viernes, 29 de julio de 2016

1 Judaísmo, cultura religiosa de los judíos (conocidos también como el pueblo de Israel). Es una de las religiones más antig

1 Judaísmo, cultura religiosa de los judíos (conocidos también como el pueblo de Israel). Es una de las religiones más antig

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Judaísmo, cultura religiosa de los judíos (conocidos también como el pueblo de Israel).


Es una de las religiones más antiguas de la historia.
Los términos judaísmo y religión no existían en el hebreo premoderno. Los judíos hablaban
de la Torá: leyes que Dios reveló a Israel, y en las que se ofrecía una visión del mundo y
una manera de vivir (la Halajá), la senda que se debía seguir por el mundo: las leyes,
costumbres y prácticas judías. Todas las formas históricas del judaísmo premoderno
constituían (y aún hoy el judaísmo tradicional lo constituye), un sistema de cultura integral,
que abarca la totalidad de la existencia individual y comunitaria de las personas. Es un
sistema de santificación en el que todo está sometido a la voluntad expresa de Dios, de
acuerdo con modelos divinos revelados sobre el orden cósmico y la legalidad. Judaísmo,
cristianismo e islam, las tres grandes religiones monoteístas, tienen mucho en común. El
cristianismo surgió en Palestina dentro de la comunidad judía durante el siglo I d.C.; en un
principio, el islam extrajo parte de su ideología del judaísmo. Teniendo en cuenta que desde
el siglo VII la mayor parte de los judíos han vivido en un ambiente cultural muy cercano al
cristianismo y al islam, estas dos religiones ejercieron una fuerte influencia en la historia del
judaísmo.
El judaísmo tuvo su origen en Oriente Próximo. Pero, casi desde sus inicios, las
comunidades judías, en muchas ocasiones como resultado de migraciones voluntarias y de
exilios o expulsiones forzadas, han vivido en casi todos los rincones del mundo. A mediados
de 1993 la población total de judíos en el mundo ascendía a 18 millones, de los cuales 6,8
millones vivían en Estados Unidos, más de 3,6 en Israel y más de 1,9 en la Unión Soviética;
estos son los tres emplazamientos judíos más importantes del mundo. Aproximadamente
1,5 millones de judíos vivían repartidos por Europa, la mayoría de ellos en Francia y Gran
Bretaña. Más o menos 300.000 vivían repartidos por el resto de Norteamérica y 600.000 por
el resto de Asia. Cerca de 1,1 millones de judíos vivían en América Central y del Sur, y
350.000 en África.
DOCTRINAS BÁSICAS Y FUENTES
Considerando su rica y compleja tradición religiosa, el judaísmo nunca ha sido una
organización monolítica, aunque sus distintas formas históricas han compartido ciertos
rasgos distintivos. La principal característica común es la del monoteísmo radical, es decir,
la creencia de que un solo Dios trascendente creó el Universo y que, afortunadamente,
continúa gobernándolo. Profundizando en este monoteísmo, se da la convicción teológica
de que el mundo es inteligible porque existe una inteligencia divina y fruto de una
causalidad intencional que lo sostiene. Nada es en la humanidad fruto de la casualidad; en
sentido último, todo tiene un significado. La inteligencia divina se manifiesta a los judíos
tanto en su orden natural, a través de la creación, como en su orden histórico-social, a
través de la revelación. El mismo Dios que creó el mundo se reveló a los israelitas en el
monte Sinaí. El contenido de esta revelación es lo que constituye la Torá (es decir, la ‘ley’),
la voluntad de Dios para la humanidad expresada por medio de mandamientos (mitsvot) por
los que las personas deberían regir sus vidas en mutua interacción entre ellos y Dios. La
humanidad puede transformarse en parte armoniosa del cosmos si vive de acuerdo con las
leyes de Dios, y sometiéndose a la voluntad divina.
Alianza
El segundo gran concepto del judaísmo es el de la alianza (berit) o pacto entre Dios y los
judíos. De acuerdo con la tradición, el Dios de la creación estableció una relación muy



