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Los anteojos
Lo tomó en sus manos y sintió que era una caja para anteojos...
Hace unos doscientos años vivía en la ciudad de Lemberg (Polonia) una
conocida familia llamada Brill. Los lugareños solían contar que el
nombre de la familia estaba ligado a una historia muy extraña.
Esta es la historia.
Fue un día muy feliz para la familia cuando se vio bendecida con un
nuevo hijo varón. Los padres celebraron este feliz suceso de la manera
tradicional, con una fiesta llamada Shalom Zajar ("bienvenida al hijo
varón") el viernes por la noche antes de su Brit Milá (circuncisión) y,
por supuesto, con una ceremonia festiva de brit en el octavo día luego
del nacimiento; claro está, a ambos festejos asistieron los parientes y
vecinos.
Pero su regocijo duró muy poco, pues los padres pronto comenzaron a
notar que los hermosos ojos azules del bebé simplemente miraban sin ver.
Profundamente doloridos, se dieron cuenta de que su bebé era ciego.
Sin perder tiempo, pidieron el consejo de médicos expertos en
cuestiones del ojo pero, tristemente, nadie les podía ayudar; el bebé
nació ciego, y los médicos no conocían curación para su mal.
Los padres aceptaron la triste situación, y agradecieron a Di-s por
el bebé incluso si éste no podía ver. Volcaron todo su amor en el niño, y
se dedicaron plenamente a él.
Como desconocemos el nombre del niño, lo llamaremos Mijael.
Cuando Mijael tenía tres años, tuvo su fiesta de opsherenish (primer
corte de pelo), y su padre contrató un maestro para que comenzara a
enseñarle lo que cada niño judío debe aprender. Por supuesto, a Mijael
había que enseñarle todo de memoria, pues, como sabemos, no podía ver
como para leer de un libro.
Mijael era un muchacho brillante, ávido por aprender, y tenía una
memoria notable. Todo lo que su maestro le enseñaba lo absorbía de
inmediato y quedaba firmemente archivado en su mente.
Con el correr del tiempo, Mijael había memorizado todas las plegarias
del Sidur. Entonces pasó al estudio del Jumash (Pentateuco) y la
Mishná.
Cuando llegó a la edad de Bar Mitzvá, era tan hábil como cualquier
otro muchacho de su edad, y muchas veces hasta mejor. Y siempre estaba
ávido por aprender más.
En su hogar, Mijael podía reconocer cada artículo y dónde estaba.
Cualquiera que lo observara no podría sospechar que Mijael fuera ciego.
Cuando salía de la casa, sin embargo, su hermano menor lo sujetaba del
brazo para guiarlo. Mijael era muy conocido y todos lo saludaban de
manera muy amistosa. El, a su vez, siempre respondía con un saludo
alegre y una sonrisa cordial. Recordaba muchas voces y los nombres de
aquellos con los que se había encontrado apenas un par de veces, y solía
asombrarlos dirigiéndose a ellos por sus nombres.
Mijael sentía un amor especial por los libros. Aunque no podía leer
ninguno de ellos, solía acercarse con frecuencia a la biblioteca, ya sea
en su hogar o en el Beit HaMidrash (la Casa de Estudios), y extraer un
libro. Recorrería con sus dedos las tapas y las páginas interiores,
alisando con cariño alguna que encontrara arrugada, para finalmente
besarlo y devolverlo a su lugar.
Un día, Mijael pidió a su hermano que lo llevara al Beit HaMidrash
principal del pueblo, donde aún nunca había estado. Cuando los muchachos
entraron, el Rabí estaba en medio de una clase de Midrash. Mijael se
sentó cerca y escuchó atentamente. Podía seguir la lección, y ésta le
causó un inmenso placer. Después de la clase se unió a la gente en las
plegarias. Rezó con especial devoción, sintiéndose particularmente
agradecido a Di-s por permitirle estudiar Torá y recitar sus oraciones a
pesar de su desventaja.
Cuando todo la gente abandonó el Beit HaMidrash, Mijael no tenía
prisa alguna por irse y pidió a su hermano que lo condujera hasta la
biblioteca. El primer libro que tocó y extrajo era un grande y pesado
volumen. Lo sintió polvoriento -- señal de que no se lo había usado ya
hacía mucho tiempo. Le sacó el polvo y comenzó a dar vuelta las páginas
lenta y suavemente.
