domingo, 5 de febrero de 2017

Secretos judíos para el éxito

Secretos judíos para el éxito


Nathan Shteremberg, Presidente. May Samra, Directora.
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Secretos judíos para el éxito

¿Cómo lograr la verdadera autoestima?


RAV NOAJ WEINBERG Z”L


La importancia de la autoestima no es debatible. El famoso psicólogo
Abraham Maslow sitúa la autoestima dentro de las principales necesidades
del hombre, siendo superada sólo por la comida, la vivienda y las
relaciones interpersonales.


Cómo desarrollar la autoestima es otro tema.


El hombre occidental busca logros externos para alcanzar el
auto-respeto, viéndose impulsado por la necesidad de lograr lo que otros
reconocerán como un símbolo de estatus. Frecuentemente se presenta a
otros según su profesión o carrera: “Soy corredor de bolsa,
vicepresidente de marketing, graduado de Harvard”. Si otros se
impresionan, eso nos asegura que somos importantes.


Pero este enfoque en los logros externos implanta un intenso miedo al
fracaso. Tenemos miedo de que nadie se sienta impresionado, y si eso
ocurre, ¿qué le sucederá a nuestra autoestima? La casa de naipes que
hemos construido se derrumbaría.


Cada vez que Jorge estaciona su nuevo automóvil Lexus en el estacionamiento de su casa, siente que lo tiene todo.

Un año más tarde, el modelo de Jorge es anticuado y los vecinos ya no
están tan impresionados. Su fachada se derrumba, su autoestima es
aplastada. ¿Y ahora qué?


La evolución y la batalla por la autoestima


La evolución enseña que un ser humano no es más que un animal
sofisticado, el cual no tiene más ni menos valor intrínseco que otras
criaturas, ya sea un gato o un gusano.


El mensaje subyacente es que un ser humano no tiene una fuente
inherente para alimentar su autoestima, sino que necesita logros
tangibles para sentirse “exitoso”. ¡Qué tremenda presión!


Si el “éxito” es nuestro único pasaje hacia el respeto propio,
entonces muchos de nosotros nunca llegaremos allí. Y quienes tengan la
buena suerte de lograr ese “éxito” siempre vivirán con temor de perderlo
por circunstancias que escapan a su control. Podemos tener todo el
talento del mundo, pero podemos tropezar en el pavimento y perder la
entrevista.


El judaísmo comienza con la premisa de que cada ser humano es creado a
imagen de Dios. Ahora bien, con un punto de partida tan elevado, el
auto-respeto es un derecho de nacimiento de todo ser humano.

Muchas mitzvot en el judaísmo nos guían sobre cómo tratar a otras
personas, y se basan en el reconocimiento de que el hombre tiene
dignidad y valor inherente independiente de si ha logrado algo de
relevancia o no.


Esfuerzo versus resultados


“De acuerdo al esfuerzo es la recompensa” (Pirkei Avot 5:27).


En el judaísmo lo que importa es el esfuerzo y no el logro en sí
mismo, ya que el resultado final de todas formas está en manos de Dios.


Por lo tanto podemos considerar que una persona tuvo éxito en una lucha moral incluso si no hay resultados tangibles.


Sin embargo, dado que el esfuerzo es difícil de cuantificar, en este mundo materialista solemos despreciar su valor.

Imagina que ves a dos personas competir en una carrera de 100 metros.
Uno consigue un récord mundial de 9.3 segundos y el otro cruza la línea
de meta en 30 segundos.


¿Quién es más exitoso? ¡Obviamente el que rompió el record mundial!


Lo que no sabes es que el que demoró 30 segundos tuvo polio cuando
era niño, no pudo caminar hasta que cumplió 14 años y tuvo que invertir
muchos años de doloroso y agotador esfuerzo hasta que finalmente fue
capaz de correr esa distancia.


Nunca podremos medir el valor de alguien basándonos en el éxito
externo, ya que nunca podremos saber las dificultades que ha tenido que
afrontar.


Cada uno de nosotros nace bajo un conjunto particular de
circunstancias que dependen de lo que determina Dios. Sólo tenemos
control sobre el esfuerzo que ejercemos. Lo que determina si somos
exitosos o no es cómo nos enfrentamos a nuestra situación particular.
Dónde nos encontramos en la escalera es menos importante que cuántos
escalones hemos subido.


La autoestima proviene de saber que estás haciendo el esfuerzo
necesario para crecer. Si estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo,
entonces podemos vivir con un profundo y permanente sentimiento de
satisfacción.


Un cuento talmúdico


Eliézer era el hijo de Hurkanas, un gran rabino de su generación y un hombre muy rico.


Eliézer estaba cultivando en la montaña cuando de repente comenzó a
llorar. Su padre le dijo: “¿Por qué lloras? Si hace calor arriba en la
montaña, te llevaré a la llanura”. De esta forma, Eliézer comenzó a
cultivar en la llanura, pero allí también lloró.


“¿Por qué lloras?”, preguntó Hurkanas.


“Quiero aprender Torá”, dijo Eliézer, quien siguió llorando hasta que
llegó el profeta Eliahu y le dijo que fuera a Jerusalem y buscara a
Rabí Yojanán Ben Zakai, el mayor sabio de la generación.


Eliézer fue a Jerusalem y, como podrás adivinar, allí también comenzó a llorar: “Quiero aprender Torá”.


