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“Convocaron el Sanedrín”
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“Convocaron el Sanedrín”
La Atalaya 2006
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Los orígenes del Sanedrín
Equilibrio de poderes
Los miembros del tribunal
Jurisdicción y autoridad
Juicios de Jesús y de sus discípulos
Juicio divino
“Convocaron el Sanedrín”
EL SUMO SACERDOTE y los gobernantes de los judíos no sabían qué hacer. ¿Cómo iban a sofocar todo aquel revuelo surgido en torno a Jesucristo? Habían conseguido que lo ejecutaran, pero ahora sus discípulos estaban esparciendo por toda Jerusalén la noticia de su resurrección. ¿Habría alguna manera de acallarlos? A fin de encontrar una solución, el sumo sacerdote y sus ayudantes “convocaron el Sanedrín”, el tribunal supremo del pueblo judío (Hechos 5:21).
En el Israel del siglo primero, el procurador romano Poncio Pilato era la máxima autoridad. Por lo tanto, surgen las siguientes preguntas: ¿Qué relación existía entre este y el Sanedrín? ¿Cuáles eran sus respectivas competencias? ¿Quiénes componían ese tribunal? ¿Y cómo funcionaba?
Los orígenes del Sanedrín
La palabra griega que se traduce “Sanedrín” significa literalmente “acción de sentarse juntos”. Se trata de un término bastante amplio utilizado para referirse a una asamblea o reunión. Y en la tradición judía, por lo general designaba un tribunal religioso.
En el Talmud (obra que se compiló durante los siglos que siguieron a la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era) se presenta al Sanedrín como una institución antigua. Según sus escritores, siempre estuvo compuesto por un grupo de eruditos que se reunían para debatir diversos aspectos de la ley judía. También sostenían que su origen se remontaba a los tiempos de Moisés, cuando este convocaba a los 70 ancianos que le ayudaban a dirigir la nación de Israel (Números 11:16, 17). Sin embargo, los historiadores no opinan lo mismo. Afirman que no surgió algo parecido al Sanedrín del siglo primero hasta la época en que Israel estuvo bajo dominio persa. Además, declaran que el concepto que los talmudistas tenían de esta institución como una reunión de eruditos se asemeja más a las asambleas rabínicas de los siglos II y III de nuestra era que al Sanedrín de los días de Jesús. Entonces, ¿cuáles fueron los orígenes de este tribunal?
La Biblia indica que los exiliados de Babilonia que regresaron a Judá en el año 537 antes de nuestra era se reorganizaron como nación. Es posible que los príncipes, ancianos, nobles y gobernantes diputados que mencionan Nehemías y Esdras constituyeran la base del futuro Sanedrín (Esdras 10:8; Nehemías 5:7).
Los años transcurridos desde que se terminaron las Escrituras Hebreas hasta que se compuso el Evangelio de Mateo fueron muy turbulentos para la nación judía. En el año 332 antes de nuestra era, Alejandro Magno se apoderó de Judea. Tras la muerte de Alejandro, el territorio judío llegó a estar bajo el dominio de dos de los reinos helénicos en que se fragmentó su imperio: primero los Tolomeos, y después los Seléucidas. Es en tiempos de la dominación seléucida —que empezó en el año 198 antes de nuestra era— cuando encontramos la primera referencia a un senado de los judíos. Este consejo probablemente tenía poderes limitados, pero les daba a los judíos la impresión de que tenían su propio gobierno.
En el año 167 antes de nuestra era, en un intento de imponer la cultura griega a los judíos, el rey seléucida Antíoco IV Epífanes profanó el templo de Jerusalén ofreciendo un cerdo a Zeus en el altar. Este acto causó una revuelta, dirigida por los Macabeos, que acabó con el dominio seléucida y llevó al poder a la dinastía de los Asmoneos.* Por su parte, los escribas y los fariseos —líderes de las masas que apoyaron la revuelta— aprovecharon la ocasión para conseguir más peso en el gobierno, lo cual supuso que la clase sacerdotal perdiera parte de su autoridad.
El Sanedrín, tal como se describe en las Escrituras Griegas, empezaba a tomar forma. Con el tiempo se convertiría en un consejo administrativo nacional y un tribunal supremo especializado en la interpretación de la ley judía.
Equilibrio de poderes
En el siglo primero, Judea era una provincia del Imperio romano. Aun así, los judíos gozaban de cierta libertad, pues era práctica habitual de Roma conceder bastante autonomía a los pueblos sometidos. Por eso, los procuradores romanos no solían entrometerse en las labores de los tribunales locales, y así evitaban los problemas que pudieran surgir debido a diferencias culturales. Como su objetivo era mantener la paz y ganarse la lealtad de los súbditos locales, les permitían conservar sus propias costumbres y gobernarse prácticamente por sí mismos. Aparte de nombrar y destituir al sumo sacerdote —que era el presidente del Sanedrín— y de recaudar impuestos, los romanos solo intervenían en los asuntos judíos cuando su propia soberanía e intereses lo exigían. De igual modo, parece que se reservaban el derecho de ejecutar la pena capital, como se evidenció en el caso del juicio de Jesús (Juan 18:31).