Repentinamente, el libro pareció abrirse sólo y Mijael sintió un
grueso objeto entre sus páginas. Lo tomó en sus manos y sintió que era
una caja para anteojos. Efectivamente, cuando la abrió, encontró en su
interior un par de anteojos.
Mijael los montó sobre su nariz, curioso por saber qué sentía la
gente cuando usaba anteojos. No bien hubo ajustado los anteojos a su
nariz que, ¡oh sorpresa! ¡La oscuridad desapareció milagrosamente, y
todo se iluminó con una llamarada de luz!
¡Podía ver!
Vio la caja de los anteojos y el libro que sostenía en sus manos;
contempló de una mirada todo el Beit HaMidrash, la bimá (mesa donde se
lee la Torá) y el Arca Santa; y allí, en el otro extremo del banco, vio a
su querido hermano menor enfrascado en un libro, como si nada hubiera
sucedido.
"¡Debo estar soñando!", pensó Mijael. Pero sabía que no era ningún sueño.
Esto era demasiado como para absorberlo de golpe. Se sacó rápidamente
los anteojos, ¡e inmediatamente todo volvió a la oscuridad!
Mijael puso los anteojos de vuelta en la caja, y la guardó en su
bolsillo. Luego devolvió el pesado libro al estante y pidió a su hermano
que lo llevara de regreso a casa.
Mientras caminaban por la calle, tomados del brazo, su hermano le preguntó:
"¿Tienes frío, Mijael?"
"No. ¿Por qué me lo preguntas?"
"Estás temblando".
Mijael no respondió. Estaba muy aturdido, temiendo decir cualquier cosa.
Necesitaba tiempo para pensar.
Cuando llegaron a casa, la familia notó que Mijael estaba inquieto por algo. Le preguntaron qué pasaba, pero él respondió:
"Todo está en orden, gracias a Di-s".
Pero cuando se sentaron alrededor de la mesa, y vieron que sus manos
temblaban, y que su rostro estaba pálido y serio --tan diferente de su
usual personalidad alegre-- sus padres se sintieron preocupados. Sin
embargo, no volvieron a insistir en el tema, seguros de que Mijael
eventualmente les contaría qué lo perturbaba.
Después de que todos se retiraron a dormir y Mijael quedó solo,
extrajo cuidadosamente los anteojos y los puso sobre su nariz.
¡Nuevamente se abrió ante él un mundo nítido! Mijael supo que no estaba
soñando.
Durante varios días Mijael continuó guardando para sí el secreto de
los maravillosos anteojos. Finalmente, decidió que no tenía sentido
ocultar a su familia la maravilla del brillante y hermoso mundo que los
prodigiosos anteojos habían abierto ante él.
Al principio, la familia no podía creer que semejante milagro hubiera
sucedido, y supuso que quizás la imaginación de Mijael le estaba
jugando algún truco. Pero cuando Mijael demostró que realmente veía todo
muy claramente y con lujo de detalles, como cualquier persona de vista
normal, la familia se sintió, por supuesto, alborozada más allá de toda
descripción.
Mijael vestía ahora los anteojos todo el tiempo. Temía sacárselos, no
fuera que, por algún percance, la cualidad milagrosa de los anteojos se
terminara.
Mijael comenzó ahora a aprender a leer letra por letra y palabra por
palabra. Como ya sabía todas las plegarias de memoria, aprender a leer
le resultó fácil. Del mismo modo también aprendió rápidamente a leer el
jumash y el comentario de Rashi, y todos los demás textos sagrados que
había estudiado de memoria. No dejaba de sentirse emocionado.
El rumor acerca de la milagrosa recuperación de su vista mediante un
par de maravillosos anteojos corrió rápidamente y se convirtió en la
conversación de todo el vecindario.
La gente estaba ansiosa por verlo, y a duras penas podía creer lo que
veía cuando lo observaba caminando por las calle por sí mismo, o lo
encontraba estudiando de los libros santos en el Beit HaMidrash, con
esos milagrosos anteojos descansando cómodamente sobre su nariz. Todos
concordaban en que Mijael era la persona más digna para merecer
semejante milagro.
