban sujetos a impuestos extraordinarios, debían
aceptar una situación social inferior y someterse a discriminaciones
diversas, teniendo negado el acceso a la mayor parte de los cargos
públicos: no podían, en concreto, acceder a funciones militares ni
políticas en que tuvieran jurisdicción sobre musulmanes. El valor en
tribunales musulmanes del testimonio de los dhimmis era inferior, al igual que la indemnización en los casos de venganzas de sangre. Las acusaciones de blasfemia contra los dhimmis
eran habituales y el castigo era la muerte. Como no podían testificar
en un tribunal para defenderse, debían convertirse para salvar la vida.
El tabú matrimonial contra los dhimmís varones, que eran
castigados con la muerte si mantenían relaciones sexuales o se casaban
con una musulmana, además de las herencias, las discriminaciones en el
vestido, en el uso de animales o en ciertos oficios, son otros ejemplos
de esta discriminación institucionalizada en asuntos relevantes. Sin
embargo, la aplicación rigurosa de la dhimma varió en función de
las épocas y no siempre se cumplió con rigidez, como lo ilustra que
varios judíos alcanzaran rangos prominentes en los Estados andalusíes.


La autonomía jurídica de que, como se ha dicho, disfrutaron los
judíos en Al-Andalus se concretó en la organización de sus comunidades
en aljamas.
Las aljamas eran las entidades autónomas en las que se agrupaban las
comunidades judías de las diferentes localidades. Tenían sus propios
magistrados y se regían por sus propias normas jurídicas, basadas en la Halajá.
La institución de la aljama se trasladaría después a la España
cristiana y permanecería vigente hasta el momento de la expulsión.


La situación de los judíos en Al-Andalus no fue siempre igual. En
general, se distinguen dos períodos bien diferenciados: antes y después
del comienzo de las invasiones almorávides (en torno a 1086).


La primera etapa coincide con el emirato independiente (756-912), el califato de Córdoba (912-1031) y los primeros reinos de taifas (1031-1086). Fue el período de esplendor de la presencia judía en la España musulmana, especialmente a partir de la época de Abderramán III.
Numerosos judíos alcanzaron un alto grado de relevancia económica y
social, y la cultura hebrea, muy influida por la árabe, tuvo una
verdadera edad de oro.


Con los almorávides y, sobre todo, con los almohades,
la situación cambió radicalmente. Estas dinastías, de origen africano,
tenían una concepción del Islam mucho más rigorista, por lo que se
mostraron mucho menos tolerantes hacia los judíos. A partir del siglo
XII, la población judía inició un éxodo masivo: los mayores contingentes
se refugiaron en los reinos cristianos del norte, cuyos monarcas
estaban en plena actividad repobladora y precisaban del concurso de los
recién llegados.


Los judíos en los reinos cristianos

En las cortes cristianas, ocurrían hechos que demuestran el papel de los judíos. Por ejemplo, el rey de Aragón, Jaime II,
escribía a su hija: "Filla, recibiemos vuestra carta... en razón del
fillo que hauedes parido... Mas, filla, non fagades, como auedes
acostumbrado, de criarlo a consello de judíos..."


Por otro lado, una inscripción hebrea en la sinagoga del Tránsito, de
Toledo, reza así: "El rey de Castilla ha engrandecido y exaltado a
Samuel Leví; y ha elevado su trono por encima de todos los príncipes que
están con él... Sin contar con él, nadie levanta mano ni pie."


Y más aún, el rey Fernando III El Santo, después de la toma de Sevilla, se afirmaba como rey de tres religiones, cosa que ningún otro rey europeo podía afirmar.


En el plano cultural, el papel del judío dentro de las cortes
castellanas fue el de transmisor de los conocimientos árabes. Gracias a
él, en cortes como la de Alfonso X,
junto con colaboradores árabes, se pudo llevar a cabo la enorme obra de
recopilación, traducción y divulgación de todo el saber humano de la
época.


Otro de los campos en el que la presencia judía fue indispensable fue
el de la Medicina. En efecto, sería inusitado encontrar la mención de
un médico de la casa real que no fuera judío. Esto no impidió, sin
embargo, que se redactaran decretos prohibiendo a los cristianos valerse
de médicos judíos, cuyo incumplimiendo, empezando por el rey mismo, era
notorio.


