jueves, 22 de diciembre de 2016

Faraón - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Faraón



Faraón del Antiguo Egipto
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Titular

último

Cleopatra VII


Desde el 51 a. C. hasta el 30 a. C.


Designado por Hereditario
Duración Vitalicio o hasta su abdicación
Primer titular Narmer
Creación 3000 a. C
Sucedido por Valí de Egipto
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Faraón es la denominación bíblica (en hebreo, פרעה‎; en griego, φαραώ) dada al rey del Antiguo Egipto. Para los antiguos egipcios el primer faraón fue Narmer, denominado Menes por Manetón, quien gobernó hacia el año 3050 a. C. El último faraón fue una mujer: Cleopatra VII, de ascendencia helénica, que reinó del año 51 al 30 a. C.


Sin embargo, el título de "faraón", con su término egipcio pr ˤ3 (per aa), "casa grande", sólo debería utilizarse en puridad, cuando Egipto llegó a serlo de verdad, extendiendo su poder más allá de su territorio original, que se produjo solamente a partir del Imperio Nuevo, más específicamente, a mediados de la Dinastía XVIII, después del reinado de Hatshepsut.1


Los faraones fueron considerados seres casi divinos durante las primeras dinastías y eran identificados con el dios Horus. A partir de la dinastía V también eran «hijos del dios Ra». Normalmente no fueron deificados en vida. Era tras su muerte cuando el faraón se fusionaba con la deidad Osiris y adquiría la inmortalidad y una categoría divina, siendo entonces venerados como un dios más en los templos.



Índice

Etimología

Faraón deriva de la palabra egipcia Per-aa

O1

O29
, que significa "casa grande".
Per-aa era el nombre de la residencia real, pasando después a designar a la autoridad misma. En hebreo se dice פַּרְעֹה (Par-ó), que parece ser una versión del Per-aa egipcio, y Faraón es una deformación del hebreo, adoptado por los griegos como Φαραώ. Los escribas egipcios solían usar el término nesu (rey), neb (señor) o hemef
(majestad). Fue un término utilizado por el pueblo, nunca por los
propios faraones, y solo comenzaría a usarse a partir del reinado de Amenhotep III, en la primera mitad del siglo XIV a. C. Por tanto, podría decirse que la palabra "faraón" es relativamente moderna, y que solo abarcaría a la mitad de los monarcas que habitaron en el Valle del Nilo.


Historia


La sucesión de faraones y la historia del propio Egipto vienen
indisolublemente unidas y son tan complementarias entre sí que es
imposible desconocer una de ellas y ser experto en la otra. Tanto es así
que incluso en los periodos más críticos, cuando la anarquía reinaba en muchas zonas del país, siempre había, al menos, un faraón que afirmaba ser el legítimo gobernante de la caótica nación en su extensa totalidad.


El sacerdote egipcio Manetón, que vivió en la época de los primeros reyes Ptolomeos
(hacia el año 300 a. C.) recibió la orden real de redactar una historia
de Egipto. Y, dado que actualmente se conocen los nombres de más de
trescientos monarcas, es lógico que Manetón los agrupase en linajes o dinastías,
denominación que los historiadores siguen utilizando como válida.
Aunque es una gran desgracia para la historiografía que la obra de
Manetón se haya perdido, afortunadamente quedan algunos fragmentos
comentados por autores muy posteriores a él, que nos han permitido
delimitar las treinta dinastías en las que Manetón dividió la historia
de su longevo país.


Desde Menes,
3100 a. C., hasta el año 2600 a. C., la monarquía pasó por momentos de
debilidad y seguía siendo cuestionada por la nobleza local. Así, no es
de extrañar que en la dinastía II
los reyes perdieran notablemente el poder y tuvieran que hacer frente a
peligrosas revueltas que pusieron en peligro la estabilidad del país.