Mijael, es de comprender, se sintió atraído hacia aquel grueso libro
sagrado que había alojado los anteojos milagrosos durante tanto tiempo.
Ahora podía leer sus páginas sin dificultad, pero le resultó difícil
comprender su contenido. Faltaban la página titular y algunas de las
primeras, de modo que nunca supo quién fue su autor. Ni supo tampoco si
los anteojos pertenecieron a éste, o a algún otro santo tzadik que
estudió esta obra.
Mijael preguntó a los más ancianos judíos que vio en el Beit
HaMidrash si tenían alguna idea acerca de a quién podrían haber
pertenecido los anteojos, pero todos se encogieron de hombros y
sacudieron la cabeza en negativa.
Pronto, la gente comenzó a llamarlo "Mijael Brilen", pues con mucha frecuencia se lo había oído preguntar:
"¡Quizás reconoce usted estos brilen?" Brilen, en Idish, significa
"anteojos". Con el paso del tiempo, se convirtió en el nombre de la
familia de Mijael, en forma abreviada -- Brill.
Mijael tomó la firme resolución de que pondría su máximo empeño en
ser digno del regalo de Di-s, el don de la vista, y se consagró
totalmente al estudio de la Torá y a cumplir mitzvot con verdadero
regocijo.
Cuando cumplió los dieciocho años, aceptó la propuesta de uno de los
más destacados miembros de la comunidad, un adinerado comerciante y
erudito de Torá, de convertirse en su yerno. Mijael y su novia muy
pronto estaban felizmente casados.
Según se acordó de antemano, la joven pareja fue totalmente mantenida
por el suegro de Mijael durante varios años, a fin de permitirle
dedicarse al estudio de la Torá sin tener que preocuparse por el
sustento.
Más tarde, a medida de que la familia de Mijael comenzó a crecer, se
unió a su suegro en los negocios. Mijael tuvo mucho éxito también en
este campo, y se sentía feliz de poder dar mucha tzedaká (caridad) y
ayudar a los necesitados de muchas otras maneras.
Mijael Brill llegó a una muy avanzada vejez y dejó tras de sí un buen
nombre, con una considerable fortuna para sus herederos y para
instituciones de Torá y tzedaká.
Después de culminada la semana de shivá (los siete días de duelo),
los herederos se sentaron a repartir la herencia. Todo se arregló rápida
y suavemente... hasta que surgió el problema:
¿Quién heredaría los milagrosos anteojos del padre?
Los hermanos comenzaron a ofertar por ellos, y pronto cada uno
ofrecía agitadamente una suma mayor al anterior, hasta que uno ofreció
toda su parte de la herencia por los anteojos. Pero entonces otro de los
hermanos igualó la oferta, y luego un tercero...
Entretanto, los anteojos pasaron de mano en mano, y entonces, en
medio de la excitación... ¡alguien dejó caer accidentalmente los
anteojos y las lentes se quebraron en numerosos pedazos!
El problema ahora estaba resuelto: cada uno recibió un trozo de los maravillosos anteojos de su padre.
conocida familia llamada Brill. Los lugareños solían contar que el
nombre de la familia estaba ligado a una historia muy extraña.
Esta es la historia.
Fue un día muy feliz para la familia cuando se vio bendecida con un
nuevo hijo varón. Los padres celebraron este feliz suceso de la manera
tradicional, con una fiesta llamada Shalom Zajar ("bienvenida al hijo
varón") el viernes por la noche antes de su Brit Milá (circuncisión) y,
por supuesto, con una ceremonia festiva de brit en el octavo día luego
del nacimiento; claro está, a ambos festejos asistieron los parientes y
vecinos.
Pero su regocijo duró muy poco, pues los padres pronto comenzaron a
notar que los hermosos ojos azules del bebé simplemente miraban sin ver.
Profundamente doloridos, se dieron cuenta de que su bebé era ciego.
Sin perder tiempo, pidieron el consejo de médicos expertos en
cuestiones del ojo pero, tristemente, nadie les podía ayudar; el bebé
nació ciego, y los médicos no conocían curación para su mal.