El judío era además el encargado de recaudar tributos y el tesoro
estatal. Su posición cerca del rey y de los nobles, así como de los
prelados, era clave, lo cual explicaría el vacío posterior cuando
ocurrió la expulsión. Esta posición fue la más delicada y difícil de
mantener, pues si bien el judío era indispensable para la clase alta,
era visto, en cambio, como explotador por la clase baja y se atraía su
odio, lo cual podía ser aprovechado fácilmente por el clero para desatar
persecuciones antisemitas. Los reyes defendieron la importancia del
judío dentro de la economía estatal, e incluso el propio Fernando el Católico
(por cuyas venas corría sangre judía), los apoyaba en 1481, diciendo
que leyes que prohibieran algo a los judíos era como prohibírselo a él.


Avanzado el siglo XV,
la persecución contra los judíos empezó a adquirir rasgos de ferocidad,
y los reyes se encontraban impotentes para detenerla, pues se jugaban
su popularidad. Además, la nobleza había emparentado, por motivos
económicos principalmente, con los judíos y su posición se había
debilitado. En el siglo XVI aparecen dos libros, el Libro verde de Aragón y El tizón de la nobleza de España, donde se demuestra que, prácticamente, toda la nobleza española tenía algunas o muchas gotas de sangre judía.


Edad Moderna

Antijudaísmo e Inquisición

Judeoconversos, marranos y chuetas

Expulsión

Los sefardíes

Edad contemporánea


Moderna sinagoga en Madrid.
A pesar de no haber contado con una comunidad judía durante siglos,
el antisemitismo estuvo latente en la cultura de España. La imagen
estereotipada del judío se mantuvo presente en gran medida producto de
la política judeofóbica de la Iglesia.4 Instituciones como la Inquisición y los estatutos de limpieza de sangre
no desaparecieron oficialmente hasta fechas muy tardías. La Inquisición
fue abolida en 1813 por las Cortes de Cádiz, pero restaurada
posteriormente por Fernando VII, y no desapareció por completo hasta el 15 de julio de 1834, durante la regencia de María Cristina.
Los estatutos de limpieza de sangre no desaparecieron por completo
hasta la ley de 15 de mayo de 1865, a pesar de que ya la Constitución de
1837 afirmaba que todos los españoles podían ser elegidos para ocupar
cargos públicos. Por fin, en 1869, el artículo 21 de la nueva
Constitución reconocía la libertad de culto.


El senador Ángel Pulido Fernández
promovió a partir de 1904 una campaña filosefardí que tuvo por objetivo
establecer lazos con España de las comunidades judías europeas y del
norte de África formadas por descendientes de los expulsados en 1492 por
los Reyes Católicos.


En 1910, bajo el patrocinio del Alfonso XIII fue creada la
Unión-Hispano-Hebrea con el fin de reconciliar a los sefardíes con
España. En el Protectorado español de Marruecos se suscribieron 4.000
personas. Con el patrocinio real se fundaron algunas escuelas para niños
sefardíes en Marruecos, y en los Balcanes se dieron ayudas para
cátedras de español.


En 1915 se creó en Madrid la primera cátedra de Hebreo para el profesor Abraham Yahuda.


Durante la Primera Guerra Mundial vinieron numerosos judíos a España y
fue el momento de mayor exaltación de la campaña iniciada por Pulido.
En 1916, un grupo de intelectuales y políticos liberales, entre los que
se encontraba el líder sionista Max Nordau,
que había sido expulsado de Francia, pidió al rey intervenir en favor
de los sefardíes de Palestina, amenazados por la política antisemita del
gobierno turco.


En 1920, por iniciativa de Pulido fue fundada la Casa Universal de los Sefardíes.


