sábado, 11 de febrero de 2017

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 vicente angulo del rey
  
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 15/07/2016 12:49

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132
Ya llevaba cinco meses sin
volver a mi casa, ya estaba harto de internado máxime con mis diecisiete
años de edad, ya estaba sobresaturado de tantas normas y disciplina,
deseaba toda mi libertad, no con tapujos y engañifas, deseaba ver las
chicas cerca de mí, aunque como estaban los tiempos era empresa difícil,
en fin pronto me iría para el pueblo y allí tendría mi ansiada
libertad, no habría normas y otras reglas que cumplir y las chicas
aunque las conocía, eso de verlas muy cerca de mi, era una quimera, y
topaba con dos problemas en ello, mi timidez y lo estrechas que eran las
chicas de mi pueblo y creo que sería así en todos los pueblos, así que
el porvenir lo tenía bastante incierto, en fin Dios proveería, aunque
creo que Dios no estaba en esos tiempos para esas cosas.
El día de
María Auxiliadora, el coro al que yo pertenecía cantamos en la misa
mayor en honor a la Virgen, allí estábamos al lado del altar en un
pabellón de gimnasia junto a los campos de fútbol y entonando las
canciones religiosas, en esos momentos yo me sentía un alumno
privilegiado, orgulloso de poner mi granito de arena y con mi chaqueta
de color azul y escudo de la Uni en el pecho. Mas tarde cuando terminó
la misa, la Tuna de la Universidad ofreció un pequeño recital, con sus
uniformes negros, llenos de cintas de colores y escudos y con sus
guitarras, bandurrias y panderetas y sus saltos. Tengo que decir que la
Tuna siempre me ha gustado mucho, y cuando he tenido ocasión de ver
cualquier tuna, tiempo después, me he quedado embobado con sus músicas y
sus saltos, mientras por mi cuerpo y mi espina dorsal circulaban
ramalazos de nostalgia.
En esas fechas los Colegios mas o menos
Mayores, y en la puertas de, las Residencias, ponían como unos barecitos
hechos de armarios de chapa para poner las bebidas que asemejaban a las
casetas de la Feria de Abril, y allí ya en esos colegios podíamos tomar
ya alguna cervecita fresca, y eso era ya un triunfo en aquellos tiempos
de limitaciones. Aun recuerdo nítidamente al compañero del aula Manuel
Palacios Martínez que hacía de barman en aquellas especies de bares.
Todo
ello sin olvidarnos de las clases diarias y el estudio porque los
exámenes finales se acercaban cada vez mas, y el tiempo en esas fechas
se hacía cada día mas largo, se hacían eternos y nosotros, todos,
queriendo echar a volar, queriendo ejercitar nuestras alas que ya nos
habían salido, madre mía que días mas largos, y que rutina tan pegajosa
del calor intenso de Junio, que ganas de que salieran de una vez los
autobuses de la plaza, parecía que no iba a llegar nunca.
Esos días
se sentía, se masticaba el nerviosismo por todos los sitios, por las
aulas, en el comedor, hasta en los campos de deportes, los exámenes
finales aguardaban a toda la comunidad universitaria, joven y no tan
joven, y la tensión iba creciendo día a día, y que ahora unida a la
consabida disciplina interna no podríamos soportar seguro, a nosotros
los laborales nos tocó vivir esos momentos y dentro de su dureza, hay
que decir que fuimos unos afortunados, pero que aun así nadie nos regaló
nada, fue nuestro esfuerzo lo que nos llevó a conseguir generalmente
altas metas y sobre todo una educación de la que podemos estar
orgullosos, aunque el momento político en el que vivíamos no era el mas
adecuado, pero fue el que nos tocó vivir, allí en el interior de aquel
basto recinto poco podíamos hacer para remediarlo, tiempo habría y
muchos lo lograron haciendo uso de lo aprendido y asimilado, saliendo en
posesión de un merecido título que conseguimos con sacrificio y
también con el título de gran persona entre el equipaje.
El curso
estaba tocando a su fin, el tiempo de vacaciones se iniciaba, la
Universidad Laboral sevillana, aun nos esperaría otro año más, seguro
que sí, pero esto último no queríamos que se nos pasara por la cabeza.




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 15/07/2016 12:48

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131
El mes de Mayo con todo lo que
conllevaba, ya estábamos inmersos en el, el calor sofocante de Sevilla
en esas fechas y que nos agobiaba y aplacaba las ganas de retozar que
teníamos todos al salir de las horas de clase, menos mal que la sabia
disposición por lo que se refería a la arquitectura de la misma y que si
tu querías no te daba el sol en todo el recinto, aligeraba las altas
temperaturas en ese mes y los salientes de las ventanas muy bien puestos
al efecto, no dejaban pasar el sol a las aulas, muy buena medida, si
señor, del arquitecto de turno. En una remodelación de algún colegio
cuando la transformación de la Laboral en Universidad Pablo de Olavide,
le fueron suprimidos los salientes, craso error y lo estarán pagando los
estudiantes que las usen, de eso estoy seguro.
Aunque ya lo reseñado
en estas memorias, tengo que volver a incidir en el mes de Mayo, en
aquellas tardes de los sábados, con sus festivales en que se celebraban
festivales al fresquito de la plaza y con la luz de la luna encima, con
los olores de la primavera y con la torre que emergía por encima del
rectorado, como los recuerdo ahora, no los puedo olvidar, siento ser tan
pesado pero es una imagen que conservo en mi subconsciente y que aun
consigue emocionarme.
Recuerdo y en homenaje a nuestro querido amigo
que ya ingresó en el cielo hace muchos años, Carlos Cosme San Millán
Trueba natural de Munguía, integrante del aula de los químicos, era un
compañero con mucho carisma y que conocía todo el colegio, amigo de
todos, un buen compañero donde los haya, y con un corazón mas grande que
la Plaza de España, yo me llevaba muy bien con él y recuerdo con mucho
cariño que mas de una vez los domingos por la mañana, le acompañé
porque él me lo pedía subir a la cafetería de la plaza a tomarse un
café con leche y una palmera y que pasaba pues que pedía dos cafés y dos
palmeras y yo le decía que no, que yo no podía permitirme ese
dispendio, y él me invitaba por mucho que yole decía que no y se “cagaba
en todos los demonios”, así que desayuné alguna vez con él, y allí
donde esté en su sitio del cielo, le sigo recordado y dándole las
gracias. “Gracias Sanmillán”.
Cuando escribo lo que sigue a
continuación, siento como me tiemblan las manos al darle a las teclas
del ordenador. En un viaje de camping con mi mujer y mis dos hijos
pequeños, me fui a un camping del País Vasco, concretamente al de
Sopelana, y nos acercamos a verlo a su casa de Munguía. Tuve la suerte
de encontrarlo allí, y la alegría que se llevó al verme fue inmensa, no
se lo podía creer, y lo agradeció en el alma, esa tarde nos llevó con su
coche a visitar el Puente de Portugalete y a dar unas vueltas por el
pueblo.
Al despedirnos por la noche de él, lo hizo con lágrimas y me
dijo que seguro ya no lo volvería ver, que estaba algo enfermo, yo traté
de animarlo, pero me quedé un poco preocupado.
No había pasado aun
un año, mi hijo que estaba en casa recibió una llamada de Bilbao y era
un hermano de San Millán que comunicaba que su hermano Carlos había
fallecido hace una hora, comunicándole a mi hijo, que le había dicho
muchas veces antes de morir que al primero que tenía que llamar cuando
falleciese era a mi y así lo cumplió su hermano. Que decir tiene que
cuando mi hijo me dio la noticia más de una lágrima corrió por mis
mejillas. Siempre te tendré presente amigo Carlos
El fin de curso
estaba cerca, las fiestas de María Auxiliadora mas cerca aún y los
festivales en la plaza en todo su apogeo, me acuerdo ahora mismo y antes
de que se me olvide porque la memoria a veces te juega malas pasadas,
que algunas veces allí junto a la plaza repartían ejemplares de la
revista “Fans”, que trataba de e intérpretes y conjuntos de música
moderna de esos tiempos y como yo era si que era un fans de esa música y
sigo siendo, me alegraba mucho cuando una llegaba a mi poder.
Tiempos pasados que ya no volveran.