Reino Antiguo
Sería solo de 2600 a 2200 a. C. cuando se consolida la institución y los reyes pasan a ser monarcas absolutos con derecho divino. Es la época dorada de la monarquía egipcia, conocida por algunos como Imperio Antiguo (aunque en realidad la denominación de imperio solo le quepa al imperio nuevo o a lo sumo al Imperio Medio), que acabaría de forma trágica ante la debilidad de los últimos reyes de la dinastía VI, momento en el que una vez más la nobleza y los gobernadores de los nomos tomaron el poder surgiendo principados independientes. Heródoto comenta: «después de la muerte de Nitocris, el país se hunde en un estado de inestabilidad, confusión y caos», iniciándose el denominado primer periodo intermedio de Egipto.

Reino Medio
La situación tardaría más de un siglo y medio en restablecerse, y
pese a que nuevamente una dinastía de reyes fuertes asumiría el control
absoluto del país, con la dinastía XII, siguió existiendo el peligro constante de un golpe de Estado. Tanto es así que se sabe de, al menos, un monarca asesinado, Amenemhat I,
por unos ambiciosos nobles. La ligera estabilidad del llamado Reino
Medio estallaría de forma similar a la del Reino Antiguo, por la
debilidad de los monarcas y el creciente poder de las clases dirigentes
locales, a las que se añadiría la llegada a Egipto de pueblos cananeos, algunos de ellos violentos.

Imperio Nuevo
La siguiente etapa de calma y prosperidad no llegaría hasta el 1500 a. C., con el Imperio Nuevo, momento en el cual llegaron al poder los faraones mejor conocidos, que impulsaron la creación de un enorme imperio colonial en la Siria-Palestina (Canaán) y Kush (Nubia), entrando en contacto con los otros pueblos del Oriente Próximo.
Sin embargo, también estos reyes estuvieron acosados por un peligro que
hacía tambalear sus tronos, que en este caso fue el de los sacerdotes
de Amón, que habían adquirido mucho poder. El traslado de la capitalidad al Delta acabaría por convertir al Sumo sacerdote de Amón en rey independiente y daría al traste con la monarquía egipcia.

Periodo Tardío
Tras esta situación, Egipto no volvería a convertirse en un gran
imperio. Desde la toma del poder de los sacerdotes de Amón hasta la
llegada de una dinastía fuerte, la XXVI,
pasaron más de cuatrocientos críticos años en los que convivieron dos,
tres e incluso más faraones a un mismo tiempo, y el país fue invadido
por libios, nubios y asirios. La dinastía XXVI trató de recuperar el esplendor del Reino Antiguo, pero la inmediata conquista persa desbarataría todo.


Tras ello, los invasores aqueménidas, macedonios y lágidas (estos últimos pertenecen a la llamada dinastía Ptolemaica) trataron de adaptarse a las costumbres del país y aceptaron ser deificados en vida.

Periodo Greco-Romano
El último faraón egipcio reconocido como tal fue la legendaria reina Cleopatra. El último rey nativo, Nectanebo II había gobernado trescientos años antes, y los faraones ptolemaícos, de origen extranjero, se aislaron en Alejandría
y, aunque respetaron las tradiciones ancestrales del pueblo, no
tardaron en convertirlos en semi-esclavos. Por ello, no es de extrañar
que cuando Egipto pasó a formar parte del Imperio romano, los egipcios no dieran importancia al cambio: los verdaderos faraones habían abandonado a su país mucho tiempo atrás.


Símbolos del faraón

Coronas


Máscara del faraón Tutankamón, en la que el rey-niño aparece tocado con el Nemes.
Sin duda, el elemento del vestuario mejor conocido de los faraones
egipcios eran sus propias coronas, de las que existían numerosos
ejemplos. Las más comunes y mejor conocidas son:



Ilustración de un faraón portando la Doble Corona.
  • La Corona Hedjet o Corona Blanca, símbolo del Alto Egipto.
  • La Corona Desheret o Corona Roja, símbolo del Bajo Egipto.
  • La Corona Sejemty o Corona Doble, símbolo del Egipto unificado, es una superposición de las dos coronas anteriores.
  • La Corona Atef o Corona Osiriaca, presente en algunos rituales de carácter funerario. Precisamente, el culto funerario era la esfera de influencia del dios Osiris.
  • La Corona Jepresh o Corona Azul, de significado aún oscuro, pero muy utilizada a partir del Imperio Nuevo.
  • La Corona Shuty o Corona Emplumada, que con el tiempo pasó a ser utilizada por las Grandes Esposas Reales y por las Divinas Adoratrices.
  • La Corona Hemrem o Triple Atef, compuesta por tres coronas Atef y algunos complementos; parecía tener una función solar.