Los padres aceptaron la triste situación, y agradecieron a Di-s por
el bebé incluso si éste no podía ver. Volcaron todo su amor en el niño, y
se dedicaron plenamente a él.
Como desconocemos el nombre del niño, lo llamaremos Mijael.
Cuando Mijael tenía tres años, tuvo su fiesta de opsherenish (primer
corte de pelo), y su padre contrató un maestro para que comenzara a
enseñarle lo que cada niño judío debe aprender. Por supuesto, a Mijael
había que enseñarle todo de memoria, pues, como sabemos, no podía ver
como para leer de un libro.
Mijael era un muchacho brillante, ávido por aprender, y tenía una
memoria notable. Todo lo que su maestro le enseñaba lo absorbía de
inmediato y quedaba firmemente archivado en su mente.
Con el correr del tiempo, Mijael había memorizado todas las plegarias
del Sidur. Entonces pasó al estudio del Jumash (Pentateuco) y la
Mishná.
Cuando llegó a la edad de Bar Mitzvá, era tan hábil como cualquier
otro muchacho de su edad, y muchas veces hasta mejor. Y siempre estaba
ávido por aprender más.
En su hogar, Mijael podía reconocer cada artículo y dónde estaba.
Cualquiera que lo observara no podría sospechar que Mijael fuera ciego.
Cuando salía de la casa, sin embargo, su hermano menor lo sujetaba del
brazo para guiarlo. Mijael era muy conocido y todos lo saludaban de
manera muy amistosa. El, a su vez, siempre respondía con un saludo
alegre y una sonrisa cordial. Recordaba muchas voces y los nombres de
aquellos con los que se había encontrado apenas un par de veces, y solía
asombrarlos dirigiéndose a ellos por sus nombres.
Mijael sentía un amor especial por los libros. Aunque no podía leer
ninguno de ellos, solía acercarse con frecuencia a la biblioteca, ya sea
en su hogar o en el Beit HaMidrash (la Casa de Estudios), y extraer un
libro. Recorrería con sus dedos las tapas y las páginas interiores,
alisando con cariño alguna que encontrara arrugada, para finalmente
besarlo y devolverlo a su lugar.
Un día, Mijael pidió a su hermano que lo llevara al Beit HaMidrash
principal del pueblo, donde aún nunca había estado. Cuando los muchachos
entraron, el Rabí estaba en medio de una clase de Midrash. Mijael se
sentó cerca y escuchó atentamente. Podía seguir la lección, y ésta le
causó un inmenso placer. Después de la clase se unió a la gente en las
plegarias. Rezó con especial devoción, sintiéndose particularmente
agradecido a Di-s por permitirle estudiar Torá y recitar sus oraciones a
pesar de su desventaja.
Cuando todo la gente abandonó el Beit HaMidrash, Mijael no tenía
prisa alguna por irse y pidió a su hermano que lo condujera hasta la
biblioteca. El primer libro que tocó y extrajo era un grande y pesado
volumen. Lo sintió polvoriento -- señal de que no se lo había usado ya
hacía mucho tiempo. Le sacó el polvo y comenzó a dar vuelta las páginas
lenta y suavemente.
Repentinamente, el libro pareció abrirse sólo y Mijael sintió un
grueso objeto entre sus páginas. Lo tomó en sus manos y sintió que era
una caja para anteojos. Efectivamente, cuando la abrió, encontró en su
interior un par de anteojos.
Mijael los montó sobre su nariz, curioso por saber qué sentía la
gente cuando usaba anteojos. No bien hubo ajustado los anteojos a su
nariz que, ¡oh sorpresa! ¡La oscuridad desapareció milagrosamente, y
todo se iluminó con una llamarada de luz!
¡Podía ver!
Vio la caja de los anteojos y el libro que sostenía en sus manos;
contempló de una mirada todo el Beit HaMidrash, la bimá (mesa donde se
lee la Torá) y el Arca Santa; y allí, en el otro extremo del banco, vio a
su querido hermano menor enfrascado en un libro, como si nada hubiera
sucedido.