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 15/07/2016 12:43

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130
Estábamos ya cerca del mes de
Mayo y oteábamos a la lejanía el deseado fin de curso, y entre
festivales, las fiestas que se avecinaban y como ese año gracias a Dios
no había reválida, y que el curso iba viento en popa, mi situación
anímica general, nunca había ido mejor.
Los baños en las piscinas que
poseía el Centro ya se encontraban en funcionamiento, ese año ya los de
mi colegio no debíamos ir a las “peceras”, subíamos de grado, nos
bañaríamos en la “olímpica” que estaba detrás de la torre, una buena
piscina, aunque no sé si era de 25 o 33 mts. de largo, con su trampolín y
todo, y allí los grandes nadadores se ejercitaban en sus estilos
natatorios y también se daban la vuelta de campana tirándose del
trampolín. A mi el nadar no era que me gustase mucho, yo era mas de
tierra, pero a nadie le venía mal un baño y sobre todo en esas tardes
que hacía tanto calor, aparte la verdad que también me daba un poco de
miedo sobre todo cuando me deslizaba por la parte de donde mas cubría.
Allí
se celebraban las pruebas y campeonatos de la Uni de Natación, y había
muy buenos nadadores, entre ellos uno de mi aula, Gerardo Camarero
Pérez, de Lamiako y que falleció no hace mucho, (un recuerdo para él), y
aunque no era alto ni mucho menos, la velocidad que imprimía a sus
piernas y a sus brazos, le hacía codearse con los mejores nadadores, yo
la verdad es que lo envidiaba. No hace mucho y en algunas de las visitas
a la Uni, pasé por orilla de esa piscina y aunque ponía un letrero que
no se podía pasar, yo pasé y pude observar el estado de la misma, todo
muy descuidado, si no hubiera sido porque aun quedaba el hueco de donde
estaba la piscina, el estado desvencijado del trampolín así como el
escudo de la Uni que a duras penas se veía y que estaba situado en el
fondo de la misma, no la hubiera visto, me dio pena de verdad.
El día
24 de Abril, los que quisimos en mi colegio tuvimos la oportunidad de
asistir gratis al futbol, jugaba la selección nacional contra Méjico en
el Sánchez Pizjuán, y allí estaba yo como iba a faltar, animando
nuevamente a la selección, aunque esta vez no pudimos saborear la
victoria, empataron a cero, pero yo por lo menos lo pasé muy bien,
viendo a las figuras del fútbol, los mejores de cada equipo, un
espectáculo grandioso para mi.
Ahora que me acuerdo, comento que y
no se si alguno se acordará de ello, que a mitad de curso alguien y con
el permiso correspondiente, por supuesto, organizó una quiniela de
fútbol, con ocho partidos y en la cual podíamos participar con los
signos 1-X- y 2, mira por donde a mi la idea me gustó y jugué todas las
semanas, mientras se llevó a cabo. No acerté nunca ni 7 ni ocho
aciertos, pero me lo pasé bien todos los domingos esperando el resultado
de los partidos en aquellas tardes algunas veces aburridas de los
domingos.
Que bonitos recuerdos acumulados en nuestra ya frágil
memoria, que lástima que no apuntara nada, en fin algo queda de ello,
pero a mí por lo menos no me resulta suficiente.
Ahora echo de menos
los adelantos tecnológicos que nos han tocado vivir en el otoño de
nuestra vida, si los hubiéramos tenido entonces, cuanto historias y
recuerdos habríamos captado, en fin para que estoy divagando, si eso es
imposible, a cada habitante de este planeta le ha tocado la vida que
tenía asignada, pero yo estoy muy feliz de mi paso por aquel sitio,
donde ya han crecido las palmeras un montón y se han hecho mayores y se
le van cayendo sus hojas puntiagudas y a nosotros saliéndonos a
borbotones las canas y cayéndosenos el pelo.





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 11/07/2016 20:57

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129

Nuevamente la Uni estaba
al completo, las clases lectivas y la vida universitaria se desarrollaba
con toda normalidad, además el buen tiempo había llegado y se había
acompañado de la incipiente primavera llena de luz, color y aromas
sevillanos a azahar de los naranjos plantados en los jardines de todos
los colegios y también como no, de los aromas de los jazmines que
procedían de los miles de parques de Sevilla, aleados con los de las
incontables flores que poblaban los inmensos prados de los alrededores
del recinto colegial.
La Uni estaba preciosa, como siempre, pero mas
en ese tiempo, cuando la estación se despertaba a la vida, también mi
vida y la de muchos mas se encontraba en lo mejor de su historia y que
nadie me discuta eso porque no se lo voy aceptar, esa edad a los
diecisiete años, era sin duda lo mejor de nuestra vida, plena
adolescencia, fuerzas a raudales, ilusión plena, futuro próximo y que
entonces ya ibas pensando en el, querías comerte el mundo como fuera,
aunque luego fuera el mundo el que te comiera a ti, pero tu eso ni lo
pensabas ni tampoco lo imaginabas, mientras tanto allí estábamos
labrándonos un porvenir entre aquellas paredes anaranjadas-rojizas de
los colegios, y que en esas mañanas entre clase y clase y con las
ventanas abiertas que dejaban entrar miles de aromas, nuestra mente, mas
de una vez se transportó con nuestro consentimiento, y sin hacer caso a
las palabras huecas del profesor de turno, a otro mundo, a otra
realidad distinta a la vida que no muy tarde cambiaría para nosotros y
entonces seguro que nos acordaríamos de esos momentos vividos en nuestro
internado, cierto es que nos íbamos acordar y bastante, sobre todo
muchos años mas adelante.
A esa altura de curso y cuando ya estábamos
rondando el mes de Mayo y por mediación del querido profesor de
Química D. Guillermo García Ramos y que en paz descanse el hombre, se
las medió para que algunos sábados visitáramos algunos fábricas y
empresas químicas que tenían mucho que ver con la especialidad que
estábamos estudiando y su tecnología química. Y así fue, yo no sé
cuantos pasos tuvo que dar para organizarlas y estar todos a punto para
cuando nosotros llegáramos. Una de las primeras que visitamos y que
recuerdo perfectamente, fue la empresa de tratamiento de aguas para
abastecimiento de Sevilla y que se encontraba en la subida al Carambolo
junto a la carretera de Huelva, y nosotros tan contentos, visitamos todo
el complejo de saneamiento, sus estanques y todo el proceso de
depuración y potabilidad del líquido elemento. Pero tengo que decir que
no íbamos de turismo no, había que ir provisto cada uno de carpeta,
folios para tomar nota de todo para luego más tarde confeccionar un
informe lo mas completo posible y con datos de todo lo visto y asimilado
y ello sería calificado por el bueno de D.Guillermo
Era un día de
asueto, fuera de la Uni, fuera de nuestro monótono entorno, pero también
era como una clase de química mas, bueno mucho mas interesante,
instructiva y además de la que teníamos que desarrollar un trabajo
calificado con nota.
Hicimos varias mas en ese tiempo, una de ellas
la S.E.O. la Sociedad Española del Oxígeno, donde fue muy interesante
ver las propiedad de los gases que allí se fabricaban y comprobar sus
propiedades y realizamos experiencias con la licuefacción del oxígeno y
nitrógeno.
En ese curso aun tuvimos oportunidad de visitar la
cerámica de la Cartuja, en el mismo Sevilla y en el mismo lugar donde
años mas tarde se celebraría la Expo-92, allí no s enseñaron los
procesos de fabricación de las cerámicas, vajillas y demás objetos y a
mi me impresionó mucho los pintores y pintoras que desarropan su labor
en esa época de pintar con una paciencia y un pulso que era digno de
admiración.
Esas visitas a mi y a todos nos encantaban hacerlas, era
como un oasis en la rutina, aparte de que también, en alguna de ellas
nos obsequiaban con un aperitivo que no nos venía mal a nuestras bocas,
que deseaban salir de los trompitos y judías a “la Uni”.
Para esas
fechas y no sé como llegó a nuestros oídos, un domingo por la tarde nos
desplazamos a Sevilla, a hacernos un carnet para poder asistir a un
baile que organizaba un colegio de monjas, allí nos desplazamos unos
cuantos alumnos y conseguimos el carnet que nos autorizaba a ello, así
que desde esa tarde teníamos esa opción de divertirnos, y la noticia se
propagó como la pólvora, pero pronto se cerró el grifo, los primeros que
llegamos fuimos los afortunados, y allí nos vimos bailando “suelto” y
“agarrado” con las chicas de nuestra edad y que se encontraban
estudiando en aquel colegio, y con la mirada atenta de las monjas
vigilando que no nos sobrepasamos lo mas mínimo, so pena de ser
expulsado, menos daba una piedra. Todo duró hasta que los compañeros del
aula San Millán y Ballesteros se empeñaron en aporrear un piano que
había por allí cerca y que estaba terminantemente prohibido, y el
resultado fue que nos quitaron el carnet a todos los laborales, así que
otra vez a patear a patear calles y a buscar casi lo imposible, en fin
anécdotas.