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especial con el pueblo judío en el Sinaí. Ellos reconocerían en Dios a su único y último rey y
legislador, comprometiéndose a obedecer sus leyes. Como recompensa, Dios reconocería a
Israel como su pueblo, y estaría especialmente atento a su bienestar. Los autores bíblicos, y
más tarde la tradición judía, consideraron esta alianza en un contexto universal. Pero,
después de sucesivos fracasos para lograr establecer una alianza con la rebelde
humanidad, Dios se centró en un segmento particular de ésta. Israel está llamado a ser ‘el
reino de los sacerdotes’, y el orden social ideal, que se establecería de acuerdo con las
leyes divinas, sería un modelo para la humanidad. Así pues, Israel se encuentra entre Dios
y la humanidad, como mediador entre ambos.
La idea de la alianza también determina la manera como se ha considerado
tradicionalmente la naturaleza y la historia en el judaísmo. El bienestar económico de Israel
se basa en la obediencia que el pueblo debe prestar a los mandamientos de Dios. Tanto los
acontecimientos históricos como los naturales que afectan a Israel, son interpretados como
algo que procede de Dios, fruto del comportamiento religioso del pueblo de Israel. De esta
forma, existiría una conexión causal directa entre el comportamiento humano y su destino.
Esta visión acentúa el problema de la teodicea (justicia de Dios) en el judaísmo, porque la
experiencia histórica, tanto de los judíos tomados individualmente, como de su pueblo en
general, con bastante frecuencia ha sido de sufrimiento. A partir del libro de Job, una buena
parte del pensamiento religioso judío se ha preocupado del problema de la aseveración
(afirmación) de lo que es la justicia y su significado frente a la injusticia. A medida que fue
pasando el tiempo, el problema fue perdiendo importancia. Comenzaron a creer que,
durante el juicio final después de la muerte, la virtud y la obediencia serían recompensadas
y el pecado castigado, compensando así las injusticias de este mundo. El sufrimiento y la
humillación de la dominación extranjera y el exilio forzado de la tierra de Israel que tuvieron
que sufrir los judíos, al final de los tiempos también encontraría su recompensa cuando Dios
envíe al Mesías (mashiaj, el ungido con aceite de rey), un vástago de la casa real de David,
que vendría a redimir a los judíos y a devolverles la soberanía sobre sus tierras. Desde
épocas muy tempranas, el mesianismo ha constituido una base significativa en el
pensamiento judío. El anhelo por la llegada del Mesías se intensificaba notablemente
durante periodos de problemas y calamidades. A la larga, se estableció una conexión entre
el mesianismo y el concepto de Torá: cada judío, individualmente, a través del estudio
constante y de la observancia de los mandamientos de Dios, podría acelerar la llegada del
Mesías. Por eso, todo acto individual tenía resonancias cósmicas.
La tradición de los rabinos
A pesar de que las distintas formas del judaísmo están enraizadas en la Biblia hebrea (a la
que los judíos llaman Tanak, acrónimo de sus tres partes: Torá, el Pentateuco; Neviím, los
Profetas; Ketuvim, los Hagiógrafos), sería un error considerar el judaísmo simplemente
como la religión del Antiguo Testamento. En el fondo, el judaísmo contemporáneo deriva del
movimiento de los rabinos de los primeros siglos de la era cristiana en Palestina y Babilonia,
y por eso se le llama judaísmo rabínico. En arameo y en hebreo, Rabí significa ‘mi maestro’.
Los rabinos, sabios judíos que se dedicaban al estudio de las Escrituras y de sus propias
tradiciones, sostenían que Dios, en el monte Sinaí, había revelado a Moisés una doble Torá.
Además de la Torá escrita (las Escrituras), Dios le habría revelado una Torá oral, fielmente
transmitida por medio de palabras, de maestro a discípulo, por una cadena irrompible y que
aún hoy existe entre los rabinos. Para ellos, la Torá oral se resumía en la Mishná (aquello
que se aprende o memoriza), el documento más antiguo de la literatura rabínica; fue editada
en Palestina a finales del siglo III. A raíz de esto, el estudio rabínico de la Mishná en