Así pues, el Sanedrín se ocupaba de la mayor parte de los asuntos internos del pueblo judío. Incluso disponía de oficiales para efectuar arrestos (Juan 7:32). Por su parte, los tribunales inferiores juzgaban delitos menores y casos civiles sin que los romanos intervinieran. Y cuando no alcanzaban un veredicto, transferían el caso al Sanedrín, cuyas sentencias eran inapelables.
A fin de conservar sus privilegios, el Sanedrín debía mantener la paz y apoyar al gobierno romano. Sin embargo, si los romanos sospechaban que había delitos políticos implicados, intervenían como estimaban conveniente. Eso fue lo que ocurrió, por ejemplo, cuando arrestaron al apóstol Pablo (Hechos 21:31-40).
Los miembros del tribunal
El Sanedrín constaba de 71 miembros: el sumo sacerdote y 70 hombres prominentes de la nación. En tiempos de los romanos, lo componían tres grupos: la aristocracia sacerdotal (fundamentalmente saduceos), la aristocracia laica y los instruidos escribas del grupo de los fariseos. La aristocracia sacerdotal, apoyada por la nobleza laica, estaba al frente del tribunal.* Los saduceos eran conservadores, mientras que los fariseos eran liberales y, en su gran mayoría, plebeyos con mucha influencia sobre el pueblo. Según el historiador Josefo, los saduceos se plegaban a las exigencias de los fariseos, a veces a regañadientes. Por eso, Pablo pudo sacar partido de la rivalidad y las diferencias doctrinales de estas dos facciones para defenderse ante el Sanedrín (Hechos 23:6-9).
En vista del carácter aristocrático del Sanedrín, es probable que sus integrantes ocuparan el cargo de por vida y que los nuevos miembros fueran escogidos por los que ya lo eran. De acuerdo con la Misná, las vacantes debían llenarse con “los sacerdotes, los levitas y los israelitas que [podían] casar a sus hijas con miembros del grupo sacerdotal”. Estos últimos eran judíos que podían presentar un registro genealógico que probase la pureza de su origen. Dado que este alto tribunal supervisaba el sistema judicial de toda la nación, parece lógico suponer que los jueces que se hubieran labrado una buena reputación en los tribunales inferiores pudieran aspirar a formar parte del Sanedrín.
Jurisdicción y autoridad
El Sanedrín era muy respetado por los judíos, y los jueces de los tribunales inferiores estaban obligados a acatar sus sentencias bajo pena de muerte. Las competencias del tribunal supremo tenían que ver principalmente con los requisitos del sacerdocio y los asuntos relacionados con Jerusalén y su templo, así como con la adoración que allí se realizaba. En sentido estricto, la jurisdicción civil del Sanedrín se limitaba a Judea. No obstante, como estaba considerado la máxima autoridad en la interpretación de la Ley, sus decisiones tenían peso moral en todas las comunidades judías. Recordemos, por ejemplo, que el sumo sacerdote y su consejo ordenaron a los líderes de las sinagogas de Damasco que colaboraran en la detención de los discípulos de Cristo (Hechos 9:1, 2; 22:4, 5; 26:12). Del mismo modo, es de suponer que los judíos que viajaran a Jerusalén para las fiestas llevarían de vuelta a casa las noticias de las últimas sentencias del Sanedrín.
De acuerdo con la Misná, el Sanedrín era el único tribunal con autoridad para atender asuntos de importancia nacional, tratar con jueces que cuestionaban sus decisiones y juzgar a falsos profetas. Así pues, Jesús y Esteban comparecieron ante el Sanedrín acusados de blasfemar; Pedro y Juan, de subvertir el orden social; y Pablo, de profanar el templo (Marcos 14:64; Hechos 4:15-17; 6:11; 23:1; 24:6).
Juicios de Jesús y de sus discípulos
Con excepción de los sábados y los días sagrados, el Sanedrín se juntaba todos los días en su sala de reuniones. Las sesiones se extendían desde la hora del sacrificio matinal hasta la ofrenda de la tarde, así que solo se celebraban juicios durante el día. Además, como las sentencias de muerte no se dictaban el mismo día del juicio, sino el siguiente, estos casos no se juzgaban la víspera de un sábado ni de una fiesta. También se advertía seriamente a los testigos sobre la gravedad de derramar sangre inocente. En vista de lo anterior, fue ilegal condenar a Jesús en un juicio nocturno celebrado en la casa de Caifás la víspera de una fiesta. Peor aún, los propios jueces buscaron testigos falsos y convencieron a Pilato para que ordenara la ejecución de Jesús (Mateo 26:57-59; Juan 11:47-53; 19:31).