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 11/07/2016 20:52

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128
El trimestre iba pasando
cómodamente, y en lo que se refería a los estudios, progresaba
adecuadamente, sin altibajos y sin sustos, como me supuse muy cómodo y
sin sustos, todo lo tenía calculado, iba sacando buenas notas pero
tampoco te las regalaban, había que currárselo, la verdad es que fue
para mí el mejor curso de todos, el mas tranquilo y viéndolas venir
siempre.
Llegaban las vacaciones de Semana Santa y eso generaba, que
todos los que no teníamos la suerte de ir a ver a nuestros familiares,
nos quedaba la disyuntiva de averiguar en que íbamos a matar el tiempo y
por consiguiente el ocio de esos días que sobraban, pensando en “que
podríamos hacer” para no aburrirnos.
En los colegios quedaba poca
gente y muchas veces el aburrimiento era casi total, y si no estabas con
el balón, pasabas el día por algún lugar tumbado o yo que sé, ya ni me
acuerdo.
Un día me dijo el compañero Agustín Moreno García, “Gus”,
años después flamante y valiente luchador sindical de Comisiones Obreras
que llegó a los puestos máximos en el engranaje de ese sindicato, muy
culto y sobre todo una gran persona y yo lo digo con conocimiento de
causa, porque me he juntado con él varias veces, bastantes años mas
tarde, y me dijo que si aprovechábamos el día y nos íbamos a la
localidad de Alcalá del Río a pescar, y yo encantado acepté la
proposición, aunque no había practicado nunca ese arte, solo del de los
cangrejos de río allá en mi pueblo. El caso es que por la mañana,
desayunamos todo lo que pudimos en el comedor del colegio y también no
se como nos las apañamos para conseguir algún bocadillo también y nos
marchamos para Sevilla. Alcalá estaba a pocos kms. de la ciudad, pero
para ir andando no por supuesto, así que decidimos ir en auto stop, por
ello nos encaminamos a la salida de la ciudad junto al Cementerio
General, donde nos pusimos a hacer “dedo” y como eran otros tiempos,
poco tuvimos que esperar para viajar al citado pueblo. Agustin llevaba
la caña y el morral con todos los artefactos de pesca y yo llevaba la
bolsa con los bocadillos. En poco tiempo estábamos en el río
Guadalquivir, junto al pueblo de Alcalá y orilla de un puente, donde se
encontraba bastante gente pescando. Así que nos pusimos manos a la obra,
bueno se puso él, ya que yo era la primera vez que hacía eso. Los
gusanos para ir pinchados en el anzuelo los había buscado el día
anterior por el entorno de la Uni y la verdad es que no sé como se
apañó.
Al principio no tuvimos la suerte de agarrar nada, hasta que
cambió de táctica y me dijo que íbamos a pescar al “robo” y eso
consistía en imitar a los pescadores que había por allí y era que el
hilo grueso de nylon, le ponía dos o tres anzuelos grandes y sin cebo y
los lanzaba al río con un trozo de plomo y tiraba fuertemente de la
caña, por lo que rara era la vez que no sacaba una carpa o algún barbo,
ya que el río debía estar sobresaturado de pesca.
Pasamos el día entretenidos, la pesca se la dábamos a los muchachos que había por allí y nosotros tan contentos.
En
fin vivencias de esos tiempos que han quedado en el recuerdo de nuestro
pasado, aquel pasado juvenil que pasamos en aquel rincón andaluz y que
algunas veces añoramos.
Creo recordar también que otro día dos
desplazamos la localidad ribereña de la Puebla del Río, también a
pescar, pero no tengo ni idea como se nos día el día, en fin pasábamos
el tiempo como podíamos, hasta que el curso de reanudara nuevamente.



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 11/07/2016 20:51

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127
He comentado en el capítulo
anterior que el mes de febrero se estaba pasando anodinamente, sin
sobresaltos ni nada de nada, pero llegada la madrugada del día 28 de
Febrero de 1.969, concretamente día de Andalucía y que no se celebraba
por motivos obvios, aun no había llegado la hora de las libertades en
España, ni por supuesto en aquella región, un acontecimiento vino a
turbar la noche y los nervios de todos los habitantes de la Uni que en
esos momentos dormíamos plácidamente, ya que unos ruidos secos y como si
sonaran unos tambores lejanos nos despertaron sin saber lo que
realmente estaba pasando, fueron fracciones de segundo, ya que empezaron
a temblar las paredes y los edificios, nadie sabía que estaba pasando,
solo que algo gordo y anormal estaba sucediendo, en aquella cuarta
planta de los dormitorios, las paredes palpitaban y todo se movía, la
papelera dio unos pequeños botes y salió rulando por la estancia y la
torre de la Uni se movía perceptiblemente con un pequeño vaivén, fueron
segundos, hasta que alguien dijo “ un terremoto” y entonces la
desbandada fue general todo el mundo buscando el pasillo y las escaleras
que conducían al exterior. Me acuerdo como si lo estuviera viviendo
ahora, la salida de todos dentro de una especie de pánico general, fue
bastante ordenada, aun cuando las barandillas rojas de las escaleras
temblaban como si estuvieran meneadas por una inmensa fuerza.
Cuando
alcanzamos el exterior, todos nos reunimos en el centro del Campo de
fútbol situado en medio de las residencia de los colegios San Fernando y
Alfonso el Sabio, allí donde sabíamos que allí estábamos seguros,
aunque ya el pequeño o gran seísmo había terminado.
El asusto había
sido morrocotudo, algunos se reían de la movida, pero yo pienso que era
una risa nerviosa que quería aparentar serenidad y valentía, pero yo
creo que era del canguis que tenían, porque no entendía nadie de esa
clase de fenómenos naturales y todo el mundo daba su opinión, los curas
venga a pedir serenidad, pero claro ellos también estaban acojonados.
La
tranquilidad empezó a llegar poco a poco, pero a ver quien era el guapo
que se iba a la cama otra vez, eso era harina de otro costal y mas
cuando alguien al parecer que se las daba de entendido en esos amagos de
siniestro, dijo que los terremotos siempre tenían repeticiones, aunque
si con menos intensidad que la primera.
Sobre la hora
aproximadamente, las autoridades eclesiásticas dijeron que se podía ya
subir a los dormitorios, ya que el frío en la calle era manifiesto, aun
estábamos en invierno, pero todo el mundo no estaba por la labor, bueno
el caso es que al fin la gente subió nuevamente a las habitaciones, con
un acojono general, pero subimos y quien dormía en esos momentos, pues
nadie seguro.
Sobre la hora aproximadamente y cuando ya pensábamos
que todo había pasado, pasó lo que tenía que pasar, pues que un nuevo
temblor y con los mismos ruidos que empezó el otro, hizo temblar el
edificio otra vez, no con tanta fuerza como la primera, pero tembló,
vaya que si tembló. Todos otra vez bajando las escaleras al patio,
algunos ya se lo tomaron con mas tranquilidad, diciendo como que los
edificios eran fuertes no hace mucho tiempo construidos y que no iba a
pasar nada, como así fue.
Ya no recuerdo bien, que pasó después, pero
si hubo alguna repetición más no nos enteramos. A otro día y por los
periódicos supimos lo del terremoto y sus consecuencias y algunas las
pudimos ver, sobre todo por los coches que abandonaban la ciudad de
Sevilla por la carretera de Utrera.
Todo terminó en anécdota, pero el miedo que pasamos casi todos, por no decir todos no nos lo quita nadie.
El
resultado del seísmo y sus consecuencias se notaron en la noche
siguiente y en las que vinieron después, todas las noches al apagar los
curas las luces de los dormitorios, los mas cachondos, gritaban
“terremoto, terremoto y se formaba el cachondeo padre, y los curas no
sabiendo como cortar la juerga general que se organizaba.