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Palestina y en Babilonia generó dos versiones del Talmud (‘lo que se estudia’; en arameo se
utilizó el término Guemará, que significa lo mismo), que estudiaban en profundidad los
contenidos de la Mishná. El Talmud babilónico, editado aproximadamente en el siglo VI, se
transformó en el documento fundacional del judaísmo rabínico.
Los primeros escritos rabínicos incluían comentarios exegéticos y homilías acerca de
pasajes de las Escrituras (Midrashim; véase Midras), así como varias traducciones al
arameo del Pentateuco, y de otros libros del Antiguo Testamento (los targumim; véase
Targum). Los escritos rabínicos medievales incluían codificaciones de la ley talmúdica, de
los cuales, la que goza de máxima autoridad es el Shulján Aruj (‘La mesa dispuesta’) del
siglo XVI, escrita por José ben Efraín Caro. En el judaísmo, el estudio de la Torá hace
referencia al estudio de toda su literatura, no simplemente del Pentateuco (Torá, en un
sentido estricto).
ADORACIÓN Y PRÁCTICAS
Para los judíos, toda la vida es un continuo acto de adoración divina. “Tener a Dios siempre
delante de mí” (Sal. 16,8). Este verso que está inscrito en el frontis de muchas sinagogas,
muestra muy bien la piedad judía.
Rezos y servicios religiosos
Por tradición, los judíos rezan tres veces al día: por la mañana (shaharit), por la tarde
(minjá) y al anochecer (maariv). Se cree que estos tres momentos de oración corresponden
a los tiempos en que los sacrificios se ofrecían en el templo de Jerusalén. Tanto así, como
de otras maneras, el judaísmo rabínico aún conserva la estructura del ya abandonado culto
en el templo. Las congregaciones mínimas (minyán) para rezar están formadas por grupos
de diez hombres.
El único elemento que se requiere para todos los servicios religiosos judíos es el de una
serie de bendiciones llamadas Tefillá (rezo); también recibe el nombre de Amidá, o rezo de
pie, porque se recita en esa posición, y el Shemoné Esré, que recibe este nombre porque
originalmente estaba compuesto por dieciocho bendiciones. Hoy en día, los rezos que se
realizan durante los días de semana se componen de diecinueve bendiciones, dentro de las
que se incluyen trece peticiones por el bienestar y por la restauración mesiánica. Durante
cada shabat y en las distintas festividades, estas peticiones se reemplazan por rezos
especiales que corresponden a esas fiestas. La segunda oración en importancia es el
Shemá que se reza por la mañana y al atardecer. Todos los servicios religiosos concluyen
con dos rezos mesiánicos: el primero se llama Alenu; el segundo es una doxología aramea
llamada Kadish. Como señal de devoción a Dios, durante los rezos matinales de los días
ordinarios de la semana, los judíos adultos observantes llevan un chal de oración con flecos
llamado talit (los flecos se llaman tsitsit) y unas filacterias (cajas de oración llamadas tefilín).
Ambas costumbres provienen de ciertos pasajes de las escrituras que se recitan y que
corresponden a la Shemá. Como tercera costumbre, ponen una mezuzá (caja de rezo) en la
entrada de la casa, como una manera de recordar que Dios está en todas partes. Como
señal de respeto hacia Dios, se cubren la cabeza para rezar, ya sea con un sombrero o con
un casquete (kipá; en yidish, yarmulke). Los judíos más piadosos siempre llevan la cabeza
cubierta, aceptando así la constante presencia de Dios.
Torá
Para el judaísmo rabínico, el estudio de la Torá, que es la voluntad revelada de Dios,
también es considerado como un acto de adoración. Todos los días durante los servicios



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religiosos de las mañanas, se recitan pasajes de las Escrituras, la Mishná y el Talmud. Los
lunes y los jueves por la mañana, se saca de un arca, que está en la parte frontal de la
sinagoga, un rollo que contiene la Torá, escrito a mano. Luego se procede a su lectura
cantada frente a la congregación de los fieles. La lectura litúrgica de la Torá más importante
es la que se realiza durante el shabat y en las mañanas de otras festividades. A lo largo del
año, durante los sábados, se terminará leyendo toda la Torá. El ciclo anual comienza
nuevamente cada otoño, con una celebración llamada Simjat Torá (‘regocijaos con la ley’),
que concluye al final de la fiesta del Sukot. La lectura que se realiza de la Torá durante las
fiestas versa sobre distintos temas y observancias, dependiendo del día que se realice. La
lectura de la Torá durante los sábados y las fiestas es acompañada de la lectura de escritos
de los profetas relacionados con los mismos temas (Haftará, que significa conclusión). Por
eso, la lectura en público de las Escrituras es una parte fundamental del culto religioso en la
sinagoga. De hecho, en un principio, ésta parece haber sido la función más importante de la
sinagoga como institución religiosa.
Bendiciones
Además de las oraciones a lo largo del día, los judíos recitan numerosas bendiciones,
siempre antes de algunos actos importantes y antes de disfrutar de las bondades de la
naturaleza. Para los judíos, la tierra pertenece a Dios. Los seres humanos simplemente son
agricultores o jardineros arrendatarios de esta tierra. Por lo tanto, los arrendatarios no
deben olvidar que parte de los frutos le corresponden al dueño.
Leyes sobre la alimentación
Las leyes relacionadas con la alimentación de los judíos están también vinculadas al culto
del Templo. Hacen una analogía entre la mesa de la casa de cada persona y la mesa del
Señor. Los judíos no comen la carne de ciertos animales considerados impuros (Dt. 14,3-
21). Dentro de esta categoría están los cerdos y los peces que no tienen aletas o escamas.
Los animales comestibles, aquellos con pezuñas hendidas y rumiantes, deben ser
sacrificados de forma apropiada (kasher), y se les debe sacar toda la sangre antes de ser
ingeridos. No se puede tomar simultáneamente carne y leche.
El shabat
El calendario litúrgico judío sigue manteniendo la misma división del tiempo que se hace en
la Torá, y que se observaba en el culto del templo. Cada siete días se celebra el shabat, día
en el que no se realiza ningún trabajo. Éste es un acto simbólico de abstención, por el que
los judíos devuelven el mundo a su dueño, es decir, a Dios, reconociendo que todo lo que el
hombre consigue con su trabajo es sólo producto de la bondad divina. Durante el shabat, lo
único que se hace es rezar, estudiar, descansar y estar en compañía de la familia. Durante
ese día y durante las fiestas, se recita en las sinagogas un servicio religioso adicional, el
musaf, que se corresponde con el sacrificio que se ofrecía en el Templo en dichas
ocasiones.
Las fiestas
Dentro del año judío existen cinco grandes fiestas y dos de menor importancia. En un
principio, tres de las mayores tenían su origen en la agricultura y se relacionaban
directamente con las estaciones del año en Israel. La fiesta de la primavera o Pésaj
(Pascua), marcaba el inicio de la cosecha de la cebada, y cincuenta días más tarde, el
Shavuot (‘semanas’ o Pentecostés) marcaba su término. Durante el Sukot (‘tabernáculo’) se