Durante los años 20, el gobierno español inició una política de
acercamiento a la comunidad sefardí, la cual fue continuada, con
altibajos, por los sucesivos gobiernos hasta la caída de la Segunda República. Durante la dictadura de Primo de Rivera,
un decreto de 20 de diciembre de 1924 ofreció a los miembros de esta
comunidad la posibilidad de adquirir la nacionalidad española, aunque
sólo unos pocos judíos, sobre todo de Tesalónica, pudieron acogerse a esta oferta. Años más tarde, durante la Segunda Guerra mundial, este decreto fue usado por el embajador español franquista en Hungría, Ángel Sanz-Briz, quien actuó independientemente del gobierno franquista5 para el rescate de cientos de judíos, amparándose en su origen español, aun cuando la mayoría de ellos no lo eran.


El regreso de la democracia no garantizó sin embargo la desaparición
de la judeofobia en la cultura española. Si bien el número de miembros
de la comunidad judía en España es muy reducido tanto en cantidad como
en porcentaje relativo a la población total, el antisemitismo sigue vivo
en amplios sectores de la sociedad, fomentado muchas veces desde los
diferentes medios de comunicación.6 7
La crisis económica que vive España desde 2009 agravó aún más esa
situación; resultados de diferentes encuestas demuestran que un tercio
de los españoles siente rechazo hacia los judíos.8


Notas

  1. La
    inscripción trilingüe de Tarragona está grabada en una placa de mármol
    que perteneció probablemente al sarcófago de un niño. En caracteres
    hebreos está escrito: "Paz sobre Israel y sobre nosotros y sobre
    nuestros hijos, amén". Los motivos iconográficos presentes en el
    sarcófago, como los pavos reales y el árbol de la vida, están
    estrechamente emparentados con los del arte paleocristiano. Haim Beinart (p. 28) se inclina a pensar que data del siglo II d. C. Para más información sobre la pieza, véase el siguiente enlace: [1]
  2. La
    lápida de Tortosa fue hallada en 1771 y contiene texto en hebreo, latín
    y griego. Su antigüedad se discute, pero Haim Beinart cree probable que
    sea del siglo II o III d. C. (Beinart, pp. 30-35).
  3. La inscripción dice así:
    (An)NIA.SALO(mo)
    NULA.AN.(norum) I
    MENS(ium).IIII.DIE(rum).I
    IVDAEA,
    es decir: "Annia Salomonula, de un año, tres meses y un día, judía".

  4. PEREDNIK, Gustavo; La judeofobia, Keren Hayesod, México (2011) pp. 142 a 166

  5. González, Isidro (2004), pp. 300 y 301.

  6. VARSAVSKY, Martín; "Es difícil ser judío en España", blog La pureza está en la mezcla, en El Mundo.es [2]

  7. Gustavo Perednik: «Europa reaccionará cuando se islamice y entonces será tarde», en La Razón.es [3]

  8. "El odio al judío crece en España por la crisis económica", en El Pais.com [4]

Bibliografía

  • BAER, Yitzhak: Historia de los judíos en la España cristiana. Barcelona, Riopiedras. ISBN 84-7213-143-2.
  • BEL BRAVO, María Antonia: Sefarad. Los judíos de España. Madrid, Sílex, 2001. ISBN 84-7737-062-1.
  • BEINART, Haim: Los judíos en España. Madrid, Editorial Mapfre, 1992. ISBN 84-7100-259-0.
  • BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, José María: "Recientes aportaciones a la
    situación de los judíos en la Hispania tardoantigua", en Elena Romero
    (ed.): Judaísmo hispano. Estudios en memoria de José Luis Lacave Riaño; pp. 409-425. Madrid, CSIC, 2003. Disponible en Internet: [5]
  • González, Isidro (2004). Los judíos y la Segunda República. 1931-1939. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 8420645982.
  • MUÑIZ HUBERMAN, Angelina: "La lengua florida". México, Fonde de Cultura Económica, 1989. ISBN 968-16-3292-3.
  • PEREDNIK, Gustavo: La Judeofobia. Mexico, Keren Hayesod.
  • PÉREZ, Joseph: Historia de una tragedia. La expulsión de los judíos de España. Barcelona, Crítica, 1993. ISBN 84-7423-597-9.
  • PÉREZ, Joseph (2005). Los judíos en España. Marcial Pons. ISBN 9788496467033.

Véase también


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