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 11/07/2016 20:50

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126

El mes de Febrero fue
pasando rápido, aunque monótono y lánguido, sin casi acontecimientos que
reseñar, así que solo nuestra misión era estudiar y estudiar y esperar a
que llegara el sábado a mediodía para que las clases terminaran y
llegara el tiempo de asueto, y en el que si no tenías alguna afición
deportiva, supongo que lo pasarías mal, yo por suerte no tenia ese
problema, el fútbol me salvaba, pero tampoco hacía ascos a cualquier
especialidad deportiva que se organizara y me faltaba tiempo para
apuntarme a ella.
Una tarde pasó por el aula el director del Coro al
cual le llamaban cariñosamente “El Piano”, no me acuerdo el nombre,
podría ser el coadjutor salesiano D.Luis Rivas reclutando gente para
cantar en el coro y allí me tienes haciendo cola con algunos compañeros
mas en los pasillos de la residencia del colegio, y entre ellos algunos
de mi aula.
El tiempo de espera antes de hacer las pruebas de voz
dentro de la capilla, yo me sentía nervioso, vaya tela, pues bien
empezábamos, el caso es que cuando pase, noté que me temblaba un poco la
voz, aun así no haría muy mal el canto de “Vayamos jubilosos”, ya que
me seleccionó para pertenecer al coro, con la categoría de tenor. Por lo
menos ya tenía otra actividad en la cual entretenerme. A otro día
tuvimos los seleccionados que ir a la sección de vestuario a recoger una
chaqueta azul con un escudo de la Universidad Laboral bordado en el
bolsillo delantero y yo salí tan contento. Claro después, vino la parte
negativa de todo ello, mientras algunos estaban a “la bartola” en el
tiempo libre, los del coro teníamos que estar de ensayo y venga ensayos,
para que nuestros cantos estuvieran más o menos acertados.
Me
acuerdo perfectamente del canto de una sardana que se llamaba “El
Ampurdán”, y también de una canción que cantábamos el coro en algún
festival en alguna iglesia sevillana que se llamaba “Jerusalen” y que
era del compositor Verdi.
Algunos domingos el coro nos desplazábamos a
alguna iglesia sevillana y amenizábamos la misa del domingo con
nuestros cantos y después en la sacristía o en el centro parroquial nos
invitaban a un ágape, el cual constituía para mí el mejor momento de la
mañana.
Un domingo e invitados por el Colegio Salesiano de Algeciras,
nos dirigimos el Coro a esa ciudad para cantar en la misa y claro que
cantamos y sobre todo comimos después, yo creo y no me equivoco, que en
la vida que llevaba hasta ese momento, no había visto unas mesas con
tantos manjares, para mi y seguro que para todos fue apoteósico, así que
cuando acabó la misa, afilé los dientes convenientemente y me puse como
el “kiko”, no podía perder esa oportunidad que me había brindado mi
vida y sobre por haberme apuntado al coro. En fin un domingo que nunca
olvidaré, recuerdo el lugar con una visión clara y nítida.
También
reseñaré que los aplausos de los fieles que llenaban la iglesia cuando
terminó la Misa, hicieron que mi cuerpo experimentara unos escalofríos
que tampoco olvidaré, fue una sensación única.
Por todos esos
momentos y por el honor de llevar la chaqueta de la Universidad Laboral,
mereció la pena pertenecer al Coro, fue una experiencia maravillosa,
única.
Lo que si siento es que no poseo ningún recuerdo fotográfico
de mi paso por el coro de la Universidad, una pena, en fin que le vamos
hacer.
De regreso, paramos en Cádiz y también experimenté otra
sensación pero de otra forma y manera y fue el frío que pasé en esa
ciudad, en mi vida y eso que soy de Cuenca, creo recordar que no he
pasado tanto frío, con el viento cortante y que procedía del océano y
que rasgaba la piel, que frío Dios mío.




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 11/07/2016 20:48

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125
A otro día por la mañana ya
estábamos dando clases, aquí no se desperdiciaba el tiempo para nada,
nos lo habían dicho y recordado, desde nuestro ingreso los curas de
todos los colegios, “No perdáis el tiempo” y de verdad que no lo
perdíamos, no nos podíamos escapar por ningún sitio, los curas de cuando
en cuando pasaban por las clases para haber lo que hacíamos y mandaban
estar en silencio total, cuando llegaban a sus oídos cierto rumor de
conversaciones, la disciplina había que cumplirla al máximo y el
silencio sobre todo en las horas de estudio era sagrada.
Como yo
nunca he fumado, y por supuesto ya no tendré esa costumbre o vicio, no
me acuerdo si a esa edad, la mía, se permitía fumar en el colegio, yo me
supongo que a esas alturas sería que si, porque creo recordar que eran
muchos que cuando terminaban las clases y ya en el exterior del colegio,
sacaban un paquetito de tabaco en cuya portada venía impreso un vikingo
o un soldado medieval de color verde, con una espada en lo alto y en el
cual se podía leer, Celtas, todo el mundo fumaba esa marca, yo creo que
era la única que había a la venta por la sencilla razón que era la que
menos costaba en aquel entonces y todo el mundo se dedicaba a tirar humo
y mas humo. La verdad es que a mi no me dio por ahí, y puede que la
culpa de ello la tuviera el compañero de clase Manuel García Benítez, ya
que en unos Ejercicios Espirituales al terminar, repartieron un cigarro
rubio a todos los presentes y a mi me lo cambió sin enterarme por un
celta suyo que portaba él, lo encendí y cuando me llevé el humo a la
boca, encima de que casi me atraganto, su sabor me supo a cuerno quemado
o que se yo, y lo tiré rápidamente, consecuencias, yo no volví a fumar
nunca mas, lo tenía bien claro, él me engaño, sí, pero al mismo tiempo
me hizo un favor muy grande, te estaré siempre agradecido Manolo, aunque
posiblemente y con toda seguridad, con el sabor del rubio lo hubiera
hecho igualmente.
Pronto empezaron los campeonatos de fútbol, otros
deportes y juegos de salón con motivo de las fiestas de San Juan Bosco,
recuerdo esos días con mucha nostalgia, aun ahora que han pasado ya
muchos años, en aquellos campos de fútbol magníficos, y cuando corría
sin cansarme y podía estar horas y horas detrás del balón, que tiempo
aquellos, cuando el sabor de la victoria te sabía a gloria y antes de
jugarse el partido y en el estudio, no hacías mas que mirar el reloj,
que ese día marchaba mas lento que ningún día y luego con el corazón
encogido a la hora que Miguel Pareja Sánchez, salía a la pizarra para
poner con la tiza la alineación que esa tarde se batiría el cobre para
dejar bien alto el honor del aula.
Yo seguía apuntándome a muchos
juegos, aunque con resultados no muy satisfactorios, lo mío era el
fútbol, y esa era mi afición principal, y lo vivía de una forma
apasionada, seguidor del Real Madrid de siempre, ahora también, pero los
años me han hecho ser mas crítico con el equipo, cuando tengo que decir
alguna vez que ese día los jugadores han sido unos gandules, lo digo
esté donde esté y caiga quien caiga, y algunas veces se han enfadado
conmigo hasta mis hermanos, que le perdonan todo.
En los juegos de
salón y en lo que se refiere al ping-pong, yo me defendía, pero tardaba
mucho, cuando caía eliminado, y eso que ponía toda mi sapiencia y
coraje, había algunos que jugaban como profesionales, vaya tíos, como
dominaban la paleta, que muñeca tenían tan prodigiosa. Recuerdo como si
fuera ahora mismo las finales de cada campeonato, eran siempre los
mismos los que se la jugaban, uno de mi clase, al que quiero y aprecio
como un hermano, Francisco Santos Gómez, “Pikins” y el otro que recuerdo
su cara, pero no el nombre, y las finales eran épicas, era todo un
espectáculo presenciar una partida entre ellos, los mentados si que se
acordarán muy bien de aquellas partidas.
Enero estaba acabando, no
sin antes disfrutar el último día del mes, de día de San Juan Bosco,
aunque yo casi de lo que mas me acuerdo era de la comida especial que la
Uni nos obsequiaba ese día y es que yo en esas fechas era un glotón y
un tripero, y no me da vergüenza decirlo, ni para qué a estas alturas.