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celebra la cosecha de otoño, fiesta que va precedida por un periodo de diez días de
purificación de toda la comunidad. Desde épocas muy antiguas, se han asociado estas
fiestas con acontecimientos importantes de la historia de Israel. La Pascua conmemora el
éxodo desde Egipto. Shavuot se relaciona con el momento en que Dios, en el monte Sinaí,
entregó la Torá al pueblo de Israel. Esta fiesta está marcada por la solemne lectura de los
Diez Mandamientos en la sinagoga. Sukot aún es observado como una fiesta de la cosecha;
se instalan cabañas en los campos (o en las casas) y los judíos comen en ellas durante los
siete días que dura la fiesta; esta práctica simboliza las tiendas en las que los israelitas
moraron durante su viaje a la Tierra Prometida. El periodo de los diez días de penitencia
que preceden a Sukot se inicia con la celebración del año nuevo, el Rosh Ha-shaná, y
termina con el Yom Kipur, el Día de la Expiación. De acuerdo con la tradición, el mundo es
juzgado cada año nuevo y el fallo se da por cerrado el Día de la Expiación. El día de año
nuevo se hace sonar un cuerno de carnero (shofar) para invitar a la gente al
arrepentimiento. El Día de la Expiación es el día más sagrado dentro del calendario judío, y
transcurre en medio de ayunos, rezos y confesión de las culpas. Su liturgia comienza con la
entonación del Kol Nidré, incluyendo, además, un recuerdo a los ritos que se realizaban en
el Templo (avodá).
El origen de las dos fiestas menores, Januká y Purim, es más tardío que el de las cinco
fiestas del Pentateuco antes mencionadas. La Januká (‘consagración’) conmemora el triunfo
de los Macabeos sobre el rey sirio Antíoco IV Epífanes en el 165 a.C. y la consiguiente
construcción del segundo templo. La fiesta de Purim (‘porciones’, ‘suertes’) recuerda la
historia de la salvación de los judíos persas por Ester y por Mardoqueo (véase Ester). Se
celebra un mes antes de Pascua y se caracteriza porque en la sinagoga se lee el festivo
rollo de Ester (meguilá). El año litúrgico termina con cuatro días de ayuno en memoria del
asedio y la posterior destrucción de los dos templos, en los años 586 a.C. y 70 d.C. De
éstos, el más importante es el de Tishá be Av (noveno día del mes Av), día en el que los
dos templos fueron destruidos.
Ocasiones especiales
La comunidad judía también mantiene la observancia de los acontecimientos más
significativos dentro del ciclo de la vida. A los ocho días de haber nacido, los niños varones
son iniciados públicamente en la asamblea de Abraham por medio de la circuncisión (berit
milá). Los niños llegan a la madurez legal a los 13 años de edad, cuando asumen la
responsabilidad de mantener la observancia de los mandamientos (Bar Mitsvá) y son
llamados por primera vez para que lean la Torá en la sinagoga. Las niñas alcanzan la
madurez a los 12 años y, en las sinagogas modernas liberales, también leen la Torá (Bat
Mitsvá). Durante el siglo XIX, el movimiento modernista reformado instituyó la práctica de la
confirmación para los jóvenes, hombres y mujeres. La ceremonia se realiza durante
Shavuot, e implica la aceptación de la fe revelada en el Sinaí. El siguiente hito de
importancia en la vida de los judíos es el matrimonio (kidushín, ‘santificación’). Incluso en
los momentos de mayor alegría en sus vidas, los judíos recuerdan los sufrimientos de su
pueblo. Por eso, dentro de las siete bendiciones del matrimonio se incluyen rezos de
peticiones por la reconstrucción de Jerusalén y por el regreso de los judíos a Sión. Durante
los entierros judíos, la petición por la resurrección del muerto está incluida dentro de un rezo
en el que se pide por la redención de todo el pueblo judío. Los hombres judíos más
piadosos son enterrados con su talit.




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