Rabí Yojanán Ben Zakai le pregunto: “¿Acaso no te han enseñado ni siquiera a decir el Shemá?”.


“No”.


De esta forma, el gran sabio Rabí Yojanán Ben Zakai le enseñó a
Eliézer el ABC del judaísmo. Entonces le dijo: “Muy bien, Eliézer.
Tuvimos éxito. Ahora es el momento de que te vayas”.


Eliézer empezó a llorar: “¡Quiero aprender Torá!”.


Entonces Rabí Yojanán Ben Zakai le enseñó a Eliézer los Cinco Libros
de Moshé y la Ley Oral. Luego Rabí Yojanán dijo: “Eliézer, es hora de
que te vayas”.


Eliézer nuevamente lloró: “¡Quiero aprender Torá!”.


Y así continuó la situación hasta que un día, Eliézer estaba sentado
estudiando Torá en la parte trasera de la sala de estudios cuando de
pronto, inesperadamente, entró Hurkanas justo en el momento en que Rabí
Yojanán Ben Zakai le pidió a Eliézer que se sentara al frente y recitara
la Torá en voz alta.


Después de que Eliézer terminó, Hurkanas se puso de pie y le dijo
sonriendo con orgullo: “Eliézer, al principio le quería dar mis
propiedades a todos mis hijos excepto a ti. ¡Pero ahora te voy a dar
todo lo que tengo a ti y sólo a ti!”.

Eliézer respondió: “Padre mío, si yo hubiese querido el oro y la plata,
me habría quedado trabajando en la granja. Todo lo que quiero es Torá”.


Y así continuó Rabí Eliézer Ben Hurkanas, hasta que se convirtió en
el líder de la generación y en el maestro del gran Rabí Akiva.


Profundizando la lección


Hay muchas dificultades con esta historia.


¿Cómo es posible que Hurkanas, un gran rabino y un hombre rico, no le haya enseñado Torá a su hijo?

¿Por qué Hurkanas puso a su hijo a hacer una labor de poca importancia
como cultivar? Podría haber contratado a otros trabajadores para
realizar el arado y darle a su hijo un puesto de supervisor.


¿Por qué el profeta Eliahu le dijo a Eliézer que fuera a aprender el
judaísmo básico de un sabio tan estimado como lo era Rabí Yojanán Ben
Zakai? ¡Cualquier estudiante intermedio de Ieshivá podría haberle
enseñado eso!


Sólo hay una respuesta para explicar todas estas dificultades. Eliézer tenía una cabeza extremadamente lenta.


Obviamente Hurkanas contrató profesores para su hijo. ¡Pero incluso
el mejor maestro no pudo meter el Shemá en la cabeza dura de Eliézer!
Así que, ¿qué es lo que se supone que un padre debe hacer con un hijo
así? ¿Lo convierte en un capataz? ¡De ninguna manera! Le da un arado.
Por lo menos así será productivo.


Pero Eliézer gritó: “¡Quiero aprender Torá!”. El único que podía
lograr enseñarle algo a Eliézer era el líder de la generación, Rabí
Yojanán Ben Zakai.


Rabí Yojanán luchó y alcanzó un gran logro: Enseñarle los fundamentos
del judaísmo. Y cuando Eliézer lloró por más, Rabí Yojanán se dio
cuenta de que si funcionó una vez, tal vez podía enseñarle más. Y así
fue, hasta que Eliézer se convirtió en uno de los más grandes estudiosos
de su generación.


Vemos de aquí que incluso los más lentos de los lentos pueden
alcanzar la grandeza. ¿Cuál es el secreto? Tienes que quererlo tanto que
llorarías por ello. Ese fue el mérito de Rabí Eliézer Ben Hurkanas.


El éxito es un regalo de Dios


“Todo judío debe esforzarse por llegar a ser tan grande como Moshé”. (Maimónides, Leyes de Teshuvá 5:2)

Obviamente no todos nacimos con la inteligencia, el carácter y las
cualidades de liderazgo de Moshé. ¿Cómo pueden esperar de nosotros que
lleguemos a ser tan grandes como Moshé?


“Si haces el esfuerzo, encontrarás resultados” (Talmud, Meguilá 6b).


¿Qué quiere decir con “encontrarás resultados”? ¿Por qué no dice simplemente: “Si lo intentas, obtendrás resultados”?


La respuesta es que el esfuerzo y los resultados no son causa y
efecto. Llegar a grandes alturas no depende de nuestras capacidades y
talentos naturales. El esfuerzo es nuestra responsabilidad, pero los
resultados son algo que simplemente “encontramos”, son un regalo de
Dios. Y Dios nos dará lo que sea que necesitemos para tener éxito.

El pueblo judío es llamado “los hijos de Dios” (Deuteronomio 14:1,
Pirkei Avot 3:18). Tal como un padre quiere dar todo lo bueno a sus
hijos, así también Dios quiere que tengamos todo lo que es bueno.


Aquí está el verdadero secreto del éxito: Independientemente de
nuestras limitaciones mortales, nuestro potencial de grandeza es
ilimitado cuando tenemos el poder de Dios detrás de nosotros.


Todo lo que Dios nos pide es que lo intentemos. No lo decepcionemos.





Fuente:aishlatino.com



1 Comment


  1. Ruddy efrain escalante
    Muy bueno el mensaje..!!@


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