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124

Y parecía que fue ayer
cuando me despedía de mi familia, pero ya habían pasado casi tres meses,
cuando yo las tenía otra vez junto a mi, abrazando y besando a todos.
Mi hermana me reconoció o por lo menos se dejó llevar en brazos y me
miraba y se reía, y yo mas contento que nadie. Ya estaba en mi casa de
la C/ Falange, sentado en la mesa comiendo con todos, saboreando las
comidas que hacía mi madre, y mi padre no dejaba de preguntarme cosas
relativas a los estudios, tenía obsesión el hombre y yo lo comprendía
perfectamente, quería lo mejor para mí, yo lo tranquilicé diciéndole que
no se preocupara, que muy mal me tenían que irme las cosas para que me
suspendieran. Aun así me dijo que tenía que seguir igual y no dejar de
estudiar ni un solo momento.
Las Navidades en mi pueblo, eran siempre
iguales, con un frío que se te metía hasta en los huesos y que te
invitaba a estar siempre junto a la estufa de leña y también con algún
día de nieve, pero nieve en abundancia, no como ahora, de todas formas
yo era “culo de mal asiento”, me abrigaba bien y me iba a dar vueltas al
pueblo y por la tarde a jugar partido tras partido, aunque estuviera
nevando, en un lugar en las inmediaciones del pueblo y que se había
acondicionado para ello y que se llamaba “La Casilla”. El campo era mas
grande y me gustaba mas porque al ser mas espacioso cogía el balón y
hacía lo que mas me gustaba, correr con el balón por la banda, por eso
luego jugué de extremo algún año mas tarde.
El día de Nochebuena, con
pollo asado procedente del corral que teníamos anexo a la casa y
tortilla de patata, vino, dulces y sidra, cenamos todos juntos, una
maravilla poder estar todos unidos esa noche. Luego me iba a juntarme
con mis amigos, porque en el pueblo siempre se formaba la típica fiesta
protagonizada por las mismas personas, que recorrían el pueblo
acompañados de la música de la guitarra al que apodaban “Guitarro”,
acompañados de otro con un acordeón que ahora no logro acordarme de su
nombre y parando en muchas casas a tomar, anís y probar los rosquillos
que se hacían para esas fechas.
Exactamente pasó lo mismo el día 31
del mes, el día que dejamos el año 68 y entramos en el 1.969, el año en
que yo llegaría a mi mayoría de edad en octubre cuando cumpliera los
dieciocho años, madre mía que mayor ya, pensaba para mi, como se había
pasando el tiempo, y llegue pensar que no quería que se pasara tan
rápido, aunque cuando recalara nuevamente en Sevilla otra vez dentro de
unos días, esos pensamientos cambiarían nuevamente, la vida de todos
nosotros era un lío, al final ni tu sabías lo que deseabas en esos
momentos de tu vida.
Antes de lo que yo hubiera querido, me encontré
otra vez junto a mi maleta en la estación de Cuenca, en unión otra vez
de Toni, Modesto y Miguel, mi familia ya se había quedado en Carboneras,
añorando mi regreso que no se produciría hasta mitad de Junio, pero era
peor pensarlo que pasarlo, tus ánimos no podían flaquear en esos
momentos, había que pensar que degustabas casi los mejores años de tu
vida, de esa vida que florecía en ti, con toda la fuerza e ilusión y no
podías desperdiciarla, y vivir cada segundo y cada minuto como si fuera
el último.
Por eso tomamos el tren los cuatro y aparecimos en la
estación de Aranjuez, cuantos recuerdos tenemos todos de esa estación,
es ya como un símbolo nuestro, como si fuera de nuestra propiedad.
Llegamos
con nuestras maletas al punto donde esperaríamos a los autobuses que
nos trasladarían directamente a la Laboral, no sin antes consumir horas y
horas en aquellos asientos bastante incómodos por cierto y que hacían
que llegáramos reventados a nuestro destino.
Ya de noche llegamos a
Sevilla, la Uni nos esperaba con los brazos abiertos, nos echaba de
menos, a mi la que mas me echaba de menos era mi Torre y yo a ella,
porque una vez fuera del autobús y en la plaza, y al dirigir mi vista a
la torre, una luz se encendió y apagó en la última ventana, yo le
contesté con un “Hola” y marché con mi maleta para el Colegio Alfonso el
Sabio, que ya se iba poblando de muchos universitarios con las mismas
esperanzas e ilusiones y problemas que uno tenía, que a decir verdad
eran bastantes.