De acuerdo con el Talmud, los juicios que implicaban la pena de muerte no se celebraban de forma apresurada, pues los jueces hacían todo lo posible por salvar al acusado. Sin embargo, Esteban —al igual que Jesús antes que él— no tuvo un juicio de este tipo, ya que fue apedreado por una multitud inmediatamente después de presentar su defensa ante el Sanedrín. El apóstol Pablo habría muerto en las mismas circunstancias, si no hubiera sido por la intervención de los romanos. De hecho, fueron los propios jueces del Sanedrín quienes conspiraron para matarlo (Hechos 6:12; 7:58; 23:6-15).
No obstante, al parecer algunos miembros del Sanedrín sí tenían principios. Es posible que el joven gobernante judío que abordó a Jesús perteneciera a este alto tribunal. Y aunque sus riquezas fueron un obstáculo insalvable para él, debió de tener buenas cualidades, pues Jesús lo invitó a ser su seguidor (Mateo 19:16-22; Lucas 18:18, 22).
El temor a lo que otros jueces pensaran pudo ser la razón por la que Nicodemo —“un gobernante de los judíos”— visitó a Jesús al amparo de la noche. Aun así, lo defendió ante el Sanedrín con este argumento: “Nuestra ley no juzga a un hombre a menos que primero haya oído de parte de él y llegado a saber lo que hace, ¿verdad?”. Además, tras la muerte de Jesús, donó “un rollo de mirra y áloes” con el fin de preparar el cuerpo para su entierro (Juan 3:1, 2; 7:51, 52; 19:39).
José de Arimatea, quien también formaba parte del Sanedrín, tuvo el valor de pedir a Pilato el cuerpo de Jesús para enterrarlo en una tumba nueva de su propiedad. José “esperaba el reino de Dios”, aunque por temor a los judíos no se identificaba como discípulo de Jesús. Con todo, hay que decir en su favor que no apoyó con su voto el complot del Sanedrín para matar a Jesucristo (Marcos 15:43-46; Mateo 27:57-60; Lucas 23:50-53; Juan 19:38).
Otro miembro del Sanedrín llamado Gamaliel aconsejó con sensatez a sus compañeros que dejaran de hostigar a los discípulos de Jesús. “De otro modo —dijo—, quizás se les halle a ustedes luchadores realmente contra Dios.” (Hechos 5:34-39.) ¿Qué era lo que impedía al tribunal supremo darse cuenta de que Jesús y sus discípulos contaban con el respaldo divino? En vez de creer en los milagros del Hijo de Dios, los miembros del Sanedrín razonaron: “¿Qué hemos de hacer, porque este hombre ejecuta muchas señales? Si lo dejamos así, todos pondrán fe en él, y los romanos vendrán y nos quitarán nuestro lugar así como nuestra nación” (Juan 11:47, 48). En efecto, su ambición de poder les cegó el juicio. De igual modo, en vez de alegrarse por las curaciones que efectuaban los discípulos de Jesús, “se levantaron llenos de celos” (Hechos 5:17). Tenían que ser jueces justos y temerosos de Dios, pero en lugar de eso se volvieron individuos corruptos y deshonestos (Éxodo 18:21; Deuteronomio 16:18-20).
Juicio divino
Los judíos desobedecieron la Ley de Dios y rechazaron al Mesías, por lo que fueron rechazados por Jehová y dejaron de ser su pueblo escogido. En el año 70 de nuestra era, los romanos destruyeron Jerusalén y su templo. De este modo, se derrumbó todo el sistema de cosas judío y, con el tiempo, desapareció el propio Sanedrín.
Jesucristo, el Juez nombrado por Jehová, será el que determine si hay algún miembro del Sanedrín del siglo primero que merezca ser resucitado, así como quiénes de entre sus integrantes pecaron contra el espíritu santo (Marcos 3:29; Juan 5:22). Y estamos seguros de que, a la hora de tomar sus decisiones, Jesús actuará con justicia perfecta (Isaías 11:3-5).
[Notas]
Hallará más información sobre los Macabeos y los Asmoneos en los números de La Atalaya del 15 de noviembre de 1998, págs. 21-24, y del 15 de junio de 2001, págs. 27-30.
Cuando la Biblia menciona a “los sacerdotes principales”, se refiere tanto al sumo sacerdote que estaba ejerciendo el cargo como a sus predecesores. La expresión también abarca a los miembros de las familias que cumplían los requisitos para ocupar puestos sacerdotales prominentes en el futuro (Mateo 21:15).
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