"¡Debo estar soñando!", pensó Mijael. Pero sabía que no era ningún sueño.
Esto era demasiado como para absorberlo de golpe. Se sacó rápidamente
los anteojos, ¡e inmediatamente todo volvió a la oscuridad!
Mijael puso los anteojos de vuelta en la caja, y la guardó en su
bolsillo. Luego devolvió el pesado libro al estante y pidió a su hermano
que lo llevara de regreso a casa.
Mientras caminaban por la calle, tomados del brazo, su hermano le preguntó:
"¿Tienes frío, Mijael?"
"No. ¿Por qué me lo preguntas?"
"Estás temblando".
Mijael no respondió. Estaba muy aturdido, temiendo decir cualquier cosa.
Necesitaba tiempo para pensar.
Cuando llegaron a casa, la familia notó que Mijael estaba inquieto por algo. Le preguntaron qué pasaba, pero él respondió:
"Todo está en orden, gracias a Di-s".
Pero cuando se sentaron alrededor de la mesa, y vieron que sus manos
temblaban, y que su rostro estaba pálido y serio --tan diferente de su
usual personalidad alegre-- sus padres se sintieron preocupados. Sin
embargo, no volvieron a insistir en el tema, seguros de que Mijael
eventualmente les contaría qué lo perturbaba.
Después de que todos se retiraron a dormir y Mijael quedó solo,
extrajo cuidadosamente los anteojos y los puso sobre su nariz.
¡Nuevamente se abrió ante él un mundo nítido! Mijael supo que no estaba
soñando.
Durante varios días Mijael continuó guardando para sí el secreto de
los maravillosos anteojos. Finalmente, decidió que no tenía sentido
ocultar a su familia la maravilla del brillante y hermoso mundo que los
prodigiosos anteojos habían abierto ante él.
Al principio, la familia no podía creer que semejante milagro hubiera
sucedido, y supuso que quizás la imaginación de Mijael le estaba
jugando algún truco. Pero cuando Mijael demostró que realmente veía todo
muy claramente y con lujo de detalles, como cualquier persona de vista
normal, la familia se sintió, por supuesto, alborozada más allá de toda
descripción.
Mijael vestía ahora los anteojos todo el tiempo. Temía sacárselos, no
fuera que, por algún percance, la cualidad milagrosa de los anteojos se
terminara.
Mijael comenzó ahora a aprender a leer letra por letra y palabra por
palabra. Como ya sabía todas las plegarias de memoria, aprender a leer
le resultó fácil. Del mismo modo también aprendió rápidamente a leer el
jumash y el comentario de Rashi, y todos los demás textos sagrados que
había estudiado de memoria. No dejaba de sentirse emocionado.
El rumor acerca de la milagrosa recuperación de su vista mediante un
par de maravillosos anteojos corrió rápidamente y se convirtió en la
conversación de todo el vecindario.
La gente estaba ansiosa por verlo, y a duras penas podía creer lo que
veía cuando lo observaba caminando por las calle por sí mismo, o lo
encontraba estudiando de los libros santos en el Beit HaMidrash, con
esos milagrosos anteojos descansando cómodamente sobre su nariz. Todos
concordaban en que Mijael era la persona más digna para merecer
semejante milagro.
Mijael, es de comprender, se sintió atraído hacia aquel grueso libro
sagrado que había alojado los anteojos milagrosos durante tanto tiempo.
Ahora podía leer sus páginas sin dificultad, pero le resultó difícil
comprender su contenido. Faltaban la página titular y algunas de las
primeras, de modo que nunca supo quién fue su autor. Ni supo tampoco si
los anteojos pertenecieron a éste, o a algún otro santo tzadik que
estudió esta obra.
Mijael preguntó a los más ancianos judíos que vio en el Beit
HaMidrash si tenían alguna idea acerca de a quién podrían haber
pertenecido los anteojos, pero todos se encogieron de hombros y
sacudieron la cabeza en negativa.
Pronto, la gente comenzó a llamarlo "Mijael Brilen", pues con mucha frecuencia se lo había oído preguntar:
"¡Quizás reconoce usted estos brilen?" Brilen, en Idish, significa
"anteojos". Con el paso del tiempo, se convirtió en el nombre de la
familia de Mijael, en forma abreviada -- Brill.