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123
La verdad es que el curso
estaba resultando muy tranquilo, no vivías ni muchos menos en un estado
de nerviosismo continuo, tenías algunos momentos que debías dar el do de
pecho, pero sin el sinvivir de algún curso anterior que a veces se
hacía inaguantable, ahora la mayoría del tiempo la pasábamos con un
relax, que hacía que tu vida resultara cómoda, y a verlas venir.
Casi
sin pensar y casi sin darte cuenta, estábamos ya escuchando villancicos
por el sistema de megafonía que existía en todas las dependencias del
edificio de la residencia y eso ya te transportaba al ambiente que muy
pronto vivirías en tu pueblo dentro de nada, en esos pocos días que se
te hacían la mar de largos entre examen y examen, solo al hacer el
último tu mente se descargaba por completo y solo pensabas en el momento
que subirías al autobús para largarte en un viaje que parece que no
terminaba nunca.
Ayer precisamente, que casualidad y en una escapada a
Valencia desde mi domicilio de Sagunto, acompañado de mi esposa, que
por cierto también se llama Vicenta, observé en una avenida y aparcado
un autobús de Los Amarillos, y aunque parezca mentira, noté un leve
escalofrío en ni espina dorsal que me duró un segundo y dejó en mí una
sensación de nostalgia que me llenó en un momento de tristeza y otro de
un recuerdo que me hizo transportarme a esos autobuses que cogíamos en
la plaza de la Uni, y nos llevaban a nuestros domicilios, aun sigue esa
empresa de alta con el mismo negocio, y mira los años que han pasado, en
fin hay queda mi apunte.
Precisamente y después de realizados los
exámenes, nos veíamos otra vez subiendo los escalones del autobús, rumbo
a casa, con unas caras llenas de una alegría inmensa, que hacía
contraste con la que nos caras largas que nos veríamos los unos a los
otros, cuando en cuestión mas o menos de quince días tendríamos al
volver.
Los autobuses y en una larguísima fila, emprendieron la
marcha para distintos rumbos, con multitud de juventud, con los mismos
problemas y las mismas ilusiones y la misma alegría que se contagiaba.
Los que fuimos “laborales” en esos años, tuvimos esa forma de pasar
nuestra adolescencia y juventud, de esa forma dando saltos y saltos, de
alegrías y gozos a otras de saltos de tristeza y pesar, pero era nuestra
bendita juventud y que aun estando interno, hacíamos lo posible para
ponerle buena cara a la noche y convertirla en día.
Los autobuses
iban dejando”lastre”, con perdón, alumnos, en diversas paradas, nosotros
los de Cuenca, y algunos mas de otros pueblos cercanos a Aranjuez,
bajábamos en “La Rana Verde” y allí nos esperábamos el que llegaba antes
y luego agrupados, nos desplazábamos a la estación de tren, después de
un largo trecho andando con nuestras maletas que aun pesaban lo suyo y
allí a coger el tren, el enésimo tren, que ya nos sabíamos el recorrido
de memoria, pero en ese viaje, locos de alegría de volver a la ciudad
ellos y yo a mi pueblo, y digo mi pueblo aunque no era así, yo había
nacido en Cuenca, orilla del río Júcar, pero yo en esa edad consideraba
mi pueblo como lo mas importante, ya que casi anteriormente, había
vivido no en Cuenca, sino a unos tres km. de la ciudad.
En la
estación de Cuenca, estaban los familiares esperando a Toni, Modesto y
Miguel, yo seguía en el tren, saludando a los padres desde la ventana
del compartimento y con unas ganas locas de que llegara el tren, son
momentos inolvidables que no he olvidado ni olvidaré nunca, estoy seguro
de ello, esa memoria que tiene mi pendrive cerebral, la tengo con mil
seguros y libre de virus, para saborearla cuando quiera.
Era la
repetición de las escenas de otros años, y también se convertían en una
rutina, en una rutina maravillosa, pero al fin y al cabo rutina,
esperándome mi pueblo, postrado en la ladera de la colina con el
edificio de la iglesia, que era el último edificio a la derecha y
siempre igual sin cambiar de aspecto, solo el frío que ya se dejaba
entrever, lo noté al bajar las escaleras de tren y me mostró sus fauces
con una gélida bienvenida.




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 1/07/2016 09:00

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122
En el laboratorio, empezamos
con las gravimetrías y volumetrías, allí embutidos en nuestras batas
blancas y con el manejo de todos instrumentos químicos, con una soltura
inimaginable, claro ya llevábamos tres años e íbamos a por el cuarto,
siempre en la misma aula doble que la habían convertido en laboratorio
químico, con todos los adelantos y aparatos de vanguardia y que a medida
que pasaron los años como en todas las especialidades ha pasado, ahora
son totalmente anticuadas, y hoy en la actualidad, todos los procesos de
laboratorio que practicábamos, una serie aparatos los realizan en un
abrir y cerrar de ojos y con una exactitud que no eres capaz de creer.
Pero
allí nos sentíamos como pez en el agua, y las dudas se las
consultábamos al profesor Sr. Brieva, que amablemente nos las explicaba y
nos enseñaba todos los pasos del proceso.
La clase de Tecología del
profesor Sr. Sánchez-Ramade, se hacía muy amena, a el citado profesor
su mayor obsesión era que sus alumnos estuvieran en silencio, mientras
daba clase, primero porque deseaba que comprendiéramos toda la
tecnología que era muy extensa y relativa al funcionamiento de aparatos
para la industria química, porque se notaba a la legua que era un
apasionado de esa asignatura.
Cuando faltaban diez minutos antes de
terminar la clase, sacaba un libro de un escritor alemán llamado Hoffman
y ordenaba a uno se nosotros que leyera un capítulo, el libro por
supuesto trataba de química y sus aplicaciones en la industria.
Buen
profesor, joven y moderno, con su acento andaluz y las eses que las
convertía siempre en zetas, así que tenía un gracejo muy particular y
cuando nos revolucionábamos un poco exclamaba “callaroz mañana ezamen”, y
nos callábamos rápidamente.
Una mañana apareció en el aula con un
zapato distinto en cada pie, y nada mas entrar nos dijo “zeñores traigo
un zapato diztinto el uno al otro, tienen un minuto para reirze, ezo zi ,
luego no quiero oír ni una mozca, sino le pondré un zero al que ze
ría”. El primero que empezó a reírse fue él, y tímidamente lo hicimos
todos después, miro el reloj y cuando se cumplió e minuto, hizo una
señal, desde ese momento allí no se oía ni respirar.
Años mas tarde
me enteré que había muerto en la ducha, al resbalarse y darse un
fatídico golpe en la cabeza, una lástima, yo lo apreciaba bastante, para
mi era un gran profesor y un buen amigo de todos nosotros.
En la
clase faltaban por haber pasado ese año a las clases de Preparatorio,
Ramiro, Faustino, Ballesteros, Chaves, Medina, Molinero y alguno mas que
se me ha podido pasar, porque la memoria va teniendo ya algún fallo que
otro, alguno de ellos nos comentaba que el cambio era muy grande, (ya
que también pertenecían nuestro colegio), aunque solo había tres
asignaturas, claro que ahí estaban toda la flor y nata de las distintas
aulas.
Me lo pasaba muy bien cuando nos íbamos a clase de gimnasia,
cuando me ponía el chandall me transformaba, aquel chandall de color
azul precioso, que me hubiera gustado conservar, como ya he visto que
alguno lo conserva, el último que nos dieron y que creo que lo
entregaron para el periodo de dos años y que era de una clase de tela
con fibra-espuma, poniendo en su espalda, “Universidad Laboral” y en
cambios de domicilios posteriores de mi familia fue extraviado.
Disfrutaba de lo lindo corriendo, haciendo tablas gimnásticas, haciendo
saltos de triple y longitud al foso, me lo pasaba francamente bien y
deseaba que llegara la clases de gimnasia semanales. El profesor D.
Manuel “Blume, que lo tuvimos casi todos los años y aunque tenía el ceño
muy serio, era un cachondo mental, tenía un humor muy inteligente.
Solo
nos faltaban hacer los exámenes trimestrales, ya se acercaba otra vez
el unirnos a nuestra querida maleta en el viaje deseado, ya tenía ganas
otra vez de ir a ver a la familia y pasar unos días en el pueblo, ya
faltaba poco.