Cetros

También existían diversas variedades, cada una de ellas con una sutil
función que no hacía más que remarcar el poder del faraón sobre todo el
mundo civilizado. Los más frecuentes son:

  • El Cetro Nejej, símbolo antiquísimo del estado, tenía la
    forma de un flagelo o mayal. Era muy utilizado en las ceremonias, y
    aparece con mucha frecuencia asociado al dios Osiris.
  • El Cetro Heka es el eterno acompañante del Nejej. Su función
    era clara: como el pastor dirige al ganado con un cayado, el faraón lo
    ´´dirige`` con el heka
    a todo su pueblo. El rey suele aparecer con los brazos cruzados y en
    cada uno de ellos porta uno de estos símbolos del poder. Reforzaba con
    ello varios posibles mensajes: "soy el señor de todas las tierras y
    rebaños de Egipto", "represento el poder temporal y espiritual". El Heka
    era un cetro también asociado a Osiris y con grandes poderes mágicos
    (la palabra Heka significa magia).
  • El Cetro Sejem, utilizado tanto por reyes como por nobles, simbolizaba la fuerza y la energía mágica de su portador.

Trono


El Cetro Nejej (flagelo), el Cetro Heka y el Nemes.
La ceremonia de la coronación se realizaba en Menfis,
primera capital del reino unido, y comenzaba ascendiendo al heredero al
rango de dios entregándole las insignias del cayado (Heka) y el látigo
(Nejej), atributos del poder. Luego, tocado primero con la corona blanca
del Alto Egipto, después con la roja del Bajo Egipto y finalmente con
la doble corona, se sentaba en el trono hecho con papiros (símbolo del norte) y lotos (símbolo del sur).


Otros símbolos del poder

No solo por su corona o por su cetro era reconocido el faraón. La
larga historia y la compleja organización religiosa y ritual del Antiguo
Egipto permitió desarrollar decenas de vestimentas, ornamentos y
tocados reales, cada uno con una función específica:

  • La barba postiza, utilizada por los faraones en las grandes ocasiones por su identificación una vez más con Osiris, considerado el primer gran monarca egipcio, y que era representado con una gran barba similar a la que llevaban sus sucesores.
  • El Uraeus y el buitre: La Cobra, animal característico de la diosa Uadyet, patrona del Bajo Egipto. El buitre era el animal característico de la diosa Nejbet, patrona del Alto Egipto. Así, las Dos Señoras representaban la unificación de las Dos Tierras en el ser del faraón.
  • Cola de toro o de león, que remarcaba la potencia creadora del monarca.
Así como infinidad de tipos de collares, pendientes, cinturones,
sandalias, vestiduras plisadas de lino y demás tipos de joyas que harían
de la visión del faraón en toda su gloria un golpe de efecto para los
modestos habitantes del Valle del Nilo.