Mijael tomó la firme resolución de que pondría su máximo empeño en
ser digno del regalo de Di-s, el don de la vista, y se consagró
totalmente al estudio de la Torá y a cumplir mitzvot con verdadero
regocijo.
Cuando cumplió los dieciocho años, aceptó la propuesta de uno de los
más destacados miembros de la comunidad, un adinerado comerciante y
erudito de Torá, de convertirse en su yerno. Mijael y su novia muy
pronto estaban felizmente casados.
Según se acordó de antemano, la joven pareja fue totalmente mantenida
por el suegro de Mijael durante varios años, a fin de permitirle
dedicarse al estudio de la Torá sin tener que preocuparse por el
sustento.
Más tarde, a medida de que la familia de Mijael comenzó a crecer, se
unió a su suegro en los negocios. Mijael tuvo mucho éxito también en
este campo, y se sentía feliz de poder dar mucha tzedaká (caridad) y
ayudar a los necesitados de muchas otras maneras.
Mijael Brill llegó a una muy avanzada vejez y dejó tras de sí un buen
nombre, con una considerable fortuna para sus herederos y para
instituciones de Torá y tzedaká.
Después de culminada la semana de shivá (los siete días de duelo),
los herederos se sentaron a repartir la herencia. Todo se arregló rápida
y suavemente... hasta que surgió el problema:
¿Quién heredaría los milagrosos anteojos del padre?
Los hermanos comenzaron a ofertar por ellos, y pronto cada uno
ofrecía agitadamente una suma mayor al anterior, hasta que uno ofreció
toda su parte de la herencia por los anteojos. Pero entonces otro de los
hermanos igualó la oferta, y luego un tercero...
Entretanto, los anteojos pasaron de mano en mano, y entonces, en
medio de la excitación... ¡alguien dejó caer accidentalmente los
anteojos y las lentes se quebraron en numerosos pedazos!
El problema ahora estaba resuelto: cada uno recibió un trozo de los maravillosos anteojos de su padre.
Discusión (26)
17 Octubre, 2016
Quien estudia torah ve aunque sea ciego
La torah da luz al que anda en oscuridad y
permite ver a los ciegos, y Mijael tuvo la experiencia de experimental
la luz que abre los ojos del alma y asi mismo de su ser.
permite ver a los ciegos, y Mijael tuvo la experiencia de experimental
la luz que abre los ojos del alma y asi mismo de su ser.
Ariel
6 Enero, 2016
Sin comentarios. Todo o que pueda decir sera poco para alabar la grandeza del Padre.
Manuel Henriquez
Venezuela
Venezuela
30 Diciembre, 2015
REALMENTE MARAVILLOSO.
Una historia para tenerla muy en cuenta!!!
Dios 3esta atento a todo y jamas se equivoca!!! El sabe lo que va a
hacer, en el momento justo y sin equivocarse ni herrarle a nada!!! Dios
es lo mas grande que pudo existir en el universo!!! POR ALGO ES DIOS!!!
El esta atento a todo, ABSOLUTAMENTE A TODO LO QUE OCURRA DENTRO DE SU
CRACION!!! Y JAMAS SE EQUIVOCA!!! Muchas gracias por esta maravillosa
historia!!!!
Dios 3esta atento a todo y jamas se equivoca!!! El sabe lo que va a
hacer, en el momento justo y sin equivocarse ni herrarle a nada!!! Dios
es lo mas grande que pudo existir en el universo!!! POR ALGO ES DIOS!!!
El esta atento a todo, ABSOLUTAMENTE A TODO LO QUE OCURRA DENTRO DE SU
CRACION!!! Y JAMAS SE EQUIVOCA!!! Muchas gracias por esta maravillosa
historia!!!!