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 1/07/2016 08:59

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121
El compañero de aula Julio
Fernández Saiz, q.e.p.d., “alias” Julius Napolitanis, apodo que le
sacamos de una película vista en el cine de la Uni, en compañía de
alguien mas y con el visto bueno de las autoridades del Centro, formó un
grupo de universitarios del colegio, para que por las sábados por la
tarde se desplazaran a la localidad del extrarradio de Torreblanca de
los Caños, situada a las afueras de Sevilla, al objeto de llevar
alimentos de primera necesidad y ropa a los suburbios que por allí
existían, y remediar en lo que cabía a las necesidades urgentes de
aquellas pobres gentes. Yo le acompañé dos veces, había que ir por
supuesto andando y con las bolsas que se habían recogido en la Uni, a
través de caminos y campos, y entregarlos a las familias mas necesitadas
y dejar algunos en la parroquia.
Para mi y para los demás que alguna
vez fueron a ello, supusieron una experiencia que nos afectó en lo mas
hondo de nuestro ser, al comprobar la miseria que existía no muy lejos
de la Uni. A partir de esa experiencia creo que nunca ya he osado
quejarme por ninguna alimento, sabía positivamente que mientras yo me
quejaba había mucha gente que cogería al vuelo, los alimentos de los que
yo me estuviera quejando, ya no protestaría nunca jamás por eso, no
podría tener valor para ello. Sentí asimismo la satisfacción y la
alegría, que me llegó al alma de muchos niños pequeños cuando en sus
manos depositábamos las chocolatinas que apretaban con fuerza en sus
manecitas. Tampoco ya nunca me quejé de las judías y trompitos
laborales, no podía protestar por ello lo mas mínimo, yo me consideraba
ya un agraciado con mi situación de suerte.
Yo normalmente llevaba
las gafas puestas todo el día, hacía caso a lo que me dijo el oculista,
pero claro está cuando jugaba al fútbol las dejaba en el aula, porque yo
aparentemente veía bien, solo a lo lejos tenía cierta dificultad, por
ello ante cualquier acción que yo las necesitara por ejemplo practicar
algún deporte y cuando marchaba a Sevilla, en plan de ligoteo, me sentía
yo mas seguro sin gafas y no las portaba por supuesto, de todas formas,
ni llevándolas o llevándolas puestas, me iba lo mismo, mira que eran
duras las “piitas” sevillanas (palabra que decía el compañero Pikins,
cariñosamente, a las chicas), no se dejaban ligar las muy jodías, eran
mas duras que el pedernal, o también que sería lo mas seguro es que a
nosotros o por lo menos a mi me faltaba arte.
Cuando llevábamos ya
unos dos meses, conocíamos bien a los profesores nuevos que nos había
tocado en suerte, el de Dibujo calificaba muy bien las láminas, pero la
verdad es que todos dibujábamos ya a esas alturas aceptablemente bien y
yo lo puedo comprobar ahora por la razón de que conservo la gran mayoría
de las láminas que confeccioné en la Uni, así que el camino lo teníamos
allanado en esa asignatura que no era poco. El profesor de Matemáticas
era un buenazo, se pasaba y mucho de bueno, no es que fuera un profesor
de élite, pero nosotros éramos ya perros viejos y cuando hacíamos algún
examen y decía que había que ir ya entregando los folios, en ese
momento y en un revuelo monumental, nos los pasábamos y copiábamos los
resultados y el desarrollo completo del que no habíamos hecho y algunas
veces aun bajaba alguno por las escaleras y en la puerta de entrada al
colegio le entregaban el examen, así quien era el guapo que se atrevía a
suspender. Por lo demás ya no había ningún tipo de problema, aunque no
nos daban nada regalado, por supuesto había que trabajárselo.
Yo ya
tenía ganas de las vacaciones de Navidad, cada día que terminaba se me
hacía mas pesado que el anterior y menos que el siguiente, menos mal que
en este curso no teníamos la dichosa revalida, que descanso sentíamos
todos con esa circunstancia, pero ya faltaba poco y entonces día a día
veríamos un porvenir mas claro, los autobuses que se pondrían en fila en
la plaza estarían esperándonos deseosos de ocupar sus plazas
Ya me
veía empinando una copa rebosante de sidra y brindando con el resto de
mi familia, en esos momentos que nunca he olvidado ni olvidaré



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 1/07/2016 08:58

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120
Aun así, y con nuestros
pensamientos libertarios rondándonos nuestras cabezas, lo mas normal es
que la rutina y el aislamiento en aquellos bloques y bloques a cielo
abierto y lo peor muy lejos del mundanal ruido, te llevaran a un estado
de laxitud como si tuvieras la cabeza debajo de un ala, por lo general
no te enterabas de nada, solo algún comentario aislado que cogías al
vuelo y que al final se perdía entre un bosque de ellos y que no
llegabas a adivinar si eran verdad o mentira.
Los domingos cuando
salíamos a Sevilla ya disfrutábamos de más tiempo libre, pero daba
exactamente igual, al final Sevilla ya la tenías muy vista, muy corrida
por todos lados, tu cuerpo te pedía marcha y que marcha tenías en el
horizonte, si no te dejaban entrar a ningún sitio, no tenías la edad, en
esa edad no tenías edad para nada, y si la hubieras tenido, a las diez
de la noche ya tenías que estar casi en la cama en la habitación de tu
encierro, como si fuera la celda de un fraile, antes porque eras joven y
ahora porque eras joven pero eras menos, el resultado era el mismo, tu
vida mas o menos seguía siendo la misma. Tu misión era dar vueltas y mas
vueltas, por si la lotería te agraciaba en conocer alguna chica
sevillana que estuviera con tus mismos problemas y eso era muy difícil y
sin embargo algunos tenían esa suerte, como se las arreglarían, yo de
todas formas no era muy ligón que digamos, mi timidez aun por esas
fechas me tenía encadenado, aun así hacía mis pinitos pero sin resultado
apreciable alguno, habría que tener paciencia, pero la paciencia no te
quitaba el hambre y la sed, por lo menos a mi.
Las tardes que jugaba
el Sevilla en el Sánchez Pizjuan, me daba unas vueltas y luego me
dirigía al estadio y también con el arma de la paciencia, esperaba por
las puertas hasta los diez minutos últimos, momento en el que las abrían
y me introducía dentro y aun veía junto a un vomitorio cerca de la
portería los minutos que quedaban, y tuve la suerte de disfrutar con
algún gol de Lora, Eloy o Berruezo, pero cuando visitaba el Real Madrid o
el Barcelona el estadio, la misión era imposible, estaba todo ocupado,
hasta las escaleras de acceso y con vista al estadio.
Otras tardes y
en compañía de algún o algunos compañeros, nos dedicábamos a pasear por
la Plaza de España y Parque de María Luisa, y ya cansados de estar allí
y pasar la mano por la pared, nos marchábamos a orilla de la calle
Sierpes y nos metíamos al coleto uno de los famosos bocadillos de
calamares, que eran una delicia y ya después otra vez marcha atrás hasta
la Glorieta del Cid para coger uno de aquellos autobuses que nos
transportarían otra vez a nuestro particular destierro.
Cuantas
horas perdidas en nuestra vida, paseando por Sevilla sin saber donde ir y
sin saber que hacer, cuantos ratos perdidos, pero no teníamos otra
solución, o salir o pudrirnos entre los muros de la Uni viendo programa
tras programa de la tele en blanco y negro que se encontraba puesta en
una armario alto y así pasar la tarde, y esa era la elección nuestra,
esperar el lunes otra vez para comenzar una nueva semana llena de
clases, olor de sotanas negras y también en el laboratorio con olor a
anhídrido sulfhídrico y otros ácidos.
Pero yo todo lo curaba dando
patadas a un balón, me podría pasar horas y horas jugando al fútbol, me
evadía de los problemas y de mis recuerdos y añoranzas.
El mes de
Octubre estaba en su postrera agonía y el mes fúnebre de Noviembre
llamando a nuestras puertas, nos encontrábamos haciendo exámenes como
siempre, que manía les teníamos, que pesadez, toda nuestra vida
escuchando enunciados de preguntas y problemas y uno a ver por donde les
metías mano.
De todas las formas, el curso prometía no ser muy
duro, no nos crearía muchos problemas a primera vista, y así fue, para
mi fue un curso tranquilo y cómodo, sin sobresaltos, y mejor sin
profesores “huesos”, pero habría que pasarlo, pero mejor era así que
estar “encabronado” todo el año haciendo láminas y estudiando de
memoria.