Entorno familiar


Escultura de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres que acabarían gobernando como faraón en solitario.
Siempre, al lado del faraón, debía convivir su Gran Esposa Real, el equivalente a una reina y la transmisora del linaje real. La posición de Gran Esposa Real, en egipcio Hemet nise ueret,
implicaba no solo una posición política a ocupar dentro de la corte,
sino también una posición religiosa, ya que la Gran Esposa Real oficiaba
de ritualista en variadas festividades. Considerando que existían
variados ritos distribuidos a través de la geografía del país de las Dos Tierras, estos involucraban al faraón y su principal esposa. Así, en los cultos que formaban tríadas como las de: Osiris, Isis y Horus; Amón, Mut y Jonsu; Shu, Tefnut y Atum,
etc. cada uno implicaba la participación del faraón, su principal reina
y en los casos donde era posible, de su heredero. En dichos ritos, que
se expresaban mediante múltiples festividades como ser la fiesta de Opet
en Karnak, la participación del rey y la reina daban un significado por
emulación de la existencia divina de los dioses representados. Y no
solo ello: dado que los egipcios creían que la legitimidad solo podía
poseerla una mujer, las Grandes Esposas Reales eran las garantías y el
principal apoyo del faraón durante su reinado. Por tanto, no es de
extrañar que los faraones se casasen con las hijas de su antecesor (en
muchos casos estas hijas eran sus hermanas o sus hermanastras) para
poder ascender al trono.


A lo largo de la historia egipcia también hubo grandes reinas,
algunas de las cuales llegarían incluso a asumir el poder absoluto a la
muerte de sus maridos. Otras ocuparon un determinante papel político o
religioso, y no se podrían entender muchas cosas de la historia egipcia
sin tener en cuenta el poder que ocuparon estas damas a la sombra de sus
esposos.


Por debajo de las Grandes Esposas Reales, el faraón podía tomar
tantas mujeres como quisiera, e incluso ascenderlas, si así lo quería,
al rango de Gran Esposa Real (aunque esto sería infrecuente). En las
primeras dinastías existirían numerosas esposas secundarias y
concubinas, y ya a partir del Imperio Nuevo, los monarcas se encargarían
de poseer enormes harenes en los que todo tipo de mujeres, incluidas
las princesas extranjeras, pasaban a residir. Hay grandes diferencias
entre los harenes faraónicos y los legendarios harenes utilizados por
califas y sultanes: en el Antiguo Egipto los harenes eran una
institución más abierta, no una cárcel de oro guardada por eunucos. Esta
situación solo aparecería con la llegada de los persas y de los
griegos.


En cuanto a la descendencia real y la sucesión al trono, las reglas
no se mantuvieron inmutables a través de los miles de años que duró la
investidura de faraón. Así, durante la Dinastía XVIII, al comienzo del Imperio Nuevo, surge con fuerza la posición de Hija del Dios, a quien se emparenta con el dios Amón, y se la eleva a Dadora de herederos, quedando identificada como la única que puede dotar de un sucesor al faraón reinante, por encima de las otras reinas de la Casa Jeneret
(el harén real). No obstante, la sucesión normalmente se resolvía
mediante un heredero masculino, aun cuando el mismo pudiera no ser hijo
de la Gran Esposa Real, sino de una reina de menor rango. Si el sucesor
provenía de una reina de menor rango, procedía a contraer enlace con una
hija de la Gran esposa real del rey fallecido. Este fue el caso de Hatshepsut y Tutmosis II, de quien se sabe era hijo de una reina de menor rango. Esto se repetiría también con Tutanjamón, quien se desposaría con una hija de Ajenatón y Nefertiti, que ocupaba la posición de Gran Esposa Real.


El futuro de las hijas dependía del rango de su madre: si eran hijas
de una reina, podrían heredar su cargo o vivir en soltería; y si eran
hijas de una esposa secundaria o de una concubina, podían casarse con
algún noble o residir en el harén.


Faraones célebres

A lo largo de tres mil años de civilización no es extraño encontrar
todo tipo de reyes en el trono: grandes conquistadores, vagos e
incapaces, megalómanos y egoístas, déspotas y tiranos, bondadosos y
honestos, pacíficos y permisivos, niños y ancianos, avariciosos y
mujeriegos... También gobernaron varias reinas-faraones.


Algunos de los faraones más célebres son:


Novela y cine

Véase también

Referencias


  1. Dodson, Aidan y Hilton, Dyan. The Complete Royal Families of Ancient Egypt. Thames & Hudson. 2004. ISBN 0-500-05128-3.

Enlaces externos

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