Anónimo
COMODORO RIVADAVIA -ARGENTINA
COMODORO RIVADAVIA -ARGENTINA
4 Septiembre, 2015
Brill
Es bellísima gracias por compartirla
Malka
Inglaterra España argentina
Inglaterra España argentina
13 Marzo, 2015
los anteojos
Que bonita historia de reflexión así como
en lo bueno como en la adversidad agradecer a DIOS por todo lo que nos
da. como he estado ciego esto me dice que si quiero ver solo el libro
sagrado puede quitar el velo y darme luz dentro de este camino de
oscuridad
en lo bueno como en la adversidad agradecer a DIOS por todo lo que nos
da. como he estado ciego esto me dice que si quiero ver solo el libro
sagrado puede quitar el velo y darme luz dentro de este camino de
oscuridad
JOEL GARCIA
México d,f
México d,f
22 Enero, 2015
los anteojos
Toda raba por compartir uns bella historia
que lleva a la reflexion de ser siempre agradecidos con EL CREADOR por
lo que nos da por que todo es para bien.
Saludos y bendiciones
que lleva a la reflexion de ser siempre agradecidos con EL CREADOR por
lo que nos da por que todo es para bien.
Saludos y bendiciones
Abigail
mexico
mexico
7 Julio, 2014
Gracias
Esto no fue un simple "ver", fue la mismisima luz de D-OS que le permitio ser. Gracias por compartir.
Rafael Talavera
Mexico
Mexico
13 Junio, 2014
Los anteojos
Historias que nos hace reflexionar acerca
de lo maravilloso de la imaginación y la reflexión profunda que tiene
para nuestras vidas, de leer y comprender la Tora.
Agradecer a Di-s por la vista, por que el es bueno y para siempre es su misericordia.
Hashem,
que hizo los cielos y la tierra, estas historias lo voy a compartir con
mis hijos o tal vez le haga hacer el Bar Mitzva. Bendito sea el pueblo
de Israel, Di-s bendiga a la nación santa de Israel.
de lo maravilloso de la imaginación y la reflexión profunda que tiene
para nuestras vidas, de leer y comprender la Tora.
Agradecer a Di-s por la vista, por que el es bueno y para siempre es su misericordia.
Hashem,
que hizo los cielos y la tierra, estas historias lo voy a compartir con
mis hijos o tal vez le haga hacer el Bar Mitzva. Bendito sea el pueblo
de Israel, Di-s bendiga a la nación santa de Israel.
Tadeo Vera
Puno
Puno
27 Mayo, 2014
la aucencia de luz
Desde q comense a leer me lleno de
intriga, su condicion de ciego luego su desenpeño comenso a llenarme d
alegria hasta encontrar loa ante ojos. No podia parar de llorar al darme
cuenta cuan siegos estubimo o estamos en ocaciones en lo cuales no
podemos ves las cosas mas simples y sublime nunca olvidemos la humildad y
el gradecimiento a hashem.shalom
intriga, su condicion de ciego luego su desenpeño comenso a llenarme d
alegria hasta encontrar loa ante ojos. No podia parar de llorar al darme
cuenta cuan siegos estubimo o estamos en ocaciones en lo cuales no
podemos ves las cosas mas simples y sublime nunca olvidemos la humildad y
el gradecimiento a hashem.shalom
hecto
puerto rico
puerto rico
24 Enero, 2014
Los ojos del alma
Mijael, desde muy chico, fue diferente, se
abrio a la Tora a pesar de su ceguera. Vencio con dedicacion, esfuerzo,
amor y alegria, su propia limitacion fisca, la cual solo lo hacia
depender infimamente de otros ( caminar por las calles). Su premio
llego, pues cuando el estuvo listo El le envio los anteojos, porque
merecia ver con ojos fisicos y seguir aprendiendo los caminos de la
Tora. Hermosisima historia, generosa y amorosa hasta en el fin donde
cada hijo pudo tener un pedacito de los cristales..
abrio a la Tora a pesar de su ceguera. Vencio con dedicacion, esfuerzo,
amor y alegria, su propia limitacion fisca, la cual solo lo hacia
depender infimamente de otros ( caminar por las calles). Su premio
llego, pues cuando el estuvo listo El le envio los anteojos, porque
merecia ver con ojos fisicos y seguir aprendiendo los caminos de la
Tora. Hermosisima historia, generosa y amorosa hasta en el fin donde
cada hijo pudo tener un pedacito de los cristales..
Debora Hambo
Argentina
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