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 26/06/2016 16:29

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119
En tres días mas o menos ya
supimos los nombres de los profesores que nos habían asignado, y
aparentemente y con consultas a otros alumnos de otras aulas que habían
tenido ya alguno en otro curso, no pintaba nada mal la cosa. Ni el Sr.
Cota ni el Sr. Aradillas traspasarían la puerta del aula que ya era un
gran triunfo, en Dibujo nos habían asignado a D. José Jerez Alcaraz y en
Tecnología al Sr. Sánchez Ramade que había estado el año anterior, en
Matemáticas a D. Antonio Espejo Gutierrez, en Laboratorio a D. Cándido
Brieva, en Química como no a D. Guillermo García Ramos y nosotros
encantados con ello, los demás aparte de que no me acuerdo, no tenían
relevada importancia y no nos preocupaba quien fuera.
Así que en una
semana nos encontrábamos todos ya a toda máquina, clase tras clase y
prácticas tras prácticas con el nuevo curso. Yo me sentía moderadamente
optimista, con mucho respeto sobre todo a las Matemáticas, a las que me
propuse atacarlas con seriedad desde los primeros días y sorprenderlas
yo en vez de que me sorprendieran ellas a mi, y así fue no quise nunca
que ningún tema se quedara entre alfileres, aun así yo pensaba que los
exámenes al ser problemas que a lo mejor nunca habías hecho, podían
tener una dificultad añadida.
Del personal religioso del colegio,
solo ha quedado en mi recuerdo el nombre del Director del Colegio, D.
Manuel Feijoó, para mi una gran persona, como cura y como director, te
hablaba siempre como un amigo y se interesaba por tus problemas, a mi
por lo menos me dejó huella.
En los cinco años de colegio y mas o
menos veinte curas con nosotros de educadores, fue uno de los mas admiré
en todos los años de internado, en lo que hubo de todo.
Voy hacer
un inciso breve a estas alturas de este diario, sobre algún hecho al
parecer protagonizado por algún cura y en relación a algún delito sobre
abuso o agresión sexual a algún alumno de la Universidad Laboral. Tengo
que decir que yo en mi estancia no oí, o no llegó a mi conocimiento nada
de ello, solo algunas veces algún comentario escuché sobre si alguno
era mariquita. Hace ya unos años y en reuniones con compañeros si he
podido saber que hubo algún caso de posible agresión sexual, por algún
desalmado. Yo ya digo, no me enteré de nada, así que de esos presuntos
delitos no puedo opinar, pero que de ser ciertos sería una mancha
demasiado negra en la historia eclesiástica de la Uni, aunque tampoco
sería justo catalogar a todos bajo esa condición.
Hablando de curas y
de misas, ese curso, estábamos libres de ir a ella, quiero decir que no
era obligatoria la asistencia, era totalmente voluntaria, yo
generalmente no asistía, aunque alguna vez, no muchas eso es cierto si
lo hice.
Ya teníamos diecisiete años todos los del aula, éramos muy
jóvenes aún, pero ya no teníamos catorce años recién cumplidos y eso se
notaba, ya que en el primer año, alguno llegó a la Uni en pantalón
corto, y ya con nuestra edad del pavo en decadencia, en medio de una
revolución cultural en lo que se podía y aunque aun la revolución
política estaba por muchas razones sobre todo una, muerta, a nosotros ya
nos gustaba vestir de otra manera, como por ejemplo con pantalones de
campana. Ya se veían alumnos leyendo revistas que se compraban en los
kioskos en Sevilla, cuyos comentarios y reportajes hacía tres años no se
editaban, creo que eran “La gaceta ilustrada” y “La actualidad
española”.
Yo me acuerdo que algún alumno comentaba sobre la
revolución de Mayo de 1.968, y de los sucesos de París. En fin, había
varios factores que iban cambiando nuestras opiniones, nuestros gustos y
nuestras ilusiones, entre ellos la música, sobre todo el rock y los
temas musicales de cantautores con contenido reivindicativo, que eran la
bandera de muchos de nosotros, aunque por supuesto la censura impuesta
muchas veces cortaba las alas a los mas liberales.
Eran tiempos
maravillosos, era la edad que te pedía acción, era la edad que mirabas a
las chicas de otra forma, era la edad única para disfrutarla, para
vivirla y nosotros en aquel internado, pronto tendría que llegar nuestro
turno, era necesario y vital.




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 26/06/2016 16:28

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118
Cuando nos despertamos a las
siete y cuarto de esa mañana, algunos aun pensábamos que estábamos en la
cama de nuestra casa y solo al mirar con los ojos semicerrados a
nuestro alrededor y escuchar el sonido lacerante de la sirena, nos dimos
cuenta que nuestro status había cambiado nuevamente de posición, un
lastre muy pesado se apoderaba de ti, debías en ese momento de sentarte
en la cama y dejar que poco a poco tu nueva situación equilibrara tu
balanza interna y una vez hecho a la idea, caminar como un autómata al
que le dan cuerda y dirigirse hacia los lavabos donde otros autómatas
como tu, y sin saber aun donde estaban se perdían como absortos con una
mirada extraña sin saber aun lo que hacían allí, solamente cuando la
fría agua del grifo regaba su rostro impulsada por sus manos, entonces
era cuando volvía a la cruda realidad.
Eran esos momentos cruciales, y
aunque vagamente yo los recuerdo con una sensación amalgamada de
nostalgia y mal sabor, recuerdo también que inevitablemente una vez
lavado y aseado, lentamente me dirigía a los amplios ventanales del
lavabo y miraba a la lejanía, con una mirada plagada de morriña y
nostalgia y en dirección a las últimas casas de Sevilla, queriendo
encontrar en mi caso las laderas de mi pueblo, y aunque sabías que era
imposible, tu mirabas por si acaso.
Al bajar y sentir el ruido de las
puertas batientes del comedor abrir y cerrarse, con el mismo chillido
que producían siempre y te lastimaban tus oídos, eran como una
repetición de otros años, las mismas sensaciones de dientes largos,
aleado con el mismo olor del café con leche, las mismas mesas de cuatro,
las mismas sillas y las mismas marmotas (nombre cariñoso dado a las
chicas de servicio), vestidas de azul que nos servían dejando encima de
aquellos armarios alargados de aluminio, las cafeteras también de
aluminio llenas de la mezcla humeante y que terminaba por despejarnos.
Tengo
que decir que esa mañana a mi no me entraba la mantequilla, se me hacía
un nudo en la garganta, pero había que superar ese trauma mañanero de
adaptación a todo lo que ya sabía de memoria y también lo que pasaría
minuto a minuto durante todo el día, era como la “crónica de una muerte
anunciada” del famoso escritor García Márquez, salvando las distancias.
Esa
mañana no hubo clases, lo dedicamos a ir a Vestuario para proveernos de
la ropa que teníamos asignada para el curso y también ir al aula que
sería la nuestra durante todo el año, y en la que esa mañana también los
curas nos entregarían los libros de texto, a cada aula los de su
especialidad y los comunes para todas.
En nuestra aula ya todos
juntos, echábamos de menos a los que habían escogido el curso de
preparatorio y formaban parte de otras aulas con otros de otras
especialidades, éramos un total de unos treinta alumnos, que elegimos el
camino mas fácil, yo por lo menos lo había tenido muy claro, por falta
de valentía, tal vez, pero yo sabía mis límites.
Íbamos a estar en
familia, mejor, existiría un contacto más cercano con los profesores,
con nuestro entorno, además ya con tres años juntos éramos como una
familia muy unida.
Lo que quedaba de mañana la dedicamos a revisar
los libros con ese aroma especial que despedían en esos tiempos los
libros nuevos, ahora ya no es igual, o puede ser que como llevo ya
tantos años sin oler un libro de texto, ya no lo sé apreciar, también
nos dedicamos a contar nuestras batallitas y anécdotas del verano, y
daba gusto estar juntos oyendo lo que decía el historiador de turno, en
un ambiente de camaradería, compañerismo y hermandad que era una
bendición.
Hacíamos también elucubraciones, sobre quién serían
nuestros profesores, pero nadie sabía lo mas mínimo, al otro día ya nos
iríamos enterando poco a poco según tuviéramos la primera clase, pero
todos coincidíamos en que mientras no nos asignaran al Sr. Cota en
Tecnología y el Sr. Aradillas en Dibujo, ya sería un gran triunfo, los
demás nos daban lo mismo porque de Química dábamos por hecho que nos
asignarían a D. Guillermo.
Las cartas estaban sobre la mesas, ahora
deberíamos saberlas jugar sobre el tapete verde, yo por lo menos me
sentía moderadamente optimista y veía el porvenir cercano tan claro como
lo estaba esa mañana de octubre del otoño recién iniciado.




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